El renacer de los deluyrei (06)

Tras una prolongada orgía, en la que goza incluso de su hija, Óscar finalmente resucita a las hermanas y sobrinas de Ciríe.

Para la completa comprensión de la presente entrega, es imprescindible leer las anteriores

Ya en la habitación, Óscar dejó en la cabecera de la cama que compartía con su mujer la jarra con los frutos que las hermanas de Ciríe le habían ayudado a germinarse, así como el tubo de gel lubricante ( casi se lo olvidó todo abajo, pues el incidente con el dispositivo de almacenaje de Hepente todavía le tenía un tanto inquieto, habiendo algo que seguía sin encajarle: Ciríe, que se había subido el artefacto en cuestión, lo dejó al lado de la jarra ).

Alicia quitó la colcha de un decidido tirón, y todos se acomodaron sobre la inmensa cama, por supuesto encima de las sábanas ( por fin comprendía su marido por qué había insistido tanto en que fuera tan grande; sólo así pudo usarla para joder con seis y hasta siete personas a la vez, sobrando aún sitio ).

  • ¿ Quieres que grabemos la juerga, cuñado ? - le preguntó Juliana a Óscar - Todas las habitaciones cuentan con al menos un par de cámaras ocultas...

  • Algunas más de cuatro, entre ellas ésta ( que tiene nada menos que seis ), la de Laura, los servicios y el salón - se le adelantó él, ya al tanto de aquello gracias a su telepatía - No las tenéis puestas, o las habríamos detectado a través de nuestra percepción exhibicionista.

  • En efecto, ahora están apagadas: el centro de mando está en uno de los pisos inferiores - le explicó Alicia.

  • Anda, ve para allá y ponlo todo en marcha tú misma, que tengo un asunto pendiente con Esther y Juliana - le pidió Óscar.

  • Pero, ¡ si llevas jugando con ellas desde antes de que viniese Fernando !

  • Cierto, pero aún no me he encargado como es debido de sus culitos - le dijo él, agitando juguetón el tubo de gel.

  • Está bien, ya me ocupo yo de todo, pero no empecéis la fiesta hasta que yo venga - transigió ella.

  • Te prometo que nadie se correrá hasta que vuelvas, pero tú tampoco has de hacerlo, ¿ de acuerdo ?

  • ¿ Por qué debería de correrme yo ? - le preguntó ella, haciéndose la inocente.

  • Porque pretendes hacer uso de alguno de tus juguetitos para mantenerte razonablemente a tono mientras te ocupas de todo.

  • Descuida, no me correré - le prometió Alicia, yendo hacia el acceso secreto más cercano, que resultó estar dentro del enorme armario empotrado con el que contaba el cuarto ( lo abrió con otro de los mandos a distancia, concretamente con el que tenían en el cuarto para manejar, entre otras cosas, el televisor que allí había: Juliana fue quien modificó los aparatos, y Óscar, que de momento no se había enterado muy bien de lo que había hecho con ellos, decidió informarse más tarde al respecto ). Antes de perderse bajo la puerta, le preguntó - ¿ Me subo una cámara con trípode ?

  • Buena idea, cariño - le dijo él, con el culo de Esther ya ante su cara.

  • No has perdido el tiempo en ponerte a cuatro patas, guarra

  • rió Ciríe, dándole un afectuoso cachete en cada nalga.

  • Óscar, ¿ podrías... ? - comenzó ella, empezando a gemir cuando Óscar le dio el primer lametón.

  • Mm, no sé qué tienes más rico, zorra, si la rajita o el ojete - le dijo al poco él, tras lamer alternativamente ambos orificios, momento en el que empezó a untarle el gel ( se recreó haciéndolo, para gozo de Esther ).

Para cuando Alicia regresó ( ella no era la que solía encargarse de aquellos menesteres, pues eran sus hermanas quienes solían dirigir las cámaras y poner los vídeos a grabar cuando la situación así lo requería, pero eso no significaba que ignorase cómo hacerlo ), Óscar estaba degustando el trasero de Juliana ( que ya había recibido su ración de gel ), mientras amasaba sus pelotas.

  • Aquí estoy - anunció ella, colocando la cámara en el lugar que se le antojó más apropiado ( asegurándose, eso sí, de que no interfiriese con las que ya estaban registrando la escena ), y poniéndola a grabar.

  • Date prisa, mamá, no puedes perderte esto - le recomendó Laura.

  • Vaya, Óscar, veo que tampoco le haces ascos al trasero de Juliana - comentó Alicia cuando se reunió con ellos en la cama, complacida de lo liberal que se había vuelto Óscar... y no poco cachonda.

  • ¿ Queréis ver cómo le como los cojones ? - les preguntó él.

  • ¡ Sí ! - exclamaron todas.

Óscar empezó a lamérselos, hurgándole el ano con los dedos.

  • Mm, cómo me gusta que me hagas cositas en los huevos, machote - le dijo Juliana, feliz.

  • Pues luego te las haré en la polla, así que vete haciendo a la idea.

  • ¿ Le vas a chupar el rabo ? - se sorprendió Alicia, tan excitada que, al igual que Laura y Esther, no pudo evitar llevarse las manos a la entrepierna ( de la que asomaba la parte inferior de un imponente vibrador, cuya velocidad aumentó ).

  • Claro que sí: algo me dice que os gustará mucho verlo.

  • ¿ Me dejarás que me corra en tu boca ? - le preguntó Juliana, llevándose las manos al pene a fin de darse unos cuantos meneos, pues ella también estaba especialmente caliente.

  • Por supuesto, nena, y me beberé con mucho gusto tu leche recién ordeñada.

  • ¡ Papá, qué guarro eres ! - le dijo Laura, alborozada.

  • Gracias, hija, se hace lo que se puede - bromeó él, incorporándose y paseando su miembro por las nalgas de Juliana, contra cuyo ano apoyó en más de una ocasión el glande, tras lo que añadió - Mm, qué trasero más lindo tiene esta zorra, disfrutaré mucho perforándolo con esta cosita.

  • Espero que para los nuestros también haya - le dijo Alicia, mimosa.

  • Ya lo creo que habrá - rió él, diciéndole a Juliana - Anda, golosa, siéntate que ya he acabado con tu ojete... de momento.

  • ¿ Qué hacemos ahora, papá ? - le preguntó Laura, dispuesta a todo.

  • De entrada, vais a comerme todos el coño, porque tengo previsto hacerme crecer una polla, y no me la pienso quitar hasta mañana - dijo Ciríe.

  • ¿ Qué has dicho que vas a hacer ? - rió Alicia.

  • Esto - dijo ella, erigiendo por unos instantes un rabo que pronto hizo desaparecer.

  • ¡ Guau, qué fuerte ! - exclamó Esther.

  • Yo primero - dijo Alicia, lanzándose a por el sexo de Ciríe, de nuevo femenino.

  • Mm, tu esposa realmente sabe cómo comer una raja. Pocas humanas me lo han hecho tan fenomenalmente - le aseguró Ciríe a Óscar - Casi me dan ganas de dejar que siga...

  • Tienes un coño riquísimo, Ciríe - le dijo Alicia, tras dar por finalizada su breve cata.

  • Ahora me toca a mí - dijo Juliana, acercando la cara a la entrepierna de Ciríe, mientras ésta se besaba con Alicia.

La siguiente en degustar la entrepierna de Ciríe fue Esther, seguida por Laura, siendo el último en hacerlo Óscar, que no paró hasta que se corrió. Segundos después, Ciríe se había puesto una imponente tranca ( le pareció muy razonable equiparar su talla con la de Juliana: por su parte, Óscar seguía teniéndola algo más grande ), y ahora sí que no se la quitaría.

  • Bien, Alicia, quítate esa cosa del coño - le dijo Óscar a su mujer, tendiéndole una mano.

  • Aguafiestas, con el gusto que me estaba dando... - se quejó con lascivia ella, entregándoselo.

  • Lo has dejado empapado, nena - comentó él, examinando el consolador, que no le era en absoluto familiar, con cierto interés.

Pese a tener forma fálica, no era especialmente realista ( carecía de testículos, e incluso de venas ). Estaba hecho de un suave látex naranja claro, y sus medidas eran muy similares a las del nuevo miembro de Juliana ( en realidad era levísimamente más corto, aunque igual de grueso ). Le divirtió bastante sentir cómo vibraba en su mano, pero decidió desconectarlo a fin de no agotar las baterías.

  • Trae, que eso lo arreglo enseguida - le dijo ella, agarrándole de la mano con la que lo asía y acercándoselo a la boca. Lo lamió sosteniendo su mirada.

  • Yo también quiero, papá - intervino Laura, acercando el rostro al consolador.

Su lengua y la de Alicia juguetearon por todo él, rozándose a menudo, y Óscar se deleitó con la escena durante casi un minuto, tras lo que les dijo:

  • Basta, Alicia, o no dejaréis nada, y yo también quiero disfrutar de los ricos jugos de mi esposa.

  • Puedes tomarlos directamente de aquí - le dijo con expresión pícara Alicia, abriéndose la rajita con los dedos.

  • Más tarde, cariño - le aseguró él, cogiéndole la mano con la que se acababa de hurgar el sexo y lamiéndosela - No creas que te vas a librar de que te folle con la lengua.

  • ¿ La alargarás ? - le preguntó acarameladamente ella.

  • Tanto como creas necesitar.

  • ¿ Nos lo harás también a nosotras ? - quiso saber Esther.

  • Claro que sí.

  • ¿ Nos la clavarás también por el ojal, poniéndola bien larga y gorda ? - le preguntó Laura, hurgándose el ano con un dedo mientras miraba a su padre con una cuidada expresión de niña traviesa.

  • Creo recordar que ya hablamos de eso, hija, y mi respuesta sigue siendo la misma - le dijo él, empezando a lamer el consolador con suma naturalidad... y no poca sensualidad.

  • Tengo unas ganas locas de ello - le aseguró Laura, chupándose acto seguido, con aire casual, el dedo que acababa de meterse en el trasero.

  • Te estás comiendo una polla de látex, Óscar - le dijo mimosa Juliana, agitándose la suya.

  • Y está deliciosa. Mm, qué aderezo más rico lleva...

  • La leche, Óscar, qué cara de guarro pones - se asombró Alicia.

  • No te ofendas, papá, pero pareces una puta con ganas de rabo.

  • De puta no sabría decirte cuánto tengo, pero en lo segundo has acertado de lleno - le dijo él, dedicándoles un fugaz guiño a Juliana y a Ciríe.

Tras lamer durante unos segundos más aquel falo sintético, para entonces ya impoluto, lo dejó en la cabecera de la cama: entonces, volviéndose a su mujer, le tendió una mano y demandó - Las bolas que se ha metido en el culo, señorita, por favor.

  • ¿ Por qué no me las quitas tú ? - le dijo ella, poniéndose de espaldas a él.

De su ano colgaba una pequeña anilla de la que partía un cordón, y Óscar la agarró con los dientes, mientras acariciaba su húmedo sexo, tirando con gentileza. Salieron seis bolas blancas, de plástico, que tendrían cerca de cuatro centímetros de diámetro. Le llevó al borde del orgasmo ( no le fue nada difícil ), pero decidió dejarle con las ganas.

  • No seas malo y sigue un poquito más - le rogó ella, meneando las caderas.

  • Aguántate un ratito, cariño, pues quiero que tanto tú como Laura os corráis mientras recibís mi pipí, ni un segundo antes - le dijo Óscar.

  • Está bien, pero no nos hagas demasiado de sufrir - cedió ella.

  • Vaya, las has manchado, mira qué desastre - le dijo meloso él, meciendo el impúdico rosario ante su rostro. Las bolas, en efecto, tenían numerosas pinceladas marrones.

  • ¿ Deberíamos hacer algo al respecto ? - le preguntó ella, amagando un lametón a la que parecía más sucia.

  • ¿ Qué me propones ?

  • Esto - le dijo Alicia, lamiendo, ahora sí, la bola en cuestión.

  • Coño, veo que no le haces ascos a nada.

  • ¿ Quieres que las limpie por completo ?

  • Sé que lo harías si te lo pidiera ( y, sí, cerda, me excita mucho ver cómo saboreas tu propia caca ), pero ya es hora de jugar a otra cosa...

  • ¿ Qué cosa, cielo ? - le preguntó ella, dejando el rosario en la repisa, junto a lo demás ( tenía veinticinco centímetros de anchura y era incluso más larga que ancha era la cama, de modo que aún quedaba mucho espacio libre ).

  • Méame encima, nena, pero no me lo vayas a echar todo, recuerda que también quiero que orines sobre Laura - le sugirió él, tumbándose boca arriba y empezando a pajearse con una sola mano.

Alicia le repasó con su orina, echándole tímidos e intermitentes chorros para que cundiese. Óscar se la restregaba con la mano libre ( la izquierda ), que a menudo lamía, y al poco le anunció:

  • Quiero un último chorro en la cara, esposa.

  • Con mucho gusto, pero cierra bien los ojos, que no quiero correr el riesgo de salpicártelos - le dijo ella, mientras se colocaba de rodillas ante su cabeza ( lo hizo son sensual lentitud y moviendo exageradamente las caderas, para deleite de todos ).

  • Pierde cuidado, aunque me salpicases no se me irritarían, y de todos modos usaré mi poder de control de fluidos para dirigirlo, una vez considere que ya lo he disfrutado lo suficiente en el rostro, hacia mi boca.

  • ¿ Te lo vas a beber ? - se sorprendió Esther.

  • Sí, y quiero que todas veáis cómo lo hago.

Una vez Alicia escanció su último chorro, Óscar, tras restregárselo por la cara sosteniendo su mirada, dirigió el ambarino líquido a su boca, y entonces le dijo, vibratoriamente:

  • Trae esa maravillosa raja que te la limpie, guarra. Siéntate sin más en mi cara, no me harás daño.

Ella así lo hizo y Óscar, que aún no había tragado, le dio unos cuantos lametones que le arrancaron un par de gritos.

  • ¡ Dios, qué gusto ! ¡ Sigue, sigue !

  • De eso nada, zorra, que si no te correrías, y aún no es el momento - le dijo él, dejando de lamerle y empujándole de las nalgas a fin de quitársele de encima. Entonces, les ordenó a todas - Ponedme todas las manos en el cuello, quiero que sintáis cómo lo degluto... cosa que haré con la boca abierta, para daros aun más morbo.

  • Te... ¡ te lo has bebido de verdad ! - se sorprendió, segundos después, Laura.

  • Y te ha gustado verlo, ¿ no es eso ? - rió él.

  • Toma, claro.

  • ¿ Qué te ha parecido mi pipí, esposo ? - le preguntó Alicia, ya repuesta de la impresión ( ella tampoco llegó a creerse del todo que Óscar fuese a llegar tan lejos con aquel juego ).

  • Si te he de ser sincero está muy fuerte, cariño, hoy no has bebido tanta agua como debieras. Por fortuna era el tuyo, y eso bastó para hacerlo sabroso a mi paladar.

  • ¿ Me dejas ahora a mí, papá ?

  • Claro que sí, pero recuerda que has de reservar para tu mamá un poco, tal y como ella hizo para ti.

  • Descuida, no me olvidaré de ella.

Repitieron la operación paso a paso ( Laura lo disfrutó muchísimo, y estuvo a un tris de correrse cuando su padre le limpió el sexo con la lengua ), y entonces Esther le dijo a Óscar:

  • Por favor, cuñado, déjame jugar a eso a mí también.

  • De acuerdo, pero luego yo te lo haré a ti.

  • No lo querría de otro modo, Óscar - le aseguró ella.

Juliana también se apuntó, descubriendo, para su consternación, que le era imposible orinar teniendo la polla tan tiesa.

  • Tranquila, te la desinflaré un poco - le dijo Ciríe, y la tranca de Juliana, en efecto, perdió gran parte de su turgencia.

  • ¿ Cómo lo has hecho ? - se sorprendió ella, sin que su excitación hubiese decaído un ápice pese al desganado aspecto de su miembro.

  • Muy sencillo - le explicó la deluyrei - Los penes entran en erección inflándose con sangre: sólo he tenido que evacuar parte de ella, regulando el flujo.

  • Pero, entonces, de hacer lo contrario, ¡ podrías ponérsela tiesa a cualquiera, quiera o no él ! - dedujo Laura.

  • Naturalmente, y como una piedra, aunque para ello también podemos usar nuestro don vibratorio ( unos cuantos meneos bien dados se la ponen dura a cualquiera ), nuestra telepatía, nuestro fluido afrodisiaco, o nuestro irresistible encanto.

  • ¿ De qué fluido hablas ? - se interesó Juliana, y Hepente lo explicó brevemente.

  • Qué envidia, a mí también me gustaría poder soltar de esa cosa - dijo Laura - Seduciría a montones de tíos a la vez, y por supuesto también a tías. Mm, lo bien que me lo pasaría, no pararía de organizar orgías...

  • ¿ Quién no lo haría ? - dijo Alicia, sonriente.

  • Hay que ver lo guarras que sois, chicas - les dijo acarameladamente Óscar.

  • Fíjate lo guarras que somos, que no vemos la hora de que nos la claves en cada uno de nuestros orificios - le dijo ella.

  • Paciencia, nenas, que todo llegará - rió él.

Juliana comenzó a orinar sobre Óscar, repitiendo la misma secuencia que sus predecesoras. Óscar no le limpió en persona el sexo, ya que Alicia, al ver que se hacía el remolón, se lo lamió por él. Se cuidó mucho de decírselo, pues le daba pena estropearle aquel momento, pero el sabor de su orina, que su esposa no encontró especialmente desagradable, a él le disgustó bastante. Las deluyrei que había en su interior parecieron compadecerse de Juliana no bien lo probaron a través de Óscar, que tuvo la sensación de que acababan de confirmar cierta teoría que tenían con respecto a la humana, aunque por el momento no logró averiguar de qué se trataba.

Como era de esperar, Ciríe no quiso ser menos, orinando también sobre Óscar ( era su intención limpiarle el rabo cuando acabase, pero Laura, golosa, se le adelantó ). Entonces, él les fue diciendo en qué orden debían orinarse entre ellas, cosa a la que no pusieron la menor objeción: una vez todas lo hicieron sobre todas, Óscar les duchó a las cinco simultáneamente ( cuando fue a la cocina, previendo algo así, se bebió algo más de un litro de agua ).

  • Mira, padre, con qué gusto me lo bebo - le dijo Laura, masturbándose ( las demás también lo estaban haciendo ).

  • ¿ Os gusta mi pis, nenas ? - les preguntó al poco él ( se aseguró de que el chorro le saliera extraordinariamente fino, tanto que a veces casi ni se veía, a fin de alargar al máximo la micción ).

  • Nos encanta - le aseguró Alicia, sin dejar de tocarse - Tiene un sabor muy sutil, incluso tu meado está rico.

  • Dale lengua a tus hermanas y a tu hija, nena, bésales bajo mi pis.

Las lenguas de las cuatro humanas confluyeron ansiosas en el fino pero incesante chorro, restregándose con ganas. Ciríe se les unió, y las cinco no tardaron en correrse.

  • Espero que aún te quede un poco, Óscar - le dijo Esther.

  • Claro que sí, pero no seas glotona que me lo voy a reservar: nunca se sabe cuando puedes necesitar curar algo.

  • Ha sido muy especial Óscar, me ha gustado mucho jugar a esto contigo y con Ciríe - le dijo Alicia, poniéndose de rodillas y comenzando a limpiarle el miembro con la lengua ( todas le imitaron, claro, restregándose contra él ).

  • Así, nenas, así, no dejéis ni una gota.

  • ¿ Quieres que sigamos lamiéndote hasta que te corras, papá ? - le preguntó Laura.

  • Quizá más tarde - le dijo él, poniéndose en cuclillas y besando a sus cinco amantes.

  • ¿ Lo hacéis muy a menudo ? - se interesó Ciríe, dirigiéndose a las humanas - Me refiero a lo de jugar con vuestro pipí.

  • A nuestros sumisos les marcamos con nuestra orina con cierta frecuencia, aunque a ellos jamás les hemos dejado orinarnos encima, no son dignos de tamaño privilegio ( además, no queremos correr el riesgo de que piensen que nos estamos dejando humillar por ellos, rebajándonos a su nivel: nos perderían el respeto ). Sólo lo hacemos entre nosotras, y sólo de vez en cuando

  • le explicó Laura.

  • ¡ No me lo puedo creer ! - exclamó Óscar, tras captar cierto pensamiento de su mujer - ¡ Hace ya cuatro años que brindáis con vuestro pis la noche de fin de año, justo después de las campanadas !

  • Oh eso: es muy divertido, y nos encanta hacerlo delante tuya - le dijo Alicia, haciendo como que le quitaba importancia.

Todas ellas orinaban en una palangana horas antes, vertiendo su contenido en un par de termos. Alicia y Laura siempre se las ingeniaban para distraer a Óscar mientras se servían de uno de ellos ( solían brindar con sidra, y también se echaban, mezclando a partes iguales su pis con la bebida ). Juliana y Esther, que se quedaban con el otro recipiente, les imitaban mientras les veían por alguna de las cámaras: compartir todas sus orines les hacía sentirse más unidas... y también más cerdas.

  • Mira que sois viciosas. Supongo que os excitaba mucho hacer esa cochinada en mi presencia...

  • Bastante, y no es la única guarrada que hemos hecho en tus propias narices - le dijo Laura, con expresión risueña.

  • ¡ Los sorbetes que ocasionalmente hace tu madre casi siempre están aderezados con mi esperma ! - se sorprendió él, rompiendo a reír.

  • Suelo escurrir un par de condones en ellos, para darles más sustancia - le dijo Alicia, una vez se calmó - No lo hago en los tuyos, por respeto hacia ti, pero sí en los que nos tomamos nosotras cuatro.

  • Ten en cuenta que aún estoy en edad de crecer, papi, tengo que alimentarme como es debido - se justificó con impúdica naturalidad Laura, cogiendo sus genitales, uno en cada mano, y sopesándolos con lujuriosa y fraternal avaricia - Mm, no veas con qué gusto me zampo los helados que hace mamá cuando llevan mi condimento favorito, esa rica leche que fabricas aquí dentro...

  • No me extraña que te hayas puesto tan maciza, hija, eres de muy buen comer - bromeó él, acariciando sus senos.

  • Aún así, papá, siempre me quedé con las ganas de probar tu leche fresca... de la que espero disfrutar en lo sucesivo muy, muy a menudo - le dijo incitante ella, recorriendo su tallo con ambas manos mientras simulaba masturbarle.

  • Tranquila, a partir de ahora te vas a atiborrar.

  • ¿ Qué tal si nos dejamos de tanta charla y empezamos a joder como está mandado ? - dijo Alicia, tumbándose boca arriba ( a Óscar se le antojó más bella que nunca, su piel resplandecía a causa de la orina y del sudor, cosa también aplicable a las demás... e incluso a sí mismo ).

  • Hagámoslo - dijo Óscar, señalando a Laura y a Esther y diciéndoles - Vosotras dos, poneos tumbadas a ambos lados de Alicia, costado contra costado. Ciríe, Juliana y yo, os vamos a montar.

Óscar se puso sobre su mujer, eligiendo Ciríe a Esther y Juliana a Laura. Estaban lo más juntos posible, por lo que cada uno de ellos rozaba como mínimo con otros tres. No dejaban de meterse mano entre los seis, intercambiando besos con todo aquel cuya boca quedaba al alcance de la suya, y unos cinco minutos después empezaron a correrse. Óscar no perdió el tiempo, montando a Esther, mientras que Ciríe se acomodaba sobre Laura: Juliana, que para su sorpresa ya se había recuperado del reciente orgasmo, se subió sobre Alicia. Tardaron algo más, no mucho, y, como de costumbre, los deluyrei no tardaron en demandar más acción ( Juliana aún no estaba del todo lista para el tercer polvo, pero poco le faltaba: dedujo que los deluyrei estaban potenciando de algún modo su libido, como en efecto ocurría, y aquello, lejos de molestarle, le hizo sentirse muy afortunada ).

Ahora fue Laura quien recibió a su padre, y era tal su dicha que de nuevo se le escaparon algunas lágrimas ( él se las lamió, claro, amasando sus pechos mientras comenzaba a penetrarle ). Ciríe clavó su infatigable miembro en Alicia, y Juliana se disponía a clavar su mástil en Esther cuando Óscar le dijo, parando de moverse:

  • Espera, eso no está lo suficientemente tieso como para hacer gozar a tu hermanita como es debido. Trae que te dé un besito, ya verás cómo se te termina de alzar.

  • ¡ Aquí tienes ! - exclamó ella, acercándole su miembro, ya en vías de recuperación.

  • Veamos, ¿ dónde podría besártelo ? - se hizo el indeciso él, asiendo el pene de Juliana y pellizcando juguetón el prepucio.

  • Donde te apetezca, cuñado... - suspiró ella ( no bien Óscar se lo agarró, terminó de levantársele, pero le siguió gustosa el juego ).

  • ¿ Quizá aquí ? - le preguntó él, besándole el glande.

  • Ese es un lugar tan bueno como cualquier otro - le dijo ella.

  • Anda, mira lo que te está saliendo por este agujerito - rió él, señalando su meato... del que asomaba una gota de líquido preseminal que restregó con el dedo.

  • Es que estoy muy mojada, Óscar.

  • Mm, está muy rico - dijo él, tras lamérselo.

Ni que decir tiene se trataba de una mentira piadosa, pues le supo casi tan mal como su orina, pero no se veía con ánimos de decírselo. Algo iba mal en el cuerpo de Juliana, ahora ya no le cupo duda, y las deluyrei eran de la misma opinión, si bien aún no lograba captar de sus mentes cuál era el problema. Óscar le dio unos cuantos lametones más, y no tardó en meterse el miembro en la boca, empezando a succionar. Al menos la tranca en sí estaba rica, aunque aquello no tenía el menor mérito, no habiendo sido modificada por medio de la magia de uno de sus pepinos.

  • ¡ La leche, papá, te lo estás tragando entero ! - exclamó Laura, excitada ( en más de una ocasión estuvo tentada de moverse, penetrándose ella misma con el falo de su padre, pero de momento se conformaba con sentirle dentro: además, quería que fuese él quien llevara la iniciativa a lo largo de su primer polvo con ella ).

  • Entero no, hija, aún no me he comido sus huevos - le dijo vibratoriamente él - ¿ Quieres que también los engulla ?

  • ¡ No seas bruto, no estás acostumbrado a tragar tanta carne, te vas a asfixiar ! - le previno Alicia.

  • ¿ Decías algo, cariño ? - se burló él, con el sexo de Juliana completamente introducido en su boca, escroto incluido.

  • ¡ Animal ! - exclamo ella, gozando del espectáculo tanto como las demás.

  • Veamos cómo se te ha puesto tu cosita, nena - dijo Óscar, procediendo a sacarse el miembro de Juliana, pero ésta le agarró de la cabeza y le dijo:

  • ¡ Por favor, deja que te lo haga por la boca !

  • Quizá más tarde, ahora dale duro a Esther - le ordenó él, zafándose con facilidad de su presa.

  • Coño, tía, parece que te ha gustado que papá te la chupe, mira qué tiesa se te ha puesto - rió Laura.

  • Estoy que echo humo, Esther, te voy a reventar - le aseguró Juliana a ésta, tras acomodarse de nuevo sobre ella.

  • Eso espero, hermanita - le dijo ella, tras recibirle gozosa en su interior.

  • ¿ Todas listas ? - les preguntó Óscar.

  • ¡ Sí !

  • ¡ Pues al turrón ! - terció él, comenzando a cabalgar a Laura, que pronto no tuvo ojos más que para su padre ( lo cual no quitaba de vez en cuando aceptase un beso de su madre o de Ciríe, las dos personas que estaban más cerca de ella si se excluía a Óscar ).

  • Papá, ¿ te das cuenta de que te estás tirando a tu hija ? - le dijo ella, feliz, cuando no le faltaba mucho para correrse.

  • ¡ No me digas ! - bromeó él - Vaya, qué descuido más tonto: me pregunto cómo habré terminado con mi rabo en tu coño...

  • ¡ Idiota ! - le regañó cariñosamente ella.

  • Calla, puta, y goza del rabo de tu padre - contraatacó él.

  • ¿ Me vas a dar tu leche, papá, toda ella ? Quiero sentirla en la matriz...

  • Te voy a inundar, puerca.

  • Joder, papá, cómo te mueves, y qué rabo tienes - suspiró ella - Estoy llena de polla, me vas a partir en dos...

  • Si te apetece que me la reduzca un poco, hija, no tienes más que pedírmelo.

  • ¡ Ni se te ocurra, cabrón ! - exclamó ella, rodeando su cintura con las piernas y empezando a mover las caderas con cada vez más ganas - ¡ Dame tu lefa, papá, dámela ya ! ¡ La quiero, la quiero toda en mi coño ! ¡ Préñame, padre, hazme un bombo ! ¡ Quiero que me salga leche hasta por las orejas !

  • Toma, guarra, aquí tienes eso que tanto deseabas... - le dijo Óscar, comenzando a eyacular ( se había demorado a propósito, cosa que no le supuso el menor esfuerzo pese a la excitación que sentía, a fin de sincronizar su orgasmo con el de Laura, que empezó a gritar de placer.

  • Me has... hecho tuya, papá... - logró decirle ella cuando comenzó a recuperarse del intenso y prolongado orgasmo.

  • A partir de ahora lo haré muy a menudo, preciosa.

  • ¿ Qué tal te fue, hija ? - se interesó Alicia, que también se había corrido, al igual que las demás.

  • Eres una cerda egoísta y desconsiderada, mamá - le regañó afectuosamente Laura - Mira que no haber compartido a papá conmigo antes...

  • Anda, no riñáis y haceos algún que otro mimo - les sugirió Óscar.

  • ¿ Te parece bien así ? - le dijo Alicia, amasando el pecho más cercano de Laura con una de sus manos, atención que ella le devolvió, mientras sus lenguas se enredaban fuera de sus bocas.

  • Sí, nenas, así está muy bien.

  • ¿ Hace otro, machote ? - le preguntó Laura, moviendo sensualmente la entrepierna ( Óscar aún no se había salido de ella, para placer de ambos ).

  • Déjale descansar un poco, hija, que me lo vas a matar - bromeó Alicia.

  • Tonterías, mamá, papá aguanta lo que le echen, ya lo dijo Ciríe antes. Anda, papá, saca la polla, quiero que mamá te la toque para que compruebe lo dura que la tienes aún.

  • Aquí tienes, Alicia, tócamela - le dijo Óscar, saliéndose de su hija.

  • Qué porra, dios - le dijo Alicia, sobándole cada vez con más ganas. Ciríe en aquel momento se salió de Alicia, y ésta aprovechó para tantear su rabo con la mano libre, dictaminando - Y tú, cielo, no te quedas atrás...

  • La verdad es que tienen unas trancas de miedo, y para colmo pueden aumentar la talla aun más - coincidió Laura, ayudando a su madre a acariciar los dos falos.

  • Pues vuestros coños, nenas, son de lo más acogedores - les dijo Ciríe.

  • Muchas gracias, cielo - le dijo Alicia - Uf, qué pedazo rabos, tengo que probar a calzarme los dos a la vez.

  • Y yo, mamá...

  • ¡ Yo también me apunto ! - exclamó Esther, sobre la que reposaba Juliana, aún jadeante pero en verdad satisfecha.

  • ¿ Cómo os gustaría recibirlos ? - se interesó Óscar... muy tentado de preguntarles quién era ese tal Arturo con cuya tranca no dejaban de comparar la suya y la de Ciríe, e incluso la de Juliana.

  • En todas sus posibles combinaciones - dijo sin dudarlo Alicia.

  • Lo vuestro definitivamente no es normal - rió Ciríe, y Óscar volvió a captar un atisbo de incredulidad en su mente.

  • Bueno, en caso de que nos doliese mucho siempre podríais reducirlos una pizca, ¿ verdad ? - les dijo Laura.

  • Por supuesto que lo haríamos, tonta, no tenemos la menor intención de propasarnos con vosotras - le aseguró Óscar.

  • ¿ Hacemos unas cuantas rondas más antes de pasar a otra cosa ? - se interesó Ciríe.

  • Dejadme descansar un poco - les pidió Juliana.

  • Supuestamente no lo necesitas, nena - le dijo Hedelia - Tu rabo tiene ahora ciertas cualidades deluyrei: quizá no sea tan imbatible como los nuestros, pero podría realizar diez asaltos seguidos sin flaquear.

  • La verdad es que no estoy tan molida como debiera, y esto parece que se alza de nuevo, pero... - comenzó Juliana, dubitativa.

  • Ni tu mente ni tu cuerpo están a la altura de tu nuevo y mejorado rabo, eso es todo - le dijo Sarigza, tentada de revelarle qué era lo que fallaba en su cuerpo, pero no tuvo el valor de hacerlo... aunque tarde o temprano alguien tendría que hacerlo, claro - Quizá sí que sea una buena idea que pares un buen rato, no sé, pongamos por caso diez minutos ( tampoco hay que pasarse, no puedes tirarte todo el día vegetando ).

