El rescate (2)

Aún quedan misterios por descubrir...

El rescate – Parte 2

1 – La vuelta a casa

Tuve que pedir a Daniel que llevase el coche; el sueño acumulado de toda la noche, el cansancio de la búsqueda y mi deseo de estar con Alex me empujaban a sentarme en el asiento trasero. Me abracé a mis dos pequeños, Alex a la derecha y Fernando a la izquierda abrazado a Ramón.

¡Mi pequeño! – le dije a Alex - ¿Pensabas que nunca iba a venir a por ti? Tendremos algunos problemas. Ahora necesito identificación para ti, pero todo se va a arreglar, ya verás.

¿Vas a ponerme como si fueras mi papá? – preguntó con ingenuidad -. Quiero que seas mi papá.

Verás, Alex – le expliqué -, por la edad que tenemos, yo nunca podría ser tu papá. Voy a ver si puedo conseguir que seas mi hermano pequeño, pero si quieres decirme papá, no te lo voy a prohibir.

Sonrió mostrando sus dientes blancos y perfectos, como perlas, y me besó largamente en los labios. Luego, tirando un poco del cinturón, se echó sobre mí y besó a Fernando y a Ramón.

No beses a Daniel – le dije -, que va conduciendo.

En ese instante, puso su mano sobre mi pierna y me acarició hasta llegar a mi polla (que ya estaba bastante dura, por cierto).

Los hermanos no hacen estas cosas – le dije riéndome - ¿no crees?

¡Qué más da si somos hermanos! – dijo acariciándome los cabellos -. Yo te quiero.

Y yo, bonito, y yo – le dije -; más de lo que tú te crees. Lo malo es que aparezca tu madre reclamándote.

¿Doña Matilde? – preguntó mirando al campo -. Me parece que será imposible.

Ya veremos la forma de hacer todo esto – le dije -; vas a ser mi hermanito.

Le hice cosquillas y se retorció de la risa.

Doña Matilde – le dije – no tendrá ni idea de dónde estarás.

No – respondió sin mirarme -, doña Matilde ya no está.

¿No está? – pregunté intrigado - ¿A dónde ha ido?

Se ha ido para siempre con mis dos hermanas – respondió -. No volverán.

Mejor entonces ¿no? – le pellizqué la nariz -. Pero ya sabes que ahora estás para siempre con nosotros.

Doña Matilde está para siempre con mi padre – dijo; espero que no se peleen demasiado allí.

Espera, chico – me asusté -; repite eso que has dicho.

La casa donde vivía – me dijo –, allí detrás de los árboles, alejada del molino, ardió entera. Un hombre dice que las tres se han quemado.

¿Tienes tú algo que ver con eso, pequeño? – pregunté -.

No hubo respuesta, sino que cuando pasó un rato, me apretó la cintura, me sonrió y me besó.

Y… ¿cómo has dado la vuelta para salir hasta la carretera? – le pregunté intrigado -. Por ese lado había un acantilado bien peligroso.

Yo siempre me siento allí mucho tiempo a mirar – me dijo mientras todos le oían con atención -; sé como bajar por las piedras hasta el campo y correr luego hasta la salida sin ser visto. Por ahí no sabe bajar nadie.

¡Te podías haber hecho daño! – exclamó Daniel -. Podíamos haber pensado en otra forma de sacarte. Ya ves, al final ni siquiera han registrado el coche.

2 – Miradas perdidas

Entramos por las calles y miraba Alex a su alrededor las casas y los coches. Parecía no haber visto nunca una ciudad, pero no dijo nada. Luego, se asustó al ver que la puerta del garaje se habría sola y entrábamos al sótano, pero lo apreté contra mí y le besé la frente:

Ya estamos en casa, bonito – le dije -. Ahora dejaremos aquí el coche y subiremos al piso. Te daré un baño templadito para que descanses.

¿Es temprano para que se acueste, no? – preguntó Fernando -; debería comer algo antes o ver un poco la tele.

