El renacimiento de Julia. Capítulo 1. El comienzo

Julia nos va a ir contando a lo largo de una serie de capítulos los cambios que va a sufrir su vida y que la van a convertir en una nueva persona. El relato contiene un poco de todo pero he pensado que la categoría mas indicada para este capítulo era Dominación.

Cada día era más difícil levantarse por la mañana. No podía dejar de recordar la vida tan maravillosa que había llevado hasta hace algunos años. Cuando conocí a Miguel, el que ahora era mi marido, me pareció el hombre más maravilloso del mundo. Tras un corto noviazgo nos casamos y muy pronto tuvimos a nuestra hija, Claudia.

La vida nos sonreía y éramos muy felices. A Miguel le iba muy bien en su trabajo, iba ascendiendo poco a poco en su empresa y su sueldo iba creciendo conforme escalaba puestos. Compramos una bonita casa en una urbanización de las afueras de Madrid y en ella criamos a Claudia que era una niña maravillosa. Más bien, la crié yo, pues Miguel siempre estaba trabajando.

Pero últimamente las cosas se habían torcido. Claudia estaba teniendo una adolescencia difícil. Ahora tenía dieciocho años y su actitud siempre tan alegre y encantadora había cambiado mucho. Siempre estaba de mal humor, ya no me contaba nada y salía y entraba en casa a cualquier hora, sin dar explicaciones.

Yo nunca había trabajado fuera de casa y había dedicado todo mi tiempo a mi casa , a mi hija y a mi marido. Ahora, ni Claudia ni Miguel, parecían necesitarme ya y mi vida era monótona, aburrida y vacía. Tenía 40 años y me parecía que mi  vida había sido una pérdida de tiempo. Creo que estaba un poco deprimida.

Fue entonces cuando tomé la decisión que iba a cambiar toda mi vida y a convertirme en una nueva Julia. Para ocupar mi tiempo decidí apuntarme a un grupo de teatro aficionado. Siempre me había gustado el teatro  y pensé que me ayudaría a recuperar un poco de emoción en mi vida. No sabía cuánta.

La verdad es que era muy divertido y muy estimulante formar parte de aquello y yo lo disfrutaba, pero todo se complicó cuando se apuntó un nuevo componente al grupo. David tenía 25 años, era alto y moreno, con los ojos verdes y el pelo oscuro. Pronto me di cuenta que se fijaba mucho en mi y la verdad es que me halagaba que un hombre quince años más joven que yo me mirara con interés.

Yo me sentía todavía joven y atractiva pero hacía mucho tiempo que no había pensado en ningún hombre que no fuera mi marido. De manera un poco involuntaria comencé a arreglarme un poco más y a vestir de un modo un poco más juvenil. David era muy simpático conmigo y yo no perdía ocasión de reírle las gracias, hasta que un día pasó lo que tenía que pasar. David me invitó a comer y yo acepté.

Hoy es el día D y estoy muy nerviosa. He dedicado toda la mañana a arreglarme para él. Me he duchado y me he aplicado una crema hidratante por todo el cuerpo. Me he maquillado y me he peinado con mucho esmero. A la hora de vestirme he elegido un conjunto de ropa interior muy sexy, sujetador, tanga, liguero y medias negras. Me he contemplado en el espejo para comprobar cómo me quedaba. Mi cuerpo ya no es el de una jovencita pero todo sigue en su sitio. Tengo pechos grandes y redondos que se mantienen firmes, cintura estrecha, caderas anchas y un trasero redondo y rotundo. Estoy hecha una madurita resultona.

He elegido una falda estrecha, un poco más corta de lo que la modestia aconseja, una blusa blanca y unos zapatos de tacón alto. Yo soy bastante alta, mido 1,70 pero no hay problema porque David mide 1,90 así que no lo voy a igualar ni con estos tacones de 12 cm. Me he vuelto a contemplar en el espejo y me he desabrochado otro botón de la blusa. Me he mirado de perfil y los tacones me dejan un culo precioso. Estoy lista para lo que surja.

