El secreto de Martita la Ibicenca: Introducción
Marta es una joven de 28 años que vuelve a casa por verano. Su caliente mente y su extrovertido carácter sorprenderá a alguien inesperado.
Tras una larga ausencia, regreso a todorelatos con ganas de escribir. Siento la espera xxx
Verano de 2017, junio más concretamente. A mis 28 años y tras un año movidito nada mejor que la vuelta a mi querida isla donde me crié, donde me esperan mis amigos, mis recuerdos, mi familia.
Ya han pasado varios años desde que salí de la isla en la que había nacido y donde pasé mi infancia y adolescencia, donde la pequeña, tímida y dulce Martita se convirtió en la preciosa y extrovertida chica que traía locos a todos los chavales de su edad y mayores justo en el último año de instituto.
Tuve una pubertad algo tardía, nada excepcional, pero mientras mis amigas regresaron tras el verano de 2003 con unas curvas y unas prominencias delanteras que atraían las miradas de los compañeros de clase, así como los de los cursos superiores, la tímida y plana Martita se mantenía callada y en un segundo plano con sus aparatitos y la coleta de una repeinada cola de vaca morena.
Ese año fue especialmente duro. En casa de una familia monoparental (mi padre le daba a la bebida y mi madre se separó de él al poco de nacer mi hermana pequeña y enterarse que además de las deudas por su adicción a otras drogas, frecuentaba puticlubs), la hermana mayor debía cuidar de la pequeña en todas esas horas en las que la madre trabajaba para sustentar la economía del hogar.
Al principio veía a mi pequeña hermana como un obstáculo para relacionarme con mis amigas. Ya salían a beber, a conocer chicos etc. Muchas ya iban pasando las distintas bases que pasan desde que te das los primeros besos con lengua hasta que tocas tu primera polla. Si además te veías muy diferente a las demás, casi como una niña en lo que respecta al físico, pues no era el mejor momento.
Pese a todo no me faltaba información de esas cosas. Mis amigas y yo hablábamos muchísimo por internet, con esos perdidos programas de mensajería instantánea, (a saber el irc o el messenger o MSN).
Mis amigas ya tenían la regla y ya vestían unos sujetadores y orgullosos y solidarios escotes en las tardes en las que se iban con chicos de 4to de la ESO o incluso bachillerato a hacer botellón.
Mi madre trabajaba en hostelería, algo común en las islas, pero de todos es sabido que se echan más horas que el reloj. Esa situación me hizo madurar más rápidamente y si bien me perdí ese y un par de años posteriores experiencias propias de mi edad, gané valor para echar adelante, una relación especial con mi pequeña hermana Clara y una idea por encima de todas, iba a estudiar y no iba a acabar de camarera.
Mi madre dedicaba muchas horas al trabajo, y con dos hijas a las que cuidar y los abuelos más cercanos muy lejos de allí, no tenía tiempo para ella. Era una mujer muy hermosa, sus ojos azules, que yo y mi hermana habíamos heredado, brillaban con luz propia. Tenía un pelo voluminoso algo rizado negro intenso, sus 175cm de altura y sus 64kg de peso le hacían una mujer muy alta y con un cuerpo ideal. Yo la veía bastante delgada, si bien tenía unos pechos enormes y un culo firme, pues en 2003 cumpliría los 31 años. Trabajaba en un bar de menús de día y echaba todas las horas extras que podía, por lo que rara vez llegaba a casa antes de la hora de cenar. Los fines de semana echaba horas por las noches en un bar de un amigo suyo de siempre. Era un pub de copas mas bien, situado junto al puerto, en una zona de ocio conocida de la isla. La mayoría de fines de semana volvía a casa a eso de las 5 de la mañana, por lo que yo me encargaba de hacer el desayuno de mi hermana y cuidarla por la mañana para dejarla dormir. Otras veces llegaba cuando ya estábamos desayunando. Recuerdo que charlábamos un poco casi de amigas más que de madre a hija mientras me contaba que necesitaba un rato de desconexión tras trabajar y que por eso llegaba tan tarde. Yo me preguntaba si habría estado con algún hombre, pues en más de una ocasión la veía con el pelo más enmarañado de lo normal e incluso como si oliese a colonia de chico.
