El secreto de mi cuñada (Capítulo 8)

Los japoneses están nerviosos y excitados, ya no sé si tanto por ver los productos o por disfrutar de la propia Mayder que les dejará a todos alucinados.

CAPÍTULO 8

Los japoneses están alucinados al ver aparecer a  Marel o en este caso, Mayder, caminando lentamente por esa gran habitación, meneando sus caderas, marcando un paso elegante y sensual haciendo sonar sus tacones, mientras ellos guardan silencio, expectantes. Mi cuñada a medida que pasa por detrás de cada uno de ellos, acaricia sus nucas con la punta de sus dedos.

-        Si no les importa, voy a grabar la sesión. - digo yo usando el móvil de mi cuñada y empezando con un nuevo video de Mayder en plena acción.

Ninguno pone objeción y lógicamente a mí no se me va a ver la cara, porque soy el que grabo y a Marel es difícil reconocerla con su cara tan maquillada, sus labios rojos y sus gafas de sol que cubren gran parte de sus ojos, Yo sé que es ella, pero incluso me hubiese costado reconocerla.

De pronto Marel me pide ayuda y siguiendo sus indicaciones, sostengo su mano y la silla con mi pierna, que ella pisa segura con uno de sus tacones y con un segundo paso, se sube de golpe a la mesa, quedando allí de pie, como una estatua de afrodita ante la atónita mirada de los nipones. Subida sobre la mesa, es todavía más impresionante. Mi cuñada en su mejor papel de Mayder, se pone en el centro de esa mesa y va bajando lentamente la cremallera delantera de su vestido de cuero rojo. Todos los presentes se quedan observando su cuerpo y cuando ella abre el vestido de par en par, ofrece a todos una visión de lo más sugerente, que consiste en un sujetador casi transparente, en el que se muestran las redondas aureolas de sus pezones y abajo lleva un pequeño tanga negro, también semi transparente en el que se dibuja la forma de su vulva. Para rematar esa indumentaria, lleva dos medias con ajuste de silicona en lo alto de su muslo. ¡Está arrebatadora!

Ella se despoja del vestido sin que nadie pierda detalle y camina con esa lencería tan atrayente, que seguramente ella pudo coger para el viaje y que, por cierto, forma parte de nuestra colección más exclusiva. De fijo que a ellos les ha gustado, sobre todo sobre el cuerpazo de mi cuñada.

Algunos de esos directivos toman notas sobre ese bonito conjunto, que, sin duda, Mayder o Marel, saben lucir como nadie. Ella avanza con sus taconazos sobre la mesa y agachando su cuerpo y sus pies juntos, se suelta la hebilla de uno, mostrando toda su sensualidad, luego la del otro y se descalza para tumbarse en la mesa y hacer movimientos lascivos acariciando su cuerpo, unas veces boca abajo moviendo su culo hacia arriba y abajo, tan solo cubierto por una fina tela que se cuela entre sus glúteos, otras veces boca arriba acariciando sus enormes tetas. Yo no dejo de grabar, pero al mismo tiempo de admirar ese maravilloso show en vivo e intento que no me tiemble el pulso.

Marel avanza a gatas como una leona hambrienta, con ojos viciosos, hasta llegar al primero de los directivos de esa empresa. Se sienta en el borde, abre sus piernas ante él, hasta que estira una y coloca su tobillo sobre su hombro. Con un claro gesto, le indica que la quite la media y el empleado tras mirar a su jefe, va bajando la media lentamente por esas interminables y perfectas piernas. Mi polla se ha puesto totalmente dura, porque creía conocer a mi cuñada, pero ahora estoy viendo a Mayder en vivo y es algo realmente alucinante.

Ella vuelve a avanzar a gatas, relamiéndose hasta llegar al siguiente directivo que, con la misma operación, acaba despojándola de la segunda media. Ella gesticula como si estuviera en trance al quedarse sin medias y avanza hasta el siguiente. Esta vez se pone de rodillas frente a ese nipón que parece estar sudando y le ofrece sus tetas a pocos centímetros de su cara. Entendiendo su petición, ese hombre echa mano a su espalda, soltando el corchete del sostén, que cae sobre la mesa haciendo botar esas enormes tetas ante sus ojos. Veo como el tipo se afloja el nudo de la corbata muy nervioso observando, a pocos centímetros, esos pechos rotundos y perfectos.

Mi cuñada vuelve a jugar sobre la mesa, esta vez, tan solo con su diminuto tanga que ofrece al cuarto de los directivos mientras veo como Kimura se moja los labios admirando a esa belleza. Ella se sienta en el borde la mesa y él sin dificultad, agarra el tanga por sus caderas para deslizarlo y dejarla desnudarla completamente. ¡Dios qué maravilla! Si no fuera porque me la he follado hace apenas unas horas, me parecería imposible haberlo hecho con semejante diosa.

Marel sigue jugando con su cuerpo, ahora totalmente en pelotas en el que se puede vislumbrar en su coño asomada la punta del vibrador y en su culo el brillante plug anal, mientras se pasea sensualmente cerca de cada uno de ellos. Ella pasa cerca de mi silla, saca su lengua y rodea con ella mis labios. Yo grabo toda la sesión, pero procuro que no se vean mis ojos. Después ella me pide el otro móvil, es decir el mío y de nuevo gateando ofreciendo el bamboleo de sus teta y el meneo de su culo, llega hasta el director y se lo entrega para que use la aplicación del lush.

Kimura mira la pantalla, luego me mira a mí y entiende la jugada, por lo que da la primera descarga que hace temblar todo el cuerpo de mi cuñada, que se acaricia todo su despelotado cuerpo ante los ojos alucinados de esos cinco hombres. El director, da otra descarga con más potencia y se oye un fuerte:

-         ¡Sí, oh, oh, oh! - mi cuñada está boca arriba, con sus manos en sus tetas, pellizcándose los pezones y su boca abierta del inmenso placer que recibe en su coño con ese aparatito.

Los japoneses comentan entre ellos entre risas nerviosas y vuelven a darle varias descargas más, haciendo que Marel, se corra entre gemidos, acariciando todo su cuerpo y que allí tumbada sobre la mesa.

-        ¡Es increíble! - comenta entusiasmado Kimura, aunque no sé si lo dice por el juguete o por la propia Marel corriéndose desnuda sobre la mesa.

-        Entonces, ¿les gusta?

-        Sí, nos lo quedamos y la lencería también. - afirma eufórico sin dejar de observar ese cuerpo de mi cuñada que aún se cimbrea extasiado sobre la brillante mesa.

-        ¿Y el plug? Ese es nuestro producto más demandado en Europa. - les comento.

Kimura me mira, dudando, pero según lo hablado con mi cuñada, echo el último órdago:

-        Mayder, por favor, enséñales a estos caballeros ese plug.

Ella me sonríe y vuelve a gatear nuevamente sobre la mesa, tirando de cada una de las corbatas de esos directivos y arrastrando sus sillas hasta que quedan todos apelotonados en la punta de la mesa alrededor de su director. Marel se pone a cuatro patas, de espaldas a ellos, en el borde de la mesa, ofreciéndoles su redondísimo culo.

-        ¿Puedo? - pregunta Kimura nervioso con su mano temblorosa, teniendo ese culazo de mi cuñada ante sus ojos y la base del plug asomando de su ano.

-        Por supuesto. - le digo.