Hemos quedado en la puerta de un pequeño restaurante, coqueto y discreto. David se ha  presentado puntual como un reloj y me ha dado dos besos en las mejillas. Está muy guapo con sus jeans, camisa blanca y una americana azul marino. Hemos entrado y el maitre nos ha acomodado en un pequeño reservado. Hasta ahora yo me sentía un poco como una asaltacunas pero desde que habíamos entrado al restaurante David había tomado la iniciativa y la verdad es que transmitia una impresión de madurez y de dominio de la situación que me hacían sentir muy cómoda y muy relajada.

Me aconsejo en la elección de la comida, eligió el vino, me recomendó un postre y se comportó en todo momento como un hombre de mundo. La conversación era agradable y hacia el final de la comida, tras el café, me dijo:

  • Vivo a unos diez minutos andando, ¿quieres que demos un paseo hasta mi casa y tomemos allí una copa.

  • Suena bien -- contesté yo.

Tardamos unos quince minutos en llegar a su casa. Vivía en un apartamento muy grande y muy bien decorado, en un estilo muy moderno. No sabía a que se dedicaba pero le debía ir bien, porque aquello era caro. Me sirvió una copa, se sirvió  otra para él y nos sentamos en un sofá en el salón.

  • Me alegro mucho de que hayas aceptado mi invitación. No estaba seguro de que fueras a aceptar. Sé que es un paso importante  para ti -- me dijo.

  • Yo tampoco sabía si iba a aceptar.

  • No te vas a arrepentir, ya lo verás.

Dejando su  copa se acercó a mí y me beso en los labios con dulzura pero  con firmeza. Yo  dejé también la mía y respondí a su beso con pasión. Sus manos recorrian mi cuerpo y descargas de energia me corrian entre mis labios, mis pechos  y mi sexo, que podia notar como se humedecia.

Fuimos al dormitorio y sentándose en la cama y mirándome profundamente con sus verdes ojos me susurro:

  • Desnudate, quiero verte desnuda.

Yo me sentí excitada por sus palabras y aunque sentía  también un poco de vergüenza, obedecí sin poner reparos. Me quité  la falda y la blusa y él dijo:

  • Bonito conjunto. Estas preciosa. Quítate el sujetador y el tanga pero dejate las medias y el liguero.

Así lo hice y con un estremecimiento me quedé delante de él, como esperando instrucciones. Él parecía metido en el papel de director de operaciones y continuo:

  • ¡Maravillosa! ¿Estas mojada? Tócate para comprobarlo.

Nunca un hombre me había hablado así. Yo estaba asombrada de cómo me trataba pero sus palabras me ponían a mil y no podía dejar de obedecerle. Lleve mi mano a mi sexo y el simple roce de mis dedos sobre mi clitoris me envió ondas de placer que me enervaron y a punto estuvo de escaparseme un suspiro. Deslice mis dedos entre mis labios menores y allí estaba la delatora humedad.

  • Si, estoy muy mojada -- dije.

  • Ven, arrodíllate. Saca mi polla -- me ordenó.

Sin dudarlo, me arrodille ante él y soltando  su cinturón, le desabroche el pantalón y bajandole el slip deje libre su polla. Era una hermosura, la mas bonita que había visto. Iba completamente depilado y a pesar de no estar aún totalmente erecta, tenía un tamaño muy respetable. Era la mayor que yo había tocado nunca, no podía cubrirla casi con mis dos manos.

Apoyando su mano en mi cabeza condujo mi boca hasta su polla y yo la abrí  para recibir su glande. Era muy grande, mucho más que el de mi marido y me asuste un poco. Me sentía incapaz de manejar tamaña herramienta. Fui introduciendome el glande en un movimiento de vaivén, procurando evitar que mis dientes rozaran esa maravilla de la naturaleza. Su glande topaba con mi garganta y me producía el  movimiento reflejo de la arcada, pero no era mi primera vez y relaje mi garganta de manera que pude introducir casi todo su miembro en mi boca. De manera casi involuntaria, mi mano se dirigió a mi clítoris.

  • ¡Quieta, no te toques! De aquí en adelante solo te tocaras si yo te lo digo.¿Has entendido?

Yo no podía contestar con toda aquella carne  alojada ya en mi garganta pero aparte la mano con la rapidez del rayo y gemí en señal de aceptación. Mi clítoris palpitaba, podía sentir en él los latidos de mi corazón, pero obedecí y esa obediencia me produjo una sensación embriagadora. Supeditar mi placer a su voluntad y a su capricho me enloquecía.

