El renacer de los deluyrei (08)

Alicia, Laura y Esther le piden un hijo a Óscar, y él no puede negarles ese capricho. Disfrutarán de nuevos juegos, tras lo que interrogarán a los detectives que andan tras ellos. ( Siento haber tardado tanto en publicar esta parte, espero que os guste ).

Para la completa comprensión de la presente entrega, es imprescindible leer las anteriores

Como Arturo no cogía el teléfono, se terminó poniendo en marcha su contestador automático. Alicia le dejó un mensaje, rogándole que le llamase cuando llegara ( mientras habló, su marido se entretuvo tamborileando con los dedos en el reposabrazos del sillón, y ella pensó, erróneamente, que lo hacía debido a su nerviosismo ).

  • Vuelve a llamar dentro de un par de minutos, estaba acabando de ducharse - le dijo Óscar no bien colgó.

  • ¿ Cómo lo sabes ?

  • Oyó el mensaje que grabaste desde el cuarto de baño - le explicó él - No lo entendió, el ruido de la ducha se lo impidió, pero fue más que suficiente para que mi percepción exhibicionista recabase información de él.

  • Claro, por eso te pusiste a hacer ruido - comprendió Alicia.

  • ¿ Quieres que te ayude a potenciarla haciendo alguna cochinadilla contigo, papá ? - se ofreció Laura, poniendo cara de niña buena mientras se acariciaba, con absoluto descaro, la entrepierna.

  • Si insistes... - rió él.

Laura pasó revista a los numerosos juguetes sexuales que había en el salón ( se habían aprovisionado a conciencia antes de comenzar la orgía, y cuando su padre se emparejó con las hermanas y sobrinas de Ciríe decidió traer unos cuantos más, de modo que había donde elegir ).

Seleccionó un consolador doble ( era el que usó para penetrar por vez primera a Óscar, de lo que aún no hacía ni un día ), y, sosteniendo la mirada de sus padres, a los que sonrió, introdujo en su vagina uno de sus extremos, muy despacio. Cuando lo tenía bien dentro, se lo sujetó a la entrepierna por medio de los correajes que tenía, sensualmente, y entonces comenzó a acariciarse el falo que ahora surgía de su entrepierna, haciendo como si fuese suyo.

Así ataviada , empezó a pasearse por el salón, caminando de puntillas y contoneándose con gracia ( recibió más de una palmada en el trasero, correspondiendo aquellas muestras de deseo, que en más de una ocasión le hicieron gemir de excitación, con pícaros besos lanzados al aire ). A menudo se hurgaba el ojal, lamiéndose a continuación los dedos, y en no pocas ocasiones se amasó los pechos, chupándoselos sin dejar de desfilar ante todos los presentes. En su incitante deambular, se hizo con dos consoladores individuales, bastante grandes, que iban a baterías.

Tras comprobar, satisfecha, que éstas aún estaban cargadas ( en realidad no era de extrañar, pues aquellos trastos, al no poder competir en ningún aspecto con las pollas de las deluyrei, apenas habían sido usados ), se acercó a sus padres. Estaban sentados en el mismo sillón, Alicia en el centro y Óscar a su derecha ( era de tres plazas ). Laura empujó a su madre a fin de poner a Óscar en el centro, al que dijo, lamiendo lascivamente uno de los vibradores:

  • Tengo un regalito para ti, papá. Si quieres que te lo dé, alza las piernas y apoya las rodillas contra tu pecho, pero déjalas bien separadas.

Él así lo hizo, y Laura se puso de rodillas ante él, dejando provisionalmente uno de los consoladores en el suelo para tener una mano libre. La iba a necesitar, pues los imponentes genitales de su padre le impedían acceder cómodamente a su ano, que lamió brevemente antes de insertarle el otro consolador ( se lo hincó con lentitud, disfrutando de la sensación ).

Su padre bajó las piernas cuando encajó por completo el vibrador, volviendo a posar los pies en el suelo. Laura, que por el momento no accionó el aparato, cubrió de besos los genitales de Óscar, deleitándose con su intenso y fragante aroma a macho. A menudo se alzaba, siempre de rodillas, apartando gentilmente su poderoso miembro para acceder con comodidad a la vagina umbilical, que aún no había desvanecido ( seguía llena del abundante esperma que en ella habían derramado las sobrinas de Ciríe, y también fue objeto de algunas atenciones por su parte ). Habría querido continuar un poco más, pero su voraz trasero estaba empezando a impacientarse, de modo que recogió el otro vibrador, haciéndose con el mando del que acababa de alojar en el recto de su padre, y se dio la vuelta, expectante.

  • Ah, no, de eso nada - le regañó Óscar al averiguar sus intenciones, dándole un cariñoso cachete en el muslo más cercano - No voy a guiar mi polla a tu culo: quiero ver cómo te empalas tú misma, y sin usar en ningún momento las manos.

  • Mira qué eres travieso, papi - le regañó con afecto ella, iniciando una sensual maniobra de aproximación.

Tuvo que hacer varios intentos, pues el rotundo miembro de su padre, que no hizo nada por ayudarle, se le resbalaba ( ambos disfrutaron mucho con aquel reiterado, e íntimo, frotamiento ). Cuando finalmente logró ponerlo en contacto directo con su ano, empezó a ejercer presión, empalándose paulatinamente ( le habría encantado clavárselo de un tirón, pero no quería correr el riesgo de que se le saliese ). Laura ronroneaba satisfecha conforme sus entrañas iban recibiendo el babeante mástil de Óscar, meneando las caderas para placer mutuo.

  • Hasta los huevos, machote - anunció ella no bien terminó de engullir, vía rectal, su virilidad.

  • Ya lo he notado - rió él - ¿ Estás a gusto ?

  • Puedes jurarlo. Joder, papá, tu pirulo me vuelve loca...

  • ¿ Cuál de todos ellos ? - le preguntó él, cogiendo a Laura de las caderas y alzándole para dejarle caer... travesura que repitió varias veces, para alborozo de su hija.

Era el turno de Alicia. La humana se incorporó, poniendo su sexo ante el rostro de su hija. Tras lamérselo a conciencia, Laura apresó dulcemente el clítoris de su madre con los labios y se lo succionó, siendo entonces cuando comenzó a enchufarle consolador.

Una vez lo tuvo bien dentro, Alicia se dio la vuelta, procurando no dar ningún tirón accidental al cable ( Laura también se había quedado con el mando de aquel ). Alicia asió el falo de látex que se alzaba del pubis de su hija y se agachó despacio, moviendo sensualmente las caderas como poco antes hiciera ella. Aún no había rozado su ano con la punta cuando se quedó quieta, como indecisa, y Laura le preguntó:

  • ¿ Pasa algo, mamá ?

  • Sí, hija - repuso ella, alzándose de nuevo y estampándole el culo en la cara, juguetona - Quiero que me lo beses también, así que dame lengua, guarra.

  • Eso está hecho - le dijo Laura, separando las nalgas a su madre y lamiendo su delicioso ojal.

  • Tú también, Óscar - le ordenó cariñosamente Alicia, y Óscar alargó momentáneamente la lengua, que se unió a la de su hija dentro del recto de su esposa, donde las removieron hasta que Alicia comenzó a suspirar de excitación.

  • Basta de juegos, mamá, quiero darte por el culo ya mismo - le apremió Laura, dándole un fraternal mordisco en cada una de sus nalgas.

  • Está bien, pero me apetece que sea Óscar quien me meta hasta el fondo tu oronda porra de goma.

  • Cómo no, mama. Anda, papá, date el gusto de clavar la polla de tu hija en el culito de tu esposa...

  • Agáchate, cielo, que tu marido te va a poner un supositorio muy especial - le dijo Óscar, cogiendo con una mano el consolador y agarrando a su mujer del trasero, en cuyo ano insertó el dedo corazón.

  • Algo me dice que ese supositorio no es de glicerina - rió ella, descargando la mayor parte de su peso en la mano de Óscar, consciente de que no le supondría ningún esfuerzo sostenerle.

  • Si te he metido un dedo es únicamente para tener bien localizada tu entrada posterior - se justificó él, bajando lentamente la mano y, con ella, a su esposa.

  • Buen calibre, sí señor - dijo ella cuando recibió aquel falo artificial del que tantas veces había gozado, momento en el que Óscar extrajo su dedo - Mi médico me ha recomendado que me ponga como mínimo tres docenas de supositorios como éste al día, preferiblemente de los que son de carne y están rellenos de leche.

  • No es bueno abusar de los medicamentos - bromeó él, acercándole el dedo a la boca y diciéndole - Eres una guarra, me has manchado con los apetitosos jugos de tu ojal, así que ya me estás limpiando.

  • Mm, qué cosa más rica - dijo Alicia tras chupárselo, rebullendo satisfecha sobre su hija - Tus peras son un portento, que el ano se te lubrique por sí mismo es un auténtico lujo: para nosotras, se acabó el usar gel.

  • Y lo de correrse también por detrás no tiene precio - añadió Laura, encendiendo los vibradores aunque poniéndolos por el momento al mínimo - Es como tener otro coño.

  • ¿ Te das cuenta de que te has hecho emparedar una vez más por tus padres, hija ? - le dijo Óscar - ¿ No te da vergüenza repetirte tanto ?

  • ¿ Vergüenza ? Lo que me da es gusto, y bien que lo sabes. Mm, es una delicia sentirte dentro de mí ...

  • Ordéñamela, hija, haz fuerza como si fueses a plantar un pastel.

  • Como desees, pero tú también deberías poner algo de tu parte.

  • ¿ Te refieres a esto ? - le preguntó él, comenzando a amasar sus pechos mientras meneaba el miembro.

  • No está nada mal - gimió ella - Como recompensa, no sólo te estrujaré la polla con el recto, también subiré un poco la velocidad de tu consolador...

  • ¿ Qué hay del mío ? - se quejó Alicia.

  • Cabálgame y ya hablaremos...

  • ¿ Te parece bien así ? - le dijo ella, comenzando a botar sobre su hija. Como el consolador que tenía clavado en el culo estaba unido al que Laura llevaba en el coño, aquellos efusivos meneos se transmitieron al receptivo sexo de ésta, que le dijo, gimiendo de gusto:

  • Sí, mamá, así está muy bien.

  • ¿ Me he merecido mi premio ?

  • Desde luego, mamá - le dijo Laura, aumentando un poco la velocidad del vibrador de su madre - Eres una chica buena y le estás haciendo gozar a tu hija, así que te daré algo más de caña en la rajita.

  • ¿ Qué te parece si de paso le sobas los pechos ? - le propuso Óscar.

  • No creas que no me apetece, pero preferiría no soltar los mandos de vuestros vibradores.

  • Tranquila, no te los vamos a quitar - le prometió Alicia.

  • Más os vale, u os tendré que castigar - bromeó ella, dejando los mandos en el sillón, cada uno a un lado, y comenzando a magrear los pechos de su madre, que volvió a marcar. En esta ocasión Arturo tenía que estar al lado del teléfono, pues lo cogió de inmediato.

  • Hola, Alicia. Acababa de oír tu mensaje, estaba a punto de llamarte. ¿ Cómo te va ?

  • Nunca me fue mejor, cielo. ¿ Y a ti ?

  • No me vengas con guasas - le regañó Arturo - Me tienes muy preocupado, Alicia. Llevo sin saber nada de ti más de un mes, y la última vez que nos vimos saltaba a la vista que habías llorado. Y a Laura tampoco se le veía muy buena cara.

  • Teníamos serios problemas personales.

  • ¿ Por qué no me lo dijiste ? Se supone que somos amigos...

  • No quería preocuparte, y además no había nada que tú pudieses hacer.

  • Eso tú no lo puedes saber.

  • Créeme, lo sé. Pronto me darás la razón, pues por fin voy a compartir conmigo todos mis secretos.

  • ¿ A qué viene esa decisión, tras todo este tiempo ?

  • Lo comprenderás en su momento. Hablaremos de ello la próxima vez que nos veamos cara a cara.

  • Como quieras. Cambiando de tema, ¿ qué ha pasado entre tú y tu marido ? He oído que estáis tramitando el divorcio...

  • Y así era, pero ya está todo solucionado.

  • ¿ Qué ocurrió ?

  • Organicé una fiesta e invité a su familia y a sus amigos más íntimos, haciéndoles creer que abusaba de nuestra hija y también de dos de sus sobrinas políticas, las gemelas - le resumió Alicia, tras pensárselo un poco.

  • ¡ No te burles de mí ! - le regañó él - ¿ Por qué querrías hacerle tamaña cabronada ?

  • Ni por un instante pienses que fue idea mía: me obligaron a hacerlo.

  • ¿ Quiénes ?

  • Las mismas indeseables que le pusieron al tanto, hace unos días, de mis aficiones.

  • ¿ Me estás diciendo que se ha enterado de lo que haces a sus espaldas ?

  • Sí, y ayer mismo vino a exigirme explicaciones.

  • ¿ Y... ?

  • Le puse al corriente de mis actividadesextramatrimoniales , ya estaba hasta el mismísimo coño de mentirle.

  • ¿ Cómo se lo ha tomado ?

  • No te lo vas a creer. Le ha encantado que sea así de guarra. Voy a compartir a todas mis sumisas con él, y también a mis sumisos.

  • Vamos, Alicia, déjate de chorradas. Por lo que me has dicho de él, para tu marido sólo existe una mujer, y esa eres tú: si se entera de que no le eres fiel, no te lo perdonará jamás. Sé muy bien de qué me hablo, recuerda lo que me pasó con Rosa...

  • Ya sé que parece increíble, pero te aseguro que te digo la verdad. Te he ocultado muchas cosas, Arturo, más de las que quisiera, pero, ¿ recuerdas que te haya mentido alguna vez ?

  • Lo cierto es que no. Oye, ¿ te pasa algo ? Tu respiración está bastante acelerada.

  • No es de extrañar, Laura me está perforando el culo con un estupendo consolador, y en el coño tengo otro.

  • Ten cuidado, Alicia: quizá tu marido haya aceptado que te diviertas a tu manera, pero eso no tiene por qué significar que también esté dispuesto a aceptar que te lo montes con vuestra hija.

  • Descuida, eso también se lo he contado. No sólo lo ha aceptado, dándonos su bendición, si no que se nos ha unido. Ayer mismo se tiró a nuestra hija, delante mía, haciéndonos a ambas muy felices.

  • ¡ Joder con tu marido ! No te ofendas, pero parece que no le conocías tanto como creías...

  • Le conocía muy bien, Arturo, pero recientemente le ha pasado algo que ha cambiado radicalmente su actitud hacia el sexo. No te puedes ni imaginar lo abierto que se ha vuelto.

  • Y lo abierto que tiene ahora el culo - añadió Laura, jocosa, alzando la voz para que Arturo le pudiese oír sin problemas - Encaja mucho mejor que nosotras, hace un rato vimos un vídeo donde se lo hacía con un caballo.

  • ¿ Se puede saber qué cojones habéis desayunado hoy ? ¿ LSD ?

  • Qué va, sabes muy bien que no consumimos drogas - le dijo Alicia, entre risas - Por si realmente te interesa, desayunamos un buen vaso de leche, unas tostadas con mantequilla y mermelada, un zumo... oh, y mogollón de esperma, pues mi hija y yo hemos participado en una estupenda orgía antes de que Óscar se levantase. No veas qué pajote se hizo viendo cómo se me trincaban mis tres sementales, y no te puedes ni imaginar con qué gusto nos lamió la entrepierna a las dos, dejándonosla bien limpia...

  • Dime la verdad, ¿ te pegó ? - se preocupó él, añadiendo, no sin cierta ironía - ¿ Quizá en la cabeza ? ¿ Eres capaz de andar en línea recta con los ojos cerrados ?

  • Menos guasas. Estamos bien, te lo aseguro.

  • Yo, en concreto, estoy más que bien - dijo Laura, suspirando antes de añadir, dirigiéndose a Óscar aunque asegurándose de que Arturo le oyese - Mm, papá, cómo me gusta que me des por el culo...

  • ¿ Está con vosotros ahora ? - se alarmó él.

  • Pues sí - le dijo Alicia - ¿ Quieres que te le pasemos ?

  • Sí, pásamelo - le dijo Arturo, pensando que estaban bromeando.

  • Hola, Arturo - le dijo Óscar, afable ( asumió su voz original ).

  • ¿ Óscar ? - le preguntó él, tras recoger el teléfono ( de la sorpresa, se le había caído ) - ¿ Realmente eres tú, el marido de Alicia ?

  • Sí.

  • ¿ Te ha contado lo nuestro ?

  • Por supuesto.

  • Debes odiarme...

  • En absoluto.

  • Pues no lo entiendo.

  • Como ya te ha dicho Alicia, me he vuelto muy abierto. No temas, no has herido mi orgullo. Además, recuerda que eres tan sólo uno de muchos: si me lo hubiese tomado a mal, me temo que a estas horas las funerarias de la zona ya estarían saturadas - estaba bromeando, claro, pues jamás se le habría pasado por la cabeza asesinar a aquellos con los que su mujer le había sido infiel, ni siquiera aunque se hubiese sentido traicionado ( y no era el caso ).

  • ¿ Seguro que no te ha molestado ?

  • Ya te he dicho que no. Oye, ¿ qué tal si te pasas por aquí el domingo y hablamos ? - estuvo a punto de decirle que ya había invitado a Teresa y a su hijo, pero prefirió callárselo a fin de darle una sorpresa.

  • ¿ No te sentirás un poco violento ?

  • Qué va. ¿ Te parece bien venir a mediodía ?

  • Anda, Arturo, di que sí... - le rogó Laura, mimosa.

  • Está bien, iré - les dijo él.

Óscar supo que Arturo no las tenía todas consigo, pues temía que en el fondo no se hubiese tomado las cosas tan bien e intentase vengarse de él. Sin embargo, hasta que no tuviese ocasión de tantearle no podría dormir tranquilo, y eso le decidió.

  • Perfecto.

  • Vente bien descansado, nene, por lo que pueda surgir - le sugirió Alicia.

  • No pretenderás hacer nada raro con tu marido delante...

  • ¿ Qué tiene de raro montar una buena orgía ? - le dijo Óscar - Tranquilo, compartiré a mi esposa y a mi hija contigo, así que no es imprescindible que te traigas pareja ( aunque se agradecería ).

  • Tengo unas ganas locas de que me hagáis entre los dos un buen emparedado - dejó caer Laura.

  • Yo misma guiaré sus trancas a tus agujeritos, hija, aunque no sin antes saborearlas un poco - le prometió Alicia.

  • Esto es demasiado... - gimió Arturo, confuso.

  • ¿ Te importa si te hago una pregunta personal ? - le dijo inesperadamente Óscar.

  • Depende de lo personal que sea - repuso él, titubeante.

  • Supongo que no mucho: ¿ tuviste una tía de nombre María Antonia ?

  • Pues sí - respondió él, extrañado - Tras la muerte de nuestros padres, era toda la familia que nos quedaba, pero pese a ello apenas nos veíamos. Qué raro, no recuerdo haber hablado a Alicia o a Laura de ella...

  • Ya te contaré cómo me he enterado de su existencia. Sé que no es agradable hablar de estas cosas pero, ¿ podrías decirme en qué circunstancias murió ?

  • ¿ Para qué quieres saberlo ?

  • Te lo explicaré el domingo, pero ahora respóndeme, por favor, para mí es muy importante.

  • Era diabética y entró en coma por culpa de una subida de azúcar. No salió de él, murió a lo largo de una visita que le hicieron mis hermanas y mis cuñados, antes de que descubriese qué clase de gentuza eran ( de haberlo sabido entonces, jamás les habría dejado entrar ).

  • ¿ Le hicieron la autopsia ?

  • No, aunque estuve tentado de exigirlo, pues tuve la sensación de que algo no cuadraba. Pero, ¿ a qué viene todo esto, Óscar ?

  • No te lo puedo explicar por teléfono, nos llevaría demasiado rato y además no me creerías, no sin pruebas.

  • ¿ No me puedes adelantar algo ?

  • Me temo que no. En cualquier caso, esa no es la única cosa de la que debería hablar contigo. Verás, Alicia me ha contado cómo emputecieron a tus hermanas esos tres indeseables, valiéndose de ellas para destruir tu matrimonio y tu vida. Pues bien, resulta que Yolanda y yo estudiamos en el mismo colegio, siendo compañeros de curso - aquello Óscar lo acababa de confirmar a través de su percepción exhibicionista.

  • No me digas que fuiste uno de esos cabrones que se le tiró en aquella fiesta que organizó Chema en su casa.

  • No, y no creas que no me habría gustado, pues Yolanda siempre me atrajo bastante. Por si no lo has adivinado ya, yo soy el único al que no invitaron.

  • ¿ Ese por el que Yolanda decía sentir algo, y al que ese bastardo zurraba ?

  • El mismo.

  • No te ofendas, pero me cuesta mucho creerlo. Sería demasiada coincidencia.

  • A mí también me cuesta creerlo, pero es un hecho. Si quieres, el domingo te enseñaré fotos de cuando iba a la escuela: seguro que tu hermana sale en algunas de ellas.

  • No hará falta esperar tanto. Todavía conservo el álbum familiar, y mis padres siempre guardaban en él las fotos que todos los años nos hacían en el colegio junto a nuestros compañeros de curso, costumbre que heredé de ellos. Espera un momento, voy a cogerlo.

Pocas eran las cosas que Arturo había logrado conservar cuando perdió el empleo por culpa de aquella niñata al servicio de Chema, viéndose arrastrado a la indigencia. Aquel álbum era una de ellas, y si no se había visto sometido a las inclemencias del tiempo, cuando se quedó en la calle, fue gracias a un antiguo amigo de sus padres. Hacía mucho tiempo que no le veía, pero accedió gustoso a guardarle algunas de sus más preciadas posesiones en el trastero hasta que encontrase trabajo y piso ( para entonces, aún ignoraba que sus superiores, a fin de vengarse de él por las pérdidas producidas, se habían asegurado de que nadie le contratase ).

Se pasó a recoger sus cosas al poco de que Alicia le pusiese bajo su protección, agradeciéndole al anciano el favor ( le ocultó que había estado viviendo en la calle: no quería que se sintiese mal por no haberse ofrecido a darle cobijo, cosa que no habría podido permitirse pues su situación económica era muy precaria, teniendo lo justo para llegar a fin de mes ).

Arturo no tardó en encontrar la fotografía... en la que, efectivamente, salía Óscar ( lo reconoció casi en el acto, pues había visto algunas fotos de él en casa de Alicia y, alopecia aparte, apenas había cambiado en todos aquellos años. Si no se había percatado antes de su presencia era porque jamás se molestó en examinarla con la suficiente atención ).

  • ¡ Joder, es cierto ! - se asombró Arturo - ¡ Qué pequeño es el mundo ! Oye, ¿ qué te pasó ? No sé ve muy bien, la chica que hay delante tuya te tapa bastante, pero juraría que llevas un brazo en cabestrillo...

  • Oh, eso: alguien me lo luxó tirándome al suelo. ¿ Adivinas quién ?

  • ¿ Tanto se ensañó contigo ?

  • Sí, y ahora lo va a pagar, al igual que sus compinches. Te habría ayudado a vengarte de ellos por ser amigo de mi mujer, pero, como ves, tengo motivos de aún más peso para hacerlo. El domingo lo planificaremos todo, si a ti te parece bien...

  • Claro que me parece bien. Esos malnacidos ya han hecho demasiado daño: sin ir más lejos, la semana pasada me enteré que están pervirtiendo a otra mujer, una joven madre soltera. He reunido bastante información sobre sus actividades; la llevaré.

  • Excelente. Por cierto, hay algo que me tiene muy intrigado: ¿ cómo toleraste que tu hermana se relacionase con ese indeseable ? Saltaba a la vista la clase de bicho que era, sólo había que fijarse en su forma de vestir y de hablar...

  • José María originalmente era un niño bien, consentido y mimado - le explicó Arturo, haciendo una pausa para ordenar sus ideas.

Antes de que Óscar le conociera, Chema vestía únicamente ropa de marca ( sus padres, muy bien situados económicamente, satisfacían todos sus caprichos ), era un empollón, y nunca se metía con nadie. Pero, dado que las chicas no se interesaban por él, decidió hacer algunos cambios. De entrada, dejó de esforzarse en clase, repitiendo, y entonces, aprovechando que sus compañeras serían nuevas, se creó una nueva imagen, poniéndose ropa ajada, sucia y llena de accesorios estrafalarios. Su actitud también cambió, pasando de ser un niño modelo a ser un rebelde. Sólo entonces comenzó a tener éxito, y en algún momento se dio cuenta de que ya no estaba haciendo teatro: para su sorpresa, se había convertido en lo que antaño tanto odió, un macarra... y le gustaba. Pero su familia no podía enterarse, así que, ante ellos, simulaba ser el mismo de antes.

  • Lo tuvo que tener bien difícil, iba hecho un auténtico guarro al colegio.

  • Se cambiaba de ropa en un bar que había al lado de la escuela, antes y después de ir a clase ( por lo visto, su dueño le debía un favor ). Aprovechaba para cambiarse también el peinado.

  • Contigo hizo lo mismo - comprendió Óscar - Ante ti jamás se presentó como el indeseable en el que se había convertido, si no como el niño de papá que era antes de echarse irremediablemente a perder.

  • Eso es. Todo esto me lo contó cuando me tenían atado a la cama, mientras mis hermanas me... - su voz se quebró.

  • Tuvo que ser muy duro para ti.

  • Lo fue. Se comportaron como unas fulanas, y así les trataremos cuando les tengamos en nuestro poder. Vamos a hacerles de todo. Su único cometido será darnos placer, y eso también va por Rosa y la cría esa que me saboteó los ordenadores. Si se les quita la tontería, mejor que mejor: de lo contrario, serán nuestras esclavas de por vida, y bien que disfrutaremos de ellas.

  • Algo me dice que no tienes muchas esperanzas de que sienten la cabeza...

  • La verdad es que no. Llevan muchos años sometidas a esos bastardos, especialmente mis hermanas - en ese momento, sonó el timbre de su casa, y Arturo le dijo - Perdona, pero están llamando a la puerta. ¿ Te importa que te cuelgue ?

  • Claro que no - le dijo Óscar - Nos veremos el domingo.

  • Si algún día sueñas con el número que va a tocar en la lotería, papá, ni se te ocurra dejar de comprarlo - le dijo Laura cuando colgó, sorprendida de los dones premonitorios de su padre ( y buscando animarle un poco ).

  • Lo tendré muy en cuenta, hija - le prometió él.

  • ¿ Qué tal te encuentras ? - se preocupó Alicia.

  • Confirmar que Martínez esclavizó a Yolanda y a sus hermanas no me ha hecho mucha gracia, pero es mejor saberlo a ciencia cierta que quedarse con la duda.

  • Debes estar muy preocupado por ella...

  • En realidad no, pues sé que puedo ayudarle a rehacer su vida, a ella y a las otras. Y ahora, nenas, ¿ qué tal si nos concentramos en lo que estamos haciendo ?

  • Con mucho gusto, papá - le dijo Laura, aumentando la velocidad de los dos consoladores.

  • Espera, hija, que quiero ser yo quien se encargue de todo - le dijo Óscar - Apaga los chismes esos, los menearé por medio de mi don vibratorio.

  • Como quieras, papá.

  • Y tú, Alicia, deja de botar sobre Laura, que de eso también me ocuparé yo...

  • Uf, qué rico - dijo Alicia cuando Óscar comenzó a agitar vibratoriamente todos los juguetes de los que se estaban valiendo ( en beneficio de su hija, también meneó el falo ).

  • Así, papá, así - gimió Laura - Cabrón, que bien lo haces...

  • En realidad aún me queda mucho por aprender, cariño: cuando adquiera la suficiente práctica, estoy seguro de que podré hacer que cualquiera se corra valiéndome tan sólo de mi poder vibratorio.

  • No hables tanto, esposo, y concéntrate en satisfacer a tus hembras - le regañó Alicia.

  • ¿ Te parece bien así ? - le preguntó él, aumentando exageradamente la amplitud de las vibraciones y aumentando de paso la frecuencia.

  • ¡ Joder, papá ! - exclamó Laura - ¡ Qué gozada, parece que hayas puesto la quinta marcha !

  • ¡ Capullo, nos vas a destrozar con tanto meneo ! - chilló Alicia, entre jadeos.

  • ¿ Aminoro un poco, chicas ?

  • ¡ Ni se te ocurra, estamos a punto de corrernos ! - berreó Laura.

  • ¡ Pues hacedlo de una puta vez ! - exclamó él, pellizcándoles alternativamente los pezones - ¡ Vuestro macho os lo ordena !

  • ¡ Lléname el culo de leche y ya hablaremos ! - se hizo la dura Laura - ¡ Vamos, semental ! ¡ La quiero ahora mismo toda dentro !

  • ¡ Toma leche, hija ! - exclamó él, alcanzando simultáneamente el clímax rectal y el fálico: su copiosa eyaculación, como era de esperar, desencadenó el doble orgasmo de su hija.

  • ¡ Sí, sí ! - exclamó gozosa Laura, agitándose ansiosa ( aquellos botes desesperados le confirmaron a Alicia que su hija se estaba corriendo, bastando aquello para que ella también se corriese ) - ¡ Qué rico, papá, puedo sentir cómo me llenas las entrañas con tus mocos !

  • ¡ Eso es, cabrón, inúndale ! - le animó Alicia, entre jadeos - ¡ Anega el culo de tu hija para que la puerca de tu mujer pueda beber de él !

No le costó demasiado simultanear los seis orgasmos ( no habían comenzado exactamente a la vez, pero coexistieron a lo largo de la mayor parte de su duración, que no fue precisamente escasa ). Cuando sus chicas se recuperaron, se levantaron de él, decidiendo prescindir de aquellos juguetes. Alicia fue la primera en hacerlo, dejando el consolador que había tenido en la vagina sobre el sofá, y diciéndole a Laura:

  • Dame tu culo, cielo, que quiero comprobar si tu papá se ha esmerado aliñándolo para mí.

  • Aquí lo tienes, mamá - le anunció Laura, dándose la vuelta y alzando levemente el trasero, que ahora apuntaba a su madre. Mientras ésta se lo amasaba, por el momento sin introducirle ningún dedo en el ano, Laura se quitó el arnés, comenzando a lamer su doble falo mientras sostenía, sonriente, la mirada de Óscar.

  • ¿ No me vas a ofrecer ? - le preguntó él.

  • Claro que sí, papá: ¿ qué extremo prefieres ?

  • Los dos se ven muy apetitosos, pero creo que me decantaré por el que tenías en el coño - le dijo Óscar, extrayéndose su respectivo consolador ( también lo dejó en el sofá ), y abriendo la boca.

Laura se lo dio a probar, engullendo como buenamente pudo el extremo que estaba sazonado con los efluvios rectales de Alicia ( no le quedó más remedio que inclinarse hacia delante, con lo cual su trasero quedó aún más expuesto a las gratas caricias de su madre, algo de lo que naturalmente no se quejaría ), y ambos los saborearon a dúo.

Entretanto, Alicia había introducido dos dedos en el culo de su hija, comprobando, para su satisfacción, que estaba bien jugoso. Tras catar, a través de ellos, el viril néctar de su marido, apartó el cabello de Laura y empezó a lamerle el cuello, bajando lentamente por su espalda sin despegar la lengua de su piel ni un instante. No tardó en sentarse entre las piernas de su hija, que ella abrió aún más, lamiendo sus nalgas en círculos cada vez más cerrados.

Con una de sus manos acariciaba el sexo de Laura, y con la otra el suyo propio. La joven se estremeció cuando por fin sintió la lengua de su madre en el ano, recorriéndoselo con dulzura: supuso que no tardaría en penetrarle con ella, revolviéndola enérgica y placenteramente en su recto. Para su sorpresa, tan anhelada intrusión no tuvo lugar, pues Alicia por el momento parecía conformarse con lamer su ojal por fuera.

  • ¿ Por qué no te dejas de tonterías y me lo comes como está mandado, mamá ? - terminó quejándose Laura.

  • Porque aún no me apetece, hija. Quiero que el esperma de tu padre coja sabor a ti: sólo entonces me lo beberé de tu culito.

  • Estoy tentada de pedirle a papá que te ponga una buena tranca en la entrepierna con uno de sus pepinos mágicos - le dijo Laura - Me daría un morbo increíble que te bebieras tu propio esperma, mezclado con el de papá, de mi agujerito de hacer caca.

  • A mí también me gustaría que te pusiera pene - le dijo Alicia, de momento sin incorporarse - Te cabalgaría hasta que se te cayese a pedazos, puerca.

  • ¿ A mí no me harías nada con ellos ? - indagó él.

  • Claro que sí, te taladraríamos sin descanso - le aseguró Alicia, metiéndole tres dedos en el ojete.

  • ¿ Sólo por ahí ? - simuló desilusionarse él.

  • Por aquí también - le dijo su esposa, abriéndole la boca con la otra mano ( para lo cual se puso en pie ), y dándole a probar sus secreciones anales.

  • ¿ Eso sería todo ? - insistió Óscar, chupando con deleite los dedos con los que Alicia acababa de hurgarle el culo.

  • También podríamos metértela por aquí - le dijo Laura, insertando un dedo en el meato de su padre.

  • Y por aquí - le dijo Alicia, metiéndole un dedo en cada narina.

  • ¿ Y por aquí no ? - les preguntó él, señalándose la vagina umbilical.

  • Tendríamos que pensárnoslo - bromeó Laura, simulando no interesarse en exceso por el orificio en cuestión, cuyos labios acarició con fingida apatía.

  • Se ve tan pequeñita, que no sé si podríamos sacar algún partido de ella - le siguió la corriente su madre.

  • Menos guasas, zorras - les regañó él, separando la piernas

  • Sé de buena tinta que queréis jugar con ella, así que ya os estáis poniendo de rodillas. Antes os comí el coño y el culo, bebiéndome el semen que en ellos guardabais: es hora de que me correspondáis.

  • Con mucho gusto, papá - le dijo Laura una vez se postró, junto a su madre, entre las piernas de Óscar.

  • ¿ Te sacamos también la leche que tienes aquí dentro ? - le preguntó Alicia, acariciándole los genitales.

  • No, golosa, quiero que os centréis en mi rajita - le dijo él.

  • En ese caso, este trasto estorba, así que quítatelo de ahí

  • le dijo Laura, dándole un sonoro manotazo en la verga.

  • Apártalo tú, si puedes - le retó Óscar.

  • Vaya, así que quieres echarme un pulso - rió ella, asiendo la verga de su padre con ambas manos a fin de inclinarla una vez más.

  • Permite que te ayude, hija - se ofreció Alicia al ver que Laura no podía.

  • Oye, papá, déjate de cachondeo y baja el mástil ya - le regañó Laura al poco, entre risas.

  • Me cago en la leche, esto no hay quien lo mueva, seguro que el muy bestia puede descarrilar un tren con ella - se quejó divertida Alicia, dejándolo por imposible.

  • Como no bajes ahora mismo la polla, papá, la próxima vez que haya que colgar un cuadro clavaremos con ella la escarpia - le amenazó Laura, simulando que se había enojado, y haciendo un último intento.

  • ¡ Cielos, no ! - exclamó él, inclinando el falo de inmediato - ¡ Podrías hundir la pared !

  • Parece que se te haya vuelto de goma - Apreció Alicia, manoseando el viril miembro de su marido. Sus imponentes dimensiones no se habían visto alteradas, pero ahora colgaba de su entrepierna, flexible y morcillón.

  • Se me ha ocurrido una idea, chicas - les dijo él, alzando las piernas de nuevo - ¿ Qué os parece si me hago el amor a mí mismo mientras vosotras me coméis la rajita ?

  • Qué vicioso eres, papá - le dijo Laura, aduladora.

  • Gracias, hija.

  • ¿ Quieres que seamos nosotras quienes te la enchufemos, cariño ? - le preguntó Alicia.

  • Eso es.

  • Pues ya estás poniéndotela más gorda - le ordenó Laura.

  • Y más larga - añadió Alicia.

  • ¿ Qué tal así ? - les preguntó él, tras hacérsela algo más grande que la de aquel caballo con el que jugó días atrás.

  • Guau, menudo monstruo - dijo Laura, comenzando a insertársela con la ayuda de su madre.

  • Listo - anunció al poco Alicia - Y ahora, Óscar, ínflate los cojones.

  • Vaya, así que queréis sentirlos contra vuestros pechos... - captó de sus mentes él.

  • Exacto.

Óscar expandió sus genitales hasta que alcanzaron el tamaño de su cabeza y los dejó colgando. Dado que Alicia se había arrodillado a su izquierda, sus pechos quedaron contra el genital izquierdo, quedando los de Laura contra el derecho.

  • Alicia, alza tu brazo izquierdo y abraza con él a Laura - le sugirió Óscar.

  • ¿ Quieres que yo también le abrace a mamá ? - le preguntó Laura.

  • Sí, hija.

Laura alzó su brazo derecho y rodeó con él la espalda de Alicia, lo que les permitió acercarse un poco más. Óscar les tendió las manos y ellas se las cogieron con la mano libre, entrelazándolas.

  • Si tenemos las dos manos ocupadas, ¿ quién se encargará de hacernos cositas en los bajos ? - cayó en la cuenta Alicia.

  • Si yo os pidiese que os concentraseis un ratito en satisfacerme, sin recibir nada a cambio, ¿ no lo haríais, nenas ? - les preguntó él, acariciándoles las mejillas opuestas sin soltar sus manos.

  • Qué coño, papá, claro que sí...

  • Pues daros un beso, chicas, y comenzad - le ordenó él, girando dulcemente sus rostros.

Tras darse un prolongado beso, enredando lascivamente sus lenguas mientras sostenían la mirada de Óscar, se agacharon a fin de lamerle su sexo umbilical. También refregaron los pechos contra sus genitales, que él hizo vibrar, discreta pero deliciosamente. Al poco, Óscar les agarró del pelo, haciendo como que les obligaba a devorarle aquel coño con más ganas, y ellas, divertidas, lo hicieron.

  • ¿ Te gusta, esposo ? - le preguntó Alicia, sin parar de chuparle - ¿ Te gusta cómo tus hembras se esmeran en hacerte gozar ?

  • Ya lo creo. De hecho, estáis siendo tan complacientes que os voy a hacer un regalo...

  • ¿ De qué se trata, papá ?

  • Adivínalo - le dijo él, haciéndose surgir unas cuantas ramas de cada una de sus pantorrillas, con las que empezó a estimular la entrepierna de ambas. Pronto, cuatro robustos brotes, mucho más gruesos que los zarcillos de los que habían brotado, se adentraban en cada uno de los orificios de sus chicas.

  • Mm, me encantan, están llenas de rugosidades, pero pese a ello son tiernas y resbaladizas... - dijo Alicia.

  • Qué cosa más rica - gimió Laura - Uf, y qué calentitas están, parecen de carne.

  • No tienen ni punto de comparación con los pepinos que cogías del frigorífico, ¿ verdad ? - rió Óscar.

  • Ni siquiera pueden compararse a las berenjenas.

  • ¿ También te has metido berenjenas ?

  • Sólo cuando me apetecía algo realmente contundente, pues por lo común me conformaba con pepinos, nabos o zanahorias. Pimientos también me he metido, y en una ocasión me metí varias patatas, a modo de bolas chinas.

  • Menos mal que tu madre te proporcionó juguetes, o habrías terminado sufriendo algún percance, y no estoy hablando de cuando cogiste hongos. No quiero ni pensar qué habría pasado si alguna de esas verduras hubiese sido regada con aguas residuales y tuviese huevos de algún tipo de parásito. Actualmente no es nada frecuente, o eso dicen, pero yo no me fío del todo...

  • Lo dije ayer y me reitero hoy: debería haberle proporcionado a nuestra hija consoladores mucho antes - se recriminó Alicia.

  • Si te demoras un poco más, se nos hace vegetariana.

  • ¿ Y prescindir de un buen salchichón ? - bromeó Laura - ¡ Eso nunca ! ¡ Hay que comer de todo !

  • ¡ Pues toma espárragos, nena, que seguro que aún no los habías catado por ahí abajo ! - exclamó él, dilatando los tallos con los que les estaba penetrando y moviéndolos con más energía.

  • Uf, qué espárragos más majos - gimió Alicia.

  • Éstos, en vez de trigueros, son pajeros - bromeó Laura.

  • Me pregunto si te habrás metido tomates, cebollas, ajos, cominos, aceite, vinagre y sal...

  • ¿ Se puede saber para qué ?

  • Como pan también te has metido, me lo dijiste ayer, sólo haría falta añadir pepinos y pimientos, enchufarte la batidora en el coño y... ¡ marchando un rico gazpacho !

- Gazpachocho , más bien - matizó Alicia, entre risas.

  • De momento, y para abrir boca, imagino que te conformarás con un poco de natamontada hecha en mi culito por papá - le dijo Laura, dándole un afectuoso achuchón a su madre con la cadera.

  • Mm, no veo la hora de catarla. Espero que no te gotee, sería una lástima desperdiciarla.

  • No te preocupes, me estoy asegurando de ello - le tranquilizó Óscar - Y ahora, chicas, basta de charla y al turrón...

  • Querrás decir al mejillón, concretamente al tuyo - le corrigió Alicia, riendo todos su gracia.

Óscar fue reduciendo la profundidad de su vagina umbilical conforme ésta iba vaciándose ( aunque por el momento respetó, en la medida de lo posible, el tamaño de sus labios ), expulsando sin cesar esperma con el que deleitar a sus chicas. Habría sido una descortesía por su parte no catar las íntimas secreciones de las sobrinas de Ciríe, y en cualquier caso le apetecía mucho hacerlo, así que él también terminó lamiendo su transmutado ombligo, para lo cual no tuvo más que alargar la lengua ( huelga decir que aprovechó para restregarla a conciencia contra la de su mujer y la de su hija ). A menudo la replegaba momentáneamente, deglutiendo con deleite el semen que había logrado recoger con ella, pero la mayor parte del tiempo la mantuvo allá abajo.

Manejar sus traviesos y frondosos brotes le resultaba cada vez más sencillo, y pronto descubrió, sorprendido, que no tenía necesidad alguna de hacerlo, al menos conscientemente: así como los espinos de las neharai podían torturar a alguien por sí mismos, sus enredaderas eran capaces de estimular y complacer, por su cuenta, a quienquiera que se encontrase bajo su atento abrazo ( no sólo se atenían a las vagas directrices que se les diese, si no también a las sensaciones que en sus víctimas producían, encontrando, de ser necesario, nuevas maneras de excitarles ). Como pronto quedó demostrado, eran increíblemente hábiles... y eficaces ( supuestamente, también tenían que ser capaces de martirizar a alguien, y Óscar se preguntó, no sin cierta aprensión, si el dolor que le produjesen también lo sentiría él ).

Le gustó mucho sentir el doble orgasmo de ambas a través de aquel polimórfico, y polifacético, órgano sexual. Fueron mucho más intensos que los que provocó a las sobrinas de Ciríe en la nariz, pues las fosas nasales de los deluyrei no son especialmente eficaces como órgano sexual. También fue muy de su agrado trabajarse a sí mismo la rajita con la ayuda de sus chicas, sintiendo sus vivaces lenguas contra la suya.

  • Listo, no hemos dejado ni una gota - le dijo Laura, relamiéndose mientras Óscar desvanecía por completo su vagina umbilical ( también suprimió sus enredaderas ).

  • No os voy a preguntar si os ha gustado lo que os he hecho en los bajos, zorras, pues he disfrutado de ello tanto como vosotras. La capacidad orgásmico inductiva de mis ramas no tiene desperdicio.

  • ¿ Qué os parece si nos unimos al mogollón ? - les propuso Alicia, ya en pie, señalando a los demás.

  • ¿ No quieres antes tomarte unas ricas natillas hechas con leche de macho, mamá ? - se hizo la dolida Laura, levantándose también y acariciándose distraídamente el trasero.

  • Las prefiero con una pizca de canela - bromeó Alicia.

  • ¿ Quieres que vaya a por ella ? - se ofreció Laura.

  • De momento no, dejemos que reposen un poco más.

  • ¿ Las mías también las aderezaréis ? - les preguntó Óscar, alzándose del sillón y dándoles la espalda.

  • No, las tuyas nos las papearemos al natural - le aseguró Alicia amasando junto a su hija las nalgas de Óscar.

  • Con los huevazos que te has puesto, papá, tu corrida tuvo que ser apoteósica - dijo Laura, melosa.

  • Lo fue, y ten por seguro que disfruté mucho sintiendo cómo mi propio esperma me inundaba.

  • Hay que ve lo cerdo que te has vuelto, cariño - le dijo Alicia.

  • Tomaré eso como un cumplido - rió el, volviendo a girarse y abrazándoles a las dos, buscando con su boca las suyas.

Los demás, evidentemente, no habían estado ociosos: Darlane se había emparejado con Esther y las sobrinas de Ciríe, mientras que ésta se había emparejado con sus hermanas y con Julián. Óscar, dando por finalizado aquel sabroso beso, cogió a sus chicas de la mano, con galantería, y les condujo hacia las colchonetas, que era donde se habían acomodado todos ( por el momento no se extrajo el miembro del culo, pues sabía que a ellas les excitaba muchísimo verle así, pero decidió reducir la exagerada talla de sus genitales a fin de caminar con soltura ).

Antes de sentarse, los tres se deleitaron con la sugerente escena que sus infatigables compañeros de orgía les ofrecían. Darlane, que aún no había desvanecido la tranca que gracias a su tatuaje mágico podía manifestar, estaba de rodillas frente a Esther, también de rodillas. A fin de tener sus bocas a la misma altura, Esther dejó las piernas muy juntas y se subió a un grueso cojín, mientras que Darlane, que las dejó bastante separadas, se apoyaba directamente sobre el colchón.

Si tenían sus labios alineados no era para besarse ( aunque ocasionalmente lo hacían ), si no para devorar entre ambas la entrepierna de una de las sobrinas de Ciríe ( en aquel momento, la afortunada resultó ser Melein ). Estaban abrazadas, disfrutando del contacto de sus cuerpos, y no hace falta ser muy imaginativo para averiguar dónde estaba incrustado el mágico falo de Darlane... para placer mutuo.

Albarí estaba tumbada boca arriba, habiendo metido la cabeza entre las piernas de Darlane a fin de poder engullir cómodamente sus sobrenaturales testículos: aquello no significaba que el recto de la ángel estuviese desatendido, pues la muchacha se lo trabajaba sin pausa con la lengua, para lo cual no tuvo más que sacarla de la boca y alargarla unos tres palmos ( en beneficio de Darlane, también la había engrosado, y no precisamente poco ).

Fasme estaba tumbada boca abajo justo detrás de Esther. Bajo los pechos se había puesto un cojín tan grueso como el de ésta, gracias a lo cual llegaba sin problemas a su trasero, que besaba con fervor mientras su juguetona lengua, tan deliciosamente dilatada como la de Albarí, exploraba complaciente las cálidas entrañas de la humana.

Las dos muchachas tenían alzados los brazos, habiendo entrelazado sus manos a ambos lados de Esther y Darlane para sostener a Melein, que tenía las piernas muy separadas a fin de no estorbarles ( si fuesen humanas, alzar a su hermana en aquella postura tan forzada les habría supuesto un gran esfuerzo, pero aquel no era el caso ).

Desde su improvisada atalaya, la deluyrei coordinaba todos los esfuerzos. Su primera medida consistió en agarrar del pelo a la humana con una mano y a la ángel con la otra: cuando quería que le lamiesen con más ganas, sólo tenía que tirarles de él ( a veces lo hacía con bastante fuerza, aunque asegurándose de no hacerles daño, especialmente a la humana ). Ninguna de ellas se movía, pues era Melein, por medio de su don vibratorio, la que se encargaba de agitar la imponente tranca de Darlane dentro de la vagina de Esther.

La joven se había hecho crecer algunas ramas de sus costados. Le colgaban hasta el suelo, y allí se escindían en cuatro nutridos manojos. Dos de ellos se dirigían hacia la entrepierna de Fasme, y los otros dos hacia la de Albarí, aunque todos ellos hacían antes dos breves escalas, una en sus cuellos y otra en sus pechos.

En esos lugares, las enredaderas estaban cubiertas de pequeñas pero afiladas espinas, de modo que Melein sólo tenía que apretar para hincárselas a sus hermanas, que aceptaban aquel castigo con gozo ( Óscar se había preguntado hacía no mucho si a través de su brotes podría percibir el dolor que con ellos ocasionase, y su duda acababa de ser resuelta: sólo se compartía el dolor que producían de así desearse, por lo que presumiblemente también podría elegirse si debía o no compartirse el placer ).

A través de aquellos pinchazos, Melein les iba indicando a sus hermanas el trato que debían dispensar a Darlane y Esther. Gracias a su atenta guía, todas alcanzaron el clímax virtualmente a la vez. Albarí y Fasme tenían el cuello y los pechos ( además de los costados y buena parte de la espalda ), llenos de pequeñas heridas que ya no sangraban: Melein desvaneció sus enredaderas y se las sanó del todo por medio de su orina, limpiándoles a lametones.

Ciríe, por su parte, se había sentado sobre Julián ( que se encontraba tumbado boca arriba ), empalándose con su tranca. En la cara del humano estaba sentada Sarigza, mirando hacia su hermana, y ambas tenían sus labios fundidos en un incesante beso, haciéndose el amor con la lengua ( las habían engrosado bastante, por lo que sus gargantas se veían extraordinariamente hinchadas ).

Hedelia estaba arrodillada a la izquierda de Ciríe, y Hepente a su derecha, devorando cada una de ellas el pecho más próximo de su hermana, que acariciaba lánguida pero eficazmente sus sexos: en cuanto a sus culos, era Julián quien se encargaba de ellos, perforándoselos con los puños.

El humano también disfrutaba de cierta estimulación anal, pues las dos deluyrei habían llevado la mano más cercana a su entrepierna: mientras una de ellas le acariciaba los genitales, la otra le hurgaba su goloso ( y un tanto peludo ), agujerito. No habría sido justo que el sexo de la sacerdotisa se hubiese quedado ocioso, así que Hedelia y Hepente se lo manoseaban. Enseguida alcanzaron el clímax, y entonces Ciríe, sin desacoplarse aún de Julián, le preguntó a Óscar:

  • ¿ No les vas a contar lo de Arturo ?

  • ¿ Qué pasa con él ? - se interesó Esther ( ella sí que se había extraído el miembro de su pareja, pero únicamente para darse el gusto de sentirlo, aún bien duro, contra el abdomen ).

  • Quienes llamaban a la puerta eran sus dos sumisas - le explicó Óscar.

  • ¿ Se ha hecho ya con las suyas propias ? - se emocionó Alicia.

  • Sí. Son vecinas suyas, universitarias que comparten piso.

  • ¿ Cómo les convirtió en sus siervas ?

  • No lo sé, pero lo que sí tengo claro es que no les ha forzado a nada. Estaba planteándose traerles el domingo, y creo que lo hará.

  • Mejor, cuanto más seamos mejor nos lo pasaremos - dijo Julián, extrayendo los puños de los rectos de Hedelia y Hepente, que al parecer querían sentarse ( al verles hacerlo, los demás les imitaron, colocándose formando un amplio círculo para poder verse las caras mientras hablaban ).

  • ¿ Sabéis ya cuánto os queda para menstruar ? - se interesó Óscar no bien estuvieron todos colocados, dirigiéndose a las deluyrei en general.

  • ¿ Cómo pretendes que lo hagan ? - le regañó Laura - ¡ Se supone que aún no han ovulado !

  • Verás, hija, resulta que el ciclo menstrual humano no tiene nada que ver con el nuestro. Los deluyrei, si no me equivoco, menstruamos minutos después de ovular, que no días.

  • ¡ Qué fuerte ! - exclamó Esther - ¡ Ni que vuestros óvulos tuviesen patas !

  • Patas no tienen; se bastan con sus seis docenas de poderosos y vivaces flagelos repartidos por toda su superficie - le dijo Hedelia.

  • ¿ Flagelos, en los óvulos ? - se sorprendió Julián.

  • Naturalmente - le dijo Hepente - Tened en cuenta que, salvo la primera vez, sólo ovulamos cuando así lo deseamos, y si lo hacemos es tan sólo para engendrar. Una vez tomada la decisión, ¿ para qué demorar varios días tan crucial acontecimiento ? El óvulo está en camino no bien es liberado, quedando fecundado de inmediato en caso de haber recibido semen... y ser éste fértil.

  • No bien el óvulo comienza a descender hacia el útero, se forma el endometrio - continuó Sarigza - En nosotras todo sucede muy rápido, pero de ser fecundadas el proceso se ralentiza, prolongándose nuestra gestación durante aproximadamente nueve de vuestros meses.

  • Si no hay concepción pasados diez minutos desde que el óvulo ha partido, éste muere y se degrada, siendo expulsado junto al endometrio

  • añadió Ciríe - A una humana puede llevarle días deshacerse de todo el asunto: a nosotras, nos lleva como mucho quince minutos, a menudo sólo cinco.

  • Y nada de echar coágulos - dijo Hedelia - Nuestro menstruo es relativamente viscoso, pero está por completo licuado, no pudiéndose apreciar en él tropezones de ningún tipo.

  • Acabo de caer en la cuenta de que aún no he catado vuestros coños, nenas - les dijo Óscar - Tanto hablar de vuestra regla, y aún no me habéis dejado dar un tiento a vuestras rajitas: ¿ acaso no queréis dejarme disfrutar de ellas ?

  • Perdónanos, cielo, se nos había pasado por alto - se disculpó Hepente.

  • Poneos en pie, con las piernas separadas y haciendo un círculo en torno a mí - les ordenó él - Quiero pasar revista a vuestros lindos coños. Podéis abríroslos, pero no os los sobéis.

Ellas se levantaron de un brinco, colocándose según se les había indicado ( los demás se redistribuyeron para darles cabida ), y Óscar, aún sentado, aproximó su cara a la entrepierna de Ciríe.

  • Oye, que el de nuestra hermana ya lo has saboreado - le regañó dulcemente Sarigza, que se había puesto a la derecha de ella.

  • Paciencia, que pronto será tu turno - le dijo él, comenzando a devorar el sexo de Ciríe.

  • ¿ Está rico, mi amor ? - le preguntó la deluyrei.

  • Ya lo creo. Sabes incluso mejor que ayer, el estirón que has dado esta noche te ha sentado bien en más de un aspecto. Veamos qué tal están los de tus hermanas y sobrinas...

Óscar estuvo unos minutos lamiéndoles la rajita a todas, y por supuesto también hurgándoselas.

  • Tenéis unos coños deliciosos, nenas - dictaminó finalmente, chupándose los dedos con los que había estado explorándoles ( en la medida que sus hímenes se lo permitían, claro está ).

  • Nos alegra mucho que te gusten nuestras almejitas - le dijo Melein.

  • ¿ Qué nos dices de su aspecto ? - le preguntó melosa Hedelia, meneando las caderas con coquetería mientras lo abría aún más.

  • Son preciosas - le aseguró él - No veo la hora de estrenarlas.

  • Las mías y las de mis hermanas son todas tuyas, pero, en lo que respecta a las de mis sobrinas... - comenzó Ciríe.

  • Tranquila, sé muy bien que ese honor no me corresponde a mí, si no a sus madres.

  • Gracias por tu comprensión, Óscar - le dijo Sarigza - Una vez hayamos estrenado la rajita de nuestras hijas, tú serás el segundo en disfrutar de ella ( la primera será Ciríe, si no te importa ).

  • Será un placer, y ten por seguro que no me importará ser el segundo.

  • Espero que hasta entonces te conformes con este otro agujerito - le dijo Albarí, dándose la vuelta y abriendo el ano cual seductora, fragante y carnívora flor.

  • Descuida, preciosa: hasta que tu sexo delantero no esté listo para la acción, me las arreglaré con tu sexo posterior - le dijo Óscar, palmeándole las nalgas.

  • Algo me dice que los próximos nueve años se nos van a hacer un poco largos - bromeó Fasme.

  • Tenéis cuarenta y un años, ¿ no es eso ?

  • Estábamos a punto de cumplirlos cuando nos asesinaron, y hasta los cincuenta no seremos adultas.

  • Con el permiso de vuestras madres, beberéis diariamente de mi leche, incluso tras haber alcanzado el desarrollo que teníais antes de morir. De ese modo, maduraréis tres veces más rápido.

  • Por nosotras no hay ningún inconveniente, de hecho nos sentiremos muy honradas de que nutras con tu rica leche a nuestras hijas - le aseguró Hepente.

  • Sólo espero que a nosotras también nos des, o nos sentiremos celosas de ellas - le dijo Hedelia.

  • Tranquila, que habrá para todo el mundo... y de los dos tipos - esto último lo dijo sacándose la polla del culo y agitándola incitante.

  • Creo que ya me viene la menarquía - anunció Ciríe, acariciándose el abdomen - Óscar, rápido, enfoca tus sentidos astrales en mis ovarios.

  • No noto nada... - le dijo él.

  • Presta más atención - le urgió ella.

  • Ahora sí que noto algo. El ovario derecho se te está, mm... ¿ iluminando ? Vaya, es justo como me lo describiste. Qué bonito, me gusta mucho su colorido... por llamarlo de alguna forma.

