El secretario (2)

Una confusión comienza a delinear los caminos de la relación entre el adolescente y su jefe...

Finalmente sonó mi BB, era él, ya había entrado al campus y me preguntaba donde me esperaba, le dije un sitio y me encaminé hacia allá, por alguna razón estaba pensando en mi forma de caminar, no quería ir muy rápido pero tampoco despacio, más cuando me vió y me hizo un gesto con la mano, el trecho que nos separaba me pareció una eternidad mientras enfilaba hacia él bajo su mirada, sonrió ampliamente cuando me acerqué, ingresó a su puesto de conductor y me abrió desde adentro, si el carro por fuera se veía lujoso por dentro era una maravilla, parecía que uno ya no se encontraba dentro del caos de la ciudad en esos asientos mullidos de piel, con ese olor característico del cuero, la temperatura perfecta y la suave música de letra irreconocible por lo bajo del volumen pero que quedaba perfecta como telón de fondo, me desilusionó un poco que no dijera nada de mi atuendo, así que para romper el hielo le pregunté sobre la conferencia, charlamos un rato sobre eso pues estando yo tan imbuído en su trabajo casi que manejaba el tema al nivel de cualquier ejecutivo, bromeó un poco burlándose de otro ejecutivo que había salido apurado para irse a "celebrar" con su secretaria, ya ambos sabíamos donde y cómo, pero la anécdota así como fue divertida también cortó un poco el ambiente, quizás porque hacía referencia a una dinámica que en otro contexto nosotros por primera vez también estábamos viviendo, solos, juntos, en su carro, rumbo a celebrar, ambos como que caímos en cuenta de la intimidad del momento, y de todos los significados que una relación laboral como la nuestra tiene asociados, esta vez él rompió el hielo y comenzó a contarme del lugar donde me llevaría, decía que tenía tiempo sin ir y luego comenzó a contar cómo lo conoció y sobre la comida, sin duda quería despejar del ambiente la referencia a lo que muchos jefes deberían estar haciendo con sus secretarias en ese momento.

Creí que me llevaría a la zona tradicional de restaurantes de Caracas, pero su plan me cautivó en verdad, me di cuenta cuando estacionó en la estación del teleférico, allí nos bajaríamos, tomaríamos una cabina hasta la estación más alta, ya sobre el Ávila y de ahí un transporte por una carreterita empedrada hacia Galipán, un pueblito fabulosamente diminuto que parece que se hubiera encaramado allí por casualidad, dentro de la negrura profunda del Ávila nocturno, el frío y la neblina que siempre lo cubre y abajo, lejos pero impresionantemente cerca por su magnitud, la inmensa y fulgurante mancha amarilla de la noche caraqueña, todo el conjunto parecía irreal, o sería la situación la que me daba esa sensación?, el restaurante era sencillamente perfecto, hecho de madera, rústico pero elegante, de nuevo con un lujo y un buen gusto que contrastaba con su propia construcción y con su ubicación montado en un punto perdido de una montaña, con pequeñas antorchas que iluminaban cálidamente su perímetro y hacían la visión de su rostro aún más atractivo si es posible, yo estaba sobrecogido por la situación, casi no sabía qué decir, él sólo desplegaba su conocimiento sobre todo evaluando los vinos y explorando la oferta gastronómica, finalmente llegó el vino, lo cató, el mesonero quiso servirnos pero le dijo que prefería hacerlo él, el que me sirviera la copa me generó otra nueva sensación, una especie de hormigueo en la parte trasera del cuello, no porque mi jefe me estuviera sirviendo a mi, sino que era algo relacionado con el alcohol, con que me estuviera dando alcohol, incitándome a tomar, quizás una de mis peregrinas fantasías estaba por ahí atando cabos e inventando historias.

