El secreto de mis hijos

¿Qué puede hacer una madre cuando se entera de lo que hacen sus hijos a escondidas?

Me serví una copa más de whisky y me senté en el sofá. Todavía no me atrevo a abrir el sobre que llegó esta mañana. He pasado unos días de muchos nervios y tensión. Cuando esta mañana he recibido la llamada del detective comunicándome que tenía el informe definitivo casi me da un infarto.

Me he quitado la ropa y deambulo desnuda por la casa. Es una manía que tengo desde hace unos meses, digamos que desde mi última crisis de creatividad, hacía mucho tiempo que no se me ocurría ninguna idea para mis novelas y la presión del editor y de mis lectores me había hecho adelgazar varios kilos y estar a punto de caer en una depresión.

El detective había preferido excusarse y decir que tenía una reunión, dejando sobre a la mesa de su despacho el sobre que ahora yo estoy abriendo. Mala señal.

Cogí los folios y comencé a leerlos por encima. Efectivamente, todas las sospechas se confirmaban. Cuando contraté a un detective para enterarme de lo que hacían mis hijos en su tiempo libre nunca hubiera esperado lo que estaba a punto de ver.

Puse el DVD, durante los primeros segundos aparecía una habitación vacía de lo que parecía un motel. Al rato la puerta se abría y entraban dos personas, el corazón se me disparó cuando reconocí a mis hijos. Comenzaron a besarse con ardor y en poco tiempo estaban desnudos. Puedo decir que he tenido una vida sexual más abierta y picante que la de la mayoría de la gente. He tenido decenas de parejas y he hecho tríos, sadomasoquismo, etc. Pero ver a tus propios hijos hacer el amor como estaba viendo en la televisión de mi propia casa supera todos los límites. El vídeo duraba 15 minutos, más que suficiente.

“Según una empleada de la limpieza del hotel la pareja no salió de la habitación durante todo el fin de semana y dio órdenes expresas de que no se les molestara”

“La pareja salió del hotel el domingo por la tarde, dando muestras de pasión incluso en el ascensor y en la recepción”

Las frases que iba leyendo eran todas del mismo cariz. Comencé a ver el vídeo de nuevo, por si había alguna duda. Detuve la reproducción en el mismo momento en que entraban en la habitación del hotel. No había duda, eran Eva y Raúl, mis hijos. Le di al play mientras me servía otra copa en el mueble bar, cuando volví al sofá la escena era inimaginable, mi propio hijo penetrando a su hermana en la postura del misionero.

Sin dudarlo un segundo dejé el vaso en la mesa y comencé a masturbarme furiosamente, me sorprendió lo mojada que estaba, no tardé ni un minuto en tener un largo e intenso orgasmo que me hizo explotar de placer. Cuando me recuperé miré el reloj y di un grito, solo quedaban cinco minutos para que mis hijos volvieran de la universidad. Abrí las ventanas para que se aireara la habitación, me vestí y saqué el DVD del reproductor, lo estaba guardando en mi habitación cuando escuché el ruido de la puerta abriéndose. Me miré en el espejo, estaba un poco sudorosa fruto del dedo que me había hecho, cuando saludé a mis hijos pensé que se darían cuenta de que me acababa de pajear.

El resto del día transcurrió normal, mis hijos no dieron ninguna pista, en verdad eran buenos actores, siempre habían tenido una relación muy estrecha…nunca habían conocido a su padre y habían tenido que aguantar la voracidad sexual de su madre, que metía un hombre distinto  en casa todos los fines de semana. Por no hablar de cuando mis novelas eróticas comenzaron a venderse como churros y me hice famosa.

Después de la cena nos fuimos a la cama, permanecí en tensión durante horas por si escuchaba alguna puerta abrirse, algo. Pero no ocurrió nada. Me levanté y encendí el ordenador de mi habitación, abrí mi correo y vi que tenía un nuevo email de mi editor, conminándome a que le mandara el borrador del supuesto libro que estaba escribiendo y que por supuesto no existía.

