El secreto (2)

Su hermana le revela un secreto terrible: había violado a su propia hija. Y lo había disfrutado.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

El secreto

La revelación

Sofía abrió la puerta de su casa y se encontró con la sorpresa: su hermano Mauricio estaba en la alfombra del living metiendo su verga en la vulva de su hija, que en cuatro pies se movía desesperadamente como si en el mundo no hubiera nada más que ese trozo de carne en su interior. Gladys, su niña de solo quince años, se había hecho mujer a manos de Mauricio, el hermano que en su juventud había poseído tantas veces a su madre. Madre e hija habían terminado por caer bajo el influjo sexual de Mauricio. Y su hija parecía gozar tanto como lo hizo ella las veces en que tuvo sexo con su hermano, experiencia relatada en "Diario de Vida", capítulo 1.

Pero la situación era mucho más compleja que una relación filial. No se trataba simplemente de que su hermano hubiera seducido a su sobrina. Era mucho peor.

Cuando Mauricio vio a su hermana, sacó su verga del interior de su sobrinita y la escondió en su pantalón. Gladys, en tanto, se levantó y salió corriendo a ocultarse en su dormitorio, olvidándose incluso de su bikini que quedó tirado en el piso, como mudo testigo de lo sucedido entre ambos.

Sofía se sentó en y tapando su rostro rompió en un llanto silencioso, sin recriminaciones. Su hermano, sin saber que hacer estaba parado a su lado sin pronunciar palabra. Ni falta que hacía.

Al cabo de unos instantes, cuando recuperó algo la calma, Sofía le miró y se limitó a decirle "debemos conversar los dos de algo sumamente grave. Llámame esta noche, bien tarde ", después de lo cual se retiró, dejando a su hermano sumido en un mar de incertidumbre.

Caminó todo el trayecto a su departamento, distante 30 cuadras, con su mente hecha un lío, confundido por la reacción de su hermana y sus palabras.

¿Por qué no reaccionó airada, como era lo lógico? ¿Por qué optó por conversar de algo que ella llamó sumamente grave? ¿Más grave que lo sucedido con su sobrina, la hija de su hermana? Las preguntas se agolpaban en su interior y no encontraba respuesta. Llegó a su departamento más confundido aún y esperó impaciente hasta medianoche para llamar a Sofía, sabiendo que si era tarde sería ella quien contestara el teléfono y no su sobrina.

Se preguntaba por lo sucedido entre madre e hija y en cual sería la reacción de Gladys. Si hablaba, Mauricio sabía que su posición sería muy precaria pues lo sucedido entre ambos era una violación. No era una simple seducción de su sobrina. No. El la había violado y eso sería fácilmente demostrable en caso de una revisión médica. Y si su hermana decidía tomar acciones legales en su contra, ese examen médico sería su perdición. Este pensamiento le hizo sudar frío.

¿Sería a esta posibilidad a la que se refirió su hermana con sus palabras cargadas de temor para él? Pero esta conclusión a la que Mauricio había llegado después de varias horas no podría su hermana haberla logrado en segundos. No era posible analizar tantos datos y posibilidades en tan poco tiempo y concluir una posible acción, considerando que además ella estaba bajo el peso de la sorpresa de sorprender algo que no esperaba: su hija siendo penetrada por su hermano. No le parecía lógico.

Entonces, ¿por qué esas palabras que transmitían tanto temor? Y, pensando bien, era como si ese temor fuera doble, un temor que la alcanzaba a ella también. Pero no podría haber otra cosa en discusión que no fuera lo sucedida entre Gladys y Mauricio, sobrina y tío. No había otra cosa que pudiera tener más i y mportancia. Entonces, ¿Qué era eso "sumamente grave" que él desconocía que no fuera el hecho evidente de que había sido sorprendido con la verga metida en la vulva virginal de la hija de su hermana?

Con estas dudas e inquietudes en mente, levantó el teléfono y marcó el número de su hermana Sofía.

Ella respondió de inmediato y con voz tranquila le dijo que iría a visitarlo temprano al dia siguiente a su departamento. El accedió y ella colgó sin agregar nada.

Esa noche el sueño le alcanzó después de varias horas de cavilar sobre las posibilidades que se ocultaban tras las misteriosas palabras de su hermana, a las que no logró encontrar explicación plausible. Agotado, se durmió casi al despuntar el alba.

Le despertó el timbre. Eran las 11 y su hermana había llegado para aclarar finalmente las inquietudes que él tenía. No sabía cual sería el tenor de la conversación y los nervios le tenían en ascuas. Lo único de lo que tenía certeza era que no sería nada bueno para él.

