El Salvaje - 2

- Mi Tía y sus amigas I - De cómo me voy llevando con el grupo de amigas de mi Tía Inés y que ocurre en esta relación

El Salvaje – 2

-  Mi Tía y sus amigas I -

Cuando mi tía me llamó la atención y me mandó estar en la zona contraria a la que estaba ella con sus amigas tratando de ponérmelo bonito con lo de la hamaca, lo cierto es que entendí perfectamente el motivo. Me había dado cuenta de que varias de ellas dejaron de verme como “madres”, y empezaron a mirarme como “mujeres”. El cambio no obstante fue muy sutil, pero no por ello para mi menos evidente, y estaba claro que a mi Tía tampoco le había pasado desapercibido. Para que entendáis porque digo esto de verme como “madres”, os comentare que entre ellas estaban buena parte de las progenitoras del grupo de amigos y amigas de mis primas, de ese modo en como miraban todas a ese grupito en el que estaban sus propios hijos o hijas, eso es lo que yo catalogué como “mirada de madre”.

De todas estas que habían cambiado su modo de mirarme, quien más accesible, dinámica e incluso lanzada me pareció por su forma de ser o personalidad, fue Aurora. Esta era la madre de una de las mejores amigas de mis primas, y de otro chico más pequeño que algunas veces me había encontrado con ella por la urbanización, estaba casada con un importante consejero de una entidad bancaria que pasaba mucho tiempo fuera de casa viajando. Aurora más o menos tenía la edad de mi tía, no era tan atractiva, pero no obstante, también tenía un cuerpo rotundo y bien conservado, aunque con las caderas bastante anchas. También he de indicar, que para mí, por mi educación, por mi crianza, por la forma en que me enseñaron a verlas, no hay ninguna mujer fea, sino que todas ellas son más o menos atractivas de acuerdo siempre a sus edades.

Cuando llegué en Junio para el examen de selectividad, una de las primeras cosas que hice con mi Tía, fue presentarme en una autoescuela, ya que aunque mi carnet de conducir me era válido, por lo visto debía de pasar la prueba teórica. No me costó prácticamente nada, un par de semanas y me presenté, aprobando a la primera. Después de eso, y aunque a mí tía no le hizo la menor gracia cuando la vio en casa, me compré una moto de segunda mano de 600cc, una Suzuki gsxr concretamente. Aclaro que cuando estuvimos en África, en la sabana, teníamos 4x4 además de moto, y con los conductores que nos acompañaban en aquella reserva en la que estuvimos, aprendí prácticamente a desmontar cualquier cosa en ellos. Por eso mismo para la moto, a mi entender, estaba más que capacitado a la hora de solucionar cualquier pequeño problema no muy serio que me diese, por lo que no vi la necesidad de una nueva. Por cierto que algo de lo que luego me daría cuenta, es que aquellas motos no tenían nada que ver con la mía y que había sido excesivamente optimista.

El dinero para comprarla era de mis padres, les pregunté y no vieron nada malo en ello, evidentemente me dijeron que preguntase a mi tía antes si mejor sería una moto o un coche… La cosa es que para ese primeros de septiembre en que se me había planteado esta cuestión, ya sabía lo suficiente de mi “anfitriona” como para “saltarme” ese paso sin temor a posibles represalias serias. Por fortuna todo me salió bien, cuando le dije que “ya” me había comprado una moto de segunda mano en muy buen estado, simplemente me pregunto si lo había consultado con mis padres, ante mi respuesta afirmativa añadiendo que lo habían visto bien, pareció quedar convencida.

Estaba en un centro comercial muy cercano a la urbanización donde vivíamos, mirando concretamente unos CD, uno de los cuales decidí comprarme para el pequeño reproductor que me agencie casi al poco de llegar y así poder escuchar música en mi habitación sin necesidad de mi Mp3, cuando me encontré con Aurora en la cola de la caja. Obviamente le pregunté como es que era ella quien estaba comprando y no alguien del servicio, me dijo que era algo que le gustaba, e igual que a mi tía Inés, también a ella le gustaba cocinar. Además me comentó que una de las dos chicas que tenía estaba con su día libre y que como iba a estar sola todo el día, también a la otra se le concedió también porque habían operado a su novio, y le dijo que fuese a verle que ella se encargaba de todo.

