El repartidor de Glovo

El repartidor de comida rápida me sorprende de la mejor forma que podría imaginar

Diré que me llamo Raquel, tengo menos de 30 años y soy médico en un hospital de la ciudad dónde vivo.Soy alta, con un cuerpo bien definido y atlético. Me considero una chica clásica, inteligente, educada y muy alegre. He crecido en una familia muy tradicional y siempre hemos tratado los temas sexuales con mucho reparo, por lo que me cuesta contar esto por el pudor que me han inculcado.

Vivo sola en un apartamento alquilado cerca del centro de la ciudad,y tras estos últimos meses de confinamiento, en plena pandemia mundial por el covid-19, he pasado muchas más horas solas de lo normal debido al distanciamiento social obligatorio y las precauciones propias de mi profesión.

No se sí por el stress propio de esta pandemia, por el aumento de horas en soledad, porque hacía menos deporte de lo que estoy acostumbrada o por cualquier otra razón hormonal, me encontraba con mucho apetito sexual y por ese motivo decidí comprarme un Satifyer. La verdad que cuándo me llegó, no me pareció tanto como decían, pero poco a poco le fui cogiendo el gusto y de vez en cuando lo usaba tras legar del trabajo para relajarme un poco y olvidar todo lo que estamos viviendo.

Era un miércoles y había sido un día muy duro en el hospital, había dormido mal y estaba con muchas ganas de relajarme, por lo que ya de camino a casa decidí que me relajaría y no haría ni la cena.

Busqué algo sano por Glovo, y pedí un Pokebol. Era algo sano y me encantó desde que un amigo me preparó uno. Al confirmarse el pedido, la aplicación me dijo que el pedido tardaría en llegar casi hora y media, por lo que decidí aprovechar el tiempo para pegarme una buena ducha y relajarme un rato con mi juguetito hasta que llegara mi cena.

Tras salir de la ducha, me eché crema por las piernas, el pecho y los brazos. Tengo unos pechos medianos, pero con un pezón que me parece bonito y muy sensible. Por ellos al rozarlos con la crema, empecé a excitarme y a motivarme cada vez más “jugar” un poco. Me entretuve un poco más de los normal con mis pechos y aún esparciendo crema sobre ellos, me tumbé en la cama y saqué mi juguetito.

No necesité lubricarlo un poco, como hago otras veces, ya había empezado a mojarme un poco y cada vez me notaba más y más excitada.

Pulsé el botón y comencé a pasarlo por mi vagina. Me gusta mirar como se esconde entre los pelitos (me gusta dejar sin depilar una línea desde mi sexo hasta mi vientre) y vuelve a aparecer pero húmedo de mis flujos vaginales. La vibración penetraba por mi cuerpo y me subía hasta mis pezones, que estaban más sensibles aún tras el breve masaje con crema. Yo cerraba los ojos, mordía mi labio y me relajaba disfrutando de esas sensaciones que me volvían loca.

Mientras con la mano derecha dirigía mi juguete, con la mano izquierda intercalaba seguir estimulando mis pechos, con estimular partes de mi vagina dónde no llegaba el juguete.

Estaba a punto de llegar al orgasmo, me retorcía de placer, gemía sin pudor, apretaba los ojos con fuerza cuando, de repente.. se acabaron las pilas de Satisfyer y dejó de funcionar... Instintivamente, pulse el botón de encendido varias veces para intentar que resucitara...pero nada. Por unos segundos, dudé si buscar unas pilas, o seguir yo sola pero en ese preciso instante... sonó el timbre.

“Mierda!! No puede ser! Es el repartidor de Glovo, se ha adelantado casi media hora!”

No podía ser, siempre llegan tarde y hoy justo se adelanta y yo me quedo “a medias”!!

Me puse de muy mal humor, pero aún desnuda fui hasta el telefonillo y abrí la puerta del portal al repartidor. Rápidamente fui al baño y me puse un albornoz para taparme.