No alcanzó a vestirse y la recibió en bata. Se instalaron en el living y él le ofreció un café, que ella prefirió cambiar por un vaso de licor. No siendo ella una mujer buena para beber, esto sólo podía significar que lo que tenía que decirle era realmente grave y necesitaba valor para ello.

Se sirvió un trago y guardó silencio, como haciendo valor para iniciar la conversación. Finalmente se decidió. Le miró a los ojos y empezó.

"¿Recuerdas nuestros encuentros cuando éramos jóvenes?"

El calló, sin saber qué responder. No sabía donde quería ir su hermana.

"¿Recuerdas la última vez, para es fin de semana de fin de año? Después de ello volviste a la Universidad y no hemos vuelto a hacerlo. ¿Recuerdas que antes del año me casé con Guillermo? Fue un casamiento apurado, como debes haberlo sabido"

"Si, eso supe. No pude asistir por los exámenes y después tu partiste fuera de la ciudad debido al trabajo de Guillermo, por eso nos separamos tanto tiempo. Hasta ahora que decidí radicarme en esta ciudad".

"Debido a tu lejanía es que guardé silencio todo este tiempo. Y ahora no tuve el coraje suficiente para revelarte mi gran secreto. Esperaba hacerlo pero no sabía cual sería tu reacción"

Algo empezó a tomar forma en la mente de Mauricio. Una idea inquietante.

"¿A qué te refieres?"

"Cuando volviste a la Universidad después de ese último fin de semana juntos, me di cuenta que estaba embarazada. Como no podía decirle a la familia que esperaba un hijo tuyo, decidí entregarme a Guillermo y que creyera que él era el padre. Por eso nos casamos apurados y mi niña nació prematuramente"

Mauricio quedó mudo con la revelación.

"Como comprenderás, no podía revelarle a nadie la identidad del verdadero padre. Y tu te alejaste de nuestras vidas por tanto tiempo, mientras que Guillermo ha sido un gran padre para Gladys, aunque no lo sea biológicamente. Y cuando volviste no me atreví a contártelo hasta cuando reuniera el coraje suficiente"

Mauricio puso su mano en la rodilla de su hermana y cerró sus ojos, abatido por el peso de lo que acababa de saber. Había seducido y violado a su propia hija, aprovechándose de su inocencia. La constatación de las implicancias de lo que había hecho con su hija le hizo apretar su mano y Sofía sintió el peso de sus dedos en su rodilla y eso la inquietó.

"¿Quieres que le diga la verdad a la niña? Preguntó con inquietud, sabiendo de antemano la respuesta negativa de su hermana. Este tipo de revelaciones sólo traería confusión en la vida de todos, sin considerar que había una relación incestuosa de por medio. Precisamente lo sucedido con su hija imposibilitaba toda revelación, con su consiguiente carga de tragedia para la juvenil alma de Gladys.

Lo hecho con Gladys, cuando la creía su sobrina, era detestable. Pero ahora que sabía que era su hija le resultaba abominable. Apretó más aún su mano en la rodilla de su hermana, inquieto hasta lo indecible por estos pensamientos. Ella vio crecer su inquietud con la presión que su hermano ejercía inconcientemente en su rodilla.

"Creo que lo mejor es que desaparezcas de su vida. Lo hecho no puede remediarse y ninguno de los dos sabía la verdadera relación que hay entre ambos. Pero debía contarte esto para evitar que esto siga adelante"

"Si, tienes razón. Pero antes debo conversar con ella y darle alguna explicación plausible para mi repentino alejamiento"

"Cierto"

En eso momento, en que cierta tranquilidad le invadió por la posibilidad que le daba su hermana de purgar su falta, aunque fuera en parte, alejándose de su hija, se percató de su mano apretando la rodilla de su hermana. Y recordó.

Cuando eran jóvenes, el siempre que pretendía algo de ella tomaba su rodilla, su talón de Aquiles, su gran debilidad. Y ahora, sin darse cuenta de ello, llevaba bastante rato apretando esas rodillas que antes se abrieron tantas veces para él.

Su hermana no había cambiado. Seguía teniendo el mismo punto débil. Su rodilla.

Ambos comprendieron lo que sucedía y sintieron que los recuerdos afloraban y con ello los mismos sentimientos juveniles. Habían sido tan felices entonces.

"¿Recuerdas la última vez?" Preguntó él aumentando la presión.

"Si. Fue muy exquisita, pues hacía mucho tiempo que no lo hacíamos"

"Tú estabas particularmente caliente, ¿te acuerdas?"

"Es que me había enterado de tu relación con mi tía Clara y los detalle me dejaron muy excitable" ( "Diario Intimo", capítulo 4 )

"¿Quién te contó?"

