El retorno de Laura, la de las tetas gordas.

Tras ser castrado por Laura, nuestro anterior protagonista urdirá una maquiavélica venganza.

Hace ya cinco meses. Era verano, julio, cuando aquel degenerado contactó conmigo. Ahora sé por qué lo hizo, y hasta lo entiendo; pero a mí me ha desgraciado la vida.

Tengo fimosis. Es decir, tenía. Pero no una fimosis severa, sino un subtipo denominado "frenillo corto", la cual permite que el glande quede al descubierto con el miembro fláccido y semierecto, pero puede ser muy doloroso si intentas descubrirte el capullo con la polla tiesa. Yo era en cierto modo, como Laura me llamaba, un tullido; aunque hasta conocerla a ella había tenido varias parejas y, con cierto cuidado, había gozado de una vida sexual plena y activa. Nunca me había operado por miedo al quirófano, ni más ni menos, y porque hasta conocer a aquella maníaca nunca me había sentido acomplejado por mi "problema".

Pero me estoy desviando del tema. El caso es que fue mi frenillo corto lo que hizo que él me eligiera, pues seguramente él mejor que nadie sabía que eso sería un buen reclamo para Laura. Nos vimos en un hotelucho de tercera, donde me ofreció una gran suma de dinero. Yo pensaba que tendría que hacérmelo con él y, en paro como estaba y con mi negocio arruinado tras la crisis del COVID, habría llegado a acceder por dicha cantidad, a pesar de que nunca me atrayeran los hombres. Era, como digo, mucho dinero. Aunque no tardé en descubrir que no todo era para mí, es más, ni siquiera la mayor parte. El 80% del montante era para los gastos derivados de quedar con Laura -hoteles caros, cenas...-, pero con el otro 20% me llegaba y me sobraba para reactivar mi economía. Además, aquel hombre prometía nuevos pagos con tal de que lograse seguir viéndome con Laura.

Cuál sería mi sorpresa cuando me enseñó el instagram de la tal Laura. Acojonante. Una mujer increíble. En cada una de las diez o doce fotografías que tenía subidas -hacía un uso discreto de la red social- dos tetazas de dimensiones descomunales -nunca había visto otras así, ni en internet, o al menos no naturales- llenaban el encuadre. Por si esto fuera poco, aquella chica era joven, unos treinta años, guapa de cara, aparentemente sin kilos de más... ¿de verdad me iba a embolsar ese pastizal por tener sexo con ella? Seguramente fuese una jodida pervertida, pensé, pero qué coño, cobrar por follarse a un pibón así era de locos. Y así fue cómo entré en el oscuro agujero que para mí supuso caer en las redes de Laura.

El 28 de julio, nunca olvidaré esa fecha, tuve mi primer encuentro con ella. Nos vimos para cenar en un lujoso restaurante de Madrid, donde yo -a cuenta de mi contratante- satisfice una nada desdeñable cuenta de 600 euros por tres platos tontos y botella y media de vino. Ella, con su escote imposible, parecía encantada. En todo momento sabía que yo pagaría, y que pagaría porque, como me dijo después en el hotel que también había pagado yo, "esas tetas no se merecían otra cosa". Tenía ante mí a una mujer inteligente, atractiva y muy segura de sí misma, o al menos en apariencia. Una mujer que podía tener a cualquier hombre y que, siendo yo un tío normal (quizá algo guapete, es posible), únicamente me podía permitir gracias a los lujos que podía ofrecerle.

Laura sabía muchas cosas de mí, cosas que aquel individuo le había contado en conversaciones de whatsapp en las que se hacía pasar por mí. Cosas ciertas, en su mayoría, aunque otras no, como mi estatus económico actual. Para Laura yo había reconvertido mi pequeño negocio en una fábrica de mascarillas, la cual había ido creciendo hasta llegar a reportarme unos ingresos mensuales que frisaban los cinco ceros. También sabía lo de mi polla, lo de mi fimosis, vaya, y no solo parecía no importarle, sino que se mostraba curiosa en exceso al respecto, poniéndome colorado con sus preguntas en un par de momentos durante la cena.

-Así que si se te pone muy tiesa no te baja el pellejito del todo, ¿no?

-Ehm, sí, eso es...

-Y con estas dos -se apartó el elegante fular estampado que descansaba sobre sus senos- se te pondrá bien durita, ¿no crees?

-Ehh, sí, en fin... sin duda.

-Pues a ver cómo hacemos, nene.

-No pasa nada -yo estaba ya empalmadísimo ante la perspectiva de llegar al hotel con ella tras la cena y miraba hipnotizado aquellas tetazas, cada vez con menos disimulo-, no hay problema por eso. Yo puedo hacer prácticamente todo sin problemas. Es decir, no puedo echar un polvo a lo bestia, pero...