Alzó su copa, lo imité, y entonces dijo con su voz grave, cálida pero novedosamente regocijada "Cuando te dije que fueras mi secretario ni siquiera lo había pensado, fue algo automático, del momento, incluso luego de decírtelo pensé que era disparatado que un chamito adolescente que apenas había comenzado a trabajar fuera mi secretario, pero aunque ha pasado relativamente poco tiempo, estoy absolutamente seguro que tomé la mejor decisión, no tuve buena suerte con las secretarias anteriores, pero yo tampoco supe nunca lo importante que era ese puesto, hasta ahora que tú me lo enseñaste. Gracias por trabajar conmigo, me siento muy feliz de que estemos aquí", yo sencillamente no tenía nada que decir, todas las gracias tenía que dárselas yo a él, por todo, por elegirme, por hacerme sentir valioso, por ocupar su tiempo para mi, por llevarme a ese lugar que era mágico para mi en ese momento, por esa mirada directa y profunda que me desgarraba, me sentía tan feliz y tan pleno de que sintiera eso por mí que casi me dolía, se me aguaron los ojos, pero sólo un poco, me moriría de vergüenza si me viera llorar, parecería el niñito más cursi del mundo, sonreí, para que mis ojos se cerraran un poco y no lo notara, luego de fingir aclararme la garganta le agradecí por todo, por las atenciones, por el gesto, por la confianza que me daba en mi mismo en mi primer trabajo, por haberse tomado la molestia de llevarme hasta allí, él sólo sonrió de nuevo y mirándome me dijo "Te aseguro que para nada es una molestia para mi estar aquí contigo".

Con esa última frase mi corazón si ya estaba desbocado casi que se me quería salir por la boca, gracias a dios que poco después fue al baño pues pude apurar un poco el trago al vino y tratar de calmarme pues sentía que me hervían las orejas, debía estar hasta sonrojado, cuando volvió seguimos charlando amenamente, aunque con un rumbo distinto, aunque yo traté de retomar el tema del trabajo me dijo tajantemente que esa noche no, que como estábamos celebrando no admitiría mencionar nada del trabajo, me pareció un lindo gesto pero me cohibió un poco pues no sabía sobre qué hablar, pero para él no fue problema, pues con un interés inusitadamente marcado comenzó a preguntarme sobre mí, mi vida, mis padres, con quién vivía, cómo me iba en la universidad, yo me sentía feliz respondiendo sus preguntas, me sentía interesante para él, hasta que llegó la pregunta infaltable "Y cuéntame, tienes novia?", varias cosas pasaron por mi cabeza: primero, que él ya había asumido mi heterosexualidad, por un lado era bueno en cuanto demostraba que no andaba por ahí soltando plumas, cosa que no me gustaba en absoluto, pero que también puede significar que el asume la heterosexualidad como la posición natural de cualquier hombre y pudiera tener prejuicios sobre la homosexualidad, no intentaría demostrar ni fingir nada, nunca lo había hecho, así que di la respuesta típica "No, en estos momentos no tengo pareja", no sé si captó la intención de mis palabras, pero juraría que se le iluminaron un poco los ojos, me gustaría interpretar que le gustó mi respuesta, pero no estaba seguro de que fuera eso, aunque luego dijo algo que me hizo dejar mi rumiación de lado, "Que raro, porque con esos ojos debes ser difícil de ignorar".

Acto seguido dio un sorbo a su copa de vino sin soltar la conexión de su mirada con la mía, ahora sí me había dejado fuera, juraría que las rodillas me empezaron a temblar un poco, aunque la frase la construyó de una forma súper general, "esos ojos", "debes ser", si mi capacidad hermenéutica no me fallaba eso debía significar algo como "Con esos hermosos ojos eres difícil de ignorar", asumiendo que ese deber ser que generaban mis ojos también lo incluyera a él y poniéndole un poquito de mi deseo a la ecuación, podría completarlo como "Con esos hermosos ojos me es difícil ignorarte" en ese momento tenía dos caminos, o ruborizarme como un idiota y dejar pasar esa frase que juraría que no fue por completo ingenua o tratar de responder algo que dejara una puerta abierta y lo obligara a decir algo más, en milésimas de segundo dije algo bastante vago pero que podría surtir el efecto deseado "Te parece?, porqué lo dices?", al parecer tuve éxito pues su expresión fue un poco como de "Y ahora qué le digo?", pero duró poco y entonces respondió "Pues me da esa impresión... en mi caso fue lo primero que noté de tí", ahí quería llegar yo!, no me equivoqué aquella tarde cuando llevé el sobre, sabía que se había fijado en mis ojos, me sentí victorioso y comencé a maquinar qué nueva frase podía dar continuidad a eso, sea lo que fuere, que estaba comenzando a abrirse en nuestra conversación, justo en en ese momento, sin duda el menos indicado, llegó el mesonero con la orden, él sólo sonrió, usaría eso como excusa para cerrar un poco la esclusa que él mismo había abierto, pero al menos quedé complacido al oirlo admitir que mis ojos le llamaban la atención, y que quizás, en algún nivel llegaran a gustarle.

