El renacimiento de Julia. Capítulo 7.
Continúan las practicas. Contiene sexo en grupo, dolor y humillación.
Continúan las prácticas
Cuando les pareció bien, nos hicieron levantar y nos hicieron entrar en la casa, para disgusto del equipo de jardineros que ya no iban a poder seguir disfrutando del espectáculo. Nos enviaron a asearnos un poco y aprovechamos para darnos una rápida ducha, perfumarnos y lubricarnos un poco.
Cuando volvimos al salón los hombres estaban tomando té y fumando tranquilamente. Se les veía completamente relajados. Waleed se acercó a nosotras y nos dijo en voz baja:
— Están contentos con vosotras. Seguid así y os llevaréis una buena propina cuando acabéis el trabajo.
— Gracias, mi señor — contestó Susana.
Nos acercamos a los hombres y nos sentamos junto a ellos. Yo me senté entre Salman y Abdullah y Susana entre Mohamed y Khaled. Talal seguía sentado en un sillón y no daba muestras de tener interés en nosotras.
Yo estaba un poco nerviosa porque sabía que ahora iba a ser mi turno de recibir las atenciones de los clientes. Pero también estaba increíblemente caliente y me preocupaba el no poder controlarme y no poder obedecer las órdenes de los árabes.
Salman me hizo arrodillar entre sus piernas y me metió la polla en la boca. Yo sé la chupe con ganas y en pocos momentos se puso enorme, de modo que apenas podía mantenerla en mi boca. Su grosor me desencajaba las mandíbulas y no conseguía engullirla por completo. Pero intenté dar lo mejor de mi misma y mis esfuerzos parecían ser apreciados.
Me hizo levantarme y sentarme encima de su pene, que se fue introduciendo en mi vagina, dilatandola y haciéndome sentir muy bien. Cuando me penetró completamente podía sentir su glande presionando mi útero y como mi clítoris, muy erecto, rozaba con su pubis, proporcionandome un gran placer. Me hizo moverme y yo empecé a subir y bajar follándome yo misma. Era maravilloso sentir el gran miembro de Salman moviéndose en mi vagina, distendiendola y estimulandola.
Susana estaba atendiendo a los demás y preparándolos para mí. Abdullah debió sentirse a punto y se acercó a mí, apoyó su mano izquierda en mi hombro para que me estuviera quieta y con la derecha guió su pene hasta mi ano. Yo procure ofrecerme lo más posible para facilitarle la penetración y entró como un cuchillo caliente en la mantequilla. Era sorprendente con que facilidad mi ano se había adaptado a ser penetrado. Había pasado de virgen a especialista en dos semanas. Eso sí, habían sido dos semanas intensas.
Khaled paso por detrás del sofá y me ofreció su miembro diciendo:
— Suck it.
Yo me lance a devorarlo mientras me movía arriba y abajo, follándome yo misma. Intentaba concentrarme en chupar la polla de Khaled porque así me distraía un poco de las sensaciones que me producían los miembros que me llenaban por completo. Al cabo de un rato note como las manos de Abdullah se engarfiaban en mis caderas y su pene empezaba a lanzar chorros de semen en mi recto.
Saliéndose de mi interior, fue hacia Susana que era ahora la “mujer de la limpieza” mientras Khaled, liberándose de mi boca se dirigió hacia mi grupa y tomó el puesto que había dejado libre Abdullah. Volví a iniciar mi movimiento que había interrumpido para facilitar el cambio de turno. El momento de descanso me había ayudado a tranquilizarme un poco pero sabía que la cosa se iba a poner peor.
Mohamed tomó el relevo de Khaled en mi boca y continuaron follandome por todos los orificios disponibles. Otra vez podía notar como mi excitación subía y el pequeño traidor palpitaba como una criatura con conciencia propia. Tenía que relajarme como fuera o pensar en otra cosa, si no al final iba a desobedecer y me iba a correr.
Intente concentrarme como antes en la mamada que le estaba haciendo a Mohamed y se me ocurrió que quizá podría intentar lamerle las pelotas al tiempo que se la mamaba. No era fácil coordinar mientras me movía arriba y abajo sobre las pollas de Salman y Khaled.
