El secretario (4)
Es la hora de dar el paso decisivo...
Ese sábado quizás fue el más largo de toda mi vida, horas antes había aceptado, o mejor dicho, pre-aceptado, una serie de "condiciones" para poder convertirme en el amante "oficial" de mi jefe, y solo pensar que apenas dos días atrás seguía sumergido en mis cavilaciones obsesivas y fantasiosas con respecto a él, creyéndome muy listo al interpretar cualquier gesto o palabra suya que pudiera sugerirme algo, en completa ignorancia, sin imaginar ni por un segundo que todos, cada uno de mis gestos, de mis acciones, que creí tan bien disimuladas, estaban siendo monitoreadas por él, que su madurez y experiencia disfrutó viéndome contrariado, confundido, indeciso y sólo decidió mover algunas piezas hasta poder desarmarme por completo, y finalmente, esa noche anterior, en su oficina, poder proponerme sin ninguna reserva ese plan estructurado única y exclusivamente según sus necesidades y sus deseos, y que seguramente llevaba días o quizás semanas desarrollando, planificando mi vida sin que yo ni siquiera lo supiera, decidiendo sobre mis relaciones, mi lugar de residencia, e incluso, sobre mi integridad anal, sin ser yo un actor cuando menos importante en todo ese debate, mi rol se limitaba a aceptar o no, a entregarme a él o largarme de su vida, lo que tampoco me dejaba un margen de libertad demasiado amplio, pues no había negociación, era un todo o nada, y él sin duda sabía que teniéndome en el estado que me tenía, haría cualquier cosa antes que aceptar renunciar a la posibilidad de iniciar algo con él, me tenía entre la espada y la pared.
Si bien lo que más me preocupaba era eso que marcaría quizás el cambio más trascendental, el mudarme de mi casa, la casa de mis padres, donde vivo desde que nací y donde tengo todo lo que reconozco como propio y familiar, a un apartamento, suyo, el que reserva para sus aventuras de soltero, del que ni siquiera sabía cómo era, donde quedaba, el que jamás me había mencionado, un lugar que bien él podría disponer como un nido o como una jaula para el polluelo del que quería apoderarse, habiéndome aclarado que nadie más podría entrar allí sin su consentimiento, me hacía sentir que sería mi casa porque allí viviría, pero no pondría disponer de nada, él seguiría siendo el dueño de ese lugar, y de todo lo que contuviera, incluyéndome. Por un lado dentro de mis ansias independentistas de adolescente me atraía la idea, pero sería colocarme completamente en sus manos, habitando incluso un espacio que le pertenecía, y del cual no sabía la historia, a quienes más habrá llevado a vivir antes allí?, o seré el primero?, cuantos partenaires sexuales habrían pasado por esa cama que ahora pretendía compartir conmigo?, y sobre todo, yo tenía 18 años, por más adulto que me sintiera, cómo le diría a mis padres que sin razón alguna me iba a mudar a un apartamento desconocido en mi propia ciudad?, cómo dejaría sola a mi madre sin ninguna explicación?, pero a él poco le importaban mis angustias, solo quería dejarme en claro que si en verdad estaba dispuesto a arriesgar algo para darme a él, debía dar ese paso, renunciar a mi hogar, a mi historia pasada y comenzar de nuevo con él, no tenía opción, y no era su problema lo que tuviera que inventarme para hacerlo.
