El renacer de Susana

De como Susana acepta mi ordenes y disfruta con ello.

Hoy era un gran día para Susana. Hoy comenzaba una nueva vida. Desde el preciso instante en el que se despertó debía mirar, sentir y vivir bajo otro prisma. Ese día nacía una nueva mujer y todo se lo debía a una persona en concreto: su Amo.

Días atrás descubrió una página de relatos eróticos en Internet. Rebuscó entre miles y miles de lecturas hasta que se centró en su más oscuro deseo y su fantasía más soñada: la dominación. De entre todos los textos que devoró aquel día uno le llamó la atención por encima de otros. Un desconocido autor narraba una tortuosa aventura con una joven que se sometía a sus deseos durante una larga temporada. La prosa y el contexto enamoró a Susana y pronto se imaginó a si misma siendo aquella joven sumisa y sufriendo los placeres y sufrimientos que su Amo le proporcionaba. Cuando terminó de leer la última entrega se sintió tan excitada que no dudó en masturbarse desenfrenadamente hasta quedar saciada. Luego se quedó mirando la pantalla del ordenador y de forma dubitativa, casi temblando, pensó en cometer una locura. Despacio primero y mucho más rápido después comenzó a teclear una misiva a aquel extraño aquel desconocido autor que había conseguido excitarla como nunca lo había hecho nadie hasta ahora.

Un día después recibió una contestación a su carta, algo que nunca hubiera imaginado que ocurriera. En ella su interlocutor le agradecía la atención por leer sus relatos y la animaba a seguir escribiéndole con críticas que hicieran mejorar sus escritos, así mismo la incitaba a charlar más pausadamente con él a través de un servicio de mensajería instantánea. Susana se sintió como una adolescente que tuviera su primera cita la tarde que vio como el desconocido se conectaba al MSN y la saludaba amigablemente. Sin saberlo había cambiado el rumbo de la vida que llevaba hasta ahora.

Para entender mejor la situación de Susana tendríamos que saber que se trataba de una mujer corriente, bastante atractiva, que cuidaba su físico por medio de una buena alimentación y deporte variado. Trabajaba en una oficina como administrativa y tenía labores de atención al público de vez en cuando. Desde hacía tiempo vivía con su pareja en la misma casa y tenía una relación de lo más apacible con él. Todo en lo vida de Susana era de lo más normal… y por lo tanto aburrido. Pero si había algo que Susana escondía al resto de sus amistades, a su familia e incluso a su pareja era su tremenda obsesión por ser dominada, un profundo secreto que no se atrevía a compartir con nadie más ya que corría el riesgo de no ser entendida, tener cierto gusto por formas alternativas de entender la sexualidad y las relaciones personales no eran acordes a su estilo de vida. Nadie conocía su anhelo salvo un antiguo compañero con el que había intentado una relación parecida, pero que un buen día desapareció sin dejar rastro y sin dar ninguna explicación y probablemente asustado por la situación.

Conocer a Alex y hablar con él aquel día le abrió las puertas a un nuevo mundo de posibilidades. Brevemente charlaron sobre los relatos, sobre sus vidas y sin darse cuenta abrió sus pensamientos a aquel desconocido y depositó en él una confianza que de otra forma le hubiera costado meses hacer. Casi darse cuenta fue bajando sus defensas y mostrando sus verdaderas intenciones hasta que le preguntó directamente al autor si deseaba ser su nuevo Amo. Casi suplicando le pedía que la guiara de la mano por el mundo de la sumisión y le enseñara como disfrutar de esos ocultos deseos que le carcomían la mente y le llenaban de fantasías su intelecto. Aunque Alex no era un experto de la materia aceptó de buen grado y se sintió halagado por su proposición. Tras una breve serie de preguntas Susana reconoció en Alex a su nuevo Amo y se le ofreció como esclava sumisa para su gusto y disfrute. No podía creérselo, iba cumplir una de sus mayores fantasías: ser sometida por un extraño.

Alex le comentó que él como Amo no solo sería su dueño y señor sino que también sería su compañero y salvaguarda. A cambio de su sumisión él le ofrecía seguridad, apoyo, respeto y placer. Susana sin embargo debía prometerle fidelidad, confianza y su discreción, pero sin dejar de ser ella misma como persona y demostrando su fortaleza como hasta ahora. No hay nada peor que una sumisa sin voluntad que doblegar. Por último su nuevo Amo le propuso varios juegos y le impuso algunas tareas, Susana las aceptó de buen grado y decidida se despidió feliz dispuesta a iniciar una nueva etapa.