“Bueno cojo la comida y sigo”, pensé.

Abrí la puerta y era un chico de mi edad quién junto al casco de la bici y la mascarilla como obligaba el protocolo, tenía mi cena. Casi no podía ver su cara, pero tampoco me interesaba, solo quería coger la comida y seguir.

  • “Hola, buenas noches”
  • “Buenas noches, aquí tiene su pedido!”
  • “Muchas gracias, buenas noches”
  • “Puede marcar en la aplicación que ha recibido su comida por favor? Ahora no podemos darle a firmar por el covid”
  • “Si, claro. Ahora mismo”

Ese trámite me desesperó un poco, yo solo quería mi comida y volver a quedarme sola. Tenía el móvil en el recibidor, así que cogí el teléfono para marcar la recepción y vi en la aplicación que me estaban entregando comida china!! si yo odio la comida china!!

  • “Disculpa, pero aquí pone que es comida china y yo pedí una ensalada pokebol. ¿me has traído un pokebol verdad?”
  • “Pues no lo sé la verdad, a mi me dan un paquete y yo lo traigo. Puedes marcar la recepción y me voy?”

Parecía que el repartidor, también tenía prisa como yo, pero no quería quedarme sin mi cena y menos tener que cenar comida china!! Miré mi pedido y encontré tres tuppers llenos de comida grasienta y con un olor apestoso.

  • “Pues lo siento, pero no lo voy aceptar porque esta no es mi comida. Yo no he pedido comida china”

El chico, soltó un suspiro de enfado y cogió su teléfono para llamar al restaurante. Me parecía fatal esa actitud, era yo quién se quedaba sin su cena y él parecía el ofendido...

Me quedé esperando en la puerta a que llamara al restaurante, pero parecía que nadie le cogía el teléfono. Estaba cogiendo frío, descalza y solo con el albornoz, así que pedí al chico que pasará para poder cerrar la puerta.

Raúl, como ponía que se llamaba el repartidor en la aplicación, era un biker, hacía los repartos en bici e iba con sus mallas de ciclista y su camiseta ajustada. Sin embargo, sí que me fije que esas mallas de ciclista marcaban mucho su paquete.

  • “Pues no me cogen el teléfono”
  • “¿ Y entonces?”
  • “Pues no lo sé, lo sigo intentando pero si no cogen no puedo hacer más. Tendrá que aceptar el pedido y poner una reclamación al restaurante”.
  • “Intentalo otra vez, por favor. El restaurante está aquí al lado, igual pueden hacerme una ensalada rápida”.

Raúl sin hablar pero visiblemente molesto, volvió a intentarlo y mientras esperaba se fijó que encima de la mesa estaba mi satisfyer. Oh no!! lo había visto!!, que vergüenza!! En ese momento me puse roja como un tomate y baje mi mirada al suelo como quién busca meterse debajo de la tierra.

  • “Vaya parece que te pillé en mal momento. Ahora entiendo porque tenías tanta prisa y no me ibas a dar ni propina jeje”.

El muy descarado, encima de no traerme mi cena se atreve a hablarme así!

  • “Pues si, es mal momento y cada vez lo estas haciendo peor momento. Si no te contestan es mejor que te vayas ya”.
  • “No me cogen, si puedes aceptar el pedido. Me voy y te dejo a tus cosas”.

En ese momento, de los nervios, se me cayó el móvil y me agache para recogerlo a sus pies, cuando noté que su paquete debajo de esas mallas estaba cambiando de forma. Se estaba excitando! Qué asco!

No dije nada, y me puse buscar la aplicación para aceptar el pedido y que se fuera.

  • “¿Te ha gustado Lo que acabas de ver? No te pongas tan roja. Es normal, todos hacemos estas cosas y tenemos necesidades y tu también has despertado las mías”.

Me quedé helada, no sabía que hacer, ni que decir. Me quedé muda, nerviosa, mirando al suelo.

