El rey madura

Parodia de Shaman king, mucho después de la gran aventura de Yuh, su prometida Ana le recuerda sus deberes como esposo.

El rey madura:

Yuh recorrió los pasillos de la casa en silencio, se dirigió a su habitación y se echó en el petate que siempre le servía de cama. Como todas las noches, descansó viendo el techo con la mirada perdida más allá de las vigas que sostenían la estructura. Respiró profundamente una y otra vez hasta que notó que el cansancio casi hacía efecto en él. De pronto, percibió que la luz del corredor por el que acababa de entrar se encendía. Miró hacia allí discretamente ¿Quién andaría por la casa a estas horas? Él se había levantado para ir a beber agua a la cocina pero sería muy raro coincidir con otra persona. Tenso todos sus músculos y se preparó para saltar sobre la espada que descansaba contra la pared de la habitación. Amidamaru, su espíritu acompañante, el que de verdad era su arma en los combates, estaba muy lejos; Yuh le había dejado marcharse un tiempo para que se repusiese de las últimas aventuras. Hacía ya tres años que se había marchado.

Estrechó sus ojos marrones y centró su vista en la puerta corrediza por la que entraba una figura no muy alta, con una característica melena corta de pelo rubio ceniza y unos enormes ojos almendrados: Ana, su prometida. La chica estaba apoyada en el marco de la pared con los brazos cruzados, vestía el atuendo claro y holgado que siempre usaba como pijama y sus pies estaban descalzos, tapados parcialmente por las perneras del pantalón que llevaba.

Yuh se quedó intrigado, Ana tenía su propia habitación y rara vez se molestaba en dar las buenas noches a cualquiera de los demás residentes de la casa, intentando parecer indiferente, el joven se arrebujó entre las mantas y soltó un largo suspiro, como si estuviera a punto de dormirse. La muchacha ni siquiera pestañeó ante la farsa, caminó con su andar lánguido y perezoso hasta el borde del camastro y se arrodilló frente a Yuh. El shaman continuó con su comedia de sueño, tratando de que su respiración fuese regular y moviendo los músculos de sus brazos solo lo justo como para parecer alguien que se revuelve en sueños.

-No hace falta que finjas, Yuh-dijo ella de pronto, su voz era imponente, aunque tenía un delicioso timbre casi musical, habría pocos capaz de oponerse a la voluntad autoritaria que reflejaba.- Sé que estás despierto y hace tiempo que tendrías que saber que no puedes ocultarme algo así.

Yuh cedió, como siempre lo hacía ante aquella voz. Se levantó con movimientos lentos y se arrodilló también. Casi soñando, se dijo que debían presentar una curiosa estampa, los dos arrodillados mirándose en una habitación oscura.

-Yuh, eres mi prometido y futuro esposo- habló de nuevo Ana en su tono impasible y cansado, igual a un profesor que repite una enseñanza como un estribillo.- Como tal, tienes ciertas obligaciones, ya que has demostrado tener el poder para alcanzar el título de rey shaman. Como sin duda sabrás- Yuh se preguntó si sería cierto que tenía que saberlo- la familia Asakura, tu familia, ha tenido siempre una tradición de descendientes shamanes. Sin embargo, la situación en la que se llevó a cabo el gran torneo de los shamanes ha provocado gran indisposición por tu parte para continuar con la línea hereditaria de los Asakura.

Yun la miró con cara de perplejidad, estaba claro que la joven había memorizado aquel discurso tan retocado pero él no había entendido prácticamente nada.

Ana se fijó en su rostro y soltó un suspiro de resignación.

-Yuh, como eras tan joven cuando se realizó el combate de shamanes, no has podido desarrollar la parte de tu mente que permite la continuación de tu familia.- Él continuó con cara de no comprender y finalmente Ana acabó con su indiferencia y le lanzó las palabras como cuchillos.

-¡Maldita sea, Yuh!-le espetó por fin- No sientes atracción sexual por mí.