  • ¡ Óscar, yo también estoy comenzando a ovular ! - le avisó Hepente, y él dirigió su mirada astral hacia la hechicera.

  • Cierto, y tú también estás haciéndolo por el ovario derecho.

La siguiente en ovular, casi un minuto después, fue Hedelia, liberando un óvulo, recién madurado, de su ovario izquierdo. No tardó en hacerlo Sarigza, seguida por Melein y Fasme. Albarí fue la que más se demoró, comenzando a sentir perturbaciones unos cuatro minutos después que su tía, y más de un minuto después que sus hermanas.

  • ¿ Es mi imaginación, o se te están alborotando los dos ovarios a la vez ? - se extrañó Óscar.

  • ¡ Es cierto ! - exclamó Sarigza - ¡ Vas a volver a tener una ovulación múltiple, hija !

  • ¿ Es eso normal ? - se preocupó Óscar.

  • En absoluto, pero por fortuna no es síntoma de que nada vaya mal - le dijo Ciríe, examinando con interés, a nivel astral, el bajo vientre de su sobrina.

  • Se admiten apuestas - bromeó Melein - ¿ Cuántos óvulos serán esta vez ? ¡ Yo digo que tres o cuatro !

  • Cinco o seis - estimó Fasme - Recordad que la otra vez fueron cinco.

  • Como mínimo siete - calculó Albarí.

  • ¿ Qué os parece si la ganadora hace de ama por un ratito ?

  • propuso Melein.

  • ¡ Trato hecho ! - exclamaron sus dos hermanas, tras intercambiar una rápida mirada.

  • Fijaos, ya empieza a liberarlos - dijo Hepente - Ahí va el primero.

  • Dos, tres... - comenzó a contar Ciríe.

  • Cuatro... - dijo Sarigza no bien fue liberado el siguiente.

  • Cinco... - dijo Fasme, emocionada, al detectar el siguiente óvulo.

  • Seis, siete... - dijo Hedelia - Parece que la actividad en sus ovarios empieza a decaer, no creo que hayan madurado muchos más.

  • ¡ Y ocho ! - exclamó triunfalmente Albarí, tras liberarse el último.

  • ¡ No es justo ! - se quejó Melein - Seguro que tú ya sabías cuántos estabas produciendo...

  • Bueno, tenía una idea aproximada - reconoció ella, entre risas.

  • ¡ Estás contrahecha ! - se quejó teatralmente Fasme - ¡ En vez de ovular, a ti se te caen los óvulos !

  • No es de extrañar que tengas cada ojo de un color y las orejas de soplillo - se le unió Melein.

  • ¡ Niñas ! - les regañó Sarigza, agarrándoles del pelo - ¡ No está bien que menospreciéis a vuestra hermana por su físico !

  • Perdona, mamá... - se disculparon ellas.

  • No es a mí a la que tenéis que pedir perdón, si no a vuestra hermana - les dijo ella, soltándoles.

  • Perdona, Albarí, hemos sido unas bocazas - le dijo Fasme, contrita.

  • Por favor, no te lo tomes a mal - le rogó Melein.

  • Está bien, hermanitas, acepto vuestra disculpas - les dijo Albarí, consciente de que sus hermanas no habían querido herirle pero decidiendo hacer como que se había dolido un poco.

  • ¿ Un besodesangre y en paz ? - propuso Fasme.

  • No es necesario - le aseguró Albarí.

  • No seas así, realmente queremos hacerlo - le dijo Melein, acercando la cara a Albarí con las manos cruzadas en la espalda ( Fasme también lo hizo ).

Albarí puso las palmas de sus manos sobre los labios de ambas y ellas se las besaron. Entonces, comenzó a abofetearles con violencia. Cada una fue obsequiada con diez potentes sopapos, quedando sus labios rotos por varios sitios ( en ningún momento dejaron de sonreírle ). Entonces, las dos besaron a Albarí en la boca, compartiendo con ella su sangre.

  • ¿ Nos curas, preciosa ? - le preguntó Fasme, tumbándose boca arriba ante Albarí ( Melein también lo hizo ).

  • Claro, chicas - les dijo ella, orinándoles fugazmente en la boca. Una vez quedaron curadas, se abrazaron a su cintura y empezaron a lamerle el sexo con cariño.

  • ¿ No podríais dejar eso para más tarde, nenas ? - les regañó acarameladamente Albarí.

  • Nos has curado con tu delicioso pipí, hermana: como chicas bien educadas que somos, nos sentimos en la obligación de adorar tu lindo conejito con la boca hasta que te nos corras en ella - le dijo Melein.

  • Ya tendréis ocasión de hacerlo - les aseguró Albarí - De hecho esa será una de mis primeras órdenes, queridas hermanas y ahora también, al menos por un rato, esclavas.

  • Acataremos con placer todas ellas - le prometió Fasme.

Entretanto, el óvulo de Ciríe ya había hecho la mitad de su recorrido. Óscar los percibía como minúsculos puntos de intensa luz, infinitesimales pero fulgurantes centellas que encerraban el potencial de una nueva vida. Ni que decir tiene, el útero se había iluminado conforme el óvulo bajaba hacia él, hecho que coincidió con la formación del endometrio.

  • ¿ Los óvulos de las humanas también, mm... brillan ? - se interesó él.

  • Cualquier gameto fértil lo hace, a nivel astral - le aseguró Hedelia - Cuanto más evolucionado es el ser al que puede dar lugar, más esplendoroso se ve.

  • En ese caso, ¿ por qué no veo lucir mi esperma ? - se extrañó él, examinando a nivel astral el que había en su propio recto ( se aseguró de que no se le saliese ni una gota cuando se extrajo la tranca, pues, como ya sabemos, tenía planes para él ), así como el que aún había en el de Laura.

  • No lo ves lucir porque no lo has activado - le dijo Ciríe - Nosotras tampoco lo hemos hecho.

  • ¿ Qué me dices del de Julián ? - insistió él, palpando, aprovechando que casualmente los tenía a mano, los genitales de su cuñado... en los que no fue capaz de detectar ninguna actividad metafísica de interés.

  • Le dimos uno de nuestros frutos anticonceptivos, así que no producirá semen fértil durante treinta y seis días ( los tuyos esterilizan durante diez veces más tiempo, casi uno de vuestros años ).

  • Antes de que lo preguntes, mis cojones no son capaces de producir espermatozoides - se le adelantó Darlane - Podría haber hecho que fueran plenamente funcionales, pero no quería preocuparme de tomar precauciones cada vez que inundase el coño de alguien.

  • ¿ Se nota alguna diferencia ? - se interesó Óscar - Me refiero a la textura, sabor y olor.

  • En absoluto, de hecho mi lefa está tan rica como la de mi padre y la de mis hermanos, por ponerte un ejemplo.

  • ¿ Te les cepillabas ?

  • Antes de servir a Afrodita jamás se me habría pasado por la cabeza, y seguramente a ellos tampoco, pero cuando nos mudamos al reino de nuestra Señora comenzamos a ver las cosas de otra forma.

  • ¿ Qué me dices de tu hermana y de tu madre ?

  • Oh, también les hice el amor, de hecho fueron de las primeras en probar esta cosita - le dijo ella, acariciándose su rotunda porra de chocolate.

  • ¿ Qué tal si habláis de todo eso más tarde ? - les regañó Ciríe - Sólo menstruamos espontáneamente una vez en la vida, y os lo estáis perdiendo...

  • Perdona, nena - se disculpó Darlane, concentrándose astralmente en el evento ( Óscar le imitó, repasando con los ojos de su mente a las siete deluyrei ).

  • No quisiera llevaros la contraria, pero se supone que ya habíais menstruado antes de que os asesinaran ( milenios antes, de hecho ), y eso suman dos veces, que no una - razonó Esther.

  • Aquello fue durante nuestra vida anterior, que finalizó no bien morimos - le dijo Hepente - Cuerpo nuevo, vida nueva.

  • No lo había visto desde esa perspectiva - reconoció la humana.

  • Es una lástima que los humanos no podamos ver nada, a juzgar por vuestra expresión tiene que ser bastante interesante - dijo al poco Julián.

  • Desde luego que lo es - admitió Óscar.

No mucho después, el óvulo de Ciríe alcanzó el útero, empezándose a marchitar. Las paredes de éste también se fueron apagando, deshilachándose como una luminescente niebla que se ve barrida por el viento ( esa, al menos, fue la poética descripción que Óscar hizo cuando Alicia quiso saber qué se veía ).

  • ¿ Comienzas ya a sangrar ?

  • No, pero enseguida lo haré. ¿ Estás completamente seguro de querer beber de mí ?

  • Sí, nena - le dijo él, tumbándose boca arriba - Sé lo importante que es para ti, y me hace muy feliz que hayas decidido compartirlo conmigo.

  • Y a mí, que aceptes - le aseguró ella, sentándose en su cara con ternura.

  • Gracias por ofrecerme a mí en primer lugar - le dijo Óscar, aproximando los labios a su entrepierna y olisqueando intrigado.

El olor del sexo de Ciríe había cambiado, siendo más intenso, pero le seguía enloqueciendo. Plantando la boca en su enrojecida y viscosa rajita, comenzó a lamérsela. Sabía a sangre, pero también a hembra. Era un sabor muy fuerte, estaba seguro de que a mucha gente le haría vomitar, pero a él se le antojó delicioso, sublime. Además, el hecho de que le estuviesen menstruando en la cara se le antojó extraordinariamente morboso, excitándole muchísimo.

Su erecto y babeante miembro reclamaba algo de acción, pero ni se lo rozó: según acababa de captar de la mente de Ciríe, las deluyrei consideran de muy buen gusto que los comensalesmenarquicos repriman sus impulsos de masturbarse a lo largo del íntimo banquete, concentrándose únicamente en honrar la vulva de sus sangrantes anfitrionas, y se negaba a quedar como un grosero.

  • Te amo, Óscar - gimió ella, feliz, cuando le oyó deglutir por vez primera.

Todas las deluyrei se fueron sentando en la cara de Óscar, lamiéndose también entre ellas, y Ciríe, reparando en Darlane, se acercó a ella y le ofreció parte de su menstruo en silencio. La ángel, llorando de emoción ( para ella, aquello era un gran honor ), le lamió el sangrante sexo ( su palpitante porra estaba tan hinchada que se le marcaban todas las venas, pero, conocedora de las costumbres deluyrei, se abstuvo de tomar medidas para aliviar su calentura ). Las hermanas y sobrinas de Ciríe, para gozo de Darlane, decidieron imitarle.

Todas retuvieron el flujo para que no gotease, desperdiciándose. Bebieron todos de todas, compartiéndolo a través de besos. Tenían tanto la cara como la rajita pringada, pero no parecía molestarles ( ni siquiera a Óscar, el único de todos que jamás había hecho algo así ).

Los humanos observaban la escena en silencio, muy excitados y, por qué no decirlo, algo sobrecogidos ( era evidente que habían comprendido la solemnidad de aquel acto ). Todas las deluyrei ya se habían corrido al menos una vez, pero tanto Óscar como Darlane seguían empeñados en comportarse con corrección.

  • Laura, eres la hija de quien nos resucitó, eres carne de su carne - le dijo de improviso Ciríe a la joven, poniéndose en cuclillas ante ella y acariciándole las mejillas - Eso nos convierte, hasta cierto punto, en hermanas. ¿ Deseas libar de mi menstruo, hermana ?

  • Sí, hermana - suspiró ella, abrazándose a la cintura de la deluyrei y comenzando a lamerle con amor.

Laura había sido incluida en la ceremonia, por lo que todas las entrepiernas de las deluyrei desfilaron varias veces por su cara. Como era de esperar, la humana pronto se llevó la mano al sexo, comenzando a acariciárselo, por lo que Óscar se vio en la obligación de decirle:

  • No te toques, hija, se considera de mal gusto.

  • Ahora entiendo por que no os la cascáis - le dijo ella, interrogando con su mirada a Ciríe, que asintió muy seria. No bien comprendió que aquello no se trataba de una broma, se dejó de hurgar, siendo recompensada con una alegre sonrisa.

La reina deluyrei no tardó en acercarse a Alicia, diciéndole:

  • Eres la esposa de mi salvador, el primer y único patriarca deluyrei. Nací del cuerpo de aquel al que más amas en este mundo: ¿ beberás de mí ?

  • Oh, sí...

Esther y Julián también fueron invitados, y ambos aceptaron. Nadie se tocó los bajos: a la mayoría no les hizo falta para alcanzar el orgasmo, tal era la excitación que les produjo lamer los encharcados sexos de las deluyrei, que agradecieron profundamente aquella muestra de deseo.

Ya había transcurrido un cuarto de hora desde que comenzaron, y los únicos que no se habían corrido aún eran Óscar y Darlane. Les había costado mucho trabajo sofrenarse, especialmente a la ángel, y si lo habían hecho era para ganarse el derecho a recibir la última gota de flujo menstrual directamente sobre sus sexos, premio que se concedía a quien lograba reprimir su orgasmo hasta que la menarquía estuviese a punto de concluir.

  • Menuda la habéis liado - les regañó en broma Ciríe - ¿ Cómo se os ocurre aguantaros a los dos ? ¿ Me podéis decir cómo pretendéis recibir vuestra recompensa ?

  • Ya lo tengo - dijo Hedelia - Que se tumben boca arriba, con las piernas abiertas ciento ochenta grados y los sexos pegados. En esa posición, nos será muy sencillo derramar nuestra última gota en los dos.

  • Será mejor que crucen los brazos bajo la cabeza, eso les ayudará a combatir la tentación de ordeñarse

  • propuso Sarigza.

Fue dicho y hecho. Óscar en aquel momento tenía el miembro mucho más grande que el de Darlane: aunque ella también podía alterar su talla, fue él quien lo encogió. Cuando tuvieron las mismas dimensiones, el frenillo de ambos quedó en contacto. Óscar sentía el falo de la ángel palpitar contra el suyo, cálido, resbaladizo y duro. El líquido preseminal de ambos se mezclaba no bien manaba, formando ardientes y oleosos hilillos en su lento descenso hacia los testículos de ambos, por cierto notablemente hinchados. Si las deluyrei no se daban prisa, aquellos estímulos terminarían haciéndoles eyacular.

Fasme se puso sobre los dos y dejó caer su última gota de menstruo, corrigiendo levemente su trayectoria a través de su poder sobre los fluidos para asegurarse de que impactase directamente contra los frenillos. Los falos de ambos dieron un respingo, al que le siguieron otros de menor amplitud, y Darlane se mordió los labios, intentando desesperadamente demorar su orgasmo. Lo consiguió, al igual que Óscar, pero aún les quedaban seis gotas por recibir.

La siguiente fue Albarí, y la siguiente Melein: las convulsiones de sus trancas eran con cada gota más fuertes y duraderas. La ángel comenzó a lagrimear, pero de momento resistía: era turno de Hedelia, que no se demoró en escanciar su codiciado tesoro, siendo relevada por Hepente, y ésta por Sarigza. Ciríe se había reservado el último lugar, y decidió hacerles sufrir un poco, agitando las caderas durante unos instantes... que a ellos se les hicieron eternos.

Darlane lloraba ya sin trabas, jadeando y poniendo los ojos en blanco, síntomas que también comenzó a mostrar Óscar, aunque más atenuados. Por fin, la reina deluyrei se dejó de juegos, permitiendo que de su sexo se descolgase el anhelado tesoro. No bien aquella rojiza y trémula perla de menstrual elixir tocó sus vergas, ambos se corrieron espectacularmente, salpicando a Ciríe en las piernas con su esperma ( también se salpicaron a sí mismos, y entre ellos ).

  • Parecíais fuentes - rió Ciríe cuando sus genitales finalmente se vaciaron.

  • La virgen puta, qué bien me lo he pasado - suspiró Óscar, satisfecho.

  • Toma, y yo - dijo Darlane, cuya tranca, momentáneamente fuera de juego ( pese a lo cual aún conservaba buena parte de su turgencia ), reposaba contra su abdomen.

  • Ya sé cuál va a ser vuestra primera tarea, esclavas - les dijo Albarí a sus hermanas - Óscar y Darlane se han manchado la tripita con esa cosa tan rica que les ha salido de sus nabazos. Limpiadles con la lengua, cada una a uno de ellos: echadlo a suertes, pero daros prisa en hacerlo u os reventaré la jeta a patadas.

  • Con mucho gusto, ama - le dijeron las dos a dúo, haciéndose con los dados que habían usado rato atrás. Segundos después, Melein lamía al deluyrei, mientras que Fasme lamía a la ángel.

  • Aún no nos habéis dicho qué os ha parecido la ceremonia - les reprochó Ciríe, extendiéndose el viril néctar que le había alcanzado en las piernas como si de una crema tonificante se tratase.

  • Ha sido realmente especial, me ha encantado - le aseguró Esther.

  • A mí también - reconoció Julián.

  • Desde ahora, chicas, se acabó el usar compresas - terció Óscar, dirigiéndose a Alicia, Esther y Laura - Cuando tengáis el periodo, me encargaré en persona de vuestra higiene íntima, bebiéndome vuestros flujos menstruales.

  • Te advierto que el menstruo de las humanas no está tan rico como el nuestro - le dijo Hedelia.

  • Es de suponer, pero me trae sin cuidado. Son mis chicas, y haré con sus lascivas secreciones lo que se me antoje.

  • Eres un egoísta y un glotón, papá - se hizo la ofendida Laura ( ni que decir tiene, la sugerencia de su padre le había excitado sobremanera, al igual que a Alicia y a Esther ) - Nosotras también tenemos derecho a disfrutar de nuestras reglas...

  • ¿ Eso también va por la tuya ? - se interesó Óscar - ¿ Te la beberías delante de tu papá, después de dejar que gotease en un vaso ?

  • Por supuesto - suspiró Laura, comenzando a masturbarse.

  • ¿ Qué más guarrerías harías con ella ?

  • Lo que tú me pidieses, papá.

  • ¿ Te gustaría apurarla mojando galletas en ella, por poner un ejemplo ?

  • Sabes que sí. Con tal de ponerte cachondo, haría cualquier locura.

  • Eres una cerda adorable, hija - le dijo él.

  • Gracias, papá - repuso ella, mostrándole orgullosa la mano con la que se había estado tocando ( a fin de no parar, la sustituyó por la otra ). Estaba visiblemente humedecida, y al separar los dedos se formaron entre ellos lúbricos hilillos de flujo - Mm, mira cómo está de mojada la cerda de tu hija...

  • Te has empapado la mano, nena, así que ahora te tocará limpiártela - le dijo Óscar.

  • A falta de un pañuelo, supongo que tendré que hacerlo así... - se hizo la resignada Laura, comenzando a lamérsela con delectación, entrecerrando los ojos. Lo hizo dedo por dedo, encargándose en último lugar de la palma: una vez acabó, le dijo a su padre - Puede que no esté bien que yo lo diga, pero mi rajita está divina. Es una lástima que no sea tan flexible como vosotros, los deluyrei: me encantaría poder comérmela, y más delante tuya.

  • Imagino que lo disfrutarías aun más si yo te ayudase a hacerlo...

  • Por supuesto, y también me gustaría mucho poder saborearla con una polla bien gorda clavada en el culo, o mejor dos. Si además la tuviese completamente inundada de esperma, preferentemente tuyo, y estuviese con la regla, sería la hostia.

  • Bah, seguro que encontraríamos una forma de mejorarlo - rió Óscar.

  • ¿ Se te ocurre algo, papi ? - le preguntó ella, incitante.

  • Para empezar, podrías orinarte en la cara y en la boca - le sugirió él, relamiéndose pícaramente.

  • Para eso no hace falta llegar al coño con la cara, basta con hacer algo de puntería - le dijo Laura, tumbándose solícita boca arriba y alzando las caderas.

  • Espera, nena, dejemos eso para luego.

  • De acuerdo, pero será mejor que no tardes mucho, pues llevo un buen rato sin mear y están empezando a entrarme ganas - cedió su hija, volviéndose a sentar.

  • Cuanto más lo demoremos, más larga será tu meada, y más nos divertiremos.

  • Yo también quiero jugar a eso, cuñado - intervino Esther, que también se estaba acariciando.

  • Descuida, que lo harás - le prometió Óscar, volviendo entonces la mirada hacia su esposa: de las tres humanas, era la única que no se estaba tocando.

  • A mí también me gustaría hacer esas deliciosas cochinadas, pero, en lo que respecta a mi regla... - comenzó ella, insólitamente seria.

  • ¿ Sí, cariño ? - le animó Óscar, incapaz por el momento de captar sus pensamientos ( a Laura y a Esther les chocó tanto la repentina seriedad de Alicia que ambas dejaron de pajearse, mirándole intrigadas ).

  • Hace mucho tiempo que deseo pedirte una cosa, amor mío, pero no lo he hecho por temor a lo que la desgraciada de mi madre pudiese hacernos - le dijo ella, cogiéndole de las manos y sosteniendo expectante su mirada.

El timbre de su voz delataba ansiedad, y no había duda de que su respiración se había acelerado, al igual que su pulso. Sus manos temblaban, y se habían humedecido ligeramente por culpa del sudor. Aquellos indicios le habrían bastado a Óscar para captar su nerviosismo... del que por supuesto también fue consciente, y de una forma mucho más íntima, a través de su telepatía. Gracias a la misma, averiguó de inmediato lo que su esposa estaba intentando pedirle.

  • ¡ Quieres que tengamos un hijo ! - exclamó, emocionado.

  • Eso es, mi vida - le dijo su mujer.

  • ¡ Di que sí, papá ! - exclamó Laura, entusiasmada - ¡ Siempre quise tener un hermanito !

  • Nos haría mucha ilusión que nos dieseis un sobrino - dijo Julián, en nombre tanto suyo como de Esther.

  • Sabes de sobra que me gustaría tener más hijos - le dijo Óscar a Alicia, tras pensárselo brevemente - Te lo he propuesto en más de una ocasión, pero tú siempre te negaste ( ahora, por fin, sé de tus auténticas razones ).

  • ¿ Es eso un sí ? - le preguntó ella, esperanzada.

  • Naturalmente, nena.

  • Oh, cielo, no sabes lo feliz que me haces...

  • Lo sé muy bien, tonta, recuerda que leo tu mente.

  • Era una forma de hablar - se justificó Alicia, abrazándose mimosa a él - Me quedan de tres a cuatro días para ovular, según tú mismo calculaste ayer: no bien entre en mi etapa fértil, quiero quedarme encinta de ti. Ya tendremos ocasión de hacer todo tipo de guarradas con mi regla cuando haya dado a luz...

  • Qué envidia, a mí también me gustaría mucho que papá me hiciese un hijo - se le escapó a Laura, sonrojándose al darse cuenta de lo que acababa de decir.

  • ¿ Bromeas ? - se sorprendió Julián.

  • No, me temo que no bromea - dijo Óscar, mirando intrigado a su hija. Acababa de recordar que, cuando le hizo por vez primera el amor, Laura le rogó que le preñase. En aquel momento estaba muy excitada y no parecía saber muy bien lo que decía, siendo por ello que descartó que estuviese hablando en serio pese a que aquella fue, precisamente, su impresión inicial: estaba claro que en lo sucesivo tendría que fiarse más de su telepatía.

  • Coño, Laura, que Óscar es tu padre - le regañó Esther - Además, yo voy antes... - ahora fue ella quien calló, ruborizándose.

  • ¿ A ti también te gustaría que te hiciese madre, Esther ? - se asombró Óscar.

  • Muchísimo - se armó de valor su cuñada - La verdad, Óscar, es que no quisiera tener hijos con ningún otro.

  • Lo mismo digo - se le unió Laura.

  • No sé qué pensar de todo esto, chicas - les dijo él, un tanto confuso. Buscando apoyo en su mujer, le preguntó - ¿ Qué opinas tú, Alicia ?

  • Me gustaría mucho que Laura me hiciese abuela, y Esther tía, pero que pretendan que el padre de sus hijos seas tú me ha dejado tan descolocada como a ti - dijo ella.

  • No olvides que ya eres tía, de hecho tienes un montón de sobrinos - le dijo Óscar.

  • Haz el favor de no recordármelo, ¿ quieres ? - se quejó ella, haciendo una mueca de disgusto - Mis sobrinos varones son todos unos pobres desgraciados completamente sometidos a sus madres y hermanas: no me inspiran ningún sentimiento filial, tan sólo lástima. En cuanto a mis sobrinas, son todas unas degeneradas, sus madres se han asegurado de ello. Si te he de ser sincera, mis sobrinos políticos son los únicos a los que quiero de verdad... y los únicos con los que tu hija congenia.

  • ¡ Laura se lo hace con Joaquín ! - exclamó Óscar, al que su telepatía no dejaba de darle sorpresas.

  • Desde luego, y también con Elisa - le dijo su hija, agradecida, al igual que Esther, de que se hubiese cambiado de tema ( ambas temían haber metido la pata ).

  • ¿ De veras ? Vaya, no me le imaginaba bisexual.

  • Y no lo era, así que me vi en la obligaciónmoral de mostrarle lo que se estaba perdiendo.

  • ¿ Organizas tríos con ellos ?

  • Naturalmente, y nos lo pasamos muy bien.

  • Espero que no te haya dado por intentar dominarles...

  • Claro que no, son mis primos favoritos y les tengo en bastante estima - se ofendió Laura.

  • Aún así, no me extrañaría que fueses tú quien idea y dirige la mayor parte de vuestros juegos.

  • ¿ Cómo lo has adivinado ? - ironizó ella.

- Intuiciónmasculina - se choteó él - Supongo que, cuando tú no estás, se lo montarán entre ellos...

  • Por supuesto, de hecho a estas alturas son amantes habituales, aunque cada uno de ellos tiene pareja estable.

  • Pues más les vale que no se entere tu tío, o tendrán serios problemas.

  • Tranquilo, son muy discretos. Además, Roberto se tira semanas enteras fuera de Madrid por culpa de su trabajo, y Olga, desde que se echó una amante, casi nunca duerme en casa.

  • ¿ Una amante, has dicho ? ¿ Insinúas que Olga engaña a mi hermano con una mujer ?

  • Está liada con una joven que debe tener la edad de Laura, aunque no descartamos que antes haya habido otras - le explicó Alicia, no queriendo entrar por el momento en detalles ( aquella relación parecía preocuparle bastante, pero Óscar por el momento no logró averiguar el motivo ).

  • ¿ Lo saben sus hijos ?

  • No lo creo - repuso Laura, tras pensárselo un poco - Olga supuestamente trabaja de enfermera por las noches: tanto ellos como el tío parecen habérselo tragado, pero yo no soy tan crédula. Si realmente trabaja, como mucho lo hará dos o tres veces por semana, no cuatro o cinco.

  • ¿ No cabe la posibilidad de que los primos estén haciéndose los despistados ? - insistió él - A fin de cuentas, el que la tía les deje solos les viene de perlas, pues así disponen de un montón de horas para hacer lo que se les antoje...

  • No creas que no he pensado en ello, pero dudo que ese sea el caso.

  • Me resulta muy difícil imaginarme a Olga manteniendo relaciones con una cría, considerando lo puritana que siempre ha sido.

  • A nosotras también nos chocó mucho - le aseguró Alicia.

  • Creo que le haré una visita para averiguar por qué está poniéndole los cuernos a Roberto con otra mujer. ¿ Por qué no me lo contasteis ?

  • Como ya sabes, a veces salimos juntas a ligar, en busca tanto de amantes como de futuros sumisos - comenzó a explicarse su esposa.

  • Cuando nos apetece liarnos con un tío ( o varios, según lo necesitadas de rabo que estemos ), no hay ningún problema: basta con enseñar un poco la mercancía y acuden como moscas - continuó por ella Laura - Las pibas también nos rondan, pues acostumbramos a dejar bien claro que somos omnívoras , pero en condiciones normales solemos recibir bastantes menos ofertas de mujeres que de hombres.

  • Es por ello que a veces, cuando se nos antoja almeja para cenar , acudimos a ciertos locales de ambiente gay que conocemos. En ese tipo de sitios tenemos el éxito asegurado entre el público femenino. Pues bien, la primavera pasada nos encontramos a Olga, y compañía, en uno de ellos.

  • Ya entiendo: si le delatabais, ella seguramente también lo habría hecho.

  • Por no mencionar que nos las habríamos visto y deseado para justificar nuestra presencia en ese lugar - rió Laura.

  • ¿ Cómo es ? - les preguntó él - Me refiero a la muchacha.

  • Físicamente no está mal, aunque naturalmente no se puede comparar con nuestra hija - repuso Alicia, abstraída - No me preguntes el motivo, pero me cayó mal de inmediato.

  • A mí me ocurrió lo mismo - dijo Laura - No me habría importado echarle un polvo ( dominándole por completo, a ser posible ), pero me repateó que estuviese liada con la tía: Olga se merece algo mejor.

  • ¿ Cómo por ejemplo tú ?

  • No me disgustaría tener una aventurilla con ella, pues está bastante potable y además es muy simpática, pero de momento me conformo con tirarme a sus hijos.

  • Todo un detalle por tu parte - bromeó Óscar, añadiendo malicioso - ¿ No será que no te ves capaz de seducirle ?

  • No digas chorradas, si me lo propusiese en menos de diez minutos le tendría postrada a mis pies suplicándome que le aceptase como esclava sexual, y te aseguro que no hablo figuradamente.

  • Menos lobos, hija.

  • Ella sí que es una loba, papá, y está completamente encelada por mí ( y también por mamá ). Si no me aprovecho de ello es por temor a fastidiar su matrimonio.

  • ¿ Cómo sabes que le gustáis hasta ese punto ?

  • Porque le pillé pajeándose mientras jugaba con mi ropa interior, mentando nuestros nombres entre suspiros y jadeos.

  • ¡ Joder con Olga ! ¿ Cuándo ocurrió ?

  • Poco antes de que nos le encontrásemos en el club aquel. ¿ Recuerdas la última vez que visité a los primos, allá por semana santa ?

  • Por supuesto, yo mismo te llevé. Era el cumpleaños de Elisa, y te quedaste a dormir en su casa...

Óscar podría haberse tomado libre la semana entera, pero prefirió dar ejemplo a sus empleados, cogiéndose tan sólo el miércoles ( el jueves y el viernes tampoco fue a trabajar, pero aquellos días no podían tenerse en cuenta, pues ambos eran festivos ). El cumpleaños de Elisa era el martes, y el lunes por la tarde Laura le pidió que le acercase en coche la mañana siguiente, cuando fuese al trabajo ( le quedaba más o menos de paso, de modo que accedió gustoso: más aún, tuvo el detalle de salir hora y cuarto más tarde, evitándole así un madrugón ).

El cielo estaba relativamente despejado por la sierra, pero en Madrid ciudad estaba muy encapotado, y empeoraba por momentos. Para cuando llegaron al barrio donde vive Roberto, llovía con ganas. No llevaban paraguas, y el repentino chaparrón congestionó el tráfico, por lo que a Óscar le fue imposible pasar frente al portal, no digamos ya estacionar al lado: Laura tuvo que conformarse con quedarse al abrigo de una marquesina de autobús que había a tres manzanas, esperándose allí hasta que escapase.

Permaneció bajo la parada de autobús unos diez minutos pero, para su disgusto, ni amainaba, ni parecía que fuese a hacerlo en breve. Por tanto, armándose de valor, corrió hasta el portal de sus tíos. Como era de esperar, quedó hecha una sopa ( estuvo tentada de llamarles por el móvil y pedirles que le fuesen a rescatar provistos de impermeable, botas de agua y piragua - remos incluidos -, pero aquello habría arruinado la sorpresa que pretendía darles ).

Cuando Olga le recibió ( Roberto, para variar, no estaba ), quiso ayudarle a desvestirse y secarse. Laura al principio se negó, pues no quería ocasionarle tantas molestias, pero su tía insistió y al final se dejó hacer.

  • ¿ Aprovechó para meterte mano ? - le preguntó Óscar.

  • Pues sí, pero de una forma muy inocente, haciendo que todos los roces íntimos pareciesen casuales. Fue muy hábil, me calentó a base de bien ( no te quiero ni contar cómo se tuvo que poner ella ).

La ropa de Olga no le valía, ni tampoco la de su prima, de modo que su tía al final decidió darle un pantalón deportivo corto y una camisa, ambos de Joaquín, entrando sigilosamente en su habitación para cogerlo. Aquella noche Olga había librado, y sus hijos decidieron irseamenear el esqueleto ( como más tarde le explicaron a Laura, habían estado un rato en la discoteca a la que más solían ir, pero sólo para hacerse con una coartada: el resto del tiempo lo habían pasado junto a sus parejas en una habitación que Joaquín, que tenía ya dieciocho años, había alquilado para los cuatro ). No hacía mucho que habían vuelto, metiéndose en la cama antes de que Olga les pudiese preguntar si se habían divertido... y comprobar, de paso, que no hubiesen bebido más de la cuenta.

Mientras se vestía ( sin ropa interior debajo, lo cual le hizo mojarse aun más ), Olga le dijo, tras exhalar un prolongado suspiro, que cada día estaba más linda. Ella le agradeció el cumplido, y su tía le preguntó si ya había salido con algún chico. Laura le dijo que sí, absteniéndose de revelarle la frecuencia con lo que lo hacía para no escandalizarle.

Le dio un par de sus zapatillas de andar por casa, y se dirigieron a la cocina, donde Olga se dispuso a preparar la comida ( ese día había decidido hacer algo especial aprovechando que era el aniversario de su hija, y estaba a punto de ponerse con ello cuando llegó Laura ). Laura se ofreció a ayudarle, lo que les permitió acabar antes de lo previsto.

Olga no dejaba de comérsele con la mirada, cebándose preferentemente en las descubiertas piernas de su sobrina, y ocasionalmente le piropeaba, aunque procurando no parecer interesada a nivel sexual por ella. Cuando la comida estuvo lista ( a falta del postre, un pastel que ya estaba en el horno y que hasta un buen rato no terminaría de hacerse ), se fueron al salón, y tras un rato de charla intrascendental Olga le preguntó si se pintaba las uñas de los pies.

Laura le dijo que sí, pero no muy a menudo, y Olga se ofreció a pintárselas. Sus manos temblaban cuando puso en su regazo los pies de Laura, que empezó a comprender lo mucho que excitaba a su tía. Terminado aquel trámite, jugaron un poco al tute mientras se terminaba de hacer el pastel, poniendo la mesa y encendiendo el televisor para distraerse un poco... y para desperezar, de paso, a aquel par de dormilones. La estrategia dio su fruto, pues sus primos se levantaron no mucho después, llevándose una gran alegría cuando vieron a Laura.

Comieron, y los cuatro pasaron toda la tarde juntos ( no hacía para salir, el tiempo continuaba fatal ). Entretenimiento no les faltó, sus primos tenían un montón de juegos de mesa, además de consola y ordenador personal: por si fuese poco, se vieron una película en DVD.

Cuando Óscar les llamó para avisarles que ya había salido del trabajo, y que pronto estaría allí para recoger a Laura, Elisa y Joaquín comenzaron a quejarse, pues querían estar más rato con su prima. No les costó demasiado convencerle, por lo que Óscar, que de todos modos subió para felicitar en persona a su sobrina ( y para darle el regalo que le había comprado ), volvió al chalé solo ( podría haberse quedado a dormir en el piso de la ciudad, pero Alicia le había llamado poco antes diciéndole que no se entretuviese mucho pues su conejito estaba especialmente hambriento, y él, claro, no podía tolerar aquello ).

Laura durmió en la habitación de Elisa, y no bien Olga les dio las buenas noches, dirigiéndose a su cuarto, comenzaron a darse el lote. Joaquín no pudo resistirse a la tentación de unírseles, por supuesto con mucho sigilo. No se atrevían a hacer nada especialmente comprometido ( léase desnudarse por completo ), hasta confirmar que Olga se había dormido ( tenía el sueño muy pesado, así que a partir de aquel instante no habría nada que temer ). Fue por ello que decidieron enviar a un explorador: como ninguno se presentó voluntario, lo echaron a suertes, tocándole a Laura.

La habitación de sus tíos da a una terraza a la que también da el salón y la cocina. Tan sólo tenía que salir, sin hacer ruido, y asomarse por la ventana ( Olga nunca bajaba del todo la persiana ). Sus tíos tenían instalado un regulador de luz en la alcoba: la luz estaba encendida, pero a algo menos de la mitad de su potencia total. Que ella supiese, su tía no dormía con la luz puesta, aunque la tuviese baja, por lo que dedujo que seguía despierta.

Sin molestarse en mirar dentro, se dirigió de nuevo a la cocina, que era por donde había salido a la terraza. Fue entonces cuando se percató de que su ropa ya no estaba en el tendedero que había al lado de la puerta. ¿ Habría decidido lavársela su tía ? No, pues en ese caso estaría dentro de la lavadora, o quizá de la secadora, y los tambores de ambas, como enseguida comprobó, estaban vacíos. Además, sus zapatos tampoco estaban donde los había dejado.

Tuvo una corazonada, por lo que volvió sobre sus pasos y se asomó por la ventana de la habitación de sus tíos. No le sorprendió demasiado comprobar que Olga se estaba masturbando con su ropa, restregándose con ella, oliéndola y chupándola. Afinando el oído, Laura logró captar algunos de sus susurros: además de su nombre y el de su madre, escuchó palabras, casi siempre sueltas, que no dejaban lugar a dudas acerca de con qué estaba fantaseando. Su tía no sólo les deseaba con desespero, si no que además disfrutaría siendo dominada por ellas.

Olga se aplicaba de vez en cuando algunos castigos: se dio descargas en lugares sensibles con el encendedor eléctrico de la cocina ( al que previamente quitó el depósito del gas ), se pellizcó con pinzas de tender la ropa ( hizo hincapié en los pechos, los labios vaginales, la lengua y las nalgas ), se vertió la cera derretida de una vela ( apenas unas gotas, en los muslos y el torso ), se arrancó algunos pelos del sexo con un pequeño alicate e incluso usó uno de los cintos de su marido para mortificarse ( lo agarró de la hebilla ).

Pidiendo permiso a sus imaginarias amas para alcanzar el orgasmo por última vez ( también se refirió a su sobrina y cuñada como diosas, reinas y dueñas ), Olga profanó gozosa su ano con los tacones de los zapatos de Laura, no sin antes limpiarlos con la lengua ( suelas incluidas ).

Eran relativamente gruesos, pero los encajó sin problemas, de lo que se deducía que su culo estaba bien entrenado. A decir verdad, era más que probable que se lo hubiese trabajado previamente con alguno de los consoladores que se veían sobre la cama, lubricándoselo con vaselina ( había un frasco sobre la mesilla ).

Pese a las apariencias, aquellos autoimpuestos suplicios no fueron especialmente duros: el dolor le ponía bastante a tono, qué duda cabe, pero con lo que realmente parecía gozar Olga era con la humillación. Estalló en un orgasmo tan intenso que tuvo que morderse los labios para no gritar ( la mañana siguiente, al desayunar, profirió un leve quejido: cuando Laura le preguntó qué le pasaba, la muy tunanta le dijo que se había quemado con el café... lo cual era imposible, pues le había echado un buen chorro de leche recién sacada del frigorífico ).

  • Ahora comprendo por qué no os cayó bien la niñata con la que sale Olga: teméis que se esté aprovechando de sus tendencias masoquistas, habiéndole dominado.

  • No parecía ser el caso, aunque... - comenzó Laura, dubitativa.

  • Dos personas adultas y responsables pueden practicar ciertos juegos sin que ello tenga necesariamente que ser síntoma de que una de ellas ha sido sojuzgada por la otra, pero, cuando una ha demostrado tener tendencias masoquistas y se presta a cosas que podrían ser humillantes para ella, la cosa cambia bastante - le dijo Alicia, resumiéndole a continuación lo sucedido.

Después de bailar las dos un rato, se sentaron ante la barra y pidieron un par de refrescos. Olga no puso ninguna objeción a beber el suyo directamente de la boca de la muchacha, que se lo daba a través de besos ( aunque a veces se limitaba a escupírselo ). Tampoco pareció disgustarle que su amante le plantase una de sus aparatosas botas en la entrepierna, por debajo de la falda, y le hiciese una paja delante de todo el mundo ( el ambiente era muy distendido, así que nadie se escandalizó, o no en exceso ).

Les habían puesto unas aceitunas de aperitivo, y a la joven selecayó más de una al suelo: Olga las recogía como si nada y se las comía sin siquiera limpiarlas, sosteniendo su mirada. Cuando terminaron, Olga pagó la consumición y le dejó al camarero una sustanciosa propina, metiéndose ambas en el cuarto de baño, donde estuvieron algo más de veinte minutos.

Al salir, Olga tenía el pelo y la ropa mojados, habiéndosele corrido por completo el maquillaje ( se había aplicado mucho más del que acostumbraba, parecía una fulana ). La muchacha exudaba satisfacción, y Olga le seguía mansa, con una sonrisa estúpida que se le borró no bien reparó en la presencia de su sobrina y de su cuñada.

  • Para mí que le meó encima, posiblemente mientras se hacía comer el coño - concluyó Alicia.

  • Qué fuerte - atinó a decir Óscar.

  • Si esa zorra realmente ha abusado de la tía, ya se puede ir preparando - sentenció Laura - Me aseguraré en persona de hacerle pagar por su osadía.

  • ¿ Le dijiste a tus primos lo que le viste hacer en su alcoba ?

  • Por supuesto que no: no me gustaría hacer que se avergonzasen de su madre. Cuando la tía se calmó, volví a reunirme con ellos, aprovechando para desahogar mi calentura.

  • ¿ Cómo justificaste tu demora ?

  • Les dije que me había pasado por el servicio para hacer del vientre después de comprobar que Olga dormía. Los dos quisieron asegurarse de que me hubiese limpiado bien el culito, así que me puse a gatas y me lo abrí bien abierto para que pudiesen echar un vistazo.

  • Algo me dice que no se conformaron con un examen visual - bromeó Óscar.

  • Claro que no - rió ella - Mientras yo me hacía una paja, ellos me hurgaron el trasero, metiéndome algún que otro dedo para dilatármelo.

  • ¿ Aprovecharon para comértelo un poquito ?

- Curiosamente sí, y además lo hicieron a dúo. Joaquín tenía la tranca bastante mustia ( normal, acababa de tirarse a Elisa ), pero no tardó en ponérsele de nuevo como una piedra: mientras él me taladraba el culo, yo le comí el coño a su hermana. Más tarde le emparedamos entre los dos, Joaquín con su herramienta y yo con un consolador doble que le había regalado por navidades.

  • ¿ Qué me dices de tus demás primos ? - le preguntó Óscar, tras un breve silencio - ¿ Hay algo entre alguno de ellos y tú ?

  • Con los hijos de Nuria me llevo de fábula, y también con los de Belén, pero únicamente mantengo relaciones sexuales con los de Roberto ( además, los de la tía Belén aún son demasiado jóvenes para mi gusto ).

  • Ya veo. Eres muy sociable, hija, y eso me satisface: de no haber sido por la ponzoñosa influencia de la matriarca neharai, probablemente también hubieses congeniado con tus primos por parte materna...

  • Yo también lo creo así, pero de nada sirve darle vueltas al asunto.

  • No estoy tan seguro de ello. Ignoro hasta qué punto podré reformar a sus hermanas, pero estoy seguro de que por ellos sí que podré hacer algo ( y supongo que también por sus padres ). Una vez les haya rehabilitado, quizá descubras que algunos son dignos de tu amistad.

  • Si supieses qué clase de perrerías les han hecho esas malnacidas no estarías tan seguro de poder ayudarles, papá - le dijo Laura, entristecida ( e incluso con un deje de amargura en su voz ) - Por ponerte tan sólo un ejemplo, les hacen sus necesidades en la boca, y ellos tienen que tragárselo todo, limpiándoles a lametones hasta que se corren. A veces, incluso les obligan a dejarse la cara y el pelo manchados de heces y orines...

  • ¿ No es eso mismo lo que tú tanto deseas hacer con Manuel, el hijo de Teresa ? - le puso a prueba Óscar.

  • ¡ No compares ! - se molestó ella - Yo no tengo intención de obligarle a hacerlo: le convenceré por las buenas, y me aseguraré de que disfrute como un cerdo mientras se zampa mi jugosa mierda ( supongo que la magia de tus tomates ayudará bastante ). Sin embargo ellas, además de amenazarles con castigos realmente brutales si no les adoran el culo mientras hacen del vientre ( y el coño mientras orinan ), les tratan como a bestias, asegurándose de que su humillación sea máxima.

  • Está bien, hija, no te me enfades, sé muy bien la diferencia que hay entre esas alimañas y vosotras. ¿ Lo hacen muy a menudo ?

  • Siempre que les tienen a mano - repuso Alicia - En ese aspecto la peor de todas es Raquel, que se pavonea ante mí y ante las otras de llevar casi siete años sin sentarse en un inodoro, y más de cinco sin comprar papel higiénico ( como si necesitase ahorrar, con la de pasta que les da el negocio de su esposo, por cierto ahora suyo ). Las demás, por lo visto, han decidido imitarle.

  • ¿ Cómo se limpian el culo ellos ? ¿ Con una esponja ?

  • Qué más quisieran: les obligan a limpiarse entre ellos, también con la lengua. Oh, y les usan como compresa.

  • Nada que ver con lo que hemos hecho antes, supongo.

  • Claro que no, esas cerdas se aseguran de hacer de ello un humillante acto de sometimiento, mientras que zamparnos la regla de las deluyrei fue un acto de amor y sana lujuria.

  • Muchas gracias, nena - le dijo Ciríe en nombre de todas.

  • No hay de qué.

  • ¿ Qué más cochinadas les obligan a hacer ? - siguió indagando Óscar.

  • Les usan de cenicero, apagando los cigarros en sus cuerpos y obligándoles a tragarse las cenizas y las colillas ( todas fuman ). Con decirte que a veces les hacen caminar a cuatro patas por el jardín, tratándoles como a perros delante de sus vecinos e incluso apareándoles con chuchos de verdad...

  • ¡ Malditas sean ! - exclamó Óscar, descompuesto - No me extraña que la mayor parte de ellas tenga como mínimo uno...

  • Otra de las lindezas que suelen hacer es vomitarles en la boca cuando han bebido de más ( las gemelas, sin ir más lejos, les echan la papilla cada fin de semana, pues beben como esponjas ). Ah, y les obligan a limpiar la taza del inodoro a lametones ( no siempre les tienen a mano para que les hagan de retrete ).

  • Meterles en la boca su ropa interior sucia, preferentemente bien sudada, orinada y con alguna que otra pincelada de mierda, es otra de sus vejaciones preferidas: les amordazan para que no la puedan escupir y les tienen horas enteras así, a menudo toda una noche - prosiguió Laura - A veces, dejan la bolsa de la basura varios días al sol, y entonces la perforan ( casi siempre con tenedores que luego ellos tendrán que usar para comer, sin estarles permitido fregarlos previamente ), obligándoles a restregarse con lo que rezuma de ellas. Una vez que están bien rebozados, han de dejar que la porquería se les seque sobre la piel para luego asearse entre ellos por el procedimiento habitual.

  • Les obligan a hacer todas las labores domésticas, y, ¡ ay de ellos si no se esmeran ! - continuó Alicia - Nunca hubo chacha más solícita que ellos, y les han convertido en unos cocineros excelentes a fuerza de castigos.

  • Pues como catadores son inimitables - dijo en tono sarcástico Laura, arrugando disgustada la nariz - Cada vez que toca un plato de cuchara, les obligan a tomarse entre todos un cacito: ¿ adivinas por dónde ?

  • ¿ ¡ Por la nariz ! ? - leyó de su mente Óscar, atónito.

  • Sí, y eso no es lo peor: al que se le cae algo, no importa lo mal que lo haya pasado al atragantarse, le ponen durante tres días a dietafecal perruna

  • le dijo Alicia.

  • Las muy cerdas vacían en sus platos las bolsas que ellos mismos han de traer de uno de esos contenedores que hay para las deposiciones caninas - explicó Laura.

  • Ya puestos a hacerles comer mierda de perro, imagino que también les darán a probar las deposiciones de los suyos...

  • Eso dicen, pero nosotras jamás hemos visto que lo hagan. Nos da la sensación de que reservan para ocasiones muy especiales .

  • ¿ Les deleitan con algún otro tipo de golosinas ? - quiso saber Óscar ( si ironizó fue para aliviar un poco la tensión ).

  • Pues sí: cada vez que entra un bicho en casa ( y lo hacen muy a menudo, pues sus chalés cuentan con amplias fincas, y sus apartamentos tienen jardines bien majos ), ellos tienen que comérselo - le dijo ella.

  • ¡ Pueden morir envenenados !

  • No, pues están eximidos de comerse los que son excesivamente venenosos. De todas formas, sospecho que ya deben estar parcialmente inmunizados a muchos tipos de venenos, pues esas sádicas les exponen constantemente a picaduras de arañas, avispas, abejas, escolopendras, alacranes... entre otros insectos.

  • ¡ Ahora entiendo para qué tiene Raquel un vivero con bichos en casa ! - exclamó Óscar, al que siempre le llamó mucho la atención aquel detalle.

  • Casi todas tienen uno, y bien surtido - le dijo Laura - Están hechas unas expertas en entomología.

  • Aunque no se envenenen al comer los bichos que se cuelen en casa, bien podrían intoxicarse, pues tengo entendido que los insectos acumulan pesticidas en sus cuerpos, que sin duda pasarán a los de ellos - dijo Óscar, pensativo.

  • No habíamos caído en eso, pero de momento no parece haberles afectado - dijo Alicia - Y no creas que su exóticadieta se queda en eso: no sé cómo se lo montarán las demás para conseguirles despojos variados, pero Raquel conoce al encargado de una carnicería y a uno de los dependientes de una pescadería, habiéndoles seducido ( esos idiotas no saben dónde se están metiendo, estoy convencida que dentro de unos años terminarán como los otros ). Les hacen recolectar los restos más inmundos, muchos de los cuales han llegado a estar en el suelo, pisados por ellos e incluso con serrín, y una vez a la semana sus esclavos comen de ello ( dependiendo de lo pocho que esté y de lo bien que se hayan portado, lo cuecen mucho, poco, o nada ).

  • ¡ Me cago en Khali y en su puta calavera ! - exclamó Óscar, y tanto las deluyrei como Darlane le ovacionaron, mostrándole así su incondicional apoyo. Cuando por fin se callaron, le preguntó a su mujer - ¿ Qué más les hacen ?

  • Podríamos seguir citándote ejemplos de su sadismo, pero nos llevaría horas - le dijo Alicia - Creo que será mejor que te hablemos tan sólo de lo más habitual.

  • Está bien, hacedlo.

  • Veamos: les azotan, les flagelan, les muerden y les queman ( no sólo con cigarrillos, también con un soldador de escasa potencia que todas tienen, de esos que usan los electrónicos, valiéndose ocasionalmente de la plancha y de la vitrocerámica ).

  • Les arañan ( no sólo con las uñas, que todas llevan muy afiladas, también con rastrillos de jardinero y con cepillos de púas metálicas ), les golpean ( con mazos con cabeza de goma, con palos de golf y con toallas mojadas, entre otras cosas ), y les clavan objetos afilados ( agujas, chinchetas, palillos, clavos, tornillos, dardos de diana, hipodérmicas, y quién sabe qué más cosas ) - continuó Laura.

  • Hablando de clavar, a menudo les ponen imperdibles y cuelgan pesas de ellos ( suelen hacérselo en lugares sensibles, como por ejemplo el sexo, los pezones, el ano, la lengua, y los labios ) - prosiguió Alicia - También les someten a grotescas y dolorosas inserciones ( anales, bucales, uretrales y nasales ), les dan descargas eléctricas...

  • Se nos olvidaba que les depilan una vez a la semana, y no precisamente con cuidado - dijo Laura.

  • Con que se lo hayan hecho unos cuantos meses seguidos, ya no habrá pelos que arrancar - razonó Óscar.

  • Supongo que así sería de no untarles un potingue, según ellas preparado por la amiga de Remedios, que fomenta su crecimiento - dijo Alicia - Siempre pensé que se trataba de algún tipo de preparado natural, aunque ahora, sabiendo lo que sé, no me cabe duda de que se trata de una poción mágica hecha por ella.

  • Es lo más probable - concedió Darlane.

  • Cuando les arrancan el pelo, sobre todo el que les sale en el culo y los cojones ( los que aún tienen, claro ), dan unos alaridos horribles

  • dijo Laura - Para mí que, además de acelerar su crecimiento, sensibilizan al máximo la piel.

  • ¿ Por dónde les untan ?

  • Por la entrepierna, el culo, las axilas y el pecho.

  • Raquel me ofreció un poco, para usarlo con mis sumisos: me he negado a hacerlo, aunque estuve tentada de darte un poco mientras dormías, para solucionar tu alopecia - le dijo Alicia.

  • Tranquila, ya está solucionada - rió Óscar, acariciándose el ahora abundante cabello - Imagino que, si no me lo diste, fue por temor a que se tratase de un veneno...

  • Eso es: me fío de esa arpía aún menos que de Inmaculada.

  • No parece lógico, tu madre ha hecho cosas aún peores que ella.

  • Sí, pero no por demasiada diferencia. No me preguntes por qué, pero me fío más de la palabra de mi madre que de la de mis hermanas.

  • Probablemente la neharai te haya condicionado telepáticamente para reaccionar así - dedujo Hedelia.

  • Si aún conservas el brebaje ese, me gustaría que me lo dejases a fin de confirmar que, en efecto, es mágico - le dijo Hepente.

  • Dalo por hecho - le aseguró Alicia - Has de saber que ese potingue no es el único que Raquel me ha regalado: me sentiré mucho más a gusto si tú y Darlane echáis un vistazo a todos esos frascos.

  • ¿ Qué más cosas me podéis decir de ellas ? - les preguntó Óscar - Preferiría que os centraseis principalmente en Raquel, que es la que más conozco.

  • Su marido está castrado, como los de todas ellas, y la mayor parte del tiempo lleva un cinturón de castidad, al igual que sus dos hijos

  • le dijo Laura - Si les han dejado el pito, dicen, es únicamente para que les den placer con él.

  • ¿ Vicenta es un chico ? - se sorprendió Óscar, al no cuadrarle las cuentas y hurgar un poco en la mente de Laura ( de siempre había supuesto que Raquel tenía tres hijas y tan sólo un hijo )

  • A estas alturas, y por lo que me han contado de él, Vicente ya no existe, tal y como ocurriera conmigo - le dijo Julián.

  • ¿ También le han castrado ? - se enojó Óscar.

  • Sí, aunque sólo le han cortado los cojones, como a su padre - repuso Alicia - Y a Andrés ya le están empezando a afeminar.

  • ¡ Jordi no sufre de Alzheimer, ni tampoco de esclerosis ! - exclamó Óscar al averiguar lo que realmente le pasaba, sintiendo cómo su ira crecía.

  • Claro que no, esas hijas de Satanás le cortaron algunos tendones de las manos y de los pies, así como las cuerdas vocales - le dijo Laura - Entre eso, y que le tienen drogado a casi todas horas, no es de extrañar que al pobre le dieran por no apto, quedándose la tía con el negocio. De vez en cuando muestra un atisbo de lucidez, pero a estas alturas está hecho una ruina humana. Te aseguro que a veces me dan ganas de llorar al verle, papá.

  • No me extraña, hija. Lo que no entiendo es cómo todo el mundo se ha tragado que padezca de ambas enfermedades, siendo tan joven como es ( si no me fallan las cuentas, debe tener cuarenta y dos ).

  • Raquel le tiene atado bien corto ( tanto figurada como literalmente ), y Patricia, la médico que declaró su incompetencia, es amiga suya ( de hecho es su amante ), habiendo aceptado gustosa su maligno credo - le explicó Alicia - Oh, y casi aciertas con su edad, pues tan sólo te pasaste por un año.

  • ¿ Qué sabéis de ella ? Me refiero a la tal Patricia.

  • Ella de momento no ha castrado a su marido, ni tampoco le ha mutilado, pero le droga para que no pueda librarse de su control - repuso Laura - Tienen dos hijas: como podrás imaginarte, a estas alturas ya son tan odiosas como las gemelas.

  • En cuanto a sus tres hijos, han sido convertidos en sumisas pechugonas ( no se conformaron con los resultados del tratamiento hormonal, así que les operaron ) - prosiguió Alicia - A grandes rasgos, tanto su esposo como sus tres hijos sufren el mismo tipo de atrocidades que los demás.

  • Patricia le amputó en persona al mayor los testículos ( no sabía si hacérselo a él o a su marido, así que lo echó a suertes ), pero la operación, por cierto casera, se le fue de las manos y casi se le muere desangrado, habiéndose quedado sin uno de sus esclavos favoritos - continuó Laura - Fue por ello que decidió conformarse con ponerles a sus dos restantes hijos, y a su marido, dispositivos de castidad... al menos, hasta que Cristina, la mayor de las hermanastras de mamá, le enseñe cómo castrar a sus sumisos, y también cómo cortarles los tendones y las cuerdas vocales sin dejar huellas demasiado evidentes.

  • Antes de que lo preguntes, fue ella quien mutiló a Jordi y a Vicente... entre muchos otros - se le adelantó Alicia a Óscar.

