El renacimiento de Julia. Capítulo 8.
Una mujer nueva. Contiene sexo en grupo, dolor y humillación.
Una mujer nueva
Mi amo estaba contento con mi comportamiento pero mi aprendizaje aún no había acabado. Ahora debía entregarme a sus hijos de manera plena, sin trampa ni cartón. Y tenía que entregarme a ellos con los cocodrilos puestos, para mostrar cómo me había domado mi amo.
— Bajemos al salón. Tu bajaras a cuatro patas, como una perra. Caminarás a mi lado, pegada a mis piernas y te contonearas como la zorra que eres — me instruyó mi Amo.
Yo no podía hablar con mi lengua enganchada a las cadenillas, así que asentí con la cabeza. Me situé junto a mi Amo y cuando él empezó a caminar le seguí haciendo oscilar mis caderas como una gata en celo, a pesar del dolor que me producían los balanceos de las cadenillas tirando de los cocodrilos.
Cuando llegamos al salón, los hijos de mi Amo estaban tomando el té y disfrutando del espectáculo que les estaba ofreciendo Susana, a la que por lo visto le habían ordenado que se introdujera unas frutas por su vagina y su ano y ahora la estaban obligando a expulsarlas.
Cuando me vieron aparecer, contoneandome y luciendo mis cocodrilos con descaro, todos quedaron sorprendidos y dejaron de prestar atención a Susana. Mi Amo les habló en árabe y cuando terminó de hablar con ellos se dirigió a mi en castellano.
— Les he dicho que has bajado para entregarte voluntariamente a ellos de manera auténtica y sin límites y que si notan cualquier reserva en tu entrega que me lo comuniquen inmediatamente.
Yo toqué con mi frente los pies de mi Amo y me dirigí contoneandome hasta sus hijos. Ellos me rodearon y me hicieron levantar. Una vez de pie entre ellos se dedicaron a mirar cómo se hincaban los cocodrilos en mi carne. Yo abrí mis piernas y proyecte mis pechos hacia adelante para facilitarles la inspección. Mohamed tomó con su mano la cadenilla que colgaba de mi clítoris y la agitó provocándome un gran dolor que me hizo gemir.
— Aaaaaaaahhhhhhhhhhhh!
Pero no cerré las piernas ni hice ningún gesto de rechazo. Salman y Khaled hicieron lo propio con las cadenillas de mis pezones, arrancándome nuevos gemidos de dolor.
— Ouuuuhhhh! Aaaaaaaahhhhhhhhhhhh!
A pesar de esto seguí proyectando mis pechos ofreciéndolos sin reparos y con mis manos busqué sus penes y los acaricié. Mis pezones y mi clítoris después de tanto rato de tortura presentaban un aspecto muy inflamado y me ardían como el infierno, pero deseaba entregarles ese dolor y que gozaran de el. Supongo que mi cuerpo generaba tantas endorfinas que hubiera consentido cualquier cosa que desearan hacerme.
Abdullah dijo algo en árabe y los demás se apartaron. El me tomo de la cadenilla de mi lengua y me condujo hasta uno de los sofás. Se sentó y tirando de la cadenilla me hizo arrodillar y guío mi boca hasta introducir su pene en mi garganta. Tiraba fuerte de mi lengua y eso me hizo abrir la boca y engullir su pene por completo. Me mantuvo allí mientras me saltaban las lágrimas debido al dolor y a la profundidad de la penetración.
El aire me empezó a faltar y creí que iba a morir así, con un palmo de dolorida lengua saliendo de mi boca y un pene tan incrustado en mi garganta que no podía hacer llegar mi un soplo de aire a mis pulmones. Pero no moví ni un músculo, no me resistí en absoluto y la única señal que mostré de mi agonía fueron las involuntarias contracciones de mi garganta que intentaba expulsar al intruso para conseguir aire.
Abdullah soltó la cadena, ahora podía retirarme y conseguir el precioso aire que tanto necesitaba pero me resisti y permanecí inmóvil, adorando con mi garganta esa polla que estaba quitándome la vida poco a poco. En ese momento solo podía pensar en mí Amo que sabía que me observaba atentamente y al que estaba decidida a complacer aunque tuviera que morir como un pez en el anzuelo.
Cuando ya sentía que las fuerzas me abandonaban y estaba a punto de desvanecerme, Abdullah tomó mi cabeza y la hizo retroceder, extrayendo su polla de mi boca. Aspire el aire como loca y tosi atragantada por el río de babas que había generado mi garganta.