Un río de saliva o de mucosidad fluía desde mi garganta y en el tremendo estado de excitación en el que me encontraba me introduje su miembro completamente, de manera que mi nariz tocaba su pubis y mi barbilla sus testículos. Respirando como podía por la nariz, la mantuve en mi interior, mientras con mi lengua recorría su mástil, masajeandolo y estimulandolo. Esto unido a las contracciones involuntarias de mi garganta fueron demasiado para él y sujetándome fuertemente la cabeza con su mano, se vació en mi garganta. Yo notaba como su semen subía por su uretra y se vertía directamente en mi esófago, de manera que no llegue ni a saborearlo. Tras tres o cuatro descargas, note como se quedaba inmovil y retiraba su mano de mi nuca. Yo retiré mi cabeza en busca de aire, mientras las lágrimas salían de mis ojos e hilos de saliva caían de mi boca abierta de par en par.

En ese momento pensé que tras su eyaculación la cosa se había terminado y la desilusión debió asomar a mi cara pues el dijo:

  • No te preocupes, que la fiesta no se ha acabado. Sube a la cama y ponte a cuatro patas.

Yo pensé que quería penetrarme desde atrás y me relamía de gusto, aunque también me preocupaba un poco el tamaño de su polla. Pero, si había cabido en mi boca también cabría en mi coño. Pero él, en lugar de situarse detrás de mí, permaneció donde estaba y empezó a acariciarme las piernas , los costados, el vientre, los pechos, la cabeza. Sus caricias tenían algo que me resultaba conocido, era como algo que ya había visto.

  • Me palpa como si fuera una yegua. Me está valorando -- pensé

El pensamiento era turbador y mi cuerpo, sobre todo mi coño, se estremecía de lujuria. Un hombre joven estaba valorando si yo valía lo suficiente para servirle, como si yo fuese un animal cuyo único valor estuviera en su belleza o en su capacidad para satisfacer las necesidades de su dueño.

Por si quedaba alguna duda, deslizó un dedo en mivagina y recorrió las paredes. Lo saco y llevándolo a mi boca me hizo chuparlo, mientras recorría con su dedo mis dientes y mis encías. Debió quedar satisfecho, pues se levantó y me dijo:

  • No te muevas.

Yo no salía de mi asombro. Cómo es posible que ese joven, que casi podía ser mi hijo, me diera órdenes con toda la naturalidad del mundo mientras yo las aceptaba sin rechistar y encima lo estuviera disfrutando. Aunque no me atreví a mirar, por el sonido sabía que se estaba desnudando y mi clítoris palpitaba con la anticipación de lo que estaba por venir.

Cuando acabó de desnudarse, se situó detrás de mí y me pasó el glande por la vulva, desde la abertura de la vagina hasta el clítoris. Repitió el movimiento varias veces y después apoyó  el glande en la entrada de mi vagina y apretó. No lo hizo de manera brusca pero sí con decisión, sin parar para que mi vagina se fuera acomodando a su tamaño. Sentía como si un bate estuviera invadiendo lenta pero implacablemente mis entrañas y gemi de dolor.

  • ¡Ahhhhhhhhh!

  • ¡Quieta! No te muevas -- susurró, mientras me sujetaba firmemente por las caderas.

Obedecí otra vez y aquella barra de carne siguió avanzando hasta alcanzar el cuello del útero y desplazando este, siguió un poco más, estirando las paredes de mi vagina.

  • Ya está, ya está -- dijo con voz suave.

  • ¡Mmmmmmm! -- gemi

  • Estás muy cerrada. Pareces una jovencita.

  • Es que últimamente ha tenido poco tráfico y más ligero -- conteste.

Sabía que estaba quieto esperando a que mi vagina se acomodara y le agradecí en mi interior el detalle. Era increible lo llena que me sentia, nunca habia sentido eso con mi marido. Soltando mi cadera derecha, llevo un dedo a mi clítoris y comenzó a masajearlo de arriba a abajo. Note como la sangre afluia y se endurecía, hasta llegar a ser casi doloroso. Mi clitoris irradiaba descargas de placer que subían por mi columna y se esparcieron por todo mi cuerpo. en ese momento, usando dos dedos, sujetó firmemente la base del clítoris y lo pellizcó con fuerza. La mezcla de dolor y placer me hizo enloquecer. Podía sentir cómo las paredes de mi vagina se contraian, presionando el miembro invasor.