  • ¡ Esa puerca lo ha hecho docenas de veces, de hecho se hizo veterinaria no por su amor hacia los animales, si no para aprender nuevas formas de martirizar a la gente ! - exclamó él, jadeando de pura rabia ( averiguar, gracias a su telepatía, que Cristina practicaba con perros callejeros, mutilándolos antes de matarlos, tampoco fue muy de su agrado que digamos ).

  • Y no tardará en volverlo a hacer, pues tiene previsto capar a los hijos menores de Patricia antes de que acabe el año. De ese modo, dicen, lo comenzarán conbuenpie , esto es, como señoritas. Oh, y al padre no sólo le castrarán, dejándole sin habla y paralítico, si no que además probablemente le corten la polla ( por lo visto no la tiene lo suficientemente grande como para les merezca la pena indultársela ). Tengo entendido que lo harán en nochebuena, aprovechando el comienzo de la navidad.

  • ¡ Malditas fulanas sádicas ! - rugió Óscar, y estaba tan enojado con todas que, de haber tenido a cualquiera de ellas delante suya en aquel preciso instante, le habría abofeteado con todas sus ganas... lo cual, considerando su fuerza sobrehumana, habría sido más que suficiente para reventarle la cabeza, desparramando sus sesos por todo el salón. Estaba claro que tendría que controlarse cuando les tuviese ante él, pues no merecían un final tan rápido y piadoso. Cuando se logró serenar les dijo a Alicia y a su hija, mirándoles con repentina severidad - ¿ Me equivoco, o vosotras también habéis martirizado a los hijos de Raquel ?

  • Me temo que sí, y también a los de las otras, sin olvidarnos de sus maridos - reconoció Laura, avergonzada, apresurándose a añadir

  • Si lo hacíamos era para no buscarnos problemas con la abuela y con Remedios, no porque nos gustase.

  • Cada vez que nos veíamos obligadas a visitar a alguna de mis hermanas o hermanastras lo pasábamos fatal - le aseguró Alicia - Odiamos tener que fingir que somos tan sádicas como ellas.

  • ¿ Qué cosas les habéis tenido que hacer ?

  • Para empezar, siempre nos invitan a usarles como retrete, y en más de una ocasión hemos tenido que aceptar, pues acostumbran a ponernos aperitivos muy salados para que bebamos mucho, entrándonos así ganas de orinar ( no me extrañaría que nos echasen algún tipo de diurético, e incluso algún laxante ) - repuso Laura - No hay día que no tengamos que flagelarles, tras lo que les usamos de escabeles, descansando nuestros pies en sus rostros ( caso en el que nos los lamen sin cesar ), sus pechos o sus sexos. Bien sabes que adoramos jugar a esas cosas, pero hacérselo a alguien por la fuerza, alguien que no merece para colmo ningún castigo, es asqueroso.

  • Una de las últimas veces que fui, antes de que papá muriese, me invitaron a probar con ellos un aparato que les daba descargas eléctricas: me dio tanta rabia que estuve en un tris de clavarle la picana a Raquel en un ojo, hundiéndosela hasta lo más profundo de su putrefacto cerebro, pero en vez de ello, y por la cuenta que me traía, simulé que disfrutaba dándoles sacudidas.

  • Cuando tenemos que ir a casa de alguna de esas degeneradas nos hacemos previamente una lavativa, para que no nos entren ganas de hacer del vientre, pero la última vez que fuimos a casa de Raquel ( que fue cuando nos reunimos para conspirar en tu contra ), se nos olvidó hacérnosla.

  • ¿ Qué pasó ?

  • Me entró un retortijón, y la tía, al saber para qué iba al servicio, le hizo un gesto a Andrés, que se arrodilló a mis pies y me suplicó que le hiciese del vientre en la boca. Me hizo una comida de culo tan fantástica que finalmente me corrí, y desde entonces estoy deseando repetir, aunque con alguien que realmente quiera hacerlo.

  • ¿ No te dio vergüenza abusar así de tu primo, Laura ? - le reprendió Óscar.

  • ¡ Pues claro que sí, papá ! - se defendió ella, con lágrimas en los ojos - Era evidente que Andrés no deseaba hacer de letrina para mí, pero no tuve más remedio que aceptar su oferta : de lo contrario, Raquel habría pensado que mamá me está educando mal .

  • Tanto él como su hermana Vicenta se veían tan terriblemente necesitados de sexo que yo misma les quité el cinturón de castidad y me les tiré, aprovechando que Raquel tuvo que salir un momento ( menos mal que sus hijas aún no habían llegado, pues estaban de juerga ) - continuó Alicia - Pobrecillos, se corrieron tres veces cada uno, y no te puedes imaginar con qué amor me lo limpiaron todo. Te juro que lloraron de felicidad, suplicándome que les llevara conmigo.

  • Es comprensible - dijo Óscar, con aire distraído.

  • ¿ En que piensas, papá ? - le preguntó Laura.

  • En nada, cielo - le mintió con torpeza él, volviendo bruscamente a la realidad.

  • Será mejor que se lo digas, Óscar - le recomendó Ciríe.

  • ¿ Lo de Raquel, o lo otro ? - quiso saber él.

  • Ya nos encargaremos nosotras de explicarles eso que has leído de nuestras mentes, tú tan sólo cuéntales lo de tu cuñada - le dijo Sarigza.

  • ¿ Qué pasa con ella ? - se interesó Alicia, decidiendo por el momento no indagar acerca de lo que quiera que Óscar hubiese averiguado de las deluyrei gracias a su telepatía.

  • Probablemente se os antoje una sandez, y es por ello que no quería decíroslo, pero el caso es que me cuesta horrores imaginarme a Raquel cometiendo todas esas atrocidades - resupo él - No sé, por algún motivo presiento que es impropio de ella.

  • Supongo que estás bromeando - le dijo Esther, estremeciéndose al recordar alguna de las cosas que le había hecho su hermana mayor cuando aún vivía con ella ( si es que a eso se le podía llamar vivir ).

  • Ojalá fuera así.

  • ¿ Has olvidado el papel que desempeñó en la fiesta con la que esas zorras al servicio de Khali te desacreditaron ? - le preguntó Julián.

  • Por supuesto que no, pero aún así me pregunto si no se habrá visto obligada a ser como es...

  • Supongo que en cierta forma sí, pero no más que las otras - concedió Alicia.

  • En lo más profundo de sí, Raquel es radicalmente distinta a ellas: así es, al menos, como lo siento yo - les dijo él, dejándose ya de rodeos

  • Hace unos días me habría reído de mí mismo, pero, tras todo lo que me ha ocurrido últimamente...

  • ¿ Cuándo empezaste a tener ese presentimiento ?

  • No estoy seguro. Creo que ayer, aunque desde entonces se ha ido intensificando.

  • Pronto sabremos cuán acertado estás - le dijo Sarigza.

  • Sí, eso pienso yo también. Casi me dan ganas de suspender ahora mismo la fiesta y salir en busca de todas esas enfermas para darles su merecido: aprovecharía para leerle la mente a Raquel, saliendo de dudas.

  • La neharai ha de ser la primera en caer - razonó Hepente - Si atacamos primero a sus protegidas, y ella de algún modo se entera, corremos el riesgo de que huya. Podría esconderse quién sabe dónde mientras maquina cómo hacernos frente.

  • Estoy completamente de acuerdo - dijo Óscar - Mañana mismo comenzaremos a investigar acerca de su paradero, pero procurando no despertar sospechas.

  • Nos valdremos de un hechizo rastreador, será más eficaz - propuso Darlane.

  • Y rápido - abundó Hepente.

  • Óscar podría hacerse crecer algunas enredaderas y manifestar espinas en ellas, secretando un poco del líquido paralizante del que ahora disponemos - aventuró Hedelia - Para neutralizar a la neharai sólo tendría que teletransportarse de improviso ante ella y meterle un buen zurriagazo con las ramas: ni siquiera tendría que luchar.

  • Tendré en cuenta esa posibilidad - le aseguró Óscar.

  • Paralizarle no es mala idea, pero yo casi optaría por rociarle con un buen chorro de nuestro fluido de aniquilación del Mal - le dijo Sarigza - Desarrollaste ese preciado don cuando su esencia se opuso a tu transformación en deluyrei: hagamos que sienta en sus carnes las consecuencias de enfrentarse en persona a uno de los hijos de Afrodita.

  • Parece de lo más apropiado, pero no quisiera correr el riesgo de destruirle antes de poder castigarle por todo lo que ha hecho.

  • Para castigarle no es imprescindible que esté viva - dijo la clérigo, y aquellas palabras hicieron estremecerse a más de uno - Además, a nuestra Señora probablemente no le importase darme el poder necesario para resucitarle cuantas veces sea necesario. Le haríamos experimentar un millón de muertes, a cual más dolorosa: quizá parezca brutal, pero quien comete tan horrendos crímenes no merece piedad.

  • Aún no habéis probado el liquidillo ese - les dijo Esther, señalando el puñal que rato atrás había sacado Darlane de su espacio de almacenaje.

  • Podría ser un buen momento para hacerlo - concedió Ciríe, haciéndose brotar un zarcillo de la palma de la mano a fin de coger el arma. Sosteniéndola por medio del mismo ante sus ojos, se hizo crecer otra pequeña rama, dotándola de una única espina.

  • Échale ya tu zumomatamalos , Ciríe, no te hagas de rogar - le animó Laura.

La deluyrei dejó manar una pequeña gota, haciéndola incidir sobre el filo, que pareció absorberla. Empezó a humear, calentándose más y más. Enseguida produjo un silbido, de amplitud creciente, muy similar a un aullido: ¡ el arma parecía gritar de dolor ! El metal se agrietaba y retorcía, oxidándose con celeridad. Su temperatura no cesaba de aumentar, por lo que pronto empezó a iluminarse, desprendiendo un apagado fulgor rojizo que cada vez era más brillante.

  • Sabía que erais muy resistentes al calor, pero nunca pensé que pudieseis soportar temperaturas tan elevadas - dijo Julián - Ese trasto tiene que estar a más de mil grados ya.

  • En realidad está a unos dos mil setecientos grados centígrados, y sigue calentándose - dijo Hedelia, tras estimar la temperatura del puñal por la tonalidad de la luz que irradiaba ( la escala centígrada no le era desconocida, de hecho estaba muy extendida en su mundo natal, siendo su preferida ) - A partir de cuatrocientos comenzamos a quemarnos, y a los quinientos sufrimos ya serias quemaduras, por lo que Ciríe debería estar ahora mismo achicharrándose.

  • Parece ser que el fluido no puede dañar nada que no sea maligno, ni siquiera indirectamente - dijo la aludida, tocando con los dedos el cada vez más malogrado arma sin sufrir quemaduras.

  • A nivel astral es de lo más curioso - dijo Hepente.

  • ¿ Cómo lo percibís ?

  • Como una mancha que se ve devorada sin remedio por una pulsante, esplendente y purificadora luz - dijo Darlane, tras pensárselo un poco.

  • El puñal ese se ve como un pútrido y repulsivo cadáver del que dan cuenta legiones de minúsculos, voraces y simpáticos buitrecillos - dijo Hedelia.

  • ¿ Es mi imaginación, o huele a ozono ? - les preguntó Alicia, no siendo la única a la que aquella descripción le arrancó una sonrisa.

  • No te lo estás imaginando, toda esa actividad metafísica está ionizando el aire.

  • No sé qué aleación sería, pero acaba de alcanzar su punto de fusión - dijo Ciríe, manteniendo en el aire las ardientes gotas de metal que empezaron a desprenderse del arma.

  • Esperemos que no alcance el de ebullición, o acabaremos inhalándolo, y no creo que fumarse un puñal sea especialmente sano - bromeó Óscar.

  • Mi médico me lo ha prohibido terminantemente - le aseguró Alicia.

  • ¿ El mismo que te receta supositorios tamaño familiar ? - indagó sonriente él.

  • Ese, ese...

  • Me le vas a tener que presentar, yo también quiero algunos.

  • No creo que se caliente tanto - dijo Hepente.

  • ¿ El médico ? - le preguntó inocentemente Laura - Bueno, no creo que le gusten los tíos, pero a lo mejor con papá hace una excepción.

  • No seas mema, me refiero al puñal - le regañó la hechicera, entre risas - Diría que la reacción exotérmico-astral comienza a decaer.

  • Sí, a mí también me lo parece - coincidió Ciríe.

No mucho después, la reina sostenía en su mano el resultado del experimento, de nuevo a temperatura ambiente. El puñal se había convertido en un amorfo puñado de escoria.

  • Si nuestro fluido hace eso a un objeto que está impregnado con maldad, ¿ qué no le hará a un ser malvado ? - dijo Hedelia.

  • Gracias a él, es posible que incluso nosotras pudiésemos vencerle - dijo Melein ( hacía un buen rato que tanto ella como Fasme habían acabado de adecentar a Óscar y Darlane, tras lo que se acomodaron a ambos lados de Albarí, acariciándole mimosas mientras esperaban nuevas órdenes ).

  • A mí no me cabe la menor duda - dijo Fasme.

  • ¿ Os imagináis la humillación que sufriría siendo derrotada por unas niñas ? - se emocionó Albarí ( en aquel momento manoseaba, dulcemente posesiva, los sexos de sus siervas. Éstas, evidentemente, se dejaban hacer ).

  • No pienso dejar que ninguna de vosotras se enfrente a ella, me reservo ese placer - terció Óscar.

  • Aún no nos has contado qué fue lo que leíste de las mentes de las demás deluyrei, Óscar - cayó en la cuenta Julián.

  • Y no lo haré - le aseguró él - Están esperando a que tengáis cierta duda ( bastante obvia, todo sea dicho ), para soltaros un discurso de lo más instructivo.

  • ¿ Qué duda ? - se apresuró a preguntarle Esther.

  • Cuando surja ( y lo hará, tenlo por seguro ), la solucionaremos con mucho gusto - le prometió Ciríe, dirigiéndose a Óscar y diciéndole - Tu hija y tu cuñada te pidieron un hijo hace ya un buen rato, y tú aún no te has pronunciado al respecto: en mi opinión, no deberías posponer más el asunto.

  • Estoy de acuerdo - dijo él.

  • Si no deseas dárnoslo lo entenderemos, pero dinos que no te has molestado con nosotras, por favor - le suplicó Laura, visiblemente tensa

La joven había empezado a pensar que Óscar se había olvidado de su sincera, si bien un tanto alocada, petición: retomar tan peliagudo asunto, sobre todo tan de sopetón, fue como echarle encima un jarro de agua fría. Tanto ella como su madre y tíos dejaron de preguntarse cuál sería la duda que supuestamente les iba a surgir... una duda que estaba íntimamente ligada a aquello, como más tarde averiguarían.

  • No me he molestado en absoluto con vosotras, niña mía, y me consta que mamá tampoco.

  • Pues no veas el peso que nos quitas de encima - suspiró laura, tan aliviada como su tía.

  • Me alegra saber que no os habéis enfadado, pero aún no nos has dicho si estás dispuesto a darnos un hijo o no - le dijo Esther a Óscar.

  • Eso no depende únicamente de mí, cuñada: no olvides que tu hermana, mi esposa, también tiene voz en el asunto.

  • A mí no me importaría que le dieses un hijo, Óscar, de hecho me haría muy feliz - le aseguró Alicia.

  • En ese caso, Esther, tendrás un hijo mío.

  • Oh, Óscar, gracias...

  • ¿ Qué pasa conmigo ? - les preguntó Laura a sus padres, ansiosa.

  • Ay, cielo, lo tuyo no será tan sencillo - le dijo Óscar - Eres menor de edad, podríamos buscarnos problemas con la ley si se supiese que yo soy el padre.

  • ¡ En este mundo, papá, tú eres la ley ! Además, ¿ quién coño puede impedirte que hagas lo que se te ponga en los mismísimos cojones ? ¡ Podrías aniquilar ejércitos enteros como quien le cambia el agua al jilguero !

  • Tu hija tiene razón - le dijo Alicia - Además, sólo revelaríamos la verdadera identidad del padre a los que sean por completo de fiar.

  • Quizá os interese saber que entre los deluyrei la endogamia es de lo más común, así como la poligamia - intervino Sarigza.

  • Según la tradición popular, cada una de las matriarcas tomó como esposas a decenas de hijas y a cientos de nietas: un patriarca no tendría por qué ser menos - agregó Hedelia.

  • Tener un hijo supone una gran responsabilidad, Laura - le dijo Ciríe, tras una breve pausa durante la que todos meditaron acerca de aquello - ¿ Realmente te crees preparada para algo así ?

  • De lo contrario, no se lo estaría pidiendo a papá - le aseguró ella.

  • Compaginar tu embarazo con tus estudios podría ser difícil

  • le previno Óscar - Para empezar, es probable que tus compañeros y profesores te pierdan el respeto...

  • Descuida, me haré respetar, y te prometo que estar embarazada no influirá negativamente sobre mi rendimiento escolar.

  • Te sentirás gorda, pesada, torpe y poco atractiva.

  • A mamá no le pasó nada de eso.

  • Cierto, pero a ella tu embarazo le sentó excepcionalmente bien: quizá tú no tengas tanta suerte.

  • Estoy dispuesta a correr el riesgo.

  • ¿ Qué harás cuando tengas un bombo bien grande y algunos de tus amigos te inviten a una fiesta ?

  • Si el cuerpo me pide marcha y me siento aún lo suficientemente atractiva ( además de ágil ), me apuntaré a lo que haga falta: de lo contrario, les diré que no quiero cometer excesos.

  • ¿ Irías incluso a la discoteca ?

  • Si se tercia, sí. Mm, sólo de imaginarme en la pista, con la ropa pegada al cuerpo por el sudor y marcando tripa, me pongo a cien...

  • Espero que me invites - le dijo Alicia.

  • Claro, y a la tía también.

  • Nunca he estado en un sitio de esos, mamá se aseguró de ello - dijo Esther, casi avergonzada.

  • Te gustará - le prometió Alicia - Reconozco que tienen algunas cosas malas, como por ejemplo que el ambiente suele estar muy cargado y que la música está a veces más alta de la cuenta, pero tiene sus compensaciones.

  • Ya verás qué bien nos lo pasaremos, tía - le dijo Laura - Nos vestiremos super provocativas las tres, con ropa casi transparente, y nos restregaremos en la pista como perras en celo.

  • Creo que me has convencido - rió Esther.

  • Pues eso no es todo, nena: nos meteremos mano y nos comeremos la boca delante de toda la peña... y de papá, pues supongo que querrá venir a ver cómo nos desmadramos.

  • Supones bien, cacho zorra.

  • ¿ Significa eso que me darás un hijo ?

  • Aún no lo he decidido, pero al menos ya no lo descarto - le dijo él - Antes de tomar tan importante decisión, creo que deberíamos discutirlo un poco más.

  • Como desees - cedió ella, comprendiendo que Óscar estaba a punto de claudicar.

  • Veamos: ¿ te has parado a pensar en los dolores del parto ?

  • Cuando mamá me tuvo apenas se enteró, o eso al menos tengo entendido - le recordó Laura - He salido clavadita a ella, por lo que a mí tampoco debería dolerme.

  • Quizá, pero, ¿ y si sí te doliese ? ¿ Y si tu parto fuese realmente duro ?

  • Bueno, de darse el caso podrías echarme unas lágrimas para anestesiarme...

  • Muy cierto, pero también podría negarme a mitigar tu dolor, para poner a prueba tu valía. ¿ Aceptarías el reto ?

  • Lo aceptaría, papá.

  • ¿ Y si el parto se complicase de veras ? ¿ Me odiarías por no ayudarte ?

  • No, papá. Es más, rechazaría la anestesia epidural para no correr el riesgo de dañar al niño, no importa lo mucho que me doliese, incluso aunque no hubiese más remedio que hacerme una cesárea. Estoy dispuesta a pasar cualquier suplicio con tal de tener un hijo tuyo.

  • ¡ Ignoraba que tuvieses tantísimas ganas de ser madre ! - se sorprendió Alicia.

  • ¿ Acaso tú no harías lo mismo, mamá ?

  • La verdad es que sí - reconoció ella.

  • Y yo también - se le unió Esther.

  • No hará falta llegar tan lejos, chicas - les tranquilizó él, volviendo a clavar su mirada en Laura y diciéndole - ¿ Qué me dices de la educación de nuestro hipotético hijo ?

  • Pasaría tanto tiempo como me sea posible con él, papá, sin dejar por ello mis estudios.

  • Hasta que fuese un poco mayor, lo más probable es que apenas tuvieses tiempo libre - le advirtió Óscar.

  • Ya no podría salir de parranda tan a menudo, soy consciente de ello, y apenas podría ocuparme de mis sumisos y amantes, mucho de los cuales podría perder por falta de trato... o de uso. No creas que la expectativa me seduce, pero tener un hijo tuyo compensaría con creces cualquier molestia.

  • Podríamos turnarnos las tres para cuidarlos - propuso Alicia - De ese modo, tendríamos más tiempo para nosotras. Además, supongo que tú también colaborarías algo, ¿ verdad, Óscar ?

  • ¿ Acaso no lo hice con Laura ?

  • Sí, y la verdad es que bastante. ¿ Has tomado ya tu decisión, cariño ?

  • En efecto. Además de contigo y con Esther, tendré un hijo con nuestra hija.

  • ¡ Oh, papá, gracias ! - exclamó ella, abrazándole gozosa.

  • No hay de qué, cielo - le dijo él, lamiéndole las lágrimas, de felicidad, que se le habían escapado. Sólo tras besarse ambos, con pasión pero también con ternura, accedió Laura a separarse nuevamente de su padre, que le preguntó, con una enigmática sonrisa - ¿ Quieres saber cómo nos las arreglaremos para ocultar que yo soy el padre ?

  • ¿ Ya has pensado en algo ? - se interesó Alicia.

  • Sí, y sospecho que os gustará mucho, especialmente a Laura

  • Pues no sé a qué esperas para desembuchar, amado cuñado y futuro padre de mis hijos - le apremió Esther, melosa.

  • Organizaremos para Laura una fiesta de cumpleaños muy especial, invitando a un montón de chicos y chicas de su edad, preferentemente conocidos suyos - comenzó a explicarse él - Sin que ellos se enteren, les daremos algunos de mis frutos anticonceptivos, ya sea disueltos en la bebida o formando parte de la tarta...

  • ¿ Para qué ? - se extrañó Alicia.

  • Pretendo asegurarme de la fiesta se convierta en una orgía, y no quiero que se quede preñada ninguna de las invitadas ( si Laura no se basta por sí sola para calentar como es debido el ambiente, le ayudaré con mis efluvios afrodisiacos ).

  • ¡ Qué bien suena eso, papi ! - le dijo Laura.

  • Lo sé, pero no me interrumpas - le regañó él, dándole un cariñoso pellizco en el muslo.

  • Perdona, sigue...

  • Ellos creerán que les dejamos solos, pero regresaremos sin que se den cuenta y nos acomodaremos en las plantas de abajo, desde donde disfrutaremos junto a los demás del espectáculo. Todos se correrán en tu coño varias veces, inundándotelo ( no les permitirás que se pongan preservativo ), pero para entonces ya estarás preñada de mí: cuando se sepa de tu embarazo, la gente supondrá que el padre es uno de los invitados.

  • ¡ Genial ! - exclamó Laura - ¡ No sólo justificaré mi embarazo, además me lo pasaré bomba ! De todos modos, papá, en tu plan hay un detalle que no me convence del todo...

  • ¿ Cuál, hija ?

  • Como les dé por centrarse únicamente en mi rajita no podré disfrutar de una buena ducha de esperma, y sería una lástima desaprovechar la ocasión teniendo tanta verga a mano.

  • Si tanta ilusión te hace, no bien podamos volver a ponernos tranca te pintaremosdeblanco

  • le propuso Ciríe, jocosa.

  • ¡ Yo también quiero que me pintéis ! - exclamó Esther.

  • Descuida, que habrá pintura para todas - le prometió Sarigza, haciendo como que se meneaba un ficticio falo.

  • Con la de semen que echáis, va a ser apoteósico - dijo Alicia, acariciándose como si se estuviese extendiendo una imaginaria corrida por los senos.

  • Bah, no sería la primera vez que te rebozas a conciencia en esperma, guarra - simuló quitarle importancia Óscar, de nuevo pensativo.

  • ¿ Qué estás tramando, cielo ? - le preguntó al punto ella.

  • ¿ Por qué debería estar tramando nada ?

  • Porque conozco muy bien esa expresión: has puesto cara de estar maquinando alguna travesura. ¿ Estoy en lo cierto ?

  • Sí.

  • Y, ¿ se puede saber en qué piensas ?

  • En la mejor forma de darte un auténtico baño de esperma, haciendo de paso que dure horas.

  • No me digas que vas a llenarme la bañera de semen...

  • Para hacerlo, supongo que bastaría con ponerme unos cojones talla cetáceo, pero no es eso lo que iba a proponerte. Verás, tienes un montón de prendas muy sugerentes que yo jamás te he visto usar, ignorando su existencia hasta ayer mismo. Por lo que sé, están hechas de materiales muy diversos: cuero, látex, neopreno, vinilo...

  • También las tengo de seda, de algodón, de lycra y de lana virgen - le cortó ella.

  • Todo un misterio - dijo él, fingiendo un reverente pasmo.

  • ¿ El qué ? - le preguntó Alicia, descentrada.

  • Que la lana esa siga virgen, teniendo en cuenta lo salido que anda el personal por aquí - bromeó Óscar.

  • ¡ Mira que eres un ganso ! - le regañó ella, entre risas - Además, ¿ se puede saber qué tiene que ver esa ropa con el rico baño de esperma que supuestamente me vas a preparar ?

  • Mucho. Los materiales que enumeré antes de que me interrumpieses son todos impermeables. Podrías cubrirte de cuello para abajo con prendas relativamente ajustadas, y yo me correría dentro. Piénsalo: hasta el último rincón de tu cuerpo estaría embadurnado de esperma, y podrías estar horas disfrutando de esa sensación, exhibiéndote de paso ante tu macho. Más aún, al estar tan tapada sin duda sudarías, cocinándote lentamente en una apetitosa y lasciva salsa resultado de la mezcla de mi semen con tus propios jugos de hembra en celo. Habría que ser muy puerca para atreverse a hacer algo así: ¿ lo eres tú, esposa mía ?

  • ¡ Claro que lo soy ! - exclamó ella - ¡ Si quieres, ahora mismo voy a vestirme para la ocasión !

  • ¡ Y nosotras también ! - dijeron Esther y Laura a dúo.

  • ¿ Qué os pondríais, chicas ? - les preguntó él.

  • Aún no lo hemos decidido - reconoció Alicia.

  • Independientemente de lo que os pongáis, no estaría de más que hicieseis algo de ejercicio, potenciando así vuestra transpiración. Se me acaba de ocurrir que podríais salir a la calle, dando un breve paseo: para que nadie viese cómo vestís, encima del conjunto que decidieseis usar os pondríais una gabardina bien amplia, guantes e incluso una bufanda.

  • Dalo por hecho - le aseguró Alicia, preguntándoles a las deluyrei - ¿ Os apuntáis ? Tengo ropa de sobra.

  • Difícilmente podría ser de nuestra talla - razonó Ciríe.

  • Vaya, pues tienes razón...

  • La tuya no les valdrá, eso seguro, pero recuerda que comenzaste a comprarle ese tipo de prendas a Laura cuando cumplió los doce años

  • le dijo Julián - Desde entonces, que yo sepa, has ido guardando lo que se le quedaba pequeño, en vez de tirarlo. Seguro que algunas de ellas les valen.

  • Buena idea, pero no creo que haya para las siete... y es una lástima, pues estoy segura de que también quieren probar.

  • ¿ Piensas que jamás lo hemos hecho ? - captó de su mente Hedelia, divertida - Todas teníamos prendas de ese estilo: el juego que ha descrito Óscar es muy conocido y practicado entre nosotras, por lo que a menudo las dábamos ese uso.

  • La que había en nuestro hogar se malogró con el paso del tiempo, pero siempre llevé un buen surtido en mi espacio de almacenaje, y esa estará en perfecto estado gracias al hechizo que hizo Darlane allí dentro para alterar el paso del tiempo - agregó Hepente - Lamentablemente, hasta que no nos desarrollemos por completo nos quedará grande, por lo que tendremos que esperar unos días para disfrutar del portátilbañodeíntimosjugos ( esa es la traducción más exacta del nombre que le damos a ese juego en nuestro idioma ).

  • Y yo que pensé que acababa de inventar algo novedoso... - se quejó Óscar.

  • Hace milenios que no se idea nada nuevo relativo al sexo: a lo sumo se hacen variaciones razonablemente interesantes de posturas, o actividades, ya existentes - le dijo Sarigza - Por lo que sé, la última patente importante se hizo casi tres siglos después de que Afrodita nos crease.

  • ¿ Has dicho patente ? - se extrañó Julián.

  • Eso es. En la mayor parte de los templos de Afrodita hay como mínimo una encargada de registrar todo avance, por ínfimo que sea, en la sacrosanta ciencia del sexo. En algunos templos esa tarea es vitalicia, pero en otros, como por ejemplo aquel en el que hice mis votos y cursé mis estudios, es rotatoria.

  • ¿ Tú también la desempeñaste ? - le preguntó Óscar.

  • En efecto. Los turnos eran de tres días, e hice cinco.

  • ¿ Atendíais a los peregrinos por la noche ? - indagó Darlane.

  • Sí, pero muy rara vez venían tras la puesta del sol, de hecho a mí sólo me ocurrió una vez. Era verano, y se trataba de una humana que estaba de paso.

  • ¿ Cuál era su idea ? - le preguntó la ángel.

  • Atar a alguien y cubrirle el cuerpo con melaza, lamiéndole entre varias personas hasta que se corra - repuso Ciríe.

  • Reconozco que es divertido ( yo misma lo he probado ), pero no se sale de lo común - dijo Darlane - Mira que despertarte por esa tontería...

  • No me despertó, hizo algo mucho peor - le aseguró Sarigza - Me había visitado Ciríe, y la priora nos había autorizado ( a mí, y a mis siete compañeras de cuarto ), a pasar la noche con ella.

  • Estábamos disfrutando de una amena velada, jugando al cáliz de la lascivia, cuando se presentó esa tipa - dijo Ciríe.

  • ¿ Quién hizo de cáliz, mamá ? - le preguntó Fasme a Sarigza ( lo hizo vibratoriamente, pues ella, al igual que Melein, tenía la boca bastante ocupada: ambas lamían sin cesar a Albarí, cebándose principalmente en sus pechos, cuello, ombligo y axilas. Si no se deleitaban por el momento con su sexo y su trasero era porque Albarí aún no les había autorizado a devorárselos, de modo que se conformaban con hurgárselos, tierna pero decididamente ).

  • Tu tía, por el coño y por el culo.

  • ¿ De qué va eso ? - les preguntó Laura - Se supone que nos lo ibais a explicar, y creo que sería un buen momento para hacerlo.

  • Estoy completamente de acuerdo - concedió Ciríe, haciendo una pausa mientras ordenaba sus ideas - El cáliz de la lascivia, cielo, es un juego erótico para grupos relativamente numerosos al que por lo común sólo juegan deluyrei. Se suele prolongar durante muchas horas, así que es comprensible que las participantes pacten su duración máxima antes de comenzar: solventado ese pequeño trámite, una de ellas será elegida para hacer de cáliz.

  • La afortunada se convierte provisionalmente en ama de todas, situación que se prolonga hasta que ella así lo desee, aunque nunca más allá del límite acordado - continuó Hepente.

  • Al número de participantes se le resta uno, dividiéndose entre nueve y redondeándose a la baja si la operación no da un número entero - prosiguió Sarigza - Es así como se calcula el máximo número de ayudantes que el cáliz podrá elegir, lo cual no significa que tenga obligación de elegir ninguna.

  • Las ayudantes deberán acatar sus órdenes con el mismo celo que las demás, a las que pueden dar órdenes por su cuenta - dijo Hedelia.

  • Si esas órdenes afectan directamente al cáliz, ésta tiene derecho a anularlas: cualquier orden que, sin concernirle de modo directo, no sea de su agrado ( o del de otra de las ayudantes ), tendrá que ser sometida a votación - añadió Hepente.

  • El voto del cáliz vale lo mismo que el de cualquiera de sus ayudantes: si hay empate, la que haya recibido la orden será quien decida si la acata o no - les explicó Ciríe - La verdad es que casi nunca han de votar, pues las ayudantes del cáliz suelen procurar no hacer nada que contraríe a su jefa.

  • No bien el cáliz ha elegido a sus ayudantes ( de desear hacerlo, claro, y siempre que le sea posible, pues si las participantes son menos de diez evidentemente no podrá ), se elige democráticamente al menos uno de sus orificios sexuales, lugar donde se verterá la inmensa mayoría de los fluidos íntimos producidos por todos los participantes a lo largo del juego - continuó Hepente - Sólo cuando se han decidido ambas cosas puede comenzar su breve pero placentero reinado.

  • ¿ En qué lugares los derramáis ? - quiso saber Julián.

  • En el coño y en el ano primarios, aunque a veces también en los secundarios: no solemos elegir más de dos orificios, de hecho comúnmente nos centramos en uno solo - repuso Sarigza.

  • El cáliz calienta al máximo a todas, seduciéndoles, dominándoles y provocándoles - dijo Hedelia - Sus fluidos le pertenecen, por lo que han de dejarle que los manipule a placer por medio de sus poderes: también han de permitirle usar sus dones vibratorios sobre ellas, cuando y como le venga en gana.

  • Los orgasmos se suceden sin pausa, generándose abundantes jugos que el cáliz va atesorando en sus entrañas - Añadió Ciríe - Evidentemente, además de su esperma, flujo vaginal y flujo anal, todo el mundo ha de entregar su leche materna al cáliz cuando ésta así lo requiere.

  • También añade a la rica mezcla algunos frutos que sus siervas se hacen germinar por orden suya, masticándolos antes de escupirlos en el agujero pertinente para que queden bien macerados - dijo Hepente.

  • ¿ Qué hacéis con ello ?

  • ¿ No es evidente ? - rió Ciríe - Poco antes de finalizar el juego, el cáliz ofrece su abundante colecta a todas las presentes, que liban directamente, extasiadas, del orificio donde la guarde.

  • ¿ Qué pasa con los poderes de los frutos ? - les preguntó Óscar - Se formaría una mezcolanza de lo más variopinta...

  • Podemos madurar físicamente nuestros frutos sin incorporar en ellos magia alguna, aunque requiere cierta práctica - le dijo Sarigza - Además, considera que buena parte de ellos no nos surten efecto, pues conceden a quienes los toman ciertos dones de los que nosotras ya disfrutamos.

  • En realidad, el único fruto que ocasionalmente añadimos madurado en poder, que no sólo en sustancia, son nuestras nueces - dijo Hepente.

  • Las recuerdo de ayer, parecen nueces de verdad aunque mucho más pequeñas - dijo Julián - ¿ Qué hacen ?

  • Su cáscara, nada: su contenido ( que en nada se parece al de una auténtica nuez ), produce ciertas alteraciones en el proceso mental, influyendo también sobre los sentidos - les explicó la maga.

  • Cuando maduramos una de ellas, podemos elegir qué habrá de sentir quien la consuma: euforia, ansiedad, placidez, nerviosismo, desasosiego, alegría, tristeza, melancolía, hastío, inspiración... - enumeró Sarigza, prefiriendo no continuar o se eternizaría - Podemos combinar tantos estados anímicos como deseemos, además de decidir en qué grado ha de manifestarse cada uno de ellos, o incluso, si ha lugar, en qué orden. En cuanto a las percepciones, podemos dejarlas inalteradas o modificarlas según determinados esquemas...

  • Dando lugar a alucinaciones - dedujo Óscar.

  • Eso es, y de muy diversa gama, aunque las que más nos gustan son las de índole sexual: no en vano nos referimos a nuestras nueces como los frutos, mm...

  • Una buena traducción podría ser falucinógenos

  • dijo Hedelia, y todas rieron su ocurrencia.

  • ¿ Son muy reales las alucinaciones esas ? - le preguntó Laura.

  • Ya lo creo - repuso Ciríe - Más aún, a veces se entremezclan con las que en ese momento tengan otras personas.

  • ¿ Cómo es eso posible ? - se asombró Julián.

  • Nuestras nueces pueden dar lugar a breves pulsos de telepatía de bajo nivel, al menos en humanos ( sólo ocurre en el transcurso de una alucinación ).

  • Tal y como las habéis descrito, vuestras nueces parecen venir a ser una especie de droga polivalente - dijo Esther.

  • Bueno, con ellas podemos simular el efecto de cualquier droga con tal precisión que a un humano le sería imposible notar diferencia alguna, pero nuestras nueces jamás producen daños, ni mentales ni físicos - le dijo Hepente.

  • De hecho, pueden usarse para desintoxicar a los que han caído en el abominable vicio de consumir sustancias estupefacientes ( creo que las llamáis así ) - dijo Hedelia.

  • ¿ Y eso ? - se extrañó Alicia.

  • Si la persona que se toma la nuez es normal, su efecto se manifiesta de inmediato; si tiene desajustes bioquímicos externamente inducidos, siendo éstos consecuencia de haberse, mm... colocado , la magia del fruto se lo toma con más calma, reparando previamente los daños ( cosa que puede llevar, a lo sumo, media de vuestras horas ). A partir de ese momento, la persona ya puede disfrutar de un, mm... viaje plenamente satisfactorio, aparte de saludable.

  • Me tienes que dar un buen puñado, papá. Algunos de mis amigos se meten prácticamente de todo: les vendrá bien desintoxicarse.

  • Descuida, contarás con un suministro ilimitado, y además las maduraré de muy diversas formas, emulando así un amplio espectro de drogas. Es más, se me acaba de ocurrir que podríamos comercializarlas. Nos sacaríamos una buena pasta, y lo mejor de todo es que no haríamos daño a nadie.

  • Yo misma las repartiría. Además, si lograse colocar a toda la clase quizá se animasen a jugar conmigo al cáliz de la lascivia...

  • Parece que la idea te ha gustado - rió Ciríe.

  • Coño, claro. Tengo unas ganas locas de probar.

  • ¿ Aunque sea yo la que haga de cáliz ? - le dijo la deluyrei, con coquetería.

  • Si no hay más remedio... - se hizo la resignada ella.

  • Recuerda que ese te convertiría en mi esclava por un rato - le dijo Ciríe, extendiendo una pierna a fin de acariciarle el sexo con un pie.

  • No me importa, sé que serías muy comprensiva conmigo - rió Laura, dejándose hacer ( de hecho, separó los muslos para facilitarle la tarea )

  • Además, ya me tocaría algún día hacer de cáliz a mí...

  • Hablando del juego ese, aún no nos habéis dicho qué castigo le impusisteis a la tía que os interrumpió - les dijo Julián.

  • Le sedujimos y le incluimos en la partida: la pobre acabó reventada, pero disfrutó como nunca - repuso Ciríe, retirando el pie del sexo de Laura.

  • Nunca se lo había hecho con una mujer, pero a partir de aquel día incluyó en su dieta la almeja y el melón - bromeó Sarigza.

  • Cuando me vacié parcialmente en ella, dándole un baño con el rico cóctel que estábamos preparando entre todas para poder limpiarle a lametones ( en honor a su sugerencia, evidentemente ), se desmayó de puro placer

  • dijo Ciríe, y a sus sobrinas se les escaparon unas risitas excitadas al imaginarse la escena.

  • Quién se diera un baño de esos, sobre todo si se está tan bien acompañado - dijo Óscar.

  • De momento nos conformaremos con el baño de esperma que nos sugeriste - le dijo Alicia.

  • ¿ Tú también juegas a eso, Darlane ? - se interesó Laura.

  • Naturalmente, y me chifla.

  • Pues saca la ropa que acostumbres usar de tu araña mágica y vístete, a ver si entre las dos convencemos a mi padre para que nos reboce un poquito - le propuso la joven humana.

  • Yo no uso ropa - le dijo ella, extrayendo de su espacio de almacenaje un cofrecillo de madera con discretos adornos metálicos ( no era excesivamente grande, pues, si bien con la mano era incapaz de abarcarlo por completo, con la palma de la misma se bastaba para tapar con holgura cualquiera de sus caras ). Lo abrió, sacando un pequeño objeto de aspecto lustroso y nacarado: tenía forma de disco, siendo su grosor de apenas tres milímetros, y su diámetro de tres centímetros. Las dos caras eran lisas, pero una de ellas tenía impresa una breve frase, en un tono azul oscuro, que a Óscar le hizo sonreírse. Mostrándoselo, anunció - Esto es lo que uso yo.

  • Es mágico, lo percibo claramente - dijo Hepente, estudiando intrigada, por medio de sus sentidos sobrenaturales, el artilugio.

  • ¿ Qué hace ? - le preguntó Alicia.

  • Toma, cógelo - le dijo inesperadamente la ángel, lanzándoselo.

  • Ostras, para lo chico que es pesa un huevo - apreció Alicia no bien lo cogió ( lo hizo al vuelo ).

  • En reposo, su densidad es del orden de treinta veces la del agua - le dijo Darlane ( aún no había tenido ocasión de estudiar los sistemas de medida terrestres, pero algo le decía que para densidades se usaba el agua como patrón... lo cual no le sorprendió, pues en los mundos de la magia ocurría exactamente lo mismo ).

  • Es muy suave, y bastante resbaladizo - dijo la humana, manoseándolo intrigada - Sus aristas parecen muy afiladas, pero no cortan. ¿ Qué pone ?

  • Presiónese aquí para usar - le tradujo Ciríe.

  • ¿ Para qué sirve ? - le preguntó Julián.

  • Enseguida lo verás. Alicia, póntelo sobre cualquier punto de la piel, con la inscripción hacia arriba, y presiónala con un dedo.

  • Hecho - dijo Alicia.

  • Muy bien, ya está bajo tu control. Para que se te adhiera, sólo tienes que desear que lo haga.

  • Pues es verdad, se me ha pegado - dijo Alicia tras constatar que el objeto se le había pegado al dorso de la mano derecha, que era donde lo apoyó ( lo había presionado con el índice de la izquierda ).

  • Perfecto. Como podrás comprobar, el artefacto también se despega a voluntad.

  • Eso parece - dijo Alicia, volviéndoselo a adherir en el mismo lugar tras habérselo quitado sin el menor problema.

  • Ahora, altera su color.

  • ¿ Cómo se hace ?

  • No tienes más que desearlo.

  • Tienes razón - dijo Alicia, mientras el artefacto asumía distintas tonalidades.

  • Déjalo del mismo color que tu piel, te quedará más sugerente.

  • Listo. Y ahora, ¿ qué hago ?

  • Ponte en pie, y desea que se expanda sobre tu piel. Te cubrirá sólo lo que tú desees que te cubra.

  • ¡ Pepinillos en almíbar ! - exclamó Laura cuando el artefacto se licuó ( o eso al menos pareció ), cubriendo el brazo derecho de Alicia, que dejó fuera tan sólo los dedos.

  • ¿ Puede cubrir todo el cuerpo ? - le preguntó Alicia a la ángel.

  • Por supuesto - repuso ella, extrayendo otro de aquellos discos de la caja y poniéndoselo sobre la frente, no sin antes asegurarse de que la cara impresa quedara a la vista. Presionándola con un dedo, se hizo con el control del disco, que se licuó: en un abrir y cerrar de ojos, Darlane estaba cubierta con una finísima funda blanquecina, de apariencia gomosa, no habiéndose librado de aquel íntimo abrazo ni su cabello ni los orificios de su nariz.

  • Pareces una momia - bromeó Esther.

  • Vaya, así que la sustancia esa es permeable al aire - dijo Julián al apreciar que la ángel continuaba respirando ( su pecho subía y bajaba con normalidad, de modo que al parecer no le suponía esfuerzo ).

  • Lo deja pasar en mayor o menor medida según los deseos del que lo esté manejando, y lo mismo ocurre con los líquidos, a los que además puede dejar pasar en un solo sentido, ya sea de dentro a fuera o de fuera a dentro - replicó la ángel, liberando su cabeza de aquella funda - Con el calor hace lo mismo, alterando su conductividad térmica dentro de un margen realmente amplio.

  • ¿ Cómo te las arreglas para meter esperma entre esto y la piel ? - se interesó Alicia, cubriéndose todo el cuerpo a falta de la cabeza.

  • No hay más que ordenarlo que se despegue del cuerpo - le dijo Darlane, pellizcándose en un pecho: el mágico tejido se separó de él como si fuese de goma, aunque no tuvo más que soltarlo para que volviese a su posición, cosa que hizo produciendo un sonido muy similar a una palmada.

  • Es muy fino - apreció Óscar, tras acariciar las pantorrillas a Alicia, que era la que estaba en aquel momento más cerca de él.

  • Su grosor también puede alterarse a voluntad, y Alicia no lo ha estrechado - le dijo Darlane, acercándosele para que le tocase las pantorrillas a ella también.

  • ¡ Increíble ! - exclamó Óscar - Si no fuera porque es más resbaladizo que tu piel, o porque es de distinto color, dudo que notase su presencia. Enhorabuena, Darlane, has inventado el condón de cuerpo entero...

  • Es como no llevar nada - dijo Alicia cuando las risas cesaron, manoseándose el sexo tras haber reducido el grosor de su respectivo atuendo .

  • Se te marcan con total nitidez los pliegues de tu conejito

  • le dijo Óscar, repasándoselo con un par de dedos y ascendiendo lentamente: cuando dio con el erecto clítoris, se lo pellizcó con ternura y exclamó, juguetón - ¡ Vaya, te ha salido un furúnculo ! ¿ Quieres que te lo extirpe ?

  • ¡ Sí, pero hazlo con la boca ! - dijo Alicia, estampándole el sexo en la cara.

  • A mandar - bromeó él, mordisqueándole el sensible apéndice y succionándoselo.

  • Creo que a mí también me ha salido algoraro ahí abajo - le dijo Darlane, acercándose más a él ( se agachó levemente, flexionando las rodillas ). Aún tenía puesto un miembro viril, por supuesto plenamente erecto, y Óscar se metió los testículos en la boca, diciendo:

  • No te alarmes, nena, pero parece grave. Estos abscesos son enormes, mucho me temo que no va a quedar más remedio que ordeñar...

  • Dígame la verdad, doctor: ¿ cuánto me queda de vida ? - bromeó la ángel.

  • Diría que unos veintisiete centímetros - dijo Óscar, tras tantearle con expresión concentrada el falo.

  • Si alguien se pone uno de esos chismes encima y deja que sea otra persona quien apriete sobre las palabras que tiene escritas, ¿ qué ocurre ? - quiso saber Julián cuando amainó el nuevo estallido de risas.

  • Pues precisamente lo que estás pensando: como el disco obedece únicamente a quien lo activa, el que lo tuviese puesto no podría hacer nada para controlarlo - le dijo Hepente.

  • Haría falta confiar muchísimo en alguien para dejar que fuese él quien controlase la membrana a la que da lugar el disco - dijo Julián - Si se le antojase, podría matarle asfixiándole: bastaría con que la hiciese impermeable al aire y le tapase con ella la cabeza.

  • También podría matarle si le tapase íntegramente y redujese a cero su conductividad térmica: se asaría con su propio calor corporal, literalmente - dijo Óscar - Oh, y podría constreñirle hasta quebrar sus huesos, como si se tratase de una pitón. O deshidratarle, bombeando al exterior toda su humedad corporal.

  • No hace falta que sigas, ya nos hemos hecho una idea - le aseguró Alicia, encogiéndose aprensiva dentro de su mágico bañador .

  • Afortunadamente nada de eso puede ocurrir, pues los discos no obedecen órdenes susceptibles de dañar seriamente a los que visten : como mucho se prestan a cumplir las que, aun produciéndoles ciertas molestias, no tienen consecuencias graves - les explicó la ángel.

  • ¿ Tienes más, Darlane ? - le preguntó Laura.

  • Sí, dos más.

  • ¿ Es muy difícil hacerlos ?

  • Bueno, el hechizo con el que se les crea no requiere demasiado poder sobrenatural, y tampoco es especialmente complejo, pero los preparativos son increíblemente tediosos: se requiere casi un día entero. Por fortuna, los discos no se hacen de uno en uno, si no en grupos bastante numerosos.

  • ¿ Cómo es eso ? - se interesó Hepente.

  • El hechizo está dividido en dos partes. La primera tiene por objeto solidificar el preparado que tanto rato lleva hacer dentro de la probeta donde se ha dejado reposar, dando lugar a un cilindro que hay que cortar en discos. La segunda parte termina de hilvanar su magia, diferenciando de paso sus dos caras, para lo cual hace aparecer un dibujo o inscripción en la que sirve para activarlo.

  • ¿ Tienes que elegir entre unos cuantos predefinidos, o puedes hacer que represente lo que se te antoje ? - le preguntó Hepente.

  • Se coge una pluma y se escribe en cualquiera de ellos, con una tinta especial que también hay que preparar, lo que quieres que aparezca en todos - le explicó la ángel - A mí me gusta poner "presiónese aquí para usar", pero el mago que me enseñó a crearlos ( os he hablado de él ya, ese demonio que fue amante mío ), ponía todo tipo de disparates, desde "ojo, recién pintado", hasta "cuidado, muerdo", o "manténgase fuera del alcance de los dedos".

  • Menudo cachondo - rió Esther.

  • ¿ De cuántos en cuántos se hacen ? - le preguntó Óscar.

  • La cantidad no es exacta, pero oscila en torno a noventa.

  • En ese caso, ¿ por qué tienes sólo cuatro ? - le preguntó Laura.

  • Porque los demás los regalé ( cuando me quedan tan pocos suelo crear una nueva tanda: si no lo he hecho aún es porque no he tenido ocasión, ya que di los últimos cuarenta y tantos a los hechiceros que me teletransportaron a la Tierra ).

  • ¿ No podrías haberte valido del artefacto que trajiste ? - se extrañó Julián - Se supone que era un ingenio teletransportador de alcance interplanetario...

  • Afrodita creó cinco iguales, y sólo pueden establecer portales de tránsito entre ellos: para poder viajar a la Tierra, antes tendría que haber habido uno aquí... y si vine a la Tierra, principalmente, fue para traerlo.

  • ¿ Me prestas los dos que te quedan, Darlane ? - le pidió Óscar, refiriéndose a los discos.

  • Cómo no, aquí los tienes - repuso ella, agachándose para sacarlos del cofrecillo ( lo había dejado en el suelo ), y dándoselos.

  • Laura, Esther, extended una mano - les dijo Óscar agitando ante ellas, con aire juguetón, los discos.

Segundos después, las dos estaban cubiertas por una fina y lustrosa capa de color piel, quedándoles al aire únicamente la cabeza. Óscar fue quien activó los polimórficos artefactos, de modo que era él quien los manejaba.

  • Mm, qué bien se os ve... - les dijo Alicia.

  • Pues anda que a ti, mamá... - le correspondió Laura, poniéndose en pie y acercándose a ella para frotársele. El roce entre las dos prendas producía un chirrido que, lejos de darles dentera, les excitó aún más. Era muy similar al que a veces se produce cuando se frotan dos globos inflados.

  • Qué ruidillo más gracioso - dijo Esther, uniéndoseles.

  • Anda, Alicia, quítate el disco para que sea yo quien te lo ponga - le dijo Óscar - De ese modo, controlaré la ropa de las tres.

  • Eres un acaparador - le regañó dulcemente ella, interrogando con la mirada a Darlane.

  • Sólo tienes que desear que se reagrupe de nuevo, ya sea en el lugar donde te lo pusiste o en cualquier otro - le explicó la ángel.

Alicia, tras pensárselo un poco, decidió reagrupar el disco en la planta de su pie derecho, y entonces le dijo a Óscar:

  • Si realmente lo quieres, mi amor, túmbate boca abajo para cogerlo con los piños.

  • Eres cruel conmigo, esposa, me humillas delante de nuestros amigos - se quejó él entre fingidos sollozos, colocándose como se le había indicado.

  • Calla, esclavo, y adórame el pie - le regañó ella, subiéndose de un salto sobre su pecho y plantándoselo en la cara.

  • Como seas así de bestia con tus sumisos, algún día vas a mandar a alguno al hospital - le dijo Óscar, guasón.

  • ¡ Silencio ! - le ordenó ella, conteniendo la risa a duras penas mientras restregaba el pie contra el rostro de su marido con brutalidad ( de no ser Óscar virtualmente invulnerable, ni se le habría ocurrido hacerle algo así ) - ¡ Chúpame ya, perro !

  • ¿ Así, ama ? - le preguntó él, empezando a repasarle el pie con la lengua sin intentar por el momento desprenderle el disco ( si tirase con fuerza para quitárselo, sin contar con su consentimiento, probablemente se lo arrancase junto a un buen pedazo de piel ).

  • Así, perrito, lo haces muy bien - suspiró al poco ella - Anda, sé bueno y mete la lengua entre los deditos un poco...

  • Arf, arf - repuso con aire filosófico él, empezando a mordisquearle.

  • ¡ Perro tonto, te he dicho que me chupes los dedos, no que me los muerdas ! - le regañó Alicia.

Óscar empezó a gruñir, tirando a su mujer al suelo y empezando a morderle, y a sobarle, por todo el cuerpo.

  • ¡ Para, para ! - le rogó ella entre risas, llorando a causa de las cosquillas que le estaba haciendo - ¡ Aquí tienes el disco, Óscar !

No mucho después, Alicia estaba de nuevo vestida con aquella mágica prenda , pero ahora era Óscar quien la controlaba.

  • ¿ No me vas a abrir un agujerito aquí, para que me respire un poco el potorro ? - le dijo incitante ella, señalándose a la entrepierna.

  • Eso, papá, ábrenos un agujero en los bajos: así, además de poder respirarnos el higo, podrás ir inseminándonos.

  • Aún quedan unos días para que ovuléis - les recordó él.

  • No importa, tú ve llenándonos el depósito para ir ganando tiempo - le dijo Esther ( al igual que Alicia, tanto ella como Laura querían quedar encintas de Óscar tan pronto como fuese posible ).

  • ¡ Acaba de ocurrírseme una cosa ! - exclamó inesperadamente Julián, palmeándose la frente con una mano - Si Óscar es ahora deluyrei, y vosotras humanas, ¿ no deberían ser vuestros hijos mitad deluyrei y mitad humanos ?

  • ¡ Coño, tienes razón ! - se sorprendió Alicia, incapaz de comprender cómo podía habérsele pasado por alto algo así ( a Esther y a Laura les ocurría lo mismo ).

  • Esa es la duda de la que os habíamos hablado antes - les dijo Ciríe - Sentaos las tres y atended, pues ha llegado la hora de ampliar vuestros conocimientos acerca de nuestra especie.

Las humanas se sentaron, y Sarigza tomo la palabra:

  • Afrodita quiso que los deluyrei pudiésemos procrear con la mayor parte de las especies racionales, pero no le agradaba la idea de que nuestra esencia, al hacerlo, se fuese diluyendo paulatinamente. La mejor manera de evitarlo era sin duda impedir el mestizaje: los hijos que tuviésemos con un ser de otra especie podrían ser deluyrei o de la especie en cuestión, pero nunca algo intermedio.

  • Lamentablemente, la mayoría de sus colegas estaba a favor de permitir la hibridación entre las razas que creasen, dejando que fuese el mestizo, alcanzada ya la madurez, quien decida si quiere seguir siéndolo ( con las ventajas e inconvenientes que ello acarrea ), o si prefiere rechazar la herencia racial de uno de sus progenitores pasando a ser, a todos los efectos, de la misma especie que el otro - continuó Hepente.

  • Nuestra Señora siempre ha sido muy diplomática, por lo que al final se dio por satisfecha impidiendo nuestro mestizaje únicamente con las especies que no deben su existencia a la acción divina... como por ejemplo vosotros, los humanos - dijo Hedelia.

  • Con todo, aquello bastó para preservar nuestra pureza como raza por dos sencillos motivos - agregó Ciríe - En primer lugar, la especie más abundante en los reinos de la magia ( os hablo de los mundos terrenales, claro, que no de los planos superiores ), sois los humanos ( sumáis casi la mitad de la población total ). En segundo lugar, Afrodita siempre sintió por vosotros una gran afinidad, que nosotras heredamos, y una deluyrei jamás tiene hijos con alguien a quien no aprecie lo suficiente.

  • La mayor parte de nuestros hijos los tenemos entre nosotros: de los restantes, se calcula que noventa y siete de cada cien los tenemos con humanos - resumió Hedelia - Es gracias a ello que nuestra raza no se ha degradado.

  • Todo eso es realmente interesante, pero aún no nos habéis dicho si nuestros hijos con Óscar serán humanos o serán deluyrei - señaló Alicia.

  • Cuando un humano fecunda a una deluyrei, ésta puede tener descendencia tanto masculina como femenina - le explicó pacientemente Sarigza - Si engendran a un varón, será por completo humano; si engendran a una hembra, será por completo deluyrei.

  • Cuando una deluyrei fecunda a una humana, ésta sólo puede tener hijas - continuó Hepente - La hija será deluyrei sólo si su madre desea concebir a una deluyrei y es digna de hacerlo: de lo contrario, será humana.

  • ¿ Qué requisitos tendríamos que cumplir para poder tener como hija a una deluyrei? - les preguntó Esther.

