El rombo del placer

Un plan de vacaciones precipitado con una pareja de amigos, los llevó al paraíso del sexo y el placer. Vencieron su timidez y dejaron correr sus jugos.

EL ROMBO DEL PLACER

La ola de calor hizo su aparición como si tal cosa. Nadie esperaba esas temperaturas tan extremas. Los 40 grados centígrados sorprendieron a todos por la rapidez y violencia con la que llegaron.

No había vacaciones a la vista. Los múltiples compromisos laborales adquiridos lo impedían. Pero a primeros del mes de Agosto, un trabajo liberó por fin a Víctor y Concha y les dejó unos días libres. No sabían como emplearlos. Era tarde para tomar un apartamento en la costa. No había plazas hoteleras en ninguna playa. El calor y la sofoquina habían hecho estragos. Toda la gente de la ciudad se había marchado a las playas. Madrid aparecía vació. Como casi todos los años.

Estaban sentados en el salón de su casa pensando donde podrían ir. Contemplaron la posibilidad de ir a la montaña, pero quedó descartada de inmediato. Apetecía, y mucho, playa, agua, bronceado y sal en la piel. Pero no podía ser, excepto si viajaban a la aventura en su coche y dormían en el. Aquella idea no les sedujo, se tendrían que enfrentar a múltiples calamidades. Lo descartaron también.

Así estaban absortos en sus pensamientos cuando sonó el teléfono…

  • ¿Dígame? Contestó Víctor.

  • ¿Víctor?, si, oye…. soy  Luis.

  • ¡Ah, hombre Luis!, dime, dime... ¿Que tal andamos, coño?

  • Pues nada hombre, que nos vamos a la playa unos días y os llamo para despedirme de vosotros.

  • ¡Qué bien!, playa. Con este calor es lo mejor que  podéis hacer. Y ¿dónde os marcháis?

  • A Murcia. Allí está el único camping que hemos encontrado en el que quedan plazas libres. Este año me he retrasado en la elección. No pensábamos salir, pero al final nos vamos una semana. A Mazarrón.

  • ¿Os vais de camping?

  • Si. Hemos comprado una pequeña tienda y nos marchamos los dos sólos. No hay nadie disponible que quiera compartir nuestra aventura. Te advierto que sólo nos vamos siete días, pero bueno, algo es algo. Yo tengo mucho trabajo a la vuelta y no puedo descuidarlo, los clientes se enfadan…..y ya sabes que dependemos de ellos. Es lo malo de ser autónomo. La verdad, no pensábamos salir, como ya te había comentado, pero me he liberado de un trabajito y hemos dicho “Vámonos de camping a la playa”, y en eso estamos. Mañana salimos. ¡Fíjate tú, yo de camping! ¡Con lo remilgado y sibarita que soy!

  • Y ¿Yoli qué dice? Preguntó Víctor.

  • Nada, nada. Encantada con la idea. Es una tienda pequeña que sólo utilizaremos para dormir, no tendrá trabajo, iremos a comer y a cenar al restaurante del camping o saldremos por ahí. No pienso hacer nada, ni quiero que ella lo haga. Usaré la tienda para dormir…. y bueno ya sabes.....para otras cosas ja, ja, ja….

  • ¡Vaya con Luisito! Se nos va de camping. Pensó Víctor en voz alta mientras fallecía de envídia.

  • Así es. ¿Vosotros qué pensáis hacer? Ya nos dijo Concha que no ibais a salir, que tenías compromisos.

  • Pues nada en especial. Tenemos que quedarnos en Madrid pasando calor. A mí me han dejado sólo unos días libres, pero ya es tarde para ir a ningún sitio. Está todo ocupado. Los jodidos madrileños llenamos todo.

  • ¿Tarde?, ¡Pero qué dices hombre! ¡Veniros con nosotros! ¿Cuándo estáis libres?

  • A partir de hoy mismo-Respondió Víctor-. Me han cancelado un trabajo. Bueno en realidad lo hemos retrasado un  par de semanas. Por lo que te digo,… las vacaciones de los cojones. Ellos también se “piran”.

  • Nosotros pensamos irnos mañana. Preparar algo de ropa y os recogemos en mi coche. O si lo preferís, os lleváis el vuestro, por eso de la comodidad. Iremos los cuatro a Murcia.

  • ¡Oh no! muchas gracias Luis, pero nos quedamos en Madrid. Iremos a la piscina, nos daremos unos baños y en seguida se pasan los días.

  • No se hable más. Pásame a Concha. Os venís con nosotros.

  • No Luis, de veras. Vosotros os vais sólos con vuestra tienda y ya está. Estaréis más tranquilos. También os merecéis unas vacaciones relajadas.

  • Mira Víctor, en la tienda podemos extender dos colchones grandes y dormimos los cuatro allí. Nos llevamos dinero para desayunar, comer y cenar en el restaurante, unos bañadores y ¡a mojarse chaval! Es sólo una semana. Nos vendrá bien a todos.

  • Muchas gracias, Luis, pero no sé. No creo que debamos aceptar tu generosa oferta. Vosotros ya tenéis vuestros planes……

  • Mira, te dejo. Háblalo con Concha y te llamo dentro de una hora. Mientras recogeré nuestras cosas, así ayudo a Yola, no se vaya a cabrear. Venga, pensarlo. ¡Y no quiero un no por respuesta! Mañana salimos a las 8 de la mañana. Dicen que las cosas sin pensar salen mejor.

  • Bueno, lo pensaré y se lo diré a Conchi. Hasta luego Luis. Hasta Luego.

  • Al menos ya tengo tu sí. Hasta luego.

Víctor colgó el teléfono con los ojos mirando a Murcia. No era mala la idea de Luis. Se llevaban bien. No habría problemas. Con ellos no. Miró hacia la cocina donde se encontraba Conchi. Se dirigió hacia allí.