En los siguientes dos años mi experiencia con los chicos se reducía a un vecino que venía cuando cuidaba de mi hermana y en momentos en los que ella se quedaba dormida los fines de semana y mi madre trabajaba.
Yo era muy tímida y como he dicho antes no estaba desarrollada y tuve una pubertad tardía. Este chico era guapete aunque tampoco era nada del otro mundo. No es que yo tuviese en ese momento un gran aspecto, pero una siempre se fija más en otros chicos mayores, fuertes y con amplias manos que te hacen sentir pequeñita entre sus brazos. Este chico tenía 2 años más que yo y nos conocíamos desde hacía bastante. Era un chico algo problemático que siempre iba con su moto de cross arriba y abajo,con su chaqueta de cuero y siempre sin casco. En la zona rural en la que estábamos, lejos del casco urbano, siempre liaba alguna, pero era algo común entre los chicos de su edad. Su pelo castaño de punta siempre estaba engominado, sus ojos marrón avellana te intimidaban con su intensidad, aunque era un chico muy delgado y no era más alto que yo. Sus besos no obstante eran los de un experto pese a lo joven que era. Él decía que lo había aprendido ligando en verano con las guiris, pero que conmigo sentía algo especial. Aún recuerdo ese electrificante estallido cuando su lengua se enroscaba con la mía, abriéndose paso entre mis labios tocándome los pezones y tirando de ellos. Tardé varios fines de semana pero entonces yo comencé a tocar su polla por encima del pantalón. Recuerdo la primera vez que la toqué a pelo como si fuera ayer.
Paula, mi mejor amiga, ya había hecho varias pajas, y no solo a su novio con el que llevaba unos meses, si no a chicos con los que se liaba de fiesta algún fin de semana. Decía que le encantaba su dureza y saber que era por ella.
No puedo más Martita, el pantalón me va a reventar - me decía sin despegar más de un par de centímetros su boca de mis labios.
Esa vez fue diferente. Yo le eché mano al cinturón y su cara de sorpresa se transformó en una sonrisa y en varios besos en mi cuello. Mi chochito se mojaba más y más; cada vez que su lengua mojaba mi cuello mi coñito parecía mojarse un poco más, mucho más de lo que ya se mojaba al poco rato de besarnos ardientemente juntando nuestras lenguas.
Me costaba quitarle el cinturón, y eso que no es un mecanismo muy dificil, pero Félix me apretujaba el culo por dentro del pijama mientras sus labios apretaban sobre mi cuello y su lengua hacía que se me pusiera la piel de gallina. Abrí el cierre del cinturón y desabroché los botones de sus vaqueros dejando ver unos calzoncillos rojos apretados que no dejaban nada a la imaginación. Y digo nada porque además del enorme tronco vertical cuyo relieve tiraba de las gomas de esa prenda, por arriba asomaba un capullo rojizo e hinchazo. Se bajó los pantalones mientras yo fui frotando mi mano por encima del calzoncillo. Al principio un frotamiento con la palma de mi mano como muchas otras veces, después como Paula me había contado, "como si quisieras agarrarla y comenzar a subir y bajar sin soltarla, pero sin sacarla de los calzoncillos, así le harás desesperarse porque se la cojas de verdad" . ¡Y qué razón tenía!
La cara de Félix se fue transformando rápidamente. Pasó a cerrar los ojos y dejar de besarme. Yo notaba la dureza y el calor desprendido desde los calzoncillos. Apreté algo más fuerte y Félix empezó a suspirar y se llevó la mano a los calzoncillos, tirando de la goma hacia abajo y sacando su polla enhiesta dura y apuntando al techo seguida de los huevos dejando la goma del calzoncillo justo debajo. Yo ya había visto pollas en casa de Paula. En casa tenía una conexión malísima pero por aquel entonces mi amiga desfrutaba de una conexión a internet superior y había bajado algún video de un programa de descargas y allí en su casa podía ver una polla real cuando iba a visitarla y no los dibujitos de la escuela.