  • En esencia, basta con tener un alma excepcionalmente pura, gozar de una sexualidad muy desarrollada y ser razonablemente inteligente - repuso Sarigza.

  • En el segundo y tercer aspectos cumplís, de eso no nos cabe la menor duda, pero, en el primero... - comenzó Hedelia, titubeante.

  • Déjate de rodeos - le regañó Alicia, dolida - No crees que seamos lo suficientemente virtuosas, ¿ verdad ?

  • Por favor, no os lo toméis como un insulto: si alguna de vosotras no lo fuese ( cosa que dudo mucho, pero que no puedo descartar por completo ), sería por un margen francamente escaso.

  • Si os sirve de consuelo, nosotras os aceptamos plenamente tal y como sois - les dijo Ciríe, y no mentía - Que haya personas como vosotras es lo que nos permite seguir teniendo fe en la humanidad.

  • ¿ Qué pasa si la que fecunda a la humana es una matriarca ?

  • se interesó Óscar.

  • Lo mismo, aunque las exigencias son algo menores - repuso Sarigza.

  • Pero, ¿ las satisfacemos, o no ? - le preguntó Laura, con un deje de ansiedad en su voz ( la idea de tener como hija a una deluyrei le atraía mucho, al igual que a su madre y a su tía ).

  • Sin el menor género de dudas - le aseguró Ciríe.

  • ¿ Las hijas de una matriarca son más poderosas que una deluyrei normal ? - quiso saber Esther.

  • La condición de matriarca no es hereditaria: de lo contrario, teniendo en cuenta que ellas fueron quienes dieron lugar a toda nuestra raza, todas seríamos como ellas - le explicó Ciríe - Con Óscar debería pasar exactamente lo mismo.

  • ¿ Por qué eres reina entonces, si salvo las matriarcas sois todas iguales ? - le preguntó Laura - En este mundo no se acostumbra a ser rey por méritos propios, si no porque alguno de tus antepasados fue supuestamente designado por el dios de turno ( a veces hasta piensan que son descendientes directos de él, o incluso su propia encarnación ).

  • Estamos más que familiarizadas con esa abominable e inicua impostura; no olvides que llevamos aquí milenios y hemos visto como llegaban a reyes todo tipo de alimañas, tanto hombres como mujeres.

  • Cuando son mujeres y se malean son peor aún que ellos, que ya es decir - dijo despectivamente Hepente - En cualquier caso, tanto unos como otras son capaces de alcanzar grados de corrupción absolutamente insufribles... incluso bastante antes de ser coronados, pues no pocos han accedido al poder asesinando, robando, torturando, mintiendo y estafando ( todo ello, evidentemente, con el apoyo de las sectas predominantes en su época y región ).

  • Oye, tú, no te pases, que no todos los monarcas humanos han sido unos degenerados - le regañó Hedelia - Conocí en persona a alguno ( e incluso a alguna ), que gobernaron con justicia y sabiduría. Lamentablemente, la historia tiende a olvidarles, encumbrando a los otros - Volviéndose a Laura, le dijo - Si mi hermana es reina, cariño, es porque se lo ha ganado con su buen hacer. Además, antes de ser coronada ya era una de las mayores heroínas de nuestra raza: salvar a Darlane y a su familia de aquel asesino fue tan sólo una de sus muchas proezas.

  • Y no te olvides del exquisito control que siempre tuvo de sus poderes - le dijo Hepente.

  • No me ensalcéis tanto, que vosotras también sois muy especiales - se molestó Ciríe - Tú, Hepente, eres una de nuestra mejores hechiceras, y tú, Sarigza, eres una gran sacerdotisa. En cuanto a ti, Hedelia, no sólo eres la única de nosotras familiarizada con la tecnología, si no que también has actuado con notable heroísmo en más de una ocasión. Te puedo asegurar que yo no habría tenido agallas para hacer lo que hiciste por esos muertos vivientes.

  • Nosotras tampoco - dijeron a la vez Sarigza y Hepente.

  • Me daban una pena terrible, y lo peor que me podría haber pasado mientras les libraba de su maldición era morirme, caso en el que habría podido resucitar en alguna deluyrei que viviese por la zona... - le quitó importancia ella.

  • ¿ Qué te parece si nos cuentas de una vez qué ocurrió ? - le propuso Julián - Quedamos en que lo haríais.

  • Está bien - accedió ella - Imagino que recordaréis lo que os contamos acerca del mago que adiestró a Hepente...

Pese a que no le aceptó oficialmente como alumna hasta que cumplió los sesenta, tal y como le prometió cuando se conocieron, el hechicero le visitaba ocasionalmente, proporcionándole algunos libros de magia ( para principiantes, por descontado ), y evaluando sus modestos pero meritorios avances ( como la persona civilizada que era, aprovechaba para darse un buen revolcón con ella... además de con sus hermanas, primas, madres y tías ).

Los primeros libros no incluían hechizos, pero aún así Hepente se los estudió con creciente interés: cuando el mago por fin le dio uno que proponía algunas sencillas prácticas, Hepente no cabía en sí de contenta. El mago le anunció que le enviaría en un año ( él le visitaba por término medio cada seis ), a través de un mensajero, los ingredientes e instrumental necesarios para realizar todos y cada uno de aquellos hechizos ( entretanto, tendría tiempo más que de sobra para estudiarse el tomo de cabo a rabo ).

Ella así lo hizo, y al cabo de un mes ya se sentía preparada para ponerse manos a la obra: incapaz de esperarse hasta que el mago le enviase todo lo necesario, decidió aprovisionarse por sí misma. Lamentablemente, para adquirir productos en una tienda de hechicería se necesitaba ser mago o ir de parte de uno, cosa que ella ignoraba hasta que visitó una. Tras probar en otras, con idéntico resultado, decidió buscar alternativas.

Que no pudiese comprar en tiendas legales no significaba que no pudiese hacerse con lo que necesitaba en el mercado negro. Pero, como pronto descubrió, los traficantes no se tomaban en serio a alguien tan joven ( podría haber usado su poder metamórfico para simular ser ya adulta, e incluso de otra raza, pero su maestro se sentiría muy decepcionado si se valía del engaño para dar sus primeros pasos en el Arte ), y se partían de risa cuando les leía la lista de lo que necesitaba ( estaban especializados en todo aquello que fuera difícil de conseguir, no en cosas que se encontraban en cualquier establecimiento ).

Más aún, los pocos que se dignaron a atenderle decidieron aprovecharse de su situación, queriendo cobrarle más de lo que podía permitirse... o exigiéndole como pago ciertos servicios a los que ella se negó: no le importaba ser la esclava sexual de un tipo más o menos decente durante unos cuantos días ( es más, probablemente lo disfrutase ), pero se negaba a servir a aquellos facinerosos, y bajo ningún concepto iba a entregarles su virgo vaginal, reservado para sus madres ( para aquel entonces, aún le faltaban cuatro años para alcanzar la mayoría de edad ).

Pero aún le quedaba una opción. El instrumental, al no ser de por sí mágico, podría adquirirlo en las tiendas donde se surtía Hedelia para sus experimentos, o incluso pedírselo prestado ( su hermana ya se había interesado por la química, la metalurgia, la óptica, la biología y la mecánica, y había construido una cabaña, en las afueras del poblado, donde se tiraba horas y horas inventando: allí era precisamente donde se encontraba cuando Hepente se reunió con ella para exponerle su problema ).

Hedelia prefirió comprarle lo que necesitaba para montar su propio laboratorio en lugar de prestárselo, pues no le apetecía tener que turnarse con ella para usar las cosas. Cuando le preguntó cómo pensaba obtener los ingredientes, Hepente le dijo que los reuniría ella misma aprovechando que en su inmensa mayoría eran productos naturales. Sería tedioso, pero si era diligente le llevaría tan sólo quince o veinte días, y para colmo le saldría gratis.

Nuestra joven científica iba a copiarse de la lista que se hizo su hermana aquello que le incumbía, pero en aquel preciso momento se presentó ante ellas una de sus primas. Lo que quiera que fuese a decirles parecía urgente, así que se limitaron a dejarle hablar. La alcaldesa había organizado una competición, que se celebraría el día siguiente, a la que podrían apuntarse todas las jóvenes cuya edad estuviese comprendida entre treinta y cuarenta y nueve años. A fin de ultimar los preparativos tenía que saber con exactitud cuánta gente iba a participar, por lo que el plazo de inscripción sería tan sólo de dos horas, de las cuales ya sólo quedaban cinco minutos escasos.

Hedelia y Hepente siempre se apuntaban a aquel tipo de eventos, por lo que a su prima le extrañó mucho no verles inscritas en la pizarra que a tal fin puso la alcaldesa en su casa ( hacía de ayuntamiento, estando la primera planta abierta todo el día al público ). Al ver que no se presentaban por allí, llegó a la acertada conclusión de que no se habían enterado, por lo que decidió ir a avisarles.

  • ¿ Qué clase de competición era ? - quiso saber Esther.

  • De momento no logro dar con una traducción apropiada, pero algo me dice que el concepto os es familiar - repuso Hedelia - Consiste en anotar en trozos de papel acertijos y esconderlos en muy diversos lugares, disponiéndolos de forma que la resolución de cada uno de ellos te conduzca al siguiente.

  • He jugado alguna vez a eso en excursiones que ha organizado mi colegio - dijo Laura - Lo llamábamos gincana.

  • Eso mismo. Se organizan equipos, y a cada uno de ellos se le da una pista inicial. No basta con averiguar donde están las restantes pistas, para obtener algunas de ellas es preciso realizar ciertas tareas que requieren ingenio y habilidad. Como es de suponer, gana el equipo que antes haya acabado resuelto todos sus acertijos, y está prohibido tanto teletransportarse como enviar el cuerpo astral a los lugares donde se piensa que puede estar la siguiente nota para dar con ella, ahorrándose viajes en balde: de lo contrario, el juego acabaría muy pronto.

  • En aquella ocasión se hicieron grupos de cinco, formándose veintiséis equipos - les dijo Sarigza - Se estableció un premio para el equipo ganador y otro para el que quedase en segundo lugar.

  • ¿ En qué consistieron ? - le preguntó Julián.

  • La competición comenzaría al poco de amanecer, y la alcaldesa calculó que los equipos comenzarían a clasificarse pasadas tres horas

  • les explicó Ciríe - Pues bien, desde ese momento, y hasta que se pusiese el sol, las ganadoras permanecerían atadas del cuello al apoteósico mojón con forma de tranca que había en la plaza principal ( la cuerda, además de suave, era bastante larga, otorgándoles bastante libertad de movimientos ).

  • ¿ Qué tiene eso de interesante ? - se extrañó Esther.

  • Mucho, pues las menores de edad que eran atadas a aquella piedra se convertían momentáneamente en propiedad pública, debiendo complacer a todas los adultas que quisiesen disfrutar de ellas ( aquella saludable costumbre estaba muy extendida, de modo que la mayoría de los poblados deluyrei tenían un cipo de piedra dotado de contundentes argollas en su plaza más importante ) - les explicó Sarigza - Pese a que su obligación era dar placer a quienquiera que se lo exigiese, satisfaciendo todos sus caprichos, en modo alguno les estaba prohibido gozar... y vaya si lo hacían.

  • ¿ Cuántas adultas había en vuestro pueblo ? - quiso saber Laura.

  • Por aquel entonces, algo más de seiscientas, y todas ellas participaron - repuso Hedelia.

  • Qué barbaridad, menuda juerga se debió montar - dijo Julián

  • ¿ Cuál era el segundo premio ?

  • Gozar de la servidumbre sexual de las restantes participantes hasta la puesta de sol ( se les dejaba jugar en la escuela, lugar de lo más apropiado para organizar orgías entre jóvenes ) - dijo Ciríe.

Una vez anochecía, las que habían sido sus siervas les escoltaban hasta el fálico mojón. Allí les esperaban las ganadoras, ya liberadas por las adultas. Debían ofrecerles su servidumbre, a modo de trofeo, hasta el siguiente anochecer. Cada una de las integrantes del equipo ganador aceptaba como premio a una de las integrantes del equipo que quedó en segundo lugar, estando autorizada a llevársela a su casa esa noche para disfrutar de ella... aunque solían estar tan agotadas que caían dormidas no bien se metían en la cama.

  • Todo eso es muy interesante, pero, ¿ no se supone que nos ibais a hablar de algo que le pasó a Hedelia con unos zombis ? - les dijo Alicia.

  • Y así es - le aseguró la aludida, que continuó narrando lo ocurrido.

Cuando partieron a apuntarse, Hedelia se dejó la lista de la compra de su hermana sobre una de las mesas del centrodeinvestigacionesavanzadas ( así llamaban algunas de sus amigas, socarronas, al cobertizo donde experimentaba ). Llegaron justo a tiempo, pues la alcaldesa ya se disponía a transcribir el contenido de la pizarra en un cuaderno. Las chicas tenían que poner su nombre seguido del número del equipo al que querían pertenecer, escribiendo justo debajo de la última anotación para que quedase claramente reflejado el orden en el que se habían apuntado.

Aquella que usase por vez primera determinado número no sólo sería la capitana del equipo en cuestión: de haberse apuntado a su equipo más de cinco participantes, debería encargarse de descartar las que sobraban. Ciríe era ya bastante popular, y fue la primera en elegir el número ocho... que escogieron más de treinta muchachas con la esperanza de que Hedelia y Hepente no llegasen a tiempo, lo que le habría obligado a admitir a dos de ellas.

Por consiguiente, muchas de las jóvenes permanecieron a la espera de que se cerrase el plazo de inscripción para averiguar en qué había quedado todo: aquellas que fueron descartadas pronto formaron sus propios equipos, y una vez terminaron alguien propuso jugar un rato al escondite ( cuando lo hacían, no usaban los sentidos astrales, o la búsqueda sería demasiado rápida: tampoco estaba permitido hacerse invisible ni enmascarar, por medio de su don vibratorio, los sonidos que accidentalmente pudiesen producir, pues en ese caso sería casi imposible encontrarles. Evidentemente, todas cerraban sus mentes a las de las demás ).

Hedelia habría querido jugar con ellas, pero había dejado cociéndose uno de sus potingues y no quería correr el riesgo de que se le quemase, así que regresó a su cabaña. Pronto estuvo listo, por lo que lo quitó del fuego. Mientras esperaba a que se enfriase, reparó en la lista de su hermana.

Aún quedaba bastante para que se hiciese de noche. Si se daba prisa, podría estar de vuelta con todo el instrumental que su hermana necesitaba antes de la cena ( a sus madres y a sus tías les gustaba comer en familia ). Sin perder más tiempo, se cambió de ropa ( en el poblado vestían de una forma excesivamente provocativa, al menos según los cánones de las restantes especies ), extrayendo sus alas de teletransportación y sus alas de vuelo por el par de hendiduras que el jubón que se puso tenía en la espalda.

Cuando salía del poblado solía llevar consigo una mochila con pertrechos varios, pues le gustaba ser previsora: también la cogió, surtiéndose de dinero ( en los mundos de la magia también existe, lo cual no impide que el trueque esté bastante extendido ). Entonces, elevándose en el aire, inició la larga secuencia de teletransportaciones que le llevaría a la remota ciudad donde solía abastecerse.

La urbe, que por cierto era capital de un reino, se encontraba a unos siete mil doscientos kilómetros ( lo que la ubicaba en otro continente ), pero en poco más de veinte minutos estaba en sus afueras ( entre salto y salto se tomaba unos segundos para comprobar astralmente el nuevo destino ). Había gente a la que le ponía nervioso ver a una deluyrei teletransportándose, e incluso volando, de modo que replegó sus alas y se dirigió andando a la ciudad.

De camino a la tienda donde compraba la mayoría de sus enseres, pasó sin proponérselo por el barrio donde se agrupaban la mayoría de las tiendas de hechicería de la ciudad: aprovechando que tenía la lista que se hizo su hermana, decidió probar suerte. Quizá en tan remoto lugar no fuese obligatorio ser mago, o contar con el permiso de uno, para adquirir productos en uno de aquellos locales.

Para su disgusto, pronto comprobó que aquella norma también se aplicaba allí. Tras visitar tres tiendas, decidió pasarse por alguno de los tétricos inmuebles donde se podían adquirir productos ilegales ( esos sí que no le quedaban de paso, pero no tendría que desviarse en exceso, ya que estaban relativamente cerca ). Haciendo de tripas corazón, se metió en una de aquellas tiendas y pidió la vez, ignorando las miradas de los clientes, sus maliciosos comentarios... y sus pútridos pensamientos.

Se la dio un mago que se había recorrido casi todos los comercios de aquella ciudad, legales e ilegales, en busca de un ingrediente bastante atípico que necesitaba con extrema urgencia. A diferencia de los restantes clientes, él parecía ser una buena persona, y la muchacha no pudo evitar preguntarse qué le habría impulsado a acudir a aquel antro.

Gracias a su telepatía, no tardó en averiguar el motivo: su sobrino había sido herido por un bandido que usaba una exótica espada encantada capaz de secretar, en determinadas condiciones, una toxina que provocaba la muerte sin remedio, aunque muy lenta y dolorosamente. En circunstancias normales, un sacerdote cualquiera podría haber sanado al joven, pero aquel veneno, dotado de cierta autoconsciencia, aceleraba su destructiva acción no bien sentía la proximidad de un clérigo, siendo muy pocos los que contaban con la suficiente fe, poder y habilidad, para curarle sin correr el riesgo de provocar su muerte... y en aquella ciudad no había ninguno.

Pese a la gran variedad de sustancias que había dotadas de propiedades curativas ( entre ellas, la orina de los deluyrei ), ninguna de ellas tenía efectos mensurables sobre la toxina: la única forma fiable de sanar a su sobrino era valerse de un hechizo que precisaba de cierta corteza procedente de un árbol que, si bien siglos atrás fue muy abundante, actualmente estaba casi extinto. Tal y como le habían asegurado en el último local que visitó, allí suministraban aquel producto ( a un precio exorbitante, todo hay que decirlo ), pero en aquel preciso momento no les quedaba, y tardarían varios meses en conseguirlo.

El mago, desesperado, les ofreció el triple de lo que pedían, pero el dueño de la tienda se mostró inflexible. Hedelia no pudo evitar la tentación de sondear también su mente, averiguando el por qué de la demora. Aquel árbol casi se extinguió por la avaricia de algunos desalmados que, a fin de obtener más beneficios, habían descortezado en exceso muchos de ellos, lo cual les mataba. Peor aún, la corteza tenía que recolectarse cuando se había desprendido por sí sola del árbol, recogiéndose del suelo: de arrancarla, sus propiedades se veían extraordinariamente mermadas.

Al introducir en el mercado partidas de menor calidad, la demanda fue creciendo paulatinamente, pues cada vez se necesitaba más cantidad para obtener los mismos resultados... habiendo cada vez más gente dispuesta a arrancarla sin pararse a pensar en las consecuencias. Aquel círculo vicioso casi acabó con la especie.

En la actualidad, casi todos los árboles que habían sobrevivido a aquel expolio se encontraban en un valle al que muy pocos se atrevían a entrar... principalmente, porque estaba sujeto a una maldición. Casi nadie sabía aquello, y aún eran menos los que sabían que, una vez al año, durante unas horas, la maldición dejaba de actuar. Aquel era el momento que aprovechaba el herbolario contratado por el dueño de la tienda para internarse en él, recogiendo la corteza que se hubiese desprendido a lo largo del año ( lo hacía a toda prisa, pues si se demoraba demasiado corría el riesgo de que los tétricos custodios del lugar le matasen ).

Aquel valle estaba en el interior de una importante cadena montañosa que se extendía de norte a sur. Tiempos atrás, aquella cordillera hacía de frontera entre dos antiquísimos países, cuyo nombre ya casi nadie recordaba, que nunca mantuvieron buenas relaciones. Había sido un lugar de gran importancia estratégica, pues los montes aledaños contaban con ricas minas ( principal motivo de la discordia que reinaba entre ambas naciones ), y para acceder a ellas era necesario acceder previamente al valle.

Uno de los dos reinos, concretamente el que estaba situado al oeste de la cadena montañosa, tenía la fortuna de contar con nada menos que cinco accesos al valle: el que estaba al este, sólo podía acceder por un desfiladero que centurias atrás había sido el cauce de un antiguo río que se secó. En aquellas montañas, el clima en invierno era bastante crudo, aunque en el valle se suavizaba bastante. No era de extrañar que todas las actividades mineras se suspendiesen desde finales de otoño hasta la llegada de la primavera, quedándose en el valle muy poca gente, de uno y otro país, cuyo principal cometido era vigilarse mutuamente.

Cierto año, al poco de irse la mayor parte de los mineros, el reino del oeste envió por sorpresa un fuerte destacamento que aniquiló a la mayoría de los vigilantes del de el este, manteniendo a los escasos supervivientes cautivos para que no diesen aviso mientras miles de sus mejores obreros alzaban una fortaleza en el punto más angosto del desfiladero por el que meses más tarde habrían de regresar sus camaradas, bloqueándoles el paso. Fue una obra titánica: en aquel mundo había construcciones muchísimo mayores, pero muy pocas habían sido erigidas en tan poco tiempo, y aún menos en tan precarias condiciones. De no haber contado con sacerdotes y sanadores, las bajas por congelación habrían sido muy numerosas ( aquel invierno fue especialmente gélido ).

Si no mataron a los prisioneros fue para que sus testimonios acerca de la solidez de la construcción disuadiesen a su rey de emprender la guerra: recién comenzada la primavera, les soltaron en el desfiladero, cerrando tras ellos los poderosos e imbatibles portones del bastión con el que se habían asegurado el absoluto control de las minas más importantes de toda la cordillera.

A pesar de haber tomado aquella medida, el reino del este declaró de inmediato la guerra al del oeste, pero apenas hubo derramamiento de sangre: su economía dependía en gran medida de aquellas minas, resintiéndose con su pérdida tanto que antes de que acabase el nuevo año se vio obligado a firmar un armisticio, y su monarca, un hombre de bien cuya salud siempre fue un tanto precaria, encajó tan mal el daño infligido a su patria que, según se dice, murió de pena. Casi un siglo le llevó a su país recuperarse, para lo cual no les quedó más remedio que encontrar nuevas formas de comerciar. Así, los que habían sido durante generaciones mineros, eran ahora artesanos, y cada vez mejores.

Entretanto, sus traicioneros vecinos seguían explotando las minas que antes compartieran, y en la fortaleza que les otorgó el control de todas ellas siempre había un importante contingente de soldados dispuestos a impedirles la entrada al valle. Pasar el invierno en aquel bastión se consideró al principio un gran honor: allí era donde habían derrotado a sus mayores enemigos, y desde allí se aseguraban de que jamás volviesen a poner sus sucias zarpas en las minas ( aquel era el texto que figuraba en la inscripción que había en la entrada que daba al valle ).

Los primeros diez años sólo hicieron aquel servicio soldados emparentados con la aristocracia, y se organizaban torneos para decidir quién podía ir. El undécimo año hubo por vez primera vacantes, así que extendieron el privilegio de participar en los torneos a la gente más humilde. Ocho años más tarde, como consecuencia de la paulatina pérdida de interés por parte de la población, hubo una vez más vacantes, siéndoles imposible reunir los mil voluntarios que necesitaban ( la verdad es que con cuatrocientos hombres habría bastado para defender la fortificación, pues estaba muy bien ideada, pero alguien, posiblemente un pisaverde con ciertas influencias, decidió redondearunpoco aquella cifra ). Así pues, no quedó más remedio que enviar soldados que no deseaban ir.

Apenas un lustro después, ya ni se molestaban en hacer torneos: todo el mundo sabía que cualquiera que se apuntase, aunque quedase en el último puesto, iría a pasar el invierno allí. Transcurrida una década, se podían contar con los dedos de una mano los soldados que se presentaban voluntarios, y la situación iría empeorando.

Con el tiempo, prestar servicio en aquella fortaleza durante el invierno terminó considerándose un terrible castigo, soliendo recaer en los soldados más indisciplinados, corruptos y zafios de todo el ejército. Más aún, para aquellas tareas que no se requería experiencia como militar empezaron a recurrir a presidiarios ( que tenían casi como esclavos ), rebajándose el número de auténticos soldados a trescientos: éstos, descargados de buena parte de sus obligaciones, holgazaneaban tanto como les era posible. No mucho después, a modo de incentivo, establecieron que doscientos de los convictos fueras prostitutas.

El reino occidental se vanagloriaba de tener un sistema penal extremadamente justo, por lo que jamás obligaban a sus presos a ir allí. En vez de ello, les ofrecían sustanciales rebajas en la condena si se ofrecían como voluntarios. Tenían implantada la pena de muerte, y no se mostraban precisamente parcos a la hora de dictarla ( prueba irrefutable de que su justicia en el fondo era un farsa ). Pues bien, aquellos que habían sido condenados a muerte podían conmutar su pena por cadena perpetua de comprometerse a prestar aquel servicio durante tres inviernos seguidos: para conmutar una cadena perpetua por cien años de prisión bastaba con pasar allí cinco inviernos ( los habitantes originales de aquella región no eran humanos, perteneciendo a una especie que, sin llegar a ser inmortal, disfrutaba de una gran longevidad. Cien años, por consiguiente, no eran tanto tiempo para ellos ).

Tenían regulada la prostitución, pudiéndose llevar a cabo únicamente de contar con licencia. Aquel que la ejerciese sin ella, ya fuera hombre o mujer, habría de cumplir cinco años de prisión, diez en caso de ser reincidente. Pero obtener la licencia era relativamente costoso, siendo muy pocos los que podían permitírselo, por lo que cada año se detenían en todo el país una media de tres mil personas por ejercer la prostitución ilegalmente ( de las cuales, aproximadamente once de cada doce eran mujeres ).

El invierno puede llegar a hacerse muy largo cuando se está en un sitio especialmente aislado, sobre todo si no se tiene con quien acostarse de vez en cuando, por lo que no hace falta ser muy imaginativo para averiguar qué tipo de trabajo desempeñaban en la fortaleza las meretrices que, habiendo sido detenidas por carecer de permiso, optaban por pasar un invierno en ella para obtener su libertad ( no requerían los servicios de sus colegas masculinos, pues el ejército de aquel país estaba formado exclusivamente por varones, y los presos que se avenían a acompañarles durante el duro invierno también solían serlo: aquellos a los que les gustasen los hombres, tenían donde elegir ).

Acostumbraban enviar a las doscientas voluntarias más hermosas y dispuestas ( no faltaban, pues el trato en las prisiones era especialmente denigrante ). Para asegurarse de que desempeñasen bien su tarea, establecieron dos apetitosos incentivos. Los soldados, el día que llegaba su relevo, votaban a las veinte más complacientes ( también votaban los presos, pero su voto valía la tercera parte, de modo que no se esmeraban tanto en hacerles gozar ).

Las veinte afortunadas adquirían automáticamente licencia para ejercer, dándoseles una paga proporcional a los votos obtenidos ( cada voto equivalía al salario de medio año: las que conseguían los suficientes, podían montar su propio burdel, y a veces lo hacían ).

Así estaban las cosas cuando se cumplió el nonagésimo aniversario de la construcción del baluarte. Aquel año no se presentó especialmente distinto a los demás, aunque entre las mujeres que habrían de hacer el temido relevo de invierno había nueve que eran especialmente bellas. Tenían modales muy refinados, todo parecía indicar que pertenecieron a buenas familias que cayeron en desgracia. Les habían detenido porque se prostituían ilegalmente para ganarse la vida, malviviendo apiñadas en una desvencijada y miserable casa situada en los suburbios de la capital: de no haber sido así, más de uno se habría planteado la posibilidad de que fuesen espías... y habría acertado.

Pronto, no hubo hombre que no perdiese la cabeza por al menos una de ellas. Su belleza era arrebatadora, y su conversación fascinante. Cierto es que no se les veía especialmente experimentadas ( al parecer, habían comenzado a prostituirse muy recientemente ), pero se prestaban de buen grado a cualquier juego, aprendiendo con suma rapidez.

Los soldados en ningún momento olvidaron que tenían como ayudantes a convictos: a fin de minimizar el riesgo de que se revelasen, por las noches se les encerraba en sus dormitorios. Los únicos civiles que podían desplazarse con relativa libertad cuando se ponía el sol eran las prostitutas, e incluso ellas necesitaban permiso para transitar por ciertas zonas del recinto.

Aprovechando su moderada libertad de movimientos, una noche, a poco de cumplirse su segundo mes de estancia, las nueve infiltradas neutralizaron a los que estaban haciendo la guardia ( formaron cuatro grupos de dos, dedicándose la restante a coordinarlo todo ). Se habían ganado fama de ninfomaníacas, por lo que a ninguno de los vigías le extrañó en demasía que se le ofreciesen dos de ellas a la vez ( argumentaron que se habían despertado con frío, decidiendo buscarse a alguien que les diese algo de calor ). Muy pocos rechazaron tan tentadora oferta, y a esos no les quedó más remedio que matarles ( se valieron de cuchillos que habían sustraído algunas horas antes, durante la cena ). Los demás, dejaron momentáneamente su tarea para disfrutar de tan preciado regalo, dando las gracias a sus dioses por enviarles algo de compañía con la que mitigar su tedio.

Cuando detenían a alguien, le quitaban sus efectos personales, ropa incluida. Ellas no fueron una excepción, y el examen médico al que les sometían antes de partir para la fortaleza era relativamente minucioso, incluyendo el tracto vaginal... con el que, como era de suponer, no fueron capaces de detectar el pequeño objeto que se habían implantado en el útero.

No bien llegaban a su destino, las prostitutas eran surtidas con todo lo necesario para embellecerse, desde ropa hasta joyas, sin olvidarse del maquillaje. Las prendas eran sencillas pero razonablemente seductoras ( eso sí, en su mayoría bastante tupidas, pues no era de recibo que se tirasen resfriadas todo el tiempo ), y las joyas eran de escasa valía, pero bastante llamativas: en cuanto al maquillaje, era relativamente corriente.

La ropa no solían intercambiarla entre ellas ( para hacerlo no sólo necesitaban encontrar a alguien que tuviese su misma talla, si no además congeniar con ella, cosa bastante infrecuente ), ni tampoco el maquillaje. Pero las joyas sí, y además algunos de los soldados, así como los convictos que podían permitírselo, llevaban consigo bagatelas con las que premiar servicios especialmente gratos ( sobre todo los nocturnos, que solían ser mucho más completos ).

Fue por ello que ninguno de los vigías se extrañó de verles con el discreto anillo de plata que extrajeron de sus úteros poco antes. Era un artefacto mágico, y se les había enquistado allí por medio de un hechizo que ejecutó sobre ellas un mago de confianza: les bastó con formular cierta frase para disolver el quiste, expulsando su contenido ( fue un tanto doloroso, pero el hechicero les aseguró que resultaba a grandes rasgos inocuo ).

La saliva del que llevase puesta en el dedo una de aquellas sortijas adquiría propiedades narcóticas, por lo que les bastó con besar y lamer un poco a sus víctimas para dormirles. Pero el efecto, si bien rápido, no era instantáneo: desde que se daban cuenta de que algo raro les pasaba hasta que caían inconscientes podían tener tiempo para dar la alarma, y ese fue otro de los motivos por el que les sedujeron por parejas. Quizá pudiesen con una de ellas, siempre que reaccionasen a tiempo ( para lo cual tendrían que ser muy suspicaces ), pero no con dos.

Tras esconder entre ambas a su víctima ( de ser necesario, pues muchas veces le dejaban fuera de combate en un lugar lo suficientemente discreto ), iban a por la siguiente, tardando de media algo menos de quince minutos. El número de soldados que hacían guardia por la noche era de setenta y cinco. De ellos, sólo seis no cayeron en la tentación, por lo que los rumores de que el contingente de invierno estaba compuesto por las tropas más indisciplinadas y negligentes del reino no eran en modo alguno infundados.

Cuando ya no quedaban vigilantes de ninguno de los tres turnos, las infiltradas abrieron las puertas que daban al desfiladero para que pudiesen entrar las fuerzas que acababan de llegar, apresando a los soldados que dormían y tomando el fuerte.

Así fue como el reino del este se las ingenió para acceder nuevamente al valle. Debido a las reformas que había experimentado su economía, los recursos que en él había ya no le interesaban tanto como antaño, y además sus vecinos no les dejarían explotarlos sin luchar. Aquellos avaros occidentales, al hacerse con el control de todas las minas, habían extraído más mineral del que les convenía: si lo hubiesen introducido todo en el mercado, sus precios habrían bajado excesivamente, por lo que decidieron almacenar el excedente, más que suficiente para abastecerles durante treinta años, en unos barracones que construyeron en el valle.

Las tropas del reino oriental invirtieron todo lo que les restaba de invierno en llevárselo ( no mataron a ninguno de sus prisioneros, ya fuesen soldados o convictos, pues, a diferencia de sus vecinos, ellos no eran unos bárbaros, por lo que la toma del fortín se saldó con tan sólo once muertes: los seis vigilantes, tres soldados que para su desgracia se habían despertado antes de tiempo, y otros dos que optaron por luchar en vez de rendirse ).

También se dedicaron a esparcir, en las minas, esporas de un exótico hongo cuyas perniciosas miasmas, aún siendo erradicado de inmediato, imposibilitarían la explotación durante al menos un siglo. El reino del oeste pronto sabría lo que es pasar hambre.

Cuando llegó el relevo, se encontraron en el patio principal de la fortaleza con los cuerpos, aún congelados, de las escasas bajas. La confusión a la que aquello dio lugar facilitó bastante su captura, siendo prontamente prendidos por los enemigos, que se habían disfrazado con el uniforme occidental. Entre ellos iba su rey, acompañado de parte de su corte, pues habían decidido acudir en conmemoración del nonagésimo aniversario de su victoria definitiva ( que ahora ya no era tal ), sobre los orientales.

La cabecilla de las infiltradas resultó ser nada menos que la reina del país oriental. La ruina de su nación le había dolido profundamente, pero la muerte de su marido casi le hizo enloquecer de dolor, invirtiendo todos aquellos años en planificar su venganza... ayudada por sus cuatro hijas, sus dos hermanas, y dos de sus doncellas ( ellas también adoraban al finado rey, al que habían llegado a considerar un mártir ).

El monarca de reino del oeste no sólo era un miserable, si no también un cobarde, y se arrodilló suplicando clemencia a la reina oriental cuando ésta se le acercó cuchillo en mano ( para entonces, ya estaba con las manos atadas a la espalda, al igual que sus súbditos, lo que ocasionó que se cayese de bruces ).

Ella le levantó del pelo y le empujó contra un poste, al que ató sin necesidad de ayuda. Entonces, rasgó sus vestiduras con el cuchillo, exponiendo sus vergüenzas ante todos los presentes, y le introdujo sus regios puños en el recto, primero alternándolos y más tarde ambos a la vez. Evidentemente, se cubrió previamente las manos con unos suaves guantes de cuero en los que untó cierto ungüento que le entregó su mago personal ( era el mismo que fabricó los anillos con los que neutralizaron al enemigo, y también fue el que se los enquistó en sus entrañas ).

Debía tener un efecto muy similar al de las peras de las ninfas, aunque sin disociar los orgasmos, pues el rey pronto comenzó a berrear de gusto ( pese a la terrible vergüenza que sentía ), agitando el trasero, ansioso, cada vez que ella paraba. La reina se aseguró de que eyaculase dentro de una botella de cuello ancho, y le relevó una de sus hijas, ya equipada con sus respectivos guantes.

Cuando le ordeñaron las nueve heroínas ( el potingue sin duda potenció su libido, pues de lo contrario no se había corrido tantas veces seguidas, y menos tan abundantemente ), obligaron a su esposa e hijos a orinar en la botella a través de un embudo, vertiéndole parte de su contenido por encima y haciendo que se bebiese el resto.

Tras esto, los orientales se fueron, llevándose con ellos a algunos de los soldados del relevo: cuando estuvieron lo suficientemente lejos, les soltaron a fin de que volviesen para desatar a sus compatriotas. Una vez quedaron todos libres, el rey, embrutecido por la ira ( e incapaz de sostener la mirada de su familia, sentimiento que era mutuo ), ordenó a sus sacerdotes que maldijesen de inmediato el reino del este, atrayendo sobre él todas las calamidades habidas y por haber, pero ellos le aseguraron que tal cosa estaba fuera de su alcance. En su lugar, se conformó con maldecir al personal militar del turno de invierno ( inicialmente quiso que la maldición abarcase también a los convictos, prostitutas incluidas, pero uno de los capellanes logró hacer que comprendiese que ellos no eran responsables de lo ocurrido ).

No bien fue hilvanada la maldición, los soldados que habían sido presa de ella se derrumbaron al suelo, entre agónicos espasmos, y en apenas unos segundos murieron: se les dejó allí donde cayeron. Ya no tenía sentido mantener ocupado el baluarte, pues las minas habían sido inutilizadas y el mineral ya extraído robado, así que regresaron junto a los convictos.

Semanas más tarde, los muertos, ya bastante deteriorados, cobraron vida... o al menos un simulacro de ella. Deberían patrullar hasta el fin de los tiempos no sólo por la fortaleza ( que mantendrían en perfecto estado de uso ), si no también por el valle que ésta protegía, matando a cualquier extranjero que osase entrar.

  • ¿ Y todo eso lo leíste de la mente del dueño de la tienda, Hedelia ? - se sorprendió Alicia, interrumpiendo la narración.

  • Pues sí, aunque reconozco que luego, cuando me las vi con los zombis, me enteré de aún más cosas.

  • Tuviste que ahondar bastante en su mente - dijo Óscar.

  • Desde luego que lo hice, pero era un maleante, y la intimidad de ese tipo de gente no me merece demasiado respeto.

  • De todos modos, la información que obtuvo de él no era de índole personal - argumentó Darlane - Si hemos de ser estrictos, no atentó en absoluto contra su intimidad.

  • Supongo que tienes razón - concedió ella.

  • El castigo que ese tiparraco impuso a sus tropas me parece absolutamente desproporcionado - opinó Esther.

  • Estoy de acuerdo contigo, ese cabrón se pasó un huevo - dijo Laura - Además, él también tuvo su parte de culpa: si hubiese enviado a la fortaleza soldados más competentes, en vez de a la escoria de su ejército, las espías quizá hubiesen fracasado.

  • No se le pueden pedir peras al olmo - coincidió Julián.

  • Claro que se les pueden pedir peras, e incluso albaricoques, pero tengo entendido que hay que tenerles muy bien adiestrados para que te hagan caso - bromeó Óscar - Yo aún no le he conseguido, y tampoco logro que me traigan el periódico por las mañanas...

  • Toda la puta eternidad pateándose sin parar el lugar - suspiró Alicia al cesar las risas - Me parece atroz...

  • En realidad no todo estaba perdido para ellos - le dijo Hedelia.

  • ¿ Acaso había una forma de acabar con su maldición ? - aventuró Julián.

  • Así es, pero yo no supe de ello hasta que me les encontré - repuso la deluyrei.

  • ¿ Qué fue del reino del oeste ? - indagó Darlane.

  • Se hundió en la miseria, desintegrándose en pedazos que los países de la periferia ( entre ellos, su eterno rival ), se fueron anexionando sin hallar apenas resistencia - le explicó Hedelia - Al convertirse en súbditos de otras naciones, sus antiguos habitantes pasaron a ser extranjeros para los muertos vivientes, que ya no dejarían entrar a nadie en el valle.

  • ¿ Sobrevivió el rey a la caída de su país ? - quiso saber Laura.

  • Sí, aunque sólo para terminar muriendo a manos de los que había maldecido.

  • El muy estúpido debió entrar en el valle sin pararse a pensar que, al no existir ya su reino, había dejado de ser compatriota de los muertos - aventuró Julián.

  • En realidad siempre tuvo presente esa posibilidad - le dijo Hedelia - Verás, algunas de las minas eran de oro, del que también se produjeron excedentes. Muchos lingotes fueron enviados a la capital en secreto, donde allegados suyos los recogían, pero el resto fueron recubiertos con arcilla y cocidos, escondiéndose en uno de los aljibes. Los tenía allí en previsión de que algún día pudiese caer en desgracia y ser destronado, privándosele de sus bienes, como en efecto ocurrió.

  • Ya entiendo el motivo por el que los muertos descansaban una vez al año - dijo Alicia - Fue la mejor forma que se le ocurrió a su rey de garantizarse el acceso al tesoro que había escondido en caso de que su nación se extinguiese.

  • En realidad no descansaban: durante las diez horas que suspendían su eterna guardia, se tenían que meter en una de las salas de la fortaleza y batirse con todas sus ganas, presuntamente para mantenerse bien entrenados.

  • Imagino que no tendrían ninguna necesidad de refrenarse: alguien que ya está muerto no puede morir - dijo Laura.

  • Esa era la idea, y por lo que me dijeron se metían unas palizas tremendas, dando salida a parte de la frustración que habían acumulado en todo el año ( si su rey hubiese previsto que aquello les iba a servir de catarsis, habría buscado otra forma de mantenerles ocupados ).

  • ¿ Cómo es que le mataron, Hedelia ? - le preguntó Esther - ¿ Se le olvidó la fecha exacta ?

  • Imposible olvidársele, pues eligió su aniversario de boda... lo que me recuerda que se divorció, pues no soportaba la presencia de su mujer tras la humillación que padeció por parte de ella y de sus hijos, a los que también repudió ( a su entender, deberían haberse aguantado las ganas de mear a toda costa, ignorando las amenazas... que, en la mayoría de los casos, bastaron para que se les aflojase la vejiga ).

El problema fue que los muertos habían hecho demasiado bien su trabajo, por lo que el aljibe seguía intacto y lleno de agua, imprevisto que le demoró más de la cuenta. Estaba a punto de abandonar el valle con parte del botín cuando el plazo de gracia expiró, y sus antiguos súbditos se presentaron ante él para matarle como el intruso que era... gestión que, a causa del odio que sentían por él, demoraron tanto como les fue posible.

  • ¿ Qué pasó con el oro que había logrado llevarse ? - le preguntó Alicia.

  • Dado que los muertos lo consideraban parte de la fortaleza, devolvieron todos los lingotes al aljibe, funda de arcilla incluida.

  • ¿ Le dijiste al mago lo que habías averiguado ? - quiso saber Óscar.

  • No: probablemente no me hubiese creído, y en caso de haberlo hecho se habría presentado en el valle a por un poco de aquella corteza sin tomar apenas precauciones, tal era su desesperación, corriendo el riesgo de que los muertos vivientes le liquidasen. Yo tenía muchas más posibilidades de eludirles, gracias a mi teletransportación.

  • Los magos también podemos teletransportarnos - le dijo Darlane.

  • Para cuando el mago más hábil ha ejecutado el hechizo teletransportador más breve, nosotras ya hemos tenido ocasión de hacer un buen montón de saltos - repuso Hedelia.

  • En eso tienes razón - cedió la ángel.

  • El dueño de la tienda era un asqueroso - dijo Laura - Podría haberle dicho al mago dónde obtenía la corteza...

  • Algo me dice que si se lo calló no fue para evitar que pusiese en peligro su vida - ironizó Julián.

  • Claro que no: al tipejo ese lo único que le importaba era seguir siendo el único que suministraba aquel producto en toda la región, y no quiso correr el riesgo de que su cliente se fuese de la lengua - dijo Hedelia, asqueada, tras lo que prosiguió con la narración.

No creía que aquellos muertos le diesen problemas, pero no estaba de más tomar medidas. En la mochila tenía muchas cosas, entre ellas papel, pluma y tinta. Se metió en una cantina y, mientras tomaba un refrigerio, redactó una carta para sus madres, que les sería entregada en caso de morir ( si tal cosa ocurría, lo más probable es que lo soñasen, pero no quería dejar nada al azar ). En la misiva les explicaba la situación, pidiéndoles que le excusasen ante Ciríe y las demás por no haberse presentado al concurso, prometiendo regresar a la aldea no bien su alma diese con una deluyrei que estuviese dispuesta a resucitarle.

También redactó una para el mago ( cuya dirección captó de su mente ), explicándole todo: si no estaba de regreso con la corteza para cuando la hubiese recibido, significaría que había sucumbido ante los zombis, recomendándole que tuviese mucho cuidado si quería intentarlo él. Le deseó suerte, rogándole que hiciese llegar a sus madres la carta que había escrito para ellas.

Ya sólo le restaba dar con alguien dispuesto a entregar al mago ambas cartas pasado un día, margen que se le antojó razonable. Pagó la consumición y se dispuso a abandonar la mesa, pero se lo pensó mejor. O mucho le fallaba su telepatía, o acababa de dar con el mensajero que estaba buscando.

No muy lejos de la entrada, había sentado un individuo al que le estaba limpiando las botas un adolescente. Al igual que todos los hombres que había en la tienda ( y gran parte de las mujeres ), se sentía bastante atraído por ella. El muchacho era de los que cumplen una promesa, y ya estaba acabando: Hedelia se demoró en la mesa lo justo para pasar junto al limpiabotas en el preciso instante que su cliente le pagaba.

Haciendo como que reparaba por vez primera en él, le pidió que le limpiase los zapatos ( lamentó no haberse puesto un par más sugerente, aunque los que llevaba tampoco le desmerecían en exceso ). El se ofreció a hacérselo allí mismo, pero uno de los camareros le sugirió que se largase de allí, alegando que espantaba a la clientela ( hacía un buen rato que estaba debatiéndose entre hacerlo y no hacerlo, por lo que la deluyrei sólo tuvo que ayudarle a decidirse, cosa que hizo por medio de su telepatía ).

Poco después, estaban ambos fuera, Hedelia sentada en el respaldo de un banco y el limpiabotas de rodillas ante ella, haciendo su trabajo. Llevaba puesta una falda que le llegaba hasta las rodillas, y bajo ella lucía un lindo tanga negro que se sujetaba por medio de una lazada en cada cadera. Metiendo las manos bajo la falda, se lo desató y se lo quitó, separando las piernas y alzando sutilmente la falda para obsequiar al aturdido joven con una excelente panorámica de su virginal y apetitoso sexo... que se estaba humedeciendo por momentos.

Nadie sospechó nada, pues la parte trasera del banco estaba a escasos metros del edificio más próximo: aunque también era zona peatonal, la mayor parte de la gente pasaba por delante. Hedelia se desabotonó parcialmente el jubón, mostrándole al joven también sus pechos, aunque pronto tuvo que volver a cubrírselos, pues aquella maniobra era mucho más obvia que la otra, y no le apetecía enmascarar sus actos por medio de hologramas ( para lo cual se habría visto obligada a manifestar sus alas lumínicas delante de todos ).

El muchacho, por algún misterioso motivo, tardó bastante más de lo que acostumbraba en hacer su tarea, y Hedelia de vez en cuando le frotaba la abultada entrepierna con la punta del zapato libre, que pronto estuvieron impolutos. Cuando ya no quedaba suciedad susceptible de eliminar, el joven se puso en pie, ruborizado, y su clienta le pagó, preguntándole si le gustaría catar algo de lo que había visto.

Él tragó saliva y cabeceó, incapaz de articular palabra, y la deluyrei le enseñó las cartas, explicándole qué quería que hiciese con ellas... y cual sería su pago, del que disfrutaría por adelantado. Daba la casualidad de que aquel muchacho conocía de vista al mago en cuestión, siendo uno de los pocos que no le daba miedo ( es más, en alguna ocasión le había limpiado el calzado ), así que accedió, cogiéndolas y guardándolas en la caja de sus bártulos.

Hedelia, que había hecho una breve exploración astral del lugar, le condujo a un callejón que había no muy lejos de allí, haciéndole subir por unas estrechas y empinadas escaleras que daban a una mercería cuyo único dependiente acababa de ausentarse ( le vio salir: tras captar algunos de sus pensamientos, determinó que tardaría un buen rato en volver ). Como es de suponer, aprovechó la breve ascensión para menear el desnudo trasero ante el rostro del joven, que incluso halló el valor suficiente para tocárselo. Utilizó su cabello para abrir la puerta, arrastrando a su indeciso amante dentro y volviéndola a cerrar. Habrían estado más cómodos en la trastienda, pero prefirieron acomodarse en el recibidor, lugar donde las huellas de su presencia, al mezclarse con la de los clientes, no se dejarían notar.

El joven no era virgen, pero su experiencia era relativamente escasa, por lo que ella se sintió en la obligación de darle un curso de sexualidad acelerado... que él asimiló sin problemas. Casi tres cuartos de hora después, salieron de la tienda, dejándolo todo tal cual. El pobre chico se tambaleaba, y Hedelia, compasiva, le dio un sorbito de su leche para que se repusiese del tremendo gasto energético al que se había visto sujeto.

Solventado aquel trámite, la deluyrei salió de la ciudad y se dirigió al valle, situado a apenas cuatrocientos kilómetros de allí ( había sido erigida muy cerca de las ruinas de la capital del reino occidental, en las que se detuvo unos minutos aprovechando que le quedaban de camino ).

Antes de internarse en el valle, lo escudriñó astralmente en busca de los árboles, que enseguida localizó gracias a la descripción que había extraído de la mente del dueño de la tienda. Había una gran cantidad de corteza bajo ellos, esperando a ser recogida.

A los zombis tardó bastante más en localizarlos. Oscilaban constantemente entre el mundo físico y el de los espectros, dejando a su paso una difusa estela de confusión e irrealidad resultado de la convergencia momentánea entre ambas esferas. Una persona sin sentidos astrales, no obstante, sólo habría visto unos corrompidos cadáveres patrullando con aparente desidia mientras sus ojos asistían, imperturbables y sin pestañear jamás, al incesante discurrir de la eternidad.

El lugar donde se agrupaban los especimenes más frondosos estaba libre de muertos vivientes, encontrándose los más cercanos a unos tres kilómetros. En la mochila solía llevar un par de sacos, hechos de una tela muy fina pero resistente: sacó uno de ellos y se teletransportó al lado del árbol más grande, recogiendo rápidamente la corteza. Apenas lo habría llenado por la mitad, no habiendo transcurrido ni veinte segundos, cuando se presentaron ante ella algunos de los custodios del valle: ¡ se movían muy rápido cuando les interesaba !

Aunque le habían rodeado, de momento no le agredieron. Hedelia comprendió que estaban esperando a que hiciese algo, pero no logró averiguar qué era a tiempo, por lo que el breve plazo que les estaba permitido demorar el ataque expiró... momento en el que se abalanzaron simultáneamente sobre ella con el propósito de matarle. Intentó deshacerse de ellos por medio de su don de control de fluidos, pero éste no parecía actuar sobre sus cuerpos ( y no por falta de humedad, pues no habían tenido ocasión de momificarse ).

El poder de sus alas de vuelo sí que les afectaba, así que les empujó lejos de sí. No le sirvió de nada: cuando se agachó para coger un último pedazo de corteza, unas manos surgieron del suelo y le agarraron, tirando con sorprendente fuerza hacia abajo ( además de distorsionar el espacio, obteniendo a través de ello un simulacro de supervelocidad, parecían poder trasladarse instantáneamente a todo aquel lugar donde hubiese materia orgánica en proceso de descomposición como, por ejemplo, el humus ).

Su tacto era suave y viscoso, y estaban muy frías. Asqueada, aplicó un potente pulso vibratorio sobre él, cerrando con fuerza la boca para que sus hediondos restos, al explotar, no se le colasen dentro. Aunque no hubo explosión, el zombi acusó bastante el ataque, quedándose inerte ( y bastante maltrecho ), mientras la maldición le recomponía.

Aquel enfrentamiento no tenía ningún sentido, así que Hedelia se teletransportó fuera del valle con la corteza que había logrado reunir, más que suficiente para que el mago hiciese el hechizo con el que pretendía sanar a su nieto... o, al menos, eso esperaba ( en realidad, con lo que había cogido podría hacerse aquel hechizo del orden de quinientas veces, pero eso ella no podía saberlo ). Ya tenía lo que quería, pero fue incapaz de irse sin más.

Mientras estuvo ante los zombis, captó de sus mentes una gran congoja ( se dice que los zombis no tienen mente digna de ser llamada tal, y así es a menudo, pero desde luego aquel no era el caso ). Pese a que le atacaron con todas sus ganas, no deseaban hacerlo. Estaban hartos de matar a todos los incautos que osaban entrar en el valle ( o en la fortaleza ), y todavía estaban más hartos de vigilar todo aquello de día y de noche, sin más descanso que la brutal batalla que libraban periódicamente entre ellos mismos. Los días se sucedían sin fin, al igual que las estaciones y los años: ¡ estaban tan cansados !

Voló de regreso al valle, a ras del suelo, por uno de los senderos que antaño lo comunicaban con el desaparecido reino occidental. Los muertos le esperaban en las lindes del territorio que protegían, habiendo formado una fila. Posándose a escasos metros de ellos, les pidió perdón por haberles perturbado, explicándoles el motivo por el que había cogido aquella corteza.

Uno de ellos aceptó sus disculpas ( su gangosa voz no era ni de lejos tan repulsiva como su aspecto, de hecho habría pasado por la de una persona resfriada ), disculpándose a su vez él, en nombre de todos, por haberle intentado matar... y rogándole que no volviese a entrar, caso en el que tendrían que volver a atacarle ( y ahora no le sería tan fácil eludirles, pues estaban sobre aviso ).

Ella quiso saber el motivo por el que demoraron el ataque, y él le dijo que no les estaba permitido decírselo a nadie, cosa que lamentaba profundamente. Aquello era una clara invitación a hurgar en su mente, y Hedelia así lo hizo, averiguando finalmente qué ocurría.

Su rey, a fin de que no se les olvidase jamás cual había sido su mayor falta ( dejarse seducir por las enemigas ), estableció que la maldición expirase si una o más mujeres se avenían a mantener relaciones sexuales con ellos, satisfaciéndoles plenamente ( si habían hecho una pausa antes de atacarle fue para darle ocasión a que se les ofreciese ). Las posibilidades de que se presentase por allí una mujer que practicase la necrofilia eran extremadamente bajas, y no había margen para el titubeo: si no manifestaba de inmediato su intención de folgar con ellos, estaba sentenciada. Además, al habérseles prohibido explicar su situación a nadie, difícilmente podría hacerse ésta del dominio público, atrayendo hacia el valle a necrófilas dispuestas a echarles una mano... o lo que se terciase.

Hedelia ya había practicado la necrofilia, de lo cual apenas haría dos años. Una pareja de recién casados había tenido la mala fortuna de morir en una avalancha camino de su nuevo hogar. Ambos se habían amado ya, pero decidieron reservar la noche de bodas para entregarse a fondo, disfrutando por vez primera de ciertos placeres que aún no habían probado y que, lamentablemente, jamás probarían ya. La necesidad de liquidar aquel asunto fue lo que retuvo sus almas en el plano terrenal.

Año y pico después, Hedelia estaba buscando fósiles cerca del lugar donde fueron sepultados, y sus almas entraron en contacto con ella. Desenterró sus restos y logró otorgarles sustancia, reconstruyendo sus cuerpos por unas horas... más que suficiente para que pudiesen realizar sus fantasías. Ella también participó, asegurándose de que se llevasen al más allá un buen recuerdo del feliz evento. El esfuerzo de corporizarles durante tanto rato le dejó baldada, pero no lo lamentó, pues había disfrutado de una experiencia realmente enriquecedora, además de satisfactoria ( tanto sexual como espiritualmente ).

Lamentablemente, entre fornicar con dos personas y hacerlo con doscientas ochenta y nueve mediaba un abismo. Además, que aquellos soldados le diesen pena no significaba que le inspirasen la menor confianza ( los novios, sin embargo, le cayeron desde el primer momento muy simpáticos, no siendo de extrañar que los lograse transustanciar con tanta eficacia que parecieron estar realmente vivos ). Seguro que eran unos brutos, y no quería correr el riesgo de que le desvirgasen en un arranque de pasión ( como antes bien había podido comprobar, la maldición también había amplificado su fuerza y resistencia física, equiparándolas a las de ella, de modo que rasgar su himen no les sería imposible ).

Hizo ademán de retirarse, pero la fétida purulencia que manó de los ojos de algunos ( hacía mucho que ya no podían derramar lágrimas ), le conmovió. En vida sin duda hubo varios que fueron razonablemente apuestos, pero su avanzadísimo estado de descomposición les había restado todo su encanto. Lejos de sentirse atraída por ellos, le daban un asco tremendo, pero los pobres estaban tan terriblemente desvalidos...

Tras pensárselo un poco, les preguntó qué pasaría si se ofrecía a complacerles y fracasaba: no le respondieron, pero sus pensamientos, que no se molestaron en ocultarle, hablaron nuevamente por ellos.

Cualquier mujer que decidiese mantener relaciones carnales con aquellos soldados debería satisfacer por completo cuanto menos a uno de ellos: de no conseguirlo, le darían muerte. No bien saciase la libido del primero, podría parar cuando quisiese, y ellos le tendrían que permitir irse en paz. El zombi ( o zombis ) que hubiesen quedado satisfechos, se verían parcialmente libres de la maldición. Saldrían de aquel odioso estado de muerte en vida, quedando exentos de cumplir con las tareas asignadas, pero seguirían ligados a aquel lugar hasta que el último de sus compañeros fuese liberado de su condena.

