El Salvaje - 1
De mi llegada a Madrid, España, junto con el inicio de mi estancia en casa de la hermana pequeña de mi madre y sus dos hijas.
El Salvaje – 1
- Mi llegada -
Cuando llegué al aeropuerto de Madrid-Barajas procedente de Antananarivo, la capital de Madagascar, empecé a recordar mentalmente todo lo que me habían dicho mis padres, las advertencias y por supuesto, los consejos que dieron. Me explicaron como si fuese un niño chico algo que ya conocía de sobra, que no en todos los lugares se tenían las mismas reglas, que cada uno tenía sus particularidades y peculiaridades, etc., etc., etc. Lo que traducido, venía a indicar, que mi proceder futuro debería de ser el que siempre he aplicado desde que tengo uso de razón, ver, escuchar, callar, aprender, valorar, reflexionar y cuando considerase que lo entendía todo de un modo más o menos adecuado, entonces sí, hablar e intervenir…
Reconozco que como lo que me decían es lo mismo que llevaba haciendo durante toda mi vida, mi atención en cuanto empezaron, digamos que se “difuminó” un poco, aunque no por ello es que no les atendiese, especialmente a mi madre, cualquiera no lo hacía sabiendo cómo se las gastaba enfadada. El caso es que creo que hubo algunas cosas que me debieron sin duda de decir sobre el lugar al que iba y se me escaparon debido a mi distracción. Mi situación era un poco peculiar, iba a “regresar” a España, donde prácticamente nunca había estado pese a mi nacionalidad o hablar el idioma perfectamente y con fluidez.
Mi padre era Arqueólogo y mi madre Antropóloga, por ello se había visto arrastrado de un lugar a otro siguiéndoles, me había criado desde que tenía una año escaso más con una educación de las sociedades tribales con nulo, poco, escaso o muy escaso contacto con la civilización que estos estudiaban, que con una educación “civilizada”. Había vivido en la selva amazónica, en las junglas del sudeste asiático, en África en algunas de las del centro del continente y en la sabana, o como hasta la fecha desde hacía como un año y poco, en el interior de Madagascar… Hablaba mi español “natal”, inglés, francés, portugués, algo de vietnamita, camboyano, y también los dialectos de las tribus con las que había vivido. Que queréis, tengo facilidad para los idiomas, y el hecho de que si no los aprendes no hablas con nadie, también reconozco que es un poderoso incentivo.
Pese a todo esto, mis padres se habían encargado personalmente que estudiase, que fuese convalidando cursos tras los exámenes pertinentes que ellos se encargaron de arreglar en las embajadas o consulados, todo esto siempre yendo de país en país. En fin, todo lo necesario para poder examinarse de los cursos correspondientes a cualquier alumno normal y cuyo destino final, vivía ahora, en que empezaría una carrera universitaria… o mejor dicho, las pruebas de algo que llamaban selectividad, y que según me informe y pensaba, que al ir a una universidad privada no tendría problemas con eso del “corte”, pero que mis padres decidieron o bien en realidad era obligatorio, que sí lo haría y además, me dejaron muy clarito que querían ver buenas notas. Pero confieso que el motivo de eso del dichoso examen no lo tengo muy claro, además de que según ellos me seria de mucha utilidad, que tampoco veo por ningún lado… Aunque supongo que ellos sabrían el motivo, porque yo particularmente, lo cierto es que como digo, no lo vi en su momento, y sigo sin verlo ahora.
El como lo habían hecho, o de que hilos habían tenido que mover para poder conseguir que pudiese ir a la universidad y tomar ese examen, no tenía ni idea, mis padres en su mundillo tenían un muy elevado prestigio, ya que trabajaban para varias universidades de las más prestigiosas en todo el mundo. A parte de esto, en estos años, si algo había aprendido en ese aspecto, es a no meterme donde no me llamaban y simplemente aceptarlo tal como me venía. Para estos estudios mis padres decidieron que me alojaría con la familia de mi madre, y por supuesto, no dije nada al respecto, me limité a obedecer, entre otras cosas porque no conocéis a mi madre enfadada en plan malo, y con esto sabía que si decía o ponía la menor traba, eso es exactamente lo que tendría, a mi madre jodidamente chunga en cantidades industriales.