  • Era Luis-Dijo ilusionado-. Nos invita a que compartamos su tienda de camping. Se van a Murcia mañana  a las 8 de la mañana. Les he dicho que no pensamos salir a ningún sitio. Que no encontramos nada. Quieren que vayamos con ellos. Dormiremos en unas colchonetas en el suelo, supongo…Estarán allí siete días y las comidas las piensan hacer en el restaurante del camping. ¿Qué te parece la idea? Me va a llamar en una hora…y espera un sí por respuesta. Ya le conoces lo pesado que es.

  • Bueno, no sé. Quizás sea una buena idea. Por lo menos iríamos a la playa. No estaremos sólos. Aunque eso de dormir en unas colchonetas, no sé yo. Con lo “especial” que eres tú…

  • ¡Es camping, querida!. Vámos, piénsalo, que dentro de una hora nos llama y tendré que contestarle algo.

  • Bueno. Si tú quieres ir, no me importa. Pero no sé como va a resultar. Es la primera vez que vamos a un sitio así. Nosotros estamos acostumbrados a otras cosas.

  • ¡Pues como ellos! Ellos siempre van de apartamento o de hotel.

A la hora en punto sonó nuevamente el teléfono. Esta vez contestó Conchi.

  • ¿Si… dígame?

  • ¿Conchi?, soy Luis. Salimos a las 8 de la mañana. ¿Os venís, verdad?

  • Espera anda, que te paso a Víctor.

  • Víctor, a las ocho de la mañana en punto estamos en la puerta de tu casa. ¿Venís, verdad?

  • Te sales con la tuya Luis. Está bien. Iremos...si no os molesta. Pero no sé cuánto tiempo aguantaremos allí. Por si acaso, me llevo el coche.

  • De acuerdo Víctor. Hasta mañana. Y no lo olvides, a las ocho. Lo pasaremos genial. Lo he comentado con Yoli y está que bota de alegría.

  • Hasta mañana, Luis.

Ellos prepararon sus enseres. Pocas cosas para el camping. El guardó algún pantalón corto, camisetas y dos o tres bañadores. Ella, ropa interior, bikinis, camisetas, pantalones cortos y sus pinturas. A la mañana siguiente, con todo bien guardado en dos bolsas, esperaban en el coche la llegada de Luis y Yoli.

  • Mira ya vienen. Son puntuales los jodidos. Dijo Víctor.

  • Si, ya lo creo. Apenas han dado las ocho. Replicó Conchi.

  • Ey, Ey, Ey. Besos por favor. Dijo Luis bajándose de su coche.

Se saludaron con unos besos y se pusieron en marcha. La primera parada tenían pensado hacerla en algún pueblo cercano. Así lo hicieron, pararon a 150 Km. de Madrid para desayunar copiosamente. Continuaron su viaje  y a los 300 Km. hicieron la segunda parada. Tomaron algo fresco, pues aunque ambos coches tenían aire acondicionado, el calor era insoportable. Ya no detuvieron la marcha hasta llegar al pueblo de Mazarrón, Murcia. Allí se encontraba el camping. Hablaron con la recepcionista, que les indicó el número de su parcela, pagaron una fianza de señal y se encaminaron a la zona donde instalarían la tienda.

El lugar estaba bien, había varios servicios y cafetería, piscina, restaurante y lugares de recreo u ocio. Su parcela, de unos  50m  cuadrados, estaba bien orientada, un tanto apartada del restaurante y llena de árboles que les proporcionarían mucha sombra e intimidad. Una vez elegida la ubicación de la tienda, se dispusieron a montarla. Conchi y Yoli se marcharon de inmediato a la cafetería a tomar algo y comprar unas cervezas bien frías para cuando terminaran los hombres de montar la tienda.

El montaje les llevó escasamente una hora. Ellas aparecieron con unos botes de cerveza bien fríos. Víctor y Luis lo agradecieron y se bebieron dos cada uno casi de inmediato. Acomodaron sus cosas a los lados de la tienda y las de valor las dejaron dentro de sus respectivos coches. Extendieron dos colchonetas gruesas y anchas en el interior de la tienda. Ambas, estaban separadas la una de la otra por escasos 5 cm con lo cual, decidieron, que lo mejor sería juntarlas. Echaron encima de cada colchoneta una almohada, y decidieron que la parte izquierda sería para Víctor y Conchi y la derecha para Luis y Yoli.

Como todavía era relativamente pronto, optaron por irse a la playa. Ellas entraron en la tienda a ponerse sus bañadores mientras sus maridos aguardaron fuera tomando la enésima cerveza de la mañana.

  • Mira Conchi-dijo Yoli-, qué bikini me he comprado.

Eso no era un bikini, era un tanga, pues apenas tenía un triángulo de tela muy fina y transparente por delante, y por detrás sólo contenía una cinta que se incrustaba en la raja de su culo.

  • ¡Pero bueno Yoli! ¿Dónde vas con ese tanga? Dijo Conchi extrañadísima de ver a su amiga así.

  • ¡Pues anda! a bañarme y tomar el sol.

  • Pero es demasiado atrevido. Es escándaloso. Vas a llamar la atención… vas desnuda Yoli.

  • Que va. Es lo justo. Me queda de cojones.

Se enfundó su camiseta y esperó a que Conchi se pusiera su bikini.

  • ¿Pero no te pones el sujetador del bikini? Preguntó Conchi.

  • No. Pienso tomar el sol con las tetas libres, totalmente libres. ¿No me dirás que nos las tengo bonitas? Así, cuando me ponga vestidos escotados, luciré un pecho moreno sin marcas de sujetador.

  • Pues sí, las tienes bonitas, pero no sé…ellos y la demás gente…

  • A mí no me importa la gente, y respecto a mi marido y al tuyo ¡qué más da! O ¿es que tú no piensas tomar el sol en top lees?

  • Pues la verdad, no se me había ocurrido. Pero no creo que lo haga.

  • ¡Vaya, si pensamos ir a una playa nudista! Porque lo que es claro es que os vendréis ¿no? Dijo Yoli.

  • Pues, querida Yoli-Hizo una pausa estremecedora-, me temo que nosotros no iremos. Una playa nudista, no. Ni se me pasa por la cabeza.