El resto de la noche la pasamos así, conversando, riéndonos, en un clima de intimidad que jamás había sentido con él, pero que me fascinaba, por momentos no parecíamos un jefe y su secretario, solo un hombre maduro y un jovencito pasándolo bien en un restaurant medio romanticón, comencé a preguntarme qué pensaría el mesonero?, o el tipo de la caja?, creerían que éramos amigos, familiares?, o podrían ver o suponer algo que nosotros no?, me gustaría ver si desde fuera podría notarse algo más, llegar a interpretar que lo nuestro iba por otro lado, ya pasadas las horas, luego de comer, tomar otra botella de vino y el postre, comenzamos el trayecto de vuelta, el camino empedrado, la bajada en el teleférico, y su auto, ya más desinhibido olvidé mis vergüenzas cuando me preguntó donde vivía para llevarme, cuando caí en cuenta traté de advertirle sobre la zona, sólo sonrió, volteó un poco a verme y me dijo: "Porque tenga dinero no quiere decir que soy un sifrino, es más no siempre lo tuve, ya habrá tiempo para contarte más de mis cosas... Claro que sé exactamente cómo llevarte a tu casa, conozco la zona", me alivió un poco que entendiera mis preocupaciones sin tener que explicarlas más y eso que dijo sobre "contarme sus cosas" me hizo sentir algo agradable, de alguna forma dejaba ver que este clima de cercanía y confianza no era solo producto de la celebración y el vino, sino que podía instalarse entre nosotros un espacio para eso, contarnos cosas de nuestras vidas, y conocernos mejor.

Efectivamente así fue, desde esa misma noche, en la que al dejarme en la puerta de mi casa hizo algo poco usual entre los hombres de mi país, salvo entre padres e hijos o familiares muy cercanos, lo que lo hace aún más interpretable, al despedirse de mi y yo extenderle mi mano la estrechó pero sin darme tiempo a prepararme se acercó y me dió un pequeño beso en la mejilla, no de esos que sólo pegas las mejillas, o que das un besito en el aire, posó sus labios muy suavemente y por una milésima de segundo en mi mejilla, eso fue suficiente para no dejarme dormir tranquilamente esa noche, desde la mañana siguiente, en la que ambos llegamos algo tarde, sin duda por los efectos propios del vino, comenzamos a llevar una doble dinámica, dentro de su oficina manteníamos ese clima relajado, abierto, cordial, incluso algunas veces pedía el almuerzo y comíamos juntos allí, pero hacia afuera no se mostraba muy seco conmigo pero sí como un jefe con su empleado, y era él el que había dado paso a esa nueva dualidad, yo no entendía muy bien porqué, quizás pensaba que la forma de llevarnos con la que ambos nos sentíamos a gusto podría dar que pensar a los demás, esa hipótesis me gustaba, pues en algún nivel estaba asumiendo una relación entre nosotros que implicaba un algo más, que ponía un tope a eso que podía ser mostrado, publicitado y ya por ahí podía pensar que algo en él se estaba movilizando al estar conmigo, sin embargo a medida que esta calidez de nuestro vínculo aumentaba, y algo parecido a la tensión no sé si sexual pero sí por lo menos, homoerótica, enrarecía el ambiente a puertas adentro, también mi reactividad a lo que tuviera que ver con él aumentaba, me incomodaba más tener que pasarle llamadas de su esposa, o mentirle a ésta cuando él no quería hablar con ella, algo parecido a los celos comenzaba a tomar control de mi vivencia de él, lo que no era nada bueno considerando que era un tipo casado, con hijos, mi jefe y por lo visto totalmente heterosexual.

