El roce hace el cariño.

Me fuí a vivir a casa de mis tíos,y no pude disfrutar más.

Cuando fui a vivir a casa de mis tíos era toda una adolescente, y era la chica más asustadiza y nerviosa del mundo.

Mi tío me recibió con gran alegría, me abrazó y me besó como a una hija, era el hermano mayor de mi madre, y siempre me quiso como a una hija. Sin embargo tanta efusividad no le gustó nada a mi tía, que nos miraba altiva desde una distancia prudencial. Cuando mi tío acabó con sus carantoñas, vino mi prima a darme la bienvenida, lo hizo con mucha más frialdad pero al menos fue cortés, y por último fue mi tía la que poniéndome una mano en el hombro me dijo un escueto ¨"espero que nos llevemos bien".

Aquel día fue la última vez que ví a mi tío... por lo que parece se fugó con una rica heredera que además le daba todo lo que le faltaba en casa.

Como es normal mi tía montó en cólera, si antes era seria, su caracter se agrió aun más, ella no podía tolerar aquella afrenta, así que, con la ayuda de su familia que estaba llena de militarres inventó una historia totalmente creible, en la que decía que su marido había desaparecido en un viaje de negocios y desde la embajada española en Brasil le habían dicho que probablemente estuviera muerto, incluso consiguió un documento, que aunque falso, así lo testimoniaba, y como colofón al invento se celebró una misa de difuntos a la que acudió lo más selecto de aquella pequeña capital de provincias, corrían los años 70 del pasado siglo, y  las apariencias en aquella ciudad lo eran todo.

Cuando volvimos de misa mi tía nos convocó a su hija y a mi en el salón , en realidad el mensaje que tenía era solo para mí, pero quería que su hija estuviera presente tambien, ella era así de ceremoniosa.

-Mira Consuelo, todos sentimos mucho lo que les pasó a tus padres, pero ahora las circunstancias han cambiado, no te voy a echar de mi casa para que la gente no piense que te echo como a un perro, quiero que piensen que respeto a mi difunto marido, pero nosotras sabemos que ese malnacido es un sinvergüenza, así que a partir de ahora mismo, si quieres techo y comida te la tendrás que ganar, entendido?

Yo no me podía creer lo que estaba oyendo, mi tía se había quitado la careta, ya no disimulaba, y su poca simpatía por mí se hizo aún más patente, me quedé tan en shock que no se el tiempo que pasó hasta que me volvió a decir.

-¿Entendido Consuelo?

-Si tía

-Sí Señora, a partir de ahora te dirigirás a mi como Señora, y a tu prima como Señorita.

-Si Señora.

Mi prima Alejandra estaba si cabe aún más sorprendida que yo, se quedó literalmente con la boca abierta, y no se le cerraba, estaba realmente preciosa.

-Pues ya puedes ir empezando a preparar la cena,  te ocuparás de limpiar y de cocinar, aunque para comer lo harás con nosotras, que al fin y al cabo somos buenas cristianas.

-Si Señora.

-Pues venga, espábila, hay mucho que hacer.

Me levanté como un resorte, y me dirigí hacia la cocina, una vez allí no supe que hacer, realmente si que sabía cocinar, ayudaba a mi madre en mi casa, y el par de semanas que llevaba viviendo en casa de mi tía, también las ayudaba, pero la primera duda que me asaltó fue, qué hacer para cenar.

Así que me volví al salón para preguntarle a mi tía, entonces ví que estaba abroncando a mi prima, ésta cuando me vió se fue corriendo a su habitación y ya no la volví a ver hasta la cena.

A mi tía Amparo se le daba muy bien mandar, así que no sólo me ordenó qué cocinar aquella noche, sino que lo hacía a diario con las comidas. Yo era la encanrgada de comprar, pero a veces me acompañaba ella, cuando ibamos por la calle me llevaba agarrada del brazo en una actitud maternal que hubiera engañado al más pintado, me enseñó a comprar lo que le gustaba, y me presentó a los tenderos de su confianza, todo dentro de una exquisita cordialidad, no exenta de cariño, todo ese cariño desaparecía en cuanto entrabamos a la casa, entonces ella se iba al sofá, mientras yo iba a  por sus zapatillas, le quitaba sus zapatos, y le calzaba sus cómodas zapatillas, esta costumbre también la tenía mi prima Aliejandra, pero a ella no le tenía que quitar los zapatos y después volverla a calzar, pese a que su madre le había insinuado alguna vez lo cómodo que era que te lo hicieran.