Las dos manos del director acarician primero todas sus posaderas, comprobando la tersura y suavidad de esa piel y ella que me ve está viendo de cara, me sonríe y me guiña un ojo, cómplice de nuestro juego. Kimura sigue acariciando ese culo y alguna otra mano de sus directivos, acaba posándose en esos glúteos, algunos acarician sus muslos, incluso uno de ellos se atreve a sopesar sus grandes pechos que cuelgan debajo de ella. Marel cierra los ojos, al sentirse invadida por cinco pares de manos, que cada vez, con más atrevimiento y de forma lujuriosa, acaban acariciando todo ese cuerpo desnudo, pasando a ocuparlo por sus bocas y lenguas. Parecen cinco hienas hambrientas comiéndose a su presa.

No puedo evitar acariciar mi polla encima de mi pantalón viendo aquello, pero sin dejar de grabar esa escena de cinco orientales salidos disfrutando con esa lujuriosa Mayder. Kimura tira del plug lentamente hasta que sale de ese pequeño orificio virgen de mi cuñada y se queda flipado. Él levanta la vista enseñándome el plug recién extraído y aun mojado... diciendo en alto.

-        Por supuesto, también lo queremos. - me dice Kimura entregándome el plug que noto todavía caliente.

Yo, además de cachondo, estoy alucinado imaginando los miles de pedidos que nos van a llover de este plug en todo el este de Asia y me lo guardo en el bolsillo.

A partir de ese momento, los japoneses están entregados al juego y han perdido totalmente los papeles, tal y como había previsto mi cuñada, que ahora, se ha bajado de la mesa y está arrodillada, mamándoles la polla alternadamente a cada uno de ellos. Yo me acerco a grabar desde primeros planos y comprobar que efectivamente ninguno de esos orientales está excesivamente dotado, pero bastante mejor que todos los tópicos escuchados sobre eso y ella se entrega de lleno con cada uno a los que va chupándoles los huevos y comiéndoles la polla alternadamente hasta hacerla desaparecer en su boca. Solo se oyen los chupones de Mayder, que traga como una posesa hasta la garganta cada una de esas vergas asiáticas y las respiraciones de esos cinco hombres a los que hace correrse sobre su cara, sobre su pecho y alguno se derrama sobre su coño, uno tras otro, de forma precipitada y abundante en un bukake mágico y bestial que queda grabado para la posteridad y para ese cliente Vip, que pagará una buena suma por esa exclusiva y de paso nos habrá rentado millones para nuestra empresa, con tan solo tres artículos. No me lo puedo creer.

Cinco minutos después, los hombres comentan entre ellos satisfechos y felices por esas increíbles mamadas que les ha regalado la increíble Mayder, mientras ella desnuda, sigue recogiendo los restos de semen de su cara y sus tetas, para meterlos en su boca y tragarlos con gusto, poniéndoles aún más nerviosos, algo que también dejo grabado, para ese cliente Vip pero sobre todo para mí también.

Firmamos el contrato y la primera propuesta de pedido con esos productos y quedamos para el día siguiente para ofrecer el resto del catálogo, aunque Kimura insiste en que sea Mayder quien haga la presentación.

Amablemente le ofrecen a mi cuñada, o para ellos “Mayder” un pequeño baño dentro de ese mismo despacho para que se lave y al final ella se pone las medias y los tacones, pero ellos insisten en quedarse la lencería como recuerdo sabiendo que ha estado sobre la piel de esa criatura tan increíble. Entonces ella se pone el vestido sobre su cuerpo desnudo.

Antes de salir me agarro a su cintura.

-        Has estado increíble - la digo.

-        Ya te dije que confiaras en mí.

-        Ya lo creo y ni siquiera ha hecho falta que te los follaras.

-        Bueno, mañana será otro día. - añade ella sonriente.

Nos despedimos con un estrechamiento de manos a Kimura y salimos de esa sala hasta el día siguiente. Igor que estaba sentado fuera, se levanta al vernos aparecer.

-        ¿Qué tal? ¡Cómo habéis tardado! - nos dice protestando otra vez, pero es cierto, sí que hemos estado bastante rato ahí dentro.

-        Ha sido duro, pero creo que lo hemos conseguido. Y todo gracias a tu mujer. - le digo todavía excitado por todo lo vivido.

-        ¿Tan bien lo ha hecho? - pregunta él sin entender el verdadero arte de su esposa.

-        Por supuesto, han quedado encantados.

-        Iremos a celebrarlo a algún restaurante, ¿entonces? - dice él.

-        Yo estoy muerta, cariño - dice ella. - tengo ganas de ir al hotel y meterme en la cama, estoy agotada.

-        ¡Joder, Marel, vaya muermo, es nuestro aniversario!

-        No, cariño, lo primero es el trabajo y nuestro aniversario es el domingo... así que tranquilito. - dice ella poniéndose seria.

-        No seas un cabrón egoísta, Igor, que tu mujer se ha dejado la piel ahí dentro – le recrimino yo, disfrutando de cada palabra y de su cara en ese momento sin que sepa que lo digo de forma literal, después de que esos japoneses bañasen esa piel con su leche tibia y yo disfrutando de que sea un cornudo integral mientras mi cuñada parece aguantarse la risa.

Un taxi nos lleva al hotel y tras hacer el check in, la recepcionista que conversa en japonés animadamente con Marel, nos entrega las dos tarjetas correspondientes a nuestras habitaciones, una para el matrimonio y la otra, para mí, naturalmente.

En el momento en el que le piden el pasaporte a Igor y se pone a firmar la reserva, yo agarro de la cintura a mi cuñada para decirla aparte, en un susurro junto a su oreja:

-        Recuerda que no puedes follar con este. - la digo señalando a Igor.

Ella me mira y sonríe, para esta vez acercar sus lindos labios a mi oreja.

-        Tranquilo que en este viaje me follarán todos menos él... y por cierto alguien estrenará mi culito. - añade sacando la punta de su lengua entre sus labios, totalmente provocadora.

Tengo que suspirar, pues no sé si aguantaré toda la noche con este calentón, teniendo a mi cuñada en la habitación de al lado y mi polla a tope después del espectáculo del bukake.

Subimos en el ascensor los tres juntitos, aunque sin pronunciar palabra, tan solo cuando Igor abre la puerta de su habitación y ella me lanza un beso, con la cara cansada, sin duda se ha ganado un buen descanso.

-        Hasta mañana cuñado. - me dice.

-        Hasta mañana, preciosa. Descansa. - la respondo yo.

Me meto en mi habitación con un calentón tremendo, pues no me quito de la cabeza la sesión que hemos vivido en las oficinas de Kimura y por suerte he guardado una copia de la grabación en mi móvil. En todas las imágenes Marel está espectacular, tanto por su prodigio de cuerpo como por sus habilidades, primero haciendo un show y que esos directivos la desnudasen, para acabar mamándosela a esos cinco hombres a la vez. ¡Es increíble! Mi polla está dura rememorando esas escenas que tuve la suerte de ver en vivo y las ganas que tengo que estrenar ese culito de Marel que aparece en las imágenes. Entonces recuerdo que tengo el plug y lo saco, observando la suerte que nos ha dado este juguetito y lo bien que se lo ha montado mi cuñada, consiguiendo que reventemos las ventas en Asia. Se merece un ascenso y eso que acaba de aterrizar en la empresa.

Entonces decido llamar a mi socio para contárselo todo y me pongo en video llamada. Tarda un rato en contestar y al final lo hace, con la imagen temblorosa Y puedo comprobar que tiene el torso desnudo.

-        Hola Ander, ¿No te habré pillado en mal momento o durmiendo?

-        No, no, tranquilo Aritz, aquí son las cinco de la tarde.