La tensión flotó en el ambiente, podía sentirse ahogando sus palabras en sus gargantas.

-Ana...yo... nunca te he demostrado gran cosa pero... te amo-dijo él entrecortadamente.

-Eso no basta, me amas y seguramente eso es algo que cualquier mujer desearía- respondió ella condescendiente, casi con ternura.- Pero los espíritus me han dado una señal hoy: esta noche debes aprender a desearme, a amarme a otro nivel. No podemos retrasar esto, el futuro de tu familia puede estar en juego.

-Ana... apenas somos...-

¿¡Niños!? No, Yuh. Si has sido capaz d obtener el título y yo de dirigir a todos los oráculos es que somos algo más. Hace casi tres años que ocurrió eso, dejamos de ser niños bastante antes.-Dejó un incómodo silencio para que su compañero reflexionara- Yuh, tómate esto como otra prueba, un paso más de tu adiestramiento.

Antes de que el joven pudiera responder, Ana silenció sus labios con los suyos y pasó sus brazos en torno a su cuello. Yuh no supo como responder a esto salvo sujetando tímidamente los hombros de su prometida, impidiendo que se alejara o se acercase. Súbitamente, Ana se distanció con furia de él y le cruzó la cara con una fuerte bofetada. El muchacho se llevó la mano a la mejilla con asombro. En un principio se sintió dolido por el rechazo pero luego comprendió: Ana estaba tan atemorizada como él, le había golpeado por mantener el control, por fijar alguna parte de aquella descabellada situación a las típicas broncas que le lanzaba.

-Tienes que ansiarme- exclamó ella con ira.- tienes que desear fundirte en mi piel, Yuh, tienes que sentir que somos una sola criatura.

De nuevo se arrojó sobre él para besarlo, esta vez, el shaman apretó a la chica por la cintura contra su cuerpo e hizo corretear sus manos por la espalda de la sacerdotisa. Acarició su pelo y hundió sus dedos en la melena pajiza hasta que Ana se separó de él.

-Mucho mejor- dijo ella en su típico tono neutro mientras asentía.

Yuh supo lo que se esperaba de él y la tomo por el talle, recostándola sobre su brazo y besándola de nuevo. Pudo notar que los labios de Ana se torcían en una fría sonrisa muda de aprobación. Sin embargo con ello el shaman solo había desencadenado la prueba más dura. Con el impulso cedido por el beso, la joven se dejó caer lentamente arrastrando a Yuh consigo, quedando ella acostada en el suelo y él besándola inclinado sobre su cuerpo.

Él comenzó a levantarse al tomar conciencia de lo que pasaba pero Ana no se lo permitió, lo empujó de nuevo hacia sus labios y le obligó a besarla otra vez. Yuh empezó a sentir que el beso se tornaba algo más que una obligación, sintió el sencillo placer de pegar sus bocas. De pronto una pequeña parte de sí quería continuar con aquello... hasta el final.

Dejó que una de sus manos permaneciera sosteniendo a la chica y, con torpeza, deslizó la otra sobre los botones del pijama, desabrochando uno tras otro hasta que la tela se abrió ante sus ojos. La piel pálida de Ana quedó expuesta, dejando ver a su prometido sus pechos, aún pequeños pero bien formados. La sacerdotisa permaneció inmóvil, flácida en los brazos de Yuh mientras su ropa caía. Aquello era lo que se debía hacer y nadie podría poner en duda la necesidad o sabiduría de sus actos. Sin embargo Yuh no pensaba exactamente eso, al ver el torso desnudo de su prometida se le quedó una expresión horrorizada en la cara y se miró las manos, como si lo hubieran traicionado. Ana no tardó en reaccionar ante esto y tomó uno de sus brazos, dirigiéndolo hacia su pecho. Yuh ofreció cierta resistencia pero no se atrevió a oponerse a la voluntad de la chica, además de eso, notó de nuevo el calor que le turbaba la mente y que le instaba a seguir con el juego. Su mano descansó inmóvil sobre el seno izquierdo de la sacerdotisa, sintió las suavidad de la piel, la flexibilidad de la carne, la silenciosa verdad que le transmitían sus nervios al percibir el contacto. Algo despertó en él, algo reprimido por sus esfuerzos de shaman durante largos años. Ese algo brotó por su torrente sanguíneo, provocando escalofríos a lo largo de su espalda y terminando por fin en su cerebro desde donde una pequeña glándula envió la señal a sus órganos.