  • ¡Ahhhhhh! Follame, follame -- suplique.

  • Quieta, quieta -- susurró.

Seguía inmovil, dentro de mí, mientras sus dedos me pellizcaban el clítoris con una fuerza diabólica. El dolor se convertía en placer y podía sentir como mi cuerpo se entregaba a ese dolor, como mi coño se sometia a la voluntad de David, como se aflojaba y se abría como una flor, entregándose por completo al poder del coloso que lo ocupaba. Me sentía completamente ebria de lujuria y de sumisión.

Entonces se movió, iniciando un vaivén largo y lento. Era increíble lo abierta que estaba mi vagina y la facilidad con que su miembro se deslizaba por mi interior. Soltó mi clítoris y la sangre volvió a fluir libremente provocandome nuevas sensaciones. Sentía mi vagina tan abierta como un túnel del metro, y su miembro se deslizaba adentro y afuera con una facilidad y una suavidad que me sorprendían. Estaba tan entregada y tan dilatada que me hubiera podido penetrar un elefante. Ese pensamiento me hizo sonreír y me alegré de que David no pudiera verme la cara.

Pero al parecer, nada se le escapaba a David, pues de repente me dio una fuerte palmada en el culo.

  • Ayyy!!!

  • No te distraigas, te quiero bien concentrada -- dijo.

  • Si,si. Mmmm!

Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar de esas maravillosas penetraciones. ¡Dios! ¡Qué maravilla! No sabía que el sexo podia ser así. David se movía majestuosamente, retirándose hasta que su glande estaba prácticamente fuera y penetrandome después hasta que sus testículos chocaban con mi cuerpo y su glande presionaba mi útero.

Comencé a sentir como un enorme orgasmo se estaba empezando a formar en mi interior y no pude evitar gemir:

  • Si,si,no pares. Mmmmmm!

  • No te corras, aun no -- me ordenó.

¿Que? ¿Como que aun no? ¿Que se habia creido este niñato?. Yo iba cuesta abajo y sin frenos y no podía parar. Pero estaba equivocada,  porque David volvió a tomar mi clítoris y esta vez lo pellizco de tal forma que el dolor me cortó en seco mi sprint hacia el orgasmo liberador.

  • Ahhhhhh!

  • Obedece, no quiero volverlo a decir. Si quieres correrte, tendrás que pedir permiso y esperar a que te lo den --dijo muy serio

  • Si,si,haré lo que tu digas.

El dolor en mi clítoris había cortado mi carrera hacia el clímax, pero yo aun podía sentir la tormenta del orgasmo creciendo en mi interior. Ese dolor, en realidad no hacia mas que estimularme mas y mas. Notaba mi cuerpo ultrasensible y mi coño rezumaba líquidos como si quisiera disolver ese pene que me follaba deliciosamente. Quería mi orgasmo y haría lo que hiciera falta. Automáticamente,  supe que David también sabía que sería capaz de hacer lo que fuera por conseguir mi orgasmo. Si tenía que suplicar, pues lo haría.

  • David, por favor, necesito correrme.

  • Eso está mejor -- dijo David, soltando mi clítoris magullado -- Pide lo que deseas.

  • Te lo suplico, deja que me corra -- ronronee.

  • Bien,bien. Eres una gatita muy pícara. Sigue -- susurró.

  • Haré lo que sea,pero déjame acabar.

  • Hummm! ¿Lo que sea? -- pregunto.

  • Siii, lo que quieras.

  • ¿Y tú qué quieres?

  • Quiero ser tuya, quiero ser tu gatita.

  • Bien, bien -- susurró --. Atenta y en cuanto te lo ordene te corres.

  • Si,siii...

Yo tenía mis cinco sentidos puestos en su voz y en su pene, me sentía fuera del mundo, totalmente desorientada. Mi realidad se limitaba a sentir lo que él quería que sintiera sin que ninguna otra cosa pudiera distraerme o apartarme de ello. David volvió a tomar mi clítoris entre sus dedos haciéndome enloquecer. No podía más, me temblaban las piernas, sentía que mis entrañas se licuaban, que mis nervios vibraban como cuerdas de guitarra. El placer se acumulaba y yo sabía que no iba a poder contenerlo por mucho tiempo más.

