El renacimiento de Julia. Capítulo 13.

Puliendo defectos. Contiene dominación y oral.

Puliendo defectos

Una vez satisfechos los socios de mi Amo, nos ordenaron retirarnos y nos fuimos a nuestra habitación. Era ya muy tarde y estábamos muy cansadas pero antes de acostarnos nos duchamos y usamos el jabón antibacterial para limpiar bien nuestras perforaciones. También aplicamos la pomada que nos había dado el anciano en los tatuajes.

Cuando aún estábamos acabando con nuestra higiene personal llamaron a la puerta y sin esperar contestación entró Waleed.

— El príncipe está satisfecho con vosotras, no obstante quiere haceros unas indicaciones. La primera es que Claudia debe mejorar sus habilidades orales. Mañana hablaré con Samuel para que se ocupe de esto. Por otra parte desea que vuestro parecido aumente más, así que debéis llevar el mismo peinado y el mismo  maquillaje siempre y en todas las ocasiones. Mañana os llevaran a una peluquería para arreglarlo. También desea que uséis la misma ropa, tanto interior como exterior y las mismas joyas y perfume.

— Alguna cosa más, mi señor — pregunté.

— Si, un par más. Puesto que tu pesas un poco más que Claudia debes perder algo de peso hasta que las dos peseis mas o menos lo mismo. Si ves que no lo puedes conseguir, que Claudia aumente un poco. El príncipe desea que seáis dos perfectas copias la una de la otra, salvo la edad claro está.

— Así lo haré.

— La otra se refiere a vuestro comportamiento cuando estáis juntas. El príncipe desea que seáis sexualmente muy activas entre vosotras, siempre que estéis juntas debeis mantener un comportamiento claramente sexual, sea en privado o en público. eso sí, el orgasmo lo tenéis absolutamente prohibido. De aquí en adelante solo os correreis cuando el príncipe lo ordene. Si desobedeceis esta regla sereis severamente castigadas y ya sabéis lo estricto que es el príncipe. ¿Lo habéis entendido todo?

— Mi señor — dijo Claudia— , supongo que cuando se refiere a comportamiento sexual en público será modulándolo en función de la ocasión, para no causar un escándalo público.

— Exacto, lo has entendido perfectamente.

— Gracias mi señor.

Waleed se marchó y nos dejó solas. Claudia se acerco mas a mi y me beso introduciendo su lengua en mi boca. Yo me deje hacer dócilmente y ella me acarició los pechos y los amaso con pasión.

— Ya lo has oído Julia, tenemos que ser sexualmente muy activas entre nosotras — me susurro.

— Si, lo he oído. También he oído que no podemos corrernos — conteste con un gimoteo.

— Bueno, cuando no nos ve nadie…

— No Claudia. Yo voy a cumplir las órdenes del Amo. Y te aconsejo que hagas lo mismo

— ¿Me denunciarías para que me castigara? — preguntó con voz insinuante.

— No, nunca te denunciaría, pero si me pregunta no le podre mentir.

— Ya me lo temía. ¡Pues dentro de poco nos van a salir chispas del coño! — dijo jocosa.

Las dos nos reímos de buena gana y cuando nos serenamos un poco nos fuimos a la cama. Yo me acerque a ella y empecé a acariciarla y ella me respondió a las caricias.

— Me gusta la idea de parecernos como dos gotas de agua —  me dijo.

— Va a ser un poco raro, ¿no?, ahora esoy teniendo sexo con mi hija y dentro de poco voy a tenerlo practicamente conmigo misma.

Volvimos a reír como niñas y cuando se nos pasó seguimos besándonos y acariciándonos hasta quedarnos dormidas. Lo último que pensé antes de dormirme fue que era imposible que algo tan bello como hacer el amor a mi hija y darle placer fuera pecado.

A la mañana siguiente me desperté con un gran deseo de tomar un café pero de repente recordé que estábamos en el Ramadán y que ya era de día. Tenía que haber puesto el despertador del móvil para despertarme cuando aún fuera de noche. Tenía que recordarlo para mañana.

Desperté a Claudia y nos aseamos juntas, sin olvidar el preceptivo enema para estar siempre dispuestas. Nos lavamos nuevamente con jabón antibacterial nuestros piercings y nos aplicamos la pomada en el tatuaje.