  • Bueno… ya veremos cuando llegue el día. ¡Si nosotros igual tampoco vamos!. Dijo Yoli más para finiquitar aquella revelación que por desencanto.

Conchi se puso su bikini, las dos partes, y salieron de la tienda. Los encontraron apurando un bote de cerveza. Tomaron unas toallas y se encaminaron a recorrer los 50 metros que les separaban de la arena de la playa.

Caminaron hasta dejar que el agua salada acariciara sus tobillos. Víctor y Luis no tuvieron inconveniente en meterse en el agua y darse un chapuzón, ellas fueron más comedidas y no se bañaron. Yoli ni siquiera se quitó su camiseta. Conchi lució su espléndido cuerpo en bikini y tomó el sol. Comieron en un chiringuito de la playa. Sardinas asadas y cerveza bien fría. La tarde pasó rápidamente. Ellos siguieron con sus baños y ellas siguieron con sus conversaciones sentadas sobre las toallas. Regresaron a la tienda y marcharon a cenar. Conchi se puso una camiseta que abrigaba más y Yoli se marchó a cenar al restaurante del camping tal cual fue a la playa.

Caminaban delante de ellos y Víctor no podía evitar mirar ese trasero que lucía Yoli. Comparaba un culo y otro y se decía que eran casi iguales, pues ambas tenían 23 años y estaban de muy buen ver. Pensó que debería tener cuidado con los “moscones”. No las dejaría sólas por ahí.

Cenaron y tomaron una copa antes de irse a la “lujosa” cama que les esperaba. Llegaron a la tienda y, mientras ellos se quedaron fuera apurando un cigarrillo, ellas se desnudaron para dormir. Sobre las colchonetas había unos juegos de sábanas. Hicieron las camas, y mientras Yoli se quedó directamente en la cama acostada debido al cansancio, Conchi, cubierta por su camiseta, salió a fumar un cigarro. Después de charlar un rato se adentraron en la tienda. Se acostaron y a Víctor no le quedó más remedio que acostarse con el pantalón que llevaba puesto, pues Yoli estaba allí despierta y pensó que no era plan quitarse el pantalón delante de ella. Luis, por el contrario, se metió entre las sabanas con su bañador. Estaban cansados y se quedaron dormidos en seguida. Las horas pasaron lentamente y no extrañaron el lecho. A la mañana siguiente los despertó un calor un tanto insoportable.

  • Bueno, lo primero que haremos será ir a desayunar al restaurante, luego a la playa con urgencia, ¿eh? Dijo Luis, secundado por Yoli.

  • De acuerdo. Contestaron Víctor y Conchi.

En el restaurante comieron tostadas con aceite y sal, y bebieron zumo y café. Volvieron a la tienda y se cambiaron de ropa. Yoli, empeñada en lucirse, se fue a la playa igual que el día anterior. Conchi se puso otra vez el mismo bikini y ellos unos bañadores bermudas. Al llegar a la playa, observaron que aún no había mucha gente por allí. Víctor se preguntaba por qué habría tan poca gente en ese camping. Extendieron unas esterillas de playa y, juntos, tomaron asiento. Yoli se quitó inmediatamente su camiseta y descubrió sus pechos. Todos la miraron. Su marido ofreció una apetitosa sonrisa, como diciendo “estás para comerte”. Víctor no pudo evitar admirar lo que veía y Conchi, ella más recatada, se sintió invadida por un extraño sentimiento de celos. Pero ¿envidia de qué? ¿Acaso ella no tenía los pechos igual o mejor que su amiga?, o ¿es que quizá ella gozaba de un cuerpo vulgar? Razonó en su mente y valoró sus líneas satisfactoriamente. Se obsequió un notable.

Conchi observaba atentamente las miradas de su marido dirigidas hacia  aquellos pechos y comprobaba que Luis no daba importancia a la desnudez de su mujer. Yoli se levantó y caminó hacia el agua para mojarse los pies y Víctor contempló con admiración ese culo que ella dejaba ver enteramente. Conchi se mostró disconforme con la actitud de su marido, y con una mirada se lo reprochó. Luis andaba de un lado para otro recogiendo conchas del suelo. Su mujer se mojó pies y brazos y volvió a sentarse para tomar el sol. Víctor la observó como caminaba hacia ellos y descubrió una línea negra bajo su tanga. Conchi se levantó al ver la actitud de su marido y se alejó a dar un paseo. El la siguió.

  • ¿Pero que te pasa? ¿Dónde vas? Dijo Víctor.

  • A dar un paseo, para que así la puedas contemplar más a gusto. Dijo ella.

  • ¿Contemplar?, ¡Claro que la contemplo! ¿Pero tú has visto cómo ha venido a la playa? ¿No me negarás que es normal que la mire? Pero nada más cielo. La miro y punto, o ¿Tú crees que si estuvieras en sus circunstancias Luis no te miraría? Vamos, no te enfades que hoy es nuestro segundo día aquí. ¿Y qué van a pensar ellos?, igual hasta les amargamos las vacaciones. Por eso no quería venir.

El siguió razonando con ella todo lo que pudo, se armó de paciencia para evitar que se molestara más. Por fin parecía que las cosas volvían a su cauce y de nuevo se dirigieron a sentarse al lado de Yoli. Conchi, llevaba cara de maquinación, su marido, Víctor, pensaba en lo que le podría  estar rondando por la cabeza.

  • ¡Ah, ya estáis aquí! ¿Dónde ibais? Preguntó Yoli.

  • Pues nada, a andar un poco para allá y otro poco para acá. Dijo Víctor restando importancia a la pregunta.

  • Oye Yoli, ¿Se está bien con las tetas al aire?, preguntó Conchi.

  • ¿Por que no lo compruebas por ti misma?. Es una maravilla, y en el agua más. Te acaricia, te envuelve. No sé, ¿No sé si voy a poder aguantarme y  no me bañaré desnuda completamente?-Dijo Yoli-. Aunque claro, tendré que dejarlo para la otra playa.

  • ¿Qué otra playa? Preguntó Víctor.