Fue pocas semanas después cuando estos celos que empezaba a sentir hacia la parte de su vida que terminaba con la jornada laboral y por ende conmigo comenzaron a joderme un poco más, fue exactamente cuando comenzó a comunicarse con él una mujer con acento argentino, o sureño en realidad, primero lo llamó una vez y luego lo hacía casi que dos veces a la semana, no era algo del trabajo, ella no se identificaba como parte de alguna empresa o se dirigía a él formalmente, lo hacía con tanta familiaridad que comencé a temer que pudieran tener algo, él jamás me había dado a pensar que pudiera estar siéndole infiel a su esposa, pero esta nueva mujer me parecía sospechosa, cuando se la pasaba hablaban mas o menos 15 minutos, y eso que a él no le gustaba hablar mucho por teléfono, a veces al llegar de alguna reunión me preguntaba si ella lo había llamado o dejado un mensaje y a mi cada vez me era más difícil ocultar mi incomodidad, no sólo ante ella y sus llamadas, sino que empecé a enseriarme con él, el concebirlo ahora como un infiel, como uno más de esos tipos que siendo muy machos engañan a su mujer a sus espaldas, lo que me preocupaba poco en realidad, tampoco yo tenía la moral para exigirle que le fuera fiel a su esposa, yo que me la pasaba insinuándomele medio día, pero el que comenzara a utilizarme a mí como lo que era, su secretario, pero para cuestiones relacionadas con su amante me jodía mucho, varias veces me preguntó si me pasaba algo, si quería decirle algo y siempre dije que no, qué le iba a decir?, que si quería hablar con su amante que usara su celular y dejara de joderme como su puto recepcionista?, simplemente tragaba fuerte y seguía cumpliendo con mi labor, con la única que tenía clara frente a él, la de su empleado, nada más.

El punto culminante fue el día que me llamó a su oficina, pensé que quería agregar algo a un documento que estaba redactando en ese momento, pero no, sin dejar de ver y escribir en la computadora me dijo "Alguien muy importante para mi va a venir a pasar unos días conmigo, tengo meses sin verla y quiero que la pasemos muy bien, que se vaya encantada, averigua con la agencia algún paquete turístico, dos noches y tres días, algo tipo playero, Margarita no sé, muy trillado, quizás Los Roques, reserva una habitación para dos y me avisas para pagar con la tarjeta, no escatimes en precios. Es todo.", y así sin más siguió con su computadora, me quedé unos segundos más allí, no dije una palabra, solo me retiré de nuevo a mi escritorio, ese momento dió al traste con todas las pendejadas romanticonas y sobreelaboradas que me había inventado sobre él, si de alguna forma sintiera algo por mi no me habría ordenado con tal frialdad que le cuadrara el hotel para revolcarse durante una semana con su amante, me sentía tan mal, tan humillado, un amago de nudo se me hizo en la garganta, no podía marcar el número de la agencia, las manos no me respondían, por un momento pensé que no lo haría, simplemente no me daba la gana, no me importaba si me botaba, se me aguaron los ojos, aunque traté de calmarme sentía que las lágrimas se me venían encima, no era sólo su orden, era la confirmación de que era un completo imbécil, un carajito adolescente enamorisqueado que se inventó un mundo de fantasía con su jefe adulto, macho, maduro y heterosexual, completamente heterosexual, y que ya mi luna de miel de ambivalencias e imprecisiones había dado paso a la cruda realidad, la de un hombre con dinero, insatisfecho con su mujer que no escatimaba en gastos al querer darse un escape con su amante, que más me pediría?, que llamara a su esposa y le inventara que se había ido a un viaje de negocios?, que llamara a su amante para preguntarle que marca de champagne le gustaba más?, no pude hacer la llamada, sólo fui al baño, me enjuagué la cara y me quedé un rato ahí, apoyado en el lavamanos sin querer regresar a esa oficina y verlo de nuevo.

