El retorno de los gremlins
Una atractiva ladrona descubrirá porque en Detroit es mejor no salir de casa la noche de navidad. Esa noche más de una chica se llevará una sorpresa.
Detroit, noche del 24 al 25 de diciembre.
El “Big Mall” es uno de los mayores centros comerciales de la ciudad, con más de 50.000 metros cuadrados, distribuidos en cuatro plantas, y unas 100 tiendas de todo tipo. Un edificio moderno, con un gran techo de cristal y amplios espacios, pasillos y galerías.
En diciembre el centro, como toda la ciudad, se engalanaba. Luces y banderines de colores colgaban por los techos. En la planta baja, en un enorme espacio diáfano que conectaba con el techo de cristal, había instalado un enorme árbol de navidad que se elevaba por los cuatro pisos, hasta casi rozar el techo. Al lado del árbol había instaladas toda una serie de atracciones para todas las edades. Una enorme piscina de bolas, muñecos de nieve de peluche, enormes bastones de caramelo hechos de gomaespuma, figuras con renos y otros animales… Incluso había un pequeño que tren daba la vuelta por toda la planta
Esa noche, el edificio estaba completamente cerrado, los distintos comercios tenían las persianas bajadas, ni tan siquiera el personal de seguridad hacía su ronda. Era una noche “especial” y cualquier persona prudente sabía que no debía salir de casa ni no quería arriesgarse a algún encuentro desafortunado. En la planta baja del centro comercial se escuchaba un ruido estridente, como si una multitud de gamberros estuvieran campando a sus anchas.
Una oscura figura cortó uno de los paneles de cristal de la claraboya del techo y empezó a descender por el enorme árbol. Con un ágil salto, se plantó en la galería superior.
- Qué fácil me lo ponen.- Murmuró una voz femenina.- Ese árbol parece haberse hecho expresamente para que me pueda colar con facilidad.
Stacy Clayton, alias “Felina” dedicó unos instantes a contemplar su reflejo en el cristal de un escaparate. A sus 30 años de edad, su metro setenta de estatura le daba una silueta sensual y estilizada. Para mayor comodidad, su pelo rubio estaba recogido en una cola.
Vestía un traje de cuero negro que era a la vez funcional y provocativo. Una de las armas de Felina era precisamente su atractivo femenino. Su atuendo dejaba al descubierto sus muslos, sus brazos, así como la parte inferior de sus glúteos. Una cremallera delantera cerraba su uniforme des de la altura del pubis hasta llegar a la base del cuello.
Stacy no tenía unos senos especialmente grandes, pero eran firmes y redondeados.Años de duro entrenamiento le habían dado un cuerpo atlético y un culito redondo y bien definido.
De un cinturón pendían todo tipo de artilugios y, por supuesto, su característico látigo, arma que la ladrona usaba con auténtica destreza. La chica escondía su rostro tras una máscara de cuero que imitaba la cara de un gato. Completaba su vestimenta con unas botas de cuero negro que le llegaban hasta las rodillas y unos guantes tácticos con tejido anticorte.
En cualquier otro año, Felina no se habría atrevido a dar un golpe en la noche de navidad. Pero ese era un año especial, cierta heroína entrometida estaba poniendo coto a su actividad. Pese a tener cierto poder sobre ella y algún que otro as en la manga, muy a su pesar, Felina tenía que reconocer que su guerra con Shadow Angel estaba empatada.
Y por eso, se había visto forzada a actuar esa noche. El lugar estaría poco vigilado, y tras la fructífera campaña de navidad de ese año, las cajas de los distintos establecimientos estarían llenas a rebosar. Era una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar.
Antes de dar un paso, Felina observó a su alrededor, los principales sistemas de alarma parecían rotos y estropeados. Paró la oreja a su alrededor, escuchando atentamente. “Bien, parece que esas criaturas están divirtiéndose en la planta baja, seguid así”, pensó mientras sigilosamente, forzaba la cerradura de una tienda de deportes.
Llegar hasta la caja de seguridad fue un juego de niños para la hábil ladrona. De un compartimiento en su cinturón sacó una bolsa plegable y empezó a llenarla de billetes. “Bien, ahora la siguiente”.
Cuando ya llevaba tres tiendas desvalijadas y su bolsa empezaba a llenarse de dinero y diversos objetos valiosos, un ruido a su espalda la sobresaltó. Felina contempló unos instantes al repugnante ser que tenía ante si. Tenía forma humanoide y medía entre 60 y 70 centímetros. Su piel estaba llena de verrugas y era de un color verde oscuro, sus ojos eran grandes y amarillentos, como los de un reptil, y tenía unas largas orejas puntiagudas. Iba completamente desnudo salvo por un taparrabos que cubría sus genitales.
El gremlin contemplaba a Felina con una mirada llena de curiosidad.
Vete, vete abajo, a jugar con tus amigos.- dijo ella mientras hacía aspavientos con los brazos, tratando de asustar a la criatura que seguía mirándola como si nada.
No me tienes miedo eh.- Murmuró mientras dirigía su mano a la cintura. Con un rápido movimiento, sacó el látigo y lo hizo chasquear cerca de la cabeza del gremlin. Satisfecha, contempló como se alejaba asustado.
Bien, ahora ya tienes un motivo para temerme. No vuelvas a acercarte por aquí si no quieres que te haga daño.- Murmuró Felina mientras proseguía con su “trabajo”.
Minutos después forzó la puerta blindada de una joyería. Abrió su caja fuerte y examinó su contenido. Mientras contemplaba, absorta, un brazalete de brillantes, escuchó un ruido a su espalda. Metió la joya en la bolsa y se giró a ver que pasaba.
Tres gremlins la contemplaban con la boca abierta y brazos en jarras, emitiendo extraños chillidos que ella interpretó como una forma de comunicación entre ellos.
- Os vais a enterar...- Gruñó mientras sacaba su látigo para ahuyentar aquellas criaturas.
Los gremlins, nuevamente huyeron ante el chasquido del látigo. Felina, frustrada por las interrupciones, decidió que quedarse más tiempo allí era arriesgado. Tres aún podía dominarlos, pero como siguieran acercándose más, podría verse en un buen aprieto.
