El secreto de mi cuñada (Capítulo 9)

Estoy loco por volver a sentir a mi cuñada de nuevo... se ha convertido en algo más que obsesivo, es una necesidad estar dentro de ella continuamente.

CAPÍTULO 9

Tras mi conversación con Karin, pensando en sus endiabladas curvas, decido hacer una video llamada con mi mujer, ya que he estado muchas horas sin contactar con ella.

-        Hola cielo. - me responde ella apareciendo totalmente desnuda en la pantalla.

-        Hola cari. Te veo muy solita. - la digo, al tiempo que toco mi polla por encima del pantalón parapetado bajo la mesa discreta del bar.

-        Sí, estoy sola porque Ander se tuvo que ir a la ofi.

-        Ya, pero te veo entretenida.

-        Sí, me dejó este plug.

En ese momento Mar, se da la vuelta ofreciéndome un primer plano de su culo y un plug metido en su ano, que se saca y se mete varias veces, lo que hace que se tense mi polla bajo el pantalón.

-        ¿Te gusta cari? - me pregunta ella, tras sacarlo de su culo y ofreciéndome el primer plano de ese esfínter dilatado.

-        Dios, Mar, que ganas de sentir ese culito... - la digo.

-        Vaya, ¿aún no has podido probar ninguno en Tokio? - me dice al tiempo que vuelve a meterse el plug, poniéndome loco perdido.

-        Alguno ha caído, pero tengo echado el ojo a uno y muy pronto será mío.

-        Vale, pues disfrútalo amor...

-        Eso haré. - respondí relamiéndome pensando en el culo virgen de mi cuñada.

-        Por cierto, ¿qué tal mi hermana?

-        De maravilla, está descansando que ha tenido una buena tunda con un japonés.

-        Qué bien, pero ella, aparte de eso, necesita un buen pollón, así que búscale uno bueno.

-        Sí, tranquila. - la respondo pensando en que el pollón lo tiene asegurado.

Ella en ese momento entra en trance pues entre meterse el plug y acariciarse el clítoris con sus dedos, cae entera boca abajo contra la cama, poniéndome enfermo y con mi polla a punto de reventar.

-        Cariño, perdona que te deje así, pero tengo que ducharme e irme a trabajar. Es tardísimo- se despide ella y la verdad es que yo no había caído en la diferencia horaria.

Me despido de mi esposa, pero con un calentón monumental, pues esas imágenes no han hecho otra cosa que acrecentar mi excitación y me dirijo a la barra, en la que por suerte ya no veo al imbécil de mi cuñado. A la que sí veo en cambio es a Ona, esa pelirroja catalana tan sexy, sentada en uno de los taburetes, con su rizado pelo rojizo recogido en un coqueto moño y vestida con un traje de chaqueta de corte ejecutivo de color beige, con pantalón de lino a juego, que se ajusta extraordinariamente a esas curvas, además creo que no lleva blusa debajo pues muestra un generoso escote en forma de uve, con un canalillo seductor, como lo son sus piernas cruzadas en las que destacan unos zapatos negros de altísimo tacón. Lo primero que se pasa por mi cabeza es cómo debe ser follar con esa pelirroja únicamente ataviada con esos tacones... Y creo que la sesión con mi mujer me ha dejado bastante cachondo, porque ver a esa preciosidad ya me la pone dura.  Veo que Ona está discutiendo por teléfono de nuevo. Yo, mientras pago al camarero no puedo evitar escuchar la conversación, que es de nuevo en catalán y por lo que intuyo su marido la ha vuelto a dejar tirada, aunque está dándole mil excusas, según parece y ella no acaba de creerse que los japoneses solo quieran negociar con él.

-          Por favor, póngale otra copa de vino a la señora. - le comento al camarero y al rato se acerca a ella para servirle la copa cuando esa preciosa mujer de pelo rojizo gira su cabeza, dándose cuenta de que ha sido invitada por mí y yo desde la distancia, levanto mi copa en señal de brindis.

Ella esboza una sonrisa, agradecida por mi invitación, pero sigue hablando con su esposo, en el fragor de la discusión, hasta que acaba colgando la llamada bastante irritada y rompiendo a llorar, aunque se gira de espaldas para que nadie se fije, pero yo no puedo evitarlo y me acerco a ella ofreciéndole un Kleenex.

-          Con permiso... - la digo.

-          Gracias por el kleenex y por la copa… pero, estoy casada. - dice ella secamente mostrándome su dedo anular con la alianza.

-          Bueno, yo también, el kleenex es un regalo, sin compromiso y la copa una atención entre compatriotas. - digo riendo, queriendo ser simpático y distraer su disgusto.

Al final me muestra de nuevo una sonrisa y veo por primera vez sus relucientes dientes. Ella seca sus preciosos ojos azules con el pañuelo de papel que acabo de entregarle,

-          Perdona que sea tan esquiva, pero estoy un poco tensa y además ya he tenido que espantar a más de uno queriendo ligar conmigo. - me comenta.

-          Tranquila, yo no vengo a ligar.

Ella parece quedarse algo desilusionada, pues me mira fijamente pensando en si estoy diciendo realmente la verdad y seguramente esperaba que fuese otro de sus conquistadores.

-          El que debería pedir perdón soy yo. - la digo, consiguiendo atraer su atención y que me mire sorprendida.

-          ¿Y eso, por qué?

-          No he podido evitar escuchar la conversación. No es que sea un cotilla, pero era una buena discusión y parecías disgustada.

-          Sí, ya veo que hablas perfectamente mi idioma. Pensé que no se enteraba nadie- responde con su sonrisa más amplia.

-          Sí, por cierto, me llamo Aritz, soy de Bilbao. - la digo ofreciéndole mi mano que ella estrecha tímidamente y rompemos definitivamente el hielo.