Ese día no llamé para reservar, no le dije nada y él tampoco me preguntó, no sabría si tenía las fuerzas de hacerlo, pero era eso o negarme directamente y luego qué?, decirle qué?, que me estaba matando de celos?, que quería gritarle todo lo que tenía atragantado en la faringe, que lo odiaba, por ser él, por confundirme, por no notar jamás mis doblesentidos, mis miradas insinuantes, por acercárseme cuando estaba en el computador y hacerme sentir su aliento cálido en mi nuca, por tomar la costumbre de despedirse de mi con esos besitos en la mejilla que me hacían temblar las rodillas, por repetirme un par de veces más lo bonitos que son mis ojos, por sostenerme la mano dos segundos más de lo apropiado al pasarme una carpeta, esa noche lloré mucho, me sentía tan defraudado, tan tonto, sentía como si hubiera subido hasta la azotea en el ascensor que me hacía zumbar los oídos y ya ahí él me hubiera empujado al vacío, sin piedad, sin compasión, desee por un momento no haber llevado la puta carta que me encontré en el piso, no haberlo conocido, que siguiera siendo anónimo para mi, todos estos meses no habían hecho más que enredarme, consumir mi tiempo para él, rechazar las insinuaciones de algunos compañeros de la universidad e incluso del trabajo, por considerarlos inferiores a él, nunca equiparables en ese deseo que me quemaba, llorando me quedé dormido y con mi almohada empapada como testigo me prometí que desde el día siguiente todo cambiaría, me dolería en el alma pero comenzaría a armar mi vida en otro escenario, uno donde él no fuera más que mi jefe, el señor Gerente.

Incluso sorprendiéndome por mi autodeterminación lo primero que hice al llegar a la oficina fue llamar a la agencia de viajes, no sólo cumplí la tarea, lo hice con la minuciosidad y el detallismo que me caracterizaba con sus órdenes, quizás con cierto masoquismo organicé el viaje de los sueños para cualquier pareja de amantes, desde la posada "boutique", el itinerario, los restaurantes, los vuelos, los paseos en yate, la champagne en la habitación, todo, cada detalle, quería que por lo menos de esa forma, aún estando con su amante pensara en mi, en que cada cosa que hacían, la cama donde se revolcaban, los sitios donde se acariciaban se debían a mí, a mis planes, sé que no era la más sana de las formas de vivir mi dolor pero era la que tenía en ese momento, bueno, una de las dos que tenía, pues la otra si bien no era nada novedosa es la más arraigada en todos los seres humanos despechados de todos los tiempos y todas las culturas, como quien no quiere la cosa pasé por la Gerencia de Imagen Corporativa, allí estaba él, uno de los creativos, bastante joven para mis gustos, quizás unos 5 años mayor que yo, bastante bonito no lo niego, pero que no me generaba nada parecido a mi jefe, no obstante me había pasado los últimos meses quitándomelo de encima pues al parecer le gustaba bastante, así sin más parado en el marco de la puerta de su oficina le pregunté si quería ir a tomar un café, lo demás era dejarlo correr, no se salió de mi zona de trabajo en ese día, yo enmascarando o tratando de olvidar los motivos que me llevaban a corresponderle de esa forma me mostré todo lo receptivo e incluso insinuante que antes me había negado, él estaba encantado y las ganas se notaban por encima, fue así que calibrando la hora de llegada estimada de mi jefe nos encontró sentados bastante cerca, con una posición distendida, dejando bien claro que nada del trabajo nos convocaba allí, sino una conversación divertida, íntima, personal, nos miró sin decir nada, su expresión si bien denotaba cierta sorpresa no me atrevería a asegurar que dejó colar algo de molestia, lo que me hubiera gustado, pero solo dijo "buenos días" y pasó a su oficina.

