El secuestro (1)
Algo nuevo y diferente.
-¡Esto no puede ser! ¡No puedo continuar con esto! ¡Debo buscar la forma de escapar de aquí! ¡Tengo que lograr que me libere!-
Esos eran mis angustiosos pensamientos mientras me encontraba prisionero en la reducida habitación. Tan reducida que solo cabía la cama individual en que me encontraba amordazado y una silla.
Me sentía vacío, desesperado...¡estaba enloqueciendo!; no debía sentir ese grado de atracción por quien era mi captor. Pero lo deseaba. No dejaba de pensar en él, la manera de tratarme...de hacerme sentir...
Llevaba contadas 14 noches desde el día que me secuestraron. Todo había ocurrido tan rápido que en un principio pensé que se trataba de una pesada broma. Pero no, todo era cierto. Me encontraba cautivo en un reducido cuarto sin poder moverme. No niego que hasta el momento me habían tratado con cierto privilegios. Me alimentaban bien y me permitían usar el baño cuando lo solicitaba. Siempre había alguien a quien pedir ayuda. No sabía yo si estaban negociando mi liberación y nunca tocaban el tema cuando se encontraban conmigo en el cuarto.
Las últimas seis noches las había pasado vestida completamente de mujer y en todas y cada una de ellas me habían poseído de todas las formas posibles. Al principio sentía un miedo indescriptible, pero aún así cooperaba de la mejor manera para evitar disgustos...y golpes.
Ahora era tal mi deseo que disfrutaba lo que me hacían...¡yo misma lo pedía o tomaba iniciativa para todo!
Cada una de esas noches me hicieron vestir infinidad de prendas femeninas. Toda la ropa que les gustaba y que sabían escoger muy bien: Vestidos cortos y ajustados, tangas, ligueros, medias, zapatos altos; habían conseguido un par de senos postizos grandes, peluca y todo lo necesario para maquillarme y perfumarme...era la mujer de todos. No quería dejarlos. No había logrado ganarme la confianza necesaria, por eso siempre me mantenían amarrada y encerrada en la habitación.
Sabía la hora a la cual acostumbraban meterse a la habitación y comenzaba mi emoción y mi deseo. Mojaba la tanga con mis líquidos tan solo al pensar en lo que me harían esta vez. Los imaginaba besando todo mi cuerpo; imaginaba sus manos recorriendo mis piernas y, especialmente, mis nalgas; deseaba verlos apenas bañados, desnudos y dirigiéndose hacia mi con sus penes erectos.
Los imaginaba ayudándome a hincarme, con mis manos atadas a la espalda para enseguida ponerse delante de mí y pasear sus penes por todo mi rostro, detenerlo en mis labios y comenzar a empujar hasta desaparecerlo en mi boca por completo. No tenían que pedirlo, yo comenzaba a succionarlos hasta conseguir sus gemidos que me enloquecían y me animaban a seguir adelante de forma más atrevida.
Haberles confesado lo que hasta entonces era mi secreto había impedido su rudeza y la violencia inicial de su trato. En principio, después de escuchar la palabra "Travesti", no lo creían pero me sorprendieron una noche que llegaron con las primeras prendas, querían comprobarlo viéndome vestida de mujer.
Amenazando con matarme ante algún movimiento inesperado liberaron mis manos y dejaron que me bañara, depilara, me vistiera y maquillara. Siempre bajo sus miradas atentas. Al terminar, sus actitudes cambiaron radicalmente, se mostraron complacidos y procedieron a amarrarme nuevamente no sin antes decirme que no podían arriesgarse. Me tuvieron en pie acariciando todo mi cuerpo...besándolo, cada uno por su lado. Su atención era dirigida principalmente a mis nalgas, suaves, depiladas, perfumadas, brillosas por la crema y resaltadas por la tanga. Las besaban y amasaban una y otra vez. Hundían sus rostros enmedio de ellas y dirigían sus lenguas hasta mi ano el cual picaban vigorosamente. Se levantaban y empinándome restregaban sus miembros en todo mi trasero, se turnaban dejando sus líquidos en mis nalgas...yo disfrutaba plenamente. No oponía resistencia. Me empujaba hacia el que estuviera en turno.