Estuvimos hablando todo el rato de diversas cosas mientras tomábamos algo tranquilos en una cafetería, tras lo cual la acompañe hasta su vehículo, ayudándola a vaciar su carro en el maletero. Cuando me iba a marchar, me pidió si la podía acompañar para echarle una mano a entrar las cosas, pues le dolía un hombro y ella no se veía capaz con todo. No dije nada, simplemente acepté, aunque si me había dado cuenta de que movía ambos brazos perfectamente hasta ese instante de decírmelo, en el que repentinamente y como por arte de magia, pareció que tuviese dificultades en el izquierdo. Después de eso arranco el coche y salió en dirección a su casa conmigo siguiéndola en mi flamante moto.

Al llegar a su casa hice lo que me pidió, metí dentro todas las bolsas con la compra, y después, le ayude a colocarlo todo. Mientras yo hacia todo eso, ella sacó lo que había limpio en el lavavajillas, llegado al final de mi “misión”, hice intención de despedirme, pero ella entonces me pido guardarle una jarrita en una balda alta de uno de los armarios. Se pegó a la encimera justo ante el sitio donde esta tenía que ir según ella, señalándomelo con el dedo e indicándome que por favor lo colocase de una determinada posición concreta, pero todo ello sin apartarse. No lo dude, me pegué a ella, poniendo mí ya erecta polla contra su culo, hice presión contra él, haciendo que lo sintiese perfectamente para luego alzarme de puntillas arrastrando mi empalme por toda la raja de su culo, y tras dejar la jarrita en su lugar, hacer la maniobra contraria. Durante este proceso, de la garganta de Aurora escaparon un par de gemidos contenidos… Cuando me iba a separar, me sujeto por los brazos, tirando de mi hacia adelante, manteniéndome allí preso, con mi polla contra su culo…

  • Dime una cosa Iván… ¿si en alguno de esos pueblos en que viviste y que nos contaste te vieses en una situación como esta, que habrías hecho ahora mismo? –preguntó Aurora con la voz tomada.
  • Depende de donde… -antes de seguir apreté con fuerza mi polla contra ella-, en el último, te follaría en el acto hasta dejarte satisfecha y quedarlo yo también… Asumiría que es lo que deseas…
  • ¿Y aquí que vas a hacer? –dijo gimiendo ante mis “apretones”.
  • Bueno, eres amiga de mi Tía Inés y madre de Auri, que es amiga de mis primas… Lo cierto es que no sé si esto estaría bien o no, tengo dudas de ello…
  • ¿A ti que te gustaría hacer…? La verdad… –gimió otra vez.
  • Follarte ahora mismo… creo que sientes perfectamente cómo me tienes…
  • Pues fóliame de una vez, deja ya de pensar, nadie se tiene porque enterar y siendo así, entonces todo está bien…

Aurora se había dado la vuelta, dicho eso, y de seguido se colgó de mi cuello, empezando a comerme la boca. No pensaba dejar que me manejase, de modo que por sorpresa la sujete con fuerza del culo, levantándola a pulso y sentándola sobre la encimera de la cocina, para luego simplemente decirle mientras trataba de quitarle pantalones y tanga… “venga, ayúdame, que quiero comerte el coño”… Fue visto y no visto, empezó a ayudarme de forma frenética… Me sonreí para mí mismo, ya que todo fue un papel mío para que ella misma tomase la decisión, puesto que según lo entendía, si ella quería no habría problema alguno de follar ambos, mas allá de lo que ella tuviese con su marido como pareja… Esa era una cosa que según entendí en mis observaciones del entorno en este lugar, en este caso según parecía no era de mi incumbencia o mi problema.