Recogió apresuradamente un buen puñado de joyas, se cargó la bolsa a la espalda y se encaramó a la barandilla de la galería. Con un grácil salto, llegó hasta el árbol de navidad. Tan sólo tendría que trepar unos metros y alcanzaría la claraboya para salir. Aún con su bolsa a medio llenar, podría decirse que había sido una buena noche.
Pero, de repente, sus manos perdieron agarre. Presa de un súbito pánico, alzó la vista. Escondido en el árbol, había uno de esos gremlins, con unas enormes tijeras de podar en la mano, cortando las ramas sintéticas a las que ella se agarraba.
La ladrona se desestabilizó por unos instantes, haciendo fuerza con las piernas, logró recuperar el equilibrio. Justo cuando se agarraba a otra rama, los tres gremlins que antes habían huido, saltaron ágilmente des de la barandilla de la galería, abalanzándose sobre ella.
Esta vez, las ramas sintéticas del árbol de navidad, no aguantaron el peso de la chica, la bolsa y las tres criaturas. La divertida risa de los gremlins la acompañó durante la caída libre.
Felina era rápida de reflejos, sacó el látigo e intentó amarrarlo a algo. Pero con los tres gremlins encima, limitando sus movimientos, no logró sujetarse a tiempo. Su látigo se le escurrió de las manos. La chica cerró los ojos, preparándose para el inevitable impacto.
Con un estruendoso golpe, su cuerpo cayó sobre la enorme piscina de bolas, que amortiguó el impacto. Aún así, el aire escapó de sus pulmones y notó un fuerte dolor en el trasero. Afortunadamente, palpándose comprobó que no se había roto nada. Los tres gremlins que la habían acompañado en la caída, no habían tenido tanta suerte. Las criaturas tenían los ojos cerrados y respiraban lentamente, totalmente inconscientes.
- Os está bien empleado...- Masculló, aunque inmediatamente, su rostro adquirió una mirada preocupante.
Mientras recuperaba su bolsa, vio que una decena de gremlins habían acudido al borde de la piscina, intrigados por el ruido de la caída. No tardaron en abalanzarse sobre ella.
Felina se vio sumergida en la infinidad de bolas que llenaba la piscina. Las bolas de plástico ligero limitaban sus movimientos. Sus pies no encontraban dónde asentarse, constantemente perdía el equilibrio. Soltó la bolsa para intentar escapar. Era imposible caminar ni correr, intentó bracear, como si nadara, pero aún así, tampoco se movía con suficiente fluidez.
Y todo ello, con diez pequeñas criaturas intentando agarrarla, arañándola, tirándole del pelo… Uno de aquellos bichos le mordió un dedo, Felina se tuvo que quitar el guante para desembarazarse de la criatura. Dos de ellos estaban encima de sus hombros, uno tirando fuertemente de su máscara mientras el otro se agarraba a su pelo, como si fueran las riendas de un caballo.
No tuvo más remedio que desabrocharse la máscara y, mediante bruscas sacudidas, logró quitárselos de encima. Pero ni así había solucionado nada. Otros varios la tenían agarrada por la cintura, notaba como uno estaba abrazado a su muslo boca abajo, mordiendo el cuero de sus botas. Otro, subido a su espalda, le hacía cosquillas en las axilas…
Felina cayó de espaldas y se sumergió entre las bolas. Frenéticamente, empezó a girar sobre si misma, intentando sacárselos de encima. La piscina tenía un metro y medio de profundidad. Finalmente logró asentar la suela de sus botas en el fondo. Ahora, pisando una superficie estable en lugar de bolas, le fue mucho más fácil desembarazarse de los gremlins.
Cuando se los quitó de encima, se dirigió rauda al borde de la piscina. Jadeando y agotada, logró asirse y salir de allí. Cuando su espalda golpeó las baldosas de mármol del suelo, suspiró aliviada y recuperó aire.
Sin la máscara, su pelo rubio ahora estaba suelto y enredado. Varios mechones se pegaban a su rostro por el sudor. Su cinturón había desaparecido, le faltaba un guante, tenía una bota desgarrada e inservible, si quería andar con agilidad, tendría que desprenderse de ambas. Su uniforme presentaba cortes y roturas por varios sitios, mostrando la parte inferior de sus pechos, así como su ombligo y parte de su barriga. Sus muslos y brazos presentaban pequeños arañazos.
En el interior de la piscina se escuchaba a los gremlins gritar y revolotear. “Que me sigan buscando allí dentro” pensó ella mientras se quitaba las botas. Cuando sus pies descalzos tocaron el frío suelo de mármol, todo su cuerpo se estremeció. “Quién me manda ir sin calcetines en una noche tan fría” pensó con una media sonrisa.
Felina no era estúpida, siempre hacía caso a su instinto cuando la prudencia la aconsejaba huir. Y por mucho que le pesara, esta noche tendría que regresar a casa sin botín y con la cola entre las piernas. “Aunque sería mucho peor terminar como juguete de esos monstruitos” pensó resignada mientras los veía jugar con su bolsa.
Pero la suerte esa noche no le sonreía. Mientras se alejaba buscando una salida, sus nervios la traicionaron. Mirando de reojo, con preocupación, la piscina de bolas, no vio el duende de porcelana que tenía justo delante hasta que fue demasiado tarde. Sus pies tropezaron con la figura, que cayó al suelo y se rompió en mil pedazos en medio de un ensordecedor estruendo.
Inmediatamente, diez caras traviesas asomaron por el borde de la piscina de bolas, chillando en su extraño idioma.
“Toca correr” masculló la ladrona mientras se dirigía a toda prisa, escaleras arriba. “Mis piernas son más largas que las suyas, no pueden darme alcance… Todo ese entrenamiento, todas esas maratones… ¡Joder tienen que servir de algo!” murmuraba mientras corría desesperada.
Y la chica tenía razón. Nunca le habrían dado alcance si no fuera porque varios de los gremlins tomaron un atajo. Cinco de ellos se encaramaron al árbol, y allí, impulsando sus ligeros cuerpos con manos y pies, ascendieron con la rapidez de un mono.
