El renacimiento de Julia. Capítulo 18.
Dos yeguas en celo. Contiene Zoofilia, dominación y pony play.
Dos yeguas en celo
Paquito se acercó a mí y tomándome gentilmente del brazo me llevó hacia el centro del patio mientras Jonathan hacía lo propio con Claudia. Una vez allí, tomaron un cubo que habian preparado con antelación y nos empezaron a frotar la entrepierna con un líquido espeso que desprendía un olor peculiar.
Jonathan hizo que Claudia abriera las piernas y se inclinara un poco hacia adelante. Pude ver que su ano aun estaba muy dilatado y que se podía ver el rosado interior de su recto sin dificultad alguna.
Jonathan sumergió su mano en el cubo con el líquido y uniendo los dedos en forma de cuña le penetró el ano, untando bien el interior de su recto y dilatando su esfínter mas y mas. Sacó la mano y volviendo a sumergirla en el cubo, formó otra vez la cuña y la penetró nuevamente por el ano. Esta vez pude darme cuenta de que había cerrado el puño y que la follaba con él, introduciendo prácticamente todo su antebrazo en el interior de Claudia.
Paquito me indico que abriera las piernas y untandose la mano con el líquido, me fue introduciendo dedos en la vagina hasta que tuvo los cinco dedos en mi interior. Saco los dedos y se unto otra vez la mano introduciendola en el cubo. Volvió a penetrarme con los dedos pero ahora, girando un poco la mano y presionando un poco más, me introdujo los nudillos y en unos segundos la mano completa hasta la muñeca.
El viscoso líquido me lubricaba mucho la vagina y además notaba un efecto como relajante, como si mi vagina se adormeciera un poco y se volviera más elástica, más acomodaticia. Además, tengo que confesar que comenzaba a notar en mi interior una comezon que me hacia desear que Paquito continuara con sus manipulaciones.
Vi que Claudia se retorcia como una anguila mientras Jonathan le introducía en el recto casi todo su brazo, hasta más allá del codo. Estaba segura de que aquel líquido contenía algo, alguna sustancia que estaba incrementando nuestro deseo y facilitando las penetraciones.
Yo también vibraba de placer mientras Paquito me follaba con su puño, introduciendolo profundamente hasta que golpeaba con el mi cérvix, que se apartaba para dejar paso al poderoso puño de Paquito que avanzaba hasta que la pared del fondo de mi vagina le impedía profundizar más.
Tras un buen rato, los dos extrajeron sus puños de nuestro interior y procedieron a introducir Las manos nuevamente en el cubo y frotaron nuestros pechos. Paquito lo hizo con mucha delicadeza pues sabía que los tenía muy doloridos, pero al poco de frotar el líquido en ellos comencé a notar ese adormecimiento que había sentido antes en la vagina y me alivio mucho, así que se los ofrecí mientras le miraba agradecida. Paquito me sonrió y dándose cuenta de que podía usar un poco más de energía, los masajeo como si quisiera que el líquido se filtrara los más posible en mi piel.
Yo comenzaba a sentir en los pezones la misma comezón que sentía en la vagina y el clítoris y empecé a notar que el volumen de mis senos había aumentado. Los tenía turgentes, grávidos, como cuando estaba embarazada de Claudia. Por último, los mozos volvieron a introducir las manos en el cubo y nos introdujeron los dedos en la boca, metiendolos bien adentro y haciéndonos chuparlos y lamerlos.
Sin duda alguna, aquel líquido contenía un potente afrodisiaco que estaba empezando a enloquecerme. Por lo que respecta a Claudia, sus pechos tambien se veian mas turgentes de lo normal y la notaba tan hambrienta de sexo como nunca la habia visto.
Varios mozos trajeron un pesado banco de madera, reforzado con acero. Tenía el tamaño de una mesa de comedor y parecía muy resistente. Pensé que nos iban a tumbar encima y nos iban a atar a él pero se apartaron sin más. En ese momento se abrió la puerta del patio, por la que habíamos entrado nosotras y entendí lo que iba a pasar. Un mozo estaba entrando un precioso caballo negro, que caminaba marcando el paso, exactamente como lo habiamos hecho nosotras un rato antes.
Mi Amo pretendía que nos follaramos al caballo como si fuéramos yeguas de verdad. Estaba atemorizada pues era un animal muy grande y fuerte y comprendía que podía herirnos gravemente e incluso matarnos con facilidad. Claudia parecía aterrorizada pero yo podía sentir que al mismo tiempo se estaba excitando mucho y, porque no admitirlo, yo también estaba muy excitada. Trajeron al semental y lo trabaron tanto de las patas traseras como de las delanteras.
