El reto de la coquilla

BALLBUSTING. Un joven se verá interpelado por su compañera de piso a una "prueba de resistencia" que combina grandes botas con protectores de entrepierna a cambio de sexo. El resultado final solo será el deseado por uno de ellos.

Pablo es un joven de 25 años que vive de su empleo como contable en una pequeña empresa de Madrid. Aunque posee cierto encanto en su rostro de ojos marrones, su escasa altura de 1,73 metros de estatura le impide tener éxito entre las mujeres altas que son su principal objetivo a la hora de ligar. Su plan para seducir a una de estas valkirias, tras fracasar en bares y aplicaciones de citas, pasaba por compartir piso con una mujer y dejar que el dicho de “el roce hace el cariño” se hiciera realidad. Así que colocó en milanuncios un aviso indicando que se alquilaba una habitación a precio económico y un número de teléfono para que los interesados hablaran al Whatsapp.

Evidentemente, Pablo cribó los números de teléfono de hombres que contestaban al anuncio, respondiéndoles a todos que ya no se encontraba disponible la habitación, mientras que a las mujeres las invitaba a ver la habitación y así poder comprobar en persona la altura de la candidata, la cual debería ser como mínimo más alto que él, y si no era el caso, tras acabar la visita, se inventaba cualquier excusa para deshacerse de la chica en cuestión.

Es así como consiguió alquilar la habitación a la chica que ahora mismo se sentaba en el sofá, Eva, una chica de 1,80 metros de altura  con pelo rojo tintado, nariz fina y perfecta, ojos verdes de tamaño medio que dibujaban una cara feroz , labio inferior grueso en comparación con el superior , un cuerpo, cubierto por una escotada camiseta de manga corta negra, ancho pero a la vez esbelto y tonificado fruto de sus clases de kick-boxing , y unas largas piernas embutidas en unos shorts que se encontraban extendidas hacia la  pequeña mesa del salón, en donde reposaban sus pies talla 43. En definitiva, la mujer ideal para Pablo, o eso pensaba él mientras la observaba disimuladamente desde el otro sofá que se encontraba justo delante del televisor en el que estaban dando un programa de citas.

Llevaban un par de semanas viviendo juntos y la verdad es que Pablo empezaba a impacientarse, puesto que Eva tenía una vida social bastante activa con sus amigas, sus estudios de Bellas Artes y sus clases de kick-boxing, y por lo tanto pasaba menos tiempo del que pensaba Pablo que estaría la chica en casa cuando la vio con su estética gótica que le hacía pensar que Eva preferiría estar en su habitación o en el salón del piso hablando con él, “conociéndose” mejor. Decidió que ese era el mejor momento que iba a tener para intimar con ella, así que empezó la conversación:

  • ¿Hoy también vas a salir? - Dijo intentando aparentar desinterés.

  • Seguramente, está el grupo de Whatsapp de las amigas viendo a ver qué hacemos hoy.

  • Vaya, yo pensé que irías a una de tus clases de peleítas jaja - Dijo Pablo en un tono burlesco.

  • No, esas son entre semana. Y no son clases de “peleítas”, es kick-boxing, y seguramente tú no durarías ni 10 minutos en una de las clases. – Respondió Eva visiblemente molesta.

  • Jajaja seguro que te machaco en un momento, una mujer, por muy alta que sea, no podría vencerme, os falta carácter - Pablo decidió seguir la clásica estrategia de lanzar puyitas para picar que tanto éxito tenía con según qué mujeres.

  • Mira chico, yo a ti te meto un patadón que te dejo una semana en el hospital – Eva había captado lo que pretendía Pablo, y decidió seguirle el juego, a ver si se presentaba la oportunidad de enseñarle una lección.

  • Eso habría que verlo, seguro que no tienes fuerza en las piernas.

  • ¿Quieres que lo comprobemos?

  • Por mí encantado, no tengo nada que hacer, a diferencia de ti, miss popularidad.

  • No te preocupes, me da tiempo de sobra para dejarte reventado y luego irme con mis amigas a celebrarlo - Eva esbozó una sonrisa maligna al decir esto, sabía que ya no iba a haber marcha atrás y se lo iba a pasar en grande.

  • Bien - Pablo se puso en pie – ¿Cómo quieres hacerlo? ¿Una pelea cuerpo a cuerpo sin camiseta?

