El secreto de mi cuñada (Capítulo 11)

Por fin siento que se acerca el momento de cumplir mi sueño: follarme el culito de mi cuñada... y va a ser esta misma noche.

CAPÍTULO 11

Mientras vemos a lo lejos a Karin subiendo las escaleras, cojo la botella y sirvo el Sake en tres chupitos, que automáticamente bebemos, principalmente Igor, que se los traga como agua, mientras nosotros nos limitamos a mojar simplemente los labios. Marel le saca a bailar una vez más, para aumentar los efectos del alcohol, aunque Igor apenas es capaz de tenerse en pie y da trompicones, hasta que vuelve a la mesa, le sirvo otro chupito y se queda fuera de juego, hasta el punto de que casi se cae de la butaca, pero le sujeto justo a tiempo. Con la ayuda de un camarero, le llevamos al ascensor y subimos directamente para que duerma la mona. Una vez arriba, casi a arrastras, logramos llevarle entre Marel y yo hasta su habitación.

Todo está decorado como lo había planeado Igor, con globos, guirnaldas y un montón de pétalos de rosa sobre la cama.

-         ¡Qué bonito! - dice ella nada más entrar y ver toda esa decoración especial.

-        El escenario perfecto para estrenar tu culito. - le digo mientras todavía agarramos a duras penas a su marido, que es ajeno a todo lo que sucede a su alrededor.

Igor, semi inconsciente, acaba tirado encima de la cama y Marel le quita los zapatos. Entonces yo aprovecho para acariciar su culo enfundado en ese vestido, pero me da un manotazo, queriendo hacerme sufrir debido a sus celos. Agarro de su cintura y de forma enérgica la doy la vuelta para darle un beso en la boca, que me rehúye de nuevo, de forma repentina.

-        ¿Qué te pasa? - la digo, sin soltar su cintura.

-        Nada

-        Vamos, preciosa, cuéntamelo.

-        ¿Qué hubiera pasado si Karin, no se hubiera tenido que ir así de repente? ¿Te la ibas a tirar?

-        ¿Todavía sigues con esos celos? Yo creía que ya lo habías asimilado. Además, nos ha ayudado con el plan, ¿no?

-        Ya lo sé, pero después de verte besándote con ella cuando os habéis despedido...  ese beso me ha puesto de los nervios, y suéltame. - sigue emperrada en quererme castigar.

-        Jejeje cariño, me encanta que estés celosa, eso me pone mucho y te voy a ser sincero, todo lo tenía pactado con Karin, precisamente para que te pusieras un poco celosa.

-        ¡Serás cabrón! - me dice en un intento de darme un tortazo, pero automáticamente sujeto su mano por la muñeca y se queda paralizada.

-        Cielo, yo también me siento celoso de verte con KImura, porque le has dado un buen repaso...

La cara seria de Marel se va convirtiendo de nuevo en sonrisa, comprendiendo que, una vez más, ante esta situación, los celos no tienen ningún sentido.

-        Soy una idiota, pero este viaje te quería solo para mí. - me dice y veo un brillo intenso en sus ojos.

-        Este viaje es solo el principio, preciosa. Verás que bien lo vamos a pasar a partir de ahora- respondo.

Empiezo a darle besitos por su clavícula, pasando por su cuello hasta llegar a sus labios carnosos a los que doy un piquito y poco a poco consigo meter mi lengua y juntarme con la suya y así nos tiramos un buen rato, disfrutándonos a solas, o casi, porque su marido sigue tumbado en la cama, respirando fuertemente, mientras nosotros hacemos una lucha de bocas entrelazadas como si fueran una sola,  lubricadas con nuestra propia saliva, hasta que suelto su vestido por los hombros, deslizándose por su formidable cuerpo.

-        ¡Guau, Marel! - digo asombrándome al verla únicamente con un tanga diminuto de color rojo y sus sandalias con las que parece estar de puntillas.

-        Estaba preparada para ti. - añade meneando levemente sus piernas ofreciéndome esas enormes tetas, con sus pezones dilatados, como sus rosáceas aureolas.

La agarro del brazo y la llevo hasta la cama, tumbándola junto a su marido que está roncando.   Ella le mira un instante y después me mira a mí, preguntándome asustada.

-        No se entera, ¿verdad?

-        Naturalmente que no, cielo, está como una cuba. - añado.

Rodeo la cama, me agacho poniendo mi cara muy cerca de la de su marido para decirle a pocos centímetros de su oreja.

-        Oye, capullo, ya que tú no estás dispuesto a cumplir en tu aniversario, me voy a follar a tu mujer. ¿De acuerdo?

Lógicamente Igor no se entera de nada porque tiene una borrachera tremenda y Marel suelta una risa nerviosa ante mi atrevimiento, meneando su cabeza y susurrando:

-        Eres un canalla.

-        Bueno, Marel, ya que tu marido no está en condiciones, si quieres te estreno yo tu culito para que disfrutes al menos tú de tu aniversario. ¿Te parece? - añado con toda la malicia.

-        Sabes que sí. - añade ella frotando sus muslos y acariciando sus tetas visiblemente cachonda.

-        Pues nada macho, tú descansa que ya hago yo el trabajo sucio por ti. - añado al oído a Igor.

Regreso de nuevo a los pies de la cama, acariciando esos tobillos de mi cuñada y alargo mis dedos hasta pasarlos por el largo tacón de sus sandalias. Comienzo a besarla y lamerla, por las piernas, subiendo por su pantorrilla, rodeando su rodilla, subiendo por la cara interna de sus muslos, hasta llegar a su ingle, en donde mi lengua juguetea entre esa piel suave y la costura de su tanga rojo. Con mis dientes sostengo las finas tiras del tanga una por la boca y la otra con la mano y muy despacio se lo voy quitando, sin dejar de mirarla a los ojos, hasta llegar a sus tacones en donde esas diminutas braguitas se quedan enguachadas con el tacón, hasta que las saco definitivamente.

Me levanto un instante, admirando ese maravilloso cuerpo desnudo y cómo ella me sonríe, me parece estar viendo una diosa perfecta, en esa cama, rodeada de pétalos de rosa, es toda una invitación al pecado. Ella vuelve su cabeza de nuevo para mirar una vez más a su marido que duerme a su lado sin enterarse de nada. La situación es súper morbosa.

Vuelvo a besar sus tobillos, dándoles pequeños besitos a toda la extensión de sus largas piernas, hasta llegar a su hermoso coño, allí observo el brillo de esa rajita que aparece apetitosa. Abriendo ligeramente sus piernas, me adentro entre ellas, comenzando a comerme ese delicioso chochito. Esta vez me tomo mi tiempo, no quiero que sea algo fugaz, como en el avión o en el lavabo del karaoke y me entretengo jugando con mi lengua, en cada milímetro de ese atrayente sexo de mi cuñada, mientras meto un dedo en esa estrechez, notando como sus músculos se aferran a la intrusión, luego meto dos dedos, para seguir lamiendo con la punta de mi lengua su abultado y gordito clítoris que absorbo y chupo entre mis dientes, mientras con mis manos separo sus labios superiores y mi lengua se introduce por ese tierno agujero haciéndole un mete-saca brutal.

-         ¡Aritz, sí, joder, qué gusto! - gime ella sujetando con sus manos mi cabeza que está metida entre tus piernas, lamiendo, chupando, succionando, mordiendo...