Tras recoger la maleta de la cinta de equipajes, me dirigí hacia la salida de llegadas internacionales, donde teóricamente, estarían esperándome mi tía Inés y mis dos primas, Sofía, que era la mayor, y Begoña que era la pequeña. Cuando salí por la puerta, vi dos cosas de inmediato, primero a las tres mujeres con claridad meridiana, y segundo que ellas también me habían reconocido enseguida. Sabía que mi madre se había estado enviando fotos de la familia con su hermana, por lo que no me extraño en absoluto. Mi madre antes de salir, ya me había advertido que había hablado con su hermana durante bastante tiempo para que accediese a que me quedase con ella, por lo que quería que no le diese el menor problema, o se enfadaría considerablemente conmigo… y eso, sabía que era peligroso en extremo, pues como ya dije, mi madre enfadada se las gastaba muy chungas.
Mi tía era una mujer de unos cuarenta años muy buen llevados, realmente más parecía una hermana más mayor de mis primas que su madre, era obvio que se cuidaba muchísimo. Tenía una figura esplendida, atractiva de rostro, pelo oscuro con una media melena con flequillo, un buen par de senos según se podía apreciar y aunque sus pantalones no lo permitían apreciar muy bien, se le adivinaban un par de buenas piernas. Estaba separada de mi Tío Jorge, todo un cabrón con pintas, venenoso como una serpiente de cascabel y cobarde como el solo por lo que se ahora. Mis primas, mellizas, eran una imagen más joven de su madre, sus diferencias entre ellas básicamente radicaban en el mayor tamaño de pechos de Sofía, y un culo realmente insuperable por parte de Begoña, ambas eran tan atractivas en conjunto como su madre. Sofía era la mayor y cuando llegué tenia por novio a un tal Andrés, que por cierto le duro poco gracias a mí, pero eso sería adelantarnos. Sin embargo Begoña, mi otra prima, estaba soltera y libre de compromiso, aunque sí que tenía sus pequeños líos con algún amigo o incluso amigos.
Cuando estuve por fin ante las tres mujeres llegó el momento de los besos, los abrazos y por supuesto, las presentaciones “oficiales”. Aunque nos conocíamos ya de habernos visto cuatro o cinco veces en que había viajado a España con mis padres en estos años, no íbamos mucho más allá de eso. Todo fueron parabienes, bienvenidas e infinidad de muestras de alegría de mi tía porque mi madre hubiese pensando en su hermana pequeña para que me quedase a estudiar con ellas, y mis primas también me recibieron con una enorme alegría por tener en su casa a su primito querido aunque hasta ese momento poco conocido. Por supuesto también me prohibió mi tía de inmediato que las tratase de usted a cualquiera de las tres en el mismo momento en que empecé a hacerlo de ese modo… Lo cierto es que las tres fueron como una especie de libro abierto para mí, se veía a la legua lo que pensaban de verdad.
Supuse que este era uno de esos casos de los que hablaba mi madre, sobre costumbres diferentes o reglas distintas de las que conocía sobre mi familia. Me resultaba espantosamente claro que tanto mi tía como mis primas mentían como bellacas, ninguna de las tres estaba nada contenta de tenerme allí, y mucho menos de que fuese a vivir con ellas, algo que por otro lado lo veía como lo más lógico del mundo. Ni era la primera, ni sería la última vez que me pasase algo así, era más o menos como cada vez que nos habíamos mudado a vivir con alguna tribu nueva, o a otro país diferente, que al principio todo era rechazo, costumbres extrañas y reglas diferentes, por lo que no le di más vueltas al asunto, tomándolo como digo, como algo completamente normal en mi vida.
Cuando llegamos a la casa de mi tía, un chalet enorme, casi una mansión, o que por lo menos así me lo pareció cuando me ensañaron mi habitación. Lo cierto es que al verla se me escapó, no pude por menos que preguntar a modo de “chiste” familiar entre mis padres y yo, que cuantos dormiríamos en ella, lo que desato las risas y carcajadas de mis parientes, que obviamente no lo entendieron de ese modo. Después de esto, las tres me dieron un recorrido rápido por todas las dependencias, jardines, garaje y demás de esa “mansión”, para luego devolverme a mi dormitorio para que me organizase. Por cierto que cuando me mostraron la casa entera, me di cuenta de que mi habitación pese a mucho quererme todas ellas, estaba justo en la punta contraria a las suyas y era considerablemente más pequeña, algo de lo que en su momento, simplemente tome nota.
