El secreto (1)

El tío le quita la virginidad a su sobrina y son sorprendidos por la madre de esta.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

El secreto

Si mi hermana hubiera sospechado mis intenciones para con su hija, nunca me la hubiera encargado mientras se ausentaba por toda la tarde. Sabía que la diligencia que iba a hacer al centro de la ciudad era un encuentro con su amante, lo que invariablemente se repetía todos los miércoles, por eso es que ese día me aparecí temprano en su casa y le dije que estaba desocupado, dándole la excusa precisa para ir a los brazos del hombre con el que engañaba a mi cuñado desde hacía varios meses.

Gladys, mi sobrinita, es una muchacha hermosa de 15 años bien cumplidos, de un cuerpo que me tenía enloquecido desde hacía bastante tiempo ya. Sus senos grandes, erectos, con unos pezones que eran fácilmente detectables a través de su blusa colegial. Y sus piernas eran gruesas, con muslos fuertes, atléticos, rematados en un par de nalgas que me hacían soñar con la idea de poner mi verga entre ellas. El conjunto era un canto a la juventud y al sexo, pues toda ella destilaba olor a hembra, hembra deseable, lista para ser disfrutada. Y estaba seguro que estaba en la etapa precisa en que el sexo ocupaba todos los aspectos de su vida, pues con ese cuerpo no era posible que ella no sintiera los deseos de la carne. Era demasiado mujer para que se desperdiciara y yo estaba dispuesto a ser el primero en probarla, en darle a conocer los placeres de la carne.

Venía planeando desde hacía semanas la manera de aprovechar el ascendiente que tenía sobre ella para inducirla a hacer lo que yo quería hacer con su cuerpo. Y llegué a la conclusión que tendría que aprovechar esas tardes de miércoles en que mi hermana se ausentaba para ir a los brazos de su amante para intentar lograr mis propósitos. Aun no comprendo cómo mi hermana pudo pensar que yo dejaría pasar una ocasión como esa, sabiendo que ya antes la había violado a ella cuando éramos jóvenes, aunque después seguimos teniendo sexo con su pleno consentimiento. Tal vez su pasión desbocada por su amante le hizo ser descuidada con su hija, pensando solamente en su satisfacción personal olvidándose de Gladys que estaba en pleno desarrollo y que tenía un cuerpo que era un canto al sexo. Pero no, no fue descuido, según me enteré posteriormente de manera tan dramática.

" Mijita, no molestes a tu tío, por favor y atiéndelo bien "

Su recomendación la hizo cuando iba saliendo y no esperó respuesta, en tanto yo estaba sentado en el living, leyendo un libro y mi sobrinita acostada en la alfombra estudiaba para una prueba que tendría al día siguiente. Parecía la viva imagen de la Lolita de Navokov, con su uniforme escolar que hacía resaltar tan maravillosamente su figura. La falda plisada se le había subido un poco y como había levantado un pie, dejando el otro estirado, pude apreciar sus piernas a gusto y parte de sus bellos muslos. Por la posición que tenía podía apreciar los contornos de sus senos bajo la blusa que tenía los botones superiores desabrochados. ¡Qué chiquilla más deseable! Era una delicia contemplarla, sin que ella se diera cuenta: su busto prominente, sus hermosas piernas, sus muslos generosos, sus nalgas llamativas, todo en ella era un canto a la vitalidad y hermosura de la juventud. Y al sexo, pues verla así acrecentaba mi deseo de poseerla.

Confiaba en que mi sobrina ya tendría algún acercamiento a la vida sexual, aunque estaba seguro que esta se limitaría a actividades solitarias o quizás comentarios con sus compañeras de colegio. En todo caso, sabía que bastaría con interesarla en algo erótico para que la curiosidad hiciera el resto. Pero debía proceder con cuidado para no perder su confianza. Confianza y curiosidad, esas eran las herramientas de las que me valdría para hacerla mía, ya que Gladys tenía plena confianza en mi, su tío favorito. Los cuñados de mi hermana eran todos bastante mayores, por lo que mi sobrinita nunca había intimado con ellos como lo había hecho siempre conmigo, que había sido para ella un compañero de juegos, un amigo y un confidente, a quien podía acudir con confianza en cualquier circunstancia que le afligiera.