Accedí a la página de relatos eróticos que tengo en favoritos. Por primera vez empecé a leer relatos de amor filial. La verdad es que nunca había me había interesado esa categoría, siempre optaba por relatos de infidelidad, dominación, sadomasoquismo. Me encontré leyendo escritos de relaciones entre hermanos, madres con hijos, etc. Cuando me quise dar cuenta estaba excitadísima, no lo dudé un segundo y busqué el DVD. Lo puse, mis dedos buscaron mi entrepierna y…

A la mañana siguiente me encontraba en el despacho del detective privado

-Mire, creo que esto se nos ha ido de las manos, cuando me dijo que siguiera a sus hijos nunca pensé que fuera a descubrir un caso de incesto

-No estoy negociando con usted, es un detective privado y trabaja por dinero, deje sus escrúpulos a un lado, además-dije mientras sacaba un sobre del bolso-puede que esto le ayude a decidirse

Cogió el sobre y lo abrió. Tenía el poco dinero que me quedaba, después de gastar todo lo que había ganado cuando mis libros eran best- sellers.

-Tendrá el informe en una semana, después no quiero que vuelva a aparecer por mi despacho ni por todo el dinero del mundo.

Esos siete días se me hicieron eternos, intentaba descubrir algo en mis hijos que fuera sospechoso, algún gesto, alguna expresión…pero nada. Todo lo contrario, mis hijos se volcaban en atenciones conmigo, sabían que estaba pasando por una mala racha, la verdad es que nunca les había dedicado la atención que merecían, había preferido escribir libros, ganar dinero, la fama, seguir engordando mi lista de amantes…

Pasaba las noches en vela, atenta a cualquier ruido hasta bien entrada la madrugada, antes de masturbarme furiosamente para dormirme.

Por fin llegó el lunes. Acudí al despacho del detective dispuesta a recoger el informe. Antes de entrar su secretaria me cortó el paso

-El señor Romero está reunido con un cliente, me ha pedido que le de esto

Estaba claro que no quería volver a verme. Mientras volvía a mi casa en el taxi no pude aguantar la presión y abrí el paquete, cogí el taco de folios y lo miré por encima.

“a las 20:00 proceden a entrar en el Motel  El Descanso, situado cerca del aeropuerto…”

El corazón me dio un vuelco, ese motel lo conocía bien, era utilizado habitualmente por parejas y yo misma había acudido con alguno de mis amantes.

Continué leyendo:

“Permanecieron allí durante dos horas, en los que fueron frecuentes los ruidos, gemidos e incluso gritos que el autor de este informe pudo escuchar desde el pasillo del hotel”

Dios mío ¿por qué me pasaba esto a mí? Es cierto que no había sido la mejor madre del mundo, pero ¿por qué me tocaba a mí lidiar con esto? Mis propios hijos se acostaban a mis espaldas. Incesto. Solo esa palabra me provocaba escalofríos, el mayor tabú de nuestra sociedad. No me entraba en la cabeza, ambos eran atractivos, tenían sólo 20 años, podían tener a cualquier chico o chica que se propusieran…

Y sin embargo, la sola idea del incesto, del amor filial, me ponía cachonda como nunca, me tiré sobre la cama, me quité la ropa y volví a masturbarme, tuve que taparme la boca con la almohada para no gritar ante el increíble orgasmo que alcancé. Juro que esa noche me paseé desnuda por casa e intenté escuchar algún ruido en las habitaciones de mis hijos, todo en vano.

Por la mañana me desperté mojada, seguramente había tenido algún tipo de sueño con mis hijos como protagonistas. Cogí el documento del detective y lo leí en profundidad. Al parecer, mis hijos habían construido un castillo de mentiras para proteger su relación. Según el informe mantenían relaciones al menos tres veces a la semana, los lunes, los miércoles y los sábados, recordé que, supuestamente, los lunes y los miércoles tenían clase por la tarde. Eso me habían dicho. Y, también supuestamente, los sábados cada uno salía con su grupo de amigos. Pero todo plan tiene su talón de Aquiles y el suyo estaba en el lugar donde se citaban, siempre eran los mismos apartamentos por horas, como si no hubiera más en toda la ciudad. Además siempre en la misma habitación, la 203.

