El Semental

Continuación de “¡Viólame!!!”. Muriel rescata a Maui del estudio de Luppo y la lleva al club ecuestre y criadero de caballos de su prima Marina, veterinaria y vegana, quien le descubre su auténtica naturaleza: ha nacido para ser usada como una yegua en celo.

La mano de Vika seguía acariciando su sexo dentro de su braga, única prenda de su tan escueto pijama, mientras su brazo izquierdo hormigueaba por soportar el leve peso adolescente. El brazo dormido despertó a la nínfula durmiente. Se desperezó con energía y sueño a la vez, como amanece la juventud. Su nariz quiso oler aquel dedo que tanta satisfacción le había proporcionado y había encontrado en su sexo su hogar más confortable. Le encantó el aroma que desprendía a sus propios deseos y recordó las extraordinarias nuevas sensaciones de la noche anterior. Había tenido los primeros orgasmos de su corta vida y aún estaba fascinada por el placer obtenido. Volvió a tocarse todos los pliegues de su sexo, a pensar en aquellos chicos de la playa, en el piercing del clítoris de Muriel, en su madre jadeando conmigo,... La magia del orgasmo tardó poco en aparecer de nuevo, esa descarga hasta hace poco desconocida, y continuó hasta conseguir correrse otra vez en pocos segundos. No quería parar, pero estaba exhausta, así que permaneció inmóvil un rato más en la cama. Aún así esta vez no le bastó comprobar el olor de sus dedos y quiso probarlos. Un sabor dulce y salado, amargo y fresco inundó su boca.

Al cabo de media hora, se levantó de la cama y abrió la ventana. Se maravilló de todo ese sol de España que entraba por la ventana desde primera hora del día, aunque cegara sus ojos desacostumbrados. Se dirigió a la cocina. Le hubiera gustado ver a su madre en el desayuno, pero al ver a Muriel vestida de verano, o simplemente desnuda, se le dibujó una bonita sonrisa con hoyuelos en su cara de porcelana. Muriel se había convertido en un referente para Vika, casi una hermana mayor con la que siempre soñó y que nunca tuvo. Muriel le indicó dónde estaban el pan y la leche, la taza y la cuchara. Aunque Vika era muy independiente para su edad, agradeció esa pequeña ayuda para prepararse el desayuno en su nueva casa grande.

El teléfono de Muriel volvió a sonar y vibrar mientras Vika recuperaba fuerzas de la noche y el viaje. Muriel lo cogió preocupada: una nueva llamada de Maui. La exangüe rubia reunió las escasas fuerzas que le quedaban y solo pudo balbucear dos frases:

-¡Ven, por favor! ¡Ven a por mí!

Muriel, preocupadisima, quería hacerle un millón de preguntas. La interrogó infructuosamente sobre qué pasaba, dónde estaba, qué había ocurrido. Como si fuera culpable, Maui actuó como un acusado en un juicio e hizo del silencio su inútil defensa, ninguna respuesta, solo sollozos.

-Salgo hoy para Barcelona -zanjó Muriel.

Maui cortó la llamada. La decisión estaba clara, tenía que ir a rescatar a su amiga, pero Barcelona estaba algo lejos y no se iría sin pedirme permiso. Yo tenía el teléfono en silencio. A la tercera llamada perdida de Muriel, llamé desde el hospital.

-¿Qué pasa, Muriel? -pregunté extrañado, Muriel nunca me había llamado al trabajo.

-Amo, tengo que viajar a Barcelona. Maui me necesita, no sé qué le pasa, pero tengo que rescatarla. Sé que hoy quería castigarme delante de Katia. Prometo aceptar cualquier castigo adicional a la vuelta, sabe que siempre puede hacer conmigo lo que desee y mostrarme ante quien quiera, pero ahora necesito ir a Barcelona y rescatar a Maui -imploró Muriel.

Reconozco que la súplica de Muriel me conmovió, no solía hacerlo y sabía que le encantaba mostrarse como sumisa orgullosa ante quien yo decidía, no tenía muchas ocasiones en las que demostrar hasta qué punto yo podía hacer con ella lo que quisiera, ni muchos testigos que aceptasen presenciar ese espectáculo, aunque el escaso público selecto que lo veía, nunca quedaba indiferente. No podía negárselo, entendí que era algo muy importante para ella.

-Está bien, puedes irte unos días. De todas formas, mi casa no es una comuna, no quiero que traigas a Maui a vivir aquí, prefiero que estés con ella el tiempo que necesites a que vuelvas con ella. Preferiría que no viajaras sola, es un viaje largo y creo que por la urgencia quieres ir en coche.

-Sí, había pensado ir en el Cabrio, el descapotable. Tal vez Vika quiera acompañarme - sugirió Muriel menos alterada.

-Le preguntaré a su madre. Ese puedes llevártelo, no lo uso nunca para ir al hospital y supongo que no tardarás más de una semana en volver. ¿Cuándo sales?

-En cuanto estemos preparadas -respondió la artista catalana.

-Debes dejar las anillas de los pezones y la barra del clítoris en mi mesita de noche. No  quiero que te distraigas mientras conduces -ordené a Muriel, conocedor de su fisiología.

Vika había entendido dos palabras: viajar y Barcelona, y bastaron para que se le iluminara la cara. Desde Ucrania, Barcelona sonaba a fiesta, playa, sangría, tapas y todas las palabras internacionales del español que aprenden los guiris de vacaciones.

-¿Vas a Barcelona? -preguntó entusiasmada Vika a Muriel.

-Sí, pero no de turismo. Tengo que socorrer a una amiga, pero si quieres, puedes acompañarme.

-Sí, quiero. Sí, quiero -repitió entusiasmada la adolescente.

-Tenemos que pedirle permiso a tu madre -concluyó Muriel -De todas formas, puedes ir preparando tu equipaje para una semana, pero ahora acompañáme a mi dormitorio.

Muriel tiene un dormitorio junto al de Vika, para las noches que no la quiero ni a mi lado, ni a los pies de mi cama. Era la primera hora del día y había mucha luz en su habitación. Muriel se quitó las anillas de los pezones y las dejó en un bonito joyero. Para la barra del clítoris necesitaría ayuda. Se tumbó sobre la cama y abrió al máximo las piernas. Separó sus labios y le pidió a la púber ucraniana:

-¡Acercate! Tú tienes que desenroscarlo. A mí me cuesta un poco.

Vika se quedó inmóvil observándolo maravillada. Podía ver con todo lujo de detalles lo que más le gustaba de Muriel iluminado por la cegadora luz ibérica. Adaptó sus pupilas a esa ingente cantidad lumínica y enfocó con precisión en el clítoris neofraterno. Vio en detalle cómo la barra atravesaba el prepucio del clítoris, aunque ella no tenía palabra para esa parte de la anatomía, y sendas bolitas metálicas golpeaban la pepita del placer y la parte superior. Era la joya que soñaba, una joya que la hiciera disfrutar sin interrupción día y noche. Antes de desenroscarlo, la tocó con detalle y tiró un poco de ella, hasta que Muriel le ordenó:

-Solo desenróscala. Just unscrew -e hizo el gesto con dos dedos de cada mano.

Vika dirigió sus dedos a la anhelada barra y giró las bolas por su eje común. Tiró suavemente de las bolas y la barra salió del prepucio con facilidad. Vika observó con detenimiento la piel taladrada y el leve agujero que permanecía como huella de su marca. Muriel cerró las piernas e interrumpió el espectáculo que tanto le fascinaba a Vika, le encantaba ser observada, pero iba a ser un día muy ajetreado.

-Ahora vamos a hacer las maletas, primero ayúdame con la mía -conminó Muriel.

Vika se sorprendió de lo provocativa que era cada prenda de Muriel y se quedó impresionada con su guardarropa lleno de ropa de verano, de pantalones y falditas minúsculas,camisas transparentes, camisetas escotadas y ceñidas. Toda su indumentaria estaba pensada para incendiar la libido adormilada de un impotente gordo con hipercolesterolemia. Una maleta para siete días de ese vestuario ni ocupaba, ni pesaba mucho. Al revolver en su armario, Vika se quedó mirando los diferentes vibradores e insertos anales de distintos tamaños.

-¿Qué son? -preguntó indiscreta.

-Si te portas bien en este viaje, te compraré alguno y te enseñaré a usarlo. Te viene bien usarlos antes de que te use algún hombre -remató Muriel a la intrigada adolescente.

Katia llegó a casa. Había recibido un mensaje mío con la propuesta de que Vika acompañase a Muriel. Al fin y al cabo, seguía de vacaciones y seguro que le apetecía conocer más de España. Al oírla, Muriel se acercó rápidamente a la entrada y Vika se quedó observando la panoplia de imitadores fálicos.

-Katia, quería pedirte un favor. Tengo que ir a Barcelona y me gustaría que Vika me acompañase. No haremos mucho turismo, pero intentaré enseñarle algo. Debemos salir cuanto antes. ¿La dejas venir? -explicó Muriel.

-Так, будь ласка...Будь ласка...Будь ласка -suplicó Vika haciendo mohínes.

-No sé. ¿Qué vais a hacer? ¿Cómo iréis? ¿Cuándo volveréis? -preguntó la madre algo nerviosa. Yo le había comentado que prefería que Vika acompañase a Muriel, pero un viaje tan largo en coche no dejaba de ser un riesgo para su hija. Por otro lado, ella quería que disfrutase de su primer verano en España y la cara de ilusión de la chiquilla era innegable.

-Iremos en coche, salimos cuanto antes, volveremos en unos días, como mucho, una semana -resumió Muriel intentando ser concisa.

Vika miraba a su madre como un cachorro suplicante, no podía evitar complacerla cuando ponía esa carita. Vika vislumbró la sonrisa de su madre y ya intuía la respuesta:

-Está bien. Volveremos a hacer la maleta de Vika. Tres maletas en tres días… -suspiró Katia algo agotada.

