El secretario (1)

Un empleado adolescente comienza a enredarse peligrosamente en su devoción por su jefe...

Acababa de cumplir la mayoría de edad, y de graduarme de bachiller, también había logrado ingresar al primer semestre de la universidad que yo quería, a estudiar Politología, una elección extraña para un joven como yo, pero que en la situación actual de mi país, ante la necesidad de todos de tratar de buscar algo que nos ayude a entender, no era del todo disparatada. Decidí comenzar a trabajar, mis padres se opusieron alegando que no necesitaba hacerlo, que mejor me dedicara a los estudios, sobre todo al principio que tendría que acostumbrarme, pero yo había trabajado los últimos dos años (medio tiempo y en un consultorio veterinario) pero esa pseudo-independencia del dinero propio me encantaba, pues nunca fui de esos hijos malcriados, antojosos y pedigüeños, incluso desde niño ahorraba y en contadas ocasiones solía pedir dinero para cuestiones extraordinarias, y en parte también había algo de rebeldía, mis padres se habían divorciado hace un año y temiendo las consecuencias emocionales en su único hijo trataron de compensar sus ausencias (la de mi papá física dado que se fue de la casa y la de mi mamá emocional dado que se zambuyó en el trabajo) dándome cada uno casi que un sueldo mensual, no me molestaba, pues mi cuenta de ahorros crecía y crecía, pero igual quería demostrarles que si de dinero se trataba yo mismo también me lo podría conseguir.

Ya como un universitario no quería trabajar en cosas tan insignificantes (sin ofender) como el consultorio veterinario de al lado de mi colegio adonde llevaba a mi perrito, pero apenas en primer semestre y con ninguna experiencia de otro tipo tampoco sería fácil conseguir algo demasiado glamoroso, metí mi "curriculum" o lo que hacía las veces de éste, en todas las bolsas de empleo de internet, y no recibí ni una respuesta positiva, y las únicas llamadas que me respondieron era para decirme que no cumplía el perfil, por lo que a no pocos le contesté que podrían haberse ahorrado la molestia, ya me estaba desilusionando, pero fue gracias al papá de mi mejor amigo del colegio y también mi vecino, que conseguí un contacto para entrar a una importante empresa privada de mi país, claro, en el nivel inmeditamente superior al de limpiador (je, je), sería mensajero interno, es decir el chamo que todos utilizan para que haga todo lo que nadie más quiere hacer, pero de resto era perfecto, el inmenso rascacielos de oficinas de esta empresa quedaba cerca de mi universidad, ganaría bien, y las condiciones eran bastante dignas, todas las oficinas muy lujosas y espectaculares, con vistas magníficas de la maraña urbana caraqueña de un lado y del verde y neblinoso Ávila del otro, todos los empleados usaban uniforme pero dentro de su monotonía cromática éstos tenían bastante clase y buen gusto, la gente en general era bonita (luego me enteré que había ciertos criterios racistas en la selección de personal, lo que lamentablemente no es poco común), educada y parecían muy orgullosos de ser parte de "La Empresa".

Estaría asignado a la Gerencia de Innovación Comercial, que ya de por si ocupaba un piso completo con muchos empleados, pero además tendría que llevar y traer muchos documentos y correspondencias desde y hacia la Gerencia, por lo que poco tiempo podría pasar, salvando los descansos, sin recorrer todo ese inmenso edificio, creo que debía ir acostumbrándome al zumbido en los oídos que te deja usar los ascensores a tales alturas, total es que de los compañeros con los que compartía más había buena gente, secretarias, asistentes administrativos, auxiliares, y yo como nunca he tenido esos complejos también me la pasaba con mis casi colegas los limpiadores y obreros, tenía mucho trabajo pero me sentía a gusto, sobre todo después de cobrar mi primer cheque. Aunque ya conocía a mucha gente de tanto moverme por todos lados, paradójicamente jamás había visto a mi superior más importante, el Gerente, todos hablaban de él en varios sentidos, algunos resaltaban su clase, su elegancia, su buen gusto, otros chismorreaban sobre la cantidad de dinero que debía tener, dado que vivía viajando por el mundo y todos coincidían en que sin llegar a ser tiránico sí era muy exigente, y en general poco amable y tajante cuando algo le molestaba, no en balde había despedido a más de 15 secretarias personales en los últimos 6 meses, con ese prontuario pensé que mejor no me lo cruzara, no fuera que le diera por despedirme a mi también.