Los gemidos de Marel me ponen totalmente desbocado y sobre todo cuando miro como su cuerpo se tensa cuando cambio mi lengua por mis tres dedos que comienzan una follada bestial en su estrecho orificio. Miro a su marido, que duerme plácidamente, mientras yo hago lo que él debería estar haciendo en mi lugar, pero disfruto teniéndole dormido a nuestro lado. Posiblemente yo sea un cabrón por comportarme así, pero ni la sombra de lo canalla y sinvergüenza que es mi cuñado con todo el mundo, especialmente con su mujer.

Los gemidos de mi cuñada son música celestial que aún me encienden más. Pongo mi boca muy cerca de su chocho sabiendo que está a punto de explotar gracias a mis hábiles dedos que no dejan de follarla. Beso, lamo y muerdo ligeramente su inflamado y húmedo garbancito mientras mis tres dedos siguen adentrándose brutalmente hasta que noto la tensión de su cuerpo, en clara señal de que está a punto de correrse, momento en el que dejo el folleteo, para volver a succionar con mis labios esa pepita inflamada que es su clítoris y mi preciosa cuñada, explota de placer, emitiendo un quejido de gusto, al tiempo que de su coño empieza a manar una cascada de flujo que no me da tiempo a tragar y me recorre por las comisuras debido a la cantidad que sale disparada.

-        ¡Guau Aritz!. ¡nadie me ha comido el coño como tú, cariño!

Yo sonrío, me pongo de pie y agarrándola de sus tacones la estiro hasta el borde de la cama hasta que queda sentada a los pies. La doy un tierno beso en sus carnosos labios y la digo:

-        Esto no ha hecho más que empezar.

Acto seguido levanto a Marel de la cama, tirando de su mano de forma enérgica, lo que hace que ella de pequeños pasitos oyéndose por todo el parqué sus tacones de 12 cm. La giro y la pongo de espaldas a la pared, agarrándola por las axilas, estirando aún más su cuerpo, mientras lamo sus dos riquísimos pezones. Tras mirarnos unos segundos, empujo de sus hombros hasta que queda en cuclillas sujeta por los finos tacones. En esa postura ella sabe que es lo que quiero y me sonríe mostrando sus blancos y perfectos dientes, para después bajar la cremallera de mi pantalón, introduciendo sus deditos en mi bragueta y sacar con una mano mi polla mientras que la otra se la lleva a su coño, acariciando suavemente su clítoris.

Volvemos a mirarnos y veo que su boca se acerca lentamente a mi capullo y recoge en su lengua las primeras gotas de mi líquido pre seminal. Esas gotitas se estiran entre mi glande y sus labios, hasta que saca la su lengua para paladearlo con ganas, disfrutando de su sabor. Su mirada se clava en mis ojos y coloca mi glande entre sus labios, apretándolos ligeramente. Suelta sus manos, que apoya tras ella en la pared y solamente con su boca, engulle casi al completo mi polla notando como su garganta intenta adaptarse a mi notable erección. Saca su boca lentamente apretando con sus labios y su lengua toda la longitud de mi rabo, hasta dejar solo la punta y volver de nuevo a tragar, esta vez entera, justo hasta que su nariz choca con mi abdomen. A diferencia de la mamada de Karin, a mi cuñada no le cuesta nada tragarla, parece que tiene una garganta adaptada a mi polla que está tiesa y más dura que nunca.

A partir de ese momento hace una impresionante mamada cada vez más acelerada, todo sin usar sus manos, como una auténtica experta. Yo incluso hago más fuerza de lo normal de mi pelvis, llegado a dejar pegada su cabeza contra la pared y me la estoy follando literalmente por la boca, arrinconándola, pero ella traga sin rechistar, mientras sus dedos siguen jugando en su coño, entrando y saliendo, haciendo sonar con la humedad ese chapoteo tan atrayente, como lo es su boca tragando mi polla por entero.

-        ¡Ufff, mmmm, si sigues así cariño me vas a hacer correr! - la digo entre jadeos.

Ella sonríe, coge aire y vuelve a la carga abriendo de nuevo su boca e introduciéndose por completo mi polla hasta pegar de nuevo su naricita a mi abdomen, pero está claro que como siga así voy a explotar, entonces la agarro por debajo de sus axilas, levantándola casi en volandas, quedando de pie a mi altura y de nuevo la beso con todas las ganas, de forma lasciva y guarra, notando el sabor de mi polla en su saliva. Acaricio su rostro con el dorso de mi mano, admirando una vez más su impresionante belleza, para decirla en un susurro:

-        Cariño, ¿sabes cuál era mi objetivo en este viaje?

-        Creo que algo más que hacer negocio con los japoneses – contesta riendo y continuación con su lengua dibuja el contorno de mis labios.

-        Mucho más, preciosa, mi plan era tenerte para mí, casi en exclusiva, follarte de mil maneras y adaptar tu esfínter con el plug para alcanzar el objetivo final.

-        ¿Estrenar mi culito? - pregunta ella con los ojos vidriosos de emoción.

-        Exacto, mi polla va a estar por fin alojada en tu culo, ha llegado el día.

-        ¡Uf, tengo algo de miedo, Aritz!

-        Confía en mí.

-        Es todo tuyo. - responde juguetona mordiéndose el labio de esa forma tan atrapante.

Agarrado a su cintura, giro su cuerpo colocándola de cara a la pared y al hacer ese movimiento de nuevo vuelven a sonar sus tacones en el suelo mostrándome su perfecto y redondo culo al que le doy un par de azotes viendo como sus nalgas tiemblan al compás. ¡Qué buenísima está!

-        ¡Augh! - se queja ella al sentir esos palmetazos en sus posaderas que se han puesto rojas.

Separo sus piernas, agarro su cintura, dibujando sus caderas, para acercar mi boca, junto a su oído y decirle.

-        Marel, preciosa, coloca tus manos en la pared para poderte inclinar y relaja todo tu cuerpo.

Ella obedece, apoyando las palmas de sus manos en la pared y saca su culo hacia afuera, abriendo aún más sus piernas, facilitándome el camino, dispuesta a que desvirgue por fin su culito. Por un momento vuelve su cabeza mirando a la cama, pero su marido está totalmente grogui, durmiendo. Mi cuñada, entonces, afloja sus músculos por lo que empiezo introduciendo un dedo en su chochito que enseguida se queda impregnado de ese viscoso líquido que meto a continuación en su inexplorado agujero posterior, haciendo que ella de un respingo.

-        Acuérdate... relajadita. - le repito en un susurro junto a su cuello.

Empiezo a introducirte mi dedo impregnado de sus flujos, hasta conseguir que entre completamente y al ver que se acomoda repito la operación con un segundo dedo que entra sin ninguna dificultad. No hay duda de que el plug ha hecho su trabajo en estos días. Marel suspira profundamente, cuando tengo metido los dos dedos y los hago circular para después, muy despacito, sacarlos y volverlos a meter como si la estuviera follando. Noto que está muy caliente porque su agujero se va adaptando poco a poco, pero incluso, mucho más rápido de lo esperado. Una vez hecho eso, agarro mi polla e introduzco primero el glande, al notarlo da un paso hacia adelante oyendo el sonido de tus tacones en el suelo entarimado.

-        Tranquila… relájate. - le susurro.