A las once ya estaban preparadas, las dos jóvenes estaban sentadas en el descapotable y las maletas en el maletero. Comenzaban su viaje en sentido contrario al sol. Cada camionero que adelantaban evocaba a Alicia Silverstone y Liv Tyler en el video Crazy y tocaba su bocina durante la maniobra. La observación descarada y atenta de las dos beldades desde el elevado asiento del conductor del camión durante aquellos adelantamientos, Muriel con su camiseta escotada y sus pantalones supercortos y Vika con su vaporoso vestido corto de verano, pudo provocar más de un accidente, pero sus ángeles de la guarda tampoco querían dejar de observarlas.

Katia se quedó en casa, aún instalándose, organizando la casa, preparando la comida y reconociendo su nuevo hábitat. Yo llegué a casa sobre las tres y media y Katia me recibió vestida con una sonrisa y su piel blanca y arrodillada junto a la puerta. Su boca entreabierta invitaba a hacer uso de ella. Me pareció que había tomado la decisión de satisfacerme en todos los aspectos de mi vida, no sé si porque intuía que era una oportunidad única de demostrarme a solas hasta dónde era capaz de llegar. La vi muy feliz con esta intimidad renovada y solo me apetecía disfrutarla, no quería alentar sus celos, pero sabía que nunca  podría ser fiel sexualmente a ninguna mujer en mi vida. La erección fue inevitable al ver mi chica perfecta dispuesta para mí, desnuda y entregada, y decidí no despreciar el uso de esa boca que se me ofrecía. No quería correrme, pero no pude evitarlo, su maestría y esmero lamiendo y succionando me llevó a derramar todo mi esperma en su boca.

Cuando terminó de tragar la última gota de mi semen, la conduje al comedor cogida de mi mano, como dos novios enamorados, yo aún vestido, ella siempre desnuda. Había preparado la comida y dispuesto un solo plato con un servicio y mucha comida. La senté en mi regazo y yo decidía qué bocado iba a mi boca y cuál a la suya. Era divertido mirar su carita suplicando por los champiñones mojados en smetana y después, cuando yo introducía el tenedor en su boca, observar las manchas blancas de la crema de yogur en sus labios que tanto recordaban lo ocurrido hacía pocos instantes. Durante todo el almuerzo mantuvo una sonrisa pícara y al terminar me sugirió que fuéramos a recorrer la casa. Tenía especial interés en ir al estudio de Vika y no paró hasta que comenzamos la ruta por la parte baja de la casa. La realidad era que quería detenerse en la mazmorra. Se quedó un rato observando las fustas, los látigos y sobre todo la cruz de San Andrés. Después de remolonear en la mazmorra hasta que entendí que no quería irse de allí por un tiempo, estiró sus brazos y quedó dispuesta para ser atada con su espalda y su trasero ofrecidos.

-¡Átame! ¡Sujétame y azótame como a Muriel! Quiero satisfacerte en todo.

-Aquí no, Amor. Túmbate sobre esa mesa -le indiqué y la conduje sobre una mesa corta con dos argollas laterales y cuerdas de sujeción cercana a la argolla de la pared. Ella me sostuvo la mirada desconcertada y se tumbó en decúbito supino siguiendo las indicaciones de mis manos, que la sostenían del hombro y el cuello. Su garganta sintió cómo se cerraba el aro metálico unido a la mesa que en tantas ocasiones había aprisionado el cuello de Vika. Até sus muslos con las cuerdas a las argollas laterales y sus piernas quedaron suspendidas en el aire, sujetas por los muslos atados a los aros, y su sexo ampliamente expuesto quedó al borde justo de la mesa y sin posibilidad alguna de protección. Nuestras respiraciones aceleradas se mezclaron cuando até unidas sus muñecas a la argolla que había en la pared, yo respiré el aire cálido que salía apresurado y nervioso de su nariz y ella aspiró mi anhelante aliento. Cogí una venda y tapé sus ojos.

En ese momento Katia me parecía más mía que nunca y me aparté unos segundos para admirarla detenidamente. Pasé mi mano por su sexo y lo noté húmedo y cálido. Alejé mi mano y por sorpresa le di una fuerte palmada en su entrepierna inevitablemente abierta, primer anuncio de cómo iba a someterla. La segunda palmada no fue tan bien recibida, Katia no esperaba ser castigada en su sexo y cerró lo poco que pudo sus piernas, aunque solo consiguió tensar las cuerdas que retenían sus muslos. La tercera no fue una palmada. fue directamente un fuerte golpe con la fusta directo en su pepita del placer. Katia se asombró, una fuerte descarga de dolor y placer recorrió instantáneamente todo su cuerpo. Ese primer azote por sorpresa provocó una llamada a su torrente sanguíneo. El segundo azote dio de lleno de nuevo en el ahora henchido clítoris. Una nueva descarga de dolor y placer volvió a electrificar el cuerpo cortocircuitado de Katia. Solo había un canal que llevaba a la vez las señales de placer y dolor sin que ella fuera capaz de distinguirlas, ni apenas procesarlas, solo sentía un electroshock en el suplicio del gozo.

Nunca había imaginado disfrutar y sufrir a la vez con mi castigo. Estaba dispuesta a entregarse sin reservas, quería satisfacerme plenamente para que no necesitase de otras mujeres, pero no esperaba que su cuerpo reaccionara de esta manera: excitándose como nunca antes en su vida y rindiéndose a mis castigos. Notaba el bullir de la sangre entrando torrencialmente en su clítoris todavía rosáceo cuando un tercer azote provocó una nueva descarga en su rubor más enrojecido. Asombrosamente no sabía si se encontraba al borde del orgasmo o del desmayo. Diez azotes la dejaron en el abismo. Mis dedos entraron en aquella cueva infernal cercana a la sublimación. No estaba tan húmeda como imaginaba Katia por lo excitada y caliente que se sentía, pero la presión de mis dedos índice y corazón sobre la cara anterior de la vagina, rodeando su uretra, hizo que las glándulas de Skene fabricaran tanto líquido como eran capaces de forma muy acelerada, tan rápida que Katia no pudo retenerlo y mojó mi mano y el suelo. Su orgasmo involuntario acompañó aquel despliegue de fluidos.

Observé por enésima vez el coño más bonito del mundo. Sus labios delgados, su pubis perfectamente depilado, su entrada estrecha pero que siempre se adaptaba a mí como un guante, dilatándose en el momento oportuno, dificultando la entrada al principio para explotar en el éxtasis. Ahora se veía aún más hermoso a mis ojos, la delicada piel blanca que rodeaba la rosácea estaba veteada por preciosas líneas rojas que escribían en su piel que era mío y no conocía límites en su entrega. Quise beberlo y mis lametones en su centro ardiente provocaron un nuevo clímax en su organismo desorientado.

-я твоя -susurró Katia.

-No has pedido permiso para correrte, pequeña. Limpia mi mano y besa a quien te da placer y dolor sin que seas capaz de distinguirlo ni sepas qué prefieres, solo yo soy el dueño de tu cuerpo y hago con él todo lo que deseo -le aclaré e introduje mis dedos en su boca. Su lengua y sus labios querían demostrar lo que todo su cuerpo agradecía. Saboreó en su boca todos sus flujos.

Apenas se despedía su boca de mis dedos dejando entreabiertos todos sus labios cuando sintió un nuevo latigazo en su entrepierna. Otros diez azotes eléctricos descompusieron todas sus defensas. Sin cambiar de posición, la follé con sus pies a la altura de mis hombros. Mi falo entró en aquel mar cálido y sus brazos suplicaban por liberarse para abrazarme. El placer que recorría su cuerpo se traducía en multitud de vibraciones inarmónicas en su vagina. En un momento de lucidez, entre el tercer y cuarto orgasmo, Katia imploró:

-¿Puedo correrme?

-Hoy puedes correrte lo que quieras, pero siempre debes pedir permiso -le expliqué y la abofetee mientras ella besaba la mano que la golpeaba.

Cuando llegó mi orgasmo, ella estaba desfallecida. Salí de su cuerpo y lo rodee para llegar a su boca con la mía. Nos fundimos en un apasionado beso. Liberé su cuello del collar de la mesa y volvió a apresarlo con mi mano para seguir besándola. Ella me miraba agradecida y no reprimió un susurro:

-¡Gracias!

En ese momento introduje mi sexo en su boca para que disfrutara del sabor de nuestros placeres mezclados. Cuando su boca golosa parecía saciada, volví a besarla y ella sentía mi mano rodeando su cuello.

-Nunca pensé que se pudiera amar así -admitió Katia.

-Te quiero demasiado, casi tanto como te deseo -confesé yo.

El resto de la tarde consistió en recuperar nuestros hálitos tumbados perezosamente en el jardín, en las tumbonas junto a la piscina, ambos desnudos. Nos arreglamos para cenar y fuimos a un chiringuito junto al mar que olía a mar y marisco. Katia radiante llevaba un vestido corto de terciopelo color turquesa que dejaba toda su espalda al aire solo combinado con sus sandalias de tacón. El maquillaje consistía en el rubor de sus mejillas y una ufana sonrisa de cuerpo saciado. Antes de bajar del coche, saqué una caja. Ella estaba sorprendida.

-Cierra los ojos y abre las piernas -le ordené.

Subí su vestido e introduje en su vagina un dispositivo vibrador con un brazo que se abrazaba a su clítoris y dejé el inserto más grueso en su interior.

Hicimos nuestra discreta entrada poco antes de la puesta de sol en el Atlántico, pero todos los asistentes dirigieron sincronizados su mirada a mi estrella del este, en lugar de mirar hacia el crepúsculo, como acostumbraban hacer a esa hora, especialmente en un día de rayo verde como aquel. Cada vez que Katia bajaba un peldaño, sus cabellos saltaban y formaban una corola rubia ondulante donde reverberaban los estertóreos naranjas del sol. Bebimos Albariño y compartimos los manjares de ambos platos. Katia sonreía cuando le explicaba cómo comer el marisco y me chupaba los dedos cuando se los ofrecía a su boca. Antes del postre, activé el vibrador y le prohibí correrse. Durante el postre, Katia estaba absolutamente enervada. Compartíamos un pastel y yo decidía a qué boca iba cada cucharada. Ella seguía diciendo en voz baja: “Por favor, por favor, por favor”, y lo que los vecinos entendían como la súplica por una cucharada era solo un ruego por su orgasmo. Realmente no sabía si sería capaz de reprimirlo hasta que se lo autorizase. Finalmente agarré con fuerza su muslo, clavé mis uñas en su piel y acelereré las vibraciones con el móvil.