— Como ya habréis supuesto, vuestra tarea consiste en aliviar a este hermoso animal. Deberéis conseguir que acabe tres veces. La primera usando vuestras bocas y vuestros pechos. La segunda deberá acabar en el coño de Julia y la tercera en el culo de Claudia — dijo el Amo --. El líquido que os han aplicado os facilitara la tarea pues entre otras sustancias, contiene feromonas de yegua en celo. Podéis empezar.
Dos mozos,uno a cada lado de su cabeza, sostenían al animal de las riendas y este parecía tranquilo, pero cuando nos acercamos, debió de oler las feromonas de yegua y empezó a ponerse nervioso. Su cuerpo desprendía un fuerte olor que pronto saturo mi olfato pero que sentí que impregnaba todo mi cuerpo y todo lo que me rodeaba. Su pene empezó a asomar entre los pliegues de piel que lo habían ocultado hasta ese momento y comenzó a tomar un desarrollo espectacular. Era tan largo como mi brazo y mucho más grueso. Su extraño glande era tan ancho como mi puño y el orificio que lo coronaba era tan ancho como uno de mis dedos.
Nos arrodillamos temerosas bajo su cuerpo, justo al lado de su miembro pero no sabíamos qué hacer. Con los brazos sujetos a la espalda, no podíamos sujetar esa monstruosidad que botaba sin control y no estaba quieta en ningún momento. yo me puse completamente debajo del animal, frente a su miembro y cuando lo tuve a mi alcance abrí mi boca al máximo y cacé al vuelo su glande. Era casi imposible sujetarlo porque no podía introducírmelo lo suficiente en la boca. Intenté sujetarlo introduciendo la punta de mi lengua en su meato urinario, pero en un brusco movimiento se soltó de mi boca.
Claudia de repente se situó justo debajo de la verga y la apoyó entre sus pechos. Yo comprendí su idea y rápidamente me abalancé sobre el miembro de forma que quedó apresado entre nuestros pechos. Ahora podíamos manejarla, aunque fuera de forma un tanto precaria, entre las dos. Sentí como Claudia presionaba y yo hice otro tanto, sujetándo la verga firmemente entre ambas.
Aprovechando la lubricación de nuestros pechos y nuestros torsos, empecé a subir y bajar mi cuerpo, estimulando el miembro del caballo. Claudia me imitó y las dos nos empleamos a fondo en frotar y masajear el enorme pene con nuestros cuerpos. Si el aroma corporal del caballo me había impregnado, el de su enorme virilidad me estaba embriagando. Me sentía como una sierva de aquel enorme falo, todo me parecía una especie de antiguo rito de fertilidad. Me sentía como una primitiva hembra adorando un antiguo ídolo.
Tenía que probar aquel miembro, quería saborearlo. Abrí mi boca y lamí la verga al tiempo que subía mi cuerpo a lo largo de ella. Su sabor era acre pero me pareció muy excitante y muy viril. Sabía a macho. Seguí mis movimientos y seguí lamiendo mientras subía y bajaba a lo largo de esa maravilla de la naturaleza. Observe que Claudia me estaba imitando y que la verga se veía ya brillante a causa de nuestra saliva que me pareció que generábamos con más abundancia de lo normal.
Claudia se incorporó un poco más y llegó hasta la base de la verga donde estaban los grandes testículos de la bestia. Los lamió y los chupo de forma golosa y el animal relincho de placer y creo que de impaciencia. La postura de Claudia era muy forzada y no pudo mantenerla mucho rato así que acabó dejándose caer hacia abajo y continuó estimulando el tronco como antes.
Yo quería tomarla en mi boca, estaba deseando sentir aquel pollón dentro de mi boca y sentir como se vaciaba dentro de ella. Pero la posición en la que estábamos no era propicia para tomarla, ya que su glande quedaba muy bajo. Decidí que la única forma era darme la vuelta e inclinándome hacia atrás, alinear bien mi garganta con mi boca y así conseguir que me penetrara.
Me aparté de Claudia y me di la vuelta, me incliné hacia atrás pero la verga ya no estaba donde debía, pues libre de mi presión había escapado hacia arriba. Claudia adivinó mis intenciones y con rapidez se puso al lado de la verga y usó sus pechos para hacerla bajar hasta la altura adecuada para que yo pudiera introducirla en mi boca. Abriéndola al máximo engullí su glande y lo hice descender hasta mi garganta. La sensación era abrumadora, mis mandíbulas estaban prácticamente desencajadas, apenas podía tomar aire por la nariz y el glande forzaba mi garganta abriéndose paso y abultando de manera grotesca mi cuello.