No he mencionado que ya para este momento yo estaba claro con mi sexualidad, me reconocía y me vivía como homosexual, tengo que reconocer que no había tenido sexo con hombres, mas allá de besos y toqueteos algo cortados con otros chamos de mi edad, pero estaba absolutamente claro que los hombres eran lo mío, me encantaba todo de ellos, mis semejantes, su cuerpo, su olor, su mirada, pero sobre todo su actitud, o cierta actitud, no me gustan los amanerados, pues yo no lo soy en absoluto, pero tampoco los que quieren exagerar su posición de machos, ambos tipos me parecen muy falsos, me gustan los hombres serios, confiados de sí mismos, que transmiten esa sensación de seguridad, de que están en control de la situación, que saben que pueden tener lo que quieran cuando quieran pero sin llegar a ser grotescos y burdos, y aunque esta actitud puede estar presente en todas las edades es particularmente común en los hombres maduros, mi debilidad absoluta y justo sería alguno de aquellos el que en mis fantasías, tarde o temprano me desvirgaría el culo, no podría ser de otra forma.

En cuanto a hombres se refiere "La Empresa" tenía mucho que ofrecer a la vista, desde los elegantes y sexys ejecutivos, los más mundanos pero lindos empleados y los más burdos pero atrayentes obreros, en verdad me daba un festín a diario pasando revista por caras, traseros y paquetes, y yo tampoco era que pasaba desapercibido, porque aún con mi cara de niño tenía un atractivo particular, buen cuerpo, lindo rostro, y sobre todo mis ojos, mis ojos, desde mis abuelas, mi madre, mis ex-novias y los pocos protagonistas de mis escarceos homosexuales me lo repetían, esos ojos grandes, muy abiertos, de mirada limpia y cristalina, casi siempre brillante, de un verde amarillento poco común, de pestañas largas, espesas y naturalemente rizadas, eran los que capitalizaban las miradas que se posaban en mi humanidad, y más que yo con el tiempo había aprendido cómo utilizarlos para infundir tanto ternura y compasión como para empalmar una buena verga.

Fueron pasando las semanas, se me iba dando bien la combinación trabajo-universidad, y si bien en la segunda tenía amigos y todo siempre sentía como mi primer lugar el trabajo, me gustaba estar allí, realizar una labor y sobre todo mi cheque cada "quince y último", fue así un día especialmente agitado cuando estuve muy atareado, estaba cansado incluso físicamente, ya faltaba poco para terminar la jornada, era viernes y ya algunos empleados se habían ido, yo podría haberlo hecho sin que nadie se diera cuenta cuando encontré un sobre tirado en el piso cerca del escritorio de la secretaria personal de turno del gerente, incluso tenía una huella de zapato encima, estaba fechado para ser entregado ese día, pensé que si  había terminado allí a lo mejor no sería tan importante, pero como a donde estaba dirigido me quedaba de paso en un piso en el que tendría que cambiarme de un ascensor a otro me lo llevé, toqué la puerta y una secretaria me abrió, parecía ajetreada, al parecer había una reunión dentro y estaban buscando algún documento importante, ella sin prestarme mucha atención seguía hurgando en su escritorio, del salón de conferencias entreabrió la puerta un hombre, nunca lo había visto pero de todos los buenos ejemplares masculinos de "La Empresa" me pareció el más sexy, sin duda era un ejecutivo, la elegancia de su vestimenta lo delataba, pero lucía algo desaliñado, con la corbata algo floja y un poco movida de lugar, parecía algo molesto o por lo menos preocupado, tendría unos 30 y algo, iba rumbo a los 40 pero no me parecía que ya los tuviera, algunas canas comenzaban a asomarse en sus sienes, era de unas facciones a medio camino entre toscas y sutiles, muy masculinas eso sí, con unos labios que se me hicieron apetecibles, unos ojos oscuros con mirada profunda, y con una barba de dos días que le daba el aspecto de un vaquero de comercial de cigarros gringos disfrazado de hombre de negocios, toda este reconocimiento visual pasó en cuestión de segundos.