  • Pues nosotras aún tenemos ganas de juerga - dijo Alicia en nombre de su hija y de Esther, empezando a acariciar el sexo de ambas, que le devolvieron el favor.

  • Mal asunto: tres coños, seis ojales y solo dos rabos plenamente dispuestos - dijo Ciríe, volviéndose a Óscar y diciéndole - Quizá sea momento de que mis hermanas te enseñen a ponerte los falos pectorales.

  • ¿ De qué habláis ? - quiso saber Laura.

  • Observad, nenas - les dijo Óscar, separándose un poco de Laura y poniéndose de rodillas, tras lo que se hizo crecer un buen par de pechos ( no tan grandes como los que solía ponerse, pero sí bastante más que los de ellas ).

  • ¡ Hostias, qué par de obuses ! - atinó a exclamar Juliana ( se incorporó al igual que las demás, poniéndose también de rodillas ).

  • Preciosos, ¿ no os lo parecen ? - les dijo Ciríe, amasándoselos.

  • Son inmensos, y están muy bien formados - dijo Alicia, tanteándolos - Pero, ¡ si hasta parecen de verdad !

  • ¡ Nos ha fastidiado, es que son de verdad ! - se hizo el ofendido Óscar.

  • Guau, papá, menudos melones - dijo Laura, sobándoselos a discreción, cosa que todas hicieron.

  • Te quedan un poco raros con ese cuerpo tan masculino que tienes - dijo Esther, apresurándose a añadir - Pero aún así me encantan, cuñado.

  • Mm, qué duros se te ponen los pezones - dijo Alicia, pellizcándoselos. Sólo entonces recordó a qué había venido aquello, y le preguntó - ¿ A qué te referías con eso de los falos pectorales ?

  • Puedo manifestar una polla en cada uno de ellos... entre otras cosas.

  • ¿ Qué más cosas ? - se interesó Laura.

  • Coños, bocas y anos. Oh, y también puedo sacar una especie de tentáculos que nosotros llamamos zups. ¿ Os gustaría verlo ?

  • ¡ Sí ! - exclamaron todas a la vez.

  • ¿ Por qué empezamos, cielo ? - le preguntó Sarigza a Óscar.

  • Espera, nena: antes de nada, ¿ por qué no me los chupan un poco ? Quiero darles a beber de mi leche.

  • ¿ Te sale leche ? - le preguntó Alicia, estrechándose un poco más contra Óscar.

  • Sí, y está deliciosa - les aseguró él, haciendo manar un breve chorro que corrió pechos abajo, goteando en los muslos de Alicia y Laura, las más cercanas a él.

Alicia restregó un dedo en uno de sus muslos y se lo acercó a la boca, ante la atenta mirada de los demás. Lo olfateó intrigada, extendió la lengua... y, tras mirar a su marido a los ojos, bajó la mano, diciéndole:

  • Perdóname, Óscar. Nos acabas de decir que tu leche está muy rica y yo, en vez de fiarme de tu palabra, he dudado de ti. Debería haberme lanzado a mamar de tus pechos como una posesa: en vez de ello, me he llevado a la boca una mísera gota, recelando de ella como si se tratase del peor de los venenos.

  • Estás perdonada, mi amor, sé que todo esto se os hace muy extraño - le dijo él, cogiéndole de la cabeza con ternura y aproximándole a su pecho izquierdo... del que ella, una vez posó los labios contra su pezón, empezó a amamantarse con frenesí.

  • Yo también quiero - le dijo Laura, imitando a su madre.

  • ¿ Qué os ha parecido ? - les preguntó Óscar cuando ambas se apartaron a fin de respirar.

  • No... no tengo palabras, Óscar - le dijo Alicia, incrédula, asiendo aún con ambas manos su seno izquierdo.

  • Está que te cagas, papá - logró decir Laura.

  • Te advierto que nuestra leche, que yo sepa, no tiene propiedades laxantes - bromeó él.

  • En eso te equivocas, Óscar - le dijo Ciríe - Como ya te dije, nuestra leche actúa sobre muchos tipos de desajustes corporales, y el estreñimiento es uno de ellos.

  • Pues, con el lingotazo que nos hemos metido, nos veo a las dos sentadas en la taza toda la noche - dijo Alicia, relamiéndose pese a ello hasta no dejar ni una gota en sus embadurnados labios.

  • No seas tonta: vosotras no estáis estreñidas, así que no os afectará en ese sentido - le dijo Sarigza.

  • ¿ Qué más cosas hace ? - les preguntó Juliana.

  • Alimenta como nada, sobre todo la mía, que además supuestamente rejuvenece - les explicó Óscar.

  • Entonces será mejor que no vuelva a beber - dijo Laura, imaginándose con un palmo menos de altura... y un palmo más de cintura.

  • Tranquila, a ti no te afectará: no rejuvenece a nadie más allá del instante en el que adquirió la plena madurez, y tú aún no lo has hecho

  • le dijo Hedelia, creyendo justo añadir - En realidad, con lo fabulosamente bien que se conserva tu madre, ella apenas experimentará cambios visibles. Oh, y sólo engorda cuando quien bebe de ella necesita coger peso, adelgazando si necesita perderlo: como todas vosotras os mantenéis aproximadamente en vuestro peso ideal, tampoco os afectará en ese aspecto.

  • Vaya, así que también suprime cicatrices - dijo Óscar, tras leerlo de la mente de la deluyrei.

  • Claro que sí, de hecho es capaz de regenerar órganos o miembros que hayan sido amputados.

  • Podríamos habernos limitado a dar un buen chorro a Esther y a Juliana, en vez de operarles

  • dijo él.

  • El resultado habría sido el mismo, lo reconozco, pero habría sido preciso esperar varias horas para apreciar cambios, y eso, pese a lo poderosa que es tu leche.

  • Además, curarles en persona te ha servido como práctica - razonó Ciríe.

  • De haber bebido de la leche de Óscar, ¿ me habrían vuelto a crecer los cojones ? - se interesó Juliana.

  • Sí, pero habría llevado unos días - le dijo Hedelia - La minga, antes de que lo preguntes, también te habría crecido, adquiriendo la talla que ahora tendría de no haberte hecho todo aquello tu madre.

  • ¿ Eso es aplicable a la inversa ?

  • Si temes que se te encoja la tranca, pierde cuidado: un aumento de talla llevado a cabo a través de uno de nuestros pepinos mágicos no computará como un trastorno, y por lo tanto no será tenido en cuenta ( a menos que te la hubiésemos puesto más grande que la de un caballo, claro, caso en el que se te reduciría a una talla más humana ) - le dijo Sarigza - No obstante, tu cuerpo ha experimentado muchas alteraciones, y esas sí que serán consideradas como un desajuste a remediar.

  • Pero, entonces, ¡ volvería a ser un hombre ! - se estremeció ella.

  • Es una forma de decirlo - concedió Hedelia.

  • En ese caso, será mejor que no beba. No quiero volver a ser un tío, me gusta mucho ser una chica.

  • Lo sabemos, pero, ¿ te has parado a pensar cuál es el terrible precio que has de pagar por serlo ? - le soltó por fin Hepente: ni ella ni sus hermanas podrían seguir callándose por más tiempo aquello.

  • No sé de qué me hablas - le dijo ella.

  • Quizá te preguntes cómo es que coges peso con tanta facilidad, teniendo que esforzarte de veras para mantener el magnífico tipo que tienes, o por qué tu piel ya no es la de antes, o por qué te dan esos sofocos - le dijo la hechicera.

  • No duermes bien, últimamente se te está cayendo bastante pelo, y ya hace varios años que te tiñes el cabello para disimular tus canas - continuó Ciríe - Oh, y no nos olvidemos de los mareos que te dan, ni tampoco los dolores musculares.

  • No me decís nada que no sepa - insistió ella, pese a lo cual empezó a sentirse bastante inquieta.

  • Tu cuerpo ha pasado por un montón de procesos en absoluto naturales, y los múltiples implantes que te han hecho no son más que objetos extraños invadiendo tu organismo - tomó la palabra Hedelia, armándose de paciencia - No sé qué tipo de sustancias te dieron, ni en qué cantidades, y desconozco la composición de esos aditamentos, de modo que no estoy en condiciones de afirmar categóricamente, al menos desde el punto de vista científico, que existe una relación directa entre tu feminización y el rápido deterioro que estás experimentando.

  • Sin embargo, a través de nuestra visión astral sí que captamos un vínculo, e inequívoco, entre ambas cosas - prosiguió Sarigza - Ser tal y como eres, Juliana, ha reducido tu esperanza de vida en no menos de veinte años, muy posiblemente incluso treinta.

  • No, no puede ser cierto, tenéis que estar equivocadas...

  • Hemos visto envejecer literalmente a millones de humanos - le dijo Hedelia, y su voz traslucía no poca tristeza, pues ella, al igual que sus hermanas, había llegado a amar a humanos de los que pronto no quedó ni el polvo en el que se convirtieron tras ser vilmente derrotados, como ocurría con todos los mortales, por el implacable paso del tiempo - Se supone que tienes treinta y siete años, pero muchos de tus órganos, pese a tu en verdad saludable aspecto ( que consigues, por lo que acabo de captar de tu mente, a base de untarte y tomar un montón de potingues ), muestran un deterioro equivalente al de una persona de sesenta años.

  • Yo más bien diría sesenta y cinco, al menos en algunos casos - estimó Hepente.

  • Pues yo, por más que le miro y remiro, no veo nada raro en ella - dijo Óscar, lo cual no significaba que pusiera en duda lo que decían de Juliana, de hecho ahora comprendía el motivo por el que su orina sabía tan mal: sus riñones tenían que estar para el arrastre - Además, ¿ cómo estáis usando mi visión astral sin que yo me dé cuenta ?

  • El cuerpo astral es un vínculo entre el cuerpo físico y el alma - le explicó Sarigza - Nuestras almas de momento comparten cuerpo con la tuya, y eso ha dado lugar a una especie de cuerpo astral provisional para cada una de nosotras. Aún son informes, pues sólo podrán moldearse cuando tengamos auténticos cuerpos físicos en los que poder basarse, que no uno prestado, pero sus sentidos ya son funcionales.

  • O sea, que ya disponéis de vuestra propia visión astral - comprendió Óscar - En cualquier caso, sigo sin notar nada raro en Juliana...

  • Los sentidos astrales aportan mucha más información que los físicos - le dijo Hepente - Intenta recordar cómo percibiste mi dispositivo de almacenaje cuando lo localizaste por casualidad, creo que te será de mucha ayuda.

  • Ahora veo unas luces de lo más raras en torno a todos nosotros - anunció él, tras concentrarse durante unos segundos.

  • Muy bien, eso que estás percibiendo es nuestro aura - le dijo Ciríe - Deja que mis hermanas te ayuden a enfocar mejor, a través de su telepatía, y...

  • ¡ Qué bonita te ves, Alicia ! - exclamó Óscar, cuya visión astral, sintonizada con la ayuda de Hepente para captar el aura, estaba centrada en aquel momento sobre su esposa.

  • ¿ Cómo me percibes ahora ? - se interesó ella.

  • Es muy difícil de describir. Te veo por dentro y por fuera, es como si estuvieses hecha de cristal viviente, de hielo y de fuego. Refulges en todo tu volumen, aunque los llamativos colores que en ti veo nada tienen que ver con los que veo a través de mis ojos físicos. Ojalá pudieses verte así, es maravilloso.

  • ¿ Cómo me ves a mí, papá ? - se interesó Laura, emocionada.

  • A ti se te ve incluso más linda que a tu madre, pues tus colores ( llamémoslo así ), son más vivos y definidos - en ese momento, Óscar se concentró en Ciríe, exclamando - ¡ Joder, y Ciríe es aun más hermosa ! ¡ Brilla como una estrella !

  • No tiene el menor mérito, nuestra fuerza vital es mucho más intensa que la de un humano - se quitó importancia ella.

  • Entonces, la mía... - dijo Óscar, examinando su propia aura.

  • ¡ No lo hagas, Óscar ! - le previno Sarigza, pero ya era tarde.

  • Mierda - se quejó Ciríe, agitando su mano frente a la cara de Óscar, completamente alelado.

  • ¿ Qué le ocurre ? - se preocupó Esther.

  • Ha caído bajo el embrujo de su extraordinaria belleza interna - dijo Hedelia - Si a nosotras no nos pasa es porque ya estamos acostumbradas a percibir el aura, pero él es aún muy inexperto, y su aura excesivamente hermosa...

  • Óscar, vuelve en ti - le dijo Ciríe, agitándole preocupada de los hombros.

  • Eso no servirá de nada, ni siquiera somos capaces de hacerle llegar nuestros pensamientos - le dijo Hepente.

Ciríe abofeteó brutalmente a Óscar ( le dio tan fuerte que se hizo daño en las manos ), y éste al poco volvió en sí.

  • ¿ A qué viene tanta prisa ? - se molestó él - Sólo he dedicado un segundo al examen de mi aura.

  • Llevabas cerca de dos minutos embobado - le dijo Alicia.

  • ¡ No fastidies !

  • ¿ Tan hermoso te ves como para no darte cuenta de lo que pasaba a tu alrededor ? - se extrañó Esther.

  • Pues sí - le dijo él, tentado de volver a echarse un vistazo pero examinando en lugar de la suya propia el aura de su cuñada, tras lo que dictaminó - Antes de que me lo preguntes, tu aura es tan linda como la de Alicia. En cuando a la de Juliana...

Óscar puso cara de sorpresa, siéndole imposible disimular una mueca de disgusto cuando captó el aura de la aludida. Le impresionó tanto, que llegó a echarse inconscientemente para atrás.

  • ¿ Qué pasa ? - se alarmó ella.

  • No sé interpretar buena parte de lo que capto con mi visión astral, Juliana, pero tu aura, comparada con las de tus hermanas ( no digamos ya con la de Laura ), está debilitada, desenfocada y sucia. Es más, su colorido se me antoja enfermizo. Perdona la comparación, pero, al lado de las de ellas, tu aura es como una fotocopia de baja calidad frente a una fotografía profesional. Oh, y será mejor que no me preguntes cómo percibo los implantes...

  • ¿ Cómo los percibes ? - quiso saber ella, cada vez más alarmada.

  • ¿ Estás segura de querer saberlo ?

  • Sí, Óscar, quiero saberlo - le aseguró ella, con no poca aprensión.

  • Tus implantes son como deshilachados jirones de oscuridad, como asépticos, pero paradójicamente infectos, grumos de muerte - tras hacer una pausa durante la que buscó más palabras para expresarse, prosiguió - Son como abstractos e inanimados parásitos que amenazan con devorarte en cualquier momento, como informes e inicuos amasijos de la más insípida y estéril nada ( perdona que me ponga tan poético, pero no sé expresarlo de otra forma ). No hay vida en ellos, tan sólo absurdo y despropósito, y profanan tu cuerpo más aún de lo que lo haría un tumor, o así es como yo lo siento en lo más hondo de mi ser. Más aún, las heridas que te hicieron para injertártelos permanecen en cierta forma abiertas, y da la sensación que tu esencia está a punto de derramarse por ellas. Siento decirlo, pero es un espectáculo denigrante, estás hecha un espantajo. No pongas esa cara, te dije que no me lo preguntaras ( si te sirve de consuelo, mantengo lo de antes: físicamente, eres muy hermosa ).

  • Cuando son accidentales, las pequeñas heridas, aún dejando cicatriz, no afean astralmente a la gente ( las grandes sí, sobre todo cuando hay pérdida de funcionalidad ) - les explicó Hepente - Con todo, nada desentona tanto como una lesión deliberada, ya sea ésta resultado de una agresión o se hiciera para alterar arbitrariamente el aspecto del cuerpo: éste necesita expresar de algún modo el mal trato recibido, y lo hace astralmente. Cualquier daño indebido, realmente indebido, hiere con su fealdad nuestra sensible visión astral. Lo que aberrante es, aberrante se revela ante la penetrante mirada de nuestra mente.

  • ¿ Qué pasa si alguien se opera de apendicitis, por poner un ejemplo ? - le preguntó Óscar, mirándose fugazmente el abdomen, y no sólo a nivel físico ( no captó nada anómalo: ni que decir tiene, tuvo mucho cuidado de no quedarse nuevamente idiotizado mientras contemplaba su propio aura ).

  • Si te refieres a la extirpación de ese colgajo que los humanos tienen en el punto donde se une el intestino grueso y el delgado ( nosotros no tenemos, por supuesto ), la huella astral que deja no es especialmente inestética: cuando hay necesidad, la lesión no produce auténtica fealdad - le explicó Hedelia, a la que aquella operación no le era desconocida, pues en más de una ocasión se la había practicado a algún humano en estado crítico ( de hecho, incluso en la Tierra se supo de ella, al menos en algunas regiones y épocas ).

  • Eso no explica por qué el ombligo, que a la postre es también una cicatriz, se ve tan bonito en todos nosotros a nivel astral - dijo Óscar - Cierto que es resultado de una lesión no sólo necesaria, si no por completo inexcusable, pero de no ser fea a ser tan hermosa hay todo un abismo.

  • La concepción es un milagro que a todo ser con una pizca de sensibilidad sobrecoge - le dijo Sarigza - El ombligo es un recordatorio del mismo, y eso de algún modo ha de notarse, aunque sea metafísicamente.

Todos callaron un poco, pues Juliana aún tenía que digerir lo sucedido, y con tanta charla no le habían dejado.

  • La verdad es que me he estado informando al respecto, por supuesto vía internet, y hay mucha gente que opina que el cambio de sexo incide negativamente en la salud, pero... - reconoció finalmente Juliana, angustiada ( tanto por su precario estado físico como por lo fea que ahora se sentía ante los deluyrei, especialmente ante Óscar ).

  • Jamás imaginaste que fuera tan perjudicial - terminó Ciríe por ella.

  • Quizá no lo sea para todos, o al menos no hasta ese punto - dijo Hedelia - Es probable que haya distintos tratamientos ( aunque ignoro cuánto habrá avanzado vuestra ciencia ), y cada persona es única, por lo que las combinaciones son incontables: lamentablemente, Juliana, a ti te ha sentado fatal.

  • Conociendo a las viejas, lo más probable es que me inyectasen hormonas en mal estado, o algo de ese estilo - se quejó Juliana.

  • No me extrañaría - le dijo Alicia, muy afligida por su hermana.

  • Y quién sabe qué eran las demás cosas que me daban... - dijo Juliana, con lágrimas en los ojos.

  • Seguro que también contribuyeron - dijo Esther, desenfocando la mirada mientras intentaba hacer memoria, tras lo que exclamó, al borde del llanto - ¡ Maldición ! Acabo de recordar que Remedios le dijo a mamá que Juliana moriría de vieja como a los cincuenta, al igual que todos a los que habían obligado a seguir su tratamiento, que por cierto era experimental. Las dos parecieron encontrarlo muy divertido...

  • ¿ Por qué no nos lo dijiste ? - se enfadó Alicia.

  • ¡ No lo sé ! ¡ Te juro que quise decíroslo, pero de algún modo se me olvidó !

  • Eso es muy difícil de creer - le dijo Juliana, tan molesta como Alicia.

  • Esther dice la verdad, hasta ahora había tenido ese recuerdo reprimido - les aseguró Hedelia - Detectamos que intentaba acceder a él, y le ayudamos a romper el bloqueo. Sin nuestra ayuda, quizá jamás lo hubiese conseguido.

  • ¿ Cómo pudo olvidárseme algo así ? - se recriminó Esther, entre sollozos.

  • No se te olvidó: alguien te indujo, o más bien te obligó, a hacerlo - le dijo Ciríe.

  • ¿ Un telépata ? - aventuró Sarigza.

  • Diría que sí - dijo Hepente, mientras sondeaba la mente de Esther en busca de más información, al igual que las demás.

  • Sí, a mí no me cabe duda - aseveró Hedelia - Esther, ¿ recuerdas algo más ?

  • No - dijo ella, pero se lo pensó un poco y se corrigió - Bueno, en realidad sí: también dijeron algo de las inyecciones que le administraron para expandir sus caderas aun más.

  • ¿ Logras recordar el qué ? - le preguntó Hepente, estimulando telepáticamente su memoria ( eso sí, con exquisito cuidado, pues no quería dañar su mente ).

  • Ya lo tengo, Remedios dijo que Juliana empezaría a tener problemas óseos como a los cuarenta, sobre todo en la pelvis - dijo ella, sombría - En torno a los cuarenta y cinco, dijo, sufriría tal grado de osteoporosis, localizada principalmente en esa zona, que pronto se quedaría paralítica.

  • ¿ Algo más ? - le preguntó Ciríe.

  • ¡ Pues sí ! - se sorprendió ella - Acabo de recordar que la amiga de Remedios estaba presente, y que fue ella quien inventó el tratamiento, buscando a propósito esos horribles efectos secundarios.

  • ¡ Maldita sea ! - exclamó Juliana, cuyo odio por aquella misteriosa mujer, al igual que les ocurría a su hermanas, no dejaba de crecer.

  • Una tipa cuyo rostro y aspecto ninguna de vosotras sois capaz de recordar, pero que todas describís como muy hermosa, vinculada a un indudable episodio de manipulación mental - dijo Hedelia - ¿ No os parece un poco sospechoso ?

  • ¿ Estás insinuando que ella fue la que manipuló mi mente ?

  • le preguntó Esther.

  • La de todas nosotras - comprendió Juliana.

  • A saber qué más cosas nos ha hecho olvidar... - dijo Alicia.

  • Cuando hayamos resucitado, os haremos una exploración telepática a fin de buscar más recuerdos reprimidos... entre ellos, el aspecto de esa fulana - les prometió Sarigza ( para entonces, todas las deluyrei estaban convencidas de que no era humana, tratándose de la misteriosa mujer con la que Óscar soñó: lo de que fuera o no una encarnación del Mal, en su momento lo averiguarían ).

  • No voy a aceptarlo - anunció Juliana, tras un nuevo silencio - Mi vida se transformó en un infierno desde el momento en el que Inmaculada nos arrancó del lado de papá, y no dejó de serlo hasta que Alicia me sacó de allí: ¿ acaso no son ya suficientes años desperdiciados ? No, no puedo perder treinta más, no ahora que mi vida por fin, gracias a la protección que nos brinda Óscar, podría tener pleno significado. Si para recuperar lo que se me ha robado he de transformarme en un hombre, así sea.

  • Sólo volverías a tu ser - le consoló Ciríe.

  • No lo entiendes, yo jamás llegué a ser un auténtico hombre: mamá se aseguró de ello.

  • ¿ No podríais curarle por medio de vuestra orina ? - les preguntó Laura.

  • Nuestra orina no rejuvenece, cariño, tan sólo cura - le dijo Sarigza.

  • Ya que tanto deseas ser una mujer, Juliana, ¿ me dejas hacerte una proposición ? - le dijo Hepente.

  • ¿ De qué se trata ?

  • Como ya sabes, soy hechicera. Pues bien, una vez que la leche de Óscar te hubiese rejuvenecido, transformándote de paso en el hombre que debiste ser, yo podría volver a transformarte en mujer a través de la magia. No sólo no supondría el menor riesgo para tu salud: de volver a ingerir leche de Óscar, o nuestra, ya no tenderías a recuperar tu masculinidad, pues serías tratado por ella como una mujer ( más aún, no quedarías fea ante nuestra mirada astral ).

  • Eso suena muy bien - le dijo Juliana, animándose bastante - ¿ Cuánto tardarías en hacerme de nuevo chica ?

  • Un día, a lo sumo dos.

  • ¿ Me dolería ?

  • En absoluto. Algunas de las fases quizá se te hicieran algo molestas, pero eso es todo: la mayor parte del tiempo, ni te enterarías.

  • ¿ Cuánto tardaría en hacerme efecto la leche ?

  • Eso depende mucho de la cantidad que tomes.

  • Supongamos que me atiborro.

  • En ese caso, de uno a diez días.

  • No es una estimación especialmente precisa...

  • Lo sé, pero he preferido cubrirme en salud, tanto a la baja como a la alza.

  • ¿ Le dejarías igual que está ahora ? - le preguntó Alicia - De aspecto, me refiero.

  • Yo sólo me limitaría a moldearle según sus deseos: si quiere ser como es ahora, lo será.

  • ¿ Hasta qué punto podrías cambiarme ?

  • Muchísimo: por ponerte tan sólo un ejemplo, podría dotarte de rajita, transformándote a efectos prácticos en una mujer.

  • ¿ Sentiría con ella lo mismo que siente una auténtica mujer ? - le preguntó Juliana, emocionada.

  • Claro que sí. Más aún: si así lo deseases, te pondría útero y ovarios, todo ello plenamente funcional, por lo que incluso podrías quedarte encinta.

  • Sería maravilloso, pero no me gustaría prescindir de esta preciosidad - le dijo Juliana, agitándose, en cierta forma apenada, el falo.

  • Si lo que quieres es contar con un coño y una polla a la vez, nada más sencillo: bastaría con transformarte en hermafrodita.

  • ¿ Cómo me los... colocarías ? - quiso saber Juliana, cada vez más interesada.

  • Yo de ser tú, me pondría el coño en su lugar habitual, y el pene justo encima. Los testículos te taparían la raja, pero para acceder a ella bastaría con apartarlos... aunque también podría ponértelos internos, claro.

  • Podría quedarse estéril - dijo Óscar.

  • No veo por qué - se extrañó Laura.

  • Muy sencillo, hija. Cuando la temperatura de los testículos humanos aumenta, la calidad del esperma que fabrican disminuye: hay quien sostiene que si son externos es, principalmente, para poder refrigerarse - le explicó Óscar - Es por ello que pueden darse problemas de esterilidad si acostumbras a llevarlos especialmente, mm... recocidos .

  • Muy bien, Óscar, veo que eres una persona cultivada - le felicitó Hepente - De todos modos, eso daría igual, pues ajustaría los genitales de Juliana para que funcionasen a pleno rendimiento independientemente de la temperatura.

  • ¿ Qué más posibles combinaciones hay, Hepente ? - le preguntó Juliana.

  • Muchas, la mayor parte de ellas deliciosas: yo misma te las mostraré, para que te sea más sencillo elegir.

  • ¿ Significa eso que os podéis poner una polla sin desvanecer el coño ? - les preguntó Alicia.

  • Por supuesto, y en todos los lugares donde coexisten - repuso Ciríe - Eso sí, gestionar dos sexos en el mismo lugar requiere más energía, y es por ello que yo aún no lo he hecho ( dentro de unos días me lo podré permitir ).

  • ¿ Debería poder Óscar manifestar un coño ? - aventuró Esther - En la entrepierna, se entiende.

  • No lo sabemos de seguro, pues jamás antes hubo un macho deluyrei, aunque la lógica dicta que sí. Las hembras deluyrei tenemos entre las piernas coño, pudiendo optar por un rabo durante modestos periodos de tiempo: a fin de mantener cierta simetría entre los dos géneros, en los machos debería ocurrir exactamente lo contrario.

  • Tiene su sentido - concedió Juliana - Volviendo a lo mío...

  • Tranquila, si algo no te convence del todo siempre podría rectificarse ( eso sí, no me vayas a estar pidiendo alteraciones menores cada dos por tres, o podría terminar cobrándote por mis servicios, y no precisamente dinero ).

  • Me da la sensación de que lo has hecho más veces - dijo Óscar.

  • Pues sí. Ahora mismo, sin ir más lejos, me viene a la memoria un egipcio ( o egipcia, según se mire ), que me quedó excepcionalmente bien...

  • ¿ Cleopatra, la última reina de Egipto, era un hombre que tú modificaste ? - se asombró Óscar.

  • Eso es. Veo que su nombre femenino, que ella misma eligió, aún perdura.

  • ¡ La polla ! - exclamó Laura - Pero, ¡ si se le tiene por una de las mujeres más hermosas jamás habidas !

  • Ya te dije que me quedó de vicio. Y sí, le dejé una buena polla, pues no quiso privarse de nada.

  • ¿ Cómo pudo liarse con César y Marco Antonio ? - se extrañó Esther - Siempre les tuve por muy machos...

  • Si con eso de machos te refieres a heterosexuales, metiste la pata hasta el fondo - rió Ciríe - A esos dos les iba de todo.

  • ¿ Animales también ? - tanteó Alicia.

  • Pues sí, de hecho a Marco le ponían a tono incluso los muertos ( aprovechando sus contactos en Egipto se hizo momificar una bella esclava que murió en una reyerta, y siempre llevaba a mano su momia, con la que compartió lecho en más de una ocasión ).

  • Lo que hay que oír - dijo Laura.

  • ¿ Es cierto que se suicidó haciéndose morder un pecho por una serpiente ? - le preguntó Juliana - Me refiero a Cleopatra.

  • Qué va, murió unos dos siglos después, de vieja. Si extendió aquel rumor ( entre muchos otros ), fue para escurrir el bulto cuando las cosas se le pusieron realmente feas ( se mudó a Persia ).

  • ¿ Vivió doscientos y pico años ? - se extrañó Óscar.

  • Verás, nosotras no somos las únicas personas que han venido a la Tierra desde los mundos de la magia, aunque sin duda sumamos más de la tercera parte del total - le explicó Hepente - Entre la gente que ha venido se contaban algunos magos, todos ellos muertos ya ( o eso creemos ), y algunos de sus artefactos terminaron pasando a manos humanas.

  • Cleopatra era el menor de los hijos de un no muy exitoso mercader que sólo había engendrado varones - siguió en su lugar Ciríe - Su única mujer, que supuestamente quedó estéril tras dar a luz por quinta y última vez, lamentaba tanto no haber podido tener una hija que decidió afeminarle, y su padre no supo negarse, haciéndose el despistado.

  • Un día, él le regaló un estilete primorosamente orlado, y hete aquí que aquel era uno de los artefactos mágicos que aún no habíamos sacado de circulación - dijo Sarigza - Quiso la fatalidad que ella lograse sintonizarlo, ocasionando un gran destrozo ( disparaba un intenso chorro de pirotecnia arcana ), así que, no bien nos llegaron rumores de su existencia, fuimos a recuperarlo.

  • El problema es que los deluyrei no somos ladrones, y el trasto aquel había llegado a manos de nuestra jovenmuchacha de una forma completamente lícita, así que no nos quedaba más remedio, si queríamos hacernos con él, que comprárselo - prosiguió Hedelia.

  • Pero ella no quería deshacerse de él, y no porque tuviese en mente usarlo, si no porque le daba un miedo terrible que cayera en malas manos ( aparte de calcinar su hogar, que hacía las veces de establecimiento, quemó a dos de sus hermanos sin querer, dejándolos tullidos ) - añadió Ciríe.

  • Tuvimos que revelarle que no éramos humanas, mostrándole cuán extensos eran nuestros poderes para que comprendiese que aquello, para nosotras, no era más que un juguete - dijo Hedelia - Su miedo a que fuera usado con fines belicosos cedió... pero su sentido de la oportunidad despertó, pidiéndonos a cambio un montón de cosas.

  • Al final, pactamos concederle seis deseos, a saber: restableceríamos la salud de sus hermanos, le daríamos a su padre cien veces más riquezas de las que se habían echado a perder cuando activó el artilugio ( y otras tantas a ella ), le transformaríamos en una hermosa mujer, le otorgaríamos capacidad para aprender rápidamente cualquier idioma, le concederíamos realeza, y le proporcionaríamos una gran longevidad para disfrutar de todo ello, don que podría compartir con diez personas que ella eligiese en persona - tomó de nuevo la palabra Ciríe.

  • Menudo chollo - dijo Laura.

  • Curar a sus hermanos fue bastante sencillo, claro, y lo de las riquezas también - les explicó Hepente - Lo de los idiomas lo solventé con un pequeño artefacto que creé específicamente para ella ( un discreto anillo mágico que sólo ella podría usar ), y lo de la longevidad con una poción basada en mi propia leche ( le entregué suficiente dosis para veinte personas, a fin de que no se me quejase ). Lo de transformarle en mujer me llevó dos días, pero lo de concederle realeza resultó más peliagudo.

  • Tuvimos que influir sobre unas cuantas mentes a fin de crear un falso pasado de Cleopatra VII como hija del faraón reinante, confiando que aquello no influyese en exceso sobre vuestra historia - les dijo Sarigza.

  • Pues menudo chasco os llevarías - dijo Óscar, divertido.

  • Ni de lejos fue tan grave como piensas - rió Ciríe - Su madre nunca lo reconocería, claro, pero resulta que se había quedado estéril cuando alumbró a su cuarto hijo: a él no le tuvo, le secuestró tras fingir un nuevo embarazo. No se dio cuenta de que era un niño hasta que le cambió los pañales, y ya no pudo darse vuelta atrás.

  • ¡ Le quitó el hijo a una de las amantes del faraón ! - captó de su mente Óscar.

  • Que era suyo, así que, como ves, sin querer devolvimos las aguas a su cauce ( expresión muy empleada por aquellos lares, todo sea dicho, con eso de las crecidas del Nilo ).

  • Hay que ver qué cosas pasan...

  • En cuanto nos enteramos de que había sido coronada reina, le pusimos a Afrodita al corriente de la situación, pero no consideró oportuno tomar medidas.

