El renacimiento de Julia. Capítulo 9.

Camino de servidumbre. Julia afronta una prueba verdaderamente impensable. Contiene sumisión, azotes, lluvia dorada.

Camino de servidumbre

Abdullah habló con Waleed y enseguida apareció un criado con unas cuerdas. Al parecer no era la primera vez que se había azotado a alguien en ese salón pues vi que en la base y en el capitel de las columnas a las que me habían acercado estaban instaladas unas argollas.

— If you have to be whipped on the clitoris, you better hang upside down — dijo Abdullah.

— Yes my lord — contesté.

Debían tener mucha práctica porque en un momento entre los hermanos y Waleed me colgaron boca abajo con las muñequeras atadas a la base de las columnas y las tobilleras a los capiteles. Mi cuerpo formaba una X y las cuerdas estaban tan tensas que lo único que podía mover era la cabeza que estaba como a un metro de altura del suelo.

Abdullah tomó una correa y se puso ante mi. Vi como su miembro que estaba en reposo se hinchaba y adquiría todo su tamaño debido simplemente a la excitación que le producía el hecho de ir a azotarme. Yo no había sentido temor hasta ahora pero al ver su gran excitación empecé a pensar que no sabía dónde me había metido.

Lanzo hacia atrás su brazo y descargo un correazo sobre mi clítoris con tal fuerza que mi cuerpo entero se movió a pesar de la tensión de las cuerdas. El dolor que me produjo fue indescriptible, mucho peor que el de los cocodrilos pero eso si mucho más breve. Yo había conseguido no gritar pero cuando vi como volvía a armar el brazo supe que esta vez iba a hacerlo.

— Aaaahhhhhhhhhhhhhhhh! — grite cuando el segundo golpe cayó en mi indefenso clitoris.

Susana que había asistido silenciosa a toda la preparacion anterior se llevó las manos a la cara y apartó la vista. Mire hacia arriba y vi que la correa había abierto las heridas de los colmillos y mi clitoris volvía a sangrar levemente de forma que se empezaban a formar unos hilillos que bajaban hacia mi vientre.

De repente apareció mi Amo y parecía enfadado.Hablo  en arabe con Abullah y este le contestó con tranquilidad. Mi Amo pareció serenarse y  siguió hablando en arabe. Al rato se dirigió a mi.

— ¿Por qué has pedido ser azotada en el clítoris? —  me pregunto.

— No os enfadeis, mi Amo. Yo solo quería demostrar mi sumisión a vuestro castigo recibiendolo en la parte más sensible de mi cuerpo.

— Entiendo.¿Te habían azotado alguna vez en el clítoris?

— No mi Amo, en realidad nunca había sido azotada realmente, solo alguna palmada en el culo.

— Ya veo.¿Y qué te ha parecido?

— Es mucho más doloroso de lo que pensaba, mi Amo.

— ¿Cuántos azotes has recibido ya?

— Solo dos, mi Amo.

— Aun te quedan 18, ¿crees que vas a poder resistirlos?

— Si mi Amo está conmigo los resistire.

— ¿Y si en lugar de 18 te quedaran 38?

— Los resistiría para demostrar mi devoción por mi Amo.

— ¿Y si en lugar de 38 te quedaran 58?¿También los resistirías?

— Si mi Amo, para demostrar mi devoción los resistiría.

— Bien, creo que voy a cambiar los términos del castigo. Vas a ser azotada sin interrupción por todo tu cuerpo. Todos se turnaran para azotarte en tandas de 20 azotes para que la fuerza de los azotes no disminuya con el cansancio. Serás azotada incluso por la noche y no recibirás alimento. Si te desmayas serás reanimada y el castigo se retomará. El castigo no cesará hasta que sean las ocho de la tarde de mañana domingo o hasta que tu pidas que pare. En total serían  un poco más de 24 horas. Recuerda, puedes detenerlo en cualquier momento, incluso ahora, antes de empezar. Pero eso sí, si decides detenerlo nunca nos volveremos a ver. Recibirás una generosa compensación económica pero me perderas para siempre.