El sexy ejecutivo le decía a la secretaria que revisara bien, que su secretaria le había asegurado que había enviado el documento, esta otra pobre secretaria no paraba de buscar más por no desacatar la orden que porque dudara de no haber revisado bien, fue en ese ajetreo cuando el ejecutivo por primera vez dirige su mirada a mi, estoy seguro que mis ojos le llamaron la atención, pues un segundo me vio fijo a éstos, y luego sin cambiar su actitud malhumorada solo dijo "Y tú, que quieres?", eso me hizo salir de mi ensimismamiento y algo amedrentado dije que traía un sobre que estaba dirigido a esta oficina, él aún sin tener que recibirlo parecía albergar la esperanza que por un extraño milagro ese fuera el documento que él tanto necesitaba y prácticamente me lo arrancó de las manos, al leer el membrete se le iluminaron los ojos y en cuestión de segundos su gesto malhumorado abrió espacio para una amplia sonrisa, que si se podía lo hizo más atrayente aún para mi, "De donde sacaste esto?", me dijo zarandeándome un poco de los hombros más que agresivamente como producto de su emoción, le expliqué donde lo encontré y entonces solo dijo como para sí mismo "Esa inútil de mi secretaria, casi me jode la negociación, ni una pendejada la puede hacer bien, mañana mismo la boto", entonces ahí me di cuenta, ese hombre que me parecía tan atractivo no era más que mi tan mencionado pero hasta ese momento desconocido jefe, él era el Gerente de Innovación Comercial.

Luego de mi pequeño-gran descubrimiento, el jefe, mi jefe, volvió a fijarse en mi, igual con su radiante sonrisa, me abrazó, brevemente, suavemente, casi que protocolarmente, pero que para mi fue el abrazo más duradero, fuerte y electrizante de toda mi vida, su aroma de perfume caro me embriagó, se separó de mi y me dijo aún sujetándome por los hombros "Gracias carajito, me salvaste la vida, te debo una" y rápidamente se introdujo de nuevo en el salón, con ese preciado documento que según él le salvó la vida, yo me quedé inmóvil un segundo más, era como si aún sintiera su abrazo, como si aún su olor a hombre fino pero masculino embriagara mis sentidos, y probablemente así era pues podría jurar que algo de su olor quedó en mi, la secretaria me agradeció, seguro que más que por la negociación porque ya no la seguirían jodiendo para que buscara mejor el dichoso sobre, di la vuelta y me fui, que ese hombre tan sexy y que me había cautivado tanto fuera mi jefe, fuera la cara de ese hasta entonces anónimo jefe, aún salvando el abismo entre el gerente y el mensajero interno, me hacía sentir cierta cercanía, cierta identidad, cierta "familiaridad" si se puede llamar así hacia él, y esa sensación me gustaba, pues no tenía idea de porqué quería seguir teniéndolo cerca, así fuera institucionalmente, ni mientras bajaba en el ascensor, ni mientras iba parado en el Metro a reventar, ni cuando llegué a mi casa, ni cuando me puse a leer las guías de Marx se salió de mi cabeza la repetición instantánea y continua de esos no más de 20 segundos, que lo vi, y que me vió.

Al día siguiente llegué muy temprano, ahora veía a la puerta con el membrete dorado de "Gerente de Innovación Comercial" de una forma distinta, como tratando de adivinar si estaría ahí dentro o no, en todo el día, aunque casualmente tuve que pasar mucho por esa zona, nunca lo ví salir ni entrar, quizás no había ido a trabajar, ya en la tarde me contaron que había despedido a su secretaria, con unas recriminaciones un poco fuertes y en un tono algo elevado de voz para lo que se acostumbraba oir de él, ella salió bastante afectada y hasta llorando, me sentí un poco culpable al verme en algún nivel implicado en todo aquello, pero puedo alegar que todo lo que hice fue inocentemente, ya resignado a pasar el día sin verlo llamo al ascensor, ya para irme a mi casa, estoy respondiendo en mensaje de texto cuando llega, me introduzco y automáticamente me volteo hacia la puerta, por esa extraña y universal aversión que tenemos las personas a vernos de frente dentro de un ascensor, sigo escribiendo cuando siento que alguien me toca un hombro, solo con un dedo, casi como golpeando una pequeña puerta, voltee rápido pensando que quizás estaba pisando a alguien o estorbando el paso, y ahí estaba él, ahora sí más recompuesto, con la corbata justo en el preciso lugar, me sonrió ampliamente y luego de agradecerme de nuevo por lo del día anterior, preguntarme como me llamaba, donde trabajaba y qué hacía me dijo "Mañana pasa apenas llegues por mi oficina, eres mi nuevo secretario personal".

