El robo a Airsoft Micro Corporation...

El robo a Airsoft Micro Corporation, las dos Agentes Especiales de Seguridad y mi cara de imbécil

Siguiendo el plan previsto, me colé en la sede de la empresa de software Airsoft Micro Corporation por los conductos de ventilación hasta la sala del ordenador principal, donde desactivé las alarmas e intervine las cámaras de seguridad con mi equipo portátil. Me dispuse a extraer de la computadora la versión beta del nuevo programa de posicionamiento global por satélite que estaba desarrollando la compañía para un proyecto secreto del Gobierno, cuando ocurrió algo inesperado que mandó al traste toda mi operación.

No sonó ninguna alarma, ni se escucharon los pasos apresurados de cientos de guardias armados por los pasillos, ni las sirenas de los coches de policía. Simplemente, la puerta se abrió y entraron dos mujeres. Una de ellas era rubia, de larga y sedosa melena hasta la cintura, ojos claros, piel tersa y bronceada, tirando a bajita; estaba embutida en un ajustadísimo uniforme de cuero negro, con el logotipo de la empresa sobre uno de sus llamativos pechos y me apuntaba con una pistola. La otra era un poco más alta, de ojos castaños y mirada desafiante tras unas pequeñas gafas de pasta, melena morena recogida en una coleta que le daba un aire decidido, valiente y atrevido, bronceado perfecto; llevaba la misma indumentaria que su compañera: un mono de cuero negro a punto de explotar, plagado de vertiginosas curvas a la altura del pecho, caderas y trasero, aunque con un pequeño detalle diferente: la cremallera de su traje estaba bastante más abierta que la de su colega, dejando entrever la mitad de un par de pechos bien redondos, firmes y apetecibles.

  • ¡Agente Especial de Seguridad Shyla! – dijo la primera

  • ¡Agente Especial de Seguridad Eva! – se identificó la segunda

  • ¡¡Ni se te ocurra moverte!! – bramaron al unísono

Mientras la preciosidad morena envuelta en cuero negro seguía encañonándome, Shyla se aproximó a mí y me arrebató mi equipo informático, mi pistola y mi cuchillo. La cosa estaba clara y yo llevaba las de perder, por lo que no opuse la más mínima resistencia. Puso su arma en mi cara y me arrinconó contra una de las paredes de la estancia.

  • ¡Los tipos como tú sois escoria! Os aprovecháis del trabajo de los demás y luego lo vendéis al mejor postor. Dime, ¿a quien le ibas a vender el Proyecto Satélite Final? ¡Maldita sea!. ¡mírame cuando te hablo! – me agarró de la hebilla del cinturón y me empujó, golpeándome contra la pared.

En ese momento me di cuenta de que, desde que había entrado la Agente Eva, mis ojos se habían quedado fijos en su escote, esperando que alguno de sus movimientos dejara al descubierto algo más de aquellos maravillosos pechos, y esas ideas de mi calenturienta mente me habían provocado una erección descomunal. Cuando la escultural rubia que me amenazaba en la distancia corta puso su mano en mi cinturón, involuntariamente, tocó algo más. Yo me di cuenta y ella también.

El comentario me hizo despertarme de mis ensoñaciones y, nada más levantar los ojos, me encontré con los de la guapa morena que parecía estar al tanto de por donde se perdía mi mirada, de mis lascivos pensamientos y del episodio del cinturón, y sonreía con una mezcla de burla y superioridad. Enfundó su arma y se aproximó a nosotros con un gesto desafiante de guasa y prepotencia animal en la cara y con lentos y sensuales contoneos.

  • Vaya … - susurró la Agente Shyla ante el contacto inesperado con mi miembro

  • ¿Qué es lo que esconde ahí este ladronzuelo? – preguntó Eva al llegar a donde estábamos - ¡Oh, joder! – exclamó con sorpresa al poner con descaro su mano en mi entrepierna y frotar mi órgano de abajo arriba un par de veces, luego estalló en una sincera y divertida carcajada.