Algo más que rondaba en mis pensamientos pero que decididamente me había propuesto ignorar era el día siguiente, era cuestión de algunas horas para tener que presentarme en ese hasta ahora anónimo apartamento y cumplir mi parte del trato, ese "pacto iniciático" que como sacrificio reclamaba nada menos que mi virginidad anal, lo que me excitaba y me asustaba a partes iguales, hasta ahora me di cuenta que nunca había fantaseado con el momento de perder mi virginidad anal, sabía que lo deseaba, con toda mi alma, aún sin haber sentido placer anal proveído por otro hombre algo en mi cuerpo me gritaba que lo necesitaba urgentemente, que solo de esa forma es que realmente podría experimentar el placer, pero más que al dolor tenía miedo a lo que eso representaría para mí, en mi vivencia como hombre, como ser sexuado, lo pensaba como uno de esos puntos de quiebre después de los cuales ya nada sería igual, no podría volver a sentirme igual, mis modos de recibir y dar placer se transformarían por completo, y más con alguien como él, que por alguna razón me hacía sentir que más que el simple morbo de desflorar un culito adolescente lo que más le excitaba era la idea de marcarme, física y psíquicamente, de demostrar en un plano corporal todo eso que habíamos venido construyendo en lo emocional, y finalmente por ese medio, el del placer anal, apoderarse de mí, terminar de hacerme adicto a él, y yo no tenía dudas en que lo conseguiría, pues si hasta ahora, donde ya prácticamente había aceptado ser su amante, y habíamos alcanzado tal nivel de intimidad, sin el más mínimo roce o caricia, sin un beso, qué sería de mí cuando ya lo tuviera alojado dentro de mi cuerpo?, qué más podría tratar de interponer yo para sostener mi dignidad, mi libertad y mi independencia?, si ya desde hacía rato sin haberme tocado si quiera me tenía completamente controlado.
Amante, me dijo que ese era el término correcto para definir nuestra relación, etimológicamente me agrada la palabra, remite unívocamente a la condición de amador, a la posición de "el que ama", pero moralmente tiene muchas connotaciones, negativas sobre todo, a momentos me sentía lastimosamente identificado con ese rol tan despreciable según había aprendido de los rencores de mi madre y las féminas de mi familia, en el lugar de esa "otra" que se conforma con los restos de la señora, de la esposa, la otra que es utilizada como objeto sexual y con la cual el hombre no siente más compromiso que la lujuria que le provoca su cuerpo, como un ser despreciable y sin dignidad que no tiene el suficiente valor para conseguir una relación con alguien en la que sea la principal, la legal, la formal, no el "plato de segunda mesa", sería que él me veía así?, sería que con su seductora forma de convencerme ocultaba sus verdaderas intenciones?, la de reducirme a un objeto de su goce?, será que estaba propiciando las condiciones para poder descargar en mi sus fantasías más lascivas?, para aprovechar mi juventud para satisfacerse, e inicarme en un camino de envilecimiento y corrupción del que ya no podría salir luego que se hubiere cansado de mí y decidiera seguir felizmente su matrimonio en su casa junto a su esposa y sus hijos?, relación normal y moral que me había dejado bien claro que no dejaría jamás, ni siquiera al iniciar una "segunda vida" conmigo, esa posibilidad me atormentaba, me asustaba y me hacía sentir algo culpable, si bien su relación con su mujer era de todo menos satisfactoria e ideal, ella era su esposa, su señora, y yo estaba entrometiéndome, queriendo aprovechar los restos de deseo que ella no podía agotar en él, conformándome con las migajas, yo era un joven atractivo, asumido en mi sexualidad, con apenas 18 años de vida, en verdad tenía que conformarme con eso?, tenía que iniciar así mi vida amorosa, sentimental y sexual?, valdría la pena correr ese riesgo?.
Tenía tantas cosas en la cabeza que sentí que me iba a enloquecer, por más que quería dejar de pensar, no podía, desde semanas atrás pero estos últimos días tanto mi mamá como mis mejores amigos se venían percatando de mi situación, me notaba confuso, extenuado, ensimismado, aunque creo que jamás se imaginarían cual era el origen de estos males que me aquejaban, ante sus preocupadas y recurrentes preguntas siempre respondía lo mismo "Ahorita estamos algo estresados en el trabajo, por unas negociaciones con unos brasileños, en lo que pase ya me quedo más tranquilo y hasta a lo mejor me tomo unas vacaciones", lo que les parecía convincente dado que mi dedicación e inmersión en el trabajo era más que notoria, aunque no por ser un "workoholic" precisamente, sino más bien un "bossoholic" si me permiten el neo-anglicismo, total que ya el domingo di más vueltas dentro de mi casa que un león enjaulado, ante la mirada algo extrañada de mi madre me puse a arreglar todos esos pequeños desperfectos domésticos que tenía meses persiguiéndome para que arreglara, pero igual sentía que el tiempo no pasaba, un par de veces fantaseé con apagar el BB, no encender la compu y simplemente no ir, no presentarme, no darle la posibilidad a mi cuerpo de que ya allí tomara el control de la situación y terminara sometiéndome a algo de lo que quizás más adelante me arrepentiría, pero era este mismo cuerpo el que no me daba las fuerzas para quedarme, el que por su cuenta se bañó, pasó horas decidiendo qué ponerse, se perfumó y salió, rumbo a esa dirección que tenía en un SMS en el BB que marcaba las coordenadas del sitio de donde no saldría siendo el mismo.