  • La playa nudista a la que queremos ir. Dijo ella.

  • ¡Ah! No sabía nada. Se extrañó Víctor.

Conchi miró a su marido y con un gesto de desafío tiró de su camiseta sacándola por su cabeza. Se la lanzó a las manos. Acto seguido desabrochó el sujetador del bikini y se lo sacó por los brazos. Sus enormes tetas palidecieron la mirada de su marido. Sus pezones rebosaron libertad y apuntaron al frente con hidalguía. Víctor parecía que iba a enfermar. Le cambió el color de cara. Conchi tomó la prenda y la guardó en su bolso de playa.

  • ¿Qué Víctor, te gusta lo que ves? Preguntó Conchi.

  • Claro,  ¿Por qué no me iba a gustar? Respondió él secamente.

  • ¡Vaya, Conchi!,- Exclamó Yoli-. Lo ves, así estás mejor. Evitaremos las marcas del sol.

  • Sí. He decidido liberarme yo también. Así mi marido tendrá otro sitio más donde mirar. Dijo ella.

Luis, al presenciar la escena de lejos, acudió presto para divisar aquellas protuberancias en primera fila.

  • ¡Anda, mira Conchi! Va a tomar el sol en top lees. Dijo nada más llegar.

  • Si, he decidido que no va ser tu mujer la única que se luzca. Respondió ella.

  • Me parece estupendo-Y mirando a Víctor añadió-, ¡Vaya par que lleva tu mujer!, ¿Qué bien te lo pasarás con ellas…. eh “jodio”?

  • Pues imbécil, se lo pasará tan bien como tú te lo pasas con las mías ¡Vamos digo yo! Razonó Yoli.

  • Venga Víctor, ¿Qué haces con esos meloncitos en casa?. Continuó Luis con la broma.

  • Si yo te contará las guarradas que quiere que le haga con ellas. Dijo Conchi sonriendo de buen agrado, y ya más distendida, al escuchar los elogios de su amigo.

Aquella conversación no era del ánimo de Víctor, y lo dejó ver bien a las claras, su cara era un poema. El color cetrino le invadió. No sólo se veían las tetas de su mujer, si no que además eran objeto de lujuriosas imaginaciones por parte de Luis. Miró a Yoli que seguía tumbada al sol, esta vez de espaldas, y su mirada se detuvo donde se juntan las piernas por detrás. Llevaba las gafas de sol puestas, pero aún así, pudo observar algo del vello púbico que se le escapaba por la cinta del tanga. Se imaginaba aquel coño, o trataba de imaginárselo. Se rió de la travesura de llevar las gafas de sol, pues pensó que nadie podría ver dónde miraba.

  • ¿Bueno y si nos damos una baño….qué? Preguntó Luis.

  • Bien, muy bien-Respondió Conchi-, vamos Yoli, deja ya el sol y vamos al agua.

Ella se levantó de mala gana y los acompañó a la orilla del mar. Insistieron e insistieron, pero Víctor no los acompañó. Decidió no bañarse. Quedó de pies observando las cuatro tetas y los dos culos meneándose con gracia. Especialmente el de Yoli. Era el más descubierto. Tan descubierto que la cinta se perdía entre sus glúteos.

Entraron en el agua sin reparos y se salpicaron entre ellos. Víctor les seguía con la mirada mientras fumaba apasionadamente. Se acercaban unos a otros y Luis tomaba a Yoli en sus hombros y la dejaba caer hacia atrás. Conchi reía. Se lo estaban pasando bien. Víctor seguía a lo suyo, no quitaba ojo al grupo y seguía fumando. Ellos igualmente seguían con su diversión.

  • Conchi, ven, ahora te toca a ti. Súbete en mis hombros y te lanzo al agua. Dijo Luis.

  • Si Conchi, veras que divertido es. Insistió Yoli animándola a que probara.

Ella se acercó a los dos y, ayudada por Yoli, se encaramó encima de Luis, que ni corto ni perezoso, en vez de cogerla por las piernas, la agarró por el culo, yéndose su mano más hacia el interior de su entrepierna. Conchi resbaló y cayó, y sus pechos se estrellaron en la espalda de él. Volvieron a insistir y, esta vez si, logró subir a sus hombros. El permaneció con ella unos segundos en esa postura, luego, tomando impulso, la soltó hacia atrás. Lo repitieron varias veces más y el sobeteo de tetas cada vez era mayor.  Fue más exhaustivo, cuando una de las veces, Conchi cayó y dijo que se había hecho daño en un pezón, rápidamente Yoli y Luis acudieron a interesarse por su dolencia. Ella, sujetándose el pecho con una mano, miraba y remiraba la posible herida, roce o quemazón. Yoli también miraba, pero Luis fue más lanzado y agarró con dos dedos el pezón de Conchi y lo examinó a fondo, diciendo que no era nada, que no había herida, que probablemente hubiera sido el golpe del agua que lo habría irritado.

Víctor, en la orilla, se imaginaba otra cosa. No intervino en la escena. Pero sacó sus propias conclusiones. Cuando regresaron del baño les recibió con un gesto duro en su rostro y en tono sarcástico preguntó:

  • ¡Qué, Conchi! ¿Ya le has explicado bien a Luis que tus tetas no son de silicona?

  • ¿Qué quieres decir? Preguntó ella.

  • Lo que tu bien sabes. Supongo que al tacto no te habrán parecido de silicona. Dijo dirigiéndose a Luis.

  • ¡Vámos Víctor!-Intervino Yoli restando importancia-, ella se ha hecho daño al caer y nos hemos interesado por ver si se había hecho alguna herida, eso es todo.

  • ¿Herida?, entre las piernas tiene una herida. A lo mejor, hasta la ha sangrado de gusto. Replicó Víctor perdiendo los papeles y visiblemente ofuscado.

  • ¡Oye Víctor, sólo queríamos saber si tenía alguna herida! Las heridas en el pezón son delicadas. Dijo Luis.

  • ¡Y en la punta de la polla también! Respondió Víctor muy groseramente.