-Ahora puedes -concedí a Katia.

En ese momento cerró los ojos y finalmente susurró: “Gracias”. Le acerqué mi mano y me la lamió y besó. Algunos miraron sorprendidos cuando al acercarle la mano, le di un pequeño golpe en sus labios y ella se apresuró a besar la mano que la golpeaba con gratitud y entrega.

Al terminar la cena, Katia recibió un mensaje en su móvil. Me lo tradujo del ucraniano: en una hora llegarían a Barcelona. El ex novio de Muriel las acogerá e intentarán recoger antes a una tal Maui. No pude evitar sonreír al oír hablar de nuevo de Manuel, el enfermero. Muriel mantenía cierta amistad con él después de haberle ayudado a salir del armario.  Ahora vivía con su novio, un discreto profesor que trabajaba para un colegio del Opus Dei y no podía reconocer su sexualidad abiertamente.

Cuando llegaron a Barcelona, Muriel se puso en contacto con la exasperada Maui. Para evitar nuevos llantos, fue enviándole mensajes de voz por whatsapp con la ayuda de su copiloto desde que pasaron Lleida y le iba informando para que tuviera sus cosas recogidas.

Dos maletas junto a la puerta avisaron a Luppo que Maui lo abandonaba. No podía decir que no era previsible, pero él siempre pensó que Maui no lo abandonaría, que estaba realmente enamorada de él. Había soportado todas sus infidelidades con otras modelos, tal vez por su bisexualidad manifiesta que le llevaba a considerar divertidas algunas de aquellas experiencias. Alguna vez le había prestado dinero para sus vicios y él nunca se lo había devuelto. Ella se esforzaba por mantener limpia la casa cuando él nunca recogía y ensuciaba como un puerco. Para él soportar todos sus abusos eran indiscutibles muestras de amor, en lugar de considerarlos pequeñas gotas que iban colmando el vaso de la indiferencia. Su apatía sexual de los últimos tiempos, en parte por el interés despertado por otras modelos y en parte por los efectos nocivos del consumo de droga y alcohol unido a su vejez prematura, tampoco había contribuido a renovar el amor de Maui que en una semana se había transformado en odio, asco y desprecio.

Muriel había informado de sus planes a Vika cuando se despertó después de Zaragoza:

-Recogeremos a Maui de la casa de su novio. Ella nos estará esperando con todo recogido. Esta noche la pasaremos con un amigo, Manuel y con su novio, Celso. Aunque es homosexual también es muy masculino, ya verás que es bastante guapo. Mañana haremos algo de turismo por Barcelona y después ya veremos qué hacemos. ¿Te parece bien?

-Genial -respondió la ucraniana con bastante cansancio.

El resto del viaje, Vika lo pasó mirando su móvil. Le pidió el perfil de Instagram a Muriel y observó sus fotos. Muchas eran de Luppo y no pensó que fuera el mismo fotógrafo. Empezó a seguir a los tres, a Maui, a Muriel y a Luppo en Instagram. Le encantaban las fotos desnuda de Muriel con su tatuaje de serpiente en la pierna, aunque tuviera los pezones difuminados. También había fotos donde Muriel y Maui aparecían desnudas con sus pechos rozándose o besándose apasionadamente. Descuidadamente Muriel le indicó que en Twitter había menos censura.

Metieron el coche en el aparcamiento de la Boquería. El estudio de Luppo estaba en una casa heredada de su tía en el Raval.

Muriel y Vika subieron al piso y saludaron a Maui y Luppo. La tensión se podía cortar entre ambos y Maui sólo quería irse. Muriel hubiera saludado a Luppo amistosamente e incluso hizo el amago de presentárselo a Vika. Maui indicó que debían irse cuanto antes. La mirada depravada del fotógrafo recorrió cada milímetro de la piel de la adolescente. Hipnotizado por el eclipsante escote de Vika, devoró con sus ojos las piernas que desnudaba el corto vestido y se relamió al ver cómo al girarse el vuelo del vestido dejaba asomar los glúteos. Vika se sintió incómoda por aquella mirada depravada.

Cogieron una maleta cada una y bajaron por las escaleras. En el portal, Maui se abrazó a Muriel y empezó a llorar. Entre sollozos, le explicó:

-Solo quiero irme de aquí. Quiero irme de aquí.

-Tranquila. Esta noche nos acogerá Manuel. Podemos quedarnos con él lo que queramos, pero eres libre de decidir lo que quieres. Yo estoy aquí contigo para apoyarte -animó Muriel.

Manuel les abría la puerta media hora después en Poble Nou. Vivía en un apartamento nuevo junto al Forum. Les explicó cómo se alojarían esa noche: Muriel y Maui tendrían que dormir juntas en la cama de matrimonio de la habitación de invitados y Vika dormiría en el sofá-cama del salón. Insistió en traerles alguna bebida caliente, hacía mucho que no se veían y deberían ponerse al día. Finalmente, le prepararon la cama en el salón a Vika y la dejaron durmiendo y los tres adultos se fueron a la cocina a preparar un café.  La vieja pareja hablaba de cosas intrascendentes mientras Maui seguía ausente. Al terminar el café, Manuel insistió en que fueran a saludar a Celso a la cama. Al llegar se lo encontraron fumando con toda la pluma del mundo, llevando su cigarrillo a la boca solo con dos dedos y separando los dedos justo en el momento en que daba una calada, como hacen las guiris para que no les queden manchas amarillas en los dedos. Aquellos delicados movimientos, más femeninos que los de Muriel y Maui juntas, revelaban que su apariencia viril solo existía fuera de su intimidad real.

La canícula y el cariño que se tenían las dos amigas condujeron ambos cuerpos desnudos a un abrazo sudoroso de horas. Se dijeron pocas palabras aquella noche, pero no las necesitaban. Aquella primera noche Maui sudó su enfermedad y se despertó reconfortada, se volvía a sentir querida por alguien, segura junto a su resoluta amiga, pero todavía no era capaz de contar lo que le había pasado en los días anteriores.

Al día siguiente, Vika deseaba conocer Barcelona y Maui no era capaz de expresar lo que quería. Salieron temprano de casa, recorrieron Montjuic, bajaron a la plaza España y pasaron la tarde en el parque Güell. Imposible pasear por las Ramblas con las hordas de turistas y mucho más difícil conseguir entrada para la Sagrada Familia. En el parque Güell, Vika paseó por su cuenta. Grabó videos con bailes atrevidos y sugerentes con un lagarto vestido de azulejos detrás.

Las modelos catalanas se separaron en un paseo íntimo por el pórtico de las columnas torcidas. Cuando llegaron a la zona menos transitada, Maui se bajó el pantalón y se subió la camiseta y apareció la misma frase escrita en las tres lenguas: “اغتصاب لي, rape me, viólame” Aún así, Muriel no acababa de entender lo sucedido.

-Luppo me vendió para ser usada como mesa humana y puta para cualquiera en una fiesta de un jeque árabe para pagar sus deudas a un camello de cocaína. Me tatuaron esto drogada para que cualquiera de la fiesta supiera qué hacer conmigo -aclaró Maui por fin.

La crudeza de las palabras enmudeció a la menuda Muriel. No podía entender que nadie tatuase esa frase, no podía entender a esos hombres que usaban en tropel a una mujer a la que no le habían pedido permiso, no podía entender que nadie fuera obligado a ser mesa humana. Ambas se fundieron en un abrazo, pero Muriel sabía que no sería capaz de consolar a Maui.

-Deberíamos ir a la policía y denunciar, ¿no? -resolvió la inquieta morena.

-¡Noooo!! -exclamó con pavor la rubia -. No podemos. Me matarían a mí y a Luppo. Son muy poderosos.

La ágil mente de Muriel unió dos destinos que no hacía tanto que se habían separado. Recordó a su prima Marina, con la que ambas habían compartido piso. Nunca le explicó mucho, pero hubo un cambio en su vida que solo podía deberse a un episodio desagradable. Pensó que ambas podrían apoyarse.

-No te preocupes. Te vamos a cuidar -explicó Muriel sin aclarar el plural. Después de una llamada, le explicó a Maui que se iban de Barcelona. Pasaron por el piso del enfermero, recogieron todas sus cosas y pusieron rumbo a un pueblo del Maresme.

Aunque Vika iba en el asiento trasero del descapotable, se empapó del paisaje Mediterráneo, tan diferente a todo lo que había visto. Nunca había sentido sus pies tan reconfortantemente cálidos y secos, salvo en aquellas vacaciones en Turquía. Le encantaba el verdor tranquilo de pinos y encinas contrastando con el mar calmado de un verde vivo. Vika se sorprendió por la cantidad de enormes masías con fincas de muchas hectáreas y piscina gigantes, así como por las hileras de chalets adosados idénticos donde vivían familias que imitaban la felicidad de los ricos en pequeñas dimensiones.

Llegaron al centro ecuestre donde vivía Marina sobre las siete de la tarde. Aún quedaban multitud de adolescentes rezagadas practicando sus ejercicios de hípica vestidas con pantalones ceñidos, polos sudados, botas altas y sonrisas impolutas. Era la primera escuela de equitación que veía Vika, pero le pareció un sitio muy agradable donde pasar unos días, rodeada de bosque mediterráneo y con vistas lejanas al tranquilo mar.

