El sabor

María nunca podía imaginar como iba a ser su primera experiencia sexual

Maria era una mujer de 43 años, ni muy alta ni muy baja, ni gorda ni delgada, que no llamaba la atención y en la que nadie se fijaba demasiado. Se vestía muy discretamente, procurando no llamar nunca la atención. Ella había sido así desde muy joven, y consideraba que ya era tarde para cambiar.

Su vida nunca había sido como el de las chicas de su edad. Desde muy joven, vio como sus compañeras y amigas empezaban a irse con chicos, cosa que a ella nunca le había atraido, por lo que poco a poco la fueron dejando de lado, por considerarla mojigata y aburrida.

Tampoco había tenido ningún novio en serio, ya que los pocos que se habían acercado a ella, al poco tiempo la acababan dejando por considerarla sosa, antes si quiera de haber llegado a consumar el sexo con ninguno de ellos.

Cuando comenzó en aquel trabajo no podía imaginar las cosas que le iban a ocurrir, y menos aún cuando su jefe le había dado la impresión de ser un hombre muy agradable y correcto.

Desde el principio, había notado como su jefe se acercaba mucho a ella, y la rozaba inocentemente, de una forma como casual, en un brazo, en el hombro, en la cintura, sobre todo cuando no había nadie más delante….  A lo que ella no le había dado mayor importancia, incluso le había resultado halagador.

Como consecuencia, y también porque aunque no quería reconocerlo, en parte se sentía atraída por él, comenzó a quedarse hasta más tarde en la oficina, esperando a que el resto de los empleados se marchara, para preguntarle si necesitaba algo, o si quería ver algún tema, o fingiendo tener alguna duda.

Una tarde, Javier, su jefe, una vez se hubieron marchado todos, le pidió que vieran juntos unos informes en los que Maria estaba trabajando.

-          Maria –le dijo-   trae los papeles del expediente 17 y los vemos en el sofá de la entrada, que estaremos más cómodos.

Maria, encantada de pasar un rato junto a su jefe viendo papeles, cogió el expediente y se sentó recatadamente en el sofá de las visitas. En seguida, su jefe acudió y se sentó junto a ella.

Nerviosa por la proximidad de su jefe, mientras estaba allí, sentada a su lado y rodeada de papeles, notó como él cogía suavemente su mano y la posaba como si nada sobre su entrepierna, sosteniéndola allí, encima de su pantalón. El corazón empezó a latirle con fuerza, y sorprendida, intentó suavemente retirarla, pero su jefe la mantuvo donde la tenía, suave pero firmemente encima de su miembro.

Azorada, intentó continuar como si no sucediera nada, comentando el contenido de los papeles, y así permanecieron durante unos minutos, hasta que su jefe por fin liberó su mano. Amagó con retirarla, pero su mano fue interceptada, y depositada de nuevo donde estaba. Ella, resignada, la dejó allí, encima de su pantalón, notando aquel bulto palpitante en el que no podía dejar de pensar. Como si su jefe le hubiera leído el pensamiento, liberó su mano con la certeza de que ya no se movería de allí, como así fue.

María notaba como aquel miembro palpitaba furiosamente bajo su mano, lo que era algo totalmente nuevo para ella, que jamás había estado en una situación así.

En un momento determinado, su jefe sostuvo de nuevo la mano de Maria con una de las suyas, para evitar que la retirara, y con la otra bajó la cremallera de su pantalón y extrajo su miembro, cerrando la mano de Maria en torno a él.

Esta avergonzada, permaneció con el miembro en la mano, con la cabeza agachada, sin atreverse a levantarla, ni siquiera de mirar aquello que estaba en su mano, de la vergüenza que sentía.

Inmediatamente, con la mano de su jefe rodeando la suya, y esta a su vez sosteniendo su miembro, notó como él empezaba a mover su mano suavemente arriba y abajo, muy lentamente.

Pasados unos minutos, cuando ya casi se había acostumbrado a la situación, soltó su mano y le dijo:

-Ahora continúa tú.

Ella, obediente, continuó con aquel suave movimiento arriba y abajo, a su lado, pero siempre sin mirarle, por la vergüenza que sentía, y todavía sin imaginar como acabaría aquello.

-          Maria –le dijo – mírame….  Y mientras ella levantaba la vista, acercó su glande a la boca de Maria, separó ligeramente sus labios, y le introdujo el pequeño orificio de la punta en su boca.