Tenía casi la cuarta parte de aquel miembro monstruoso dentro de mi boca y mi garganta y el animal aún intentaba avanzar. Yo a pesar de la incomodidad estaba gozando como una perra pero me di cuenta de que tenía que conseguir que se corriera rápido o si no iba a quedar empalada por la poderosa verga que estaba dura como una piedra.
Use todo lo que tenía para estimularlo. Frote con mi lengua, moví mi cabeza adelante y atrás, contraje mi garganta y me di cuenta de que el miembro comenzaba a pulsar y de repente inundó mi boca con una brutal descarga de su semen, seguida de otras menores. La cantidad era increíble y a pesar de que la mayoría acabó directamente en mi estómago aún salió gran cantidad por mi nariz y por las comisuras de mi boca. Ahora sí que no podía respirar y sentía que me asfixiaba como un pez con el anzuelo en la boca. Como pude, me desembaracé del monstruo y tosiendo y atragantadome recupere poco a poco la respiración.
Habíamos cumplido con la primera parte de nuestra tarea, pero no sabía muy bien cómo conseguir que el animal me penetrara por la vagina. Su verga seguía dura así que eso no iba a ser un problema pero no sabía cómo ponerme. Los mozos nos apartaron de debajo del caballo y lo condujeron hacia la mesa.
— Sube Vengador, sube — le dijo el mozo —. Tranquilo.
Vengador alzó sus patas delanteras y las apoyó en la mesa, dejando así espacio para que yo me situara debajo de él y me pudiera ofrecer a su penetración en una posición parecida a la de una cópula normal entre un garañón y una yegua.
Me encare a la mesa y como no podía utilizar los brazos me apoyé en ella sobre mis pechos. La madera era áspera y aunque el líquido con el que me los habían embadurnado me había aliviado mucho, comprendí que iba a tener problemas con el roce y con el hecho de que tuvieran que soportar mi peso después de la tanda de azotes que había recibido.
Uno de los mozos hizo de mamporrero y condujo la verga del semental hacia la entrada de mi vagina. Yo estaba más dilatada de lo que nunca había estado y además muy receptiva pero aún así dudaba de la capacidad de mi vagina para resistir el asalto de Vengador. Estaba casi segura de que me iba a desgarrar cuando se moviera dentro de mí.
La morfología del glande no ayudaba, pues era casi plano y eso no facilitaba la inserción de esa barra de carne. Vengador presionaba pero lo hacía de forma caótica y desordenada y llegué a pensar que se iba a impacientar e iba a patearme pues no dejaba de resoplar y relinchar. De repente, acertó en su impulso y me introdujo de golpe al menos un palmo de su monstruosa virilidad. Sentí como si una locomotora me hubiera embestido y mi cuerpo se hubiera abierto en dos. El dolor era tremendo, no solo por el tamaño sino por la enorme dureza del miembro y la fuerza y la brusquedad con que me lo había introducido.
Brame de dolor y de miedo, pero sin tiempo a que me acomodara, Vengador lanzó otro asalto y me introdujo su verga hasta que topó con el cuello del útero y el fondo de la vagina. Mis pies se habían levantado del suelo y todo el peso de mi cuerpo descansaba sobre el miembro de Vengador y sobre mis pobres pechos que se arrastraban sobre la mesa por el impulso de la bestia. El dolor en mi útero había sido brutal y mi vagina se había contraído con fuerza sobre el pene de Vengador de forma que este no se deslizaba por mi interior sino que era todo mi cuerpo el que se movía solidario a la enorme verga. Estaba literalmente empalada y mi cuerpo se movía adelante y atrás sobre mis pechos que se llevaban un terrible castigo.
Pensé que me iba a matar pero ese sentimiento no me pareció tan negativo. Iba a entregar mi vida a Vengador para satisfacer a mi Amo, como yo le había prometido y eso me produjo una gran satisfacción. Note como mi vagina se lubricaba más y como los músculos agarrotados sobre el ariete que me atravesaba se iban soltando. Ahora el miembro de Vengador empezaba a deslizarse hacia fuera y otra vez hacia dentro. Mis pies volvieron a apoyarse en el suelo y la presión sobre mis pechos se alivió mucho.