Raúl, acercó su mano y me apartó el pelo en un gesto cariñoso

  • “Te queda bien sonrojarte. Eres muy guapa”.

Poco a poco, fue acariciando mi mejilla y bajando su mano por mi cuello. Yo seguía petrificada, nerviosísima y extrañamente excitada como nunca había estado. Siguió tocándome con la mano el cuello y poco a poco fue apartando el albornoz, dejando mi hombro desnudo. Continuó acariciándome el hombro y yo seguía petrificada.

En ese momento, se quitó la mascarilla y pude verle la cara. Era un chico guapo, con ojos verdes, barba de varios días y una mirada dulce. Era más alto que yo y sus manos sabían lo que hacían.

Dejó caer su mascarilla y acercó su boca mi cuello. Me besó el cuello mientras lo acariciaba y con la otra mano destapaba mi otro hombro.

Cuando me quise dar cuenta, el albornoz solo se me cubría de cintura hacía abajo y Raúl me besaba el cuello y los hombros mientras acariciaba mis pechos. Lo hacía suave, con delicadeza, como explorando si era lo que realmente quería. En ese momento ya sabía, que sí, quería que siguiera.

Poco a poco Raúl, fue bajando su mano mientras me besaba los hombros hasta que se encontró con el cinturón del albornoz. No se cortó, lo soltó y lo abrió por completó para poder seguir deslizando su mano.Yo suspiraba fuerte. Me temblaban las piernas y me dejaba hacer por aquel desconocido sin decir ni palabra hasta que llegó a tocarme mi vagina y se me escapó un gemido.

  • “Uff me encanta que tengas un poco pelo aquí. Estas súper húmeda!”

En ese momento, todo cambió. Sus manos que me acariciaban suavemente, me agarraron de los hombros bruscamente y me pusieron contra la pared del recibidor. Se agacho y su boca, que hasta ese momento me daban suaves besos, se puso a devorarme las piernas y el clítoris como un animal. Y por otro lado, el gemido que se me había escapado, se convirtió en un gemido continuo y en repetidos gritos de placer. Ahora todo ocurría rápido y sin control.

Nunca me habían devorado con esas ansías. Agarraba mis nalgas y las apretaba con su cara con fuerza, mientras su lengua no dejaba de penetrarme y de succionar mi clítoris. No pude aguantar más y tuve un orgasmo brutal mientras apretaba su cabeza entre mis piernas.

Raul no había terminado. Se puso de pié y me dio la vuelta. Puso mi espalda contra su pecho y mientras me tocaba los pechos y me besaba el cuello, me dirigió al espejo que tenía dos pasos más a la derecha, aún en el mismo recibidor.

Ahí, mirándonos los dos en en el espejo, se bajo los pantalones y sin dejar de mirarme a los ojos, me penetró de un golpe. No llegué ni a ver ni como la tenía pero la notaba durísima y no podía sentirme más llena. Denotaba fuera de sí y me excitaba mucho ver como su cara dulce se había convertido en una mirada poseída por la excitación que ahora me devoraba a través del espejo.

Me bombeaba deprisa y sin dejar de mirarme, se le notaba super poseído y por ello me soltó dos azotes en el culo que me dejaron helada del susto pero consiguieron que me corriera por segunda vez. Metió un dedo en mi boca y siguió penetrándome varios minutos más. A los pocos segundos, la sacó y derramó todo su semen sobre mi espalda emitiendo un gran gemido de deshago mientras apoyaba su frente en mi hombro del cansancio.

Yo no aguantaba más, mis piernas temblaban y no me podían sujetar de pie así que poco a poco fui agachándome aún mirando al espejo y quedándome de rodillas en el suelo.

Por el reflejo del espejo vi a Raul levantarse, se limpió con mi albornoz y se fue no sin antes aceptar el pedido en mi móvil.

PEDIDO RECIBIDO – POR FAVOR VALORE DEL 1 al 5 A NUESTRO REPARTIDOR