Mantengo unos segundos esa posición admirando ese redondísimo culo que tengo delante de mí, sin creérmelo todavía y es que es una auténtica maravilla de la naturaleza. Vuelvo a apretar mi glande en ese estrecho orificio y avanzo asombrosamente hasta meter mi dura tranca hasta la mitad notado como se queda aprisionada por la tensión de ella que aprieta sus músculos.

-        ¡Ayyyy, joder! - se queja con un grito ahogado de punzante dolor, a la vez que vuelvo a oír esos tacones, en un sonido que hace que mi polla se tense dentro de ella.

Por un momento vuelvo mi cabeza hacia la cama, pero el gilipollas de su marido no se entera de que la estoy desvirgando el culito a su esposa.

-        ¿Sigo? - la pregunto.

-        Sí, Aritz, sigue... – responde con la voz temblorosa.

Me agarro firmemente a su cintura de nuevo, pero esta vez, sosteniéndola con más fuerza, pues no quiero que se me escape y una vez que veo que se va relajando, muevo unos centímetros a atrás y adelante para empezar a percibir esos gemidos que envuelven la habitación con su cálida voz.

Ya no hay quejido en mi movimiento oscilante, sino jadeos por lo que saco mi polla hasta dejar solo el glande y avanzo de nuevo hasta la mitad, sin notar resistencia... unos segundos después, empieza a gemir con mayor intensidad. En ese momento sé que no hay vuelta a atrás y mi polla está perfectamente alojada hasta la mitad, amoldándome cada vez mejor dentro de su culo y empiezo a darle más fuerte, entrando cada vez más adentro hasta que me detengo un instante y ella gira su cara mirándome extrañada. Echo mi cuerpo hacia atrás y tras coger aire, la doy una estocada con todas mis ganas, metiendo mi polla hasta lo más profundo de sus entrañas mientras sus manos aguantan su cuerpo contra la pared para no empotrarla contra ella.

-        ¡Ah, sí, joder, Aritz! - dice en un grito, pero esta vez no es solo de dolor, es una mezcla de haber abierto el camino al placer punzante en su ano.

Ya no me detengo, la saco casi al completo y empiezo a clavarla hasta tener mi polla insertada completamente, follando ese culo soñado una y otra vez.  Desde mi posición puedo ver como sus tetas se bambolean por el ímpetu de las penetraciones, le doy palmadas con mi mano en tus glúteos poniéndotelos bien rojos de cada cachetada, algo que ella responde con más y más gemidos.

Me recreo en ese movimiento de mi pelvis adentrando mi verga venosa en su estrecho ano, hasta flipar, viéndola desaparecer por completo, sintiendo como chocan mis huevos contra tu vulva por debajo. Una orquesta parece acompasar a esa rítmica y frenética follada, primero nuestros cuerpos chocando, pelvis contra culo, luego mis azotes, mis propios jadeos y sus atrapantes gemidos y para colmo, la fanfarria final, que es el sonido de tus tacones contra el parket de la habitación cada vez que levanto su culo en volandas en brutales acometidas y luego vuelven a caer rebotando una vez más.

Ese agujerito es tan estrecho y acogedor que creo que es el mejor que me he follado nunca, por eso mi polla está tan dura, abrazada por el calor y la fuerza de sus tensos músculos. No puedo evitar acordarme del culo de mi mujer, tan parecido al de su hermana, igual de estrecho, tan divino como  lo son ellas dos, esas hermanas espectaculares, pero es que, además, el culito de  mi cuñada ha sido tan deseado por mi parte de estrenarlo que no aguanto por más tiempo y siento ganas de soltarlo todo ahí dentro, estoy a punto de explotar, al límite, ya que siento que está doliendo todo por la excitación, por lo que me agarro de su pelo tirando hacia mí, para clavar, con dos fuertes embestidas más profundamente todavía si cabe hasta que me quedo completamente metido dentro, inmóvil... durante unos segundos, sintiendo los espasmos que siguen abrazando mi polla aun estando quieto. De pronto noto un estremecimiento por todo mi cuerpo, de pies a cabeza, mientras descargo dentro de ese estrecho ano varios chorros que la inundan por completo con mi espesa y blanca leche. Solo se escuchan nuestros gemidos jadeantes en la habitación.

-        ¡Qué cabrón, cuñado, qué gusto me estás dando! - repite ella gritando más fuerte, tanto, que creo que nos están oyendo en toda la planta, menos el gilipollas de su marido que sigue dormido.

Marel se está corriendo echando su culo hacia atrás, sintiendo los últimos chorros que la llenan, pero sin querer soltarse de nuestra unión, acariciando mis huevos por debajo, como queriéndome exprimir a tope.

Cuando nuestros cuerpos se separan, como un descorche de champan, sale disparado un río interminable de leche blanca que se escurre por sus muslos, hasta llegar a manchar el suelo.

-        ¡Dios, Marel, creo que nunca me he corrido así! - la digo acariciando sus redondas posaderas.

Aun nos sentamos junto a Igor, todavía desnudos, sin que él se percate de nada, pero me siento pletórico, besando a su mujer, delante de sus narices, en un círculo completo que es follármela por todos lados y vengarme de él, haciéndole un cornudo de primera y por otro lado, dándole el placer que esa diosa se merece y que su marido no sabe darle.

Allí sentados junto a Igor dormido, nos tomamos una copa de champagne para celebrar ese desvirgamiento de su culo.

-        ¿Qué te ha parecido? - la pregunto.

-        ¡Una pasada, me ha encantado! - afirma ella tras dar un sorbo a su copa.

-        ¿No te ha dolido?

-        Bueno, un poco, pero el placer superaba el dolor. Ni me creo que mi culito se haya adaptado a esa polla tan gorda que tienes.

-        Sabía que tu culo era especial, pero creo que ha superado todas las expectativas.

-        ¿En serio, Aritz?

-        Te lo prometo.

-        Entonces habrá merecido la pena que no me pueda sentar en unos días, jajaja.

Marel ríe complacida y está tan preciosa ahí sentada, con sus piernas cruzadas y bailando sus pies con sus tacones. Es mi sueño hecho realidad.

-        Bueno, está saliendo todo como esperábamos, ¿no? - me dice.

-        De eso quería hablarte. - comento serio.

-        ¿Qué pasa? - pregunta preocupada.

-        Verás, Kimura no ha firmado todo. Ha dejado la última parte del contrato pendiente de firma.

-        ¿Y eso?

-        Pues verás, se ha encaprichado contigo y quiere que vayas para la última firma.

-        ¿Yo?

-        Sí, quiere ver a Mayder en acción, supongo que quiere follarte, pero vestida de colegiala.

-        ¿Y si no, no firma?

-        Exacto.

-        Puf, qué responsabilidad. Hay mucho dinero en juego.

-        Lo sé, por eso no quería preocuparte, pero...

-        Ningún problema, Aritz, confía tú en mí y verás cómo ese japonés firma con sumo gusto.

Agarro su cara con mis dos manos y la pego un morreo increíble acompasado por el sonido de los ronquidos de su esposo.

Me empiezo a vestir, mientras Marel me observa, desnuda a los pies de la cama, con los ojos vidriosos, cuando me dice:

-        ¿Qué pasa? - la pregunto.

-        Nada, que esa polla me gusta demasiado. - dice admirando mi pene que yo estoy guardando.

-        Veo que te ha gustado mi forma de follarte ese culito. ¿No he sido un poco salvaje?