Susana sonrió al recordar que hoy era el día que todo comenzaba. Tras una tibia ducha se arregló lo mejor que pudo, tal y como le había prometido a Alex, se maquilló y se peinó el cabello buscando esa sensual mujer que su pareja parecía haber relegado al olvido. Antes de salir de casa se miró frente al espejo de pie de su cuarto y no pudo evitar reírse nerviosa al contemplarse. Una corta falda roja mostraba sus largas piernas enfundadas en unas sedosas medias que hacían juego con los zapatos negros de largo tacón que había elegido de su fondo de armario. La blanca blusa que portaba hacía que su ropa interior casi se transparentara mientras que el generoso escote que lucía mostraba los encantos de sus senos. Por último el pelo largo y suelto remarcaba su fino rostro, iluminado por una sonrisa que no la abandonaría en lo que restaba de día. Decidida y dando gracias a Alex por devolverle parte de su autoconfianza perdida se lanzó al asfalto de la carretera en su coche en pos de su lugar de trabajo.

Pronto Susana se dio cuenta de que algo había cambiado no solo en su fisonomía sino en su manera de ser. Cuando aparcó y continuó caminando se sorprendió mirando fijamente a los hombres que pasaban a su lado e incluso sonrió a algunos para que acto seguido bajaran la vista sonrojados e intimidados por una mujer tan segura de si misma.

Cuando entró en la oficina pareció como si el tiempo se detuviera. Ellos la observaban con lujuria y ellas con envidia. Un incomodo silencio reinó en la sala hasta que ella lo rompió saludando y dando los buenos días. Entonces el mundo volvió a girar sobre si mismo.

Durante toda la mañana Susana reinó entre sus compañeros de trabajo masculinos. Todos tenían algo pendiente que solucionar con ella aquel día y pilló a más de uno mirándola de reojo o tratando de ver más allá de su escote. Todo aquello la excitaba y la hizo ponerse colorada y excitada como nunca antes lo había hecho en el trabajo. Aun así su mente no paraba de pensar en el desconocido autor que la había incitado a ello, el Amo que le había ordenado hacer todo aquello.

A media mañana Susana decidió ir más allá. Sabía que en la oficina había tres moscones que la perseguían y todos los días se le insinuaban. Aun sabiendo que no estaba soltera aquellos compañeros le hacían proposiciones deshonestas medio en broma medio en serio cada día. Eligió con cuidado a su víctima y le envío un e-mail pidiendo que acudiera a su mesa para revisar unos datos. Mientras el pobre infeliz se acercaba disimuladamente desabrochó el botón superior de su camisa y la dejó entreabierta. No hizo falta mucho más para adivinar los pensamientos de su compañero viendo la cara de sorpresa cuando se acercó a su mesa. Desde su posición superior al estar de pie tenía una amplia visión de los pechos de Susana y sus ojos no podían, no querían, apartarse de ellos. Susana sonrió sin que él pudiera darse cuenta estando tan absorto en tan divina contemplación. La voz de Susana relataba datos y más datos que él no acertaba a escuchar y cuando ella se echó hacia adelante y mostró más de su anatomía él empezó a balbucear. Entonces tal y como empezó todo lo despidió y le dio las gracias por ayudarle. Mientras él volvía a su mesa de trabajo tropezando con todo lo que se cruzaba en su camino Susana volvió a abrocharse la camisa y se recostó en su silla.

Fue en ese preciso momento, cuando agradecía mentalmente a Alex sus lecciones, que notó como la excitación había humedecido tanto su entrepierna que tenía su ropa interior chorreando con sus flujos. Se puso en pie y se dirigió al cuarto de baño. Entró y como su Amo le había ordenado no cerró con pestillo. Bajó su ropa interior y se sentó en la taza maldiciendo el momento en el que Alex le prohibió masturbarse en el trabajo por muy caliente y excitada que estuviera. Tenía el interior de los muslos totalmente mojados con los fluidos que su vagina expelía y que bajaban por entre sus piernas. Se secó cuidadosamente y decidió no ponerse el tanga de nuevo ya que estaba totalmente mojado. En ese preciso instante una voz femenina se disculpó cuando abrió la puerta y la encontró en tal situación. Era la secretaria de dirección que tan rápido como había abierto la puerta la había cerrado de nuevo sonrojada. Ni siquiera se había planteado porque Susana no había cerrado con cerrojo. Susana recordó las órdenes de su amo: Seduce allá donde vayas y sea a quién sea. Un día de estos quizás intentará algo más con ella. Al final se deshizo del tanga y se recompuso como pudo la indumentaria. Sus medias enseguida acogieron la humedad de su conejo y la rozaron suavemente haciendo que se sintiera más excitada aún. Por último olió la fragancia que expedía su ropa interior y la escondió en su mano antes de salir por la puerta.

Todo el mundo la miraba, o eso creía al menos ella. Se sentía observada ya no solo por sus compañeros varones sino también por las féminas que habitaban la oficina. En realidad nadie se había percatado de su vuelta pero Susana pensaba que todos sabían su pequeño secreto: que iba paseándose por la oficina sin ropa interior. Cuando volvió a sentarse en su escritorio escondió rápidamente el tanga en su bolso y meditó si debía enviárselo a su Amo como señal de respeto y regalo de admiración.