Pero lo intente y la verdad es que al cabo de un ratito lo conseguí. Mi lengua acariciaba sus pelotas cuando mi boca engullía su pene hasta el fondo y cuando subía la hacía resbalar por el tronco presionado la uretra. A Mohamed parecía gustarle mucho y así debía de ser pues de repente se corrió cuando tenía su pene incrustado en mi esófago. Apenas pude ni paladear su semen pues fue prácticamente directo a mi estómago.
Sus compañeros hicieron comentarios en arabe que no pude entender y se rieron. Supuse que se burlaban de él porque no había podido aguantar hasta penetrarme el culo y se había venido en mi boca.
Visiblemente irritado, Mohamed se apartó de mí y yo pensé que había cometido mi primer error pues no debí haber provocado esta situación. Pero ahora ya estaba hecho y no se podía deshacer, luego intentaría compensarlo de alguna manera. De una manera u otra el objetivo de controlar mi propia excitación lo había conseguido y ahora me sentía más capaz de seguir afrontando la situación.
Pero ahora no tenía con que distraerme y solo podía recibir los embates de Khaled y Salman en mi retaguardia y modular mis sensaciones como pudiera. Se me ocurrió que podía intentar acelerar un poco el orgasmo de Khaled, así que apreté mi ano para aumentar sus sensaciones. Pareció funcionar porque al cabo de un momento noté como se tensaba y gemía mientras se descargaba en mis intestinos.
Si se repetía lo de antes, ahora tocaba la doble penetración vaginal y me preocupe un poco pues nunca había tenido dos penes en la vagina. Pero bueno, si por allí había pasado la cabeza de mi hija también pasarían dos penes.
Como Mohamed estaba enfurruñado, creí que sería Abdullah el que ocuparía su lugar pero este miro a Waleed y con un gesto le indico que hiciera el los honores. Waleed seguía vestido desde el principio, al igual que Talal, así que levantándose del sillón en el que estaba sentado se desnudo y pude ver el pene mas enorme que había visto en mi vida.
No podía ser, ese ariete no podía entrar en mi vagina ya ocupada por el pene de Salman. Estuve a punto de dar un salto y huir pero me contuve y tan solo Salman debió notar algo, pues me abrazó y me susurro en su macarrónico castellano:
— Tu no tener miedo mamá.
La verdad es que me tranquilizo el abrazo protector de Salman y me dispuse a afrontar esa prueba. Waleed se acerco ami y apoyando su glande encima de la polla de Salman empezó a presionar mientras me decía:
— Relajate Julia, va a ser más fácil de lo que crees.
Yo sentía como si me fuera a desgarrar pero procuré relajarme todo lo posible y poco a poco el enorme miembro de Waleed se fue introduciendo en mi vagina hasta que ya no pudo avanzar más. Era imposible, aunque no hubiera estado ocupado el espacio ya por Salman, ese pene no podía caber entero en mi vagina. Me sentía tan llena y tan dilatada que creí que iba a explotar. Mi clítoris me lanzaba descargas de placer a lo largo de mi columna vertebral y temí el momento en que empezaran a moverse.
Cuando Waleed creyó que mi vagina se había acomodado un poco a esa brutal penetración empezó a moverse y Salman le siguió. Yo creí que iba a explotar y una tormenta comenzó a formarse en mi interior y sabía que no la iba a poder contener por mucho tiempo.
Se me ocurrió una idea y tomando mis pechos en mis manos se los ofrecí a Salman diciendo:
— Please, my lord Salman, bite my nipples. Bite me, I beg you. Bite me until they bleed.
Salman tomó mi pezón derecho entre sus dientes y lo mordió con fuerza. El dolor era exquisito y consiguió parar mi orgasmo, haciendo al mismo tiempo que yo contrajera mi vagina aumentando aún más la presión sobre los penes que la invadian.
Salman soltó el pezón derecho y se dirigió al izquierdo mientras yo le acariciaba las mejillas y le susurraba:
— Stronger, my lord, bite me harder.
Salman se ensañó con mi pezón izquierdo hasta que, cuando creía que me lo iba a arrancar, abrió la boca y con un gemido de placer se corrió en mi vagina provocando que Waleed se corriera también y una catarata de semen me inundara.