No había un límite preciso de tiempo para acometer tan peliaguda empresa, pero se consideraría que abandonaba si se quedaba dormida o si hacía algún intento por escapar. Los muertos deberían conformarse con lo que ella quisiese hacerles para proporcionarles placer, estándoles terminantemente prohibido forzarle a nada ( por consiguiente, no había riesgo de que le desflorasen ).

No estaban autorizados a decirle qué era lo que más les gustaba, por lo que aquella que estuviese dispuesta a aceptar el reto debería esmerarse al máximo, estudiando muy detenidamente sus reacciones para determinar si iba por el buen camino ( era evidente que al urdir la maldición no se tuvo en cuenta la posibilidad de que fuese una telépata quien se prestase a combatirla ).

En vista del lamentable estado en el que se encontraban, sus penes debían estar para el arrastre ( si es que aún tenían, claro ). Ella les expuso con todo el tacto del que fue capaz aquel problema, y uno de ellos se extrajo su miembro viril, exponiéndolo sin reparos a la crítica mirada de la deluyrei. Ni de lejos estaba tan podrido como el resto de su devastada anatomía: la maldición parecía haberles respetado la tranca ( al igual que los genitales ), evitando que se les deteriorase en exceso... caso en el que no habría podido servirles de nada.

Si había ido a aquel lugar era para obtener un poco de la corteza que aquel mago necesitaba para salvar a su nieto. Según los pensamientos que de él captó, al joven le quedaban aún unos diez días de margen, tras lo que ni el remedio que había encontrado en uno de sus incunables le podría salvar: no pondría su vida en peligro si se demoraba durante unas cuantas horas ( y tampoco le haría sufrir, pues su abuelo había logrado sedarle ).

Tras hacer aquel razonamiento, Hedelia avanzó hacia los muertos, anunciándoles que estaba dispuesta a folgar con algunos de ellos y rogándoles que le condujesen a la fortaleza para ponerse más cómodos. El que había tomado la palabra le cogió delicadamente en brazos y comenzó a distorsionar el espacio, partiendo a gran velocidad.

No mucho después estaban en el bastión, y se acomodaron en el pequeño teatro donde las prostitutas a veces bailaban para el resto del personal ( también organizaban espectáculos eróticos, pero aquello no figuraba entre sus obligaciones, así que cobraban a los que querían asistir ).

Cuando llegaron todos los soldados, Hedelia se desnudó sensualmente, explicándoles cómo pretendía proceder. A partir de ese momento le tratarían como a uno de sus generales... e iba a ser una general un tanto caprichosa, abusando sexualmente de todos.

A muchos de ellos aquella propuesta les excitó sobremanera, no faltando los que, sin llegar a entusiasmarse, tampoco se molestaron. Aquellos a los que la idea les dejó más fríos de lo que ya estaban podían contarse con los dedos de una mano, pero estaban obligados a aceptar lo que la deluyrei quisiese hacer por ellos para saciarles, de modo que sus emociones no importaban: cuando su nueva e imponente general les ordenó cuadrarse, incluso los más reacios le obedecieron.

En circunstancias normales, la idea de divertirse con un pequeño ejército le habría atraído poderosamente, sobre todo si lo tenía a su mando, pero... ¡ aquellos soldados estaban muertos, y para colmo en muy mal estado ! Fornicar con ellos sería francamente repugnante, pero su compasión le impulsó a continuar: si quería librarles de la maldición debería conseguir que se lo pasasen bien, y para ello lo mejor sería simular que ella también disfrutaba.

Su siguiente orden fue que se desnudasen, volviendo a ponerse firmes. Les pasó revista, caminando entre sus filas con seductora gracia mientras comprobaba el estado de sus armas, que pronto estuvieron tiesas ( a fin de asegurarse de que todos se excitaban al máximo, secretó un poco de su fluido afrodisíaco ). De vez en cuando les ordenaba corregir su postura, con un tono entre autoritario y lascivo, y a todos les hurgó el purulento ano: muy pocos fueron los que no encontraron aquella atención de su agrado, pero incluso ellos se dejaron hacer.

Le llevaría menos tiempo saciarles si, además de encargarse de sus trancas, les daba placer por detrás. Por tanto, se hizo brotar algunas enredaderas de la cabeza, cubriéndolas de inmediato con las flores que daban lugar a las peras. Germinar una para cada uno de ellos le supuso cierto esfuerzo, pero ya le quedaba muy poco para alcanzar la mayoría de edad, así que pudo permitírselo.

Mientras los mágicos frutos maduraban, les ordenó ponerse de rodillas, y se pasó de nuevo ante ellos, plantándoles brevemente el sexo y el trasero en la cara para que se los besasen ( la maldición también había preservado, en la medida de lo posible, sus lenguas ). Aprovechó para acariciarles el rabo con el pie, travesura que desencadenó más de un orgasmo: considerando el tiempo que llevaban sin saciar sus deseos carnales, para quedar ahítos necesitarían muchos más, y a ser posible más intensos.

Les administró las peras en una nueva ronda, haciendo que alguno más se corriese. Lamerles el ano fue asqueroso, a más de uno le salían gusanos por allí, pero ella se las arregló para simular que le gustaba. Hedelia estudió sus mentes, buscando qué tipo de cosas le gustaban a cada uno para individualizar más tarde la estimulación... lo cual le permitió averiguar bastante acerca de sus pasados.

En vida no fueron lo que se dice buena gente, pero muy pocos de ellos habían sido realmente malvados, e incluso los que lo fueron ya habían pagado de sobra por sus crímenes. El que más tiempo logró eludir su sonda telepática, uno que parecía muy tímido ( y que era especialmente fornido ), resultó estar, para su sorpresa, virtualmente libre de pecado: ¿ qué haría una persona como él allí ? Mientras seguía calentando a sus tropas, Hedelia intentó ahondar en la esquiva psique del buen soldado.

Nunca había querido alistarse. Sus padres le obligaron como castigo por haber violado a la hija de unos amigos muy bien situados... fechoría que él, evidentemente, jamás cometió. Aquella niñata se liaba con todo el que podía, aunque ante sus padres, que eran de esos que no consentían el sexo fuera del matrimonio ( absurda actitud que a los deluyrei solía antojárseles síntoma de locura ), se hacía pasar por una timorata.

Cuando se quedaba sola en casa, raro era el día que no organizaba una orgía con sus amigos ( y amigas ). Aunque acostumbraba a tomar anticonceptivos, no siempre lo hacía, por lo que al final pasó lo que tenía que pasar: sus padres, al enterarse de que se había quedado preñada, le obligaron a abortar ( ella simuló que quería tener el hijo, pero sólo para guardar las apariencias, pues en el fondo estaba encantada de que le quitasen aquel peso de encima ). Como era de suponer, lo hicieron en el más estricto de los secretos, y le amenazaron con desheredarle si no les decía quien era el padre.

Ella lo ignoraba ( había docenas de candidatos, tal era su promiscuidad ), así que les confesó que había sido violada por el hijo de unos amigos suyos, cuyos nombres se resistió a darles porque, según ella, sentía mucha vergüenza. En realidad, si se demoró fue porque aún no había decidido a quién inculpar, honor que terminó recayendo en un joven al que había intentado seducir varias veces sin éxito ( amaba a otra, siéndole por completo fiel, pero aquella niñata era tan engreída que ni aún sabiéndolo pudo perdonar su rechazo ).

Sus padres inicialmente no le creyeron, y le prohibieron salir de casa, e incluso recibir visitas, hasta que les dijese la verdad. Debería haber reconocido su culpa, pero en vez de ello convenció a algunos de sus amantes para que le ayudasen a hundir la reputación del muchacho ( cuya familia, sin llegar a ser humilde, era mucho menos pudiente que la suya ), propagando todo tipo de calumnias. Meses después, convencidos por los rumores de que su hija les había dicho la verdad, le levantaron el castigo, visitando a sus amigos para hacerles partícipes de lo sucedido.

En honor al apego que durante tantos años les habían profesado, les prometieron que no denunciarían al descarriado de su hijo ( fue una lástima que no lo hubiesen hecho, pues a lo largo del juicio el joven podría haber recurrido a un clérigo para que determinase si decía la verdad... caso en el que habría quedado absuelto, recuperando la credibilidad ), pero exigieron como compensación que se le aplicase un buen correctivo.

Al pobre tipo todo el mundo le dio la espalda, incluso su amada ( que hasta la fecha le había correspondido ), y cuando ingresó en el ejército lo hizo con el sambenito de violador, fama que le acarreó un sinfín de problemas. Todo aquel que cometía alguna fechoría se las arreglaba para atribuirle su autoría, y él, incapaz de demostrar su inocencia, pronto fue destinado a un destacamento formado por gentuzade su calaña ( sus nuevos compañeros le aceptaron con bastantes reservas, y cuando comprendieron que nada de lo que se decía de él era cierto comenzaron a burlarse de sus desgracias, considerándole un perdedor ).

Pese al odio que sentía por la vida castrense, procuró actuar como un buen soldado, aplicándose como ninguno de sus compañeros en los entrenamientos... gracias a lo cual pudo defenderse de las constantes palizas que sufría a sus manos. Para cuando le destinaron a la fortaleza, era sin duda el mejor hombre con el que contaban, aunque nadie era consciente de ello: si le hubiese tocado hacer guardia aquel fatídico día, no se habría dejado seducir por las espías ( y probablemente tampoco matar, pues a fuerza de tanta penuria se había convertido en un guerrero formidable ).

Al saber de todo aquello, Hedelia se prometió que no saldría de la fortaleza sin liberarle de la maldición. La orgía ya había comenzado, y la deluyrei se trabajó a sus tropas en grupos de entre ocho y doce personas. Pronto lamentó haber merendado, pues las ganas de vomitar eran cada vez mayores: con todo, no hizo ni un solo gesto de repulsa, tragando los inmundos flujos con los que le obsequiaban.

Los muertos hedían, sabían fatal, estaban helados... y sus magras carnes servían de alimento, además de morada, a todo tipo de insectos carroñeros ( su acción, combinada con la de las bacterias, hongos, y el simple paso del tiempo, debería haberles consumido por completo, pero la maldición les estaba recomponiendo de modo constante, manteniendo el mismo grado de decrepitud que tenían cuando se despertaron ).

La mohosa eyaculación de muchos de ellos estaba sazonada con numerosas larvas, pero ella hacía como que no le importaba, tragándosela con fingido deleite. A uno le salió una escolopendra de la boca cuando le estaba besando, y ella también hizo la vista gorda, deglutiéndola viva. A otro, le salió un escarabajo del trasero cuando le estaba haciendo un beso negro, y tampoco se inmutó, machacándolo de un mordisco y tragándoselo.

Si se comía todo lo que ellos salía no era únicamente para hacer que creyesen que le gustaban pese a su estado, si no también para alimentarse, pues su estómago, que al principio se encogía de asco, no tardó en dolerle de pura hambre. Sus reservas se consumían con rapidez, pues los muertos, aún sin proponérselo, estaban drenando su fuerza vital. De haber estado gozando, habría generado energía tántrica con la que nutrirse a sí misma, pero no era el caso. Creía estar viviendo una pesadilla, pero aún así siguió, y siguió...

Hasta la fecha, nunca había fingido un orgasmo, y se preguntó qué tal lo estaría haciendo: a juzgar por los pensamientos de sus enardecidas tropas, muy bien. Se había puesto una tranca, y con ella sodomizó a todos, asegurándose de que lo disfrutasen. Cada vez que alguno de los muertos se corría, parecía regenerarse un poco. Era como si su proceso de descomposición se estuviese invirtiendo, algo de lo que ella no se quejaría.

Procuró centrarse en algunos de los que más se habían regenerado, y finalmente uno de ellos adquirió pulso, calentándose su cuerpo: ¿ habría resucitado ? Parecía vivo, y quizá en cierta forma lo estuviese, pero Hedelia intuía que aquello no duraría. Bastó con procurarle un nuevo orgasmo para que se convirtiese súbitamente en polvo, quedando su alma libre ( el fantasma del soldado le hizo una torpe reverencia, a modo de agradecimiento ).

Ya no tenía obligación de seguir, pero aún así lo hizo, principalmente para ser fiel a su promesa de liberar al soldado de buen corazón. Para entonces, el tipo ya estaba bastante reconstruido ( parecía llevar muerto sólo tres días ), de modo que se concentró un poco más en él, aunque sin olvidarse de los que estaban en las mismas condiciones.

Cuando por fin adquirió pulso, Hedelia ya había liberado de la maldición a seis de sus compañeros ( siete, si se contaba al primero ). Aquella vez no fingiría: pese a su creciente apatía, se esforzó por tener un orgasmo con él. Quería que dejase el mundo de los vivos sabiendo que alguien le apreciaba, así que le miraría a los ojos mientras se convertía en polvo, enviándole en silencio todo su afecto.

La deluyrei a duras penas alcanzó el orgasmo, simultaneándolo con el de él. Para su sorpresa, no se deshizo, limitándose a caer inconsciente con una amplia sonrisa de alivio. Supuso que aún no había gozado todo lo que necesitaba gozar para quedar libre, así que le dejó descansar y continuó cepillándose a los demás.

Pasaron algunas horas más, y el soldado no despertaba, aunque parecía dormir plácidamente. El cansancio de Hedelia iba en aumento, y empezó a sentir escalofríos. Ordenó a algunos de los zombis que prendiesen un fuego ( en el teatro había un hogar ), y ellos así lo hicieron.

Si tenía tanto frío no era porque lo hiciese, al menos según el criterio de una deluyrei ( en aquella sala estarían a diez grados sobre cero, al menos antes de encender la lumbre ), si no porque los muertos estaban drenando más de lo recomendable sus fuerzas, habiendo empezado a consumir su vida misma. Sus cabellos comenzaron a encanecerse y su piel a marchitarse, pero ella disimuló aquellos deterioros por medio de su poder metamórfico.

Estaba envejeciendo a marchas forzadas, y además se estaba quedando en los huesos: muchas otras habían parado, pero ella siguió, ocultando como buenamente pudo su precario estado a las tropas. Cuando sólo quedaban dos soldados por liberar ( aparte del que había sido tan injustamente obligado a alistarse, aún dormido ), su poder metamórfico le falló, momento en el que su cuerpo simplemente se deshinchó, desvaneciéndose todas sus metasexuaciones ( a fin de poder encargarse de más zombis a la vez, había hecho uso de todas las que le fue posible ).

Los dos últimos soldados, al verse ante una arrugada y esquelética vieja, perdieron su motivación. Hedelia, con la voz cascada, les instó a que siguiesen, pues ya era muy poco lo que les quedaba para ser libres, pero ellos no pudieron... y ya no era capaz de secretar más afrodisíaco.

Su vista le estaba comenzando a fallar, y se sentía torpe. Sus articulaciones crujían, y tenía una sed horrible. Por mucho que quisiera, ya no podría valerse de su cuerpo para rematar aquel extenuante maratón sexual, de modo que utilizó su poder vibratorio para agitar unas cuentas de cristal que creó a partir de una vidriera y que les ordenó meterse en el recto.

Poco después, los dos tipos que estaban en pie se corrieron, convirtiéndose en cenizas... momento en el que tanto ellos como sus compañeros quedaron libres, pudiendo por fin abandonar aquel lugar ( antes de irse, tuvieron el detalle de comparecer ante ella, uno a uno, para darle las gracias por su generoso sacrificio ). Estaba demasiado agotada para pensar con claridad, por lo que le fue imposible dar con el motivo por el que el cuerpo del buen soldado aún no se había convertido en polvo. El fuego acababa de apagarse, así que se arrastró hacia el tipo y se le abrazó, molida y aterida.

Más o menos en aquel momento, el limpiabotas entregaba al mago las cartas que había escrito Hedelia. Al principio pensó que se trataba de una broma, pero no estaba de más cerciorarse, de modo que ejecutó un hechizo que quemaba todo aquello que había de falso en un texto. Las dos cartas permanecían intactas, de lo que se deducía que su contenido era veraz, así que comenzó de inmediato a prepararse para combatir los zombis ( cuya existencia le confirmó un colega ). Aunque su objetivo principal era obtener la corteza que necesitaba, se prometió que intentaría rescatar el cuerpo de la valiente deluyrei.

A fin de evitar que los muertos vivientes le pudiesen coger por sorpresa, efectuó un hechizo que le permitiría localizar durante un buen rato a todo ser racional que hubiese en los alrededores, estuviese vivo o no. Cuando se presentó en el valle, captó únicamente dos presencias, lo cual le escamó bastante, pues en teoría debería haber cerca de trescientas ( su colega ignoraba el número exacto de soldados que habían sido maldecidos, y por supuesto también ignoraba que en aquel valle creciesen algunos de aquellos preciados árboles ). Se dirigió a la fortaleza, donde no tardó en dar con Hedelia y el recién resucitado soldado.

  • ¿ Acaso le resucitaste, Hedelia ? - se asombró Julián.

  • La maldición les mantenía a todos al filo entre la vida y la muerte - le explicó ella - Son dos estados incompatibles, así que uno tendría que prevalecer sobre el otro no bien desapareciese. Como ya os dije, aquellas tierras estaban habitadas por una raza muy longeva, de modo que la mayor parte de los familiares y conocidos de los soldados todavía estarían vivos para cuando les liberé de la maldición, aunque en muchos casos bastante envejecidos ya.

  • Hedelia subconscientemente deseaba darle una segunda oportunidad: cuanto menos, podría vengarse de la tiparraca que le hundió, sin olvidarse de sus compinches - dijo Sarigza.

  • Su deseo de que viviese, combinado con la energía generada a lo largo del débil pero valioso orgasmo que tuvo con él ( débil, porque apenas le procuró placer, pero valioso porque si lo tuvo fue como muestra de amor ), bastó para inclinar la balanza, al menos en su caso, hacia el reino de los vivos

  • dijo Hepente.

  • ¿ Se vengó ? - le preguntó Esther.

  • Sí, de hecho yo misma le ayudé, aunque tuvo que esperarse a que me recuperase.

  • ¿ Estuviste mucho tiempo convaleciente ? - quiso saber Alicia.

  • Rejuvenecí enseguida, pero recuperar mi peso y mi vitalidad normales me llevó más tiempo - repuso ella - Tardé casi un mes en restablecerme por completo ( ser vieja fue una experiencia desconcertante y que no recomiendo a nadie ).

  • Durante las dos primeras semanas nos tuvo preocupadísimas, no quería hacer el amor con nadie - les explicó Ciríe.

  • Ni siquiera se pajeaba, así que ayudamos a nuestras madres y tías a aplicarle un tratamiento de choque - añadió Sarigza.

  • Aún tenía el asco metido en el cuerpo, pero ellas se encargaron de quitármelo a base de polvos - dijo Hedelia - No hay nada como una buena sesión de sexo en familia para acabar con todas tus penas...

  • ¿ Qué pasó con el nieto del mago ? - le preguntó Julián.

  • Se recuperó mucho antes que nuestra hermana, y su abuelo se encargó de enviar a la cárcel al facineroso que le había herido ( aunque antes le dio una buena paliza, confiscando de paso su arma ) - repuso Hepente - En muestra de agradecimiento, le compró a Hedelia todo lo que figuraba en mi lista, añadiendo un buen montón de cosas que me vinieron muy bien.

  • Antes de que lo preguntéis, Hedelia se repartió con el soldado que resucitó el tesoro que había en el aljibe, invirtiendo buena parte del mismo en obras de caridad - les dijo Sarigza.

  • ¿ Llegasteis a jugar la gincana que organizó vuestra alcaldesa ? - les preguntó Esther.

  • Dedujimos que Hedelia no iba a poder presentarse gracias a los sueños que habíamos tenido esa noche, así que se pospuso un mes - repuso Ciríe - Debéis saber que quedamos en primer lugar, y las adultas abusaron de nosotras con especial saña, premiando así su buena acción.

  • Como podréis imaginar, yo fui la que se llevó la mejor parte - dijo Hedelia - Se pusieron de acuerdo para que en todo momento tuviese al menos dos trancas en el culo, una en la boca, dos en cada pecho, una en cada mano y una en cada pie ( ni que decir tiene, me tuve que poner todos mis rabos, y no les concedieron tregua ). Fueron rudísimas conmigo, cuando no me esmeraba lo suficiente en darles placer me aplicaban unos correctivos deliciosamente dolorosos, pero se aseguraron de que gozase como una loca. Me dejaron destrozada, fue simplemente fantástico...

  • Todas se corrieron en ella como mínimo tres veces, y ninguna se privó de usarle como orinal - dijo Sarigza.

  • Para cuando se hizo de noche, estaba cubierta de orines, semen, leche, escupitajos y crema anal ( algunas de las adultas, entre ellas la alcaldesa, se tomaron un tomate mágico para hacerle saborear su rica mierda, que por supuesto también le untaron ) - añadió Hepente.

  • De vez en cuando nos ordenaban asearle con la boca, estaba deliciosa - dijo Ciríe.

  • Como sigáis hablando de ello nos vamos a morir de envidia - se quejó Melein.

  • Te gustaría ser por un ratito el juguete sexual de cientos de deluyrei, ¿ no es eso, hermanita ? - rió Albarí.

  • Sabes que sí.

- Curiosamente a mí también, pero en este momento me apetece aún más hacer de ti mi propio juguete.

  • Estoy a tu disposición, ama.

  • Y yo también - dijo Fasme.

  • Besadme el coño, esclavas - les ordenó Albarí, levantándose.

  • Por fin... - se emocionó Melein, plantando ansiosa los labios en el sexo de su hermana ( Fasme también lo hizo ).

  • ¡ He dicho que me lo beséis, no que me lo chupéis ! - les regañó Albarí, apartándose de ellas con fingido enojo.

  • Perdónanos, ama - se disculpó Fasme.

  • Toma, esto sí puedes chupármelo - le dijo Albarí, alzando un pie y poniéndolo sobre su cara.

  • Gracias, ama, por dejar que te lo adore - farfulló ella, lamiendo con ganas el pie de su hermana.

  • ¿ Puedo yo también ? - le preguntó Melein.

  • Más tarde - le prometió Albarí, comenzando a presionar el pie contra el rostro de Fasme, que no tuvo más remedio que irse inclinando hacia atrás, quedando finalmente tumbada boca arriba.

  • ¿ Vas a danzar sobre mí, ama ? - quiso saber Fasme, ilusionada.

  • De momento no, zorrita - le dijo ella, retirando el pie de su cara - Pon la planta de los pies en el suelo y alza las rodillas al máximo, quiero usarlas de reposabrazos. Sepáralas, Melein tiene que caber entre ellas.

Albarí se sentó en la cara de su hermana, mirando hacia sus rodillas, y posó los antebrazos en ellas. Melein, a un gesto suyo, se tumbó boca abajo sobre Fasme, colocando la cara sobre su sexo. Albarí le agarró de las caderas y le alzó, poniéndose frente a la cara su entrepierna.

  • Esto es lo que haremos, chicas - les dijo entonces - Fasme, tú me comerás el culo sin parar, no quiero que saques la lengua de mi recto ni un instante, de hecho ni siquiera podrás apartar los labios de mi trasero. Procúrame el máximo placer.

  • ¿ Qué hay de tu raja ? - le preguntó ella antes de ponerse en acción.

  • Hazme cosillas en ella con las manos: para algo las tendrás, digo yo.

  • ¿ Cuál ha de ser mi cometido, ama ? - le preguntó Melein.

  • Comerle el coño a Fasme y hurgarle el ojal. Le excitarás al máximo, pero has de detenerte cada vez que notes que se está a punto de correr. No tengas piedad con ella, porque yo tampoco la tendré contigo. Y ahora, antes de comenzar, decidme: ¿ cuál es el único propósito de todo esto ?

  • Hacerte disfrutar, ama.

  • Así me gusta, esclavas - dijo Albarí, separando las nalgas de Melein a fin de acceder con comodidad a su anhelante orificio trasero... no sin antes premiar la paciencia de su atento público con una lasciva sonrisa.

Ya no habría más interrupciones por su parte, de modo que Óscar decidió continuar con la conversación:

  • ¿ No deberíais haber averiguado donde se encontraba Hedelia, presentándoos antes que el mago por allí ?

  • Aparentemente la maldición se protegía a sí misma, haciendo que nuestras premoniciones fuesen especialmente confusas - le explicó Hepente - Para cuando logramos desentrañar su significado, nuestra hermana ya estaba a salvo en la casa del hechicero.

  • Eres muy altruista, Hedelia - le dijo Alicia, impresionada por su entrega ( no era la única ).

  • Cualquier deluyrei habría hecho lo mismo...

  • No digas tonterías, hermanita - le regañó Ciríe - Es cierto que muy pocas deluyrei habrían permanecido impasibles ante la lamentable situación de aquellos tipos, pero a mí no se me habría ocurrido intentar liberarles yo sola.

  • Ni a ti ni a nadie - dijo Hepente - Cualquiera de nosotras, de haber estado en tu situación, habría ido a por ayuda. Repartiendo el trabajo entre treinta ( y seguro que en la aldea habríamos encontrado muchas más voluntarias ), cada una se habría tenido que encargar tan sólo de nueve o diez: no sólo habríamos extinguido la maldición en menos de una hora, si no que apenas nos habríamos cansado.

  • Además, lo de besarles y lamerles fue excesivamente generoso por tu parte, en mi opinión no se merecían tales atenciones... sobre todo, considerando el tremendo asco que te suponía dispensárselas - añadió Sarigza, dirigiéndose a Hedelia - Yo me habría limitado la mayor parte del tiempo a pajearles con manos y pies ( bueno, y también con los pechos, además de con el pelo ).

  • En realidad no habríais tenido la menor necesidad de tocarles, os podríais haber bastado para darles placer con vuestro don vibratorio, tal y como finalmente hizo Hedelia - les dijo Julián.

  • Hombre, tampoco es eso - le reprendió Hepente - Sobar un rabo agusanado y hediondo no se cuenta entre mis fantasías favoritas, pero no se me antoja excesivamente asqueroso, y los muertos sin duda agradecerían el detalle...

  • Estoy de acuerdo, hacerles algún que otro mimito no nos habría supuesto ningún esfuerzo - dijo Ciríe - Lo que sí tengo bien claro es que me habría negado a trabajármelos con la boca, y tampoco les habría recibido por el culo ( ni por ahí, ni por cualquiera de mis restantes orificios corporales ). Puede que seamos inmunes a todo tipo de venenos e infecciones, pero la idea de intimar en exceso con un muerto, sobre todo si está en tan malaforma como ellos, no nos seduce en absoluto.

  • Ni a vosotras, ni a nadie que esté en sus cabales - dijo Julián.

  • ¿ Hemos satisfecho ya vuestra curiosidad al respecto ? - les preguntó Hedelia, añadiendo maliciosa - Si lo deseáis puedo entrar en detalles, pero os advierto que la mayoría de los humanos a los que les he contado todo lo que hice a lo largo de la orgía terminaron vomitando.

  • Deja, deja, que la necrofilia no es lo nuestro - se apresuró a decirle Esther.

  • En ese caso, terminaremos de explicaros qué pasa cuando una humana tiene como hija a una deluyrei, tema que en mi opinión ya deberíamos haber zanjado hace rato - les dijo Sarigza.

  • ¿ Qué más tenéis que decirnos ? - le preguntó Alicia.

  • Que una humana no puede parir a una deluyrei - le dijo con naturalidad Ciríe, conteniendo a duras penas la risa.

  • ¿ Te burlas de nosotros ? - se molestó Esther.

  • En absoluto - les dijo Óscar, al que la forma en la que Ciríe había abordado el tema también le hizo gracia, decidiendo seguirle el juego.

  • En ese caso, ¿ a qué vienen esas caras tan risueñas ? - les preguntó Laura - ¡ Os estáis partiendo el culo, se os ve a la legua !

  • Luego lo sabrás, pero te doy mi palabra de que Ciríe os ha dicho la verdad.

  • ¡ Deja de reírte de nosotras, papá ! - le regañó ella, al borde del llanto - ¡ Yo ya me había hecho a la idea de que podría darte como hija a una deluyrei, y ahora nos salís con que no puede ser !

  • Te equivocas, claro que puede ser - le aseguró Hepente, sonriendo.

  • Pero, ¡ si acabáis de decir que una humana no puede tener como hija a una deluyrei ! - se quejó Alicia, tan desconcertada como el resto de los humanos.

  • Me temo que no nos prestáis la suficiente atención - les amonestó Óscar - Lo que Ciríe os dijo fue que una humana no puede parir a una deluyrei, no que no pueda tenerla.

  • ¿ Qué diferencia hay ? - inquirió Esther.

  • Quizá haya que recurrir al parto asistido, y de ahí el que pueda tenerla pero no parirla... - aventuró Julián.

  • Ni mucho menos - le dijo Hedelia - Las tres darán a luz con la misma facilidad que cualquier deluyrei, lo cual en sí mismo es una pista bastante evidente de lo que sucederá.

  • Por favor, dejaros de acertijos - les rogó Alicia.

  • A poco que meditéis acerca de ello, daréis con la respuesta

  • le dijo Óscar - Lo más probable es que sea de vuestro agrado, y además quien lo logre recibirá un premio.

  • ¿ Qué clase de premio ? - le preguntó Esther.

  • Podrá comerle la troncha a Darlane mientras yo le doy por el culo - repuso él, tras consultar con la mirada a la ángel.

  • Al menos danos alguna otra pista... - le pidió Laura.

  • Os daremos tan sólo otra más - cedió Ciríe - Cuando una humana tiene como hija a una deluyrei, en realidad son dos las deluyrei que nacen.

  • ¡ Se transformarán en una de vosotras ! - exclamó al poco Julián.

  • Eso es - le felicitó Sarigza.

  • ¿Qué os parece la idea, chicas ? - les preguntó Óscar - ¿ Os gustaría convertiros en deluyrei ?

  • ¡ Pues claro que sí ! - exclamaron las tres a la vez, sumamente emocionadas ( y no poco excitadas )

  • Excelente, porque a mí también.

  • ¿ Tendremos todos vuestros poderes ? - les preguntó Alicia.

  • Naturalmente - repuso Ciríe.

  • ¿ Nos transformaremos nada más quedarnos preñadas, o lo haremos a lo largo del embarazo ? - le preguntó Esther.

  • A lo largo del embarazo, y de forma paulatina - le dijo Hepente - En el preciso instante que rompáis aguas vuestra transformación se completará, aunque durante cierto tiempo conservaréis algunas cualidades humanas.

  • ¿ Qué cualidades ? - quiso saber Esther.

  • Principalmente, vuestra regla y vuestras heces - le dijo Ciríe.

  • ¿ Cómo es eso ?

  • Tendréis nueve menstruaciones, distanciadas aproximadamente un mes - les explicó Sarigza - Las ocho primeras serán típicamente humanas, no diferenciándose en nada de las que ahora acostumbréis a tener, y la última será como la que tuvimos nosotras antes.

  • ¡ Genial, así tendremos ocasión de hacer cochinadas con ellas ! - exclamó Laura, guiñándole un ojo a Óscar.

  • ¿ Qué le pasará a nuestra mierda ? - les preguntó Alicia.

  • Hasta el octavo mes, contados desde el momento en el que hayáis parido, nada - repuso Hedelia - Aunque para entonces vuestro sexo posterior ya será por completo deluyrei ( contando con su misma elasticidad, sensibilidad y lubricación ), vuestras deposiciones aún no se recubrirán con la mágica coraza que caracteriza a las nuestras. Es a lo largo del noveno mes cuando comenzaréis a secretarla, cada vez más robusta: para cuando menstruéis por última vez, incluso vuestras heces serán genuinamente deluyrei.

  • Parece que por el momento tendremos que seguir usando papel higiénico - simuló desilusionarse Esther - Qué terrible inconveniente...

  • Joder, papá, ahora aún tengo más ganas si cabe de que me dejes en estado - le confesó Laura a Óscar.

  • Si tanto deseáis que os preñe, ¿ por qué esperar a que ovuléis por vuestros propios medios ? - les dijo Sarigza - Podría orar a nuestra Señora para que acelerase vuestra ovulación...

  • ¿ Harías eso por nosotras ? - se ilusionó Alicia.

  • No te quepa duda - repuso la sacerdotisa - ¿ Empiezo ahora mismo, o preferís esperar a la noche ?

  • Preferiríamos que lo hicieses ya, si no te importa - le dijo Esther.

  • Claro que no me importa, nena - le aseguró ella, dirigiéndose a gatas hacia donde estaban - ¿ Por cuál de vosotras empiezo ?

  • Por Alicia - dijo sin dudarlo Esther.

  • Eso, que empiece por mamá - coincidió Laura.

  • Óscar, deja al aire el sexo y el vientre de Alicia - le pidió la clérigo, ya acomodada ante ella.

  • Cómo no - dijo él, haciendo que la mágica membrana que cubría a las tres humanas se retirase, dejando la zona en cuestión descubierta.

  • Bien, nena, allá vamos - le dijo Sarigza, posando la mano derecha en su pubis e introduciendo la izquierda en su sexo, todo ello con suma ternura. Comenzó a canturrear por lo bajo, acariciándole por dentro y por fuera. Alicia alzó las caderas, entregándose por completo a lo que la religiosa tuviese que hacerle... y disfrutando cada vez más de sus amorosos manejos.

  • Mientras Sarigza pone a punto a las chicas, ¿ qué te parece si me das mi premio, Óscar ? - le dijo Julián - Recuerda que fui yo quien dio con la solución al enigma...

  • Ven aquí, cuñado, y ponte a cuatro patas - le dijo Óscar, acariciándose la porra.

  • Aquí tienes mi culo - le dijo Julián no bien se puso en posición - Enchúfamela hasta los huevos.

  • Será un placer - le aseguró Óscar, procediendo a penetrarle, cosa que hizo con lentitud.

  • Creo que se te está olvidando algo, Julián - le dijo con coquetería Darlane, poniéndose de rodillas ante él y comenzando a restregarle su imponente miembro contra la cara.

  • Con esa pedazo manguera, maciza, deberías meterte a bombero

  • le dijo él, alzando las manos del suelo para agarrársela ( agradeció que la ángel se hubiese desvestido ya, dejando el mágico disco en su caja, pues de lo contrario le sería imposible disfrutar del sabor de aquel apetecible rabo ).

  • No me la toques, nene, bástate con la boca.

  • Como quieras - cedió Julián, posando una de las manos en el suelo y llevándose la otra a la minga.

  • Espera, no te ordeñes, tu cuñadote se encargará de ello - le dijo Óscar, apoderándose de su miembro.

  • Está bien, pero empieza de una vez a moverte.

  • ¿ Quizá así ? - le preguntó Óscar, comenzando a bombear con lentitud.

  • Hombre, preferiría que me dieses un poco más de caña...

  • Deja de quejarte tanto, nene, y tómate tu biberón - le dijo Darlane, cogiéndole del pelo y metiéndole el falo en la boca ( sólo le insertó el glande, pues no quería atragantarle: Julián, claro, empezó a trabajárselo con gula ).

  • Oh, y no te preocupes por la velocidad - le dijo Óscar, comenzando a agitar la mano con la que le agarraba la polla, por el momento con la misma lentitud con la que le estaba sodomizando - De momento voy despacito, pero ya aceleraré...

  • Me encanta ver cómo se entrechocan vuestros cojones, papá - le dijo Laura ( se había agachado para tener mejores vistas, aunque de vez en cuando alzaba la mirada para ver lo que le estaban haciendo a su madre ).

  • ¿ Cuántas hijas quieres tener, Alicia ? - le preguntó inesperadamente Sarigza, interrumpiendo sus salmodias.

  • ¿ Puedes hacer que tengamos varias a la vez ? - se sorprendió Esther.

  • Sí, pues mi fe es grande y Afrodita me sonríe.

  • ¿ Cuántas hijas podríamos tener simultáneamente sin poner en peligro nuestra salud ? - le preguntó Alicia.

  • Lo ignoro, pero sin duda muchas - repuso ella - Si te sirve de referencia, conocimos a una deluyrei que decidió tener doce hijas de golpe, y todas nacieron en perfecto estado.

  • ¿ Qué tal se le dio el parto ? - se interesó Laura.

  • Fenomenal, se corrió tantas veces mientras paría que perdió el sentido - rió Hedelia.

  • ¡ Quiero treinta, Sarigza ! - exclamó Alicia, evidentemente en broma.

  • ¡ Pues yo cincuenta ! - se le unió Esther.

  • ¡ Mejor que sean cien ! - dijo Laura.

  • Menos guasas - les regañó la clérigo.

  • Perdona - se disculpó Alicia por las tres -¿ Es muy difícil criar a un bebé deluyrei ?

  • En absoluto, de hecho es mucho más sencillo criar a un deluyrei que criar a un humano - le dijo ella - Nuestras hijas muy rara vez enferman y, como tampoco son propensas a sufrir trastornos alimentarios, o del sueño, casi nunca lloran. No hace falta ponerles pañales, pues sus deposiciones no manchan y enseguida aprenden a pedir pis. No es preciso vigilarles tan estrechamente como a los niños humanos, pues, gracias a su superior resistencia física y a su inmunidad frente a venenos y agentes patógenos, las probabilidades de que sufran algún accidente serio son virtualmente nulas.

  • Y eso no es todo - continuó Hedelia - Gracias a su telepatía, aprenden enseguida a distinguir lo que está bien de lo que está mal. Además, al sentir en todo momento el amor que se les profesa, no precisan de constantes muestras de cariño.

  • Ya os vale la tontería - les regañó Laura - Mira que intentar hacerme creer que tener un hijo con papá podría llegar a ser un suplicio...

  • Si lo hicimos fue únicamente para comprobar hasta dónde estabas dispuesta a llegar para que te hiciese madre - le dijo Ciríe.

  • ¿ Qué pasa con sus poderes ? - se interesó Esther ( Julián había estado tentado de hacer aquella misma pregunta, pero por nada del mundo iba a sacarse de la boca la apetecible tranca de la ángel ) - De usarlos indebidamente, podrían ocasionar un buen desaguisado.

  • Sus mentes maduran más rápido que sus poderes, así que tampoco suelen ser problemáticas en ese aspecto - le dijo Hepente.

  • Acabo de caer en la cuenta de que no podremos llevarles ni a la guardería ni al colegio, pues correríamos el riesgo de que alguien les viese hacer algo inusual y les tomasen por monstruos, demonios, alienígenas o quién sabe qué - dijo Laura.

  • Pronto aprenderán a no usar sus poderes ante extraños - le dijo Ciríe - Además, en el caso poco probable de que alguien les viese hacer algo indebido, alarmándose en exceso, le sedarían telepáticamente, pudiendo llegar a dormirle: cuando despertase, probablemente creyese haber estado soñando ( y si algo no le cuadraba del todo, nosotras nos encargaríamos en persona de reajustar su mente, evidentemente sin dañársela ).

  • Para mayor seguridad, podría crear algún artefacto mágico que bloquease parcialmente sus poderes mientras lo llevasen puesto - dijo Hepente - En caso de auténtica necesidad podrían usarlos, pero nunca accidentalmente.

  • ¿ A ti cuántas hijas te gustaría tener con cada una de nosotras, Óscar ? - le preguntó Alicia, escapándosele un leve suspiro ( la sacerdotisa, aunque había dejado de orar, aún seguía acariciándole ).

  • La verdad es que con una me conformaría, pero no veo ningún motivo para no poder tener más: vuestra salud no se resentiría, criarles no nos supondría apenas esfuerzo, y podríamos afrontar el gasto. ¿ Qué os parecería tener tres o cuatro ?

  • Cuatro es un buen número - dijo ella, muy próxima ya al orgasmo.

  • A mí también me lo parece - coincidió Esther.

  • Pues yo también quiero cuatro, hala - dijo Laura.

  • Marchando cuatro hijas - bromeó Sarigza, reanudando sus oraciones... y aumentando la cadencia de sus caricias, para gozo de Alicia.

  • Uf, qué rico - gimió Alicia.

  • No te corras hasta que Sarigza haya acabado o sus esfuerzos habrán sido en vano - le previno Hedelia.

  • Joder, no sé si voy a poder aguantarme...

  • Tranquila, ya no le queda mucho - le dijo Ciríe.

  • Ay, que me vengo - dijo Alicia, mordiéndose los labios.

  • Aún no es el momento, espera un poco más - insistió Ciríe.

  • Al parecer la ceremonia termina con un beso, tienes que aguantarte hasta que te lo dé - le dijo Hedelia.

  • Pero es que no puedo aguantarme más - sollozó la humana.

  • Tienes que hacerlo, de lo contrario te quedarás estéril por un mes - le mintió Hepente, traviesa.

  • Oh, mierda, no me digas eso...

  • Ya casi está, no te apures - le animó Ciríe, dando un disimulado codazo de reproche a Hepente.

Segundos después, Sarigza extrajo la mano de la vagina de Alicia y plantó su boca en ella, dándole un beso. Alicia alcanzó instantáneamente el clímax, y la sacerdotisa no quiso dejarle a medias, así que le devoró con pericia, sorbiendo todos sus jugos.

  • Qué gustazo - logró decir cuando se recuperó.

  • He acelerado momentáneamente algunas de tus funciones vitales - le explicó Sarigza - En dos horas, quizá algo menos, podrás quedar encinta, siendo cuatro los óvulos que habrás madurado.

  • Ahora tú, tía - le animó Laura a Esther.

  • Eso, y tú ven para acá, que tu tío se está a punto de correr y quiero que le remates .

  • ¡ Me apunto ! - se ofreció Alicia.

Enseguida estaban ambas debajo de Julián, lamiéndole la tranca a dúo mientras Óscar, que le había agarrado posesivamente de las caderas, le sodomizaba con frenesí. Darlane y Óscar eyacularon a la vez, y Julián, no bien sintió el esperma de ambos llenándole, también se corrió ( tanto por delante como por detrás ).

Alicia y Laura habían quedado con la cara embadurnada de esperma, y Julián también ( la ángel parecía una fuente, le fue imposible bebérselo todo ), así que se limpiaron a lametones ante la atenta mirada de Óscar y Darlane. Sarigza pronto acabó con Esther, siendo el turno de Laura. Cuando también acabó con ella, Óscar les dijo a las tres:

  • Puesto que aún queda un rato para que pueda fecundaros, os voy a proponer un juego.

  • Somos todo oídos - le aseguró Julián.

  • Parece que me has leído el pensamiento, pues de eso precisamente va el asunto - le dijo él, alargando y estrechando las uñas de sus meñiques para a continuación hurgarse los suyos con ellas. No le sirvió de nada, pues los tenía completamente limpios.

  • Te los aseamos bien a fondo cuando te los lamimos: si quieres un poco de cera sólo tienes que secretarla - le dijo Albarí ( lo hizo vibratoriamente, pues no quería dar al trasero de Melein ni un segundo de descanso ).

  • Eso haré. Por cierto, ¿ qué tal te lo estás pasando ?

  • Estupendamente, y mis esclavas también.

  • ¿ No vas a dejar que se corran ?

  • Ya veremos...

  • Al menos déjales que intercambien sus puestos, las dos tienen derecho a servirte de asiento y a adorarte el pandero.

  • En realidad tenía previsto hacerlo, así de paso podré disfrutar del delicioso anito de las dos.

  • Pues que te aproveche - le dijo él, sacándose por fin las uñas, pringadas de cerumen ( estimuló su secreción mientras hablaba con la joven ). Desentendiéndose por el momento de Albarí, que siguió a lo suyo, dirigió la mirada a las futuras madres de sus hijas: extendiendo las manos en su dirección, agitó juguetón los dedos.

  • ¿ Quieres que tomemos un poco de tu cera ? - le preguntó Esther, aunque ya sabía la respuesta.

  • Eso es. A partir de ahora, y hasta que sea hora de fecundaros, no os correréis. Dejemos que vuestro deseo se incremente al máximo para que cuando os preñe podáis gozar de un orgasmo apoteósico que jamás olvidaréis.

  • Dos horas es mucho tiempo, se nos va a gangrenar el coño por falta de uso... - se quejó Laura, haciendo un mohín de reproche ( en realidad la idea le seducía bastante, al igual que a su tía y a su madre, pero quiso hacerse de rogar ).

  • Vamos, hija, no seas exagerada, que cuando duermes o estás en el colegio te tiras un montón de horas sin sexo y no te pasa nada - le reprendió Óscar entre risas.

  • Rara es la noche que no tengo sueños eróticos, y en el colegio suelo aprovechar el recreo para hacerme una pajilla en el servicio. Además, ya te he dicho que a veces voy a clase con algún juguetito enchufado, y recuerda que de cuando en cuando me lo monto con algunos de mis compañeros. Oh, y no olvides que últimamente abuso del profesor de inglés...

  • Además, el polvo con el que nos preñes lo recordaremos toda la vida, gocemos poco o mucho - le aseguró Esther.

  • Dame, yo sí que quiero - le dijo Alicia, acercándose a él y chupándole uno de los dedos.

  • ¿ Te das cuenta de que ahora estás bajo mi control ? - le dijo Óscar - Con la cantidad de cera que has tomado, podría inhibir tus orgasmos durante muchas semanas, si no meses.

  • Me trae sin cuidado, sabes que confío en ti. Sólo te pido que...

  • Cuando llegue la hora de inseminarte, retiraré por completo tu vinculación orgásmica - se le adelantó él - Tienes mi palabra.

  • Gracias...

  • Además, para que en lo sucesivo sepas distinguir entre ser autorizada a tener un orgasmo y quedar por completo libre de mi control ( quizá juguemos a esto más veces ), ahora mismo te voy a follar, dejando que te corras.

  • ¿ Qué pasa con mi hermana y nuestra hija ?

  • Si no confían en mí, quizá deba replantearme lo de tener hijas con ellas...

  • No seas tonto, nuestros titubeos eran puro teatro - se defendió Esther, acercándose a él y chupándole, resuelta, el mismo dedo que le había chupado Alicia ( Laura le imitó, libando del otro hasta dejarlo impoluto ).

  • Buenas chicas - les felicitó él - ¿ Qué tal sabe mi jugo de oído ?

  • Parece cera normal, aunque está bastante menos amarga - repuso Laura, tras saborearla con expresión concentrada.

  • Me alegra oírlo.

  • ¿ Qué tal si me follas ya ? - le dijo melosa Alicia - Me lo habías prometido.

  • Ponte un cojín bien grande bajo la espalda, cariño - le instruyó él.

Óscar agrandó aún más el agujero que había hecho en el recubrimiento de Alicia, dejando expuesto también su ano. Una vez se acomodó, le cogió de las pantorrillas y le alzó, empezando a repasarle con la tranca su entrepierna.

  • Mm, qué minga más versátil, parece una culebra... - le dijo Alicia.

  • ¿ Por dónde te la clavo ?

  • Me da igual, pero enchúfamela ya.

  • Aquí la tienes - le dijo él, clavándosela en el recto y dotándose de pechos.

  • ¿ Para qué te pones tetas ?

Óscar se hizo crecer en cada uno de los senos una estupenda tranca, dotándola de unos genitales del tamaño de pequeños melones. Entonces, hizo un agujero en la membrana mágica que cubría los pies de su mujer, a la altura del talón, e insertó las trancas por ellos. No contento con aquello, manifestó los zups y los enrolló en los talones de Alicia, tras lo que le dijo:

  • No pienso moverme, cariño, así que si quieres algo de acción en el culo tendrás que usar los rabos que me he puesto en los pechos para impulsarte, a modo de estribo... lo cual, te puedo asegurar, me dará mucho gusto. Como podrás apreciar, me he puesto unos cojones bien majos: cuando me corra, toda mi leche se quedará dentro de la membrana, deslizándose por tus piernas.

  • La leche de tus rabos, y supongo que también la de tus mamas - le dijo ella, relamiéndose con cara de vicio.

  • Pierde cuidado, te echaré un buen chorro de ambas. Oh, y te sugiero que me palpes los bajos, te espera una grata sorpresa...

  • ¡ Te has puesto unos huevos enormes ! - exclamó ella, excitada.

  • Te voy a llenar los intestinos de esperma, vas a creer estar ya embarazada. Cuando hayamos acabado, sellaré el traje y tú no tendrás más que hacer un poco de fuerza para expulsar mi leche: entre la que te salga del culo y la que tendrás en las piernas, bastará que te muevas un poco para cubrir todo tu cuerpo con mis jugos. ¿ O es que acaso pensabas que me iba a olvidar de darte el baño de esperma que te prometí ?

  • ¡ Empecemos ya mismo ! - le dijo ella, comenzando a moverse.

  • Quieta, que aún no he terminado. ¿ Para qué crees que te he puesto boca abajo ?

  • Ni idea, pero me trae sin cuidado.

  • Si te he puesto en esa postura es para que te puedas orinar a ti misma, tal y como sugirió Laura antes. Quiero ver cómo te duchas con tu propio pipí y cómo te lo bebes... siempre que no te importe hacer esa linda cochinadilla por mí, claro.

  • No seas memo, claro que no me importa hacerlo - le dijo ella - ¿ Quieres que empiece ahora mismo ?

  • Espera, que eso no es todo - le dijo Óscar, manifestando su zup umbilical y comenzando a acariciar el sexo de su mujer con él.

  • No es que me disguste lo que me estás haciendo, pero si me tapas la rajita no podré hacer puntería.

  • Tranquila, yo me aseguraré de que tu orina llegue a destino, y además procuraré dejar despejado en todo momento tu meato ( el clítoris te lo acariciaré también, no te preocupes: bastará con que lo haga de lado para no estorbar ).

  • ¿ Alguna cosilla más, o puedo comenzar a empalarme ?

  • Tan sólo un último detalle - le dijo Óscar - Me haría mucha ilusión ver cómo te trabajas un par de buenos rabos mientras nos hacemos el amor.

  • A mí también, pero no sé dónde podríamos encontrarlos... - repuso con picardía ella, mirado alternativamente a Julián y Darlane, que no se hicieron de rogar.

  • Aquí tienes, puta - le dijo Julián, que se había puesto a su izquierda, de rodillas.

  • Trae tu rico pirulo, que la zorra de tu hermana te lo va a comer delante de tu cuñado - le dijo ella, agarrándole el miembro ansiosa y dándole un fraternal beso.

  • No te olvides de mí - se quejó Darlane, arrodillada a su derecha.

  • Descuida, sería una descortesía tener esta maravilla ante la cara y no jugar un poco con ella - le dijo Alicia, haciéndose con el falo de la ángel y llevándoselo a la boca, restregando su glande contra el de Julián mientras repasaba con la lengua sus frenillos.

  • Échate de vez en cuando pequeños chorritos de pis, pero procura dejar uno bien grande para el final - le recomendó Óscar.

  • ¿ No me vas a dejar al aire las peras ? - le preguntó Alicia - Me gustaría sentir cómo mi pis cae en ellas...

  • Lo sentirás, la membrana es muy fina. Además, he establecido que deje pasar los líquidos únicamente hacia dentro, de modo que se te quedará dentro.

  • Libera al menos mis manos, para poder tocarles la tranca directamente.

  • Me da más morbo ver cómo te las trabajas estando enguantada , aunque creo que voy a permitir que asomen tus uñas, te darán una nota de color. Y, ahora, comienza...

Alicia empezó a impulsarse con los pies, dejando salir un pequeño chorro de orina que Óscar dirigió hacia sus pechos haciendo una armoniosa parábola. La siguiente cascada, tan breve como la primera, le cayó en la cara, y ella la recibió con alegría, tragándose lo que le entró en la boca ( todo ello, claro, sin dejar de menear las trancas de Julián y Darlane ). Aunque su cuñado y la ángel se conformaban con las excelsas atenciones que les dispensaba Alicia, Óscar decidió premiar que se hubiesen prestado voluntarios, por lo que se hizo crecer unas enredaderas y las usó para estimular sus rectos... y, en el caso de Darlane, también sus pechos.

Estaría horas viendo cómo Alicia ordeñaba aquel par de rotundos y viriles vástagos, y le entusiasmaba la impudicia con la que se orinaba a sí misma, balanceándose sin cesar para taladrarse el ojal. El vaivén al que estaban sometidos sus penes pectorales también le era muy grato, y su esposa de vez en cuando se las arreglaba para arañárselos con las uñas de los pies, detalle que le agradeció.

Estaba preciosa, aunque cada vez se sentía más sofocada por culpa de la fina y elástica capa que cubría la mayor parte del cuerpo: Óscar quería que sudase dentro de ella, pero no que se sintiese incómoda, así que aumentó su conductividad térmica para que el calor no se acumulase dentro. Alicia debió darse cuenta del cambio, y le sonrió, vertiéndose un nuevo chorro de orina que Óscar hizo que confluyese en el punto donde las trancas que se estaba trajinando entraban en contacto con su incansable lengua.

Entretanto, Albarí seguí abusando de sus hermanas, para placer de las tres, pero Ciríe y las suyas parecían estar tramando algo, a juzgar por sus emanaciones mentales. Óscar no supo de qué se trataba hasta que se le acercaron, empezando a acariciarle la espalda y los muslos.

  • ¿ Por qué no te pones boquitas en las manos y te comes con ellas los apetitosos senos de tu mujer ? - le sugirió Hepente.

  • Buena idea - le dijo él, plantando las transmutadas palmas de sus manos en los pechos de Alicia, que se estremeció de gusto.

  • ¿ Qué tal si te pones rajitas en las plantas de los pies ?

  • le dijo Sarigza - Queremos restregar las nuestras contra ellas, mientras te devoramos el culo...

  • Como queráis, pero sólo habrá para dos, así que tendréis que turnaros.

  • No si te pones también en las axilas - le dijo Ciríe.

  • ¿ También restregaréis el coño contra ellas ?

  • Por supuesto.

  • Lo haré, tengo curiosidad por ver cómo os las arregláis - cedió él, manifestando las cuatro vaginas y separando un poco los brazos del tronco.

Ciríe rodeó con sus piernas su brazo izquierdo, empezando a restregar su entrepierna contra la metasexuada axila, y Hedelia hizo lo propio con el brazo derecho. Ambas colgaban de su espalda, habiéndose agarrado con los brazos a su cintura de modo que sus caras quedaron frente a sus glúteos.

  • Ya estáis otra vez con vuestros contorsionismos - les dijo Esther.

  • La mayoría de los humanos no podrían ponerse en esta postura, pero para nosotras ni siquiera es incómoda - se justificó Hedelia.

Sarigza se arrodillo sobre la pierna izquierda de Óscar, bajando su sexo para frotarlo contra el que él se había puesto en el correspondiente pie, y Hepente se acomodó sobre la pierna derecha, imitándole. Ambas se inclinaron hasta que posaron los rostros en el trasero de Óscar, pegando sus cabezas a las de sus hermanas. A un gesto de Ciríe, las cuatro asaltaron su ano con las lenguas.

  • ¡ Coño, qué bueno ! - exclamó Óscar.

  • Quizá demasiado bueno para perdérnoslo - dijo Hedelia, haciéndose crecer una pequeña rama de la nariz y alojándola en el recto de Óscar junto a sus lenguas.

  • Buena idea - le dijo Hepente, imitándole - Si con nuestras enredaderas contribuimos a que Óscar se corra, nosotras también podremos disfrutar de su orgasmo.

  • Ahí va la mía - dijo Sarigza, insertando su propio brote.

  • Pues yo no puedo ser menos - dijo Ciríe, añadiendo uno suyo ( al igual que sus hermanas, se lo hizo crecer de la punta de la nariz ).

  • No sé qué mentira habréis dicho, pero hay que ver de qué modo os han florecido las narices - bromeó Laura.

  • No hemos entendido muy bien tu gracia - le dijo Hepente - ¿ Ese tal Pinocho en el que has pensado es uno de vuestros seres mitológicos ? No nos suena, debe ser reciente...

  • En realidad se trata del personaje de un cuento - le explicó ella.

  • Luego si quieres nos lo contarás, ahora no nos distraigas - le dijo Ciríe.

Óscar extrajo los zups de las cuatro vaginas que se había puesto y se valió de ellos para estimular a las deluyrei: no conforme con ello, reestructuro sus sexos, convirtiéndolos en un híbrido de vagina y boca... lo cual le permitió disponer de lenguas, que internó vengativamente en sus rectos.

Al haber permitido que la mágica sustancia que cubría a Alicia dejase pasar la humedad hacia dentro, los pechos de su mujer cada vez estaban más embadurnados de saliva: pronto fue incapaz de notar la presencia del tejido. De vez en cuando retiraba parcialmente las manos para que Alicia también pudiese sentir su propia orina sobre ellos. Las gotas con las que se regaba permanecían por un instante inalteradas sobre la gomosa superficie, pero de inmediato se encogían, como si fuesen succionadas.

Los primeros en alcanzar el clímax fueron Darlane y Julián, seguidos por los deluyrei: no bien Óscar empezó a derramarse en las entrañas de Alicia ( y en sus pies ), le liberó momentáneamente de su vinculación orgásmica, bastando aquello para que se corriera.

La cara de su mujer quedó llena de esperma y orina ( no pudo tragárselo todo ), y su vientre exageradamente hinchado. Retirando sus tres trancas, Óscar selló los orificios de la polifacética membrana, volviendo a ocultar las uñas de Alicia bajo la misma. Las deluyrei se le desengancharon, y él aprovechó para tenderse sobre su esposa, presionando su abultado abdomen con el suyo. Ella se dispuso a aflojar el esfínter, dando salida a todo aquel esperma, pero Óscar le dijo:

  • No dejes que se te salga aún.