Decidimos salir a hacer un rato de ejercicio. Nos vestimos exactamente igual, tal y como nos habian ordenado, pantalon corto, top y zapatillas de running, todo de color rosa. Bajamos y encontramos a Waleed en el salón leyendo algo en su portátil. Cuando le dijimos que íbamos a salir a hacer un poco de ejercicio le pareció muy bien pero nos advirtió que a las 10 vendría Juan a recogernos para llevarnos a la peluqueria. También nos recomendó no correr pues después no podríamos beber agua debido al Ramadán.

Decidimos hacer solo una tabla de gimnasia y la hicimos en el jardín. Después subimos a ducharnos y vestirnos para estar preparadas cuando viniera Juan a recogernos. Nos vestimos otra vez iguales, unas mallas negras por el tobillo, camiseta amarilla ajustada con un gran escote y zapatos de plataforma negros. Hasta los bolsos los cogimos iguales. La verdad es que parecíamos unas busconas, sobre todo yo, pero en realidad esa era la idea. Mi Amo quería que llamáramos la atención.

Juan llegó como siempre, puntual como un reloj y fuimos hacia el coche. Él bajó a abrirnos la puerta.

— Buenos días. Parecéis gemelas — dijo Juan.

— Buenos días. Si, esa es la idea — contesté yo.

— Me han encargado que os diga dos cosas. Una es que cuando acabéis en la peluquería os tengo que llevar a casa de David y la otra es que desde el momento en que estáis a cargo de Samuel podéis dejar de cumplir con el ayuno.

— Que alegría me das. Para en la primera cafetería que veas.

Juan se rió con ganas

— A la orden.

Hicimos una parada rápida en una cafetería y me tomé un café solo. Hubiera comido algo pero recordé que tenía que perder peso. Anime a Claudia a que tomara algo y así, si ella ganaba peso yo tendría que perder menos. Acabamos rápido y fuimos a la peluquería donde estaban esperándonos. Era un salón de belleza caro y elegante.

En realidad las dos tenemos el pelo exactamente del mismo color y lo llevamos largo, así que no era un trabajo difícil el peinados igual. La peluquera nos miró un poco raro cuando vio a una madre de 40 años y una hija de 18 vestidas igual y que además querían que las peinaran y las maquillaran igual. Pero no dijo nada y nos aconsejo un pequeño corte y un alisado para dejarnos una melena bob larga.

— Será un peinado fácil de mantener y junto con un maquillaje que disimule las pequeñas diferencias de vuestros rostros, os hará parecer idénticas.

Nos pareció bien, así que llamó a una ayudante y nos atendieron a las dos a la vez con lo cual en menos  de dos horas habíamos acabado. Después de la sesión de peluquería y de maquillaje éramos dos auténticas gotas de agua. Evidentemente yo ya no tenía el cutis de Claudia, así que de cerca había una diferencia, pero a una cierta distancia éramos idénticas. Descubrí que incluso nuestros movimientos eran muy parecidos.

Salimos de la peluquería y Juan nos llevó al piso de David. Cuando llegamos era casi la una y Samuel y David estaban haciendo pasta  para comer.

— Si no lo viera, no me lo creería. Sois gemelas idénticas — dijo David.

— Siempre habéis tenido un parecido pero tampoco me llamó la atención. El distinto tipo de ropa y el peinado distinto lo disimulaban, pero ahora con la misma ropa, peinado y maquillaje sois realmente un par de gemelas.

Nos sacaron una cerveza y unos frutos secos y estuvimos charlando. Cuando la comida estuvo preparada la sirvieron en la mesa de la cocina y comimos muy bien.

— Menos mal que nos habéis rescatado del Ramadán, no sé si hubiera aguantado todo el día sin comer — dijo Claudia.

Todos nos reímos pero la verdad es que yo también me alegraba de haberme librado del ayuno. Cuando acabamos de comer hicieron café y lo tomamos en el salón.

— Bueno, tenemos que hablar de lo que os ha traído aquí — dijo Samuel —. Al parecer el príncipe Talal no está satisfecho de las habilidades orales de Claudia.

— Es que no tengo mucha práctica, pero hago lo que puedo — replicó Claudia.

— La práctica hace maestros — dijo David —, y para eso estamos nosotros. Para que practiques.

— Hay trucos para mejorar las habilidades y nosotros nos sabemos algunos. Tu madre ha mejorado mucho últimamente pero no sé muy bien porqué.