De repente, David dijo:

  • Correte para mi.

Y al mismo tiempo me volvió a pellizcar fuertemente el clítoris.

Vaya si me corrí. Me corrí como nunca lo había hecho. El dolor de mi clítoris no hizo más que exacerbar mi orgasmo, que se desencadenó como una erupción volcánica. Podía sentir como si todo mi cuerpo estallara en fragmentos. Estaba perdida en un mundo en el que sólo había placer, en el que cualquier contacto se transformaba en placer. El contacto de las sábanas, el roce de su polla que seguía bombeando en mi interior con ese ritmo majestuoso, el pellizco de sus dedos en mi clítoris, todo acababa convertido en más placer.

David soltó mi clítoris y poco a poco el orgasmo fue descendiendo en intensidad, pero  él seguía martilleando mi útero con su ritmo lento y yo sentía como el placer seguía llenando mi cuerpo. Me sentía en la gloria y pensaba en cómo había podido vivir toda la vida sin haber experimentado nunca algo semejante. Estaba instalada ahora en un nivel un poco más bajo de excitación que me permitía incluso pensar. Pero David, de alguna diabólica manera lo detectó y sus planes para mi eran otros. Llevando su dedo a mi clítoris lo masajeo de arriba a abajo, lentamente, al mismo ritmo al que seguia penetrandome.

La presión en mi interior subía descontrolada y en pocos minutos ya no podía resistir más. Mis piernas temblaban, mis pezones estaban tan duros que me dolían y mi clítoris tan erecto que me lo imaginaba como un pequeño pene a punto de estallar. Yo intentaba ignorar esas sensaciones pero con poco éxito y ya no podía reunir fuerzas suficientes para resistir.

  • Por favor, ¿puedo correrme otra vez? -- suplique.

  • Contaré hasta tres y cuando llegue a tres puedes correrte.

  • Si,si.

Me sentía como una bestia, un animal lujurioso y depravado en manos de un dueño severo, un ser que solo vivía para obtener más placer. Mi sumisión actuaba como una droga, de la que cada vez necesitaba más cantidad pues mi cuerpo iba generando tolerancia.

  • Uno, dos y…. tres!

  • Ahhhhhhhhh!

El mundo volvió a estallar y me sacudía como si me hubieran conectado a la corriente eléctrica. La sensación fue menguando poco a poco pero él seguía impertérrito, penetrandome y acariciándome el clítoris de modo que en unos segundos todo volvió a estallar y tras un pequeño descenso de intensidad, otra explosion de energía. Estaba encadenando orgasmos y me estaba volviendo loca. Era como en un castillo de fuegos artificiales, una rápida sucesión de explosiones, seguida de un pequeño descanso y después vuelta a empezar. Mi corazón bombeaba como una locomotora y había perdido la cuenta de los orgasmos que había encadenado junto con el control de mi cuerpo que se retorcía ajeno ya a mi voluntad. Tenía que cortar aquello o iba a morirme, pero él no paraba y yo ya no manejaba mi cuerpo sino que mi cuerpo me dominaba a mi.

  • Pellizcame -- susurre.

  • ¿Qué es lo quieres? Pide lo que quieres.

  • Por favor, pellizcame fuerte en el clítoris.

  • Tu sabes pedir mejor las cosas.

  • Te lo suplico, pellizcame en el clítoris, por favor, no puedo mas, ahhhhhh…

  • Mucho mejor.

Y me pellizco aún más fuerte que antes. En ese momento, el dolor se irradio desde mi clítoris hacia todas las células de mi cuerpo y me incendié por completo, mi vagina se contraía descontrolada, como si ya no formara parte de mi, masajeando el pene de David. Y en ese momento,  aceleró el ritmo de sus penetraciones y martilleando mi útero se vació dentro de mí. Note como su semen se vertía en mi interior, en tres o cuatro fuertes descargas y como suavizaba mi placer que fue apaciguandose, retirándose en oleadas igual que baja la marea.