El Reservado
Esa noche estábamos calientes y con ganas de probar cosas nuevas en el reservado para parejas y solos del club swinger.
Alexia, mi esposa, es una rubia sexy de hermoso rostro y tremendas curvas, sonrisa encantadora y pícara. Mujer de mediana edad, que sabe ser mujer, que maneja el deseo de los hombres con la soltura del que lo hace “de memoria” ya que no lo aprendió en ninguna escuela, sino que nació con ella, como debe ser. Ella es de las que conquistan, de las guerreras que nunca retroceden. Es un ser absolutamente sexual, Alexia es una mujer que tiene el empuje, coraje, fuerza y sexualidad de un hombre reunidos en un embase privilegiado.
Esa noche estábamos calientes y con ganas de probar cosas nuevas en el reservado para parejas y solos del club swinger. Alexia estaba radiante en su vestido dorado tan ajustado al cuerpo que podían notarse hasta sus lunares; por supuesto no llevaba puesta ropa interior y sus tacos altos. El reservado estaba en penumbras cuando entramos, pero pronto nuestros ojos se adaptaron a la oscuridad de del lugar y comenzamos a distinguir siluetas aquí y allá, algunas sobre las camas otras de pie. Algunas parejas estaban cogiendo o chupándose semidesnudos mientras algunos hombres solos intentaban entrar en la acción.
Observé que una especie de banco inclinado de gimnasio pero bastante alto estaba libre en una esquina, tomé la mano de Alexia y la dirigí hasta allí, de camino debimos pasar por entre una nube de solos que se encontraban en el centro de la habitación, los que la siguieron con la vista como lobos en celo. La hice sentar de frente al centro de la habitación, con las piernas entreabiertas en su cortísimo vestido, y comencé a acariciar sus piernas, desde la cara interior de sus muslos hasta sus rodillas ida y vuelta, lentamente, cada vez mi mano comenzaba un poco más cerca de su conchita que irradiaba calor y humedad. Cada tanto nos besábamos como nos gusta, entrelazando las lenguas fuera de la boca. Llegado un momento detuve mi mano en su concha y comencé a pasar los dedos índice y mayor en V, de arriba abajo, uno a cada lado de los labios mayores. Luego con delicadeza junté los dedos y busqué el centro de su concha, mis dedos automáticamente se empaparon, fui descendiendo buscando su culito y lo lubriqué. Comencé a descender y ascender por esa húmeda vía, en cada extremo hacía una parada, un pequeño círculo alrededor de su culo y un mimo especial al clítoris. Mientras, seguíamos besándonos y espiando la reacción de los solos.
Alexia se retorcía de gusto con las piernas francamente abiertas, los tacos apoyados en el banco y su concha con sus tres piercing a la vista del círculo de hombres semidesnudos que se había formado a su alrededor. Todos se tocaban la pija bien parada por la exhibición que hacía Alexia, uno de ellos pasó primero la punta de sus dedos por una de sus tetas y al obtener permiso de Alexia se envalentonó y sacó una de sus soberbias tetas del vestido y comenzó a alternar chupadas a sus bien formados pezones con besos en su boca. Otros ya le manoseaban la concha con descaro mientras yo sostenía una de sus piernas en el aire para facilitarles el trabajo, ella gemía de placer en el centro de todos esos hombres que se derretían de deseo por ella.
El que se ocupaba de su teta le dijo “me muero por comerte la concha” y sin más se instaló entre sus piernas y comenzó a lamer y chupar cada centímetro de su exuberante concha, bajando un poco más para no desatender su culito. Ella eligió la pija que más le gustó entre los hombres que aún estaban de pie y la tomó en su mano sin preguntar, la acercó a su boca mirando a la cara al tipo, luego enroscó su lengua alrededor de la cabeza grande y fucsia de deseo. Mientras la chupaba con ganas y su mano subía y bajaba por la pija a punto de estallar, otros dos le manoseaban las tetas y pellizcaban delicadamente sus pezones.
Luego de un rato de chupar y ser chupada y manoseada decidió cambiar de posición y ponerse de espaldas a los hombres, con sus manos apoyadas en el banco, sus piernas rectas y el culo en poma, quería ser cogida por uno tras otro ahí mismo y así les indicó que se colocaran los forros. Esta vez yo me senté en el banco frente a su rostro, para verla gozar. Mientras se la cogían, yo, desde mi posición, le sostenía los cachetes de la cola bien abiertos, para que el que estaba dándole pija pudiese verle la concha y el culo y además golpearle rítmicamente el clítoris con sus huevos hasta descargar toda su leche dentro de su empapada concha. Cada vez que ella comenzaba a acabar nos besábamos ardorosamente, sus orgasmos se sucedían uno tras otro.
Cuando al fin acabaron todos, ella más caliente que nunca se paró, terminó de sacarse su vestido, se agachó delante de mí y me sacó el pantalón y la camisa, de un manotazo tomó mi pija para asegurarse que estaba como un garrote y se sentó sobre mi falda, comiéndose con la concha toda la pija, tan adentro estaba que mis huevos tocaban su culo y el interior de los labios mayores de su concha se deslizaban sobre mi pubis a ambos lados de pija. Así en medio de la ronda de tipos que le manoseaban las tetas y el culo, me cabalgó salvajemente hasta que acabamos juntos un demoledor orgasmo con la pija, la concha, las lenguas y los corazones entrelazados como si fueran uno…
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