El salón de masajes

Cuento como encontre a mi prima en un salón de masajes y, como siempre le tuve ganas, aproveche aunque tuviera que pagarle.

Hola, mi nombre es Daniel, y esto me pasó cuando tenía 21 años. Nací y crecí en la Ciudad de México, y tengo una prima, Claudia, tres años mayor que yo. Cuando niños no nos veíamos mucho, pues ella vivía en otra ciudad, pero cuando cumplió 18 años, ella y su mamá se mudaron para que ella estudiara aquí. Vivieron en mi casa como medio año antes de encontrar un sitio propio, y al reencontrarla, yo con quince años, me encantó pero ella apenas notaba que yo existía, pasando mas tiempo con mi hermana(dos años mayor que yo) y mi hermano(1 año mayor que ella, y por quien me parece que ella sí se sentía atraída). En este tiempo traté de verla cambiándose o en la ducha, pero ella siempre ponía seguro y cerraba las cortinas, por lo que yo me conformaba con imaginarla basándome en lo que mostraba mientras me masturbaba.

Cuando ocurrió lo que contaré, yo tenía unos dos meses de haber terminado con mi novia (quien me dejó por un cabron con coche), Andrés, un amigo, me propuso que fuésemos a un spa "con final feliz". No había follado con nadie desde mi rompimiento, y me pareció buena idea. Él me contó que ya había visitado este lugar en particular, y que si bien no era de primera, salió contento.

Le pregunte -¿No se uno de esos donde se ponen fresas y solo te lo hacen con la mano o a lo mucho con la boca, verdad?

-No- Contesto Andrés- Es servicio completo por seis cientos pesos… y todavía hay más.

Andrés me cae bien, y se que es discreto, pero luego sale con cada cosa… que no te puedes fiar de él. Además que se le escapaba una sonrisa diabólica.

-Sí son mujeres ¿verdad?- Pregunte

A lo que me contesto –Créeme, vas a agradecerme toda tu vida.

Total, llegamos a la dirección y tocamos el timbre. Nos contesto una voz de mujer, como de mediana edad por el interphone, y nos abrió la puerta un joven como de la misma edad que nosotros. Subimos unas escaleras hasta llegar a una sala que era sencilla, y un poco sucia. La anfitriona nos saludo y nos dijo que la tarifa era de 100 pesos por el masaje, más la propina que se arreglaba con la masajista de acuerdo al servicio requerido, y 100 más si queríamos pasar con ella a una regadera. Agregó que las chicas disponibles en ese momento eran 5, pues 2 estaban ocupadas.

A continuación llamo a las empleadas, quienes salían de un cuarto contiguo, caminando en fila, y todas con vestido negro corto, y les pidió que se presentaran. La primera se llamaba Carolina, era de estatura mediana, morena oscura, cabello rizado y negro con luces, busto prominente y piernas anchas. La segunda era Dalia, morena clara, más bajita, delgada y con cabello lacio castaño oscuro. La tercera, Verónica, era rubia, alta, con enormes senos (operados), y pupilentes verdes. De la quinta no recuerdo el nombre, aunque recuerdo que era morena, un poco llenita, pero con buen culo, aunque poco busto. Y la razón de ello es que me impacte cuando vi que la cuarta chica era Claudia.

Se veía excelente con ese vestido de tirantes negro, holgado, con escote amplio, como si fuese camisón. Y sus ojos café claro, su cabello lacio recogido con una coleta y sus piernas un poco delgadas pero torneadas. De la impresión no noté que nombre dio, y aunque ella también se sorprendió al verme, lo disimulo mejor que yo. Andrés, apenas aguantando la risa, pues había visto a claudia en alguna fiesta de mi familia y en fotos, eligió pasar con Verónica, y cuando me toco elegir a mí, me quede paralizado por la indecisión. Por un lado podía elegir a otra y fingir que mi prima y yo no nos conocíamos, pudiendo después hablar con ella al respecto. Pero por el otro, ella no se podía negar a atenderme. Así que levante mi mano derecha y la señalé.

Cuando entramos a la sala asignada ella cerró la puerta y de inmediato me dijo- ¿que te pasa? ¿Cómo se te ocurre pedir el servicio conmigo?-

Y lo que yo respondí fue – Eres pasante de dentista, y supuestamente trabajas como asistente en un consultorio. ¿Qué haces aquí?

-El doctor siempre trataba de propasarse y renuncié (y mira donde acabó), estuve buscando otro trabajo, pero cuando se me acabó el dinero vi un anuncio de este lugar y entre hace cuatro meses. Ahora estoy aquí mientras me titulo, y junto algo de dinero… Pero haber, desnúdate y te sigo platicando mientras te doy el masaje. ¡Ponte boca abajo!-

Obedecí ambas instrucciones y vi que ella se empezó a untar aceite en las manos.

-¿No me vas a dar los precios?- pregunté

Ella- ¡no seas péndelo! Te voy a dar el masaje normal, te lo voy a invitar, y tú te vas a callar lo que haz visto.