Todas las chicas miraban descaradamente la sonrisa ajada de Toni, el profesor de equitación, ese Antinoo un poco añoso, que no dejaba de recordar al hombre más guapo de la historia, con su pelo rizado, sus ojos verdes, sus dientes grandes, aunque uniformes, su cuerpo trabajado, aunque con los abdominales no tan marcados como cuando era un escuálido adolescente, y con brazos mucho más gruesos y musculados que los muslos de aquellas púberes. No habría templos que exaltaran su belleza durante siglos, pero las pupilas de cada una de esas nínfulas amazónicas eran el altar donde se veneraba su cuerpo con ofrendas de deseo silencioso. Sincronizadas miraban la entrepierna que guardaban celosos aquellos vaqueros como el más preciado tesoro, como la octava maravilla del mundo, como la promesa de la felicidad más certera. Cada chica que daba una vuelta con su caballo, buscaba insistente en la cara de Toni ese débil gesto de aprobación de haber hecho el ejercicio correctamente, admiraba cómo se comunicaba telepáticamente con el caballo y le explicaba con la mirada qué debía hacer la próxima vez que fuera montado por esa amazona. La primera imagen de aquella casa marcaría a Vika: decenas de adolescentes montadas a caballo con ropa monísima bajando su mirada hacia el sexo de Toni discretamente guardado en unos vaqueros.

Marina y Muriel se fundieron en un efusivo abrazo. Que se llamaran

zorra

la una a la otra no quitaba un ápice de cariño y complicidad a cada frase. La tercera

zorra

no tardó en unirse a la fiesta del reencuentro al poco de bajar del coche. Aquellas tres ex compañeras de piso habían vivido demasiadas juergas y experiencias juntas como para esperar recordar un momento divertido después de cada frase. Vika, con sus ojos muy abiertos, bebía cómo eran las relaciones adultas, aunque no diferían tanto de las que ella había mantenido con sus amigas, aunque el sexo estaba menos presente en su recién abandonada infancia ucraniana.

Cuando terminó la clase y todas las alumnas se despidieron, Toni se acercó a las mujeres y Marina lo presentó:

-Toni, el hermano de Daniel, mi novio. Entre los tres llevamos este centro ecuestre. Yo también vigilo la salud de casi todos los caballos del Maresme.

-¡Hola! -dijo con o nasal, aunque voz grave, el experto jinete.

-Después de acomodaros podemos dar una vuelta con los caballos antes de que anochezca -invitó Marina a las tres chicas.

Muriel y Vika fueron alojadas en el mismo dormitorio, mientras que Maui compartiría cama con la anfitriona, ese día Daniel estaba en Francia procurando que su preciado semental preñara a las yeguas galas y las dos tenían muchas ganas de recuperar el tiempo perdido. Muriel y Marina ya habían comentado esta organización, mi perra sabía que el apoyo que podía prestarle Marina a Maui era mucho mejor que el suyo.

Al bajar las tres invitadas, Toni estaba esperándolas sobre un enorme caballo negro capón y con tres dóciles yeguas sujetas de sus riendas. Marina esperaba de pie junto a su yegua favorita, Alazana. La veterinaria ayudó a las tres chicas a montar y las yeguas se regocijaron al sentir el escaso peso de sus amazonas. Comenzaron a subir sin descanso siguiendo a Toni y vigiladas desde atrás por Marina. Maui seguía a Toni sin quitarle ojo, no se sentía demasiado segura sobre la yegua y había visto como su animal siempre obedecía al mayoral. Al terminar el recorrido entre encinas, llegaron al mirador de Veinat del Far. Los caballos descansaron en la pradera y las novatas se recuperaron de la sensación de estar tanto rato con las piernas abiertas botando sobre sus entrepiernas y de paso admiraron las vistas despejadas a las montañas cercanas.

En el camino de vuelta, atravesaron un riachuelo. Los cinco acabaron con sus ropas mojadas, pero el calor del día y de los caballos tras la subida hacían agradecer el remojón. Muriel casi nunca llevaba sujetador y pese a la actividad deportiva, aquel tampoco fue el día en que se decidió a usar la prenda antigravitatoria. Toni fijó sus ojos en aquellos pezones endurecidos que se transparentaban bajo su camiseta. Maui intentó inútilmente interceptar aquella mirada levantando su culo sobre la yegua y cabalgando de pie como había aprendido a hacer de pequeña en un curso de verano. Las fotos de Vika a caballo con su ropa mojada y rodeada de modelos catalanas y veterinaria guapetona volvieron a marcar un hito de corazones acumulados en su

Instagram

.Un nuevo seguidor se sumó a su cuenta, un fotógrafo llamado Luppo y añadió “me gusta” a algunas fotos antiguas de Vika, pero donde ya se apreciaban las turgencias de sus pechos prominentes. Vika no le dio demasiada importancia a su primer seguidor español, además Muriel también lo seguía a él, lo que le dio cierta confianza.

Durante la cena vegana, preparada por Marina, no faltaron el vino y las risas. Vika se mantuvo abstemia pero con una enorme sonrisa por integrarse en un grupo de viejas amigas mayores que ella en otra lengua. A la segunda botella, Toni perdió toda la vergüenza y sacó un papel:

-¡Mirad la carta que me ha enviado la Marta! Léela Marina.

-Marta es una alumna pija. Viene a clase desde los ocho años -explicó Marina.

-Léela, léela, Marina -ordenó de nuevo Toni.

-Está bien. Traduzco del catalán:

Querido Toni,

Mañana estoy de cumpleaños y cumplo la edad legal para el consentimiento en una relación sexual. Mireia estuvo la semana pasada. Desde la primera vez que me masturbé, he pensado que tú serías mi primer amante. Siempre he tenido la misma fantasía desde que mis dedos encontraron mi clítoris: nos escondemos la Mireia y yo para ver a la monta de una yegua por vuestro semental, esa escena que siempre nos prohíbiais cuando éramos pequeñas.pero que ya sabíamos en qué consistía, todas habíamos buscado escenas parecidas por internet.

Tú vestías solo tus vaqueros ajustados, esos que anuncian el miembro por el que todas suspiramos”.

En ese momento rieron los cuatro mayores, Vika se solidarizó con Marta y no entendía por qué se burlaban de ella. Supuso que sería por el exceso de vino.

-El miembro de Toni no es obra de la naturaleza -aclaró Marta -. De pequeño tenía un huevo subido y le recetaron testosterona hasta convertirlo en el semental que es hoy.

-Pero nadie nota la diferencia -se defendió el jinete catalán.

-Continúa, por favor -suplicó Muriel entusiasmada por la idea de invadir la intimidad ajena.

“Tú vestías solo tus vaqueros ajustados, esos que anuncian el miembro por el que todas suspiramos y las botas de montar. En lugar de tus espuelas inglesas redondas, usabas las espuelas brillantes de gallo que tenéis en el mostrador de la entrada. Mucha gente piensa que torturáis a los caballos en lugar de educarlos cuando ven la ruleta de pinchos.

Tú diriges el apareamiento, separas a tu semental con el látigo hasta que la lengua le mea varias veces y el caballo lame el sexo de la hembra. Mireia y yo no podemos evitar gritar al ver el enorme sexo en erección del caballo, del tamaño de tu brazo. Tú nos descubres con una mirada furtiva, pero disimulas. Tu semental monta a la yegua en celo y le muerde el cuello. En ese momento la Mireia y yo estamos tocándonos sin descanso. Tú dejas que el semental cumpla con su función y atento lo llevas a las cuadras y le das una zanahoria de recompensa por el trabajo bien hecho y vuelves al picadero.

Das una vuelta y aunque la Mireia y yo permanecemos inmóviles, tú nos descubres y te enfadas. Nos gritas que cuántas veces nos has dicho que no podíamos estar allí. Nosotras hacemos por desaparecer, pero nuestra ropa alterada nos delata. Tü no tienes duda de que hemos ido allí a masturbarnos y decides castigarnos. Nos vas guiando a ambas con el látigo y nos atas los brazos extendidos a una viga de madera. En ese momento nos sentimos superindefensas y a tu merced, pero terriblemente excitadas. Las dos nos sentimos la yegua en celo y te vemos como el semental. Allí nos desnudas indefensas, nos castigas con el látigo y después nos violas. En ese momento me corro siempre, cuando te imagino violándome después de haber visto cómo violabas a la Mireia, aunque a veces me he corrido varias veces antes.

Mañana por favor, desvírgame”

Esta vez quien no rió tanto fue Maui.

-¿Qué vas a hacer? -preguntó retóricamente la veterinaria.

-Solo puedo hacer una cosa: desvirgar a la Marta vaginalmente y a la Mireia analmente. Ya sabes cómo funciona el negocio y lo buenas que están -aclaró el mayoral -. La muy zorra de Mireia no le ha contado a su mejor amiga que no fue capaz de esperar una semana.

-Nadie podría justificar los precios que cobramos solo por mantener un caballo que visitas una o dos veces en semana como mucho para dar un paseo y unas clases de hípica que no te garantizan participar en las olimpíadas. Nuestras clientas saben que pueden ser elegidas por el semental del Maresme para ser desvirgadas y eso se ve como algo exclusivo en ciertos círculos. Toni no es un gigoló, no se consigue con dinero, pero es cierto que venir a esta escuela te da la opción de conocerlo estrechamente y que te elija. Vendemos también la ilusión de ser elegida por tu objeto de deseo -aclaró Marina a las miradas incrédulas.

-Ya mi padre tuvo que desvirgar a gran cantidad de pijas antes de que se fueran de

hippies

a una comuna en Menorca. Llegar virgen a una comuna de aquellas era peor que llegar sin chocolate -y Toni hizo el gesto de fumar -. También contaba la historia de Quim Rius, que tenía un casoplón en Menorca. Montó una comuna con sus colegas y tenían a siete u ocho tías progres allí dentro. Un día aceptaron un moro porque traía hachís y al cabo de las dos semanas era el único hombre que follaba en la comuna, se había quedado con todo el harem. En quince días el Quim disolvió la comuna y empezó a renegar del movimiento hippie, hasta convertirse en el católico independentista que es hoy. Eh, y no solo se fijan en mí. El Dani también me ayuda.