Pero en ese momento por fin tenía una entre mis manos. Nada más tocarla la note palpitar, era como si los latidos de su corazón pudieran notarse a través de ella o almenos eso me pareció en ese momento. El calor que sentía anteriormente había aumentado. Mis pezones se habían puesto más duros y empecé a notar unas humedades mayores en mi chochito. Apreté y estrujé con mi mano derecha su polla de abajo a arriba, mientras mi mano izquierda se movía por su torso desnudo. Los ojos se me clavaron en su herramienta, viendo como las piel rodeaba su capullo y que de éste salía un líquido viscoso transparente en forma de dos enormes goterones que cayeron por su polla manchándome los dedos.
¿Te has corrido? - le pregunté como la ignorante que era.
-No hombre, jeje. Eso sale al principio, siempre cuando se me pone bien dura.
Me llevé la mano a la nariz, olía fuerte, pero enseguida volví a mi tarea y comencé a subir y bajar ese piel lentamente mientras no podía dejar de mirarla y admirarla.
Yo era una chica de apenas 165cm con unas manos muy pequeñas y Félix pasaba el metro ochenta por lo que para mí esa polla era enorme, muy larga, luego más adelante descubriría que no era de las grandes, y que seguramente no pasaría de 15 centímetros aunque era muy gruesa y me costaba abarcarla con mis dedos. Al principio fui algo brusca por lo que él me corrigió y puso su mano sobre la mía mientras me marcaba el ritmo que quería. Yo disfrutaba de control, creo que era lo que más me gustaba esa primera vez, el control sobre el placer que él sentía, si ya te sientes bien porque el chico que te besa tenga la polla dura por estar contigo besándose, tocarla directamente y verle suspirar y con la respiración entrecortada es ya la hostia. ¡Cuanto me quedaba por aprender!
Las gotas que antes me habían manchado los dedos estaban a lo largo de su polla dejando su pegajosa viscosidad a la vista si bien enseguida se esfumó. Félix me besaba de vez en cuando mientras su mano se dirigió a mi coñito, por dentro del pantalón de pijama y por encima de las bragas. Me las separó pero yo le dije que no y fue respetuoso. Mis bragas se mojaban una barbaridad, parecía que me hubiese orinado, me sonrojaba tímidamente y agachaba la cabeza apoyándola en su pecho sudoroso mientras tonta de mí ahogaba mis gemidos aunque mi cuerpo me pedía que los dejase salir. Me contenía y comencé a mirar a Félix a la cara que me pedía que le pajeara más y más rápido.
-Énseñame el coñito aunque sea, se buena chica.
Ya le conocía hacía tiempo y ya nos habíamos enrollado en multitud de ocasiones. Paula hacía pajas a los chicos y su novio le metía el dedo cuando se enrollaban y se lo había visto más de una vez, muchas quizás. Yo era mucho más tímida pero ese día concreto me bajé el pantalón de pijama, dejé una pierna flexionada en el sofá junto a aquel chico y la otra la estiré hacia el suelo y eché las bragas a un lado, dejando ver mi chochito apretado con un ligerísimo bello púbico a ese chaval caliente y con el pulso acelerado que en pocos segundos llegó al éxtasis.
-Me corro me corro!AAAAH!!
Dos enormes chorros de blanco semen salieron disparados de su polla manchándome la mano y manchando su pecho llegándose casi a la barbilla. Yo solté instintivamente la polla y él automáticamente se la agarró, se la estrujó aún más rápido echando su polla a un lado sacando otros tres chorros ya no tan fuertes que me mancharon el pantalón de pijama cayendo uno al sofá.
Félix echó la cabeza hacia atrás sobre el sofá reposando de su orgasmo mientras yo sentí alegría por haber conseguido que se corriera por mis manos la primera vez que tocaba una polla. Menuda ingenua era por aquel entonces. ¡si un chico se puede correr hasta durmiendo!
El engominado de pelo castaño se levantó y se fue al baño llevándose su camiseta. y los pantalones en su mano izquierda, pues la derecha la tenía sucia de su propia sustancia.