-        Sí, Aritz, pero ha sido increíble, me encanta que me folles así.

-        Gracias a ti preciosa, pero esto hay que repetirlo... mil veces por lo menos.

Su cara de ilusión indica que no será la primera vez que rompa ese culito, como ella se merece. Nos despedimos en la puerta, con otro beso lujurioso, mientras acaricio la suave piel de su redondo trasero.

-        ¿Cuándo vamos a visitar a Kimura?

-        Pues teníamos previsto el primer vuelo, pero lo he cambiado por otro que sale a primera hora de la tarde así que tenemos toda la mañana. Ya sé que es un lío, pero no queda otra.

-        No te preocupes, lo primero es lo primero.

-        Mañana te vienes a mi habitación sobre las 10, que a esa hora me traen tu vestimenta de colegiala.

-        ¡Estás en todo, Aritz!

-        Ya sabes que sí. Hasta mañana. Descansa lo que puedas.

-        Agur.

A la mañana siguiente, como habíamos quedado, Marel llama a mi puerta. Lleva un albornoz blanco y en cuanto entra en mi habitación se lo quita, quedándose desnuda. Otra vez vuelvo a admirar esa armoniosa figura.

-        ¿Ya han traído mi equipación? - me pregunta de forma natural.

-        Joder, Marel, si no tuviéramos que ir a ver a Kimura te follaba ahora mismo. ¿Cómo puedes estar tan buena? - la digo apretando uno de sus redondos glúteos.

-        Venga, no perdamos tiempo. Aprovechemos ahora que Igor sigue dormido. - me dice y ve que su ropa está sobre la cama.

El atuendo es muy peculiar y yo voy observando a Marel como se va poniendo con delicadeza esa ropa de colegiala. Primero se calza las medias blancas, que estiradas le llegan por encima de la rodilla. Estando desnuda es todo un reclamo, luego se pone unas braguitas blancas, tipo culotte, que dejan medio cachete de su culo al aire. Una faldita tableada, de color azul marino y una blusa tipo marinera, blanca y bordes azules, con un escote que muestra el volumen de sus pechos, sin sostén lo que hace marcar ostensiblemente sus pezones. El pelo se lo recoge con dos largas trenzas que caen sobre sus pechos y luego se pone unos botines negros con medio tacón que resaltan sobre esos calcetines largos. Al ponerse de pie, no puedo evitar sentirme cachondo y Kimura va a quedar encantado.

-        ¿Hemos quedado con Kimura en sus oficinas? - me pregunta Marel, cuando la estoy sacando unas cuantas fotos, vestida de colegiala malvada.

-        No, hemos quedado en el centro, en una suite de un lujoso hotel de Shibuya.

-        ¿Shibuya? Ahí es donde quería llevarme Igor.

-        Sí, ya ves, al final lo vas a conocer.

Bajamos a recepción y Marel es todo un espectáculo, como siempre, pero vestida como colegiala nipona es todavía más atrayente, primero para las dos chicas de recepción que comentan algo entre ellas y sonríen y luego los hombres que hay en el hall que alucinan viendo a esa monumental mujer.

Entramos en el taxi y el chófer se queda tan flipado viendo a Marel sentarse atrás, que le tengo que decir que arranque porque parece paralizado.

-        Joder Marel, estás causando sensación. - la digo acariciando la pequeña porción que se ve de su muslo.

-        Y yo estoy cachonda perdida con esas miradas. Por cierto ¿Dónde hemos quedado con Kimura? ¿En el hotel?

-        Sí, claro.

-        ¿Podríamos bajarnos un poco antes y recorrer esas calles atestadas de gente?

-        Quieres lucirte ¿eh?

-        Sí, me gustaría meterme por alguna de esas calles estrechas rozarme con la gente, ya sabes... ¿y si lo puedes grabar?

-        ¿Para tu web?, claro, preciosa.

Nos bajamos dos calles antes del hotel en donde hemos quedado con Kimura y a pesar de ser las once de la mañana, está repleto de gente por todas partes, con centros comerciales, los famosos pasos de cebra que cruzan la calle principal en forma de cruz, mientras Marel y yo vamos avanzando, ella disfrutando del paseo, pero sobre todo de las miradas masculinas, pues si hay algo que les gusta a los japoneses son las chicas vestidas de colegiales y Marel destaca sobre otras chicas locales, claro, en altura, en tetas y en todo ese porte que luce como nadie.

Al acercarnos a la zona más concurrida, me separo unos metros de ella, pero a una distancia prudencial y la voy grabando con el móvil, justo en una calle más estrecha, donde el roce con la gente es inevitable... ella camina delante, decidida, mirando de vez en cuando para atrás, sabiendo que la sigo, pero disfrutando de esos roces cada vez más intensos, muchos accidentales, pero otros totalmente intencionados. Concretamente hay un tipo que parece entusiasmado cuando esas tetas le han rozado la espalda y ahora va tras ella y se las ha palpado en un par de ocasiones. Incluso algo alejado descubro que sus pezones se han puesto duros de nuevo. Otro tipo, ha logrado meter la mano bajo su falda, con cierto disimulo, porque la calle está tan llena de gente que casi nadie se da cuenta, excepto yo que voy atento sin dejar de grabar la escena. Veo que otro tipo le ha bajado ligeramente la braguita y le está tocando el coño, quizás metiéndole algún dedo porque por un momento mi cuñada cierra los ojos y echa su cabeza hacia atrás. Así se van sucediendo cientos de magreos a lo largo de toda esa calle, algunos sobeteos más que descarados, incluso veo a un tipo que se chupa el dedo, después de haberlo tenido en su coño, hasta que me doy cuenta de que otro se ha sacado su polla y hace la intención de rozarla contra la entrepierna de ella, en un momento de tumulto, en el que casi estamos parados y veo como levanta su faldita por detrás y pasa su pollita en esa zona prohibida y es entonces cuando decido intervenir, ya que me parece demasiado y tirando del brazo de mi cuñada logro sacarla de esa calle.

-        ¿Por qué me has sacado, Aritz? - pregunta ella con los ojos brillantes, su rostro encarnado y sus pezones en punta.

-        Joder, si te dejo un poco más, te follan ahí mismo, en medio de la calle.

-        Buf, estaba tan cachonda que me hubiese dejado penetrar por diez o doce pollas que por lo menos he podido sentir.

Joder, ni siquiera yo me había dado cuenta de todas las manos y pollas que le han tocado y metido mano al precioso cuerpo de mi cuñada, y por fin nos plantamos frente al hotel en el que nos espera Kimura. Nos dan una llave especial para subir con el ascensor hasta su suite que está en la penúltima planta.

Llamamos a su puerta y aparece Kimura con una pequeña toalla rodeando su cintura y nada más ver a Marel, en su caso, Mayder, se queda extasiado y agarrando la mano de ella sobre su cabeza, la hace girar, contemplando ese peculiar atuendo.

-        Eres increíble. - la dice, al tiempo que dibuja su rostro con la yema de sus dedos.

Yo le miro sonriente y él me saluda inclinando su cabeza para decirme.

-        Un honor, señor Aritz, es usted un hombre de palabra. Espero que haya traído el contrato.

-        Claro. - respondo con el mismo saludo reverencial y mostrándole el portafolio con el contrato.