En ese momento levantó los ojos, y notó como su boca recibía la primera descarga. El primer chorro la pilló por sorpresa, pero continuó moviendo su mano lentamente arriba y abajo, mientras recibía en su boca descargas cada vez más pequeñas.

Avergonzada, bajó los ojos, deseando poder tragar cuanto antes aquel líquido que llenaba su boca, pero su jefe estaba disfrutando de aquel momento y no iba a liberarla de aquella situación tan rápido.

Nunca hubiera podido imaginado tener en la boca aquella sensación, ese liquido espeso y abundante, que la llenaba, inundaba su lengua y todos los rincones de su boca, con un sabor que no era capaz de describir. Incapaz de mirar a su jefe en aquella situación que tanto la avergonzaba, permaneció reclinada sobre él, que la recostó sobre su pecho.

-          No te lo tragues –le dijo- es muy importante que te habitúes a su textura, a su sabor,… por eso permanecerás aquí donde estas, durante un minuto, paladeándolo y saboreándolo. No te preocupes, no es necesario que me mires, salvo cuando yo te lo indique….

Horrorizada, pensó que un minuto con aquello en la boca le iban a resultar eterno, pero tal como él esperaba, se resignó a seguir sus instrucciones.

Javier cogió un pequeño reloj que había junto a él, y lo puso frente a Maria. Miró la manecilla de los segundos, y observó como el segundero se movia muy lentamente, presagiando que un minuto completo por delante le iba a resultar muy largo. Pasado aquel minuto que efectivamente le resultó eterno, Javier se dirigió de nuevo a ella, incorporándola suavemente.

-          Maria, mírame…. Ahora es muy importante que me mires.

Avergonzada, e intrigada de porqué ahora si tenía que mirarle, y con la boca todavía llena de semen, levantó ligeramente sus ojos para mirarle.

-          Saboréalo, pásalo por toda la boca, y después trágatelo. Ahora notarás mucho el sabor, pero no te preocupes, poco a poco se irá diluyendo.

Aliviada de haber terminado aquella espera, mirándole a los ojos tragó el contenido de su boca, siguiendo sus instrucciones. En cuanto terminó de tragarlo, bajó sus ojos de nuevo. Nunca lo hubiera reconocido, y en cierta forma la avergonzaba, pero haber saboreado aquel semen mientras le miraba la había excitado.

Notó como el semen había dejado resecos y pegajosos sus labios, con una sensación extraña, y los relamió mientras permanecía recostada sobre su jefe, con la esperanza de que aquella sensación poco a poco desapareciera, tal como este le había indicado.

Pasados unos minutos, se dirigió de nuevo a ella:

-Maria, mírame – le dijo.

Ella, todavía impactada por lo que acababa de ocurrir, se giró y sin mirarle a los ojos, avergonzada, débilmente le preguntó:

¿Qué ocurre?

-          Tienes todavía en la boca el sabor a mi semen?

Sonrojada, bajó todavía más la cabeza y susurró

-si, todavía lo tengo-

-          Bien- contestó Javier, y la recostó de nuevo sobre él.

Siguieron hablando un rato de temas intrascendentes cuando de nuevo le dijo:

-          María….-

Avergonzada, de nuevo se giró y le miró un segundo antes de bajar los ojos, y él le preguntó de nuevo

-          Tienes todavía en la boca el sabor a semen?

-          No, ya no, ya se me está pasando - le susurró esta débilmente –

Javier la miró sonriendo, suavemente cogió su mano derecha y la acompañó de nuevo a su entrepierna. La posó allí, e inmediatamente Maria comprobó cómo bajo su mano, su jefe tenía de nuevo una erección.

Inmediatamente su boca se secó, y aunque nunca lo confesaría, sintió como se humedecía su entrepierna. Avergonzada, tragó un poco de saliva, que no pudo evitar pensar que era semen, y bajo de nuevo los ojos.

-           Maria – le dijo él , aprovechando su momento de rubor – quiero que sepas que hoy ha sido la primera vez, y por eso te he dicho que saborearias mi semen durante un minuto. Ahora será la segunda, y por eso lo harás durante dos minutos, y la siguiente saborearás mi semen durante tres minutos, y así sucesivamente, cada vez.

Notó como mientras le decía aquello, su miembro se endurecía todavía más. Lo apretó ligeramente, y comenzó a moverlo suavemente arriba y abajo, como le había indicado, y tragó de nuevo saliva, resignada a saborear su semen por segunda vez en aquel dia.