Como era de esperarse, su apartamento de soltero quedaba en una alejada y por tanto exclusiva zona del sureste capitalino, por lo cual luego de llegar en transporte público lo más cerca posible no tuve otra opción que tomar un taxi, aún estando en el mismo cuadrante geográfico de la ciudad, esta "guarida" de soltero estaba lo suficientemente alejada de donde estaba su residencia "formal", quizás para disminuir posibilidades de encuentros indeseables con conocidos, en un bonito y curioso edificio de diseño moderno que parecía haber sido adosado a la pendiente de la montaña en lugar de haber sido construído desde allí, toqué el intercomunicador, su voz me indicó que subiera, e inmediatamente un característico y agudo zumbido electrónico desbloqueó la cerradura de la puerta principal, estaba tan nervioso que en la entrada, ante la amable mirada del anciano vigilante del edificio, mirada a la que probablemente debería comenzar a acostumbrarme dada una de mis "condiciones", me sentía descubierto, expuesto, suponía que él, que probablemente tenía años trabajando allí y que si hablara podría contar más de una cosa sobre los distinguidos habitantes de aquel lugar, sabría adonde yo iba, qué iba a hacer allí, qué parte de mi cuerpo y de mi alma iba a entregar, me imaginaba que bajo esa mirada protocolar y estándar podría quizás estar recordando las caras de las otras u otros que como yo ya habían pasado por ahí, tocado ese mismo botón del intercomunicador, subido a ese departamento, quizás salido a la mañana siguiente o en algunos casos permanecer unas semanas o tal vez un mes, y luego, habrían desaparecido para dar paso a un nuevo "visitante" para el elegante señor del 10-B, en un instante fantaseé con preguntarle algo, quizás el sabía lo que mi jefe tramaba, quizás si le daba un chance le daría tiempo de prevenirme, de decirme que me fuera corriendo de allí y no regresara, pero no lo hice, no podía, no debía y en el fondo, no quería, aún con el mayor de los miedos quería descubrir todo en carne propia.
Llegué a la puerta indicada, toqué el timbre una vez, en unos segundos que parecieron eternos lo oí caminar al otro lado, acercándose, vi la dorada manilla girar y luego ahí estaba él, en una clave contextual que me costó descifrar, no sólo porque por segunda vez estábamos juntos, de noche, en un lugar distinto a "La Empresa", pero que a su vez era un lugar privado, suyo, y que en tanto estaba vestido para la ocasión, con un pantalón blanco, algo suelto, de lino suave, lejanamente playero, una chemisse color verde botella que por sencilla no dejaba de parecer muy cara, y unas sandalias de cuero abiertas en el talón, por primera vez lo veía vestir tan informal y con colores tan claros, eso me hizo sentir un poco tonto pensando las horas que me pasé eligiendo la ropa para terminar vestido más o menos tan casualmente como él, me sonrió, cuando hice el ademán de pasar, hizo un gesto muy leve que interpreté como que debía esperar su autorización, lo vi a los ojos y me dijo "Cuando cierre la puerta detrás de tí no volverás a salir de aquí vírgen, así que si te vas a arrepentir, este es el momento de irte", sin pensarlo, más como un impulso que se saltó la barda de los miedos que en efecto me embargaban sólo pude pronunciar, "Lo sé, y lo asumo", el brillo de su mirada solo era una anticipación de lo que pasaría allá adentro, pero yo ya estaba resignado, no había vuelta atrás.
En verdad el apartamento se me hizo hermoso, era pequeño en tamaño pero amplio por la distribución de los espacios, sobriamente decorado, muy masculinamente, pero con un cierto aire acogedor, no daba esa impresión de un espacio inerte e inhabitado, la iluminación también brindaba cierta calidez, un olor a limpio y a incienso me hizo pensar que se esmeró en preparar el espacio para mí, o por lo menos le pagó a alguien para que lo hiciera, la pequeña sala quedaba cortada por un amplio bar, con muchas botellas de diversos licores, lo que me agradó a primera vista, todo este espacio aún siendo pequeño daba la impresión de amplitud pues las ventanas no eran más que portales de vidrio de piso a techo, que daban a un también pequeño balcón y que dejaban entrar toda la panorámica de la oscura y espesa arboleda que brindaba tal aislamiento a esa zona, y a la vez la separaba de la gran mancha luminosa que fagocitaba al resto de las vidas caraqueñas, excepto la de él y la mía.