Kimura hace pasar a Marel a su lujosa suite y él sigue observando su figura por detrás. De pronto la agarra por las tetas y se las estruja al tiempo que él se pega detrás de mi cuñada. La oigo gemir mientras que el japonés mete la mano bajo la pequeña faldita de colegiala y juguetea ahí abajo, seguramente pellizcando sus labios vaginales o su clítoris, porque se vuelve a oír a Marel jadear.

Nos sentamos en una mesa, Kimura se quita la toalla y se queda desnudo. Entonces, con un solo movimiento de cejas le indica a esa colegiala sumisa, lo que tiene que hacer, por lo que mi cuñada tras mirarle y sonreírle, se agacha entre sus rodillas, le abre las piernas y empieza a pajearle suavemente mientras yo aprovecho para irle pasando los contratos pendientes de firma. Marel se mete en la boca la pequeña polla de Kimura y comienza a mamársela despacio, recreándose, dándole lamidas al glande y bajando con su lengua hasta los huevos, haciendo que el otro le tiemble ligeramente la mano antes de firmar, pero lo va haciendo mientras mi cuñada se la traga por completo succionando y oyéndose el ruido de la follada en su boca. Kimura cierra los ojos, justo en el momento en el que la traviesa de mi cuñada succiona sus huevos. Entonces él la detiene y hace que se separe. Marel y yo nos miramos confundidos y entonces Kimura escribe en un papel una propuesta en inglés que me pasa a continuación y que dice lo siguiente:

-        Gracias por este regalo Aritz, sabía que lo ibas a conseguir, pero quiero follarme a esta preciosidad y me gustaría hacerlo en un “Onsen” en la azotea, delante de todos mis amigos y colegas. Si aceptáis la propuesta, triplico los pedidos.

Vuelvo a leer esa nota y luego miro a Kimura que me mira sonriente y expectante.

-        ¿Qué ocurre, Aritz? - me pregunta Marel.

-        Pues que nos puede triplicar el pedido si aceptas una nueva propuesta. Sin duda le tienes loco.

-        ¿Qué propuesta?

Le leo la nota y le explico lo que es un “Onsen” porque Marel parece desconocerlo, se trata de algo muy tradicional en Japón, una especie de spa, en el que normalmente se bañan desnudos en aguas termales, los hombres por un lado y las mujeres por otro, aunque en esta ocasión lo que quiere Kimura es dar envidia a sus amigos o colegas que trabajan en el mismo edificio y en otras oficinas para que Mayder se adentre en la parte masculina, repleta de hombres.

-        Tú decides. - la digo mientras ella sigue en cuclillas entre las piernas de Kimura.

-        Me parece perfecto, pero quiero poner una condición. Tendrás que grabar todo lo que ocurra para subirlo a mi canal, de seguro que voy a tener millones de visitas con algo así.

Kimura me mira expectante de nuevo y él cree que yo tomo las decisiones por ella, algo muy japonés, sin embargo, es la propia Marel, en este caso Mayder la que tiene la última palabra, aunque hago que sea cosa mía y le explico que como compensación me gustaría grabar la sesión en el “Onsen” y naturalmente se nublarán todas las caras y no se reconocerá a nadie. Él sonríe y estrecha mi mano, al tiempo que cambia la última clausula con un manuscrito en el que añade ese pedido triplicado de todos nuestros productos.

El japonés se enrolla la toalla en la cintura y de la mano de Marel nos dirigimos a un ascensor interior privado que lleva directamente a esa especie de Spa, que es un lugar muy “Zen”, con decoración, música y ambiente muy relajante. Como suponía hay una entrada solo para mujeres y otra para hombres, pero vamos directamente a la segunda y cuando llegamos a la gran piscina llena de vapores, los diez o doce japoneses que están allí disfrutando del agua caliente, con sus cuerpos desnudos, alucinan al ver a mi cuñada vestida de colegiala.

Entre ellos comentan algo y le preguntan a Kimura, mientras la propia Marel me hace de traductora cuando le pregunto:

-        ¿Qué están diciendo?

-        Dicen que de dónde has sacado a esa criatura y Kimura les está explicando que le pertenezco exclusivamente a él.

-        ¡Qué cabrón! - digo yo, porque nadie me entiende.

-        Dice que va a follarme, pero que los demás deben limitarse a mirar y que van a ser grabados, pero ocultando sus caras.

-        Genial.

Kimura me invita a que me quite la ropa, pues es obligatorio estar desnudo ahí y lo siguiente es que él mismo se quite la toalla y empiece a desnudar a mi cuñada, recreándose en ello, mientras todos los demás miran cada detalle, viendo como Kimura enrolla las medias, como le quita los zapatos, como suelta los botones de su blusa, como le baja la falda arrastrando con ella sus braguitas hasta dejarla desnuda ante la atenta mirada de todos. Allí Marel, con sus dos trenzas y representando su mejor papel de niña inocente, se gira por mandato de nuestro cliente, haciendo las delicias de los otros japoneses, casi todos mayores, que comienzan a pajearse, disfrutando de la visión de su redondo culo o de sus majestuosas tetas. Yo mismo agarro la cámara del móvil con una mano y me pajeo con la otra, porque ver a mi cuñada allí en medio, rodeada de otros hombres desnudos que se van acercando a ella mientras se masturban es algo mágico y tremendamente excitante.

Kimura la pone de espaldas a él, pero de frente a todos, mientras comienza a amasar sus redondos pechos, al tiempo que los otros tipos comentan cosas que no entiendo, pero de seguro que están muertos de envidia, porque hasta yo mismo estoy envidiando en este momento a Kimura. Las manos de nuestro anfitrión dibujan las curvas de mi cuñada y se cuelan entre sus piernas, acariciando posteriormente sus labios vaginales y tirando de ellos hacia afuera, para que los otros hombres disfruten de ese coño tan divino que tiene Marel. Luego la ordena que se gire y que empiece a mamársela, algo que hace ella de forma sumisa. Se arrodilla en el centro de ese “Onsen” y tras agarrar la verga del japonés, empieza a besarla y lamerla. Primero con mucha suavidad, pero cuando el propio Kimura la sujeta por ambos lados de la cabeza de ella, hace él mismo el empuje para clavársela hasta el fondo de su garganta de forma brutal, pero mi cuñada aguanta las embestidas, porque es una experta mamadora, aunque no puede evitar que le caigan lágrimas de los ojos, debido al ímpetu con el que Kimura le folla la boca.

Veo que algunos hombres que están en el agua, se acercan hasta el borde y estirando sus manos llegan a tocarle el culo a Marel, alguna mano se apodera de su pecho, otros dibujan sus curvas y cuando quiero darme cuenta, me cuesta coger un ángulo en el que no se vea a mi cuñada rodeada de hombres desnudos, pollas tiesas a su alrededor y en un momento dado, mientras cabalga sobre el cuerpo tumbado de Kimura, los demás se aprovechan para acariciarla, ya que nuestro cliente parece extasiado sintiendo la delicia de follarse a Mayder y cuando quiero darme cuenta, mi cuñada se corre entre convulsiones, provocando que el propio Kimura lo haga dentro de ella, así como innumerables chorros de blanca leche que van cayendo de cada uno de esos hombres que la rodean... Lo grabo todo con detalle, incluso con primeros planos y es increíble ver como un chorro inunda su cara, otro le embadurna las tetas, otros se corren por su espalda, por la que se deslizan riachuelos blancos, hasta que logran dejarla bañada por entero en semen. Nunca había visto una cosa igual y como decía Marel, esto le va a generar millones de visitas, pero yo mismo me pajeo, aunque no quiero correrme porque me lo quiero reservar para luego.