Tampoco en esta ocasión le di mayor importancia al hecho, cuando salieron de mi habitación, tras explicarme mi tía donde guardar mis cosas, me puse a deshacer mi maleta. Traía poca ropa, estábamos en Junio, por ello no me preocupe ya que casi toda era veraniega, y para cuando llegase el invierno, ya me había advertido mi madre que debería de acompañar la que necesitase para el frio… Aparte de la ropa, lo único que llevaba conmigo era mi cuchillo de caza, del que me negué a separarme, junto con mi Mp3 y la pequeña batería solar que usaba para recargarlo.
Aunque un poco tarde para ello, me presentare. Mi nombre es Iván, soy moreno, pelo negro, ojos marrones, mido sobre 1’88cm mas o menos, soy de complexión delgada, de articulaciones elásticas, muy flexibles y músculos firmes… Lo cierto es que aunque se me “desenvolver” en la llamada “civilización”, prefiero la naturaleza, ya sea la sabana, la jungla, los marjales… o cualquier otro entorno “virgen”. También que he llegado a la conclusión de que muchas veces es más seguro tratar con una Cobra Real que con algunas personas. Lo cierto es que hasta ese instante, no es que mi familia me hubiese causado una impresión especial para nada, de hecho casi se podría decir que era al contrario. Mi madre me había explicado que su hermana era una mujer muy inteligente, mucho más que ella, y que posiblemente por lo que esta le contaba, mis primas no le fuesen a la zaga… aunque yo no había visto todavía nada de aquello. Me parecieron muy torpes ocultando lo que de verdad opinaban tras su lenguaje formal en mi recepción… no pude evitar pensar, que esas tres en determinadas tribus que habíamos vivido lo pasarían muy mal, por muy listas que dijese mi madre que eran.
Lo cierto es que durante ese verano pasaron muchas cosas, y si no fueron más, posiblemente se debió a que yo estuve simplemente a la expectativa sin tratar de aprovechar las ocasiones, o más bien, quizá fuese más correcto decir, sin ganas de meterme en ningún posible lio, ya que no conocía bien aquellas costumbres “tan raras” que tenía esa familia y sus allegados. Y eso solo hablando de lo que hacían en la vida normal, que en el tema del sexo no os cuento como lo veía yo en esto de la “civilización” las primeras veces que me enfrente a ello. Esto para mi tenía una serie de características y connotaciones de comportamiento únicas que jamás antes había experimentado, por ello tarde más de la cuenta en integrarme en dicha “normalidad”.
Habitualmente, cuando empezábamos a convivir con un nuevo núcleo de gente, véase tribu en su mayor parte de las veces, yo solía ser el primero en “juntarme”. Eso apenas me llevaba una decena escasa de días como mucho, mientras que a mis padres les costaba incluso a veces, semanas. Con esto pretendo que os hagáis una idea de cómo me desconcertaba todo lo que allí veía… Cuando dije al principio que me sabía desenvolver en la civilización, me refería a moverme, transporte, papeles, etc., no a conocer o ser capaz de controlar sus costumbres o forma de ser de la gente, aunque de esto último me di cuenta aquí.
Primero fue el dichoso examen, los días anteriores mis primas me estuvieron mirando a cada rato con cierta lastima, ya que ellas no cejaban de estudiar aun mientras tomaban el sol, mientras que yo no, únicamente usaba mi Mp3. Creo que ni por un solo instante se les ocurrió que entre toda mi música pudiese también tener las lecciones que considere que eran las más necesarias para mí de repasar a última hora… El resultado final, y que a ambas les sentó francamente mal, fue que ellas apenas si lograron superar el corte establecido para sus carreras, mientras que yo, conseguí una nota lo suficientemente alta como pasar cualquier corte para cualquier carrera que decidiese. No obstante, debo de remarcar que tanto ellas como yo asistiríamos a la misma universidad privada, por lo que según supe, la entrada la teníamos garantizada con solo superar la selectividad, pues había plazas de sobra.