No sé qué cara de imbécil debí haber puesto pero hasta el celular se me cayó al piso, él sin decir más nada salió del ascensor en cuanto tocó planta baja, yo me quedé unos segundos más paralizado, aún no había salido de la sorpresa de voltearme y verlo allí aún estando ya resignado a no verle ese día, sino que además había establecido una pequeña conversación y para más colmo me acababa de decir que era su nuevo secretario personal, no sólo porque me había saltado como 10 escalones en la escalera burocrática que me separaba de él, y porque seguramente el ascenso acarrearía un aumento de sueldo importante, sino por la intimidad que ese cargo implicaba "Secretario Personal", secretario, el que guarda los secretos, y personal, de él, no de la oficina, no de la gerencia, de él, sería el encargado de guardar sus secretos, no había nada más íntimo que eso, y si todas las pendejas que estuvieron antes que yo dejaron pasar esa oportunidad estoy seguro que yo no lo haría, si algún día me botaría sería porque ya no soportaría mi perfeccionismo y mi obsesividad para que todo lo que a él se refiriese estuviese tal cual como lo ordenase.

Desde esa mañana fui su secretario personal, si antes el trabajo me absorbía ya me estaba casi que devorando, el Blackberry que me asignó era casi que mi dios, no había mail que no contestara, llamada que no registrara, documento que no archivara, carta que no redactara y enviara, estaba tan entregado a su servicio, que no paraba de reconocer cómo había mejorado su desempeño desde que me designó, extrañamente me di cuenta que pasaba mucho tiempo en su oficina, quizás sería por eso que pasé tantas semanas sin verlo ni una sola vez cuando comencé a trabajar, y yo estaba casi que todo el día a su lado, tomando sus dictados, organizando su agenda, preguntándole si deseaba algo, incluso asumí como propio la excelsa labor de prepararle y servirle el café, refinando el arte de complacerlo en todos los sentidos, lo que él parecía notar pero no terminaba de corresponder tal como mis fantasías dictaban, seguí siendo alguien idílico, platónico e inalcanzable, aún cuando siendo su secretario sabía más de él que su propia madre, a la cual llamaba casi que por obligación una vez a la semana, o que su esposa, a la que aún siendo muy bella y exitosa, soportaba menos que a su trabajo, o incluso que sus hijos, ambos menores pero no muy alejados de mi edad, a los cuales tanto él como su mujer habían delegado la responsabilidad de su crianza en los múltiples empleados de su lujosa mansión del sureste capitalino.

Así íbamos llevando el trabajo, realmente en equipo, poco a poco me iba haciendo indispensable para él, tanto diagramando sus presentaciones de Power Point como ayudándolo a elegir la corbata a usar para la conferencia, tanto las ocho horas de jornada diaria, como las otras una o dos que me quedaba a petición suya siendo incapaz de decirle que no, lo que recompensaba no sólo con días libres sino con su trato amable y atento conmigo, más que con los otros empleados bajo su cargo e incluso que con sus superiores, pues no hay que negar que los rumores no se equivocaban en que era un tipo algo malhumorado y displicente en general, lo que me hacía sentir especial e incluso feliz de sobrepasar mis atribuciones laborales para que cada vez me sintiera más necesario, más cercano, así pasando los meses llegó el día de la Secretaria, que no sé si pasa en otros países pero acá suele ser religiosamente celebrado so pena de toparse con el mutismo selectivo de parte de las guardadoras de secretos, generalmente se las lleva a almorzar, algunos jefes más confianzudos extienden la celebración en los moteles de paso de las salidas de la ciudad y en mi caso, celebraría el día del Secretario, tan invisibilizados en esta sociedad de la división sexual del trabajo, no dudo que fantaseaba con que mi jefe fuera uno de esos confianzudos, pero jamás esperaría algo tan burdo y de tan baja ralea de parte suya, además de acotar que ni por equivocación pude notar en todos esos meses (aún teniendo el ojo bastante entrenado) nada que me hiciera pensar que él sería uno de los nuestros, porque seductor en verdad era, no por nada las ejecutivas (y sin duda muchos ejecutivos) lo tenían casi que como el sex symbol de "La Empresa", pero nunca me comentaba nada sobre cosas de ese tipo, no sé si por recato, por desconfianza o porque simplemente no había nada que contar, lo que en verdad me aliviaba pues imaginarme siendo guardando los secretos sobre sus amantes sería un poquitín incómodo, ya mucho tenía con que estuviera casado y con par de hijos.