Me prepare para ir siguiendo los pasos que un anciano de una de las tribus con las que viví me enseño para hacer gozar a una mujer y lo más importante, dejarla completamente satisfecha. Sonara estúpido, pero este hombre tendría cerca de setenta años además de seis esposas, la más joven de ellas de unos treinta años, y a todas las satisfacía. Las familias eran poligamias, pero las mujeres por ejemplo podían “apartarse” del marido si este no las “cumplía”, y aunque era muy complejo para explicarlo aquí con facilidad, solo decir que si de verdad el anciano no lo hiciese, habría perdido a alguna de ellas… Digamos que ellos no le daban la importancia que tiene la edad en los llamados países civilizados. El caso es que me dispuse a hacer gozar conmigo a Aurora, y sobre todo, a tratar de dejarla completamente satisfecha, más que a gozar yo del sexo con ella.

Cuando por fin la tuve donde quería, sin ropa de cintura para abajo, con la blusa que llevaba abierta, dejando a mi alcance sus pechos, me centré en lo que tenía delante, recordando las enseñanzas para ir paso por paso con ellas. En primer lugar debía de conseguir que su cuerpo se pusiese en marcha, que su coño se pusiese en movimiento, que se “despejase”, según me enseño el anciano, y esto se sabía cuando este se ponía… “babosito”. Mi problema cuando acerque mi lengua y empecé a lamer su raja, es que aquel coño, el coño de Aurora, no es que ya estuviese despierto, es que parecía que se hubiese tomado cinco o seis cafés solos triples por como “chorreaba”, si eso no era estar ya en guardia y listo para la acción, ya no sé qué es lo que seria. No obstante, dado que estaba trabajando con mi memoria, decidí seguir paso a paso pese a que era evidente que esa parte si quería podría saltármela tranquilamente.

Estuve empleando mi lengua con ella, centrándome en usarla como si fuese la punta de una lanza entrando en el cuerpo de una presa, perforando su coño con ella, para después pasarla todo lo larga sobre su clítoris, usando únicamente mis manos cuando estuve seguro de que Aurora estaba ya lista para correrse. En ese momento puse mi lengua sobre su coño, y uno de mis dedos con su culito, introduciéndoselo en el mismo instante en que el orgasmo empezaba su curso sobre su cuerpo, intensificándoselo… Por su boca salió de todo, desde gemidos, a jadeos, a insultos contra mi muy personales y que entendí como parte del proceso de su orgasmo. Me llamó de todo, desde hijo de puta a marica descastado, lo que quisiese que fuese eso último. Cuando por fin se recuperó, tras darnos un par de besos de tornillo y regularizar nuestras respiraciones, especialmente en su caso…

  • Joder… vaya comida de coño que me has pegado… ¿y ahora? –preguntó sonriendo.
  • Pues me gustaría follarte… ¿y a ti? –pregunte con educación.
  • Vamos a ver… -uso sus manos para quitarme los piratas, bajármelos junto con los bóxer y dejar mi polla al aire-, ¡¡Joder, pero que bien armado que estas!! –exclamo cuando me la vio.
  • ¿Te sirve…? –pregunté no sabiendo muy bien a que venía ahora eso del arma.
  • Joder que si me sirve, ya lo creo, vamos…, ven conmigo…

Se bajó de la encimera, recogió su ropa rápido, luego, cogiéndome de la mano y arrastrándome tras ella hasta lo que supuse que sería su habitación, más que nada por el tamaño de la cama que había en la misma. Cuando llegamos me soltó un seco “desnúdate que vamos a follar”, y de inmediato ella se puso con lo mismo hasta quedar completamente como su madre la trajo al mundo. Una vez ambos desnudos Aurora me empujó sobre la cama, cayendo todo lo largo que era, luego me arrastre un poco hacia arriba para colocarme bien mientras que ella entraba en la misma de rodillas, avanzando hacia mí a cuatro patas, con los mismos ojos que un guepardo que estuviese de caza. Cuando llegó hasta mi se montó a horcajadas, cogiéndome la polla con su mano y llevándola hasta la entrada de su sexo, luego se la fue introduciendo lentamente, gimiendo y jadeando mientras era abierta por el duro palo sobre el que se estaba clavando.