Había conseguido evitar mi orgasmo aunque fuera a base de un considerable dolor en mis pezones. Waleed se salió de mi interior diciéndome:
— Ya sabes cómo va. Retenlo todo dentro. Ten en cuenta que seguramente no vais a tomar otra cosa.
Una vez Waleed me dejó vía libre, Salman me hizo levantar y yo apreté mi suelo pélvico para retener las tres cargas de semen que llevaba en mi recto y mi vagina. Tumbaron a Susana en el suelo y a mi me hicieron sentar sobre su cara. Sin necesidad de que dijeran nada, dejé ir todo en la boca de Susana que lo tragó con soltura y después se dedicó a limpiar el resto que quedaba en mi interior.
Una vez finalizada la limpieza de mis bajos, volvimos a pasar al baño para asearnos. Susana me abrazó y me dijo:
— ¡Has estado magnífica! El detalle de ofrecer tus pechos les ha gustado mucho.¿Lo hiciste para evitar correrte?
— Si, fue por eso — contesté.
— Pues les ha gustado, pero creo que Talal también ha adivinado el motivo de tu ofrecimiento, porque ha sonreído con cara de astucia.
— Es raro que no intervenga en nada, ¿no te parece? — pregunté.
— No sé, quizás se está reservando o a lo mejor no quiere compartir con los demás. Ya veremos. ¿Qué te ha parecido tener dos hombres al mismo tiempo en la vagina?
—¿Dos hombres? ¡A mi me han parecido dos caballos! Creía que me iban a desgarrar. Pero al cabo de un rato reconozco que me ha gustado mucho y me ha hecho sentir muy perra. Estaba más caliente que un volcán.
—¿Te duelen los pezones?
— Un poco, sobre todo si los toco.
— Pues después de lo de antes creo que vas a tener que aguantar algún que otro mordisco más.
— Pues habrá que aguantar.
Nos volvimos a dar una breve ducha y tras secarnos y ponernos guapas volvimos a salir al salón. Los hombres estaban fumando y charlando animadamente en arabe. Supongo que comentaban lo que habían hecho con nosotras.
Nos acercamos a la los sofás y nos sentamos junto a ellos. Yo me senté junto a Mohamed viendo la ocasión de reconciliarme con el. Sin decir nada me deslice hasta el suelo y postrándome a sus pies empecé a besarlos y lamerlos como si fuera una perrita zalamera. Cuando capté toda su atención, sin levantar la cabeza le dije:
— My lord, this bitch is very sorry for the incident that occurred and knows that it's her fault. I'm looking forward to giving you my ass.
— Calm bitch, I'm not angry anymore. You caught me off guard, but soon you will have my cock deep in your ass.
— Thank you my lord.
Un sirviente se acercó a Waleed y le susurró algo. Waleed se levantó y dijo algo en árabe. Todos se levantaron y siguieron al criado.
— La comida está servida — dijo Waleed en castellano —. Vosotras no podéis sentaros a la mesa. Sois unas perras y como tales estaréis a nuestros pies. Suplicad un poco de comida si tenéis hambre tal y como harían las perras de cuatro patas.
Yo me quedé de piedra, porque después de tanto ejercicio la verdad es que tenía un hambre atroz. En fin, me portaría como una perrita y suplicaría comida. Una vez en el comedor todos tomaron asiento con Waleed y Talal en las cabeceras de la mesa y los demás en el medio, dos a cada lado de la mesa.
Nosotras nos arrodillamos una a cada lado de la mesa, yo entre Mohamed y Salman y Susana entre Khaled y Abdullah. Inmediatamente los criados empezaron a servir la mesa y los hombres empezaron a comer y beber mientras charlaban animadamente.
Yo estaba hambrienta y supongo que Susana estaba igual o peor, así que ambas empezamos nuestra actuación como perritas pedigüeñas. Yo empecé a besar y lamer el muslo de Salman, que me ignoraba mientras seguía comiendo y charlando. Cómo vi que no me hacía caso lo intente con Mohamed. Tras un rato de lamer y besar sus tobillos y sus pies, me lanzó al suelo un hueso de cordero, con un poquito de carne pegada. Iba a despreciarlo, pero de inmediato me di cuenta de que mi obligación era cumplir con mi papel de perra, así que lo tome y me dediqué a roer el hueso hasta que quedó tan limpio como si una auténtica perra lo hubiera comido.