  • Desde luego Víctor…. ¿No imaginaba que fueras así? Dijo Yoli visiblemente molesta.

  • ¿Así? ¿Cómo? Preguntó él.

  • Pues así de ordinario, gilipollas e imbécil. Respondió Yoli casi igual de malhumorada que su amigo.

  • ¡Ni soy ordinario, ni gilipollas ni imbécil! ¿Qué pensaría tú marido si yo te tocara una teta? Preguntó Víctor sin ánimo de obtener respuesta alguna.

  • Hazlo-Respondió él-. Igual se te queda pegada en las manos.

  • ¿Qué?, ¿Qué?, ¿Qué haga qué?. Preguntó Víctor.

  • Que la toques un pecho. Así estaremos en paz y te callarás. Porque creo que esto te va a durar y ya huele mal. No voy a negar que me guste el cuerpo de tu mujer, pero también me gusta el cuerpo de la mía, el de aquella señora, el de ese tío. ¿O es que a ti no te gusta el de Yoli?, porque-Añadió mirando a Conchi-, no veas como admira su culete y lo que no es su culete. Y ahora dejemos esta gilipollez. Lo importante es que Conchi no se ha hecho ninguna herida. Vámonos y tomamos unas cervezas en el restaurante. ¡Y aquí no ha pasado nada! ¡Estámos de vacaciones, coño! ¿No nos vamos a enfadar ahora, no? ¡Total no son más que tetas!

  • Mejor vamos nosotras al bar y compramos unos botes frescos y unas bolsas de patatas. Lo tomamos en la tienda. A la sombra. Así nos relajamos todos. Dijo Yoli tratando de evitar una posible continuación de la discusión en el bar.

Luis se acercó a Víctor y le echó el brazo por el hombro mientras caminaban. Ellas cogieron sus bolsas y se alejaron camino del restaurante.

  • No te enfades hombre. No es para tanto. Es verdad que he tocado su pecho, pero ha sido simplemente por preocupación. Tú hubieras hecho lo mismo con Yoli, ¿o no?

  • No, si no me enfado. Me molesta la actitud de Conchi, que al ver a tu mujer con las tetas descubiertas, ha decidido que ella también las enseñaba.

  • Pues claro amigo Víctor, es lo más natural. Lo bello tiene que exhibirse. Sómos jóvenes.

  • Claro. Yo también voy a exhibir mi polla. Según tú, lo bello tiene que exhibirse.

  • Y claro que la podrás exhibir. Vamos a ir a una playa nudista dentro de cuatro días.

  • ¿Y a qué vamos a ir a una playa de nudistas?

  • Pues a bañarnos desnudos, a tomar el sol desnudos, a comer desnudos y a poner todo el empeño del mundo en follarme a  mi mujer dentro del agua sin que nadie se extrañe ni preste atención a lo que hacemos. Es mi ilusión.

  • Pues nosotros no iremos. Y menos en estas circunstancias.

  • No vendrás tú, porque Conchi le ha dicho a Yoli que si va a venir.

  • ¡Ah si! Es la primera noticia que tengo. ¡Mira la recatada de Conchi!

  • Pues no será la última playa. Chaval, libérate de tu pudor y libera a tu mujer del suyo.

  • ¡Vaya con el desenfrenado! Me gustaría verte en mi situación.

  • Yo ya lo estuve hace tiempo. Pero Yoli, pese a que tenía 21 años, me hizo comprender. Me orientó y me hizo ver que el cuerpo se enseña, se da y se comparte, pero el amor no.

  • ¿Y tú compartes algo?

  • ¿Qué quieres decir?

  • Que si compartes tu cuerpo, el de ella, o el de otra.

  • Yo no soy dueño de su cuerpo, no me pertenece. Lo disfruto. Ella me disfruta y yo disfruto con mi cuerpo cuando puedo. Dijo Luis.

  • ¿Me estas insinuando que os ponéis los cuernos el uno al otro?

  • No te lo insinúo. Aprovechamos las situaciones. Eso es todo.

  • No pensaba que erais así. Dijo Víctor.

  • Así, ¿Cómo?

  • Tan liberales, tan libertinos, tan…

  • Si yo te contara Víctor. No me creerías, pero te puedo asegurar que…déjalo, que ya vienen con las cervezas. No digas nada de esta conversación. No quiero que Yoli también se enfade.

Ellas se acercaron a la tienda portando una gran bolsa llena de botes de cerveza. Llevaban ambas sus camisetas puestas. Al llegar a la tienda, se sentaron alrededor de la mesa y Conchi se quitó la suya. Ya se había puesto el sujetador del bikini. Yoli también se quitó su camiseta, pero sus pechos estaban sin cubrir. Miró alrededor para ver si había alguien, pero el camping, extrañamente, estaba muy vacío y ellos estaban muy apartados del resto de parcelas a la vez que cubiertos por una hermosa y frondosa arboleda.

  • ¿Qué, Conchi, como va el dolor? Preguntó Luis.

  • Va bien, mira.

Ella se levantó, se acercó a Luis y levantó la copa de su sujetador hasta dejar el pecho descubierto. Este lo miró con atención y dio su visto bueno.

  • Tal vez sería mejor que dejaras que lo diera el aire. Aunque no hay herida, quizá esté irritado. Dijo Luis.

  • Tienes razón. Por aquí no se ve gente. Así mi marido tendrá más diversión. No sólo mirará las tetas de Yoli. Me obsequiará con alguna mirada a mí también.

  • No empieces otra vez Conchi. Si quieres estar como Yoli no hace falta que justifiques nada. Dijo Víctor. Supongo que es normal.

  • Lo que pasa Víctor es que eres muy raro. Intervino Yoli.

  • ¿Raro yo? ¿Por qué?

  • Te molesta que Conchi enseñe sus pechos. Que se los vean los demás. Sin embargo tú no te tapas los ojos cuando alguien va semidesnudo por ahí. Estamos en la playa. Es natural que la gente se despoje de su pudor y enseñe lo que en Madrid no enseñamos. Deberías estar orgulloso de que Conchi muestre su cuerpo a los demás. Es guapa y está muy bien. Y eso te debería alegrar. Más, por estar contigo. Te podrías considerar afortunado de ir por ahí con una chica como ella. Dijo Yoli.