Mi actitud para con ella siempre había sido de confianza plena y el hecho de ser el hermano menor de su madre había contribuido a que entre ambos se estableciera una corriente de confianza que le hacía tomarse libertades conmigo que ni en sueños habría tenido con alguno de sus otros tíos, como el sentarse en mis rodillas cuando estaba trabajando en el pc o andar ligera de ropa en mi presencia. En esta confianza cifraba mis esperanzas de lograr sus favores. Quería aprovechar que ella no tenía ningún temor respecto de mi para meter el bichito de la curiosidad por lo prohibido, por aquello a lo cual se estaba asomando recién en la vida: el sexo. Y esperaba ser el que se aprovechara de su confianza y curiosidad.

"Voy a navegar en Internet un ratito"

Me fui al dormitorio de mi hermana donde ella tenía su pc, con la intención de visitar alguna página erótica. Sabía que mi sobrina pronto se aburriría de estudiar y la tendría por mi alrededor, curioseando. Y yo estaba preparándome para que su curiosidad fuera incrementada y finalmente compensada.

Efectivamente, a los veinte minutos apareció en el dormitorio y se acercó a ver qué era lo que estaba viendo en el pc. Yo tenía preparada para ella una foto de una mujer que en su cara estaba expresando un goce fenomenal. Sabía que en el resto de la foto la mujer estaba sentada en una verga descomunal y estaba en pleno orgasmo, pero prefería dejar a la vista de mi sobrinita solamente su rostro, por su expresión que era evidente. Había ocultado el resto de la foto y lo único que se veía era la cara de la mujer, con su boca abierta y los ojos cerrrados, asomando su lengua entre los labios y su frente sudorosa.

Se acercó mi sobrina y se sentó en mi falda, con la naturalidad de siempre, sin siquiera pedirme permiso, dándome la espalda y poniéndose frente a la pantalla, en un acto propio de una chiquilla con plena confianza en su tío. Su gesto fue sin maldad, fue un acto casi infantil, sin malicia. Yo imaginaba algo así de parte de ella pero el sentirla sobre mi falda, con sus nalgas golpeando mi entrepierna me produjo el efecto inmediato de que mi instrumento se pusiera alerta.

"¿Por qué tiene esa cara ella?"

"Tiene un orgasmo"

"¿Qué es un orgasmo, tío"

La hice volverse y que me mirara a los ojos. Con voz pausada le expliqué: "La mujer tiene un orgasmo cuando siente un calor invadir todo su cuerpo y los temblores se apoderan de ella, llenándola de una sensación increíble de bienestar que termina en una explosión de placer incomparable que le hace soltar toda su energía en convulsiones que terminan en la evacuación de líquido seminal que la deja completamente agotada"

"Parece increíble, por la cara de esta mujer"

"La mujer experimenta el placer en toda su plenitud en el orgasmo"

"¿Y cuando sucede eso?"

"En pleno acto sexual"

"¿Acto sexual?"

"Es cuando un hombre y una mujer se juntan para hacer el amor"

"Pero esa mujer está sola. ¿Cómo puede sentir eso que tu dices?"

"Es que no está sola, cariñito"

"A ver, muéstrame"

"¿Estás segura que quieres verlo? Ellos están haciendo el amor"

"Si, quiero verlo tío"

"Si tu mami se entera me mata"

"No te preocupes, yo no le diré nada de esto"

Mi sobrinita había caído victima de su curiosidad, tal como había pensado que sucedería. Ahora empezaba por ocultarle cosas a su madre, las que compartiría conmigo. Cosas prohibidas, lo sabía. Ya no eran secretos infantiles, ella se daba cuenta. Las cosas se estaban dando conforme lo había planeado, pero debía cuidarme de no cometer un error.

Hice correr la imagen y apareció el resto de la foto.

La mujer estaba ensartada en una inmensa verga, la que aparecía casi completamente expuesta, con su cabeza en el interior de su peluda vagina. Ella estaba en cuclillas y tenía sus senos al aire, sostenidos por las manos de su acompañante que estaba de espalda bajo ella. Ella tomaba con una de sus manos la verga para evitar que se le saliera y guiándola para que la penetrara.

Mi sobrina quedó callada un buen rato. No decía nada. No se atrevía a decir nada. Seguía sentada en mi falda y a estas alturas mi verga ya empezaba a hacerse evidente contra u trasero. Pero ella parecía no darse cuenta.

"Déjame acomodarme, por favor"

Le dije tomándola de la cintura, como para acomodar mi posición en el asiento, pero mi intención era hacer a un lado su falda, lo que logré fácilmente. Al hacer a un lado su faldita colegial alcancé a divisar sus exquisitos muslos, dos globos entre los cuales se dibujaba una tanga blanca. Mi sobrinita se dejó hacer calladamente y quedó sentada sobre mi falda, pero ahora su falda no se interponía entre ella y yo. Entre su culito solamente cubierto por su tanga y mi verga bajo el pantalón..