Total que ese día no me pudo llevar a almorzar (como supuse que lo haría) porque estaba reunido, incluso no lo vi hasta después del mediodía, pero me mandó un corto pero lindo mensaje tipo las 10:00 a.m. "Estoy reunido con la Junta, tu presentación causó muy buena impresión, me alegra tenerte como secretario. Feliz Día.", ya con eso era suficiente para mi, nunca me había pasado eso, pero sobrevaloraba cualquier apreciación suya hacia mi trabajo, sus halagos me hacían sentir infinitamente orgulloso y sus acotaciones, pues hasta ese momento nunca me había regañado o criticado, me hacían sentir muy mal y me llevaban a sobreexigirme. Fue ya comenzando la tarde que pasó rápido por la oficina, pues se iba a otra reunión, no mencionó nada del mensaje ni me felicitó de nuevo, sólo ya cuando le estaba entregando una carpeta con unos documentos me extendió con la mano una pequeña caja, no entendí de qué se trataba y tardé en recibirla, me dijo "En verdad no sé muy bien qué regalarle a un secretario, pues siempre había tenido secretarias, así que por lo menos por este año tendrás que conformarte con un regalo no muy masculino, pero por lo menos neutral", la tomé, le agradecí dándome cuenta que era una cajita de bombones rellenos de licor, ese tipo de acciones me descolocaban, entre su prisa decidió tomar unos segundos para darme un pequeño regalo y además darme explicaciones sobre él, le dije que no debía haberse molestado, me dijo que no era molestia reconocer mi trabajo cuando le había ayudado mucho las semanas que llevaba siendo su secretario, y además me notificó que no hiciera compromisos para la noche pues me llevaría a cenar cuando saliera de la reunión.

Entonces tomó su maletín y se fué, eso me dejó más atónito aún, por alguna razón me puse muy nervioso, nunca me había montado en su carro, ni estado con él a solas en un lugar distinto del trabajo, y menos de noche, era un nivel de intimidad que si bien no era nada del otro mundo, para mi mente voladora de carajito embelesado era un paso gigante, como saldría tarde me dejó libre apenas se fue, dos horas antes de terminar mi horario laboral, aproveché para irme volando a mi casa, debía bañarme y vestirme, conociéndolo y habiendo organizado su agenda millones de veces sabía que  iríamos a un sitio caro y quería estar presentable, estaba eligiendo qué ponerme cuando estando en un break de la reunión me llamó para preguntarme la dirección de mi casa, la verdad me avergonzó un poco decirle dado que yo vivía en una zona no extramadamente precaria pero sí bastante populosa de la ciudad y quizás se sentiría inseguro teniendo que ir hasta allá en su carro tan lujoso, además que podría jurar que ese tipo tan adinerado jamás habría pisado un barrio en su vida, quizás ni sabría como llegar a esa parte de la ciudad, así que le inventé que a la hora de encontrarnos estaría en la universidad haciendo algo, dado que quedaba cerca del trabajo y era un sitio conocido le daría menos trabajo llegar hasta allá, y yo me fui en Metro a la uni apenas terminé de arreglarme.

Me vestí bien pero no quería parecer exagerado, como si fuera a una fiesta, eso sería muy inadecuado y me haría quedar ante él como un chabacano, quería estar casual pero elegante, parecer cotidiano pero a la vez lo suficientemente alejado de la aburrida monotonía del uniforme laboral, no sé porqué más que querer estar a la altura del sitio me interesaba que él me viera distinto, notar si lo notaba, si me comentaba algo, elegí una camisa de seda vinotinto manga larga estampada en rombos, el jean más caro que tenía, correa negra con hebilla plateada y un saco color negro con un corte muy moderno, zapatos negros casuales y juveniles, para contrastar, me peiné el cabello de una forma casual pero elegante y con gelatina, en verdad me veía muy lindo, hacía rato que no tenía ocasión para vestirme de esa forma, esperé en una zona común de la uni porque si me iba a mi escuela seguro todos mis conocidos que siempre estaban por allí me comenzarían a preguntar a donde iba vestido de esa forma y por alguna razón no quería que nadie supiera, no porque pensara que sería mal visto, pues no había razón para eso, pero de alguna manera sentía que era algo de él y mío, quería darle intimidad al asunto, a veces pensaba que estaba sobreinterpretando o sobrevalorando una situación promedio, pero igual eso siempre me pasaba con él, cualquier gesto lo sobrevaloraba y cualquier palabra la sobreinterpretaba, pero entonces allí esperando, expectante y algo tenso porque verlo llegar, me di cuenta de algo que tenía claro, él me gustaba mucho, demasiado, no era algo aislado o encapsulado, estaba en todos mis espacios, llamándome, monitoreándome, pasábamos mucho tiempo juntos lo que no hacía más que solidificar la interdependencia, sólo que la de él era laboral, pero la mía ya estaba traspasando a otros niveles, era emocional, afectiva, y por primera vez, allí sentado en un banco esperándolo venir me asaltó una pequeña sensación que no por pequeña pasó desapercibida, sentí miedo de lo que estaba sintiendo...