-        Ah, aquí es la una de la mañana. ¿Qué haces? - le pregunto.

-        Bien, bien... esto... bueno, cuéntame, ¿cómo ha ido? - me pregunta, pero veo que su voz tiembla y que su otra mano sube y baja sin parar.

Los sonidos guturales, de chupeteos y respiraciones entrecortadas dejan claro que alguna zorrita se la está chupando.

-        ¿Qué andas haciendo que no descansas, colega? - le pregunto.

-        ¿Estás seguro de querer verlo? - me dice el otro sujetando la cabeza de la chica rubia que sigue afanosa en su felación.

Con esa frase queda claro quién se la está chupando, claro y es nada menos que mi mujer y creo que se han debido pasar todo el día dale que te pego. ¡Qué cabronazo! Justo en ese momento cuando le afirmo, Ander me enfoca hacia abajo para descubrir el cuerpo desnudo de Mar, tan solo con sus tacones rojos, el pelo recogido en una coleta, por la que Ander la sujeta, mientras ella, arrodillada se la mama frenéticamente a mi socio.

-        ¡Pero qué putón estás hecha! - la digo riendo mientras veo esa forma suya de tragar de forma desesperada.

En ese momento Mar levanta la cabeza de la polla tiesa de mi socio que sujeta con su mano y de sus labios cuelga un gran hilo de babas para acabar mirando hacia la cámara y verme en la pantalla. Tras sonreír y quitarse esas babas de la barbilla me dice:

-        Ah, hola cari, eres tú... es que estaba concentrada.

-        Ya veo...

-        Es que te echo mucho de menos cari y al menos Ander me tiene bien atendida.

-        Estás hecha todo un zorrón...

-        Ya sabes, amor que me vuelvo loca por una buena polla, sobre todo la tuya, pero bueno, tu socio está haciendo un buen trabajo.

Ella vuelve a la faena e instintivamente saco mi polla y empiezo a pajearme cuando ella vuelve al ataque para comerse de nuevo la de mi amigo. La imagen no puede ser más brutal, ver a mi mujercita desnuda, sujeta por su coleta de la mano de mi amigo, mientras ella traga y traga como una posesa.

-        ¡Aug Joder!, tu mujercita la sabe chupar bien. - dice el otro.

-        Ya lo creo. Y la otra también. Tendrías que verla - digo refiriéndome a mi cuñada.

-        ¡Qué suertudo, cabrón! Ah, por cierto, ¿cómo fue todo? - me pregunta Ander.

-        De fábula, tío, no te puedes hacer idea, la tía les montó un numerito y se la chupó a los cinco japoneses y nos han hecho un primer pedido bestial, pero mañana tenemos otra reunión con ellos, así que de seguro que vamos a vender más productos.

-        Joder qué bien, colega. Ya te dije que esa chiquilla tenía potencial.

-        ¿De quién habláis? - comenta de pronto Mar levantando su cara y pajeando la polla de mi socio.

-        No, de una de nuestras modelos de aquí, ha hecho un buen trabajo y nos va a generar mucha pasta, cariño. - la respondo.

-        Ah, supongo que es la chica del video del plug, ¿no? - añade Mar.

-        Pues claro, ¿quién iba a ser si no? - comento.

-         Oye, por cierto, acuérdate de lo de mi hermana, que la den lo suyo en ese viaje, ya sabes a lo que me refiero. No te olvides.

-        Claro amor. De eso no me olvido. Lo tengo presente en todo momento.

-        Gracias cari, me haces muy feliz y a ella también. Y por cierto, tú no te olvides de disfrutar también con esos coñitos asiáticos… pero lo primero de todo es que a mi hermana no le falte una buena verga.

En el fondo las palabras de Mar me confunden. No sé muy bien si está jugando a despistarme y lo sabe absolutamente todo o sencillamente no sabe nada y el cabrón de Ander me ha timado para que me folle a mi cuñada sin remordimientos.

Mar vuelve al ataque haciendo varias metidas de la polla de mi socio en su boca, cuando la vuelve a sacar y preguntarme con su mayor cara de zorra:

-        Cielo, ¿quieres ver cómo me folla el culo, Ander?

Mi mujer ni siquiera espera mi respuesta, porque está deseando hacerlo y mostrármelo. Se incorpora, ofreciéndome una buena vista de su precioso trasero, que se abre en un primer plano de la cámara del móvil y que tanto me recuerda al de su hermana, algo que hace que me pajee más deprisa, anhelando ese culo que tiene y sus dos impresionantes agujeritos.

-        ¡Vamos Ander, enséñale a mi marido como me partes el culo! - añade ella moviendo en círculos su pandero.

-        Con tu permiso, colega. - dice el otro sonriente a la cámara.

Mi socio pone a mi mujer con el culo en pompa. Primero pasa su polla por la rajita brillante, embadurnándola bien con los jugos de ella, que demuestran lo cachonda que está, incluso se la mete un par de veces en el coño, haciéndola gemir y al sacar ese trozo de carne está bien lubricado y brillante. Entonces apoya el glande en el orificio posterior y agarrándose a coleta rubia se la clava de golpe, como a ella le gusta... y entonces se la oye un sonido entre gemido y grito, pero que se convierte en jadeo en el momento en el que mi socio comienza a bombearla y a bufar, seguramente sintiendo como las paredes del culito de mi esposa aprisionan su polla... hasta que Ander no puede sostener el teléfono y con tanto movimiento se le cae de la mano hasta estrellarse en el suelo. Entonces lo recoge de nuevo y con su polla totalmente insertada en el culo de mi esposa, con un primer plano de su follada, me dice.

-        ¡Joder, macho, este culo es una pasada!

-        Uf, cabrón, disfrútalo... os dejo seguir tranquilos, que no quiero desconcentraros. - añado y cuelgo la llamada.

Joder es muy fuerte, lo primero ver a mi mujer desnuda chupándosela a mi socio, con total descaro y con su enorme entrega para luego ofrecerme con su cara de zorra cómo quiere que la vea enculada con la polla de mi amigo y lo peor de todo es que he disfrutado viéndolo.

El calentón de todo el día sumado a esa video llamada me tienen loco y por un momento meto mi polla en mi pantalón acudiendo en primer lugar a la habitación de al lado, con intención de llamar a la puerta y que Marel me baje esta tensión, pero al no escuchar nada entiendo que deben estar durmiendo, por lo que decido no molestar, como reza el cartel de la puerta y me bajo a tomar una copa al bar del hotel, al menos un copazo me vendrá bien para calmar mi sed, mi sed de sexo naturalmente.... Marel se merece ese descanso y supongo que la pobre estará agotada, entre el viaje, las buenas sesiones del baño del avión y todo el número montado con los japoneses, teniendo que comérsela a los cinco, es brutal.

Al bajar al hall del hotel pregunto en la recepción a la chica que atiende a esta hora, una preciosa japonesa de grandes ojos rasgados, con cara de niña, bueno, como suele pasar con casi todas las orientales que aparentan menos edad de la que tienen realmente.  Me acerco a ella y devolviéndole su amable sonrisa la pregunto en inglés:

-        Perdone señorita, ¿el bar del hotel?

-        Disculpe caballero, pero cierra a la una.

-        Vaya. - respondo algo contrariado.

-        Si lo desea puedo ordenar que le suban una copa a la habitación o si lo prefiere aquí en el hall, en alguno de nuestros cómodos sofás.

-        Si, bueno, no... hubiera preferido algo de compañía, ya sabe. - respondo con otra de mis sonrisas.