Eva se puso en pie y se fue acercando a él lentamente – Había pensado en algo un tanto especial… ¿Sabes lo que es una coquilla, ¿no?

-Sí claro, lo que usan los tíos para protegerse sus partes en algunos deportes.

  • Bien, quiero probar la resistencia de una a mis patadas, pero no había encontrado un voluntario hasta ahora. Imagino que como era un hombretón no tendrás problema…- Eva se había acercado hasta quedar frente a Pablo, al cual miraba con superioridad desde sus 1,80. Solo con esta situación Pablo comenzaba a notar como algo se movía dentro de sus calzones y cobraba vida.

  • Ugh, bueno, deja que me la pruebe y vamos viendo.

  • Vuelvo enseguida.

Eva se dio la vuelta, rozando con la mano la entrepierna de Pablo de forma totalmente intencionada, y fue a buscar los objetos necesarios para su reto. El muchacho estaba completamente excitado, había conseguido el interés absoluto de Eva en él, ahora solo necesitaba trasladar ese interés hacia la cama.

La chica volvió con la coquilla en las manos y un par de botas de suela gruesa en sus pies. Pablo las vió y se alteró un poco.

  • ¿No pretenderás patearme con eso?

  • Bueno, no querrás que lo haga descalza, podría hacerme daño y tu no sentirías casi nada, no sería un reto válido para un chico tan fuerte como tú - Eva le guiñó un ojo al decir eso mientras avanzaba y volvía a quedarse frente a él, ahora unos centímetros aún más alta.

  • Ugh, vamos a ver, ¿pero y yo qué saco de todo esto? Porque entenderás que no voy a prestarme a ser tu muñeco de prácticas sin una recompensa.

  • Oh claro, hay una recompensa para ti que seguro será de tu agrado.

Eva se acercó aún más a él, le agarró del cuello de la camiseta y tiró hacia ella, dejando la cara de Pablo y la suya casi pegadas.

  • Si aguantas diez patadas en la entrepierna, podrás hacer lo que quieras conmigo

Al decir esto, Eva soltó la coquilla y dirigió su otra mano hacia la abultada entrepierna de Pablo, cuyo pantalón corto de chándal apenas podía disimular la tremenda erección que le provocaba la situación que estaba viviendo: a apenas unos centímetros de una diosa pelirroja de 1,80 que le estaba proponiendo sexo mientras su mano jugueteaba con sus huevecillos.

  • T-Trato hecho – Contestó Pablo completamente poseído por su amor platónico.

  • ¡Excelente! – Eva se alejó de Pablo, se agachó a recoger la coquilla y se la ofreció - Póntela y podremos empezar. Cuanto antes empecemos, antes acabamos, ya sabes…

Pablo cogió la coquilla y la examinó: se trataba de un modelo que llevaba unas gomas de sujeción, lo cual evitaba que necesitara un suspensorio. Simplemente colocaba la taza dentro de sus calzones y reajustando las gomas en su cadera podría colocársela de forma óptima, cubriendo la totalidad de sus testículos y pene para evitar posibles desgracias que le impidan consumar la promesa de Eva tras resistir las 10 patadas. La verdad es que era un poco incómodo llevar eso dentro de sus calzoncillos, pero echó una ojeada a las botas de Eva y sin duda sería mucho más incómodo que la punta de una de ellas acabara incrustada en su entrepierna sin llevar ningún tipo de protección.

  • ¿Estás preparado machote? - Preguntó Eva con picardía, deseando empezar el reto.

  • Claro, yo siempre estoy preparado para todo, querida. – Respondió Pablo lleno de confianza ahora que tenía sus joyas protegidas.

La primera patada de Eva llegó sin previo aviso. Fue una patada rápida pero con escasa potencia. Eva había decidido divertirse, y no estaba dispuesto a reventar a su “sparring” con la primera patada. La punta de la bota impactó de lleno en la entrepierna de Pablo, pero al ser un golpe débil Pablo simplemente se dobló ligeramente por instinto de protección, sin que realmente le hubiera dolido el golpe. Se llevó una mano al paquete y se palpó el pantalón por fuera, todo estaba en orden. “Esto está tirado” pensó.

  • ¿Te ha dolido? - Preguntó Eva

  • Ni lo he notado, creo que vas a tener que ir preparando la cama jajaja.

  • No te preocupes, solo estaba fijando el objetivo.