En ese verano también conocí a mi tío Jorge, todo un cabestro de cuidado. Chulo, prepotente, hijo de puta y varias lindezas más por el estilo seria su definición perfecta. Mi tía Inés se ponía enferma cada vez que lo tenía delante, se habían divorciado porque según me entere le pillo acostándose con su secretaria, luego según dijeron, mi tía le desangró, económicamente hablando, durante el juicio y además se llevó la custodia de las hijas. Una cosa curiosa que se dio cuando le conocí, es que abrió la puerta exterior y entro como se suele decir por aquí, “como Pedro por su casa”. Cuando me vio se notó a la legua que no le guste, imperiosamente le pregunto a mi prima Sofía, la mayor, que quien era yo, esta sin inmutarse se lo explicó. Como respuesta, mi tío respondió…
- ¡¡¡Ahhh, si!!! Entonces es ese sucio salvaje de vuestro primo… no me gusta que este aquí… hablare de ello con vuestra madre para que se vaya…
La charla al respecto a mí y a las vacaciones de mis primas con él que tuvo con mi tía, fue más liarse entre ellos a grito limpio, que dialogar como “seres civilizados”. Al final mi tía le echó de la casa y la propiedad, pues desde el divorcio era exclusivamente suya, amenazándole con llamar a la policía y acusarle de allanamiento si volvía a entrar dentro sin su permiso explícito. Tras su marcha, y dado que yo lo había escuchado todo al igual que sus dos hijas, dirigiéndose a mi…
- Iván, disculpa por el espectáculo que ha dado tu tío, y por favor, no te ofendas por lo que haya podido decir sobre ti, lo que el opine no tiene la menor importancia.
- Tía, no te preocupes, no me ofendo por ello, esta es tu casa y son tus reglas… por tanto respetare lo que tú me pidas.
- ¿Qué quieres decir con eso? –preguntó curiosa.
- Solo eso, que respetare tus reglas.
- Ya, eso lo he entendido perfectamente, por eso lo que te pregunto es a qué te referías si no las respetases…
- Pues que de haberme insultado así en el último sitio donde mis padres y yo vivimos antes de Madagascar, le hubiese cortado el cuello nada más terminar de hablar… -dije levantándome después de la tumbona donde me encontraba.
Lo que dije era “verdad”, aunque no tan simple como lo conté o tan drástico como lo dije. En la última tribu un comportamiento como el de mi tío le hubiese costado muy caro, pero no por mi parte, sino por la de mi “tía” en este caso al insultar a su invitado o como dije, por mí mismo si ella me autorizase a ello. La realidad es que mi tío lo hubiese pasado francamente mal, incluso y aunque yo exageré en lo que dije, no mentí, pues visto lo que dijo y sus connotaciones, no hubiese sido extraño si le hubiese costado el cuello de verdad… El respeto, que no el honor como tal, suelen estar muy arraigado en las sociedades tribales, y faltársele, es un serio problema.
Como veréis, lo que dije no era del todo exacto, pero lo hice para observar los siguiente movimientos y como se lo tomaban tanto ella como mis dos primas, que me habían escuchado perfectamente, pues levantaron la cabeza en el acto para mirarme cuando dije aquello, al igual que mi tía, que se quedó un poco pálida con mi contestación. Mis primas se volvieron a tumbar, mi tía sin embargo, sé que llamo a mi madre, porque solo tres horas después estaba al teléfono dándole explicaciones sobre mi “comportamiento” y disculpándome con ella como podía… Después de eso, acudí a mi tía a pedirle perdón por mi salida de tono, claro que también deje caer que lo hacía por “imperativo materno”. El caso es que pese a la bronca, si me sirvió aquello para “calar” un poco más a esas tres mujeres. De todos modos no os penséis que no puse en su sitio a mi tío, que no, al tercer encontronazo que tuvimos, le deje muy claro los beneficios del respeto, por lo menos para conmigo, esa ocasión fue la última en que me habló de tú o de modo despectivo…, bueno, y casi la última que me habló directamente.
También estuvieron mis primas con su grupo de amistades, tanto chicas como chicos, y sinceramente, me pareció un grupo de lo más… curioso. Su reacción no es que fuese muy diferente de la de mi tío cuando me presentaron mis primas, solo que estos al menos tuvieron la delicadeza de por lo menos opinar sobre mi cuando yo no estaba presente, cosa que tampoco es que me preocupase mucho. Aunque lo cierto es que de la opinión de cada uno de ellos, no me fue muy complicado enterarme en esos meses. Nuevamente, no reaccione ante ninguno, simplemente seguí con mi método habitual de ver, escuchar, callar y meditar sobre todo para luego decidir qué hacer al respecto en el futuro.
