El Sabor del Incesto Entre Madre e Hijo

En plena boda, madre e hijo, consuman el incesto.

Hola a todas (os), mi nombre es María Sofía, tengo 36 años, soy psicóloga, madre y esposa. Hace unos años, cuando recién iniciaba mi labor profesional, abrí una clínica, para poder pagar mi maestría, y fue así, cómo llegó un caso muy peculiar, del que no me olvido, porque definitivamente me marcó de alguna forma, y ahora lo relataré, aunque por ética me veo obligada a cambiar datos importantes, como nombres, y/o edades; pido discreción al momento de percibir el relato.

Mi nombre es Dinora tengo 50 años y estoy divorciada desde hace uno tiempo. Soy contadora; mido 1.64 cm. Tez blanca, cabello castaño claro, tetas grandes, llenita, culo pequeño pero levantado, piernas muy bien marcadas, rostro muy fino aunque con gafas tipo vintage por culpa de la miopía; cabe mencionar que desde que me separe de mi marido, no había vuelto a tener otro encuentro sexual con ninguna otra persona.

Mi hijo se llama Pablo, tiene 26 años, y es estudiante de leyes; tiene cuerpo atlético, y mide 1.82 cm. Rostro fino cómo el mío, pero de tez morena.

Todo comenzó una mañana, cuando recién despertaba, recuerdo que estaba de descanso y me levante con unas fuertes ganas de orinar; salí de la cama, y caminé hacia el baño, sin previo aviso empuje la puerta y cuando estaba por entrar, el reflejo del espejo me detuvo, y me paralice mientras mi cerebro procesaba la imagen de mi hijo proyectada en el cristal, con su mano sobre su miembro viril masturbándose. Mi hijo se apresuró y con nerviosismo corrió la cortina; al principio me sentí mal, a pesar de que traté  de actuar con normalidad para hacer parecer como si no había visto nada. A partir de ese día comencé a sentir culpa, pero a la vez,  me ponía caliente cuando recordaba la imagen de mi hijo con su gran pene que se salía de su mano; así que traté de reprimir mi deseó; pero poco ayudó, ya que siempre que podía, buscaba su pene tan solo con la mirada, al levantarse, y con poco disimulo buscaba debajo de su pijama; pero era una tortura, ya que cuando estaba muy caliente trataba de escuchar música para aplacar mi libido sin tener que masturbarme pensando en Pablo, mi propio hijo.

A la siguiente semana, se llegó la boda de mi sobrina, a la que obviamente estábamos invitados Pablo y yo. Yo había comprado un vestido azul oscuro, tan largo que cubría mis pies, y tan escotado que enfocaba mis tetas; mi hijo iba de smoking, tan pegado que resaltaba cualquier músculo de su cuerpo. Fuimos a la boda, en el auto de Pablo, y después de unas horas, yo estaba con unos tragos encima, pero no en estado de ebriedad, vi a mi hijo compartir con sus primos, y me pareció tan hermoso, que no aguanté las ganas de sacarlo a bailar. Por mi lado llevaba unos tacones muy altos que casi me hacían llegar a su altura. Todo iba bien hasta que note que la mirada de mí hijo bajaba más de lo normal hacia mi escote, al principio me incómodo, y cuando estaba a punto de reajustar mi escote, me llene de valor y traté de mostrar un poco más; de pronto comenzó a sonar una balada, y no tardamos en comenzar a bailar con nuestros cuerpos muy pegados, tanto que mis tetas se encogían en sus pectorales; el roce de su pierna comenzó a estimular mis sentidos, nos vimos a los ojos un par de veces como si nos pidiéramos permiso para continuar con el movimiento que generaba nuestro baile,  no tarde en calentarme; Pablo se dio cuenta y comenzó rozar mi cuerpo maduro con menos disimulo, entonces cogí valor nuevamente, y le tome su mano; poco a poco se la fui bajando, para que terminara en mi nalga, porque note que era lo que quería y para ser sincera, también era lo que yo deseaba en ese momento de excitación. Pablo sé sorprendió de inmediato, pero al mismo tiempo soltó la  respuesta  y apretó con su mano mi nalga izquierda. Yo estaba tan caliente que estoy segura que había comenzado a lubricar. Vi a los ojos a mi hijo, y  sin pensarlo dos veces, nuestras bocas se juntaron, y las lenguas rozaron el sabor del pecado de madre e hijo, mis labios temblaban y nuestra respiración se agitaba, y por un momento entré en pánico; lo que me llevó a interrumpir mi primer beso llenó de morbo que jamás había recibido, pero aguanté la adrenalina y me aseguré de que las personas que bailaban a la par nuestra, incluso familiares nuestros, no, nos reconocieran como madre e hijo. El dj comenzó a tocar reggaetón, algo que jamás en mi vida había bailado ni pensaba bailar, así que me voltee y comencé a mover mi cuerpo de forma atrevida en la oscuridad de la pista de baile.