Una gran excitación se apoderó de mi cuando me di cuenta de que era miércoles y, por lo tanto, hoy les tocaba una sesión de sexo como la que vi en el DVD. Si cumplían la rutina que relataba el documento, a las 17:00 entrarían en su habitación y no saldrían hasta las 20:00. Me duché y después de comer algo salí rápidamente hacia el motel.

Como ya he dicho antes yo misma había frecuentado más de una vez ese lugar, aunque hacía casi un año que no iba. Habían cambiado al recepcionista, que me miró extrañado, seguramente sorprendido de que exigiera bien la habitación 202 bien la 201 y que además viniera sin pareja.  Una vez hube pagado entré en el cuarto, miré mi reloj y comprobé que eran las cuatro, supuestamente tenía una hora libre de espera. Me paseé nerviosa por la habitación intentando impedir lo que mi cuerpo me pedía a gritos. Me desnudé y me miré al espejo. A pesar de mis 43 años todavía conservo un cuerpo atractivo, mis pechos eran firmes, no tenía barriga, todavía era apetitosa para la mayoría de los hombres. ¿También lo sería para mi hijo?

Brevemente una imagen se me pasó por la cabeza: yo tumbada en la cama mientras mi hijo me penetraba sin parar, a toda velocidad. Un latigazo recorrió mi coño y sentí que me mareaba, me entraron nauseas al pensar en los límites que estaba alcanzando. Me di una ducha para relajarme y esperé a que sucediera algo.

A las cinco apoyé la cabeza en la puerta por si escuchaba algo en el pasillo. A las cinco y diez escuché la puerta del ascensor abrirse mientras mi corazón se desbocaba. Escuché risas y voces de otras personas. A las seis menos cuarto llamé a mi hija al móvil. Estaba apagado. A las seis me masturbé con violencia. A las siete abandoné el motel.

Encontré mi casa sin rastro de mis hijos, supuestamente no tendrían que llegar hasta las ocho y media. Sin pensarlo dos veces cogí un taxi y me planté en el despacho del detective. Su secretaria intentó prohibirme el paso pero logré entrar.

-No he podido evitarlo, casi me lleva por delante

-No te preocupes María, puedes irte a casa si quieres. Yo me quedaré con esta señora.

Escuché la puerta cerrarse a mis espaldas.

-¿Y bien?

-Hoy no han ido al motel, según usted iban tres veces a la semana sin excepción

-¿Y qué quiere que haga?

-Joder ¿le he pagado una millonada para que siguiera a mis hijos y no es capaz de decirme si tienen algún otro picadero?

-Mire usted señora llevo casi 30 años en esta profesión y le puedo asegurar que he visto casi de todo, pero lo de presenciar un incesto ha sido lo más fuerte que me ha pasado nunca.

-Le voy a pagar lo que haga falta pero por favor encuentre donde follan ahora mis hijos

-Vamos a ver, quiero olvidarme de esto lo antes posible, le sugiero que vuelva a su casa e intente arreglar el desaguisado que tiene allí, pero a mí no me interesa saber nada más de esta sórdida historia.

Me levanté de la silla. Iba preparada para lo que iba a hacer, aunque había esperado no tener que caer tan bajo. Poco a poco fui dejando caer mi vestido mientras me aproximaba  a él. Pude comprobar como su cara se demudaba mientras me acercaba. Sabía que algo siempre hacía cambiar de opinión a los hombres. Mientras me penetraba con violencia sobre la mesa del despacho alcancé un gran orgasmo, veía en el hombre que me follaba la cara de mi hijo.

Una semana después me encontraba en un coche alquilado en la universidad de mis hijos. Suites Los Ángeles, en la carretera de la costa. Eso era lo único que me había dicho el detective antes de expulsarme de su despacho. A las cinco de la tarde vi como mis hijos salían de la facultad. Caminaron hasta el parking mirando a su alrededor. Cogieron el coche y dieron un gran acelerón hasta salir del campus. Como pude intenté seguir su ritmo por la carretera, aunque su estilo de conducción era muy agresivo, debían temer que alguien les siguiera. Preferí  salir por la salida previa a la del motel para evitar sospechas. 15 minutos después me hallaba aparcando el coche dentro del motel, por suerte aquí podías entrar directamente en la habitación sin tener que tratar con incómodos recepcionistas.

