El restaurant
Todo paso tan de repente en un solo dia... ahi les va mi historia.
Ese día habíamos acordado ir todos mis amigos juntos a un restaurante que acababan de abrir recientemente. Todos escogimos una mesa y yo me senté junto a Luis. Un tipo súper alto y guapísimo, al que he deseado en secreto desde que nos conocimos.
Como éramos muchos, apenas cabíamos en aquella mesa y estábamos todos apretujados. Traía una falda corta. Mis piernas tocaban a las de Luis, claro que eso era algo que me encantaba. Amaba el calor de sus piernas rozando las mías y me imaginaba en todo lo demás que podría rozarme, si saben a que me refiero
Empezamos a comer y todo fue muy normal. Al último, nos pusimos a platicar. Fui notando que Luis tenía su mano sobre mi pierna. Voltee a verlo y me brindo una sonrisa picarona, la cual yo le respondí sonriendo también. Su mano comenzó a subir, me levantó el vestido y empezó a meter su mano entre mis piernas. Le facilité la labor abriéndolas lo mas que pude, claro que por estar tan apretados no pude hacer mucho. Sus dedos jugaban con mis ingles, me miró como pidiendo mi aprobación y con mis ojos le dije que siguiera. Me movió mis calzoncitos a un lado y comenzó a tocarme los labios vaginales, subió un poco mas y empezó a sobarme el clítoris. Mientras tanto yo trataba de disimular que ya estaba súper caliente y que me mojaba cada vez mas y mas.
No se quedó ahí, e introdujo su gran dedo en mi concha, la cual estaba lubricada completamente y le facilito a aquél rico dedo entrar hasta el fondo, lo que me provocó un placer inexplicable e hizo que soltara un gritito, pero nadie lo notó. Sacó su dedo y vio que estaba mojado, volteó hacia a mí y sin que nadie se diera cuenta se lo chupó ante mis ojos, ahora era mi turno de hacerle algo a él.
Tímidamente puse mi mano en su rodilla y me fui aventurando hasta llegar al botón de sus pantalones, lo desabroche suavemente y algo nerviosa y después baje su cremallera. Metí mi mano por su ropa interior, descubriendo que la talla de sus zapatos no es lo único enorme en él. Tomé su ardiente miembro entre mis manos y comencé a sobarlo, jalándolo hacia arriba y hacia abajo, tratando de masturbarlo. Y justo cuando estaba mas duro que una piedra y tan grande como el de un burro, deje de tocarlo y me disculpé para ir al baño, no sin antes dirigirle una mirada a Luis, quien entendió de inmediato lo que le trataba de decir.
Camine hacia al baño y lo esperé en la entrada. Mi vagina estaba más caliente y mojada que nunca. Mis senos deseosos de caricias y mis pezones erectos. En cualquier momento iba a explotar de placer. No pasó mucho tiempo hasta que llegó Luis junto conmigo, revisó el baño de hombres y yo el de mujeres y decidimos irnos al de hombres, pues no había ni un alma en aquel lugar.
En cuanto llegó hacia a mí me comenzó a comer a besos y me arrinconó en una esquina del baño. Me desabrocho la blusa, botón por botón iba sintiendo que el placer se aproximaba. Desabrocho mi brassiere y dejo libres a mis grandes senos, los cuales pedían a gritos que los sobaran. Pero el hizo algo mejor, los beso y los lamio y cuando creía que ya no podía mas empezó a mordisquearlos suavemente. Para ese momento mi concha estaba que explotaba, aun así, decidí esperarme un poco. Tome su pene entre mis manos y comencé a lamerlo suavemente en mi boca poco a poco, centímetro a centímetro iba sintiendo ese placer maravilloso. El siguió apretándome los senos, deseándome cada vez más. Levantó mi falda y jaló mis calzones desgarrándolos de un tirón, lo cual me prendió aun más y era algo que Luis había notado.
Abri mis piernas todo lo posible y Luis fue introduciendo su ardiente miembro en mí poco a poco pues mi vagina estaba apretada porque era virgen. Y cuando la mitad de su pito estaba en mí me lo empujó bruscamente y me lo metió todito hasta tener 18 centímetros de placer dentro de mí. Acto seguido gemí como nunca, tratando de no ser muy escandalosa, pues había gente afuera. Luis sintió como mi vagina se moldeaba a él y se percató de que era virgen.
Justo cuando se iba a venir en mí le rogué que sacara su enorme pene para disfrutar del sabor de su jugo de placer. Lo hizo y me lo metió a la boca rápidamente. Seguí chupando y chupando y después el me pidió que abriera otra vez las piernas, ahora él quería chuparme a mí.
Lamió mis labios vaginales y jugó con mi clítoris. Succionó todos los restos de semen que quedaron en mi cuevita. Podía sentir su nariz pegada a mi zona más sensible y con pequeños espasmos me movía hasta llegar al ritmo más placentero. Sus manos estaban en mis senos y entre sus dedos sentía mis pezones endurecidos que le rogaban por placer.
Sus labios estaban en los míos y sus manos jugueteaban por todo mi cuerpo así como las mías recorrían todo su pecho bañado en sudor, bajaban un poco hasta llegar a su triángulo negro y comenzaban a jugar con su amigote con movimientos de caderas que me excitaban profundamente. Y eso no acabó ahí seguimos dándonos placer hasta el cansancio, hasta que nuestros cuerpos se fundieron en calor y sudor, hasta que ya no soportamos nada mas.
Al salir del baño miramos que nuestros amigos ya no estaban en la mesa. Seguro se habían cansado de esperarnos y se retiraron. Nos fuimos, entonces, Luis y yo juntos a seguirle en otros lugares para acostarnos en las noches que no acaban y seguir en las mañanas calientitas.