La chulería de Pablo había picado un poco a Eva, a pesar de que sabía que no tenía nada que hacer y que jamás resistiría las 10 patadas. Una vez había tanteado la coquilla, podía dejarse de tonterías. Eva echó su larga pierna hacia atrás para coger impulso y asestó una fuerte patada directa a los huevos de Pablo. En esta ocasión, cuando la gruesa suela de la bota entró en contacto con los pantalones y la coquilla, Pablo sí que pudo notar el impacto del pie de la chica, así que automáticamente se dobló en un perfecto ángulo de 90º y se llevó las manos a la entrepierna, a pesar de que no podía tocarse sus testículos al encontrarse “acorazados”. El golpe había sido mucho más fuerte que el anterior, pero la coquilla había absorbido buena parte de la potencia de la patada. Sin protección, probablemente Pabló ya estaría llorando en el suelo como un bebé delante de Eva, y ese pensamiento lo tuvo en su mente cuando se volvió a erguir y recuperó su posición inicial, quedando de nuevo recto frente a su adversaria.

  • ¿Qué tal esta vez? parece que te ha dolido un poquito - le preguntó Eva con una gran sonrisa.

  • No ha sido nada, creo que debiste comprobar antes esta coquilla, me va a permitir resistir sin problemas y ganar el reto.

  • Me gusta que tengas confianza, chico – Eva le guiñó un ojo al decir esto, sabiendo que ese gesto volvía loco al machito.

Por desgracia, un pene erecto era un verdadero incordio cuando se llevaba una coquilla puesta, no había mucho espacio de maniobra y chocaba contra el protector, generando más molestia aún si cabe, y llevando incluso a que pudiera moverse la coquilla, lo cual podría ser peligroso en esa situación. Eva sabía esto perfectamente, y pretendía usarlo a su favor.

Antes de que le diera tiempo al pene de Pablo a volver a su estado de flacidez, Eva le metió un patadón con todas sus ganas directo a la entrepierna y por supuesto no falló el objetivo. La coquilla volvió a hacer su parte, pero al estar el pene presionando dentro de la coquilla, la fuerza del impacto rebotó en el protector y a su vez este rebotó en las delicadas partes íntimas de Pablo. Frente a eso no había defensa posible, y Pablo volvió a doblarse, esta vez acompañando el movimiento con unos divertidos saltitos mientras intentaba tocar sus testículos con sus manos metiéndolas dentro del pantalón. Eva lo miró y no pudo evitar soltar una carcajada.

  • ¿Qué tal vas pequeño canguro? – dijo de forma burlona Eva

  • Ugh, bien, esto no es nada y ya llevo 3, podría aguantar 50 más.

  • Bueno, vamos a ver qué tal después de lo que tengo pensado ahora…

Cuando terminó la frase, Eva se colocó a un lado de Pablo, le agarró por el cuello y lo bajó a la altura de su costado, doblando su cuerpo con él y obligándole a abrir las piernas para mantener el equilibrio. Era una posición perfecta para meterle un talonazo en los huevos, y así lo hizo, dejando la bota incrustada durante unos segundos en la entrepierna de Pablo para aumentar el efecto. Antes de que pudiera reaccionar de algún modo, más allá de lanzar un gemido de dolor y mover sus manos intentando alcanzar su entrepierna, Eva soltó al chico y acto seguido le dio una patada hacia atrás, como la coz de un caballo, volviendo a impactar en la coquilla y los tesoros que protegía.

El impulso de la última patada llevó a Pablo a caer al suelo boca arriba. Sus manos se fueron directamente a tocar sus testículos, los cuales esta vez sí habían sufrido daños debido a los movimientos bruscos que había impedido que la protección funcionara con la misma eficacia.

  • Ougf, ugh, cabrona – dijo Pablo mientras era consciente de que las patadas empezaban a pasar factura. “¿Por qué habría aceptado el estúpido reto de esta pirada?” comenzó a preguntase. Eva sin embargo estaba empezando a disfrutar de verdad.

  • Ups, ¿te he hecho daño? Vaya, 5 patadas y ya estás en el suelo, qué decepción.