Según lo que me enseño el anciano, yo debería de haber sido el que hiciese eso de metérsela, y sin embargo, había sido ella misma quien estaba haciéndolo por mí, empecé a darme cuenta, que desde luego, aquí las mujeres no se parecían en nada a las suyas… Aquí no hacía falta mucho esfuerzo que dijésemos para “convencerlas” o ponerlas “en marcha”, y tampoco se hacían de rogar en lo más mínimo a la hora de “empalarse”. Esto último lo pensé cuando Aurora según tuvo toda mi polla en su interior empezó a moverse y a gemir a lo loco… Me cabalgaba desatada, mientras con mis manos le sujetaba por las caderas para evitar que se cayese por sus alocados movimientos. Cuando vi que se estremecía, pero que bajaba un poco el ritmo, que su sudor aumentaba, fue cuando me moví. La descabalgue haciéndonos rotar, la deje debajo mío en la posición del misionero, pero aun moviéndonos ambos contra el otro. Una vez estuve sobre ella me recoloque, empezando desde ese instante a mover las caderas a toda velocidad y con toda la intensidad que pude…

Aurora en un momento dado cerró sus piernas sobre mi cintura atrapándome contra ella, abrazándose a mi cuello mientras me entretenía mordiendo y lamiendo el suyo, mi polla entraba y salía de su coño a toda velocidad, como si fuese un ariete, con violencia, sus jadeos, sus gemidos, sus uñas clavándose en mi espalda, todo eso era el mejor indicador que tenia de cómo estaba disfrutándolo… Solo cinco minutos después se corría mientras nos besábamos, con su lengua dentro de mi boca, ahogándose allí el grito de enorme placer que soltó cuando se fundió viva, y luego cuando los chorros de esperma de mi polla golpearon varias veces su interior. Cuando al fin terminó todo, quedó en mis brazos destrozada, jadeante aunque no me soltó ni un solo instante, continúo abrazada a mí.

Tras esto seguí con mi manual de cómo dar placer a una mujer. Tras ese orgasmo arrollador que la hice alcanzar, tenía que dejar de follármela e intentar de mejorar el nivel de otro modo, pasar al siguiente paso. Aclaro que podría habérmela follado otras dos veces mínimo pues tenía aun cuerda como para ello. Pero para lo que yo entendía por dar placer a una mujer, lo que me enseñaron, me forzaba ahora a tratar de destrozarla y que no pudiese venir a mí en busca de más, pese a que por mi habría seguido follándomela sin el menor reparo. Haceos cuenta que a mí me enseñaron en una sociedad poligamica, donde tras una mujer, solía venir otra, por lo que el desfondarse a las primeras de cambio no era nada inteligente, especialmente cuando había que dejarlas satisfechas a todas, si o también.

Para esto tenía unas armas muy poderosas y que mimaba muchísimo desde que me enseñaron a usarlas sin la menor piedad con ellas…. Me tumbe a su lado besándola, bajando lentamente por todo su cuerpo mientras ella nuevamente empezaba a suspirar y a gemir, poniendo una de sus manos sobre mi cabeza, jugueteando con mi pelo. Mi lengua recorría su sus pechos, su estómago, acercándome despacio a su coño… cuando pensaba que iría directo allí, volví a subir mientras que mi mano derecha se encargaba de ese sitio concreto… Mientras que mis dedos, índice y corazón, se introducían en su interior, palpando con suavidad dentro de ella, el pulgar empezaba suavemente a castigar su clítoris, mi boca llegó a sus pechos, alternándome sobre sus pezones, mordisqueándolos, lamiéndolos, tironeando de ellos con mis dientes, todo esto entre sus gemidos y jadeos cada vez más fuertes…