Tampoco le hizo mucha gracia el ascensor. Noté que se agarraba con fuerzas a mi camiseta cuando arrancó y no la soltó hasta que salimos de allí. Se acercó Daniel a abrir la puerta mientras le decía Ramón que tenía una bolsa llena de cosas para él: «Te llevaba muchos regalos, pero los traigo aquí».

Sonreía mirando a su alrededor; mirándonos las caras. Todos éramos felices.

Al entrar en el piso se quedó con la boca abierta. Seguramente nunca había visto un piso moderno.

¡Tengo una idea! – dijo Daniel -. Ya que Fernando y Ramón conocen bien el baño, que se refresquen los tres juntos. Tenéis toallas en el armarito. Alguna estará en nuestra bolsa. Enjabonaos y secaos bien ¿eh?

Les gustó la idea, prepararon las cosas y se metieron en el baño. Las risas se oían desde el salón, pero la intención de Daniel era otra; mejor dicho, eran dos intenciones. Lo primero que hizo fue abrazarse a mí, acariciar mis piernas, mi polla, besarme. Nos unimos en un largo abrazo.

Se alteró su respiración y fue a la cocina a por dos refrescos.

Tony – me dijo -, estoy muy preocupado. ¿Cómo vas a ocultar a este niño y cómo vas a conseguir esa documentación falsa?

Te lo diré en pocas palabras – lo besé -; tengo un amigo policía, Manu. Sé que puede hacer estas cosas; no es la primera vez que lo hace.

¿Era un ligue tuyo? – preguntó intrigado - ¿No irá también a quererse cobrar en carnes?

No, Daniel – le dije -; no es de esos. Se alegrará de verme, no lo dudo, pero voy a buscarlo para arreglar estos papeles.

Me dejas más tranquilo – me dijo -; este niño sin documentación no puede salir a la calle.

Manu, en realidad – le aclaré – se presta a todas estas trampas, pero es una buenísima persona. Me acompañarás para conocerlo y le contaremos lo ocurrido.

Espero que esto salga bien – suspiró -, ese niño te necesita.

Nos necesita, Daniel. Puede que conste como mi hermano pequeño, pero será como un hijo que tendremos que educar los dos, si no te importa.

No sólo no me importa – me acarició -, me gustaría.

Se levantó y se fue a la salita pequeña donde tengo mis instrumentos y el ordenador. Yo me caía de sueño, pero me sentía muy tranquilo. Sin embargo, en pocos segundos, oí a Daniel llamarme: «¡Tony, ven!».

Pegué un salto y fui a buscarlo.

¿Esto qué es? ¿Una broma? – me mostró una foto en el monitor -. ¡Yo mismo he sacado las fotos!

Sonido: Las fotos:

http://www.lacatarsis.com/Alex_fotos.MP3

El molino se veía desenfocado y como si fuese por la tarde, pero pasando las fotos en secuencia, se observaba una luz suave en el tejado, luego bajaba hasta el alero y finalmente caía al suelo.

Haré un vídeo de esto. No les digas nada a los chavales.

3 – El sopor

Cuando salieron los niños del baño, se echaron en la cama y fuimos a buscarlos. El pequeño Alex estaba en el centro besado y acariciado por Ramón y Fernando mientras éste les hacía una paja a cada uno con una mano.

¡Chicos! – les dije -, dejad eso para luego, que acabáis de asearos. Ahora nos ducharemos Daniel y yo, mientras que Ramón le enseña a Alex en el salón todos los regalos que le ha traído ¿mola?

Síiiii – contestaron a coro y salieron desnudos -.

Al entrar en el baño me dijo Daniel que si estaba muy cansado él prepararía la cena para todos y que yo podía acostarme a descansar.

Bueno, cariño – nos abrazamos desnudos -, prepara tú la cena, pero a pesar de mi cansancio, no quiero dormirme sin hacer el amor contigo. Lo necesito.

Te hará bien – dijo -, eso creo. Así caerás rendido y descansarás mucho mejor.

Abrázame fuerte, Daniel – le tomé las manos -, te necesito más que nunca.

Y en el abrazo bajo la ducha, se mezclaron mis lágrimas con el agua.

No me llores, Tony – me dijo -, que has conseguido lo que yo no hubiese sido capaz ni siquiera de pensar.