Cuando todos se han saciado con el escultural cuerpo de esa europea de grandes tetas, Kimura vuelve a estrechar mi mano, mientras ella se mete a ducharse, pues la han dejado bien bañada pero no de agua precisamente.

Kimura vuelve a despedirse de mí, esforzándose en darme las gracias en castellano y haciendo la consabida reverencia oriental, disculpándose porque tiene mucho trabajo.

Mientras ella se ducha tranquilamente, veo que mi móvil está lleno de mensajes de mí cuñado y justo cuando reactivo el altavoz, en ese momento contesto a su quinta o sexta llamada, porque claro, han pasado casi dos horas y deberíamos estar de camino al aeropuerto.

-        ¿Dónde cojones estáis? - pregunta con su “empatía” de siempre.

-        Joder, Igor, estamos cerrando el negocio. - le contesto.

-        ¿Está Marel contigo?

-        Claro, no la dejo sola ni un momento. Y gracias a ella hemos conseguido cerrar el contrato aún mejor. Los japoneses parecen encantados de su forma de negociar – digo con toda mi mala intención.

-        ¡Joder, vamos a perder el avión! - protesta él nervioso sin escuchar lo que le digo.

-        A ver, nosotros podemos ir directamente si tú eres capaz de facturar el equipaje.

-        ¿Yo?

-        Claro, cógete un taxi y vete al aeropuerto, vas facturando las maletas y luego llegaremos nosotros.

-        ¡Vale, joder, pero daros prisa! - rebuzna él una vez más.

Quince minutos después, estamos en la planta baja de ese rascacielos de oficinas, yo con mi traje y mi cuñada de nuevo de colegiala, cuando la recepcionista del edificio llama nuestra atención.

-        Disculpen – nos avisa.

-        ¿Qué ocurre? - pregunto acercándome al mostrador.

-        Este regalo es para Mayder, de parte del señor Kimura.

-        Muchas gracias – responde ilusionada mi cuñada y vamos en busca de un taxi porque estamos apurados de tiempo.

Una vez dentro del taxi, le indicamos que salga disparado hacia el aeropuerto mientras Marel abre la misteriosa caja del regalo de KImura. De pronto se queda sorprendida cuando saca un vestido negro, muy corto de lycra, que se debe ajustar a sus curvas, además de unas botas altas, por encima de la rodilla y con un tacón largo y fino. No hay duda de que Kimura tiene buen gusto.

-        ¡Joder, el Kimura! - digo y descubro que dentro hay una nota manuscrita en japonés que le entrego a Marel, que traduce al instante.

-        Gracias por todo Mayder – lee ella mientras me sonríe - “eres una mujer increíble, a la que será difícil poder olvidar. Me gustaría que, en el próximo viaje de tu empresa, vuelvas tu nuevamente, para demostrarnos que eres única, preciosa, demostrando lo bien que haces tu trabajo y lo felices que nos has hecho sentir en tu grata compañía”.

-        Le tienes loco y bien agarrado por los huevos. Podemos pedirle lo que queramos. - afirmo y ambos reímos a carcajadas.

-        No lo he pasado nada mal.

-        Ya te he visto... bueno, debe ser increíble verte rodeada de pollas y que entre todas te hayan hecho esa ducha blanca.

-        Ha sido maravilloso, pero tú, pobrecito, ni siquiera te has corrido. - me dice agarrando mi polla por encima del pantalón.

-        No, preciosa, eso lo quiero reservar en exclusiva, entre tú y yo.

-        Pero si no tenemos tiempo, Aritz.

-        Bueno, eso déjalo de mi cuenta.

-        Claro. De momento voy a cambiarme de ropa. ¿Me ayudas?

-        ¿Aquí?

-        Claro, ¿dónde si no?

-        Pues yo sé de uno que se va a divertir. - digo señalando al taxista.

En el momento en el que empiezo a despojar a mi cuñada de su vestimenta de colegiala, el taxista no pierde ojo de las maravillas de ese cuerpo femenino tan perfecto y por suerte vamos por la autopista, porque si no, de seguro nos estrellaríamos.

Cuando consigo desnudar a Marel al completo, agarro sus tetas, exprimiéndolas en mis manos, casi desesperadamente, para acabar dando mordiscos a sus pezones.

-        ¡Auh, bruto! - me dice ella, mirando al mismo tiempo por el retrovisor a los ojos del taxista que debe ir más que empalmado.

-        Por fin, tengo a este cuerpo para mí solo. - digo yo metiendo dos dedos en su coño, mientras nuestras lenguas se entretienen en un juego lascivo, de besos intensos.

Veo que ya hemos tomado la carretera de camino al aeropuerto y no hay tiempo para mucho más, así que le digo a mi cuñada que se ponga a cuatro patas sobre el asiento mientras yo aprovecho para ponerme tras ella y descubrir esas posaderas redondas tan perfectas. Abro sus cachetes y los dos agujeritos aparecen ante mis ojos. Primero le pego unas cuantas lamidas a ese coño sonrosado, jugoso y brillante y luego subo hasta su ano, para darle unos cuantos lengüetazos, provocando que ella eche su cabeza contra el respaldo entre gemidos.

-        ¡Ay, sí, Aritz, sigue así! - me dice entre jadeos, cuando mi lengua juguetea con su ano, mientras mis manos abren esos glúteos para tener mejor acceso y sigo lamiendo ese agujerito, que de momento nadie ha podido traspasar excepto yo y me encanta que ella haya guardado ese regalo que ahora estoy devorando, ensalivando, incluso metiendo un dedo y la punta de mi lengua.

Marel se está corriendo entre convulsiones, al tiempo que yo sigo chupando con mi lengua ese culito tan divino, cuando veo que el coche se está deteniendo porque hemos llegado a la terminal. ¡Joder ese trayecto se me ha hecho cortísimo!

Precipitadamente, ayudo a ponerse el vestido a mi cuñada y luego a calzarse esas botas altas, mostrando su mejor figura, pues el vestido se ciñe a sus curvas, siendo muy corto, que parece aún más reducido, con esas botas altas por encima de su rodilla y cuando va a ponerse las braguitas, sostengo su mano, diciéndola:

-        Mejor no te las pongas, aún tenemos algo pendiente tú y yo.

-        Es verdad, pobrecito. - añade ella apretujando mi polla tiesa bajo mi pantalón.

Marel se despide del alucinado taxista, lanzándole un beso y ambos nos adentramos en la terminal del aeropuerto. Entonces recibo una nueva llamada de Igor.

-        ¿Llegáis o qué cojones? - es el primer berrido de mi cuñado.

-        Tranquilo coño, que estamos entrando en la terminal. Espéranos en la puerta de embarque que llegamos. - añado y le cuelgo

-        ¿Quién era? ¿Igor? - me pregunta ella.

-        Sí, se pone nervioso y sigue siendo tan cafre como siempre.

-        Lo siento...

-        Cariño, tú no tienes la culpa de nada. - la digo dándole un piquito cariñoso.

