El repartidor de Glovo II

Nueva aventura del repartidor de Glovo

No había sido una noche muy dura y además ya era el último pedido. Toqué el timbre y se oyeron unos pasos rápidos al otro lado de la puerta. Abrió una chica que al verme no pudo disimular la mirada de sorpresa y un poco de sobresalto.

Hace unos meses me había tenido sexo con una clienta y ahora dudaba si era ella misma o no. La mascarilla le tapaba la mitad de la cara y tenía más curvas de lo que recordaba, además era otro piso!

Iba vestida con un vestido blanco escotado que además le trasparentaba un poco los pezones, dejando ver que no llevaba sujetador.

Le volví a mirar a los ojos y ya no tenía cara de asustada, sería ella?

Le entregué la bolsa y me dijo que iba a buscar la cartera y se metió hacia el fondo de la casa. Tardó varios minutos en volver y antes de pagarme abrió la bolsa y dijo:

-Esto está mal. Yo había pedido un poke bowl

Tuve un deja vú

-Un momento por favor, que reviso el pedido.

Miré el móvil y vi que no era verdad, había pedido helado y yo le había llevado helado. Me miraba desafiante. Intuía que me estaba tendiendo una trampa y que tenía muchas ganas de jugar. Y yo también.

-Bueno, pues habrá que probarlo, dijo ella resolutiva.

Allí mismo en la entrada abrió el bote de helado de avellana, cerró la puerta de la calle, se quitó la mascarilla y metió el dedo índice que después chupó de forma discreta.

A continuación me ofreció e hice yo lo mismo. Fuimos alternando y cogiendo helado uno y otro pero cada vez con más descaro nos lamiamos los dedos mientras mirábamos fijamente al otro. El helado se estaba derritiendo y de repente se me cayó una buena cantidad encima de las mallas en el sitio más comprometido, no por el sitio en sí si no por el bulto que hacía unos minutos había empezado a aparecer.

-Uy, que torpe he sido

  • No te preocupes, ahora lo arreglamos.

Se acercó con un trapo y de forma casi instintiva empezó a quitar los restos de helado. El dorso de los dedos de su mano iban rozando mi polla casi sin querer, la cual cada vez se ponía más dura y más grande.

Vi como ella disimuladamente se mordía el labio inferior y después abría la boca con un pequeño suspiro, cosa que me indicó que ya estaba tan cachonda como yo.

Sin pensarlo, cogí un poco de helado y le manché el escote para después lamerlo lentamente hasta apoyar mi cara en sus pechos y morder sus pezones a través de la ropa. Se quitó el vestido quedándose en tanga y se abalanzó sobre mi para quitarme la camiseta y los pantalones. Mis calzoncillos no disimulaban mi erección, parecía que mi pene durísimo iba a romper la tela.

Yo me senté en el sofá y ella se puso a horcajadas sobre mí y empezó a rozar su coño sobre mi polla y pude notar su humedad. Nos besamos y nos acariciabamos la espalda y sentí una necesidad animal de penetrarla ya. Poco a poco ella fue arrastrándose hacia abajo, dando pequeños mordiscos y besos en mi pecho y abdomen hasta alcanzar con su boca los calzoncillos y me los quitó lentamente. A continuación empezó a comerme suavemente la polla. Lo hacía con gusto, ponía cara de estar pasándoselo muy bien y se esmeraba para no dejarse ningún sitio sin recorrer.

  • Me encanta como sabe tu liquido preseminal

  • Para! o me voy a correr ya.

Bruscamente, la tumbé en el sofá, le quité el tanga que ya estaba todo mojado, coloqué sus piernas en mis hombros y la penetré de una vez. Ella gemía sin parar y yo estaba fuera de mí. Notar como mi polla iba abriendo su coñito me volvía loco. Después de unos minutos follandomela a ratos duro y a ratos más lento, me dijo que parase un momento y empecé a sentir contracciones rítmicas de su vagina masajeándome todo el pene. No pude soportarlo y me corrí. Ella se siguió corriendo también y cuando parecía que había terminado me dijo que le masajeara el clítoris y se siguió corriendo.

Después estuvimos dos o tres minutos en silencio

  • Me hacía falta esto -me dijo

  • Por eso he venido.