La primera noche no se atrevieron a penetrarme a pesar de su gran excitación. En vez de ello me sentaron en la cama y subiéndose metían su pene en mi boca hasta venirse en ella. Tragué todo su semen saboreándolo golosamente.
Deseaba ganarme su confianza. No lograba adivinar el lugar en el que me encontraba y, lo que era aún peor, no sabía la suerte que me deparaba el destino. No sabía a que se dedicaban cuando se encontraban ausentes, lo que sí es que dejaban a una persona cuidándome.
La segunda noche fue la más sublime de todas. Después del arreglo me subieron en la cama y, quitándome una reducida minifalda, me acostaron boca abajo colocando una almohada debajo de mi cintura de manera que mi trasero quedo levantado y completamente expuesto a sus deseos. Ataron manos y pies a ambas cabeceras de la cama. Me era imposible moverme. Estuvieron acariciándome por largo rato. Me repetían una y otra vez que me veía muy bien vestida de mujer, que les agradaba como la tanga resaltaba mi trasero. Mordían mi espalda, paseaban su lengua por mis piernas humedeciendo las medias. Hasta que no pudiendo contenerse más uno de ellos dirigió su miembro hasta la hendidura de mis nalgas y sin penetrarme comenzó un movimiento de arriba hacia abajo picoteando mi ano cubierto por la tanga. Mientras tanto el otro logró acomodarse por debajo de mí y quedando su miembro a la altura de mi boca me dediqué a realizarle una deliciosa felación. Yo deseaba apresurar la penetración, tener las manos libres para retirar la tanga, abrir mis nalgas y dirigir su miembro...pero no podía. Estaba a merced de sus decisiones.
El que finalmente me penetró me hablaba con algo de rudeza, me preguntaba si deseaba ser penetrada y después de responderle afirmativamente, retiraba la tanga que cubría mi ano y comenzaba a llenarlo de saliva para después introducir lentamente uno de sus dedos. Lo hacia despacio, cuidando de no lastimarme. Yo apretaba mi esfinter para hacerle sentir que me agradaba lo que hacía, sin embargo él jugaba conmigo, no se animaba o no quería penetrarme, estuvo haciendo eso por largo rato. El que recibía mi felación no pudo aguantar más y descargo su semen dentro de mi boca. Finalmente sentí que ql otro se medio incorporó y ayudándose con una mano abrió una de mis nalgas mientras que con la otra tomaba su pene y lo colocaba encima de mi ano. Yo me relajé completamente, levanté un poco más mis nalgas y en ese preciso momento la punta de su pene comenzó a abrirse paso a través de mi recto. Sentí un ligero dolor por lo que sin proponérmelo mi esfinter apretó esa deliciosa parte de su cuerpo. Pasado un rato empujó nuevamente pero esta vez abriendo ambas nalgas con sus manos, esto permitió que más de la mitad de su miembro desapareciera. Estaba completamente entregada, deseaba que terminara de penetrarme, lo quería todo dentro de mí...así que comencé a apretar al intruso, sabía que con este movimiento lo animaría a penetrarme completamente...y así sucedió, su bajo vientre quedó encima de mis nalgas, sus manos tomaron los tirantes del liguero y tirando de ellos comenzó a cabalgarme. Que dicha sentí en ese momento, a cada embate dejaba escapar gemidos placenteros. El apresuraba el movimiento haciendo que su pene saliera por completo para posteriormente encajarlo nuevamente y sin problemas. Volvía a cabalgarme, mi ano se encontraba completamente lubricado, no sentía dolor, un leve cosquilleo y la sensación ya conocida de querer hacer del baño.