Nada más entrar en el hall principal del aeropuerto internacional de Tokio, veo en los carteles el anuncio de nuestro vuelo y como me decía Igor, están llamando para el embarque. Marel y yo apresuramos nuestro paso, aunque ella debe hacerlo a pasitos más cortos, debido a esas botas de tacón alto, pero es todo un espectáculo verla caminar con ese vestido ceñido tan corto, haciendo que todas las miradas, principalmente masculinas, se queden prendadas por ese cuerpo tan estilizado que con ese caminar y el vestido tan ajustado que se le sube continuamente y que ella estira cada dos por tres, provoca una ola de sensualidad tan atrayente, lo mismo que el “toc, toc” de sus tacones en el suelo a medida que avanzamos hasta la zona de seguridad, donde pasamos el control de pasaportes y volvemos a correr hacia la puerta 98 donde ya está el autobús que nos llevará hasta la zona de despegue.

-        ¡Ya era hora, joder! - es el primer saludo de Igor al vernos justo cuando están empezando a entrar los primeros pasajeros por la puerta de embarque.

-        Cariño, estábamos trabajando. - le recrimina ella.

-        ¿Y tú de qué vas vestida? - la dice mirándola de arriba abajo con cara de asco.

-        ¿No está preciosa? Parece una actriz famosa de Hollywood - añado yo.

-        Sí, la puta de Pretty Woman. - comenta el otro despectivamente.

-        ¡Eres gilipollas! - dice ella y camina delante de él bastante enfadada por ese absurdo comentario.

Yo le levanto las cejas y niego con mi cabeza a mi cuñado como diciéndole que no es forma de tratar a su esposa y nos encaminamos los tres al autobús, observando ese culito de mi cuñada en una danza que acompaña ella con sus caderas, haciéndome sentir doblemente feliz, primero por esa visión tan flipante de su cuerpo y sus andares, pero por otra la del cabreo del marido, al no gustarle ese atuendo tan sexy. Cuanto más cabreado está él, más contento estoy yo.

En cuanto llegamos al autobús, nos vamos al último asiento de dos plazas y cuando Igor se va a sentar junto a ella, mi cuñada le dice muy mosqueada.

-        No, yo me siento con Aritz, que es un caballero, así que tú siéntate en ese. - le dice señalando el asiento que está justo delante.

-        Lo siento, cariño, pero es que estaba cansado de esperaros – se intenta disculpar Igor volviendo su cara, pero dándose cuenta de que ha metido la pata del todo.

-        Que me dejes en paz y no te quiero ver el careto. - dice ella, señalando hacia delante para que ni la mire. Se la ve muy alterada.

Mi cuñada me mira, suspira y niega con la cabeza como diciendo “mira con qué gilipollas me he casado”. Entonces hace algo que me deja sorprendido, pues agarra mi mano y la mete bajo la corta faldita de su vestido, que al no llevar nada debajo, consigue entrar en contacto con su esponjoso coño. Trago saliva, por el atrevimiento de mi cuñada, que se ve que le va cogiendo gusto a esto de ponerle la cornamenta a Igor y cuanto más cerca mejor, por lo que me animo a juguetear con mis dedos en esa rajita que se va empapando por momentos mientras ella cierra los ojos. Miro hacia adelante y veo que mi cuñado sigue sin volver su vista, mirando su teléfono, bastante humillado, tras haberse dado cuenta de su inoportuno comentario por lo que me siento seguro de meterle un dedo en el coño a Marel en ese asiento trasero, mientras el resto de pasajeros parecen atentos a sus móviles y tampoco se dan cuenta, además, al estar en la parte trasera, nadie puede vernos.

-        ¡Qué gusto, cabrón! - me dice mi cuñada en un susurro junto a mi oreja, visiblemente excitada por esa situación.

-        Es morboso ¿no? - la digo yo junto a su oído haciendo movimientos circulares de mis dedos en su coño y mi pulgar rozando su clítoris.

-        ¡Sí, joder! - repite ella, mordiendo mi lóbulo y salgo al encuentro de sus labios para darle un tierno beso, lo que provoca que ella se corra poniendo su boca sobre mi hombro para apaciguar sus jadeos, que Igor no parece percibir, entre el ruido del autobús y el hilo musical que ameniza el trayecto hasta el avión.

Cuando saco mi mano bajo su vestido noto mis dedos impregnados de sus jugos y me los llevo a la boca para degustarlos, cerrando los ojos, para que ella vea cuanto me gusta su sabor. Entonces, hace algo que me deja aún más alucinado, pues abre mi bragueta, sacando mi polla, que lógicamente está como una piedra y tras darle tres o cuatro meneos, se tapa la boca con su manita, como si hiciera una travesura y ¡vaya travesura!, pero cuando la hago un gesto con mi cabeza hacia abajo, invitándola a que me la coma, ella se muerde el labio, mira hacia delante al asiento de su marido y parece que eso la pone mucho. No lo duda y entonces baja su cabeza atrapando mi polla entre sus labios.  Ella, muy picara vuelve a sonreír mirándome fijamente a los ojos y veo como coloca su boca cerca de mi glande, rodea con ella mi frenillo y todo mi prepucio, dibujando con su lengua cada rincón, mientras me pajea al tiempo que saborea el resto del líquido y con tus labios de rojo pasión que pude ver cómo se pintaba en el taxi, empieza a lamer la punta de mi polla con total dedicación, sin dejar de mirarme.

Yo estoy excitadísimo y nervioso al mismo tiempo por todo ese morbo añadido, teniendo a su marido en el asiento delantero, pero a pesar de todo, para estar más seguro, tapo la cabeza de ella con mi chaqueta, por si a Igor le diera por volver su cara. Por suerte, la música del autobús está bastante alta, porque el sonido de la garganta de Marel se hace especialmente excitante, sabiendo que soy el único que parece oírlo, por no hablar de su cálida lengua o sus blanditos labios que atrapan sin cesar mi verga dura bajando con energía su cabeza. Su habilidosa lengua recorre todo mi tronco lentamente hasta llegar a mis huevos y deshace lo recorrido hasta llegar de nuevo al glande. Allí se la introduce de nuevo hasta que su nariz toca mi abdomen haciéndome una gran “garganta profunda” en lo que ella es una auténtica especialista. Mi respiración se agita de lo bien que lo hace y con mis manos aprovecho para acariciarla por encima del vestido sus hermosas y redondas tetas. Las acaricio suavemente, mientras ella continúa en su dedicada labor de chuparme el rabo con asombrosa maestría.  A continuación, dirijo yo mismo los movimientos de su cabeza sujetándola por la nuca para que choque su linda cara contra mi barriga una y otra vez, con mi polla ensartándose hasta lo más hondo de su garganta. ¡Dios, cómo la chupa este angelito!, ¡Y con su marido en el asiento de delante!

Creo que la situación es excesivamente morbosa y no puedo aguantar más, por lo que aprieto la cabeza de mi cuñada contra mi regazo, sosteniéndola inmóvil al tiempo que empujo mi pelvis hacia arriba, sintiendo que se la ha tragado por entero y noto la respiración de su nariz en mi pubis. Así permanezco unos cuantos segundos, no sé cuántos, pero resulta tan morboso como cachondo, saber que Igor puede volver su mirada en cualquier momento y tendría que explicarle que ella se ha quedado dormida en mi regazo o algo parecido, aunque no estoy seguro de que se tragara tal cosa. Al notar los músculos de mi cuñada queriendo atraparme más y más, de pronto descargo uno, dos y tres chorros dentro de ella de mi leche caliente dentro de su boca, sin que se mueva, mientras vuelvo a mirar adelante, pero Igor, por suerte, sigue enfrascado en su móvil, por lo que me relajo y aun suelto otro disparo más dentro de la garganta de mi cuñada, al tiempo que tapo mi propio gemido con mi antebrazo. Cuando ella se retira, llena de babas y del resto de mi semen, me aplica una nueva mamada a mi polla hasta dejarla totalmente limpia y al final se reincorpora, limpiándose con un pañuelo de papel y retocando posteriormente sus labios rojos, justo cuando el autobús se para frente al avión.