  • Si, eso es verdad. Nos envidiarán por estar con dos joyas como estas. Añadió Luis.

  • Muy bien. Nos envidian ¿Y qué? ¿Por eso hay que dejar que vayan desnudas por ahí?

  • Jajajajajaja…..rieron los tres a la vez.

Víctor se puso en pie dando un empujón a la silla. Tomó su tabaco y su mechero y los miró.

-¡Que os den por culo, gilipollas!

Echó a andar sin decir nada más.

  • Me parece que hemos conseguido cabrearle de verdad. Dijo Yoli.

  • Si eso parece. Replicó Luis.

  • Voy a ver que le pasa. Dijo Conchi.

  • No debes ir Conchi. Lo pagará contigo. Tal vez hemos sido demasiado groseros con él. No debimos reírnos así. Dijo Luis.

  • Ve tú Luis. Vete con él. Seguro que va  al restaurante a tomar algo. Dijo Yoli.

  • No. Es mejor que esté sólo. Contestó el.

Ellos pasaron la tarde con la lógica preocupación por Víctor. Su ausencia no les gustaba. Conchi sabía que Víctor actuaba así cuando se enfadaba. Restaba importancia al asunto y más teniendo en cuenta que el coche estaba allí.

Llegó la noche. Víctor volvió del bar después de estar ausente toda la tarde. Se había bebido hasta  a los camareros. Al menos, su cara así lo reflejaba. Pasó la tarde bebiendo más y más. Apenas comió. Su borrachera había ido en aumento. Y con ella, llegó aquella noche.

El grupo se mantenía sentado alrededor de la mesa. Hablaban de Víctor, de la playa, de las vacaciones, de la playa nudista a la que tenían previsto ir, de la desnudez de los cuerpos, de lo estúpido de la gente cuando se enfunda con el traje del pudor. Al verle llegar silenciaron sus voces. El se sentó en la silla libre y no dijo nada. Después de preguntarle que donde había estado y él contestar que en el restaurante, Yoli sacó de dentro de la tienda una botella de wisky y unos hielos.

  • ¡Pues Luis ha ido a comprar hielos al restaurante y no te ha visto por allí! Dijo Conchi.

  • Lógico. No he estado toda la tarde en el bar. Contestó el.

  • ¿Dónde has estado?-Preguntó Luis-. Nos tenías preocupados.

  • He estado dando una vuelta por ahí…viendo tetas. Dijo con cara de malicia.

  • Bueno, al menos has estado entretenido. Apuntó Luis en tono de broma para suavizar la situación.

  • ¿Qué, vais a preparar unos cubatas o me tengo que ir al bar otra vez? Preguntó Víctor.

  • ¡Eso está hecho amigo mío! Aunque tú no deberías beber más. Mañana estarás jodido. Dijo Luis.

  • ¡Me importa un huevo!

  • En ese caso…la botella es tuya-Dijo Luis acercando la botella hasta su amigo-. Pero no seré el responsable de tu resaca.

Víctor tomó la botella en la mano y se sirvió un trago generoso. Al echar los hielos el líquido llegó casi hasta el borde del vidrio.

  • ¿Dónde te vas a echar la coca-cola? Preguntó su mujer.

  • ¡En los huevos! ¡Me la voy a echar en los huevos!

  • ¡Joder Víctor! Si estás jodido, acuéstate y tengamos la fiesta en paz. Dijo Luis.

  • No me pienso acostar. Voy a estar toda la noche mirando las estrellas.

  • ¡Tú estás gilipollas! Exclamó Conchi.

No se dio cuenta ni siquiera cuando Yoli salió de la tienda completamente desnuda y se dirigió al coche a coger unas bragas limpias.

  • ! Coño Yoli, que bien te queda ese pijama. Es color carne y todo.

  • ¡No ves gilipollas que está desnuda! Dijo su mujer.

  • ! Es un pijama hecho con carneeee…….!. Respondió Víctor arrastrando la última “e”.

Conchi al oír semejante disparate se excusó y se fue a la colchoneta a dormir. El quedó apurando un Wisky al lado de Luis que le decía que no bebiera más, que se fuera a dormir, que mañana estaría hecho unos zorros, pero él insistía en que la última copa sería la suya. Luis se levantó y entró en la tienda dejándole sólo a él en la calle. Víctor fumaba y miraba las estrellas, hablaba sólo, palabras que no se podían ni entender. Luis, al entrar en la tienda, encontró a su mujer en su colchoneta, desnuda completamente, se quitó el bañador y se deslizó entre las sabanas. Observó a Conchi que les daba la espalda, se preguntó si también ella estaría desnuda, parecía dormida. Separó las piernas de su mujer y toco su coño, cosa que ella agradeció con entusiasmo, pues en seguida se dispuso a tocar sus genitales. Ella se giró hacia él y le acarició la polla mientras esta crecía. El rodó por encima de su mujer y quedó a una distancia prudencial del cuerpo de Conchi. Le interrumpió el tropezón de Víctor al entrar en la tienda, que borracho como una cuba, se dejó caer al lado de Conchi. Ella abrió los ojos y en la oscuridad pudo ver a su marido girarse hacia las lonas y dormir inmediatamente. Luis siguió a lo suyo. Apuntó su cipote a la entrada del coño de su mujer y se lo clavó lentamente hasta el fondo sin hacer ruidos.

Rodó una vez más por encima de Yoli y ahora quedó de espaldas a la lona de un lateral de la tienda. Yoli estaba siendo penetrada de frente por su marido. Conchi giró su cuerpo para separarse más de su marido, que roncaba, y quedó mirando a la pareja. Yoli ya follaba sin cubrirse por la sábana. Luis levantó la vista y en la penumbra pudo observar que ella estaba con los ojos abiertos y les miraba. También se dio cuenta de inmediato que sus tetas estaban descubiertas. El claro de luna dejaba la luz perfecta para ver, intuir, percibir.  Yoli no emitía ningún ruido, se dejaba follar y disfrutaba. Luis parecía que no sentía nada, tampoco hacía ruido, y aunque lo hubiera hecho, Víctor no los hubiera oído. Algún jadeo que otro aumentaba los decibelios del roce de sus cuerpos.