Aceleró sus movimientos, ambos bañados en sudor, hasta que sentí su eyaculación dentro de mí, retiró su miembro y buena parte de su semen la envió hacia mis nalgas, la espalda, la ropa. Tomando su miembro golpeaba mis nalgas, no quería ceder a la flacidez. No imaginaba que deseaba penetrarme nuevamente. Me dí cuenta cuando, retirándose, comenzó a quitar las cuerdas que aprisionaban mis manos y pies. Acto seguido me hizo recostarme boca arriba y amarró nuevamente mis manos. Mis nalgas quedaron a la orilla de la cama lo que permitió que, colocándose entre mis piernas, éstas fueran levantadas y acomodadas sobre sus hombros; finalmente dirigió su miembro hasta mi ano y sin esperar a más me penetró completamente. Yo disfrutaba enormemente cuando comenzó a bombearme; abrazaba mis piernas, las acariciaba; llevaba sus manos a mis nalgas y las estrujaba con dureza, las abría y empujaba su miembro más profundamente. Y así ocurrió que nuevamente depósito su semen completamente dentro de mí. Esta vez no dejo escapar nada. Un rato inolvidable.
Resulta que yo no les conocía, veía sus rostros pero no recordaba haberlos visto jamás, por lo tanto no entendía el porqué era su prisionera. Honestamente mi situación económica no era la que buscan este tipo de personas que se dedican al secuestro. Pero ahí estaba yo.
La tercera noche es también de las que no olvidaré jamás. En ella se presentó quien parecía ser otro de sus ayudantes. Los escuché hablar, sin embargo no entendía lo que conversaban. De repente la puerta de la habitación se abrió y esta persona, asomándose, se quedó observándome con extrañeza. Su rostro igual no se me hacía conocido. Entrando en la habitación comenzó a desnudarse precipitadamente, yo temí lo peor. Pero no hizo más que masturbarse frente a mí. Me miraba de arriba a abajo hasta que, acercándose, comenzó a acariciar mis piernas. Su mirada se volvió morbosa y comenzó a divertirse agachándose y mirando por debajo del pequeño vestido que usaba en esa ocasión. Seguía acariciando mis piernas, atoraba sus dedos en los broches del liguero, estiraba los tirantes del mismo y los soltaba de manera que se escuchaba el chasquido del golpe. Yo tenía los ojos cerrados y no hacía movimiento alguno. Después su mano llegó más arriba del comienzo del vestido y toco mi miembro por encima de la tanga, supongo que ya sabía lo que realmente era, aún así se deleitó acariciando un buen rato. Obviamente se disparó mi erección. Aceleró sus caricias hasta que eyaculé mojando por completo la diminuta prenda. Acto seguido me ayudó a incorporarme y hablándome con cierto grado de rudeza me hincó delante de él y sin esperar a más introdujo su miembro en mi boca. Comenzó a bombear de manera rápida. Me gustaba la forma de su miembro. Era un poco más larga que la del principal de mis captores. Pensaba que iba a querer eyacular en mi boca pero no fue así.
En un movimiento precipitado sacó su miembro y tomándolo con una de sus manos comenzó a pasearla sobre mis labios. Lo hacia suavemente por toda la comisura de los mismos, se deleitaba viéndome completamente sumisa y entregada. Aceleró el movimiento de su mano al masturbarse hasta que finalmente se vino disparando su semen por todo mi rostro. Sin que lo pidiera metí su pene en mi boca con la intención de exprimirlo todo.
La cuarta noche fue diferente, antes de acariciarme y penetrarme hicieron que me cambiara de ropa infinidad de veces, les estuve modelando y hasta me exigieron que bailara sensualmente, yo hice lo que pude y afortunadamente les agradó. Al final me dejaron vestida con un corset con liguero en el que predominaba el color azul y una parte en negro, tanga y medias negras y los zapatos altos. Me sentaron en la silla y me amordazaron. Fue entonces que todos se acercaron y tomando sus miembros comenzaron a masturbarse. Uno a uno metían su miembro en mi boca, querían verlo ensalivado, lo paseaban por mis brazos desnudos, uno de ellos comenzó a restregarlo sobre el pezón de uno de los senos postizos, esa visión me enloqueció y el que tenía su miembro en mi boca recibió una succión de mis labios que hizo que gimiera deliciosamente, me pidió que volviera a hacerlo y gustosamente lo hice hasta que se vino abundantemente. Mientras tanto los otros dos lanzaron todo su semen por mi cuerpo, la ropa quedo bañada en semen.
¿Quieres que te siga contando el resto? Lo haré en un próximo relato. Mientras tanto sigue imaginando que tu eres uno de esos secuestradores.