— No mi Amo, eso nunca. Jamás detendré el castigo.

De repente Susana se lanzó a los pies de mi Amo y llorando suplico:

— Mi señor, nadie puede resistir ese castigo. La vais a matar. No lo hagáis os lo suplico.

— Es una correa relativamente ancha y no es muy pesada, no cortara la piel y no dañara los órganos siempre que tengamos cuidado de no golpearla en zonas vitales, además ella puede detenerlo en cualquier momento, solo tiene que pedirlo.

— Pero si no lo pide... podría morir, mi señor...

— Así será, si es la voluntad de Dios. Y ahora apártate y no interfieras.

Se acercó a mi y me acarició la cara.

— ¿Estás dispuesta?

— Si mi Amo.

— Abdullah, continue with the punishment. Slowly, let her feel each whipping.

Abdullah se situó otra vez frente a mí y lanzó otra vez su brazo. La correa impactó otra vez contra mi clítoris y volví a gritar.

— Aaaahhhhhhhhhhhhhhhh!

— Me gusta que mis esclavas reciban sus castigos con dignidad — dijo mi Amo.

— Perdon mi Amo, no volveré a gritar.

Abdullah volvió a lanzar su brazo y nuevamente desató el infierno en mi clitoris pero esta vez tan solo un gemido escapo de mis labios.

— Mmmmmmm!

— Muy bien — dijo mi Amo.

La aprobación de mi Amo me hizo tan feliz que supe que iba a llegar hasta el final o morir allí colgada. Abdullah siguió lanzando lentamente sus golpes hasta que llegó al que hacia 20. No consiguió arrancarme más que gemidos a pesar de que se empleó a fondo.

— Salman — llamó mi Amo — . Whip her on the buttocks.

Se situó detrás de mí y me lanzó 20 azotes en mis nalgas. Estos azotes fueron mucho menos dolorosos y solo consiguió arrancarme unos pequeños gemidos.

— Mohamed, whip the slave on the breasts.

Mohamed se situó ante mí y me descargo los siguientes 20 en los pechos. Estos fueron más dolorosos que los de las nalgas, sobre todo porque mis pezones seguían muy tumefactos. Además, como en el caso del clítoris se volvieron a abrir las heridas de los colmillos y empezaron a sangrar. Pero seguí soportando el castigo emitiendo tan solo fuertes gemidos cada vez que la correa me impactaba en los pechos.

— Khaled will whip her on the thighs — decidió esta vez mi Amo.

Los azotes en mis muslos fueron más dolorosos de lo que pensaba, sobre todo cuando me azotó en la zona interior. Alli la piel era más sensible de lo que yo habia creido. Pero pude superarlos sin mucho problema y con unos pocos gemidos.

— Please, Waleed, help us punish this bitch and whip her on the back.

Waleed se situó tras de mí y me aplicó sus 20 azotes en la espalda. Junto con los de las nalgas fueron los menos dolorosos. Había sido azotada por los cinco lo que queria decir que había recibido 100 azotes. Yo me sentía fuerte, supongo que a causa de las endorfinas que mi cuerpo debía estar bombeando, pero sabia que quedaban no cientos sino miles de azotes y sabía que con el tiempo me iba a ir debilitando y que la acumulacion de golpes iba a ir dañando progresivamente mi piel. Pero a cambio también ellos se irían cansando y sus golpes perderían contundencia.

Los turnos siguieron corriendo y alternativamente fueron azotandome cada uno en las distintas zonas. En el segundo turno Abdullah me azotó los brazos, Salman me azotó el clítoris, Mohamed las nalgas, Khaled los pechos y Waleed los muslos. En el tercer turno Abdullah me castigo la espalda, Salman los brazos, Mohamed el clitoris, Khaled las nalgas y Waleed los pechos y así sucesivamente.