Unos 10 minutos más tarde y no como religiosamente había entrado cada mañana detrás de él como su perro faldero para preguntarle cosas o mostrarle algo, abrí la puerta de su oficina, aún conservando en mi cara un resto de la sonrisa producto de la divertida conversación que estaba teniendo afuera, y cambiando radicalmente la forma en la que me dirigía a él cotidianamente le dije: "Buenos días señor, ya hice la reservación para usted y su acompañante que me ordenó ayer, espero que sea de su gusto y que pase unos días inolvidables, sólo falta que llame a la agencia para conformar el pago", ahí si me vió con cara de "Y ahora qué le pasó a éste?", no se atrevió a preguntar qué me pasaba, porqué me dirigía a él con tanta formalidad, quizás porque todo era demasiado obvio, quizás porque notó que eso era lo que yo esperaba y no quizo responder a eso, sólo me vió directamente a los ojos unos segundos y dijo "Esta bien, muchas gracias, si planificaste con tanta eficiencia como haces todo estoy seguro que la vamos a pasar genial, cuando regrese te cuento cómo me fue", eso si fue una cabronería de su parte, mi posición de pseudo-sarcástico se fue al piso, él aún notando que estaba molesto además de no preguntarme nada me hace salir el tiro por la culata, solo apreté un puño mientras no podía disimular mi gesto de enojo e inmediatamente sin decir nada me voltee y me fui, cerrando la puerta con un poco más de fuerza que de costumbre, ahora no solo estaba triste, estaba furioso, sin duda yo no le importaba un carajo, no podía ser tan estúpido para no haber notado que todo eso de su amante me molestaba, igual no tenía que hacerlo, él era el jefe y yo tenía que cumplir sus órdenes, pero podría decir solo OK y no cerrar con esa patanería de que me vendría contando cómo le fue, sentí que lo odiaba, y a la vez concluía que mi nuevo amigo de Imagen Corporativa cada vez se vería más beneficiado de mi estado emocional.

Así fue que le escribí un SMS para que viniera y siguieramos conversando en mi escritorio, me tardaba un poco más de lo acostumbrado cuando mi jefe me llamaba para consultarme algo y la sequedad que hacía languidecer esas cotidianas y otroras cálidas interacciones entre nosotros parecía casi poder olerse en el aire, él me sabía afuera conversando con mi nuevo amigo, ya no se sentía el completo centro de mi atención, a lo largo del día su expresión también fue cambiando, era de algo más parecido a la molestia por mi comportamiento, pues en verdad estaba siendo muy malcriado, sacando a ese niño inmaduro de 18 años que por tantos meses se había ocultado bajo mi ropa de empleado responsable, y le puse la guinda al pastel cuando notando que mi jefe se acercaba a abrir la puerta de su oficina para salir no se me ocurrió nada mejor que halar a mi interlocutor por el cuello de la camisa y plantarle un breve pero bien dado beso en los labios, lo que lo dejó a él un poco más en shock que a mi jefe, éste ahora sí sin disimular su enojo al ver aquella escena solo dijo "Entra a mi oficina ya!", la palidez de mi amigo recién besado me hizo caer en lo que había hecho, no sólo se trataba de retar y llevar al borde a mi jefe para tratar de arrancarle celos de donde quizás no había, sino que ese tipo de demostraciones íntimas entre dos empleados en el horario y en el ambiente laboral estaban severamente penalizadas, ahí creí que se me había pasado la mano, no sólo podía meterme en un problema sino que podía procurarle una amonestación a este ingenuo chico que estaba siendo más víctima de mis altibajos emocionales que otra cosa.

  • "Siéntate por favor" me dijo, mientras él se quedaba de pie y caminaba lentamente de un lado a otro, sin verme directamente y con la manos en los bolsillos "Oye, sé que todos estos meses has sido un excelente secretario, has hecho un trabajo encomiable, te has esforzado mucho y eso me ha motivado a darte cada vez más confianza, a permitirte cosas y a permitirme cosas que en otras circunstancias no se darían"
  • "Ehm, yo..."- traté de introducirme para cortar la angustia que me generaba el tono de sus palabras sin ni siquiera tener algo que decir
  • "Silencio, estoy hablando yo" me silenció alzando un poco la voz, de una forma en la que nunca me había tratado antes
  • "Sé que de mi parte me he tomado muchas atribuciones pidiéndote que te quedes más horas de las que estipula tu contrato o incluso molestándote los fines de semana, y últimamente, sobre todo después de que cenamos aquel día nos hemos estado tratando de una forma que yo juzgué como adecuada, considerando la madurez y la seriedad profesional de los dos"
  • "Yo, en verdad..."- traté de cortarlo de nuevo, cada palabra me hacía sentir más culpable y más tonto por lo que había hecho, siguió haciendo caso omiso de mi intento de intervención
  • "Pero ya está visto que no es así, por primera vez te ordené hacer algo no relacionado con tus funciones laborales, sino con asuntos personales, te pido disculpas por eso y te aseguro que no pasará de nuevo, pero si de alguna forma crees que por eso voy a tolerar comportamientos como el de hoy estás muy equivocado, lo que te vi, les vi, haciendo cuando salí no sólo es una falta de respeto para mi como tu jefe, sino una violación del código de conducta laboral, podría en este mismo momento hacer un memorandum solicitando una amonestación para ti y para tu... amigo"- tragué saliva
  • "Pero no lo voy a hacer, sólo considera que a partir de mañana asumiré el rol que debí asumir contigo y espero que tu hagas lo propio, no más confianza, no más conversaciones personales, no más almuerzos en la oficina, seremos lo que debimos ser desde el principio, un jefe y su secretario, está entendido?"

