El renacimiento de Julia. Capítulo 4.

Continua la formación. Contiene lésbico, anal, sexo en grupo, creampie.

Continua la formación

Estaba empezando a despertar, oía voces lejanas, apenas podía entender lo que decían.

— ...le hace falta aún mucha..los que buscan maduritas ya sabes lo que quieren…no se lo pondran facil...si,si la idea es muy buena pero es un tabú muy fuerte, no se yo si será capaz...tu madre no pudo soportarlo y la perdimos...sabes que confio en ti pero no se si...

Empezaba  a recuperarme y me incorporé un poco en la cama.

— Parece que ya se recupera — dijo Samuel.

Vi a los tres sentados en los dos pequeños divanes que había en la esquina del gran dormitorio de David. Estaban hablando entre ellos pero al verme despertar dejaron de hacerlo y levantándose se acercaron a mi.

— Bebe un poco — me dijo David alargandome una Coca-Cola.

— Gracias

Bebí con sed, había sudado bastante mientras me hacían el sandwich y ahora tenía que reponer líquidos. Me la acabé en dos tragos.

— Si que tenias sed!¿como te encuentras?—  preguntó Samuel.

— Me encuentro muy bien. Me duele un poco el culito pero me siento estupendamente.

— ¿Culito? Susana, acercale un espejo —  dijo David mientras sonreía.

Susana, que evidentemente conocía bien la casa, fue hasta la cómoda, abrió uno de los cajones y sacó un pequeño espejo redondo. Se acercó a mí y me abrió suavemente las piernas, acercando el espejito a mi perineo para que yo pudiera ver. Me quede impactada, mi ano estaba completamente abierto y podía ver las rojas paredes de mi recto. La abertura tenía el diámetro de una moneda de dos euros.

— ¡Dios mío!¿Qué me habéis hecho? Voy a necesitar pañales —  dije horrorizada.

— No,no, tranquilizate. Solo llevas cinco minutos desmayada, tu esfínter aún no se ha cerrado, pero lo hará poco a poco. Todo está bien, no has sufrido ningún daño. — me tranquilizo David —  Has estado espléndida. Eres una hembra de bandera.

— Si, no te preocupes -- dijo Samuel — , ya te dije que estaba seguro de que podías aceptarnos a los dos sin problema. Tienes un esfínter muy elástico y a la vez muy fuerte, creeme. Vas a poder sacarle mucho partido, si quieres.

Tantos halagos me estaban sonrojando otra vez y sonrei mientras volvía a mirar involuntariamente a Susana con expresión de triunfo. Ella volvió a mirarme con su dulce y amable mirada y me avergoncé inmediatamente de mi gesto. Esa chica era un encanto, me superaba en todo y yo intentando competir con ella. ¡Y encima ella no me lo tenía en cuenta!.

— Bueno, te vamos a dejar con Susana y nosotros vamos a preparar algo de comer. Disfruta -- dijo David.

Se marcharon los dos y Susana se tumbó a mi lado.

— Eres maravillosa -- me dijo.

— ¿Maravillosa?¿Por qué lo dices? —  me asombre.

— Por como te has desenvuelto. Se por David que no tienes apenas experiencia sexual previa y sin embargo has superado una situación complicada. Los chicos no te lo han puesto fácil, te han dado duro y tu has tomado todo lo que te han dado. He visto a mujeres mucho más experimentadas que tu venirse abajo por mucho menos.

— Gracias, supongo.

— No hay de que. Es la verdad. Además eres preciosa, tienes un cuerpo muy bonito y muy sensible, me he dado cuenta.

Otra vez enrojeci como la grana, lo que era irónico porque esa joven me había visto reteniendo un enema y me había visto follada como una perra, así que poco pudor debería yo sentir a estas alturas.

Me acarició la cara y siguió por mi pelo y mis hombros. A mí nunca me habían atraído las mujeres pero tengo que confesar que sentía curiosidad y las caricias de la dulce y sensual Susana no tenían nada de desagradable. Pronto llegó a mis pechos y mis pezones se erizaron de placer. Susana  me beso y su beso fue muy diferente de cualquier otro beso que hubiera recibido antes. Sus labios eran dulces como la miel y su lengua entraba en mi boca con una suavidad que nada tenía que ver con la brusquedad y la agresividad de una lengua masculina. Ni en su beso ni en sus caricias había urgencia alguna y yo tenía la impresión de que el tiempo se había detenido y su beso iba a ser eterno.