-          Ah, yo soy de Girona y me llamo...

-          Ona, lo sé. - respondo sin dejar que ella termine la frase.

-          Vaya pues para no querer ligar, sí que has estado atento.

-          No, yo solo ligo con buenorras. - contesto con petulancia, desviando la mirada.

Eso la deja descolocada del todo, pues se esperaba cualquier frase ocurrente, pero seguramente no esa, acostumbrada, seguramente, a los halagos.

-          ¡Qué engreído eres! - dice ella de forma chulesca, contestando a mi impertinencia, pero yo la estoy poniendo a prueba.

Hago una seña al camarero y nos sirve otras dos copas de vino y de nuevo consigo sacarle una sonrisa a esa pelirroja de ojos penetrantes.

-          ¿Ahora quieres emborracharme, para aprovecharte de mí? - me dice.

-          No, nada más lejos. Nunca me aprovecho de una mujer… No va conmigo. - digo dando un trago a mi copa.

Ona me mira de arriba abajo y parece que agradece que yo no sea uno de sus típicos buitres al acecho.

-          Bueno, de todos modos, con tu esposa ya debes estar más que servido. - afirma ella.

-          Ah, ¿conoces a mi mujer? – pregunto arqueando las cejas.

-          Claro, esta misma mañana.

-          ¿Esta mañana?

-          Sí, en el desayuno, se os veía muy compenetrados, y claro con esa cara, ese cuerpo y esos pechos...

-          Ah, jajaja, entiendo... pero ella no es mi mujer.

-          ¿Ah no? - pregunta sorprendida.

-          No, es mi cuñada.

Otra vez Ona gira su cabeza sin entender nada porque ha visto que nuestro rollo es intenso y le acabo explicando que trabajamos juntos y que mi mujer es su hermana.

-          Vaya, pues había mucho feeling entre vosotros, la verdad. Hubiese jurado que era tu esposa y por cierto, hacéis buena pareja para ser cuñados..

-          Sí, jajaja...

-          ¿Y entonces tu mujer no está con vosotros?

-          ¿Ahora eres tú la que estás intentando ligar conmigo? - la suelto de pronto.

-          ¡Qué chulo eres! - comenta riendo al tiempo que da un sorbo a su copa.

-          Sí, es algo innato y, por cierto, aclarando tus dudas, mi mujer no está aquí, ella se quedó en Bilbao.

-          Ah, entonces ¿qué hacéis en Japón... negocios... placer? - pregunta ladeando la cabeza más confusa y en esa pose me parece aún más arrebatadoramente sexy.

-          Ambas cosas – contesto dejando unos segundos de intriga - hoy he hecho un negocio de miles de millones y ayer follé.

-          ¡Oh, vaya, qué suerte! - dice ella.

-          ¿Por follar o por el negocio?

-          Por ambas cosas. - comenta riendo.

Ambos nos miramos y acabamos a carcajadas chocando nuestras copas.

-          Bueno, y dime, Ona, ¿qué haces tú en este país tan exótico? - le pregunto.

-          Pues no te lo vas a creer, pero... ¡Ambas cosas!

De nuevo nos desternillamos de risa y al final acaba explicándome.

-          Mi marido y yo tenemos una empresa de telefonía de aplicaciones para móviles allá en Girona y queremos que invierta en nuestra empresa una tecnológica de aquí, para tener la exclusiva en toda Europa.

-          Entiendo... Y las negociaciones son duras con los japoneses ¿me equivoco?

-          Intuyo que lo sabes de primera mano.

-          Y tanto. Son complicados, pero nos sacan años luz en casi todo y entiendo que estés cabreada, porque, aunque en este país sean tan avanzados, curiosamente su gente sigue siendo muy tradicional, todo a la antigua a tal punto de que solo negocian con hombres.

-          Sí, veo que les conoces bien.

-          Pues sí, por suerte o por desgracia llevo tiempo tratándoles.

-          ¿Y a qué se dedica tu negocio o tu empresa?

-          Yo vendo ilusión y placer a las mujeres. - digo con mi sonrisa ladina.

-          ¿Eres un gigolo? - me pregunta mordiéndose ligeramente el labio.

-          Jajaja, ¿me ves cara de gigolo?

-          Bueno, no estás mal.

-          ¿Cómo que no estoy mal? ¿Crees que no doy la talla?

-          Bueno, hay que reconocer que estas muy bueno, pero lo de la talla, no lo puedo comprobar.

-          Jajaja... ahora no sé quién es la chula.

Curiosamente Ona, se ha olvidado de todos sus males y está compartiendo conmigo unos momentos más que distendidos, entre bromas socarronas y más que picantes.

-          Bueno, no, no soy gigolo, soy empresario con productos exclusivos, aunque para los dos sexos, principalmente para mujeres...

Ella me mira intrigada.

-          Productos sexuales. - le aclaro.

-          ¡Guau! - afirma sorprendida.

Acabo enseñándole el catálogo desde mi smartphone y seguimos hablando distendidamente, con miradas cargadas de algo más que lo que produce el vino. Acaba confesándome que tiene 35 años, que se casó hace diez, precisamente están celebrando su décimo aniversario en Tokio, otra casualidad con mi cuñada y también me cuenta que su marido ha cumplido los 47 y que tienen dos niñas.

-          Bueno, supongo que Japón es un lugar ideal para celebrar ese aniversario. - comento.

-          Si no lo mezclas con negocios, sí, porque ya ves, estoy más sola que la una.

-          Bueno, ahora estás conmigo.

Su sonrisa, vuelve a aparecer y un gesto que me parece como un aviso, cuando se aparta un mechón rebelde de su cara, colocándolo tras su oreja.

-          Realmente no aparentas tener treinta y cinco, sino muchos menos, ni por supuesto que seas madre de dos niñas.