Un día cuando acabé de servir la sopa, me senté en mi sitio de la mesa como siempre, mi tía la presidía, mi prima se senataba a su derecha y yo a su izquierda, y cuando no llevaba ni tres cuchardas, un calambrazo de placer y de sorpresa me recorrió el cuerpo, sentí entre mis piernas unas caricias de lo que rápidamente identifiqué como una zapatilla, no duró más de dos segundos, pero me quedé petrificada, no podía levantar mi mirada de aquella sopa, que por cierto me había salido riquísima, no habían pasado más de 15 segundos cuando otra vez sentí que un pie hurgaba entre mis muslos, con todo el disimulo y la vergüenza del mundo miré hacia arriba, y vi como mi prima con toda la tranquilidad del mundo me miró e incluso me sonreía, mi tía estaba enfrascada en su plato inmutable.

De segundo, teniamos carne empanada, y ahí vino la tercera andanada, esta vez fue más larga, la zapatilla se regodeó entre mis piernas, lo mismo me pisaba el muslo con la suela, que  me acariciaba con el empeine, me avergoncé cuando me descubrí yo misma abriendo las piernas como una furcia, tenía la boca seca, y me atreví a cerrar un poco las piernas, para buscar el roce placentero, tanto mi prima como yo nos removiamos en nuestro asiento.

Mi tía llegó a decir:

-Se puede saber que es esta tontería?

Yo me puse roja como la grana, pero mi prima como si nada estuviera pasando, contestó a su madre diciendole que que iba a pasar, que aquello tampoco era un funeral...Miré otra vez de forma tímida a mi prima que me devolvió otra sonrisa cómplice, Diosssssssssssssss era preciosa, tenía el pelo largo ondulado castaño claro, ojos marrones, y todo en ella era equilibrío y armonía, por eso me fascinaba tanto esa osadía que se permitía conmigo, me estaba enamorando de ella hasta las trancas.

Aquello se repetía esporádicamente sin ninguna regularidad, sólo mi prima decidía el ritmo, yo me ponía tan atacada que a menudo vomitaba después de la comida o la cena, porque aquella situación me sobrepasaba, mi exitación era extrema, pero el miedo que tenía a que mi tía nos pillara era tremendo.

En ese tiempo era muy mojigata para el sexo, y pese a que lo pensaba cada vez que  me acostaba no me masturbaba, bueno, en realidad un poco si que lo hacía, pero no llegaba a correrme, pensaba que hacerlo pensando en  mi prima era pecado mortal, así de tontas eramos entonces, y el miedo que me daba mi tía era pavoroso, su sola amenaza de ponerme el culo como un tomate, me daba pánico, y eso que en casa estaba más que acostumbrada.

Mi tía tenía la mano larga, no sólo conmigo, tambien con su hija, recuerdo el día que trajo las notas del Instituto, después de una bronca monumental de la que fui testigo involuntaria, ya que estaba dándole unas friegas en los pies a mi "querida" tía, oí como le dijo a su hija.

-Vete a mi habitación, ya sabes como me tienes que esperar.

-Pero mamá por Dios!!!

-Ya lo has oído, y tú , ponme las zapatillas.

Mi pobre prima salió muerta de miedo y sobre todo de vergüenza hacia la habitación de su madre, donde supe que recibía todos los castigos físicos que le imponía mi tía.

Sentí una rabia tremenda mezclada con impotencia cuando vi a mi tía muy displicente encaminarse hacia su habitación para castigar a mi amor, estuve a punto de saltarle a la yugular, pero aquello hubiera supuesto mi salida de aquella casa, y el alejamiento de mi amada, y aquello no me lo podía permitir.