-Dani elige follarse a menos, ya me tiene a mí todos los días. ¿Qué frase decía tu abuelo? -apuntilló Marina.

-

Molts hereus munten millor per sang que per cognom

-Toni recordó la sentencia de su abuelo -. Él se jactaba de ser el padre de muchos de los primogénitos de la comarca y nos decía en qué nos parecíamos a la mayoría de los potentados de la región y con qué chicas no debíamos casarnos ni procrear... Voy a enviarle un whatsapp a la Marta y que me aclare los detalles de su fantasía y dónde esconderse si quiere ver la monta en el picadero y ser desvirgada después. Lo de la Mireia lo aclararé poco a poco.

La tercera botella de vino parecía un exceso para esa primera noche, así que decidieron repartirse en los dormitorios. Vika y Muriel compartían cama en la habitación de invitados. Las dos decidieron acostarse desnudas. Vika tenía una enorme curiosidad sobre el sexo y había encontrado en Muriel una fuente inagotable de sabiduría. Sintiéndose protegida por la oscuridad, la ucraniana preguntó a bocajarro:

-¿A qué edad hiciste el amor por primera vez?

-Con tu misma edad. Era un tío mayor aficionado a la fotografía. Siempre había soñado con modelar y hay que reconocer que es una forma cómoda de ganar dinero. Me propuso posar para él, fue pidéndome fotos desnuda y una cosa llevó a la otra. Siempre me ha excitado ser observada, sentirme deseada.

-¿Y qué opinas de estas alumnas de centro ecuestre que explican cómo quieren hacerlo por primera vez? Yo aún no sé cómo querría que fuera.

-Son extrañas, parece que tienen muy claro lo que quieren, pero estas familias están acostumbradas a conseguir todo lo que desean. Si no sabes cómo quieres ser follada, siempre puedes preguntar a los candidatos cómo te desvirgarían y elegir la idea que más excitante.

-¿Cómo una subasta a la mejor idea? Me atrae el plan. Y de Marina… ¿Crees que su novio le es fiel rodeado de chicas enamoradas platónicamente de él o de su hermano?

-Ningún hombre es fiel, cuanto antes lo aceptes, mejor para ti. Los hay ligones, puteros y ligones y puteros. Dani es guapo y ligón.

-¿Qué es putero?

-Que paga por follar.

-Yo no sé cómo quiero que me follen, pero tengo claro que lo deseo cuanto antes. Solo me da miedo el dolor. ¿Me dolerá cuando me penetren por primera vez? -continuó sonsacando información Vika.

-Seguramente no, pero depende de lo que hagas. Si vas masturbándote e introduciendo cosas, romperás el himen y no te dolerá nada. De todas formas, a menudo el dolor trae el placer y viceversa, a mí me gusta mezclarlos. Aún así, en cuanto lleguemos a casa, te regalaré un vibrador para que vayas rompiendo tu himen.

-¿De veras? ¿Harás eso por mi? -Vika se abrazó a Muriel y la besó en la mejilla. Muriel notó el sincero agradecimiento entusiasta en los pezones endurecidos de la cría, pero el agotamiento del largo día la convenció para no dar más respuesta que cerrar los ojos y la boca e incrementar su ritmo respiratorio, se encontraba a unos segundos de su fase REM.

En la habitación contigua, yacía en su enorme cama Toni abrazado a su móvil. Se pasó un buen rato manteniendo conversaciones cruzadas con Marta y Mireia por whatsapp.

Jo: M'ha agradat molt la teva carta. Crec que el principal podrem fer-ho demà. Ve el meu germà Dani amb Sultà, el nostre semental de França el creuarem amb la Alazana, l'egua de Marina. Si no ho molestes i t'amagues, podries observar.

Marta: M'alegro que t'hagi agradat. On podem amagar-nos?

Jo: Mireia ja sap on amagar-se, va venir la setmana passada a la munta de Canela.

Marta: M'estic posant supercachonda de pensar en demà.

Jo: Em sembla bé. Has d’estar sense calces fins demà, però res de tocar-te o ficar-te alguna cosa en el cony. A l'arribar inspeccionaré com véns i no vull que t'hagis tocat. Entesos?

O en versión traducida para los perezosos:

Yo: Me ha gustado mucho tu carta. Creo que lo principal podremos llevarlo a cabo mañana. Viene mi hermano Dani con Sultán, nuestro semental de Francia lo cruzaremos con la Alazana, la yegua de Marina. Si no lo molestas y te escondes, podrías observar.

Marta: Me alegro que te haya gustado. ¿Dónde podemos escondernos?

Yo: Mireia ya sabe dónde esconderse, vino la semana pasada a la monta de Canela.

Marta: Me estoy poniendo supercachonda de pensar en mañana.

Yo: Me parece bien. Debes estar sin bragas hasta mañana, pero nada de tocarte o meterte algo en el coño. Al llegar inspeccionaré cómo vienes y no quiero que te hayas tocado. ¿entendido?

La idea de que Mireia hubiera ido a ver la monta de una yegua la soliviantó y decidió iniciar otra conversación con su casi ex, mejor amiga (para evitar duplicidad, solo ofrezco la versión traducida):

Marta: ¡Zorrón descarado! ¿Te has follado al Toni antes que yo? ¿No habíamos quedado en follárnoslo juntas en mi cumpleaños y que nos desvirgase?

Mireia: Eso era imposible, además hace un año que no soy virgen. Yo también quería un buen regalo en mi cumpleaños.

Marta: ¿Te lo follaste hace un año y no me has contado nada? ¡Vaya amiga!!!😠

Mireia: No me follé a Toni hace un año, lo hice con un amigo de mi hermano que no conoces. Era un gilipollas, pero estaba muy bueno. La cosa no tuvo mucha importancia, así

que pasé hasta que vi la oportunidad con Toni y no pude esperarte.

Marta: Yo estoy quedando con él para que me desvirgue mañana. ¿Tú querrás venir también o no?

Mireia: Se comprometió a romperme el culo antes que el corazón y lo tomé como una promesa. Mi culito sigue virgen para él, así no faltaré tanto a mi palabra.

En algún momento hubo tres conversaciones cruzadas con los mismos protagonistas emparejados, pero al final crearon un grupo para la ocasión. El grupo de whatsapp se llamó: “Monta de alazanas”, haciendo referencia al pelaje castaño claro de las dos jóvenes y la yegua.

Maui y Marina se fueron a la cama cogidas de la mano. Pese al tiempo transcurrido, su amistad no se había resentido un ápice. Al llegar al dormitorio, Marina encendió una luz tenue que dejaba entrever una amplia habitación con una cama enorme y chimenea. Marina fue quitándose las pocas prendas de verano y se metió en la cama desnuda. Pese al calor, Maui no quería quitarse ninguna prenda, pero no parecía oportuno meterse con la ropa de calle, ni había traído un estúpido pijama de verano. Se metió en la cama con la camiseta y las bragas, más cortas de lo que hubiera deseado para la ocasión, pero las bragas grandes para los días de regla no las encontró. Cuando el sudor empapó la camiseta de Maui, se vio obligada a quitársela a oscuras.

Marina encendió la luz para ir al baño. Había bebido demasiado esa noche. Al girarse para ver que no había despertado a Maui, vio que seguía dormida y leyó su intrigante tatuaje. Al volver del aseo no pudo evitar seguir el trazado de las dos rosas rojas entrecruzadas y apreció diversas marcas moradas en su piel que recordaban azotes de fusta o de látigo y de todo tipo de violencia. En algún momento, besó descuidadamente las marcas de aquellos castigos. Maui acercó su cuerpo a aquella fuente de calor y se despertó con una sonrisa, hasta que recordó el tatuaje de su espalda y se sintió terriblemente avergonzada. Movió nerviosa sus manos para taparse.

-¿Por qué no quieres que lo vea? ¿Te avergüenza?

Maui asintió con la cabeza. Finalmente confesó:

-Yo no lo quería. Me lo hicieron contra mi voluntad. Mi ex me uso como pago de una deuda. Me violaron más de 30 hombres en una fiesta y fui usada como mesa humana. Lo peor de todo es que a veces, me corría - dijo Maui entre sollozos y las lágrimas brotaron sin cesar.

Marina abrazó por la espalda a Maui juntando sus pechos a su espalda y rodeando el cuerpo de Maui con sus brazos. Los pezones de Marina sentían las palpitaciones aceleradas del corazón en la espalda de la modelo. Así abrazadas Marina le contó una experiencia pasada suya, mientras le acariciaba el pelo.

-A mí me violó el jefe del club donde trabajaba. Lo recuerdas, el Bang Bang. Fue un sábado noche, pero para las beatas ya era domingo -y guiñó un ojo, era una expresión que utilizaban cuando compartían piso y se cruzaban con señoras mayores que iban a misa y las miraban despectivas al ver el rimel corrido por sus mejilas y las carreras en sus medias-. Había trabajado como nunca. Entraron miles de guiris aquella noche, un montón de chavales de fiesta, algunos cuarentones a ver si ligaban con la nómina en una mano y la visa oro en la otra, algún famosillo. Estaba muerta. El uniforme para aquella noche consistía en unas botas altas de tacón, una minúscula camiseta sin cuello con el escote exagerado que parecía un roto en la tela y unos pantalones cortos de plástico simulando cuero del tamaño de unas bragas pequeñas, que pegaban multitud de pupilas a los culos de las camareras. Había servido un millón de copas con mi mejor sonrisa, incluso a aquellos que no dejaron de mirarme en toda la noche, pero nunca a los ojos.

