El Repartidor

...no perdía visión de cómo le follaba mirándose en el espejo...

EL REPARTIDOR

Los lunes libraba así que salí por la mañana a hacer footing y a hacer mis series de abdominales pues con 32 añitos debía empezar a cuidarme. Cuando llegué a casa sudado, me quité los pantalones cortos, la camiseta y los calcetines, abrí la mampara y me metí bajó un chorro de agua templada. Al salir de la ducha me puse el pantalón de pijama y una camiseta.

Me hice la comida, comí y recogí la cocina. Esa tarde no me apetecía salir así que decidí quedarme tranquilamente en casa, me puse la televisión y para variar, no había nada en las cadenas españolas, así que me puse el DVD del Barco Fantasma que me había regalado mi amigo Ray el día anterior, en mitad de película suena el timbre de la puerta principal, así que me levanto y abro la puerta de servicio, salgo descalzo a ver quien es... cuando giro por el pasillo me encuentro a un repartidor de folletos para la ayuda a minusválidos.

Hola, todos los años me compráis el pack... son 20€

Yo le respondo que no, que es muchísimo dinero para unas láminas y que no. El repartidor insiste bajando la cantidad de dinero

Bueno, pues cógete entonces éstos que son 10€, ¿vale?

Le respondo que vale, que me acompañase, así que le hago pasar al hall donde le hago esperar un rato mientras cojo el dinero, de regreso al hall, le digo

  • tengo 20 pero sólo te compro el de 10, ¿vale?,

y el repartidor dice "estupendo", le entrego el billete y éste se echa la mano al bolsillo, en ese momento es cuando le echo el ojo, chico de unos 34 años, blanco, con perilla, zapatos, camisa y pantalones vaqueros ajustados, lo que le hacía que el paquete que tenía, resaltara más aún.

Sólo con verle, mi polla se puso morcillona. Como llevaba el pantalón de pijama, se me podía dibujar la forma del glande marcando una semi-erección. El repartidor, me devolvió mi billete de 10€ y me dijo...

¿Podría pasar al baño?

A lo que respondí amablemente que por su puesto y le guié hasta el aseo.

El repartidor, dejó la puerta abierta y yo no me pude contener las ganas de entrar, así que con la excusa de ir a coger la plancha entre...

Knock Knock, voy a pasar...

Cuando mi erección entró por la puerta, el repartidor se había bajado los pantalones hasta media rodilla, como un crió cual está aprendiendo a hacer pis dentro de la taza. Una de sus fuertes manos relajaba sus huevos oscuros y peludos mientras con la otra se acariciaba su pene rosado y venudo.

Yo me apoyé sobre su espalda para alcanzar la espalda, el repartidor me cogió del brazo y me dijo...

No disimules más, ambos lo ansiamos

Así que acto seguido se dio la vuelta y nos fundimos en un caluroso beso, yo le acariciaba su pelo mientras él me iba bajando el pijama dejando al descubierto mi erección, una polla bastante larga aunque no muy gorda. Estuvimos besándonos sin más durante un buen rato, mientras jugábamos con nuestras pollas, chocándolas, metiéndolas contra los cojones del contrario o simplemente, masturbándonos.

Cuando nuestros rabos empezaron a vomitar esa primera gotita de lujuria y placer, el repartidor se sentó en la taza y se metió mi polla en su boca, lamiéndome desde el frenillo, hasta la base y así repetidamente hasta que consiguió que su saliva se entre mezclara con mi líquido pre-seminal. Mientras me la comía, de vez en cuando, subía la cabeza para mirarme como disfrutaba. Mientras tanto, sacó de un bolsillo suyo, un aro que puso en mis cojones, lo que hizo que éstos se hincharan, tornaran su tonalidad a beige y que se me marcaran todas las venas habidas y por haber.

El repartidor se puso de pie y se puso paralelo a los muebles de espejos que tengo, me dijo...

Estoy preparado, hazme tuyo

Sin pensarlo dos veces, yo me mojé mis dedos con saliva y se los introduje en el culo, luego, bajé todo mi escroto dejando libre el glande y se lo fui introduciendo muy poco a poco, con un mete y saca que iba despacio aunque pronto cogió rapidez pues dilató bien rápido.

El repartidor, no perdía visión de cómo le follaba mirándose en el espejo, mientras, con su mano se pajeaba lentamente. Al cabo de los minutos pude notar como su esfínter se contraía y se relajaba mientras su polla dejaba salir enormes chorros de lefa caliente sobre los azulejos.

Así que saqué mi polla de su culo, le senté en la taza y me empecé a masturbar, apenas tardé en correrme, mis chorros le habían alcanzado su cuello, su cara, su barbilla y camisa, éste me agarraba las piernas fuertemente mientras se relamía mi lefa. Yo no podía parar pues la sensación era agradabilísima, ver aquel repartidor, medio desnudo y mojado de mi exquisito manjar.

Mientras me limpiaba el rabo me dijo...

Joder tío, me has puesto super cachondo nada más verte. Lo he pasado muy bien.

A lo que respondí que él también me había gustado desde el principio y que me había dejado la mar de relajado.

Allí mismo, me desnude completamente y le dije "espérame un segundito", fui rápidamente al vestidor y le traje una camisa mía, le dije...

Toma, ponte ésta, no creo que te compren muchas cosas con la camisa corrida. Yo lavaré la tuya y la tenderé, si quieres, y al final del día te puedes pasar a recogerla.

El repartidor se puso de pie y me dijo "muchas gracias, tío" y me dio un beso en el que su lengua me llegó casi hasta mi campanilla. Luego, se vistió de nuevo y dijo "para las 23:00 estaré aquí" y cerrando la puerta se fue.

Yo volví al aseo a limpiar y a poner la lavadora con la camisa del repartidor. Sólo con ver las marcas que había dejado en los azulejos, mi polla se puso dura como un palo de nuevo, así que me acerqué a la pared y mientras me masturbaba de nuevo, empecé a lamer la lefa que caía de azulejo en azulejo... pronto me vine yo también en ellos. Después saqué la bayeta y el Vim y me puse a limpiarlo.

A las once menos cuarto de la noche sonó el timbre, abrí la puerta, ésta vez, yo llevaba un bañador de pata corta y una camiseta. Le dejé pasar y le llevé hasta mi habitación en donde le dejé la camisa planchada. El repartidor me dijo...

¿cómo podré pagarte esto tío?,

Se quedó un rato pensativo y sin decir ni una palabra, empezó a besarme el cuello como nadie lo había hecho antes. Yo empecé a desabrocharle los botones de la camisa que le dejé y nos desnudamos mutuamente, nos metimos en la cama y empezamos a acariciarnos y besarnos... eso si que era sexo del bueno.

Hicimos el amor durante casi toda la noche hasta quedarnos dormidos el uno junto al otro.

Ahora él tiene 41 años, yo 39, somos pareja estable desde entonces. No creo que encuentre persona mejor en mi vida.