Ella seguía en silencio, pero un leve movimiento de su cuerpo me indicó que estaba inquieta por lo que había visto y que su inquietud era física. Lo que vio lo había llamado la atención y no le había desagradado. Daba la impresión que lo que había visto en la pantalla había gavillado algo dentro de ella, algo nuevo que no sabía qué era pero que no le era desagradable.

"¿Quieres ver más?"

"Ya"

Y pasé varias fotos de mujeres teniendo sexo. Había jóvenes y adultas, delgadas y entraditas en carne, blancas, mulatas y chinas, acostadas, arrodilladas, de pie, en poses inimaginables, pero todas con una verga en su interior, ya fuera su vagina o su boca. Incluso un para de ellas tenía una herramienta instalada en su culo, con cara de estar muy a gusto.

"Bueno, basta. No es bueno que sigas viendo estas cosas"

Mi sobrina estaba silenciosa. Me levanté, tomándola de la cintura para que se parara, aprovechando de apoyar mi verga en su trasero a la pasada, tan rápido que pareció casual pero que sabía a ella no le pasaría desapercibido. Fuimos al living. El mensaje le había llegado y lo estaba asimilando, ahora debía continuar con mi plan en otra parte.

Ya sentados en el sofá, le pregunté si le había gustado lo que había visto y ella, bajando los ojos, guardó silencio, que era una afirmación sin palabras.

"¿Has tenido algún orgasmo?"

"No"

"¿Pero alguna vez has sentido deseos de tocarte o que te toquen?"

"Mmmmmmmm, sí. Un par de veces, con mis compañeras"

""Y te gustó?"

"Un poco"

"¿Sólo un poco?"

"Comparado con la cara de las mujeres que ví, lo mío era casi nada"

"Es que no supieron enseñarte tus compañeras"

"¿Cómo sabes tú?"

"Porque si te hubieran enseñado a tocarte, habrías gozado casi tanto como esas mujeres"

"¿En serio?"

"¿Quieres que te enseñe?"

Se revolvió inquieta. Sabía que estaba por dar un paso peligroso, pero la posibilidad de sentir lo mismo que vio en la pantalla del pc le hizo decidirse.

"¿Cómo se hace?"

"Abre tus piernas"

"Me da vergüenza, tío"

"Debes perder la vergüenza o no lo lograrás"

"De todas maneras, me siento incómoda"

"Inténtalo, Yo te ayudo, ¿ya"

Y uniendo la acción a la palabra, puse una de mis manos en su rodilla y empecé a separarla de la otra. Bastó sentir mi mano para que ella entrara en confianza y terminara de abrir sus piernas.

"Pon tu mano sobre tu bikini"

"Pero tío. . ."

Tomé su mano y se la puse sobre el paquete que asomaba bajo su bikini. No opuso resistencia cuando dejé mi mano sobre la suya, apretando ambas sobre la tela que cubría su bulto bajo la blanca tela. Empecé a moverle la manita, enseñándole a acariciarse. Ella se dejó hacer, cada vez con más confianza, aunque no ponía ningún empeño en usar su mano, dejando que fuera la mía la que hiciera el trabajo. Su actitud era mucho más cooperadora de lo que había supuesto. La curiosidad y las sensaciones que estaba sintiendo en su cuerpo la habían ganado por completo.

"¿Cómo lo sientes?"

"Mmmmmmm, si, es rico"

"Pero debe ser más delicado el masaje. Mira, hazlo así"

Y dejando su mano sobre mi muslo, casualmente cerca de mi verga, ocupe con la mía el lugar sobre su paquetito. Empecé a acariciarlo hundiendo delicadamente un dedo para que pasara por sobre su canal, arriba y abajo.

" Mmmmmmmmmmm"

"¿Te gusta?"

"Siiiii, tiiiiiio"

Al cabo de un rato mi mano se metió bajo su bikini y tomé posesión de su vagina, la que puse bajo la palma de mi mano, sintiendo el picor de sus pelitos rizados. Ella no hizo ningún intento por impedirlo, tan absorta estaba en las nuevas sensaciones que estaba sintiendo por influjo de mis caricias.

"Bájate el calzón"

Se lo ordené suavemente. Era el momento de que ella empezara a participar y mi sobrinita no me defraudó, pues bajó sus manos y tomando su bikini lo bajó hasta sacárselo y dejarlo tirado en el piso. Una vez despojada de su tanga se recostó en el sofá y cerrando los ojos se abandonó completamente a lo que yo le hiciera.