La íntima naturaleza sumisa y masoquista de mi alma había acudido otra vez en mi ayuda. Hay pruebas que no se pueden vencer, la única solución es dejarse llevar, entregarse completamente, aceptarlas y por qué no, desearlas, incluso amarlas. Sentí que Vengador se adueñaba de mi cuerpo y de mi mente. Su inmensa virilidad era lo único que me mantenía en contacto con el mundo exterior pues toda mi atención estaba en las tremendas sensaciones que me llegaban de mi dilatadisima vagina y de mi torturado cérvix, que sufría los embates del poderoso glande de Vengador. Eran como auténticos puñetazos que recibía sin cesar en lo más íntimo de mi cuerpo.
Recordé lo que sentí cuando la cabeza de Claudia abandonó mi útero a través del dilatado cérvix durante el parto y desee que el glande de Vengador pudiera recorrer el camino a la inversa e irrumpir en mi útero para inundarlo con su semen. Me sentía suya, me sentía su yegua, su sierva y le entregaría todo mi ser.
El ritmo de sus penetraciones se había vuelto brutal y cuando la introducía a fondo me volvía a levantar los pies del suelo. Yo estaba llegando a un punto en el que el mundo ya no existía para mí y un volcán estaba rugiendo en mi interior y en el siguiente golpe de su miembro, justo cuando mis pies se levantaban del suelo, me corrí. Fue como si algo explotará en mi interior y tuve el orgasmo más salvaje de mi vida. El miembro de Vengador se había quedado dentro de mí y me mantenía en el aire. Tarde un poco en darme cuenta de que lo que pasaba era que Vengador había estallado en mi interior y me había inundado con su esperma.
Todo mi cuerpo palpitaba como un corazón y me sentía completamente devastada por esa experiencia tan brutal y tan primitiva. El miembro de Vengador fue bajando y mi cuerpo tocó el suelo, primero con los pies y conforme fui resbalando, con las rodillas, quedando hecha un ovillo en el suelo, cubierta del semen de Vengador e incapaz de moverme.
Los mozos acudieron raudos en mi ayuda y me apartaron de Vengador justo a tiempo pues este, de un salto, bajó de la mesa y se apartó un poco. Yo le miraba como quien mira a un Dios que hubiera descendido del Olimpo para enseñar a los hombres la verdad y la vida.
Pero aún quedaba un acto más en aquella función y era el turno de Claudia. Vengador parecía haber perdido interés pero Claudia estaba dispuesta a llamar su atención. Sin esperar a que los mozos lo controlaran se acercó al morro de Vengador y lo frotó con sus pechos. Vengador resopló y pateó el suelo y su verga volvió a erguirse.
Claudia se acercó a la mesa y tal y como había hecho yo apoyo sus pechos en el tablero y ofreció su grupa. Sin necesidad de que nadie lo guiara, Vengador la siguió y subió sus patas delanteras a la mesa sin tocar a Claudia. El miembro de Vengador oscilaba adelante y atrás buscando acomodarse en el interior de Claudia. Está vez estaba más tranquilo, todo transcurria de un modo más lento, más sensual. Uno de los mozos se acercó y rápidamente encaró el glande de Vengador en el abierto ano de Claudia.
Con sorprendente facilidad vi como la verga se sumergía en el cuerpo de Claudia. Claudia había absorbido al menos 30 centímetros de una tacada y no había dado ninguna muestra de incomodidad. Tan solo un gemido había escapado entre sus labios y yo sabía que había sido de placer. Vengador retrocedió y volvió a arremeter contra el cuerpo de Claudia introduciendo tres cuartos de su miembro. Parecía imposible que Claudia pudiera tomar tanto en su cuerpo y no diera muestras de dolor o de temor, de hecho la expresión de su rostro era más bien de concentración. A la siguiente arremetida el miembro de Vengador desapareció por completo en el interior de Claudia.
Eran más de 50 centímetros de pene y con un grosor como el de un brazo, los que se alojaban en el cuerpo de Claudia. Podía ver cómo su abdomen se deformaba debido al tamaño del cuerpo extraño que tenía alojado en sus entrañas. Ahora su expresión era de éxtasis,estaba gozando de aquella monstruosa penetración y confieso que sentí envidia de su poderío sexual.
Vengador se movía con más lentitud y a la vez con más amplitud de lo que lo había hecho conmigo. Estaba en un nivel de excitación inferior y eso alargó el acto sexual. Claudia gemía como una posesa cuando Vengador embestía y parecía intentar adelantar su cuerpo cuando Vengador retrocedía, como intentando que las penetraciones fueran más largas y contundentes.
Los gemidos de Claudia eran cada vez más fuertes y más agónicos y al final en una de las embestidas de Vengador el orgasmo la arrasó y gritó su placer. Vi cómo su cuerpo convulsionaba y como cada nueva embestida de Vengador, desencadenaba un orgasmo de Claudia, hasta que finalmente, tras una fuerte arremetida, Vengador estalló y relleno a Claudia con su esperma.