-          Pues sí, precisamente en este viaje, queríamos ir a por el niño.

-          Saldrá con los ojos rasgados, jajaja...

Me encanta la risa de Ona cuando le suelto ese chiste y seguimos charlando animadamente alrededor de esas copas de vino, solos en el bar, aparte del camarero, que lógicamente no nos entiende ni una palabra. Viendo que vamos cogiendo confianza, le muestro alguno de los videos de nuestra empresa y se pone bastante nerviosa con el del plug anal que lució mi cuñada.

En un momento dado, está muy concentrada mirando otro video de lencería, con sus codos apoyados en la barra, cuando puedo comprobar a través del último botón de su americana, que muestra parte de la piel de sus senos y el dibujo de un sostén de encaje negro.

-          ¿Algo interesante? - me pregunta pillándome de lleno observando su canalillo.

-          Muy, muy interesante... y me preguntaba si son naturales.

-          Oye, tú no te cortas, ¿eh? Por supuesto que lo son. - añade agarrándose ambos pechos con cierta chulería.

-          Veo que das la talla, eso sí que lo percibo... lo que no puedo comprobar es si son realmente tuyas

-          Mías, muy mías y naturales. Bueno, no son como las de tu cuñada, claro. - dice sonriente.

-          También te has fijado.

-          ¡Como para no!

-          Las de ella son grandes, no hay discusión, pero las tuyas parecen perfectas. Me encanta lo que veo.

-          Muchas gracias, pues el resto que no se ve, es todavía mejor. - añade con total provocación.

-          Gracias las que tú tienes y no dudo que sea especial lo que no se ve. - añado posando mi mano sobre la suya que ella no retira en un principio, pero luego se da cuenta y la quita.

Con nuestra conversación, nuestros gestos y comentarios, más que directos, noto que esa mujer está cachonda, no hay duda y necesita una buena compañía. Su marido debería estar haciéndole un hijo y sin embargo ella está muy sola.

-          ¿Sabes, Ona? Me pareces una preciosidad. - digo mirándola fijamente a los ojos.

-          Vaya, gracias otra vez. Al final sí que estás ligando conmigo.

-          ¡Lo que quiero es follarte! - la suelto de sopetón, poniendo al mismo tiempo mi mano sobre su pierna.

Su mirada de ojazos azules se mantiene un rato fija en los míos, con una gran duda en su cabeza, quizás me haya pasado cuatro pueblos, pero ella no parece mirarme como si hubiera sido un comentario grosero... Supongo que entre que está un poco bebida y me imagino que bastante cachonda con la situación además de por los videos de lo que acabo de mostrar, ella adelanta su cara hacia a la mía, plantándome un beso con sus tiernos labios y cerrando sus ojos.

-          Perdona, tengo que irme – dice apurada, viendo hacia dónde puede ir nuestro rollo.

-          ¿Tan pronto? - digo cuando ella se levanta del taburete.

-          Sí, mi marido estará a punto de llegar.

-          Y no le vas a castigar por lo que veo. - añado con mi sonrisa socarrona, sujetando su mano con la mía para que no se vaya.

Ona se queda quieta un momento, me observa para decirme.

-          ¿Castigarle?... No sé lo que pretendes.

-          Lo sabes bien.

-          No, perdona, no te confundas, soy una mujer casada y fiel a mi esposo. Me voy a mi habitación ahora mismo a esperar a mi esposo – recalca soltando mi mano y mostrándome de nuevo su anillo de casada.

-          Perfecto entonces. ¿Te puedo acompañar a los ascensores?

No contesta y avanzamos juntos hacia el hall del hotel, dejándola adelantarse un par de pasos admirando ese cuerpo, sus andares, el sonido de sus tacones en el suelo de gres y ese meneo mágico de sus caderas.

-          Tu culo parece natural también. - la digo justo cuando nos detenemos frente a los dos ascensores.

-          ¡Eres tremendo! - añade con su sonrisa meneando la cabeza.

-          Por cierto, lo mío también es natural. - añado agarrando mi polla sobre el pantalón que ya tiene un considerable tamaño gracias a los encantos que desprende esa pelirroja.

Ona se queda mirando el bulto y parece tragar saliva, sin duda está caliente.

-          Yo no tengo ningún inconveniente en que la veas al natural. - añado.

-          ¡Definitivamente, estás loco!

-          Bueno, no te creas, te la enseñaría con la condición de que me enseñes tú, tus tetas. - añado sonriente.

La pelirroja no puede evitar soltar una carcajada por mi ocurrencia y justo en ese momento se abre la puerta del ascensor, sin embargo, ella no se mete dentro. Mira a ambos lados y a continuación hacia una puerta en la que se lee un cartel que pone “Salida de incendios” en inglés y supongo que pone lo mismo debajo en japonés.

Ona tira de mi mano y atravesamos juntos esa salida de emergencia, con una gruesa puerta de hierro, al igual que las escaleras que nos encontramos dentro, que también son metálicas seguramente preparadas para el fuego. Ona camina haciendo sonar esos taconazos contra el suelo de hierro y apoya su culo contra la barandilla. Me acerco a ella y beso de nuevo su boca, pero esta vez me quedo ahí, sintiendo esos labios que no se despegan de los míos y ella a continuación, tras menear la cabeza negándose a sí misma lo que quiere hacer, se coloca en cuclillas, saca mi polla de la bragueta del pantalón que sale totalmente tiesa y al verla, esos ojos azules se quedan muy abiertos, asombrada de lo grande y gorda que la tengo.

-          ¡Sí que das la talla, joder! - exclama mirando mi tiesa verga y luego a mis ojos.

Agarrándola por la base, empieza a dar besitos y lengüetazos a toda mi tranca incluidos mis huevos, extasiada con esa polla que se tensa cada vez que sus labios o su lengua la rozan.