-        Yo acabo el turno en diez minutos, si quiere charlar, no me importa, mi novio tardará una hora en venir a buscarme.

Es curioso, pero esa japonesa ha logrado hacerme olvidar por un momento de todo lo vivido en el día, sus grandes ojos y su blanca sonrisa, me encandilan, así que diez minutos después esa chica se sienta en el sofá junto a mí. De cerca resulta todavía más bonita, más frágil, con su cara blanca de porcelana, sus bonitos ojos rasgados, perfilados con elegancia con un rímel negro y reflejos dorados, al igual que sus labios, que pequeñitos, son muy sensuales, de un color rosa pálido y lo mejor, siempre su blanca sonrisa.

Me fijo en ella, sin ser capaz de calcular su edad, pero no le echo más de veinticinco. Su pelo corto, a la altura de su cuello, es negro y su uniforme de chaqueta azul, camisa blanca, corbata y falda de tubo, muestran una belleza exótica, de una mujer muy atractiva, de bonitas piernas enfundadas en medias de cristal. Unos largos tacones negros destacan en sus pequeños pies, pero muy sensuales también.

-        Me llamo Aritz. - la digo cuando ella sirve dos copas en la pequeña mesita que tenemos delante del sofá.

-        Yo soy Hitomi. - me responde.

-        Encantado HItomi, la digo, sin los dos besos de rigor, aunque me apetecería hacerlo, pero en Japón, eso no se estila como en Europa.

La conversación con esa mujer se me hace muy amena, divertida incluso para una mujer oriental, acostumbradas a ser más sumisas y silenciosas, pero es muy habladora y simpática. Nos tomamos un whisky japonés de malta, bastante bueno, que no le hace ningún feo a un escocés de categoría, recomendado por ella misma. Al principio hay cierta distancia en nuestras conversaciones, pero le ruego que hablemos con confianza, que nos tuteemos y le acabo contando a qué me dedico, algo que le llama mucho la atención. Le regalo una tarjeta para que se compre lo que le apetezca en nuestra web con el consabido código Vip. Hasta que nos terminamos la segunda copa y ella me dice.

-        Bueno, Aritz, agradezco tu compañía y ese regalo que me has hecho para tu web, pero mi novio estará a punto de llegar.

-        El placer ha sido mío Hitomi, has sido encantadora, me has hecho una agradable compañía y eres... preciosa. - la digo.

-        Gracias, espero verte por aquí en el hotel. - responde mostrándome su dentadura perfecta.

-        Claro. ¿Entonces tu novio ha llegado? Es un hombre afortunado.

-        Jeje... no, él no entra por la recepción, me viene a buscar al garaje del hotel.

-        Ah, entonces te acompaño. No puedo permitir que, a estas horas, una chica sola deambule por un garaje desierto. - me ofrezco poniendo mi brazo para que se agarre a él y ella vuelve a regalarme una de sus atrapantes sonrisas.

Bajamos en el ascensor, hasta el segundo sótano, en donde se encuentra el parking subterráneo y al caminar en ese lugar, vacío y solitario, se marca el sonido de sus tacones al caminar... ese ruido mágico que siempre me vuelve loco, así que intento tirar la caña con esa preciosidad.

-        Tienes unas piernas preciosas, Hitomi. - la digo mientras caminamos con ese atrapante “toc, toc” de sus tacones en dirección al lugar a donde debería llegar su novio con el coche.

-        Muchas gracias. - responde ella. - por tu trabajo estarás harto de ver mujeres espectaculares y no creo que yo...

-        Tu eres especial, Hitomi. Encandilas con tu belleza, tu simpatía y tu mirada. - la interrumpo.

-        ¿En serio? - dice ella sorprendida.

-        Totalmente... y ¿puedo serte sincero sin que te sientas ofendida?

-        Claro, por favor.  - dice ella con esa dulce sonrisa.

-        Estoy empalmado desde que te he visto en el primer momento.

Se produce un largo silencio en el que espero que o bien me cruce la cara o simplemente me suelte una fresca, pero es que los dos copazos de whisky me han soltado la lengua y a veces soy un poco “bocas”, pero en cambio ella me deja sorprendido y tras mirar a ambos lados estira su mano y agarra mi polla por encima del pantalón para comprobar que no miento.

-        Parece cierto lo que dices. - añade y tira de mi bulto hasta que desaparecemos detrás de una columna, junto a un Ferrari rojo allí aparcado.

Hitomi, me hace sentarme en el capó de ese deportivo, bajándome los pantalones con asombrosa pericia, hasta que sale a relucir mi tranca totalmente tiesa.

-        Uf, es enorme. - dice relamiéndose.

A continuación, se pone en cuclillas y agarrando mi polla por la base se la introduce en su boquita haciéndome una extraordinaria mamada... joder, estoy en la gloria viendo esos labios diminutos tragando mi dura verga hasta donde su garganta le permite, ya que ella es menudita y por mucho que lo intenta, no es capaz de tragársela entera, de hecho, eso solo ha conseguido Marel hasta ahora y todavía no sé cómo.

Me agarro a la cabeza de esa preciosa oriental y ayudo con mi mano a acompasar los movimientos de su boca con mi propia pelvis empujando cada vez que su boca se introduce más porción de mi polla, rememorando la cara de mi esposa comiéndosela a Ander o viendo como mi socio la enculaba...  estoy tan desbocado, que lo que provoco es que ella tenga que sacársela entre arcadas y tosiendo, con un gran hilo de babas y flujos que se extiende por toda su barbilla, llegando a escurrirse por ese capó rojo del Ferrari. En ese momento, agarro a esa preciosidad del pelo con brusquedad y la acerco a mi cara, para pasarle la lengua por esa carita, degustando el sabor de su boca, llena de babas con mis propios fluidos, de la forma más cerda y salvaje, pero a ella parece encantarle, porque su mirada es de puro vicio, más aún cuando me dice.

-        ¿Aritz, donde has estado todo este tiempo? Eres increíble.

-        Tú sí que eres increíble, Hitomi.

-        Necesito tu polla dentro de mí. - dice de la forma más obscena meneándola varias veces.

Me quedo mirando esos ojos rasgados y su siempre presente sonrisa, entonces la hago cumplir sus deseos, tumbándola sobre el capó del coche y apoyando su culo, para arrancarle bruscamente su tanga blanco que sale rasgado y hecho trizas sobre el suelo. Su pequeño coño totalmente rasurado, excepto un pequeño y gracioso mechoncito sobre su pubis, es todo un reclamo, así que flexionando mis rodillas me meto entre sus piernas apoyando mi glande a la entrada de esa rajita, pudiendo notar lo lubricada que está. Ella me mira fijamente y se agarra a mi culo al tiempo que la oigo ronronear junto a mi oreja.

En ese momento pasan nuevamente por mi mente todas las imágenes del día, desde el cuerpazo de mi cuñada, siendo follado por mí en aquel reducido baño del avión, el fabuloso espectáculo que le ofreció a los directivos de la empresa nipona, el culo de mi mujer empalado con la polla de mi socio... y de un golpe violento de mi pelvis se la clavo a Hitomi hasta adentro, arrancándole un grito que retumba con un repetido eco, en el silencio de ese oscuro parking. Ella abre los ojos, tras sentirse completamente llena, con mi polla insertada hasta lo más profundo de su matriz y lentamente la saco, notando como ese chochito se aferra a ella con todas las ganas, para volverla a clavar y hacer que ella vuelva a dar otro pequeño grito, mezclado con un gran gemido que retumba de nuevo, mientras mi polla empieza a bombearla, sintiendo el roce total de nuestros sexos y viendo con esa carita dulce disfruta de mi bestial follada.