Luis abrazaba el cuerpo de su mujer por la espalda mientras movía sus caderas. En una ocasión se aseguró que Conchi estaba mirando y le hizo señas con el dedo puesto en la boca de que callara. Esta asintió. Pero lo que en realidad quería Luis, era que ella callara, cuando él se abalanzó con una mano a sus tetas. Conchi dio un respingo hacia atrás, pero él tiró de la sábana y la descubrió más. Al hacerlo, pudo observar cómo ella estaba tan desnuda como su mujer. No se lo pensó dos veces, y mientras follaba a su mujer, con una mano trató en vano de alcanzar el coño de Conchi. Ella no se lo permitió. A él le excitaba aquella escena y terminó por dar un empujón con furia mientras se corría. Su mujer no lo hizo. Conchi seguía con atención la película que veía. El se derrumbó del placer y se tumbo boca arriba, su mujer le echó el brazo por encima del pecho y en seguida quedaron dormidos los dos. Conchi, alterada como estaba, se dijo que ella quería algo más. Metió la mano entre el pantalón de su marido y tocó un trozo de carne muerto, flácido, pequeño, pero aún así le sirvió de estímulo para hacerse una paja, paja que la llevó al orgasmo. Suspiró levemente y pudo ver como al abrir los ojos, Luis estaba ligeramente inclinado observando lo que ella había estado haciendo.

A la mañana siguiente, dentro de la tienda reinaba el caos. Yoli yacía desnuda completamente, Conchi igualmente, Luis estaba con un empalme del quince, las sábanas, estaban todas en la colchoneta de Luis y Yoli y él, nuestro querido Víctor, abrió los ojos y se dijo que estaba soñando. Palpo el coño de su mujer para creerse lo que veía, esta abrió los ojos de inmediato. Sobraban las palabras, el salió de la tienda disparado como un cohete. Se fue al coche, entró en el y bajó la ventanilla. Conchi salió de la tienda cubierta con una sábana y trató de detenerlo, pero él arrancó el vehículo, y diciéndole que ya volvería, se alejó a toda prisa.

Los otros salieron de la tienda al oír el ruido de los portazos del coche y vieron a Conchi llorando. Esta les explicó que Víctor había despertado y los vio a ellos en el estado en que se encontraban, y que no sabía que demonios se habría imaginado. Luis se vistió. Tomó el coche y se fue a buscarle. No le encontró. Regresó al camping al cabo de dos horas y esperaron durante todo el día el regreso de Víctor. Llegó la noche y siguieron esperando. Decidieron acostarse y dar más tiempo para que regresara, si no lo hacía durante la noche avisarían a la guardia civil.

El se presentó a las 4 de la madrugada, sereno y muy tranquilo. Les avisó de su llegada y se sentó en una silla alrededor de la mesa. Al fresco. Ellos salieron de la tienda y descubrieron a un Víctor extraño. Sostenía cuatro vasos en la mano y descorchaba una botella de Champán. Llenó los vasos de champán y les entregó uno a cada uno. Les propuso brindar por la liberación, ellos aceptaron sin saber muy bien a qué se refería Víctor, todos, excepto Luis, que sí lo intuía. Bebieron la botella de champán y se acostaron. Durmieron plácidamente por fin, pues el regreso de Víctor les alivió. A la mañana siguiente se despertaron al unísono, decidieron ir a las duchas, duchas que estaban muy cercanas de dónde ellos acampaban. Conchi entró en una ducha e invitó a su marido a que la acompañara, este negó con la excusa de que tenía que terminar su cigarrillo. Luis entró en otra ducha al lado de la de Conchi. Dejó dicho a Víctor que cuando viniera Yoli, que se había quedado retrasada, le indicara la ducha donde se encontraba él. Este asintió.

Yoli llegó nada más cerrar Luis su puerta. Víctor la tomó por el brazo y la introdujo en una ducha. Tapó su boca con la mano…

  • Y ahora querida Yoli, te vas a estar calladita, y me vas a escuchar con atención. En primer lugar sé lo que pasó anteanoche en la tienda pues no estaba dormido, ni borracho. Vi como tu marido del alma, el liberal, sobaba las tetas de mi mujer e incluso su coño, mientras te estaba follando. Tú no te darías cuenta, probablemente, pero él no tuvo bastante contigo, si no que se excitó con Conchi. Por lo tanto, tú y yo vamos a pagar con la misma moneda.

  • ¿Qué quieres decir? Respondió ella.

  • Quiero decir que te deshagas de tu braga que te voy a follar ahora mismo.

El tiró de su braga hacia el suelo y se la quitó. Ella, todo hay que decirlo, colaboró. La excitaban los deseos de Víctor de poseerla. Se dejó introducir el pene erguido de Víctor y recostada contra la pared de la ducha, fue suya.

Ante la tardanza de Yoli, Luis salió de la ducha y vio una puerta entreabierta. La empujó y descubrió a Conchi, espléndida como siempre, duchándose aún. Se excusó diciendo que buscaba a Yoli y cerró la puerta nuevamente. Oyó caer agua en otra ducha y empujó suavemente la puerta por si era la ducha de Víctor. Al abrir despacio pudo ver el culo de Víctor que se apretaba contra el coño de su mujer. Pensó intervenir, pero se dominó y no dijo nada. Volvió a la ducha de Conchi y la llamó, ella se lió la toalla al cuerpo y le siguió. Abrió la puerta para que ella viera lo que estaba ocurriendo allí dentro. Conchi no fue tan generosa como Luis y alzó su voz…

  • ¡Pero, pero...que estáis haciendo cabrones!

  • Nada que tú no hayas hecho con Luis. Dijo él.