Un poco más tarde de lo que esperaba puso sus manos en mi cintura, suave pero firmemente, se acercó hacia mi espalda y comenzó a oler mis cabellos, un pequeño paso más hacia adelante me hizo reconocer la dureza de su miembro apenas rozando mis nalgas, el sentirlo tan cerca como nunca antes, allí, detrás mío, me hacía sentir una extraña indefensión, por todo lo que representaba para mí, por ese margen de irrealidad que me daba el sentirlo pero no verlo, el sentir sus manos comenzar a destrabar el cierre de mi suéter y luego deslizarlo hacia afuera desde mis hombros, para luego lanzarlo al sofá, luego comenzar a deslizar sus manos hacia mi pecho, detenerse unos segundos en mis pezones que cada vez estaban más duros, había música suave de fondo, una especie de jazz, en un volúmen perfectamente bajo, y ese aroma a incienso de sándalo con el que me había recibido, todos mis sentidos se llenaban de calidez, sobre todo por la que su cuerpo irradiaba detrás de mí, cada vez más cerca. Debió notar el ligero temblor que evidenciaba mi nerviosismo ante la inminencia del momento de la entrega.
- "No tienes porqué temer, no a mí"- Dijo, ya entrados varios minutos de esas iniciales caricias
- "Tú no lo entiendes"
- "Sí entiendo, sólo necesitas confiar, dejarme hacer, tú necesitas ésto"
- "Espero que sea cierto"
- "Tú mismo me lo vas a pedir, ya lo verás"
Por primera vez sus labios tocaron un sitio diferente a mi mejilla derecha, pero ya no con la protocolaridad de un beso de saludo, sino con la pasión de una sangre que comienza a ebullir dentro de un cuerpo, los posó en mi cuello, a pocos centímetros de mi oreja, comenzó a besar primero, con los labios cada vez más separados, luego a lamer tímidamente, sus manos seguían recorriendo las partes que alcanzaban de mi cuerpo, como una misión de reconocimiento, de tanteo de la corporalidad de aquello tantas veces fantaseado, el pequeño lugar de la parte dorsal de mi cuello donde se posaban sus labios pareció convertirse en el centro de todas mis sensaciones, y de allí irradiar una onda expansiva que me recorría completo, de arriba a abajo, dando la estimulación necesaria para comenzar a bombear sangre a mis partes erectibles, hasta entonces flácidas, mi pene, mis pezones, hasta los poros de mi piel, me besaba dulcemente, con delicadeza pero con firmeza, aquello no sólo buscaba que ambos disfrutáramos, era su forma de marcar un punto de inicio para mí, debía inscribirse en mi cuerpo con suficiente fuerza para que nunca lo olvidara, para que el compromiso que pensaba que quería asumir, adquiriera valor, significado, sentido.
Tomado de mi cintura me hizo girar, lo ví de frente, esa cara y esos ojos que me hipnotizaban, ahora con una expresión nueva para mí, era la lujuria, esa media sonrisa sexy pero inquietante, amenazante hasta cierto punto, ese recorrido visual entre mis ojos y mis labios, en cuestión de segundos sustituyo el sabor de la piel de mi cuello por el de mis labios, me sujetó fuerte, en un abrazo que más bien parecía una presa para impedirme escapar a último momento, le correspondí, nos besamos tal como lo había imaginado tantas veces, en la forma que me enloquece, apasionada pero intermitentemente, con los ojos abiertos, dejando pequeños vacíos en que nuestros ojos se encuentran, nuestras narices se rozan, nuestros labios aún hormiguean palpitantes por la estimulación reciente, sólo para luego reencontrarse en un intercambio de humedad, lamiendo y mordiendo, suavemente, pero casi lastimando, y luego volviendo a dejar el vacío que se llena viendo al otro, que seduce al esquivar sensualmente otro beso, con la media sonrisa que reta e incita a seguir.