— Si te  cuelgan de la lengua una pesa de más de un kilo te aseguro que aprendes a abrir la boca — dije yo.

— Ese truco preferiría no probarlo — soltó Claudia.

Todos nos reímos y con conversaciones de este estilo fue pasando el rato hasta que Samuel insistió en que había que empezar a trabajar.

— Verás, lo primero es trabajar la respiración. Para poder introducirte un pene entero en la boca hay que respirar por la nariz. Un buen ejercicio es inspirar por la nariz, retener el aire lo que puedas y después volverlo a expulsar por la nariz. Probad las dos.

Claudia y yo estábamos sentados una enfrente de la otra y la verdad es que era como hacer el ejercicio delante de un espejo. Era una sensación extraña. Me di cuenta de que habíamos iniciado una competición para ver cuál de las dos retenía el aire más tiempo y me sonreí al pensar en que las mujeres nunca podemos dejar de competir entre nosotras. Cuando ya llevábamos un buen rato con este ejercicio y ya reteníamos el aire al menos cuarenta o cincuenta segundos Samuel nos hizo parar.

— Ahora tenéis que hacer otro ejercicio — dijo Samuel —. Hay que acostumbrar a la garganta para evitar el reflejo de la náusea. La idea es introducir un objeto pequeño, lo más socorrido son los dedos. Así pues cuando inspireis por la nariz os vais a introducir los dedos y los vais a mantener y cuando espireis los vais a extraer. Adelante con calma.

Las dos obedecimos y la verdad es que funcionaba bastante bien.  La saliva se empezaba a acumular y yo no sabía si tragarla.

— No tragueis la saliva, es un buen lubricante, usadla con los dedos. Si hay demasiada se saldrá por la boca pero no la tragueis.

La use para lubricar los dedos y la verdad es que lo facilitaba todo bastante. Al rato había tanta saliva que empezó a caer por las comisuras de mi boca. A Claudia le pasaba lo mismo y la verdad es que teníamos un aspecto bastante lamentable. Parecíamos las tontas del pueblo, con la baba colgando.

Yo procuraba que no cayera en mi ropa y vi que Claudia intentaba lo mismo y volví a tener la impresión de estar actuando ante un espejo.

— Yo creo que es suficiente — dijo Samuel —. Vamos a probar en serio.

Se levantó y todos le seguimos al dormitorio. Nos desnudamos y nos arrodillamos delante de ellos. A mi me tocó David y a Claudia le correspondió vérselas con el ariete de Samuel.

— Sin prisas  — dijo Samuel.

Yo empecé como nos había dicho, inspiraba por la nariz y la introducía en mi boca, la mantenía un poco y la extraía cuando espiraba. Fui repitiendo esto e introduciéndola cada vez un poco más.

— Mantened la lengua abajo — nos ordenó Samuel —, ahora no se trata de estimular sino de que os introduzcais el pene al máximo. Ya jugaremos con ella después.

Yo había tenido la lengua quieta, pero supongo que Claudia había estado jugando con ella para agradar a Samuel.

Seguí un rato y la verdad es que ya la tenía casi toda dentro de mi boca. Ya la había tenido antes, pero con mucho esfuerzo, obligándome a mí misma. Sin embargo ahora estaba entrando con facilidad y hasta con agrado. Reconozco que me estaba excitando y me resultaba muy placentero. En un par de vaivenes más hice tope en su pubis. Estaba toda dentro.

— Bien Julia — me dijo David —, ahora haz ruido como si hicieras gárgaras.

Yo empecé a hacer ruido con la garganta, una especie de zumbido gutural.

— Huuuummmmmggguuuummmmmggghh….

Parecía como si al hacer ese ruido el paladar se apartará y así no sentía náuseas. Era una sensación curiosa y además parece que estimulaba a David.

— Mueve la lengua, masajea mi polla  con ella.

Sin dejar de hacer el ruido use mi lengua para masajear el pene de David. La frotaba contra su uretra en movimientos adelante y atrás.

— Prueba ahora a abrir un poco mas la boca y sacar la lengua.

Yo sabía que podía hacerlo con cierta facilidad, porque desde mi experiencia con los cocodrilos mi boca se abría más y mi lengua estaba más elongada. Saque un buen trozo de lengua y movi la punta arriba y abajo.