  • Me has llenado demasiado, me cuesta retenerlo ( ¡ y más si te me pones encima, capullo ! ).

  • Haz un esfuerzo.

  • Veremos qué se puede hacer...

  • Tienes la cara manchada, intenta no soltarlo hasta que te la limpie - le dijo él, comenzando a lamerle el rostro, apurando de él los abundantes jugos acumulados - Cuando acabe, te daré un pico, y en ese preciso momento podrás aliviarte.

  • Date prisa...

  • Usas una crema facial deliciosa, me tienes que decir dónde la compras - bromeó Óscar, tomándose la operación con bastante calma.

  • Si quieres que me aguante no me hagas reír, cabrón - le regañó Alicia, dándole un contundente pero indoloro rodillazo en los cojones entre risas que más parecieron hipidos.

  • Háztelo todo encima, nena - le dijo él no bien terminó, plantando la boca sobre la suya y buscando su lengua.

  • ¡ Guau, qué traca de cuescos ! - exclamó Laura, jovial, cuando su madre comenzó a aliviarse... dando lugar a la característica carretilla de chapoteantes flatulencias que suele producirse cuando alguien que tiene diarrea hace del vientre ( la membrana apenas amortiguó el sonido ).

  • Me lo he pasado muy bien - le dijo Alicia a Óscar cuando sus labios se separaron - ¿ Me das un masaje para ayudarme a extender tus viriles jugos por todo mi cuerpo ?

  • En otra ocasión, ahora prefiero ver cómo te lo extiendes tú

  • le dijo él, levantándose de ella..

Alicia se pasó las manos por todo el cuerpo, sosteniendo la mirada de Óscar. Parecía estar untándose aceite hidratante, y era evidente, por su expresión, que estaba disfrutando de lo lindo.

  • Estoy completamente embadurnada con tu esperma de cuello para abajo, cielo - le dijo cuando acabó, sonriéndole.

  • ¿ Qué se siente ? - le preguntó Esther.

  • Puedes imaginártelo: debajo de mi bañador noto la piel viscosa, templadita, resbaladiza y pegajosa, todo en uno - le dijo Alicia, tras pensárselo un poco - Si no fuese lo que es, supongo que me terminaría cansando de la sensación, pero se trata del esperma de mi macho, y eso, hermanita, me está haciendo perder la razón.

  • ¿ A nosotras nos lo vas a hacer también, papá ?

  • Claro que sí.

  • Pues sigue con la tía, que yo tengo un asunto pendiente - le dijo Laura, camino ya de la puerta.

  • ¿ Se puede saber a dónde vas ? - le preguntó Alicia.

  • Enseguida lo sabrás, mamá - le dijo ella, saliendo del salón... no sin guiñarle un ojo a su padre.

  • ¿ A dónde va, Óscar ? - le preguntó Alicia en voz baja.

  • Es una sorpresa - le dijo él.

  • Bah, seguro que no has sido capaz de leérselo de la mente - le picó ella.

  • Así no vas a conseguir que te lo diga.

  • Debería darte vergüenza, ocultándole cosas a tu mujer a estas alturas... - bromeó ella.

  • Túmbate boca arriba y cierra los ojos, o no será tan divertido - le sugirió él, amortiguando vibratoriamente los sonidos que Laura estaba produciendo mientras reunía lo que necesitaba, pues de lo contrario todos habrían sabido donde estaba.

  • Tú mandas - cedió ella - Oye, algún día tengo que salir a la calle así: sería la repera pasarme por sitios realmente concurridos con todo el cuerpo pringado de semen, sobre todo si me acompañases.

  • Nadie lo sabría.

  • Lo sabríamos nosotros, y eso me basta por el momento.

  • Me apunto - le dijo Esther.

  • No sé por qué, pero me lo imaginaba - rió él.

  • Ya estoy aquí - anunció Laura ( al oírle, Alicia no había podido evitar la tentación de abrir fugazmente los ojos, pero de nada le sirvió, pues llevaba las manos a la espalda )

Había traído un par de cucharillas de café, una amplia servilleta, unas pajitas para refrescos, un embudo de boca bastante ancha, un mortero, frascos con especias varias, azúcar, una botella de leche sin empezar, un cartón de zumo de piña, unas hojas de laurel, y algunos bizcochos ( de no haberlo metido en una bolsa de red, de esas que hay para hacer la compra, le habría sido imposible acarrearlo, y menos llevándolo a la espalda ). Lo dejó todo en el suelo, cogiendo la servilleta a fin de ponérsela a su madre, tras lo que se sentó sobre ella: evidentemente, puso el trasero ante su cara.

  • ¿ Qué va a ser, Alicia ? - le preguntó Óscar.

  • No sabía que hicieses de barman - le dijo ella, divertida, al reparar en toda aquella parafernalia.

  • Ni yo que nuestra hija hiciese de coctelera, pero así están las cosas. Vamos, dime qué quieres.

  • ¿ No me lo puedo preparar yo ?

  • No - le dijo Laura - Cruza las manos bajo la nuca, mamá, y deja que papá se encargue de todo.

  • Está bien. Para empezar, creo que deberías ponerle el embudo.

  • Hecho - le dijo él, insertando la punta del amplio embudo en el recto de su hija ( a fin de acceder, retiró también por detrás la mágica cobertura ).

  • Ahora, échale un poco de zumo.

  • Marchando...

Tras el zumo, a Alicia se le antojó algo de menta molida, una pizca de azúcar, anís... y, por supuesto, canela. Leche también quiso, pero no de la botella, si no de las mamas de Óscar, que él manifestó a fin de secretarla. Evidentemente, tras poner todos los ingredientes hubo que remover, y eso lo hizo con el mortero, haciendo que Laura gimiese de excitación: si no estuviese bajo su vinculación orgásmica, se habría corrido sin remedio.

  • ¿ Eso es todo ? ¿ No quieres que le ponga un poco de laurel ? ¿ Ajo y perejil molidos, cominos, guindilla ?

  • ¿ Se puede saber dónde cojones has aprendido a aderezar los postres ? - se horrorizó Alicia - Anda, déjate de chorradas y deja que le de un tiento al mortero, quiero comprobar si ya está en su punto.

  • ¿ Desde cuando se ha visto que el cliente cate el postre antes de estar listo ? - contraatacó él, chupando el pringado almirez ( era de madera, por cierto bastante grueso ), y cabeceando satisfecho.

  • Yo también quiero - le dijo Laura, y Óscar se lo dio a probar.

  • ¿ Te gusta, hija ? - le preguntó él.

  • La verdad es que no mucho - bromeó ella - Definitivamente, mamá, tienes el gusto en el culo.

  • Más concretamente en el tuyo, zorra - le dijo Alicia, dándole un sonoro cachete - Venga, basta de cachondeo y dadme mi postre.

  • Primero con pajita - le dijo Óscar, insertando una pajita en el culo de su hija ( que cerró el ano, aprisionándola ), y acercándole a la boca el otro extremo.

  • No está mal - concedió ella, tras saborear el primer trago

  • Mm, temí que la leche de tu papá se cortase, pero está claro que no lo ha hecho...

  • Nuestra leche casi nunca se corta - le aseguró Ciríe.

  • ¡ Anda, igual que vosotros ! - bromeó ella.

  • No hables tanto y sigue chupando - le ordenó Laura.

  • De acuerdo, pero a la mierda la paja, que aquí las pajas las hago yo - le dijo ella, sacándole la pajita y plantando la cara en el trasero de su hija, que apretó suavemente...

  • Dale de vez en cuando un poco a nuestra hija, Alicia, pero sin cambiar de posición.

  • ¿ Cómo pretendes que lo haga ?

  • Usa las cucharillas. Sólo tienes que escupirle un poco en cualquiera de ellas y dársela.

  • Buena idea.

  • Espero que te hayas tomado tu postre para cuando haya terminado con Esther, necesito el culo de Laura limpio si quiero poder hacerle exactamente lo mismo que a vosotras. Oh, y no te quedes con las ganas de mojarle algún que otro bizcochillo.

  • Procuraré darme prisa - dijo ella, eructando estrepitosamente ( por lo común habría disimulado el regüeldo, y naturalmente se habría tapado la boca, pero en aquel momento le apetecía mostrarse lo más guarra posible: su pequeña travesura, evidentemente, no ofendió a nadie ).

  • ¡ Ostras, me he sentado sobre una rana, mirad cómo croa !

  • Éster, ahora te toca a ti - le anunció Óscar a su cuñada cuando todos le rieron la gracia a Laura.

  • ¡ Estoy lista ! - exclamó ella, ya acomodada sobre el mismo cojín donde se había tumbado su hermana.

La escena se repitió sin alteraciones dignas de mención ( Ciríe y sus hermanas cambiaron posiciones, pero aquello no alteró su mecánica ), y tras Esther le tocó a Laura, que ya le había dado de merendar a su madre ( durante todo aquel rato Albarí siguió haciéndose adorar por sus hermanas, que cambiaron de puesto varias veces ).

  • Ay, mi niña, qué bien lo haces - le dijo al poco Óscar, emocionado.

  • Gracias, papi - le dijo ella, radiante.

  • Me he perdido tantas cosas... - suspiró él - Si pudiese volver atrás en el tiempo, por nada me perdería tu educación sexual...y menos aún tu desfloración.

  • Si quieres, te dejaré que estrenes todas mis metasexuaciones no bien pueda manifestarlas.

  • Acepto gustoso tu oferta, cielo. Anda, abre un poco la boca que te voy a echar un pollo.

  • Dame, dame - le dijo ella, recibiendo instantes después un hermoso escupitajo que no dudó en extender sobre ambas vergas para poderlo saborear más pausadamente... y con más arte .

  • ¿ Quieres uno mío ? - le preguntó Darlane.

  • Desde luego: échame uno bien gordo, negraza, lo untaré sobre tu tranca y sobre la del tío.

  • Toma...

Alicia y Esther también quisieron escupirle, no así Julián ( le daba algo de cosa ). Tras aquel breve y flemático inciso ( tanto ellas como la ángel repitieron varias veces, por lo que hubo suficientes gallos como para inaugurar una granja ), Laura volvió a ceñirse al guión , imitando paso a paso a sus predecesoras. Una vez Óscar se levantó de ella, Julián les preguntó:

  • ¿ Notasteis algo distinto cuando os corristeis ?

  • Pues sí: fue como si nuestros orgasmos no nos perteneciesen pero alguien hubiese decidido regalárnoslos, lo cual no significa que perdiesen intensidad - le dijo Esther.

  • Es una sensación muy peculiar, aunque sea por simple curiosidad tienes que probarlo - añadió Alicia.

  • A fin de ser equitativo, os preñaré en el mismo orden en el que os acabo de montar - anunció Óscar, dirigiéndose a las tres humanas - De ese modo, la calentura que acumuléis las tres será similar.

  • Nos parece justo - dijo Alicia - ¿ Qué tienes pensado hacer ahora ?

  • Montármelo con Darlane y Ciríe mientras vosotras miráis.

  • ¿ Qué pasa conmigo ? - le preguntó Julián.

  • Únete a nosotras - le propuso Albarí, hablando en castellano.

  • Tenía entendido que hasta que no fueseis mayores de edad no dispondrías de la faceta del don de lenguas que os permite hablar en otros idiomas - se extrañó Julián ( hasta el momento, las tres muchachas habían hablado en su idioma natal, aunque hacía ya un buen rato que Óscar había decidido hacer de traductor para los humanos, valiéndose de su poder vibratorio para apuntarles al oído el significado de lo que oían: a Ciríe y a sus hermanas les gustó aquella muestra de cortesía, de modo que le ayudaban ).

  • Y así es, pero eso no significa que no podamos aprender otros idiomas, de prestar la suficiente atención - le dijo ella, retornando a su lengua natal ( en aquella ocasión la que se encargó de traducir fue Sarigza ) - En cuanto a mi propuesta, ¿ qué me dices ?

  • Acepto de buen grado - le dijo él, acercándose a ellas y preguntándole - ¿ Por dónde me acoplo ?

  • ¿ Qué te parece por aquí ? - le dijo ella, alzándose de la cara de Melein ( que era sobre la que estaba sentada en ese momento ), y señalándose el trasero - No tiene pérdida, la lengua de la puta de mi hermanita indica el lugar exacto. Tú limítate a seguirla.

Julián se las arregló para curvar su erecto miembro lo suficiente como para posar su enrojecida cabeza en la lengua de Melein. Arrastrando lentamente el glande por la expandida lengua de la deluyrei, llegó al ano de su hermana.

  • Vaya, parece que tu agujerito está cerrado.

  • No del todo, de lo contrario a Melein le sería imposible tener la lengua dentro, menos aún moverla con tan deliciosa soltura. Agárrame de los pechos y fuérzala con tu ariete, mi viril cruzado.

  • Mm, qué estrechito lo tienes.

  • Lógico, lo estoy apretando para que te dé más gusto.

  • Pues aflójalo un poco, que me voy a desgraciar...

  • Perdona, ya lo aflojo. Y ahora, Melein, zámpate los huevos de mi nueva pareja mientras yo me zampo con el culo su nabo. A partir de ahora nos tienes que dar placer a ambos, si no te esmeras te destrozaré los pezones con las uñas.

  • Haré lo que pueda, ama - le prometió ella, engullendo golosa los genitales de Julián... cuyo ano procuró rozar con la nariz.

  • Oye, eso me gusta - le dijo Julián - A partir de ahora, zorra, no quiero que quites la nariz de mi culo.

  • Oigo, obedezco... y aspiro.

  • ¿ Qué tal le huele ? - se interesó Albarí.

  • Nada mal, aunque me gustaría que lo tuviese un poco más sucio.

  • Mira que eres guarra, niña - le dijo Julián.

  • Gracias. Oh, y seré una niña, pero te recuerdo que te saco cuatro años.

  • ¡ Hay que ver con qué rapidez envejecen los jóvenes hoy día !

  • Deja de charlar con mi hermana y dame duro - le regañó Albarí - Quiero que me muerdas donde pilles y que me manosees los pechos con fuerza.

  • Eso está hecho - le dijo él, mordiéndole el cuello con ganas... lo cual le hizo gemir de gusto.

  • Julián ya está servido, pero, ¿ qué hay de nosotras ? - le preguntó Hepente a Óscar.

  • Agrupaos con nuestras candidatas a deluyrei - les instruyó él, desvaneciendo todas sus metasexuaciones por el momento - Quiero que les mantengáis bien calentitas para mí, pero procurad que no se pierdan detalle de lo que hago con Darlane y vuestra hermana.

  • ¡ A la orden, mi general gonadal ! - le dijo Sarigza, acercándose a Esther.

  • ¿ Cuándo vas a dejar que nos bebamos la lefa que aún tienes en el culo ? - le preguntó Alicia.

  • Cuando os haya preñado.

  • Deja que al menos la probemos... - le rogó Laura.

  • Os dejaré hacerlo, pero cuando Darlane me lo haya aderezado con su zumo de rabo - le prometió él, acercándose a la ángel, que le dijo:

  • Estoy a tu completa disposición, Óscar. Haz conmigo lo que se te antoje.

  • Y conmigo también - le dijo Ciríe, tras reunirse con ellos.

  • De entrada, lo que me apetece es que me emparedéis.

  • Será un placer - le dijo la ángel, poniéndose tras él y clavándosela sin más. Estaban los dos de rodillas, y ella le abrazó del pecho y se echó hacia atrás, quedando tumbados ambos boca arriba, él sobre ella.

  • Vamos allá - dijo Ciríe, empalándose con el miembro de Óscar y tumbándose a su vez sobre él.

  • ¿ Cómo quieres que lo hagamos ?

  • Buscaros la vida, no me apetece moverme.

  • Mira que eres vago - le regañó en broma Darlane, cogiéndole de las caderas y empezando a impulsarle. A fin de poder moverse sobre Óscar con efectividad, Ciríe apoyó los pies en sus rodillas, posando las manos en su abdomen.

Cuando se corrieron, cambiaron de posición, sentándose Óscar sobre Darlane. Lo hizo mirando hacia su cara, y posó sus pies, que metasexuó en bocas, sobre sus pechos: Ciríe, naturalmente, se volvió a empalar con la tranca del patriarca, que gozó de un nuevo y delicioso emparedado.

Tras aquello, Ciríe se puso a cuatro patas, bastante inclinada, y Óscar se colocó sobre ella, también a cuatro patas. Darlane se dio el gusto de incrustar el miembro del deluyrei en el trasero de Ciríe, tras lo que se puso a cuatro patas sobre ambos, dejando que fuese ella la que guiase su pulsante mástil a las entrañas de Óscar. Esta vez fue él quien se movió ( le dejaron un palmo de holgura ), encontrando realmente estimulante el incesante golpeteo de los masivos pechos de la ángel sobre su espalda.

Había llegado el momento de saciar la espermática sed de sus chicas, así que se les acercó y, manifestando sus alas de vuelo, se sentó en el aire, aunque con los pies en el suelo. Darlane se montó sobre él, empalándose por vez primera con su tranca, y Ciríe se acomodó sobre ella, de modo que ahora era la ángel la que estaba emparedada.

En aquella postura era muy sencillo acceder a su trasero, por lo que tanto las humanas como las deluyrei se lo devoraron, no dejando de lamerle hasta que le obsequiaron con dos estupendos orgasmos rectales ( aunque manifestó el zup anal, y ellas no dejaron de estimulárselo, sólo se corrió por él una vez ). En ese intervalo, Darlane le hizo eyacular tres veces ( cosa que ella también hizo, para gozo de Ciríe ). Pese a la de rato que le estuvieron comiendo el culo, sus intestinos seguían anegados de esperma ( el hecho de que no dejase que apenas manara ayudó bastante ).

  • Hepente, ponte a cuatro patas, que te voy a hacer una transfusión - le dijo Óscar cuando Darlane y Ciríe se bajaron de él.

  • ¿ De qué ? - se hizo la despistada ella, ya a gatas y con el trasero exageradamente alzado.

  • Deja que me lo piense - le dijo él, sentándose sobre la hechicera ( se aseguró de que sus anos quedasen perfectamente enfrentados ). Posó sus codos en las rodillas, sujetando con las manos su barbilla y asumiendo una expresión concentrada.

  • Pero qué ganso eres, Óscar - rió Esther - Venga, coño, échale un chorrazo.

  • Tu retrete está listo - le dijo Hepente, dilatando el ano hasta tal punto que le habría cabido una pelota de tenis sin rozar sus paredes.

  • Con un poco de tino, no se me saldrá nada - bromeó Óscar, comenzando a evacuar ( lo hizo lentamente, pues quería dejar esperma para Hedelia y Sarigza ).

  • Como no aciertes en ese sumidero talla industrial, no me quedará más remedio que azotarte, por inútil - le advirtió Alicia.

  • ¿ Le pegarías a tu maridito ? - se acongojó él.

  • Hasta que me doliese el brazo.

  • ¿ Y con qué me atizarías, si se puede saber ?

  • Supongo que con una barra de acero, de lo contrario ni te enterarías... aunque quizá debiera usar una bola de derribo.

Cuando las risas cesaron Óscar repitió el proceso con Sarigza, y luego con Hedelia, diciéndoles al finalizar:

  • Ahora que tenéis en los intestinos una buena dosis de mi esperma...

  • No te olvides del aditivo especial que incluiste hace poco

  • le interrumpió Hepente, dedicándole una sonrisa a Darlane.

  • No se me olvida, te lo aseguro - le dijo él - ¿ Qué os parece si os entretenéis limpiándoos entre todas el culito ?

  • No sé si vamos a poder aguantar hasta que nos montes sin corrernos - se quejó Esther - Realmente te estás asegurando de calentarnos...

  • Esa es la idea. Venga, no quiero que esos culos y esas bocas anden ociosos...

  • Me va a terminar dando un empacho de tanto culo como estoy comiendo - dijo Alicia.

  • Eso no puede ser, así que será mejor que os toméis de vez en cuando un digestivo.

  • ¿ Traigo bicarbonato ? - se ofreció Esther.

  • No, trae más zumos y bebed todas de ellos. Bebeos también la orina de las hermanas de Ciríe, quiero que les hagáis de orinales.

  • ¿ Podemos orinarnos nosotras, dentro del traje que nos has puesto ? - le pregunto Laura.

  • Intentad aguantaros, quiero que os hagáis pipí cuando os corráis.

  • ¿ Quizá sobre ti ? - se interesó Alicia, aunque sabía de buena tinta la respuesta.

  • Si te parece, sobre la higuera del jardín, ¿ no te fastidia ? Oh, y no uséis vasos, así será todo más íntimo.

  • No veo por qué debería serlo - se extraño Esther, ya en pie.

  • Porque quiero que sean las deluyrei quienes hagan de vaso, echándose lo que os vayáis a beber en la boca o en el culo antes de dároslo.

  • Mira que eres caprichoso - se hizo la molesta Alicia.

  • Calla, puta, que la idea te gusta tanto como a nosotras - le regañó Esther, camino ya de la cocina.

  • ¿ Tanto se me nota ?

Mientras Esther traía los zumos, ellos procedieron a acomodarse una vez más. No hizo falta que intercambiasen palabra alguna: Darlane se tumbó boca arriba y Óscar se sentó en su cara, alojando el pene entre sus pechos e inclinándose progresivamente hasta que tuvo frente a la cara su mástil.

  • Me voy a follar la boca con tu rabo, nena, mientras tú me comes el culo ( sería injusto que te quedases sin probarlo, después de habérmelo sazonado con tu leche ). Aprovecharé la postura para restregar la minga contra tus senos.

  • Suena estupendamente, pero, ¿ qué hay de Ciríe ?

  • Se va a sentar entre tus piernas, pegada a ti y dándote la espalda.

  • ¿ Qué tiene de especial esa postura ? - se extrañó Alicia, alzando por unos instantes la cara del trasero de Sarigza.

  • No gran cosa... a menos que Ciríe se meta los cojones de Darlane en el recto, usándolos a modo de consolador.

  • ¿ Los reduzco un poco ? - se ofreció Darlane.

  • No, quiero que os duela un poco a ambas.

  • ¿ Sólo un poco ? - le preguntó Ciríe, restregando el trasero contra los genitales de Darlane, que aún no agarró - Si deseas que suframos por ti, dejémonos de tonterías: estoy dispuesta a que me reviente el culo con ellos.

  • Y yo, a que me los triture - le aseguró Darlane.

  • Está bien, esto es lo que haremos: hasta que no os autorice a correros, sólo yo podré gozar. Cuando notes a Ciríe al borde del orgasmo, Darlane, ya sea fálico o rectal, expandirás un poco más los testículos, lo justo para que el dolor le centre. Y tú, Ciríe, cada vez que Darlane esté a punto de caramelo, apretarás el esfínter para aplastarle los huevos. Tendréis que controlaros mutuamente hasta que yo lo diga.

  • Lo haremos con mucho gusto - le dijo Ciríe, procediendo a insertarse en el recto los genitales de la ángel, momento en el que ella los dilató.

  • Creo que te voy a magrear un poco los pechos, Ciríe - le dijo Óscar, metasexuando unas bocas en las palmas de sus manos con las que devorárselos mientras los amasaba - De ese modo te resultará más difícil contenerte.

  • Si quieres ponérmelo aún más difícil, hazme cosas en la rajita.

  • Expande la lengua y lámetela, no pretenderás que hagan todo por ti. Es más, tengo una idea: alárgala un poco más y métesela a Darlane en el culo.

  • Eres un sádico, Óscar, nos vamos a destrozar mutuamente - se quejó Darlane, tras lo que añadió, ahora en un tono de lo más sensual - Si se nos rompe algo confío en que nos lo cures con tu pipí.

  • Procurad que eso no ocurra, no me gusta que la gente estropee mis juguetes... y eso es lo que ahora sois vosotras, ¿ no es así ?

  • Y esperamos que durante un buen rato - le dijo Ciríe, mimosa.

  • Vamos, Óscar, juega con nosotras - le animó Darlane.

  • Calla, y comienza a zamparte mi culo. Quiero sentir tu lengua dentro ya mismo. Oh, y no te prives de hurgármelo con la nariz, ni de darme cariñosos mordiscos en las nalgas.

La ángel comenzó a comerle el trasero con ansia, agarrándose a sus caderas para mantener el contacto mientras él se agitaba, restregando el rabo contra su canalillo. Óscar comenzó a lamer la tranca de Darlane con delectación, aunque sin valerse de las manos ( las tenía muy ocupadas amasando y lamiendo los pechos de Ciríe ). Recorrió con la lengua todo el mástil, embadurnándolo con saliva y dándole ocasionales besos. Su sabor le gustaba mucho, y las venas que se le marcaban, combinadas con su oscura piel, le daban un aspecto realmente apetitoso.

No pudo evitar fijarse en el tatuaje por medio del cual a Darlane le era posible alzar a voluntad aquella delicia: ahora que estaba activo, no sólo era visible, si no que desprendía un leve fulgor verdoso que en ausencia de luz ambiente un humano podría distinguir a la perfección. A grandes rasgos, estaba constituido por siete círculos concéntricos de ideogramas ( tenían como centro el ombligo ), y algunos de ellos parecían oscilar levemente, curioso efecto que, por algún motivo, sólo se hacía evidente si desenfocaba la mirada. De hacerlo, los símbolos parecían vivos, agitándose alrededor del ombligo de Darlane como inquietos pero inocuos insectos fosforescentes.

Ciríe y Darlane no tardaron en verse obligadas a aplicarse correctivos, lo cual no significa que desatendiesen sus obligaciones: la ángel seguía devorándole el culo con todas sus ganas, y Ciríe seguía encargándose del de ella con la lengua... estimulándose su propia rajita aprovechando que le quedaba de paso.

Óscar empezó a usar el falo de Darlane a modo de consolador, retrayendo los dientes y haciéndose el amor con él por la boca: el orgasmo faríngeo-bucal que así obtuvo fue realmente satisfactorio, acelerando la venida tanto del orgasmo fálico ( con el que inundó de semen los pechos de la ángel ), como del rectal. Cuando las chicas empezaron a pasarlo realmente mal, Óscar les autorizó a terminar: ambas se esforzaron para simultanear sus orgasmos con los de él, lográndolo a duras penas.

  • Sabes muy rica - le dijo Óscar a Darlane, alzándose de ella para volvérsele a tumbar encima, pero esta vez cara a cara.

  • Gracias, tú también.

  • Chúpame la nariz, tengo dentro algo para ti.

Cuando la ángel se metió en la boca su nariz, Óscar expulsó parte del semen que se le había quedado dentro.

  • Mm, doble ración de mocos - dijo ella, deglutiendo sin asco alguno.

  • Dame a mí también - le rogó Ciríe, y Óscar así lo hizo.

  • ¿ Te atreves a hacer algo aún más guarro, cariño ? - le preguntó Darlane, restregando su tranca contra la de él.

  • Claro que sí - repuso él.

  • Pues vomítame un poquito en la boca - le dijo ella, abriéndola.

  • ¡ Joder, eso tenemos que verlo ! - exclamó Laura, apartando la cara de los pechos de Hedelia ( se había echado un poco de zumo en ellos, y ella, claro, no pudo resistirse a la tentación de apurarlo ).

La ángel se giró lo justo para que todas pudiesen verlo ( lo hizo con Óscar aún encima suyo ), y Ciríe les dijo:

  • Dejadme a mí también.

  • Allá va - le anunció Óscar, impulsando parte del contenido de su estómago hacia fuera. Darlane recibió el vómito en la boca con gozo, enseñándoselo y removiéndolo con la lengua antes de deglutirlo.

  • Coño, se lo ha zampado sin pestañear - se sorprendió Alicia.

  • Dejadme adivinar: la pota de los deluyrei no sólo es comestible, si no que además está rica - aventuró Laura.

  • Qué va, en realidad está igual de ácida que la de los humanos - le dijo la ángel - Bebérsela es un tanto asquerosillo, pero me encanta por el morbo que tiene.

  • Ahora yo - le dijo Ciríe a Óscar, tumbándose al lado de Darlane.

  • El caso es que ya no tengo ganas de devolver - bromeó él - ¿ Qué podría hacer para inspirarme ?

  • Imagina que por algún motivo te ves obligado a ver la tele y has de elegir entre Gran hermano, la Isla de los famosos, Salsa rosa, Tómbola, Crónicas marcianas... - comenzó Esther.

  • ... la vuelta ciclista, o el tarot de no sé quién - terminó maliciosamente Alicia.

Óscar se indujo un nuevo vómito, regando copiosamente la receptiva boca de Ciríe. Ella también lo saboreó, deglutiéndolo, y entonces le dijo, guasona:

  • Uf, qué de hiel has echado. Es como si algo te hubiese revuelto las tripas...

  • Tú aún no has visto ninguno de esos programas - se defendió él, lagrimeando aparatosamente.

  • Ciríe, ahora te toca a ti - le dijo Darlane, y la deluyrei se puso de rodillas y le vomitó. Cuando la ángel se lo tragó todo, le preguntó:

  • ¿ Quieres que yo también te eche un poco ?

  • Por supuesto - le dijo ella, tumbándose de nuevo. Óscar se levantó de la ángel para dejar que se incorporase, poniendo su boca sobre la de Ciríe.

  • ¿ Cómo vas a provocarte el vómito ? - le preguntó Ciríe - ¿ Quizá con los deditos ?

  • Si quieres puedes meterme los tuyos, pero sé hacerlo sin ayuda.

  • Veámoslo.

  • Toma... - le dijo Darlane, comenzando a vomitarle sin necesidad de hurgarse.

  • Tienes un excelente control de tu cuerpo - le felicitó Ciríe cuando deglutió.

  • ¿ Quieres que te dé un poco ? - le preguntó Darlane a Óscar.

  • Dejémoslo para otro día, ¿ te parece bien ? No quiero ofenderte, pero me da un poco de aprensión.

  • No me ofendes, cariño - le dijo la ángel, poniéndose de rodillas frente a Ciríe, a la que cogió con dulzura de las mejillas, y volviéndole a obsequiar con una nueva descarga.

Ciríe se la tragó gustosa, y ahora fue ella la que vomitó en la boca de la ángel. Repitieron la operación varias veces, besándose entre medias. Sus lenguas, embadurnadas con vómito, se enredaban fuera de sus bocas, a la vista de todos, y de vez en cuando se les caían algunas gotas, escurriéndose por sus torsos. Cuando se cansaron de jugar a aquello, se limpiaron a lametones barbilla, cuello y pechos. Habían conseguido que algo que a simple vista podría parecer asqueroso se viese realmente sensual, hermoso... y apetecible.

Según calculó Óscar, sólo habrían intercambiado la décima parte del contenido de sus estómagos pese a la de trasvases que se habían hecho. No pudo evitar preguntarse qué se sentiría al vaciar por completo el estómago, estando en plena digestión ( a ser posible, realmente copiosa ), llenándolo hasta arriba con vómitos ajenos: la idea, si bien no le sedujo en exceso, tampoco le dio demasiado asco... aunque tenía bien claro que sólo haría algo así con alguien al que apreciase mucho.

  • Casi conseguís que cambie de idea - les dijo cuando acabaron.

  • Hagamos algo intermedio, nene - le propuso Ciríe - No te echaremos la pota en la boca, pero te daremos un beso las dos para que puedas saborear las nuestras ( y también la tuya ).

  • Venga - cedió él, abriendo la boca.

Los tres unieron los labios, besándose apasionadamente. El sabor era ácido, además de un tanto amargo, pero no le resultó del todo ofensivo. Óscar se prometió que la próxima vez que jugasen a aquello participaría desde el principio ( a ellas ya no les apetecía ). La verdad es que se había quedado con ganas de hacer algo especialmente sucio, no siendo de extrañar que le viniesen a la mente sus mágicos tomates. Manifestando compulsivamente unos brotes en el brazo derecho, comenzó a madurar tres.

  • ¡ No nos digas que vas a hacer lo que pienso que vas a hacer ! - exclamó Alicia, excitada, al identificar los frutos.

  • Pues sí. Ayer cené un montón, y desde entonces no he hecho del vientre, de modo que no ando precisamente escaso de munición . En cuanto Ciríe, también se dio un atracón, así que le pasa lo mismo...

  • En realidad yo hice del vientre poco antes de acostarme, pero aún no había tenido ocasión de digerir la cena, así que estoy en la misma situación que tú.

  • Supongo que te asegurarías de conservar la pelotilla que se tornó imperecedera como consecuencia de la fusión de nuestras haces.

  • No hacerlo sería muy descortés, ya te dije que las guardamos como recuerdo ( salvo cuando ya tenemos varias de la misma persona, claro ). ¿ Quieres verla ?

  • Más tarde.

  • ¿ A quién le darás el tercer tomate, papá ? - le preguntó Laura, lamentando haberse hecho una lavativa por la mañana ( a Alicia le ocurrió lo mismo ).

  • A Darlane, que lleva más de mil cien años sin evacuar.

  • Debe tener ahídentro chorizos como para montar una charcutería - bromeó Esther.

  • No exageremos, que en realidad sólo llevo cuatro días sin aliviarme, al menos según mi punto de vista - les dijo Darlane.

  • ¿ Los ángeles sois por lo común así de estreñidos ? - le preguntó Alicia.

  • Qué va, de hecho solemos regularnos bastante mejor que los humanos, pero antes del viaje estaba muy nerviosa, y eso me desajustó. Comprendedlo, no todos los días la diosa a la que con todo tu amor sirves te pide viajar a otro mundo para hacerle un recado de extrema importancia, y además recordad que llevaba milenios deseando poder encontrarme con Ciríe.

  • Ya están listos, así que a cosechar - anunció al poco Óscar, arrancándose los tres y deshaciéndose de los brotes. Ellas abrieron la boca para que se los diese, y así lo hizo, ingiriendo el suyo en último lugar.

  • Mm, está muy rico - dijo Darlane.

  • A mí también me lo parece - concedió Óscar - Tiene un dulzor que me recuerda vagamente a cierto laxante que a veces tomaba de niño ( creo que su principio activo era un azúcar sintético, de ahí su sabor ).

  • ¿ Qué hacemos mientras se transmuta nuestra caca ? - les preguntó Ciríe.

  • Yo creo que voy a disfrutar un poco más de los pechos de Darlane - anunció Óscar, tumbándole con rudeza y sentándose sobre ella.

  • Pues yo me voy a follar la garganta con su porra - dijo Ciríe, acurrucándose entre las piernas de la ángel y engullendo su miembro.

  • ¿ Quieres que te hurgue un poco aquí atrás, Óscar ? - le preguntó Darlane cuando comenzó a bombear entre sus pechos, poniéndole las manos en las nalgas.

  • Claro que sí, pero hazlo con un único dedo, que es como Ciríe te lo hará a ti.

  • ¿ Por qué con un solo dedo ? - quiso saber la aludida.

  • Porque me apetece. Venga, será divertido.

  • Pues yo también me lo hurgaré con uno solo, hala - dijo ella, llevándose la mano libre al trasero.

Se iban turnando el dedo, y la ángel deslizó subrepticiamente la mano derecha hacia sus bajos ( con la izquierda, se estaba trabajando el trasero de Óscar ). Ciríe le dejó que sumase al dedo que le había metido uno de los suyos, pero Óscar le dijo:

  • Darlane, quita la mano de ahí, estás haciendo trampa.

  • Yo sólo me estoy metiendo uno, lo que pasa es que Ciríe me está metiendo otro...

  • Aquí tienes otro orificio donde meterlo - le dijo Óscar, manifestando el ano umbilical.

  • Aguafiestas... - se quejó ella, pero en realidad no parecía muy molesta, pues comenzó a estimular el ombligo del patriarca sin demora.

Óscar amasaba los espectaculares pechos de Darlane con ambas manos mientras los apretaba para que ejerciesen la apropiada presión sobre su polla, cuya punta ella lamía cada vez que sobresalía. Ocasionalmente le pellizcaba los pezones, y también se dio el gustazo de cogerle del pelo y hundirle el miembro en la boca, restregando las bolas contra sus senos.

Darlane quiso su esperma en la boca, y Óscar le complació. La ángel habría sido capaz de tragárselo todo, pero dejó que le rebosase buena parte de la corrida para poder untársela en los pechos. Ciríe, que tampoco se tragó todos los jugos que había obtenido, vertió lo que retenía en la boca sobre los masivos melones de Darlane, y entre ambas se dedicaron a extender la mezcla con la lengua ( y también con los dedos, que por cierto se les habían manchado un poco, pues el tomate ya había hecho su trabajo ). Ocasionalmente se tragaban un sorbo, todo ello sin dejar de mirar a Óscar, al que la escena le enardeció. Los monumentales pechos de la ángel brillaban sugerentes gracias al abundante esperma que les cubría, sus aureolas se habían oscurecido aún más, y sus erectos pezones había adquirido una talla espectacular. La verdad es que daban ganas de comérselos.

  • Si quieres comerme las aldabas no te prives, cariño - le leyó el pensamiento Darlane - chúpamelas hasta que me corra...

  • ¿ Acaso los ángeles también podéis tener orgasmos por ahí ?

  • se sorprendió él.

  • Qué va, pero nuestros senos son casi tan sensibles como los vuestros: nos excitamos tanto cuando alguien nos los estimula a conciencia que a menudo nos corremos sin necesidad de hurgarnos la rajita.

  • Que yo sepa, eso también les pasa a algunas humanas.

  • A mí, sin ir más lejos - les dijo Esther - Cuando mis hermanas me torturaban, había veces que les daba por atarme y enloquecerme de deseo; en más de una ocasión hicieron que me corriese a base de chuparme y morderme los pechos.

  • Posiblemente a mí me pase lo mismo, y a tu hija también, pero nunca hemos tenido la suficiente paciencia como para aguantar sin tocarnos el conejito - le dijo Alicia.

  • Tendré que ataros para comprobarlo.

  • Si realmente te apetece jugar a eso, papá, ¿ quiénes somos nosotras para dejarte con las ganas ? - le dijo Laura, amasándose lascivamente los pechos, cuyos pezones pellizcó y estiró a través de la fina capa que le cubría todo el cuerpo.

  • Jugaremos a eso en otro momento. Haré que os corráis las cuatro tocándoos únicamente las peras.

  • Por mí encantada - le dijo la ángel - Aprovecharé para darte a probar mi leche.

  • ¿ También podéis secretar a voluntad ?

  • ¿ Acaso pensabas que los deluyrei erais los únicos que podíais hacerlo ? Quizá no seamos capaces de producir tanta cantidad como vosotros, pero te puedo asegurar que producimos muchísimo más que la humana más dotada... con la ventaja de que nosotras no tenemos necesidad de haber parido recientemente ( hay más especies que pueden hacerlo, como por ejemplo los demonios ).

  • Disfrutaré mucho ordeñándote , y más con la ayuda de Ciríe.

  • Hablando de ordeñar, ¿ me quito la tranca ya ?

  • La verdad es que me habría gustado ver cómo te la mamabas a ti misma, pero lo dejaremos para otro día. Quítatela, así podré catar tu coño.

  • Estaba empezando a pensar que te habías olvidado de que tengo de eso - ironizó ella, desvaneciendo su falo - De todos modos, antes de jugar con mi almejita creo que deberías hacer caca.

  • ¿ Dónde quieres que la haga ?

  • ¿ Qué tal aquí ? - le dijo ella, señalándose a la boca.

  • ¿ Y aquí ? - le preguntó Ciríe, imitándole.

  • Tranquilas, que habrá para las dos.

  • ¡ Nosotras también queremos ! - exclamaron a la vez las restantes deluyrei ( y eso también iba por las sobrinas de Ciríe, que seguían dale que te pego ).

  • No te olvides de nosotras - le dijo Alicia, hablando en nombre de las humanas.

  • Y a mí que me parta un rayo, ¿ no ? - se molestó Julián, que también quería probar la crema anal de Óscar.

  • Perdona, hermanito, me había olvidado de ti - se disculpó Alicia.

  • Habrá para todos, y de los tres, pero antes de compartirlo con los demás disfrutaremos nosotros de ella - les prometió Óscar, poniéndose en pie y separando las piernas.

  • Así no, siéntate sobre las palmas de mis manos - le instruyó Ciríe, tumbada una vez más boca arriba y con las manos a ambos lados de la cara ( las dejó levemente más altas ).

  • Como quieras...

Una vez sentado, Óscar apretó suavemente, sintiendo cómo el contenido de sus intestinos iba deslizándose camino de su recto. A fin de ver cómo Ciríe dada cuenta de su deposición, giró la cabeza hacia atrás. En aquella postura podía ver el espectáculo, pero el ángulo no le satisfacía, así que volvió a mirar al frente y se concentró en lo que sentía: si quería ser testigo de cómo alguien se comía las heces de otro, sólo tenía que esperar a que Darlane y Ciríe se convidasen mutuamente con su crema anal ( podría haber hecho un desdoblamiento astral, o proyectado un ojo a modo de teleobjetivo, pero no lo consideró pertinente ).

Ciríe comenzó a lamer dulcemente su ano ( por el momento, sin internar la lengua dentro ), y Óscar sintió cómo su esfínter se dilataba como consecuencia tanto de la presión a la que se veía sometido desde dentro como de su creciente relajación. En momentos como aquel, el deluyrei agradecía de veras su telepatía: si hubiese captado de la mente de Ciríe algún resquicio de asco o de vergüenza, por mínimos que fuesen, se habría negado a seguir.

Pero afortunadamente aquello para Ciríe tan sólo era un juego más, así que apretó con decisión, y su crema finalmente empezó a aflorar. De inmediato se dejó sentir su olor: era intenso, recordaba bastante al de las heces comunes, pero tenía algo que, lejos de hacerlo desagradable, lo dotaba de un inquietante atractivo.

Sentía los labios de Ciríe pringosos, era evidente que se estaba poniendo perdida con su transmutada materia fecal, y el intermitente contacto con sus glúteos ( que también tenían que estar manchándose bastante ), se le antojó muy placentero. Pronto tomó el relevo Darlane, que le lamió con el mismo afán. Cuando estaba saboreando su primer bocado, se le escapó un aprobador y satisfecho gruñido que a Óscar le hizo sonreírse de oreja a oreja ( fue entonces cuando se percató del interés con el que los demás seguían la operación, lanzándoles un beso ).

  • Ahora es tu turno, mi amor - le dijo Ciríe, tras besarse con la ángel a fin de limpiarse mutuamente los labios.

  • ¿ Queréis que me tumbe ?

  • Será lo mejor.

  • En ese caso, limpiadme antes las nalgas: no quiero manchar las colchonetas.

  • Cómo no...

Las dos le lamieron a dúo el trasero, que enseguida dejaron reluciente, y Óscar se tumbó, asumiendo la misma postura que antes asumieran Ciríe y Darlane. La deluyrei fue la primera en sentarse sobre las palmas de sus manos, y Óscar comenzó a lamerle el ojete mientras ella apretaba. Había estado hurgándoselo poco antes con el dedo, de modo que lo tenía algo sucio, y aquello le permitió saborear su crema anal antes de que comenzase a salir.

Detectó en ella el sabor de cada uno de los ingredientes de las pizzas de la noche anterior, y aquello le entusiasmó. Sabía también a semen y a leche, pues era mucho el que Ciríe había ingerido desde entonces, y le excitó saber que buena parte de ellos eran suyos.

La deluyrei comenzó por fin a evacuar, y Óscar recibió en la boca, gustoso, su primer bollitodecremaalcacao . Lo saboreó con parsimonia, deglutiéndolo sin asco alguno. ¡ Se acababa de comer un pegote de mierda, y lo había encontrado sublime ! Tal y como le explicó en su momento Ciríe, la magia del tomate, además de disolver todo tipo de irregularidades ( dando así lugar a un crema perfectamente homogénea ), suprimiendo los subproductos digestivos tóxicos ( además de los que habitualmente resultaban poco gratos al paladar ), había fomentado la aparición de nuevas sustancias que mejoraban su sabor, aunque respetando el que había tenido aquello a partir de lo que se había formado.

Cierto es que tenía un sutil toque amargo, pero... ¡ estaba deliciosa ! Y su fragancia le enloquecía. En cuanto a su textura, también resultó muy de su agrado. Pringosa, levemente oleosa, moldeable... realmente había sido diseñada para jugar con ella, y eso hizo, untándola en el trasero de la deluyrei para así poder limpiársela a lametones.

A él no se le había escapado ninguna ventosidad, pero Ciríe le soltó inesperadamente un cuesco en la cara. Su aroma le enloqueció, así que aspiró cuando de él pudo para evitar que se esparciese, desperdiciándose. Lamentablemente, no hubo más. Al poco la deluyrei se alzó de él, tomando su lugar Darlane.

Su ano también había sido hurgado mientras sus heces experimentaban la milagrosa transmutación, de modo que una vez más Óscar pudo probarlas antes de recibir el primer mazacote. Mientras intentaba averiguar cuáles eran los últimos platos qué había comido Darlane, Ciríe se le subió sobre el abdomen, dándoles la espalda a ambos y poniéndose de puntillas: no hace falta decir quién se encargó de su trasero.

La dieta de la ángel era muy variada, y además llevaba muchos días sin evacuar, por lo que Óscar detectó todo tipo de verduras, legumbres, frutas, carnes y pescados. Algunos logró reconocerlos sin ningún género de dudas: otros, la mayoría, no. Entre los alimentos que identificó figuraban la cebolla, el salmón, las zanahorias, el aguacate, el kiwi y las lentejas. Pronto comenzó a aflorar la ansiada crema, de la que libó con delectación, constatando que la magia de su tomate había desintegrado incluso la piel de las lentejas y las semillas de kiwi.

Para gozo de Óscar, la ángel ventoseó relativamente a menudo, y sus pedos eran por lo común más sonoros que el que se le escapó a Ciríe. Cada vez que ventoseaba, Óscar inhalaba el cuesco como si de un perfume se tratase, ensalzando su aroma. Sus elogios llegaron a ser tan rebuscados que a Darlane le terminó entrando la risa, regalándole sin proponérselo con unos cuantos pedos más.

  • ¿ Te ha gustado ? - le preguntó Darlane cuando se levantó de él.

  • Ya lo creo. Tanto la tuya como la de Ciríe estaban deliciosas, aunque la suya apenas incluía bandasonora .

  • Si tanto te gustan los recitalesanales , la próxima vez tragaré aire - le prometió Ciríe.

  • Te has manchado los labios con mi caquita, déjame que te los limpie - le pidió la ángel, lamiéndoselos.

  • Darlane, ahora me toca a mí probar tu crema - le dijo Ciríe, tendiéndose en el suelo.

  • Aquí la tienes - repuso ella, sentándose sobre sus manos.

  • Pues aquí tienes tú otro poco de la mía - le dijo Óscar, subiéndose sobre Ciríe y plantándole el trasero en la cara.

Estuvieron un rato jugando a aquello, colocándose de muy diversas formas. Cada uno de ellos defecó en la boca de otro mientras se deleitaba con la crema del restante, haciendo las seis combinaciones posibles, y cada uno de ellos se hizo devorar el trasero por los otros dos. Darlane plantó un precioso pastel en los pechos de Ciríe, y ésta le devolvió el favor, restregándolos concienzudamente antes de comérselos, por supuesto con la ayuda de Óscar.

  • Aún no has adornado nuestros senos con tu crema, Óscar - le reprochó la ángel, tumbándose lánguidamente boca arriba.

  • Ahora mismo lo hago - le aseguró él, poniéndose en cuclillas sobre ella y dejando caer un apetecible mazacote en cada uno de sus melones. Darlane se los extendió concienzudamente con las manos, y entonces le dijo:

  • Se ven deliciosos, ¿ no crees, nene ?

  • Sí.

  • En ese caso, ¡ cómeselos ! - le ordenó Ciríe, haciendo como que le obligaba a agacharse - Oh, y mientras lo haces, suelta otro choricito, que yo también quiero recibir tu crema en mis pechos para que luego tú puedas limpiármelos. Vamos, no te hagas de rogar, sé un niño bueno y cómete tu cremita de las tetas de tita Darlane.

  • Sí, mamá - le siguió la corriente él, comenzando a lamer los embadurnados senos de la ángel mientras obsequiaba a Ciríe, ya situada, con otro poco de su crema.

Óscar tuvo que reconocer que su mierda estaba tan rica como las de ellas, pero comérsela, si bien no le dio ningún asco, distó mucho de apasionarle ( ellas, al ver el poco entusiasmo con el que reciclaba sus propias deposiciones, decidieron no volver a pedirle que lo hiciese ).

Tras aquello, Ciríe se puso a cuatro patas y Óscar le penetró por el culo, sacando a menudo la minga para que Darlane, que se había tumbado debajo, se la limpiase con la boca. Cuando se corrió cambiaron papeles, y entonces ambas cubrieron con sus ricas heces el miembro del patriarca, libando de él ( mientras lo hacían, se turnaron para ponerle el trasero en la cara, obsequiándole con un poco más de su sabrosa mierda ).

  • Como sigáis así, no vais a dejar nada para nosotras - se terminó quejando Hepente.

  • Sois unos egoístas, dadnos un poquito - se le unió Sarigza.

  • Así que queréis un poco de cremita, ¿ no es así ? - les dijo Ciríe, acercándose entre contoneos a ellas.

  • Sí, y no sólo de la tuya - le dijo Hedelia.

  • Postraos ante vuestra reina - les ordenó Ciríe, y sus tres hermanas se arrodillaron en el acto. Ella sostuvo sus anhelantes miradas durante unos instantes, sonriéndoles, y entonces les dio la espalda, añadiendo - He aquí mi regio culo. Adorádmelo, queridas hermanas y leales súbditas.

  • Primero yo - dijo Sarigza, abrazándose a la cintura de Ciríe y posando la cara en su trasero, que comenzó a lamer.

  • Alicia, creo que ha llegado la hora de que saborees la mierda de tu macho - le dijo Óscar - Lo deseas, ¿ verdad ?

  • Sí, cielo, lo deseo. Quiero que me hagas caca en la boca...

  • ¿ Cómo nos lo montamos ? ¿ Te pones de rodillas y yo de pie, o prefieres tumbarte y que me ponga en cuclillas sobre ti ?

  • Casi mejor lo segundo, así tendré una mejor vista de tu trasero - le dijo ella, tumbándose.

No mucho después, Alicia lamía el sucio pero delicioso culo de su marido, que por el momento aún no le obsequió con ningún pegote.

  • ¿ Qué tal sabe, mamá ? - le preguntó Laura.

  • Está divino, hija - suspiró ella - Y huele que te cagas, valga la gracia.

  • Atenta, que aprieto.

  • Hazlo, mi amor, dame tu crema...

Óscar escanció en su boca un mazacote de talla moderada, y Alicia lo recibió alborozada, saboreándolo con detenimiento. Cuando lo deglutió, su marido le preguntó:

  • ¿ Te ha gustado zamparte mi caca ?

  • Oh, Óscar, sí, y mucho. Es algo tan, tan...

  • ¿ Guarro ? - le ayudó él.

  • Guarro desde luego también es, y mucho, pero no es esa la palabra que estaba buscando. Comerme tu caca fue muy... mm...

  • Íntimo - se le adelantó él.

  • Ahora sí que diste en el clavo. No sé, es como si ahora me sintiese todavía más unida a ti, cosa que creí imposible.

  • Pues unámonos aún más - bromeó él, apretando nuevamente.

Alicia se dispuso a recibir una vez más la crema de su macho, pero ésta vez haciéndolo de modo que ni Laura ni Esther se perdiesen detalle: sonriéndoles, les mostró la plasta que acababa de entrarle en la boca, haciendo traviesos mohines con ella antes de deglutirla. Óscar le dio otro poco, pero ésta vez ella, en vez de recibirlo en la boca, se lo extendió por los labios, untándolo con ellos en el trasero de su marido... que no le quedó más remedio que limpiar.

Óscar manifestó el zup anal, ayudándole a jugar con su crema, y al poco Alicia hundió la nariz en su recto, engullendo sus cojones ( que, para entonces, ya estaban bien sazonados ).

  • Ay, Óscar, cómo me gusta tu caquita...

  • Ya lo noto. A partir de ahora, disfrutarás de ella muy a menudo.

  • Eso espero. Mm, tengo que probar a untarla en pan, como si fuese sobrasada.

  • ¿ Tanto te gusta, mamá ? - se sorprendió Laura.

  • Podría estar una semana entera alimentándome con su mierda y aún así no me cansaría de ella - le aseguró su madre.

  • Espero que tú también me obsequies con la tuya de vez en cuando - le dijo Óscar.

  • Claro que lo haré. Es una lástima que no se te esté escapando ningún cuesco, me habría gustado recibir alguno en la cara, debe ser muy divertido.

  • Eso lo arreglo yo enseguida - les dijo Laura, levantándose.

  • ¿ A dónde vas ahora ? - le preguntó Alicia.

  • Al garaje - repuso ella, saliendo del salón - Tú sigue, mamá...

Poco después, Laura volvía con la bomba que usaban para hinchar las ruedas de sus bicicletas ( todos tenían, y en verano ocasionalmente salían a dar un paseo con ellas ).

  • ¿ Eso es para lo que creo que es, hija ? - le preguntó Alicia, divertida.

  • Depende para qué creas que es - repuso ella, haciéndose la interesante.

  • Para hincharte las perolas no, eso seguro.

  • Coño, pues eso aún no se me había ocurrido - bromeó Laura, posando la boquilla contra su pezón izquierdo y bombeando un poco, tras lo que simuló compararse los pechos. Evidentemente no había habido cambios, así que dijo, simulando decepción - Vaya asco de invento, no sirve para nada. Quizá si pruebo con un compresor...

  • No te preocupes, si tanta ilusión te hace aumentar tu busto tengo muy buenas nuevas para ti: cuando te transformes en deluyrei, tus delanteras serán levemente mayores que tu propia cabeza - le dijo Ciríe.

  • ¡ No jodas !

  • Como oyes.

  • Pues vosotras no las tenéis tan grandes.

  • Te recuerdo que aún no nos hemos desarrollado por completo, y es a lo largo de los siguientes días cuando nuestros cambios serán más acusados - le dijo Sarigza ( ya había disfrutado de la crema de su hermana, al igual que Hepente, de modo que ambas esperaban de nuevo su turno ).

  • Déjate de charla, hija, y haz lo que se supone que ibas a hacer - le regañó Óscar.

  • Perdona, papi - le dijo Laura, dándole un sonoro cachete en el trasero para que lo abriese más.

  • Ay, hija, no seas tan ruda... - se hizo el dolorido él.

  • Calla, papá, y traga aire por el culo - le ordenó ella, comenzando a inflarle

  • Avísame cuando empiece a dolerte, no quisiera que reventases...

  • Si se espera a que le duela, el aire que logres inyectarle estará a tal presión que cuando ventosee podría hacer daño a tu madre con las salpicaduras

  • le previno Hedelia, llegando incluso a dejar de lamer el ojal de Ciríe.

  • ¡ Ya será menos !

  • Hazme caso, sé muy bien de lo que hablo. Oh, y jamás se te ocurra hacerle algo así a un humano, podrías mandarle al hospital... o, en el peor de los casos, a la morgue.

La idea de Laura dio tan buen resultado que Ciríe también quiso recibir un poco de aire por detrás ( Darlane, pese a contar con sus propias reservasgaseosas , no quiso ser menos ). Alicia encontró de lo más estimulante recibir las ventosidades de su marido en la cara, y Laura, que fue la siguiente en catar la crema de Óscar, también.

La ángel había ofrecido su trasero a las sobrinas de Ciríe y a Julián, siendo la primera en disfrutar de su crema intestinal Albarí, seguida de Julián ( Fasme y Melein, por orden de su ama, devoraron el trasero de la ángel a la vez ). Para cuando Darlane acabó con ellos, Ciríe ya había dado una buena ración de su transmutada mierda a sus hermanas, habiendo hecho lo propio Óscar con las humanas.

Cambiaron de posiciones: Darlane regaló con sus ricas heces a las hermanas de Ciríe, que administró las suyas a las humanas mientras Óscar defecaba en la cara de Julián y las muchachas. Tras aquello sólo quedaba una combinación, y también se llevó a cabo. Cuando Darlane separó el trasero de la cara de Esther ( que fue la última en catar su crema ), Óscar le preguntó:

  • ¿ Te queda mucha caquita ?

  • La suficiente para hacer ya sabes qué.

  • Yo también he reservado un poco para ello, y Ciríe también

  • le dijo él, separándose de su última comensal ( que resultó ser Hedelia ).

  • Yo tenía inicialmente mucha menos, pero he procurado economizarla, de modo que ahora me queda más o menos la misma cantidad que a vosotros - dijo ella.

  • ¿ Qué se supone que vais a hacer con lo que os queda ? - les pregunto Esther.

  • Vaciarnos en el recto de tres voluntarios, evidentemente - repuso Darlane.

Todos se prestaron voluntarios, así que Óscar propuso echarlo a suertes.

  • Por mi parte no hará falta - le dijo Julián - Pese a las ganas que tengo de que alguien me plante un pastel en el culo, especialmente tú, puedo esperarme a otra ocasión: renunció a mis derechos a favor de mis hermanas y mi sobrina.