  • Aún no has vencido – dijo Pablo desde el suelo. Sacó las manos de sus calzones y se preparó para levantarse. Sin embargo, Eva fue más rápida que el muchacho, y cuando se apoyó sus manos en el suelo para impulsarse, la chica lanzó su pie contra la entrepierna de Pablo, pisando la coquilla y todo lo que había en su interior. La presión de la bota sobre la protección y la fuerza que llevaba chafó un poco la coquilla contra la pelvis de Pablo, provocándole una punzada de dolor en los testículos que le obligó a lanzar un gemido de dolor ante la atenta mirada de Eva, que se deleitaba con las vistas que tenía justo debajo. En cuanto levantó el pie, las manos de Pablo se dirigieron a comprobar el estado de sus doloridos huevos, pero al estar doblado en el suelo, no pudo meter las manos dentro del protector.

  • Espera, déjame comprobar cómo está la coquilla – La exuberante mujer se acercó a Pablo, le ayudó a levantarse y, del mismo modo en que le convenció para aceptar el reto, echó mano de la dañada entrepierna de Pablo, pero ahora metiendo su mano dentro de los pantalones para comprobar el estado de la protección.

  • Mmm… parece que sigue intacta, vamos a ver cómo están tus amiguitos- dijo mientras su mano se deslizaba dentro de la coquilla y tocaba los testículos de Pablo. Hacía la operación mirando directamente a los ojos. Para Eva era realmente divertido tener a un chico 10 centímetros menor que ella justo enfrente mirándola con el cuello estirado hacia arriba y temiendo lo que pudiera hacer con sus pequeñas joyas en sus manos. La sensación de poder sobre el macho era absoluta.

Terminó el improvisado diagnóstico y sacó la mano, dejando a Pablo con una tremenda y dolorosa erección – Todavía están enteros, qué bien ¿verdad? Jajaja así no se perderán el número final- Dijo Eva mientras se alejaba dispuesta a continuar.

Pablo había perdido el control de la situación, y una mezcla de miedo y excitación se había adueñado de él. Mientras pensaba en cómo escapar de esta extraña experiencia, no se dio cuenta de que Eva ya estaba preparada para ejecutar otra de sus terribles patadas. Los dedos del pie se movieron dentro de su bota, acomodó su pie, y con todas sus fuerzas y todas sus ganas alzó la pierna, dobló la rodilla justo antes del impacto para asegurar el máximo de fuerza y precisión, y la bota de Eva se incrustó en la coquilla que llevaba Pablo, haciendo un sonido que ambos escucharon: Craaaack!!!!!.

La bota se abrió camino a través de la tela del pantalón de chándal sin romperlo, a diferencia de lo que ocurrió con la coquilla, oculta en el interior de la ropa. La suela de la bota llegó a hacer contacto en la punta con los testículos de Pablo, mientras los trozos de plástico de la coquilla se clavaban en sus huevecillos, lo cual provocaba que la cara del joven comenzara a transformarse de forma acelerada en la cara de un pequeño niño a punto de echarse a llorar. Las manos fueron directas a socorrer la entrepierna en cuanto el pie de Eva bajó se alejó de su hombría, mientras su cuerpo se flexionaba y sus piernas se doblaban hacia dentro, manteniendo el chico una cómica posición los suficientes segundos como para que Eva le cogiera el mentón con su mano.

  • Ooh, qué pena, la coquilla parece que se ha roto ¿no? – En la cara de la chica cara no se atisbaba ninguna pena, y sí diversión y orgullo a partes iguales.

Pablo casi no podía responder, el dolor había comenzado a subir por el abdomen y tenía la sensación de que sus pobres partes íntimas se habían colocado justo en su garganta, impidiéndole hablar e incluso respirar mientras Eva lo mantenía sujeto por el mentón. En cuanto la chica quiso, le soltó y cayó desplomado sobre sus rodillas. Lo último que vio Pablo antes de caer derrotado por completo fueron las largas y fuertes piernas de la chica mientras escuchaba sus risas.

La escena no dejaba lugar a dudas de quien era la vencedora de la jornada. A un lado se encontraba Pablo, de rodillas, con las manos hundidas en la entrepierna, la cara apoyada en el suelo y con lágrimas en sus ojos, luchando por no desmayarse y sin poder hacer nada para salvar su dañada dignidad, y justo enfrente Eva, con los brazos en jarra y mirando hacia abajo con una gran sonrisa de satisfacción por lo que había conseguido.

  • Bueno, cuando vuelva de fiesta con mis amigas, te dejaré que me des un masajito en los pies.

Fue la última humillación que escuchó Pablo mientras la chica se iba del piso dispuesta a contarle a sus amigas el divertido motivo por el cual se había retrasado un poco.