-¡Uy! Pero es que a la Laura le gusta hacer las cosas bien. ¿Entonces no podré cabalgarte?

-Bueno, yo... realmente si me sitúo arriba y uso condón, porque el condón ayuda en esto, aunque pueda sorprenderte, pues podríamos hacerlo sin problema.

-¿Tú arriba? Menudo aburrimiento, nene. A la Laura le gusta llevar las riendas. En fin, si no puedo cabalgarte, al menos podremos hacer lo demás, ¿no?

-Puedo recibir sexo oral sin problema, puedo...

-Muy lanzado vas tú, nene. ¿Quién te dice que la Laura, con estas tetas, se la va chupando a cualquiera?

-No, perdón, es decir, yo no quería...

-¡Que es broma, tonto! ¡Claro que te la mamaré! Bueno -bajo la voz, pues casi había chillado-, si estás a la altura. Porque... ¿cuánto calzas?

-Pues... dieciséis o diecisiete.

-Bueno, normalita. No está mal del todo. Obvio que no a la altura de estas dos, pero, en fin, una ya está acostumbrada.

No sé como pude crees que aquello saldría bien, que simplemente nos iríamos al hotel y esa Diosa tetona me la chuparía, me haría una cubana. Desde luego, fui un maldito imbécil.

Cuando llegamos al hotel, lo primero que hizo fue pedirme, es decir, exigirme que me desnudase. Todo aquel tono jovial y desenfadado de la cena había desaparecido. Laura era directa, daba órdenes y se mostraba incluso cruel. Yo no podía negarme a nada, pues quería tener más citas con ella para seguir cobrando aquellas sumas, pero no tardaría en ser ella misma la mayor motivación para mi obediencia.

-Venga, nene, quiero ver esa polla. A ver cómo es el rabo de un fimoso.

-Realmente tengo el frenillo cort...

-¡Shhh, a callar, fimoso! ¿Tú has visto estas dos? -se las sujetó sobre la blusa-, pues no tienen taras. Son dos peracas descomunales y sin defectos de fábrica. Así que, si quieres verlas, fimoso, te callas y te despelotas.

Obedecí acobardado, aunque con la picha bien dura, para que negarlo, ante aquellas dos enormes tetas que desafiaban todas las leyes de la física. Me quedé completamente desnudo, y fue entonces cuando me pidió los calzoncillos.

-Ofrécemelos, fimoso.

-¿Cómo?

-Los calzoncillos, polla tullida. Dámelos, los colecciono.

-Podrías... en fin, digo yo que podrías tratarme con algo más de respeto.

-Mira, nene, una preguntita, ¿tú te quieres ir así de empalmado para tu casa? ¿Quieres haberte gastado 600 cucos en una cena y unos... quizá tres mil en esta suit para largarte con los huevos llenos? Por mí no hay problema. Me bajo a la recepción, caliento al botones aquel tan mono, me lo subo y se la mamo en el jacuzzi que me has pagado.

-Joder, no. No quiero tener que quedarme con este calentón -y sin cobrar, pensé entonces- por nada del mundo, solo que...

-Solo que nada, tullido, me ofreces los calzoncillos y te callas. A la próxima que me des el coñazo, te largas. ¡Estoy harta de tíos pesados y aburridos!

-Está bien, Laura -dije, al fin sumiso-, te ofrezco mis calzoncillos.

-Eso está mejor, picha amorfa. Ahora -me puso la mano en las pelotas y las sujetó con fuerza- vamos a ver cómo funciona este aparato. Mira que he visto pollas en mi vida, pero nunca había tenido delante la de un fimoso. -Tras decir aquello, empezó a inspeccionarla con una mano, al tiempo que me masajeaba con la otra los cojones.

-Es una polla normal -dije, intentando sofocar un gemido, pues me encantaba cómo aquella puerca me acariciaba las pelotas.- Es como otra cualquiera, solo que así de dura no se baja la piel que recubre el capullo. Si estuviese menos dura, verías que la piel desciende y es una polla como la de cualquier otro.

-Ja, ja, ja -rió con desparpajo-, ¿y tú crees que yo con estas tetas podré verla alguna vez sin estar tan dura?

-Bueno, en fin... en eso puede que tengas razón -concedí.

-Bien, y qué pasaría si -empezó a pajearla suavemente- me excediese en la maniobra.

-No te entiendo -sí que la entendía, por supuesto.