-          ¿Entonces podría ser gigolo? - pregunto yo, bastante excitado, cada vez que esa lengua entra en contacto con mi polla.

-          Desde luego. Ganarías una pasta.

En un momento dado me mira a los ojos detenidamente sin dejar de pajearme, supongo que pensando en esa locura que está cometiendo con un desconocido como yo. Parece cierto eso de que es una mujer casada y fiel, al menos hasta ese momento.

De pronto Ona empieza a engullir mi polla centímetro a centímetro, aunque como suele pasar, se queda un poco más adentro que mi mujer, aunque intenta un nuevo ataque por comérsela, pero es en vano, porque es demasiado gruesa para que entre por su desentrenada garganta. En uno de los intentos la agarro por la cabeza y la doy un empujón con mi pelvis, logrando que trague una buena porción, llegando incluso a notar el aire que suelta su nariz sobre mi abdomen, pero ella sale de esa trampa arrastrando tras ella un montón de babas y mis propios fluidos.

-          ¡Uf, es enorme, Aritz! - exclama con un hilo de babas colgando de su barbilla.

-          Lo de la talla, entonces ¿superado?

-          ¡Sí! - afirma recogiendo esas babas junto a las que han impregnado mi polla para metérselas en su boca y empezar un mete-saca delicioso, lento pero intenso y ahora mucho más lubricado

-          Eres buena, Ona. - la animo, acariciando su bonito pelo rojo.

-          Te juro que es la primera vez que hago algo así - me dice sacando por un instante mi verga de su boca.

-          ¿En serio es la primera vez que eres infiel a tu esposo?

Ella afirma con su cabeza y esboza una sonrisa, para seguir engullendo con ansia, sin lograr tragarla entera, pero haciendo el máximo esfuerzo, como si le fuera la vida en ello. Su ímpetu es tan grande, que, si sigue así y el calentón que llevo encima, me correré enseguida y la verdad, no quiero hacerlo todavía.

-          Bueno, preciosa, mi parte está hecha. Ahora quiero ver tus tetas. - digo tirando de su moño haciendo que se ponga de pie.

Ona se queda frente a mí, sorprendida por mi rudeza, algo a lo que sin duda no está habituada y se queda mirándome a los ojos, mientras yo termino de soltar su moño, para ver ese pelo rojizo que ese desliza sensualmente sobre sus hombros. Agarrándome a su culo, sin que le dé tiempo a arrepentirse, me pego a ella, para darle un morreo intenso, mezclando saliva, labios y lenguas, que cuando se separan, puedo ver en sus ojos la lujuria, pues noto que está muy cachonda y sorprendida de que la bese tras habérmela mamado, algo que sin duda con su marido no hace. Lo que se pierden algunos por ser tan remilgados.

Me separo ligeramente de ella, para soltarle los botones de su chaqueta, al tiempo que ella no deja de mirarme y se muerde el labio inferior, dejándome hacer. Como intuía no lleva blusa debajo y sí un bonito sostén negro, que pude entrever en el bar y que me recuerda a un sugerente anuncio de Intimmisimi.

-          Aunque no son las de tu cuñada, espero dar la talla – dice con malicia, ya que sin duda no hace falta que diga que sabe que me follo a Marel.

Subo ese sostén por encima de sus tetas, que saltan de rebote, ofreciéndome por fin la visión de esos pechos anhelados y que son más bonitos incluso de lo que me esperaba. Son perfectos, muy bien puestos, totalmente naturales y con la caída ligera de una mujer que ha amamantado a dos niñas, pero muy firmes y de un tamaño considerable, por supuesto no son las tetazas de Marel, pero no tiene nada que envidiarle, pues su forma parece cincelada por un escultor, en su justa medida, tamaño y forma, con unos pezones marroncitos, muy pequeños y una aureola también pequeñita,  que me llevo alternadamente a la boca, para lamer en primer lugar y después, darle pequeños mordisquitos a esos pezones, arrancándole algún gemido mientras los finos de dedos de esa pelirroja acarician mi nuca

-          ¡Uf, Aritz! - afirma ella, en un intenso suspiro.

Yo sigo afanado en esos pechos que elevo con mis manos, para seguir chupando, lamiendo, mordiendo, mientras esos jadeos se hacen más fuertes y se oyen intensos en esa escalera de incendios.

-          Son preciosas y deliciosas – la digo.

-          Nadie me las ha comido así. - afirma acariciando mi pelo, mientras mi lengua sigue regalándole unas buenas lamidas hasta dejarlas mojadas con mi saliva.

Ona aprovecha para agarrar mi polla que empieza a mecer en una paja dulce pero que consigue tensar aún más mi erección. Entonces, agarrándola de la cintura, la giro, hasta que queda de espadas a mí y ella se sostiene con ambas manos al pasamanos de esa escalera metálica mientras yo me aferro a sus tetas por debajo, que ahora quedan colgando, lo que me permite amasarlas, cuando empiezo a soltar el botón de su pantalón.

-          ¿Qué haces Aritz? - pregunta ella.

-          Bueno, ahora quiero ver si tu coño es natural.

-          No, no vas a follarme Aritz. - intenta decir ella, pero un nuevo pellizco en su pezón hace que suelte un largo jadeo.

Cuando su pantalón queda suelto, me agacho y lo bajo hasta sus rodillas y a continuación hago lo mismo con su tanga negro que hace juego con el sostén, para observar ese trasero de cerca, con sus dos agujeritos, el de su culo, que abro ligeramente estirando sus glúteos hacia los costados y que parece totalmente virgen y luego su coño que está empapado en una rajita preciosa, con un pequeño mechoncito por delante de color rojo, que me parece extraordinariamente atrayente.

-          Creo que lo deberíamos dejar aquí. - afirma ella sintiendo mis dedos hurgando en su intimidad.