Cuando conseguí serenarme un poco, Abdullah tomó las cadenillas de mis pezones haciéndome gemir nuevamente de dolor y guío mis pechos hasta su polla. Yo los tomé con mis manos y envolví su pene con ellos. Estaba bien lubricado con las babas que yo había depositado en él así que lo hice correr entre mis pechos, masturbandolo entre ellos. Las cadenillas inevitablemente tiraban de los cocodrilos que además golpeaban ocasionalmente en el vientre de Abdullah y el dolor que me producía todo esto era delirante.
—Aaaaahhhhhhhhh! Aaaaaaaahhhhhhhhhhhh! — gemía mientras deslizaba arriba y abajo mis pechos por la polla de Abdullah.
— Faster, bitch. I want to cum on your face — me ordenó Abdullah.
Yo me lancé a una loca carrera en pos de su orgasmo mientras sentía que mis pezones se arrancaban de mi cuerpo. Sentía su verga dura como el acero y sabía que pronto iba a descargarse así que procure dirigirla hacia mí cara y mi boca grotescamente abierta. De pronto su polla palpitó y lanzó chorro tras chorro de semen que cayó en mis ojos, mi cara y mi estirada y dolorida lengua. No podía hacer nada para tragarlo o para limpiarme así que noté como iba resbalando mientras yo seguía masajeando el pene de Abdullah ahora de forma lenta y suave.
— She's a real slave — dijo Abdullah.
Con un gesto mando a Susana que se acercara y apartándose de mí se acercó a sus hermanos y empezó a hablar con ellos en árabe, supongo que comentando mi comportamiento.
Susana se puso a lamer todo el semen que Abdullah había depositado en mi cara y en mi lengua. Cuando lamió mi lengua no pude evitar gemir suavemente.
— ¡Hummmmmm!
— ¿Estas bien? Debe doler como el infierno — preguntó Susana.
Yo asentí con mi cabeza y me erguí con orgullo mostrándole bien como los cocodrilos me torturaban sin descanso.
— Es un trato muy cruel el que estás soportando. A mí nunca me han llevado tan lejos. ¿ Estás gozando?
Asentí nuevamente con la cabeza.
— A mi me cuesta incluso verlo así que no me imagino el infierno que tú estás pasando. Te admiro.
Y me beso en la frente mientras me acariciaba los cabellos.
Salman se acercó y se sentó en el sofá ante mi.
— Suck It — me dijo.
Yo introduje su verga profundamente en mi garganta que estaba tan dilatada y relajada a estas alturas que habría admitido cualquier penetración. Note como se endurecía con el masaje que le proporcionaba mi garganta y en unos pocos segundos su miembro estaba erecto al máximo.
Salman me hizo levantar y me hizo introducirme su verga en la vagina. Cuando la introduje hasta el fondo descubrí que en esa posición el cocodrilo de mi clítoris se apoyaba en su pubis produciéndome un dolor excruciante. Mire hacia abajo y pude ver que tenía un aspecto lastimoso, completamente inflamado, deformado por la presión de las mandíbulas y de un color violáceo debido a que la sangre no podía circular con normalidad por el.
Pensé que quizás nunca volvería a ser el mismo pero en ese momento no me importó, hubiera estado dispuesta a amputármelo si me lo hubieran pedido. Salman me tomó por la cintura y me guío para que subiera y bajara sobre su polla, follándome yo misma. Mohamed se situó tras el sofá y me ofreció su miembro para que lo preparara. Lo tomé entero en mi boca y procure que fuera el que decidiera el ritmo y la profundidad de sus penetraciones para que no se repitiera el incidente de la mañana.
— You will feel it in the bottom of your ass — me dijo Mohamed.
No podía hablar ni mover la cabeza pero asentí con mis ojos. Mohamed extrajo su pene y rodeando el sofá se dirigió hacía mi culo. Me detuve un momento para facilitarle la penetración y el apoyó el glande en mi ano, presionó ligeramente y mi culo lo recibió con una facilidad que me sorprendió. Mi esfínter estaba enormemente receptivo y su polla lo atravesó como si no existiera. Me penetró hasta el fondo y empezó a bombear con un ritmo constante al que yo me acople en mi movimiento sobre el pene de Salman.
Me maravillaba sentir que pese al dolor constante que sufría y que se agudizaba en los momentos en los que mis pezones, mi clítoris o mi lengua sufrían tirones, mi vagina y mi ano estaban relajados y abiertos. Comportándome como una esclava, como un mero objeto sexual, me sentía más libre y más feliz de lo que me había sentido en mucho tiempo.
Sentía un gran placer, un placer que no tenía nada que ver con el que había sentido hasta ahora. Era más dulce, más suave. Era un sentimiento de calidez que circulaba por mis nervios y por mis venas y que me mantenía en una especie de trance, apartada de esa otra mitad de mi ser que sufría una agonía de dolor constante.
