El sandwich más rico

Carmencita quiere sorprender a su marido el día de su aniversario ¡y vaya si lo logra! HMH

Carmencita estaba impaciente. Dentro de una semana cumpliría su décimo aniversario de casada. Ella sabía que eran muchos los matrimonios que llevando igual cantidad de tiempo se desmoronaban, por eso estaba decidida a hacer hasta lo imposible  para que a ellos no les sucediera lo mismo.

Haciendo una lista mental con todas las cosas que debían mejorarse en su matrimonio, llegó a la conclusión de que la más urgente era la parte sexual. Y sí, en diez años habían caído en una cómoda rutina. A pesar de que en el comienzo de su matrimonio habían luchado con ahínco para que eso no sucediera, poco a poco habían ido relegándolo. Cada vez le dedicaban menos tiempo a los preliminares, ya nunca se disfrazaban y hacían juegos de rol ni lo hacían a cualquier hora y en cualquier lugar de la casa.

Es cierto que teniendo hijos la cosa cambia, que los tiempos ya no son los mismos, y que no se puede tener sexo en la mesada de la cocina si los niños están por levantarse a desayunar, Pero ¡vamos! Que hay muchísimas alternativas y no hay por qué dejarse estancar.

A esa conclusión llegó Carmencita, y se puso a maquinar montones de ideas para tener una gran noche de placer el día de su aniversario. Tenía que ser una idea realmente magnífica, que lograra reavivar la pasión.

Pensaba y descartaba ideas continuamente hasta que se dio cuenta de algo. Sólo necesitaba hacer memoria. Es que Leo, su marido, antes siempre le contaba los sueños húmedos que tenía, o con lo que fantaseaba, Entonces solo era cuestión de rememorar alguna de esas fantasías que nunca se hubiesen realizado, y cumplirla.

Su cabeza no paraba. Leo había sido tan caliente que siempre estaba contándole alguna de sus fantasías a Carmencita para hacerla mojar. Pero…ahora que recordaba todo desde cierta distancia, se dio cuenta de que había una fantasía que, salvo por algunos detalles, Leo siempre mantenía: hacer un trío.

Era algo muy fuerte, él siempre lo mencionaba como que lo había soñado, nunca como una petición o proposición. Pero si lo soñaba tanto, era porque lo quería ¿o no? Carmencita se dio cuenta de que todo el tiempo había tenido frente a sus narices la solución, la vuelta de tuerca que le faltaba a su vida sexual. Él le había enviado incontables señales, y ella como una tonta no las había sabido leer. Definitivamente, diez años de paciencia y de espera tenían que tener una buena recompensa. ¡Lo iba a volver loco!

Mientras Carmencita juntaba coraje para pedir un tercero, ocupaba su tiempo poniéndose a tono. Fue a un centro de estética a que la depilaran bien. A ella no le gustaba afeitarse, porque la piel quedaba áspera, así que siempre depilaba con cera sus piernas, y los bordes de su conchita. Sin embargo esta vez hizo algo distinto. En lugar de dejar su conchita con un prolijo triangulito de vello, lo quitó completamente quedando suavecita y peladita como una bebé.

A la depilación le siguieron manicura, pedicura y por supuesto compra de lencería. Medias blancas a mitad de muslo, con una línea roja recorriendo desde su talón hasta un moño rojo en el borde superior de la media. Coulotte de gasa también rojo, formado por diminutos voladitos y que dejaba traslucir su nueva peladita y para completar corpiño copa balcón blanco, de gasa fruncida.

Ya no lo podía dilatar más. Tenía que hablar con el tercero. Por su mente habían pasado varios conocidos de Leo: un primo, un compañero de trabajo, un amigo de fútbol. Hasta  que recordó algo más ¡Leo en uno de esos “sueños” que le había contado había mencionado a su amigo Martín! Martín era amigo del barrio donde Leo creció, habían sido inseparables pero con el paso de los años siguieron diferentes caminos hasta pasar fácilmente cinco años sin verse. Tenía que ser él, Debía cumplir con la mayor fidelidad posible la fantasía de Leo.