-Claro, nene -me pajeaba a mayor ritmo ahora, controlando en todo momento hasta donde podía bajar la piel de mi polla. La meneaba hasta el mismo límite, como si fuese su propia polla y no la mía, o como si fuésemos amantes desde hace años. Ni mi ex novia, tras cuatro años de relación, lo habría hecho con semejante soltura-. Me refiero -continuó- a qué pasaría si yo, que estoy acostumbrada a pelar las pollas hasta el fondo, me excediese al pajearte.

-Bueno -tragué saliva-, yo... -el placer y el miedo se mezclaban, quería y no quería que siguiese pajeándome; estaba en su poder y ella lo sabía-, yo lo pasaría mal, creo. Alguna vez he recibido algún tirón y... bueno, no es agradable, pero si fuese muy a lo bestia...

-Acabaríamos en urgencias, ¿no es cierto? -subió el ritmo de la paja, era una verdadera artista.

-Eso... ohh, joder, eso es... sí, es decir, me temo que ohh, ahhh, acabaríamos en urgencias.

De repente la soltó. Soltó mi polla y mis huevos. Se echó para atrás y se dio media vuelta en dirección al minibar.

-Voy a ponerme una copa, tullido, ¿quieres algo?

-Por favor, Laura... no... no me...

-¿Que no te deje con el calentón? No, tranquilo, en seguida retomamos. Pero estoy seca.

Se sirvió un gin tonic y preparó otro para mí. De repente, apareció con las dos copas de balón, una en cada mano, ante mí, totalmente desnuda de cintura para arriba.

-¡JODER, QUÉ TETAS! -se me escapó.

-Lo sé, nene -rió jovial, como lo habría hecho en el restaurante-. Pero no exageres, soy solo una chica normal, con una 110 de tetas. ¿Que están tan bien puestas que parecen una 150? Sí, me lo han dicho -rió de nuevo-, pero es solo una 110.

-¿Solo?¿Acaso te parece poco? Son las tetas más grandes que he visto en mis casi 40 palos, y además, ¡qué bien puestas! ¡¡¡y qué pezones!!!

-Vas a hacer que me ponga colorada, nene... y cachonda. Toma tu copa, y ven aquí.

Me agarró del rabo y me llevó a un sillón de orejas de estilo rococó que debía valer una pasta, como todo en aquella habitación, donde me sentó, copa en mano, para acto seguido arrodillarse ante mí, meter la cabeza entre mis piernas y empezar a trabajarme el miembro con la boca de un modo increíble. Aquella mujer tenía una boca perfecta para las mamadas, y vaya si sabía usarla. Al cabo de apenas un par de minutos, y pese a que no suelo correrme a las primeras de cambio, empecé a sentir que no me faltaba demasiado. Ella, cómo no, lo notó.

-¿Estás ya al límite, fimoso? ¿No me aguantas ni un ratito con mi boca de mamona entre las piernas?

-Ufhfh, yo, en fin... Laura, ohhh, joder, yo intentaré...

-No intentarás, lograrás aguantar un poco más, fimoso -había dejado de mamarla y la pajeaba lentamente-. Como te corras sin permiso te quedarás sin la cubana. ¿Las ves? Tan cerca y tan lejos, ¿verdad, tullido? Anda, trae esa polla para que me la coma, que al final le voy a coger el gusto a comerme rabos con taras y luego tendré que ir de circo en circo buscando pollas raras.

Aquello me dolía en el alma. Laura era extremadamente cruel. Mi polla era como cualquier otra y ella me trataba como si tuviese un alien entre las piernas.

-Pues ohggmf, pues pese a todo, ohhmg, joder, pese a todo te la... ahh, te la estás comiendo.

-¿CÓMO DICES, SUBNORMAL? -Se levantó de golpe, sus tetas rebotaron arriba y abajo en un baile tan breve como hipnótico.

-Perdona, yo... es que te pasas, joder... Lo siento, no quería decir eso, pero es que...

-PERO NADA, PUTO PARALÍTICO. ERES UN MINUSVÁLIDO DE POLLA, ¿TE ENTERAS? Y HAS PERDIDO LA OPORTUNIDAD DE TU VIDA. ¡¡¡NUNCA ME TOCARÁS LAS TETAS!!!

-Por favor, Laura -yo rogaba por mi dinero, pero sobre todo por mis huevos, cargados a reventar por culpa de aquella golfa-, te lo pido por favor... No volverá a ocurrir.

-¡QUIERO UNA PRUEBA!

-La que quieras.

-Quiero una prueba, y aun así, si vuelve a ocurrir que me contrarías aunque sea en lo más mínimo, ¡te vas a la mierda!

-No, de verdad, no volverá a pasar -parecía, por suerte, que lograba apaciguarla-. Dime, ¿qué prueba quieres?

-Quiero que te humilles, que te rebajes ante mí, puto cabrón. Quiero oír cómo son mis tetas y cómo es tu polla. ¡Vamos!