  • ¿ A ella también le hicisteis fértil ? - les preguntó Juliana - Me suena que tuvo descendencia.

  • Sí, de hecho nos consta que se autofecundó en al menos una ocasión - repuso Sarigza.

  • ¿ Se la clavó a sí misma ?

  • Eso es.

  • Guau, eso debe ser lo máximo en masturbación - dijo Laura.

  • ¿ Estáis seguras de que seguiría quedando femenina, pese a la polla ? - les preguntó Juliana tras una breve pausa, dando todos ya por finalizado aquel tema.

  • Mírame, cariño - le dijo Ciríe, poniéndose en pie y empezando a contonearse, caminando por toda la cama - ¿ tengo pinta de tío, pese al rabo ?

  • La verdad es que no. Incluso con ese pedazo de tranca que te cuelga, me es imposible verte como a un hombre.

  • ¿ Significa eso que aceptas mi propuesta, Juliana ? - le preguntó Hepente.

  • Pues sí, y no sabes cuánto te lo agradezco.

  • No te arrepentirás - le prometió ella.

  • Óscar, ¿ te importa que me dé un buen atracón ? - le rogó Juliana, señalando a sus pechos. La depresión que le entró cuando supo del alcance de lo que su madre le había hecho ya se había desvanecido, pues la solución, que prometía ser deliciosa, estaba al alcance de su boca.

  • Claro que no, cielo, sírvete tú misma...

  • Yo también quiero, Óscar - le dijo Esther, acomodándose junto a Juliana.

  • Bebe y disfruta, cuñada.

Una vez que tanto ellas como Ciríe se amamantaron, Óscar les preguntó a las humanas, agitando sus senos:

  • ¿ Qué queréis que me enseñen a hacer en primer lugar las hermanas de Ciríe con estas preciosidades ?

  • Ponerte un coño en los pechos, Óscar - le dijo Alicia - Debe ser increíblemente morboso verte con una rajita en cada una de esas cacho tetas que tienes.

  • Opino lo mismo, así que ya habéis oído, chicas: ponedme coños. Mi cuerpo es todo vuestro, manejadlo a vuestro antojo.

  • ¿ Qué tal si te los pones algo más grandes ?

  • le sugirió Ciríe.

  • ¿ Quizá así ? - le preguntó él, expandiéndolos hasta que su diámetro excedió levemente al de su propia cabeza.

  • ¡ Qué monstruosidad ! - exclamó Alicia.

  • ¿ Os parecen feos ?

  • En absoluto, papá, pero como le atices a alguien un golpe con cualquiera de ellos lo puedes matar - bromeó Laura, aún un poco impresionada.

Sus pechos se hendieron justo por los pezones, casi como si hubiesen recibido un machetazo en ellos aunque sin sangrar. En apenas unos segundos, dos hermosas y suculentas almejas adornaban sus pechos ( estaban en posición vertical, y también contaban con clítoris, ubicados en la parte más alta, que por supuesto estaban bastante erectos ).

  • Huele a coño que alimenta - dijo Alicia, haciéndose de nuevo con un seno ( en esta ocasión le tocó el derecho ), y aspirando el fragante aroma a hembra que de su respectivo sexo emanaba.

  • Qué bien te quedan, Óscar - dijo Esther, acariciándole junto a Juliana el otro, aunque por el momento sin atreverse a meterle los dedos, cosa que hizo Alicia.

  • Mm, que sensibles los tengo - suspiró Óscar.

  • ¿ Te gusta que jueguen con ellos, cielo ? - le preguntó Alicia, hurgando con cada vez más decisión el que le había tocado.

  • Sí, me es muy grato - dijo él, y todas se envalentonaron, empezando a masturbarle ambos.

  • Ay, qué bueno, zorras, no paréis - dijo él, dado un grito cuando Ciríe le pellizcó el clítoris derecho.

  • ¡ Bruta, que le haces daño ! - le reprendió Laura ( compartía el seno derecho con Alicia, y ahora también con Ciríe ).

  • Oh, qué bien, pellízcame de nuevo... - gimió él, para sorpresa de las cuatro humanas.

  • Bah, que se encarguen de ello las demás, yo te voy a clavar un puño - dijo Ciríe, internado una mano, y parte de la muñeca, por cierto con no poca brusquedad, en la vagina derecha.

  • ¡ Me gusta, sigue, métemelo hasta el codo ! - exclamó él.

  • Yo también quiero jugar a eso - dijo Esther, separando sin miramientos los labios de la raja izquierda, tras lo que exclamó - ¡ Pero, si esto es más espacioso que el túnel del metro ! ¡ Toma puño, cuñado !

  • ¡ Más, más ! - exclamó Hedelia cuando Esther incrustó una de sus manos en la vagina pectoral izquierda de Óscar.

  • ¡ Dadle bien duro, haced que se desmaye de gusto ! - les animó Sarigza.

  • ¡ Los clítoris, mordédselos ! - dijo Hepente.

  • ¡ Clavadle las uñas ! - dijo una de las sobrinas de Ciríe ( sólo los deluyrei le entendieron, claro, pues su don de lenguas de momento sólo le permitía entender otros idiomas, que no expresarse en ellos ).

Se los lamieron, mordisquearon, estrujaron, pellizcaron y amasaron, tanto por dentro como por fuera, y cada vez estaban más mojados. Óscar se corrió primero con el derecho ( no en vano era con el que estaba jugando Ciríe, aunque tanto Alicia como Laura ayudaron lo suyo ), y, segundos después, con el izquierdo.

  • ¿ Qué tal, cariño ? - le preguntó Ciríe.

  • Uf, ha sido genial. Es una sensación rarísima , pero me encanta. Esto tenemos que hacerlo a menudo, chicas.

  • Me gusta mucho su sabor, papá - le dijo Laura, libando del abundante flujo.

  • Cierto, están de vicio - coincidió Juliana, lamiéndose la mano.

  • Son realmente golosos, querido esposo, has llegado a encajar tres puños a la vez en cada uno - le dijo Alicia, mimosa.

  • Debe ser la caña ver cómo te lo hacen por ahí - dijo Esther, acariciando incitante el miembro de Juliana, completamente restablecido ( ya nadie se preocupaba de su precario estado físico, ni siquiera ella, principalmente por que todos sabían que la leche que había bebido de Óscar pronto le dejaría como nueva... bueno, o mejor dicho nuevo ).

  • ¡ Me pido éste ! - exclamó Juliana, abrazándose al seno izquierdo.

  • Y yo, éste - dijo Ciríe, abrazándose al seno derecho.

  • Todo eso está muy bien, pero no es justo que las demás se queden con las ganas, después de lo cachondas que se han puesto...

  • Estamos dispuestas a esperarnos, papá, pero sólo si te echan un polvo rápido.

  • Voy a ser yo quien lo eche - le aseguró él, tumbando a Juliana y a Ciríe boca arriba, con los miembros a la misma altura, y arrojándose sobre ellos.

  • ¡ No me lo puedo creer ! - exclamó Juliana - ¡ Te acabamos de meter varias manos ahí dentro y parece que los tienes sin estrenar ! ¡ Uf, cómo aprietan !

  • Mis hermanas le están enseñando a usar la poderosa musculatura que los deluyrei tenemos en las vaginas, sobre todo en las primarias

  • dijo Ciríe, con expresión de estárselo pasando realmente bien.

  • ¿ Acaso tenéis vaginas secundarias ? - se interesó Esther.

  • Naturalmente - repuso Óscar.

  • ¿ Dónde os las podéis poner ?

  • Luego os lo cuento, dejad que me concentre, quiero aprender cómo se da placer contrayendo las paredes vaginales.

  • Qué gusto, cuñado, me estás volviendo loca...

  • ¿ Os vais a correr ya dentro de mis tetas, guarras ? - les dijo al poco él, acariciando sus pechos ( Ciríe ya tenía algo digno de tal nombre, aunque aún dejaban mucho que desear ) - ¿ Vais a darme vuestra leche ? Me la debéis, yo ya os de dado la mía, es vuestro deber llenarme el depósito.

  • Te vamos a inundar los pechos - le prometió Juliana, intentando acelerar su orgasmo moviendo las caderas, pero Óscar le pellizcó en uno de sus pezones, haciéndole dar un grito - ¡ Ay ! ¿ Por qué has hecho eso ?

  • Te prohibo que te muevas, guarra. Soy yo quien está al mando. Como vuelvas a menearte, perra, te arrancó un pezón.

  • No entiendo cómo les estás dando tanto gusto, Óscar - se extrañó Esther - Al principio te movías bastante, arriba y abajo, pero ya hace rato que no te meneas.

  • Ya os lo he dicho, está haciendo uso de su musculatura vaginal - dijo Ciríe, entre gemidos - Nos está llevando al cielo, el muy mamón...

  • Con nuestra ayuda, claro está - dijo Sarigza.

  • ¿ Por qué no os agacháis ? - les sugirió Óscar a las tres humanas - Debe ser todo un espectáculo mirarme desde abajo.

  • Buena idea - dijo Alicia, poniéndose tumbada al costado de Ciríe, siendo imitada por Esther: Laura se tumbó al costado de Juliana.

  • ¡ La hostia, pero si parece que les estás haciendo una mamada con el coño ! - exclamó Esther, muy excitada.

  • ¡ Cómo los mueves, papá, más que rajas parecen bocas !

No mucho después, tanto Juliana como Ciríe se corrían abundantemente, y las hermanas de ésta desvanecieron las vaginas pectorales de Óscar: conforme se redujo su talla, el esperma que en ellas acababa de ser depositado fue constreñido, y salió a chorros un instante antes de que se cerraran por completo.

  • ¡ Menuda erupción de lefa ! - rió Laura cuando recibió aquella insólita corrida diferida, en absoluto molesta ( no tardó en lamerse los pechos, que fue donde fue a parar en su mayor parte, siendo imitada por las demás ).

  • ¿ Por qué me habéis quitado los chichis ? - se extrañó Óscar.

  • Muy sencillo, queremos que las manifiestes por tus propios medios - le explicó Hedelia.

  • Antes de eso, Óscar, ¿ no podrías hacer algo por nosotras ?

  • le preguntó Alicia, cariñosa - Ver cómo te tirabas a esas dos nos ha puesto muy cachondas.

  • Si me enseñasen a ponerme pollas en los pechos podría encargarme de las tres a la vez, pero se me ha ocurrido una idea muy divertida...

  • ¡ Eh, me gusta ! - exclamó Hepente al saber a qué se estaba refiriendo.

  • ¿ Lo habíais hecho alguna vez ? - les preguntó Óscar.

  • Por supuesto, pero no por ello deja de ser delicioso - le dijo Ciríe - Además, que yo recuerde a ninguna se nos ocurrió siendo tan jóvenes: eres muy prematuro, cielo.

  • No nos tengáis en ascuas, dinos qué estás planeando - se quejó Laura.

  • Tú, hija, recibirás mi polla: Alicia y Esther recibirán cada una uno de mis testículos.

  • No veo cómo vamos a encajarlos - rió Alicia - Como no los estires...

  • ¿ Tal que así ? - rió él, aumentando el tamaño de sus genitales hasta equipararlos al de una naranja grande y dejando que colgaran un par de palmos bien servidos cada uno, perfectamente separados ( parecía haber pasado a tener dos escrotos, en vez de uno, tan diferenciados estaban ).

  • Qué exageración, Óscar - se asombró Esther.

  • Bah, esto no es nada: antes, cuando os hice una demostración de mi mutable virilidad, creo recordar que me los puse aun más grandes.

  • No estoy muy segura de eso, pero lo que sí tengo bien claro es que jamás te colgaron tanto - le dijo Juliana.

  • Alicia, Esther, poneos de rodillas - les instruyó él - Que sea costado contra costado.

  • Listas, Óscar - le dijo Alicia ( Esther se había puesto a su izquierda ).

  • Hagamos de esto una especie de ceremonia, será divertido - les propuso él, poniéndose de rodillas ante ellas y ordenándoles - Extended ambas manos a la altura de los pechos, las palmas hacia arriba.

Ellas así lo hicieron, y Óscar le dijo a Alicia, poniendo el masivo testículo izquierdo sobre sus manos:

  • Esposa, he aquí mi pelota izquierda.

  • Gracias, esposo, amo de las pelotas y señor de los pirulos

  • improvisó ella.

  • Cuñada, he aquí mi pelota derecha - le dijo Óscar a Esther, aguantándose la risa.

  • Gracias, cuñado... mm... el de la polla de uranio. Por cierto, hay que ver cómo pesan tus boniatos.

  • Dadlos unos cuantos besos, procurando ensalivarlos, y plantadlos en vuestro húmedo huerto - les ordenó él, añadiendo, socarrón - Tranquila, no son radiactivos, así que no estropearán el resto de la, mm... cosecha.

  • Uf, son brutales - suspiró Alicia cuando se metió el suyo.

  • Ay, qué llena me siento - dijo Esther, tras lograr meterse el otro.

Óscar separó las piernas, y le dijo a Alicia:

  • Extiende la pierna izquierda hacia delante.

  • ¿ La paso bajo las tuyas ?

  • Sí.

Ella así lo hizo, y Esther repitió la operación con la pierna derecha, juntándola contra la izquierda de Alicia. Entonces, Óscar cerró las suyas, aprisionándolas, y les ordenó que extendiesen las restantes piernas, poniéndolas a ambos lados de las suyas, tras lo que les hizo tumbarse boca arriba.

  • ¿ Es mi turno ? - le preguntó a Óscar Laura.

  • Sí, hija. Ven, ensártate en mi rabo, pero dándome la espalda.

Ella no se hizo de rogar, y Óscar le empujó hacia delante, sugiriéndole que posase sus piernas sobre las de Alicia y Esther ( las que estaban a ambos lados de las suyas, claro ). Entonces, se echó sobre ella y manifestó sus alas, compensando aproximadamente las tres cuartas partes de su peso corporal con ellas ( se repelió del suelo ).

  • Mm, qué bien, tengo tu oronda polla en el coño y tus monumentales pechos sobre la espalda - dijo Laura.

  • No es que no nos guste tener tus fabulosos huevos en la vagina, Óscar, pero, ¿ eso es todo ? - le dijo Alicia, levemente decepcionada.

Óscar se sonrió, recogiendo parcialmente su escroto de modo que sus testículos quedaron algo tensos dentro de Alicia y Esther. Entonces, se empezó a mover, y cada sacudida que le daba a Laura se dejaba sentir en las otras dos. No contento con ello, dirigió su poder vibratorio sobre sus testículos, haciéndolos vibrar ( las hermanas de Ciríe le asesoraron acerca de la frecuencia y la amplitud ).

  • ¡ Oh, qué gusto ! - exclamó Esther.

  • ¿ Qué demonios estás haciéndonos con los huevos ? - le preguntó Alicia - ¡ Es la bomba, me encanta !

  • Pues yo también me lo estoy pasando de miedo... - dijo Laura, a la que Óscar penetraba sin tregua.

  • ¿ Sentís los pechos de Laura contra los vuestros, nenas ? Pues, ¡ atentas !

Sin más preámbulos, Óscar empezó a provocar vibraciones en los pechos de Laura ( las hermanas de Ciríe volvieron a guiarle, pues no quería provocarle el menor daño ).

  • Papá, ¿ qué me estás haciendo en las tetas ? ¡ Es la caña !

  • ¡ Calla, puta, y toma lengua ! - exclamó él, alargando la lengua e insertándola medio palmo en el ano de Laura ( por supuesto, sin dejar de bombear dentro de la ardiente y anhelante vagina de su hija ).

  • ¡ Sí, sí, así ! - gritó ella, agitando las caderas - Uf, qué ganas tenía de que me hicieses eso...

  • ¿ La alargo un poco más, cielo ?

  • Sí, por favor... - gimió ella - Y ponla más gorda, si no te importa.

  • Por supuesto, hija.

  • Uf, qué rico, es como tener una anguila dentro, una muy viciosa - dijo ella, entre suspiros y gemidos.

  • Pues me sé de una anguila a la que le va a dar un ataque epiléptico - bromeó él, empezando a agitar la lengua con cierta violencia.

  • ¡ Dios, qué gusto ! - gritó Laura - Papá, me estás volviendo loca...

Como es de suponer, cada movimiento que hacía Laura repercutía en su madre y en su tía, que ya habrían tenido bastante con lo que Óscar les estaba haciendo en la entrepierna para gozar a base de bien. Laura se desbocó, besando a su tía y a su madre con ansia mientras amasaba con desespero sus pechos más externos ( estaban algo desatendidos, pues ellos no se beneficiaban de la placentera vibración que Óscar estaba induciendo en los suyos, apoyados sobre los restantes ). Óscar pensó que a su esposa y a su cuñada les vendría bien algo más de estimulación, y amplió sus genitales un poco más, dotándolos de rugosidades: además de ello, les pidió a las hermanas de Ciríe que le enseñasen a expandir y mover el pelo. No era tan difícil como se temió, y se hizo crecer el cabello dos metros y medio, formando dos coletas con muchos nudos ( cada uno de ellos tendría cuatro centímetros y medio de grosor, a veces cinco ).

  • Mirad qué peinado más lindo me acabo de hacer, en forma de rosario, con la ayuda de mis futuras hijas - les dijo él, agitando las coletas ante las caras de las dos humanas - ¿ Os sugiere algo ?

  • ¡ Por el culo, métenoslo por el culo ! - exclamó Esther.

  • ¡ Marchando ! - rió él, clavando una de las coletas a cada una ( metió los nudos con cierta lentitud, recreándose con ello ).

  • ¡ Oh, sí, qué pedazo de bolas ! - gimió ella.

  • Es delicioso, Óscar: son grandes, suaves y mullidas - dijo Alicia - Joder, hasta con el pelo eres capaz de dar placer...

  • Les has rellenado de bolas, van a coger complejo de árbol de navidad - logró bromear Laura en un momento de lucidez.

Ninguna pudo ya formular una sola frase coherente, pues las tres se aproximaban inexorablemente al clímax. Óscar no les dio tregua, y pronto se corrieron todos. Reposó unos segundos, deteniendo todas las vibraciones aunque sin salirse de Laura, y entonces les preguntó:

  • ¿ Queréis repetir ?

  • Tantas veces como desees, padre - le dijo Laura - Quiero saberme llena de tu esperma, sentir cómo chorrea por mis muslos. Mm, tener tu porra en mi chocho y tu lengua en mi ojal es lo más.

  • Te advierto que puedo seguir durante muchas horas. Te destrozaría el coño, literalmente.

  • En ese caso, papá, quizá sea mejor que sólo repitamos diez veces, por poner un ejemplo - le dijo ella, sin pararse a pensar seriamente lo que decía.

  • Muy bien, así sea. Oh, y no dejaré que chorree, al menos no de momento, pues quiero ver cómo tu mamá y tus tías se beben mi lefa de tu raja, para lo cual antes deberé llenarte de ella - le dijo él, reanudando la estimulación vibratoria y comenzando de nuevo a bombear dentro de su hija: el pelo, claro, también volvió a moverlo, restregando los nudos de sus coletas dentro de los sensibles rectos de Alicia y Esther.

Veinte minutos después, Óscar se había corrido por cuarta vez ( no extrajo la lengua del trasero de su hija en ningún instante ). Tras apenas medio minuto de descanso ( en beneficio de sus tres amantes, claro, pues él aún no lo necesitaba ), volvió a ponerse en acción, y Laura le dijo, cariñosa:

  • ¿ Es que no te cansas nunca, padre ?

  • Nunca, hija.

  • No me digas que te tomaste en serio lo de hacérnoslo diez veces seguidas en esta postura - se alarmó Alicia ( no es que no lo estuviese disfrutando, y a rabiar, pero el peso de Laura, unido a la modesta presión que ejercía sobre ésta Óscar, le estaba empezando a pasar factura, y lo mismo podía decirse de Esther ).

  • Pues sí, pero noto que no estáis del todo cómodas, así que lo dejaremos ahora mismo.

  • Casi mejor, nos vendrá bien parar unos minutos - dijo Esther.

  • Estoy de acuerdo - coincidió Alicia.

  • ¡ Ay ! - se quejaron simultáneamente ambas cuando Óscar devolvió sus testículos a su posición habitual, extrayéndolos con cierta brusquedad de sus anegadas rajas ( los redujo antes, claro, o les habría dolido: el quejido que profirieron fue, por tanto, debido a la sorpresa ).

  • Mira que tenéis poco aguante, no me habéis durado nada - se burló él, mientras extraía las coletas, haciéndoles dar algún que otro gemido más ( de paso, replegó las alas ).

  • No digas memeces, Óscar, han aguantado como pocas humanas lo habrían hecho - le reprendió Hedelia.

  • Muchas se habrían desmayado de verse sometidas a tanta estimulación, y más durante tanto tiempo - coincidió Ciríe.

  • Sólo era una broma... - se excusó él, observándose el pelo: había quedado bastante pringado, muchísimo más que las bolas que se había metido antes Alicia en el recto. Si lo encogía, todo lo que había pegado a él caería en la cama, y de momento no le apetecía revolcarse en mierda ( quizá más tarde, se dijo en broma ).

  • Papá, no es que me importe tenerte dentro de mí, pero hasta que no te salgas no podremos jugar a más cosas.

  • Tienes mucha razón, hija - le dijo él, extrayendo su miembro y su lengua.

  • Trae que te de un beso en esas cositas para agradecerte el gusto que me has dado con ellas - le dijo Laura, asiendo el pene de su padre.

  • Empieza por la lengua, que la tengo un poco sucia - le sugirió Óscar - Oh, y agárrala como si se tratase de una polla.

Laura agarró la lengua de Óscar ( en aquel momento sobresaldría algo más de un metro de su boca ), y empezó a lamerla mientras él la iba reduciendo. Cuando sólo sobresalía un palmo, ya no tuvo de dónde agarrarla con comodidad, por lo que la soltó, momento en el que su padre le agarró de la nuca y se la metió, dándole un jugoso beso.

  • Y, ahora, tu polla - le dijo ella, haciéndose de nuevo con el viril vástago de su padre, que ella sintió en todo momento contra su abdomen, cálido y palpitante.

  • ¿ Te gustaría que me corriese en tu boca ?

  • Sabes que sí - le dijo ella, abriéndola exageradamente.

  • Vaya, así que no sólo te gustaría comerme la polla, si no también que te hiciese el amor por la boca con ella, corriéndome en tu garganta... - comprendió él.

  • A nosotras también - dijo Alicia en nombre de las demás.

  • Ya jugaremos a eso.

  • Le habéis dejado el pelo hecho un asco, chicas - les reprendió cariñosamente Ciríe, tumbada sobre Juliana ( ellas también quisieron divertirse, y decidieron hacer un sesenta y nueve ).

  • No hables y sigue chupándome la polla, cielo, que me queda ya muy poco para correrme - le suplicó Juliana, a punto de eyacular por tercera vez ( no bien dijo aquello volvió a engullir, con gula, el falo de Ciríe, operación que le habría sido imposible de no haberlo abatido ésta ciento ochenta grados, a fin de ponerlo al alcance de su boca ).

  • Quien tiene que callarse eres tú, puta, que yo puedo hablar sin necesidad de usar la boca - le reprendió vibratoriamente Ciríe, llevándose una de las manos al trasero ( la otra, que era con la que asía el falo de Juliana, la tenía muy ocupada ), de donde se extrajo el consolador mágico de Hepente, extraordinariamente dilatado. Tras encogerlo, lo clavó en el ano de Juliana, que agradeció aquella atención, y entonces le dijo a Óscar - ¿ Qué te parece si me la enchufas, mi amor ? De pronto, no sé por qué, me siento algo vacía...

  • Espera, papá, deja que sea yo quien guíe tu polla al lindo culito de esa maciza - le dijo Laura, asiendo su miembro con ambas manos.

  • Cómo no, hija - le dijo él, dejándose hacer.

Laura, tirando dulcemente de su tranca, le llevó hacia el trasero de Ciríe. Óscar separó las piernas, a fin de pasar por entre la cabeza de Juliana, que había dejado de trabajarse el falo de la deluyrei a fin de no perderse detalle ( Ciríe también dejó de mamarle el suyo ).

  • ¿ Podrías bajar un poco el rabo, padre ? - le pidió ella, empujándoselo hacia abajo.

  • ¿ Quieres que disminuya un poco la erección, o tan sólo que lo incline ?

  • Lo último, imagino que Ciríe la quiere recibir bien dura.

  • Listo, hija - le dijo él, tras poner el miembro perpendicular a su tronco, lo cual facilitaría significativamente la inserción - ¿ Algo más ?

  • Bueno, si no te importa, me gustaría ser yo quien se la clavase.

  • Eso está hecho - rió él.

Laura apoyó el pene de su padre contra el ano de Ciríe, que ésta abrió incitante, diciéndole:

  • ¿ No me vas a dar un besito antes, nena ?

  • Por supuesto - le aseguró ella, agachándose y lamiéndoselo con vicio mientras asía el miembro de su padre, que también lamió. Iba por fin a proceder a la penetración cuando Óscar le dijo:

  • Espera, se me ha ocurrido una cosa muy divertida.

  • Cuéntame, papi - le dijo ella, restregando los pechos contra los de su padre.

  • Quiero que te pongas un consolador de esos que se sujetan a la entrepierna, el más grande que tengas a mano.

  • ¿ Uno doble ?

  • Sí, así te dará gusto a ti también.

  • Ya se lo traigo yo - se ofreció Alicia, levantándose de la cama y yendo hacia el armario empotrado, en el que estuvo rebuscando por espacio de unos segundos. Cuando volvió, le tendió a Laura un fabuloso consolador doble, significativamente más grande que el que habían usado con el repartidor ( era uno de los que usaban ellas dos, y a veces también Esther y Juliana ).

  • Si me clavo esto, tu esperma sin duda rebosará - le advirtió Laura.

  • Tranquila, me aseguraré de que eso no ocurra.

  • En ese caso, allá vamos - le dijo ella, poniéndoselo sensualmente.

  • Estás preciosa, hija, realmente lo haces lucir - le dijo él, dándole un rápido beso en la boca - Lo usas a menudo, ¿ no es eso ?

  • Casi a diario, esta misma mañana en la ducha se lo clavé a mamá.

  • Mm, eso tengo que verlo.

  • Si quieres que nos ensarte ahora mismo, a mí o a Esther, por nosotras no hay problema - le dijo Alicia - Tú tan sólo elige a cual de las dos... y el agujero por el que quieres que se lo meta.

  • Es a mí a quien se lo va a clavar, nena.

  • ¿ Estás de guasa ? - se sorprendió Esther.

  • Por supuesto que no. Vamos, hija, ponte pegada a mi espalda.

  • Espera que te ponga un poco de gel - le dijo ella, alargando la mano hacia la cabecera de la cama a fin de hacerse con el tubo.

  • Deja eso ahí, no me hace ninguna falta. Métemelo sin más.

  • Bueno, pero deja que te lo ensalive al menos...

  • Olvídate de eso, y clávamelo de una vez.

  • ¡ No quiero hacerte daño !

  • No me lo harás, los deluyrei disponemos de glándulas que mantienen en todo momento lubricado nuestro recto.

  • Ya entiendo por qué te entraban antes tan bien los dedos - dijo ella, venciendo sus reparos y poniéndose tras Óscar.

  • Qué rabia, a mí nunca me dejaste meterte un consolador - se quejó Alicia.

  • Tranquila, mujer, que a partir de ahora lo harás muy a menudo... y no siempre con uno tan chiquitín como éste.

  • ¿ Chiquitín, has dicho ? - se escandalizó, o poco menos, Juliana.

  • Padre, relájate que empiezo a empujar - le advirtió Laura, comenzando a presionar, como sumo cuidado, contra su ojal.

  • No quiero que me la metas poco a poco - le dijo él - me vas a agarrar con todas tus fuerzas de las caderas y me la vas a meter de un golpe. Échale ovarios, no me seas tiquismiquis.

  • Está bien, pero si te duele luego no me guardes rencor - le dijo ella, empujando con ganas.

  • ¡ Uf, qué bien ! - suspiró él.

  • No me digas que te ha gustado - se sorprendió Esther ( ella, al igual que las demás, habían recibido aquel trasto tanto por delante como por detrás, pero, cuando lo hacían, sobre todo por el culo, siempre se aseguraban de estar perfectamente lubricadas, y rara vez se lo clavaban de un solo golpe ).

  • Bastante - le dijo él, agarrando las manos de Laura y llevándolas a su miembro, tras lo que le dijo - Toma, hija, date el gusto de meterle mi porra a Ciríe. Házselo sin miramientos, como a mí.

  • ¡ Mm, así ! - gimió Ciríe cuando Laura, dando un nuevo empujón a su padre, penetró con su falo a la deluyrei.

Laura fue quien marcó el ritmo, y enseguida tanto Ciríe como Juliana reanudaban sus respectivas mamadas ( el versátil dispositivo de almacenaje de Hepente no tardó en dejar de estar ocioso, pues Ciríe le ordenó que volviera a vibrar dentro del trasero de su pareja ).

  • ¿ Te gusta, papá ? - le dijo Laura, sin dejar de moverse - ¿ Te gusta que tu hija te dé por el culo ?

  • Mucho, guarra. Mm, así, dame más duro, que tu papá no se va a romper.

  • Espero que me devuelvas el favor - le dijo ella, aumentando tanto el ritmo como la violencia de las embestidas.

  • Claro que lo haré, pero a su debido tiempo - le aseguró él, percatándose entonces de que aún no había desvanecido las embadurnadas coletas ( había adquirido tal control de su cabello, que mantenerlas alzadas todo aquel rato, a fin de no manchar nada ni a nadie, no le había supuesto el menor esfuerzo, al menos no a nivel consciente ). Entonces, las dirigió al trasero de Laura y se las clavó, diciéndole - Ahí tienes un aperitivo de lo que te espera, perra.

  • ¡ Métemelas, métemelas todas ! - gruñó ella, sin dejar de bombear. Estaba agarrada de la cintura de Óscar, y él le dijo:

  • Eres una desconsiderada, no le estás sobando las tetas a tu padre pese a tenerlas a mano.

  • ¡ Toma sobe, cabrón ! - le dijo ella, manoseándoselas con frenesí ( apenas se las abarcaba ) - ¡ Dios, qué cacho melones tienes, me encanta sobártelos !

Enseguida todos se corrieron, y Óscar no extrajo el pelo del recto de su hija: en vez de ello, simplemente desvaneció todo el tramo extra, por lo que todo lo que a él se había adherido antes quedó dentro de Laura.

  • Para tu información, hija, te acabo de hacer una leve transfusión de caca.

  • ¿ De qué estás hablando ? - se extrañó ella, quitándose los correajes del consolador y sacándoselo ( Óscar se aseguró de que su abundante esperma no abandonase el sexo de su hija, de modo que salió virtualmente seco ).

  • Tu mamá y tu tía me habían dejado el pelo lleno de mierda, y ahora la tienes dentro de ti.

  • Coño, es verdad - dijo Esther, a la que la idea le provocó un escalofrío de excitación ( y no fue la única ).

  • Oye, la idea me gusta - le dijo Laura, hurgándose el ano con el dedo meñique y llevándose éste a la boca ( se había dado cuenta de que a Óscar le gustaba verle hacer aquel tipo de cosas, y para ella era todo un placer satisfacerle ).

  • Nosotros a veces jugamos a eso - les dijo Sarigza - Una se pone con el culo hacia arriba, bien abierto, y otra echa su caca dentro. Es de lo más excitante, y más cuando se hace en grupos razonablemente numerosos.

  • Nunca se me había ocurrido algo así, pero reconozco que se ve deliciosamente guarro - dijo Alicia.

  • ¿ Seríais capaces de hacerlo ? - se sorprendió Óscar ( él sí que se veía capaz, de hecho se le antojó bastante razonable, incluso natural ).

  • ¿ A ti te gustaría ver cómo lo hacemos ? - le dijo melosa Laura, tras cruzar la mirada con su madre y sus dos tías.

  • Mucho. Es más, me encantaría participar: debe ser divertidísimo.

  • Entonces, no se hable más - dijo Alicia, colocándose a cuatro patas y alzando exageradamente el culo, cuyas nalgas separó... y cuyo ojal abrió con los dedos. Mirando sonriente a Óscar, agregó - Vamos, nenas, ponedme un cálido y pegajoso enema de mierda, quiero sentirme más cerda que nunca, para goce tanto mío como de nuestro macho.

  • Yo primero - se ofreció Laura, haciendo ademán de colocarse sobre su madre, pero Óscar le detuvo, diciéndole:

  • Esperad, ya jugaremos a eso en otra ocasión. No olvidéis que aún me quedan muchas cosas por aprender...

  • Está bien, pero luego no te vayas a echar atrás - le dijo Alicia, sentándose de nuevo.

  • No lo haré, realmente quiero ver cómo os hacéis caca unas a otras - le aseguró él.

  • Y tú también lo harás, espero.

  • Claro que sí. De hecho, si no os importa me gustaría que nos la untásemos por todo el cuerpo y comiésemos de ella.

  • Papá, no te pases - se quejó Laura, un tanto asqueada... pero pese a ello no poco excitada.