Pablo se me acerco por detrás, y de inmediato sentí su bulto en mis nalgas, contacto que me gustó muchísimo, hice que colocara sus manos en mis caderas y le pedí que permaneciera inerte; agaché mi torso, sin doblar las rodillas y sin despegar mis culo de la altura del miembro de mi hijo, haciendo mover mis glúteos y restregando mis nalgas en su paquete cómo en una especie de tweerk amateur; con gran agresividad levante mi cuerpo, su rosto quedo sobre mi hombro, y de reojo observé la lascivia que se acumulaba en el rostro de mi hijo. No quería dejar de sentir su bulto en mi culo, así que le tome los brazos para acercarlo más a mi, de pronto subió su mano lentamente y recorrió todo mi abdomen, mi hijo estaba apunto de llegar a mis senos, y cuando estaba a nada de conseguirlo, le arrebate la mano, pues la penumbra de la oscuridad  en la pista de baile se cortó por completo, debido a que encendieron las luces unos minutos para la ceremonia de la partida del pastel. Yo aproveché ese momento de alboroto, y desatención como vieja zorra, para tomar a mi hijo de la mano y  apresuradamente lo lleve al baño de mujeres, como cuando era un niño; cerré la puerta con llave, y me aseguré que no hubiera nadie en los baños, pero para sorpresa nuestra encontramos a una mujer casi de mi edad en alto estado de ebriedad, dormida en la orilla del retrete, dudamos un momento, pero vimos que roncaba, y nuestra excitación pudo más, mi respiración estaba muy agitada, pero sin dudar, le bajé el pantalón a mi hijo y el hizo un ademan como de susto o sorpresa que me pareció muy tierno; vi a los ojos a Pablo, le baje su bóxer y su polla quedo frente a mi  rostro de inmediato, me quedé contemplando su verga tan hermosa que había lavado y palpado mucho tiempo atrás, durante un par de segundos, y hubiera querido permanecer así, pero no tenia mucho tiempo, así que comencé a darle una felación rápida

La verdad estaba tan caliente que mi concha comenzó a emanar jugos, mientras disfrutaba su líquido pre seminal, y mi lengua jugaba con su glande. Así que

cuando vi que cerro los ojos me detuve, y me levante para darle un piquito cómo cuando era un niño; me puse de frente a los lavabos y el espejo, dándole la espalda a mi hijo, me levanté el vestido, me baje la tanga que había dejado la marca del encaje en mi piel, abrí mis piernas, y separe el camino hacia mi vagina, pero Pablo me sorprendió, cuando sentí su lengua recorrer mi ano y parte de mi esfínter, separé con mis manos mis nalgas un poco más, pues mi cara en el espejo decía que me encantaba sentir a mi hijo comiéndome el culo, como si buscará un manjar en mi ano, algo que experimentaba por primera vez; hasta que luego sentí el glande de mi hijo rozar mi vulva, de forma torpe puso su verga en la entrada de mi vagina, la cuál, ya suplicaba la verga de mi propio hijo, esperé 2 o 3 segundos más, antes de que mi hijo empujara hacia adentro de mis entrañas toda su masculinidad.