Con mis dos dedos dentro de ella no tarde en dar con mi objetivo, que no era otro que su punto G. Una vez localizado estuve estimulándolo con delicadeza, igual que su clítoris y sus pechos, elevando lenta, muy lentamente su placer, haciendo que este subiese como una crecida lenta del rio, alimentándolo hasta que alcanzase el punto de desbordamiento, y justo en ese mismo instante… use el arma secreta que el anciano me enseño con una mujer… mis uñas. Todas y cada una de las uñas de mis manos estaban cortadas de una forma un tanto peculiar por mucho que a primera vista pareciesen iguales, y todas con una misma finalidad, dar placer a una mujer. En el mismo momento en que Aurora se encontró al borde de su orgasmo, use las uñas de mis dedos índice y corazón contra su punto G, pellizcándolo usando sus “características” para que la bombardera con sensaciones a cual más placentera, mientras que con la de mi dedo pulgar, la usaba para soltar sobre su clítoris una especie de sutil pellizco que le provoco un latigazo de leve dolor en contrapunto con los otros dedos…

La manos de Aurora acudieron veloces al cabecero de su cama, donde no pudieron aferrarse, por lo que sus dedos resbalaron con sus uñas clavándose sobre la tela hasta llegar al borde del colchón, donde se aferraron como si fuesen las garras de una rapaz, apretando salvajemente. Su cuerpo se tensó, su cintura se alzó casi medio metro usando sus piernas como su fuesen el arco de un puente y soltando una autentico alarido de placer por su boca… menos mal que en la casa no había nadie, sino se hubiesen presentado todos allí para ver si la estaban matando… Me quede con la boca abierta por la reacción que tuvo a lo que le hice… Os aseguro que ni mucho menos me esperaba algo semejante, algo tan… “extremo”, ya que incluso pareció que se orinaba con un largo chorro de flujo...

Cuando esa reacción finalizó, Aurora se quedó como muerta durante unos segundos, jadeando, respirando con fuerza, casi que resoplando como una locomotora… Cuando por fin pudo hablar…

  • Mi niño, no sé qué me has hecho… pero me has destrozado… me has matado… de esta no salgo…
  • ¿Estás bien, te duele algo? –pregunté un poco preocupado por lo que decía.
  • Si… jajajajaja –se rio al ver mi cara de preocupación-, tranquilo, solo era una forma de hablar. Quería decir que me has dado mucho placer y que ya no puedo ni con mi alma…
  • ¡¡Ahhh!!, vale entonces –sonreí.
  • No sé si lo haces a posta o es que no tienes ni idea… pero no sabes tú como me pones de brutisima con esas caritas que muestras… Túmbate que ahora voy yo a ocuparme de ti… -entonces cogió mi polla con la mano y puso una cara extraña-
  • ¿Qué ocurre?
  • ¿Y esto que tienes aquí? –preguntó pasando sus dedos suavemente sobre la base de mi polla, donde tenía unas escarificaciones que parecían seguir un cierto orden- ¿Te duelen?
  • No, para nada… no te preocupes que no son nada…
  • ¿Pero cómo te lo hiciste?
  • En una de las tribus en las que vivimos, en la misma en que me enseñaron estar con una mujer, los hombres se las realizan cuando dejan de ser niños… yo quise hacérmelas…
  • Son… interesantes…  creo que por fin entiendo algunas cosas que he notado al follar contigo, todas esas sensaciones raras cuando la tenía completamente dentro de mí y que no comprendía. Ahora venga, túmbate que ya verás lo que te voy a hacer… seguro que nunca te lo habrán hecho igual que yo…

Lo cierto es que yo no me tumbé, que fue ella quien me hizo tenderme sobre la cama. No dijo ni media palabra más, solo tomo mi polla con una mano y se la metió en la boca, empezando una mamada que era la hostia, es que no sabía ni como coño ponerme o que hacer… Lo cierto, y aunque os sorprenda, es que esta era la primera que me hacían… no la primera que había visto, pero sí que yo recibiese. Dure… pues para no mentir, dure menos que un caramelo a la puerta de un colegio, me derrame en su boca casi enseguida. Cuando termine de soltar leche en su boca, alzo la cabeza, se quedó mirándome, entonces abrió la boca mostrándome todo mi esperma en ella, después, suplente miro hacia el techo y se la trago, casi, casi juraría que pude ver como esa masa blanca bajaba por su garganta al tragar…