"Ahora vas a empezar a sentir cosas increíbles"

Le dije al oído, con suave voz, mientras mi mano se apoderaba nuevamente de su vagina, introduciendo un dedo en su túnel de amor, en busca de su clítoris. No alcancé a tener ni siquiera un par de segundos mi dedo en su interior cuando mi sobrinita enarcó el cuerpo, se cubrió de espasmos y con un gritito apagado soltó su líquido seminal. No cabía duda, había tenido su primer orgasmo.

"¿Te gustó, cariñito?"

"Fue increíble. Realmente nunca antes había sentido algo tan exquisito"

"Y aún hay muchas cosas por conocer"

"¿Y también me darán las mismas sensaciones?"

"Las mismas y más. Pero debes abandonarte y hacer todo lo que te diga"

"Bueno, ya"

"Pero recuerda, nadie puede enterarse de esto"

"No te preocupes. Sé bien que esto es delicado y es un secreto entre tú y yo"

"Ahora te enseñaré sexo oral"

"¿Qué es sexo oral, tío? Pero tio, tiooooooo, ¿qué haces?

Yo había hundido mi cabeza entre sus piernas y mi lengua buscaba dentro de su vulva, explorando sus rincones. Me tomé de sus nalgas, que como dos globos cabían perfectamente en mis manos. Las levanté y de esa manera su sexo quedó a cierta altura que me facilitaba la exploración.

"Ay, ay, ay, tíiiiiiiooooooooooo"

Mi sobrino tuvo un orgasmo mucho más intenso que el anterior y su cuerpo quedó desparramado en el sofá cuando terminó de acabar.

"¿No te lo dije?"

"¡Esto es el cielo, tío!"

"¿Te gusta lo que te hizo tu tío?"

"¡Me encantó. Es exquisito!"

"Mira como tengo mi verga"

"Sácala, ¿quieres?"

Al parecer mi sobrinita era más audaz de lo que yo esperaba, pero esto calzaba a la perfección con mis planes, así que me paré y abriendo mi pantalón dejé expuesta mi herramienta, que se encontraba en todo su esplendor.

"¡Qué grande!"

"Gracias"

"Déjame tocarla, ¿ya?"

"Tómala, cariñito"

Y mi sobrinita se apoderó de mi barra de carne, la que en su manita palpitaba por la excitación. Tomé su mano y le ayudé a moverla arriba y abajo, con suavidad. Gladys era una alumna muy aplicada y entendió inmediatamente mis intenciones, empezando la primera masturbación de su vida. Miraba arrobada como mi verga hinchada mostraba su tronco desnudo cada vez que ella movía el cuerito hasta atrás. Y cuando su manita subía hasta la cabeza, el grosor de esta la maravillaba, quizás pensando en la posibilidad de que se introdujera en su virginal túnel de amor.

La tomé de la cabeza y la acerqué a mi instrumento. Se resistió un poco, pero cuando entendió mi intención me miró y con un gesto afirmativo le indiqué que recibiera mi instrumento en su boca. Ella la abrió y aceptó al visitante, que solo pudo ingresar en parte pues sus dimensiones eran demasiado para su pequeña boquita. Opté por sacárselo y esperar una mejor oportunidad para que me chupara la verga.

La paré frente a mi, levanté su falda y junté sus piernas. Después introduje mi verga entre sus muslos, por debajo de su vagina, usando ese hueco como sustituto de su vulva para lograr un remedo de acto sexual. Ella sentía cómo mi verga pasaba rozando los labios de su sexo en cada entrada y salida por entre sus muslos y esa sensación la llevó a otro orgasmo, esta vez parada, aferrada a mis brazos y besando mi pecho. Sus piernas le fallaron por la tremenda sensación que estaba sintiendo y casi cae al piso, pero la sostuve para impedírselo. La senté en el sofá y terminé de acabar sobre su barriguita. Los chorros fluían como si se tratase de una fuente de semen, lo que la dejó maravillada. Sus piernas quedaron cubiertas con mi orgasmo.

"¿Tanto tenías ahí adentro?"

"Es que tú me tienes así, cariñito"

"¿Tanto te gusto?"

"Pero claro, o si no, ¿cómo explicas que nuevamente esté parado?"

"¡Cierto!"

Efectivamente, mi verga otra vez estaba completamente enhiesta, dispuesta a seguir con las lecciones que le estaba dando a mi sobrinita.

"Ahora vas a conocer otras formas de gozar, cariñito"

"Tío, haz lo que quieras. Estoy dispuesta a todo contigo"

"¿Estás segura, cariñito lindo?"