Yo- Le voy a decir a la administradora

Ella- Que me corra si quiere, hay muchos salones como éste.

Yo- Le voy a decir a tu mamá.

Ella- Y yo a la tuya

Yo-¿A quien le iría peor?

Ante esto ella dio un paso hacia atrás, me vió fijamente y dijo- 100 pesos normal y vestida, 200 vestida y con desahogo con la mano, 300 en lenceria y con la mano, 400 desnuda y con la mano, 500 con la boca y 600 vaginal.

Yo respondí- quiero el de 600.

Entonces Claudia empezó a desnudarse; primero de quito los tirantes del vestido, y se le veía una linda cintura y unas ricas caderas, después el sostén, y POR FIN pude ver sus tetas, no eran muy grandes, pero las tenía firmes, redonditas y con los pezones erectos, duros y un poco oscuros. Al final me dio la espalda, con lo que le veían sus nalgas redondas y firmes con la tanga que traía puesta, se inclino hacia el frente y se la quitó, mostrándome su ano todo rosa.

Empezó a frotarme la espalda con fuerza (incluso me encajaba las uñas del coraje), y pasaba de la espalda baja a la media, y de ahí a los hombros.

Yo- ¿Te puedo tocar?

Ella- Estas pagando. Y dime Candi, porque con la cara de baboso que tenías es obvio que no escuchaste ese nombre.

Cuando la posición me lo permitía le tocaba las piernas, las nalgas, los pezones, etc. A su vez ella empezó a bajar masajeándome los glúteos, cuadriceps, pantorrillas y las plantas de los pies. Después inició con la parte erótica del masaje rozándome la espalda y los glúteos con sus senos, y acariciándome debajo de los testículos con la mano y las uñas, pero suavemente, haciéndome cosquillas.

Ella- ¿Te haz pajeado pensando en mí?

Yo- desde los quince.

Ella- Y ¿alguien más?

Yo- ¿Cómo quién?

Ella- ¿Mi mamá?

Yo- Sí

Ella- ¿Tu hermana?

Yo- Sí

Ella- ¿Tu mamá?

Yo- También, con toda mujer que he visto. ¿Y tú?

Ella- Más que nadie con tu hermano –lo sabía-, pero algunas veces con tu papá y hasta contigo.

Eso sí me prendió

Ella- ¿Y has hecho algo?

Yo- No, ¿y tú?

Ella- Bese a tu hermano, pero estábamos borrachos, y él nunca me ha dicho nada.

Se me trepo encima, dejándome sentir sus tetas primero en las nalgas, y luego fue subiendo hasta la espalda, frotándoseme de modo que además sentía su abdomen, su vagina y sus piernas, todas al mismo tiempo.

Me dijo "voltéate", y obedecí.

Ella- ¿Quieres que te de el resto del masaje terapéutico, o sólo el cachondo?

Claudia empezó a acariciarme, primero el pecho y abdomen, luego las piernas, las ingles, el pene y los testículos. Mientras yo seguía tocándole todo lo que pudiese. Ella siguió con pequeños besos y mordidas por todo el cuerpo. Yo estaba con la boca abierta, y por un momento cerre los ojos; entonces ella me beso en los labios y me metió la lengua hasta la garganta, se me monto y me abrazo. Mientras yo, en una posición más accesible le acariciaba el culo y los senos, al igual que le metía los dedos en el clítoris.

Duramos un par de minutos así, mientras ella prosiguió a hacerme una paja suave y lenta, rozándome el glande y la punta del pene con las yemas de sus dedos.

De repente se incorporó y me dijo: eso no lo hago con los clientes ¿Entendido?

Yo solo asentí con la cabeza. Acto seguido ella saco un condón y me lo coloco en el pene, iniciando la mejor mamada que he recibido en mi vida, y eso que me las han dado al natural.

Cuando sentí que me corría le pedí que se detuviera, y entonces ella siguió hasta sacarme semen. Me retiró el condón y me puso uno nuevo, montándoseme y metiéndose mi tronco en su cueva mientras iniciaba sus gemidos que fueron creciendo en intensidad.

Seguimos así, ella cabalgándome y yo tomándola por la cintura, acariciando sus pezones y después chupándolos y mordiéndolos. Cuando sentí que de nuevo eyacularía le indiqué que se volteara ella, se pusiera en cuatro. Volví a penetrarla ahora de perrito, cuando ella me dijo, con la voz entrecortada, que estaba a punto de explotar, yo aceleré, y entonces nos corrimos juntos.

Al terminar me pidió la paga ( después de todo estaba trabajando), y me dijo dos cosas:

  1. Que no se me ocurriera contarle a nadie donde y en que trabajaba.
  2. Que no volviera al establecimiento, y sí quería coger con ella otra vez, nos veríamos fuera y arreglaríamos el precio( que podía ser menor)

Ella se vistió más rápido que yo, y abrió la puerta, antes de salir volteo y me pregunto- ¿Te haz culeado a alguien?- Yo respondí que sí, una vez (aunque también pagando)- Y ella sólo añadió- Entonces puedes enseñarme.