  • Algunos se ponen cachondos en las situaciones menos convenientes – dijo la rubia mientras continuaba con los, ahora voluntarios, frotamientos.

  • Esperemos que esté tan sabrosa como dura – musitó la preciosidad de oscuro cabello, con un tono de voz ligeramente ronco y altamente erótico, mientras se ponía de rodillas.

Eva tenía su cara a la altura de mi paquete y comenzó a amasármelo con las dos manos, dando pequeños apretujones a mi miembro mientras sonreía y me miraba con expresión maquiavélica. Shyla deslizó una de sus manos bajo mi camiseta y comenzó a acariciar mis abdominales con suavidad, mientras me besaba y mordisqueaba el cuello. La morena comenzó a desabrocharme los pantalones muy despacio, sin dejar de mirarme por encima de sus gafas y sin dejar de sonreír. Soltó el botón superior, luego el segundo y mi hinchado pene se sintió un poco más libre de la tela que lo apretujaba. El tercer botón, el cuarto y el quinto, un pequeño tirón y mis pantalones ya están arrugados a la altura de mis tobillos. A Eva parece gustarle lo que ve, un bulto alargado prisionero en un slip de licra negro, pero decide hacerme sufrir un poco más. Pasa su lengua de abajo arriba un par de veces y luego muerde con suavidad en el centro del grueso tronco. Sigue sonriendo, está disfrutando.

Shyla guardó la pistola en su cartuchera y me sacó el chaleco y la camiseta, se apoyó sobre mi costado izquierdo, pasando su mano derecha por detrás de mí, hasta mi cintura y apretándose hacia mí con fuerza. Con la mano libre probó el tacto de la licra de mi ropa interior y examinó la dureza de su contenido, palpando y apretando con delicadeza.

  • Mmm… - me ronronea sensualmente al oído con voz suave y mimosa.

Su mano se encuentra con las de su compañera morena y juegan a hacerme sufrir mientras mi pene sigue creciendo oprimido por la suave tela y la dura goma. Luego vuelve a recorrer con ella mi torso desnudo, muy despacio.

Finalmente Eva se decide a tirar de mi slip hacia abajo con firmeza, haciendo que mi órgano salga al exterior dando un pequeño bote, por fin libre y apuntando al techo.

  • ¡¡Oooh!! – exclama Shyla aumentando la intensidad de sus caricias

  • Mmm… - se limita a gemir la Agente Eva mientras lo agarra por la base con su mano derecha y me mira – que grande y gorda, verás que fiesta le voy a hacer a ésta.

Se mete la cabeza en la boca y succiona con fuerza mientras avanza un poco,

comiéndoselo hasta la mitad y chupa con decisión mientras mueve la lengua. Todo lo que sale de mi boca es un sonoro:

  • ¡¡Uahh!! – mientras deslizo mi brazo izquierdo por detrás de la Agente Shyla, acariciando con mi mano abierta su cintura, sus caderas, hasta aterrizar en una de sus firmes, bien formadas y sensuales nalgas y apretársela con pasión.

La rubia me besa de forma impetuosa y efusiva, enroscando su lengua con la mía y Eva deja que el pene se escurra de su boca para determinar:

  • ¡Joder! Que buena…

Vuelve a chupar poco a poco la punta, dejando que se vaya introduciendo despacio en su boca. Pongo mi mano libre en su cabeza y se la acaricio, empujándola muy suavemente hacia mí. Todo mi miembro va pasando por sus labios, penetrando en su boca hasta rozar la garganta y pasando a través de ella. Toda mi carne desaparece en su boca. Cuando Shyla termina su húmedo beso y comienza a recorrer mi cuello y mis pectorales con su traviesa lengua puedo expresar todo lo que me pasa por la cabeza en ese momento:

  • Ffffff ¡¡oh dios mío!! Sí... Mmmm, que bien...