Con estos tuve un episodio curioso con una de mis “particularidades”. La casa de mi tía tiene una gran piscina con una pequeña islita en modo de especie de acantilado de piedra en un extremo, de la que surge una cascada que la rellena según va usando el agua la depuradora, amen claro, de los diversos chorros laterales distribuidos… pero bueno. El caso es que yo se… o más bien cuando estaba por ahí con mis padres, desde chico, si hacía mucho calor acostumbraba a dormir en el agua cuando esto era seguro, y por seguro me refiero a hipopótamos, pirañas, caimanes, corrientes, etc...
Por este motivo, puedo permanecer tumbado sobre mi espalda, flotando en el agua y quedarme tranquilamente dormido en esa postura, bien con los brazos cruzados sobre el pecho, bien con ellos extendidos haciendo una especie de cruz con mi cuerpo. No sé bien que pasaría o quien me vería así, aunque sí que me imagino lo que se pensaron por el follón que se montó de varias personas corriendo hacia mí para lanzarse a la piscina “a salvarme”. Cuando escuche el escándalo simplemente me desperté y reincorpore, dejando a todo el mundo estupefacto por completo. Obviamente mi tía me “explicó” visiblemente enfadada que debía de disculparme ante el grupo de mis primas, cosa que hice y que ellos aprovecharon para reírse de mí, junto por supuesto, de prohibirme volver a hacer algo semejante nunca más. En pocas palabras, mi tía me “exigió” que para dormir en la piscina usase como todo el mundo en su sano juicio, o bien una colchoneta hinchable, o uno de los sillones redondos que eran como estas, pero que nunca más lo hiciese “a mi estilo”.
Después de estos, vino el grupo de amigas de mi tía Inés. Ella trabaja como directiva en una importantísima compañía petrolera, el resultado es que gana lo que no está escrito. Para eso ciertamente solo hay que ver la casa, y en su grupo de amigas hay de todo, desde otras ejecutivas a las típicas esposas de maridos importantes, las cuales como podéis ya suponer, viven en la misma urbanización en la que estábamos. Todas ellas son más o menos de la edad de mi tía, más de una también divorciada. Cuando me conocieron, por el contrario a los anteriores, estas fueron la amabilidad personificada hacia mí, incluso invitándome junto a ellas para que les contase diversas cosas sobre mis experiencias con “los salvajes”, como denominaron a los pueblos con los que conviví.
En principio todo parecía ir mejor que bien con ellas, eran divertidas y no dudaban incluso en hablar entre ellas de sus cosas mientras yo estaba medio dormido en la piscina con mi Mp3 “puesto”… o eso se pensaban ellas, ya que en realidad, lo que hacía era tener la musuca muy bajita para así poder escuchar y aprender más sobre toda esta gente tan extraña. Para mí el nadar en una piscina era un juego de niños acostumbrado a hacerlo en grandes ríos, algunos de ellos ciertamente peligrosos y en los que tenías que estar con cien ojos. En varias ocasiones mientras hablaban, cuando yo aprovechaba para nadar un poco si no me interesaba su conversación, pude observar como bastantes de ellas, me miraban con fijeza bajo sus gafas de sol. Aunque en teoría estas no deberían de permitir que nadie viese donde apuntaban sus ojos, había un buen número de detalles inconscientes en ellas que las traicionaban a ese respecto, y que por otra parte me sorprendió comprobar que no tenían ni idea de ello. Eso fue algo de lo que tome nota para poder aprovecharlo en mi beneficio.
Tras estar diez días con mi tía de vacaciones en la costa y volver a reunirse esta con su grupito de amigas de nuevo en un par de ocasiones más. Algo que no sé exactamente como surgió o de quien concretamente en un instante en que mi tía no estaba presente, fue una pregunta sobre qué cosas raras, sexualmente hablando se entiende, había visto por esos mundos salvajes. Creo que incluso mi tía se lo tomo a cachondeo cuando regresó y se enteró de la pregunta. Debo de indicar que también estaban todas ellas un poco achispadas por la sangría, el caso es que yo les conteste como mejor supe, pues me pareció “oportuno” para también investigar ese aspecto en tan extraña “comunidad”.