La prueba final fue acercarse a la mesa de su jefe y volcándose sobre ella mostró una generosa parte de su escote ante él. La clara de asombro que puso mereció el esfuerzo de hoy. Su jefe llevaba varios días persiguiéndola para invitarla a cenar y Susana siempre había rechazado sus propuestas. Su mirada no dejo ni un solo instante de posarse en sus pechos e incluso cuando se fue de nuevo a su mesa sabía que esta noche él se masturbaría pensando en tan solemne visión.

Hasta el final de su jornada se sintió totalmente liberada. Atendía al público con una sonrisa abierta, hablaba con sus compañeros sin complejos y trataba de seducir a sus compañeras. En un momento había pasado de la vergüenza total a ser descubierta a la libertad absoluta de hacer lo que quería sin pensar en las consecuencias, aunque en verdad no era lo que ella quería sino lo que su Amo Alex le había ordenado. Cuando volvió a subirse en el coche para volver a casa sintió que de nuevo la humedad de su coñito había traspasado sus medias y había dejado una pequeña marca en falda roja.

Ya en casa recordó lo que Alex le había ordenado: "No toques a tu marido, deja que te vea, lúcete, pero no permitas que te disfrute. Eres solo mía y solo yo puedo disfrutarte. Que él sepa lo que se está perdiendo." Así que cuando saludó a su marido con un beso en la mejilla no contestó cuando él le preguntó que "¿Dónde iba tan guapa?". Si él fuera tan atrevido como Alex y escuchara las nuevas propuestas sexuales que ella le comentaba no tendría que haber buscado alivio en otro sitio. Lo quería mucho pero quería hacer cosas nuevas y él siempre se negaba. Sufriendo subió deprisa a la planta de arriba y cogió todo lo necesario para ducharse así como alguna cosa más. Su Amo le había dado permiso solo para aliviarse cuando todo terminara, así que volvió a ducharse con agua caliente para eliminar los fluidos de su coñito y disfrutó relajándose.

El agua recorría todo su cuerpo y con la esponja se enjabonó aprovechando para rozar con la espuma sus senos y conseguir que sus pezones se endurecieran. Cuando limpió su vello púbico sintió como crecía el calor interno de su cuerpo y como su vulva le pedía a gritos ser tocada. Apoyándose en la pared dejó que el agua de la ducha cayera libre mientras ella se dedicaba a jugar con sus pezones. Con ambas manos masajeó sus senos, pellizcó y estiró sus pezones, arañó sus brazos y recorrió su cuello buscando el punto máximo de excitación. Entonces bajó despacio una mano y delicadamente se entretuvo jugando con su pubis para luego buscar desesperadamente su clítoris entre los labios de su vagina. En cuanto lo pulsó supo que no tardaría en correrse. Llevaba todo el día excitada, caliente como una perra en celo, y todo por culpa de su nuevo Amo. Volvió a agradecérselo y pensando en como sería físicamente aquel desconocido se lanzó a la lujuria de frotar con las yemas de sus dedos su pequeño botón clitoriano. Pronto los gemidos y las exhalaciones acudieron a su garganta y sintió como un tremendo orgasmo nacía en las plantas de sus pies y recorría toda su espalda justo antes de explotar con un pequeño grito entrecortado y correrse como una loca.

Jadeando, suspirando, no dejó que su cuerpo se recompusiera. Su coño le pedía más, ella misma quería más, necesitaba ser penetrada, sentirse plena. Buscó desesperada debajo de su albornoz su rosado vibrador y lo puso en marcha deseando que el ruido del agua ocultara a su pareja que se estaba masturbando a escondidas suyas, que lo hacía pensando en su Amo y que lo necesitaba en ese preciso instante más que a él.

Con cuidado lo puso en funcionamiento y lo introdujo muy despacio en su vagina. Ni frotamientos previos ni juego alguno. Quería ser follada allí y en ese preciso instante. Ya no se cortó a la hora de jadear cada vez que el vibrador entraba y salía de su coñito. El ritmo era rápido y no paró al llegar un nuevo orgasmo sino que continuó perforando su interior hasta que se corrió por tercera vez. Entonces pudo descansar.

Ya más aliviada se vistió con el albornoz y volvió a su cuarto. Tal y com le había prometido a su Amo le escribió un mail con todo los detalles de cómo había cumplido sus ordenes. Pensar en él hizo que su almejita se volviera humedecer excitada, sobre todo cuando recordó lo que había hecho por la mañana. Cuando terminó su escrito apagó el ordenador y fue en busca de su marido.

¿Qué tal ha sido tu día hoy? – le preguntó él distraido.

Nada especial, como cualquier otro día. – contestó Susana de forma maliciosa.