Sin tiempo a réplicas, le doy un buen lengüetazo a esa rajita llegando a chupar su ano también, lo que provoca un nuevo jadeo por parte de ella.

-          ¡Ah joder! - exclama ella al sentir esa lengua de nuevo.

-          ¿Entonces lo dejamos? - la pregunto acariciando la fina piel de sus posaderas.

-          No, por Dios, sigue. - afirma.

Mi lengua se desboca entre los agujeros y comienzo a chupar, mientras mi dedo juega por delante con su botoncito, haciendo que los jadeos de Ona sean cada vez más fuertes, pero me detengo por completo incorporándome para acariciar, su estrecha cintura y de nuevo sus tetas que cuelgan dispuestas a recibir mis caricias y sobeteos.

-          ¿Por qué has parado? - pregunta ella con una respiración agitada.

-          Dijiste que no podíamos follar y estoy muy excitado.

-          Si, hazlo.

-          Pero, Ona... ¿tu marido? - la digo sabiendo que no hay vuelta a atrás, pero el hecho de nunca haya sido infiel me da todavía más morbo.

-          ¡Joder, ponte un condón y fóllame ya! - exclama totalmente excitada.

Separo mi cuerpo del de esa pelirroja, que se queda jadeante, con su culo en pompa, sus pechos colgando y sus manos aferradas a la barandilla.

-          ¿Qué ocurre? - dice ella girando ligeramente su cabeza y mirándome con sus ojazos azules.

-          No, lo siento, pero nunca follo con condón. - digo con seguridad y es curioso, pero es totalmente cierto, teniendo gran variedad de condones en mi empresa, no me gustan las gomitas.

-          ¡Joder! - exclama ella sin dejar de mirarme.

Ella permanece quieta y agarrando mi dura verga por la base empiezo a embadurnarla con los juguitos de su coño y mi propia saliva, pasando de arriba abajo por su rajita.

-          ¡Uf, cómo la siento! - afirma cachonda cuando mi glande se mete ligeramente en su chorreante coño.

-          Pues no te imaginas como te llenaría dentro.

Un momento de jadeo continuo por parte de Ona, confirma que es más la excitación que tiene sin poder controlar ninguna otra cosa.

-          ¡Fóllame, Aritz, no puedo más! - afirma con su voz temblorosa

-          Pero no tengo condones.

-          ¡Métemela ya!

-          ¿Segura?

-          ¡Sí, por Dios, quiero tenerla adentro!, pero no te corras, estoy en plena ovulación.

Eso lejos de desanimarme, casi me estimula más, pues los riesgos se multiplican, desde que nos puedan pillar allí medio desnudos, que su marido se entere de la infidelidad y la posibilidad de no poder controlarme y correrme dentro.

Le doy palmadas en cada glúteo y agarro firmemente mi polla que está a tope y de un golpe se la meto por el coño como si fuera mantequilla, notando como se expanden sus paredes vaginales a medida que la penetro, hasta conseguir estar en lo más profundo de su útero.

-          ¡Ah, qué maravilla! - gime ella al sentirse empalada.

Permanezco unos segundos dentro de su coño, haciendo que se sienta bien llena mientras yo disfruto de los músculos vaginales de esa preciosidad, adaptándose a esa intrusión. Con mis manos agarradas a sus tersas tetas empiezo a embestirla una y otra vez notando como mi la punta llega hasta lo más hondo de ese cálido coño, mientras oigo sus enormes gemidos a la vez que el choque de mis huevos contra su culo y todo ese sonido se envuelve con el golpeteo de sus tacones contra el suelo metálico, cada vez que la levanto unos pocos centímetros del suelo, tal y como me gusta hacer, follar y sentir el sonido de nuestros cuerpos chocando, sumado al de los tacones, eso me vuelve absolutamente loco haciendo que mi polla se tense todavía más y sea más enérgico follando ese coño con un mete-saca brutal.

De pronto suena su teléfono en el bolsillo de su americana. Ella en principio no está por la labor de atender la llamada, mientras yo sigo aferrado a sus tetas y clavándosela sin remisión, pero su smartphone sigue vibrando y sonando insistente. Entonces, ella me mira un instante volviendo la cabeza.

-          Creo que es mi marido. Debe estar preocupado. - dice con su voz temblorosa debido a mis impactos.

-          ¡Cógelo y pon el “manos libres” que me gustará escuchar al cornudo de tu marido! - la animo desvergonzadamente.

Ona abre sus ojazos como platos mirándome alucinada, sin creerse que la diga eso y que vaya a contestar la llamada mientras la estoy follando. Entonces bajo el ritmo y las folladas son lentas pero muy profundas, algo que hace que ella cierre los ojos presa del placer. Pero entonces me detengo en seco, dejando solo la punta metida y ella me mira suplicante, queriendo que siga con mis embestidas enérgicas, pero ya sabe cuál es mi condición para continuar. Entonces, acaba pulsando el botón para contestar y poniéndolo en “manos libres”.

-          Dime, cielo. - contesta al fin a su marido en catalán.

-          Hace rato que estoy en la habitación. ¿Dónde estás metida? - pregunta el otro de forma autoritaria.

-          En un rato subo. - dice ella entrecortadamente mientras yo empujo mi pelvis, clavándosela hasta el fondo.

Su gemido es largo pero ella misma tapa su boca con la mano, queriendo amortiguarlo.

-          ¿Otra vez estás llorando? - pregunta él al notarle la voz extraña a su esposa.

-          Si. - responde cuando se la clavo nuevamente con todas las ganas.

-          Joder cariño, eres muy egoísta. - comenta él.