Había observado durante mis “investigaciones”, que en ese grupo se hablaba entre ellas de sexo sin mayor problema o tapujos, únicamente vi que cesaban cuando mis primas o algún otro estaba delante, pero por alguna extraña razón no en mi caso, conmigo no tenían ese aparente problema, claro que tampoco eran muy conscientes de que tenía la oreja puesta. Fue por ello que me explayé en mis explicaciones y acepté entrar plenamente la conversación. Estuve contando anécdotas de los diversos pueblos con los que convivimos, poligamia tanto masculina como femenina, endogamia crónica en algunos pueblos, relaciones incestuosas también, sexo en grupo, etc., vamos, de todo lo que os podáis imaginar y más. Casos de pueblos donde el poder de un hombre se media por el número de esposas que tenía y muy importante en alguno de ellos, a las que era capaz de satisfacer luego, o donde el de una mujer se tenía por el número de hombres capaces de satisfacer en una sola noche o como esposos. En fin, un buen montón de, para ellas, “curiosidades”, y sin embargo, para mí, vivencias y porque no decirlo, también experiencias.
Casi, casi les conté sobre todo lo que os podáis imaginar y con ciertos detalles escabrosos incluidos, al extremo de confesar incluso que mi virginidad voló a la tierna edad de 14 años durante un ritual de paso de niño a hombre que una tribu me otorgo, desvirgándome entre dos mujeres… Otra cosa que conté y que más adelante también explicaría en el grupo de mis primas, fue mi particular forma de ver el sexo dadas mis experiencias. Digamos que en tema sexo veía a todas las mujeres iguales independientemente de edad, color, forma física, etc., para mi todas tenían coño, tetas y culo, y todos los hombre del mismo modo polla y culo. Con mi forma de verlo, y que evidentemente no se me ocurrió mencionar, lo cierto es que no comprendía muy bien todo ese afán que parecían demostrar estas personas en follarse a una, a otra, a uno u a otro… Para mi un coño era un coño y una polla era una polla. Para mí la diferencia en una persona se reducía a que te gustase más o menos, o te cayese mejor o peor, pero no lo veía más allá de eso.
Cuando todas se marcharon, aun estuve hablando un buen rato con mi tía, pero en esta ocasión, no fue únicamente por curiosidad, en realidad ella trato de sonsacarme cosas como si mis padres estaban enterados, si ellos lo permitieron, etc… La verdad, y así se lo dije a ella, es que mis padres una vez que estábamos integrados en la vida del pueblo con el que estábamos, salvo de mis estudios, me dejaban una libertad total de movimientos, siempre acorde con las costumbres de los pueblos con los que vivíamos, por lo que tras pensármelo un rato, le conteste que no, que puede que ellos no fuesen consciente de ese hecho concreto… no así claro, de que virgen ya no era.
Unos días después de esto, tras la marcha de sus amigas ese día concreto, mi tía muy seria me pidió que por favor, procurase evitar estar cerca suyo cuando estuviesen todas juntas, pues no podían hablar de sus cosas con alguien escuchando. Me conmino a usar una parte del terreno, en concreto una según ella ideal para poder tumbarme, me intento vender también la moto de que allí colgándome una hamaca entre dos árboles a su sombra, estaría muchísimo mejor. De lo que si me di cuenta en cuanto me lo dijo, es que donde quería mi tía que me tumbase cuando saliese de la piscina o bien cuando escuchaba música, estaría justo en el otro lado de la gran piscina, justo medio tapado por la isleta central esa que os conté. Ese último día en que me dijo eso, varias de sus amigas fueron más descaradas de lo normal al mirarme, especialmente en ciertos momentos puntuales. Mi tía Inés no pudo por menos que darse cuenta de ello, por primera vez bajaron para hablar tanto la voz que no pude entender lo que decían, aunque sí que “oía” el tono que empleaban… Mi tía hablaba enojada, y varias de sus amigas con tono de disculpa, incluso con cierto de… digamos que me sonó a “falsa vergüenza” que diría yo.
Para el momento en que empezó la universidad, ya tenía yo una idea bastante acertada de todo lo que se movía a mí alrededor con mi “familia”. Ya había más o menos desentrañado todo lo referente a mis primas, mi tía, sus respectivos grupos de amistades, al cretino de mi tío y como todas estas personas interactuaban entre ellos, tanto en lo que se veía, como en lo que no lo hacía… y permanecía oculto, o por lo menos, tratando de esconderlo ante los demás. La verdad es que aunque en esos momentos no lo supiese, el haber vivido dos años con una tribu cuyos miembros solo decían lo justo, y que el resto había que deducirlo por su comportamiento, forma de hablar, de expresarse, lenguaje corporal, etc… me estaba poniendo muy fácil saber o intuir cosas de las que normalmente nadie se daría ni cuenta. Otra cosa luego es que las entendiese, eso ya me resultó muchísimo más complicado de hacer. También para esas fechas ya tenía más o menos perfectamente definido todo lo relativo de las costumbres locales por las que la gente se guiaba… Para mí en realidad eran como un auténtico galimatías sin pies ni cabeza, había muchas cosas que no entendía como podían hacerlas de ese modo, pero eran sus reglas y no tenía otra bajo mi perspectiva, que respetarlas y amoldarme a ellas.
