El secretario

“Aquí traigo los últimos contratos que tienes que firmar” “¿Queda algo más?” “Nada más.” “¿Te importaría ayudarme con una cosa?” “No, claro que no. Dime, ¿Qué necesitas?” “Tú sígueme y enseguida lo sabrás.”

Hola a todos!

Antes de nada, mis disculpas por estas semanas en las que he estado ausente. Algunos incluso me habéis preguntado si iba a volver a escribir, la respuesta fue sí y aquí está el resultado. En principio yo quería subir uno a la semana, pero debido a problemas con mi inspiración y las clases, me ha sido imposible. Espero que este nuevo relato sacie vuetras ganas de más. Y como siempre, mi email: onmyveins1@gmail.com por si queréis enviarme vuestras opiniones.

La oficina se estaba quedando cada vez con menos gente, eran las 8 y todos terminaban su jornada laboral. Mientras, aquí seguía yo terminando con el papeleo. Petaste en la puerta y entraste.

“Aquí traigo los últimos contratos que tienes que firmar” – después de decirlo te fuiste y cerraste la puerta.

Vi como salías, como caminabas hacia la puerta y luego la cerrabas. Hummm todo mi cuerpo quería que me pusieses contra la pared y me hicieses lo que quisieses. Más tarde, cuando terminé con todos los papeles, decidí ir a entregártelos yo misma, así que me desabroché unos cuantos botones de la blusa antes de salir para intentar provocarte un poco y salí por la puerta. Caminé lento, moviendo mucho el culo, me senté encima de la mesa y te di los papeles. Tú no parabas de mirarme, en especial, no parabas de mirar a mis tetas mientras te mordías el labio y ufff… Eso me ponía mucho.

“¿Queda algo más?”

“Nada más.”

“¿Te importaría ayudarme con una cosa?”

“No, claro que no. Dime, ¿Qué necesitas?”

“Tú sígueme y enseguida lo sabrás.”

Sonreí, sabía que me iba a salir con la mía, sabía que hiciese lo que hiciese, ibas a caer y me ibas a follar duro tal y como yo quería. Me levanté y caminé hacia mi despacho mientras tú me seguías. Entramos e hice un gesto para que te sentaras en la silla mientras que yo me sentaba en la mesa.

“Y bien… ¿en qué puedo ayudarte?

“Verás… Me he comprado ropa nueva y necesito que alguien me diga si me queda bien, y dado que eres mi secretario, he pensado que no te importaría hacer un pequeño trabajo extra.”

“Oh, claro que no jefa, adelante.”

Me desabroché los botones que quedaban de la camisa y tú empezaste a morderte el labio y a ponerte un poco inquieto, incluso parecía como si tu pene se estuviese empezando a poner duro dentro de esos pantalones vaqueros.

“No te pediría esto si no fuese porque me pones nerviosa cada vez que te muerdes el labio.”

Me miraste como si no entendieses nada.

“Como te lo explico… Cada vez que entras en mi despacho, o cada vez que te quedas mirando para mis tetas o mi culo… Eso me pone mucho, tú me pones mucho y no puedo aguantar. ¿Acaso no quieres follarme?”

“Yo… No sé qué decir…”

“Solo di: si jefa.” Y me mordí el labio mientras jugaba con la camisa.

“Si jefa.”

“Buen chico.”

Me acerqué, me senté encima de ti, te toqué el pelo y te besé en el cuello. Poco después pude notar como se te ponía muy dura.

“Hum, parece que si quieres jugar.”

Te desabroché la camisa y te arañé en el pecho mientras bajaba hacía tu pantalón, lo desabroché y pude ver tu pene duro. Eso me puso tanto que solo podía pensar en cómo sería follar contigo encima de la mesa.  Me levanté y me quedé de pie enfrente de ti.

“Quiero que me quites la ropa y que me bajes las bragas con la boca.”

Sonreíste, te levantaste y me quitaste la blusa verde. El contacto de tus manos con mi piel solo hacía que aumentase más y más mi deseo de follarte. Luego me bajaste la falda negra, me desabrochaste el sujetador negro mientras me mirabas con unos ojos llenos de deseo, te pusiste de rodillas y con la boca, me quitaste las bragas. Después de eso, te quitaste el pantalón y el calzoncillo. Yo no paraba de morderme el labio viendo como poco a poco te estabas quedando desnudo e ibas a ser todo mío.

“¿Dónde quiere que la folle jefa?”

“Encima de la mesa”

Me hiciste un gesto con la mano para que me subiese, lo hice y después me abriste las piernas.

“Esto es un pequeño regalo para usted.”

Antes de que me pudiese dar cuenta, pude sentir como tu lengua estaba pasando por mi clítoris. Subías, bajabas, me agarrabas con las dos manos y me apretabas contra tu boca… Eso me estaba dando mucho placer, no quería que tu lengua saliese de mi coño, quería que me lo comieses, quería que nunca salieses de ahí. De repente sentí una pequeña punzada, me habías mordido.

“Au, no te pases! Sigue con la lengua, lo haces muy bien.”

No me contestaste, pero sentía como tu lengua hacía que mi cuerpo sintiese miles de cosas a la vez. Paraste sin que te dijese nada e intenté protestar pero tu mano tapó mi boca antes de que pudiese decir nada.

“Jefa, su coño sabe muy bien,  deberíamos hacer esto más.”

Sonreímos y aproveché que te tenía cerca para taparte la boca.

“Deberíamos repetirlo todos los días, pero ahora… No hables, solo bésame y penétrame bien duro.”

Siguiendo mis órdenes, subiste encima de la mesa, apoyaste las manos a ambos lados y empezaste a chupar y lamer mis pezones mientras que yo tiraba de tu pelo. Hummm… Mis ganas seguían en aumento, si es que era posible, quería tenerte dentro, quería que me follases y me quitases estas ganas. Como si leyeses mi pensamiento, me penetraste, dentro, fuera, dentro, fuera…

Ibas cada vez más y más rápido. Me besabas en la boca, en el cuello, me chupabas los pezones, me mordías… Y yo te arañaba en la espalda, lo que hacía que me penetrases bien hasta el fondo y me hacía gemir, gemir mucho. Quería más, quería terminar, quería tener un orgasmo.

“Vamos, soy tu jefa, no quiero esperar tanto.”

Te mordí la oreja después de decirlo y eso hizo que me penetrases más y más hasta que ya no pude aguantar y me corrí. Tú estabas muy cerca, se te notaba muy excitado, desesperado por llegar al orgasmo, me penetraste unas cuantas veces más y gritaste mientras te corrías. Nuestras respiraciones estaban agitadas después de lo que habíamos hecho.

“Espero que le haya gustado jefa.”