-        Uf, qué gusto, nunca me había sentido tan llena. - dice agarrada a mi cuello en un abrazo fuerte.

Aprovecho para levantarla, con mi verga totalmente insertada en su chochito y la sigo follando en volandas, algo que no me cuesta, pues pesa poco y la follo de pie, caminando mientras ella hace el esfuerzo por subir y bajar, para sentirse totalmente empalada en cada embestida, al tiempo que pone los ojos en blanco, gimiendo profundamente.

-          ¡Ay, nunca me habían follado así, en volandas! - dice con su cara desencajada de gusto y de felicidad.

Entonces apoyo su espalda en una de las columnas de ese garaje para seguir embistiéndola allí con fuerza, para llegar a lo más profundo de ese estrecho coño y notando como mis huevos chocan en su culo, al tiempo que ella se abraza a mí, sintiendo de lleno esa follada increíble. En ese momento pasa un coche muy cerca de nosotros y al verlo Hitomi me dice asustada.

-          ¡Para, que igual es mi novio!

Me detengo y saco sigilosamente mi polla embadurnada de los juguitos que emanan de ese chochito oriental, y como si fuera una muñequita de porcelana, la bajo de mi cintura colocando sus pies sobre el suelo oyendo un leve “toc” de sus tacones.

Al percatarnos de que ese coche no es el de su novio, Hitomi me mira con esa sonrisa perfecta y acercándose de nuevo donde mí y tras darme un suave beso en los labios, se agacha volviéndose a colocar de cuclillas, agarrando con su delicada mano mi duro miembro.

-          ¡Es preciosa! - me dice al tiempo que masturba lentamente.

A continuación, la apoya en los tiernos labios de su pequeña boquita para dar suaves besos por todo mi glande, jugando a continuación con su lengua en mi frenillo, algo que me hace temblar y lamiendo toda la largura impregnándola con su saliva. Tras sonreírme, vuelve a metérsela de nuevo en su boca, intentando tragar al máximo, algo que evidentemente no consigue.

Intento ayudarla agarrando su cabeza para que se acople a mis movimientos y es inevitable que en ese instante por mi cabeza vuelvan a pasar las imágenes de cómo Marel se la chupaba a los directivos o incluso cómo uno de ellos intentó penetrarla por su culo, aunque ella hábilmente lo apartó con su mano. Ese espectáculo ha sido memorable y solo de recordarlo me envalentono y agarro a Hitomi de los pelos levantándola de golpe para colocarla de nuevo contra la columna y ahí besarla de nuevo comiéndome esa boquita dulce que tiene, para luego girarla y ponerla contra la columna, de espaldas a mí, para subirle la falda de nuevo y admirar ese culito al que le doy un buen azotazo, resonando de nuevo en ese aparcamiento desierto, así como sus tacones porque la he desestabilizado con el manotazo.

-          ¡Aughhhhhhh! - se queja Hitomi, pasando su mano por el glúteo que se ha tornado encarnado.

Entonces agarro firmemente mi tersa y mojada polla e intento desesperadamente clavársela de una estocada en su agujerito posterior, pero resulta francamente imposible. Ella gira su cabeza viéndome con su cara asustada, pero yo intento de nuevo abrir paso en ese culito cerrado, pero no lo consigo tan solo se oye la voz de Hitomi quejándose.

-          ¡Aaaaaay... me haces daño!

-          ¿Tu novio no te folla este culito precioso? - la pregunto.

-          ¡Ay, no, me duele, es muy grande! - se queja ella aplastada contra la columna mientras mi glande hace intentos infructuosos por querer abrirse paso en ese agujero.

Sigo tan ofuscado, pensando que voy a hacer lo mismo con el culo virgen de mi cuñada que quiero cumplir mi sueño ahora mismo, con este otro divino culo virgen. Entonces introduzco un dedo en el coño de Hitomi, consiguiendo que emita un largo gemido.

-          ¿Te gusta? - le pregunto, mordiendo el lóbulo de su oreja.

-          ¡Siii! - dice ella emitiendo un largo gemido.

-          ¿Entonces me dejarás estrenar tu culito?

-          ¡Ay, no sé! ¿No me dolerá? - dice ella girando sus ojos mirándome fijamente. Noto en ellos que lo desea tanto como yo.

Casi todas las mujeres que conozco a las que he estrenado su culito, me hacen esa pregunta, temiendo que una polla grande les pueda reventar su agujerito prohibido, pero precisamente lo que les hace sentir dolor es mantenerse en tensión, por eso es importante que estén relajadas y es entonces cuando fuera del dolor, ese placer se multiplica por cien...

-          Tienes que estar excitada, lubricada y relajada. - la digo, al tiempo que introduzco dos dedos en su coño y empiezo a follarla con ellos de forma rápida y enérgica.

-          ¡Ay, sí, sí, sí... Aritz!

Los meto y saco varias veces, embadurnándolos bien con ese coño empapado y entonces lo que hago es intentar introducirlos en su culo, una vez lubricados mis dos dedos.

-          ¡Auf! - se queja ella al notar esa invasión repentina de mis dedos hasta la primera falange.

-          ¡Relájate, preciosa! - la digo notando como los músculos de su esfínter aprietan todavía con fuerza.

-          ¡Ah, me quema! - añade ella, cuando noto que ha aflojado ligeramente y he conseguido meter los dos dedos completamente.

Sigo un buen rato con mis dedos metidos, notando que cómo poco a poco se va aflojando su tensión.

Agarro mi miembro por la base y noto que esa barra de hierro está a punto de explotar, así que retiro mis dedos de su estrecho ano y sin miramientos ni delicadezas, de una estocada se la meto completamente, empotrándola aún más contra la columna y notando como su esfínter se abre a la presión de mi embestida y del grosor de mi polla que se ha hundido hasta el fondo. Es tanta la fuerza de mi acometida que oigo sus tacones chocar contra el asfalto, cuando baja de ese ímpetu que la llevó en volandas.

-          ¡Ahhh! - grita ella aterrada al verse empalada por primera vez y es tan fuerte ese sonido que sale de su garganta que me temo que nos hayan oído en todo el hotel.

La saco lentamente notando como la presión atenaza mi verga que está tensa como nunca y cuando ella se va relajando al notarla fuera, vuelvo a clavársela con fuerza, pillándola desprevenida nuevamente.

-          ¡Aaaah, para, que bestia, joder! - dice ella en un nuevo grito.

Me detengo durante unos instantes, con mi polla totalmente insertada en su culito y notando como su respiración es agitada mientras un ronroneo sale de su garganta, lo que me indica que el dolor se va transformando en placer.

A partir de ahí, me agarro fuertemente a sus caderas, y comienzo a darle embestidas cada vez más fuertes y duras, en un mete-saca brutal, que es acompasado por esos pequeños grititos de la japonesa, mezclados con largos jadeos.

Hitomi mete su mano bajo nuestros cuerpos, no sé muy bien para acariciar su clítoris o para darme un golpe en los huevos por mi forma salvaje de perforarle el culo en su primera vez. Entonces agarro fuertemente su muñeca, para subirle el brazo por encima de su cabeza y con la otra mano libre, me adentro bajo su camisa, para darle un tirón fuerte a la copa del sujetador, que oigo cómo se desgarra, al tiempo que saco su teta fuera, estrujándola tan fuerte que al notar el roce de mis yemas por su pezón se endurece al instante, mientras sigo clavándosela apretando mi cuerpo contra el de ella una y otra vez empotrándola contra esa columna.