Después de esto llegó la universidad, lo que fue casi un auténtico descanso para mí, por fin me encontré con una normas que tuviesen sentido, fáciles de comprender y de entender, aunque como descubriría no mucho después, una cosa eran las normas de la universidad, y otras las no escritas entre los alumnos. Por fortuna estas parecían muy similares a las que había entre el grupo de amigos de mis primas y sus parejas, aunque no exactas en todas sus facetas. Durante el primer mes me enteré de algunas cosas que me dejaron… no sé si el termino exacto fue perplejo, quizá más exacto fuese definirlo como… descolocado. Intente hablarlo con mi madre en una de las veces que me llamó, pero nada, según le dije que necesitaba su opinión sobre una cuestión personal, me remitió a mi tía… Supongo que eso fue más que por no querer atenderme, por el precio que debía de costar el enlace por satélite que usaban para hablar por teléfono… en fin.
El caso es que eso me dejo pocas opciones, pues no era del tipo de cosas, que por lo que ya sabía y había observado, se pudiese dilatar mucho en decirse… Lo que no tenía nada claro es si “tenía” que decirlo, si “debía” de decirlo o por el contrario, simplemente en mi caso únicamente debería de cerrar la boca y hacerme el desentendido de ello. De modo, que acudí a mi tía, el siguiente problema que me encontré es que no sabía tampoco muy bien como preguntarle, cuando acudí a ella estaba sentada en su despacho de la casa…
- Oye tía, ¿puedo hacerte una consulta que me ha mandado mi madre?
- ¿Tu madre te ha pedido que me preguntases algo?
- Bueno, no exactamente, veras, intente hablarlo con ella, pero me pidió que mejor lo hiciese contigo.
- Está bien, entonces adelante… -cruzó los brazos ante ella dedicándome toda su atención.
- Veras, es sobre Sofía. Yo sé que tú me quieres, que te preocupas por saber cosas de mí, además somos familia, por lo que en tu caso sí que sabría qué hacer. Pero en el de ella…, bueno, no creo que le caiga muy bien, incluso no tengo muy claro que no me odie, pero es mi prima y por tanto familia… así que no se si debo… -me interrumpió con suavidad.
- Iván, créeme que ellas –para mi sorpresa generalizó- también te quieren, lo que pasa es que les cuesta acercarse a la gente, de hecho, puede que también sientan algo parecido contigo. Tú mismo no es que seas un dechado de “sociabilidad”, te sueles aislar mucho en tus pensamientos o con tu musica. Eso hace complicado acercarse a ti.
- Bien, lo entiendo tía, tratare de cambiar en eso con mis primas… -dije pensativo para retomar el tema de inmediato-, ¿entonces que debo de hacer?
- ¿Sobre qué quieres decirle a Sofía?
- Es sobre ese chico que es su novio, Andrés… pues veras, es que le vi con otra teniendo sexo en su coche… -vi como retenía la respiración y le cambiaba la cara.
- Definitivamente si, debes de decírselo y sin tardar, cuanto antes mejor…
- Si, ya tía, eso lo supongo, pero es que mi prima… -me interrumpió.
- Tu prima nada… vamos, ven conmigo –dijo a la que se levantaba.
Lo cierto es que mi tía no me dejó terminar lo que quería hablar con ella, cosa de la que me podéis creer, luego me alegré sobremanera, porque hubiese metido la pata con ello hasta extremos increíbles. Había cosas que no terminaba de entender del todo bien, y esa precisamente era una de las que más me desconcertaban en toda esta gente… Mi tía llamó a mi prima Sofía, cuando esta entró en el salón, simplemente nos dijo que debíamos de hablar ambos en privado, que yo tenía una cosa que decirle… ya mismo. Tras eso se marchó haciéndonos señas de que fuésemos a un sitio discreto, que resultó ser mi habitación por encontrarse “aislada” del resto de la casa. Cuando entramos y tras cerrar la puerta tras de mi…
- ¿Y bien, que es lo que querías decirme? –su voz dejo claro que no le gustaba estar allí conmigo, o directamente conmigo, no lo supe muy bien.