Alucino con ese tipo que la trata fatal, después de haber demostrado que el gran egoísta sea él, y no la atienda como se merece. Menos mal que le estoy dando una buena ración de polla, ya que está necesitada. Pero durante esa conversación el morbo se apodera de mí y no creo aguantar mucho más, eso de estar follándomela mientras habla con su esposo y por su sonrisa socarrona, veo que a ella le pone tanto como a mí.

-          Voy a salirme, estoy a punto de correrme. - le digo muy bajito junto a su oído.

-          ¡No! - dice ella en alto.

-          ¿No qué? ¿Qué no eres egoísta? - pregunta el otro - ¿tú crees que ahora lo arreglas con unas lagrimitas? - insiste el muy cretino.

-          Tú sigue. - dice ella lógicamente refiriéndose a mí mientras que el otro se cree que es por él.

-          Pero me voy a correr dentro, ¡Sin protección! - la vuelvo a avisar en voz baja con mis labios rozando su oreja.

Ona me mira unos instantes, notando como mi verga está a punto de explotar, mientras ella apaga como puede sus gemidos que no sé cómo el idiota de su esposo no percibe.

-          ¿O sea, que regreso pronto de la reunión para estar contigo y tú ahora te pones a gimotear como una niña? - advierte el otro cretino - si lo sé sigo en la reunión, al menos hago algo provechoso. - añade.

-          ¡Hazlo! - responde ella.

-          ¿Qué lo haga? - decimos al tiempo su marido por el teléfono y yo junto a su oído.

-          ¡Sí! -dice ella casi gritando y está claro que se está corriendo cuando apoya su boca sobre su hombro apagando el gemido que está provocándole ese orgasmo.

Mis clavadas son bestiales, haciendo que todo su cuerpo se suba cada vez que se la inserto hasta la matriz y no dejan de escucharse sus tacones contra el suelo metálico, algo que me hace explotar dentro de su coño con innumerables chorros que deposito en lo más hondo de su matriz, mientras ella todavía se está recuperando de su propio orgasmo. Me aferro a sus caderas mientras noto los espasmos de mi polla descargando sin cesar.

-          Bueno, ya veo que no estás para hablar, cuando termines, hablamos o subes a la habitación o lo que te dé la gana. - contesta el otro de malas maneras.

Joder, ella acaba de colgar la llamada, pero no me pide que salga cuando noto que mi polla todavía sigue dando espasmos gracias a los músculos masajeantes del coño de esa pelirroja.

-          ¡Qué hemos hecho! - dice ella, cuando por fin me polla ha menguado en su tamaño y la saco de su acogedora vagina.

-          Lo siento, Ona, pero me dijiste de no sacarla y la conversación con tu marido...

-          A mí me ha pasado igual, quería sentirte, quería notar tu leche caliente dentro de mí, mientras mi marido me hablaba. Ha sido tan morboso. - añade ella dándome un piquito y pegando su cuerpo al mío.

-          Tienes un coño para follarte continuamente.

-          Y tú una polla maravillosa. Nunca me había sentido tan llena.

-          Pero ¿ahora? ¿qué vas a hacer?... me he corrido dentro, estás ovulando... si quieres que vayamos a una farmacia o...

-          No te preocupes, Aritz, me gusta tener tu semen caliente ahí dentro de recuerdo, creo que nunca voy a olvidar ese momento.

-          Pero... puedes quedarte embarazada.

Ona me mira con su gran sonrisa, para acabar diciendo:

-          Tengo que pedirte perdón y confesarte una cosa. - me dice.

-          ¿A mí?

-          En realidad, estoy ovulando y le he hecho creer a mi marido que estoy en racha para quedarme embarazada, pero ahora yo no estoy para más críos y estoy tomando la píldora. Espero que me perdones.

-          ¿Perdonarte? Me has quitado un peso de encima... eso sí, el morbo de haberte podido preñarte ha sido brutal.

-          Jajaja...

Tras recomponernos la ropa, yo mis pantalones y ella lo propio con los suyos y abrochándose la chaqueta, aprovecho para darle otro beso a esos labios carnosos. Gracias, Ona. Has sido tremenda. - la digo acariciando su redondo culo.

-          Gracias a ti. Por cierto, ¿querrás ser mi gigoló cuando regreses a España? Estoy dispuesta a pagar lo que sea por sentirte dentro de mi otra vez.

-          ¿No te arrepientes de haberle sido infiel a tu esposo?

-          Creo que no. Me ha gustado demasiado jugar contigo. - añade devolviéndome otro beso, en el que nuestras lenguas entran en acción y decidimos salir de esa escalera de incendios

Al atravesar la puerta hacia la entrada principal del hotel, mientras Ona se está retocando el pelo revuelto, justo al llegar al hall, nos encontramos justo de frente con Marel, que nos mira sorprendida al vernos salir por esa salida de emergencia. Admiro otra vez a mi cuñada con su sexy atuendo: Lleva una blusa ceñida de flores, una falda de cuero rojo, medias de rejilla y tacones, impresionante como siempre.

-        ¿Aritz? - me pregunta nada más verme y después echa una buena ojeada a Ona.

No hace falta que diga nada, pero se ve claramente que nota que, entre esa pelirroja y yo, ha ocurrido algo que no parece gustarle demasiado y su cara se va poniendo seria por momentos. Antes de que me reúna con mi cuñada, agarro intencionadamente por la cintura a Ona, para decirle al oído.

-        Gracias otra vez, Ona. Este regalo es para ti. Disfrútalo.

Tras darle un pequeño beso en su cuello, le entrego una tarjeta Vip, para que compre lo que quiera en nuestra web y ella me regala una de sus impresionantes sonrisas. Naturalmente Marel ha visto toda la jugada y en el fondo lo he hecho a propósito, poniéndola aún más celosa.

-         Hola Marel. ¿has descansado, preciosa? - la digo sosteniendo su cintura.