Entré en mi cuarto, me quité la ropa y pegué mi oído a la pared. Solo se escuchaban unas voces, no llegaba a discernir lo que decían, pero claramente eran las de mis hijos. En cuanto escuché como crujía la cama mi entrepierna se empezó a mojar. ¿Sería posible que fuera a escuchar a mis hijos follar en vivo y en directo? Al poco rato no necesité apoyarme en la pared para escuchar lo que pasaba, los gemidos de mi hija iban en aumento así como los violentos golpes de la cama en el tabique.

No perdí la oportunidad y comencé a pajearme, llegué a meter hasta tres dedos en mi coñito al ritmo de las penetraciones de mi hijo, mientras escuchaba la sinfonía de gritos y gemidos del incesto que estaba teniendo lugar a escasos metros de mí. Me estrujaba los pezones y llegué a desear estar en la piel de mi hija y ser yo aquella a la que estaban penetrando con tanta dureza.

Mi hijo debió de aguantar mucho pues su hermana se corrió cuatro veces (las mismas que yo) antes de escuchar un grito ronco de Raúl, señal de que se había corrido. El silencio se apoderó de la habitación contigua mientras yo caía rendida en el suelo, sudorosa y completamente empapada.

Durante las tres horas que permanecieron en la habitación apenas pararon para descansar, follaban, paraban durante unos minutos y volvían a empezar. Así continuamente, y yo, para no ser menos, masturbándome con saña. Cuando escuché el ruido de la ducha en su habitación me vestí rápidamente y volví a casa. A los quince minutos llegó mi hija, y, poco después, mi hijo.

Durante dos semanas he vivido los apasionados encuentros de mis hijos a escasos metros, los he escuchado follar como leones y me he masturbado frenéticamente al ritmo de las penetraciones de mi hijo. Mención aparte merecen los sábados, cuando con la excusa de salir con sus amigos hacían el amor durante toda la noche y sólo volvían a casa al amanecer.

Creo que estoy perdiendo la cabeza. Cuando llego a casa lo primero que hago es ver el DVD donde mis hijos aparecen follando. Solo dura 15 minutos y me lo sé prácticamente de memoria. Como se desnudan, como mi hija le hace una mamada a su hermano, como éste le come el coño  ya continuación comienzan a follar como locos. Podría describirlo de memoria. De hecho, lo estoy haciendo. He empezado a escribir mi nueva novela, basada en la historia de mis hijos. Sé que el incesto es un tema tabú en nuestra sociedad, pero confío que tenga una buena acogida por el público. Por supuesto, al final del libro, la madre acaba follándose al hijo.

Son las tres de la madrugada y estoy revisando el último capítulo cuando escucho un ruido extraño en el pasillo. Alertada por si son ladrones me acerco a la puerta. Se escucha como un crujido que va y viene. Cojo el móvil por si hay que llamar a la policía y abro la puerta con cuidado. Avanzo hacia el origen del ruido pero a medida que me acerco salgo de cualquier duda, es el ruido de los muelles de una cama, acompañado de unos gemidos mal disimulados.

Juro que estuve a punto de volver a mi habitación, de hacer como si nada hubiera pasado, pero instintivamente me iba acercando más y más a la habitación de mi hija. ¿Cómo era posible? Siempre habían tenido un cuidado exquisito y ahora se ponían a follar en casa y encima con la puerta abierta.

Cuando llegué a la habitación la escena era tremenda. Mi hija estaba siendo penetrada por su propio hermano. Solo veía la ancha espalda de mi hijo y las piernas de mi hija que rodeaban la cintura de su hermano para facilitar la penetración. Ambos gemían y bufaban, y se podía escuchar claramente el ruido de la penetración gracias a la lubricación de mi hija. Confieso que me quedé paralizada al ver esa escena hasta que mi entrepierna se comenzó a mojar como nunca. Llevé mis manos a mi sexo y me empecé a masturbar cuando la voz de mi hija me sacó del aturdimiento.

-Vaya mamá parece que al final te has decidido a unirte

Miré a mi hija que me hablaba con la cara desencajada por el placer mientras Raúl, absorto, continuaba follándola.