“La salida de incendios, jamás está cerrada por dentro”, murmuró Stacy mientras corría por la primera planta todo lo que sus piernas podían darle. Y justo cuando cruzaba la galería, cuando faltaban menos de veinte metros para alcanzar la salida, sucedió.
Dos gremlins saltaron del árbol unos metros por delante suyo. Inmediatamente, volcaron una máquina expendedora de caramelos de bola.
Los esféricos dulces se esparcieron por el suelo, bajo los desnudos pies de la ladrona, que no pudo hacer nada para evitar caer de culo. Justo cuando sus glúteos tocaron el frío suelo las dos criaturas se abalanzaron contra ella.
Intentó sujetarlos con sus brazos, sacárselos de encima mientras trataba de incorporarse. Pero rápidamente otros tres se le echaron encima. Subiendo las escaleras llegaron los cinco restantes, arrastrando cables y cintas de colores.
Felina tenía uno de esos gremlins abrazado a su rostro. En la refriega la criatura había perdido su taparrabos y sus genitales se balanceaban alrededor de la nariz de la ladrona, llenando sus fosas nasales de un extraño y embriagador aroma. Ella, para intentar sacárselo de encima, tomó una de sus peores decisiones de esa noche.
Abrió la boca, y pegó un fuerte mordisco al flácido miembro de la criatura. Aquello, lejos de causarle dolor, arrancó una divertida risa al gremlin que, moviendo sus caderas, empujó aún más su miembro dentro de su boca.
Felina saboreó un extraño fluido viscoso a medida que el pene de aquel bicho iba creciendo y endureciéndose en el interior de su boca. El falo alcanzó un tamaño desproporcionadamente grande para la estatura de la criatura. Mientras la chica lo agarraba con ambas manos, intentando sacárselo de encima, otros gremlins empezaron a atar hábilmente sus piernas con las cintas y cables que habían traído.
De repente, la chica notó un súbito tirón y vio como su cuerpo era arrastrado por el suelo. Dejó a la criatura que tenía en su cabeza y movió desesperadamente sus brazos, intentando encontrar algo a lo que agarrarse. El mármol pulido no ofrecía ninguna resistencia, y la chica no encontraba asidero alguno. Su cuerpo se deslizaba a una velocidad considerable.
El gremlin que tenía encima reía y gritaba divertido. Pronto, otros dos se abalanzaron sobre su cuerpo, agarrándose a su cintura, y a las tiras de su uniforme. Felina los escuchaba reír, divertidos, como si estuvieran montados en un trineo.
Intentó sacudir su cuerpo para echarlos. Como si estuvieran montados en un toro mecánico, los dos gremlins entre exclamaciones se abrazaron aún más a ella. Uno le bajó la cremallera de su uniforme y se agarró con sus manos a los pequeños pero firmes senos de la ladrona.
Justo antes de llegar a la escalera, la chica logró aferrarse con fuerza a la barandilla. Su cuerpo se detuvo en un súbito tirón. Uno de los gremlins que tenía encima cayó. Las criaturas emitieron un quejido de decepción, como si se hubiera agotado la batería de su juguete favorito.
El gremlin que tenía en su rostro, agarrándose fuertemente a su cabeza, seguía moviendo su erecto miembro dentro de su boca, ajeno a cualquier otra cosa. El que aún se sujetaba apretando sus pechos, se fijó en los músculos en tensión de los brazos de la ladrona, en sus axilas cuidadosamente depiladas y perladas con gotas de sudor… Y empezó a cosquillearla.
El gremlin que había caído, volvió a subirse encima suyo y empezó a cosquillear los muslos de Felina. La chica nada pudo hacer ante las pequeñas y hábiles manos de los gremlins que le causaban un hormigueo por todo el cuerpo. En menos de un minuto, se vio obligada a soltar la barandilla, entre risas ahogadas por lo que tenía en la boca.
Los otros siete gremlins, al ver que la chica se soltaba, volvieron a tirar de los cables y cintas que ataban sus piernas.
Stacy ahogó un quejido al notar como sus glúteos impactaban fuertemente en el primer escalón. Una vez, y otra, y otra… Sin poder hacer nada, aquellas traviesas criaturas la estaban arrastrando escaleras abajo.
“Me saldrán unos buenos moratones después de esto” pensaba la chica a medida que su trasero iba quedando adolorido en su descenso por las escaleras. Las sucesivas sacudidas por los escalones, provocaron que el gremlin que tenía agarrado a su rostro, lo pasara en grande. La criatura intensificó sus embestidas en la boca de Felina mientras emitía sonoros chillidos de gozo. Cuando aún faltaban unos cuatro escalones para llegar abajo, la boca de la chica se inundó con un espeso y cálido fluido. El gremlin sacó el pene, ahora flácido, de su boca, y con un ágil salto se plantó al suelo.
- Puaj… que asco.- Masculló Felina intentando escupir aquella sustancia.
Pero para su sorpresa, el fluido de la criatura, no era del todo repugnante. Pese a su color oscuro y su textura espesa, tenía un sabor dulzón, en cierto modo agradable. A ella le recordó vagamente el sabor de una calentita taza de chocolate.
Felina se palpó su dolorido trasero, lo notaba sucio por haber arrastrado todo el polvo del suelo, pero no tenía nada roto. Aprovechando que los gremlins parecían distraídos, cuchicheando entre ellos, la ágil ladrona se puso en pie. Intentó desatarse los cables y cintas de sus piernas pero aquellos nudos estaban fuertemente apretados. “Da igual, puedo escapar de esos odiosos paticortos aún con mis piernas atadas” pensó mientras, haciendo gala de sus habilidades acróbatas, se impulsó en un salto hacia atrás.
Sus manos hábilmente frenaron su caída y con un movimiento, volvió a impulsarse hacia arriba, balanceando su cuerpo. Y así, mediante ágiles y rápidas cabriolas consiguió alejarse uno, dos, tres, hasta cinco metros. Hasta que uno de los gremlins logró agarrar el trozo de cable suelto que volaba entre sus piernas. De nuevo, la ladrona se vio de bruces al suelo, esta vez de cara. Sus reflejos lograron amortiguar la caída.