Desde el pasillo pude escuhar claramente el sonido de los azotes, como dije antes yo estaba más que acostumbrada a recibirlos en casa, caían de forma regular, constante, eran duros, sonaban sordos y compactos, y cada vez más se oían los gemidos de la pobre Alejandra,que se iban convirtiendo en quejidos lastimeros, fueron al menos diez minutos de duro castigo, después otra pequeña bronca, y yo ya me fuí al salón donde estaba con la plancha a medias, desde allí pude oir a mi prima como se fue corriendo para su cuarto y poco después llegó mi tía, cuando estaba junto a mi, apoyando una mano en la mesa de la tabla de la plancha , levantó su pierna derecha, y ayudandose de su dedo índice se calzó bien su zapatilla, la traía con el talón pisado, por si había alguna duda, ya sabía con lo que le había dado la azotaina a mi prima, no se porqué, pero me estremecí con aquella visión, era como si que quisiera decir a mi, acabo de dare a mi hija una azotaina con la zapatilla, así que no te pongas tonta que tú eres la siguiente.

Aquella tarde tenía que consolar a mi querida prima como fuera, así que me las arreglé para ir a su cuarto y allí me atreví a preguntarle como estaba.

-Estoy bien.

-Lo siento de veras, no he podido evitar oirlo.

-Vale vale, te diré para tu información que estoy acostumbrada a la zapatilla de mi madre desde muy niña, a tí todavía no te ha pegado?

-Eh no no, a mi no.

-Pues no tardará... has probado antes alguna vez la zapatilla?

-Uy si , mi madre se la quitaba bastante a menudo, en eso somos iguales.

-Pues me alegro porque es más facil si estás acostumbrada.

En aquel momento me llamó mi tía para decirme lo que ibamos a cenar, y tuve que cortar aquella conversación con mi amada, ella era un poco fría conmigo, pero siempre amable, quizá era timidez, tendría que abordarla con otra perspectiva, tenía que decirle que me encantaba aquello que me hacía por debajo de la mesa.

Justo al día siguiente de aquello, en la comida empecé a sentir aquel maravilloso pie haciendo diabluras bajo mi falda, ese día yo estaba más excitada que nunca, así que abrí mis piernas, y eché mi cuerpo hacía delante, quería que aquella zapatilla me follara mi coñito habriento, tan caliente estaba que me atreví a meter mi mano derecha por debajo del mantel y pude acariciar aquella diabólica y a la vez angelical zapatilla, con mis dedos podía tocar la suela, el empeine, e incluso el pie, la media en este caso que llevaba mi amada. De pronto sentí como una patadita, y cómo la puntera de aquella maravillosa zapatilla de casa se me clavaba en el coño, fue como un latigazo de placer, fue la primera vez en mi vida que me corrí, a la vez que notaba como mis bargas se empapaban pude notar como el pie que me invadía iniciaba su retirada pasando por mis muslos rozandome la cara interna de las rodillas, yo lo quise atrapar pero no pude se me escurrió entre mis piernas.

Me quedé derrengada , pero feliz, me corrí como una perra, tuve que ir al baño a limpiarme un poco la entrepierna,  incluso le perdí el miedo a mi tía, estaba dispuesta a todo, estaba en las nubes, volaba.

Cuando estaba quitando la mesa, vi que mi tía se fue a su habitación, y oí el taconeo de sus zapatos, eso significaba que iba a salir, en aquel momento casi me da algo, me puse histérica, tendría la oportunidad de ir a la habitación de mi prima donde estaba estudiando y decirle lo que sentía por ello, lo mucho que disfrutaba con nuestro juegos bajo el mantel, y sobre todo lo que la amaba.

-Consuelo voy a casa de doña Engracia, hoy tomaré café en su casa, así que no hagas.

-Si Señora.

-Cuando acabes de fregar, ponte a ordenar la galería, que aquello está hecho un desastre.

-Si Señora.

Y sin más se fue, yo me sequé las manos, y con el corazón a 300 por hora me fuí a la habitación de mi prima, tras tocar la puerta y obtener su permiso , entré y la ví sentada sobre la gran alfombra que tenía junto a su cama leyendo un libro.

-¿Puedo pasar?

-Claro, sientaté aquí conmigo, mi madre ha salido verdad?

-Si señorita.

-Cuando estemos solas no me tienes que llamar señorita, ya te lo dije.

-Ay lo siento, siempre se me olvida, y siempre me confundo.

-Bueno, que querías?