  • Eres un encanto, tío - le dijo Laura, pensándoselo un poco antes de agregar - Yo también me muero de ganas por hacerlo, pero sé que mamá también las tiene: como muestra de mi amor, le cedo mis derechos sobre vuestra mierda, incluyendo los que me has traspasado tú.

  • No tienes necesidad de hacerlo, hija - se emocionó Alicia.

  • Yo también cedo mis derechos sobre vuestra crema anal a Alicia - dijo Esther.

  • Chicas, no sé qué decir...

  • Pues nosotras cedemos nuestros derechos a nuestra ama Albarí - dijeron a la vez Fasme y Melein.

  • ¿ Os importa si yo me encargo de Alicia ? - les pregunto Óscar a las cuatro restantes candidatas.

  • Claro que no, aunque esperamos que no te olvides de nosotras cuando juegues otra vez a esto...

  • No lo haré.

  • Creo que yo me encargaré de Albarí - anunció Ciríe.

  • En ese caso, yo me encargaré de alguna de tus hermanas - le dijo Darlane.

  • No será necesario - dijo Hedelia - Tú y Hepente sois colegas, así que es justo que forméis pareja.

  • Estoy de acuerdo con ella - dijo Sarigza.

Alicia, Hepente y Albarí se colocaron a cuatro patas, formando una estilizada estrella de tres puntas cuyo centro serían sus caras. No dejaron de besarse mientras sus donantesdecrema evacuaban en sus rectos, que abrieron en persona con delicioso salvajismo ( Óscar dejó momentáneamente al aire el trasero de Alicia ), y cuando acabaron volvieron a sus puestos. Hepente compartió el regalo que acababa de recibir con sus hermanas, y Albarí hizo lo propio con las suyas ( sin olvidarse de Julián ), pero Alicia no pudo imitarles, pues Óscar volvió a sellar su traje .

  • ¿ Queréis que sigamos juntos, o nos emparejamos con otros ?
  • les preguntó Ciríe a Óscar y a Darlane.

  • Sigamos juntos hasta que llegue la hora de fecundar a mis chicas.

  • Hablando de eso, ¿ cuánto nos falta ? - les preguntó Esther.

  • Calculo que ya ha transcurrido la mitad del tiempo necesario, quizá algo más - repuso Sarigza, tras examinar astralmente sus úteros.

  • Se nos está haciendo eterno, ya no sabemos cómo ponernos - se quejó Laura.

  • Pero aguantaréis, ¿ no es así ?

  • Lo haremos, cielo - le prometió Alicia - Tú de momento limítate a disfrutar del coño de Darlane, te recuerdo que aún no lo has hecho...

  • Descuido que ahora mismo remediaré - le aseguró él, mirando con lascivia a la ángel, que se tumbó en el suelo y separó los muslos, invitándole a jugar con su sexo.

Antes de acomodarse entre sus piernas, Óscar se lo acarició con los pies, llegándoselos a introducir hasta el empeine ( Ciríe, entretanto, le puso a Darlane sus pechos en la boca, y ella se los devoró sin titubeos ).

  • Esto no es un mejillón, es una ostra - dijo al poco, manoseando detenidamente el sexo de la ángel.

  • ¿ Lo dices por el tamaño ? - le preguntó ella, halagada.

  • Lo digo porque las ostras se comen vivas, y eso es lo que voy a hacer con la tuya - repuso él, comenzando de inmediato a devorársela.

  • Toma, que tú también tienes derecho a comer un poquito de marisco - le dijo Ciríe, sentándose sobre su cuello ( lo hizo mirando hacia su cara, por lo que pudo usar sus fabulosos pechos de respaldo ).

Darlane se deleitó con el sexo de Ciríe mientras Óscar hacía lo propio con el suyo. Él no quiso quedarse sin gozar, así que se pajeó contra sus piernas, y cuando los tres alcanzaron el clímax dijo:

  • Tienes una raja riquísima, además de tremenda. Estoy seguro de que podría meterte las dos manos dentro a la vez...

  • No te quedes con la duda - le dijo ella, alzando un poco las caderas y abriendo aún más si cabe las piernas.

Ciríe se puso al lado de Óscar para ayudarle, separando cariñosamente los labios vaginales de la ángel. Como pronto pudieron comprobar, apenas le suponía esfuerzo encajar las dos manos de Óscar, y cuando Ciríe añadió las suyas apenas le dolió. Tras juguetear con su sexo un rato, el patriarca dijo:

  • Uf, qué delicia de coño, me metería dentro.

  • ¿ Por qué no lo haces ? - le preguntó Ciríe.

  • Porque le reventaría, sólo por eso - repuso él.

  • No si te empequeñeces.

  • ¡ Anda, es verdad ! ¡ Se me había olvidado que nuestros poderes metamórficos no sólo nos permiten alterar nuestro aspecto, si no también nuestra masa corporal ! ¿ Cuánto crees que podría reducirme ?

  • Ya te lo dije, mil veinticuatro veces.

  • Si respetas tu forma y densidad actuales, tu tamaño se reduciría a algo menos de la décima parte - le dijo Hedelia.

  • Eso son sólo diez veces, no mil y pico - intervino Laura.

  • No hablo de su volumen, si no de su tamaño... o, si lo prefieres, de su altura - le explicó Hedelia.

  • Entiendo.

  • ¿ Cómo se hace ?

  • Tan sólo imagínate más pequeño - le recomendó Ciríe.

Segundos después, y ante el pasmo de los humanos, Óscar comenzó a encoger. Cuando ya no pudo reducirse más, dijo:

  • ¡ Me he convertido en un liliputiense ! ¡ Qué enorme se ve todo !

  • Tu voz se ha vuelto muy chillona - le dijo Alicia, aún bastante impresionada.

  • Siempre ocurre cuando nos miniaturizamos, aunque podemos compensarlo reestructurando provisionalmente nuestras cuerdas vocales... o simulando vibratoriamente nuestra voz - les explicó Sarigza.

  • ¿ A qué se debe ? - quiso saber Julián.

  • En realidad es muy sencillo, de hecho a poco que lo pienses darías con la respuesta - le dijo Hedelia.

  • Pues no caigo.

  • Tan sólo escucha - le dijo ella, entresacando de su melena un pequeño mechón de pelo y poniéndolo tenso. Posando un dedo aproximadamente en el medio, presionó para a continuación liberarlo súbitamente, produciéndose una límpida nota. Entonces repitió la operación, pero disminuyendo la longitud del mechón: el sonido producido fue más agudo.

  • Muy interesante, pero sigo sin ver a dónde quieres ir a parar - le dijo Julián.

  • Consideremos dos cuerpos idénticos pero hechos a distinta escala - les dijo Hedelia, armándose de paciencia y dando por finalizada la breve demostración - Las vibraciones tardarán más tiempo en recorrer el grande que el pequeño, por lo que éste último tenderá a resonar en un margen de frecuencias más altas.

  • ¡ Ay ! - se quejó Laura tras haber intentado imitarle, experimento que tuvo como resultado el quedarse con varios pelos en la mano - ¡ A mí no me suenan !

  • Para que te suenen como los de Hedelia deberías poder tensarlos mucho más - le dijo Ciríe.

  • Lo intentaré...

  • No te molestes, el resultado será el mismo - le advirtió Hepente.

  • Hazle caso, los humanos no sois lo suficientemente resistentes como para usar vuestro propio cabello como arpa - le recomendó Sarigza.

  • Sólo os faltaría decirnos que tocáis canciones con ellos - se sorprendió Julián.

  • Pues a veces sí.

  • Eso habría que verlo, debe ser de lo más curioso - les dijo Óscar, de pie ante la raja de Darlane - Pero, ahora, a lo que estábamos. Veamos, ¿ cuál era la frase ? Oh, sí: ¡ ábrete, sésamo !

  • ¿ Sésamo ? Yo prefiero aliñármelo con chufas...

  • ¡ Qué abras la puta raja, o la abriré yo !

  • Dale antes al picaporte. No tiene pérdida, es ese botoncito que tiene arriba.

  • No llego, y además eso tiene bien poco de botoncito - le dijo él, intentando alcanzarlo - A mí más bien me parece un pomo, y bien robusto.

Mientras intentaba alcanzar el clítoris, Óscar se apoyó en los resbaladizos labios de la ángel, que se abrieron súbitamente, colándose dentro.

  • ¡ Cuidado, que te come ! - le previno Julián, entre risas.

  • ¡ Coño, qué espacioso es este ídem ! - dijo Óscar, del que ya sólo se veían las pantorrillas.

  • Mm, cómo te mueves... - gimió Darlane.

  • Menuda suerte tiene tu lirógite, vive en una mansión de ensueño. ¿ Qué es esto de aquí ? Parece que la sala principal comunica con otra estancia, echaré un vistazo.

  • Cuidado, no me aprietes ahí, que me duele - se quejó ella.

  • Hay que ver lo delicadita que nos has salido: mira que no poder encajar una cabeza en el cuello del útero...

  • ¿ Me habías metido la pelota ahí ? - se sorprendió ella.

  • Pues sí. Me la has dejado cubierta de babas, supongo que se tratará de tu moco cervical...

  • ¿ Moco, dijiste ? - saltó Ciríe, guasona - ¡ Yo quiero un poco !

  • Se me ha ocurrido una gran idea - dijo Óscar, saliéndose de la vagina de Darlane y aumentando su talla. Ahora tendría como medio metro de altura.

  • Mi coño es bastante glotón, pero no pretenderás meterte dentro con ese tamaño.

  • Tranquila, sólo te meteré las piernas - le dijo él, subiéndose a su pubis sin problemas y sentándose en su clítoris... que recibió en el culo.

  • ¿ Has hecho lo que creo que has hecho, Óscar ? - se asombró Esther.

  • Sí, me he enchufado su botoncito en mi culo... y me gusta.

  • Pues anda que a mí... - suspiró Darlane, con la voz ronca.

  • Ahora sólo tengo que meterte las piernas en la rajita para convertirme en... ¡ un consolador doble !

  • Mm, cómo me gusta que agites las piernecillas, Óscar... - gimió la ángel.

  • Toma patada, guarra.

  • ¡ Ay ! ¡ Uf ! ¡ Joder, sí ! ¡ Patéame más, cabrón, y estrújame el pomo con tu diminuto pero poderoso culo !

  • Creo que me voy a poner unas cuantas enredaderas, no puedo quedarme sin sentir lo que te estoy haciendo - dijo Óscar, y todo su cuerpo se cubrió de diminutos brotes.

  • ¿ Por qué no te haces crecer unos cuantos más y los usas para agarrarte a Darlane ? - le propuso Ciríe.

  • Buena idea, harán de arnés - dijo él, haciéndose crecer varias ramas de las caderas, rodeando con ellas las de la ángel. Tras pensárselo un poco, añadió - Ya que he llegado tan lejos con ellas, ¿ por qué no meterle unas pocas en el culo ?

  • ¡ Hazlo, hazlo ! - le apremió la ángel, agarrando con ambas manos el cuerpo de Óscar y empezando a menearlo como si fuese una tranca.

  • ¡ Oye, que no soy un rabo ! ¡ Suelta, zorra histérica !

  • Está bien, pero deja que te clave en alguien...

  • ¡ Me presto voluntaria ! - exclamó Ciríe, poniéndose de rodillas ante ambos y abriendo desmesuradamente la boca, cuya dentición replegó

  • ¡ Vamos, hazme el amor con Óscar por la boca, quiero que me le metas hasta el estómago !

  • ¡ Toma, come macho ! - le dijo Darlane, cogiendo a Ciríe del pelo e incrustándole a Óscar con violencia, metiéndoselo hasta la cintura.

Gracias a las enredaderas que había hecho surgir por todo su cuerpo, Óscar haría también suyo el placer que experimentasen ambas mujeres: no conforme con aquello, decidió machacársela mientras le usaban de consolador. Más aún, se hizo crecer los pechos para suavizar su contorno, y en ellos manifestó todas sus metasexuaciones, rozando incesantemente con ellas las paredes del esófago de la deluyrei, sus labios y su lengua. Las dos mujeres estaban gozando a base de bien, y por consiguiente él también.

De no haber retraído Ciríe los dientes, probablemente Óscar se habría hecho daño con ellos. La deluyrei se había visto obligada a abrir tanto la boca que le estaba doliendo, pero ni aún habiéndosele desencajado la mandíbula habría pedido tregua, tales eran sus ganas ( a decir verdad, ni siquiera ante una rotura, por dolorosa que fuese, se habría echado atrás ).

Óscar se percató de que su cara rozaba a lo largo de su recorrido contra la epiglotis de Ciríe, pero aquello a un deluyrei no le provocaba molestias dignas de mención, mucho menos arcadas. Al principio, el acre olor procedente de su estómago llegó a molestarle, pero pronto se acostumbró, y finalmente terminó encontrándolo grato... hasta tal punto, que habría estado dispuesto a recibir su vómito en plena cara, de llegar a producirse éste.

Súbitamente, la ángel le extrajo de la boca de Ciríe, a la que separó con brusquedad de su cintura: alzándole del pelo hasta que su cara quedó a la altura de sus pechos, agarró nuevamente a Óscar y le empaló con él.

  • ¡ Coño, si aún te queda crema ! - dijo vibratoriamente Óscar no bien ingresó en el recto de Ciríe.

  • Y ahora, ¿ quién se encarga de mi boquita ? - se molestó ella.

  • ¡ Yo misma ! - le dijo Darlane, metiéndole un puño dentro mientras con la otra mano acariciaba rudamente su sexo.

  • Te ayudaré - se ofreció Óscar, haciéndose crecer la tranca de modo que ahora rozaba con ella la vulva de Ciríe ( se la puso casi tan grande como su tronco, pasándola por entre sus piernas para que asomase por su espalda ).

  • ¡ Fóllame el clítoris con ella, Óscar ! - rugió vibratoriamente la deluyrei.

  • Si tanta ilusión te hace...

Aquel fue el último cambio que hicieron, y encontraron la nueva postura tan de su agrado que ya no pararon hasta que se corrieron todos varias veces ( Óscar, que además de compartir sus orgasmos experimentó los suyos propios, gozaba tanto que se mareó levemente ).

La presión que ejercían las entrañas de Ciríe sobre su cuerpo era extraordinaria, resultándole en ocasiones algo dolorosa, y apenas podía respirar. El constante vaivén al que se veía sometido le terminó provocando nauseas, pero bastó con pedirles que disminuyesen levemente el ritmo para que éstas desapareciesen. Sentir cómo se pringaba con los remanentes de las heces de Ciríe se le antojó delicioso, y empaparse con su intenso olor también.

Casi media hora después, cansados ya los tres de aquel juego, Darlane extrajo delicadamente a Óscar del recto de Ciríe, que sangraba un poco ( Óscar resultó ser demasiado grueso para ella, por lo que sufrió algunos desgarros, aunque nada de lo que preocuparse ), y le sacó el puño de la garganta, con el que también le había producido algunas erosiones. La deluyrei disfrutó mucho pese a aquellas heridas, y agradeció a Óscar su desinteresado servicio limpiándole a lametones ( él cruzó las manos tras la nuca, entrecerrando los ojos, y se dejó hacer ).

  • Ha sido sencillamente espectacular - dijo Laura, palpándose inquisitivamente la entrepierna - Con el calentón que nos habéis provocado, no me explico como el plastiquillo este no se nos ha derretido aquí abajo...

  • A nosotras también nos gustaría usarte de consolador, Óscar

  • le dijo Alicia, y las demás asintieron.

  • ¿ De cuerpo entero, o como lo acabo de hacer ahora ?

  • En todas sus variantes, y por todos nuestros orificios - se apresuró a decir Esther.

  • ¿ Narinas incluidas ?

  • Cuando podamos corrernos por ellas, sí.

  • Me preguntó cómo sería llevarte todo el día clavado en el coño, papá - dijo Laura.

  • La verdad es que a veces jugamos a eso, aunque sólo podemos permanecer así de encogidas unas cuantas horas, en ningún caso un día - reconoció Hepente.

  • No veo cómo: vosotras no podéis encogeros tanto como yo.

  • Recuerda que somos capaces de disminuir nuestra masa en un factor de sesenta y cuatro, y eso nos permite reducir nuestra talla a la cuarta parte.

  • Si os hicieseis un ovillo supongo que cabríais, pero sería extraordinariamente incómodo.

  • Lo sería si no pudiésemos alterar nuestra densidad, encogiéndonos aún más - le dijo Ciríe.

  • Podemos hacer que fluctúe en aproximadamente un factor de doce, de modo que en total podemos encogernos algo más de nueve veces - resumió Hedelia.

  • No me salen las cuentas - dijo Julián.

  • La disminución máxima de volumen es el resultado de multiplicar sesenta y cuatro por doce, esto es, setecientos sesenta y ocho... cuya raíz cúbica es algo más de nueve con quince - le explicó ella.

  • Vaya, estás hecha una calculadora.

  • La verdad es que se me dan bastante bien los números, pero esa operación en concreto me la sé de memoria.

  • Cabríais incluso en una humana - estimó Óscar.

  • En realidad sólo en algunas, sobre todo si hemos de alojarnos en sus vaginas, aunque me sé de tres en las que entraríamos con bastante holgura tanto por delante como por detrás - le dijo Hepente.

  • ¿ He de asumir que te refieres a nosotras ? - le preguntó jocosa Alicia.

  • No sé cómo lo has adivinado - se choteó Ciríe.

  • Mamás, mirad, Alicia y Esther ya están listas - les interrumpió Albarí.

Todos los deluyrei dirigieron sus sentidos astrales al útero de las humanas, cosa que también hizo la ángel: en efecto, tanto Alicia como Esther ya podrían quedarse en estado, aunque ésta última de momento sólo había madurado dos óvulos.

  • Sus óvulos tienen un brillo distinto al de los vuestros, pero es aproximadamente igual de intenso - apreció Óscar.

  • No te pongas metafísico y préñanos ya, cielo - le rogó Alicia.

  • Me esperaré a que Laura también esté lista, e incluso entonces me haré un poco de rogar - le dijo él, reabsorbiendo sus enredaderas y desenganchándose del clítoris de Darlane.

  • No seas así, nos morimos de ganas por echar un buen polvo... - se quejó Esther.

  • Lo sé. Vamos, chicas, sufrid un poco más por mí, concededme ese caprichillo.

  • Lo haremos, mi amor - le aseguró Alicia, tras consultar con la mirada a su hermana y a su hija.

  • No te expandas aún, Óscar, yo también te he manchado con mis jugos y quiero adecentarte un poco - le rogó Darlane.

  • Hazlo, nena. Y tú, Ciríe, ayúdale...

  • Será un placer.

La ángel le agarró del torso y se le llevó a la boca, lamiéndole de cintura para abajo con la ayuda de Ciríe. Cuando terminaron, le dejaron suavemente en el suelo, y entonces Óscar asumió su talla y aspecto habitual ( para lo cual, además de crecer, suprimió sus metasexuaciones ).

  • ¿ Qué os parece si me expando lo suficiente como para que os metáis en mi culo ? - les propuso él - Crecer no debe ser mucho más difícil que encogerse...

  • No lo es, pero no te lo recomiendo - le dijo Hedelia - Según mis cálculos, para poder alojar cómodamente en tu recto a cualquiera de nosotras deberías aumentar tu talla entre seis y siete veces, caso en el que pesarías de doscientas a trescientas y pico veces más. Esta casa parece relativamente sólida, pero no creo que el suelo aguantase tanto peso, y además apenas podrías maniobrar, pues la sala se te quedaría muy pequeña.

  • Me has convencido, cuando juguemos a eso lo haremos en exteriores. De todos modos, ¿ no podríais encogeros vosotras ?

  • No hemos madurado por completo, de modo que nuestro poder metamórfico aún deja bastante que desear - le dijo Ciríe - A lo sumo podríamos reducir nuestra talla a la mitad, y sólo durante unos minutos.

  • En ese caso, esperaremos a que maduréis.

  • Será lo mejor.

  • Ya sé a qué vamos a jugar ahora - dijo al poco Óscar, haciéndose levemente más alto que Darlane y manifestando los zups de las palmas de sus manos. Se untó su baba por pecho, costados y piernas.

  • ¿ Para qué te embadurnas con la baba de tus zups, Óscar ? - le preguntó Julián.

  • Para inmovilizar a Darlane - le dijo él, tumbándose boca arriba.

  • Y creo que ya sé para qué quieres hacerlo - dijo ella, acostándose sobre él. Se aseguró de que su espalda y piernas coincidiesen con las de Óscar, poniendo los brazos contra sus costados. Cuando el patriarca desencadenó el poder adherente de su baba, la ángel quedó pegada a él, siendo incapaz de moverse ( la verdad es que sus manos quedaban a apenas medio palmo de su sexo, pero no tenía el suficiente juego como para tocárselo ).

  • Chicas, venid para acá - les dijo Ciríe a sus hermanas.

  • Venid también vosotras - les dijo Óscar a las humanas.

Sarigza, Hepente y Hedelia se acomodaron en el lado izquierdo de Darlane, mientras que Alicia, Esther y Laura, se colocaron en el derecho. A un gesto de Óscar, comenzaron a sobar y a lamer los pechos de la ángel, que empezó a retorcerse de gusto.

  • Ponte otra vez la polla, anda, queremos darnos la satisfacción de hacer manar tus mocos a base de comernos tus tetazas - le rogó Laura, y Darlane les complació.

  • Mirad cómo le late la tranca, parece que le gusta lo que le estamos haciendo - rió Hepente.

  • ¿ Te gusta lo que te estamos haciendo, cariño ? - le preguntó Sarigza.

  • Claro que sí, zorras... ay... mm...

  • ¿ Vas a echar tu rico esperma por esa cosota que te has puesto ahí abajo ? - le preguntó Alicia.

  • Sí, sí...

  • Abre las piernas, Óscar, que me voy a acomodar entre ellas

  • le pidió Ciríe, y él así lo hizo ( Darlane no tuvo más remedio que separarlas también ).

Ciríe se tumbó boca arriba, alzando los muslos y pegando su trasero a la entrepierna de Óscar, cuyos genitales se metió en el recto. Inclinando las pantorrillas, posó sus pies en el miembro de Óscar, que comenzó a acariciar. Entre ambos le explicaron a Darlane lo que estaban haciendo, y entonces Óscar le preguntó:

  • ¿ Te gustaría que Ciríe se clavase en el culito tus cojones, en lugar de los míos ? ¿ Te gustaría que te repasase la troncha con sus hábiles pies ?

  • Pues claro que sí, capullo... oh... uf...

  • Está bien, te haré algunas cosillas - cedió Ciríe, quitando sus pies del miembro de Óscar y posándolos en el de Darlane, que se estremeció ante su contacto.

Tras acariciárselo un poco, le metió en el recto uno de los pies, usando el otro para sopesar sus genitales.

  • Oh, qué rico... - gimió la ángel.

  • ¿ Quieres que siga ?

  • Claro que sí...

  • Pues mucho me temo que eso no va a poder ser, zorrita - le dijo Ciríe, volviendo a centrarse en la tranca de Óscar.

  • Qué cruel eres...

  • Calla, nena, y limítate a gozar por los pechos, que de eso va el juego - le regañó Óscar.

  • ¿ Os habéis fijado que pezones tiene ? - dijo al poco Esther - ¡ Mordámoselos !

  • Ay, sí...

  • ¿ Quieres que te clavemos un poco las uñas ? - le preguntó Hedelia.

  • Hacedme lo que se os antoje...

  • En ese caso, creo que tocaré una canción - dijo Sarigza, alzando la cabeza y anudando algunos de sus pelos en los pezones de Darlane. Fueron veinticuatro los pelos que empleó, doce en cada pezón. La longitud de todos ellos era muy similar, y así le sería imposible obtener una gama razonable de notas, problema que solucionó alterando el grosor y la elasticidad de cada uno.

  • Le vas a cortar la circulación - se preocupó Alicia.

  • Evidentemente, pero estate tranquila, que no le pasará nada

  • le dijo la sacerdotisa, golpeando presta y delicadamente algunos de sus cabellos, lo que dio lugar a una florida secuencia de vibrantes notas.

  • ¡ Hala, qué bien suena ! - se maravilló Esther.

  • Pues sólo estaba ensayando - le aseguró ella, haciendo chascar sus nudillos antes de ponerse manos a la obra.

Sarigza comenzó a tocar una ágil y alegre melodía: lo hacía tan bien, que durante unos segundos todos dejaron de estimular los pechos de Darlane. Tras aquella breve pausa, y con la melodía de fondo, reanudaron las hostilidades . Los senos de la ángel continuaron siendo lamidos, succionados, arañados, pellizcados y amasados, uniéndose a aquellos estímulos las sutiles vibraciones producto de la melodía que interpretaba la clérigo.

El ritmo de la canción fue aumentando, y la excitación de Darlane también: sus sentidos suspiros resultaron ser el acompañamiento ideal para aquella canción. Sarigza podría haberse valido de su don vibratorio para generar sonidos con los que agitar los sensibles pezones de Darlane, pero valerse de su cabello le parecía más meritorio... y artístico.

  • Procura no respirar tan rápido, cariño, los pelos se tensan mucho cuando exhalas y es posible que te duela un poco - le recomendó Hedelia, entre risitas.

  • Ya lo creo que me duele - gruñó ella - Pero es delicioso...

  • Se te están poniendo los pezones como ciruelas - le dijo Laura, tanteándole con los dedos el derecho ( se aseguró de no rozar los pelos ).

  • Unas ciruelas ciertamente apetitosas - dijo Hepente, lamiéndole el izquierdo procurando no perturbar a la arpista .

  • Mm... sí, hacedme más cositas - gimió Darlane.

  • Se me ha ocurrido algo muy divertido - le dijo Óscar.

  • Hazlo, seguro que me gustará - le rogó ella.

  • Ya le has oído, Ciríe, hagámosle cosquillas para que se ría un poquito.

  • ¡ Todo menos eso ! - se quejó Darlane, pero ya era tarde: Ciríe había empezado a acariciarle las plantas de los pies, centrándose Óscar en sus axilas. No pudo contener la risa, que alteró en exceso su respiración... con el resultado que era de prever. Entre risas, quejidos de dolor y suspiros de excitación, logró articular - ¡ La madre que os parió !

  • No te menees tanto, que me haces desafinar - le regañó Sarigza.

El desafino en realidad no llegó a ser tal, quedándose en un trémolo que en absoluto deslucía la melodía. Las notas experimentaban una suave modulación conforme la ángel respiraba, tensando en mayor o menor medida los pelos, efecto que se hacía más patente cuando reía o se quejaba. Aquel juego, además de su innegable erotismo, contaba con una marcada estética, tanto visual como acústica. Minutos después, cuando Darlane estaba realmente próxima al orgasmo, Óscar le sugirió a Sarigza:

  • Creo que llegó el momento de cambiar de instrumento, artista. Deja el arpa y pásate al violín.

La sacerdotisa ignoraba qué era un violín, pero no tardó en averiguarlo gracias a los pensamientos de Óscar. Alargando las uñas, comenzó a restregarlas frenéticamente contra sus pelos, produciendo un velocísimo chirrido ante el que naturalmente la ángel no pudo permanecer impasible.

Apenas un instante antes de que Darlane comenzase a eyacular, Óscar alzó las caderas, obligándole a alzar las suyas, y le metió los dedos en la boca para abrírsela de par en par. Como consecuencia de aquel súbito cambio de postura, buena parte del esperma de Darlane fue a parar a su propia boca, cayéndole el resto en cara, cuello y pechos. No fue el único que recibió, pues el semen de Óscar, que se había estado aguantando hasta aquel preciso instante, siguió la misma trayectoria.

  • Eso sí que fue un do de pecho, y lo demás son tonterías - bromeó Alicia.

  • Reconozco que ha sido un buen recital, pero mirad cómo lo habéis puesto todo, cochinos - les regañó entre risas Esther.

  • Papá, deberías habernos puesto capucha, nos habéis dejado el pelo hecho un asco - se quejó Laura, quitándose un par de grumos del cabello

  • Menudo diluvio de leche...

  • Trae que te limpie - se ofreció Alicia, lamiéndole los dedos.

  • Hay que ver cómo se le han puesto los melones de semen - dijo Hedelia, señalando los embadurnados senos de la ángel.

  • Me temo que no nos va a quedar más remedido que comérselos otra vez - dijo Hepente.

  • Hagámoslo - les siguió la corriente Esther, amagando un lametón.

  • Por lo que más queráis, dos veces seguidas no... - se quejó débilmente la ángel.

  • No seáis malas, chicas, lo que le apetece ahora a Darlane es un buen polvazo... y creo que sé quien se lo va a proporcionar, siempre que tenga la amabilidad de quitarse la tranca.

  • ¿ Tranca ? - se hizo la despistada ella - ¿ De qué tranca hablas ?

  • De ésta de aquí, zorra - le dijo Óscar, agarrándosela por la base ( lo hizo de modo que también apresó sus genitales ).

  • Oh, esa...

  • Quiero tu coño, y lo quiero ya: quítate este pingajo o te lo arranco.

  • Ya me lo quito, pero dile a Sarigza que me suelte los pezones...

  • Sueltos están - le aseguró ella, liberándolos del lacerante abrazo de sus cabellos. La ángel recuperó de inmediato la circulación en ellos, deseando por unos instantes no haberlo hecho.

  • Uf, cómo escuecen... - se quejó.

  • Te los aliviaremos a base de besos y lametones - le prometió Óscar, anulando la adherencia de su baba y recuperando su talla normal ( por su parte, la ángel desvaneció la minga ).

Óscar se salió de debajo de Darlane, que quedó tumbada directamente sobre las colchonetas, y se tumbó encima, enchufándole la tranca.

  • Así me gusta, que no pierdas tiempo - dijo ella, empezando a mover las caderas.

  • No te muevas, quiero ser yo quien te monte - le regañó Óscar.

  • Como quieras - se resignó ella.

  • Yo también me montaré, aunque en tu cara - le anunció Ciríe, sentándose en su rostro mirando hacia Óscar.

  • Me sé de dos que deben haber pensado que soy un sofá...

  • Nos apetece catar tu leche, sofá - le dijo la deluyrei, inclinándose hasta que su cara, y sus propios pechos, entraron en contacto con los de la ángel.

  • Bebed hasta hartaros.

  • Eso haremos - le dijo Ciríe, comenzando a succionar.

Darlane dejó que de sus pechos manase leche, agasajando así a sus golosos comensales. Ciríe le hizo un pícaro guiño con su ojo posterior, apetecible invitación que ella no pudo rechazar. Metiendo la mano derecha entre sus piernas, la ángel comenzó a acariciarle el sexo, usando el dedo pulgar para abrirle el ano... que no tardó a asaltar con la lengua. Óscar aún no había empezado a bombear, así que Darlane aprovechó para deslizar la mano izquierda hacia su trasero, agarrándole los genitales y dando de ellos unos cuantos tirones, dulces pero enérgicos ( a fin de ser equitativa, le hincó el respectivo pulgar en el culo ). El patriarca, al captar la apremiante súplica que había implícita en aquel gesto, comenzó a cabalgarle.

La exquisita y blanquísima leche de Darlane brotaba sin pausa de sus oscuras y suculentas mamas, deslizándose incitante por su tersa superficie. A Óscar le fascinó tanto aquel espectáculo que habría seguido disfrutando del mismo durante horas, pero las humanas estaban empezando a desesperarse ( especialmente Alicia ), así que decidió no demorarse demasiado. Una vez los tres alcanzaron el orgasmo, la ángel les preguntó:

  • ¿ Os gustó mi leche ?

  • Está deliciosa - le aseguró Ciríe.

  • ¿ A ti qué te pareció, Óscar ?

  • Está menos dulce que la nuestra, pero la encontré sabrosísima. Nuestra leche tiene un vago toque a bosque, a sabia, a frutos: la tuya, es como más proteínica, diríase que sabe más a animal.

  • ¿ Me estás llamando animal ? - se hizo la molesta Darlane.

  • Pues sí - repuso él, robándole un rápido beso - Eres un precioso, lascivo y adorable animal.

  • Óscar, te recuerdo que hay tres mujeres esperando tu semilla - les interrumpió Sarigza.

  • Cierto, y además ya están listas las tres - dijo él, tras examinar astralmente el bajo vientre de las humanas.

  • No nos hagas sufrir más, Óscar, háznoslo ya - le suplicó Alicia.

  • De acuerdo, cariño - transigió él - ¿ Cómo deseas hacerlo ? ¿ Tienes alguna fantasía al respecto ?

  • Pues mira tú por dónde, sí. En primer lugar, me gustaría que llevásemos nuestras alianzas matrimoniales puestas.

  • Siento decirte que eso no será posible.

  • ¿ Por qué no ?

  • Recuerda hasta qué punto me predispuso la malnacida de tu madre contra ti. Cuando estaba saliendo de su propiedad iba tan quemado, tan resentido, que abrí la ventanilla del coche y me quité el anillo en un arranque de ira, arrojándolo a unos arbustos que hay al lado de la puerta: imagino que seguirá allí. Es curioso, no había pensado en ello hasta ahora, es como si la hubiese dado por perdida...

  • En vista de lo importante que es para vosotros esa sortija, no bien hayas derrotado a la neharai peinaremos toda la finca si hace falta para encontrarla - les prometió Hedelia.

  • Gracias, aunque no creo que sea necesario, pues recuerdo perfectamente el lugar donde la tiré.

  • Ya me extrañaba que no la llevases puesta - suspiró Alicia.

  • Tú tampoco sueles quitarte la tuya, pero desde que vine no te la he visto: ¿ qué has hecho con ella ?

  • Me la quité cuando te eché de casa, no me sentía digna de llevarla ( está en el cofrecito donde guardo mis joyas ). Y no es cierto que no suela quitármela, de hecho acostumbro a hacerlo cuando voy a ligar por ahí.

  • Para que tus presas no se espanten, imagino.

  • Ese es uno de los motivos, pero no el más importante. Verás, un desconocido con el que sólo voy a joder un rato no tiene necesidad de saber que estoy casada: me revienta que se crean mejores amantes que tú.

  • Recuerdo una ocasión que nos liamos con un tipo especialmente engreído, el típico musculitos de gimnasio con cara bonita - dijo Laura - Se tuvo que meter una raya para poder atendernos en condiciones ( o eso creyó él, porque la verdad es que nos dejó bastante insatisfechas ).

  • Mientras se fumaba un cigarro, cosa que odiamos, tuvo la desfachatez de jactarse de ser un auténtico macho, tildándote de impotente - continuó Alicia.

  • Te pillarías un mosqueo de impresión, imagino.

  • Le metí tal leñazo en los huevos que no sé ni cómo no le desgracié, y eso fue sólo el comienzo: no paré hasta que le dejé inconsciente.

  • ¡ Qué bestia eres !

  • Cuando ese presuntuoso te faltó al respeto, se me fue la cabeza - se excusó ella.

  • Mamá llegó a asustarme, se puso hecha una fiera. Le atizó con tal fuerza que le saltó un diente.

  • Estuve dos semanas con la mano hecha cisco, pero valió la pena. Aprovechando que se había quedado sin sentido, le atamos a la cama del hotel ( siempre vamos preparadas para ese tipo de juegos ), y esperamos a que se despertase para abusarle.

  • Le humillamos hasta que nos aburrimos, y naturalmente sacamos unas cuantas fotos de la juerga ( que también grabamos en vídeo ), amenazándole con mostrárselo todo a su mujer si intentaba tomar represalias ( para mayor seguridad, cogimos su cartera y anotamos todos sus datos ).

  • ¿ Estaba casado ?

  • Sí. Espero que su esposa se la pegue con todo el vecindario, ese imbécil se lo merece - repuso Alicia.

  • ¿ Cuándo ocurrió ?

  • Hará ya seis o siete meses de ello - estimó ella.

  • Me dio la sensación de que llevar puestas nuestras alianzas no era tu única fantasía - indagó Óscar, dando ya por zanjado aquel asunto.

  • En efecto. Me gustaría que me preñases en la cama de Laura... siempre que a ella no le importe, se entiende.

  • Claro que no me importa, mamá, pero, ¿ se puede saber por qué te ha dado por eso ?

  • No le sé. Quizá sea mi forma de expresar lo feliz que me hace el compartirte por fin con tu padre...

  • ¿ Nos subimos al cuarto de Laura, o bajamos la cama aquí ?

  • les preguntó Ciríe.

  • Prefiero que la bajéis aquí - dijo Alicia.

  • Pues dejadnos sitio - les recomendó Hedelia, teletransportándose al cuarto de Laura junto a Ciríe, Sarigza y Hepente.

Poco después, la cama estaba en el centro del salón, y Ciríe le tendió a Alicia su anillo.

  • Hoy la has recogido bastante mal - observó Alicia, quitando la colcha y dándosela a Laura.

  • La reciclé a toda prisa, mi conejito se había despertado inquieto y pensé que a lo mejor alguna de nuestras invitadas podría hacer algo al respecto - se disculpó ella, doblando el edredón y dejándolo sobre uno de los sillones - Además, si ahora crees que está deshecha, espera a ver cómo se quedará cuando papá te folle sobre ella.

  • En eso tienes razón - rió Alicia, acomodándose con gracia felina en la enorme cama, tras lo que clavó la mirada en Óscar, expectante.

  • ¿ No se te está olvidando algo ? - le dijo él.

  • Supongo que te refieres a esto - repuso pícaramente ella, poniéndose la alianza.

  • En efecto - le dijo él, subiéndose también a la cama - ¿ Te monto yo, o prefieres montarme tú a mí ?

  • Móntame tú, quiero disfrutar de todo tu poderío.

  • Será un placer - le aseguró Óscar, comenzando a manosearle con cariño por todo el cuerpo.

  • ¿ No me vas a desvestir ? - le preguntó ella, entre gemidos

  • Te recuerdo que aún llevo el camisón puesto...

  • Fuera impedimentos, quiero sentir tu cuerpo contra el mío - le dijo Óscar, haciendo que el disco se formase sobre el cuello de su esposa a base de reabsorber la cobertura en la que se había transformado. Se lo quitó con los dientes, aprovechando para hacerle algunas cosquillas, y se lo dio a la ángel, que lo recogió en silencio ( no quería estropear aquel íntimo momento ).

  • Ah, qué fresquito - suspiró Alicia, agradeciendo el cambio

  • Estaba empezando a cocerme ahí dentro.

  • Puede, pero tu pijama ha hecho de ti un guiso delicioso - le dijo Óscar, repartiendo por la anatomía de su esposa besos, lametones y mordisquitos ( aunque por el momento no se centró en sus bajos ) - Mm, qué sabrosa estás, y qué bien hueles...

  • ¿ Se te ha averiado la nariz ? ¡ Apesto a semen y a sudor !

  • Está bien, quizá apestes, pero... ¡ con qué estilo lo haces !

  • Eres una guarra, mamá, hueles como si llevases una semana entera machacándote varias horas diarias en el gimnasio y te hubieses duchado únicamente con semen y leche - le dijo Laura, subiéndose a la cama para poder acercar el rostro a su cuerpo. Aspirando prolongadamente, añadió - Mm, tu perfume me encanta.

  • La verdad es que a mí también - reconoció Alicia, pasándose las manos por la entrepierna y acercándoselas a la cara para olerlas. Como era de esperar, se las lamió.

  • ¿ No me vas a dar un poquito ? - le preguntó Óscar.

  • Si quieres catar mis flujos, Óscar, bebe directamente de donde manan - le dijo picarona ella, separando sensualmente las piernas y posando un dedo en su clítoris ( no le costó el menor esfuerzo hallarlo, pues, como de costumbre, estaba en pie de guerra ) - No quisiera que te extraviases, así que me he puesto un dedito para indicarte el lugar. Es de ahí para abajo...

  • Se agradece el detalle, pero no hacía falta - se choteó él, acomodándose entre sus piernas - Podría haber localizado el lugar por el fragante aroma a chotuno que suelta.

  • Calla y come - le regañó ella.

Óscar cató el sexo de su mujer, hallándolo especialmente sustancioso.

  • Está riquísimo, sabe a hembra encelada... y en etapa fértil.

  • ¿ Quieres beberte un chorrito de pipí ? - le preguntó ella, agitando las caderas.

  • Sí, pero procura dejar la mayoría para el final.

  • Descuida, lo haré - le aseguró ella, dejando salir un breve chorro que Óscar recibió con sumo gusto.

  • Está fuerte, pero menos que ayer: se nota que has tenido en cuenta mi sugerencia de beber más líquidos - dictaminó tras paladearlo él - Y, ahora...

  • ¡ A joder ! - le interrumpió alegremente ella.

  • ¡ Es justo lo mismo que iba a proponerte ! - exclamó teatralmente él, encaramándose sin perder más tiempo sobre su esposa - ¿ Cómo has podido adivinarlo ?

  • No seas ganso y deja que te coja la porra, quiero enchufármela yo misma.

  • Toda tuya.

  • Pero sólo durante un rato, que nosotras también queremos - les dijo Esther.

  • No te preocupes, que para vosotras también habrá.

  • Óscar, se me acaba de ocurrir que podrías preñarles a la vez - le dijo Julián ( al igual que los demás, había dejado lo que estaba haciendo para no perderse detalle ) - Creo recordar que dijisteis que los falos pectorales pueden producir esperma fértil, y también el umbilical. Bastaría con usar tres de ellos a la vez, y aún te sobraría uno.

  • Ya había pensado en ello, pero me apetece utilizar el de toda la vida. No sé, supongo que me va lo tradicional...

  • La verdad es que casi nunca preñamos a nadie con nuestros restantes penes - les dijo Sarigza.

  • A nosotras también nos gusta usar el de la entrepierna - agregó Hepente - Nuestras hijas fueron concebidas con ellos.

  • Laura, ya que estás sobre la cama, ¿ podrías hacer una cosita por tu mamá ? - le preguntó Alicia.

  • Por supuesto. Tú sólo di qué quieres que haga...

  • Adorarme un poco los pies, ayudada por tu tía. Hacedlo como muestra de agradecimiento por haber consentido que Óscar os haga madres.

  • Como desees, hermanita - le dijo Esther, subiéndose a la cama y haciéndose con uno de sus pies.

  • ¿ Alguna otra cosilla ? - le preguntó Laura, cogiéndole el otro. Nuestro agradecimiento no tiene límites, mamá: puedes pedirnos lo que se te antoje y te lo daremos.

  • ¿ Incluso que seáis mis esclavas de vez en cuando ? - les preguntó ella, apresurándose a añadir - No os preocupéis, sería sólo un juego, y os trataría muy bien.

  • Incluso eso, madre - le aseguró Laura.

  • Cuenta con ello, hermanita... y amita.

  • Que cada una de vosotras me agarre un testículo, de ese modo os integraréis aún más en el acto - les propuso Óscar, y ellas así lo hicieron.

El patriarca comenzó a cabalgar a su esposa, cuyos pies comenzaron a ser adorados con fervor. Además del intenso olor que emanaba Alicia, su tacto era realmente untoso: ¡ estaba tan seductoramente guarra con todo aquello encima ! Estuvo tentado de ponerse mamás, manifestando bocas en ellas para estimular las de su mujer, pero en aquel momento ella le quería sentir únicamente como macho, y aquello podría estropearlo.

No podía permitir que el recto de Alicia se quedase hambriento, así que extrajo el zup del suyo y lo expandió notablemente, hincándoselo: también manifestó el del ombligo, estimulándole con él el clítoris. Aunque podrían haberle apretado con todas sus fuerzas en los genitales sin hacerle daño, tanto su hija como su cuñada habían decidido agarrárselos con bastante ternura, detalle que le emocionó.

Habría estado bombeando durante un buen rato, alargando aquel importante acontecimiento tanto como fuese posible, pero a Alicia le estaban empezando a doler los bajos de tanta excitación que había acumulado, y no era la única. Cuando estaba a punto de eyacular, les dijo a Laura y a Esther:

  • Dejad de lamer los lindos quesos de Alicia e incorporaros, no quiero que os perdáis su expresión cuando se corra.

  • ¿ Seguimos sujetándote los cojones, papi ?

  • Sí, por favor, no sea que se me vayan a caer - bromeó él, tras lo que buscó con la mirada a Ciríe.

  • Para activar tu esperma sólo tienes que desear con toda tu alma hacerlo - le explicó ella al adivinar su duda - Empieza a concentrarte ya mismo. No siempre lo conseguimos a la primera, pero estoy convencida de que tú sí lo harás.

  • ¿ Y si no lo consigo ?

  • Te ayudaría por medio de una oración - le tranquilizó Sarigza.

  • Vamos, Óscar, pon en marcha tus testículos - le animó Hedelia.

  • Deseo concebir, deseo concebir... - murmuró Óscar, sin dejar de taladrar a Alicia, que se le comía con la mirada.

  • Está empezando - dijo Fasme al poco.

  • Así, Óscar, eso es - le felicitó Hepente.

  • No dejes de concentrarte, tu esperma ha comenzado a hacerse fértil pero aún no está por completo activo - le advirtió Darlane ( ella ya había sido testigo de aquello en más de una ocasión ).

  • ¿ Cuánto me queda ?

  • En realidad así mismo valdría - le dijo Hedelia - Estimo que el potencial vital de tu esperma ronda ya el tres por ciento: con cien partes por millón basta para que sea funcional.

  • No me voy a conformar con eso - dijo él, concentrándose más ( había comenzado a sentir un curioso estremecimiento en los genitales que no se parecía a nada que hubiese sentido antes, y se esforzó en potenciarlo ) - Voy a dar lo mejor de mí, Alicia se lo merece.

  • Gracias... - musitó ella, muy emocionada.

  • Vamos, soldaditos, diana - murmuró Óscar - Arriba todos, dormilones...

  • Tus tropas ya están al diez por ciento de su capacidad ofensiva

  • le anunció entre risas Sarigza.

  • A mí más bien me parece un doce - le contradijo Ciríe.

  • Ahora sí que lo es... - dijo Darlane.

  • Parece que estás bastante puesta en el tema - le dijo Julián a la ángel.

  • Natural, he tenido el privilegio de presenciar cómo más de una deluyrei fecundaba a otra... e incluso a hembras de otras razas.

  • Eso último nosotras jamás lo hemos visto, ésta será la primera vez - reconoció Sarigza.

  • Veinte por ciento, ya estás muy próximo a lo que nosotras conseguimos - dijo Hepente - Mirad cómo le refulgen los cojones, parecen estrellas.

  • Juraría que el que le estoy sujetando está más caliente - apreció Laura.

  • El mío también, y cada vez se está haciendo más pesado - dijo Esther.

  • No os equivocáis, su temperatura subirá entre tres y cinco grados, y se volverán dos veces y pico más densos - les dijo Hedelia.

  • Óscar, no hace falta que te esfuerces tanto - le dijo Alicia, preocupada por la expresión de su marido.

  • No me duele, si eso es lo que te inquieta, pero no es sencillo.

  • Cuarenta por ciento, y aumentando - dijo Darlane, haciendo una mueca.

  • ¿ Pasa algo ? - le preguntó Julián.

  • Al carecer de sentidos astrales tú no puedes apreciarlo, pero hay algo en su colorido que me inquieta.

  • Creo que sé a qué te refieres, y cada vez se hace más intenso - dijo Ciríe.

  • ¿ Es malo ? - se alarmó Óscar, dejando por un instante de concentrarse.

  • De ninguna forma, pero... ¡ leñe, qué raro es !

  • Tú sigue - le recomendó Hedelia, callándose una posible explicación que se le acababa de ocurrir.

  • ¿ Qué nos ocultas ? - le preguntó Ciríe.

  • Se trata de una teoría mía. Enseguida sabremos si es correcta.

  • No sé si es un buen momento para callar ese tipo de cosas - le dijo Óscar.

  • Confía en mí, cariño. Nada malo ha de pasar: el colorido será inusual, cierto, pero es completamente saludable.

  • Está bien... - cedió él, redoblando sus esfuerzos.

  • Has alcanzado casi de golpe el ochenta por ciento, qué exageración - dijo Hepente.

  • ¿ Es mi imaginación, o el tono habitual también está presente ? - les preguntó Darlane.

  • ¡ Tienes razón ! - exclamó Ciríe - ¡ El colorido que vemos es el resultado de dos emanaciones metafísicas, la de siempre y otra completamente nueva !

  • Pues eso no es todo - dijo Sarigza - Mirad, ha pasado del cien por cien. No lo entiendo, se supone que es imposible.

  • En su caso no lo es, de hecho es posible que llegue al doscientos por cien, lo cual confirmaría más allá de toda duda mi teoría - dijo Hedelia, satisfecha de sus dotes deductivas.

Así fue, y el patriarca comenzó a eyacular, inundando la matriz de Alicia. Tal era su concentración que había olvidado liberarle del poder de su cera, error que se apresuró en remediar. Óscar no fue el único al que se le olvidó algo, pues Alicia, aturdida por el enorme placer que estaba experimentando, no recordó que Óscar le había pedido que le orinase cuando se corriese. De todos modos dio igual, pues su cuerpo dejó de responderle, meándose sin querer ( el ano también se le descontroló, liberando buena parte de la crema que Óscar le había metido rato atrás mientras su recto se convulsionaba presa de su respectivo, y demoledor, orgasmo ).

La humana jamás había gozado tanto, y quedó semiinconsciente. Sus orgasmos no sólo habían sido de una intensidad terrible, si no también extraordinariamente duraderos, prolongándose por cerca de tres minutos. Óscar le hizo unos cuantos mimos, con ternura, y ella respondió como buenamente pudo a sus caricias, incapaz aún de articular palabra. Por su parte ya no había pasión, tan sólo amor, hasta tal punto había quedado saciada.

  • Joder, hermana, parece que estés en éxtasis, ha tenido que ser la bomba - le dijo Esther.

  • Ni te lo imaginas - barbotó ella, con la mirada perdida.

  • Alicia, con tu permiso voy a encargarme de tu hermana y de nuestra hija. Seguiría haciéndote carantoñas durante un buen rato, lo sabes, pero ellas también precisan de mis atenciones.

  • Lo entiendo...

  • Espera, sigue un poquito más - le dijo Esther - A mí tampoco me gustaría que me dejases tan pronto después de un polvo tan fenomenal.

  • Te lo agradezco, hermanita - logró articular Alicia.

  • ¿ Tienes alguna fantasía, Esther ? - le preguntó Óscar, sin dejar de mimar a su esposa.

  • Muchas, pero no se me ocurre ninguna para la ocasión.

  • ¿ Y tú, Laura ?

  • Me gustaría que me preñases llevando puesto el vestido de novia que usó mamá en vuestra boda - repuso ella, enrojeciendo un poco - Es muy bonito...

  • El que nos casásemos por el juzgado no significa que tu madre no tuviese derecho a lucirse, y bien que lo hizo - le dijo Óscar, mesando afectuosamente el húmedo pelo de su mujer. Tras averiguar telepáticamente su parecer, añadió - A ella no le importaría que te lo pusieses, zapatos incluidos, siempre y cuando nos comprometamos a no mancharle nada, pues lo guarda con gran cariño.

  • Difícil va a ser.

  • Di más bien imposible: incluso aunque no te quitase la membrana, poniéndote el vestido encima, yo me he rebozado a fondo con los flujos que había sobre la piel de tu madre, y pienso hacer lo mismo con tu tía.

  • Podríamos darnos un baño antes...

  • Por mí no hay inconveniente, pero si vamos a realizar tu fantasía, ¿ por qué no hacerlo como siempre soñaste ?

  • Y así sería.

  • ¿ De veras ? ¿ Estás dispuesta a calentarme un buen rato, llevando el vestido puesto ? ¿ Estás dispuesta a desfilar y posar para mí, a quitártelo con absoluta parsimonia, a seducirme como jamás sedujiste a nadie ? Entre lo que tardemos en ducharnos, lo que tardemos en vestirnos y lo que tardes tú en desnudarte, para cuando comencemos a hacer el amor habrá transcurrido como mínimo una hora: ¿ crees que podrás demorarlo tanto rato ?

  • Ni de broma: si espero una hora más, fijo que me da un infarto - dijo ella.

  • Dejadlo para otro día - les recomendó Alicia, ya más repuesta.

  • Eso haremos, mamá... y gracias.

  • De nada.

  • Lo del vestido me ha dado una idea - dijo Esther - Alicia se casó con unas cuantas bolas metidas en el coño y en el culo.

  • No fastidies - se asombró Óscar, al que aquello le cogió por sorpresa.

  • Las guarda como si fuesen de oro, y no ha dejado que nadie las use - dijo Julián.

  • Mamá me ordenó que me las pusiese, a modo de burla hacia ti

  • se disculpó Alicia, avergonzada - Por aquel entonces ya empezaba a sentir algo muy especial por ti, pero aún me negaba a reconocerlo, y en cualquier caso no me atreví a llevarle la contraria. Fue su forma de conseguir que te fuese infiel desde el primer instante: según ella, no podía perder ni un segundo en hacerte crecer unos enormes cuernos, y el hecho de que tus primeros rivales fuesen unos simples juguetes te rebajaría aún más.

  • Ya en el banquete me la pegaste con tíos de carne y hueso - captó de su mente Óscar.

  • Todas y cada una de las veces que fui al servicio, que no fueron pocas. Llegué a hacérmelo con tres de sus esclavos a la vez ( les habían travestido, de ese modo pudieron entrar en el baño de mujeres sin que nadie les armase una escena ).

  • Recuerdo que llegué a pensar que la emoción te había descompuesto un poco. Y ahora me explico por qué manejabas los cubiertos con tan poca soltura: bajo la mesa había otro esclavo, y no dejaba de comerte el coño.

  • Ya entonces sentí algunos remordimientos, pero pese a ello me lo pasé bastante bien: ahora, recordarlo me hace sentirme sucia, Óscar, muy sucia.

  • Tú no tienes la culpa, te obligaron.

  • Lo sé, pero no puedo evitarlo. ¿ No me guardas rencor, aunque sea un poquito ?

  • Ni una pizca. Ya hablaremos de ello en otra ocasión, creo que te vendrá bien desahogarte.

  • La verdad es que no te merezco - suspiró ella, abrazándosele.

  • No digas eso, mi amor. En cuanto a las bolas esas, ¿ se las vas a dejar a Esther, o no ?

  • Supongo que sí, y también a Laura...

  • Os las traeré - se ofreció Ciríe, que ya sabía donde estaban gracias a su telepatía.

No eran muy grandes, apenas llegarían a los cuatro centímetros de diámetro. Eran ocho en total, y estaban dispuestas formando una ristra, siendo su separación de unos seis centímetros salvo en el centro, que era de doce, habiendo sido sustituida la bola que habría cabido en el hueco por una anilla ( en cada uno de los extremos había otra ). En contra de lo que siempre había pensando Alicia, no eran de plástico, si no de algún tipo de materia de origen animal.

  • ¿ Estás segura ? - le preguntó Esther.

  • Sí - repuso Ciríe, con las bolas aún en la mano - Ignoro a qué animal pertenecieron, y es evidente que han recibido un tratamiento especial ( algún proceso químico después del pulido, supongo ), pero, o son de hueso, o son de cuerno.

  • Trae - le dijo Sarigza, tendiéndole la mano. Ciríe se las dio, y ella las empezó a toquetear con los ojos cerrados.

  • ¿ Captas algo ?

  • De entrada no son de procedencia humana, lo cual siempre es un alivio.

  • ¡ No digas eso ni en broma ! - se horrorizó Laura - ¿ Cómo podría alguien usar huesos humanos para hacer algo así ?

  • No te imaginas qué clase de cosas llegan a hacer las neharai con sus víctimas y sus cadáveres, sobre todo si son hombres - le dijo Hedelia.

  • Para que os hagáis una idea, en cierta ocasión me enfrenté a una que se hacía consoladores con las cenizas de sus numerosas víctimas masculinas - les dijo Hepente - Disfruté mucho ajusticiándole.

  • Cuerno, sin duda - anunció Sarigza - En cuanto al animal... toro, fueron de toro.

  • ¿ Me las dejas ? - le pidió Hedelia.

  • ¿ Para qué las quieres ? - le preguntó Alicia.

  • Quiero comprobar una cosa.

La sacerdotisa se las dio, y ahora fue su hermana la que las estuvo examinando. Al poco, dictaminó:

  • Alicia no estaba del todo equivocada en lo que respecta a su composición: los cuernos con los que hicieron estas bolas fueron molidos, aglomerando el polvo resultante por medio de algún tipo de polímero, así que aproximadamente un tercio de su masa es plástico ( estas neharai ya no saben qué inventar para dar la nota ).

  • ¡ Me pusiste los cuernos con los cuernos de un toro ! - exclamó Óscar, entre risas.

  • En realidad de varios - dijo Hepente.

  • Como broma me parece muy divertido, pero no puede quedarse sin castigo - le dijo Óscar a Alicia, ya serio.

  • ¿ Qué clase de castigo ?

  • Conforme tu embarazo avance, supongo que llegará un momento en el que podrás mantener relaciones con un toro sin que eso suponga riesgos para tu salud, ni tampoco para la de las niñas.

  • ¡ No pretenderás que me tire a uno ! - se asustó ella.

  • A uno no, a varios, y con todos nosotros presentes.

  • ¡ Me destrozará !

  • Para cuando tu embarazo esté lo suficientemente avanzado, y por consiguiente también lo esté tu transformación en deluyrei, serás tú quien podrá destrozar al toro, y no al revés - le dijo Sarigza.