-        ¿Qué ha pasado con esa? - me dice retirando bruscamente mi mano de su cuerpo, en un síntoma claro de disgusto.

-        Nos debíamos un favor mutuo. - la respondo sonriente.

-        ¿En serio, Aritz?

-        ¿Celosa acaso?

-        Vámonos, que Kimura estará impaciente. - responde claramente alterada.

Vuelvo a agarrarme a su cintura y esta vez ella no quita mi mano y nos encaminamos a la salida, para coger un taxi. Nos subimos, al tiempo que Marel le da la dirección al conductor y salimos recorriendo las calles de Tokio.

-        ¿Todavía estás enfadada? - la pregunto, metiendo mi mano entre sus muslos y bajando muy cerca de su sexo.

-        No, no sé… Aritz, pero te vi con esa putita y...

-        Tú has follado con Kimura todo el día y yo no me he enfadado.

Marel, me sonríe y yo acaricio su pecho por encima de su blusa, algo que no se le escapa al conductor que nos ve por el espejo retrovisor.

-        Es verdad, Aritz, pobrecito, tú ahí sufriendo mientras Kimura me follaba...

En ese momento mi cuñada, ha cambiado su seriedad por una perversa sonrisa y abriendo mi bragueta, me saca la polla y empieza a chupármela. Me tengo que agarrar al asiento al sentir esos labios abarcando mi dureza, pues se ha tensado en cuanto he notado su boca.

El taxista ve toda la operación con los ojos abiertos, alucinado, más aún cuando la habilidosa Marel, consigue tragarse toda mi verga, haciéndola desaparecer por completo, el tipo no se explica como mi polla ha sido engullida por esa boquita y yo tampoco consigo acostumbrarme y estoy a tope. De pronto tiro de su pelo y hago que mi polla salga de su boca, entre múltiples babas y la respiración entrecortada.

-        ¿Qué pasa? ¿No te gusta? Si es por mí, no me importa en absoluto que tu polla sepa todavía al coño de esa pelirroja, mientras me dejes devorártela - me dice ya que eso no es un impedimento para ella.

-        Me gusta demasiado, Marel, pero, primero, necesito recuperarme un poco y además, recuerda, quiero correrme en tu coño. - la digo acariciando su rostro.

Ella me sonríe y la pido que le indique al taxista que pase a recoger a Karin, antes de llegar al karaoke. Tal y como había quedado con Karin, nos espera a la puerta de su zona de trabajo y está impresionante también, además de su altura, su pelo rubio ondulado hasta media espalda, un vestido de lycra de color verde con brillos y unos taconazos, hacen que parezca una escultura.

-        ¡Hola Aritz, cuanto tiempo! - me saluda nada más entrar en el taxi, plantándome un beso cálido en mi boca.

Cuando nuestras bocas se separan, veo en primer lugar la cara del taxista flipando, al ver a esas dos impresionantes mujeres, una a cada lado de mí y luego veo la cara de Marel que vuelve a estar enfurruñada tras ese apasionado beso de Karin y es ella misma la que se presenta.

-        Tú debes ser Marel – dice la sueca a mi cuñada con su inconfundible acento.

-        Sí... - responde secamente mi cuñada y se estrechan la mano.

Diez minutos después el taxi nos deja en la puerta del karaoke y las dos preciosas mujeres se enganchan a cada uno de mis brazos. En recepción nos indican que el señor Kimura nos espera en la sala número 12. El sitio es realmente lujoso, se ve que es para clientes selectos y una vez que nos adentramos en la sala reservada de Kimura, compuesto de una pantalla gigante y tres grandes sofás, además de un pequeño minibar con su barra y taburetes, nuestro cliente nos saluda y se sorprende de las dos bellezas que se adentran en esa sala conmigo.

-        Señor Kimura, mi nombre es Karin. Aritz me ha hablado mucho de usted. - se adelanta la sueca.

El japonés besa cortésmente la mano de la rubia, pero notablemente impactado por esa mujer que le saca dos cabezas, atraído por su pelo rubio, sus ojos azules y ese par de tetas redondas que se gasta la modelo.

Tras acomodarnos en el sofá, Kimura hace de anfitrión, sirviéndonos unas copas y al final se sienta junto a Marel, con la que ya tiene bastante confianza, aunque para él, es Mayder, claro. Los primeros minutos los dedicamos a beber y a cantar algunos grandes éxitos, cada uno en su mejor estilo, aunque tengo que reconocer que la que mejor lo hace es mi cuñada, pues tiene una bonita voz.

En el sofá contiguo, nos sentamos Karin y yo, como si fuéramos una pareja, mientras observo como ese nipón no nos quita ojo. Karin comienza a besarme, doblando su pierna y abrazándome con ella, mostrándole su largo tacón y dejando asomar su pequeño tanga bajo el vestido. Eso parece calentar a Kimura, que rápidamente mete mano bajo la faldita de mi cuñada, acariciando su sexo y haciendo que ella empiece a jadear al sentir sus dedos, pero con sus ojos clavados en nosotros, muy atenta a esa rubia que me besa con toda la pasión y creo que vuelve a estar celosa, a pesar de que ella está recibiendo buenos toqueteos en su coño.

Siguiendo mi plan, un gesto a Karin, le da la señal para que afloje mi cinturón y saque mi polla que ya está dura como el acero. Le ayudo a despojarme de los pantalones y tras ordenarla que se ponga en cuclillas frente a mis piernas, apenas sostenida por sus largos tacones, su boquita comienza a mamármela con un arte increíble y cuando miro a Marel, veo su cara de enfado, pero yo me limito a sonreír, disfrutando de esa boca de la modelo que logra sacarme varios gemidos. La lengua de Karin no deja nada sin chupar, desde mi glande, todo mi tronco o mis huevos, hasta incluso centrarse en mi ano, en un beso negro increíble.