Estaba preciosa, llevaba aún el unifome escolar del que se sólo se cambiaba los zapatos por las zapatillas al  llegar a casa, esas zapatillas que tanto placer me estaban dando, eran rojas, de felpa, con una suela de goma amarilla que debía hacer el culo picadillo si azotabas con ella, pero que a mi por el contrario me daban todo el placer del mundo, por cierto las de mi tía eran iguales, solo que eran burdeos, más elegantes, aunque igual de dolorosas cuando de azotar se trataba, como había tenido la oportunidad de comprobar mi prima hacía poquitos días.

-Prima, quiero decirte que... que me gustan mucho tus zapatillas._ Me daba tanta vergüenza decirle mis sentimientos hacia ella, y aún más lo que hacíamos bajo la mesa, que se me ocurrió este eufemismo  para ver lo que me decía ella.

-Verdad que sí, son muy cómodas, y superabrigadas, por cierto me pareció fatal que mi madre no te comprara a tí el mismo tipo de zapatillas, esas de cuadros no es que estén mal, pero es el hecho de distinguir.

-Soy la criada prima, y tu madre me lo hace saber.

-Ya verás como con el tiempo la situación se irá normalizando, y ...

Mi prima empezó a hablar como si nada hubiera ocurrido hasta que oimos la puerta de la casa, mi tía había llegado, me levanté como un resorte, aún no había terminado de fregar y colocar la cocina, y por supuesto no había empezado a ordenar la galería, por lo que disculpándome dejé a mi prima, iba cabreada por no haber podido aboradar el tema, y asustada por haber desobedecido a mi tía, era la primera vez que lo hacía.

-¿Se puede saber que estás haciendo que todavía tienes la cocina manga por hombro?

-Lo siento Señora, estaba hablando con la Señorita, inmediatamente termino con la cocina y enseguida me pongo con la galería.

-Y se puede saber de que hablabas con la Señorita que no has podido esperar ni a terminar de fregar?

-Era una tontería , lo siento mucho Señora.

-Hummm , ¿lo sientes?, traeme mis zapatillas anda!

-Si Señora.

Salí disparada como un rayo para el cuarto de mi Señora, cogí sus zapatillas que estaban junto a la cama, y me dispuse a ir a calzarselas como tanto le gustaba, pero debo admitir que esta vez tenía miedo, por si me pegaba con ellas.

Cuando llegué al salón, mi tía ya estaba sentada en el sofá ojeando una revista, y cuando me hube arrodillado para decalzarla y calzarla, me dijo.

-Pon la televisión.

-Si Señora

Tras ponerla, me arrodillé otra vez ante ella, y me dispuse a hacer mi trabajo, le descalcé el pie izquierdo y le calcé su correspondiente zapatilla, le descalcé el zapato derecho, y cuando iba a calzarle la zapatilla me dijo.

-Dámela

El terror se apoderó de mí, me puse roja como la grana, y casi temblando se la tendí en su mano, tengo que confesar que además del miedo sentí algo parecido al deseo, la perspectiva de ser azotada, no me parecía tan grave, era algo dificil de explicar, el caso es que agarró la zapatilla con su mano derecha, y empezó a darse golpecitos en su mano izquierda y me dijo.

-Mira Consuelo, la próxima vez que me desobedezcas, cojo esta zapatilla y te la rompo el culo, estamos?

-Si si Señora, no volverá a suceder.

Entonces la arrojó al suelo, y yo supe que tenía que calzarsela, y extrañamente me sentí un poco frustrada porque no me iba a pegar, me estaba volviendo loca.

Esa tarde noche, mi prima recibió una llamada de su mejor amiga, era su cumpleaños y unas cuantas amigas iban a pasar juntas el sábado por la tarde, incluso quería que se quedase  a dormir en casa de ella, y oí como le pedía permiso a mi tía, que le dijo que podría ir al cumpleaños, pero de quedarse a dormir nada, pero una llamada del padre de la otra muchacha, convenció a mi tía, mi prima estaba más que contenta, no se podía creer que su madre le permitiera aquella salida, yo sin embargo estab, triste, furiosa, y también celosa, sabía que no tenía ningún derecho, pero eso me daba igual, aquella noche lloré como una tonta sobre mi almohada.