Me sujetó las manos a la espalda con las suyas, ya había comenzado, estaba claro quién iba a llevar las riendas de ahí en adelante, no podía ser de otra forma, me estaba probando, catando la mercancía que hasta ahora lo había obsesionado sin tocarle un sólo pelo, me palpaba y me besaba como si estuviera comprobando que todo lo que fantaseó sobre mí era real, si olía como se lo imaginó, si sabía como se lo imaginó, explorándome, haciéndome sentir indefenso pero partícipe, primordial, protagónico en tanto su deseo sólo estaba centrado en mi cuerpo en ese momento, era yo lo que colmaba sus sentidos, lo que se le aparecía casi inabarcable, interminable, me soltó las manos ordenándome que las dejara así, comenzó a sacarme la franela que llevaba, permaneció unos segundos contemplando mi torso, pareció gustarle, sin perder tiempo se interesó en probar un nuevo lugar, mis pezones, allí sí me sentí morir, aunque fuera por ese momento solamente tanto malestar hubiese valido la pena, no solo besaba, succionaba, mordía, jamás pensé que mis pezones fueran tan sensibles, así erectos como estaban casi me dolían, él lo sabía y parecía entretenerse con esa diminuta cuota del dolor que me esperaba esa noche, mis gemidos solo lo impelían a arreciar, cuando terminó dos marcas enrojecidas de chupones enmarcaban mis pezones, más erectos aún si es posible, ahora cualquier roce con esa zona me hacía estremecer entero.
Así aún sujetándome las manos a la espalda se colocó detrás de mí "Vamos", me dijo, ya se estaba haciendo hora, me llevó a su cuarto, el único que tenía aquel apartamento, lo único que reconozco es que para ser desvirgado en aquellas condiciones por lo menos me parecía un excelente lugar, era amplio, casi tanto como la pequeña sala, con una cama cuadrada y gigante, que lo primero que me hizo pensar fue: cuantos?, a cuantas o cuantos habría tenido exactamente en mi misma posición, en esa misma cama, en ese mismo cuarto?, me dolía pensar que podía ser uno más, pero si así era ya podría él ir escribiendo mi nombre en su lista, pues de ahí no tenía escapatoria, el bulto rígido que presionaba sobre mis nalgas cada vez se sentía más grande y más caliente, por encima de la ropa siempre le supuse un buen tamaño, que dentro de pocos momentos confirmaría, me hizo sentarme en el borde de su cama "Vamos a comenzar, ya como notarás me tienes muy duro, al parecer mi verga reconoce la cercanía del que le ha hecho botar mucha leche todos estos meses, y sin duda estará muy contenta de que me la saques de allí donde está tan apretada".
Comencé a desabrocharle el botón y bajarle el cierre, mis manos temblaban no sólo de miedo, sino de deseo, si algo puede capitalizar todo el deseo que provoca un hombre es su verga, el falo, el máximo símbolo de su virilidad, de su poder, lo que marca la diferencia fundamental y lo que tiene la facultad de hacer que gente como yo, se salga de sus cabales y termine en situaciones como en la que me encontraba en ese momento, introduje la mano, sintiendo por primera vez toda su dureza, calor e incluso algo de humedad, y ese olor, dios, ese olor, era agrio, almizcloso, intenso, penetrante, a hombre, a eso hizo apestar todo el cuarto cuando la liberé dejándola erguirse desafiante y poderosa, encumbrada hacia arriba y ligeramente curvada a la derecha, ahí estaba, ese era el momento culminante de todos estos meses de desesperación, eso era lo que necesitaba, no tenía ninguna duda, no era un miembro inmenso, pero sí grande, de un tamaño, una rigidez y una belleza que me lo hacían perfecto, delicioso, invaluable.