Inmediatamente, las diez criaturas se abalanzaron encima suyo. Cosquilleándola, mordisqueándola, sujetando sus manos y piernas. “¿En qué momento pensé que esto podría ser un golpe fácil” pensó resignada la ladrona mientras aún intentaba resistirse infructuosamente.
Un chillido escapó de su boca cuando notó los diminutos dientes de una de esas criaturas morder su trasero. Aquello pareció divertirles, y otro gremlin se sumó, mordiendo sus glúteos, como si de una fruta se tratara.
- Por favor… basta...- Intentó implorarles.- Eso duele… seré buena… pero por favor… no me hagáis daño…
Los gremlins se detuvieron unos instantes, mirándola con curiosidad. No entendían sus palabras, pero sí que interpretaron vagamente lo que quería decir. De nuevo, empezaron a cuchichear en su extraño idioma.
Felina esta vez no intentó escapar. Ya lo había intentado todo y no había logrado evadirse de esos monstruitos. Ahora, simplemente, se conformaría con que no le hicieran daño. Que se divirtiesen a su costa cuando quisieran, jugaría con ellos, se dejaría hacer lo que desearan, con tal que la dejaran en paz cuando se cansaran.
Las diez criaturas, asintieron entre ellas y rodearon a la chica, que se había sentado en el suelo. Uno de ellos empezó a tirar del desgarrado uniforme de cuero, como si quisiera arrancárselo. Al cabo de unos instantes, otra criatura se subió a sus muslos y empezó a mordisquear el traje, intentando romperlo.
- De acuerdo… de acuerdo lo capto.- Dijo ella haciendo aspavientos con los brazos.- ¿Queréis que me lo quite? ¿Os gusta el cuero? Tomad, todo vuestro.
Los gremlins contemplaron expectantes como Felina se bajaba la cremallera frontal del uniforme hasta el final. Sin ningún atisbo de pudor, se quitó los brazos por las mangas, terminando de revelar sus pequeños pero firmes pechos. Levantándose un poco, bajó su uniforme hasta su cintura, revelando un vientre totalmente plano y unas marcadas curvas femeninas.
- Si no me quitáis esas cosas de las piernas.- Dijo con una falsa sonrisa, señalando sus ataduras.- No os podré dar mi traje.
Los gremlins no eran estúpidos en absoluto. Uno de ellos en seguida captó la treta que pretendía la chica y acudió raudo con unas tijeras. Con cierta dificultad, y ayudándose con sus dientes, logró cortar el resistente uniforme, permitiendo que la chica se lo pudiera quitar sin necesidad de desatar sus piernas. Felina, quieta, se dejó hacer, temerosa de que si intentaba resistirse, aquel bicho pudiera hacerle daño.
Finalmente, arrojó los restos de su traje a los gremlins, que entre risitas y chillidos empezaron a tirar de él y a desgarrarlo en tiras. “Bueno, parece que sólo queríais mi ropa” pensó ella con un suspiro mientras les arrojaba también el guante que le quedaba. Ahora que tenía a los gremlins distraídos, intentó levantarse.
Pero uno de ellos, se encaró enfrente suyo. Con una mueca de desagrado, la señaló con un dedo.
- ¿Y ahora qué quieres?- Aunque enseguida adivinó sus intenciones.- ¿eso… también?
Resignada, dirigió sus manos hacia la cintura. Tan solo le quedaba una prenda de ropa. Un diminuto tanga de encaje negro. Su traje de cuero se ajustaba perfectamente a su silueta, haciendo innecesaria cualquier prenda interior debajo. Con ese traje ella nunca usaba sujetador, y la mayoría de veces ni tan siquiera braguitas. Pero esa noche, había optado por utilizar una pequeña prenda íntima debajo.
Cuando el tanga le llegó a las rodillas, la criatura, con un fuerte tirón lo rompió y se lo arrebató entre gritos de júbilo, mostrándoselo a sus compañeros.
Todo el cuerpo de la ladrona se estremeció de frío ahora que estaba desnuda. Su piel se erizó completamente, sus pezones estaban duros y arrugados, aunque ahora mismo, el frío era lo que menos le preocupaba. “Así que era sólo eso… queríais quedaros con mi ropa” pensó aliviada mientras se alejaba, gateando sigilosamente. Pero la chica erraba totalmente en sus pensamientos. Cuando se había arrastrado unos metros, notó un fuerte dolor en su trasero. Con una mueca de dolor, se giró.
Uno de los gremlins había logrado hacerse con su látigo y la había azotado con él. Diez pares de ojos amarillentos contemplaban a Stacy como si fuera una golosina. De la mayoría de bocas, goteaba una verdosa saliva.
- Y ahora… que… ¿qué queréis?- Masculló la chica temblando ante esas miradas que no auguraban nada bueno.
Sin darle tiempo siquiera a poder reaccionar, las diez criaturas se abalanzaron sobre ella. Simplemente eran demasiadas manos, pies y lenguas como para que ella, con sus piernas atadas, tuviera la más mínima posibilidad.
Felina se vio de cara contra el suelo, pese a que ella era más fuerte que ellos, la superioridad numérica le hacía perder cualquier ventaja. Pronto notó como le ataban las manos a su espalda.
Cuando le soltaron los brazos, intentó liberarse con todas sus fuerzas. Felina era una auténtica experta escapista, pero nunca había visto unos nudos tan apretados y resistentes. No tardó en notar la textura del cuero en la tira que aprisionaba sus muñecas. La habían atado con los restos de su propia ropa.
Varios gremlins se sentaron sobre su espalda, inmovilizándola y tumbándola de nuevo. Presa del pánico, notó como uno de ellos jugaba con sus nalgas, acariciándolas con sus hábiles dedos. Pronto, notó una extraña sensación, algo caliente, viscoso y duro que hacía presión contra su ano.
Giró la cabeza, gritó, pero aquello sólo sirvió para que otro gremlin le volviera a introducir su pene erecto en la boca. El griterío de los otros gremlins la intimidó. Su cuerpo estaba agotado y casi no le quedaban fuerzas para forcejear. Así que, se limitó a cerrar los ojos, relajar sus músculos y se dejó hacer. Ni tan siquiera se resistió cuando el duro falo del gremlin penetró totalmente en su trasero.