Cuando cesó su beso, bajo hasta mis pechos y su boca se apoderó de uno de mis pezones, succionandolo, chupandolo y lamiendolo mientras con su mano acariciaba el otro y lo hacía rodar entre sus dedos, pellizcandolo ligeramente de una forma que me enervaba. Era muy agradable y yo sentía como el pequeño traidor se volvía a poner en marcha. Para mi sorpresa sentí como descargas de placer se difundian entre mi clitoris y mi utero, subían por mi columna y se clavaban en mi cerebro como agujas. Dios, me iba a correr y esa mujer solo me había acariciado los pezones. Había oído que algunas mujeres se podían correr solo con la estimulación de sus pezones pero a mí no me había pasado nunca.

La urgencia de mi orgasmo iba en aumento y sin saber muy bien lo que debía hacer dije:

— Susana, por favor, ¿puedo correrme?

— No tienes que pedir permiso. Ni yo tampoco. Samuel nos ha dado libertad para hacer lo que queramos. Si quieres puedes tocarte el clitoris.

Yo me abandone a mi orgasmo y fue algo nuevo y totalmente diferente  a lo que había sentido antes. Hoy habia probado dos tipos nuevos de orgasmo, el anal y el de los pezones y me habian gustado mucho los dos. Cuando me rehice un poco pregunte:

— Susana, ¿qué es lo que está pasando aquí? No soy estupida y se que todo esto no es casual ni normal. Un padre y un hijo que comparten a una mujer, una joven de la edad del hijo que sin embargo está casada con el padre, todo esto no es normal.

— Yo no te puedo dar todas las respuestas pero algunas sí. Tu haz preguntas concretas y yo te contestare si puedo.

— Vale. ¿Cómo conociste a Samuel?

Susana bajó hasta mi pelvis y abrió mis piernas. Metiendo su cara entre ellas me dio un lametazo de abajo hacia arriba ,siguiendo los labios menores y acabando en mi clítoris. Era exquisito.

— Me lo presentó David. En ese momento éramos pareja.

— Eras la novia de David! -- dije sorprendida — .¿ Y cómo acabaste casada con Samuel?

— Samuel se enamoró de mí y le pidió a David mi cesion.

— Dios mio! ¿ Así de fácil? ¿Como  si fueras un automóvil?

— Si, asi de facil.

— Pero, ¿ tú le amas?

— Yo amo a los dos.

Volvió a lamer mi clítoris y tomándolo en su boca lo mordisqueó produciendome descargas de placer.

— Mmmmmm!—  gemi.

— Tienes un clítoris precioso, es grande y sensible, te envidio. Cuándo me anillaron, Samuel preguntó si me podían perforar el clítoris, pero el perforador le dijo que era demasiado pequeño y que era imposible, así que tuvo que conformarse con que me pusieran el anillo en el capuchón. Es una espinita que tengo clavada. No pude complacerle.

— ¿Te dolieron las perforaciones?

— Solo un poco, casi nada.

— ¿ Te gusta llevar los aros?

— Si, me encanta. Sobre todo el del clítoris. Es muy estimulante. Y me gusta lucirlos cuando me desnudo. Soy un poco exhibicionista, ¿sabes?

Y siguió mordisqueando mi clítoris. Me hizo estremecer otra vez pero yo quería saber más.

— Por lo que he entendido, a ti también te han compartido, ¿no?

— Sí, David me presentó a su padre y follamos los tres muchas veces. Con el tiempo Samuel se enamoró de mí y fue cuando me pidió a David. Después de casarnos Samuel ha seguido compartiendome con David.

— ¿Te han hecho lo mismo que a mi?

— Claro, muchas veces. Y también muchas más cosas, pueden ser muy exigentes con una mujer. Para poder estar con ellos hay que entregarse en cuerpo y alma. Sin límites.

— ¿Sin límites?

— Sí

Volvió a meter su cabeza en mi entrepierna y lamió mi vulva con delicadeza,hasta  que llegó a mi abertura vaginal, donde  introdujo  su lengua profunda y suavemente, rozando las paredes  de mi vagina de una manera deliciosa. Su lengua era incansable y acabó llevándome otra vez al punto de no retorno.