-Pues, bueno, ya lo sabes, supongo, tienes unas tetas increíbles.

-¿Solo eso?

-No, es decir... son las mejores que he visto. Te lo juro.

-Lo sé, tranquilo, te creo. ¿Y tu polla?

-Es... es una polla de tullido.

-Eso es. ¿Y qué más?

-Y de fimoso. Es una polla amorfa de un puto minusválido sexual que no merece ni por asomo a una mujer con tus tetas -por un momento pensé que realmente creía en lo que estaba diciendo.

-Está bien. Es suficiente. Eso sí, de la cubana te olvidas.

-Laura, por favor...

-¡Silencio, picha tuerta! Siéntate ahí y da gracias que te la mamo.

Obedecí. Laura retomó su mamada y en pocos minutos yo estaba otra vez a punto de estallar. Las pelotas me pesaban. Pensé que, si me humillaba de nuevo, tal vez me permitiría correrme.

-Por favor, Laura, esta polla de tullido te pide que dejes que se corra.

-Slurrrppp, smuasssshhh, slurrrrrrrrrrp. -Se detuvo.- De eso nada, nene, aguanta o no me ves más el pelo.

Siguió mamando. ¡Cómo lo hacía! Era increíble verla devorar mi miembro, ver cómo este desaparecía entre sus labios para salir de nuevo a la superficie tras haber rozado su garganta una y otra vez.

-De ohhh, de verdad... ooffh, no, no a...

-¡Qué te calles, joder! -dejó de mamar mi polla y la abofeteó por dos veces con la punta de los dedos de su mano derecha.- ¡Polla mala, ni se te ocurra correrte! ¿Me oyes? -y vuelta a mamar.

-DIOS, LAURA... NO AHHHHGMMF, NO AGUANTOOOOO LITERALMENTEE

-Un minuto, polla mala, slurrrrrrppppp, smuasssshhhh, aguanta otro minuto.

-Ohgmmg, joderrrrrr, por fff..ff....

-Shhhhh, que ya te voy a dar permiso, espera, smuasshhhh, slurrrppppp. -yo no aguantaba, definitivamente.

-Me corro, de verd... ohhgdkwdwdewfs, por DIOS, me corr... -dejó de mamar justo cuando la lefa pugnaba por salir.

-¡Ni se te ocurra! -dijo al ver que hacía ademán de pajearme.

-¡¡¡ES-QUE-ME-COOORRO-JO-DERRR!!!

-Te correrás cuando yo lo diga -me agarró con fuerza los cojones con la zurda- ¿está claro?

-Sí... -la lefa seguía a un solo roce, a un solo contacto de algo con mi polla, de salir.

-Prepárate, nene, ahora te voy a ordeñar.

Y tras decir esto, y sin soltar mis cojones en su mano izquierda, pero aliviando la presión sobre ellos y empujándolos suavemente hacia delante, Laura empezó a lamer mi polla a intervalos. Tras el primero de ellos, un enorme lechazo salió directo de mis cojones y, tras describir una parábola increíble, fue a parar directa a su melena morena, por la parte superior de su cabeza.

-Eso es, fimoso, dale tu leche a la Laura.

Otro lametón, y un segundo después otro lefazo descomunal, esta vez directo a su rostro. Ella empezó a pajearse.

-Eso es, cabrón, mira cómo te saca la leche tu zorra.

Un nuevo lametón, esta vez envolviendo con la lengua en un solo movimiento todo el capullo, y dos nuevas eyecciones de semen fueron a parar a su rostro. Yo enloquecía, literalmente me retorcía de placer en el sillón.

-A los ohhh joder -gemía mientras se pajeaba- a los tullidos no se la ohhh puedo machacar como ahhh a los tíos normales, por eso tenemos que ir más lentoooo.

Se mofaba, se corría, todo a un tiempo, y mientras tanto un nuevo lametón y otro y otro, hasta que al final se metió mi polla en la boca por completo y acabó el trabajo como una verdadera profesional. Yo sentí que me iba, que se me doblaban las piernas... por suerte estaba sentado -contorsionado- en aquel sofá. Después de recibir y tragar el resto de mi semen, Laura soltó mis cojones y se dedicó a limpiar mi polla a la perfección. Ya con ella casi fláccida, pudo retirar la piel, "pelármela hasta el fondo" como ella decía, y, entre chupada y chupada hasta dejarme seco del todo, constatar:

-Pues tenías razón, nene, es una polla totalmente normal. ¡Quién lo diría!

Después de aquel trabajo tan solo pude darle las gracias y proponerle ir juntos al jacuzzi. Había sido la mejor mamada de mi vida, y por descontado la mejor corrida, pero también el comienzo de mi ruina.

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