-        ¡Qué bien, cariño! - digo yo en mi papel de amante.

-        Parece que lo hace muy bien. - me dice Kimura que ha dejado de meter mano a mi cuñada para observar atónito las habilidades de la lengua de esa despampanante rubia.

Por un momento veo en los ojos de Marel ese atisbo de celos cada vez más rabiosos, tal y cómo me esperaba, porque todavía resulta más sexy y más deseable, viéndola así. Entonces es cuando le propongo a Kimura.

-          ¿Quiere probar lo bien que lo hace Karin?

-          ¿En serio podría? - me pregunta ilusionado el japonés queriendo recibir esos lengüetazos.

-          Por supuesto, Karin, lo hará encantada. ¿Verdad cariño?

La sueca me sonríe y dejando de chupármela, se levanta para agacharse entre las piernas de Kimura y sin más preámbulo le suelta el cinturón y le empieza a comer la polla con todo su afán, porque la chica cuando le pone ganas, no tiene rival.

-          Bueno, vamos a dejarles solos un ratito. - le digo a mi cuñada, mientras me voy poniendo de nuevo los pantalones.

Marel está algo enfadada, porque se ha sentido celosa de ver lo bien que me lo estaba haciendo la rubia y tirando de su mano, salimos de esa sala de karaoke para dirigirnos directamente al baño de señoras. El lugar es amplio, lleno de lavabos en una gran encimera y rodeado de espejos. Agarro ami cuñada por la cintura y la siento sobre esa encimera con sus piernas colgando. La beso en el cuello y aunque la noto ronronear, quiere hacerse la dura.

-          Te noto celosa. - la digo.

-          Bueno, pues parece que lo pasabas muy bien con esa Karin, ¿no? - me dice frunciendo el ceño.

-          Bueno, pero no la chupa como tú, preciosa.

Al escuchar eso, mi cuñada no puede evitar soltar una sonrisa, pero sigue en sus trece e intenta ponerse seria:

-          De seguro que querrías tirártela como has hecho con la chica de recepción.

-          No lo niego, cariño, ambas lo hacen muy bien, pero a la que quiero follarme ahora es a ti.

De pronto la subo la falda hasta la cintura y de golpe le arranco el tanga, de la misma forma que hiciera con Hitomi, dejando a mi cuñada con la boca abierta al ver mi forma salvaje de arrancarle las bragas. Abro mi bragueta y saco mi polla que está empapada con la buena lubricación que me hizo la sueca y mi propio líquido preseminal. Me ubico entre sus piernas, apunto con mi polla a ese chochito que atravieso de una estocada hasta clavársela hasta el fondo de su matriz, haciendo que ella eche su cabeza hacia atrás, soltando un largo gemido y abrazándose a mi cuello, al tiempo que también me abraza con sus piernas en mi cintura.

En esa misma postura y sin salir ni un centímetro de su coño, la cojo en volandas, sujetándola por el culo y ambos vemos nuestro reflejo en todos los espejos de ese baño. La imagen es brutal, el cuerpo delgado de mi cuñada subido a horcajadas sobre el mío, mientras yo la sostengo en el aire y sin ningún apoyo empiezo a subir su culo sacando ligeramente mi polla de su interior, para dejar solo la punta y dejarla caer de nuevo, empalándola hasta lo más profundo y arrancándole otro nuevo gemido intenso que de seguro se ha tenido que escuchar en casi todo ese local de karaoke. A partir de ahí empiezo a follarla en volandas, apretando mi pelvis cada vez que se la meto y escuchar sus gemidos junto a mi oreja me vuelve loco, porque es una delicia estar dentro de mi cuñada y escuchándola gemir de esa manera. Mientras, ella con los movimientos ha dejado una de sus tetas por fuera de la blusa y con mi boca la atrapo hasta alcanzar ese pezón que es como un garbanzo y comienzo a chuparlo mientras no paro de clavársela allí de pie, en medio de aquel baño, de forma enérgica. De vez en cuando miro nuestro reflejo en el espejo y no me creo que esté follando con esa preciosidad en volandas... veo como mi polla entra y sale de ese apretado coñito y es el doble de disfrute sentirlo y verlo a la vez.

-          ¡Dios, Aritz, qué gusto! - gime ella, sujetándome del pelo hasta hacerme daño.

Eso provoca que mis embestidas sean más fuertes y la folle salvajemente, escuchándola jadear y gritar, presa del placer. Mi boca se apodera de la suya y nos besamos en ese polvo loco y prohibido.

-          ¿Te han follado alguna vez así? - la pregunto separando nuestras bocas un instante.

-          ¡No, joder, nunca! - dice ella casi en un grito.

Sigo embistiéndola, chupando su pezón, sus labios y su cuello alternadamente hasta que escucho como se corre, al tiempo que los músculos de su vagina se contraen, apretando aún más mi polla dentro de ella, por lo que me corro a continuación, soltando unos cuantos chorros en su interior, hasta que exhausto la vuelvo a apoyar en la encimera, sacando mi polla de dentro de ese cálido coño del que se escurre un gran río blanco que acaba goteando en el suelo.

-          Vaya polvo, cuñado. - me dice dándome un cálido beso.

-          ¿Ya se te ha pasado el cabreo?

-          Sí, cabrón, con lo bien que follas se me quitan todos los males. - me dice mordiéndome el labio con sus dientes, consiguiendo hacer que me duela.

-          ¡Augh! - protesto.

-          Me tienes loca, Aritz.

-          Y tú a mí, cuñadita... Me he vuelto a correr dentro. - digo a modo de disculpa.

-          Nada me gusta más que sentir tu leche caliente ahí dentro. - añade recogiendo parte de mi semen entre sus dedos para llevarlo a su boca y degustarlo.

Continuará...

Raúl & Sylke