El falo sale por fin de su boca, envuelto en saliva y líquidos preseminales, mientras ella hace un ruído gutural y salvaje, un gruñido que describe sus ansias por respirar después de esa demostración de lo que puede esconder en su cavidad oral. Apenas respira un segundo y pega un mordisco furioso al miembro, como si su vida dependiese de ello, como si fuese el alimento básico de su pirámide nutricional. Se abalanza sobre el órgano para sorberlo con fuerza, causándome un placer infinito y haciéndolo viajar de nuevo por sus labios hacia el interior de su boca y clavando en mí su eterna mirada de desafío. Noto de nuevo mi glande en las proximidades de su glotis y ella abre de par en par su boca, mientras me hace un extraño gesto con los ojos, intentando decirme algo. Pongo mis dos manos en su cabeza, una a cada lado tras sus orejas y se la aguanto firme, mientras empiezo a mover mi pelvis, empujando mi pene en su boca contra su faringe, embistiendo una y otra vez, literalmente follándome su garganta. Mi pene entra hasta rozar los testículos contra sus labios y sale hasta la mitad, para luego volver a la carga una y otra vez y otra y otra. Cuando llega al final de su recorrido noto la gran presión al penetrar por su glotis y veo su papo hinchado y sus ojos llorosos. Cuando sale arrastra litros y litros de saliva que gotean por su barbilla y forman gruesos hilillos espesos que se rompen y caen al suelo. Son apenas unos segundos tan intensos como toda una eternidad de los mayores placeres en los que, cada vez que miro su cara y escucho los ruidos que salen de su boca llena pienso que es imposible que ella pueda estar disfrutando de tamaña tortura. Dejo que mi órgano se salga por completo de su boca arrastrando las ya mencionadas riadas de espesas babas y ella respira mientras me mira con lujuria, tuerce un poco su cabeza hacia un lado, sin dejar de mirarme y hace un gesto con la lengua como si lamiera rápido un helado, después sonríe divertida, se coloca bien las gafas y deja escapar una larga y sincera carcajada mientras toma mi pene en su mano derecha y comienza a masturbarme.

La lengua de Shyla vuelve a subir y me besa de nuevo mientras me sigue acariciando.

  • Lo estás pasando bien, ¿eh? – me susurra con voz melosa.

  • Mmm, ohh – es todo lo que sale de mi boca.

  • No te preocupes, a Eva le encanta hacer cosas como esa… ¿Qué te parecen sus pechos? Antes los estabas mirando…

  • Eso, dime, ¿te gustan? ¿quieres que te los enseñe?

  • Por supuesto, preciosa.

  • Vale, pídemelo. Pídeme que te enseñe las tetas…

  • Ohh, Agente Eva, ¿podría enseñarme sus preciosos pechos?, por favor.

  • Ja, ja, ja – de nuevo se rió de forma espontánea a mandíbula batiente, dejando claro que para ella todo aquello era un juego muy divertido.

  • Mmm, si señor…

  • Butcher, Raymondo Butcher.

  • Ahh, por supuesto señor Butcher.

Se llevó una de sus manos a la cremallera del uniforme y poco a poco fue bajando el tirador, con mucha tranquilidad, milímetro a milímetro disfrutando el momento y haciendo que poco a poco aquellos dos cuerpos redondos y firmes fueran surgiendo de aquella boca que se abría en su ropa. Dos tremendos pechos bien bronceados estaban ahora apretujados el uno contra el otro, haciendo fuerza hacia arriba, asomándose y a punto de saltar. La pequeña pieza metálica soltó cuatro dientes más de la cremallera y aquellos dos volúmenes ya no pudieron aguantar más tiempo recluidos en la vestimenta. El tirador de la cremallera acabó su recorrido a la altura del ombligo y pude admirar la grandiosidad y el esplendor de sus bien formados senos, perfectamente redondos, con pezones puntiagudos de pequeñas aureolas rosadas. Sentí calor y mi pene dirigió su cabeza bien hacia el cielo para celebrar aquel precioso espectáculo, reclamando un poco de atención.