La de aquel sábado prometía ser una comida sosa, y triste. Mi prima no estaba, así que sólo puse la mesa para nosotras dos, mi tía me hizo alguna pregunta sin importancia, que yo contesté de mala gana, después el silencio volvió a reinar en aquella mesa.

Lo que pasó a continuación fue algo que no podría olvidar ni un millón de años . Fue tal el latigazo que me dió el corazón que aún no se como no me dió un ataque cardiaco. Tampoco olvidaré nunca que estaba comiendo cocido, y mientras removía los garbanzos en el plato, sentí entre mis piernas una caricia, que provocó en mi una descarga brutal, me estremecí de arriba abajo pero literalmente, no me entraba el aire en el cuerpo, ni por la boca, ni por la nariz, creo que me quedé más blanca que la pared, era como si la sangre hubiera huído de mi cuerpo. Fui tan tonta que lo único que se me ocurrió fue mirar a la vacía silla de mi prima.

-No está, no mires que no está !!!

  • ...

-¿No dices nada?

  • ...

-Hoy no abres la piernas?

Aquella diabólica zapatilla seguía hurgando bajo mi falda entre mis muslos. No podía ser, como había podido ser tan tonta?, como no dí cuenta antes?. Ahora empezaban a cuadrar algunas cosas, cuando ibamos a comprar juntas, mi tía me magreaba mis pechos de una forma que yo pensaba que era cariñosa, pero era absolutamente excitante visto ahora, también me cuadraba la candidez de mi prima, en realidad pese a ser de la misma edad, era aun más infantil que yo.

-No... no sé que decir Señora.

-Te gusta, verdad?

Asentí con la cabeza, no me salían las palabras del cuerpo todavía, solo abrí más las piernas, y entonces mi tía sin ningún disimulo me metió su zapatilla hasta las bragas, incluso mi culo quedó por encima de su zapatilla e inconscientemente empecé a masturbarme contra su pie.

-Quiero oir de tus labios que te gusta Consuelo. Me dijo conla voz llena de temblor.

-Me gusta mucho Señora, mucho

Me llevó una mano a mi boca, y yo se la besé como si fuera una perrita, me metió los dedos dentro y se los chupé, mientras seguia con su movimiento diabólico con su zapatilla hasta que me hizo estallar, tuve que gritar, pero el grito quedó ahogado porque tenía cuatro de sus dedos en mi boca, era la segunda vez que me corría en aquella silla, y era la persona más feliz del mundo.

Cuando ambas recuperamos un poco la compostura, mi tía se levantó, se puso detrás de mi, me acarició los hombros, y me besó en la mejilla de una forma tan sensual, que casi me corro otra vez, entonces me cogió de la mano, y me llevó hacia el sofa, allí se sentó, y sin soltarme la mano, me sentó encima suya, sobre su regazo, me abrazó por la cintura y me dijo.

-Este será nuestro secreto, entendido?

-Si Señora.

-Nunca sospechaste que era yo?

-Nunca Señora, he sido tan tonta.

-Arrodillate

Me tiré a la alfombra como una posesa

-Quiero que limpies mi zapatilla de tus jugos.

-Si Señora. Como una posesa me puse a limpiar con mi boca la puntera de aquella zapatilla burdeos tan elegante, empecé besánsola y acabé chupándola

-Dime una cosa Consuelo, el otro día pensabas que te iba a pegar con la zapatilla verdad?

-Si señora.

  • Te hubiera gustado?

-Mucho Señora

-Dámela

Se la dí, y cuando la tenía se dió unos golpecitos en su muslo, yo ya sabía lo que tenía que hacer, me tendí sobre su regazo, y noté como me subía la falda, me dió una paliza como nunca nadie me había dado, fue dura, y sensual a la vez, me volví a correr al son de aquellos zapatillazos, entonces me sentó de nuevo en su regazo, y me besó, fue la primera de los millones de veces que lo hicimos después , con aquel besó tomó posesión de mí, me hizo suya, fue lo más erótico que he había pasado nunca.

Tras el beso, nos levantamos del sofá, me cogió de la mano y me llevó a su habitación, llevaba una zapatilla en chancla, como aquella tarde que pegó a mi prima. La mesa no la había quitado nadie, y pasamos una tarde y una noche que nadie podría imaginar.

La verdad es que mi tío era la persona más tonta del mundo, y siempre lo agardeceré.