Yo no tenía palabras para transmitir lo mal que me sentía, había sido un completo imbécil, queriendo dármelas de listo lo había jodido todo, no sólo su cariño por mi, sino mi imagen laboral, había quedado como un inmaduro e irresponsable, sentí que el mundo se me venía encima, sin poder pronunciar una palabra solo unas lágrimas comenzaron a rodar por mi cara, lo vi a los ojos, traté de contener el llanto cuanto pude y salí rápido de su oficina, sin saber adonde, a un sitio donde nadie me viera llorar, encerrado en un cubículo del baño, lloré amargamente, lo más silencioso que pude, mi amigo besado me tocó tímidamente la puerta, me preguntó si me había despedido, creo que más por miedo a él verse involucrado en eso que por genuina preocupación por mi, no le contesté, finalmente desistió y se fué, no podía regresar a la oficina, ni siquiera me sentía capaz de verlo a los ojos, ya preferiría sentirme mal y defraudado por él, saberlo con su amante, que sentir el rechazo que me transmitió en sus palabras, lo había arruinado todo, todo lo que construí por meses con tanto trabajo e ilusión, no me sentía digno de seguir allí, sin decirle nada solo tomé mi maletín y me fui, él seguía dentro de la oficina pero no me atreví a entrar, estaba demasiado mal para eso, no me importaba que no hubiera terminado mi jornada laboral, me fui a mi casa a llorar otra vez, me estaba derrumbando, sin reflexionarlo mucho encendí la computadora, entré a mi mail y comencé a escribirle un mail.

"Perdón por irme antes de terminar mi jornada laboral sin avisarte, pero creo que esa no fue la peor de las cosas que hice hoy, más temprano no pude, y aún ahora escribiéndote no puedo transmitirte toda la vergüenza que me provoca mi actitud de este día, creo que al comportarme de una forma tan inmadura solo demostré que soy un niño asumiendo responsabilidades de un hombre, quizás nunca debí aceptar el ascenso que me propusiste y debí seguir siendo un mensajero interno, sin embargo no me arrepiento en absoluto de estos meses transcurridos, me siento muy agradecido de tu confianza en mi trabajo y la calidez que siempre me demostraste como persona, así como los detalles maravillosos con los que reconociste mi esfuerzo. Te estoy infinitamente agradecido por eso. No querría haber sido uno más de esa lista de incompetentes secretarias que no pudieron cumplir con tus expectativas, pero en este momento estoy atravesando situaciones personales que me tienen muy perturbado y no creo poder manejarlas adecuadamente permaneciendo en el trabajo, así que esperando que puedas disculparme por haberte fallado te notifico mi renuncia. Quedo de tí para la confirmación y para que me remitas a las instancias administrativas pertinentes."

Fue más o menos media hora después cuando el tono característico que lo identificaba en mi BB comenzó a sonar, había respondido el mail, creo que nunca tardé tanto en abrir un mail, sobre todo porque no sabía qué me encontraría dentro, me pediría que no renunciara ofreciéndome otra oportunidad?, o en su molestia con una corta y tajante frase me avisaría que ya estaba despedido?. Pero lo que leí me sorprendió mucho más, y sobre todo agregó un ladrillo más a la cada vez más ancha pared de ambigüedades que él me generaba.

No acepto tu renuncia. Nos vemos el lunes a primera hora. Una cosa más... ella no es mi amante, es mi mejor amiga.