"Natalie, a la que se lo contaste tú" ( "Diario Intimo", capítulos 2 y 3 )

"Ah, ya"

Y Mauricio insinuó su mano sobre la rodilla, subiéndola un poco para tantear el terreno. Recordó a su hermana Natalie y también a Ivonne ( "Diario Intimo", capítulo 4 ). Si Sofía se enteraba que las tres hermanas habían sido suyas tal vez no le agradaría. Y si supiera que su madre también había sido suya ( "Diario Intimo", capítulos 6 a 9 ), tendría el cuadro completo de su hermano degenerado, para el que no habían barreras morales cuando el deseo se apoderaba de él.

"Natalie no sabía guardar secretos"

"Pero yo sí, por lo que puedes estar tranquilo respecto de lo sucedido con Gladys"

"Gracias hermanita"

Estas últimas palabras las pronunció cerca de sus oídos, el otro punto débil de Sofía, mientras su mano se desplazaba con lentitud exasperante hacia los muslos de ella, que no pudo de dejar de darse cuenta de sus movimientos. Pero no hizo ni dijo nada. Solamente se dejó hacer.

Cuando ya eran evidente las intenciones de Mauricio, las que se delataban también por el bulto que se había formado en su bata, su hermana se dejó llevar por las circunstancias del momento y separó sus rodillas para facilitarle la exploración.

"Lo que más recuerdo es cuando te ponías sobre mí y mirándome te enterrabas mi cosa"

"La que entraba como si mi cosa fuera un guante que la envolvía"

"Si, mi tronco saliendo de tu vulva era todo un espectáculo"

"Y qué manera de movernos"

"Es que ambos nos calentábamos de manera increíble"

"Nunca nadie después me hizo gozar como tú"

"Aparte del morbo de lo prohibido estaba el hecho de que tu me calentabas increíblemente"

"Yo acababa apenas metías tu cosota dentro de mí"

"Entonces prepárate, que vas a gozar nuevamente"

"¿Me lo vas a meter?"

"Como antes, hasta que goces como poseída"

Fueron al dormitorio y se desnudaron. Por vez primera tendrían sexo estando ambos desnudos, sin esconderse de nadie y sin tener que hacerlo a la ligera, rápidamente, como cuando eran jóvenes y debían buscar el momento y el lugar precisos para no ser sorprendidos. Ahora se tomarían todo el tiempo que fuera necesario, ahora no había nadie de quien esconderse y no debían cuidarse de nada ni de nadie, pues ambos eran adultos, sin ataduras.

Su hermana le demostró de entrada que sus gustos habían variado, pues se apoderó de su verga y le dio una mamada de experta, lo que le sorprendió pues nunca antes se atrevió a poner su boquita en su pedazo de carne pues le daba asco. Sin embargo ahora parecía disfrutar mucho con mi instrumento entrando y saliendo de su boca, la que chupaba de manera increíble. Pero él deseaba algo más contundente para su primera acabada, así que la hizo a un lado y la tendió en la cama, abriendo sus piernas y metiendo su cosa en ella, hundiéndola completamente.

Sus cuerpos abrazados se movían acompasadamente, dando ritmo al mete y saca. Ella con sus piernas levantadas, gritaba de gusto sintiendo como la barra le entraba y salía, pidiendo más y más, con palabras obscenas que a él le hacían el efecto de aumentar su calentura, lo que daba fuerzas a sus enviones.

Hasta que les llegó a ambos el momento de rendir sus cuerpos al sexo y sus movimientos se hicieron descontrolados. Abrazados con desesperación, se entregaron a un orgasmo que consumió casi todas sus energías, dejándolos desparramados en la cama, unidos en un abrazo incestuoso.

Mauricio abrió las piernas de su hermana y se dedicó a darle una mamada para revivir en ella el deseo, cosa que no le costó nada, pues casi de inmediato Sofía se entregó a mover su cuerpo contra el rostro de su hermano, tomándole del cabello para ayudarse, hasta que llegó nuevamente al orgasmo, inundando la boca de su hermano con sus líquidos, que él tragó con fruición.

A estas alturas, Mauricio había recuperado la plenitud de su verga y puso a su hermana en cuatro pies, como ella sorprendió a su hija. Ella se dejó hacer dócilmente y él le introdujo la verga por atrás, la que se hundió completamente en la vulva de Sofía hasta que la pelvis de su hermano chocó contra las nalgas de ella.