Khaled se acercó por detrás del sofá y me ofreció su miembro para que lo chupara. Yo lo tomé con mi boca y lo fui mamando al ritmo de mi doble follada. Mohamed empezó a follarme con más fuerza y pronto note que se vaciaba en mi culo. Al darse cuenta, Khaled me saco la polla de la boca y fue a ocupar el puesto de Mohamed,pero como ya suponía su intención era penetrar en mi vagina junto a su hermano. Apoyó su glande y con una pequeña presión penetró de un tirón hasta el fondo. Su miembro era más pequeño que el de Waleed pero no mucho y había entrado con la suavidad con la que me hubiera puesto un guante. Que diferencia con la sesión de la mañana.
Empezamos a movernos y yo, a pesar de todo mi sufrimiento, estaba gozando como una verdadera zorra. Recordé lo que había sucedido por la mañana y supe que mi Amo esperaba que expiara mi culpa, así que tomé mis pechos entre mis manos y se los ofrecí a Salman. Este tomó las cadenillas de mis pezones y las uso a modo de riendas para guiar mis movimientos. Tiraba de los cocodrilos arriba y abajo para hacerme subir y bajar sobre su polla al ritmo que él deseaba. Yo no podía evitar gemir de dolor pero al mismo tiempo notaba como mi vagina se lubricaba más y más y mi placer no hacía más que aumentar.
En un momento dado Salman le dijo algo a Khaled y llamó también a Abdullah. Khaled llevó su mano al cocodrilo de mi clítoris, mientras Salman cogía los de mis pezones y Abdullah el de mi lengua. Yo me di cuenta de lo que iba a pasar y en lo único que pensé fue en relajarme y mantenerme abierta y disponible.
A una señal de Salman abrieron los cocodrilos y la realidad estalló en fragmentos. La sangre afluyó a zonas que le habían estado vedadas y fue como si un millón de agujas al rojo vivo se hubieran hundido en mi carne. El dolor fue tan intenso que perdí el control de mi cuerpo y veía como en una película como mis brazos se abrían y como mi boca estallaba en un rugido de dolor.
— Aaaaarrrrrrggggghhhhhhhhhhhh! Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Amooooooooooooo!
Las dos pollas que me follaban me martillearon con furia y yo las recibía con todo mi ser ofrecido a ellas. En mis oídos podía oír el retumbar de mi corazón como un trueno lejano y mi clítoris, mi lengua y mis pezones latían a su ritmo.
— Soy tuyaaaaaa,Amoooooo, soy tuyaaaaaaaaa! — gritaba sin control.
Salman y Khaled se corrieron en mi vagina y yo grité nuevamente de pura dicha.
— Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Amo, soy tuyaaaaaaaaa!
La sangre al fluir nuevamente por la zonas tanto rato torturadas encontró su camino a través de los pequeños orificios que habían causado los colmillos de los cocodrilos y mis pezones, mi clítoris y mi lengua sangraban levemente. El dolor era tan terrible que empecé a sentir que todo se alejaba y de repente todo fue oscuridad.
Cuando abrí los ojos estaba tumbada en la cama y mi Amo estaba a mi lado, recostado con la cabeza apoyada en su mano derecha y observándome. Seguía sintiendo latir mi clítoris y mis pezones y también mi lengua pero ahora el dolor era bastante soportable. Miré hacia mis pezones y vi que su aspecto era terrible. Estaban completamente enrojecidos y se notaba perfectamente donde los colmillos los habían atravesado. Las zonas donde las mandíbulas habían presionado estaban tumefactas y amoratadas.
Mire mi clítoris y su aspecto era aún peor si cabe. Mi lengua no podía verla pero la sentía inflamada y dolorida. Había sufrido lo indecible pero había entregado todo lo que tenía. Ahora lo único que temía es que mi Amo no estuviera satisfecho.
— Mi Amo, ¿he cumplido con sus expectativas? — pregunté.
— Las has superado. Nunca he visto a una mujer vencer a los cocodrilos y tú lo has hecho. Siempre que he sometido a una mujer a esta prueba ha acabado quebrándose. Todas se han rendido y me han pedido finalmente que se las quite y se las ponga a un ser querido.
— Pobrecillas, es horrible.
— La finalidad de la prueba es quebrantar la voluntad de la mujer y demostrarle que es capaz de traicionar a sus hijos o a sus padres con tal de evitar el atroz dolor.
— Entiendo. Entonces de algún modo yo he fallado, no ha podido quebrarme como esperaba.
— Supongo que hay algo de cierto en lo que dices pero lo que he conseguido es aún mejor, porque todo lo que tú hagas a partir de ahora no será fruto del temor a los cocodrilos sino de tu libre albedrío.
— Si, así me siento. Me siento muy libre,¿no es extraño? — pregunté.