Dos días antes del día D, Carmencita fue en busca de Martín. Afortunadamente seguía soltero y tan fachero como cinco años atrás. Cuando escuchó la propuesta sus ojos parecían que se iban a salir de sus órbitas, y su pene del pantalón. Así y todo no quería aceptar. Es que le parecía una traición a Leo ¿qué sucedía si no estaba de acuerdo, si no quería ver a su esposa hecha un sándwich con su mejor amigo?

Pero Carmencita no estaba dispuesta a escuchar un no por respuesta, y tanto insistió, tantas justificaciones dio, que finalmente Martín aceptó.

Llegó el día, o mejor dicho la noche del aniversario. Leo entró a su casa después de un largo día de trabajo, y se encontró con las luces bajas, música lenta y un cartel con letras grandes que decía:

AMOR, HOY ES NUESTRO 10º ANIVERSARIO,

SACÁTE RÁPIDO LA ROPA Y SUBÍ  A NUESTRA HABITACIÓN QUE TENEMOS MUCHO QUE CELEBRAR

TE AMO

Ni lento ni perezoso Leo siguió las indicaciones de su esposa y sobre un sillón fue dejando su ropa. Pero nunca, nunca, jamás pensó en encontrar lo que vio cuando abrió la puerta de su habitación.

Su esposa vestida de manera infartante acostada boca abajo en la cama, bebiendo una copa de vino, con sus piernas levantadas moviéndose, su culito tentador bien durito, y detrás de ella parado hasta la verga y desnudo, Martín.

Leo gritando le preguntó a su esposa que qué se creía que estaba haciendo, y Carmencita bajando de la cama y apretándose contra su cuerpo desnudo le susurró que solo estaba cumpliendo su fantasía. Y aunque la mente de Leo no acababa de procesar lo que estaba sucediendo, su cuerpo lo hizo rápidamente, agolpándose la sangre entre sus piernas.

Carmencita al sentir contra su vientre la verga dura de su marido esbozó una sonrisa como la de un gato relamiéndose, y apretando su mástil con una mano lo besó con pasión. Los labios de Leo se abrieron para responder a los de su esposa, sus manos apretaron ese culo que tanto le gustaba.

Estaban tan perdidos en su abrazo que no notaron que Martín se acercaba. Era más que evidente que Leo no lo rechazaba, así que no había más que hablar. Cuando llegó a donde estaba la pareja se pegó a la espalda de Carmencita y besó su nuca. Leo jadeó al sentir el contacto del cuerpo de su amigo contra sus manos, que seguían en el culo de Carmencita. En ese momento fue consciente de lo que estaba haciendo, que estaba compartiendo a su esposa con su mejor amigo.

Martín acarició las tetas de Carmencita, rozando sus pezones por encima de la tela del corpiño, su boca se trasladó desde la nuca hasta el lóbulo de la oreja derecha de ella. Tantas sensaciones juntas en el cuerpo de Carmencita,la hicieron jadear y contonearse.

Leo se alejó para observar a su mujer en brazos de su mejor amigo y al ver las manos de éste rozando los pezones de ella, decidió que ya era hora de que pudiera tocar piel en lugar de la gasa de la ropa interior. Primero bajó los breteles del corpiño, y Martín desde atrás lo desprendió. Después bajó el coulotte y al ver por primera vez en su vida a su esposa totalmente depilada, ya no pudo apartar la vista de tremendo espectáculo. Le dijo a Carmencita que le mostrara a su amigo como mamaba verga, porque él quería hundir su lengua en su coño.

Carmencita se arrodilló adelante de Martín, quedando vestida solo con sus tacos y medias. Empezó a deslizar suavemente la lengua por el tronco, pero cuando sintió la boca de su marido contra su concha abrió completamente su boca y engulló la verga que tenía delante.