—  Mmmmmmm! ¡Me corro otra vez! Ahhhhhhh! —  grite.

Cuando me recuperé un poco, decidí preguntar lo que más me interesaba.

— Susana, ¿qué quieren  de mi?

— Eso no lo puedo contestar yo. Debes preguntarselo a ellos. Hazlo con toda confianza, no te mentirán. Ellos no mienten, nunca. Te podrán ocultar cosas, pero no te mentiran.

— Lo haré. Gracias. Y ahora es mi turno,  quiero saber a qué sabe una mujer.

Empecé a besar sus perfectos y majestuosos pechos, hasta llegar a sus pezones. Enrede mi lengua en los adornos dorados que los remataban y jugueteé con ellos. Sujetaba los pequeños aros con mis labios o mis dientes y tironeaba de ellos. A ella parecía gustarle pues gemía y ronroneaba como una gatita.

Fui descendiendo por su cuerpo hasta que llegue a su ombligo, que acaricié con la punta de mi lengua. Su vientre era plano y suave y el ombligo apenas tenía relieve, era apenas una marca superficial. Seguí mi camino hacia su pubis que estaba,  como toda ella, perfectamente depilado. No es sólo que no hubiera ni un solo pelo, es que no había ni un vestigio de que alguna vez hubiera existido. Me detuve en el pequeño tatuaje que lucía en el pubis.Lo había visto muchas veces y me sonaba que era algún tipo de símbolo celta.

— ¿Qué significa? —  pregunté señalándolo.

— Es un triskel. Representa la evolución y el crecimiento personal, el aprendizaje perpetuo, el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.

— Es muy poético todo eso —  dije.

— Para mí es muy simbólico.

Segui mi camino hacia su sexo y llegué a su clitoris, que estaba adornado por el aro con la bolita. Observe que le habían colocado el aro de manera que la bolita coincidía con el glande del clítoris. Esa bolita debía estar continuamente chocando y rozando con la parte más sensible de su cuerpo.

— ¿No te molesta el contacto continuo con la bolita? —  pregunté.

— No, me gusta. Me hace sentir viva.

Esa mujer era una auténtica máquina sexual bien ajustada. Su vida giraba en torno al sexo y a todo lo que tenía que ver con él. Estaba completamente sintonizada con sus sentidos, con sus deseos y con sus emociones. Podía notarlo simplemente en la actitud de su cuerpo al recibir una caricia. Para ella era el centro de la existencia y la recibía como la hierba recibe la lluvia.

Jugué con la punta de la lengua con la bolita. Yo presionaba la bolita y la bolita presionaba el clítoris.  Metí la bolita entre mis dientes y tire ligeramente, descubriendo el clítoris. Con la punta del dedo recorrí su vulva desde la abertura de la vagina hasta el clítoris, humedeciendolo con sus jugos. Con el dedo ya lubricado, masajee su clítoris haciéndola gemir de placer.

— Mmmmmm! Sí.

— ¿Te gusta?

— Mucho.

Cuando sus gemidos ya eran continuos lleve la otra mano a su vagina y le introduje el pulgar, masajeando y presionando hacia abajo. Llevando el índice a su ano lo masajee en círculos y usando la lubricación  de su vagina se lo introduje. Usando mis dos dedos como una pinza, estimulaba su vagina y su ano a la  vez, mientras que con el índice de la otra mano seguía estimulando el clítoris.

Sentía que Susana estaba al borde del orgasmo y decidí que quería saborearlo así que me aparte de ella y tumbandome en la cama le dije:

— Ven, ponte sobre mí.

Susana se incorporó y se situó de rodillas encima de mi cabeza. La atraje hacia mí, de modo que tenía completo acceso a su clítoris, su vagina y su ano. Con mi lengua, fui alternando entre ellos, estimulándola mas y mas, hasta que finalmente estalló en un monumental orgasmo, cuyos frutos recogí con avidez.

— Mmmmmm! Hacía tiempo que no me lo comían tan bien —  dijo — . ¿Seguro que es tu primera vez con una mujer?

— Si, seguro. Solo he hecho lo que pensé que me gustaría a mi.

— Tienes mucha intuición. Como ya te dije antes, eres maravillosa.

En ese momento, David  se asomo por la puerta.

— Veo que lo pasáis bien solas. La comida ya está casi preparada. Daos una ducha y venid a comer.