Me encanta sentir la suave piel de su pecho, al tiempo que me atrapa la estrechez de ese ano, que estoy desvirgando de forma ruda y violenta. Noto en su cara la tensión, pero pasados unos segundos oigo como empieza a gemir, cada vez más fuerte, lo que me hace apretar aun con más fuerza, elevando su cuerpo y hacerlo caer sobre sus tacones contra el suelo, cada vez con más energía y viendo que está empezando a estremecerse de gusto en un orgasmo extraordinario. Entonces agarro su pelo, tirando de su cabeza hacia mí y sigo esa follada bestial, sintiendo las contracciones en mi polla mientras se corre... lo que provoca que yo también me derrame en su interior, soltando innumerables chorros y llenando sus entrañas en un orgasmo de ambos que parece interminable mientras nuestras respiraciones agitadas se van calmando.

Es tanta la tensión de ese culo que casi me cuesta extraer mi polla y cuando lo consigo suena casi como un descorche. Es en ese preciso momento, cuando Hitomi lanza un largo gemido, corriéndose de nuevo en lo que es un río de fluidos en plan squirting, que baña sus piernas, sus tacones y llega a hacer un charco en el suelo.

-          ¡Joder! - dice ella con su cuerpo tembloroso, teniéndose que agarrar a la columna para no caerse.

Cuando me aparto unos pasos de ella, observo ese culo blanco en el que destaca el agujero dilatado de su esfiter, mientras veo toda su ropa desmadejada, con la falda enrollada en su cintura, el tanga rasgado colgando de uno de sus tobillos y el tirante roto de su sostén.

Entonces, esa preciosa oriental se gira dando un par de pasos hacia mí, en el momento en el que yo me espero que me vaya a partir la cara o algo parecido, por mi brusquedad y justo cuando pienso que me va a dar una hostia o me va a maldecir para toda la vida junto con montones de improperios, lo que hace es soltarse la camisa y quitarse el sostén que le he roto, dejándolo en el suelo junto a su tanga roto. Por un momento me quedo mirando sus pequeñas tetas y sus dos pezoncitos oscuritos, y luego levanto la vista para decirle:

-          Yo... lo siento, Hitomi.

Ella se queda mirando las dos prendas rasgadas y tiradas en el suelo.

-          Yo no lo siento, lo único que ese conjunto era nuevo... - dice con su gran sonrisa.

-          Bueno, por eso no te preocupes. - comento al tiempo que saco de mi bolsillo otro bono VIP que le entrego para que adquiera el conjunto de lencería que desee de nuestra web.

-          Gracias, hoy salgo ganando por todos lados. Aunque no sé si me podré sentar en unos días. - añade riendo.

Hitomi se limpia los restos de mi esperma y de sus propios fluidos que han calado sus piernas y acto seguido se vuelve a colocar la camisa y la falda, sin nada debajo, naturalmente y luego observo como de su bolso, saca un pequeño espejo, un pintalabios y el rímel para retocarse la cara, mientras yo me subo los pantalones.

-        Nunca me han follado así... y tan... - dice ella sin acabar la frase.

-        ¿Bestia? - pregunto yo.

-        Sí, ha sido increíble.

-        Para mí también, digo acariciando la fina piel de sus mejillas con el dorso de mi mano.

-        Uf, espero que mi novio no se dé cuenta de que no llevo braguitas ni sujetador. - me dice con su dulce sonrisa mientras ambos miramos esas prendas rasgadas en el suelo del parking.

-        Bueno si te descubre dile que le estabas esperando y que tienes ganas de que te folle. - le digo a la vez que le señalo las manos en forma de disculpa

-        Uf, después de este pedazo polvo que me has dado y me has hecho disfrutar, creo que hoy mi novio se quedará a dos velas. - me contesta y los dos reímos.

De pronto, justo cuando nos hemos repuesto y cuando ella ha recogido del suelo su lencería para meterla en su bolso, un coche entra en el parking y ella dice en un sobresalto.

-          ¡Uf, mi novio!

En ese instante, aprovecho para ponerme detrás de la columna en la que hace apenas unos minutos me estaba follado a esa preciosa oriental entre gritos y gemidos. Es curioso, pero el destino ha jugado en mi favor una vez más.

Hitomi se coloca bien su corbata y saluda a su novio disimulando, sin que él logre verme, pues permanezco escondido detrás de la columna. Les oigo hablar, aunque lógicamente no entiendo lo que dicen y veo que esa preciosa japonesita da la vuelta para meterse en el coche, no sin antes dirigirme una última mirada y su eterna sonrisa, al tiempo que me guiña uno de sus rasgados ojos, demostrándome lo mucho que lo ha disfrutado, seguramente tanto como yo.

Unos segundos después estoy subiendo en el ascensor que lleva a mi planta. La experiencia ha sido increíble, la verdad y gracias a Hitomi, nada más entrar en mi habitación y tumbarme sobre la cama, me quedo dormido al instante como un bebé.

Al día siguiente me encuentro en el comedor con Igor para desayunar y veo que tiene cara de pocos amigos.

-        ¿No has dormido bien, cuñado? - le pregunto - Pues yo he dormido como los angelitos. - añado pensando en lo descansado que me quedé con ese encuentro con Hitomi. - Por cierto, ¿tu mujer?

-        También se la han pegado las sábanas. Está terminando de arreglarse, ya sabes cómo son las mujeres. La mía especialmente, es pesadísima. - me dice y me deja en la mesa yendo a servirse algo del buffet.

Justo en ese instante, aparece un matrimonio en el comedor hablando en catalán, algo que me hace mucha gracia, pues casi todo el mundo en el hotel habla en inglés o en japonés. El tipo parece un empresario, algo entrado en carnes, pero la que me llama poderosamente la atención es ella, la que debe ser su esposa... es preciosa, una pelirroja de pelo rizado y unos intensos ojos azules. Sin duda, ella es mucho más joven que él, con unas curvas que quitan el hipo, ensalzadas por su vestido azul claro, que le marca un bonito culo y unas tetas que sin ser las enormes de Marel, parece que está más que bien servida. Sus tacones también me gustan, unos de tacón fino, que realzan esos tobillos y por ende esas piernas. Siempre me he preguntado por esa obsesión mía por los tacones, pero es que veo una mujer con ellos y se me pone morcillona.

Esa pareja no deja de discutir y se creen ajenos a la conversación que tienen ambos, pensando, seguramente, que nadie les puede entender, sin embargo, yo estoy atento, porque el catalán se me da bastante bien. Él se dirige a ella por el nombre de Ona, que incluso eso atrae de ella y le va muy bien a esa preciosa cara de niña mala de la pelirroja. Por lo que veo, están de viaje de relax, aunque su marido está haciendo negocios en Tokio, jeje... cómo me suena esa historia. Veo que él intenta arrimarse a ella y ponerse cariñoso, pero la mujer no parece perdonarle que la deje tirada de nuevo, exactamente la misma historia que mi cuñado, aunque bien diferente, porque es al revés y desde luego esa preciosidad no se merece que nadie la deje tirada, yo al menos, no la soltaba. Se sientan dos mesas más allá y de repente la mirada de ella se cruza con la mía, que dura más de la cuenta, tanto por mi parte, atrapado por sus ojos azules, como por la suya, en la que adivino un gesto cercano a la sonrisa, pero su marido la habla y siguen charlando con ese tono cercano a la bronca.

