El renacimiento de Julia. Capítulo 2. El estreno.

Julia sigue su camino de renovación y crecimiento. He decidido incluir este capítulo en la categoría de sexo anal.

Yo me había derrumbado sobre  la cama y su pene se había salido de mi vagina con un chapoteo. Se tumbó a mi lado y me acarició el cabello con cariño. Me dejo descansar y recuperarme un rato y cuando le pareció que respiraba con normalidad me dijo:

  • Has estado muy bien. Eres una mujer muy ardiente y muy sexy.

  • Gracias, -- ronronee yo -- pero el mérito es tuyo. No tengo mucha experiencia pero creo que el que ha estado extraordinario eres tú. Tú sí que tienes mucha experiencia, ¿verdad?

  • Sí, supongo que sí.

  • Con mujeres…, hum, maduras? -- pregunté sonrojandome.

  • Sí, también con maduritas.

  • Lo he notado. Te comportas como un hombre de más edad.

  • ¿Eres virgen por detrás?

  • ¿Eh?, sí, sí, soy virgen -- conteste cada vez más azorada.

  • ¿Tu marido no te ha pedido nunca sexo anal?

  • ¡No!. Oye, no es que seamos mojigatos, pero él nunca lo ha intentado y yo tampoco lo he deseado nunca.

  • Pues yo sí que quiero tomar tu culito -- confesó con total naturalidad.

Yo había visto películas para adultos e incluso porno  en Internet y sabía perfectamente que era una práctica habitual pero siempre me había parecido complicada y dudosamente placentera para una mujer. Lo veía más como un sacrificio por parte de la mujer para satisfacer al hombre que como una práctica placentera para ambos.

  • El problemas es que si te sodomizo con regularidad, tu marido seguramente lo va a notar, porque tu agujerito, que ahora está muy apretado, se va a abrir y bastante. Pero hay una solución, que sea él quien te estrene.

  • ¿Que? ¿Quieres que mi marido me estrene el culo para después poder reventarlo a tu gusto?

  • Si, eso es.

  • ¡Dios! ¿Y cómo crees que lo voy a conseguir?

  • Muy fácil. Seduciendolo y ofreciendoselo en bandeja. Eres demasiado seria, tienes que soltarte un poco, ser un poco mas zorra. A mi me gusta que las mujeres con las que salgo sean sexys, que sean provocativas. Me gusta que sepan  exhibirse con naturalidad y que llamen la atención de los hombres. Y de las mujeres.

  • ¿ Y crees que yo voy a cumplir todos tus deseos y caprichos sin más?

  • Pues sí, sí que lo creo -- contestó con total seguridad -- ¿Estoy equivocado?

Yo no hacia mas que pensar en el placer que me había dado hacía solo unos momentos y no quería perder eso por nada del mundo. Si él quería que fuera una zorra, sería una zorra. Al fin y al cabo solo me pedia que tuviera sexo con mi marido, aunque fuera anal.

  • Haré lo que tu me digas -- contesté.

  • Ya lo sabía yo -- dijo.

Se levantó y me trajo un pequeño objeto. Era un dilatador anal metalico,de color dorado, con una talla de cristal de color rojo en el extremo.

  • Túmbate boca arriba, levanta las piernas y sujetalas por debajo de las rodillas. Ábrelas un poco más, así, muy bien -- me fue dirigiendo.

La verdad es que si me hubieran dicho que yo iba a estar en esta postura, delante de un joven, esperando a que me insertará en el culo un dilatador anal, no me lo habría creído. Pero la verdad era que allí estaba, viendo como lo lubricaba y esperando a que me lo insertara con apenas un poco de calor de más en las mejillas.

  • ¿Preparada?

  • Si -- Asenti.

Lo apoyo en mi agujerito y presiono suavemente.  Era suave y estaba un poco frío. Entró con poca dificultad y con muchas menos molestias de las que me imaginaba.

  • Bien, lo has hecho bien. Déjalo puesto hasta que él te lo quite. Puedes jugar un poco con él para que se te vaya dilatando el ojete. Pero no te toques el coño a menos que tu marido te lo pida, ¿entendido?

  • Si,si, como quieras -- conteste.

  • No te voy a mentir, te va a doler, sobre todo si tu marido no tiene experiencia y es un poco brusco. Pero a todas las mujeres les encanta el sexo anal. Lo disfrutarás.