Martín estaba muriendo de placer, Carmencita chupaba verga como si su vida dependiera de ello, succionaba su tronco, chupaba sus pelotas, las amasaba y meneaba su culo para pegarlo más a la cara de su marido. Leo nunca había probado a su mujer así, sin la barrera del escaso vello que siempre se dejaba. Estaba fuera de sí, chupaba su clítoris, hundía la lengua en el coño empapado por el placer, sentía los ruidos que hacía su mujer al chupar la verga de otro hombre y solo deseaba devorarla más, darle todo lo que una mujer como ella necesitaba.

Carmencita jamás en su vida había hecho algo así, y las sensaciones eran tan intensas que no sabía cómo lo había logrado durante tanto tiempo. La boca de Leo trabajaba tan bien su conchita que en poco tiempo empezó a llegar a su límite. movía sus caderas cada vez más rápido, chupaba con más fruición, hasta que con el último resquicio de cordura sacó la verga de su boca para no morderla, y se dejó llevar por el éxtasis, sintiendo un orgasmo devastador. Cuando terminó quedó tirada en el suelo, desmadejada. Leo la subió a la cama y le hizo saber que había llegado el momento de que ellos gozaran tanto como ella.

Leo autorizó, preservativo de por medio, a que Martín cogiera a su esposa por la conchita. Él, tenía una tarea mucho más dulce, preparar ese rico culo para su invasión. Le dijo a Carmencita que se acostara sobre Martín, y mientras tanto él buscó entre sus cosas un tubito de lubricante.

Carmencita llevaba diez años siendo penetrada únicamente por la verga de Leo, de modo que inmediatamente notó diferencias con la de Martín. La de éste era curvada, rozando zonas que la de Leo no, además tenía una base más ancha. La de Leo era mas bien cabezona. Cuando sintió el dedo de Leo hurgar en su fruncido ano, por un momento se puso rígida. Ella al pensar en un trío, había imaginado a uno por la concha y otro por la boca, nunca dos por sus entradas inferiores, siendo tan delgada la separación entre ambas. Luego pensó que no importaba lo que ella hubiera pensado, esto era para Leo, y si él quería que lo hicieran por culo y concha a la vez, así sería.

Leo sumergió en el culo de su esposa otro dedo, y al moverlos sintió la verga de su amigo. Movió sus dedos como tijera para acostumbrar más rápidamente a su esposa a estar invadida por dos lados a la vez. Pasados unos momentos, Carmencita empezó sola a moverse contra los dedos de Leo, buscando que la penetraran más. Su esposo de inmediato interpretó las señales y untando su verga con lubricante, y pidiendo a Martín que se quedara quieto un momento, comenzó a entrar en el culito de su esposa.

Carmencita sentía que iba a reventar, nunca antes se había sentido tan llena. Los dos hombres se movían sincronizadamente, cuando uno entraba, el otro salía, pero nunca la dejaban vacía. Siempre había una verga dura adentro de ella, siempre había una cabeza entrando, siempre había un tronco saliendo.

Martín estaba extasiado. El sentir otra verga friccionando contra la suya, separadas únicamente por una delgada piel le generó sensaciones nuevas, que nunca podría lograr penetrando solo a una mujer. Era el cielo y el infierno. Se sentía tan apretado, que creía que iba a morir en cualquier momento.

Leo pellizcaba los pezones de su esposa, los estiraba, los estimulaba y envestía cada vez más rápido y más profundo dentro del canal apretado de su culo. Martín de inmediato se acopló a los movimientos de su amigo. Estaban frenéticos, resoplaban sobre Carmencita. Martín no podía más, venía aguantándose desde la mamada y dando un último empujón, se descargó. Leo sintió los movimientos espasmódicos de su amigo acabando y también se dejó llevar, llenando con su leche caliente el culo de su esposa. A Carmencita le bastó sentir el primer chorro de leche dentro de ella para alcanzar el orgasmo una vez más, y gimiendo muy muy fuerte acabó de ordeñar las vergas que la llenaban.

Leo se giró hacia un costado arrastrando a Carmencita con él para que no aplastaran a Martín. Y ella, al sentirse arropada entre los brazos de su marido le susurró "Feliz aniversario mi amor"