El resto de la comida transcurrió así y Susana y yo apenas pudimos tomar unos bocados de alimento y eso a base de mucho suplicar y humillarnos. Yo había acabado suplicando comida a todos excepto a Talal. Por alguna razón, me atemorizaba tanto que ni siquiera el hambre me había impulsado acercarme a él.
Cuando la comida terminó, Talal habló en árabe durante unos momentos y de repente se levantó, se acercó a mí y en perfecto castellano dijo:
— Levántate y acompáñame. Desde ahora, Susana se ocupará de mis hijos y tú me servirás a mi.
Completamente sorprendida por el giro de los acontecimientos, me levanté y le seguí hasta la planta de arriba donde entró en un dormitorio y yo tras él. Se sentó en un sillón y me indico con un gesto que me sentara a sus pies.
— Te he estado observando desde que llegaste. Me parece que eres una mujer con mucho potencial — me dijo con un tono amable.
— ¿Potencial? ¿A que se refiere mi señor?
— Eres una mujer que ha nacido para dar placer, pero has sido mal guiada y mal educada hasta ahora. Pero eso tiene arreglo.
— Mi señor, no sé si le entiendo bien.
— Tú crees que eres una mujer sumisa a los hombres pero es mentira, tú estás sometida a tu propio cuerpo, no puedes controlar tu lujuria. No sirves a los hombres, sino a esa abominación que tienes entre tus piernas, que domina tu sexualidad, tus impulsos e incluso tu voluntad.
— ¿Mi señor se refiere a mi clítoris?
— Si, a eso me refiero. En mi país las mujeres son intervenidas en la niñez y se les extirpa el clítoris lo cual evita que sufran este problema. Mis cuatro esposas sufrieron la ablación de su clítoris antes de su pubertad y son esposas entregadas. Algunas de mis concubinas, de origen occidental, conservan sus clítoris, pero yo he sabido educar sus mentes y sus cuerpos para que este órgano no las controle y sea yo su único amo.
— Entiendo mi señor.
— ¿Estarías dispuesta a recibir mis enseñanzas? He tratado el tema con tu jefe, con Samuel, y él está de acuerdo siempre que tú des tu consentimiento.
— Si Samuel está de acuerdo yo no voy a contradecirlo. Me pongo en sus manos.
— No van a ser unas enseñanzas fáciles, va a haber dolor y humillación y una vez aceptes ya no podrás echarte atrás.
— Mi señor, tengo miedo pero estoy dispuesta a complaceros a vos y a Samuel.
— Excelente. Tu chófer debe estar al otro lado de la puerta esperando para que expreses tu consentimiento. Abre la puerta.
Me levanté y me dirigí a la puerta abriéndola de par en par. Juan estaba plantado al otro lado de la misma tan impasible como siempre.
— Hola Juan, transmítele a Samuel que consiento libremente.
— Muy bien, así lo haré. Estaré en el coche.
— Gracias Juan.
Cerré la puerta y volví junto a Talal.
— Tienes suerte de que ese hombre sea tu protector. Estoy seguro de que moriría por ti — me dijo.
— Si apenas me conoce…
— No te conoce, pero es su obligación y la cumplirá. Lo he leído en sus ojos.
Talal era un hombre muy perceptivo y yo creí lo que me decía. De un modo u otro me tranquilizaba la cercana presencia de Juan.
— Durante la mañana he visto como te comportabas. Te he visto manipular a mis hijos para satisfacer tus deseos en lugar de someterte a los deseos de ellos. Has provocado el orgasmo de Mohamed en tu boca para evitar que tu excitación te llevara al orgasmo a ti. Has hecho lo mismo con Khaled, presionando con tu culo para que se vaciará rápido. Y por fin, has fingido entregar tus pechos a Salman para que el dolor parará tu orgasmo.
— Mi señor ha leído en mi como en un libro abierto.
— Me alegro de que no intentes negarlo. Ahora voy a ponerte estas muñequeras y tobilleras de cuero que servirán para restringir tus movimientos.