  • Tranquila, todos tomaremos uno de mis tomates - le dijo él, explicándole finalmente para qué servían ( también les habló del pétreo formato de sus deposiciones, así como de la fusión de heces entre los deluyrei ).

  • ¿ Te comiste la mierda de Óscar ? - le preguntó Esther a Ciríe, anonadada, cuando éste terminó de hablar.

  • Sí, y yo en su momento me comeré la suya - repuso Óscar por ella.

  • Cuando te tomes uno de esos frutos, Óscar, espero que me avises - le dijo Alicia.

  • ¿ Se puede saber para qué, cariño ?

  • No seas tonto, Óscar, sabes perfectamente para qué.

  • Cierto, pero quiero darme el gusto de oírtelo decir.

  • Deseo hacerte de retrete, Óscar, deseo que me pongas perdida de esa crema que según dices te saldrá por el culo. Me rebozaré con tu mierda, me la comeré, me la meteré por el culo y el coño, y todo ello ante ti. Mm, cómo gozaré...

  • Pocos humanos habrían aceptado participar en algo así sin pruebas irrefutables de que todo lo que ha dicho Óscar de nuestros tomates mágicos es cierto - observó Ciríe - bastantes no lo harían ni con ellas.

  • Mi fe en Óscar es absoluta, Ciríe.

  • ¿ Y si Ciríe me hubiese engañado ? - le puso a prueba Óscar.

  • Te habrías dado cuenta, gracias a tu telepatía - razonó ella - Además, en ella también confío, pues en cierta forma es parte de ti, como tú ahora lo eres de ella.

  • Yo también quiero jugar a eso, papá - le dijo Laura, avergonzándose de no haber tomado en el acto aquella decisión, tal y como hiciera su madre.

  • Todas estáis invitadas, nenas. Y, ahora, sigamos con la lección que me estaban dando las hermanas de Ciríe.

  • Antes de enseñarte nada nuevo, Óscar, deberías comprobar si realmente has aprendido a ponerte coños en las tetas - le dijo Hedelia.

Óscar de inmediato manifestó un par de vaginas en los pechos, quedando demostrado que ya sabía hacerlo. Hepente le sugirió otra posible configuración: si las hacía surgir algo más bajas, podía hacer que el pezón no desapareciese, quedando inmediatamente encima del clítoris... o que se fusionasen en una sola entidad. Todos libaron de ellos, siéndole doblemente grato, pues sentía con ellos de ambas formas. Lo siguiente que le enseñaron a manifestar en sus pechos fue un ano. Podía hacérselo crecer en cualquier lugar, si se le antojaba incluso en sustitución del pezón, y se veía de lo más real ( de hecho, también podía usarlos para defecar, cosa que le extrañó bastante: su cuerpo tenía que estar lleno de conductos extra ).

  • Mm, que ojales más lindos - dijo Laura, hincando un dedo en el más cercano.

  • Y qué bien siento con ellos - dijo Óscar.

  • ¿ Quieres que te los comamos un poco ? - se ofreció Alicia ( tanto ella como Esther ya estaban repuestas del palizón que Óscar les acababa de dar, y eso que aún no habían transcurrido ni quince minutos: en cuanto a Laura, poco le faltaba para volver a estar a punto ).

  • Más tarde, ahora quiero aprender más cosas.

  • Pongámosle bocas, nenas - propuso Sarigza.

Dicho y hecho. Las bocas que en ellos podía manifestar contaban con unos sensuales labios, pero no había mandíbula ( cómo mantenían su forma, era un misterio ): en cuanto a los dientes, tenían un aspecto un tanto inquietante, pues eran bastante afilados ( parecían ser todos colmillos ), y surgían de unas encías de naturaleza en apariencia cartilaginosa. Las lenguas, naturalmente extensibles, eran capaces de captar sabores, cosa que a Óscar le sorprendió mucho ( sus papilas gustativas le enviaban al cerebro unas sensaciones realmente desconcertantes, pero aún así perfectamente identificables ). Decidió relamerse los pechos por fuera, encontrando muy de su agrado aquella sensación.

  • Están ricos, ¿ verdad ? - le dijo Hedelia, hablando por ambos... sin la menor necesidad de hacer uso del don vibratorio de Óscar.

  • ¡ Podemos hablar con ellos ! - se sorprendió él.

  • Pues sí: están conectados a nuestra tráquea, y cuentan con cuerdas vocales propias - le explicó Sarigza, añadiendo con orgullo - Afrodita, nuestra señora, es realmente imaginativa.

  • Cuando le metí la lengua a Ciríe, no noté nada de eso.

  • Difícilmente podrías haberlo hecho, pues no me había hecho crecer pechos, mucho menos bocas en ellos - le recordó ella.

  • Oh, claro...

  • Tus dientes dan mucha grima, Óscar - le dijo Juliana, tanteándoselos con cautela.

  • ¿ Lo dices por lo afilados que son ? - rió Ciríe.

  • Pues sí.

  • Bah, aún no has visto nada: hermanas, hacedle una demostración...

Los dientes se alargaron, afilándose más aún, e incluso aplanándose algunos de ellos. Parecían puñales.

  • ¡ Joder, cualquiera se atreve a meter ahí la polla ! - exclamo Juliana.

  • También podemos alisarlos - le explicó Hepente, y en efecto, los dientes se alisaron y redondearon.

  • Y supongo que también meterlos - dijo Óscar.

  • Exacto - le dijo la hechicera, metiéndolos por él.

  • Así, bien poco se diferencian de las vaginas - dijo Óscar, corrigiéndose de inmediato - Salvo por la lengua, claro, y también por las encías.

  • Inténtalo tú.

Óscar no sólo supo meterlos y sacarlos, en grupos o de uno en uno, si no que tampoco tuvo problemas en alterar su forma. Más aún, se le ocurrió trasladar aquella sensación a su boca normal, siendo capaz de hacer lo mismo con los dientes de allí... para sorpresa de las demás deluyrei.

  • ¡ Eres un alumno excelente, Óscar ! - le felicitó Hedelia.

  • Bah, tengo unas maestras fabulosas - se quitó importancia él.

  • Papá, ¿ me das un beso ? - le pidió Laura, aproximando su boca a la boca que éste tenía en su pecho izquierdo ( en aquel momento, ni la de aquel ni la del otro tenían dientes ).

  • Claro que sí, hija - le dijo él.

Laura plantó su boca en la del pecho y empezó a besarla, mirando ocasionalmente a su padre. Esther, al ver que Alicia no se animaba, comenzó a besar el otro pecho. Cuando ambas se retiraron, Juliana quiso también probar.

  • ¿ No quieres besar a papá, mamá ? - se extrañó Laura.

  • Cuando Juliana termine - le dijo ella, mirando absorta la boca libre.

Una vez Juliana se dio por satisfecha, Óscar le dijo a Alicia, muy serio:

  • He captado tus pensamientos, cariño. ¿ Estás segura de querer hacerlo ?

  • Sí, Óscar, quiero hacerlo.

Óscar proyectó nuevamente sus dientes, afilándolos exageradamente, y cogió dulcemente a Alicia de la barbilla, diciéndole:

  • No quieres que las hermanas de Ciríe guíen mis actos, y respetaré esa decisión. Sin duda sufrirás desgarros: el que sean pocos o muchos dependerá de mi habilidad, y te advierto que no es gran cosa. Esto te va a doler, tesoro.

  • Lo entiendo, y lo acepto - le dijo ella.

  • No tienes la menor necesidad de hacerlo.

  • Lo sé, pero aún así lo haré.

  • De acuerdo. ¿ Qué pecho escoges ?

  • El izquierdo, es el más cercano a tu corazón - le dijo ella, asiéndoselo.

  • Para vuestra información, tenemos dos corazones, uno a la izquierda y otro a la derecha - les dijo Hepente.

  • ¡ No fastidies ! - exclamó Óscar.

  • ¿ No te lo había dicho Ciríe ? - se extrañó Sarigza.

  • Se me pasó por alto - se disculpó ella.

  • No es lo único que se te ha pasado por alto - le recriminó Óscar, aunque sin rencor - Se supone que ayer ya me habías hablado de todos nuestros poderes, al menos de aquellos que no están relacionados con nuestras frutas, pero te dejaste en el tintero lo de los sueños premonitorios.

  • Algo sobre lo que no se tiene el menor control no es digno de llamarse poder - se defendió ella - Yo más bien lo catalogaría de peculiaridad.

  • ¿ Hay alguna otra peculiaridad, como tú las llamas, que debiera saber ?

  • Si. A veces soñamos con cosas del pasado ( caso en el que los sucesos son tal y como fueron, que no alegorías de un posible suceso futuro ). También disponemos de cierto nivel de psicometría, pudiendo extraer ocasionalmente información de objetos o lugares. Por último, de vez en cuando podemos comunicamos con aquellos que ya no están.

  • ¿ Veis espectros ? - se estremeció Juliana, no pudiendo evitar pensar en su padre.

  • Y también los oímos, olemos y, en casos extremos, tocamos e incluso saboreamos - dijo Hepente.

  • Uf, qué mal rollo - dijo Laura.

  • En absoluto, muy rara vez los muertos nos perturban: antes bien, nos ayudan... o nos piden ayuda, cosa que por lo común sólo pueden hacer cuando son dignos de ella - dijo Sarigza.

  • Eso de tocarles y saborearles... - comenzó Alicia, titubeante.

  • Acertaste, a veces somos capaces de darles momentáneamente sustancia, lo justo para joder con ellos... siempre que ese sea el servicio que precisen de nosotros ( hay gente que no quiere abandonar por completo el reino de los vivos sin haber echado un buen polvo, y no les culpo por ello ) - se le adelantó la hechicera.

  • ¿ Y si lo que desean no es joder, si no sencillamente despedirse de un ser querido, o quizá liquidar un asunto pendiente ? - le preguntó Óscar.

  • Oh, es esos casos también podemos condensarles .

  • ¿ Se supone que a mí me pasará más a menudo que a vosotras ?

  • Claro que sí - le dijo Ciríe - Es más, se dice que las matriarcas tienen bastante control sobre esos tres dones ( que, en su caso, quizá si sean dignos de llamarse así ): de ser cierto, probablemente tú también puedas usarlos a placer... de esforzarte lo suficiente.

Finalizado aquel breve inciso, Alicia, que en ningún momento había dejado de asir el seno, aproximó sus labios a los del mismo, y enseguida se estaban besando. Óscar se esmeró en no cortarle, pero los débiles gemidos de que vez en cuando se le escapaban a su esposa dejaban bien claro que no estaba teniendo tanto éxito como sería de desear. El que Alicia insistiese en poner tanta pasión al arriesgado ósculo no le era de gran ayuda, y poder percibir el dolor de su mujer no le tranquilizaba en absoluto, como tampoco lo hacía el saborear su sangre.

  • Mierda, Alicia, ya basta - se quejó él, replegando los dientes.

  • Me has destrozado la lengua, Óscar, pero sangro gozosa, pues sé que tengo tu amor - logró balbucirle ella, abrazándose a él. Tenía los labios y la lengua hechas un asco: de no ser por el poder de control de fluidos de Óscar, por medio del cual mantuvo relativamente a raya la hemorragia, habría perdido bastante sangre.

  • Bebe - le apremió él, vertiendo en su boca unas gotas de su orina.

  • Con gran placer - le aseguró ella, curando en el acto.

  • Antes de que lo preguntes, Alicia, Óscar lo ha hecho muy bien - le dijo Hepente - Teniendo en cuenta el filo de sus dientes, debería haberte cortado la lengua por la mitad en más de una ocasión. Quizá no te lo pareciera, pero se ha esforzado al máximo.

  • Sé que lo haría, aunque llegué a fantasear con la posibilidad de salir incólume - reconoció ella.

  • Si le hubiésemos manejado nosotras, ten por seguro que así habría sido, pero Óscar estaba demasiado nervioso: tanto temía hacerte daño, que no pudo evitar hacértelo.

  • ¿ Qué quieres que te enseñemos a erigir ahora en tus pechos, Óscar ? - le preguntó Sarigza - ¿ Un pene, o un zup ?

  • Veamos antes cómo son los zups, que los penes los tengo ya algo vistos... - bromeó él.

Los zups eran tiras de carne aplanadas que se estrechaban gradualmente: en la mayoría de su recorrido lo hacían de forma muy sutil, pero en la punta lo hacían de golpe, siendo ésta redondeada. Tenían dos caras bien diferenciadas. Una de ellas era de un tono marrón rosáceo, y estaba llena de diminutas ventosas ( eran por lo común redondas, y su tamaño podía alterarse a voluntad ).

Pese a que también contaban con cierta capacidad de succión, su extraordinaria adherencia era de origen mágico. Por ellas se secretaba una fina baba que hacía de lubricante, aunque tenía la virtud de tornarse increíblemente pegajosa a voluntad ( sólo lo hacía mientras estaba cerca de ella, tornándose nuevamente aceitosa al rato de alejarse, cosa que también ocurría cuando su propietario así lo deseaba ). Aquella cara era muy suave: la otra, sin embargo, presentaba un aspecto rugoso, estando cuajada de incontables protuberancias cuyo tamaño también podía alterarse ( no podían inflarse todas a la vez, claro, pues sencillamente no cabrían ). Esta última cara era de un color marrón blancuzco, y el color de los gránulos variaba con el tamaño: cuando estaban completamente comprimidos se veían bastante oscuros, aclarándose conforme se hinchaban.

Las dos caras estaban perfectamente diferenciadas, y no sólo por el cambio de texturas y tonalidades, pues entre ambas había una fina hendidura rojiza ( parecía un corte, pero no lo era ). Su tamaño, al igual que el de la lengua, era variable. Era un órgano extraordinariamente manejable, tanto como la lengua, y contaba con una potente musculatura. Así como las ventosas podían succionar, a modo de pequeñas bocas, los gránulos podían vibrar cual minúsculas, rechonchas y juguetonas pollas.

  • ¿ Te importa que te los toquemos ? - le preguntó Alicia a Óscar una vez éste maniobró un poco con ellos.

  • Claro que no.

  • Parecen babosas, hay que ver cómo resbalan - rió Laura, a la que el tacto, lejos de darle aprensión, le gustó mucho ( a las demás les pasó lo mismo ).

  • ¿ Y ahora, nena ? - le dijo Óscar, tornando adhesivo el flujo lubricante.

  • ¡ Es verdad que se pegan, no puedo soltarlo ! - exclamó ella, tirando con ganas. Sólo entonces se dio cuenta de que podía estar haciendo daño a su padre, y le dijo - Perdona, sólo quería comprobar su adherencia.

  • Tranquila, no me has hecho daño.

  • De hecho, eres tú quien podría habérselo hecho: de haber tirado con más ganas, te habrías arrancado la piel, así que ándate con ojo la próxima vez - le advirtió Hepente.

  • La baba esa, ¿ es tóxica ? - se interesó Alicia - Los pegamentos acostumbran a serlo.

  • Si fuera venenosa, mal uso tendría como órgano sexual, ¿ no crees ? - le dijo Ciríe.

  • ¿ Podéis gozar con ellos ?

  • Claro que sí: de lo contrario, ¿ para qué tenerlos ?

  • En ese caso, Óscar, y con tu permiso, voy a comerte uno de ellos - le dijo Alicia, metiéndose el zup que pendía de la boca del pecho izquierdo de su marido en su propia boca y chupándoselo con ganas.

  • ¡ Eh, eso me gusta ! - exclamó Óscar.

  • Papá, no seas malo y suéltame la mano, que yo también quiero chupártelo - le dijo Laura.

  • Por supuesto hija - se apresuró a decirle él, anulando el efecto adherente de la baba de su zup derecho.

  • A un humano, por lo común, cuánto menos le habría dado algo de asco - comentó Ciríe, observando complacida cómo ambas devoraban los zups de Óscar.

  • Amo a este hombre, Ciríe, lo sabes muy bien - le dijo Alicia, dejando por un instante de succionar su correspondiente zup - Nada en él puede darme asco.

  • ¿ A qué saben ? - se interesó Esther.

  • Es muy difícil de describir, hermana. Sólo puedo decirte que me encanta.

  • ¿ Puedo chupártelos yo también, Óscar ?

  • Claro que sí, cuñada.

  • ¿ Qué se siente con ellos, papá ? - se interesó Laura, mirándole a los ojos mientras lamía el suyo ( Alicia le había dejado el puesto a Esther, pero ella por el momento se resistió a hacer lo propio con Juliana o Ciríe ).

  • Es muy difícil de explicarlo, hija. Me dan un gustirrinín delicioso, pero no sabría a qué compararlo.

  • ¿ Te gusta cómo te lo estoy haciendo ? - le dijo ella, sonriéndole con lascivia.

  • Bastante, cielo, aunque quizá pudiera mejorarse.

  • Tú tan sólo dinos lo que quieres, Óscar, y nosotras te lo haremos - le aseguró Esther, a la que el sabor del zup también le había agradado bastante.

  • ¿ Podríais mordisqueármelos ?

  • Claro que sí, papá...

Pronto todas los habían catado, Ciríe incluida ( hasta Óscar se lamió uno de ellos ), llegando el momento de manifestar penes en los pechos. Podía hacerlos salir de cualquier lugar, ya fuera en la superficie del pecho o del interior de una boca, ano o coño, que previamente hubiese manifestado en él. Con el zup pasaba lo mismo. Como pronto descubrió, las combinaciones eran realmente numerosas... y sugerentes.

  • Deja ya de experimentar, papá - le dijo Laura, cogiéndole de una mano y posándola en su sexo - Es fascinante ver cómo trasmutas tus pechos, pero se supone que ya sabes hacerlo, y además mira cómo tengo de mojado esto de aquí.

  • Yo también necesito un poco de acción - le dijo Alicia, cogiendo su otra mano, que también acabó en su entrepierna.

  • Antes de que lo preguntes, nosotras estamos en la misma situación - le dijo Ciríe, tras acariciar las entrepiernas de Esther y Juliana.

Óscar, que en aquel momento tenía en cada pecho una boca, sin más accesorios , hizo emerger de ellas una polla y un zup. Entonces, se tumbó boca arriba, y le sugirió a Esther que se sentase en su miembro normal, cosa que ella se apresuró a hacer: Alicia se sentó en su pecho izquierdo, y Laura en el derecho, ambas de espaldas entre sí y con los pies posados no muy lejos de los costados de Óscar.

  • No pongáis los pies en la cama. Eso descarga buena parte de vuestro peso, y quiero sentirlo al completo - les dijo Óscar, poniendo las manos bajo ellos, cuyo tamaño aumentó.

  • ¡ Eh, has expandido las manos ! - se sorprendió Alicia.

  • De ese modo podré asir vuestros pies con facilidad.

  • Qué cacho manos te has puesto, papá, abarcas mis dos pies con ellas, y eso que calzo una cuarenta y dos.

  • Mamá también, y está en la misma situación - le dijo él - Y, ahora, daros las manos. Quiero que las entrelacéis, así os resultará más cómodo.

  • Como desees, papa...

  • ¿ Y nosotras ? - le preguntó Juliana, hablando tanto por ella como por Ciríe.

  • Súbete en mi abdomen, también quiero sentir tu peso sobre mí.

  • ¿ No te haremos daño ?

  • Claro que no, tonta: soy tan resistente que podría pasarme un todoterreno por encima y salir ileso de ello.

  • Está bien, me subo - cedió ella.

  • Ponte mirando a Esther: tu hermana te va a chupar la polla mientras disfruta de la mía. Oh, y alzaré las rodillas, para que pueda usarlos de respaldo.

  • Eres un encanto, cariño - le dijo Esther, apoyando la espalda en los muslos de Óscar.

  • Gracias, nena. ¿ Qué te parece si pones tus pies sobre mis muñecas, justo debajo de las piernas de tu hermana y de tu sobrina ? De ese modo, también disfrutaré de todo tu peso...

  • En esta postura no me voy a poder mover muy bien que digamos - le dijo ella, tras hacer lo que se le pedía.

  • No tienes por qué moverte, yo me encargaré de todo.

  • ¿ Qué pasa conmigo ? - quiso saber Ciríe.

  • Tengo la boca libre - le dijo él, retrayendo los dientes y relajando su faringe - Hazme el amor por ella...

Tanto Alicia como Laura se habían clavado en la vagina las trancas que Óscar había manifestado en sus bocas, con las que les succionaba todo el trasero: con la lengua no dejaba de lamerles el clítoris, metiéndoles el zup en el ano, que estimuló intensamente.

  • ¡ Esto es fantástico, Óscar ! - gritó Alicia, camino del primer orgasmo.

  • Yo también lo estoy disfrutando mucho, chicas - le dijo vibratoriamente él ( la boca la tenía demasiado ocupada, y la lengua, que había insertado en el recto de Ciríe, también ).

  • Uf, qué bien lo estás haciendo esta vez, Óscar - le dijo la deluyrei, disfrutando de lo lindo.

  • Al principio éramos nosotras quienes lo hacíamos por él, hermanita, pero parece que ya ha aprendido a usar la musculatura de su faringe - le confesó Hedelia.

Alicia y Laura no quisieron moverse de los pechos de Óscar, sobre los que estuvieron unos veinticinco minutos, corriéndose una y otra vez, cosa que él también hizo ( Esther se quedó con las ganas de probarlos, pero en cualquier caso también disfrutó lo suyo ). Ciríe y Juliana fueron las únicas que se cambiaron de lugar. Tras eyacular por vez primera, Juliana se sentó en el abdomen de Óscar, apoyando su espalda en el pecho de su hermana, que empezó a meterle mano. Una vez volvió a correrse, intercambió puestos con Ciríe: Óscar le sugirió que se sentase en su boca, pues le apetecía comerle las pelotas ( se metió sus dos testículos en la boca mientras con la lengua, que alargó, le hacía cositas en la polla: el sabor de sus secreciones estaba mejorando, de eso no le cabía duda, pues ya había empezado a rejuvenecer gracias a su leche ).

Una vez las humanas quedaron momentáneamente satisfechas, Óscar redujo las manos a su talla normal, y entonces las hermanas de Ciríe le enseñaron a transmutar el ombligo. Lo primero que aprendió fue a hacer brotar de él una verga ( de haberlo sabido hacer tan sólo unos minutos antes, Ciríe habría disfrutado de ella ). Lo siguiente que le enseñaron fue a transformárselo en una boca: sabiendo hacerlo en los pechos, aquello no tenía el menor misterio. Sacar un zup de él fue lo siguiente que aprendió, y entonces se lo transformaron en un ano, desvaneciéndolo para que repitiese el ejercicio por sí mismo.

  • Aquí lo tenéis - les dijo él, con el ombligo nuevamente transmutado en un ojal tras pasar por la secuencia completa, y esta vez por sus propios medios ( en cuanto a los pechos, desvaneció de ellos bocas, penes y zups ).

  • ¿ Podéis hacer del vientre por este agujerito de aquí ? - le preguntó Alicia a las deluyrei, hurgando cariñosamente el ano umbilical de Óscar.

  • Sí, y también por los que nos podemos poner en los pechos: antes de que lo preguntes, por las almejas y las pollas pectorales podemos orinar ( de estructurarlas apropiadamente, por supuesto ), cosa también aplicable a sus homólogos umbilicales - repuso Hepente.

  • ¿ Qué me decís de las demás almejas que podemos manifestar ? - se interesó Óscar.

  • No podemos mear por ellas - repuso Ciríe - Más aún: dado que son pura vagina, careciendo de útero, tampoco gestar.

  • Alto ahí - intervino Juliana - ¿ Significa eso que podéis dar a luz por los pechos y el ombligo ?

  • Sí, aunque yo no conozco a ninguna deluyrei que haya decidido quedarse preñada por ahí ( cuando aún era una simple novicia, me dio por resucitar en mi seno izquierdo a una amiga que había muerto en un accidente, pero no es lo mismo dilatar un pecho durante unas horas que durante nueve meses ) - le dijo Sarigza.

  • ¿ En dónde os las podéis poner ? - se interesó Esther - Me refiero a las otras vaginas.

  • En las axilas, en las plantas de los pies, y en las palmas de las manos... todo lo cual, quizá te guste saber, también podemos dotar de bocas, y por supuesto de zups - le dijo Hedelia - Oh, y podemos transmutar nuestros dedos gordos en magníficas pollas, así como nuestros ojos.

  • ¿ Podéis transformar los ojos en pollas ? - se asombró Alicia, no estando muy segura de si había oído bien.

  • En efecto, e incluso podemos eyacular con ellas, así como con las de los cuatro pulgares, si bien el semen que expulsamos no es apto para procrear.

  • ¿ Qué más cosas podéis hacer ? - les preguntó Laura.

  • Si no me falla la memoria, tan sólo una: sacar un zup por el ano detodalavida

  • le dijo Óscar.

  • ¿ Por qué no lo intentas tú mismo ? - le sugirió Hepente - Sólo tienes que recordar qué sientes cuando te pones uno en los pechos o en el ombligo, y trasladarlo a tu recto.

  • Listo - le dijo Óscar... de cuyo ano normal, en efecto, asomaba un nuevo zup.

  • Qué exageración, no te ha llevado ni un segundo averiguar cómo se hace - se sorprendió Ciríe ( Óscar en aquel preciso momento estaba sentado, pero la punta de su zup asomaba por entre sus testículos cual sugerente aunque tímida culebra, con la cara rugosa hacia arriba ).

  • ¿ Sabes qué me apetece ahora, papi ? - le dijo Laura, restregándose contra él juguetona.

  • Pues sí, pero quiero que de todos modos me lo digas.

  • Quiero comerte el culo y el zup que has sacado por él, pero desde atrás, mientras te hago una paja con las tetas.

  • Pues túmbate boca arriba, que tu papá se va a sentar en tu cara - le dijo él.

  • Espera, antes de eso úntame un poco de gel en los pechos, no quiero hacerte rozaduras en el rabo.

  • No es necesario, olvidas lo resistentes que somos.

  • Aún así, papá, me gustaría que me pusieras un poquito...

  • Tú lo que quieres es que te sobe los pechos, ¿ a qué sí, hija ?

  • Me pregunto en qué se me notará - le dijo ella, entre risas.

Óscar le echó un poco de gel y se lo extendió por medio de sensuales caricias. De vez en cuando apresaba uno de los pezones de su hija entre dos o más dedos, momento en el que Laura solía gemir gozosa.

  • Mm, se te han puesto los pezones como guindas - le dijo Óscar.

  • ¿ De duros, o de gordos ? - le dijo melosa ella.

  • ¡ De apetitosos ! - exclamó él, agachándose y succionándolos con ganas.

  • ¡ Joder, qué bien ! - suspiró ella, dejándose hacer, dichosa.

  • Venga, pasemos a la siguiente fase - le dijo al poco él.

  • ¿ No me vas a escupir en las tetas, para dejarlas aun más resbalosas ? - le dijo Laura, agarrándoselas y agitándolas ante su cara - Anda, no seas malo y échame un buen salivazo.

  • Toma, hija - le dijo él, escupiéndole abundantemente.

  • ¿ No se anima nadie más ? - dijo ella, poniendo cara de lástima.

Ni que decir tiene, todas le escupieron encima, y Laura se untó la saliva por los pechos, sosteniendo la mirada de su padre.

  • Hasta ahora sólo te hemos echado saliva, en vez de sorber para añadir ricos y densos mocos - le dijo Óscar, acariciándole la entrepierna - ¿ Eres lo suficientemente guarra como para recibir gozosa esputos con todas las de la ley, hija, auténticos, densos y mucosos lapos ?

  • Lo soy, padre - le aseguró ella, sonriendo ante la expectativa: ¡ cómo le gustaba hacer guarrerías ante su padre !

  • Alicia, haz los honores. Quiero que le eches a nuestra hija el pollo más deliciosamente asqueroso que seas capaz de arrancar de tus fosas nasales.

Alicia sorbió larga y escandalosamente, escupiendo entre los pechos de su hija ( por difícil que pudiera parecer, logró convertir aquella cochinada en un sensual, e incluso elegante, ritual ). El gargajo, levísimamente tiznado de amarillo aunque mayoritariamente blanquecino, era impresionante, y Laura se lo untó sin hacerle el menor asco, de hecho incluso se llevó los dedos a la boca, a fin de saborearlo ( momento en el que le guiñó un ojo a su madre ).

  • Ahora yo - dijo Esther, sorbiendo con tantas ganas como Alicia, pero Óscar le dijo:

  • Espera, no le escupas en las tetas. Quiero que se lo trague... si es que es capaz de llegar tan lejos, claro.

  • Soy capaz de eso y de mucho más, papá, no seas bobo - le reprendió Laura.

  • Allá va eso - logró vocalizar ella, apuntando a la boca de Laura, pero ésta se apresuró a decirle:

  • ¡ Espera, tía, que así no me apetece !

  • Y, ¿ cómo te apetece, hija ?

  • Me gustaría que te lo echase en la boca, y que luego tú me lo pasaras a mí a través de un beso - dicho esto añadió, maliciosa - Aunque quizá te dé un poco de asco, papá...

  • Ya has oído, Esther - se picó él, abriendo la boca.

Una vez Óscar le dio el esputo a Laura, y ésta deglutió ( no sin antes saborearlo ), éste le dijo:

  • Te acabas de comer un pollo de tu tía, hija, y era de tamaño familiar.

  • Pues tú tampoco le has hecho ascos, papá - rió ella.

  • ¡ Guarra ! - le dijo afectuosamente él, dándole un cachete en el muslo más cercano.

  • ¡ Guarro ! - contraatacó ella, dándole otro en los pechos, tras lo que prorrumpieron en risotadas.

  • ¿ Tú no me vas a escupir en la boca, papá ? - le dijo ella, paseando la mano por su abdomen, en el que le daba pequeños pellizcos.

  • Antes de hacértelo a ti se lo haré a tu mamá... si es que ella quiere, claro.

  • No seas tonto, claro que quiero - le aseguró ella. Se disponía a abrir la boca cuando Óscar le dijo:

  • Ahora no, nena, ya habrá tiempo de jugar a eso.

  • Espero que sorbas, quiero saborear tus mocos y quiero que leas mi mente cuando lo hago a fin de captar que ni eso me da asco, no viniendo de ti.

  • Lo haré, pero ahora deja que me divierta con nuestra hija...

Tal y como convinieron, pronto Óscar tenía el trasero pegado a la cara de Laura ( se aseguró de no ejercer apenas presión ), mientras que su miembro estaba felizmente encajado en el fabuloso ( y tan lascivamente lubricado ), canalillo de su hija.

  • Ponte los huevos más gordos, papá, quiero que me inundes las peras de requesón.

  • ¿ Te parecen bien así, hija ? - le dijo él, poniéndoselos casi tan grandes como cuando los usó para estimular a Alicia y Esther.

  • Mm, sí. Qué preciosidad, padre, deja que te los chupe un poquito...

  • ¿ Empiezo a follar tus tetas, a prefieres ser tú quien se encarga de todo ? - le dijo él.

  • Casi mejor lo último, papá - repuso ella, casi ininteligiblemente ( tenía la boca muy ocupada ).

  • En ese caso, me quedaré quieto. Oh, y no te prives de apretujarme cariñosamente los testículos, si así lo deseas...

Tras disfrutar de ellos por espacio de casi medio minuto, Laura comenzó a lamer y mordisquear el zup, que a partir de entonces no se sacó de la boca, y no tardó en comenzar a devorar el culo de su padre. Fue entonces cuando comenzó a amasarse los senos de modo que éstos rozasen contra el miembro de Óscar.

  • Oye, tu hija no lo hace nada mal para su edad - se sorprendió al poco Sarigza.

  • Mm, Laura, le estás haciendo pasar a tu papá un muy buen rato - le dijo Hepente.

  • Sigue, nena, haz gozar a tu padre... y, de paso, a todas nosotras - le animó Hedelia.

  • Veo que has educado muy bien a nuestra hija, Alicia, estoy muy orgulloso de ambas - le dijo Óscar a su mujer, apresurándose a añadir - Y de tus hermanas también, claro.

  • Gracias, machote - le dijo Juliana.

Cuando Óscar se derramó, Laura le preguntó:

  • ¿ Qué tal lo he hecho, papá ?

  • Muy bien, hija.

  • Me has puesto perdida, mm, mira cuánta leche tengo ahora en las peras - le dijo feliz ella, restregándose la abundante corrida por los pechos, y enseguida también por el abdomen - Ha sido muy especial, padre, realmente he disfrutado haciéndote gozar. Mm, me ha encantado sentir cómo tu enorme y poderosa polla palpitaba satisfecha contra mis tetas, escupiéndome encima chorros y más chorros de tu deliciosa lefa.

  • ¿ Por qué no te has tocado el chichi, hija ? - le preguntó Alicia.

  • Porque quería concentrar todos mis esfuerzos en papá, a fin de proporcionarle el mayor placer posible.

  • Pobre criatura, ahora tu coño tiene que estar ardiendo - se compadeció Óscar, manoseando inquisitivo la empapada entrepierna de Laura.

  • Ya ves que sí, papá. ¿ Vas a hacer algo para remediarlo ?

  • ¿ Por qué no se encargan de ello tu madre y tus tías ? Recuerda que aún guardas en tu vagina el esperma que antes te administré: ahora sería un buen momento para que se lo bebiesen, arrancándote en el proceso algún que otro orgasmo...