En ese instante hace la aparición en el comedor la preciosa Marel y nada más entrar provoca que todas las cabezas se giren a admirarla, principalmente las masculinas y no es para menos, porque mi cuñada está deslumbrante. Me doy cuenta de que Ona, mi vecina de mesa, se fija también en Marel y la mira de arriba abajo, no sé si con admiración o con cierta envidia. Mi cuñada, está como siempre elegante y sexy, por lo que resulta casi lógico que todos se fijen en ella. Lleva un traje de chaqueta de color beige, lo mismo que su falda de tubo, ajustada a sus caderas y una ligera abertura en su muslo. Como siempre sus medias de cristal, realzando sus impresionantes piernas y unas sandalias de tacón del mismo color que el resto de su indumentaria, ese color beige, que la convierten en una figurita de marfil.

-        Hola Aritz. - me saluda guiñándome un ojo y dándome dos besos, muy cerca de mi boca, mostrándome una buena porción de su pecho asomando por el escote y una cómplice sonrisa, sabiendo que su marido está intentando hacerse entender pidiendo unos huevos fritos.

-        Hola Marel. Estás preciosa. - la digo fijándome lo bien maquillada que se ha puesto para la ocasión, ya que sin duda va a volver a impresionar a los japoneses.

-        Gracias, Aritz, tú también estás muy guapo. - me dice agarrándome de la corbata con sus finos dedos y pasando las uñas por la solapa de mi traje gris.

-        Supongo que has dormido bien.

-        De maravilla. - responde ella dándole un trago al café que acabo de servirla.

-        Entonces Igor, se ha quedado a dos velas.

-        Claro. Te lo prometí, ¿no?

-        Eres increíble, Marel.

Levanto la vista y vuelvo a cruzarme con la mirada de Ona, esa preciosa pelirroja, que ahora parece atenta a nuestros movimientos y sin duda ha podido comprobar también que hablamos español.

Justo en ese momento recibo un wasap de Kimura diciéndome que le gustaría comprobar el resto del material en nuestro hotel, que prefiere hacerlo él solo. Entonces le enseño el mensaje a mi cuñada que lo mira y después me pregunta.

-        Y ¿ese cambio de planes?

-        Pues está claro, cielo... lo que quiere es follarte él solo. - la digo sonriendo.

-        ¿Tú crees?

-        Por supuesto. Te quiere para él en exclusiva, así que tendrás que esmerarte.

-        Bueno, sabes que lo daré todo... pero tú estarás presente, Aritz... ¿verdad?

-        Si, cariño, eso no me lo puedo perder, además tenemos que grabarlo, puede sernos útil, tanto para la empresa como para Mayder, ¿no?

En ese momento Ona y su marido se levantan y pasan junto a nuestra mesa. De nuevo mi mirada y la de esa preciosa pelirroja, que se mantienen un rato unidas. Primero pasa ella y saco un poco el codo, levemente, pero lo suficiente para rozar su cadera, con toda mi intención, pero que sólo sea ella la que note ese movimiento.

Marel tampoco parece haberse dado cuenta y seguimos hablando de ese nuevo encuentro con Kimura en privado, en la que la quiere a ella en exclusiva.

-          Espero que todo salga bien, Aritz. - me dice inquieta.

-          Claro que sí, preciosa. Lo harás genial. ¿Estás nerviosa?

Sin tiempo para contestar aparece Igor y nos comenta.

-        ¿De qué habláis?

-        De trabajo, cariño. - dice ella – ha habido cambio de planes y tenemos que hacer la presentación aquí en el hotel.

-        Genial, entonces podré verlo. - dice él.

-        No, mi amor, es una reunión privada con el director general.

-        Joder, otra vez que me quedo tirado. - dice protestando con cara de enfado.

-        Bueno, hombre, no te sulfures, esa era la condición... pero tranquilo que mañana es vuestro aniversario y podréis disfrutarlo los dos solitos. - añado yo.

A mi cuñado le cambia la cara y parece que es en ese momento cuando se da cuenta de lo guapa que está su esposa, advirtiendo lo sexy que es y que mañana podrá tenerla entera para él... sin embargo lo que no sabe es que yo tengo otros planes bien pensados y volverá a España sin poder follar con ella. Naturalmente Marel lo sabe y me sonríe, porque aún no sabe mi plan, pero está segura de que será divertido.

Una hora después llega un transportista con la caja que contiene el resto de material, por lo que Marel y yo, dejamos a Igor para que se vaya a la zona comercial cercana, mientras nosotros nos metemos en mi habitación para prepararlo todo ya que en menos de media hora se presenta Kimura para ver nuestros productos.

-        Ya veo que lo tienes bien planeado todo. - me dice Marel cuando nos quedamos solos, ella y yo en la habitación.

-        Sabes que sí, preciosa y estoy loco por volver a estar dentro de ti. - la digo abrazándola y apretando su terso culo con mis dos manos.

-        ¡Ay, Aritz... y yo también por sentirte otra vez!

Mis manos suben por detrás de su culo, levantando su falda hasta dejar a la vista su tanga y sus preciosas posaderas.

-        Además, voy a estrenar este culito. - añado acariciando el agujerito posterior por encima de la prenda, logrando que ella ronronee de gusto.

-        ¿Y si lo haces ahora mismo? - me dice con su aliento resoplando en mi cuello, totalmente excitada.

-        Me encantaría, pero ahora no podemos cielo. Kimura está a punto de llegar, cámbiate para que te vea con algo de nuestra lencería.

Marel y yo nos separamos y empezamos a rebuscar en la caja, todo el material, eligiendo con qué sorprender a Kimura. Al final ella se mete en el baño con un par de bodys y lencería variada de lo más sugerente, cuando llaman a la puerta.

-        Bienvenido a mi humilde morada, señor Kimura. - le digo estrechándole la mano a nuestro cliente y distribuidor en Asia.

El hombre me sonríe y mira por toda la habitación desesperadamente.

-        Tranquilo – le digo sonriente – Mayder le presentará ahora nuestros mejores productos.

Ese hombre se sienta a los pies de la cama, expectante y yo le indico a Marel que puede salir cuando quiera.

De pronto mi cuñada, sale del baño, llevando un body de color negro semitransparente, en el que resaltan sus pezones claramente y en la parte de abajo, una pequeña tira apenas cubre su rajita con un velcro que permite de forma rápida, dejar libre su coño. Además, se ha puesto unas medias de red, ajustadas a su muslo y unas sandalias de grueso tacón con tres tiras que sujetan de forma sinuosa su empeine y los dedos de los pies quedan ligeramente destapados.

Tanto Kimura como yo, nos quedamos alucinados, observando como al caminar esas enormes tetas se mueven balanceantes y es evidente que se ha formado un bulto considerable bajo nuestros respectivos pantalones.

Mayder, de una forma sensual, se sienta sobre las rodillas de nuestro cliente que apresuradamente se abalanza sobre las tetas de ella, para amasarlas y pellizcar esos pezones traviesos que sobresalen en la fina tela. Cuando ella le lleva la mano a él, para que sea el mismo quien suelte el velcro de su body y su coño queda al descubierto, con un consolador negro metido que no deja de vibrar. El propio Kimura lo extrae para descubrir sus diferentes posiciones de vibración, así como las rugosidades que proporcionan un enorme placer a mi cuñada cuando se lo extrae.