Él notaba la estupefacción en mi cara, la miraba, palpaba y sopesaba como si de una obra de arte se tratase, por fin estaba en mi mano, justo frente a mí, esperando el momento de poder ingresar, de poder servir como herramienta para que su dueño comenzara a profanar mi cuerpo, cada uno de mis agujeros, "Te has mamado un güevo antes?", dijo sin escatimar en su lenguaje soez, "Sí, un par de veces" respondí sin verle a la cara aún en mi embelesamiento con su verga, "A quién?", sin prestarle mucha atención le dije que a dos chamos diferentes, uno una vez y otro en otra, "Quienes son ellos?", comencé a notar algo de molestia en su tono, la dije que antiguos compañeros de clase, del colegio, "Aún los sigues viendo?", dijo ya sin ocultar unos inoportunos y absurdos celos, le dije que no éramos amigos, pero que en ocasiones coincidíamos en reuniones de reencuentro y ese tipo de cosas, entonces me levantó la cara por la barbilla para hacerme verlo a los ojos "No quiero que los veas más, en ningún lugar, está claro?", pensé que se le estaba haciendo costumbre eso de prohibirme terminantemente ver a determinadas personas, me parecía exagerado por su parte pero tenía tantas ganas de seguir auscultando su miembro que sólo respondí "Está bien", la poca importancia que le daba a sus pequeños ataques de celos en comparación a la que le brindaba a su pene parecieron incomodarlo "Pues si tanto te gusta mi güevo, qué esperas para comenzar a chupar?, abre la boca".
Abrí y paralelamente miré hacia arriba, su cara se transformó por el gesto de placer al encontrarse de nuevo con mis ojos, sonrió maliciosamente, fue lo último que vi en una posición estática pues lo próximo fue poner su mano en mi nuca, introducirme su duro aparato en la boca y comenzar a procurarse un poco de placer bucal, como imaginé lo hacía rudamente, una y otra vez haciéndome recorrer toda su erecta longitud con mis labios, los cuales cerré alrededor de su verga para protegerla de mis dientes y a la vez procurarle un roce más suave, estrecho y placentero, "Mírame, quiero ver esos ojitos que me excitan mientras me lo chupas", me excitaba la forma en la que lo excitaban mis ojos, traté de arquear mis cejas hacia arriba, dando un gesto de ternura que notó de inmediato, lo que le hizo acelerar las embestidas, hasta provocarme varias arcadas, traté de sujetar su cadera para que parara pues me estaba dejando sin oxígeno, disfrutaba colocarme en aquella posición, en la que su verga era la diferencia entre respirar o no, haciéndola a ese nivel importante para mí, para hacerme respetarla como debía, cuando ya se estaba haciendo intolerable, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no vomitar, me la sacó, quedé hiperventilando, tosiendo y tratando de recuperarme, aprovechó ese momento para montarse en la cama, acostarse semi-recostado sobre varias almohadas, bajarse los pantalones sólo hasta donde su verga podía salir completa, separar las piernas y ordenarme "Que esperas, sigue chupando, te voy a dejar que lo disfrutes, pero si no me lo haces bien, te la doy de nuevo como ahorita", me incorporé, me coloqué boca abajo en la cama, entre sus piernas abiertas y retomé mi labor, esta vez por iniciativa propia, vi sus bolas por primera vez, eran grandes, no colgantes como me hubieran gustado pero sí lo suficiente como para poder succionarlas, lo comprobé de inmediato dado que no pude resistir la tentación.
Comenzó a gemir más fuerte que antes, se aferraba al espaldar de la cama y comenzó a hacer movimientos pélvicos, "Hazme la paja", ordenó y de inmediato comencé a masturbarlo, aquella mamada estaba siendo bastanta mojada, por lo que no tenía necesidad de escupirme en la mano, ya suficiente saliva había dejado en todo su conjunto genital, ya sus gemidos parecían bufidos, aquello me estaba excitando mucho, dejé un momento mi trabajo felatorio para ponerme de rodillas y desabrocharme el pantalón, mi erección ya me estaba doliendo "Acaso te dije que dejaras de mamar?", dijo algo alterado, "No, pero es que...", en un rápido movimiento se puso de pie, tomándome de la nuca me lanzó sobre la cama, boca arriba, se montó sobre mi, sentado sobre mi zona pectoral, me abrió la boca con sus dedos y me introdujo la verga completa, retomó el ritmo doloroso del principio "Si no me quieres hacer arrechar nunca interrumpas una mamada", ahora por la posición en la que me encontraba su pene llegaba más adentro, estaba ingresando a mi faringe y el roce con mi úvula me estaba matando, respiraba profundo cuando podía para retener las ganas de vomitar, pero eso a la vez me hacía atragantarme con saliva y sus fluidos preseminales y me daban ganas de toser, era insoportable, de nuevo intenté detenerlo sujetando su cadera pero era inútil, la fuerza de sus embestidas era superior, estaba usando mi boca como una de esas vaginas de látex que venden como juguete sexual, ya estaba notando que él no sería muy permisivo con respecto a mi propio placer mientras el suyo estuviera insatisfecho.