Nos secamos y salimos al salón. Los chicos estaban allí y vino corriendo Alex a enseñarme todo lo que le había regalado Ramón.

¡Papá! – me dijo muy feliz - ¡Mira todo lo que me ha regalado Ramón!

Y en un descuido, me dijo Daniel que, de momento, el niño no debería llamarme «papá», sino Tony. Pero se acercó a él a mostrarle unos muñecos de peluche y le dijo:

¡Papá Dany! ¿Has visto esto? Tengo muchos juguetes y mucha ropa.

Y agachándose Daniel emocionado ante él, lo abrazó y le dijo:

Vas a tener más; todos los que quieras. Tus papás te los van a comprar.

4 – La noche

Cenamos todos temprano e invitamos a Ramón. El pequeño Alex nos miraba cuando no sabía cómo comer algo y después lo comía, pero siempre a mi lado.

A ver, chicos – les dijo Daniel -; Ramón tendrá que irse a dormir a su casa con su madre, su abuelo ya está mejor y está en casa. Nosotros dormiremos hoy todos juntos, pero voy a preparar un dormitorio donde están las máquinas de Tony. Las pondré en un lado y compraremos una litera. Siempre habrá ahí dos camas para quien se quede a dormir.

¿Y yo? – dijo Alex - ¿También tengo que dormir allí solo? Yo quiero dormir con mi papá Tony.

Daniel me miró disimuladamente y tuve que arreglar un poco la situación hasta que no estuvieran ni Fernando ni Ramón.

Pequeño – le dije -, como es la primera noche que pasas con nosotros, dormirás con nosotros, pero no podemos acostarnos todos juntos ¿eh?

¿Ni tan sólo un ratito? – preguntó -; jugamos un poco y, cuando me duerma me voy allí.

Me gusta esa idea – le dije -, ten en cuenta que a Daniel y a mí también nos gusta dormir solos.

¿Y yo qué hago? – preguntó Fernando - ¿Tendré que dormir en el sofá?

Ni hablar de eso, Fernando – le dijo Daniel -, jugaremos juntos en nuestra cama un buen rato y luego dormirás con Alex cuando estés aquí.

Y después de recoger la mesa, se despidió Ramón con tristeza; miraba a Daniel fijamente, pero se acercó éste a él y lo abrazó, le coció el culo apretándole y lo besó un buen rato. Ramón sonrió antes de irse.

Nosotros cuatro nos fuimos a la cama, apagué la luz para follar un rato con Daniel pensando que Fernando se abrazaría a Alex, pero las manos y los pies y nuestras bocas y nuestras pollas se hicieron todas una. Cuando entraba mi polla en la boca de Alex, notaba un placer diferente. Las caricias de Daniel las notaba por su experiencia y los besos y apretones de Fernando, por su delicadeza. Me corrrí muy pronto en la boca de alguien y, entre caricias, me quedé dormido.

Casi al amanecer, me despertó una mano haciéndome una paja suavemente. Era Fernando. Me besaba y me mordisqueaba los labios. Alex estaba echado sobre Daniel con la cabeza sobre su pecho y dormido. Fernando se dio la vuelta al ver que me despertaba, abrió sus nalgas y tiró de mi polla. Se la fui metiendo despacito, pero él apretaba su culo contra mí. Le cogí la polla y le fui haciendo un masaje que acabó en una paja lenta, pero necesitaba sentirme dentro. Apreté con fuerzas y contuvo un gemido. Comencé a moverme metiéndosela y sacándosela rítmicamente. Echó sus brazos hacia atrás y me cogió el culo y tiró hacia él. Me lo follé con un poco de trabajo; estaba cansado, pero cuando vi que empezaba a llegarle el gusto y se aceleraba su respiración, me moví más rápidamente hasta correrme dentro de él. No sé qué pasó; me quedé dormido con la polla dentro de él. Cuando me desperté, Alex lamía la parte que quedaba entre mi polla y el agujero de Fernando. Daniel estaba profundamente dormido y no dije nada. Saqué polla de allí y besé al pequeño poniéndolo entre Daniel y yo. Se abrazó a su «papá Daniel» y se quedó dormido.