Tras esto me gustaría poder decir que hablamos, pero no, la verdad es que sonó la puerta de acceso a la finca y un coche accediendo a la entrada principal de la casa, por lo que os podéis suponer lo rápido que nos vestimos ambos. Yo me dirigí hacia la cocina, eso sí, después de darnos un beso, mientras que ella iba en busca del recién llegado, que resultó ser el jardinero que tenían contratado con un compañero, que habían decido ir ese día a controlar que todo estuviese en orden. Salí por el mismo sitio por donde entré, marchándome con la moto a casa de mi tía mientras iba pensando en todo lo sucedido, especialmente, en todas las diferencias que había observado con mis “clases” con el anciano, y debo de añadir, que sí, que entendí perfectamente gran parte de estos, así como su origen, también lo que consideraba que hice bien con Aurora, y lo que creía haber hecho mal...

En primer lugar por ejemplo, cuando yo “practiqué”, sus esposas no es que estuviesen muy alegres con la idea, por lo que tuve que esmerarme todas las veces en “prepararlas” y dejarlas sus coños listos para la acción. Por el contrario, Aurora estaba claro que más “preparada” no podía haber estado, ya que cuando empezamos su coño parecía un lago. El darle un primer orgasmo simplemente al “calentarla” seguía pareciéndome como un buen método, seguía siendo válido, al igual que luego el follármela… Aunque tenía que admitirme que no como lo hice, aquí en realidad pude haberme esmerado mucho más, y probablemente haber seguido tranquilamente con la follada todo lo que hubiese aguantado, eso sí fue un error, pero un error lógico pensándolo en detalle.

Las escaras de mi polla también eran con el mismo propósito, ahora por ejemplo, bueno, y antes también, sabía que eran para provocar mayor placer en las mujeres al rozarse la superficie callosa contra una zona tan sensible del sexo femenino, haciendo que sintiesen sensaciones “raras” como las definió Aurora. Tanto en el ano como en el coño, la entrada de los mismos tienen gran cantidad de terminaciones nerviosas, por lo que el roce rugoso de esas escaras, incrementaba el placer de las mujeres, de ahí el “oscuro” motivo ritual por el que los hombre se las hacían al dejar de ser niños y que yo no me había dado cuenta hasta este momento.

Por último el uso de mis uñas, de mi “arma” devastadora de placer, como lo llamaba más o menos el anciano, porque creedme que las traducciones y los nombres que tendría que dar sino, serian para partirse de la risa. Entendía donde radico mi principal error, el anciano tenía una edad y una resistencia que no era la mía, también él tenía a siete mujeres que dar placer, lo que podía suponerle que tras la primera fuese una segunda e incluso tercera, sin embargo, yo solo tenía a una… El follarlas una vez y luego tratar de que no tuviesen más ganas, con varias tenía una razón de ser el hacerlo de inmediato tras correrse en ella, pero en mi caso, desde luego no… Me di cuenta de que podía haber disfrutado de, y con esa mujer mucho más, pues solo era a ella a quien debía de atender, problema de la aparición del jardinero aparte.

También pensaba en cómo me había gustado la mamada que me había hecho, yo lo había visto cuando las esposas del anciano lo hacían para ayudar a ponerle en forma. Creo que podemos obviar el hecho, de que el motivo de no hacerme a mi ninguna en aquella época, es porque cuando llegaba el instante de mis lecciones, mi amiguita ya estaba desde hacía rato más dura que un palo, e incluso después de correrme, no es que necesitase mucho para volver a “ponerse contenta” otra vez… Sumémosle también que ellas no es que estuviesen tirando precisamente cohetes de alegría por tener que follar conmigo, pues digamos que sus gustos no estaban precisamente acorde con mi persona, y tenemos el resultado obvio de que solo hacían lo justo, imprescindible y necesario por imperativo de su esposo.