Por fin nos sentamos en el avión, en una fila de tres asientos: Igor en ventanilla, Marel en el medio y yo junto al pasillo. Ella me mira con su sonrisa cómplice y debe estar recordando lo bien que lo hemos pasado en el autobús.

-        ¿Qué tal esa noche de pasión chicos? - les pregunto con toda mi mala baba.

-        Para mí, maravillosa, Aritz - responde ella, mordiéndose el labio de esa forma tan sensual, recordando esta vez como le estrené su culito con el idiota de su marido dormido.

-        ¿Ah sí? - digo yo con ironía riéndome por dentro.

-        Joder, yo no recuerdo nada... creo que bebí mucho sake- dice el cornudo de mi cuñado con su cara seria, porque cree habérsela follado sin enterarse, cuando en realidad lo hice yo y de qué manera estando él a nuestro lado.

-        Bueno, al menos tu mujer ha quedado satisfecha, ¿no, Marel? - la digo.

-        Por supuesto, ha sido una noche inolvidable. - responde mirándome sonriente.

-        Me alegro - añado.

-        A mí la cabeza me va a estallar – dice Igor, apretándose las sienes.

Mi cuñado sigue disgustado, con un dolor tremendo de cabeza y cara de resaca, aunque no me extraña, pero seguramente su jaqueca venga por los cuernos que tiene en su frente y que le pesan una enormidad...

Durante el vuelo, no ocurre nada extraordinario, aunque me hubiese gustado follarme de nuevo a mi cuñada en el baño, como en el viaje de ida, pero esta vez Igor se niega una y otra vez a tomar las pastillas para dormir, porque dice que no quiere meterse nada más en el cuerpo, a pesar de pasarlo fatal en el viaje, entre mareos, dolor de cabeza y miedo a volar. En un momento del vuelo en el que Marel se levanta al baño, al tener que pasar delante de mí, pasa su culo, rozando prácticamente mi nariz, al tiempo que vuelve su cara y me sonríe, sabiendo que me tiene loco, especialmente ese culo.

-          ¡Uy, perdona, cuñado! - comenta ella con esa sonrisa picarona.

Luego, para colmo, va caminando con paso firme por el pasillo haciendo que las cabezas se giren a su alrededor, admirando su belleza, su trasero, sus piernas, sus tetazas... yo, el primero que alucino viéndola sin creerme que me la haya follado de mil maneras, sabiendo, además, que bajo ese vestido no lleva nada. Cuando regresa a su asiento, de nuevo me restriega su culo, por la cara y si no fuera porque su marido está despierto a mi lado, le hubiera dado un bocado a uno de esos perfectos glúteos.

En un momento en el que Igor, se levanta al baño también, algo mareado, aprovecho para meter mi mano entre los muslos de Marel y al menos acariciarla suavemente mientras ella me dice:

-        No sé cómo agradecerte lo de anoche, cuñado. Fue increíble.

-        Para mí también lo fue, preciosa. ¿Te gustó entonces el estreno de tu culito?

-        Sí, fue increíble. Todavía noto cierto resquemor.

-        Te hice daño...

-        Sí, pero mereció la pena y cada vez que noto ese calor en mi culo, vuelvo a recordarlo. Fue una experiencia maravillosa... la pena que no pudiéramos grabarlo.

-        ¿Grabarlo?

-        Si, en vídeo... me ha escrito mi cliente VIP.

-        Ah, ese desconocido... - digo mostrando mi cara seria

-        Vaya, ahora parece que el celoso es otro. - comenta ella mirándome sonriente, acariciando mi mano que sigue entre sus muslos.

-        No es eso, es que no sé ni quien es...

-        Pues precisamente nos hemos intercambiado mensajes. Me ha escrito cuando le hablé de lo de anoche, porque le gustaría ver cómo me follas el culo.

-        ¿Y cómo, grabándolo en un vídeo?

-        ¡No!... quiere verlo en vivo.

-        Pero Marel, eso no puede ser. Es una locura.

-        ¿Por qué?

-        Pues porque no... no sabemos que intenciones tiene, igual es un tipo obsesionado contigo, no sé, un sicópata. ¿No lo has pensado?

Ella se queda pensativa y justo en ese momento vuelve Igor a su asiento y se interrumpe la conversación y mi mano sale de entre los muslos de mi divina cuñada.

Aterrizamos sin contratiempos y tras recoger nuestro equipaje salimos a la terminal donde nos está esperando Mar. Está preciosa, con una minifalda blanca y una cazadora de vaquera, bajo la que hay una camiseta de mi Athletic, pues sabe que es otra de mis pasiones y por supuesto marcando el paso con sus taconazos Gucci, que tanto me gustan y ese sonido que hacen sobre el brillante suelo de la terminal. Viene corriendo a pasitos cortos, como una gacela, esquivando a mi cuñado que es el primero en cruzarse, pero ella pasa de largo para abrazarse primero a su hermana, como si hiciera siglos que no se hayan visto y después viene corriendo hasta mí, abriendo sus manos de par en par y sus tobillos pegados, mostrando la largura de sus piernas morenas y su culito alzado con esa altura de sus tacones. Sobra decir que me la como con un beso en el que también parece que haya pasado una eternidad sin que nos hubiéramos visto. Y ella me agarra por la nuca, metiendo su lengua hasta encontrar la mía y en un momento me dice en un susurro:

-        Maridito, que ganas de sentirte dentro de mí. Te he echado mucho de menos. - me dice logrando que mi polla se ponga dura, algo que ella nota y me sonríe.

Nos dirigimos al parking, yo con un calentón tremendo, pues tener a mi cuñada espectacular durante el vuelo, provocándome y ahora mi mujer, que también está cachonda, no sé si mojaré mis pantalones y me correré con un mínimo roce.

Nos subimos a mi coche, me pongo al volante, para llevar en primer lugar a mis cuñados a su casa, durante el viaje, las dos hermanas hablan y cuentan anécdotas del viaje, sin entrar en detalles, claro, pero dejando alguna perlita de insinuaciones que Mar, entiende enseguida, sobre todo cuando pregunta:

-        Entonces ¿con los japoneses bien, hermanita?

-        Sí, Mar.… son encantadores – responde mi cuñada

-        Ya, ya me contó Aritz, que les has dejado impresionados.

-        Por un momento miro por el retrovisor a mi cuñado, pero mientras las dos hermanas se mandan mensajes subliminales en su conversación, él sigue atontado, mirando su móvil.

Llegamos por fin a la calle de mis cuñados y allí nos despedimos de ellos y arranco enseguida con intención de ir a casa para follarme a Mar, que no ha dejado de tocarme la pierna, e incluso la polla, con disimulo, en todo el trayecto. No hemos recorrido ni doscientos metros desde la casa de nuestros cuñados, cuando Mar me dice:

-        Para aquí mismo Aritz, no puedo más.

Continuará...

Raúl & Sylke