— Sigue haciendo el ruido, procura relajarte y abre un poco más la boca si puedes.

Obedecí y David cogiendo sus testículos me los metió en la boca uno detrás del otro. Era increíble, tenía el pollón de David y sus huevos dentro de la boca y aún conseguía hasta respirar. No sentía ninguna náusea en absoluto, de hecho me sentía como una anaconda devorando viva a su presa.

— Hummmm! Es muy agradable  — suspiro David —. ¿Creés que con esa lengua serías capaz de alcanzar mi ano?

Yo proyecte mi lengua todo lo que pude y llegué a rozar los pliegues de su ano, pero era una postura demasiado forzada y solo la pude mantener durante un segundo.

— Te falta un poco, pero yo creo que con un poco de práctica lo conseguirás. Ahora sacatela de la boca, con cuidado.

Sentí una pequeña decepción, porqué quería que se corriera en mi garganta pero le obedecí.

— Mira — me dijo.

Mire hacia Claudia y vi que tenía el ariete de Samuel completamente dentro de la boca y había sacado la lengua por debajo. Grandes hilos de babas caian por las comisuras de su boca y al igual que yo antes hacia el ruido de gárgaras.

Samuel tomó sus testículos con su mano derecha y los acercó a la lengua de Claudia que los lamió con ansía. Ahora mi Amo no tendría queja de sus habilidades orales.

— Ahora vamos a probar otra cosa — dijo Samuel —. No te resistas.

Apartó sus testículos y cogiendo con sus manos a Claudia de ambos lados de la cabeza, empezó a follarle literalmente la boca cada vez con más fuerza. Claudia se sujetaba con sus manos a los muslos de Samuel y aguantaba como podía los embates del ariete contra su garganta.

Por fin, con fuertes golpes de cadera, se corrió en la garganta de Claudia. Cuando sacó su polla, un mar de babas salió de la boca de Claudia mientras tosia buscando aire . Yo creí que se había acabado, pero David se acercó a Claudia y se la metió en la boca y tomándola de la cabeza empezó a follarle la boca a su vez.

Claudia no se resistía, tan solo se sujetaba de los muslos de David y aguantaba como podía las fuertes embestidas de David en su garganta. Por fin se corrió y Claudia parecía ahogarse en sus propias babas y en el semen de David.

Tosia y buscaba aíre y yo estaba preocupada por ella. Me acerqué, me arrodille junto a ella y la abracé con suavidad.

— ¿Estás bien cariño?

— Si,si, estoy bien.

— Te han dado muy fuerte.

— Si, pero me ha gustado. Ahora el príncipe no tendrá queja de mi —dijo guiñándome el ojo.

La besé mientras recorría sus pechos con mis manos y nuestras lenguas se entrelazaron con pasión. Yo estaba muy caliente y notaba el peso de la barra que me atravesaba el clítoris así como los movimientos que hacia. Me producía una concentración en mi sexo de cualquier movimiento de mi cuerpo. Los movimientos de mi boca y de mi lengua besando a Claudia y los de mis manos acariciando sus maravillosos pechos de alguna manera acababan recogidos y amplificados en mi clítoris a través de la barra que actuaba como una especie de antena.

Supongo que Claudia sentía algo parecido pues se la veía muy excitada y sus dedos habían buscado mis pezones y estaban retorciendolos suavemente y haciéndome gemir de placer. Notaba como el cuerpo de Claudia empezaba a deslizarse por una pendiente que la iba a llevar al orgasmo y detuve mis caricias.

— Cariño, tenemos que controlarnos — le dije mientras le acariciaba el pelo.

— Si,si, perdona. Es que el piercing me vuelve loca. ¿ A ti no?

— Si, a mi también.

— Veo que has superado todas tus reticencias respecto al incesto — intervino Samuel.

Yo casi había olvidado que estaban allí y sus palabras me sacaron un poco de mi estado de excitación.

— Mi Amo desea que seamos sexualmente muy activas entre nosotras y además yo la deseo cada día más. Me hace muy feliz hacer el amor con ella.

— Me alegro mucho de oir eso. Voy a avisar a Juan de que vais a marcharos ya para que este preparado.

— Claro, como vosotros ya os habéis quedado a gusto… — bromeé.

Nos reímos todos y Claudia y yo nos fuimos a arreglarnos un poco antes de salir hacia la casa de Waleed.