—No, yo creo que es lógico. Has descubierto que puedes hacer cosas que casi nadie puede. Es como descubrir de repente que eres la plusmarquista mundial de maratón. Es normal que te sientas poderosa.
— ¿Qué va a pasar ahora? — pregunté — Yo soy suya.
— ¿Tu que quieres que pase?
— Quiero estar con mi Amo.
— Bien, me parece bien, pero no quiero precipitar las cosas. Piensa en que tienes un marido y una hija. Quiero que tengas tiempo para reflexionar.
— Yo estoy segura, mi Amo.
— Ten en cuenta que tengo cuatro esposas y muchas concubinas. En mi país soy un príncipe y una autoridad civil y religiosa. No puedo dedicar tiempo a mis mujeres, de hecho hacía años que no hablaba tanto con una mujer.
— Yo sabré cómo hacerme un hueco.
— Tu no sabes lo que te espera en mi palacio. El trato que reciben mis concubinas, en este país me llevaría a la cárcel.
— Yo soportaría todo por mi Amo.
— Tengo una concubina llamada Tania a la que mis hijos y yo hemos sometido a tales castigos que ha acabado perdiendo la razón.
— Yo los soportaría por vos.
— No sabes lo que dices. Yo me tengo que marchar el lunes a mi país pero te prometo que volveré a visitarte. Si después de mi visita sigues queriendo seguirme, te llevaré conmigo.
— Haré lo que mi Amo disponga. ¿Puedo pedir un deseo?
— Pide.
— Deseo mucho a mi Amo.
— Veo que eres realmente insaciable,¿no te duele?
— Si, si que me duele pero no me importa. Cuando esté adorando vuestro cuerpo mi dolor dejará de existir, lo ignoraré y sólo tendrá relevancia vuestro placer.
— Así sea, pero después serás castigada por imponer tu voluntad a tu amo.
— Sí Amo.
— Reconozco que me estás excitando. Usa tu boca.
Me lance a devorar el miembro de mi Amo que estaba tan solo morcillon. Después de haber tenido la lengua tan terriblemente estirada descubrí que podía sacarla mucho más que antes y también podía abrir mas la boca. En el estado de consistencia en el que estaba podía engullir su pene y sus testículos y forzando mi lengua era capaz de alcanzar casi el ano de mi Amo.
Su miembro iba adquiriendo consistencia y llegó un momento en que ya no pude albergarlo todo en mi boca y extraje de la la misma sus testículos. Ahora con el pene bien encajado en mi garganta podía usar mi elongada lengua para lamer sus pesados testículos. El dolor que me causaba el forzar así mi lengua tan solo me servía de acicate.
Estuve mucho rato practicandole este tratamiento hasta que su pene adquirió un tamaño y consistencia suficientes para que pudiera penetrarme si así lo deseaba. Yo aún no había podido sentirlo dentro de mi vagina ni de mi ano y estaba deseandolo.
Mi Amo me apartó y se tumbó boca arriba en la cama. Yo me senté encima de su pene y me lo introduje hasta el fondo de mi vagina para empezar inmediatamente a cabalgarlo. La satisfacción que me producía tener a mi Amo dentro de mi era inmensa. Estaba orgullosa de darle placer y de que él apreciará mis esfuerzos. Ayer por la mañana por menos de lo que estaba sintiendo ahora me hubiera corrido pero después de mi experiencia con los cocodrilos mi manera de sentir había cambiado y podía controlar con facilidad lo que estaba sintiendo, tan solo tenía que centrarme en mi Amo y mis propias sensaciones pasaban a un segundo plano dónde eran fácilmente postergadas.
Era una mujer nueva y me sentía feliz de serlo y sabía que todo se lo debía a mi Amo, el hombre que me había sabido guiarme por el camino de la sumisión. Yo había tenido siempre esos sentimientos pero no los había sabido canalizar en la dirección correcta, que era la de la entrega absoluta al placer y a los deseos de los demás y no la de la lujuria incontenida.
Le monté durante mucho rato hasta que finalmente se corrió en mi interior suavizando mi placer de una forma maravillosa. Cuando se rehizo, me extraje su pene que ya había perdido su rigidez y lo limpié con mi boca.
— Muy bien, sabes cómo excitar y satisfacer a un hombre. Ahora lávate y baja al salón. Dile a Abdullah que te ate entre dos pilares y te castigue con 20 azotes con un cinturón. Yo bajaré después.
Entre en el cuarto de baño y me aseé un poco. Después bajé al salón y me dirigí a Abdullah.
— Mi señor Abdullah, vuestro padre ha ordenado que sea castigada. Debo ser atada entre dos pilares y recibir 20 azotes con un cinturón.
— ¿Donde debo azotarte?
— En… — dudé —, en mi clítoris.