Iba rumiando en todo esto, al punto que no me di ni cuenta de que me cruce con el coche de otra de las amigas de mi tía, Esperanza, que me había visto perfectamente como salía de la casa de Aurora con la moto. Para mí hasta ese momento, el sexo, el proporcionar placer, no era más que un mero medio para conseguir un fin, que era como a mí me lo habían enseñado. Todo lo que el anciano me había mostrado sobre esto se basaba en procrear y obtener la mayor posición posible con el mayor número de esposas. En relación al sexo con ellas, veréis, en su tribu por las mujeres se pagaba dote, a más mujeres más rico, y por tanto mejor posición social, pero no todo era tan sencillo. Todo esto se sustentaba sobre el hecho de mantenerlas sexualmente satisfechas, este incumplimiento era uno de los pocos motivos “legales” para que un hombre fuese repudiado por su esposa, lo que automáticamente influía en su “hombría” y estatus.

Quiero dejar claro que no es como aquí en el mundo civilizado, pues allí el repudiar es algo ninguna haría si de verdad su esposo se comportaba, por mucho que le pudiese aborrecer. Parecerá lo que quiera ser esto que cuento, pero esas eran sus costumbres, y yo desde luego, no opinaba sobre ellas. Sin embargo aquí, en la “civilización”, todo esto era completamente diferente, y en muchos más aspectos de los que yo inicialmente había podido pensar sobre las relaciones entre ambos sexos…

Aun hacia buen tiempo para piscina, pero en caso de no hacerlo, mi tía y sus amigas se solían entonces reunir en el salón a tomar café, o directamente quedaban a comer con ella en casa, días eso en los que ella misma cocinaba, creo que era algo que además de encantarla, por algún motivo le des estresaba bastante. No sé si lo he dicho, pero si no lo digo ahora, mi tía tenía una señora que era la que hacia todo en la casa, se marchaba a las dos o tres de la tarde según el día, dejaba todo listo e incluso la cena preparada para luego únicamente calentarla, excepto cuando como ahora, ella misma se decidía a cocinar. Puede sonar raro, pero era como estaban acostumbradas a vivir, creo que era así porque de ese modo, cuando mi tía volvía de trabajar, podía estar a gusto sola o con mis primas, sin extraños de por medio… y creedme que de este último concepto, tarde bastante en sentirme excluido como tal.

Ese fin de semana hizo día de tormentas, de modo que estuvieron hablando y riéndose en el salón grande de la casa, todas ellas tomando vino blanco. Del mismo modo que mi tía me advirtió que no me quería cerca de ellas en la piscina, tampoco lo hacia allí, y aunque yo estuviese en la llamada salita de estar sentado con mi Mp3, para ir a la cocina por ejemplo tenía que pasar por allí. No veáis cada vez que pasaba, las miradas de algunas de las “madres”, incluida la tal Esperanza, lo que vi que no gustaba a mi tía Inés que se daba cuenta. El caso es que si esas, digamos que me pegaban algún que otro repaso poco casto, no os digo como me miraba Aurora disimuladamente.

Ella directamente se relamía, aunque claro, en su caso si tenía motivos reales para poder decir si hacerlo así o no. El asunto es que de esas leves e intensas miradas de Aurora, tanto mi tía como Esperanza, se dieron cuenta perfectamente…, y si bien me fije en que mi tía me miraba a mí, Esperanza, a quien no perdía de vista con un gesto muy pensativo, era a Aurora. Os aclaro que toda esta información la percibía perfectamente de todas ellas, otra cosa es que en esa época supiese luego que hacer, incluso desconocia si era mala o buena en la mayoría de las ocasiones, no os hacéis una idea de hasta qué punto estaba perdido en este maremágnum de costumbres “extrañas”.