Shyla me dejó que la apretujase contra mí un poco y manosease bien su cuerpo sobre aquel uniforme de cuero, acariciando con furor su trasero, sus caderas y sus pechos, para intentar aliviar toda la tensión que esas dos bellezas, la garganta y los pechos de Eva me estaban produciendo. Notaba mi cuerpo agarrotado, con ganas de estirarse y necesidad de relajarse, calor en las orejas, mi pene hinchado y latiendo por la gran afluencia de sangre, la cabeza como en una nube y ganas de partir algo, muchas ganas de romper algo por la mitad; estaba realmente excitado. Mientras tanto, la agente morena se deshizo por completo del uniforme, y la dulce rubia me permitió bajar un poco la cremallera del suyo, lo justo para lamer un poco sus pechos por la parte de arriba y acariciárselos.

En apenas dos segundos, que a mí me parecieron una eternidad, Eva volvió a colocarse en su puesto de rodillas y lamía despacio la cabeza de mi pene. Shyla la acompañaba ahora, acariciando mis testículos y mis nalgas.

  • Sí que la tiene gorda, sí… - dijo con su voz suave – Tú… ¿Cómo puedes ir por la calle con esto dentro de los pantalones? ¿No te exigen licencia de vehículo pesado?

Ambas se rieron, mientras la rubia empezaba a pajearme de forma ruda. Eso era lo que yo necesitaba, algo de acción.

  • Buff, ohh. Así nena, esto es lo que necesitaba…

Se metió la punta en la boca y succionaba, como disfrutando de un caramelo, sin dejar de masturbarme con una de sus manos, apretándomela y estrujándomela bien. Eva se metía los testículos en la boca y los mordisqueaba, luego los escupía y los masajeaba, siempre entre risas y mirándome de esa forma tan suya. Shyla se la sacó de la boca y le escupió un par de veces, para que su mano se deslizara mejor. Se puso a darle besitos por el lado izquierdo y Eva hizo lo mismo por el lado derecho. Cuando coincidieron en el glande, se dieron un largo beso con lengua mirándome de reojo. Shyla siguió jugando a meterse la punta del miembro en la boca y mordisquearlo sin dejar de pajearme y Eva comenzó a amasarle los pechos. Le bajó un poco más la cremallera del mono y puso su cara entre sus tetas, lamiendo su canal y pellizcando sus pezones. Metió las manos dentro de la ropa para amasar a gusto su busto y le mordisqueó las tetillas. Shyla dejó de chupar y se levantó, para poner sus labios a la altura de los míos y besarme, acarició todo mi cuerpo y puso mis manos en sus enormes volúmenes. Eran mayores que los de su compañera morena, un poco más alargados y con pezones y aureolas oscuros. Noté como Eva volvía a comer salvajemente mi falo, tragándoselo como a ella le gustaba. La rubia seguía besándome y ahora puso mis manos en su culo, apretándose hacia mí y restregando su pelvis contra mi pierna. Se desnudó de cintura hacia arriba y aproveché para disfrutar del sabor de sus pechos. Apartó a Eva de donde estaba, dejando mi necesitado juguete desatendido y le hizo un gesto con la mano mientras le pedía:

  • Ayúdame a sacarme esto

Eva se puso en pié y terminó de bajarle el mono de cuero mientras la rubia, con la cara ligeramente ruborizada, seguía besándose y magreándose conmigo de forma intensa. Ya desnuda por completo me tomó de la mano y me llevó hacia la mesa del ordenador, lo empujó con desesperación y tiró al suelo todo lo que había encima.

  • Túmbate en la mesa – me dijo de forma decidida, acariciando mis nalgas

Yo me limité a obedecer y me acosté en la mesa mirando hacia arriba. Shyla se subió a la mesa y se puso sobre mí. Cogió mi pene con la mano izquierda y lo guió hacia su agujero caliente, cuando estuvo bien orientado puso sus manos sobre mis hombros y empezó a hacer fuerza hacia abajo con sus caderas, haciendo que mi miembro penetrara en su vagina muy despacio, entrando milímetro a milímetro y haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera al transitar ese estrecho túnel.