Me coloco unas muñequeras y unas tobilleras de cuero con unas argollas que servirían para engancharlas a un mosquetón o un candado y me condujo a la cama. Me hizo tumbar boca arriba con las piernas y los brazos formando una equis y trabó mis restricciones a unas correas que estaban preparadas con anterioridad.
— Ahora quiero que veas unas joyas que van a ayudar en tu educación.
Me mostró unas pinzas doradas, seguramente de oro, con forma de cabeza de cocodrilo. Tenían aspecto de apretar mucho pero lo más temible es que disponían de dos finos dientes afilados a cada lado de las mandíbulas. Yo forcejee contra mis ataduras pero no cedieron ni un milímetro.
— Sabes donde voy a poner el cocodrilo,¿verdad? — me preguntó.
— Sí mi señor.
— Quiero que lo digas.
—En mi…, en mi clítoris, mi señor.
— Exacto, en tu gran y desvergonzado clítoris. Fijate, incluso ahora, se atreve a erguirse y a desafiarme pero eso va a cambiar pronto. Yo lo someteré.
Era cierto, a pesar del temor que me dominaba, el pequeño traidor estaba erecto y palpitaba con vida propia. Talal acercó el cocodrilo con las mandíbulas bien abiertas a mi clítoris y dejó que se cerrara sobre él. Lo primero que noté fueron los afilados dientes que se hincaron profundamente en la sensitiva carne produciéndome un dolor lacerante, pero lo peor llegó cuando las fauces del cocodrilo mordieron mi clítoris presionando sin piedad. Sentía como si me lo hubieran cortado y la presión había hecho que los cuatro dientes atravesaran por completo mi clítoris en cuatro puntos diferentes. Un rugido de dolor surgió del fondo de mi ser.
— Arrrrrrggghhhh! Nooooooooo!
El dolor era insoportable, pero lo peor es que no disminuía sino que iba progresando pues la presión del mordisco no daba tregua y me enloquecía.
— Noooo, mi señor, piedad. Aaaaaah!
— Grita cuanto desees, la habitación está insonorizada. Yo voy a rezar. También rezaré por ti.
Vi cómo extendía una alfombra en el suelo y rezaba, mientras yo no paraba de gritar y llorar.
— Por el amor de Dios, mi señor, quitadmelo, quitadmelo,... Aaaaaah!
Si hubiera podido me habría quitado el sentido golpeándome la cabeza contra algo pero solo la blanda cama estaba a su alcance así que solo podía sufrir el enloquecedor mordisco y gritar y sollozar.
— Nooo, por Dios, piedad…
Tras lo que me pareció una eternidad, Talal acabó sus oraciones y tras recoger su alfombra se dirigió hacia mí. Yo ya no tenía fuerzas ni para gritar tras tanto rato debatiéndome contra mis ataduras. Mi clítoris era un infierno de dolor que en lugar de menguar parecía aumentar por segundos.
— Mi señor haré lo que sea pero quitadmelo — supliqué con mi voz más lastimera.
—¿Quitártelo? La verdad es que he encontrado dos más — dijo mostrándome otros dos cocodrilos iguales en su mano derecha.
— Noooo! Noooo! Por favor no, no voy a poder resistirlo.
— Claro que vas a resistirlo, no tienes elección.
Tomó mi pecho izquierdo con una mano para inmovilizarlo y con la otra dirigió uno de los cocodrilos con las mandíbulas totalmente abiertas al pezón y dejo que se cerraran poco a poco para que saboreara bien su mordisco.
El dolor no fue tan terrible como el de mi clítoris pero se aproximaba bastante y al igual que antes en lugar de remitir solo hacía que aumentar.
— Arrrrrrggghhhh! — aullaba mientras me retorcía de dolor.
Pude ver cómo los finos y afilados colmillos habían atravesado mi pezón de parte a parte y como las implacables mandíbulas lo aplastaban sin misericordia,pero mi atención se desvió hacia las manos de Talal que se disponían a aplicar el mismo tratamiento a mi pezón derecho.
— No,no más, por favor mi señor, ya es … —suplique sin convencimiento.