  • ¿ Qué me dices de la leche con la que me acabas de regar la delantera ?

  • También podrían limpiártela.

  • ¿ Te apuntas, Óscar ? - le dijo Juliana, y fue entonces cuando Óscar se percató de que su voz estaba cambiando ( de momento el cambio era aún muy sutil, demasiado para que ninguna de las humanas se diese cuenta ). Tras echar un vistazo a su garganta, comprendió el motivo: su nuez se estaba empezando a regenerar ( un rápido sondeo astral le confirmó que su cuerpo había empezado a rejuvenecer, pues brillaba con mucha más intensidad. Según las estimaciones de Hedelia, sus órganos más deteriorados ya habían rejuvenecido del orden de diez años, puede que quince, si bien los que se conservaban mejor no habían experimentado cambios tan sustanciales. No era de extrañar que sus secreciones íntimas le hubiesen sabido mejor ).

  • No, tanto yo como Ciríe nos deleitaremos viendo cómo devoráis a Laura - le dijo él, sentándose con las piernas cruzadas.

  • ¿ Dónde podría ponerme ? - se hizo la indecisa Ciríe, repasando la cama con su mirada... que no tardó en detenerse sobre el miembro de Óscar, momento en el que exclamó, contenta - ¡ magnífico, el palco de honor está libre !

Mientras Ciríe cabalgaba a Óscar, ambos fueron testigos de cómo las tres mujeres lamían el cuerpo de Laura, bebiéndose con gula el semen de su padre, que no tardó en dejar que fluyese, cual lascivo y lujurioso riachuelo, del sexo de ésta. Como es de suponer, todas se masturbaron mientras daban placer a Laura, pero Juliana estaba a punto de correrse cuando Óscar, que ya lo había hecho, le dijo:

  • Juliana, si logras resistirte a la tentación de eyacular, te haré un lindo regalo no bien limpiéis a mi hija.

  • Joder, haberme avisado antes - se quejó ella, parando a tiempo por los pelos - ¿ De qué se trata ?

  • Luego lo sabrás, pero te anticipo que te encantará...

Laura disfrutó mucho de todo aquello. La mayor parte del tiempo se ponía sobre la cara de una de sus comensales, ya fuera de rodillas, de pie o a gatas, y ella le lamía el sexo, a veces ayudada por otra. Como el semen de Óscar no tardó en extenderse por buena parte de su cuerpo ( tanto el que le salía de la vagina como el que tenía en los pechos y abdomen ), los lametones de Alicia y de sus tías se fueron propagando por toda su anatomía, para placer de las cuatro... y de sus atentos espectadores. Cuando dieron aquel juego por terminado, Juliana le preguntó a Óscar:

  • ¿ Qué hay de mi regalo ?

  • Mi culo es tu regalo. Voy a dejar que me la claves, preciosa, sé que te hace mucha ilusión.

  • ¡ Guau, eso tengo que verlo en primera fila ! - exclamó Alicia.

  • En ese caso, nena, túmbate boca abajo.

  • Oye, si te vas a poner con el culo sobre mi cara, ¿ por qué no aprovechas para darle caña a mis tetas ? - le dijo ella, pero Óscar se le había adelantado, pues ya tenía el tubo de gel en la mano.

Una vez untó los pechos de Alicia ( sobre los que todos escupieron, aunque sin propasarse tanto como con Laura ), se puso en posición, y entonces Óscar le dijo a Juliana:

  • ¿ Puedes aguantar unos minutos, cielo ? Noto que Alicia quiere comerme el culo, pajeándome con los pechos como antes hizo Laura.

  • Está bien, pero procurad daros prisa o no respondo de mis actos.

Alicia no dijo nada, simplemente comenzó a libar del ano de su esposo mientras le trabajaba con los pechos el miembro, pero al poco le clavó las uñas en los testículos, apretando paulatinamente, y Óscar le dijo, entre risas:

  • Está bien, ya saco el zup anal, no hace falta que te pongas de tan mala leche. Oh, y no te preocupes, no me has hecho ningún daño.

  • No te lo haría ni aunque hubiese apretado con todas sus ganas - dijo Ciríe.

Ahora sí que estaban en condiciones de repetir lo que antes hizo con Laura, y, una vez Óscar eyaculó en los pechos de Alicia, que tampoco se había tocado, le dijo:

  • Magnífico, cariño. Me has hecho gozar de lo lindo.

  • ¿ Que te parece si Ciríe me la clava mientras Juliana te la clava a ti ? - le propuso Alicia - No me he pajeado para poder centrarme en darte placer, y tengo los bajos que echan humo.

  • Precisamente te lo iba a proponer, cielo - reconoció él, desvaneciendo el zup anal.

  • Anda, nena, separa las piernas que te la clave - le dijo Ciríe. Ella las separó, pero le dijo:

  • Espera, así no. Quiero que Óscar guíe tu polla a mi almeja, pues yo pienso hacer lo mismo con la de mi hermana.

  • Buena idea, cariño, pero antes de eso las chuparemos mientras mantenemos nuestras respectivas miradas - le dijo Óscar, girando la cabeza ciento ochenta grados.

  • ¡ Pepinillos en almíbar ! - exclamó Laura ( Óscar le había oído usar aquella expresión de vez en cuando, sobre todo cuando algo le sorprendía especialmente, y siempre le hizo mucha gracia ) - Estás hecho todo un contorsionista, papi.

Ciríe acercó su falo a la boca de Óscar, haciendo lo propio Juliana con su hermana. Ambos lo asieron, jugando un poco con ellos, tras lo que empezaron a lamerlos con ganas.

  • Me encanta ver cómo comes polla, Óscar - le dijo Alicia, sin dejar de devorar la de su hermana, que empezó a rebufar, excitada.

  • Ya somos dos, puerca - rió él, centrándose en los genitales de Ciríe, operación que Alicia imitó.

  • Oye, ya está bien de tanto chupeteo, que al final me correré fuera de Óscar - se quejó Juliana.

  • Eso no lo podemos permitir, cariño - le dijo él, devolviendo la cabeza a su posición normal - Alicia, clávamela ya, que yo también lo haré.

  • ¡ Qué culo tienes, mamón ! - exclamó Juliana cuando estuvo dentro. Estaba tan excitada que se corrió en escasos segundos.

  • ¿ Cómo te atreves a correrte antes que los demás ? - le reprendió él.

  • Perdona, cuñado, estaba muy cachonda.

  • Alicia, dale un besito en el culo a tu hermana, quiero asegurarme de que se le vuelve a poner bien dura.

  • Marchando - rió ella, cumpliendo gustosa el encargo ( no le fue nada sencillo, pues la postura de Juliana no era la más apropiada, pero se las arregló ).

  • Veamos cómo está esto - dijo Óscar poco después, asiendo el miembro de Juliana, tan duro como antes.

  • Listo para la acción, cielo - le aseguró ella.

Alicia nuevamente guió el pene de Juliana al ano de su marido, metiéndolo con lentitud. Enseguida comenzó a bombear ( fue imitada por Ciríe ), pero Óscar le dijo:

  • ¿ Se puede saber qué estás haciendo ? ¿ A eso le llamas tú dar por el culo ? ¡ Dame fuerte, déjate de tonterías ! Quiero sentir cómo tus huevos chocan contra los míos, y tus pechos en mi espalda. Oh, y, hablando de pechos, ya estás sobándome los míos, o de lo contrario me los quitaré.

  • Te vas a enterar, cuñado - le dijo ella, aumentando el ritmo y estrujándole frenética los senos.

  • Eso va estando mejor, nena...

En esta ocasión, Juliana duró mucho más, y, si bien de nuevo se corrió en primer lugar, aún seguía en ello para cuando comenzaron a correrse los demás. Alicia libó el esperma de Juliana del ano de su esposo, mientras que Laura y Esther apuraban el de Ciríe.

  • ¿ No deberíamos hacer algo con todo esto ? - les dijo Alicia, jugando con el semen que tenía en el pecho y el vientre.

  • Laura, limpia a tu madre, que lo estás deseando - le autorizó Óscar a su hija.

  • No voy a dejar ni una gota - les aseguró ella, lanzándose ansiosa a los pechos de su madre, a la que hizo gemir en más de una ocasión, tal era el ansia con la que se los chupó. No tardó mucho en apurar todo el esperma de Óscar, al que a menudo miró mientras deglutía.

  • Así me gusta, hija, que te tomes toda tu leche - le dijo Óscar.

  • Soy una chica muy golosa, papi - le dijo ella, con los labios aún pringados de esperma ( le supuso un gran esfuerzo no relamérselo ).

  • Y muy zorra, te has dejado los labios manchados a propósito para inducir a tu papá a limpiártelos - le dijo él, dándole un beso con el que, en efecto, se los limpió.

  • Qué egoísta eres, Óscar, no has dejado nada para nosotras - le reprochó dulcemente Alicia.

  • ¿ Qué hacemos ahora, nenas ? - les preguntó él, tan dispuesto como siempre.

  • Nos dijiste que nos darías por culo, papá, y aún no lo has hecho - le dijo Laura, poniéndose a cuatro patas y meneando perezosamente el trasero ante la cara de su padre.

  • Es verdad, cariño, aún no nos has sodomizado - cayó en la cuenta Alicia, haciendo un puchero de reproche y agregando, entre fingidos sollozos - ¿ Acaso ya no te gusta mi culito ?

  • Claro que sí, nena.

  • Pues no se nota.

  • ¿ Vosotras también queréis rabo por detrás, nenas ? - les preguntó Óscar a las hermanas de Alicia.

  • Por supuesto, cuñado - le dijo Esther.

  • No te quepa duda, Óscar - le aseguró Juliana.

  • Puede ser un buen momento para usar las peras - dijo Sarigza.

  • ¿ Te refieres a esas que se hizo crecer papá ? - se interesó Laura.

  • Esas mismas, pero no, aún no las usaré.

  • ¿ Para qué sirven ? - le preguntó Alicia.

  • Luego lo veréis, os va a encantar - repuso él, agitándose el falo y preguntándole - ¿ Te apetece ser la primera en recibir esta cosita , esposa ?

  • A todas nos apetece, Óscar - le dijo Esther.

  • No lo pongo en duda, pero comenzaré por tu hermana. Derechos de antigüedad, ya sabes...

  • Vamos, Óscar, métemela hasta los huevos - le animó Alicia, ya de rodillas ante él... y con el culo listo.

Óscar se quitó los pechos ( no quería que nada entorpeciese su visión, y le fue clavando el miembro a su mujer, que recibió gozosa, si bien levemente molesta, aquella intrusión ).

  • No te duele, pero noto que te incomoda un poco.

  • Aún así me vuelve loca, y ten por seguro que enseguida se me pasará. Menos mal que el gel ese lubrica durante horas, o de lo contrario no lo estaría disfrutando tanto.

  • Si quieres te pongo un poquito más - le propuso él.

  • De acuerdo, hazlo: así, de paso, verás cómo se me ha quedado de abierto tras encajarte - cedió ella ( la verdad es que había estado tentada de pedírselo ).

Óscar extrajo el falo del recto de su mujer, y Ciríe dijo:

  • Qué cráter se te ha quedado, Alicia, es una monada. Trae que te dé un beso, ricura...

  • Mm, sí, qué bien me lo comes.

  • Hablando de comer, mira cómo me has puesto el rabo de caca

  • le dijo Óscar, poniéndose frente a ella. Su falo estaba bastante embadurnado de mierda, que no sólo moderadamente manchado, como las bolas de plástico que se metió antes ( el contenido de su recto, supuso, se ablandó bastante cuando se lo estimuló con las coletas ).

  • Son cosas que pasan - le quitó importancia ella - ¿ Quieres que te lo limpie con la boca ?

  • No hay ovarios, lo tengo muchísimo más sucio que la bola que lamiste antes - le picó él.

  • Los cojones que no, mira cómo me como mi propia mierda de tu rico rabo - le dijo ella, empezando a lamerle el falo sin hacerle el menor asco al oscuro aderezo que lo cubría ( justo en aquel instante, Óscar se percató de que le habían desaparecido las leves ojeras que tenía rato atrás: definitivamente, su leche era la leche ).

  • Jamás habías hecho algo así, ¿ no es eso ? - comprendió Óscar, jugueteando con el sudoroso, pero aún así seductor, cabello de su mujer.

  • No, nunca había chupado algo tan sucio, pero tu polla bien se lo merece. Además, tengo que entrenarme para cuando juguemos con los tomates, ¿ no te parece ?

  • ¿ Me dejas ayudar a mamá, papá ? - le pidió Laura.

  • Ya tendrás ocasión de imitarle, ahora deja que tu madre se divierta.

  • Confío en que nosotras también podamos jugar a eso - le dijo Esther, hablando tanto en su nombre como en el de Juliana: ninguna de ellas había llegado tampoco a aquel extremo, y les pareció una gran idea hacerlo por vez primera con Óscar.

  • Tranquila, que habrá para todas.

Ciríe no sólo le había comido el trasero a Alicia, aprovechó para encargarse de ponerle más gel, y enseguida Óscar volvía a estar dentro de su esposa, que comenzó a acariciarse el sexo.

  • Estoy en el cielo, qué rico - gimió al poco.

  • No te toques ahí, cariño, que quiero comprobar si eres capaz de correrte sin estimularte directamente el coño.

  • ¡ Por supuesto que lo soy, ni que fuera frígida ! - se hizo la ofendida ella, provocando con aquella salida una risotada general, tras lo que añadió, en tono de confidencia - Eso sí, suele llevarme un poco más, pero no me lo vayas a tener en cuenta...

  • Excelente. Laura, Juliana, ocupaos de los pechos de Alicia.

  • ¿ Y yo ? - le preguntó Esther.

  • Tú, ponte de pie y planta tu trasero en la cara de tu hermana, que te lo va a comer.

  • Aquí lo tienes, hermanita, hazme un buen trabajo delante de tu marido - le dijo Esther, poniéndose en posición y comenzando a masturbarse.

  • Así no, cuñada, tú tampoco te has de tocar el coño.

  • Pero es que estoy muy caliente...

  • Tranquila, tú serás la siguiente en recibir la polla de Óscar por detrás - le dijo Ciríe, manifestando las alas de vuelo y elevándose hasta que su entrepierna quedó frente a la cara de Esther.

  • ¿ Debería hacer algo con este lindo as de bastos ? - le dijo ella.

  • Cómemelo, cariño.

  • Está bien, pero sólo si me prometes que eyacularás dentro de mi boca.

  • Te lo prometo, y además me aseguraré de que no te atragantes, para lo cual controlaré mentalmente la descarga.

  • Pues no sé a qué estamos esperando - le dijo Esther, engulliendo con ansia tan apetitoso rabo.

  • Laura, tú tampoco has de tocarte - le previno Óscar a su hija.

  • Mira que eres capullo, papá - le dijo ella, apartando pese a ello su mano de la entrepierna.

  • Anda, sé buena y concédeme ese capricho...

  • Está bien, pero me hurgaré el culo y las tetas.

  • Eso mismo es lo que te iba a proponer, disfrutaré viéndolo. En cuanto a ti, Juliana...

  • ¿ Sí, cuñado ?

  • Suéltate la porra, que tampoco quiero que te toques el sexo. Imita a tu sobrina, anda.

  • Como desees, cielo. Espero que a mí también me eches un vistazo de vez en cuando...

  • Claro que sí, y tú serás la tercera en recibir mi rabo, justo después de Esther.

  • ¡ No es justo, papá, a mí me has dejado para el final ! - se quejó Laura.

  • Alguna tenía que ser la última, hija, pero considera lo siguiente: cuando te toque a ti, tendrás tres lindos ojales repletos con la leche de tu papá, y podrás libar a conciencia de todos ellos. Además mi rabo, que si así lo deseas podrás limpiar con la boca, tú solita, estará sazonado con la caca de las cuatro.

  • Visto así, no parece tan mala cosa... - concedió ella.

Óscar enseguida aceleró el ritmo, y retuvo su eyaculación hasta que Alicia comenzó a correrse ( Ciríe también lo hizo, pero en la boca de Esther, cumpliendo su promesa de no atragantarle ).

  • Qué bueno, Óscar, me has hecho gozar como una perra.

  • Lo tienes muy sensible, cariño, más de lo que jamás imaginé.

  • Me vuelves tan loca, mi amor, te deseo tanto, que a partir de ahora estoy dispuesta a entregarte mi culo cuando y donde me lo pidas, sin lubricante ni nada. Me tragaría tu cañón por el ojal a palo seco, hasta las bolas, y gozaría con ello aunque me tratases con tal rudeza que me lo reventases...

  • ¿ Has jugado a eso antes, cielo ?

  • Tan placentero sacrificio, esposo, te lo reservo exclusivamente a ti.

  • Me halagas, preciosa, y haces muy bien en no temer nada, pues te lo curaré no bien acabe de rompértelo... y, sí, me aseguraré de que lo disfrutes.

  • ¿ Cómo me pongo ahora ?

  • Intercambia puestos con Esther.

Así lo hicieron, y Óscar no consideró oportuno darle a su cuñada un poco más de gel ( se lo había puesto mucho más recientemente que a Alicia ), clavando su falo en el recto de ésta y comenzando a bombear mientras Laura y Juliana se encargaban de sus pechos.

  • Eres una cerda, le estás comiendo el trasero a tu hermana delante de su marido, que se acaba de correr dentro - le dijo Óscar al oído, sin dejar de penetrarle ( se aseguró de que todas le oyesen ).

  • Y me encanta, cuñado.

  • Pues anda, que a mí... - suspiró Alicia, aceptando en su boca el miembro de Ciríe que ésta, aún en el aire, la acababa de tender.

Tal y como estaba previsto, tras correrse en las entrañas de Esther ( que disfrutó de un intenso orgasmo pese a no haberse tocado el sexo para nada ), fue Juliana quien recibiría el miembro de Óscar, que Alicia quiso dirigir personalmente. Laura se puso en pie, a fin de que su tía se encargase de su trasero, pero no tuvo a su disposición el rabo de Ciríe ya que ésta optó por jugar con los dilatados ojales de Alicia y Esther, que degustaron los pechos de Juliana ( le habían empezado a picar un poco, y Óscar comprendió el motivo: su cuerpo, gracias a la leche que de él tomó, estaba empezando a rechazar los implantes de silicona. Por un momento aquello le extrañó, pues le dio a beber sus lágrimas cuando le operó, pero entonces recordó que, tras la operación, anuló su efecto ). Mientras la deluyrei penetraba a una de ellas con su mágica tranca, hurgaba el culo de la otra con la mano más cercana, a veces con la lengua. Justo cuando Juliana iba a correrse, Óscar le sugirió a Laura que recolectase su viril néctar con la boca, y ella accedió ( Esther y Alicia - dentro de cuyo recto eyaculó Ciríe, provocándole con ello un nuevo orgasmo - le hicieron sitio ).

  • Uf, qué polvo más delicioso me acabas de echar, Óscar - le dijo Juliana.

  • Sí, a mí también me gustó. Anda, dale un beso a Laura, que tiene algo para ti...

  • Toma, tía, bébete tu propia leche - balbució Laura ( la corrida de Juliana era lo suficientemente abundante como para entorpecer su dicción ).

  • Dame, que me la voy a beber toda, como una chica buena.

  • Así me gusta, cariño - le dijo Óscar, comenzando de nuevo a bombear, de momento con lentitud ( no había llegado a salirse del todo de su recto ).

  • ¡ Papá, que ahora me toca a mí ! - se quejó Laura.

  • Anda, nena, espera tan sólo un poco más. Ten en cuenta que el ojal de tu tía hace a la vez de coño y de ano, y acabo de perforárselo únicamente como ano: ¿ no me vas a dejar que se lo perfore como coño ?

  • Menuda excusa más tonta te has buscado para repetir, papá - le dijo ella, enfurruñada.

  • Vamos, nena, no seas impaciente: pronto será tu turno - le dijo Ciríe, empezando a sodomizar a Esther mientras hurgaba el trasero de Alicia.

  • ¿ Quieres que te chupe un poco, Laura ? - se ofreció Juliana, entre suspiros.

  • Lo que quiero es que te corras de una puta vez, zorra acaparadora, que quiero que mi padre me tome ya por el ojal - le dijo ella, arrodillándose frente a su miembro y empezando a chupárselo con ansia, de hecho casi con rabia.

  • Espera, hija - le dijo Óscar - Si quieres acelerar el orgasmo de tu tía, por mí no hay inconveniente, pero no se lo hagas con la boca, ni tampoco con las manos.

  • ¿ Cómo narices quieres que se lo haga entonces ?

  • ¿ Qué te parece con los pies ?

  • Está bien, que sea con los pues - cedió ella, sentándose frente a Juliana y plantándoselos en el miembro.

  • No, cariño, así no - le dijo Ciríe, saliéndose de Esther y colocándose entre Juliana y Laura de modo que sus pies estuvieran ahora en su cintura.

  • ¿ Qué pretendes ? - se molestó ésta.

  • Lubricártelos - le dijo Ciríe, alzando los pies de Laura y posándolos en sus pechos, de los que empezó a manar leche.

  • Mm, qué sensación más rica - dijo Laura, con los pies blanquecinos. No gotearon, Ciríe se aseguró de ello, por lo que quedaron cubiertos con una fina capa ( o quizá no tan fina ), de rica leche deluyrei.

  • Ya tienes vía libre - le dijo Ciríe una vez se escabulló, clavando el miembro en el ano de Alicia ( Laura, claro, no se hizo de rogar, plantando sus pies en la alborotada tranca de Juliana y empezando a pajearle ).

  • Oye, que era a mí a la que estabas sodomizando - se quejó Esther.

  • Vaya, es cierto, qué descuido más tonto - dijo Ciríe, haciendo ademán de salirse de Alicia, pero ésta se lanzó hacia atrás, tirando a la deluyrei y quedándose sentada sobre ella ( reaccionó tan rápido que no lo vio venir ).

  • Esta polla no sale de aquí sin darme su rico jugo - les aseguró Alicia, empezando a cabalgar a su pareja.

  • ¡ Eres una egoísta ! - se quejó Esther, intentando separarles. A Óscar le gustó mucho ver cómo luchaban por hacerse con el falo de Ciríe, que se libró con facilidad de Alicia, gracias a su superior fuerza, y les dijo:

  • No voy a permitir que riñáis por mi polla, así que no la tendréis ninguna de las dos.

  • No seas mala, sólo estábamos jugando - le dijo Esther.

  • Y seguiremos haciéndolo, pero entre las tres - les aseguró ella, expandiendo sus testículos y haciendo que le colgasen del orden de treinta y cinco centímetros - ¿ Recordáis lo que os hizo antes Óscar en el coño con sus cojones ? Pues bien, ya es hora de que alguien os lo haga en el culito.

  • Buena idea - dijo Alicia, poniéndose de rodillas ante Ciríe, dándole la espalda ( Esther se puso al lado, en la misma posición ).

  • Esperad, golosas, que así no me apetece hacerlo - les dijo la deluyrei, tumbándose boca arriba.

  • Pues tú dirás... - le animó Esther a explicarse.

  • Poneos las dos a cuatro patas, cada una a uno de mis costados.

  • ¿ Mirando hacia tu cara, o mirando hacia tus pies ? - quiso saber Alicia.

  • Hacia mi cara, pues así podremos comernos la boca las tres.

  • Ya estamos - le anunció innecesariamente Esther - Y ahora, ¿ qué hacemos ?

  • Coged cada una uno de mis testículos: ya sabéis qué hacer con él.

  • ¿ Podrías ponértelos un poco más gordos ? - le dijo mimosa Alicia.

  • ¿ Quizá así ? - le preguntó Ciríe, dilatándolos hasta que alcanzaron el tamaño de un coco.

  • ¡ Bruta, tan grandes no ! - se horrorizó Esther.

  • Era una broma, chicas, no pretendía que os clavaseis algo tan gordo - se disculpó ella, reduciéndolos hasta que su diámetro fue tansólo del orden de nueve centímetros ( en cualquier caso, no habría podido mantenerlos tan enormes por mucho rato ). Entonces, les dijo - Venga, seguro que así mismo os valen, apretad de una vez.

  • Mm, son fabulosos - gimió Alicia ( se hizo algo de daño, pero pese a ello le gustó ).

  • Creo que me he roto el ojal, pero qué gusto me da estar tan llena - suspiró Esther ( lo de romperse el culo lo dijo para calentar a Ciríe, pues, al igual que Alicia, no por dolerle un poco llegó a hacerse desgarros apreciables ).

  • Ahora, mirad qué me hago en el pecho - les dijo Ciríe, dilatando sus senos por vez primera desde que resucitó.

  • Son tan grandes como los nuestros, quizá algo más - dictaminó Alicia, tras acariciárselos con sensualidad - Teniendo en cuenta que tú eres mucho más pequeña que nosotras, te quedan enormes. Me encantan.

  • Pues, ahora, me voy a poner bocas - anunció la deluyrei, manifestando una boca en cada pecho.

  • ¿ Con pollas y zups incluidos ? - se interesó Esther, metiendo un par de dedos en la boca del pecho que le quedaba más cercano ( el izquierdo ), que Ciríe lamió.

  • Me temo que eso me agotaría enseguida, pero me sé de algo que sí debería poder permitirme - les dijo ella, alzando sonriente las manos.

La sonrisa se le borró de inmediato. Era evidente que algo no iba bien, pues adoptó una expresión entre sorprendida y contrariada mientras se miraba, alternativamente, los inalterados pulgares.

  • ¿ Qué pasa ? - se alarmó Alicia.

  • Tenía previsto ponerme los penes pulgares, pero no me ha sido posible. Es extraño, según mis cálculos ya estoy lo suficientemente madura como para podérmelo permitir durante unos minutos, lo justo para daros placer con ellos...

  • Bah, otro día será - le tranquilizó Esther.

  • A falta de pollas pulgares, nos tendremos que conformar con la de entre las piernas - dijo ella, estirando el miembro hasta que estuvo a la altura de su boca.

  • ¡ Guau, qué porra te has puesto ! - exclamó Alicia.

  • Nos la comeremos entre las tres, mientras nos besamos apasionadamente - les dijo Ciríe - Tumbáos sobre mí y poned las manos tras la nuca.

  • ¿ Para qué quieres que nos pongamos las manos ahí ? - se extrañó Esther.

  • Os las voy a atar con mi cabello, quiero ser yo quien se encargue de todo.

  • Está bien - transigió Alicia, haciendo lo que se le decía ( jamás se pondría en las manos de alguien en el que no confiase, pero a Ciríe, pese al poco rato que hacía desde que se conocían, ya le consideraba una amiga... sentimiento que era mutuo ).

Segundos después, ambas estaban tumbadas sobre Ciríe, sus manos inmovilizadas y sus caras a la altura de la de ésta... y también a la de su glande.

  • Ahora, manifestaré dientes en mis bocas pectorales y me meteré en cada una de ellas uno de vuestros pechos, el que me quede más a mano - les anunció Ciríe, y fue dicho y hecho ( se las arregló para engullir más de las dos terceras partes de sus pechos, pues las bocas pectorales de los deluyrei, al no contar con auténtica estructura ósea, eran especialmente dilatables ).

  • ¿ No vas a hacer nada por nuestras rajitas ? - le preguntó Alicia.

  • Está bien, os haré un pajote aprovechando que tengo las manos libres. Y, ahora, putas, ayudadme a comer esta jugosa polla que tenemos aquí...

Ciríe hizo vibrar sus testículos, manoseando a placer el sexo de sus dos amantes, que no paraban de libar de su tranca, uniendo sus lenguas con la de ellas. Los pechos que hacían contacto con los de Ciríe fueron placenteramente succionados, y mordisqueados, por las bocas pectorales de éstos: los que no, fueron meneados vibratoriamente por Ciríe, para placer de ambas.

Óscar y Laura habían dejado momentáneamente de acosar a Juliana, mientras los tres seguían con interés toda la operación: llegados a aquel punto, decidieron que ya habían visto bastante, reiniciando las cariñosas y gratas hostilidades que estaban dispensando a su presa.

  • ¡ Vamos, tía, córrete ya ! - le apremió Laura al poco.

  • Espera, hija, tómatelo con más calma, hagámosle sufrir un ratito.

  • ¡ No me apetece andarme con juegos, quiero que se corra ya mismo !

  • No seas impaciente, cielo - le dijo Óscar - A tu papá le apetece mucho ver cómo doblegas una tranca con los pies. Imagínate que tu tía es uno de tus sumisos, y que deseas enloquecerle de deseo. ¿ No te gustaría derrotar su polla con la ayuda de tu papá ? ¿ No te gustaría sentir cómo lanza copiosos escupitajos de cálida y pegajosa lefa, que se unirían en ellos a la leche de Ciríe ?

  • Sí, y mucho, pero mi culo está que arde...

  • Laura, quisiera que te olvidases de eso por ahora - insistió Óscar - Me gustaría que me demostrases hasta qué punto eres capaz de controlarte, masturbando a Juliana con toda la lentitud del mundo y disfrutándolo, pese a las ganas que tienes de que te haga ya sabes qué. Realmente me complacería mucho, hija mía.

  • Entonces lo haré, papá. Es más, aunque me toque no me correré. Comprobarás que tu hija tiene un buen par de ovarios ( eso sí, una vez terminemos no me hagas esperar más, o no sé qué será de mí ).

Laura enseguida repasaba suma eficacia el miembro de Juliana, pero alargando el proceso al máximo, para lo cual paraba cuando notaba que iba a correrse. Óscar, que también disminuía el ritmo cuando Juliana estaba a punto de perder el control, tuvo pese a ello ocasión de eyacular dos veces, habiendo transcurrido ya casi un cuarto de hora para cuando Juliana empezó a correrse por fin. Ciríe y las otras dos mujeres, que ya habían acabado ( de momento ), observaron en relativo silencio cómo Juliana embadurnaba los pies de Laura ( ni que decir tiene, Ciríe había desvanecido las bocas pectorales, retornando sus pechos y su miembro a su estado previo ).

  • Parece nata montada - rió Alicia, lamiendo los pies de Laura, en los que la leche de Ciríe se había trasformado, con tanto meneo, en una pasta esponjosa ( deliciosamente aderezada, por cierto, con la abundante corrida de Juliana ).

Ester, Ciríe e incluso Juliana se le unieron, y todas lo encontraron muy rico. Tanto chupeteo le hizo dar unos cuantos suspiros a Laura, que además tenía algo de cosquillas: si no le tuviese tantísimas ganas a su padre, se habría dejado hacer, pues aquello le era muy grato, pero su trasero no podía esperar más, así que apartó sus pies ( que en cualquier caso ya estaban casi limpios ), y le dijo a Óscar:

  • Y ahora, papá, me toca a mí.

  • No sin antes probar esto - le dijo él, agarrándole de los pies y dándole en ellos unos lametones, con la lengua moderadamente extendida, que Laura recibió con un gritito de excitación ( apenas jugó unos segundos con ellos, pero los repasó bien a fondo, para placer de su hija ).

  • ¿ Te vas a salir de la tía ya, u os tendré que separar yo ?

  • le dijo Laura no bien él dio por terminado aquel cariñoso ritual.

  • Oh, perdona, el culo de tu tía es tan acogedor que uno se olvida de que está dentro - bromeó él, saliéndose de Juliana, que se abrazó a él y le dijo, llorando de felicidad:

  • Jamás antes me había sentido así, Óscar, por fin he encontrado a alguien capaz de hacerme sentir mujer al cien por cien.

  • Y eso, pese a que en este preciso instante te estás convirtiendo en un hombre - le recordó él, acariciando su cabello.

  • ¡ Papá, ya está bien de tantos mimos ! - estalló Laura, poniéndose a cuatro patas - ¡ Necesito tu polla en mi culo, y la necesito ahora ! ¡ Si no me la clavas, me muero !

  • Aquí la tienes - le dijo Óscar, insertando el glande y algo más, con ternura ( le había cogido de los pechos ).

  • ¡ Sí, sí ! - exclamó ella, volviéndose a Alicia, que siguió atenta la operación, y diciéndole - Papá me la ha clavado en el culo, madre: ¿ no es maravilloso ?

  • Ya lo creo, hija - rió ella, acariciando los genitales de Óscar y diciéndole - ¿ Qué te parece el trasero de nuestra hija, nene ?

  • Francamente acogedor - repuso él, aceptando un rápido beso de su mujer.

  • Espero que le llenes de leche, quiero que veas cómo me la bebo de su ojal.

  • Mira que eres puta...

  • Mm, cada vez que me dices eso, me derrito de gusto.

  • Papá, ¿ me la metes del todo, o vas a seguir conformándote con clavarme sólo el capullo ? - se impacientó Laura.

  • Espera, acabo de caer en la cuenta de que se me olvidó ponerte un poquito más de lubricante - dijo él, sacándosela de inmediato ( se sentía un poco travieso, de ahí el hacer de rabiar a Laura ).

  • ¡ Maldita sea, no me la saques ! - se molestó ella, intentando en vano metérsela por sí misma.

  • Pero quizá te haga un poco de daño...