  • Ohh…

  • ¡Ah! ¡Ah! Mmm

Cuando estuvo dentro permaneció quieta unos segundos, dejando que su cueva se habituara al inquilino. Luego se incorporó y empezó a mover sus caderas en círculos.

  • No te muevas – me dijo.

Comenzó a realizar un movimiento acompasado adelante-atrás, empujando con fuerza hacia abajo y después dejando de hacer presión, como si estuviera montando a caballo. Ese baile, el agradable olor de la chica, su escultural y suave cuerpo sobre mí… lejos de apaciguar el calentón que tenía acumulado de antes, me puso todavía más cachondo. No podía estarme ahí quieto como un pelele, notaba el pene gordísimo como nunca y los huevos pesados. La cosa empeoró cuando ví que Eva se sentaba en una silla cerca de nosotros y comenzaba a tocarse mientras nos miraba. Primero unos pellizquitos en los pezones, luego unos masajes en los pechos, caricias por su vientre, hasta acabar humedeciéndose la mano y acariciándose la parte exterior de su sexo.

  • ¡Dios, dios, dios! – grité mientras mi pene se ponía más duro dentro de Shyla.

Puse mis manos en sus perfectas nalgas y empecé a embestir sin contemplaciones. Con mis manos empecé a moverla y con mi pelvis a darle la guerra que se merecía. Su pequeña estatura la hacía una mujer muy manejable y liviana, por lo que no suponía ningún esfuerzo moverla como lo estaba haciendo. Con mis manos en sus caderas, las atraje hacia mí, haciendo que pusiera el culo ligeramente levantado y la penetré muy rápidamente, con movimientos continuos y largos, haciendo que mi pene saliera casi totalmente de su vagina y volviera a entrar con dureza hasta el final, sin descanso. Terminó rindiéndose y cediéndome por completo el control. Puso su busto cerca de mis pectorales y apoyó su cara sobre mí. La escuchaba gemir de placer con esa vocecilla suya tan dulce y aguda:

  • Ah, ah, ah, ahhhh, mmmmm, ffff, oooooo

Otra cosa que estaba disfrutando de esta mujer de pequeña envergadura era que su coño estaba acorde a su estatura. Era pequeño y estrecho y estaba gozando cada vez que entraba cargando con fuerza contra él.

Vi a Eva levantarse y acercarse a la mesa, acarició el cuerpo de su compañera rubia y la ayudó a incorporarse sobre mí, la besó y acarició uno de sus pechos, luego le susurró algo al oído mientras le acariciaba el trasero y pasaba un dedo por entre sus nalgas. Yo aproveché y, sin dejar de follarme a Shyla, agarré una de las cachas de la preciosa morena que se acercó a mí y me obsequió con un largo y cálido beso.

La dulce rubia se levantó de encima de mí y se puso de rodillas en el suelo. Eva me acarició el pene y volvió a besarme. Me cogió de la mano y me invitó a incorporarme mientras recorría mi cuerpo con sus manos. Cuando ya estuve sentado en la mesa, con ella entre mis brazos se separó y me dijo mirándome, desafiante como siempre, a los ojos:

  • Ven… - e hizo el típico gesto estirando y recogiendo un par de veces el dedo índice de una mano

Después se puso a los pies de Shyla y empezó a besarle su húmedo y recién castigado chochito, acariciando sus pechos con las manos. Se situó de rodillas en el suelo con la cara apoyada en los bajos de la agente rubia y las manos paseando de las caderas a los pechos y al bajo vientre de su amiga; levantó un poco el culo, empujando sus propias caderas hacia atrás y abrió ligeramente las piernas. Yo contemplé esa fantástica imagen unos segundos hasta que Eva levantó la cabeza hacia mi para mirarme y preguntarme con impaciencia:

  • ¿Vas a estar ahí como un pasmarote todo el día? – cuestión a la que siguió un movimiento de caderas que hicieron que su culo firme subiese y bajase prometedoramente

No quise perder más tiempo y me aproximé a las dos compañeras de trabajo. Me situé detrás de Eva, observando como Shyla se había tumbado y dejaba que la morena de perfectos pechos lamiera sin descanso su sexo. Había empezado por besar sus labios y lamerlos, para luego deslizar su lengua entre ellos describiendo círculos furiosos y moviéndose de forma salvaje sin orden ni control, y más tarde pasar a chupar su excitado clítoris de forma continua. En eso estaban ahora y la pequeña rubia parecía estar volviéndose loca de placer. Apenas hacía nada, gritaba y gemía y, de vez en cuando, ponía sus manos en sus pechos o empujaba la cara de Eva hacia sí, dándole algún que otro tirón de pelo.

Pasé la mano por el sexo de Eva y comprobé que estaba bien húmeda y lubricada. Me puse de cuclillas y me ayudé con una mano a guiar mi pene a su vagina y lo metí de golpe, de un único y fuerte movimiento.

  • ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Mierda! ¡Jodidamente bien! ¡Agghhh! Mmm – gritó como una bestia feroz

Puse mis manos sobre sus hombros y comencé a penetrarla todo lo fuerte que pude. Ella gritaba de una forma brutal, gruñendo como un auténtico animal salvaje. Eso me excitaba aún más. Movía su culo acompasadamente mientras yo le embestía sin descanso. Le di un azote en su trasero y ella se volvió aún más loca, moviéndose de forma irracional

  • ¡Oh sí, sí, sí, siiiiií! ¡¡¡Aggggghhh!!! – gritó – ¡Sigue!

Le dí otro par de azotes y ella siguió gritando, luego la ví reírse de nuevo con esa risa sincera tan suya. Los gemidos de Shyla habían aumentado en frecuencia y en intensidad y, de pronto, abrió mucho los ojos, se agarró los pechos y pude ver como se corría con una sonrisa de oreja a oreja iluminándole el rostro. Aguantó la respiración, cerro los ojos, arqueó su espalda, se mordió el labio inferior, volvió a abrir los ojos de par en par, tomo aire tres veces sin llegar a expulsarlo ninguna, luego soltó un largo jadeo, seguido de un pequeño gemido casi inaudible y se limitó a susurrar:

  • Acabo de correrme

  • No hace falta que lo jures, cielo, dijo Eva entre gimoteo y gimoteo, sin dejar de moverse.

Luego, la Agente Especial de Seguridad Shyla se quedó inmóvil en el suelo, mirándonos a Eva y a mí.

Eva apartó su culo de mí y se volteó, abriendo sus piernas de par en par y flexionándolas suspendidas en el aire. Estaba sudorosa y colorada, con la boca y la cara salpicada del flujo de su compañera y con su vagina caliente y húmeda.

  • Vamos a ponerle el broche de oro a este afortunado encontronazo. Métemela toda hasta el fondo, fóllame fuerte y haz que me corra… - musitó mirándome a los ojos por encima de sus gafas

Me puse sobre ella, con sus piernas sobre mis hombros y le hice caso, primero se la clavé poco a poco, para notar como mi pene se abría paso a través de sus entrañas y para hacerla sufrir un poco. Luego le di un par de empujones hacia adentro. Sus pechos perfectos bailaron sobre su torso desnudo y me dedicó la sonrisa más lasciva que jamás vi en la cara de nadie. Lo saque un poco y lo volví a meter, lo saqué y lo metí, una y otra vez, con fuerza, con violencia, con sadismo y salvajismo. Con mis manos en sus caderas, con mis manos en sus pechos, con mis manos en su pelo… Las continuas embestidas hacían que se moviese debajo de mí y que las gafas se le salieran de su sitio. Tenía los ojos entrecerrados y, de vez en cuando se mordía los labios. Su respiración era irregular, soltando de vez en cuando algún gemido. Empezó a mover sus caderas y la ví arquear su espalda, yo me agarré a sus pechos y le mordisqueé el cuello. No gritó de forma exagerada como había estado haciendo hasta ahora, ni soltó ningún rugido; me miró a los ojos con una mueca de sorpresa, sonrió y aguantó un poco el aire para exhalarlo poco después con un sonoro pero contenido:

  • Fffff, ahhhhhhhh, mmmmmmm

Seguidamente me miró y soltó una larga carcajada y supe que acababa de correrse. Esa mirada era todo lo que necesitaba yo para acabar.

  • Me corro – dije poniéndome en pié

Ambas se pusieron de rodillas ante mí, me la agarré con la mano derecha y comencé a disparar chorros de leche caliente contra la cara de Shyla, que me miraba con la boca abierta y los ojos entornados. Mi semen cayó en sus párpados, sus mejillas, su boca y su barbilla, colgando hasta sus pechos. Eva no estaba dispuesta a quedarse sin su ración, por lo que tomo mi órgano con su mano y terminó de exprimirlo ante su boca abierta. Un potente chorro cayó sobre su lengua, dejando un pequeño rastro por la comisura de los labios. Se lo tragó y luego me enseño la boca para que yo viera que ella se había tomado la leche como una buena chica. Se acercó a Shyla y se besaron, lamiendo Eva el semen de sus mejillas y su boca. La rubia decidió dejar mi miembro bien limpio y seco, así que lo lamió y chupó, pajeándolo un poco, hasta que no salió más leche. Chupaba y dejaba salir el semen de su boca, mezclado con su saliva por entre sus labios. Mientras tanto, la morena limpiaba a lametones los pechos de Shyla. Cuando terminó lamió con delicadeza el que le quedaba por la barbilla y los labios.

Eva se puso detrás de mí y empezó a masajearme la espalda, acercó sus labios a mi oreja y me susurró:

  • Me gusta el sabor de tu semen y la envergadura de tu polla. Espero que volvamos a encontrarnos algún día y le des un repaso a mi otro agujero… Aunque creo que lo vas a tener difícil.

Acto seguido, noté un gran golpe en la cabeza y todo se volvió oscuridad para mí.

Poco a poco fui recobrando la conciencia. Ahora sí que había un gran revuelo de gente a mi alrededor, pasos apresurados y varias personas hablando.

  • ¡Mire inspector! Parece que está despertando – dijo alguien en algún punto de la habitación

Cuando por fin logré abrir los ojos me encontré con tres agentes de seguridad delante de mí, todos hombres de complexión robusta y a un hombre trajeado que estaba fumando un puro. Más allá pude ver un par de grupos de agentes de policía, unos estaban montando el ordenador central y otros parecían estar buscando pruebas.

  • ¿Puede explicarnos cómo ha venido a parar aquí? ¿Y por qué está usted desnudo? – se dirigió a mí el hombre trajeado

  • Pues… estaba haciendo autostop y un par de chicas me recogieron, me convencieron para jugar un poco con ellas y…

  • ¿Jugar? ¿A qué diablos se refiere?

  • Esto… dijeron que si quería que me llevaran en su coche tendría que hacer un trío con ellas…

  • Pues hable claro, joder, esto es una declaración policial, no un parvulario.

  • Cuando acabamos, me golpearon y me desperté aquí.

  • Que historia más jodidamente rara… - dijo el hombre trajeado, que debía ser el inspector.

Un agente se dirigió a él.

  • Han robado software del ordenador principal, pero este hombre no tiene nada que lo incrimine. Sólo podríamos acusarlo de invadir una propiedad privada. Además, a juzgar por su desnudez, su historia podría ser cierta.

  • Lo llevaremos a la comisaría para interrogarlo y le haremos una exploración para descubrir si hay indicios de que haya tenido sexo en las horas precedentes.

-FIN-