Cuando llegué a la sala de estar, me volví a sentar, poniéndome los auriculares del Mp3 mientras pensaba en algo a lo que llevaba dándole vueltas esa semana, concretamente desde el día en que follé con Aurora. El asunto es que me había encantado hacerlo, había sido una pasada; anteriormente para mí el sexo… bueno, solo era algo más que un hombre podía hacer. Sin embargo acababa de descubrir que hacerlo con una mujer que también quería follar contigo, era muy diferente de hacerlo con una que solo lo realizaba por compromiso, como las mujeres del anciano o alguna otra con que me habían “agasajado” en alguna otra tribu, no se parecía ni por casualidad.

Como ya dije la edad no era obstáculo para mí, el principal problema que tenía era como interpretar esas “últimas” señales en estas mujeres de la civilización. En el caso de Aurora había sido fácil ya que me lo puso en bandeja, pero en el de las de más, como Esperanza o alguna otra amiga de mi tía, e incluso compañeras de la universidad, para mí era un problema, ya que desconocía las consecuencias exactas de un patinazo con alguna. Obviamente, con las amigas de mi tía tenía más o menos claro que el primer problema si me equivocaba y daba un paso en falso lo tendría con ella, otro cantar era con mis compañeras de universidad o chicas de mi edad, porque viendo lo visto en el grupito de mis primas, había cosas que no comprendía y me preocupaba equivocarme, especialmente con ciertas fronteras muy difuminadas a mi entender.

Veréis, en el grupito de mis primas, o en la misma universidad, había ciertas cosas que ya entendía sobre el sexo y las relaciones. Por ejemplo ya era capaz de distinguir entre un polvo rápido tipo aquí te pillo aquí te mato o si te veo no me acuerdo, a un polvo de colegas con una amiga, pasando por lo que era un “follaamigo” a terminar con el de un novio. Y no, no me olvido del de unos cuernos, que admito además que ese posiblemente fuese el único que si tenía del todo claro desde el principio. El problema que yo tenía, es que era incapaz de ver claros esos límites entre uno y otro tipo de sexo. Sinceramente, los tipos de sexo hasta llegar a ser un “follaamigo” no me preocupaba tres pimientos, y que se pasa a un lado u otro de la línea en esos aspectos me la traía al fresco, pero solo hasta llegar a ese punto.

Para que me entendáis mejor, en la mayor parte de los sitios donde viví las reglas respecto al sexo eran muy variadas, pero en casi todos había un tramo en el que se ponían las cosas muy, pero que muy serias. Este tramo siempre era desde el instante en que se concertaba una relación o dos personas entraban en una, hasta el mismo instante en que se convertían en una familia, vamos, hasta que se casaban. Antes e incluso después de ese momento, por lo general la libertad sexual era mucha… pero entre esos dos periodos concretos… buffff, daba miedo mirar a nadie que estuviese así, las consecuencias de un patinazo eran gravísimas, pero muchísimo.

Por eso mismo, solo pensar entre el límite de un follaamigo y el de un “novio”, hacía que se me pusiesen lo pelos de punta, ya que me parecían excesivamente idénticos, para mi muy difíciles de diferenciar. No terminaba muy bien de entender donde terminaba la línea de uno y empezaba la del otro. No estaba seguro de saber cómo definir si con una persona a la que conocieses, al follar, se metía uno en un lado u otro de la línea. Por eso la posibilidad de enrollarme con alguna compañera o simplemente las mismas tarrascadas que algunas me tiraban, me ponían de lo más nervioso, pues no diferenciaba para nada el inicio de una u otra relación, incluso muchas veces tampoco de las de un polvo casual y temía pillarme los dedos… Sin embargo, con Aurora y las demás amigas de mi tía Inés, no veía ese problema, con ellas esas líneas eran diáfanas como pocas, para mi forma de verlo, con ellas tenía muy claro que solo serían polvos…

¿Y si mi Tía se enteraba?, bueno… Bufff, eso sería también un asunto peliagudo, pero mucho menos grave a mi juicio que en el otro caso… y que coño, que mi primera experiencia sexual en el mundo civilizado, y precisamente con una de sus amigas, me había encantado.

CONTINUARA