  • ¡ Me importa una mierda ! ¡ Métemela otra vez, vamos, y no la saques hasta que tenga el culo más abierto y usado que el hueco de un ascensor ! ¡ Quiero que me lo destroces, mamón ! ¡ Gózame, padre, dame por el ojal ya mismo !

  • Está bien - concedió él... equivocándose de orificio cuando empujó.

  • ¡ Por ahí no, papá ! - gimió Laura.

  • ¿ Acaso no te gusta por aquí, hija ? - le dijo él, dando unos cuantos meneos que ella recibió con excitados jadeos.

  • Sabes que sí, pero no es ahí donde la quiero ahora - sollozó ella - no seas malo, me estás volviendo loca...

  • Si te la meto por detrás, hija, te voy a dar bien duro, y hasta que ya no puedas más - le advirtió él.

  • ¡ Joder, pero si eso es justo que quiero que hagas ! - se quejó ella.

  • Está bien, ésta ya es la buena - le dijo él, clavándosela de una vez, y hasta el fondo.

  • ¡ Por fin ! - exclamó ella, entre gemidos.

  • Ahora que lo pienso, hace varios días que no miro el correo electrónico - le dijo él, frenando sus acometidas, aunque sin parar del todo - ¿ Te importa que lo haga ahora ? No tardo ni diez minutos...

  • ¡ No me hagas esto ! - lloriqueó ella, agarrándose a él con desespero.

  • Era una broma, hija, te aseguro que ya no me saldré de tu culo hasta que me lo pidas.

  • Pues voy a tardar mucho, pero que mucho en pedírtelo - le aseguró ella, feliz.

Óscar se dejó de bobadas y se centró en sodomizar a su hija, que estaba disfrutando intensamente. No mucho después, Laura le preguntó, entre suspiros:

  • ¿ Te gusta mi culito, papá ?

  • Mucho, hija, se nota que lo usas a menudo.

  • Desde luego: he llegado a encajar dos pollas dentro, al igual que mamá y las tías, y si por mí fuera me habría metido tres e incluso cuatro ( de calibre normal, claro, pues como fuesen como la tuya reventaría ).

  • ¿ Qué me dices de tu rajita ? - le preguntó él, hurgándosela durante unos instantes, sin dejar de bombear - ¿ También has recibido por ahí dobles raciones de polla ?

  • Todas lo hemos hecho, y nos encanta - repuso Alicia por Laura, que ya no estaba en condiciones de mantener una conversación.

  • Eso está muy bien, cariño, y me alegra saber que de vez en cuando os metéis el puño tanto en uno como en otro orificio.

  • ¿ Te... gustaría ver cómo... mamá me lo clava ? - logró decirle Laura.

  • Sí, hija, y también cómo tú se lo haces a ella y a tus tías.

  • ¿ Me dejarás... meterte a ti... un puño ? - le preguntó ella, cada vez más próxima al orgasmo ( Óscar estaba en la misma situación, pero a él apenas se le notaba, pues desde que era deluyrei tenía un gran control sobre sí mismo ).

  • Por supuesto, a ti y a las demás. De hecho, también me los meteréis por parejas, quizá incluso de tres en tres.

  • ¡ Hala ! - exclamó Esther - ¡ Exagerado !

  • Para vuestra información, esta misma mañana me metieron dos puños en el culo, y me lo pasé muy bien.

Laura se corrió no bien oyó aquello, y Óscar empezó a descargar en su recto, lo cual intensificó aun más el orgasmo de su hija.

  • Te amo, papá, y he gozado como una cerda - le dijo ella cuando se calmó un poco.

  • Cuando te la metí por delante lo disfrutaste aun más, cariño.

  • Quizá, pero el que me la claves por el ojal me está dando más morbo. Mm, me ha encantado, y sólo de sentirte aún dentro de mí, sin que se te arrugue ni una pizca, me está volviendo a poner cardiaca.

  • No sabes lo mucho que me gusta calentarte de esa forma, mi niña.

  • Anda, dame otra vez, que ya estoy lista...- le dijo ella, empezando a moverse.

  • ¿ No se te está olvidando algo, nena ? - le dijo Óscar, deteniéndole.

  • Ahora no caigo - repuso ella, y era cierto.

  • Juliana, pon tu culo pegado a la cara de mi hija - le pidió Óscar a la aludida - Quizá así se le refresque la memoria...

  • ¡ Pues claro, aún no he bebido tu rica lefa del ojal de las tías, ni tampoco del de mamá ! - exclamó Laura, lamentando haber tenido aquel lapsus... que confiaba no le hiciese parecer una grosera a los ojos de su padre.

  • Tiene buena pinta, ¿ no crees, cielo ? - le dijo Óscar, separando por ella las nalgas de Juliana.

  • Ya lo creo. Mm, papá, qué abierto y jugoso se lo has dejado. Anda, sigue taladrándome el culito, que ya me encargo yo del de la tía. Oh, y, si no te importa...

  • Tranquila, entretanto yo te hurgaré el coño a placer.

Laura fue alternando sus atenciones entre las tres, y el saberse observada por su padre a lo largo de tan sucia y lasciva actividad le resultó especialmente grato. Sus anos estaban real e incitantemente abiertos, y en ellos le esperaba una densa mezcla de esperma y heces ( bastante más de lo primero que de lo segundo, pues todas habían evacuado por la mañana ), producto tanto de las abundantes eyaculaciones de Óscar ( y de Ciríe, en el caso de Alicia y Esther ), como del contundente bombeo al que habían sido sometidos. La devoró sin titubeos, y con sumo placer. Su padre a menudo hincaba un par de dedos en alguno de los tres ojales, retorciéndolos con ganas a fin de embadurnarlos bien a fondo, y ella se los lamía con fruición no bien se los acercaba a la boca: con la polla de Óscar clavada allí atrás, Laura se sentía tan maravillosamente cerda que estaba dispuesta a todo.

A veces les lamía el trasero a cuatro patas, otras se tumbaba boca arriba, sin que Óscar se saliese ni un instante de ella, y sus tías o su madre se ponían en cuclillas sobre su cara ( incluso llegó a lamerles poniéndose de costado ). Siempre que la posición se lo permitía, miraba a su padre mientras deglutía, y éste le sonreía, complacido. Pero Laura quería emputecerse aun más, de modo que se las arregló para masturbar a las tres, y también a Ciríe, haciendo uso tanto de sus manos como de sus pies ( mas no de su boca, con la que no dejó de devorar cualquier ano que se le puso a tiro ).

Óscar perforó sin cesar su trasero, del que empezaron a manar discretos churretes de aquella fragante mezcla de mierda y esperma que las demás, se dijo él, no tardarían en catar. Tras correrse ambos por cuarta vez ( había decidido sincronizarse con su hija ), él le dijo:

  • ¿ Te la saco ya, amor mío ?

  • Ni se te ocurra, papá. Dijiste que no te saldrías de mí hasta que me hartase, y te puedo asegurar que aún no lo he hecho. Ah, y tampoco vayas a quitarme la mano del coño, que ahí está muy bien. Uf, cómo me lo estoy pasando de bien, estoy tentada de seguir hasta dormirme de puro agotamiento.

  • ¿ Tanto te gusto, hija ?

  • Como ningún macho en el mundo.

  • Me halagas, cariño.

  • Y tú me empalas, padre - bromeó ella.

  • Veo que ya has limpiado a conciencia los culos de tu mamá y de tus tías.

  • Siempre me gustaron mucho, y tu lefa los hacía aun más apetecibles.

  • Se me ha ocurrido una cosa muy divertida, hija.

  • Cuéntame, mi potente e insaciable rompedor de culos.

  • Puesto que el ojal de tu mamá y de tus tías está ya bastante adecentado, ¿ por qué no te deleitas con el néctar de sus sexos ?

  • Vamos, que quieres que les coma la raja y la polla.

  • Eso es, mi niña, pero no vayas a dejar de masturbar a las que no estén disfrutando de tu boca: sé que puedes encargarte de las cuatro a la vez.

  • Mamá, ponme el coño en la boca, que te lo voy a comer hasta que te den calambres - le instruyó a su madre Laura, dirigiéndose a Juliana y a Ciríe y diciéndoles - Y vosotras, dadme los rabos, que os los voy a ordeñar con las manos.

  • ¿ Qué pasa conmigo ? - le preguntó Esther.

  • ¿ Ves esto, tía ? - le dijo ella, agitando incitante el pie derecho ( en aquel momento, Laura estaba tumbada sobre su padre ).

  • Sí.

  • Lámemelo un poco. Procura dejarlo bien babeado, porque ya sabes qué voy a hacer con él...

  • ¿ Qué tal así, sobrina ? - le dijo ella, tras agarrarle del tobillo y repasárselo con la lengua.

  • No sé, prueba a ver qué tal.

  • Perfecto - le aseguró ella, encajándose más de la mitad del pie de su sobrina en la vagina.

  • Aquí tienes mi coño, hija: procura comérmelo bien, que tu papá va a estar mirándote - le dijo Alicia, encaramándose por fin sobre su hija.

  • Recuéstate sobre tu hija, cariño, quiero sentir el peso de ambas - le pidió Óscar, dejando de hurgar el sexo de Laura a fin de amasar los pechos de su mujer.

  • ¡ Papá, deja al menos una de las manos en mi coño ! - le pidió Laura.

  • Tranquila, hija, tu tía y tu mamá se van a encargar de él.

  • Mamá me lo puede comer, de hecho su postura es ideal, pero, ¿ cómo pretendes que Esther me dé gusto ?

  • Esther, extiende un pie hacia el coño de mi hija, pero no se lo metas aún, pues Alicia te lo va a lamer.

  • Buena idea, papá...

Enseguida estaban gozando los seis. Cada vez que alguien se corría ( a menudo se sincronizaban ), Óscar les sugería una nueva disposición, y todas la aceptaban, gustosas. Para cuando pararon, había transcurrido casi media hora más, a lo largo de la cual todas tuvieron de media cinco orgasmos ( incluso Laura, y eso que el culo le estaba empezando a doler de veras ).

  • Uf, estoy destrozada - le dijo Laura a su padre, mimosa.

  • De hecho estás sangrando, hija.

  • No me extraña, con la de caña que me has dado, pero, ¡ joder, qué bien me lo he pasado !

  • ¿ Te echo un chorrito de pipí ?

  • Casi mejor, papá. Venga, hazme pis en el culito, imagina que soy un retrete...

Una vez Laura estuvo curada, Óscar se salió de ella y puso su embadurnado falo al alcance de su boca.

  • Mira qué sucio está. ¿ Qué te parece si me lo limpias, hija ?

  • Creí que no me lo ibas a pedir - le dijo ella, empezando a devorárselo. Entonces, parando por un instante, le preguntó, mientras se lo acariciaba - ¿ Me dejas que te la coma hasta el final, como es debido ?

  • ¿ Significa eso que quieres que tu papá se corra en tu boca ?

  • No sé, no sé, deja que me lo piense - bromeó ella, fingiendo estar meditando un asunto especialmente delicado, tras lo que exclamó, entre risas - ¡ Claro que sí, tonto, quiero sentir cómo tu polla se corre en mi boca, llenándomela de lefa !

  • Está bien, pero ponte a cuatro patas, que tu mamá y tus tías quieren devolverte cierto favor...

  • Ya me estáis comiendo el culo, guarras - les dijo Laura, agitando el trasero, cuando comprendió a qué se refería su padre.

  • El culo, y lo que se nos antoje - le aseguró Juliana, comenzando a comerle la almeja ( Alicia fue la primera en deleitarse con el increíblemente abierto, y pringoso, trasero de Laura ).

  • ¡ Oh, sí, por delante y por detrás ! - gimió ella.

  • Por ahí, y por los demás sitios - le dijo Ciríe, expandiendo la lengua y lamiendo las orejas de Laura mientras amasaba sus pechos.

  • Buena idea, chicas: acosad entre todas a mi niña, haced que se vuelva loca - les dijo Óscar - Veamos qué tal se concentra bajo presión.

  • Eres malo, papá - jadeó ella, asiendo su miembro con ansia.

  • Vamos, no te hagas de rogar y tómate tu postre - le ordenó afectuosamente Óscar.

  • Te voy a dejar seco, cabrón - le prometió ella, amagando un grito cuando Esther comenzó a lamerle el cuello mientras, con la ayuda de Ciríe, pellizcaba sus pezones. Procurando concentrarse, comenzó a devorar la tranca de su padre, que sostuvo su mirada todo el rato.

Óscar demoró su eyaculación algo más de diez minutos, tiempo más que suficiente para que todas, Ciríe incluida, catasen el cremoso ano de su hija, que estaba enloqueciendo de placer. No bien comenzó a descargar en su boca, Laura se corrió, pero aún así no dejo de trabajarse el rabo de su padre, siguiendo mamándolo incluso cuando dejó de palpitar en su boca.

  • Casi me matáis de gusto, putas, ésta me la vais a pagar - les amenazó Laura, que había logrado tragar sólo una pequeña parte del esperma de Óscar, habiendo dejado que el resto se derramase de su boca ( de lo contrario, podría haberse asfixiado ). Al percatarse de que había ido a parar a los muslos de su padre, concentrándose en numerosos, blanquecinos y apetecibles grumos ( Óscar lo había mantenido allí por medio de su poder sobre los líquidos ), lo recogió con los dedos, llevándoselo a la boca cual sensual y sabroso aperitivo.

  • Has estado magistral, hija - le aseguró su padre.

  • No es nada frecuente que un humano se trabaje tan bien una polla con la boca, o no mientras está siendo objeto de tanta estimulación, y menos siendo tan joven - dijo Hepente.

  • Los que yo he conocido ( principalmente chicas ), pueden contarse con los dedos de mis manos - dijo Ciríe.

  • A mí me pasa lo mismo - dijo Sarigza.

  • Yo sé de dos humanos que superaban ampliamente a Laura ( una chica y un chico ), pero no tiene mérito, pues les críe yo misma en persona

  • dijo Hedelia, no sin cierta añoranza.

  • ¿ Cómo fue eso ? - quiso saber Óscar.

  • Fueron los únicos supervivientes de un ataque a su poblado, allá en mi mundo natal. Tenían respectivamente uno y dos años: les habría dejado a cargo del personal de un templo erigido en honor de uno de los dioses del Bien ( es lo que se hace en esos casos ), pero los dos estaban marcados con el estigma de... bueno, casi mejor no le mentaré, no sea que la vayamos a liar ( pronunciar en este mundo el nombre de un auténtico dios es realmente peligroso ).

  • ¿ Se trataba de una deidad maligna ?

  • Me temo que sí, aunque algo me dice que no tanto como se piensa ( tiene muy mala fama, eso sí, y su culto está rigurosamente prohibido ).

  • ¿ Por qué no se los llevaste a tu hermana ?

  • Mi hermana aún era una novicia, ni pinchaba ni cortaba en el templo donde se estaba formando, y además no quería dañar su reputación ( Afrodita no se lleva nada bien con el dios en cuestión: habrían acogido a los niños, de eso no hay duda, pero sin el menor entusiasmo ). Era mejor encargarme yo de ellos, y eso hice. Cuando cumplieron veinte años, les instalé en una de las ciudades más prósperas de mi mundo, y les fue muy bien ( tuvieron once hijos, y eso que les facilité un montón de mis frutos anticonceptivos ).

  • ¿ Tenemos frutos anticonceptivos ?

  • Por supuesto: no es de recibo que, en una orgía donde participen deluyrei y representantes de otras especies, haya entre ellos embarazos no deseados, así que solemos repartir unos cuantos - le dijo Sarigza.

  • ¿ Qué coño es la prueba del biberóndecarne ? - les preguntó Óscar, que acababa de captar aquel intrigante término de la mente de Hedelia, sin averiguar de momento su significado... aunque sospechando por dónde iban los tiros.

  • Oh, eso: ambos la pasaron, y satisfactoriamente, síntoma de lo bien que se les daba comer pollas - le dijo ella, orgullosa de sus ahijados ( siendo humanos, y por consiguiente mortales, habían muerto milenios atrás, pero su recuerdo aún perduraba ).

  • Veréis, una vez nuestras hijas cumplen quince años ( recordad que para entonces aparentan cinco, según los cánones humanos ), les dejamos en ayunas dos días, no pudiendo beber más que agua - les explicó Sarigza

  • Entonces, y durante los nueve siguientes días, han de alimentarse mamando trancas.

  • ¡ No fastidies ! - exclamó Juliana - ¡ Deben pasarlo fatal !

  • Quizá sea un poco duro, pero pese a ello resulta muy divertido - le dijo Ciríe - No sé de nadie que no lo haya disfrutado.

  • ¿ Les atáis las manos a la espalda ? - se sorprendió Óscar.

  • Sí, y a menudo permanecen atadas los nueve días, pues sólo han de usar la boca ( yo fui un poco más tolerante con mis niños, por supuesto )

  • le dijo Hedelia - De todos modos, si las circunstancias así lo requieren, se les libera un rato. Oh, y la cuerda no es excesivamente gruesa, por lo que la pueden partir en caso de extrema necesidad ( no es cuestión de verse indefensas si se tropiezan con un grupo de bandidos, por poner tan sólo un ejemplo ).

  • Durante esos nueve días, muy rara vez les dejamos experimentar orgasmos... aparte de los faríngeo/bucales, claro, de los que se hartan, y bien que lo disfrutan - prosiguió con la explicación Hepente - A fin de aportar más líquidos, orinamos en sus bocas, y no sólo maman pollas de deluyrei, ordeñan a todo macho que se les pone a tiro.

  • ¿ Se prestan a ello ? - se extrañó Óscar.

  • Si no son racionales, nos trae sin cuidado si quieren o no: ya que de todos modos se lo van a pasar bien, y puesto que no saben de remordimientos, les controlamos telepáticamente para que se dejen devorar el rabo... y para que nos orinen, de tener sed - le explicó Ciríe - Sin embargo, cuando son racionales casi siempre les da grima, a causa de la escasa edad que aparentamos.

  • Por fortuna, hay excepciones - dijo Hepente - Aún me acuerdo como si fuera hoy de aquel día en el que vi a un humano recogiendo hierbas no muy lejos de mi poblado, estando yo a falta de dos días para concluir la prueba. Me escondí muy bien, pero se dio cuenta de mi presencia y se me acercó, resuelto. No podía leer su mente, es más, sentía que él estaba leyendo la mía. Por algún motivo no podía huir, parecía haberme atrapado con su mirada, y la cuerda con la que en ese momento estaba atada, que debería haber roto sin problemas, se me antojó mucho más resistente de lo que era. Me tranquilizó con una sonrisa, presentándose como mago y enfocando sus sentidos sobrenaturales, esos que desarrollan ellos ( sutilmente distintos a los nuestros, como comprobé cuando me hice hechicera, pero a su modo igual de penetrantes ), sobre mí. De vez en cuando me dedicaba una palabra amable, o me acariciaba el cabello, aunque sin salir aún del trance en el que parecía haber entrado. Cuando salió de él, me dijo que yo tenía cierto potencial para la magia, preguntándome si me gustaría ser hechicera.

  • ¿ No te dio miedo ? - le preguntó Esther.

  • En absoluto, y no porque no hubiese podido hacerme daño ( algo me decía que ni adulta habría sido rival para él, y no me equivocaba ), si no por que su aura era increíblemente radiante. Aquel hombre, además de tener más poder que cualquier deluyrei común, era por completo benigno. Como la magia siempre me había atraído, le dijo que sí, y él me condujo a mi poblado.

  • Será al revés - le dijo Juliana.

  • Pues no. Me había alejado tanto en busca de animales, o incluso gente, que ordeñar , que me había perdido ( su potente telepatía le orientó ). Me preguntó si quería ir a caballo, y yo acepté, restregándome todo el camino contra su entrepierna ( me puso delante de él ).

  • ¿ No se molestó ? - le preguntó Laura.

  • No, pues era un hombre de mundo y sabía de nuestras costumbres, aunque me recomendó que no hiciese eso con otros humanos o podrían ofenderse. Cuando llegamos al río que abastece de agua a nuestro poblado, él paró a beber: dado que yo también tenía sed, me apoderé de la voluntad de un lince que había por allí y le hice una mamada, induciéndole previamente a mear en mi boca. El hechicero siguió con interés la operación, y yo me puse tan cachonda que comencé a frotarme la entrepierna, a través de la ropa, contra las patas del felino ( en momentos como aquel, una lamentaba estar atada ). Sabía que lo que estaba haciendo me iba a costar una buena regañina, pues a lo largo de la prueba sólo mis madres tenían derecho a decidir cuándo podía gozar por otro sitio que no fuese la boca, pero no sabía si iba a poder contenerme.

  • ¿ Te corriste al final ? - le preguntó Alicia.

  • No, pues él me sujetó de las caderas y me dijo que estaba siendo muy mala. Yo le dije que estaba dispuesta a aceptar una buena azotaina por aquella travesura, y él me desnudó de cintura para abajo ( a todo esto, yo seguía trabajándome al lince, demorando su eyaculación a fin de que fuese más abundante ), dándome unos cachetes en el culo que me excitaron aún más. Entonces, me la clavó por el ojal ( me hizo daño, pues era bastante dotado para tratarse de un humano y yo aún no estaba demasiado desarrollada, pero me encantó ), comenzando a manosearme el coño. Yo estaba en el cielo, pero él se las arregló para no dejar que me corriese, ni por el culo ni por el sexo: cuando el lince eyaculó en mi boca, tan cachonda como estaba, tuve un orgasmo bucal fabuloso.

  • Vaya con el mago, parece que sabía cómo usar su varita - bromeó Laura.

  • Su cayado, más bien - le corrigió Ciríe, entre risas.

  • Una vez el lince se fue, el hechicero me vistió, lamiéndose los dedos con los que me había acariciado y diciéndome que mis jugos estaban muy ricos. No se había corrido, y le supliqué que me hiciese el amor por la boca. Él rió, diciéndome que quizá más tarde, y se guardó la polla. Entonces, me repasó con los dedos, aún impregnados con mi flujo, los labios... donde aún tenía un poco de semen, del lince. Cuando me los tendió, se los lamí con desespero, y él me agarró con la otra mano del cuello, haciéndome una estupenda paja bucal ( no pude tragarme su puño, pero me restregó con sus enormes y habilidosos dedos hasta que me corrí ). Cuando llegamos a la aldea, se dirigió directamente a mis madres ( estaban en la principal plaza de la aldea ), y, tras los saludos y presentaciones de rigor, les pidió permiso para hacerme unas sencillas pruebas.

  • Como es de suponer, toda la aldea se congregó en torno a él, comenzando muchas de nosotras a expulsar efluvios afrodisiacos a fin de ponerle cachondo y podérsele tirar sin recurrir a la violencia ( el tío estaba buenísimo, y además tenía un no sé qué que le hacía terriblemente interesante ), pero no le hicieron efecto - continuó Hedelia, que estuvo presente, por su hermana - Alguna de las pruebas que le hizo a Hepente requerían que usase las manos, así que le desataron. Nadie comprendió nada, pero el mago pareció muy satisfecho.

  • Me preguntó si quería que me viniese a recoger cuando cumpliese los cincuenta, o mejor aún los sesenta ( así, tendría toda una década para disfrutar de mi condición de adulta ), momento en el que comenzaría a instruirme - prosiguió Hepente - Yo me horroricé, imaginándole hecho para entonces una pasa, pero él me dijo que no envejecería, pues era inmortal.

  • Los humanos no somos inmortales - dijo Alicia.

  • No en la Tierra, desde luego, principalmente porque aquí no hay magos ( o no autóctonos ): cuando un hechicero de una raza mortal se hace lo suficientemente poderoso, accede a la inmortalidad... y el maestro de Hepente no era precisamente un mago del tres al cuarto - le explicó Sarigza.

  • Yo estuve de acuerdo, y él me ató las manos de nuevo, dándome un beso en el carrillo y preguntándome si aún anhelaba su viril néctar, a lo que yo repuse que sí - prosiguió Hepente - Entonces, les pidió a mis madres, y a tres de mis tías ( vivían juntas ), permiso para gozarme en nuestra casa, y ellas accedieron ( las pruebas me las había hecho en la plaza ).

  • Al principio pensamos que tenía algo de vergüenza, pero más tarde comprendimos que si prefirió quedarse relativamente a solas con ella fue para que no nos lanzásemos en masa a por él, impidiéndole encargarse como es debido de su futura alumna - dijo Sarigza - A petición de mi hermana, le arrastró del pelo a casa, seguido por las demás, y allí le hizo el amor por la boca durante un buen rato.

  • Era un amante fabuloso: me lo hizo mejor que no pocas deluyrei, cosa que hasta entonces supuse imposible - continuó Hepente - Era insaciable, y su esperma estaba exquisito. Joder, esa tarde fui realmente feliz, habría querido tener su polla en mi boca hasta que concluyese la prueba.

  • ¿ Sólo se divirtió contigo ? - le preguntó Juliana.

  • Qué va, habría sido una impertinencia: fornicó con todas nosotras, y te puedo asegurar que era una persona realmente civilizada, por lo que hicimos prácticamente de todo - le dijo Ciríe - Eso sí, al final empezó a renquear, pues no daba más de sí, viéndose obligado a ejecutar en dos ocasiones un hechizo con el que se revitalizó. Ni que decir tiene, todas las que estábamos lo suficientemente desarrolladas para manifestar polla ( entre ellas, Sarigza y yo, que somos las mayores, así como cuatro de mis primas ), acabábamos casi siempre en la boca de Hepente.

  • ¿ Cuántas erais ? - les preguntó Esther, lamiéndose los dedos tras hurgar el ano de Laura, que aún retenía abundantes y apetitosos jugos.

  • Quince, pero sólo once podíamos ponernos rabo - repuso la sacerdotisa.

  • Joder, pues Hepente debió de coger un buen empacho de lefa

  • bromeó Laura.

  • Ya lo creo - rió la aludida - Oh, y mis madres, como recompensa por ser tan buena comiendo pollas, me dejaron disfrutar durante aproximadamente veinte de vuestros minutos por el sitio donde yo eligiese, y con quien yo eligiese. Elegí mi culo, por el que recibí al humano una vez más... que se las arregló para proporcionarme ocho orgasmos.

  • ¿ En veinte minutos ? - se asombró Alicia.

  • Ten en cuenta que llevaba siete días sin gozar por el culo: lo tenía realmente hambriento.

  • ¿ A qué edad comenzáis a disfrutar de él ? - quiso saber Óscar.

  • Por lo común, antes de cumplir los tres años ya nos lo hurgamos con el dedo, a los cuatro nos los lamemos ( junto al coño, claro ), y a los seis, o así, nuestras madres nos lo perforan por vez primera.

  • ¡ Mamá, ya te decía yo que me iniciaste muy tarde ! - bromeó Laura.

  • No creo que un humano pudiese subsistir a base de semen - dijo Juliana, pensativa.

  • Bueno, el semen es bastante nutritivo, sobre todo el nuestro, si bien carece de ciertas substancias vitales: con todo, una semana alimentándose de lefa no haría daño ni siquiera a un humano, al menos no de estar sano... siempre que recibiese la suficiente cantidad, por supuesto - dijo Hedelia.

  • Ahora que lo pienso, de así desearlo no tendríais necesidad de tomar ni un solo biberón durante toda la prueba - dijo Óscar - A fin de cuentas, se supone que podemos subsistir sin alimentarnos...

  • No cuando somos tan jóvenes - le dijo Ciríe.

  • ¿ Les dais a mamar las pollas de los pechos ? - preguntó Laura, que ya había apurado todo el semen que había derramado sobre los muslos de su padre.

  • A veces, aunque las configuramos para que el semen no incluya leche - repuso Sarigza.

  • De todos modos, para ser estrictos no sólo de esperma y orines se alimentan: cuando nos hacen una mamada especialmente placentera, les premiamos tomándonos un dulce - dijo Hedelia.

  • Habrás querido decir dándoles un dulce - le corrigió Juliana.

  • No, el dulce nos lo tomamos nosotras: a veces nos lo metemos en la vejiga, a fin de endulzar nuestro pis, y a veces en la boca, escupiéndoles en las suyas cada vez que reunimos cierta cantidad de saliva - le explicó Ciríe.

  • ¡ Joder, qué morbo ! - exclamó Alicia.

  • Si tanto te seduce la idea, mi amor, podría hacerte pasar por esa prueba ( algo me dice que tomaría dulces muy a menudo, pues eres una mamadora excelente ).

  • No creas que no me gustaría, pero no quisiera estar nueve días atada... y menos aun sin gozar de algo de sexo, ya sea vaginal o como mínimo anal ( recuerda que yo no me puedo correr por la boca, por lo que no podría aliviarme ).

  • Bueno, tratándose de ti haríamos algunas excepciones.

  • Uf, suena deliciosamente perverso - dijo Esther: al igual que a las demás humanas, la idea de alimentarse durante unos cuantos días de semen ( sobre todo si era el de Óscar, y más si tenía que ganárselo a base de mamadas ), le atrajo poderosamente.

  • Supongo que los caramelos serán pequeños, al menos cuando os los metéis en la vejiga: de lo contrario, os haréis mucho daño - dijo Alicia.

Ciríe y Óscar intercambiaron una mirada cargada de complicidad y se pusieron a reír.

  • ¿ Qué os hace tanta gracia ? - se molestó ella.

  • Toma, cógeme la polla - le dijo Óscar, cogiéndole la mano izquierda y posándola en su miembro.

  • ¿ Para qué ? - se extrañó ella, asiéndola pese a ello.

  • Vamos a hacer una cosa muy divertida, cielo. Tú tan sólo sígueme la corriente.

  • Como quieras...

  • Tiéndeme la otra mano, que te la voy a besar.

  • Aquí tienes - le dijo ella.

Óscar se la empezó a besar, chupándole los dedos uno a uno y lamiéndosela con ternura. Entonces le dijo:

  • Me gustan tus manos, esposa. Las cuidas mucho, al igual que el resto de tu cuerpo. Sensuales, pero contundentes.

  • Vaya, gracias - se halagó ella.

  • Has dado mucho placer con ellas, y eso está muy bien, pero también las has usado para ocasionar dolor - le dijo él, concentrándose en el dedo índice - Mm, qué uñas más lindas. No excesivamente largas, pero sí muy afiladas. ¿ A cuánta gente has hecho sangrar con ellas ?

  • A un montón.

  • Son como pequeñas y lujuriosas lanzas, nena. Si yo te lo pidiese, ¿ me acariciarías el pene con ellas, sin usar para nada las yemas de los dedos ?

  • Claro que sí - le aseguró ella, soltando su tranca, pero el le dijo:

  • No me la sueltes, preciosa. Quiero que mi polla está completamente bajo tu control. Con las uñas de la otra mano debería bastarte.

  • Como desees, cielo - le dijo ella, volviendo a asir su falo y empezando a rascarle, con mucha ternura, todo lo que con la otra mano no cubría.

  • ¿ Te excita, Alicia ?

  • Sí...

  • Ya lo has hecho más veces, ¿ no es eso ?

  • Sí, aunque no pienses mal: pese a lo mucho que me gusta saber que puedo hacerles un buen destrozo si se me antoja, muy rara vez les clavo las uñas en la polla, y menos aún apretando de verdad.

  • Acaríciame el agujero de hacer pis con la uña del índice, Alicia, y ve presionando con ella.

  • Oye, esto se abre un montón - se sorprendió ella, atenta a su expresión ( no las tenía todas consigo: si le hacía daño, retiraría de inmediato el dedo ).

  • Y más que se abrirá cuando hayas metido todos los dedos dentro.

  • ¿ Qué has dicho ? - se horrorizó Juliana.

  • Que Alicia me va a meter los dedos dentro. Empieza por ese mismo, cariño...

  • Joder, Óscar, me da mucha grima. ¿ Y si te duele ?

  • No me dolerá, Ciríe ya me lo tiene acostumbrado.

  • Ya lo creo, llegué a encajarle un pie - rió ella.

  • ¡ Que bestias sois ! - les regañó Esther.

  • Alicia, quiero que me hagas un dedo - insistió Óscar, llevando una mano al sexo de su mujer y posando el índice en sus labios internos

  • Haz con mi polla lo mismo que yo voy a hacer con tu coño...

Óscar fue apretando, deslizando su dedo en la vagina de Alicia, que finalmente se animó a imitarle. Tras dar unos cuantos meneos, Óscar lo sacó, añadiendo un segundo dedo: ella hizo lo mismo. Cuando le metió cuatro dedos, Laura dijo:

  • Es increíble lo que dilatas, papá. Tienes la polla de goma.

  • Entonces no es una polla, si no un pato - bromeó él: dado que nadie le vio la gracia, añadió - Como los que meten en la bañera para que los niños se distraigan mientras les asean, no me digáis que nunca habéis visto alguno...

  • Mamá no nos metía patitos de goma en la bañera, nos metía consoladores - le dijo Alicia - No sé si lo hacía para que nos acostumbrásemos a identificar al enemigo o tan sólo para que aprendiésemos que sus colgajos no eran más que juguetes para nosotras... al igual que el resto de sus cuerpos.

  • Estás de guasa, claro - rió él.

  • Léenos la mente y lo sabrás - le retó Esther.