Talal cerró el cocodrilo sobre mi pezón derecho y otro nuevo infierno se desató en mi cuerpo. No podía comprender cómo ese hombre me trataba con tanta crueldad y ya no podía ni pensar solo gritar y llorar mientras me debatía en mis ataduras.
— Aaaaaaaaahhhhhhhhhh!Nooooooo!
La desesperación me dominaba y grité hasta quedar afónica. Mi cuerpo temblaba como si tuviera fiebre y mi único deseo era perder el sentido, desmayarme y dejar de sentir ese dolor impío que no cedía nunca y que me hacía perder la razón.
— No puedes luchar contra los cocodrilos, solo puedes aceptarlos y someterte a ellos. Tu única opción es amarlos y desearlos, es el único alivio que puedes encontrar. El amor es lo único que te puede aliviar — me dijo con tono cariñoso.
— Mi señor, por favor os lo suplico, quitadmelos, quitadmelos,...
— Te voy a hacer una demostración. Según me han dicho estas casada y tienes una hija. Te diré lo que puedes hacer para que te quite los cocodrilos. Si me lo pides, mis hombres irán a buscar a tu hija, la traerán aquí y yo te quitaré los cocodrilos y se los pondré a ella. Solo tienes que pedirmelo.
El horror que sentí ante esas palabras no puedo ni describirlo. Pude ver en mi mente la imagen de mi pobre Claudia retorciéndose y aullando de dolor tal y como lo estaba haciendo yo y supe que no podía permitirlo.
— No, no mi señor, yo llevaré los cocodrilos el tiempo que haga falta, os lo ruego.
— Ves como el amor a tu hija te hace desear los cocodrilos.
— Si,si mi señor.
— Reconoceras que el hecho de llevarlos para salvar de ellos a tu hija le ha dado un motivo a tu sufrimiento y que ese simple hecho ha alejado de tí la desesperación.
Talal tenía razón, yo seguía sintiendo el mismo dolor pero ya no sentía esa desesperación que me estaba haciendo enloquecer. De algún modo mi dolor había tomado sentido, tenía un fin, una causa.
— Si, es verdad mi señor.
— Bien.bien. Ahora voy a liberarte de tus ataduras, pero te lo advierto, no debes intentar quitarte los cocodrilos, ni siquiera debes rozarlos con tus manos. Si te atreves a tocarlos haré que traigan a tu hija y se los pondremos a ella. ¿Has entendido?
— Sí mi señor, no los tocaré.
Me libero de mis restricciones y me hizo levantar. El movimiento de mi cuerpo hacía balancear obscenamente los cocodrilos y acentuaba el dolor que sentía en mis zonas más sensibles. Saco de un cajón cuatro cadenillas que estaban unidas por un eslabón central. Unió los extremos de las cadenillas a los cocodrilos usando unos pequeños ganchos que tenían los cocodrilos y dejó colgando la cuarta cadena. El peso de las cadenillas tiraba de mi clítoris y mis pezones y aumentaba mi dolor aún más.
Talal se despojó de sus ropas por primera vez y pude ver su cuerpo desnudo, bastante maltratado por los años pero aún vigoroso. Tenía una barriga pronunciada pero su torso era amplio y fuerte y sus brazos y piernas aún se veían vigorosos. Su pene colgaba entre sus piernas junto a unos testículos grandes y pesados. Aunque estaba totalmente flácido, se adivinaba que erecto debía alcanzar un buen tamaño.
Saco del cajón otro cocodrilo y una pesa de bastante tamaño y dejándolas en una mesa baja junto al sillón, se sentó en este y se reclinó.
— Demuestra lo que vales — me dijo.
Yo me puse a cuatro patas soportando el peso de las cadenillas que tiraban de mis partes más sensibles y me lancé a lamer y chupar los testículos y el pene de mi atormentador. Estos respondieron a mis caricias y empezaron a aumentar en tamaño y en dureza.
Mis movimientos producían un balanceo de las cadenillas y me causaban más dolor pero mi sumisión estaba empezando a producirme una sensación de calidez y el dolor, que seguía siendo terrible, se empezaba a mezclar con un incipiente placer que notaba como iba creciendo.