Maui se pegó al cálido cuerpo de Marina y se dejó acariciar. Marina continuó relatando:

-Ya estábamos recogiendo. Se habían ido todas las camareras. Como apenas había nadie, iba a cambiarme detrás de la barra. Joan, el principal accionista, venía siempre a comprobar la caja total, especialmente los viernes y los sábados. Apenas me vio sentada en el suelo, quitándome las botas largas, con aquel pantalón-braga, creo que ya se empalmó. La postura me había dejado algo indefensa y no medió palabras. Sujetó toda mi larga cabellera contra el frigorífico de las bebidas y dejó mi cabeza inmovilizada. Yo no lo esperaba y ya tenía su polla en mi boca. Él era el dueño y no supe reaccionar. Me dijo solo “chupa” y chupé. Todo el mundo le obedecía en aquel local siempre. Cuando entraba en el local, todas las camareras se arremolinaban junto a él con una pícara sonrisa a preguntarle complacientes qué deseaba y aceptaban de buen grado las lascivas bromas asociadas a la ambigüedad de la pregunta. Yo imité lo aprendido: obedecerle y satisfacerle, sin cuestionarme gran cosa. Lo cierto es que el tipo no me gustaba, nunca me había parecido tan atractivo como para ligar tanto como lo hacía. Claro que cada chica que se liaba con él tenía acceso siempre que quisiera a la zona VIP y podía ligar con los futbolistas cuando venían. Pero aquella mamada fue solo el principio. Había bebido bastante aquella noche y no parecía dispuesto a correrse rápidamente con una mamada e irse. Al poco tenía mi cara contra la puerta superior del frigorífico, sobre la puerta que se abre para coger los botellines, mi culo en pompa y mi boca saboreaba el minipantalón, arrancado sin piedad por Joan. Debía estar en esa postura cuando apareció Albert, el encargado. ¿Te acuerdas de él? Era un tío monísimo, había salido en algún programa de Telecinco, lo tenían por el público que atraía. Con su flequillo a la moda, su barba de cuatro semanas, sus vaqueros skinny, su cuerpo trabajado en el gimnasio... Creo que nos habíamos enrollado un par de veces e incluso habíamos follado en los baños una noche de pocos clientes. El cabrón me encontró allí, contra el frigorífico y por cómo me sujetaba las manos a la espalda y el cuello con la otra mano, era difícil creer que estuviera así por propia voluntad. Cuando Joan le propuso compartirme, no lo dudó un momento. Cogió mi cabeza para llevarla a su polla y por el camino, escupí el pantalón e intenté morderle la mano. Aún me duele el bofetón que me dio. Creo que no era la primera vez que violaba a una chica a medias con Joan. Se coordinaban demasiado bien, era un trabajo en equipo. Al poco tenía una polla en la boca y otra en el coño. Nunca me he sentido tan indefensa y tan usada. Y además, de humillada, no entendía por qué Albert no mostró algo de empatía hacia mí, a mí él me gustaba hasta ese día, siempre le había tratado muy bien, con afecto y cariño. No entiendo qué pasaba por la mente de Albert, pero la realidad es que fue mucho más duro conmigo que el abusón de Joan. No sé por qué, pero en un momento escupió en el suelo y se empeñó que lo lamiese mientras Joan continuaba follándome. Como yo no reaccionaba, me puso su zapato en mi cuello y me obligó a bajar la cabeza. En el suelo sucio sentí su suela en mi cara y atemorizada por el brillo de su mirada, saqué la lengua y lamí su lapo. No podía sentirme peor. En ese momento, tiró de mi pelo y me puso de pie, siempre follada por Joan. Las manos de Albert tiraban de mi pelo y las de Joan de mis caderas. Por suerte no me rompí, pero no por el cuidado que pusieron ellos en tratarme. Joan entendió la jugada, pero cada uno tenía sus preferencias. Sujeta con el pelo en alto por la mano de Albert, me hicieron girarme, mi ano terminó junto a la polla de Albert y mi cara olía el aire caliente exhalado por el dueño del local. Mi vagina volvió a ser abierta por el miembro de Joan, mientras Albert desgarraba mi ano sin miramientos. Volví a escupir a Joan, era mi único recurso para expresar mi repulsa. En ese momento fue Joan quien me abofeteó y recuperé el sabor del pantaloncito en mi boca. Joan me sujetaba de las manos mientras me follaba cara a cara de pie, mientras Albert me enculaba sin piedad y con una mano tiraba de mi pelo hacia arriba y con la otra, bien golpeaba mis caderas, bien controlaba el ritmo de mi movimiento. Nunca me había sentido tan sucia, tan usada, tan indefensa. Y el traidor de mi coño, decidió correrse por su cuenta en ese momento. Era lo último que me faltaba, no solo me había decepcionado mi jefe y un amigo, incluso mi propio cuerpo me vendió. Joan fue el primero en apreciarlo y se lo comentó a Albert: “La muy puta se está corriendo” y me abofeteó de nuevo. Mi cuerpo, lejos de controlarse, cayó en la esquizofrenia absoluta y mientras yo lloraba, mi coño tenía una contracción tras otra. Fue horrible. Joan tardó poco en correrse, pero Albert tardó bastante, y al finalizar, me obligó a limpiarle la polla a conciencia. Ellos me dejaron sobre la barra sin preguntarme nada, sin despedirse, sin ayudarme a recomponerme. Lloré durante al menos una hora en el suelo y ya estaba sola en el local.

-¿Qué hiciste? ¿Fuiste a denunciar? -preguntó Maui, como le había preguntado Muriel el día anterior.

-La verdad es que no. Con la excitación, habían dejado la caja sin revisar y había más de treinta mil euros. Los cogí y no volví a aparecer por allí. De todas formas guardé fotos de las marcas, el pantaloncito con restos de semen y todos los demás restos orgánicos que pude y los congelé. Es mejor tener un seguro. Con ese dinero, terminé el grado y el máster de veterinaria sin tener que volver a trabajar, salvo en las prácticas de veterinaria que las hice con un veterinario ecuestre y ya visité este club. Pensé que era mejor obtener de forma inmediata mi indemnización y aunque sería mejor haberlos denunciado para que no se lo vuelvan a hacer a otra chica, no me encontraba con fuerzas para iniciar un largo juicio.

-¡Qué práctica! -alabó Maui y se giraron cada una sobre sí misma. Ahora eran los pechos de Maui los que tocaban la espalda de Marina. Las caricias de la modelo recorrieron la silueta de la veterinaria. Al llegar acariciando el glúteo medio derecho descubrió una protuberancia en la piel. Quiso verla en detalle y descubrió D enmarcada en un círculo.

-¿Esta marca? -preguntó descarada Maui.

-¿Ésta?. Es otra historia. Después de llevar un tiempo con Daniel, quise demostrarle que yo era suya y le pedí que me marcase como a una yegua al fuego. Fue una ceremonia íntima, aunque muy bonita.

-¿No te dolió?

-Muchísimo, pero le demostré que era suya. Quería que lo supiera, no importa con quién esté o qué haga él, yo soy suya y puede hacer conmigo lo que quiera. Me costó tiempo aceptarme como soy, pero soy mucho más feliz desde que me he aceptado y he encontrado un dueño que me acepta así.

Maui continuó besando a Marina, que se dejó hacer. Sin saber cómo, Maui le estaba lamiendo el sexo a Marina quien tuvo un discreto orgasmo. Apenas se recuperó, quiso devolverle el favor a su amiga y comenzó a besar todo su cuerpo. Cuando su boca quiso probar su sexo, Maui lo tapó con la mano. No quería que nadie tocase su sexo nunca más, ni siquiera ella. Quedaron abrazadas y Maui lloró un poco. al cabo de un rato, Marina sentenció:

-Volverás a querer estar viva, solo necesitas recuperar el deseo. A mí me costó un tiempo, pero reconozco que la naturaleza hizo que me reconciliase con mi naturaleza más animal.

Maui no quería discutir, solo seguir llorando abrazada a Marina, y así lo hizo. Pasaron la noche abrazadas y se levantaron desnudas y sudadas.

Daniel despertó a las más perezosas tocando el claxon de su furgoneta con el remolque para caballos. Su viaje a La Camargue había sido un éxito. La admiración por todo lo que sonara a animal salvaje español era muy bien remunerada al otro lado de Los Pirineos, especialmente en Languedoc. La monta de las yeguas era prácticamente un espectáculo para los interesados a la equitación, aunque muchos preferían la segura inyección del veterinario. En Francia aún había quien pagaba porque las tradiciones se mantuvieran lo más cercanas a la naturaleza.

Marina bajó rápidamente a saludarlo. La acompañaba Maui que no quería despegarse de ella, con Marina cerca volvía a sentirse segura, querida e incluso deseada de forma no violenta. Sultán, al salir del vagón, no paró de hacerle fiestas a la veterinaria, siempre la recibía con especial alegría, pero aquel día el semental reconoció el aroma a hembra redoblado. Ella aceptaba de buen grado todo contacto físico con el animal. Había que reconocer que era un semental impresionante, media tonelada de músculos marcados y pelo brillante. El caballo siempre olía testosterona, pero a Marina le agradaba el olor a sudor del corcel.

El desayuno fue una nueva fiesta. El buen humor acompañaba cada comentario. Marina quería retomar la conversación donde había quedado la noche anterior:

-¿Al final qué harás con las pijitas?

-Son más viciosas de lo que parece. Me van a dar bastante trabajo esta mañana. ¿El potro donde te atamos para marcarte, sigue donde estaba? -preguntó Toni.

-Supongo que sí. Lo dejamos en la cuadra detrás del picadero -respondió Daniel como si la pregunta fuera para él. Recordaba aquella noche como una noche feliz para los dos y siempre le deleitaba evocarla.

-Tendré que bajarlo al máximo y ponerle la grúa encima y un sistema de cuerdas. Estas chicas son muy pervertidas y han visto muchos vídeos de Sex And Submission -comentó como si todo el mundo fuera asiduo a los videos pornográficos. El desarrollo de la sexualidad de estas pijas había comenzado amenizando sus primeras masturbaciones con las lecturas de la serie de

50 sombras

, descubrieron el amor romántico con

After

y profundizaron sus conocimientos de la vida en pareja con Megan Maxwell. En los últimos dos años, solían acceder a páginas web de videos pornográficos para azuzar a su inquieta libido.

