El reponedor

Despertar sexual con un compañero de trabajo.

Me llamo Pablo y trabajo en las oficinas de un hipermercado. En mis 27 años nunca he tenido relaciones con hombres aunque sí que me atraían sexualmente. Quizás es que era demasiado tímido para dar el paso. Trabajaba en departamento de contabilidad y todas mis compañeras eran chicas, así que no tenía mucha distracción visual.

Los chicos trabajaban todos en la tienda. Cuando pasaba suelía recrearme en alguno de ellos, sobre todo con Luis. Tendría mi misma edad. Cada vez que lo veía daba rienda suelta a mis fantasías. Era reponedor y siempre estaba llevando y cargando cajas de un lado para otro. Me imaginaba esa piel sudada marcando un poco más los músculos que ocultaba debajo del uniforme. Debes tener una gran imaginación porque el uniforme les quedaba más bien holgado, pero a Luis le marcaba un buen culo.

Normalmente no trabajo los sábados, pero tuve que hacer una excepción porque una de mis compañeras no podía ir. Así que me planté en la oficina a las ocho de la mañana, lo que quería decir que no pude salir el viernes por la noche, yo que soy un animal de costumbres. Aunque ese día tendría mi compensación aunque aún no lo sabía. Sólo estaba yo en la oficina ya que los sábados sólo venía una chica por la mañana. Además trabajaba de espaldas al pasillo y encima no pasaba nadie porque el personal de la tienda usaba otro pasillo para ir a los vestuarios.

Estaba terminando unos cuadros de ventas cuando alguien carraspeó a mi espalda. Era Luis. No pude evitar que mi mente se distrajera con su cuerpo. No llevaba el uniforme. Vestía unos tejanos no muy ajustados que le marcaban un buen paquete y una camisa no muy ceñida que resaltaba sus musculados brazos. Era la primera vez que lo veía vestido de calle y estaba a punto de darme algo. Me puso muy caliente, mucho.

-Hola. –dije

-Hola, ¿no está Carmen?

-No, hoy no ha podido venir, ¿Porqué?, ¿Necesitas algo?

-Verás, entro a las diez y se me ha olvidado el polo del uniforme y venía a ver si me podías dar uno.

  • Sí, claro. –Eran las nueve y media, era muy puntual o este sí que venía de fiesta

Busqué entre la caja de las llaves la que correspondía a la de la sala de uniformes. La encontré.

-Vamos.

La sala de uniformidad se encontraba al final del pasillo, donde nadie pasaba a no ser que fuera a la azotea. La sala estaba poco iluminada porque había una de los fluorescentes estropeado. Venía detrás de mí, un poco más cerca de lo que acostumbra la gente. Estar cerca de él me ponía un poco nervioso. Llegamos a la puerta y él se paró muy cerca de mí. Abrí la puerta y busqué a ver donde estaban los polos, había tres pasillos de ropa. Luis cerró la puerta cuando entró y se quedó en la entrada del pasillo mientras yo buscaba.

-¿Qué talla usas?- pregunté.

-La mediana.

Encontré un polo de la talla M. Lo saqué de la bolsa y se lo di.

-Pruébatelo, me parece que los nuevos son un poco más pequeños.

-Sí, aguanta.

Me devolvió el polo y empezó a desabrocharse la camisa. Dios que nervioso me puse, aguanté la respiración. Y solté aire lentamente para relajarme. El muy cabrón no dejaba de mirarme mientras se quitaba la camisa y yo no podía de dejar de mirarle esos pectorales bien formados con el escaso vello que se juntaba y bajaba en línea hasta el ombligo y seguía bajando hasta perderse en los tejanos. El puto estaba bien fibrado. Volví a mirarle a los ojos. No había dejado de mirarme con media sonrisa, lo que le hizo el tipo más guapo del planeta. Dejó la camisa a un lado y se tocó el pezón.

-¿Te gusta? ¿Quieres tocarlo?

No me había fijado en el piercing de su pezón izquierdo. Dudé unos instantes. Al fin di un paso hacia él y extendí la mano para tocarle. Su cuerpo era caliente. En ese punto dejé de estar nervioso y me puse muy cachondo. Pasé los dedos alrededor del pezón que enseguida se puso duro. Acaricié sus velludos pectorales. Eran suaves. Me puso la mano en el hombro y la subió has mi nuca. Me atrajo hacia su boca y nos besamos. Pasé mis manos por su cintura y empecé a acariciar su espalda lentamente mientras su lengua y la mía se retorcían en nuestras bocas.

-No sabes las ganas que tenía de comerte la boca -dijo

Me sentí el tío más afortunado y cachondo del mundo.

-En serio, pues no te imaginas las veces que he deseado hacer esto.

-Seguro que todas las que me mirabas el culo.

Me agarró la cara y volvió a besarme mientras yo bajaba las manos y me apoderaba de sus firmes nalgas. Me separé de sus labios y fui bajando y besando su cuello. Le miré y le besé el pezón del piercing, lo lamí y lo mordí. Gimió mientras continuaba besando su cuerpo, sus abdominales. Me arrodillé y le desabroché los botones del pantalón y los bajé lentamente dejando al descubierto sus slips blancos. Tenía un gran paquete. Besé el bulto y le pasé la lengua. No estaba empalmado, aún. Tiré del slip y apareció su hermosa polla, que aunque estando relajada, era bastante gorda y grande. Se me hizo la boca agua. Me la puse en la boca y succioné hasta que empezó a hincharse, ya casi no me cabía. La cogí con la mano y empecé a pajearle suavemente mientras le miraba a la cara. Tenía los ojos cerrados y se agarraba a las baldas de los lados mientras respiraba y gemía. Con la otra mano le acaricié los huevos, grandes y pesados, me los acerque a la boca. Los besé y los succioné mientras le pajeaba. Sus gemidos iban subiendo de intensidad.

-Chúpala Pablo.

Ahora tenía la polla en su máximo esplendor. Era larga, gorda y no estaba circuncidada. Retiré el prepucio y descubrí su gran rosado glande humedecido. Me lo llevé a la boca y succioné suavemente mientras seguía pajeándole suavemente. Me agarró la cabeza con ambas manos y me empujó lentamente para que tragara su enorme falo. Lentamente me iba follando la boca. Me desbroché el pantalón y empecé a pajearme. Me liberé de la follada que me estaba dando y comencé a comerle el capullo. Le pasé la lengua por el frenillo, eso le gustaba y se la ponía aún más dura. Me la metí en la boca y chupé despacio saboreando tremenda polla, a él le gustaba, me tenía agarrado por el cabello pero dejaba que lo hiciera a mi ritmo. Cerró la boca para no dejar escapar os gemidos del placer que sentía mientras se la mamaba.

Me apartó de su polla y empezó a pajearse en mi cara rápidamente. Su leche calentita salió a trallazos que me llenaron la cara de su rica y salada esencia. Del gusto que me dio al sentir su leche en mi cara, yo también me corrí entre sus pies.

Me levantó y comenzó a lamerme la cara limpiando los restos de su lefa, acumulándola en su lengua. Nos besamos compartiendo sus fluidos, saboreando nuestro deseo. Nos terminamos de vestir y me volvió a besar suavemente. Cogió el polo y se dirigió a la puerta.

-Luego te veo. Esto es sólo el principio. –dijo.

Ciertamente, eso sólo fue el principio.