En cualquier otra circunstancia, sin la debida lubricación, aquello le habría dolido, pero el miembro del gremlin parecía impregnado de una sustancia viscosa que facilitaba la penetración. Las terminaciones nerviosas del ano de la chica reaccionaron ante la intrusión. Sorprendentemente, aquello era menos doloroso de lo esperado. De hecho, ni tan siquiera le dolía, sino todo lo contrario. El miembro de la criatura parecía estimularla, como si estuvieran introduciendo algún tipo de sustancia relajante en su organismo.
Su respiración se hizo menos acelerada, sus hombros se relajaron. Su boca empezó a jugar con el miembro que tenía dentro, lamiéndolo con la lengua. Pese a lo repugnantes que eran aquellas criaturas, las sensaciones que notaba eran agradables. Incluso notó como, poco a poco, su vagina se iba humedeciendo.
Un balbuceo de sorpresa escapó de su boca al notar como un cálido fluido llenaba su ano. El gremlin retiró su miembro de allí, relajando todos sus músculos interiores. Inmediatamente después, otro bicho volvió a penetrarla, pero esta vez su cuerpo aceptó el pene con mucha más facilidad.
Ni tan siquiera se quejó cuando el gremlin que la penetraba bucalmente eyaculó dentro de su boca, volviendo a llenarla de ese pegajoso fluido de agradable sabor. Esta vez no escupió, sino que se lo tragó todo. Sin saber porque, ella misma abrió la boca para facilitar que el siguiente pudiera volver a penetrarla.
Y así, fueron turnándose, uno detrás de otro, penetrándola por su trasero y su boca, incontables veces durante incontables minutos. Al final, incluso ella se sorprendió cuando cesaron las penetraciones.
Giró su cuerpo, los fluidos chorreaban por su culito, deslizándose entre sus muslos. Su boca, medio abierta, babeaba una pegajosa sustancia verdosa. Los gremlins la contemplaban con curiosidad.
Felina respiraba agitadamente, ninguno de ellos había prestado la más mínima atención a su vagina, que le suplicaba con urgencia algún tipo de estímulo. Sentía sus labios vaginales hinchados, su clítoris endurecido, sus pezones, por el contacto con el frío mármol estaban endurecidos como caramelos. Intentó abrir sus piernas, invitándolos.
- Po… por favor… no me vais a dejar así ¿verdad?...- Balbuceó mientras los contemplaba con una mirada ávida de deseo.
Con una amplia sonrisa en los labios, un gremlin se acercó y empezó a desatar los cables y cintas que sujetaban sus piernas. Los otros nueve tensaron sus músculos, como ella intentara escapar, se le echarían encima en un santiamén.
Pero Felina no quería escapar, había perdido cualquier atisbo de voluntad. Cuando notó sus piernas liberadas, las abrió. Con toda la lujuria posible, les mostró su sexo, rasurado salvo por un pequeño triángulo de vello. Tal vez no entendieran su idioma, pero entendían sus gestos perfectamente.
El gremlin que había desatado sus piernas, entre risitas, se marchó corriendo. Al cabo de unos instantes, y con una sonrisa en el rostro, volvió llevando en sus manos varios caramelos de bola. Entre burlonas carcajadas por parte de sus compañeros, se acercó a la ladrona, que seguía con sus piernas completamente abiertas, cogió un caramelo, y lo introdujo en el culito de la chica.
Felina, totalmente excitada, y con su ano ya dilatado y lubricado por los fluidos de los bichos, ni tan siquiera protestó. El duro y esférico caramelo se deslizó sin problemas en su interior. Divertido, el gremlin introdujo luego otro, y otro, y otro… Hasta cinco caramelos de bola metió dentro del trasero de Felina. La chica jadeaba, los caramelos hacían presión contra sus músculos internos, su deseo insatisfecho aún se incrementó, notaba sus labios vaginales hinchados, de la comisura de sus labios empezó a gotear saliva… Un gemido de alivio y satisfacción escapó de sus labios cuando el gremlin, finalmente, empezó a penetrarla, entre los vítores de sus otros compañeros.
Felina apoyó su espalda contra el suelo. Con las manos atadas a su espalda, la postura no era demasiado cómoda, pero nada de eso le preocupaba. Su mente estaba centrada en el palpitante pene que entraba y salía por su vagina, estimulándola en todo su interior. Las bolitas que tenía en su trasero presionaban sus músculos vaginales, haciendo que ella sintiera y gozara mucho más la penetración. Tan solo emitió un quejido de frustración cuando notó que el bicho eyaculaba en su interior, dejándola a medias en su clímax.
Pero pronto, otro de ellos ocupó su lugar. Notar el falo del gremlin dentro, la relajaba y la estimulaba a partes iguales. Ella misma, movida por la lujuria que recorría su cuerpo, abrió su boca y sacó la lengua, moviéndola alrededor de sus labios, invitando a los demás a acercarse.
Y no se hicieron esperar, uno de ellos volvió a meter su pene en la boca de la chica. Otros dos se subieron a su barriga y empezaron a lamer y mordisquear con suavidad sus pezones. Esta vez, el contacto de los dientes de los gremlins no le dolió, sino todo lo contrario.
Varias criaturas más se acercaron a su rostro y empezaron a lamer sus orejas, su cuello, otras empezaron a recorrer con sus largas y húmedas lenguas sus curvas femeninas. Otras empezaron a lamer y a mordisquear sus pies, provocándole cosquillas.
Era tal el cúmulo de sensaciones que Felina era incapaz de determinar cuantos gremlins le estaban haciendo cosas. Todo su cuerpo tenía piel de gallina, sentía cosas, estímulos por doquier. La chica arqueaba su espalda, apretaba los dedos de sus pies, movía inconscientemente sus piernas… mientras no cesaba de succionar con pasión todo aquello que entraba y salía de su boca, engullendo el fluido que dejaban en ella.