Yo no estaba tan convencida pero estaba decidida a cumplir con sus deseos y convencer a mi marido de que me sodomizara para así poder entregar mi culo sin límites a mi nuevo amante. Era una completa locura pero tenía cierta lógica perversa. Ya que iba a engañar a mi marido no estaba mal dejar que él disfrutara primero de aquello que yo iba a entregar a otro.

  • No tengo miedo al dolor pero estoy preocupada. No sé si voy a ser capaz de conseguir que me estrene el culo, me da vergüenza mostrarme ante él con el dilatador puesto y dejar que me lo quite, no se, estoy hecha un lío.

  • Tranquilízate Julia. Si te has atrevido a quedar conmigo y venir a mi casa y me has dejado que te meta un dilatador por tu culito, también le dejarás a tu marido que te lo saque. Y créeme, le va a encantar y a ti también.

  • Si tú lo dices…

Te lo aseguro. Es viernes, así que esta noche os quedaréis solos en casa, porque tu hija saldrá por ahí de marcha. Prepara una cena ligera pero deliciosa, sirve vino pero no mucho, pon música y cuando acabéis le sirves una copa y le dices que le vas a hacer un regalo. Entonces le dejas tomando su copa y te vas a ponerte un conjunto bien sexy, rojo si es posible…

David siguió mucho rato dándome indicaciones, tantas que no puedo recordarlas todas. Pero hay que reconocer que la mayor parte me parecieron muy atinadas. Se notaba que tenía muchas tablas y mucha intuición psicológica.

De vuelta en casa, me puse cómoda y comencé a preparar la cena, cuando la tuve encaminada subí a elegir el conjunto de ropa interior que iba a usar luego y a darme otra ducha, pues, aunque ya me había duchado en casa de David, seguía teniendo la sensación de que Miguel iba a poder olfatear lo que había estado haciendo.  Supongo que eran los sentimientos de culpa.

Estuve jugueteando un poco con el dilatador, estirando de él hasta que notaba la tensión que producía su parte más ancha en mi pequeño ojete. Si todo salia conforme a mis planes o mejor dicho a los de David, pronto no sería tan pequeño. Era excitante y mi mano se fue hacia mí vulva, pero de camino recordé las instrucciones de David. No debía tocarme a menos que me lo pidiera mi marido.

David no estaba allí pero temí que con su diabólica intuición lo adivinara y por qué no admitirlo, someterme a su voluntad era un juego que me excitaba mucho. Sentía que si obedecía totalmente las instrucciones de David estaría siendo infiel a mi marido dejando que mi marido me follara el culo. ¡Qué digo! no le iba a dejar, se lo iba a pedir y si hacía falta se lo iba a suplicar. Todos estos pensamientos me ponían a mil y notaba como mi coño se humedecía y mi culito pulsaba contra el dilatador.

Cuando salí de mi dormitorio me encontré con Claudia.

  • ¡Hola cariño! -- la saludé.

  • Hola mamá.

  • ¿Vas a salir?

  • Sí, me voy ya. He quedado con mis amigas antes de cenar.

  • ¿Cuándo volverás?

  • Me quedaré en el centro, en casa de Carolina y no volveré hasta el domingo por la tarde.

  • Ten cuidado hija.

  • ¿Así de fácil?¿No me vas a echar una bronca? -- dijo con ironía.

  • No, hoy no. ¿Tienes dinero?

  • ¡Qué raro! Tengo dinero, no te preocupes. Me voy.

  • Hasta luego hija -- dije dándole un beso.

  • Hasta el domingo -- se despidió.

Una vez sola me dediqué a hacer los últimos preparativos de la cena y esperé a que Miguel volviera del trabajo.  Cuando llegó Miguel salí a recibirle a la puerta, cosa que hacía mucho, mucho tiempo que no había hecho.

  • ¿Pasa algo? -- pregunto.

  • No tonto, solo he salido a recibirte -- conteste dandole un piquito.

  • Ah, vale.

  • He pensado que ya que Claudia va a pasar el fin de semana en casa de su amiga Carolina y vamos a tener la casa para nosotros solos, podemos recordar nuestra luna de miel y tener un fin de semana romántico.

  • Cariño, yo estoy un poco cansado…

  • Tranquilo, sube a darte una ducha y a ponerte cómodo y cuando bajes cenaremos. He preparado una cena deliciosa y podemos bebernos una botellita de ese vino tan rico que te regalaron.

  • Está bien, pero no se que mosca te ha picado -- replicó.