-No tengas miedo y entra en la habitación, ya no hace falta que te escondas

Dicho esto comenzó a besar a su hermano, yo entré en su cuarto, estaba solo a escasos centímetros de ellos, si quisiera podría haber tocado a mi hijo. A los pocos segundos mi hija se corrió entre gritos. Mientras se recuperaba del orgasmo mi hijo se levantó de un salto y quedó frente a mí.

Pude observar su polla larga y surcada por venas, completamente erecta y desafiante, que apuntaba al techo de la habitación. Mis ojos recorrieron su cuerpo fibrado y atlético, con todos sus músculos marcados y en tensión por el esfuerzo realizado. Sin mediar palabra se acercó a mí, lo primero que sentí  fue su polla haciendo presión contra mi tripa y después como su joven cuerpo se juntaba al mío. Sin mediar palabra mi hijo me cogió de la barbilla y me besó en la boca. Noté su lengua pugnando por entrar en mi boca y la dejé entrar sin dudarlo. Toda la habitación rezumaba olor a sexo durante esos segundos en los que mi hijo y yo empezábamos a consumar lo que iba a ser el segundo incesto de la familia.

Mientras continuábamos besándonos mis manos recorrieron su torso hasta llegar a su durísima polla, la cual agarré con fuerza notando los jugos de mi hija en ella. Él no se quedó atrás y sus manos prestaron especial atención a mis pechos y mis pezones, que a esas alturas estaban completamente duros.

-Fóllame por favor no aguanto más

-Te voy a follar hasta la saciedad pero antes nos vamos a divertir un poco, hemos estado haciendo bastante teatro hasta hoy como para terminar tan rápido, ¿no crees mamá? Ven, dame la mano, vamos a hacerlo todo en tu cuarto, en tu propia cama.

Me agarró como si fuera un muñeco y me llevó hasta mi habitación, por detrás escuchaba la risa de mi hija, que nos seguía.

Nada más entrar mi hijo puso sus manos en mis hombros, yo pensaba que quería besarme de nuevo pero ante mi sorpresa hizo presión y consiguió que me pusiera de rodillas frente a su falo erecto. Sin dudarlo un segundo abrí la boca y me lo metí todo de una vez en la boca, mientras mi mano derecha acariciaba unos huevos que prometían una gran corrida. Agarré sus dos piernas y él comenzó a follarme la boca, mi lengua giraba alrededor de su polla como si fuera un helado. Pasaba el tiempo y mi hijo no daba señales de correrse a pesar de que le estaba haciendo una mamada de campeonato. Finalmente sacó su verga de mi boca.

-No me voy a correr todavía, quiero hacerlo dentro de ti, pero todavía tendrás que esperar

Me cogió de las axilas y me puso otra vez en pie, solo para empujarme sobre la cama

-Ahora tu hijo va a comerte el coño ¿te parece?

Instintivamente abrí las piernas mientras la lengua de mi hijo se sumergía en lo más profundo de mi coño, haciéndome ver las estrellas durante los minutos más placenteros de mi vida. Creo que me corrí dos veces, pero en realidad estaba sumergida en un océano de placer que parecía no terminar nunca. Cuando Raúl acabó me besó en la boca y pude sentir el sabor de mis propios flujos.

-Y ahora tu hijo va a follarte, ¿me entiendes? A follarte, no a hacerte el amor. Te voy a follar como me follo a tu hija en todos esos moteles en los que nos espías.

Yo a esas alturas era solo un muñeco en manos de mi hijo así que solo me restaba dejarme hacer.

-Prepárate mamá-dijo mi hija a nuestras espaldas

Mi hijo se inclinó sobre mí y noté la punta de su miembro en la entrada de mi coño. Me la clavó de un solo golpe, ante lo cual no pude evitar dar un grito. Comenzó a follarme poco a poco, a un ritmo lento pero constante

-Dame más duro por favor-fue todo lo que alcancé a decir

-Es todo lo que esperaba escuchar mamá

Empezó a penetrarme a una velocidad endiablada, metiéndome ese enorme falo hasta el fondo cada vez que me la metía, mi coño chorreaba y mojaba sus huevos y las sábanas. Mientras continuaba follándome sin piedad alcé un poco la cabeza y vi a mi hija sentada en una silla y mirándonos mientras se masturbaba. Agarré la cabeza de mi hijo y le di un beso lleno de lascivia mientras mi coño intentaba aprisionar su miembro cada vez que me penetraba. Cuando Raúl  puso mis piernas en sus hombros supe que no podía aguantar más, aguanté un par de estocadas antes de dar un grito y correrme como nunca, llegué a eyacular una cantidad absurda de flujo que empapó las sábanas y los huevos de mi querido hijo como si me hubiera meado, era la primera vez que me pasaba.