Y finalmente sucedió. La chica tensó todos los músculos de su cuerpo, abrió la boca emitiendo un sonoro gemido, cerró con fuerza sus ojos, mientras lágrimas de placer recorrían su rostro. En su activa vida sexual, Stacy Clayton nunca experimentó un orgasmo tan intenso. Su vagina empezó a expulsar un fluido transparente. Sorprendiendo incluso al gremlin que la estaba penetrando en ese momento, que nunca había visto un squirting tan abundante.
Las criaturas se separaron de su cuerpo, dejándole tomar aire. Felina estaba totalmente agotada, no tenía fuerzas ni para levantarse. Ni tan siquiera era consciente de estar en un centro comercial, rodeada de grotescos gremlins. Movía aleatoriamente sus piernas, como si intentara nadar. Su boca estaba totalmente abierta, con la lengua fuera, un hilillo verdoso salía de sus labios. Todo su cuerpo estaba impregnado de aquella sustancia que eyaculaban los gremlins. El sudor perlaba su piel, sus cabellos estaban pegados a su cuello. Por doquier se apreciaban pequeñas marcas de mordiscos y chupetones. La chica jadeaba, sin moverse, sus músculos estaban tan relajados, que su cuerpo empezó a expulsar los caramelos. Los gremlins contemplaban divertidos como una tras otra, iban saliendo las dulces bolitas de colores, impregnadas con el viscoso fluido que ellos habían dejado en el cuerpo de la chica.
Los gremlins formaron un círculo y empezaron a cuchichear, divertidos. Felina ni tan siquiera se dio cuenta de que se había quedado sola, tumbada en el frío suelo, hasta que los escuchó acercarse de nuevo, acompañados de un ruido mecánico y una suave melodía.
Varias horas después. Al rayar el alba.
Los primeros rayos de luz justo empezaban a penetrar a través del techo de cristal del edificio. Faltaban algo más de dos horas para que empezaran a llegar los primeros trabajadores al centro. En el interior del recinto reinaba la más absoluta calma… salvo por un ruido mecánico que se escuchaba en la planta baja.
Una figura encapuchada entró a través de la claraboya por la que horas antes había accedido Felina. Vestía unas mallas y una camiseta de resistente tejido anticorte, de color negro, cómoda y sin disimular sus formas femeninas. Sus manos estaban protegidas por guantes con gran capacidad de adherencia y calzaba unas botas tácticas.Una oscura máscara cubría su rostro.
Con cautela, la figura fue bajando por las escaleras, siguiendo el ruido mecánico que se escuchaba en la planta baja. Su mano derecha no se apartaba en ningún momento de la empuñadura de la katana que asomaba por su espalda. Y su izquierda palpaba su cinturón, dónde tenía varios shuriken, cuchillos arrojadizos, granadas de humo y otras armas y artilugios no letales.
- Bien, parece que con las primeras luces del sol, esos bichos se esfuman.- Murmuró la recién llegada.
Cuando llegó a la planta baja, cruzó por encima de las pequeñas vías del trenecito. Sentía un pequeño motor acercándose, acompañado de una melodía navideña. No pudo reprimir una exclamación de sorpresa cuando vio acercarse la locomotora del tren.
Con un rápido y preciso movimiento, lanzó un shuriken contra el cuadro de control del pequeño tren, que detuvo su avance. Con cautela se acercó a la parte delantera de la locomotora.
- Vaya… vaya… ¿Qué tenemos aquí?
Sentada en el morro de la locomotora, había una chica rubia totalmente desnuda. Estaba fuertemente atada de manos y pies con cintas y cables de colores. En la nariz tenía una luz roja parpadeante, y en sus pezones, tenía sujetas con pinzas dos bolas de árbol de navidad que emitían luces azuladas y música navideña. Todo su cuerpo estaba cubierto de purpurina plateada, formando una capa sobre su piel, como las escamas de un pez. En su boca tenía metido un lazo de celofán rojo, a modo de mordaza. Sobre su cabeza tenía una diadema que imitaba los cuernos de un reno.
Shadow Angel se fijó en los ojos vidriosos de la chica. Finos hilillos de saliva brotaban de la comisura de sus labios, y justo dónde la chica estaba sentada, con las piernas abiertas, se apreciaba el brillo del fluido que segregaba su vagina.
La ninja no pudo evitar una mirada traviesa mientras sacaba de su cinturón un teléfono móvil y tomaba varias fotografías.
- Cuando escuché en la emisora de la policía que la cámara de seguridad de la joyería del Big Mall había detectado una oscura figura abriendo la caja fuerte, dudé entre acudir o no… No las tenía todas conmigo al venir, pero veo que he tomado la decisión correcta. Menudo regalito me trae esa navidad.
Mikoto Amy desenvainó su ornamentada katana y apoyó el contrafilo de su hoja en la entrepierna de la chica, haciendo que Felina emitiera un suave quejido.
¿Que crees que dirán los de la Protectora de Felinos cuando vean a su mayor benefactora en esta situación?- Dijo Amy divertida. Stacy le devolvió una mirada que transmitía deseo y enfado a partes iguales.
Parece que esta vez yo gano. En tu casa tienes algo que me pertenece.- Prosiguió la ninja.- Podrías entregármelo y a cambio yo no publicaré esas imágenes en las redes sociales… Aunque estás para ponerte de portada en un calendario.
Mientras hablaba, la heroína no se percató que, a su espalda, en la piscina de bolas, asomaban tres pequeñas y traviesas cabezas recién despertadas.
- Tranquila, que no te pueden fecundar.- Siguió burlándose Amy, ajena a los tres gremlins que sigilosamente se acercaban a su espalda.- Pero sí que notarás una especie de “cambio” en tu cuerpo... será… digamos que será divertido ver como te desenvuelves en tu día día… Pero no te preocupes el efecto es solo temporal, se desvanecerá digamos en…
Pero la japonesa no pudo terminar la frase. Un gremlin, tomándola completamente por sorpresa, se abalanzó sobre su cabeza, tirando fuertemente de su largo y sedoso pelo. La ninja se desestabilizó, soltó el móvil para encararse con la criatura. Los propios movimientos de la heroína arrojaron el teléfono debajo de la piscina de bolas.