  • Con el vergajo que se gastan esos bichos, correría riesgo de sufrir un aborto.

  • En absoluto - le aseguró Ciríe - Además, si te quedas más tranquila puedes limitarte a recibirlo por el culo... bueno, y por la boca.

  • ¿ Estáis seguras de que no nos pasará nada malo, a las niñas o a mí ? - les preguntó Alicia, a la que la idea comenzó a seducirle.

  • Completamente - le dijo Hedelia - Y aunque hubiese algún problema, cosa más bien improbable, no carecemos de medios para solventarlo: ¿ o es que te has olvidado de nuestra orina, de nuestra leche, o de que entre nosotros hay una sacerdotisa ?

  • Imagínate con un bombo de siete u ocho meses, esposa mía, trincándote a varios toros. Tus poderes ya serían lo suficientemente intensos como para dominarles sin problemas, de modo que harías de ellos tus juguetes ( todo ello sin llegar a maltratarles, claro, pues no hay que ser cruel con los animales ).

  • Si así lo deseas, les hechizaremos para que duren más de lo habitual, o de lo contrario podrías quedarte a medias - le propuso Darlane.

  • ¿ Tú también te lo has hecho con un toro ? - le preguntó Alicia.

  • Anda, claro, y también con caballos, leones, panteras, osos, ciervos, cocodrilos, y alguna que otra bestia más - repuso la ángel - Acostumbraba a hacerlo delante de mi familia y amigos, pues el principal aliciente que tiene para mí el folgar con todo tipo de bestias es el morbo de exhibirme domándolas sexualmente.

  • Hay que ver cómo te rayas - le dijo Laura.

  • Antes de que lo preguntéis, prefiero un millón de veces joder con un ser racional a hacerlo con un animal, pues lo primero es hacer el amor, mientras que lo segundo, digan lo que digan, es tan sólo una forma relativamente exótica de masturbarse: todas las deluyrei con las que he hablado de ello son de la misma opinión.

  • Nosotras también lo somos - dijo Sarigza en nombre de sus hermanas e hijas.

  • ¿ Sabes, Óscar ? Creo que voy a aceptar de muy buen grado tu castigo.

  • ¡ Dame eso ! - exclamó Laura, arrebatándole el rosario a Hedelia y metiéndose dos de sus bolas en la vagina - Mira, papá, yo también te he engañado con un toro: ¿ me castigarás a mí también ?

  • Por supuesto, y agradece que las bolas sean de cuerno de toro y no de hueso de ballena.

  • Uf, de ser ese el caso me temo que quedaría demasiado llena... - bromeó ella.

  • Basta ya de gaitas - terció Esther, haciéndose con el artilugio y tendiéndoselo a Óscar. Poniéndose a gatas, le dijo - Ya sabes dónde quiero que me lo metas.

  • De acuerdo, pero supongo que eres consciente de que engañarme con este chisme te supondrá el mismo castigo que a ellas...

  • Por supuesto, de hecho ese es uno de los motivos por los que quiero que me lo claves.

  • Quién lo habría dicho - rió él.

Óscar retiró su membrana, dándole el disco a Darlane, y le introdujo las bolas en el recto. Tras ello, se dedicó a estimularle un poco, pero Esther estaba demasiado caliente como para andarse por las ramas, así que se tumbó boca arriba y separó las piernas, diciéndole:

  • Ensártame ya, Óscar, o enloqueceré de deseo.

  • Espera, hermanita, que se me ha ocurrido una cosa - le dijo Alicia, quitándose la alianza y dándosela.

  • ¿ Y esto ?

  • Vamos, no me digas que no te excita la idea de tirarte a mi marido con mi anillo de compromiso puesto.

  • La verdad es que sí - reconoció ella, poniéndosela - Gracias, Alicia.

  • ¿ Quieres encargarte de clavársela tú ? - le preguntó a su esposa Óscar, asiéndose la minga.

  • Por supuesto - repuso ella, dirigiendo el miembro del deluyrei a la impaciente vagina de su hermana.

  • Allá voy - anunció entonces Óscar, comenzando a bombear.

Óscar de nuevo logró que el potencial vital de su esperma alcanzase el doscientos por cien, prodigio que Hedelia se negó a explicarles por el momento. Esther también disfrutó de unos orgasmos sensacionales, y Óscar, al igual que a su hermana, le obsequió con unos cuantos minutos de afectuosos mimos tras el coito ( mientras estaban en ello, Alicia le quitó el anillo y se lo entregó a Laura, que no perdió tiempo en ponérselo ).

Ya sólo le quedaba inseminar a su hija, que se puso a cuatro patas para recibir el rosario directamente del culo de su tía. Óscar le desvistió, devolviendo el mágico disco a su dueña, y sujetó a Esther, que era incapaz de mantenerse en pie por sus propios medios. Sólo fue capaz de expulsar dos bolas, así que Alicia le ayudó con las manos.

Laura quería comenzar inmediatamente, pero Óscar no quiso quedarse con las ganas de catar un poco su entrepierna, tras lo que dejó que Alicia clavase su tranca en el sexo de su hija. A partir de ese momento, no hubo diferencias dignas de mención, y ella lo disfrutó tanto como sus predecesoras. Estaba prodigándole sus correspondientes carantoñas cuando Sarigza anunció:

  • Alicia acaba de concebir.

  • Es muy hermoso - dijo Óscar tras dirigir hacia el útero de Alicia su mirada astral, escapándosele una lagrimilla de emoción.

  • Estoy segura de que será un niño precioso - dejó caer Hedelia, con aire inocente.

  • Querrás decir una niña - le corrigió Hepente, pero entonces calló, asombrada.

  • ¡ Por los lúbricos y omniputentes bajos de Afrodita ! - exclamó Ciríe - ¡ Fijaos bien en sus matices, es un varón !

  • ¡ No me lo puedo creer ! - se asombró Sarigza, encarándose a Hedelia - ¡ Tú ya sabías que esto podría pasar ! ¿ En que basaste tus deducciones ?

  • En la genética - dijo Óscar por Hedelia, tras captar algunos de sus pensamientos - Parece ser que vuestros cromosomas y los nuestros son muy similares, cosa también aplicable a los sexuales. Una deluyrei sólo puede aportar cromosomas X, y es por eso que sólo puede tener descendencia femenina cuando fecunda a humanas. Pero yo, a menos que haya experimentado cambios radicales en mi genoma como consecuencia de mi transformación, tengo un cromosoma Y, y eso debería permitirme poder engendrar también varones.

  • Parece razonable - dijo Alicia, feliz de poder tener hijos ( evidentemente, a Laura y a Esther también les hizo mucha ilusión ).

  • Si te pones un coño, útero y ovarios incluidos, ¿ no deberían tener la mitad de tus óvulos cromosoma Y ? - le dijo Julián.

  • Muy cierto, así que más me valdrá no hacerme fecundar por ningún macho... cosa que, te puedo asegurar, no tenía previsto hacer.

  • Nuestra magia suprime todo tipo de defectos genéticos en nuestra descendencia, así que dudo mucho que tuvieses hijos con dos cromosomas Y, si es eso lo que te preocupa - le dijo Hedelia.

  • Pues no te ofendas, mamá, pero tu magia falló conmigo - le dijo Albarí, señalándose a los ojos.

  • Lo tuyo no es un defecto, cielo, es una peculiaridad, y a mi entender no tuvo su origen en una anomalía de índole genética, si no más bien en una de índole metafísica. No olvides que una de tus madres fálicas es hechicera y la otra sacerdotisa: seguro que sus respectivas energías perturbaron de alguna forma el proceso de fusión de sus gónadas.

  • ¿ Fusión de gónadas ? - repitió Julián, confuso.

  • Fusionamos momentáneamente nuestro aparato reproductor por medio de un artefacto mágico - le explicó ella - fue la única forma que se nos ocurrió de intervenir las tres en la concepción de cada una de nuestras hijas.

  • A menos que la fusión se produjese a nivel celular, los espermatozoides seguirían siendo de una o de otra, nunca de ambas - dijo Óscar.

  • Y hubo fusión celular, aunque únicamente donde debía haberla, dando lugar a células con cuatro pares de cromosomas que experimentaron no una, si no dos, mm... - Hedelia se vio incapaz de dar con la traducción del término.

  • Meiosis - le ayudó Óscar, recordando sus clases de biología.

  • Eso es.

  • Qué cosas. Por cierto, ¿ se fusionan también las terminaciones nerviosas ?

  • Sí, y es un gustazo compartir el orgasmo - dijo Sarigza.

  • ¿ Cómo es el chisme ?

  • De aspecto no tiene nada de especial, pues es un simple cordel, muy fino, de una nervadura de longitud - le explicó Hepente - Sólo hay que hacer una lazada en torno a dos o más falos para que éstos se fusionen, propagándose el efecto a los genitales. Una vez que se han entremezclado, puede quitarse con el lazo aún hecho: el miembro resultante no se escindirá en los miembros que lo dieron lugar hasta que éste no se deshaga.

  • Cuando ayer me puse coño en la entrepierna y vimos que tenía himen, creo recordar que hablaste de un hechizo que os permitiría desvirgarme entre varias a la vez: ¿ os valdríais del artefacto ese ?

  • También lo usaríamos, pero, como tú mismo has dicho, hablé de un hechizo, que no de un artefacto. El hechizo en cuestión tiene un efecto casi idéntico al del plato mágico de Darlane.

  • Podrías cosechar todas las pollas y luego, con el lazo, unirlas en una sola - comprendió Óscar - Eso os evitaría tener que asumir posturas excesivamente incómodas: una cosa es agrupar cuatro trancas, como hicimos hace un rato, y otra muy distinta sería agrupar las de todos los presentes.

  • Exacto. Nos turnaríamos para metértela, agarrándola cual consolador viviente.

  • Me parece buena idea.

  • Nos alegra oírlo. Jugaremos más de una vez a ello, pero descuida, que no te preñaremos - le prometió Ciríe.

  • Como que me iba a dejar - bromeó él.

  • Dejaos de charla y echad un vistazo astral a eso - les recomendó Darlane, señalando al bajo vientre de Alicia.

  • Pero, ¿ qué está pasando ? - se sorprendió Hepente.

  • ¡ Qué cosa más rara ! - exclamó Ciríe - Hedelia, ¿ sabes a qué puede deberse ?

  • Ni pajolera idea. No lo entiendo, es como si los espermatozoides se estuviesen... ¿ suicidando ?

  • Sí, pero sólo la mitad de ellos, concretamente aquellos que pueden dar lugar a más varones... que son los que aportaban aquella emanación metafísica tan peculiar - dijo la ángel - Ya he visto este fenómeno antes, la hembras de una de las subespecies de demonios más exóticas siempre experimentan ovulaciones múltiples, pero no les está permitido tener mellizos de distinto sexo. Una vez es fecundado el primer ovocito, éste irradia una onda de exclusión de género, provocando la destrucción inmediata de los espermatozoides destinados a engendrar seres del sexo opuesto. Con Óscar ha ocurrido exactamente al revés.

  • Mirad, está concibiendo otra vez - les dijo Melein.

  • Sí, y todo parece indicar que... - comenzó Sarigza.

  • En efecto, será hembra - terminó por ella, tras una larga pausa, Hepente - Y no se ha producido onda de exclusión.

  • Más vale, o Alicia necesitaría ser inseminada de nuevo para fecundar sus dos restantes óvulos - dijo Ciríe.

Al poco Alicia concibió otra hembra, seguida de Esther, que también concibió una hembra ( no se produjo onda de exclusión de género al ser aquella su primera concepción, tal y como temieron ). La cuarta concepción de Alicia casi se simultaneó con la segunda de Esther y la primera de Laura: tres nuevas hembras. La tercera concepción de Esther y la segunda de Laura dieron lugar a varones, y ellas tampoco tendrían más, pues ahora sí que produjeron onda de exclusión. Como resultado de ello, cada una de las humanas tendría un varón y tres hembras.

  • Parece que los varones deluyrei no toleran la competencia intrauterina - bromeó Julián.

  • Esperemos que no sean demasiado precoces, sería una lástima que desvirgasen a sus hermanas antes de nacer - dijo Hedelia.

  • Creo que me voy a echar un sueñecito - anunció Alicia cuando las risas cesaron.

  • Yo también, estoy absolutamente desmadejada - se le unió Esther.

  • Pues yo no voy a ser menos - dijo Laura, disimulando un bostezo.

  • Buena idea, os vendrá bien dormir un poco - les dijo Óscar, haciendo ademán de bajarse de la cama.

  • Espera, antes nos gustaría darte un beso de buenas noches...

  • Aún no es de noche, Alicia.

  • Es un decir - se justificó ella, poniendo morritos. Él le besó, besando también a Esther y a Laura. Las tres se tumbaron y abrazaron, quedándose dormidas casi en el acto.

  • ¿ Seguimos jugando ? - les peguntó Darlane, bajando la voz.

  • No es que no me lo esté pasando bien, pero empiezo a estar un poco cansado de tanto polvo, me va a terminar dando alergia - dijo Julián, también en voz baja.

  • Hagamos un descanso, no podemos estar todo el día dale que te pego - les propuso Óscar.

  • Sí que podemos, pero tengo entendido que es sano cambiar de vez en cuando de actividad - le corrigió Ciríe.

  • Las tres están empapadas, si no les tapamos podrían terminar cogiendo algo de frío - se preocupó Hedelia, levantándose para echar a las humanas la colcha por encima.

  • Ofrecían un lindo espectáculo, no lo eches a perder tapándoles - le regañó Óscar.

  • No lo he echado a perder - se defendió Hedelia, haciendo invisible el edredón.

  • Se me ha ocurrido una idea - dijo él, tras un breve silencio durante el que todos se entretuvieron mirando cómo dormían las humanas

  • ¿ Por qué no aprendo a asumir la apariencia de las tres ? Antes hice uso de mis poderes metamórficos, y me he quedado con ganas de experimentar un poco más.

  • Buena idea, nosotras te guiaremos - le dijo Hepente.

La primera apariencia que aprendió a asumir fue la de Alicia ( de todas ellas, era la que conocía desde hacía más tiempo ), y después la de Laura. No quiso pasar por alto el menor detalle, así que se hizo crecer el provocativo felpudito que ambas lucían en el pubis, estableciendo cuidadosamente su color, grosor y rizado ( era más sencillo de lo que supuso ). Le llevó un rato lograr replicarles a la perfección ( obviando el pequeño detalle de que él tenía himen ), pero a partir de entonces ya no tendría problemas en imitar su apariencia. Replicar a Esther no le fue posible, pues la imagen que de ella tenía en su mente era demasiado reciente, y aún le faltaba mucha práctica: logró aproximarse bastante, pero incluso Julián era capaz de encontrar diferencias.

Dando por finalizado aquel breve entrenamiento, Óscar y Julián resolvieron algunas dudas que las deluyrei y Darlane tenían acerca de la historia reciente de su mundo. Mientras charlaban de esto y aquello, Óscar fue acomodando en su regazo a una de sus congéneres, amamantándoles para asegurarse de acelerar al máximo su desarrollo. El tiempo fue pasando, y finalmente fue hora de llamar a la pizzería, haciendo un pedido aún más abundante que la tarde anterior ( Darlane comía por tres personas normales, y probablemente las humanas estuviesen especialmente hambrientas después de tantas emociones ).

Alicia se despertó cuando colgaron el teléfono, y con sus movimientos despertó a Esther y a Laura. Se sentían bastante repuestas, aunque el cuerpo aún no les pedía sexo. Óscar les enseñó sus avances, y ellas quedaron francamente impresionadas cuando se vieron ante lo que parecía una copia exacta suya. A Fernando le debían quedar para llegar unos quince minutos cuando Ciríe, que había estado sondeando telepáticamente los alrededores en busca de sus compinches, anunció:

  • Acaban de llegar los detectives. Un hombre y una mujer. Han venido en coche, y han estacionado a dos manzanas de aquí.

  • Ya les he localizado - dijo Óscar - Qué curioso, no soy capaz de leer nada de la mujer, es como si no estuviese allí: de no ser porque él le percibe, no sabríamos de su presencia.

  • No me extraña que no le sintamos - dijo Hepente, tras enviar su cuerpo astral para echar un vistazo - Porta un artefacto mágico con ciertos poderes protectores, y es eso lo que está cerrando su mente ante nuestra telepatía ( se trata de una pulsera, y la lleva en el tobillo derecho ).

  • No me gusta nada su aura - dijo Darlane - O esa tipa está completamente podrida, o yo no soy una ángel.

  • Tienes razón, irradia maldad - concedió Sarigza.

  • Pues es no es todo - dijo Hepente - Acabo de identificar la signatura energética del artilugio que lleva encima: tal y como me temía, fue creado por la neharai.

  • ¿ Cómo puedes estar tan segura ? - se extrañó Julián.

  • Permanecimos siglos encerradas en uno de los monolitos que creó, tuve tiempo más que de sobra para familiarizarme con sus abominables emanaciones.

  • En ese caso, ya sabemos para quiénes trabaja - dijo Alicia

  • Malditas sean todas ellas...

  • ¿ Qué podéis decirnos del tipo ? - les preguntó Esther.

  • Siento un gran dolor en él, recientemente ha perdido a alguien que le era muy preciado - repuso Ciríe.

  • Se trataba de su mujer - añadió Óscar - Ha desaparecido, y le está buscando.

  • Qué raro, parece honrado - se extrañó Hepente - Es más, me cae bien...

  • Soy del mismo parecer - coincidió Hedelia - ¿ Por qué estará trabajando para la matriarca oscura ?

  • Quizá le hayan obligado a ello - aventuró Julián.

  • Eso mismo pensamos nosotras al principio, pero no parece haber sido coaccionado - le dijo Sarigza.

  • Más aún, su mente no ha sido manipulada - agregó Darlane.

  • Él sí que es detective, pero ella no - averiguó Albarí - Se supone que le está ayudando a buscar a su mujer, que también es amiga suya... o eso dice. Creo que es así como se ha ganado su confianza.

  • ¿ Por qué no vais a por la tipa esa y le interrogáis ? - les preguntó Laura.

  • Si lo hacemos, el artefacto que lleva podría alertar a la neharai - dijo Hepente.

  • Pues escacharrádselo - insistió la joven.

  • No es tan sencillo - le dijo Darlane - La matriarca podría haberlo diseñado de modo que su destrucción se dejase sentir desde cualquier punto de este planeta por ella, su creadora. De hecho, ante cualquier amenaza significativa podría darle un aviso... a menos, claro, que se encuentre en un lugar sobrenaturalmente protegido.

  • Como por ejemplo esta casa - se le adelantó Hepente.

  • Eso es. Sólo tenemos que atraerle hasta aquí, aunque para eso Alicia u Óscar deberán autorizarle a entrar, o el hechizo que pesa sobre la finca le vedará el acceso.

  • ¿ Qué haréis con ella cuando entre ? - quiso saber Esther.

  • Lo que se nos antoje, pues quedará completamente a nuestra merced - dijo Ciríe - Probablemente juguemos un poco con ella antes de ponernos realmente serios...

  • Será mejor que ventilemos un poco esto - propuso Óscar.

  • Sí, y también deberíamos recoger - dijo Alicia.

Todos colaboraron, por lo que el salón no tardó en quedar listo para recibir la inminente visita. Óscar decidió metamorfosearse en Alicia para poder hacerse pasar por ella: los demás se acomodaron en el salón, pues no querían perderse el espectáculo... aunque Fernando no les vería, pues se hicieron invisibles. El patriarca se puso únicamente un tanga con el que disimular su virginal sexo ( para evitar que se desencadenase su menarquía, no se dotó de ovarios ni útero ).

Al poco de ultimar los preparativos, el joven llamó a la puerta. Llevaba encima una cámara oculta, además de un micrófono inalámbrico ( con éste último, mantendría informados a los del coche ). Óscar se valió del portero automático para abrir la puerta de la finca, y Fernando la dejó entreabierta poniendo disimuladamente en el pestillo un pedazo de cinta aislante ( el detective le había sugerido que lo hiciera, a fin de facilitar su rescate en caso de que las cosas salieran mal ).

  • Por fin estás aquí, esclavo - le dijo Óscar cuando le abrió la puerta del chalet.

  • Me he dado toda la prisa que he podido - se disculpó él, mirando nervioso hacia atrás.

  • Pasa, campeón, que hoy la propina va a ser realmente contundente - le urgió él, precediéndole entre contoneos hacia el salón. Le dejó cerrar la puerta, dándole así ocasión a bloquear su pestillo con otro pedazo de cinta.

  • Hoy estás realmente preciosa, ama - le dijo Fernando, dejando el copioso pedido sobre la principal mesa del salón, en la que había un enorme bulto tapado con una gruesa tela. Incapaz de discernir qué había debajo por las formas que imprimía en el tejido, le preguntó - Ama, ¿ qué tienes ahí debajo ?

  • El instrumental que hoy usaré contigo.

  • Oh. ¿ No es mucho ?

  • Supongo que sí, pero es que hoy va a ser un día muy especial.

  • ¿ Por qué está eso ahí ? - indagó él, señalando la cama de Laura.

Aunque habían retirado los juguetes y las colchonetas, dejaron la cama de Laura, quitándole las sábanas y la almohada. Habían cubierto el colchón con un forro impermeable.

  • Va a ser donde juegue contigo hoy. Regocíjate, es la cama de mi hija.

  • Parece muy pesada, os ha tenido que costar un huevo bajarla.

  • No pensarás que eres nuestro único esclavo...

  • Entiendo. Si no es indiscreción, ¿ por qué es tan enorme ? Hay muchas camas de matrimonio que son menores.

  • Si son más pequeñas es porque son tan sólo para dos personas, y Laura rara vez se conforma con un solo amante... o esclavo, según se tercie. Como podrás apreciar, tiene una estructura realmente robusta, ideal para inmovilizar a alguien en ella. Ponte de rodillas y bésame un poquito los pies para agradecerme el privilegio de dejarte usarla. Las manos a la espalda, no te permito que me toques.

  • ¿ Donde está tu hija ? - le preguntó él, temblándole la voz, antes de arrodillarse.

  • En casa de unos amigos, tardará un buen rato en venir. No te preocupes, ella también jugará contigo.

  • ¿ Significa eso que estamos solos ?

  • Por el momento sí. Vamos, no te hagas más de rogar y adórame los pies.

  • Te has quitado el esmalte de las uñas - apreció Fernando, lamiéndoselos con gentileza.

  • Así me las podré pintar más tarde con tu sangre - se hizo el gracioso Óscar - ¿ Hay algún problema en ello ?

  • Claro que no, ama...

  • Bien. Desnúdate de inmediato, que el tálamo de mi hija te espera.

  • Como desees...

  • Vaya, veo que se te ha puesto bien dura - apreció Óscar cuando el sexo de Fernando quedó a la vista.

  • Es difícil no empalmarse estando ante una hembra como tú - le dijo él.

  • Lo sé, cerdito. Como sin duda habrás imaginado, voy a encadenarte a la cama, con los brazos y piernas bien separados. Hoy estarás completamente a mi merced, como ha de ser. Al principio te pondré boca arriba, pero luego te giraré, pues es mi deseo reventarte el culo.

  • Aún me duele de ayer...

  • ¿ Acaso no te gustó ?

  • Sí, pero me lo dejasteis roto...

  • Tranquilo, eso se arregla con un poco de bricolajecasero

  • dijo Óscar, echando una fugaz pero significativa mirada a la mesa. A Fernando, por algún motivo, le inquietó bastante aquel gesto.

Poco después, el joven estaba encadenado a la cama de Laura, con brazos y piernas en cruz, y entonces Óscar le dijo, con aire casual:

  • Quizá sea justo que sepas que ya no saldrás de esta casa, al menos vivo.

  • ¿ Cómo dices ? - se asustó él.

  • Nos hemos hartado de ti y de tu falta de entrega, y hemos encontrado ya un sustituto - le dijo Óscar, acercándose a la mesa y levantando la tela. A Fernando se le aflojó la vejiga cuando vio lo que había debajo: entre otros muchos objetos de propósito nada evidente, había sierras, mazos, cuchillos, alicates, tenazas, prensas, clavos, cepos, una taladradora, un estación soldadora por arco, un soplete, instrumental médico vario, y cinco enormes frascos de cristal dentro de cada uno de los cuales había, sumergida en un líquido aceitoso...

  • ¿ Qué hay en esos frascos ? - se horrorizó él, negándose a aceptar lo que estaba viendo.

  • Oh, sí, te presento a tu antecesor - le dijo Óscar, alzando uno de los recipientes. Tenía una cabeza humana dentro, y a juzgar por la espeluznante expresión de su rostro, el pobre desafortunado al que perteneció no debió tener una muerte precisamente indolora - Este es Luis Alfonso, y le sacrificamos tras tres meses de torturas constantes. Es el que más nos ha durado hasta ahora; contigo intentaremos batir su marca.

  • ¡ Oh, dios, dios ! - chilló él - ¡ Suéltame, psicópata ! ¡ Para tu información, hay gente que sabe que estoy aquí !

  • ¿ Te refieres a esas niñatas que te han ayudado a simular que sigues trabajando en la pizzería ? - rió Óscar, levantando otro de los frascos - ¿ Esas mismas que nos ayudaron a destripar a nuestro querido Marcos Vicente y que me han suplicado que les deje reventarte los cojones con la prensa ?

  • ¡ No te creo, puta loca ! ¡ Son mis amigas, y una de ellas es hermana mía !

  • ¿ Ves esto de aquí ? - le dijo Óscar, cogiendo lo que parecía ser un pedazo de goma y metiendo los dedos por debajo: era una careta...

  • ¡ Mierda, soy yo !

  • Es sólo una de las muchas reproducciones de tu rostro que hemos hecho: ¿ a que se ve realista ?

  • ¿ Para qué coño las queréis ?

  • Algunas de nuestras amiguitas tienen una constitución muy similar a la tuya. Caracterizadas de ti, se dejarán ver por algunos sitios, despistando a la policía cuando comiencen a investigar tu desaparición. No es la primera vez que lo hacemos, y siempre nos ha dado un resultado excelente.

  • Pero, ¡ mi hermana no puede estar metida en esto !

  • ¿ Eso crees ? - rió Óscar, dejando los frascos sobre la mesa y cogiendo un sobre. Acercándose a Fernando, le mostró su contenido: eran fotos de su hermana y Laura, haciéndose el amor.

  • ¡ No, no puede ser ! - lloriqueó Fernando.

  • ¿ Llorando ya, sin haber aún empezado ? - le regañó Óscar, acercándose a la mesa y cogiendo una cizalla - Eso no puede ser; si has de llorar, te daré algún motivo. ¿ De cuál dedito quieres desprenderte primero ?

  • ¡ Socorro, entrad los dos ya, esta demente me va a amputar un dedo ! - reaccionó por fin Fernando.

  • ¿ Se puede saber con quiénes hablas ? - se extrañó Óscar, trabando el meñique de su pie derecho con las hojas de la cizalla, por el momento sin apretar aún.

En ese momento, el detective irrumpió en el salón, apuntando a Óscar con una pistola y gritándole:

  • ¡ Quieta, maldita fulana ! ¡ Como muevas un pelo, te frío !

  • ¿ Quién coño es usted, y qué hace en mi casa ? - se molestó Óscar, agitando con aire un tanto amenazador la herramienta - ¿ No ve que estoy jugando con mi invitado ?

  • Baja el arma, Antonio - le dijo de improviso su compañera, posando un pequeño revolver en su espalda.

  • ¿ Qué significa esto, Begoña ? - se alarmó él.

  • Significa que has ido demasiado lejos - le dijo ella, aprovechando su desconcierto para desarmarle, poniéndole con sorprendente habilidad un par de esposas y tirándole al suelo. El tal Antonio se intentó levantar, pero su traicionara compañera le apuntó con el arma que le acababa de quitar ( mucho más contundente que la suya ), y él no tuvo más remedio que desistir.

  • ¿ Quienes sois ? - le preguntó Óscar, molesto.

  • Este pringado es un detective que está investigando a tu madre, y yo soy una de sus colaboradoras - les explicó Begoña.

Resulta que a Remedios se le había ocurrido la idea de usar detectives para protegerse: les motivaban para buscar pruebas contra ellas, descubriendo amablemente sus escasos puntos débiles ( tanta atrocidad siempre terminaba dejando algún que otro cabo suelto ), y cuando lo hacían les mataban, ocultando las pruebas por ellos obtenidas. Begoña, amante de una de sus hijas e integrante de su maligna cofradía, ya lo había hecho dos veces, siendo Antonio su tercera víctima. Se hizo amante de su mujer, que era presidenta de una organización feminista: con tan prometedor currículum, pensaron que podrían captarle para su causa. La idea era manejar entre ambas a su marido, que finalmente esclavizarían.

Sin embargo, Lidia ( así se llamaba ), no estuvo a la altura, negándose a participar en algo así, y tuvo que ser silenciada. Begoña, que hasta entonces se había hecho pasar por una amiga íntima de su mujer, consoló a Antonio cuando ella desapareció, asegurándose de encauzar sus pasos hacia Remedios, aunque ocultándole el vínculo que a ella le unía. El tipo realmente amaba a su esposa, de modo que se empleó a fondo... demasiado a fondo, como había quedado demostrado. Era por tanto hora de acabar con él, buscándose a otro sabueso.

Óscar le fue sonsacando detalles a Begoña, ante la horrorizada e impotente mirada de Fernando y Antonio, que por cierto vomitó cuando supo qué le habían hecho a su mujer. Aún seguía viva, presa en la mansión de Inmaculada, pero le habían amputado brazos y piernas, habiéndole sacado los ojos.

  • Sus extremidades se las dimos como pienso al resto de nuestros esclavos, pero no sufras por sus ojos, pues los hemos conservado - le dijo Begoña a Antonio, metiendo las manos debajo de la amplia falda que llevaba a fin de acceder a su vagina, de la que extrajo dos esferas de apariencia realmente sospechosa. El detective no tardó en identificarlas como los ojos de su mujer ( su color no era demasiado habitual, y además el derecho tenía una vistosa mácula con forma de estrella cerca del borde del iris ).

  • ¡ Os maldigo a todas ! - logró articular, presa de la desesperación.

  • ¿ Cómo es que no se han podrido ? - quiso saber Óscar.

  • La gran jefa hizo alguna de sus brujerías con ellos. Salta a la vista, ¿ no crees ?

  • Muy graciosa - rió Óscar ( estaba descompuesto, pero se las arregló para seguir representando su papel ).

  • Tu madre se va a llevar una gran alegría cuando sepa que por fin te has convertido en una de nosotras - le dijo Begoña, señalando a la mesa - Menudo tinglado tienes montado aquí. ¿ A cuántos has liquidado ya ?

  • No muchos, sólo quince.

  • ¿ No has conservado la cabeza de los demás ? - le preguntó ella, tras silbar con una mezcla de asombro y aprobación.

  • Antes mi técnica dejaba mucho que desear, y quedaban demasiado deteriorados como para que mereciese la pena guardar sus melones a modo de trofeo. Me conformé con preservar sus cráneos.

  • ¿ Cómo los limpiaste ?

  • Hice uso de escarabajos necrófagos, y luego les di un baño de lejía para blanquearlos, usando también bicarbonato: me han quedado preciosos.

  • Tú sí que eres preciosa - le dijo Begoña, arrastrando a Antonio a la cama y usando otras esposas para sujetarle a uno de los barrotes.

  • Vaya, gracias. Tú tampoco estás nada mal. Por cierto, ¿ qué es ese bulto que apareció en tu entrepierna cuando te hurgaste bajo la falda ?

  • Nada que deba importarte - se apresuró a decirle Begoña, intentando disimular su creciente erección - Por lo que sé, tú jamás fuiste iniciada, de modo que no me creerías...

  • Déjate de rodeos - le cortó Óscar - La neharai te puso una tranca con uno de sus pepinos, ¿ no es eso ?

  • ¡ Sabes de su existencia ! Pero, yo creía que tú habías sido dejada al margen...

  • Ya ves que no. Se me dijo que fingiese no saber nada, y eso he hecho hasta la fecha.

  • Me molesta un poco que nuestra querida matriarca me haya engañado de ese modo.

  • Sus motivos tendrá, ¿ no crees ?

  • Supongo que sí. ¿ Qué te parece si hacemos un bollo antes de comenzar a torturar a esos dos ? Todo este asunto me ha puesto muy cachonda.

  • No es mala idea. Venga, déjame ver qué escondes bajo esa ropa.

  • Si insistes - le dijo seductoramente Begoña, comenzando a desnudarse con sensualidad.

  • Buena pieza, sí señor - dictaminó Óscar cuando la intrusa estuvo desnuda. De un metro sesenta y poco, tendría cerca de ciento diez de busto y unas caderas ciertamente incitantes. Pelo castaño, relativamente corto, ojos azules y bastante expresivos, piel homogénea y deliciosamente bronceada, muslos apetecibles, rostro muy lindo ( era casi infantil, y en él se apreciaba cierta ascendencia suramericana ), un sutil aire a marimacho... y una tremenda verga justo encima de la vagina, con cuyos genitales la tapaba por completo ( con razón le había costado tanto sacarse los ojos ). Tenía artísticamente tatuado, en la mitad, el símbolo astrológico de Venus, detalle que le llamó mucho la atención - Oh, y hermosa trompa.

  • Gracias.

  • ¿ Qué significa ese tatuaje ? - le preguntó Óscar.

  • ¿ No lo sabes ?

  • No: como ves, tú no eres la única a la que se le han ocultado cosas.

  • Verás, la neharai nos ha puesto rabo a algunas de nosotras para que nos hagamos pasar por travestidos ( es por ello que se ha asegurado de que nuestros cojones nos tapen la raja en condiciones normales ). Nos encargamos de humillar a los esclavos de nuestras restantes socias, que nos tratan como a sus iguales ante ellos. Además de abusarles sin cesar, reventándoles una y otra vez el culo y la boca, les hacemos creer que si se travisten, rebajándose al máximo y renegando de su condición masculina, podrían ganarse el honor de ser bautizados como hembras, librándose de sus suplicios e incluso gozando a partir de ese momento del mismo estatus que sus amas... o que nosotras.

  • Cosa que jamás ocurrirá, por mucho que se esfuercen - dedujo Óscar.

  • Exacto. ¿ No es deliciosamente cruel ? Muchos lo han dado todo para ser dignos, humillándose hasta lo indecible e incluso traicionando a los que amaban: sólo al final, cuando por su propia voluntad se han visto reducidos a lo más bajo, les contamos la verdad. El tatuaje es para que no les quepa duda de que se nos ha aceptado como chicas. Nos hacemos llamar las verdugasvergudas .

  • Gracioso nombre, y muy apropiado.

  • ¿ Qué te parece si en vez de meternos en una habitación nos lo montamos delante de ellos ? - le preguntó Begoña, señalando a la cama - Hagamos el amor en sus narices, será divertido.

  • Yo jamás haría el amor con una degenerada como tú: a lo sumo te violaría - le espetó Óscar, harto ya de seguirle el juego ( ni que decir tiene, borró por completo la sonrisa que tanto esfuerzo le había costado mantener ).

  • ¿ Cómo has dicho ? - se sorprendió Begoña.

Óscar se bajó el tanga y recuperó súbitamente su aspecto habitual, para pasmo de los tres invitados.

  • ¿ Quién... qué eres ?

  • Un deluyrei. Supongo que la matriarca oscura, esa a la que tú llamas la gran jefa, os habrá hablado de nosotros...

  • ¡ Os mató a todas ! - se asustó Begoña, retrocediendo aterrada hacia el aparador donde había dejado tanto su arma como la de Antonio.

  • Lo hizo, pero algunas de nosotras hemos sido resucitadas hace no mucho - le dijo Ciríe, tornándose visible. Estaba justo delante del mueble, con sus alas lumínicas desplegadas, y le impedía llegar a las armas.

  • Pero, se supone que los deluyrei no torturáis ni matáis a la gente... - balbució ella, señalando a los frascos que contenían los supuestos trofeos de Alicia.

  • Y así es, pues somos defensores del Bien - le dijo Hepente, recobrando la visibilidad junto a la mesa y atravesando con la mano uno de los frascos - No pensarás que esto de aquí era real, ¿ verdad ?

  • Ni eso, ni las caretas, ni las fotos que enseñé a Fernando

  • dijo Óscar, y justo en ese momento todo ello se desvaneció ( junto a buena parte de lo que supuestamente había sobre la mesa ).

  • ¡ Era una ilusión que hicisteis con vuestras alas lumínicas ! - comprendió Begoña ( era evidente que sabía bastante de ellos ).

  • Has sido muy mala, humana, y lo vas a pagar caro - le dijo Hedelia, apareciendo a medio metro de ella ( ella también había manifestado las alas lumínicas, aunque Ciríe fue la que se encargó de generar la mayor parte de los hologramas ).

  • ¡ Atrás todos ! ¡ Estoy protegida, no podéis hacerme nada, y si lo hicieseis nuestra matriarca se enteraría !

  • Quítate la pulsera que te dio - le ordenó Sarigza, recuperando la visibilidad a su lado - Te lo ordeno en nombre de nuestra señora, Afrodita.

  • ¡ Jamás ! - exclamó ella, corriendo hacia la puerta.

Óscar extrajo sus alas teletransportadoras y se trasladó al vestíbulo: la humana tropezó con él, cayendo al suelo.

  • Es hora de sufrir, engendro de Satanás - le dijo, alargando el cabello y enrollándolo a su cuello. Le levantó y volvió a meterle al salón.

  • Ten cuidado no le partas el cuello - le previno Alicia: ya era visible, al igual que el resto de los presentes, pero hasta ese momento ni Antonio ni Fernando habían reparado en ella.

  • ¡ Estás aquí ! - exclamó el repartidor - ¡ Y Laura también ! ¿ Qué significa todo esto ?

  • Es muy largo de explicar - le dijo Alicia, comenzando a desencadenarle - Confórmate de momento con saber que no te va a pasar nada malo, y al detective tampoco.

  • ¿ Por qué no usas con ella tu fluido paralizante, papá ? - le propuso Laura a Óscar - Quedaría hecha un guiñapo, incapaz de defenderse mientras le castigamos a placer.

  • Buena idea - dijo él, haciéndose crecer del dorso de la mano derecha una flexible rama de casi dos metros de longitud, repleta de diminutas pero afiladas púas, y descargando un trallazo en aquella facinerosa.

Los pechos, muslos y cintura de Begoña quedaron llenos de aparatosas llagas, pero su expresión pronto dejó de reflejar dolor, pues incluso los músculos del rostro habían dejado de responderle. Debido a su enojo, Óscar no se refrenó tanto como debiera haberlo hecho, provocándole una hemorragia excesiva. Le soltó del cuello, restableciendo el aspecto normal de su pelo, y ella cayó como un fardo, quedando bastante magullada por el golpe. No podían permitirse que se les muriese desangrada, de modo que Ciríe cerró sus heridas más severas con unas gotas de su orina.

Sarigza se acercó a Begoña con cara de pocos amigos y le pateó los testículos, siendo imitada por las humanas, que también le patearon en los costados y los pechos ( estaba tan dolorida y aterrada que se orinó, derramando unos enormes lagrimones, pero eso no iba a detener a sus agresores ). Evidentemente, su minga se había deshinchado ( el terror acostumbra a ser desastroso para la libido ), pero Óscar hizo surgir una gota de su fluido afrodisíaco por una de las espinas de su rama ( que aún no había desvanecido ), y se la inyectó en el cuello.

  • ¿ Más paralizante ? - se interesó Julián.

  • No, afrodisíaco - le dijo Óscar, señalando a la porra de Begoña, que en escasos segundos se puso como un garrote de tiesa, babeando líquido preseminal a espuertas.

  • Y eso, pese a estar muerta de miedo - se asombró Alicia, clavando sus uñas en los pezones de Begoña hasta hacer que le sangrasen: pese a ello, siguieron igual de tiesos.

  • No sabía que hiciese efecto administrándola por vía intravenosa - dijo Esther.

  • Ni yo, tan sólo estaba experimentando con ella - reconoció Óscar - A fin de cuentas, ¿ no es eso lo que se hace con los animales ?

  • Se me ha ocurrido un castigo muy divertido - dijo Hepente, sacando de su dispositivo de almacenaje un lingote de cristal.

Moldeando parte del mismo por medio de su poder de control de fluidos, constriñó brutalmente el miembro de la humana contra sus genitales: seguía completamente inflamado, pero se veía obligado a permanecer hecho un ovillo en su cristalina prisión, lo cual le provocó un tremendo dolor. Pero el castigo no terminaba allí: la hechicera moldeó varias docenas de esferas, huecas, y se las fue metiendo en el coño hasta que ya no le entraron más, sellando entonces sus labios internos por medio de un poco de baba de zup.

Las bolas eran muy finas, y por consiguiente frágiles. Darlane, comprendiendo las intenciones de la deluyrei, manifestó su tranca y comenzó a sodomizar a Begoña ( se puso una bien grande, pues quería destrozarle el culo ). Conforme iba bombeando en sus entrañas, las bolas se rompían dentro de su vagina, provocándole innumerables y dolorosos cortes.

Óscar se volvió hacia Hedelia con la intención de preguntarle si quería unírseles, pero la deluyrei negó quedamente con la cabeza. Le habría gustado mucho participar, pero Antonio estaba emocionalmente destrozado, así que se le había abrazado para consolarle, susurrándole al oído palabras de ánimo mientras se valía de la telepatía para amortiguar su angustia. Los ojos de su esposa seguían sobre la cama, que era donde Begoña los había dejado tras enseñárselos, pero él no podía verlos, y no por la posición, si no porque Hedelia los había tornado invisibles para que no siguiese sufriendo con su visión.

Julián le sugirió a Óscar que tomase a Begoña por la boca, y eso hizo él, metiéndosela hasta el esófago ( como ya no necesitaba la enredadera, la reasimiló ). Se había puesto una porra tan gruesa que le desencajó la mandíbula, impidiéndole respirar, así que Ciríe le hizo una traqueotomía con las uñas, cauterizando el agujero con un haz lumínico. Aquella desalmada estaba sufriendo como jamás había sufrido, pero su excitación no decaía ni un ápice a causa del afrodisíaco que le había sido administrado. A aquel ritmo, no tardaría en alcanzar el orgasmo, tanto vaginal como fálico ( además del rectal, pues todo parecía indicar que la neharai le había dado algunas peras con las que acondicionar su entrada posterior para el sexo intensivo ).

Castigar a aquella desalmada le estaba proporcionando a Óscar un intenso placer, y por un momento se planteó si aquello no le estaría rebajando a su nivel. Sarigza, que captó su pensamiento, le sacó de dudas: no era malo disfrutar restableciendo el equilibrio, y eso era lo que estaban haciendo martirizando a quien a tantos inocentes había martirizado.

Se negaron a que disfrutase de la violación, así que Óscar se hurgó en los oídos y se untó algo de cera en el glande, volviéndole a clavar la tranca de la boca. Cuando terminaron de gozarle, Óscar la agarró del tobillo donde tenía puesta la pulsera ( que estaba hecha a base de eslabones metálicos ), alzándole rudamente de él ( quedó boca abajo, siendo su postura de lo más incómoda, pero ese tipo de detalles no le iban a detener ). Podría haberse limitado a quitársela, pero en vez de hacerlo metió un dedo bajo ella, comenzando a tirar para partirla.

Considerando lo fina que era, así como la fragilidad del material usado para manufacturarla ( latón, aunque luego se le dio un baño de plata ), debería haber saltado enseguida. Por desgracia para Begoña, la neharai la reforzó mágicamente. Ciríe la calentó con su poder lumínico para reblandecerla, operación que a Óscar no le dañó en absoluto pero que a la humana provocó severas quemaduras.

El artefacto se fue abriendo paso por el frágil y cada vez más churruscado talón de su portadora, seccionando piel, músculos y tendones antes de ceder... momento en el que sus pensamientos quedaron expuestos ante todos los deluyrei presentes, sin olvidarnos de la ángel. Lamentaron de veras no haber destruido la pulsera antes, o cuanto menos habérsela quitado.

  • ¡ Maldición ! - exclamó Óscar de inmediato - ¡ No lo consentiré !

  • ¿ Qué pasa, Óscar ? - se alarmó Julián, pero Óscar ya no estaba allí.

La neharai de vez en cuando asesinaba a algunos de sus esclavos, pero tres veces al año hacía sacrificios humanos en toda regla, matando como mínimo a cuatro hombres y a una pagana ( así era como a veces llamaba a las mujeres que no creían en la inferioridad del macho ). Solía hacerlo en navidad, en pleno agosto y en semana santa, habiendo elegido aquellas fechas para facilitar la asistencia de todas sus seguidoras. Pues bien, días atrás había adelantado los sacrificiosinvernales , y se estaban celebrando en aquel preciso instante ( Begoña tenía previsto asistir, pero surgió lo de Fernando y se tuvo que quedar con las ganas ).

Segundos después, Óscar estaba en la finca ( casualmente no muy lejos de donde tiró el anillo, detalle en el que, dado su nerviosismo, no reparó ), y envió su cuerpo astral para localizar el lugar donde se estaba oficiando la sacrílega ceremonia. Resultó ser una enorme sala ubicada en uno de los muchos y lóbregos sótanos con los que contaba la mansión ( después de que Inmaculada la modificase, claro, pues nada de aquello era obra de su legítimo dueño, Luis ), y en ella había como mínimo doscientas personas.

Los hombres estaban atados, de rodillas al lado de sus amas, y estaban llenos de llagas, moretones y quemaduras ( muchos exhibían terribles cicatrices, y no pocos habían experimentado alguna que otra mutilación ). A juzgar por lo recientes que eran muchas de sus heridas, era evidente que antes del sacrificio se habían divertido un rato con ellos. Abundaban los dispositivos de castidad, y la inmensa mayoría tenía el trasero profanado con un consolador, llevando abrebocas. Estaban tatuados, llenos de aros y adornos metálicos, y su angustia era tan intensa que golpeó la mente de Óscar como un mazo.

La decoración era tétrica, y el ambiente sórdido. También había esclavas, y recibían el mismo trato que aquellos a los que habían intentado proteger. En cuanto a las amas, lucían sugerentes trajes de cuero o látex ( orlados a menudo con púas metálicas ), y disfrutaban intensamente con el inhumano espectáculo con el que les estaba obsequiando la neharai, que ya había matado a su primera víctima... no sin antes hacerle padecer innombrables tormentos. En ese preciso instante, oraba a Khali con el corazón y los genitales del sacrificado, aún calientes, en sus manos. Estaba demasiado distraída como para detectar la rápida exploración astral de Óscar, que apareció tras ella y le flageló con una nueva enredadera que se había hecho surgir ( era mucho más resistente que la que había usado para paralizar a Begoña: ni que decir tiene, las espinas eran más fuertes, además de grandes, y estaban colmadas de fluido paralizante ).

A la matriarca oscura se le cayó al suelo su macabra ofrenda, y a duras penas logró darse la vuelta para encarar a su enemigo. Ella también tuvo el sueño que tuvo Óscar, aquel en el que se enfrentaban ambos, pero, en su engreimiento sin par, se negó a creer que pudiese ser premonitorio: ¡ un insignificante macho jamás podría derrotarle, y menos con tanta facilidad como lo hacía aquel ! ¡ Además, no existían patriarcas deluyrei !

Cayó contra el ensangrentado altar, indefensa, y de allí resbaló al suelo. Sólo entonces Óscar se fijó en el muerto: ¡ era Andrés ! ¡ Y su familia al completo había presenciado su asesinato ! Vicente y Jordi se contaban entre los esclavos, hallándose en primera fila, y los rostros de ambos aún estaban llenos de lágrimas ( de lo que se deducía que Jordi no estaba drogado ). Las gemelas también estaban presentes, a su lado, y hasta que Óscar apareció sus caras habían mostrado una amplia sonrisa. En cuanto a Raquel...

Para su sorpresa, captó dos pautas mentales en ella. Era como si tuviese dos personalidades. Una de ellas, que él intuyó como la original, era benigna, habiendo sido sojuzgada por otra... la cual, por cierto, parecía haber sido creada artificialmente. Su aura era desconcertante, parecía ser el resultado de mezclar las emanaciones espirituales de una buena persona con las de una repelente y odiosa sádica. La Raquel buena sufría tanto que de haber tenido el control de su cuerpo se habría quitado la vida sin dudarlo, y la Raquel malvada, sabiéndose en peligro, estaba aterrorizada.

Muchas de las invitadas estaban a un tris de salir corriendo, pero Óscar se valió de la telepatía para perturbar su sistema locomotor, dejándoles clavadas en el sitio y diciéndoles:

  • Quietas, brujas, u os abro en canal.

Recogió el corazón y la bolsa escrotal de sobrino político, colocándolos con delicadeza sobre su destrozado pecho, y cerró con manos temblorosas sus ojos. No pudo evitar reprocharse su demora: si no le hubiese dado por jugar con Begoña, Andrés seguiría vivo. La culpa le corroía tanto que poco le faltó para ponerse a llorar, y se desquitó pateando con saña el rostro de la neharai, aún a sus pies.

Había dos braseros a ambos lados de la plataforma donde se alzaba el altar. Eran de hierro, y en ellos se quemaba incienso mezclado con... ¿ semen humano ? Airado, descargó un potente latigazo contra el más cercano, partiéndolo por la mitad. No se conformó con eso, golpeándolo hasta que quedó reducido a un humeante montón de chatarra ( el otro no lo partió, limitándose a tirarlo ).

En aquel momento llegó Ciríe, acompañada por las restantes deluyrei y por la ángel ( que se encargó de teletransportar Hedelia ). Si habían tardado tanto fue porque las hechiceras decidieron extraer de sus respectivos dispositivos de almacenaje sus mejores armas mágicas, repartiéndolas entre todas y explicándoles brevemente su manejo ( Sarigza, por su parte, comenzó a orar a Afrodita para pedirle ayuda, y aún estaba en ello cuando llegaron ).

  • Tantas precauciones para nada - dijo Darlane al comprender que Óscar ya había dominado la situación.

El patriarca repasó con su mirada a aquella jauría de bestias mientras planificaba cómo les castigaría, pero un silbido interrumpió sus meditaciones. De algunas de las espinas de su enredadera ( que había dejado sobre lo que quedaba del malogrado brasero ), se desprendía un chorro de vapor. El carbón, todavía incandescente, había hecho hervir el fluido paralizante dentro de sus minúsculas glándulas, produciendo éste una aguda nota al salir por las espinas ( la rama en sí no sufrió daño alguno: más aún, pese al duro trato recibido no se le habían desprendido ni hojas, ni espinas, ni yemas ).

El gas se esparció con rapidez, y aquellos que lo inhalaban se veían de inmediato afectados, disminuyendo su tono muscular hasta tal punto que terminaban cayendo ( su parálisis, al estar el fluido tan disperso, no era total, pudiendo entre otras cosas hablar, pero si querían salir de allí tendrían que hacerlo arrastrándose, lo cual les llevaría un buen rato ).

  • No lo respires, Darlane - le previno Fasme.

  • Ya lo he hecho, pero parece que no me afecta - le dijo ella.

  • Es posible que nuestro fluido paralizante no afecte a quien nosotros no queramos que afecte - aventuró Hedelia, inhalando una vaharada que no le surtió efecto alguno ( lo cual no validó su teoría, pues estaba convencida de que eran inmunes a su propio fluido paralizante, y más en dosis tan irrisorias... como en efecto ocurría ).

  • Yo también lo creo así - dijo Ciríe.

  • ¿ Que os parece si liberamos y curamos a toda esa pobre gente ? - les propuso Óscar.

  • Será lo mejor - dijo Sarigza, interrumpiendo sus rezos.

  • Andrés lleva muy poco rato muerto, aún estamos a tiempo para resucitarle - dijo Ciríe, acercándose al altar.

  • Ignoraba que pudiésemos resucitar a los muertos.

  • Nuestra orina es capaz de regenerar tejidos muertos, siempre que no estén excesivamente deteriorados, y por el momento apenas se ha producido necrosis - le explicó Hedelia.

  • Lo sé, me lo contó Ciríe, pero no pensé que también actuase sobre un cadáver.

  • Pues sí que lo hace, aunque nos es imposible resucitar a alguien que lleve demasiado tiempo muerto.

  • ¿ Cuánto es demasiado tiempo ?

  • Si la actividad bacteriana, la temperatura y la humedad ambiente son más o menos normales, el cuerpo no ha sufrido aún el ataque de ningún carroñero, y los daños que le condujeron a la muerte no son generalizados, del orden de doce horas - le explicó Hepente - En tu caso, tres días.

  • Eso son sólo seis veces más que vosotras, que no diez.

  • Cierto, pero has de considerar que la degradación de un cadáver no es una función lineal respecto al tiempo - le dijo Hedelia.

Ciríe orinó dentro del corazón de Andrés ( que empezó a latir, aunque por el momento tan débilmente que no logró expulsar el benéfico elixir ), y lo introdujo rauda en el boquete que se le había practicado para arrancarlo. Ya dentro del cuerpo, las sacudidas del órgano se hicieron cada vez más enérgicas, regando con su contenido ( que fue cargado con tanta energía curativa como le fue posible ), la ensangrentada cavidad. Los tejidos se alinearon por sí mismos, cerrándose, y Andrés comenzó a respirar.

  • Tardará un rato en recuperar la conciencia, y cuando lo haga estará muy confuso, pues su muerte no fue precisamente grata - le dijo Ciríe.

  • ¡ Cuidado, Óscar ! - le previno Darlane.

Aprovechando que sus enemigos estaban distraídos con Andrés y los demás, la matriarca oscura manifestó sus alas teletransportadoras ( también se veían afectadas por la parálisis, pero eso no le impedía desplegarlas, y en cualquier caso no tenía necesidad de moverlas para usarlas ). Óscar, que aún estaba a su lado, hizo lo único que podía hacer: aprovechando que tenía sus propias alas teletransportadoras aún puestas, trabó su poder con el de la neharai.

Sin proponérselo, había entablado con ella un duelo de poderes, y no podía permitirse perderlo. Si su maligna enemiga lograba huir, no importa hacia donde, ganaría unos segundos preciosos, y eso le permitiría teletransportarse más veces, incrementando exponencialmente su ventaja ( aquello no sucedería si pudiesen localizar en el acto su nueva ubicación, pero lamentablemente no era el caso ).

Peor aún, para obligarles a suspender la búsqueda podría dejar un rastro de destrucción por donde quiera que pasase. Por poner un ejemplo, bastaba con que se teletransportase al lado de un edificio importante y se llevase junto a ella parte de su estructura para derrumbarlo. Un deluyrei difícilmente podría pasar de largo sin hacer nada por las incontables víctimas que aquello produciría, y sólo era un ejemplo de las catástrofes que podría ocasionar.

Aviones que se quedarían súbitamente sin una ala, barcos a los que les saldría un enorme agujero en el casco, raíles que desaparecerían justo antes de llegar el tren, centrales nucleares cuyos reactores quedarían expuestos al aire libre, presas rotas... no, no podía dejar que se le escapase. Para cuando hubiesen solucionado los desastres que decidiese provocar, bien podría habérsele pasado el efecto de su fluido paralizante, y entonces sería aún más peligrosa ( quizá no para él, pero sí para el resto de la población terrestre ).

Óscar sentía cómo la neharai tiraba del espacio que él estaba intentando anclar a su emplazamiento original: ¡ la tensión sobrenatural era titánica ! Tras haber oficiado su blasfema ceremonia, la matriarca oscura estaba en comunión con Khali, que le enviaba toda la fuerza que podía a través de las numerosas dimensiones que separaban la Tierra de su emponzoñado reino. Óscar, al ser un deluyrei, era por definición algo más poderoso que ella, pero la diferencia no era excesiva, y él no contaba con el apoyo de una diosa ( Sarigza podría ponerle en contacto directo con Afrodita, pero le llevaría unos minutos... de los que carecían ).

Por otra parte, él era macho: ¿ supondría aquello una ventaja adicional ? Por lo que sabía hasta el momento, Afrodita parecía creer en la igualdad entre los sexos: aún a riesgo de ofenderle, esperaba que sí. Tampoco podía ignorar el hecho de que él era, en cierta forma, una especie de mutante ( si no a nivel genético, cosa que aún estaba por ver, cuanto menos sí a nivel metafísico ).

El duelo se prolongó durante casi dos segundos, que a ambos se les hicieron eternos. El tiempo parecía haberse detenido para ellos, y el espacio en conflicto se retorcía, desgarrado por la ingente presión sobrenatural. Khali estaba volcando todos sus recursos sobre la neharai, cuyos poderes se amplificaron momentáneamente mucho más allá de sus posibilidades. Pese a que las energías que le llegaban estaban muy debilitadas por la distancia, dispersándose en su mayor parte a lo largo del extenso camino que tenían que recorrer, el poder teletransportador de la matriarca oscura se multiplicó por veinte... ¡ y ni siquiera así bastaba para quebrar el de Óscar !

No obstante, bien poco debía faltar, pues sus alas daban muestras de estar al límite. Las suyas también lo estaban, pero si no lograba huir estaba perdida, de modo que decidió arriesgarse, presionando un poco más. En aquel preciso instante, los dos supieron que el don teletransportador de al menos uno de ellos se iba a quebrar por completo, borrándose para siempre.

Continuará...

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