Tras unos segundos más de coito bucal gritó "Coño, coño, me vengo, me vengo, ahhh, ayyy", todo sucedió muy rápido, se salió de mi boca, con sus manos bajó mis párpados y sin yo todavía entender bien qué estaba pasando sentí varios proyectiles líquidos, espesos y calientes impactar contra mis párpados cerrados, primero sobre uno, luego sobre el otro, también sentía algo de su leche en la zona de mis cejas y un poco en la frente, yo me incomodé y traté de incorporarme, fueron varias sensaciones muy rápidas, su leche contra mis ojos cerrados, el olor a cloro que invadió la habitación y mis fosas nasales, el sentir su peso aún sobre mí, aplastándome por la fuerza de sus convulsiones, ese sabor a su verga que todavía me impregnaba la boca, traté de incorporarme, quería quitarme la leche de la cara, no me esperaba eso, él no me avisó nada, no quería que algo de su semen me ingresara a los ojos, me daba asco, al notar que comencé a revolverme me sujetó la cabeza firmemente "Ya, ya tranquilo, quieto, cálmate", fui reduciendo mis movimientos, luchar sólo iba a lograr alterarme más pues él no iba a soltarme "No sabes cuantas veces me hice la paja imaginando exactamente ésto, eres maravilloso, perfecto", "Ya déjame, no me preguntaste si quería ésto, suéltame ya", "Quieto un momento más, esto debe pasar a la posteridad", aún con la espesa y acuosa cortina seminal que cubría por completo mis párpados pude notar el destello de un flash, el muy cabrón me había tomado una foto de mi cara llena de su semen, quería reclamarle pero lo dejaría para luego, lo único que quería era limpiarme los párpados y poder volver a ver, poco a poco fue quitándoseme de encima, cuando estaba dispuesto a levantarme sujetó mi cabeza de nuevo y me besó, aún más salvajemente que antes, casi tragándose mi lengua en el intento, aquello lo excitaba mucho sin duda alguna, ese beso que me hizo estremecer me hizo olvidar un poco lo molesto que estaba con él por haberme hecho eso y encima haberme fotografiado en ese estado vergonzoso y deplorable.
Cuando se sació de mi buscar el sabor de su verga en mi boca me ayudó a levantarme y como estaba cegado por su corrida me guió hasta el baño cual perro lazarillo, allí frente al lavamos comencé a lavarme la cara, dada la cantidad de semen, la viscosidad de éste que lo hacía ponerse baboso al contacto con el agua y por tanto más difícil de quitar y el espesor y largo de mis pestañas que se convirtieron en el reservorio propicio para esa simiente inesperada, tardé varios minutos lavándome con agua caliente hasta que finalmente me sentía limpio, me enjuagué también la boca pues sentía algunos de sus vellos púbicos a punto de deslizarse por mi garganta, cuando me atreví a abrir los ojos, me vi allí, en el espejo, despeinado, con la cara enrojecida, los ojos llorosos y detrás de mí, a él, sonriente, sin sentirse ni un pelo culpable por haberme sometido a esa corrida facial-ocular sin mi permiso, orgulloso de haber recreado aquello que tantas veces sirvió de combustible para sus pajas en mi honor.
Aún así, fue justo en ese momento cuando pude darme cuenta que ya era una realidad, el verme en el espejo me devolvió mi propia imagen, por primera vez modificada, condicionada por el ejercicio de su sexualidad activa y dominante sobre mí, y también me devolvió su mirada, que me permitió comprender que aquello apenas empezaba, ya me había desvirgado la boca con respecto a su verga, había realizado una de sus fantasías al acabar sobre mis ojos, dejándome ciego e indefenso por la potencia de su corrida, pero eso no era la único que habían planeado para mi iniciación, habían muchas cosas más en su lasciva imaginación y esa noche se iba a encargar de utilizarme para realizarlas una a una...