Vika, ávida de referencias, memorizó las dos palabras inglesas, fáciles de recordar para explorar después con su móvil.

-Cuéntanos en detalle lo que te han pedido -se sorprendió Maui a sí misma demostrando más curiosidad de la que imaginaba en esos momentos.

Toni le pasó el móvil a la rubia y señaló los tres chats que mantuvieron y Maui se entregó a la lectura.”

Somio que em violis des de fa més de set anys

” recitó en voz baja al poco tiempo. Aquellas palabras se le clavaron en su mente como una espina.

-¿Sultan ha descansado? La Alazana ya está en celo y estoy seguro que el padre de la Marta va a pagar mucho por el potro que le haga el Sultán esta tarde -preguntó Toni, siempre preocupado por el negocio.

-¿Cuándo ha rechazado una yegua en celo nuestro Sultán? Parece mentira que lo pregunte el otro semental del Maresme -bromeó Daniel, conocedor de la avidez sexual de su hermano.

Al terminar el desayuno, Toni fue a preparar la monta de la tarde, especialmente la de las muchachas adineradas. Marina se quedó preparando las verduras y Daniel acompañó a las chicas a visitar el club y enseñarles algunos trucos para montar. También les explicó el sistema de cámaras que disponían que les permitiría gozar del espectáculo sin molestar. El picadero estaba junto a varias cuadras, donde podrían esconderse la chicas para ver cómo era la monta. Les indicarían que se escondieran en el que estaba el potro donde fue marcada Marina y la grúa para poder satisfacer sus fantasías más cómodamente. Seguramente Toni se bastaría solo, pero algunas veces necesitaba ayuda, bien de Marina, bien suya. Las explicaciones de Daniel eran muy austeras y nunca aclaraba si hablaba de la monta de la yegua o del desvirgamiento de las doncellas, pero las chicas no hicieron preguntas.

Marta y Mireia vinieron como les había indicado Toni, sin ropa interior se apreciaban los pezones marcados en el polo de manga larga. No era infrecuente que las alumnas vinieran desnudas bajo la ropa para provocar a los profesores, además todo el mundo sabe que un pantalón de hípica hace un culo más apetitoso si se lleva sin bragas. Marta era consciente de que sería un día muy diferente desde que entró, nunca había visto las espuelas de gallo con la ruleta de pinchos en las botas relucientes de Toni, aunque siempre las había admirado en la vitrina de la recepción. Las quince horas que llevaba con sus diferentes pantalones rozando su clítoris y los destellos de cada uno de aquellos pinchos la excitaban sobremanera. El vaquero desgastado de Toni remarcaba aún más su paquete. Lo definitivo fue que al entrar les indicó que debían pasar a su despacho con aire circunspecto y sin apenas haberles prestado atención, como un director de colegio cuando va a castigar a un alumno rebelde. Cerró la puerta y cualquiera podía oír desde fuera la respiración entrecortada de las dos mancebas. Aunque las manchas húmedas de los pantalones las delataban, Toni les ordenó:

-Mostradme vostre sexe -y ambas bajaron simultáneamente sus pantalones ceñidos y mostraron sus sexos. El dedo de Toni repasó la perfección de la depilación a la cera.

Para comprobar que carecían de sujetador, Toni tiró de un pezón de cada chica y lo pellizcó hasta que vio las caras de dolor en ambas, aunque ambas mordieron sus labios para evitar gritar y recordaron más un maullido de placer reprimido que a una expresión de auténtico dolor. Mientras les retorcía el pezón, Toni les fue dando las instrucciones de dónde debían esconderse, pero la falta de atención de las alumnas fue compensada por la reincidencia de la repetidora Mireia. En toda la clase no les quitó ojo y ellas no estaban muy concentradas en los ejercicios, no obstante buscaban su aprobación de cada uno de sus movimientos.

Al ir saliendo todas las compañeras, ellas se hicieron las remolonas. Les habían indicado a sus madres, que vendrían a recogerlas, que ese día iban a hacer una excursión larga con los caballos y que vinieran al anochecer.

Las dos jóvenes se dirigieron a la cuadra que les había indicado Toni y se escondieron detrás de unas estructuras de madera recubiertas con paja en las que no repararon mucho. Allí permanecían escondidas con el corazón desbocado. La expectación iba en aumento como el ritmo de sus palpitaciones. Al ver aparecer a Toni llevando a la yegua tirando de sus riendas y dirigiéndola con el látigo, las dos gritaron débilmente. Como un actor consumado, alejándose de todo histrionismo, Toni dirigió una rápida y discreta mirada para localizar sus objetivos, pero hizo como si no hubiera visto a las lozanas catalanas. Siguió concentrado en dirigir a la yegua.

Ató a Alazana a la barra de saltos y fue a por Sultán. El caballo vino sabiendo que habría fiesta, el aroma de yegua en celo lo conducía directo hacia su ansiado destino. La presentación entre ambos cuadrúpedos fue breve, puso a Sultán junto a la yegua y se rozaron los cuellos para reconocerse. Sultán solo quería lamer el sexo chorreante de la yegua y la hembra le meó en la cara. Sultán le dio un lametón a aquel jugoso sexo y su sexo creció más de lo acostumbrado en estos lances. Toni sujetó a Alazana para que no se voltease y Sultán desde atrás la montó con su gran miembro erecto. Sujetó la yegua con sus cascos delanteros y mordió su cuello para que no se moviera. Permaneció allí dentro hasta que se sació y derramó todo su semen dentro de la yegua. La yegua relinchó contenta.

En el salón de la casa, se sentaban alrededor de la television la pareja anfitriona y las tres huéspedes. Vika no quería perderse nada, así que se sentó de rodillas más cerca del aparato. Daniel elegía qué cámara mostrar en la gran pantalla en cada momento. Había seis cámaras en el picadero y cinco en la cuadra. Aunque Daniel ejercía de realizador para sus invitadas, todas las cámaras grababan todo el tiempo y podía hacerse otro montaje si se deseaba posteriormente. Al ver el sexo descomunal de Sultán, Daniel hizo zoom desde el salón y las cuatro chicas rieron nerviosas.

Antes de terminar el acto sexual equino, Marina y Daniel fueron a ayudar. Marina se llevó a Alazana y Daniel a Sultán, cada uno a su cuadra, el romanticismo escasea entre los equinos y Marina quería garantizar el éxito reproductivo.

Toni se quedó en el picadero y simuló que oía un ruido, como Jack Nicholson en

El Resplandor

. Se dirigió donde sabía que estaban las chicas y las atrapó por sus cabelleras. Cada mano sujetaba una larga crin castaña. Fue retorciendo cada melena en sus manos hasta que sus nudillos presionaron el cuero cabelludo de cada potrilla. Conforme al guión, preguntó:

--Què fèieu aquí, putetes desobedients? Quantes vegades us he prohibit que vingueu aquí a ensumar? Us posa catxondes que us follin com eugues? Ara veureu!

Toni tiró con la fuerza de un semental y las arrodilló a sus pies.

-¡Limpiadme les botes, zorres! -exclamó el mayoral y ambas sacaron sus lenguas y se aplicaron a abrillantar el cuero con sus lenguas. Mientras se dedicaban a la limpieza, Toni puso su bota sobre el cuello de Marta, que tocó el suelo con su lengua y no pudo continuar con su tarea. Notaba la frialdad de la ruleta de pinchos sobre su nuca y no se atrevía a moverse. Aprovechó esta inmovilización de la más joven, para agarrar las manos de Mireia y atárselas. Al poco, cogió el garfio de la grúa y tiró hacia arriba, no sin antes ensartar el nudo reliado en las manos de Mireia en el gancho. La hembra ya desflorada quedó con los brazos en alto y los pies de puntillas, perfectamente inmovilizada mientras Marta no podía atreverse a mirar hacia arriba. El estado de excitación y nerviosismo de las jóvenes estaba en máximos y las palpitaciones de su sangre golpeaban las paredes de sus vaginas y sus clítoris.

Agarró a la benjamina de su melena, la desnudó violentamente y la tiró sobre el potro donde habían marcado a Marina. Consistía en cuatro patas de madera unidas por una gruesa viga con argollas para sujetar muñecas, tobillos y cuello. Sin perder tiempo, Toni cerró los aros metálicos sobre las extremidades de Marta que quedó a su completa disposición.

Cuando Daniel se fue a recoger a Sultán, Vika quedó con los mandos de realización del espectáculo televisivo. Aunque era simple, Vika había prestado suficiente atención como para poder seleccionar la cámara que deseaba en cada momento, moverla y hacer zoom. Maui y Muriel continuaban como espectadoras pasivas sentadas en el sofá. Como en una película de miedo vieron cómo Toni apresaba a sus víctimas voluntarias. Maui se asombraba de que estas chicas supieran que esos juegos les iban a excitar tanto y que se los hubieran pedido a Toni, pero ella había leído todos los mensajes y no cabía duda de que Toni se esforzaba en seguir el guión que ellas mismas le habían dictado, aunque en algún momento podría parecer que Toni era un psicópata y ellas unas pobres víctimas inocentes. Maui envidió lo que estaban disfrutando las dos amigas sin tener que temer por sus propias vidas.

Vika amplió la cara de Marta y pudo ver una sonrisa pícara mientras Toni apresaba su cuello en la fría argolla. La pija había soñado durante años con esa situación. En lugar de apresarla con la grupa en alto, como cuando marcaron a Marina, la había inmovilizado con su sexo expuesto y mirando hacia el techo. Los brazos y piernas le caían hacia atrás y quedaban sujetos por las muñecas y los tobillos a las patas del potro de madera. La flexibilidad juvenil ayudaba a usarla en esa postura de contorsionista.