Puse la mesa, dí los últimos toques a la cena y cuando Miguel bajó nos sentamos directamente a cenar. Había puesto velas, una música suave, la cena estaba deliciosa y el vino buenisimo. Cenamos muy agradablemente. Miguel estuvo muy cariñoso y simpático conmigo, como hacía mucho tiempo que no lo estaba. Cuando acabamos le dije:

  • Siéntate en el sofá -- le dije -- te serviré una copa y mientras te la tomas voy a traerte un regalo que te quiero hacer.

  • Cariño, estás muy rara. ¿Es hoy alguna fecha señalada y lo he olvidado?

  • No,no,no te preocupes -- le dije entregandole una copa de brandy -- .Tomatela tranquilo mientras voy a por tu regalo.

Subí al dormitorio y tras desnudarme, me puse el conjunto que había elegido. Era rojo como me había sugerido David y lo completé con unos zapatos de tacón también rojos. Estaba muy excitada pero también un poco asustada. ¿Y si Miguel se enfadaba?, o aun peor, ¿Y si se reía de mi?

Bajé al salón y cuando Miguel me vio casi se atraganta.

  • Pero,¿qué haces? --pregunto.

  • ¿Qué pasa? ¿No puedo ponerme sexy para mi marido?¿No te gusta?

  • No es eso, claro que me gusta. Solo es que me has sorprendido. Después de tanto tiempo casados…, ya sabes.

  • Precisamente por eso. He pensado que después de casi veinte años casados ha llegado el momento de darte un regalo.

Había llegado el momento temido. Plantada ante él, me saqué las bragas y dándome la vuelta, abrí las piernas e incline el cuerpo hacia adelante, sujetando los tobillos con las manos y arqueando la espalda. Ahora si que estuvo a punto de atragantarse.

  • Pero, cariño, ¿qué has hecho? -- preguntó con un hilo de voz.

  • He pensado que con cuarenta años no está bien que mi culito siga siendo virgen, así que he decidido entregartelo con todo mi amor, igual que antes te entregue todo lo demás.

  • ¿Te duele? -- preguntó, alargando la mano y tocando la talla de cristal que culmina el dilatador.

  • No cariño, me da hasta gustito.

  • Me gusta, estás muy sexy.

Deje que manoseara el dilatador y le diera pequeños tironcitos, mientras yo mantenía la misma postura. Él se iba animando y tiraba con un poco más de decisión cada vez, de modo que yo empezaba a notar mucha tensión al llegar la zona más ancha a mi ojete.

  • Ahhhhh! Espera cariño. Luego lo sacarás. Ahora déjame que me ocupe de ti.

Dándome la vuelta me arrodillé ante él y con cuidado, saque su polla que ya estaba erecta. Mirándole a los ojos me llevé el glande a la boca y lamí el frenillo. Miguel se repantigó en el sofá y yo sin perder el contacto visual recorrí su pene a lo largo de la uretra, hasta llegar a sus testículos. Tome uno de ellos en mi boca y lo succione con delicadeza. Le miraba fijamente y él me devolvía la mirada con la cara congestionada de placer. Los fui succionando y lamiendo alternativamente, sin dejar de mirarle, tal y como me había dicho David.

Siguiendo con el guión de David, levanté la cabeza y me introduje el glande en la boca y poco a poco,  con un suave movimiento de vaivén, me fui introduciendo su miembro hasta que topó con mi garganta y en ese momento, subí con mis manos sus testículos y sacando mi lengua todo lo que pude los lamí. Su polla no era muy grande, tenía un tamaño medio, pero aún así no era fácil lamer sus testículos teniendola encajada en la garganta.

Pero poco a poco, entre que mi garganta se relajaba y mi lengua parece que ganaba en agilidad y flexibilidad, empecé a poder darle auténticos lametazos mientras mi garganta masajeaba su pene. Me sentía muy perra, muy entregada y hacía auténticos esfuerzos para respirar por la nariz y poder así mantener esa postura.

  • Mmmmmm! Cariño, pareces una anaconda de esas que devoran enteras a sus presas -- me susurró --, es genial, pero si sigues así me voy a correr.

Pare y me saque su polla de la boca, mirándole fijamente. Le dejé descansar un momento y me quité el sujetador. Tomando mis pechos con mis manos envolví con ellos su pene, situándolo en el canalillo. Dejé caer sobre su miembro un torrente de saliva y mucosidad que había mantenido en mi boca y empecé a masajearlo con mis pechos. A los pocos minutos Miguel volvía a estar al borde del orgasmo, así que decidí no arriesgar más y pasar al plato principal.