Shadow Angel ya se había enfrentado una vez con esas criaturas y no estaba dispuesta a caer de nuevo en sus manos. Cambiando el agarre de su arma, dirigió una certera cuchillada contra el bicho que la tenía agarrada por el pelo. La última vez la vencieron porque la superaron abrumadoramente en número, pero podría manejar a tres gremlins sin problema… en teoría.
Justo cuando el mortal filo del arma estaba a punto de impactar en la cabeza de la criatura, otro gremlin saltó sobre su brazo, desviando el letal trayecto de la cuchillada, que falló su objetivo por escasos centímetros.
Con un brusco movimiento, Amy se quitó de encima al gremlin, que pese a todo, logró llevarse consigo el cinturón de la ninja. Con su mano izquierda logró agarrar fuertemente por el cuello al que le tiraba del pelo.
Pero lo que pasó desapercibido a la chica, fue el tercer gremlin que, sin perder un instante, estaba subido en el tren, desatando apresuradamente a Felina.
- Y ahora qué… eh animalito.- Masculló mientras apretaba fuertemente al gremlin que instantes antes la tenía agarrada por el pelo.
El que ya se había sacudido de encima intentó acudir en auxilio de su compañero, pero se detuvo al ver la afilada punta de la katana apuntando a escasos centímetros de su pecho. Con una expresión de frustración y enfado, el gremlin mantuvo la distancia. Impotente vio como la ninja con la otra mano, arrojaba a su compañero contra él.
El gremlin aterrizó sobre su compañero, por un instante, ambas criaturas se miraron asustadas. Incapaces de someter a la habilidosa heroína. Pero, inmediatamente, su mirada cambió, pasando de la frustración al júbilo.
Mikoto Amy había cometido un error, y le iba a salir caro. Concentrada en los dos gremlins, se había olvidado del tercero, dando por supuesto que había huido asustado. Ahora, una desnuda y lujuriosa Felina, se lanzó contra ella, tumbándola al suelo. La katana se escurrió de sus manos, fuera de su alcance.
- Pero… ¿qué?...- Masculló la ninja mientras se quitaba de encima a la ladrona con un hábil movimiento.
Felina era una experta en la lucha cuerpo a cuerpo, pero estaba bajo los efectos del fluido altamente afrodisíaco de los gremlins. Sus movimientos eran algo débiles y torpes. Tan solo la movía un solo deseo, satisfacer su intensa libido con el cuerpo de Amy. La ladrona embestía con ímpetu y arrebato pero sin usar toda su técnica y habilidad, buscando sobretodo el roce de su sexo contra el cuerpo de su rival. Shadow Angel parecía tener las de ganar. Pero tres diminutas criaturas decantaron la balanza.
Los tres gremlins aparecieron llevando un enorme bastón de caramelo hecho de gomaespuma. Justo cuando Shadow Angel tumbaba a la ladrona contra el suelo, la golpearon por detrás con el enorme bastón.
El objeto impactó a la heroína justo en la nuca, logrando aturdirla unos instantes. Instantes que Felina no desaprovechó, abalanzándose nuevamente sobre la ninja.
- ¡Ouch!- Exclamó Amy cuando su espalda golpeó contra el duro suelo.
Mientras intentaba sacarse de encima a la ladrona, los tres gremlins volvieron a golpear su cabeza con el enorme bastón de gomaespuma. Una y otra vez, la golpeaban sin cesar. Los golpes, lejos de hacerle daño, la molestaban enormemente, causándole pitidos en las orejas y un hormigueo en la nariz cada vez que el bastón impactaba en su cara. Aturdiéndola y reduciendo su capacidad de lucha.
Para mayor dificultad, la purpurina que cubría el cuerpo de Felina no ayudaba a Shadow Angel. A la japonesa le costaba agarrar el cuerpo de su enemiga, tenía la sensación de estar forcejeando con un enorme pez recién sacado del agua. Estar totalmente desnuda y cubierta de purpurina era toda una ventaja para la ladrona.
Amy la pateó en la barriga, pero su enemiga no se amedrentó. Con sus piernas sujetó los muslos de la ninja, mientras sus manos la agarraban fuertemente del cuello. La japonesa empezó a perder aire, intentó liberarse del apretón de su enemiga con todas sus fuerzas. Pero los gremlins seguían golpeándola sin cesar, impidiéndole pensar y reaccionar adecuadamente.
Poco a poco, las fuerzas fueron abandonando a Shadow Angel, hasta que su cuerpo se relajó completamente y cayó inconsciente. Las tres criaturas lanzaron un grito de júbilo al ver como la heroína dejaba de luchar.
Felina, dejó de apretar su cuello y, con la mirada totalmente perdida, empezó a lamer el rostro de Amy. Con los dientes le arrancó la máscara de su cara.
Los tres gremlins, dejaron el bastón de gomaespuma y se sumaron a la fiesta. Usando sus dientes, rompieron los cordones de las botas de la ninja, despojándola de ellas. Tirar de sus mallas, resistentes pero elásticas, fue toda una diversión para las diminutas criaturas, que contemplaron como la tela se iba estirando, y estirando. Hasta que con un súbito tirón, la prenda salió volando de las piernas de la chica, impactando en el rostro de las tres criaturas, que cayeron al suelo entre risitas.
Felina, frotando su entrepierna entre los muslos de Amy, le quitaba apresuradamente su camiseta. Los ahora flácidos brazos de la ninja no opusieron ninguna resistencia a que la ladrona la despojara del resto de su uniforme. La chica deslizó su cintura por la pierna de Amy, deteniéndose cuando sus labios vaginales rozaron los dedos de los pies de la japonesa. Mientras frotaba su sexo contra el pie de la inconsciente chica, acercó su boca a su cintura, mordiendo con fuerza, arrancó y despojó a Amy de su tanga. Una vez la tuvo desnuda, la ladrona empezó a restregar todo su cuerpo por la suave piel de la japonesa.
Uno de los gremlins contemplaba, con la cabeza ladeada y mirada curiosa, lo que Felina hacía a la desnuda e indefensa Amy. La criatura no había visto nunca a dos chicas comportarse así, y aquello le parecía divertido y entretenido de ver. Pero unos golpecitos en su hombro lo distrajeron. Sus dos compañeros le señalaban todo un amasijo de cables y cintas que habían traído.