Vika con la cámara se detuvo en cada argolla y la dejó enfocando el sexo palpitante y depilado de Marta. Se veían en la pantalla la respiración acelerada en el ascensor inquieto de su ombligo y el sexo absolutamente desnudo, sus labios pequeños y poco usados y esa entrada estrecha, pero suplicante.

En ese momento el mayoral se dirigió a Mireia y la despojó de sus dos prendas ceñidas. Como el polo no podía salir sin desatarle las manos, prefirió no liberarla en ningún momento y lo dejó reforzando la atadura de sus muñecas. A continuación, Toni cogió el látigo y la fusta que había tirado al suelo para apresar a las jóvenes. Siguiendo el guión pactado, empezó a azotar a Mireia en todo su cuerpo. Usó el látigo y procuró marcarle sus pechos, su barriga plana, sus muslos y su culo. Mirando hacia atrás, Marta podía ver el cuerpo invertido de su amiga cada vez más lacerado. A veces sentía la cercanía del látigo rozando su propio cuerpo o silbando admirado por su escultural belleza. Ese espectáculo la asustaba y excitaba por igual. Las líneas rojas que se dibujaban una tras otra en el cuerpo de una joven anunciaban cómo iba a ser tratada la otra. Para Toni era importante marcar bien el culo, quería que cuando la azotase manualmente al encularla, recordase cada mordida reciente del látigo.

Después Toni sacó una cuerda muy larga y gruesa y se entretuvo un rato en acomodar los nudos hechos por la mañana para crear una estructura que sujetara firmemente a Mireia en el aire, como una superheroína capturada, su cuerpo volador podría ser usado a su antojo y podría girarla con facilidad para hacer uso de su boca, su ano o su vagina a placer. El curso de Shibari que había hecho Toni le resultó muy práctico para rematar esa obra de arte de la cabullería. Finalmente los codos y las rodillas de Mireia quedaron unidas sobre su espalda y ella quedó suspendida del gancho de la grúa. Mireia estaba en una postura saludable, aunque no fuera cómoda, y Toni había tenido cuidado para evitar todo tipo de estrangulamientos o torceduras. Tiró de ella y ató la cuerda que atravesaba la polea y Mireia penduló de la grúa sobre el cuerpo inmovilizado de Marta. Le dio un guantazo a la chica mayor y su cuerpo giró hasta que encontró la palma de la otra mano de Toni que hizo de freno de la peonza juvenil. Su boca quedó exactamente dos centímetro sobre la vagina virgen de su condiscípula.

Era el turno de la fusta que iba a calentar ese coño inexplorado. Aunque la única visión de Marta era el sexo de su compañera, sintió los cinco fustazos en su clítoris que empezó a arder más de lo que ella había imaginado. El calor que desprendía aquel sexo fue apreciado por la mano derecha de Toni, que decidió calmarlo con la boca de su amiga.

-¡Treu la llengua, perra! -ordenó Toni a Mireia y recompensó su obediencia con una palmada sonora en la cara.

Agarrando el pelo de la chica suspendida, estampó su lengua en el clítoris del coño inusitado. Marta se veía cercana al orgasmo y Toni no quería que se corriera sin probar antes su polla. El garañón sacó su impresionante verga que quedó a escasos centímetros de la boca de la chica voladora.

La realizadora ucraniana volvió a centrar el plano en su foco de atención y recorrió varias veces con la cámara el enorme pene del semental del Maresme a escasos centímetros de una vagina impenetrada y una boca babeante. Maui se asombró a sí misma al sentirse fascinada por ese tótem falico que deseaba adorar.

Mireia se excitó tanto al ver y oler aquel falo descomunal que chorreó sobre la cara de Marta. Mireia repartía sus lenguatazos entre el glande de Toni y el clítoris de Marta según los designios de la mano severa de Toni, que sujetaba fuertemente su nuca del cabello y siempre sentía la presión de sus nudillos en la cabeza. Al cabo de un rato, el ariete de Toni penetró a Marta que gritó sorprendida, no podía ver lo que estaba pasando en la entrada de su orificio más lubricado. Era la primera polla que entraba en aquella vagina, aunque es cierto que ella había introducido todo tipo de consoladores. A la séptima envestida, aquel sexo femenino se había amoldado perfectamente al miembro superdotado. El orgasmo de la joven no tardó en llegar, en parte ayudado por los lengüetazos que a veces le dejaba dar Toni a Mireia. El macho siguió follándosela sin interrumpir el ritmo, solo decidió retorcer los pezones de la joven indefensa. Marta no podía imaginar que esa crueldad en sus pezones pudiera transformarse en descargas eléctricas en su clítoris y volvió a correrse.

Toni decidió sacar su polla chorreante y llevarla a la boca invertida y penetrarla. Marta disfrutó del sabor del semen de su maestro mezclado con el regusto del sexo de la alumna.

Maui estaba atenta a toda la escena desde el salón y recordó que ahora habría que encular a Mireia. Le recordó como Alina y Polina habían ayudado a que su cuerpo fuera usado indistintamente y decidió oficiar en la ceremonia. Fue corriendo hasta la cuadra y se encontró con la mirada sorprendida de Toni.

-¡Estas niñas aprenderán a servir a su único amo! -dijo determinada la modelo, convertida en la gran sacerdotisa del culto a su nuevo dios e improvisando un nuevo guión.

Toni bajó más el potro de tortura y el cuerpo volátil de Mireia cambiando el nudo que fijaba al suelo la cuerda de la polea. Maui se dirigió al tercer ojo de Mireia y aplicó su lengua a su orificio más estrecho. Lamió y lamió, y la pija volvió a soltar sus efluvios sobre la cara inmovilizada de Marta. Toni, como siempre atento, obligó a la chica recién desvirgada que abriera la boca y tragase los jugos de su amiga. El único macho de la cuadra volvía a empalmarse de nuevo y Maui se arrodilló junto a su ídolo. Desde hacía poco tiempo sentía especial admiración por los miembros monumentales y quería observar cómo crecía aún más en su boca.

Cuando el falo idolatrado volvió a encontrarse en plena forma, Maui se puso en pie y rodeó con sus manos las caderas de Mireia. No supo por qué, pero no pudo reprimir una fuerte palmada a ese culito perfecto de amazona y le explicó:

-Ahora tu Dios va a desvirgar tu culo y tú se lo ofrecerás como la perra que eres.

Toni puso sus testículos sobre la boca de Marta y penetró el ano de Mireia. La nariz de la novicia no era capaz de procesar todos los aromas llenos de hormonas que la invadían, pero asociaría todos esos olores para siempre al goce sexual. Las tres primeras embestidas fueron salvajes, pero poco a poco, el cuerpo de Mireia se fue acostumbrando. Maui se percató de la ociosa boca de Marta y decidió aplicarla al sexo volante de su compañera, pese a la poca libertad de aquel cuello que para obedecer a la imperante sacerdotisa sentía la presión del aro metálico. Mireia nunca supo si su orgasmo le sobrevino por la humillación de sentirse violentamente enculada por el obelisco de Toni, por las palabras de Maui, la hechicera, por los azotes irrefrenables del profesor o por la habilidad lingüistica de su compañera, pero tampoco le importó mucho.

Toni quedó extenuado y Maui pensó que debía recibir una recompensa por haber sido tan buen actor y haberse esforzado tanto en cumplir las fantasías de las chicas. Se arrodilló junto a su sexo y le realizó una nueva felación con veneración. Al cabo de un rato, el miembro de Toni resucitó engrandecido. Maui se sintió feliz de servir a ese milagro de la farmacopea y la naturaleza. Se giró y a cuatro patas, como la yegua en celo que se sentía, le suplicó:

-Haz lo que dice mi culo. Está hecho para ser violado y suplicar serlo.

Toni se asombró al ver por primera vez el tatuaje y aquel culo redondo y desnudo. No pudo evitar usarla como le imploraba.

-¡Azótame! -mendigó la nueva jaca baya de la cuadra.

Las palmadas en su culo se convirtieron en música para las chicas inmóviles que con la cabeza girada observaban a la intrusa.

Quedó poco rato para recomponerse antes de que vinieran a recoger a las chicas. Cuando llegaron las madres, Marta se congratuló porque la fiesta de cumpleaños sería al día siguiente, ese día estaba agotada. La madre de Mireia se sorprendió por lo arrugado que llevaba el polo su hija pese a lo coqueta que siempre se mostraba.

Esa noche, Maui no se despegó de Toni. Cuando su macho le pidió que completase la cena vegana que había vuelto a preparar Marina con sendos chuletones de ternera, fue solícita a la cocina y le preparó lo que le ordenaba su nuevo amo. Maui se sentía especialmente reconfortada mostrándose servil y dócil a Toni y podía venerar su enorme miembro sin sentirse culpable, ni tener miedo. No sabía si era su cuerpo musculado, su voz grave, la enorme finca aislada o la seguridad que transmitía aquel hombre, pero desde que estaba cerca de él no sentía ningún miedo. El orden de las camas se alteró aquella noche y Maui siguió a Toni hasta su cama.

Vika volvió a acostarse con Muriel y comentaron algo de lo que habían visto esa tarde, pero Muriel quería salir temprano al día siguiente para reunirse conmigo, así que hizo por dormirse pronto. Vika se quedó hasta tarde con su móvil y aceptó a una nueva seguidora: una modelo llamada Mar que tenía varias fotos atada en una cruz de San Andrés. Entablaron una pequeña conversación por Instagram. Algún día, Katia encontraría esta conversación en el móvil de su hija:

Vika: Hoy he visto cómo desvirgaban a dos chicas.

Mar: ¿En serio? ¿Era una película?

Vika; Más o menos.

Mar: ¿Eres virgen?

Vika: Pero no quiero serlo.

Mar: Eso tiene arreglo.

Vika: Estas chicas habían pedido exactamente cómo querían ser desvirgadas. Yo no sé aún cómo quiero ser desvirgada.

Mar: Podrías hacer un concurso de ideas y la idea que más te convenza, la llevas a cabo.

Vika: Eso mismo me dijo una amiga anoche. Estoy pensando en hacerlo….