  • Y tú, puta del infierno, ¿Cómo te atreves a semejante escena? Le dijo a Yoli.

  • Pues mira Conchi, hago más que tú. Mientras mi marido me follaba, creo que tus lindas tetas recibieron la visita de sus manos, es más, hasta creo que todavía debe tener algún pelo de tu coño entre las uñas.

Se quedaron quietos, silenciosos y no se atrevieron a decir nada. Los habían descubierto. El polvo de Víctor y Yoli quedó incompleto. No lo pudieron terminar. Uno a uno, por separado. y lentamente, se fueron yendo a la tienda. Pasaron el día sin hablar nada. Al llegar la noche y después de devorar unos bocadillos de calamares, que amablemente había comprado Víctor en la cafetería, este trajo una botella de Wisky JB y sirvió unas copas para todos. Bebieron en silencio y con el cigarrillo en la mano acompañaron el silencio que les invadía, hasta que Víctor interrumpió el mutismo para decir…

  • Yoli, tú y yo nos hemos quedado a medias esta mañana en la ducha. ¿Por qué no te vienes conmigo a la colchoneta y lo terminamos?

  • ¿Terminar el qué? Preguntó ella.

  • El polvo. Dijo el. ¿A ti no te importa, no Luis?

  • Ella es libre.

  • Y tú-Dijo Víctor dirigiéndose a su mujer-, deberías dejar de hacerte pajas.

Se silenció de nuevo, dio un trago y trató de ser breve en su alocución.

  • ¿No os apetece entrar en la tienda y dar rienda suelta a vuestro libertinaje? Yo estoy dispuesto. ¿Qué decís? Preguntó Víctor.

  • ¿Qué quieres decir? Preguntó Luis.

  • Que yo estoy dispuesto a que folles con mi mujer si la tuya lo hace conmigo. Respondió el.

  • ¡Ahora hace falta saber si yo estoy dispuesta! Exclamó Conchi.

  • ¿Acaso no quieres? Preguntó su marido. ¡Vámos, que decís!

  • Por mi no hay problema. Dijo Luis.

  • ¡Vámos Víctor! Acabemos lo de esta mañana. Dijo Yoli levantándose y tendiéndole la mano.

Sin más dilación entró de la mano de Yoli en la tienda. Se quedaron desnudos, se tumbaron en una colchoneta justo en el momento en que Conchi abrió la puerta de la tienda. Al verlos desnudos salió otra vez…

  • Oye, Luis. Estos van en serio. Van a follar. Le dijo.

  • Ya, ya me imagino. Yoli estará dispuesta y Víctor le ha echado un par de cojones al asunto, la verdad me ha sorprendido.

  • Entonces, ¿Qué hacemos, esperar a que lo hagan?

  • No. Entremos con ellos. Follemos nosotros también. ¿No quieres?

La tomó por la cintura y la empujó dentro de la tienda. Al entrar descubrió a su mujer encima de Víctor, cabalgando frenéticamente. Luis ya se había empalmado. Se giró hacia Conchi y metió su mano debajo de la camiseta y de su braga. Toco ese coño que deseaba. Ella ahora si se lo permitió. La tumbó en la otra colchoneta y la deshizo de sus ropas. El se desnudó cada vez más excitado. Se dio la vuelta y se tumbó encima de Conchi, que agradeció el calor de aquel pene. Ella  misma se lo introdujo y el comenzó a moverse con prisa. Tumbado entres las piernas de Conchi aún tuvo tiempo de besar a Yoli que cabalgaba con la polla de Víctor dentro de su cuerpo. Conchi miró a su marido sin decir nada. Sus cabezas se acercaron una a la otra y ellos también se besaron. La pareja dominada eran ellos. Los dominadores eran Yoli y Luis. Mantuvieron esa postura un buen rato mientras el placer les embargaba. Después vino el no va más.

Víctor se tumbó en la colchoneta con las piernas abiertas, Luis hizo lo propio en sentido opuesto a Víctor. Ambos cruzaron sus piernas por encima de sus muslos formando un rombo en el que destacaban sus penes duros. Yoli abrió sus piernas y se sentó encima de Víctor y Conchi hizo lo propio encima de Luis. Ellas quedaron frente por frente dando la espalda a los hombres. Sus pechos enfrentados se movieron con sincronía a la vez que iniciaban la ascensión y descenso sobre las vergas de ellos. Sin saber de quien partió la idea se sorprendieron besándose una a la otra a la vez que ahogaban el orgasmo que las invadía. Las corridas de Víctor y Luis fueron densas. Poco a poco se fueron recomponiendo y quedaron los cuatro tumbados perfectamente alineados sobre las colchonetas. Aquél polvo no lo olvidarían el resto de sus vidas.

Pasaron tres días más en el camping, pero aquello no fue lo mismo. Las folladas cambiadas de pareja iban y venían hasta el punto de perder la referencia de sus matrimonios.

Follaron todas las noches. Fueron a la playa nudista y Luis por fin folló dentro del agua. Conchi, desconocida Conchi, se entretuvo haciéndose una paja cubriendo su cintura con su toalla al ver el tamaño descomunal de un pene que paseaba por las cercanías una y otra vez.

La última noche de su estancia en el camping, se dieron a una orgía sin precedentes en ellos. Yoli fue penetrada por Luis y Víctor a la vez. Cada uno tapó un agujero de ella mientras Conchi besaba su boca ávidamente. Después fue Conchi quien recibió semejante obsequio.

Al llegar a Madrid, un vecino de Conchi saludó a los cuatro al verlos llegar.....

  • ¡Vaya, ya estáis de vuelta! ¿Corto eh?

  • Si, muy corto. Dijo Víctor.

  • No venís muy morenos que digamos, ¿Os ha hecho mal tiempo?

  • No que va. Es que no hemos salido de la tienda del camping para nada. Dijo Conchi.

Y dejando al vecino con tres palmos de narices y una cara de interrogante, subieron escaleras arriba hasta el piso de Víctor y Conchi, para despedirse como Dios manda y sus genitales exigían.

Coronelwinston