El mero roce de su clítoris y sus labios vaginales contra los suaves muslos de la ninja ya había arrancado varios orgasmos a Felina. Pero su cuerpo aún le seguía pidiendo más, tenía la vagina totalmente empapada de fluido, y no cesaba de segregar más. Su respiración era agitada, frenética, restregaba todo su cuerpo contra la piel de la japonesa, buscando aliviar su intenso deseo. Con sus manos, apretujaba los grandes y firmes pechos de Amy, con pasión mordía sus labios suaves y carnosos… Pero de repente, notó que algo se deslizaba por su cuerpo.
Felina no tuvo tiempo de reaccionar. Los tres gremlins habían apañado un lazo con un grueso cable de luces y, como si de un animal se tratara, sujetaron a la ladrona con él. Con un súbito tirón, lograron tumbarla al suelo.
Agotada y aturdida por los sucesivos orgasmos y su aún insatisfecho deseo sexual, Stacy no tuvo ninguna oportunidad. Los tres gremlins se abalanzaron rápidamente sobre ella y la ataron fuertemente con el resto del cable y varias cintas de colores.
Cuando tuvieron a Stacy, atada como un pavo de navidad, las tres criaturas contemplaron a la inconsciente Amy. Entre risitas, se acercaron a ella.
Una hora después
Los dos guardias de seguridad abrieron la puerta principal del Big Mall. Faltaba una hora para que abrieran las tiendas y empezaran a llegar los primeros clientes. Una inquieta mirada se reflejaba en sus rostros. Cada navidad la misma intriga, ¿habrían entrado aquellos misteriosos y molestos gremlins en el centro comercial? Por muchas medidas y contramedidas que instalaran, rejas más resistentes, sistemas de alarma, cámaras de seguridad… esas odiosas criaturas siempre encontraban un modo de acceder a dónde quisieran y desmantelar los sistemas de videovigilancia. Dependiendo de los destrozos causados, tal vez deberían retrasar varias horas la apertura al público, hasta que los equipos de limpieza hubieran barrido lo que estuviera roto y puesto todo en su sitio de nuevo.
Fue casi un alivio comprobar que los destrozos únicamente se habían concentrado en la planta baja. Y tampoco era tanto el daño causado. El árbol de navidad estaba algo maltrecho, había varias figuras destrozadas, un bastón de gomaespuma tirado en el suelo…
Algo captó la atención de uno de los guardias, recogiendo varias pelotas de la piscina de bolas esparcidas por el suelo localizó algo. Unas mallas de oscura y resistente tela. Su compañero, le tocó el hombro, señalando un rincón, justo debajo del árbol de navidad.
- Pero… ¿qué?- Exclamó el guardia soltando las mallas.
Allí, había dos hermosas chicas, fuertemente atadas una encima de la otra con todo tipo de cintas de colores y parpadeantes luces de colores.
Ambas chicas se contorsionaban y forcejeaban, intentando liberarse de las ataduras. Una ancha cinta roja, coronada por un enorme lazo, las envolvía impidiendo que pudieran separarse una de la otra. En sus bocas tenían metida una enorme bola de plástico, impidiendo que pudieran decir nada inteligible salvo quejidos y gemidos. Sus cuerpos estaban totalmente cubiertos de purpurina plateada, como si de dos croquetas se trataran. Ambas chicas se miraban con una expresión que transmitía furia y deseo a partes iguales.
Frente a ellas, había una bonita postal con un Papá Noel dibujado en la que, de forma manuscrita, con mala letra pero legible, había escritas las palabras “MERRY CHRISTMAS”.
Bueno… ¿qué opinas?- Preguntó un guardia a su compañero.
Creo que… - Dijo el otro, pensativo mientras se rascaba la cabeza, señalando una desgarrada bolsa tirada en un rincón, alrededor de la cual había esparcido dinero, joyas y diversos objetos.- Al parecer dos ladronas que querían pasarse de listas, se han topado con quién no deberían. Y nos las han envuelto como regalo.
Amy, estaba menos afectada por el fluido altamente afrodisíaco de los gremlins y su mente estaba más despierta que la de su compañera. A diferencia de Felina, ella había tenido la “suerte” de toparse tan solo con tres de ellos. Al escuchar los comentarios de los guardias, les dirigió una mirada furiosa, intentando balbucear algo. Pero la enorme bola que tenía en la boca a modo de mordaza impidió que de sus labios pudiera salir nada comprensible.
Oye.- Dijo el primer guardia.- Esa chica, la morena… tiene rasgos asiáticos… ¿No crees que será...? Esa katana que hay allí tirada y esa oscura ropa que has encontrado…
¿Tu crees que es ella?- Lo interrumpió su compañero.- Si crees que se trata de Shadow Angel, ya sabes cual es el protocolo, debemos liberarla, agradecerle su trabajo y llamar a la policía para que se lleven a la otra. Pero… si no es más que otra ladrona, entonces la cosa cambia… porque la policía no tiene porque enterarse de esto… Tu y yo podemos dar un justo castigo a ese par de ladronzuelas… ¿no crees?
Amy al escuchar aquellas palabras, les devolvió una mirada furiosa pero con cierto atisbo de deseo. Como si la idea de “ser castigada” por aquellos vigilantes de seguridad no le fuera del todo desagradable.
- Tienes toda la razón compañero.- Dijo el otro guardia con una sonrisa en su rostro mientras empezaba a desabrocharse el cinturón.- Shadow Angel es una chica extremadamente hábil. Nunca caería en las garras de esos monstruitos. Mi veredicto es que aquí no tenenos otra cosa que dos ladronas que esta noche esperaban dar un golpe fácil… Y creo que merecen un buen castigo… para que aprendan… Esta navidad, en lugar de Papá Noel, han sido los gremlins quienes nos han dejado un bonito regalo.
FIN
Felices fiestas a todos.
Fuisteis varios los que me indicasteis que mi historia sobre los gremlins estaba entre vuestras favoritas. Espero que ese nuevo relato sobre esas molestas y traviesas criaturas os haya gustado tanto como el anterior.