Yo recogí parte de su semen del pantalón de mi pijama y aprovechando que no me veía me regocijé huntándome los dedos y llevando mi mano a la nariz. Era aún más viscoso y con un olor más fuerte que lo que luego descubrí que se llamaba líquido preseminal. Estaba aún caliente aunque se enfriaba rápidamente. Entonces eché cuenta del manchón en el sofá y con una servilleta quité el semen de Félix dejando un manchón húmedo en el blanco sofá.
Él salió del baño, me dio un beso y me dijo que se tenía que ir que era tarde, y es que eran las 12 y media de la noche de un viernes y nos habíamos estado enrollando desde las 10, recién acostada mi hermanita Clara. Traté de limpiar el sofá con un trapo húmedo, poniéndome cada vez más nerviosa por el resultado, pues ya no sé si era la humedad que el trapo dejaba como rastro o que el semen se había extendido. Tras un buen rato repasando la mancha mojé la mancha del pijama en la bañera, quedando en braguitas mirándome frente al espejo.
No podía evitar ver mi falta de pechos y los brackets por lo que pocas veces sonreía, pero hoy estaba especialmente contenta y me dio igual. Me quité las bragas mojadas cuya sensación era desgradable y fría en ese momento si bien mi cuerpo seguía caliente. Teníamos un espejo grande que casi abarcaba el cuerpo completo y me puse de lado mirando a la chica del espejo de perfil. Casi sentía que le hubiera crecido el culo y con los pezones duritos y mirando hacia arriba divagaba o soñaba en como tendría las tetas en poco tiempo, como las de mamá, esperaba.
¿Y sí cuando más estés con chicos más mujer te haces? Martita deja esas chorradas que pareces tonta - me decía yo misma.
Por mi pierna derecha caía una gota de líquido transparente parecido en color incluso en textura a aquellas dos gotas que había tocado de la polla de Félix, pero no tenían ni de lejos el mismo olor. Al separar mis labios podía notar en el silencio de la noche el ruido que mi coñito hacía al separar esos líquidos. Sentí la necesidad de tocar mi chochito y lo que al principio era separar los labios, rozar "mi botón" y observar, pronto se convirtió en algo más.
El calor fue subiendo y yo notaba el placer que me daba tocarme allí abajo. A mis 15 años no me había tocado todavía a pesar que ya me "picaba el chichi" hacía casi un año y más de una vez me había puesto la almohada entre las piernas. ¿verdad que no fui la única chicas?
Mis dedos fueron dando circulos, aquella primera vez no metí ninguno en mi interior si bien notaba como si la propia naturaleza me llevara a hacerlo. Mis dedos se movían más y más y cuanto más aceleraba el movimiento más me gustaba y más ganas tenía de ir más rápido. De pronto sentí como un calambre por encima del culo,al final de la columna como si allí un golpe eléctrico me atacase. Paré por un momento asustada pero pronto seguí, me costó un rato pero en un par de minutos otras pequeñas "descargas" me aparecían en esa zona y en mi propio botón como si se extendiese hacia el resto del cuerpo. Era como cuando tiras una piedra en el agua y sus hondas se extienden por su superficie. Esos pequeños y placenteros calambres iban en aumento en intensidad y frecuencia, hasta que un fuerte estallido me hizo doblarme y sentir el cielo. Mis piernas se movían desde la ingle a los dedos de los pies, mis caderas iban en círculo y mi tripita de arriba abajo. Todos ellos movimientos autómatas, como si mi cuerpo no me perteneciera y me quisiera expulsar, como si fuese un estorbo para él en ese momento y se quisiera liberar. Aún hoy en día me cuesta explicarlo, pero recuerdo ese primer orgasmo con ternura.
Me acosté unos minutos después sin darme una ducha siquiera. De hecho me acosté desnuda y me toqué un par de veces más aquella noche, era el inicio de mi vida sexual condicionada por mi situación familiar , y la que me llevó por diferentes caminos a la actualidad. Ibiza, 19 de junio y 2 meses de vacaciones por delante... ¡Qué más puedo pedir!