  • Cariño, ya no puedo esperar más. Por favor, sácame el dilatador y follame el culito.

  • Si, vamos al dormitorio.

Subimos al dormitorio. Yo iba delante, solo llevaba puestos los tacones y el dilatador y aprovechaba mientras subía la escalera para contonearme como una autentica zorra y hacer así que él viera la joya roja entre mis nalgas.

Me tumbé boca arriba en la cama y abrí las piernas para que Miguel pudiera sacarme el dilatador. Me sentía como una verdadera guarra mirando a mi marido a los ojos mientras cogía con su mano el extremo del dilatador y tiraba de él. Lo hizo suavemente, pero con firmeza. Cuando la zona más ancha empezó a forzar el esfínter note un aumento de la tensión y un pequeño pinchazo de dolor. El dilatador salió con suavidad y con su salida llegó una sensación de alivio. Al dejar la salida libre, fluyo gran cantidad del lubricante que había usado David y lo use para lubricar el pene de Miguel.

Recordé las instrucciones de David y me levanté, dirigiéndome hacia el ventanal del dormitorio. Apoye las manos en el cristal y dije:

  • Metemela, rompeme el culo.

  • Pero, cariño, nos pueden ver.

  • Eso quiero, quiero que vean como me cabalgas. Como me das por el culo.

Miguel se acercó y cogiéndome por la cadera izquierda, usó su mano derecha para apoyar su glande en mi semiabierto agujerito. Empezó a apretar y sentí una punzada de dolor, que me produjo una involuntaria contracción que Miguel noto inmediatamente.

  • ¿Te hago daño?¿Paro?

  • No,no. Quiero que me la metas, quiero entregarte mi culito y que lo folles cuanto quieras. Sigue,por favor, sigue.

Cuando Miguel volvió a presionar, recordé los consejos de David y puje como si quisiera evacuar. Note como al pujar mi esfínter se abría y facilitaba la entrada del miembro de Miguel hasta que finalmente noté que sus testículos se apoyaban en mi vulva.

  • La tienes toda dentro. ¿Te ha dolido?

  • Sí, me ha dolido, pero me ha gustado. Déjame que me acomode un poco.

  • Está muy apretado.

  • Dímelo a mi. Dame un minuto.

Respire hondo y me serene un poco. Notaba como un latido en mi recto y sentía como se iba relajando y se iba acomodando al tamaño del invasor.

  • Ya cariño, muévete, dame lo mio.

Miguel empezó a penetrarme con un vaivén cuyo ritmo era muy conocido para mi. Aun dolía pero cada vez menos. De todas maneras aun no veia claro que a una mujer le pudiera gustar este tipo de sexo. Recordé cual era mi papel en este asunto y seguí las instrucciones de David.

  • Sí,siiii, cabalga a tu yegua, dame -- dije casi gritando.

  • ¡Chissssss! ¡Te van a oír los vecinos!

  • Quiero que me oigan, quiero que sepan que soy tu yegua y que me estas dando por el culo!

Miguel, enardecido, me penetraba con más fuerza y yo empezaba a encontrar aquello agradable. Era una sensación muy diferente a una penetración vaginal pero era bastante agradable. Y lo que si era verdad es que me hacía sentir muy perra y muy suya.

  • Miguel, azotame con la mano -- pedí.

  • ¿Qué? Pero yo…

  • Miguel,por favor, te lo suplico, azotame -- suplique.

Miguel me dio un azote en la nalga derecha.

  • ¡Más fuerte!

Me dio uno más fuerte en la izquierda.

  • Si,siiii, mas, dame mas.

Me lanzó una sucesión  de fuertes azotes en ambas nalgas.

  • Si, azota a tu yegua. Follame hasta que me explote el cerebro -- grite.

Miguel ya no pudo aguantar y note como se corria en mi recto, lanzando varias descargas de su caliente semen  en mis entrañas.

  • Uffff! Ha sido una locura -- dijo Miguel.

  • Si, cariño.¿Te ha gustado mi regalo?

  • Me ha encantado, pero aun no entiendo muy bien lo que está pasando.

Recordé la historia que había confeccionado David y le conteste:

  • Últimamente nos estábamos distanciando y se que es por culpa mía. Pero quiero arreglarlo, así que a partir de ahora vas a tener a una mujercita mas complaciente, que se va a desvivir por satisfacerte. Lo de hoy ha sido la primera entrega. Pero queda un largo fin de semana para demostrártelo.