Yo no dejo de grabar toda la escena, para irle comentando las ventajas de cada producto y así Marel o Mayder en este caso, le va enseñando unas bolas chinas que él mismo le mete y le saca de su chorreante coño y cuando quiere darse cuenta, ella le ha despojado de sus pantalones y está agachada chupándosela con todas las ganas. Mientras tanto yo he dejado el móvil grabando desde la mesita y voy anotando en el pedido cada uno de los productos que ella le va enseñando, también para hombres, como un anillo vibrador, que a Kimura parece encantarle, así como un potenciador del pene, que permite que aguante en erección por más tiempo, además de dar mayor sensibilidad en su polla, por lo que Kimura acaba despelotado, al igual que Marel, para acabar follando ambos sobre la cama, en un polvo que también dejo grabado.

El japonés parece incansable, pues apenas se ha corrido en las tetas de Marel, quiere seguir probando juguetitos con ella, plugs anales, consoladores diversos, todo tipo de lencería y nos acaban dando las tantas en esa habitación y yo lógicamente con un calentón tremendo, pues ellos han practicado sexo, en todas las posturas imaginables y algunas imposibles, mientras yo, les iba grabando, sin poder follar con esa preciosidad de Marel, que ha cumplido a las mil maravillas, la atención personalizada de ese cliente, al que le ha chupado la polla, los huevos, mientras que él se ha corrido varias veces, unas en sus tetas, otras sobre su cara...

-        Mayder, ¿En serio, no me dejas probar tu culito? - le insiste Kimura visiblemente excitado en el momento en el que está probando otro de nuestros plugs anales, que lleva varias bolitas de diverso tamaño, nuestro “carrete tailandés vibratorio”.

-        No, señor Kimura... soy virgen por ahí. - responde ella.

-        Pero, preciosa, si te entra esto perfectamente - añade él, sacando y metiendo ese consolador en su culo.

-        No, no puede ser...

Kimura, resignado, se la vuelve a follar, machacando su coño arrancándola innumerables orgasmos hasta que casi se nos hace de noche en esa sesión. Le tengo que decir a Kimura que ella necesita un descanso, momento que aprovecha Marel para ir a ducharse, mientras el japonés se va vistiendo, con una cara de felicidad tremenda, no es para menos, porque follar con Marel, es como estar en el cielo.

-        ¿Qué os parece si os llevo a un karaoke y seguimos hablando allí? - me comenta Kimura, una vez que se ha vestido.

-        No sé... - respondo viendo que parece incansable este nipón y yo necesito apagar mi calentura con mi cuñada, porque necesito estar con ella a solas.

-        Vamos hombre, que duplicamos el pedido. - insiste el hombre queriéndome convencer.

El cabrón está encoñado con Mayder y es capaz de lo que sea para seguir follándose a mi cuñada y se me ocurre algo que me puede dar juego con ese japonés cachondo e incansable. Precisamente, hablando con Ander, me dijo que se encontraba en Tokio una de nuestras mejores modelos de lencería que suele trabajar en la ciudad para otras firmas y estoy seguro de que estará dispuesta a echarme un cable. Se trata, nada menos que de Karin, una sueca, de metro setenta y cinco, rubia, de ojos azules y con un buen par de tetas, operadas, pero casi perfectas y dan el pego perfectamente.

-        Tengo una cita con una chica. - le digo pensando en las curvas de Karin y creo que a Kimura le va a encantar.

-        Pues que se venga también y así estamos los cuatro. - añade sonriente.

-        Vale, pues mándeme la dirección y en tres horas podremos estar allí. Mayder necesita un descanso.

-        Claro, claro... - añade él comprendiendo.

En cuanto nuestro cliente abandona la habitación, mi cuñada sale del baño, con un albornoz blanco. Se ha dado una ducha y se está secando el pelo con una toalla. Está preciosa de cualquier manera, con la vestimenta más exuberante o con un simple albornoz de hotel.

-        ¿Ya se ha ido? - me pregunta ella.

-        Sí, ahora mismo.

-        Uf, tiene aguante el japonés este.

-        Ya lo creo y de hecho quiere seguir con los pedidos – le digo entrecomillando la frase con mis dedos.

Le explico todo el plan trazado a Marel, para que vayamos a ese karaoke con nuestro cliente, pero la intervención de nuestra modelo, puede dejarme vía libre para poder estar con mi cuñada para mí solo. A ella parece encantarle la idea y sonríe con el hecho de que podamos tener un encuentro ella y yo a solas.

-        Ahora, Marel, duerme un poquito y descansa que te lo has ganado. Yo vengo a buscarte dentro de un par de horas, ¿vale?

-        Eres un cielo, cuñado. Deberás estar excitadísimo con todo lo que has presenciado - me dice ella, plantándome un beso que acaba siendo un morreo en toda regla mientras acaricia mi polla por encima del pantalón.

Eso me enciende todavía más, porque tras unas cuantas horas grabando a mi preciosa cuñada, desnuda, follando con ese tipo y con múltiples juguetes entrando y saliendo de su cuerpo, estoy cardiaco, pero creo que lo mejor es que descanse porque la necesito plenamente y para en exclusiva para mí, a ver si lo consigo. A duras penas, me separo de ella y abriendo la puerta de la habitación, antes de salir y dejarla sola, la lanzo un beso diciéndo.

-        Descansa, cielo.

-        Eres un encanto, te debo una. - añade ella mientras cierro la puerta.

Me bajo al bar del hotel y me siento en una mesa apartada, mientras me tomo una copa de vino aprovechando para charlar con mi socio a través de mensajes en los que me va diciendo que en la fábrica van a tope con los nuevos pedidos que les he ido mandando desde Tokio.

En ese momento veo que entra Igor en el bar y me saluda.

-        Hola cuñado... ¿Y Marel? - me pregunta al verme solo.

Por un momento me había olvidado de este capullo y no le puedo decir que su amada esposa acaba de follarse a un japonés unas cuantas veces y ahora duerme plácidamente en mi habitación.

-        ¿No te ha llamado ella? - le digo.

-        No.

-        Es que tuvo que ir a las oficinas del cliente a firmar unos documentos, pero no cuentes con ella hoy, porque la negociación se está complicando – le miento riendo para mis adentros.

-        Joder, macho, otro día que me quedo solo.

-        Ya te lo dije hombre. Este viaje es de vital importancia, pero tranquilo, que mañana domingo tienes todo el día para disfrutar de tu esposa y tu aniversario. Tendrás ganas...

-        Ya lo creo.

Todavía hay cierta tensión entre nosotros y él me acaba diciendo que se va a tomar algo a la barra y nos despedimos. Vuelvo a pensar que él se va quedar en dique seco, sin catar a su mujer en todo el viaje y seré yo quien me la folle por todos sus agujeritos.

Lo siguiente que hago es marcar en mi móvil una llamada a Karin.

-        ¡Hola Aritz, cuanto tiempo! - me dice efusivamente la sueca nada más descolgar.

-        Hola preciosa, ¿estás en Tokio?

-        Sí, ¿no me digas que tú también?

-        Claro. Necesitaba un favor tuyo con uno de mis mejores clientes. - la digo.

-        Aritz, lo que necesites.

-        ¿Estás libre esta noche?

-        Para ti, siempre. - me dice mimosa.

-        Quedamos a las nueve en el Karaoke Kan. ¿Lo conoces?

-        Claro, allí estaré, tengo ganas de verte.

Sé que Karin no me va a fallar, porque además nos hemos hecho favores mutuos, que siempre han acabado revertiendo buenos beneficios a la empresa. La tarifa de esa preciosa rubia es cara, pero bien lo vale.

Continuará...

Raúl & Sylke