En algún momento sirvieron la cena y los hombres se sentaron a cenar pero se levantaban para azotarme cuando llegaba su turno. Susana permaneció cerca de mi y en ningún momento se acercó a la mesa a mendigar comida. Yo me sentí agradecida por la solidaridad que me mostraba. Era una buena amiga.

Al final del sexto turno yo había recibido 600 azotes y el dolor que sentía no soy capaz de describirlo. La mínima corriente de aire sobre mi piel me resultaba molesta así que no hay que explicar el efecto que me producía un correazo en un pezón o en el clítoris. Mi aspecto era realmente lamentable, la sangre que había ido manando de las heridas de mis pezones y mi clítoris se había esparcido por todo mi cuerpo a causa de los correazos y me hacía parecer un auténtico "ecce homo". Pero ese era el menor de mis problemas, mi piel se había ido irritando a causa de tantos azotes y me sentía como si estuviera en carne viva. Mis pezones estaban grotescamente inflamados y ardían como el infierno y mi clítoris debía estar incluso peor.

Si los cocodrilos me habían parecido una dura prueba esta era diez veces peor y aún no había hecho más que empezar. Había perdido la noción del tiempo pero sabía que aún faltaban miles de azotes y empecé a pensar que seguramente moriría allí colgada cabeza abajo. Además la pérdida de líquidos debido al sudor y a las pequeñas hemorragias me estaban produciendo una gran sed que estaba empezando a atormentarme.

Mi Amo que había acabado de cenar se acercó de nuevo y dijo.

— Susana, pide un cubo con agua y un paño y lavala un poco. Pero no le des de beber.

Susana corrió a cumplir sus órdenes y en unos momento estuvo junto a mi. Mojando el trapo en el cubo fue limpiando mi piel de la sangre que la cubría. Lo hacía con mucho cuidado y aún así me hacía daño en algunos puntos. Pero me refrescaba y cuando su vientre estuvo al alcance de mi boca aproveché para besarla y musitar:

— Gracias.

— ¿Cómo estás? — me preguntó.

— Mal, me duele mucho y tengo mucha sed.

— Ríndete Julia, por el amor de Dios. Te van a matar si no te rindes.

— Lo siento Susana, porque eres muy buena conmigo, pero no te voy a hacer caso.

— Te lo suplico.

— No puedo, le perdería.

— Como quieras. Estaré aquí.

— Gracias.

— Ya es suficiente. Vamos a continuar. Julia, todos te han azotado ya en todas las zonas. Así pues, para hacerlo más entretenido para ti, ahora cambiaremos de posición. Abdullah te va a volver a azotar en el clítoris, pero en lugar de hacerlo desde delante lo hará desde detrás de ti. De esta manera la punta de la correa restallará directamente sobre tu clítoris. Creo que conseguirá hacerte aullar de nuevo.

Abdullah se situó a mi espalda, donde no podía verlo y no podía anticipar los golpes. De repente noté una puñalada de dolor en el clítoris.

— Mmmmmmmmmmm!

Mi Amo tenía razón, desde atrás era mucho peor, la punta de la correa se movía a mayor velocidad y golpeaba con una fuerza terrible. Al final me iba a hacer aullar de dolor. Sentí un inexplicable orgullo por la pericia que mostraba mi Amo en torturar mi cuerpo.

— Mmmmmmmmmmm!

El segundo azote fue incluso peor. Mi cuerpo se rebelaba, pero yo sabía que ese no era el camino, los cocodrilos me lo habían enseñado. No puedes vencer a la tortura, el único camino es aceptarla, debes amarla, debes desearla.

-— Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

El milagro se había producido, el tercer azote había sido terrible pero yo estaba esperándolo, estaba deseándolo y aunque sentía plenamente el dolor que me producía, me sentía serena y en paz. Sentía un amor incondicional por mi Amo y también amaba a los hombres que me torturaban e incluso amaba a esa correa que me destrozaba sin compasión.

—Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Mi cuerpo había entrado en ebullición y supe que el siguiente azote iba a hacer que mi orgasmo se desatara.

— Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Un brutal orgasmo me dominaba. Descargas de placer se propagaban desde mi torturado clítoris hasta cada célula de mi cuerpo.

— Aaaaaaaaaaaahhhhhhhh! Maaaaaaaasssss!

Cada azote en mi clítoris me provocaba un nuevo orgasmo.

— Siiiiiiiiiiiiiiiiíi! Maaaaaaaasssss!

Suplicaba para que el castigo no cesará y seguir corriéndome

— ¡Amo, mira, me corro para ti! Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh!

Me corrí cada vez que Abdullah azotó mi clítoris. El dolor que me producía me enloquecía y me proyectaba a un cosmos de placer que jamás había sentido. Nunca en toda mi vida había gozado tanto y nunca había sufrido tanto. Había sentido 16 orgasmos seguidos y lo que los había provocado era el deseo de sufrir por mi Amo.

Cuando Abdullah acabó su turno, Salman empezó el suyo en mis nalgas y fui serenandome. Los golpes se fueron sucediendo y perdí la cuenta pero yo estaba en un estado de trance en el que sentía el dolor pero no me importaba porque había alcanzado un nirvana en el que no existía el bien ni el mal, en el que lo único que tenía importancia era mi amor por mi Amo.

Las tandas de azotes se sucedían sin fin y yo no sabía si me iban a aplicar 1000 o 10000 más, pero no me importaba. Mi cuerpo estaba en carne viva pero era como si no fuera el mío,  como si yo lo observara desde fuera.

En algunos momentos me hablaban pero ya no entendía lo que me decían, ni siquiera reconocía quien me hablaba. Mi mundo era una sucesión de azotes sin fin, un dolor delirante y una sensación de deseo, de deseo de sufrir por mi Amo, de deseo de entregar mi vida a mi Amo.

En algún momento empecé a sentir como me alejaba de mi cuerpo y todo se oscureció hasta que se volvio negro y perdí el sentido. Lo siguiente que sentí es como me arrojaban agua a la cara y al cuerpo e intente beber pues la sed me martirizaba, pero de inmediato el agua dejó de caer y no pude beber ni un sorbo. Me habían bajado al suelo para poder reanimarme y estaba tumbada de espaldas en el suelo.

— ¿Has tenido suficiente? — me preguntó mi Amo.

— No, hasta que vos digáis basta no tendré suficiente.

— Como quieras. Te subiremos otra vez y seguiremos azotandote. Piénsalo, dentro de un minuto estarás otra vez cabeza abajo. Voy a decir que estiren de las cuerdas hasta que estés tan tensa como una cuerda de piano. Vas a creer que se te arrancan los brazos y las piernas. Tu sufrimiento apenas ha empezado. Solo llevamos 6 horas azotandote así que imagínate el sufrimiento que aún te espera.

Aún me quedaban 18 horas de azotes, el triple de lo que ya había pasado. No sabía si mi cuerpo lo podría soportar pero sabía que mi espíritu sí podría.

— Gracias, mi Amo. Ya estoy preparada.

Ordenó que me subieran y como había prometido les hizo tirar de las cuerdas hasta que creí que me descoyuntaba. La enorme tensión de las cuerdas me producía nuevos sufrimientos pero yo estaba decidida a superarlos todos.

— Gracias Amo. ¿Podría beber un poco?

— No, no puedes beber.

— Como ordenes.

Ordenó algo  en árabe y la rutina se volvió a iniciar. Los azotes se sucedían en una parte de mi cuerpo y al poco rato en otra pero yo no daba ya importancia ni a donde me azotaban ni a quien lo hacía. ¡Qué más daba! Mi dolor era tan constante que apenas me molestaban ya los azotes en sí. Era la acumulación de los mismos lo que me iba socavando poco a poco y dejándome sin fuerzas. Si hubiera podido beber y comer algo sería diferente pero tantas horas sin alimento me estaban debilitando.