Mi vulva se estaba lubricando y notaba como mi corazón bombeaba con más fuerza. Era una sensación parecida a la que tenía cuando se empezaba a formar un orgasmo pero al mismo tiempo era distinta, más suave, más madura, más contenida.
De repente sentí que lo deseaba, que deseaba lucir el cuarto cocodrilo y que lo deseaba porque mi señor así lo quería y mi obligación era desear el placer de mi señor. Con todo mi cuerpo en llamas y decidida a satisfacer hasta los más mínimos deseos de Talal me saqué su miembro de la boca y dije:
— Mi señor, vuestra perra quiere pediros una cosa.
— Habla.
— Vuestra perra desearía que le pusierais el cuarto cocodrilo en la lengua y que tras engancharlo a la cadena, colguéis el peso del eslabón central y así dispuesta me useis como estiméis oportuno. Cuando os canséis de mí, desearía que tal y como estoy me entregarais a vuestros hijos para desagraviarlos.
— Has hablado bien. Así será. A partir de ahora me llamarás Amo.
— Si mi Amo.
Sabía que había acertado con los auténticos deseos de mi Amo y sentía como si fuera una mujer nueva, una mujer poderosa que podía entregar a un hombre cualquier cosa que este deseara.
Sumisamente abrí mi boca y saqué mi lengua ofreciendola al mordisco del cocodrilo. Mi Amo lo cerró sobre mi lengua produciendome un dolor exquisito y acto seguido lo engancho a la cadenilla. Mi lengua sentía el peso de las cadenillas, que tiraban de ella y la hacían asomar entre mis dientes pero sabía que faltaba lo peor. Cuando tomo la pesa me di cuenta de que debía ser de oro también porque tuvo que hacer un esfuerzo para levantarla. La acercó al eslabón central, la enganchó y la dejó bajar con suavidad, sin dejarla caer.
El peso que estaban soportando mis pezones, mi clítoris y mi lengua era asombroso. La lengua se había salido al maximo de mi boca y mis pezones y mi clítoris parecían a punto de ser arrancados, tal era su elongación.
— Estás sosteniendo una pesa de oro de 75 onzas, un poco más de 2 Kg. Con lo fuerte que muerden las fauces de los cocodrilos y con la ayuda de los colmillos atravesando la carne, yo creo que podrías sostener aún otra más antes de que tu carne se desgarre y las mandíbulas resbalen. Me gustaría comprobarlo.
Yo estaba en una verdadera agonía pero al mismo tiempo me sentía como en trance, tan solo deseaba la total satisfacción del hombre que me había domado. No podía hablar con la lengua tan estirada pero asentí con la cabeza y con mi mirada.
Se acercó al cajón y sacó otra pesa igual que la anterior. volvió al sillón y la enganchó junto a la otra. Ahora tenia mas de cuatro kilogramos colgando de los cocodrilos, más de un kilogramo en cada uno y sentía que en cualquier momento mi carne iba a ceder. Gruesas lágrimas rodaban por mis ojos y un rugido de dolor salió de mi garganta.
— Arrrrrrrgggggggghhhhh!
Pero no moví ni mis brazos ni mis piernas y con un placer enfermizo me volvi a meter el miembro de mi Amo en la boca y seguí con mi felación lenta y humeda. Con mi lengua saliendo un palmo de mi boca, mi boca estaba terriblemente abierta y su miembro entraba sin ninguna dificultad hasta más allá de mis amigdalas y un torrente de babas y mucosidad suavizaban la penetración. Además, cuando la polla de mi Amo se introducía totalmente, podía acariciar sus testículos con mi torturada lengua. Estaba sumergida en un nirvana de dolor y placer entremezclados. Por un lado era perfectamente consciente del dolor que sufría pero por otro mi cuerpo estaba consumido por un ansia de servir sumisamente a mi Amo.
De repente mi Amo sujetó mi cabeza fuertemente y mantuvo su miembro fuertemente incrustado en mi esofago para a continuación vaciarse en mi, con tres o cuatro fuertes descargas de su semen.
Cuando se repuso un poco, se agachó y me liberó de las pesas que me torturaban. El alivio que sentí fue enorme y se lo demostré lamiendo y chupando su pene, sus testículos y su perineo hasta dejarlos relucientes.