El rescate

Una excursionista se hace daño al regresar a su furgoneta. Un apuesto hombre la rescata.

EL RESCATE

Quería hacer algo distinto, quería salirme de las normas marcadas, de lo sencillo, de lo cuotidiano. Me inventé una historia. La tenia grabada en mi mente. Paso a paso recorrí toda la entramada historia en mi mente una y otra vez para que todo saliera a la perfección.

Paso a la acción.

Habíamos quedado en un sitio apartado y yo resto tumbada en el suelo en medio de un camino montañoso, es oscuro, no hay nadie a mi alrededor. Chillo, chillo de dolor, me he caído al cruzar el sendero que me lleva hasta mi furgoneta. De golpe, habiendo escuchado mis gritos, llega él.

En la oscuridad ya puedo divisar su mirada azul turquesa que ya hace que se me estremezca todo el cuerpo. A medida que se acerca más puedo distinguir que lleva una camiseta azul oscuro tan ajustada que hace que se le noten todos los músculos, en ella se puede ver bordado el escudo y el número de identificación. Al llegar a mi, restando de pie puedo percibir todo lo que esconde debajo de los pantalones puesto que los lleva muy ajustados. Solo de pensarlo me humedezco.

Se pone de rodillas y acerca su boca a mi oído y con voz susurrante y seductora me pregunta si estoy bien. Puedo notar el aire que exhala su boca en mi cuello… Mi pulso se acelera por momentos.

  • No, no estoy bien. Me he caído al intentar llegar a mi furgoneta y me he hecho daño. No puedo andar – le digo, poniendo cara de dolor.

  • Enséñame donde te duele… - Me dice mientras me mira a los ojos con su intensa mirada.

  • Me duele mucho la rodilla.

  • Vamos a ver, tendrás que quitarte las mallas para que pueda valorar el daño.

  • Ayúdame…

Me tumbo en el suelo e intento bajarme las mallas azul eléctrico, ajustadas, que no dejan nada a la imaginación… Suavemente acaricia mis caderas mientras las baja con paciencia mirándome fijamente. Mientras lo hace pasa sus dedos desde mi pelvis hasta mi rodilla. Cierro los ojos para sentir mejor el caminar de sus dedos en mi piel. Estoy desnuda de cintura para abajo, solo me quedan unas braguitas de encaje negras que dejan ver lo que esconden debajo.

Con voz temblorosa porque hace frío, le digo si me puede llevar a la furgoneta.

Sin pensarlo dos veces me coge por debajo de las rodillas y pasa su mano por mi espalda, lo hace con tal suavidad que hace que se me erice la piel. Me levanta con tal firmeza que me encuentro pegada a su cuerpo, semidesnuda.

Sin mirarme me lleva hacia la furgoneta.Yo aprovecho para recostar mi cabeza en su hombro…puedo oler su perfume. Inhalo fuertemente para percibirlo mejor.

Yo tenia la cama de la furgoneta montada puesto que llevaba dos días instalada ahí haciendo rutas por la montaña, él abrió la puerta y me tiró en la cama. Quedé completamente tumbada, a su merced. Cogió mi pierna y me la empezó a acariciar suavemente.

  • No tienes nada grave, solamente un par de rasguños. Déjame que te mire mejor.

En ese momento solo deseaba que sus manos me acariciaran. Y así lo hizo.

Empezó a acariciarme la rodilla…el muslo…hasta llegar a mi cadera. Lo hacia suavemente pero con firmeza. Al llegar a mis glúteos me cogió muy fuerte y me miró. Acto seguido empezó a morderme suavemente hacia arriba hasta llegar a mi pelvis.

Como si de un animal se tratara empezó a olerme…Y no se por que motivo pero me gustaba.

Estaba muy excitada…

Empezó a subir hacia mi torso. Y me dijo:

  • Déjame quitarte la camiseta y mirar que estés bien.

Me quitó la camiseta, de un revuelo me giró y me desabrochó el sostén. Me acarició la espalda con la yema de los dedos. Luego pasó sus manos suavemente por mi barriga y fue subiendo hasta mis pechos. Me acarició los senos de tal forma que casi llego al orgasmo solamente con eso. Se sentó detrás de mi y con sus firmes manos empezó a tocarme el clítoris. Yo restaba acostada sobre su pecho, podía sentir como se aceleraba su pulso y su respiración era cada vez más intensa.

Mi placer era cada vez mayor, podía notar como me humedecía cada vez más…con una mano me tocaba los pechos, con la otra el clítoris…Y así siguió hasta que me corrí.

Sin mediar palabra me cogió tan fuerte que no me pude resistir. Me puso a cuatro patas y me folló tan intensamente que no podía parar de gemir. Cuando ya no pudo más se corrió encima de mi.

Me cogió, se tumbó a mi lado y me dijo: servicio terminado.