  • ¡ Joder, pero si es verdad ! - exclamó Óscar, tras comprobar que Alicia hablaba en serio, rompiendo a reír - ¡ Menuda cerda tenéis como madre !

  • Para que luego te quejes de la abuela, mamá - bromeó Laura

  • A mí sólo me metías muñecos de series televisivas... aunque por lo común les daba exactamente el mismo uso.

  • ¿ Te masturbabas con los muñecos ?

  • Anda, claro. ¿ Nunca te diste cuenta de lo descoloridos que los tenía ? Mi preferido era ese pitufo de goma que pitaba cuando se le apretaba. Supongo que si me gustaba tanto era por su imperturbable sonrisa: se le veía siempre contento, sin duda le gustaba que le restregase contra mi chichi, o incluso que me lo clavase. Menos mal que mamá pronto empezó a proporcionarme otros juguetes más... ergonómicos.

  • Esto es la monda - dijo Óscar, comprendiendo que Laura tampoco le mentía - ¿ Con qué más cosas te masturbabas, cielo ?

  • Déjame que haga memoria: con hortalizas que sisaba del frigorífico, con pilas ( al principio me conformaba con las triple A, pero enseguida tuve que pasarme a las C, y al final sólo me llenaban las D: con las de nueve voltios jamás me llevé muy bien, pues no sólo son cuadradas, si no que además dan calambre ).

  • Se supone que las otras también lo dan.

  • Bah, apenas te enteras. De hecho, cuando te las metes enteras te da un picorcillo de lo más excitante. En cuanto a tu pregunta, ¿ recuerdas aquella linterna que estaba hecha de un plástico fosforescente, brillando en la oscuridad aún apagada ?

  • ¿ También te la metías ?

  • Sí. Es más, fue de ella de donde obtuve mis primeras pilas. Me encantaba encenderla dentro, con la habitación a oscuras, y ver cómo la luz salía de mi raja. Oh, y también me metía huevos cocidos, aunque a partir de cierto día me aseguraba de que lo estuviesen.

  • ¿ Qué pasó ?

  • Mamá me quiso gastar una broma ( era el día de los Santos Inocentes ), diciéndome que había un huevo en el frigorífico listo para jugar con él a esas cosas que tanto nos gustaban. Estabas a punto de llegar del trabajo, y me lo metí para llevarlo clavado mientras cenábamos.

  • ¿ Y... ? - le animó Óscar.

  • En medio de la cena, mamá se quitó la zapatilla y comenzó a hurgarme el coño con el pie. Habíamos quedado en jugar a eso, de modo que ninguna llevaba bragas.

  • Así que el huevo era crudo, pero no te diste cuenta hasta que tu madre te lo reventó dentro del coño con los dedos de los pies - comprendió Óscar, divertido.

  • Exacto. La muy cerda no lo rompió hasta que notó que me estaba a punto de correr, echando a perder mi orgasmo.

  • Alicia, eso no se hace - le regañó a su mujer Óscar, aunque en un jocoso tono que poco tenía de reproche.

  • Una broma no hace daño a nadie, y desde entonces Laura tuvo más cuidado con lo que se metía en la raja... o en el culo - se justificó ella.

  • Hablando de meter, ¿ te atreves a meterme el puño, nena ? - le dijo Óscar, y sólo entonces Alicia recordó dónde tenía sus dedos.

  • Será mejor que no lo intenté, podría hacerse daño - les previno Hepente - Si Óscar comprime involuntariamente su tranca, bien podría romperle algún hueso.

  • No fastidies - se alarmó Alicia, extrayendo recelosa los dedos - Ni que la polla de mi marido fuese una trituradora.

  • Bueno, no cabe duda de que la herramienta de papá es multiusos, pero, tanto como triturar... - bromeó Laura, agregando - Acabo de recordar con qué otra cosa me taladraba los agujeritos: me metía velas.

  • La leche, hija, menos mal que tu mamá te suministró instrumentos más apropiados, o al final habrías terminado masturbándote con un salchichón.

  • Pues mira, esa es otra de las cosas que hice - reconoció ella.

  • Podrías haber pillado algo - le regañó Óscar.

  • De hecho lo hizo, pues le salieron hongos - intervino Alicia - Nuestro ginecólogo se cogió un enfado tremendo, estuvo casi tres semanas sin adorarnos ( no volvió a hacerlo hasta que Laura sanó por completo ).

  • ¿ Está insinuando que vuestro ginecólogo es uno de vuestros sumisos ?

  • No lo insinúo, lo afirmo. Nos montamos unas juegas fabulosas con él. Pese a ello, cuando le contamos lo que habíamos hecho, amenazó con dejar de atendernos: según él, maltratar los coños más maravillosos que jamás ha visto es un crimen que ni siquiera a nosotras, sus afortunadas propietarias, puede perdonársenos así como así.

  • Desde entonces, cada vez que juego con comida le pongo preservativo - resumió Laura - Desconozco los hábitos sexuales de los chorizos, las morcillas y las barras de pan, pero algo me dice que no van con frecuencia al urólogo.

  • Hablando de comida, tu mamá y tus tías aún no me han dicho qué tal estaba tu culito... - cayó en la cuenta Óscar, una vez cesaron las risas.

  • Delicioso, y bien relleno de leche: le salía tanta, que parecía tener diarrea - dijo Esther.

  • Y en parte lo era, al menos hasta cierto punto, pero qué rica estaba - dijo Juliana.

  • Estoy completamente de acuerdo - coincidió Alicia.

  • Quietas, que quiero haceros una cosa - les previno él, hurgando el ojal a su hija y extrayendo de él una buena cantidad de aquella crema. Entonces, les untó con ella los labios, e incluso parte de la cara. Ellas se dejaban hacer, divertidas. Una vez dio por finalizada la operación, les dijo:

  • No os quejaréis, zorras, vuestro macho es tan atento con vosotras que hasta os maquilla...

  • ¿ No me vas a poner a mí ? - se hizo la ofendida Ciríe.

  • Claro que sí, hija: a fin de cuentas, ya tienes edad suficiente para maquillarte - le dijo Óscar, untándole a ella también. Entonces, apartándose a fin de observar su obra, les dijo - Habéis quedado preciosas, nenas. Mirad cómo tenéis los labios, parecéis unas niñas golosas tras haberse dado un atracón de chocolate...

  • Chocolate con leche - puntualizó Esther, relamiéndose sutil pero lascivamente ( no quiso limpiarse en exceso, pues estaba segura de que Óscar tenía previsto hacer algo con todo aquello ) - Con mucha, mucha leche. Rica leche de macho.

  • Laura, ayúdame a maquillarles la cara, creo que aún necesitan algo más - le dijo Óscar.

  • Con mucho gusto, papá - le dijo ella, hurgándose el ano ( sus dedos se encontraron con los de su padre, y ambos se sonrieron, dándose un rápido pero fogoso beso ).

Estuvieron como un minuto untando las caras de las cuatro, que se empezaron a masturbar. Como remate final, Óscar les dio una generosa pincelada en los pezones a cada una.

  • Ahora más bien parecen indias que van a la guerra - dictaminó él.

  • Nosotras siempre queremos guerra, cielo - bromeó Alicia - ¿ Vamos a seguir mucho tiempo con esta rica máscara facial, o vas a hacer algo al respecto ?

  • Yo no pienso hacer nada - le aseguró él, volviéndose a Laura y diciéndole - ¿ Qué te parece si les limpias a lametones, tesoro ?

  • ¿ Me estás pidiendo que les lama la cara después de haberles puesto perdidas con eso que entre los dos hemos sacado de mi sucio culo ? - le increpó ella, con los brazos en jarras.

  • Eso es, hija.

  • E imagino que querrás que me lo trague todo.

  • Pues sí, hija. No has dejar ni una pizca.

  • ¡ Eres un cerdo, papá ! - le regañó ella, dándole un bofetón ( sabía que no le haría daño ) - ¡ Degenerado ! ¿ Se puede saber por qué cojones no me lo has pedido antes ?

Una vez las carcajadas de todos cesaron, Laura lamió los pechos de las cuatro, tras lo que empezó a limpiarles la cara. La última a la que limpió fue Juliana, clavándose su tranca mientras lo hacía y cabalgándole con sensualidad ( no tardaron en correrse las dos ).

  • Me habías llenado de lefa, machote - le dijo ella, una vez se calmó un poco - Mm, jamás pensé que me harían un enema con esperma, ha sido fabuloso. No paraba de salir leche de mi culo, de hecho creo que aún tengo...

  • Mira que eres exagerada, hija, llamar enema a un par de corridas sinimportancia

  • le picó él - Si tienes lo que hay que tener, quizá luego te aplique un auténtico enema de semen.

  • ¿ Me estás retando, papá ?

  • Sí, mi niña.

  • En ese caso, puedes empezar cuando quieras - le dijo con lasciva rebeldía ella, poniéndose de espaldas a él.

  • Luego, hija...

  • Está bien, pero no se te vaya a olvidar.

  • Llegó el momento de comprobar qué tal se os da encajar dos rabos a la vez, pero dos bien gordos - anunció entonces Ciríe, meneándose el falo.

  • Yo primero - se ofreció Laura.

  • No, hija, tú ya has disfrutado un buen rato, ahora le toca a tu mamá.

  • En realidad no importa, Óscar, pues no le vamos a joder: como ya te he dicho, tan sólo quiero comprobar cómo encajan - le dijo Ciríe, metiendo el miembro dentro de la vagina de Laura. Óscar le clavó el suyo en el trasero, una vez más ( entró con facilidad, pues aún lo tenía muy dilatado, y los flujos de su padre, combinados con el gel, se lo habían dejado bastante lubricado ).

  • ¿ Qué os ha parecido ? - le dijo ella, sonriente.

  • Excelente, ahora yo por detrás y tu papá por delante.

Laura les encajó igual de bien, y entonces Ciríe le dijo:

  • ¿ Te atreves con las dos por delante ?

  • Por supuesto, pero procurad ir con cuidado - les dijo ella.

Una vez ambos estuvieron acomodados en su sexo, Ciríe dijo:

  • Fabuloso, nena. Te duele un poco, pero nada que no puedas soportar. ¿ Probamos por detrás ?

  • No veo por qué no, pero tened aun más cuidado.

Ahora sí que le dolió, de hecho llegó a sangrar, pero apenas se quejó.

  • Estás hecha una fiera, hija - le felicitó Óscar.

  • Gracias papá, pero será mejor que os salgáis ya, pues me duele un montón.

  • Aún así te gusta, ¿ verdad, hija ? - le dijo él, acariciando su sexo... naturalmente, empapado ( Óscar se había tumbado boca arriba, empalándose Laura con su rabo, alzando las piernas para que Ciríe también pudiese acomodar el suyo dentro de su recto ).

  • Uf, sí, pero cada vez que os movéis creo reventar.

  • Qué flexible eres, hija - le dijo él, poniendo las rodillas de Laura, a la que agarró por la parte baja de los muslos, contra sus pechos.

  • No es la primera vez que me lo dicen - le aseguró ella, suspirando aliviada cuando Ciríe se salió de ella ( Óscar lo hizo no mucho después, aunque antes de ello orinó nuevamente en su recto, dejándoselo como nuevo... dilatación aparte ).

Repitieron la operación con todas, siendo la siguiente Esther y la siguiente Juliana ( ella, claro, sólo encajó por detrás ). Cuando le llegó el turno a Alicia ésta, en lugar de tumbarse sobre Óscar, quiso sentarse sobre él. En primer lugar encajó a Óscar por el coño, y Ciríe, abrazada a su cintura, le perforó el ojal. Tras ello, se empaló con el rabo de su marido, y Ciríe le penetró por delante. Aprovecharon la postura para compartir entre ambos su vagina, y entonces la deluyrei volvió a ponerse a su espalda, compartiendo con Óscar su recto.

  • Felicidades, Alicia, eres la que mejor encaja - le dijo su marido, tras leer su mente y constatar que a ella era a la que menos le estaba doliendo.

  • Antes de que lo preguntéis, Esther ha obtenido el segundo puesto, y Laura el tercero - les anunció Ciríe.

  • ¿ Significa eso que soy yo la que peor encajo ? - les dijo Juliana, sintiéndose algo disminuida.

  • En efecto, pero no te aflijas, pues ya haré algo al respecto, y además entre Alicia y tú no hay tanta diferencia - le dijo Hepente - Oh, y ellas juegan con ventaja, pues tienen dos agujeros, mientras que tú, de momento, tan sólo tienes uno.

  • ¿ Quieres que os cabalgue, Óscar ? - le preguntó Alicia, haciéndole cosquillas en las axilas con los pies.

  • Una cosa es encajar dos rabos como los nuestros en el recto y otra muy distinta trajinárselos - le previno Ciríe.

  • Lo sé, pero me veo capaz. Además, ¿ qué importa si me hago algo de pupa ? Óscar puede curarme en un santiamén...

  • Dejémoslo para más tarde, cariño.

  • Estas chicas son un portento, Óscar - le dijo Ciríe una vez ambos se salieron de Alicia - En un deluyrei, la capacidad de dilatación que han demostrado sería cosa de risa, pero en humanos es sencillamente brutal.

  • Felisa y Elena nos encajaron igual de bien, y nos pusimos los rabos más o menos igual de grandes que ahora ( bueno, quizá un poco menos ).

  • No entiendes nada, mi amor - le regañó Ciríe - Para empezar, ellas por el culo recibieron ya sabes qué, y eso le quita un montón de mérito.

  • ¿ De quiénes habláis ? - les preguntó Esther.

  • De las camareras que nos cepillamos esta tarde - repuso Óscar - Hemos grabado parte de nuestros desmanes con ellas, os pondremos la cinta en otra ocasión.

  • No, será mejor que la pongas ahora - le contradijo Ciríe - Hay algo que has de ver.

Tal y como era de suponer, todas quisieron aprovechar para disfrutar un rato de la grabación, y Óscar se vio obligado a ponerles parte de algunas de las jugadas más interesantes, narrándoles brevemente lo que no habían podido filmar. Todas disfrutaron mucho viendo cómo los deluyrei se divertían con las camareras, y Óscar no tardó en descubrir que su mujer ya había jugado a servir la comida a algunos de sus sumisos sobre su propio cuerpo, si bien jamás se había puesto un enema de sopa... vergonzosoerror que se propuso remediar a no mucho tardar. Cuando la deluyrei se centró finalmente en una de las dobles penetraciones, paró la imagen y le preguntó a Óscar:

  • ¿ No notas nada raro ?

  • Yo sí - cayó en la cuenta Alicia - Encogisteis las pollas.

  • ¡ Es verdad, son mucho menos gruesas ! - exclamó Juliana.

  • No lo entiendo, no recuerdo haber hecho nada así - dijo Óscar, confuso.

  • Lo hiciste inconscientemente - le explicó Hedelia - No deseabas dañar a ninguna de las dos, y fue por ello que adaptaste tu miembro, al igual que hizo mi hermana, a la modesta capacidad de sus orificios.

  • Pues es cierto, incluso se ven más pequeños - reconoció él

  • ¿ Cómo pude no darme cuenta ?

  • Estabas demasiado entretenido como para hacerlo.

  • Coño, pero si ahí debo tenerla incluso algo más chica que cuando era humano... - dijo él, señalando otra de las escenas.

  • Muy posiblemente - concedió Sarigza.

  • Verás, las humanas por término medio sólo encajan, al menos vía vaginal, del orden de catorce con seis centésimas de nervadura, unos quince de vuestros centímetros - le explicó Ciríe.

  • La verdad es que la inmensa mayoría de nuestras sumisas no son capaces de encajar rabos de más de quince, o no sin rabiar de dolor - dijo Esther - De hecho, sé de dos que se sienten llenas con rabos de doce, las muy estrechas.

  • No sé, se me antoja muy poco - dijo Óscar.

  • Pues el pene humano promedio es de trece con cinco centésimas de nervadura, algo menos de catorce centímetros si no me fallan las cuentas. Sólo así no da contra el útero.

  • Sigue pareciéndome muy poco.

  • Los datos son correctos, de eso no te quepa duda - le aseguró Hedelia - Cuando ponga a punto mis ordenadores, te mostraré algunos gráficos.

  • Vaya, así que nuestra diosa se aseguró de que unos cuantos sabios hiciesen un preciso estudio acerca de la especie humana, y resulta que tú tienes una copia parcial del mismo - captó de su mente Óscar, que por fin comprendía por qué a las deluyrei les había extrañado tanto lo bien que encajaban sus chicas - Pero, ¿ y si metieron la pata ?

  • Eso es de todo punto imposible - se molestó ella - No estamos hablando de una desorganizada cuadrilla de tipos sabihondos, mentirosos y engreídos: estamos hablando de un prestigioso grupo de biólogos alienígenas cuya especie ya era vieja para cuando el hombre apareció. Su tecnología es la más avanzada del universo conocido, tan avanzada que algunos dioses incluso la temen ( Afrodita no, claro, pues siempre mantuvo muy buenas relaciones con ellos ). A vosotros, pese a lo que parecéis haber mejorado últimamente, se os antojaría cosa de magia ( sí, acertaste: todos mis aparatos son obra de ellos, y no son de lo mejor que tienen, ni mucho menos ).

  • ¿ Qué quieres decir con eso de que el hombre apareció ? - se extrañó él - Desde que supe, más allá de toda duda, que había dioses, asumí que fueron ellos quienes crearon a la humanidad...

  • Que va, la humanidad apareció por sí misma, fruto de la evolución natural... concepto del que, por lo que veo, ya estáis al tanto - le explicó Hedelia - Ya hablaremos de eso si así lo deseas, ahora atiende: mi maestra, que fue una de las alienígenas que participó en el proyecto, me dijo que se tuvieron en cuenta todas las variables posibles. Poderosas y complejas máquinas leyeron la esencia humana, como ya se había hecho con billones de especies racionales ( y cuatrillones de especies irracionales ), proporcionando información altamente precisa acerca del cuerpo humano. Para serte sincera, hubo un órgano que se les resistió, pero eso no viene a cuento ahora.

  • ¿ No comprendieron cómo funciona el cerebro humano ? - se sorprendió Óscar.

  • Exacto. Jamás antes había ocurrido, o no de un modo tan catastrófico. Los ordenadores, que supuestamente podían diseñar universos virtuales, tal era su poder de cálculo y su capacidad, no lograban sacar nada en claro del cerebro humano. Sin embargo, el resto de su organismo sí que fue comprendido, para lo cual se tomaron muestras biológicas de todas las etnias conocidas, haciendo complejas simulaciones de todos los condicionantes medioambientales concebibles.

  • ¿ Hicieron disecciones, y ese tipo de cosas ? - quiso saber Óscar.

  • No seas animal, Afrodita jamás habría subvencionado un estudio de esas características - le regañó ella - Bastó con tomar algunas muestras de...

  • Tejidos - leyó de su mente él - Digitalizaron el ADN de decenas de miles de sujetos, para lo cual a menudo les bastaba con arrancarles un cabello ( a ser posible, con bulbo incluido ). Alucinante. En la Tierra se acaba de concluir el mapa del genoma humano ( o eso dicen, que yo aún no lo tengo nada claro ), cosa que ha requerido décadas de esfuerzos y todo un dineral: ellos lo hicieron en días, y si tardaron tanto fue porque hacerse con las muestras pertinentes les resultó especialmente laborioso.

  • Todo eso es muy interesante, cariño, pero que yo sepa esto es una orgía, que no un debate científico - se molestó Alicia, abrazándose a Óscar.

  • Eso, eso: menos charla y más sexo - demandó Laura, apoderándose del miembro de su padre, que paró el vídeo donde él y Ciríe fornicaban con las camareras.

  • Enseguida continuamos, pero antes dejad que compruebe una cosa más - les dijo Ciríe, tumbando a Alicia boca arriba y separándole las piernas.

  • ¿ El qué ? - se interesó ella, dejándose hacer.

  • Quiero ver cuánto encajas por este delicioso agujerito de aquí, pero no a lo ancho, si no a lo largo - le dijo Ciríe, paseando una de sus manos por el sexo de Alicia mientras que con la otra se acariciaba su miembro... que alargó una vez más, aunque ni de lejos tanto como antes ( rondaría los treinta y cinco centímetros ).

  • Tú misma - le animó ella.

  • Sólo una cosa más: voy a hacerte parcialmente invisible, para que todos veamos cómo te voy penetrando. ¿ Te importa ?

  • No lo sé, hazlo y te lo digo...

El abdomen de Alicia se desvaneció, quedando expuestas sus entrañas, principalmente su vagina, que aparentaba estar seccionada. Al principio le dio algo de aprensión, pero cuando Ciríe comenzó a deslizar su verga, muy lentamente, dentro, comenzó a ver aquello con otros ojos. A las demás les ocurrió lo mismo, como quedó demostrado cuando Laura dijo:

  • Dios, mamá, qué morbo me da ver cómo tu coño se va tragando la polla de Ciríe.

  • Es fascinante ver cómo le haces hueco - coincidió Juliana.

  • ¿ Te gusta ver mis entrañas, Óscar ? - se interesó Alicia.

  • Mucho, esposa - repuso él, observando con creciente interés la configuración interna de su esposa: acababa de captar un sorprendente pensamiento de Hedelia que le hizo lamentar no saber algo más de anatomía humana.

Cuando Ciríe notó que a Alicia comenzaba a dolerle de veras, dejó de empujar, y entonces dictaminó, asombrada:

  • Yo diría que te he clavado de veintiséis a veintisiete centímetros, una auténtica animalada en una humana. ¡ Estás hecha toda una máquina de tragar polla, preciosa !

  • Gracias, nena - logró decirle ella, dolorida ( aunque también muy halagada, pues aquel cumplido le había calado muy hondo, casi tanto como la verga de Ciríe ).

  • Su estructura interna difiere notablemente de lo habitual: no descartaría que se beneficiase de alguna mutación reciente... cosa extraña, pues la humanidad, que yo sepa, lleva decenas de miles de años sin evolucionar - dijo finalmente Hedelia - Nunca antes había visto nada igual. En su momento le haré unas cuantas pruebas, pues en mi opinión hay que llegar al fondo ( y nunca mejor dicho ), del asunto.

  • ¿ Quieres que intente llegar a los treinta, mi linda y jugosa mutante de coño gigante ? - bromeó Ciríe, haciendo ademán de empujar.

  • ¡ No, y sácamela de una vez, que me estás destrozando ! - le urgió ella, con lágrimas en los ojos ( la improvisada rima de Ciríe, no obstante, logró hacerle sonreír, y no fue la única ).

Ciríe fue sacando el miembro, con tanta lentitud como se lo metió ( cuando dejó de dolerle, le limpió las lágrimas por medio de un rápido lametón ), y no habría retrocedido ni ocho centímetros cuando anunció:

  • Creo que éste es el punto exacto.

  • Sí, eso parece - dijo Hepente.

  • ¿ De qué habláis ? - se extrañó Esther.

  • Veréis, las humanas por lo común sólo sienten placer con el primer tercio de la vagina, el más externo - les explicó Hedelia - En el resto, dotado de muchas menos terminaciones nerviosas, aparte de dolor bien poco pueden sentir.

  • Me suena haber leído algo al respecto - comentó Óscar.

  • Pues bien, tu esposa tiene completamente sensibles las dos terceras partes de su vagina, quizá una pizca más - le dijo Ciríe, volviendo nuevamente visible el abdomen de Alicia.

  • ¿ Es eso común ?

  • En absoluto, y estoy convencida de que a Esther y a Laura les pasa otro tanto de lo mismo - repuso ella.

  • ¿ Os habéis tropezado antes con alguna humana tan sensible como ellas ? - les preguntó él.

  • Oh, sí, aunque no demasiadas - le dijo Hedelia - Según mis estimaciones, sólo una de cada veinte mil humanas goza de ese nivel de sensibilidad. Sin embargo, jamás habíamos visto a una humana capaz de encajar por el coño tan bien como lo hacen tus chicas, al menos no sin ayuda mágica.

  • ¿ Tan raro es ? - se extrañó Esther - Si hay tíos que tienen rabos de treinta centímetros y más, por pocos que sean, ¿ no debería haber mujeres capaces de recibirlos ?

  • Las medidas íntimas de la mujer son sensiblemente más estables que las del hombre - le explicó la deluyrei.

  • No parece lógico - objetó Juliana.

  • No sólo es lógico, es inevitable - les aseguró ella - La vagina está embutida dentro del cuerpo, rodeada de órganos, por lo que su talla no puede fluctuar con demasiada libertad, ni a la alza ni a la baja: el pene está fuera del cuerpo, y a su alrededor no hay nada que limite su talla.

  • Nunca me lo había planteado así - reconoció Esther.

  • ¿ Significa eso que una mujer no puede darse de sí el coño a base de forzarlo ? - les preguntó Óscar - Estoy hablando de humanas, claro.

  • Una humana bien poco puede hacer para encajar más de lo que la naturaleza ha establecido en ella, o no a lo largo: como mucho ganará un centímetro, puede que dos, y eso a costa de jugarse el tipo ( sobre todo, si ya es adulta ) - le dijo Hedelia, en un tono didáctico - Sin embargo, a lo ancho sí que puede lograr resultados, en algunos casos a primera vista sorprendentes... aunque dejan de serlo cuando se tiene en cuenta que por ahí ha de poder asomar, de quedar en estado, la cabeza de un bebé.

  • ¿ Qué me dices de sus culos ? - quiso saber él.

  • Oh, por lo común son mucho más maleables, y eso va tanto por las mujeres como por los hombres - le dijo Ciríe - He llegado a meter un puño ( y buena parte del antebrazo ) dentro de las entrañas de un humano ( sin la menor ayuda mágica, todo sea dicho ). No obstante, los excesos pueden pagarse muy caros: un desgarro en los intestinos, que en un deluyrei no supone más que una molestia pasajera ( las raras veces que se produce ), a un humano, que para colmo son mucho más frágiles, bien puede acarrearle la muerte.

  • Eso me recuerda, Óscar, que tus chicas, no conformes con ser especialmente sensibles por delante, también lo son por detrás - intervino Sarigza - A eso hemos de sumarle lo bien que se conservan para su edad ( en el caso de Alicia y de Esther, claro ), lo ágiles y flexibles que son, y lo extraordinariamente guapas y exuberantes, pero a la vez proporcionadas, que son las tres.

  • Según mis cálculos, una combinación tan increíblemente favorable sólo se da en una de cada setenta u ochenta millones de humanas, y recuerda que no he considerado la facilidad con la que encajan, parámetro que simplemente no me veo capaz de añadir a la ecuación - resumió Hedelia - Una hembra así es un auténtico tesoro para el macho al que decida entregarse, y tú tienes a tu disposición nada menos que tres, Óscar, pues Esther también se considera por completo tuya.

  • Oye, que la tía Juliana también está de muerte - salió en su apoyo Laura, ni que decir tiene muy halagada.

  • Desde luego, pero comparada con vosotras es relativamente normal, y no olvides que le debe su aspecto a una larga serie de alteraciones quirúrgicas - le dijo Hepente.

  • Oh, y se nos ha olvidado un detalle muy importante: Alicia ha estado embarazada en una ocasión, cosa que a las humanas por lo general les sienta fatal - dijo Hedelia - Su belleza, por tanto, es aún si cabe más meritoria.

  • La verdad es que seguía estando como un tren incluso en pleno embarazo - les aseguró Óscar.

  • Mis sumisos eran de la misma opinión, y cuando supe que esperaba una hija, y les dije que quizá a ella también tuviesen que someterse, no querían dejar de adorarme el coño... bueno, y el resto del cuerpo - le confesó ella.

  • Vaya, así que fue entonces cuando sedujiste a tu ginecólogo, transformándolo en otro de tus devotos - leyó de su mente Óscar.

  • Eso es.

  • Espero que por aquel entonces ya grabaras lo que hacías con tus siervos, me gustaría mucho verlo.

  • Claro que lo grabaron, papá, y mamá se ve guapísima pese al bombo.

  • ¿ Cuál fue la cosa más guarra que hiciste, nena ? - se interesó Óscar.

  • Hacerme lamer todo el cuerpo por seis de ellos durante casi diez horas, cuando me quedaba apenas una semana para salir de cuentas - le dijo ella ( no tuvo que pensárselo demasiado ) - Les até las manos a la espalda, y de vez en cuando les clavaba consoladores por el culo, que previamente lubriqué.

  • Se les tuvo que quedar la lengua para el arrastre - dijo él.

  • Oh, no creas, a menudo les daba un poco de mi pis, que ellos bebían con sumo placer - rió ella - La verdad es que oriné un montón, pues no paré de beber ( batidos y zumos, principalmente ).

  • Veo que no sólo te repasaron el cuerpo con la lengua, también lo hicieron con la polla y los cojones.

  • Por supuesto, y a fin de evitarles rozaduras cada cierto tiempo me ponía aceite hidratante ( cuando veían cómo me lo untaba se ponían como fieras, los muy cochinos ).

  • ¿ Su semen también te lo untabas ?

  • Sí, y luego ellos me lo limpiaban a lametones. Estaban tan excitados que en más de una ocasión se corrieron sin mi permiso ( y no siempre frotándose contra mí ), fechoría que les supuso más de un azote ( les gustaba, claro, de lo contrario no habría sido tan dura con ellos ).

  • ¿ Dónde se te corrieron ?

  • En todo el cuerpo, exceptuando la cara y la entrepierna. Oh, y no creas que me conformé con sus atenciones: buena parte del tiempo estuve jugando con un buen par de consoladores, taladrándome sin cesar el coño y el culo.

  • No sé si eso fue muy buena idea, estando embarazada - le dijo él, repentinamente serio.

  • Tranquilo, tuve mucho cuidado de no dañar a nuestra hija. Al menor síntoma de que algo iba mal, no sólo habría parado, si no que me habría abstenido de volver a jugar con mis agujeritos, sobre todo por el de delante, hasta después del parto.

  • Me alegra oír eso - le dijo él, complacido de que Alicia, pese a las apariencias, fuese responsable durante su embarazo.

  • ¿ No podríamos dejar esta conversación para más tarde, cuñado ? - le dijo Esther - Nuestros culitos de momento están servidos, pero nuestros coños empiezan a precisar de nuevo algo de acción...

  • Eso, ya está bien de andarse por las ramas - salió en su apoyo Laura.

  • Pues mira, ya que dices eso de andarse por las ramas, ahora mismo os voy a poner las peras - les dijo Óscar, yendo a por la jarra, cuyo contenido volcó en la cama.

  • ¿ Qué quieres decir con eso de que nos las vas a poner ? - se extrañó Juliana.

  • Que os las voy a meter por el culo, pues es así como se administran - les dijo él, que ya había localizado dos de ellas.

  • ¿ Qué hacen ? - quiso saber una vez más Alicia, ayudándole a buscar.

  • No insistas que no os lo pienso decir, arruinaría la sorpresa.

  • Mira, aquí hay otra - le dijo Esther, tendiéndole a Óscar una tercera pera.

  • Y aquí está la cuarta - dijo Ciríe, dándole la última.

  • Qué graciosa es ésta, parece una judía verde - comentó Laura, con un diminuto fruto en la mano que, en efecto, era idéntico a la citada legumbre, aunque mucho más pequeño y quizá algo más alargado - ¿ Se come ?

  • La piel no, pero sí su contenido, aunque yo no te recomendaría hacerlo - le dijo Ciríe.

  • ¿ Y eso ?

  • A las semillas que lleva dentro las llamamos las alubias de la sumisión, y creo que el nombre lo dice todo: quien se come una de ellas se ve obligado a hacer todo lo que se le dice - le explicó Hepente.

  • ¡ No fastidies ! - saltó Esther - ¿ Cómo si estuviese hipnotizado ?

  • Alguien que está hipnotizado nunca hace nada que en el fondo no esté dispuesto a hacer: ordénale hacer algo que le fastidie de verdad, y no sólo saldrá del trance, lo más probable es que te arree una hostia - dijo Óscar, que había leído algo al respecto - sin embargo, por lo que acabo de captar de la mente de Hepente, quien toma una alubia de la sumisión cumple virtualmente cualquier orden, excepto las que le producirían un daño físico o moral extremo.

  • ¿ Cuánto dura el efecto ? - le preguntó Juliana.

  • Tres días, que en el caso de Óscar son treinta - repuso Ciríe.

  • Es más, las suyas fuerzan una obediencia aun más absoluta que las nuestras, a decir verdad casi total - dijo Sarigza.

  • ¿ Os afectan a vosotros ? - les preguntó Alicia.

  • Sí, pero sólo cuando proceden de un deluyrei de mayor categoría - les explicó Hedelia.

  • En cualquier caso, el efecto nos dura mucho menos, y el control que ejerce sobre nosotros es muy inferior - añadió Sarigza.

  • Veo que también se pueden alterar los recuerdos de quien está bajo su influjo - captó Óscar de las mentes de las deluyrei.

  • Desde luego, y eso no es todo: por medio de las órdenes apropiadas, también se pueden modificar sus gustos, tendencias y conductas - dijo Ciríe, comenzando a meter los frutos en la jarra - Ya hablaremos más de ellas, ahora será mejor que recojamos todo esto.