Pude ver que Salman y Mohamed estaban follandose a Susana. Mohamed la estaba sodomizando mientras Salman se follaba su boca. Pobre Susana, pensé, le están dando duro. La ironía de preocuparme por Susana estando yo en una situación tan espantosa me hizo reír.

—I think she has lost her mind — le dijo Abdullah a su padre.

— No, she's too strong

La rutina de los turnos de azotes continuó implacable hasta que tras lo que a mí me parecieron horas me desmaye otra vez. Volví a despertar otra vez tumbada en el suelo y me di cuenta de que me costaba entender lo que decían. Poco a poco fui entendiendo mejor.

— ¿Te rindes ya? — me preguntaba Waleed.

— No,no, nunca. Podéis arrancarme la carne de los huesos. Nunca renunciaré a mi Amo.

— Julia, por Dios, aún faltan 14 horas. Solo llevas 10, ni siquiera has pasado el ecuador. Si seguimos azotandote así temo lo peor.

— Yo ya no temo nada. Gracias, mi señor Waleed, gracias por preocuparte por mí. Pero no vale la pena, yo he nacido para esto, para sufrir por mi Amo.

— Creo que has perdido la razón.

— Estoy más cuerda que nunca. Gracias mi señor.

Mi Amo volvió a ordenar que me subieran y volvieron a estirar las cuerdas hasta que sentí que brazos y piernas se me desarticulaban. Mis fuerzas eran cada vez menores y mi cuerpo ofrecía menos resistencia a ser estirado. Estaba tensa como la cuerda de una guitarra y eso aumentaría el dolor de los azotes y el efecto de los mismos.

— Deberíamos darle de beber. Se desmaya porque está deshidratada — dijo Waleed.

Mi Amo preguntó algo en árabe y Salman contestó. Se acercó a mí y dijo:

— Open your mouth, bitch.

Yo abrí la boca y en un momento comenzó a orinarse en mi boca. Yo luche por tragar lo máximo posible pero en la postura en la que estaba no pude beber mucho y casi toda su orina acabó en el suelo.

— Gracias mi señor Salman — dije.

— Are you more thirsty?

— Si, tomaría un poco más.

Susana se acercó y poniendo su vulva en mi boca fue dejando fluir su orina poco a poco. A esta velocidad podía beberla toda, sin desperdiciar nada y bebí hasta quedar saciada.

— Gracias Susana, me ha hecho mucho bien.

—  Si quieres agradecérmelo, abandona.

— Ya sabes que no puedo. Amo, ya estoy preparada.

Se reanudó la rutina de los azotes pero ahora, ya hidratada, me encontraba más entera. Eso tenía su parte buena, pero también su parte mala porque era más consciente del dolor. Los azotes individuales ya apenas significaban nada para mí y solo alguno especialmente doloroso me arrancaba un leve gemido.

Mi mundo era un caleidoscopio de luces, colores y sonidos sin sentido para mí y mi único pensamiento era resistir y retener a mi Amo junto a mi. Hubo momentos en que soñé despierta y me escape de la realidad. Tuve fantasías sexuales muy intensas y muy vividas en las que gozaba como una auténtica perra.

Entre las brumas de mis recuerdos está haber sido lavada de nuevo por Susana varias veces y haber bebido de ella otras tantas, pero ya no soy capaz de precisar cuántas. Solo se que en un cierto momento, mi Amo gritó una orden en árabe y me bajaron al suelo.

Se que vino un médico y me atendió, pero no recuerdo prácticamente nada más. Estaba tan cansada que ni siquiera el terrible dolor que sentía me importaba. Se que en algún momento el médico me inyectó algo y ya no recuerdo más.