Cuando me recuperé todavía notaba espasmos en la tripa pero mi hijo seguía dándome duro, se inclinó sobre mí y me dijo al oído

-Que sepas que el recepcionista del primer motel era mi amigo Sebas, sólo en él podía confiar para estar a solas con mi hermana, y él me devolvió esa confianza avisándome cuando un detective privado comenzó a preguntar sobre nosotros o cuando tú apareciste por allí pidiendo la habitación contigua a la nuestra. Pero no te echo nada en cara, saber que tu nos escuchabas solo hizo que nuestros polvos fueran aún mejores.

Mientras me contaba esto mis manos recorrían su espalda hasta llegar a su culo duro y prieto, en el que clavé mis uñas antes de volver a tener un orgasmo gracias a la confesión de mi hijo. Él, cuando vio que yo volvía a correrme, se rindió y comenzó a eyacular, pude notar la fuerza de su primer chorro llegando a lo más profundo de mi coño, y después otros tres más hasta que su cuerpo cayó rendido sobre el mío.

Mientras nuestra respiración se calmaba mi hija se acercó a nosotros y agarró la polla semi erecta de mi hijo, que había salido de mi interior al igual que una cantidad considerable de su semen que manchaba las sábanas. Rápidamente se lo metió en la boca hasta dejarla limpia, sin restos de leche y de mis fluidos.

-¿Te ha encantado verdad mamá? Tienes un hijo que es todo un semental, lo sé porque llevamos manteniendo relaciones desde hace cinco años, aunque tú te hayas enterado ahora, ¿verdad Raúl?

-No te echamos la culpa de nada mamá, pero cuando te escuchábamos gritar de placer con tus numerosos amantes nos entró una curiosidad por saber cómo es que te lo pasabas tan bien teniendo sexo. Y aquí nos tienes

Mis hijos comenzaron a besarse con pasión a escasos centímetros de mí, pude observar como la polla de mi hijo volvía a estar erecta a pesar de que yo todavía estaba sudada y agotada después del magnífico polvo que acabábamos de echar

-Fóllame hermanito, fóllame como tú sólo sabes

Se pusieron a mi lado y mi hijo fue introduciendo su polla en el coñito de mi hija hasta que quedó totalmente enterrada. Echaron un polvo bestial que a punto estuvo de romper la cama, yo me puse un poco celosa ya que consideraba a mi hijo como algo de mi propiedad y no podía aguantar ver a mi hija gritando de placer en los brazos de su hermano. Cuando Raúl dio muestras de estar a punto de correrse me incliné sobre ellos y le dije al oído

-Dámelo todo a mí por favor no aguanto más

En el último momento mi hijo sacó su polla de dentro de su hermana y se corrió entre gritos en mi cara, que quedó cubierta de leche en la frente, la nariz y hasta en el pelo.

Guardo sólo recuerdos fragmentados de lo que ocurrió en las siguientes horas, me acuerdo de estar en la ducha con mis hijos, enjabonándonos mutuamente, y de hacerle una mamada a Raúl allí, y el amanecer nos sorprendió mientras Eva me comía el coño y mi hijo nos observaba pajeándose. Acabé follándome también a mi hija, en lo que fue la primera experiencia lésbica para las dos.

Los últimos días han sido una vorágine de sexo y locura que casi nos vuelve locos a los tres. Apenas salíamos de la cama mientras follábamos sin parar. En los ratos en que mis hijos dormían aprovechaba para dar los últimos retoques al libro que hoy mismo le he enviado a mi editor, y que cuenta nuestra historia. Sinceramente me da igual que todo el mundo se entere. Apago el ordenador y vuelvo a la cama, mi hijo me está llamando.