- ¿Conoces de la universidad, de tu clase, a una tal Roberta, una que lleva el pelo con manchas de color rojo…?
- Sí, claro, y esas manchas como tú dices, se llaman mechas. ¿Y qué pasa con ella?
- No, nada, es solo que ese chico que dices que es tu novio estaba teniendo sexo con ella en su coche hace un par de días… los vi…
- ¿Estas completamente seguro de que eran ellos dos? –me preguntó muy seria y con los labios apretados.
- Si, de eso si estoy muy seguro…
- ¿Lo sabe mi madre?
- Si, se lo dije para… -me cortó enfadada.
- ¿Y porque se lo has ido a contar a mi madre en lugar de venir directamente a mí?
- Pues porque no sabía si debía de decírtelo o simplemente hacer como que no lo había visto, no sabía cómo era lo vuestro…
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Bueno veras, es que como tú te follaste al empezar las clases a ese amigo vuestro del curso, a ese tal Miguel… no sabía si era normal para vosotros
- ¿Quién más sabe eso de Miguel? ¡¡responde gilipollas!! –me soltó algo alterada.
Con esa última pregunta, me cogió por la pechera pegándome bruscamente contra la pared, lo que no me gusto en absoluto. Mi reacción fue sacudirle un golpe sobre sus brazos, elevándolos hacia arriba, para luego golpearla contra los hombros empujándola con fuerza hacia atrás, provocando que cayese a lo largo contra la cama al chocar contra ella. Creo que por un instante se asustó al ver cómo me cambiaba la cara… Lo único que le dije es que jamás volviese a hacerme una cosa así, que el motivo de explicarle esto era porque mi tía me había pedido que lo hiciese, pues ella era mi prima, de mi familia y por tanto era lo que debía de hacer… no por nada más.
- ¿Le vas a contar a mi madre lo de Miguel? –preguntó preocupada levantándose mientras se frotaba ambos hombros.
- No, si tu no quieres no, desde luego. Pero te lo repito Sofía, no vuelvas a hacer algo como eso, no vuelvas a tratarme de ese modo. Si quieres algo de mí o te molesta alguna cosa, dímelo, pero no uses la fuerza conmigo o te responderé… No hablo en broma.
- Está bien, perdona, no quería hacerte daño… Gracias por contarme lo de mi novio, y por no decir nada de lo de Miguel a nadie… solo fue una vez y no significo nada… créeme.
- Eso Sofía, es asunto tuyo, no mío, ni entro ni salgo…
- Gracias primo –me dio un beso en la mejilla, marchándose después.
Por primera vez en esos meses, mi prima Sofía me dio un beso por iniciativa propia, y no “obligada” como el día de mi recepción en el aeropuerto. Reconozco que si bien con Begoña no, con ella sí que mi relación tras ello mejoro ostensiblemente…. Di gracias a todos los dioses porque mi tía me impidiese continuar con mi pregunta, pues me interrumpió justo cuando iba a preguntarle precisamente por esa situación de mi prima.
Una cosa que quiero que se entienda, es que por ejemplo, yo era mucho más que capaz de saber cuándo una mujer me miraba, como lo hacía y con qué ojos me veía en ese momento. Otra cosa es que luego fuese capaz de hacer algo con dicha información, ya que allí estaba como un tiburón en medio del desierto, igual de perdido. Mi principal problema eran las costumbres, en determinados lugares que habíamos vivido, ciertas violaciones de ellas, te podía salir extremadamente caro, muy, muy, muy caro. Por ello yo procuraba ir con pies de plomo hasta conseguir entender algo de todo aquel galimatías de comportamientos contradictorios que veía.
Esa era mi forma de vivir los cambios desde que nací, algo que llevaba en mi educación más básica, o quizá en mi propio Instinto de “supervivencia”. El caso es que mi madre con una sonrisita en la boca ya me lo advirtió al partir, que lo que aquí experimentaría, sería algo completamente novedoso para mí en todos los sentidos… y joder… cuánta razón tenía mi muy queridísima madre. Esta gente empecé incluso a pensar que complicaba las cosas solo por tratar de joderme a mi…
CONTINUARA