Mi cuerpo se sintió en la cumbre y solté un suspiro que término en un delicado y corto gemido, mis ojos se entreabrieron, mi boca resoplaba mientras me mordía mis labios por la desesperación y el afán de saciar mi libido; mi hijo siguió dándome una lección de buen sexo mientras me nalgueaba y me cabalgaba, yo me veía en el espejo y no creía que estaba disfrutando a mi propio hijo dentro de mí, mientras me halaba el cabello como una verdadera puta, no tardamos mucho y comencé a sentir algo delicioso en mi sexo; mis piernas comenzaron a temblar y yo deje que siguiera esa sensación, hasta que mis pujidos fueron emitidos sin conexión del cerebro, yo

disfrute un fuerte orgasmo que me hizo sudar y me descontrole por unos

segundos; pero mi cuerpo aun se sentía incompleto, así que me volteé, Pablo me levantó de los glúteos y me sentó en los lavabos, me dio un beso con mucha lengua, mientras amasaba mis tetas, yo estaba tan caliente que me retorcía sola; me bajé aún más el escote del vestido, y liberé mis tetas para que de inmediato mi hijo se prendiera a chupar mis pezones cómo cuando lo amamantaba de pequeño. Sentir la lengua de mi hijo comiéndome los pezones alboroto aún más mi libido, y apreté mis tetas con una mano, mientras metía tres de mis dedos en mi vagina para masturbarme; Pablo lo notó de inmediato, puso sus manos en mi cadera, y me jaló al borde del lavabo; entonces acercó su pene a mi vulva, rozando mi monte de Venus, y observé cómo se deslizaban lentamente sus 17 cm de verga dentro de mí vagina, mientras a mi me sacaba un gran suspiro que me debilitaba los sentidos.

Mi hijo me miraba con mucha lujuria, quizás por notar el goce  que le generaba a su madre, mientras era penetrada una y otra vez, mi vestido estaba muy alborotado, al igual que mi cabello, los dos estábamos sudando pero no queríamos parar, mi cuerpo sentía una tensión por liberar en cada choque de sexo que mi hijo me regalaba, hasta que las embestidas de mi hijo se hicieron mas fuertes, yo sentí una desesperación, que hubiera querido tocar el cielo con mis manos, tan sólo para liberar mi electricidad acumulada en mi sexo, y es cuando notó a mi hijo queriendo salir dentro de mí, y con mis piernas lo abrazó y le suplico que se deje venir dentro de mí; no tarda más de un segundo cuando notó los porciones del semen de mi hijo dispararse muy en mis entrañas, sensación que me hizo temblar mi cuerpo hasta provocar el cierre de mis ojos y el alboroto de mi ser, mientras liberaba toda mi tención sexual desde mi sexo hasta mi cerebro en un maravilloso orgasmo llenó de placer que en pleno clímax casi me hace desmayar mi cuerpo, en tan delicioso placer.

Mis ojos se abrieron lentamente y poco a poco fui recuperando la normalidad de mis sentidos, hasta que reaccione al bombeo de mi hijo dentro de mí. Pablo sacó su verga de mi sexo nutrido en su semen; y era tanta leche que estoy segura que había rellenado hasta mi útero, de su néctar, de macho fértil. Con mí hijo nos vimos a los ojos, yo me avergoncé al principio, mi hijo se acercó y me regaló un beso muy apasionado, cómo verdaderos amantes, sabiendo que acabamos de consumar el incesto. Mi hijo tomo mi tanga y me limpio el sexo con ella, yo se la quite de la mano y volví a colocarla, me arreglé el vestido, me retoque el maquillaje y me peine de nuevo. De pronto escuchamos que alguien llama a la puerta. Entramos en pánico un momento, y luego me calmó y trató de ayudar a la mujer ebria que para fortuna nuestra se había quedado dormida al borde del retrete. Entonces le pido a mi hijo que abra la puerta. De inmediato entran varias personas, entre ellas mi sobrina y su esposo, yo me asusto, hasta que notó que van por la mujer ebria, les explico que la acabo de encontrar y acabó de llamar a mi hijo para que me ayude a levantarla, todos nos agradecen y es nuestro pase de salida, para seguir nuestro verdadero festín de madre e hijo en casa.

MARIA SOFÍA

Tengo que confesarles, que cuando está mujer término su relató, yo tenía mis bragas muy mojadas. Por suerte para mí, la sesión ya había terminado; así que me apresuré a despedir a Dinora, sin sugerir ningún ejercicio, cerré la puerta; me despoje de la ropa; recosté mi cuerpo desnudo en el diván, y me masturbé recordando la retorcida historia de mi paciente. Sin saber que un día, yo experimentaría el incesto también, solamente que con mi hermano.