Al igual que yo antes, Claudia fue derrumbándose hasta caer al suelo y los mozos tuvieron que ayudarla y sacarla de debajo de Vengador que descendió de la mesa y rápidamente fue retirado del patio por los mozos. El esperma de Vengador chorreaba por los muslos de Claudia que estaba en un estado casi catatónico. Yo apenas estaba un poco mejor que mi hija y es que la experiencia había sido muy potente.
Mi Amo y Waleed parecían complacidos y los socios españoles estaban alucinados y yo creo que un tanto sobrecogidos por el espectáculo que acababan de presenciar.
— Como siempre os digo, la depravación de estas mujeres no conoce límites — dijo mi Amo dirigiéndose a sus socios —. Dejemos que vayan a descansar y mañana seguirán recibiendo instrucción a ver si finalmente consiguen disciplinarlas.
Los mozos nos ayudaron a llegar a nuestros establos, nos quitaron todos los correajes, nos lavaron, nos dieron de beber y nos dejaron descansar. Yo caí rendida y no desperté hasta que a la mañana siguiente volvió Paquito para despertarme.
La rutina diaria se reanudó y perdí la cuenta de los días que pasaban. No sabía siquiera si era fin de semana pues todos los días eran iguales. Largas jornadas de entrenamiento como chicas pony se sucedían una tras otra. El príncipe Talal debió volver a su país pues no le volvimos a ver por la finca.
Lo único que rompía la rutina es que cada pocos días nos volvían a entregar a Vengador. La mayor parte de las veces solo me permitían recibirlo por el ano pero también pude servirlo con mi boca y con mi vagina alguna de las veces. Incluso una vez pudimos servirlo con nuestras manos libres y fue maravilloso poder acariciarlo con ellas.
Una mañana Paquito me despertó y en lugar de la rutina habitual, me sacó de mi cuadra y en compañía de Claudia nos llevó hasta una habitación donde nos aguardaba don Antonio.
— Señoritas, su entrenamiento ha finalizado. Desde este momento pueden hablar y comportarse como mujeres y no como yeguas. Hoy mismo vendrán a buscarlas y abandonaran la finca. Permítanme decirles que han sido ustedes las mejores pupilas que he tenido. Los mozos están encantados con ustedes y van a sentir mucho que se vayan.
A mi no me salía de manera natural el contestar de viva voz y a punto estuve de relinchar y escarbar el suelo pero me contuve.
— Eh… Gracias, don Antonio, es usted muy amable. Yo he sido muy feliz aquí y estoy agradecida a los mozos por sus cuidados.
— Yo también — añadió Claudia.
— ¿Cuánto tiempo hemos pasado en la finca? — Pregunté.
— Han pasado tres meses. Ahora pasen al cuarto de baño y disfruten de él. Arreglense a su gusto y les traerán sus ropas.
Habían pasado tres meses. Me parecían pocos, yo pensaba que habíamos estado más. Era increíble estar de nuevo en un cuarto de baño y poder utilizar el inodoro y la ducha. Nos aseamos y nos peinamos y cuando salimos nuestras ropas estaban sobre una mesa. Llamaron a la puerta y cuando dije adelante apareció Waleed seguido de Juan.
— Buenos días, estáis magníficas — dijo Waleed.
— Gracias — contestamos al unísono.
La verdad es que presentábamos un gran aspecto. Estábamos bronceadas y los meses de entrenamiento nos habían tonificado aún más el cuerpo. Juan no habló pero vi que se alegraba de vernos tan bien.
— Os he traído vuestras joyas — dijo Waleed.
Se acercó a Claudia y comenzó a ponerle los aros y las barras mientras que Juan hacía lo mismo conmigo. Mis pezones se empitonaron con las manipulaciones de Juan y mi clítoris se puso muy erecto.
— Me alegro mucho de verte tan bien — me susurró al oído.
Me sentí bien con mis adornos corporales y con las palabras de Juan. Me di cuenta de que le había echado de menos. Nos pusimos las sandalias, las abaya y los niqab y le dijimos a Waleed que estábamos listas
— Vamos, volvemos a Madrid — dijo Waleed.
Salimos al exterior, donde estaba aparcado el coche y subimos a bordo. Juan arrancó y salimos de la finca. Yo no pude contener alguna lágrima. Había sido feliz en aquel lugar y sabía que nunca iba a poder sacar a Vengador de mi cabeza.