Mientras metía y sacaba su herramienta del interior de su hermana, Mauricio no pudo dejar de pensar en la similitud entre esta posición y aquella en que estaba cuando fuera sorprendido haciéndole el amor a su hija, que hasta ese entonces era su sobrina. Le sorprendió comprobar que el recuerdo de la niña quinceañera le excitaba y aumentaba su deseo para con su hermana. No podía ser, pues se trataba de su hija, pero el pensamiento de su juvenil cuerpo siendo penetrado por él le excitaba increíblemente, lo que no podía evitar.

Y finalmente se rindió a la evidencia: seguía deseando a Gladys. Prefería recordarla por su nombre y no quería pensar en ella como su hija. Pero no era posible olvidar que efectivamente se trataba de su hija y cuando pensaba en ella y en su propia verga metiéndose en su túnel de amor, saber que era su hija le agregaba una cuota de morbo que aumentaba su excitación. ¿Para qué engañarse? El hecho de que fuera su hija la hacía más deseable. Ya había conocido su cuerpo, ya había sido suya cuando se enteró de su relación y el hecho de saber ahora que era su padre aumentaba el morbo a límites increíbles.

Definitivamente, deseaba a su hija. Y gozaba pensando en la forma en que la había poseído.

Aumentó las embestidas sobre el trasero de su hermana, con el recuerdo de su hija en la mente. Penetraba a su hermana pensando en el momento en que su hija le entregó su propio trasero.

"¿Te gusta?"

"¡Ricoooooo!"

"Siente como entra y sale, hermanita"

"Siiiiiiiiiiiiii"

"Toma, toma, tomaaaaaaa"

"Más, dáme mássssssssssssss"

"Me viene, mijitaaaaaaaaaaaa"

"Aghhhhhhhh. Yaaaaaaaaaaaaaa"

Agarrándose de los senos de su hermana que colgaba, de dedicó a dar las ultimas metida y sacadas en tanto Sofía movía su trasero desesperadamente. Y ambos terminaron al unísono, juntando sus acabadas en un solo charco de semen y quedaron sobre la cama, el aún con su herramienta hundida en la vagina de su hermana, que casi pierde el conocimiento por el goce experimentado.

Siguieron el resto de la mañana y parte de esa tarde, sin levantarse ni siquiera a comer algo. Era mucho el tiempo que habían estado separados y necesitaban de todo el tiempo disponible para ponerse al día. Y lo mucho que gozaron ese día les demostró a ambos que el deseo mutuo no había perdido intensidad. Seguían dándose tanto placer como cuando eran jóvenes. Y Mauricio había adquirido experiencia en todo este tiempo, al igual que su hermana, lo que había dado un plus a su relación incestuosa, que parecía renovarse con más bríos.

El se dio cuenta que lo sucedido entre ambos haría cambiar el curso de la decisión de dejar la ciudad y alejarse de Gladys. Ambos deseaban estar juntos, para seguir disfrutando del sexo que él le regalaba con tantos bríos y que ella disfrutaba con tanto entusiasmo.

"Nadie se te compara, hermanito"

"Ni a ti, hermanita"

Pero la duda estaba metida entre ambos. Había un nombre que no se atrevían a pronunciar y que ambos sabían que se interponía en esta relación. Pero prefirieron callar.

"No te vayas. Quiero decir, no te vayas de la ciudad"

"No me iré. Me quedaré por ti"

"Quiero que sigamos siendo amantes"

"Y yo, mijita. Quiero ser tu hombre"

"Pero en tu departamento o en un hotel, ¿ya?"

"Si, es más seguro para los dos"

"¿Te parece dedicar un día a la semana para nosotros?"

"¿Y qué harás con tu amante de los miércoles?"

"Pasó al olvido cuando volvimos a hacerlo tu y yo"

Con un beso sellaron la promesa de encontrarse todas las semanas y revivir esas inolvidables jornadas de sexo incestuoso en la casa materna.

Pero Mauricio no dejaba de pensar en Gladys, su hija recién conocida. Y sentía que su recuerdo le excitaba increíblemente. No estaba seguro de poder superar la atracción que sentía por la muchachita y ello le alegraba. La perspectiva de volver a poseer ese cuerpo se acrecentaba con la idea de que era su hija.

Sofía salió rumbo a su casa feliz con la vuelta de la normalidad a su vida sexual. Para ella normalidad era tener sexo con su hermano, no importando la carga de incesto que había en ello. El había sido su primer hombre, su mejor amante. Y ahora había demostrado que seguía dándole tanto goce sexual como cuando eran jóvenes. Y seguiría haciéndolo todas las semanas.

No quería pensar en la hija de ambos. Aunque intuía que entre padre e hija las cosas no se solucionarían fácilmente. Y, cosa extraña, ese pensamiento no le desagradaba.