Ana pudo reconocer la transformación del muchacho con tanta claridad como si se la hubieran descrito, otra sonrisa afloró a sus labios encerrados, pero esta vez una sonrisa llena de afecto. Se separaron y se miraron, ella sujeta aún por su brazo y colgada de su cuello. La dama de hielo que había sido siempre derritió su disfraz y se presentó ante él con toda la pasión que había contenido en los últimos años.

Yuh hundió su cabeza entre sus senos. Llevada por un arrebato total de lujuria, ella lo empujó hacia sus costillas, apretando su pelo castaño contra su pecho. El joven cubrió su cuerpo de besos, se deslizó sobre su piel dejando el rastro húmedo de la saliva y el ardor de su propio corazón. Lentamente se dirigió hacia abajo, más allá de su ombligo y luego sobre la tela del pantalón que ya se humedecía por la excitación de la chica. Ella se acostó completamente en el suelo de madera y liberó los brazos del shaman para dejarle llevar a cabo su tarea. Yuh colocó sus dedos en el interior de la ropa y tiró hacia debajo de la tela lenta y cariñosamente hasta que el tesoro de sus ingles se presentó ante él. Arrojó el pantalón contra una pared y descendió por su pierna, devorando las carnes de su prometida llegando a sus pies y luego subiendo otra vez sin separar sus labios del precioso cuerpo que le ofrecía Ana. Finalmente la joven tomó su cabeza con sus manos y lo guió hacia su cueva. Yuh no tardó en besar aquel templo y en dedicar a sus paredes húmedas la labor de su lengua. Ella arqueó su espalda con un gemido cuando notó el placer que le enviaba, apretó la cabeza del joven contra sí sin parar de suspirar hasta que sintió una creciente tensión en su vientre y luego que algo estallaba en su cuerpo y lanzaba oleadas de escalofríos a lo largo de su médula espinal, haciendo que sus ojos se pusieran en blanco y liberando un lánguido grito de su garganta. Él probó la esencia de su amada y no sintió en absoluto repulsión.

Ana se recuperó pronto del orgasmo, su sonrisa no había cedido en absoluto y sus ojos mostraban la chispa del deseo en su máxima representación con un deje de picardía. Se levantó con movimientos aún afectados por el placer y comenzó a tomar la iniciativa de nuevo, empujando a Yuh contra el suelo. El joven se dejó hacer y no tardó ni cinco segundos en permanecer acostado con una Ana encendida de pasión recorriendo su pecho desnudo con su lengua. Respiró sonoramente cuando la joven encerró su virilidad por encima del pantalón con su mano y aún más cuando retiró la prenda con furia y se dedicó a admirarla, ya estaba erguida en su máxima capacidad y preparada para lo siguiente. Ana se deslizó sobre el cuerpo de Yuh y lo abrazó mientras el miembro del joven resbalaba en su interior, en un principio sintió un dolor frío y muy incómodo pero no importó por que al poco el placer era mucho mayor. Cayeron juntos, abrazados en una espiral demencial de placer compartiendo cada instante de cada acometida, sus cuerpos danzaron mientras los giros de la espiral se tornaban cada vez más rápidos, hasta que ya no fueron curvas sino un descenso confuso de gemidos y gritos y placer a través de un vórtice cuando los movimientos se lanzaron a la última contracción de sus músculos. Sin moverse, sin intercambiar una sola palabra, se durmieron tal como estaban. No sentían alegría ni pena, solo la satisfacción de la liberación carnal y la eterna sinceridad de sus almas atadas por este último compromiso.

By: Leandro