"Me has hecho gozar tanto que puedes pedir lo que quieras"

"Quiero que seas mía"

Un largo silencio fue su respuesta. Había llegado la hora de la verdad.

"Quiero que sientas mi verga entrar en tu cosita linda"

"¿Me cabrá?"

"Déjate llevar por mí, cariñito"

"Pero me va a doler, tío"

"Al principio, pero haré lo posible para que no sea muy doloroso"

"por favor, haz que no duela mucho, ¿ya?"

"Cuando sientas mi barra dentro tuyo te vas a sentir feliz"

"Aún así me da miedo, tiito"

Tomándola de los brazos, la puse sobre mí, que me encontraba sentado en el sofá. Sus pies en cada lado mío y con su vulva sobre mi verga. La tenía tomada de sus nalgas y la sostenía sobre mi herramienta, dispuesta a introducirse en ella. La solté un poco, sin dejar de tenerla tomada de sus nalgas, para que su cuerpo cayera sobre mi verga por efecto de la gravedad. Ella asustada se dejaba hacer, hasta que la punta de la cabeza intentó meterse en su túnel, pero la cavidad era demasiado estrecha para el grosor de mi verga.

"No, no, no. Mejor no"

Intentó separarse, afirmándose de mi cuerpo para levantarse, pero era muy tarde para retroceder. Habíamos llegado demasiado lejos para arrepentirse, la iba a poseer fuera como fuere. Sería mía a cualquier precio. La vista se me cubrió de sangre y dejé de tener dominio sobre mis actos. Ahora me había convertido en un animal que sólo se calmaría cuando calmara su pasión en el interior de la muchacha.

Se levantó e intentó irse, pero la tomé y la tiré al suelo, sobre la alfombra, abriendo sus piernas con brutalidad, luchando contra sus brazos que intentaban defenderse. Una nube de pasión desenfrenada cubría mi cabeza y no pensaba en nada que no fuera el deseo de llevar a cabo mis intenciones. Debía penetrarla y eso sería ahora, ya. Ahí estaba su vagina frente a mí, al final de sus piernas que se movían desesperada e inútilmente en una prisión de la que no podría liberarse. Y mi verga más erguida aún por lo que estaba viendo. Debía poseerla. Esa vulva tenía que ser mía. Y con mi frente perlada de sudor y mis ojos desorbitados por el deseo, sin razonamiento posible, solamente instinto animal, hundí mi verga en su gruta de amor venciendo su pobre resistencia.

Un grito de dolor fue la respuesta que tuve, pero mis deseos se acrecentaron y continué hundiendo mi barra en su interior. Al grito siguieron alaridos por cada trozo de piel que era desgarrado por mi invasor. Pero yo seguí mi avance sin contemplación y finalmente sentí cómo mi verga se hundía completamente en el interior de mi sobrinita que se movía desesperadamente en vanos esfuerzos por evitar la violación.

Metí y saqué mi instrumento varias veces, hasta que logré acabar en el interior de mi sobrinita, que había dejado de gritar pero que lloraba desconsoladamente por el dolor de su virginidad perdida con tanta violencia.

Me quedé sobre ella, con mi herramienta hundida aún, esperando a que se calmara. Al cabo de un rato empezaron las recriminaciones. Pero en lugar de escucharla, empecé nuevamente mis movimientos de mete y saca, con calma, para que sintiera cada metida y cada sacada. Al cabo de un rato sentí que ella me acompañaba en los movimientos y pronto ambos estábamos sumidos en una copula increíble. Había logrado que su dolor pasase y ahora ella podría disfrutar a plenitud de mi verga.

"Rico, mijito, rico"

"¿Te gusta, mi amor?"

"Siiiiiiiiiii. Sigueeeeeeee".

"Toma, toma, toma"

"Aghhhhhhhhhh. Sigueeeeeeee"

"Eres rica, mijita. Ricaaaaaaaaaa"

"Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii"

Y terminamos en un orgasmo increíble, inundando el suelo con nuestro semen, que se fundieron como una señal de esta relación que acabábamos de iniciar.

Me hundí entre sus piernas y besé su sexo, como queriendo hacerme perdonar. Ella comprendió y me acariciaba la cabeza mientras su cuerpo experimentaba otro éxtasis para terminar totalmente agotada en el suelo, cubierta de semen y yo con mi cabeza entre sus piernas.

Fue en esa posición en que mi hermana nos encontró cuando abrió la puerta.

Y después vino la tremenda revelación.