Ninguno de los deluyrei estaba usando en aquel momento su percepción astral, y es por ello que no notaron cómo el cuerpo de Alicia reaccionaba levemente ante el contacto de otro de los frutos, dando lugar a una especie de espasmo metafísico, no pudiendo ser de otro modo al haber consumido de pequeña uno igual... cosa también aplicable a Esther y Laura, y que les habría llevado a una inquietante conclusión ( el fruto en cuestión, posiblemente el más feo de todos, similar a una arrugada y minúscula trufa, era áspero y rígido, e incluso maloliente, siendo su sabor horrible: pues bien, su efecto era en cierta forma la antítesis de su presencia, al menos en humanos ).

Ajenos a tan relevante suceso, todos siguieron recogiendo. Cuando Ciríe, que cogió el último fruto, iba a meterlo en la jarra, Óscar le preguntó:

  • ¿ Qué hace ese ?

  • ¿ Por qué quieres saberlo ?

  • Porque en tu mente lo he visto asociado a un glóbulo rojo, que es justo a lo que se parece.

El fruto, efectivamente, tenía forma de disco, con bordes redondeados y la parte central hundida hacia dentro. Era liso, y de un rojo muy homogéneo.

  • Eso es precisamente lo que pretende simbolizar - le dijo Hepente - Otorga a seres no acuáticos la capacidad de respirar bajo el agua durante tres días ( treinta, en tu caso ). A fin de que la adaptación al medio acuático sea más completa, les protege frente a las bajas temperaturas, manteniendo la integridad de la piel incluso ante inmersiones prolongadas.

  • No sólo eso: también permite a los humanos, entre otras especies racionales, respirar sin problemas en atmósferas tenues e incluso levemente tóxicas - matizó Hedelia.

  • ¿ Les salen branquias, o algo de ese estilo ? - les preguntó Juliana.

  • No, sencillamente pueden respirar agua, tal y como hacemos nosotros - le dijo Sarigza - No es el único don que podemos compartir con otros seres por medio de nuestros frutos, aunque sea parcialmente y por un breve lapso de tiempo: Afrodita siempre fue muy generosa.

  • ¿ Qué más poderes podéis otorgar a través de vuestros frutos ? - se interesó Alicia.

  • Bastantes, pero si nos ponemos a hablar de ello se os va a enfriar el horno - le dijo Ciríe, acariciándole el sexo.

  • Supongo que tienes razón - concedió ella, tumbándose boca abajo y agregando, lánguidamente - ¿ No se supone que me ibais a poner un supositorio especial ?

  • No tienes ni idea de lo especial que es - le aseguró Óscar, comenzando a ensalivar su trasero - Antes de que me lo preguntes, si te estoy llenando de saliva el ojal es porque nuestras peras se disuelven con ella. Te picará un poco, pero no te lo perderías por nada del mundo.

  • Haz lo que tengas que hacer, cariño - le dijo ella, gimiendo de gusto.

  • Prepárate, que te la meto - le anunció en breve él.

  • Oye, es cierto que pica... - se quejó ella, meneando incómoda el trasero.

  • Ya te lo dije, pero sin duda ya se te ha pasado.

  • Vaya, pues sí.

  • Voy a administrar a las demás sus respectivas peras, y entonces dejaré que sus efectos hablen por mí. Oh, y quiero que no os toquéis el culo hasta que yo os lo diga.

Una vez todas recibieron el mágico fruto, Óscar les dijo:

  • Ya os podéis hurgar el ojal, nenas. Veamos si notáis alguna diferencia...

  • ¡ Ostras, papá, qué gustirrinín ! - exclamó casi de inmediato Laura.

  • ¡ Es delicioso, lo tengo más sensible que nunca ! - dijo Juliana.

Los deluyrei les explicaron las virtudes de sus peras, y pronto Óscar no tuvo más remedio que hacer surgir sus falos pectorales ( en esta ocasión no los alzó desde las lujuriosas profundidades de una vagina o de una boca, si no directamente de la superficie de un buen par de senos, y en sustitución de sus pezones ), así como el umbilical, a fin de encargarse de las cuatro.

  • ¡ Como siga así, me voy a correr por el culo ! - exclamó Alicia, incrédula, mientras botaba frenética sobre el miembro primario de Óscar, que se había tumbado boca arriba a fin de dejarse hacer - ¡ Me está dando el mismo gusto que por delante !

  • ¡ Oh, cariño, esto es fantástico ! - le dijo Esther, cabalgando sobre el miembro umbilical de Óscar ( se había puesto de espaldas a Alicia, que a su vez le daba la espalda, pues de lo contrario no habrían cabido ).

  • ¡ Qué bien siento tu polla, papá, y qué bien se desliza en mi culito ! - gimió Laura, que estaba disfrutando del falo pectoral derecho.

  • Noto que ya estáis todas a punto: ¿ queréis que me corra ya, o me aguanto un poquito más ?

  • ¡ Córrete ya, cuñado, llénanos a todas el ojal de esperma una vez más ! - le apremió Juliana.

  • Mm, como queráis...

  • ¡ Joder, qué gusto, siento tu tranca palpitar en mi recto !

  • dijo Esther.

  • ¡ Oh, dios, noto cómo tu leche me inunda los intestinos, qué gustazo ! - berreó Laura.

  • ¡ Me corro ! - exclamó Juliana, casi ininteligiblemente - ¡ Me estoy corriendo por el maldito culo, nunca había sentido nada igual, esto es la monda !

  • Como sigamos corriendo tanto, cuñada, vamos a acabar en Guadalajara - bromeó él ( el que estuviese gozando como un cerdo no le impedía hablar, aunque al estar experimentando un orgasmo cuádruple le costó más que de costumbre: ni que decir tiene, ninguna de ellas fue capaz de responderle, pues el intenso placer que estaban recibiendo les impedía concentrarse lo suficiente ).

Una vez se calmaron un poco, Ciríe ( que había observado la escena sin intervenir, aunque naturalmente machacándosela a discreción ), les dijo:

  • Antes, cuando os corríais por medio del sexo anal, era en gran parte gracias a la estimulación que, a través de las paredes del recto, recibíais en la vagina, así como en la raíz del clítoris ( creo que se llama así en vuestro idioma, pero no estoy muy segura ). Huelga decir que el estímulo en el propio ojal también contribuía, pero no era determinante. Ahora, sin embargo, vuestros culitos son plenamente autosuficientes, por lo que el orgasmo que habéis experimentado es exclusivamente rectal.

  • ¿ Qué me dices de las que no tenemos rajita ? - le preguntó Juliana, rascándose brevemente los pechos, lo justo para mitigar momentáneamente el leve prurito que de vez en cuando, aunque cada vez más a menudo, sentía en ellos.

  • Cuando un hombre ( o una mujer con polla, como es tu caso ), es sodomizado, goza en gran parte gracias a la estimulación de su próstata ( una vez más, el estímulo en ano y recto interviene, aunque sin llegar a ser vital ), pero el orgasmo tiende a centralizarse en el falo, o al menos el cerebro lo procesa como si así fuese ( lo cual no significa que tenga que eyacular, o incluso que ponérsele tiesa ). Pues bien, tras recibir una de nuestras peras, el culo masculino queda disociado a nivel orgásmico del pene, tal y como el femenino queda disociado de la vagina. Ahora disponéis de dos formas de gozar completamente satisfactorias e independientes, cada una con sus matices.

  • Antes teníamos el culo muy sensible, eso no lo voy a negar, pero recibir la pera ha sido como pasar del cine mudo al cine en 3D - dijo Laura, hurgándose indistintamente el sexo y el ano a fin de comparar las sensaciones.

  • Y hay que ver lo que dilatamos ahora - añadió Esther, metiéndose sin problemas un puño.

  • Por no hablar de la lubricación - dijo Juliana, que le había imitado.

  • Toma, Alicia, ponte esta cosita, que me apetece ver cómo te follas a nuestra hija - le dijo a su esposa Óscar, tendiéndole el consolador doble.

  • Espera, papá, que quiero ser yo quien se lo ponga - se ofreció Laura.

  • Como desees, hija.

Laura le puso el artefacto a su madre, besándole el sexo antes de clavarle el falo interno, y recorriendo con la lengua los correajes mientras se los afianzaba. El chisme dejaba el ojal al aire, y Laura no pudo resistirse a la tentación de saboreárselo un poco, dedicándole un pícaro guiño a su padre, tras lo que se tumbó boca arriba y le dijo a Alicia, sonriéndole con lascivia:

  • Soy toda tuya, mamá, haz de mí lo que se te antoje.

Alicia no se hizo de rogar, comenzando a meter mano a su hija, que adoptó un papel relativamente pasivo. Era una escena preciosa, y de lo más sugerente. Sin duda habían jugado a aquello en incontables ocasiones, y Óscar les observaba en silencio, muy orgulloso... y no poco excitado. Su mujer alternaba sus atenciones entre el sexo y el ano de su hija, clavando el gomoso pene en uno y en otro a placer, besándole, lamiéndole y mordiéndole donde se le antojaba. Hacer aquello delante de Óscar les estaba excitando como nunca, y eso se notaba en sus respiraciones, cada vez más agitadas. Le pareció una grosería no masturbarse mientras disfrutaba del espectáculo, así que empezó a meneársela ( se había quitado los falos secundarios, al igual que los pechos, y por unos instantes sopesó la posibilidad de volvérselos a poner, pero al final optó por no hacerlo... de momento ).

Juliana por lo visto les tuvo envidia, así que comenzó a meter mano a Esther, que enseguida comprendió sus intenciones, echándose boca arriba y dejándose hacer. Dado la ventaja que les llevaban, las primeras en correrse ( por cierto, casi simultáneamente ), fueron Laura y Alicia, lo cual no quiere decir que pasasen, aunque desde luego sí que redujeron el ritmo... hasta que volvieron a estar a punto, claro, apenas medio minuto después. Por descontado, Óscar terminó uniéndose a su esposa y a su hija, mientras que Ciríe se unió a las dos humanas restantes.

  • ¿ Te gusta lo que te están haciendo tus padres ? - le preguntó Óscar a Laura, al poco de sumárseles.

  • Claro que sí - jadeó ella. En aquel momento, Óscar estaba penetrándole vía vaginal, mientras que Alicia le penetraba por detrás: los tres estaban arrodillados, y sus cuerpos, sudorosos, se estrechaban, ardientes de deseo - Sólo lamento que la polla que me está metiendo mamá sea de látex: ojalá fuera de carne.

  • Eso podría solucionarse, chicas - les dijo Hepente - Podríamos ponerle una polla a Alicia con uno de los pepinos de Óscar.

  • No creas que la idea no me seduce, cielo, pero no quisiera llevar rabo de por vida - le dijo ella.

  • Tranquila: una vez te cansases de ella, te la quitaríamos por medio de otro de nuestros frutos, uno que anula los efectos de los demás ( si se la hiere de gravedad se desvanece por sí misma, pero me temo que ese es un sistema muy doloroso de quitársela ).

  • Si me tomo ese fruto, el efecto de la pera también se disiparía, y sería una lástima - dijo Alicia, que en aquel momento tenía en el ojal, placenteramente insertado, uno de los puños de su marido.

  • Pierde cuidado, el fruto en cuestión anula selectivamente el efecto de los demás, de modo que tu culito seguiría tal y como está, de así desearlo quien te lo administrase ( tú misma, por ejemplo ).

  • Entonces, ten por seguro que lo probaremos, pero no hoy - le dijo Alicia.

  • A mí también me gustaría ponerme una polla, al menos un rato - dijo Laura.

  • Para ti también habrá, hija... y, sí, podrás tirarte a tu papá con ella.

  • ¿ Te podremos sodomizar las dos a la vez ? - le preguntó Alicia, tanteando el culo a su marido... donde su mano se encontró con otra, perteneciente a su hija.

  • Claro que sí, y para vosotras también habrá.

  • Mm, sólo de imaginarme vuestras trancas bien clavadas en mis agujeros, corriéndose al unísono una y otra vez, me pongo como loca - suspiró Laura.

  • ¿ Os imagináis el gustazo que nos daríamos los tres si me perforaseis entre las dos el ojal mientras yo os doy placer en los vuestros con mis huevos ? - les dijo Óscar, sabiendo que con aquella sugerencia les pondría aun más cachondas.

  • Calla, que me da un telele - se quejó Alicia, al borde del orgasmo.

  • Enlazaría vuestros testículos con mi pelo, y de ese modo os obligaría a permanecer quietas, siendo yo quien os lo hiciese todo - continuó malicioso él.

  • ¡ Joder, papá, cállate ! - le regañó Laura, sin demasiada convicción.

  • También os inmovilizaría las manos, una vez más con el cabello: yo me pondría sobre Alicia, y tú, hija, me la clavarías pegada a mi espalda - siguió recalentándoles él - Ni que decir tiene, sacaría todas mis pollas, que pajearía a placer, echándolo todo sobre tu madre. ¿ Queréis saber qué haríamos con toda esa cálida y jugosa lefa, o me callo ya ?

  • ¡ Sigue, sigue ! - le urgieron ellas, jadeantes.

  • Una vez vuestras pollas ya no diesen más de sí, me incorporaría y apretaría, evacuando el semen que me hubieseis metido en el culo sobre Alicia, donde se uniría con el restante. Entonces, os restregaríais para compartirlo.

  • ¡ Más, dinos más cosas !

  • En realidad, preciosas, mi pequeña fantasía acaba aquí... bueno, aunque se me olvidó deciros que todo ello lo haríamos delante de algunos de vuestros sumisos: por supuesto, apurarían toda esa leche con la lengua, mientras yo miro cómo lo hacen.

Justo en aquel momento, ambas comenzaron a correrse como posesas, y Óscar, que no quiso ser menos, también lo hizo. Alicia se salió del trasero de su hija, y se abrazó a la espalda de su marido, besándole afectuosamente el cuello. Una vez se recuperó, le dijo:

  • ¿ Te apetece que tu mujer te la clave, cielo, aunque de momento la tenga de goma ?

  • Claro que sí, nena, ya te dije que te dejaría jugar a eso.

  • Allá voy - le dijo ella, metiéndole el consolador hasta el fondo.

  • Muy bien, nena, y ahora házmelo tan bien como se lo has hecho a Laura.

  • Te vas a enterar, nene - le amenazó ella, comenzando a moverse.

  • Papá, si te vuelves a poner la polla del ombligo, podrías clavármela en el coño, metiéndome la otra en el culo - le propuso Laura a su padre.

  • Buena idea, hija - le dijo él, penetrándole por los dos agujeros.

  • Me encanta estar tan rellena de carne, ahora más que nunca

  • le aseguró ella, abrazándose a él - ¿ Quieres que seamos nosotras quienes te lo hagamos todo ?

  • Sí, nenas, hacedme gozar. Oh, y voy a aumentar un poco más el calibre de mis rabos, si te parece bien...

  • Claro que sí, papá.

  • ¿ Cuánto ?

  • Lo dejo a tu elección, padre. Confío en ti, sé que pararás de inflar las pollas cuando comience a dolerme.

  • ¿ Qué tal si te pones otra vez pechos, Óscar ? - le preguntó Alicia, sin dejar de moverse - De ese modo, ambas te los podríamos sobar...

  • Está bien, y además me volveré a poner pollas en ellos.

  • ¿ Te correrás con ellas en mis tetas ? - le preguntó Laura, restregándose contra sus senos no bien Óscar las manifestó.

  • No, voy a aguantarme hasta que las dos os hayáis corrido. Una vez os recuperéis un poco, me las vais a comer.

  • Buen menú, sí señor - bromeó Alicia.

  • Pues eso no es todo: nuestra hija va a recibir la lavativa de la que le hablé ahora mismo - dijo él, expandiendo los testículos de su miembro primario hasta que superaron levemente el tamaño de un balón de fútbol.

  • Joder, qué gordos te los has puesto - se asombró Laura, incapaz de resistirse a la tentación de girar la cabeza para verlos.

  • Son monstruosos - coincidió Alicia, amasándoselos brevemente, tras lo que volvió a centrarse en los pechos de su marido.

  • Uf, papá, espero que no eyacules en proporción a su tamaño: si lo haces, me vas a reventar - dijo Laura, sentándose en los testículos del deluyrei ( se le antojaron deliciosamente mullidos, además de cálidos ).

  • Tranquila, a tanto no llegaré - le aseguró él, entre risas.

Entretanto, Ciríe y las cuñadas de Óscar también se estaban divirtiendo, repitiendo casi paso a paso lo que les veían hacer a ellos ( aunque Ciríe no expandió sus testículos, ni tampoco se puso falos pectorales ). Óscar se las ingenió para hacer que los tres se corriesen a la vez, y Laura recibió con gozo aquel imparable manantial de esperma. Cumplió su promesa de postergar la eyaculación de sus miembros superiores, y sus chicas se los devoraron mientras se recuperaban.

  • Sabe distinto, y además es más abundante - dijo Alicia, una vez deglutió la mayor parte de los jugos que obtuvo del miembro que se había trajinado ( no tuvo que esforzarse en exceso, Óscar los tenía casi a punto para cuando se los tendió ).

  • Es como si estuviese a medio camino entre la leche de teta y la de rabo - opinó Laura.

  • Veamos si es así - les dijo él, llevándose a la boca los dos falos, que succionó con expresión concentrada logrando extraer, y sin necesidad de hacer uso de su poder de control de fluidos, unas cuantas gotas más ( para entonces, ya había encogido sus testículos primarios, desvaneciendo de paso su falo umbilical ).

  • ¿ Te das cuenta de que te estás chupando las pollas ? - le dijo Alicia, excitándose de nuevo.

  • Anda, pues es verdad - se hizo el sorprendido él, y entonces, dirigiéndoles una mirada maliciosa, comenzó a lamérselas con libidinosa gula.

  • Uf, papá, nos estás volviendo a poner como motos.

  • Lo sé, hija - le dijo él, dejando de jugar a aquello - En cuanto al sabor de mi lefa pectoral, tenéis razón: parece casi un híbrido de mis dos tipos de leche. Mm, simplemente deliciosa.

  • En cierto modo es una mezcla de ambas, al menos con esa configuración - le dijo Sarigza.

  • ¡ Ay ! - se quejó entonces Laura, llevándose las manos al abdomen... que tenía visiblemente hinchado, detalle en el que sólo habían reparado los deluyrei, al menos hasta aquel preciso instante.

  • ¡ Hostias, hija, mira cómo se te ha puesto la tripa !

  • Normal, papá cumplió con su palabra, poniéndome un enema de semen... y temo que me esté empezando a hacer efecto.

  • Vayamos todos al servicio, hija, que quiero ver cómo evacuas - le propuso Óscar, quitándose los pechos y lo que de ellos colgaba.

  • No sé si me podré aguantar - se quejó ella.

  • Claro que sí - le aseguró él, cogiendo la cámara del trípode y levantándose de la cama ( aquello, se dijo, tenía que quedar registrado para el posterior disfrute de todos ).

Laura también se incorporó, e hizo ademán de saltar de la cama para correr al servicio, pero Ciríe le retuvo, diciéndole:

  • No, cariño, nada de prisas. Vas a aguantarte, sé que puedes hacerlo. Precédenos al servicio, nena, contoneándote para placer de todos nosotros. Haz de ello un espectáculo, Laura, caliéntanos. Todos lo disfrutaremos, tú incluida.

  • Está bien - le dijo ella, con la carne de gallina a causa de los escalofríos que le venían cada vez que le daba un nuevo retortijón. Tras serenarse, les anunció, con sensual indiferencia - Creo que me estoy haciendo caca, así que aquí os quedáis... a menos, claro, que queráis acompañarme al servicio para que no me sienta sola.

  • Me parece que te acompañaremos, hija - le dijo Óscar, satisfecho del control que estaba demostrando Laura.

La muchacha se levantó perezosamente de la cama, pero por el lado más alejado al servicio ( era el que daba al amplio ventanal que, a su vez, daba a la terraza que compartía el cuarto de sus padres con el suyo ). Se dirigió al cuarto de baño con sensualidad, meneándose exageradamente. Una vez entró, alzó la tapa superior del inodoro con un pie y se sentó entre contoneos, jugueteando distraídamente con el rollo de papel higiénico mientras sostenía la mirada de sus espectadores ( a quien más miraba era a su padre, que le estaba filmando ).

  • No has hecho invisible la taza, papá, y así no podréis ver cómo lo echo todo - le dijo al poco, melosa, repasándose el abultado abdomen con la mano libre.

  • Listo - le dijo él, desvaneciendo la taza.

  • Muy bien, entonces creo que llegó el momento de apretar - le dijo ella ( en realidad no le haría falta, de hecho le estaba suponiendo un gran esfuerzo contenerse, y todos lo sabían, pero se sentía juguetona ).

  • Supongo que sí, cielo - le dijo él, agachándose para enfocar mejor su trasero, sugerente y deliciosamente deformado contra el invisible retrete.

  • Pero, ¿ se puede saber qué coño es esto ? - se hizo la ofendida ella, mostrándoles un deshilachado pedazo de papel higiénico.

  • Papel higiénico, o al menos lo era hasta que lo deshiciste de tanto manosearlo - le dijo Alicia, orgullosa de las dotes histriónicas de su hija.

  • ¡ Es rosa ! - se quejó Laura - ¡ Me niego a limpiarme el culo con esta horterada ! ¡ Yo no uso más que papel higiénico blanco ! ¿ Quién cojones ha comparado esto ?

  • Creo que Susana - le dijo Juliana, tan excitada como divertida.

  • ¡ Se va a enterar, esa zorra ! ¡ La próxima vez, me voy a limpiar el culo en su puta jeta !

  • Pero, hija, no puedes hacer eso: hay que tratar bien al personal - le dijo Óscar.

  • Está bien, pensaré en otro castigo más suave - cedió ella, levantándose del inodoro y empezando a buscar en los armarios del cuarto de baño, sin dejar de asumir posturas de lo más incitantes.

  • No creo que haya, hija - le dijo Alicia, añadiendo, no sin malicia - Aunque quizá en tu cuarto de baño aún quede algún rollo de los que se compraron la vez anterior.

  • Pues vayamos para allá - les dijo con decisión ella, abriendo el paso ( ni que decir tiene, todos se hicieron a un lado ).

Hizo ademán de salir por la puerta que daba al pasillo, pero se lo pensó mejor y, con expresión traviesa, se dirigió al extremo opuesto de la habitación, saliendo a la terraza ( sólo cuando abrió la puerta se dieron cuenta de hasta qué punto estaba cargado el ambiente de la habitación ).

  • Pero, hija, alguien podría verte, y además hace frío, al menos para una humana - le dijo Óscar, fingiendo preocupación.

  • Si alguien me ve, mejor que mejor: que se mate a pajas pensando en mí, tal y como debería hacer todo el mundo - le dijo Laura, encarándose a su padre con fingida suficiencia, tras lo que agregó, ahora en tono musical - Además, si cojo un resfriado, sé de alguien que podría curarme con un buen vaso de sabroso y cálido pipí.

La puerta que daba a su habitación estaba entreabierta, pero Laura la cerró, simulando que se había atascado, lo que le dio pie a menear unos segundos el trasero, mientras fingía esforzarse en abrirla. Óscar no dejó ni un momento de filmarle, aunque de vez en cuando miraba hacia la calle, desde donde cualquiera que se situase apropiadamente podría verles ( no olvidemos que estaban en el primer piso, y el muro que circundaba la finca sólo lograba ocultar el bajo ). Por fortuna, no era mucha la gente que pasaba por allí a esas horas ( y menos en aquella época del año ), así que nadie les vio, o al menos eso le aseguraba su percepción exhibicionista. Aquello le alivió y le fastidió a partes iguales: la prudencia recomendaba no exhibirse de aquel modo, y menos en el vecindario, pero le habría gustado poner cachondo a alguno de sus vecinos ( si era mujer, tanto mejor ).

El haber hecho uso de su percepción exhibicionista le trajo a la memoria cuando Alicia les llamó por teléfono la primera vez, aquella en la que le exigía que se entregase a ellas a fin de esclavizarle. Ciríe, pese a haber percibido que su mujer le quería mucho, estando realmente preocupada por él, se había enojado con ella. No parecía tener sentido.

  • Detecté culpabilidad en ella, e incluso arrepentimiento, pero no que había actuado bajo presión - le explicó vibratoriamente Ciríe, hablándole dentro de sus oídos ( si se lo hubiese dicho oralmente, tendrían que haberles contado a las humanas lo ocurrido, y no querían distraerles ahora con aquello, teniendo en cuenta lo bien que se lo estaban pasando: quizá en otra ocasión ).

Una vez dentro del cuarto de baño de Laura, ésta por fin encontró un rollo de papel higiénico blanco, pero se le cayó accidentalmente , desenrollándosele.

  • Mira que desastre, hija - le regañó Alicia.

  • Tranquila, que enseguida lo recojo - le dijo ella, enrollando el papel de nuevo con excesiva, e incluso desesperante, meticulosidad ( la verdad es que se lo estaba pasando muy bien actuando para ellos... salvo cuando le daba un nuevo retortijón, claro ).

  • ¡ Se acabaron las tonterías ! - exclamó Ciríe, retirando la cortina de la bañera de un manotazo y metiendo dentro a Laura ( le alzó en vilo, cogiéndole de la cintura ).

  • ¿ Qué pretendes, niña ? - se hizo la ofendida ella - ¡ Me estoy haciendo caca, y la gente no hace esas cosas en la bañera, si no en la taza !

  • Pon las manos contra la pared y echa el culo hacia atrás, puta - le ordenó Ciríe, dándole un sonoro cachete en el trasero.

  • ¡ Ay ! - se quejó teatralmente Laura, exagerando el daño que le había hecho y colocándose con simulada reticencia. Incluso fingió temor cuando le preguntó - ¿ Qué pretendes hacer, bruta ?

  • Te vamos a comer el culo uno por uno, guarra, presionando tu tripa de vez en cuando, para que te cueste más aún contenerte, y manoseándote la raja - le anunció Ciríe, agachándose ante Laura y cumpliendo su amenaza - Aguanta, puta, y goza. Oh, y como te vacíes en la cara de alguien, nos vamos a enfadar mucho...

Todos se turnaron, dedicando cerca de un minuto al trasero de Laura, que comenzó a sollozar, y ahora sin fingir. El esfuerzo que le suponía no hacerse del vientre era cada vez mayor, pero aún así resistía. Cuando le tocó a Óscar, que decidió esperarse a que todas hubiesen acabado ( le tendió la cámara a Juliana, que la cogió con cierta desgana, pues habría preferido continuar con las manos libres ), le dijo:

  • Por favor, padre, no me lo comas tú también. Estoy al límite, no creo que pueda contenerme mucho más, sobre todo si me seguís distrayendo tanto, y no quisiera soltarte toda la plasta en la cara ( mucho menos en la boca ).

  • Entonces, será mejor que te tapone el ojal - le dijo él, incorporándose tras haberle dado unos cuantos lametones y metiéndose con ella en la bañera, momento en el que le clavó el miembro de un solo empujón.

  • Eso no va a solucionar nada, papá - gimió ella, a punto de perder el control - cuando me corra, te lo echaré todo encima... si es que no lo hago antes.

  • Perfecto, hija, eso es justo lo que quiero.

  • ¿ Pretendes que me haga del vientre sobre ti ? - se sorprendió ella.

  • Por supuesto. Quiero que nos pongamos perdidos de mierda y de semen, cuánto menos de cintura para abajo, restregándonos con ella como cerdos en el más sensual de los cienos.

  • ¿ Estás seguro ? - quiso cerciorarse Laura - Te advierto que te lo voy a echar todo...

  • En realidad ya estás en ello, hija - rió él, y sólo entonces Laura se dio cuenta del pringoso reguero que se deslizaba por sus muslos, propagándose a los de su padre.

  • ¡ Si realmente te gusta, no sé a qué cojones esperas ! - estalló ella, momento en el que sus tripas gruñeron escandalosamente - ¡ Dame duro, destrózame de una puta vez !

  • ¡ Menudo retortijón ! - rió Alicia, tomando asiento sobre Juliana, que a su vez se había sentado en la taza ( por algún insondable motivo, el erecto rabo de su hermana se le coló por el coño: Juliana, que gimió de excitación no bien sintió su minga dentro del sexo de Alicia, se las ingenió para seguir filmando, enfocando ocasionalmente a algunos de los espejos del cuarto a fin de captar desde distintos ángulos todo lo que en él sucedía ).

  • ¡ Parece que tengas ahí dentro un tigre, sobrina ! - bromeó Esther, empalándose acto seguido con la enhiesta tranca de Ciríe ( la deluyrei se había sentado sobre una banqueta, sonriendo a la humana mientras se agitaba casualmente el falo, y ésta, claro, no tardó en aceptar su silenciosa invitación ).

  • ¡ No importa, papá me ha metido una enorme boa tuerta que se lo va a comer enterito ! - logró decir ella.

De vez en cuando se le escapaba un chorro más fuerte, o incluso una ventosidad, y ambos reían como niños traviesos, sin dejar de amarse. Laura ya no se molestaba en contenerse, aunque tampoco apretaba, salvo ocasionalmente. Decidió no tocarse el sexo, para demostrar a su padre que con lo que le estaba haciendo en el culo estaba bien servida, pero él se apiadó de ella y se lo manoseó con fabulosa eficacia. Pronto comenzaron a resbalar, pues el suelo estaba empapado, pero Óscar manifestó las alas de vuelo y se mantuvo anclado en la misma posición, rodeando con el brazo izquierdo el busto de Laura para evitar que se cayese en un descuido. Cuando los dos se corrieron, Laura le dijo, dándose la vuelta y aplastándose contra él:

  • Qué guarra me siento, papá, gracias por ser tan cerdo conmigo.

  • Mira al fondo de la bañera, hija - le sugirió él, desvaneciendo las alas de vuelo ( ya no le eran necesarias ).

  • ¡ Joder, está encharcado ! - rió ella, chapoteando juguetona con los pies - De todos modos, papi, ahí hay casi tanto semen como caca, y me parece una pena desperdiciarlo.

  • ¿ Qué me sugieres ?

  • Si así lo deseas, papá, podríamos rebozarnos con ello.

  • Quizá en otra ocasión - le dijo él, abriendo sin previo aviso el agua fría y dirigiendo mentalmente el chorro hacia ambos ( de paso, aprovechó para limpiar la bañera ).

  • ¡ Está helada, papá ! - se quejó ella, aterida.

Óscar no le hizo caso y le frotó con fuerza, limpiándose enseguida ambos. Una vez cerró el grifo ( que era un monomando, como casi todos en la casa ), se abrazó a su temblorosa hija, que se estrechó con fuerza a él: ahora no sólo buscaba su simple contacto, si no también su calor corporal... que el agua, dado su acelerado metabolismo, apenas había logrado atenuar.

  • Frótate contra tu papá, nena, ya verás como se te pasa el frío... - le sugirió Alicia, levantándose de Juliana ( ya se habían corrido, al igual que Ciríe y Esther ).

Podrían haberse acomodado en la cama de Laura, que era enorme, pero la de sus padres era casi el doble de grande, así que decidieron continuar con la juerga donde la habían comenzado. Ya de nuevo todos sobre el tálamo matrimonial ( por cierto empapado de sudor - entre otras cosas -, hecho que se hizo aun más evidente al haber tenido ocasión de enfriarse, pero que a nadie importunó en exceso ), estuvieron fornicando por espacio de cerca de una hora más, tras lo que decidieron que ya había llegado el momento de que Óscar intentase transmutar sexualmente sus ojos.

Considerando la rapidez con la que aprendía, nadie se extrañó de que fuese capaz de hacerlo por sí mismo. Sencillamente se proyectaban, haciendo el globo ocular de glande: los párpados, cuyas pestañas se desvanecían, se deformaban y alargaban dando lugar a la piel que cubría el falo, prepucio incluido ( el tejido cavernoso quien sabe de dónde saldría ). Naturalmente contaban con meato, pues de lo contrario no tendrían por dónde eyacular ( a saber dónde se fabricaba el esperma ), que estaba ubicado inmediatamente por debajo del iris y del que partía un logrado, si bien traslúcido, frenillo. A Óscar se le distorsionó la vista mientras le salía aquel agujero, y el efecto le recordó mucho a las ondas que se forman en un estanque cuando en él cae algún cuerpo: al igual que éste, también resultó ser relativamente efímero, aclarándosele enseguida la visión.

  • Su tacto es de lo más real, cariño - le dijo Alicia, tocándoselos alternativamente, aunque sin hallar el valor para acariciar de momento el glande.

  • Tienes unas pintas rarísimas, papá - rió Laura, aventurando un dedo por el falo ocular que tenía más cercano, aunque evitando también el glande.

  • ¿ De veras ? - les dijo socarrón él, expandiendo el falo ocular derecho un par de palmos para luego retorcerlo, mirándose a sí mismo - ¡ Coño, pero si parezco un caracol venido a más !

  • De eso nada, tus cuernos son mucho más lindos

  • le aseguró Ciríe, haciéndose con el aventurero miembro y acariciándoselo ( ella no tuvo el menor inconveniente en tocarle el glande, por cierto bastante lubricado, pues sabía que no se lo irritaría ).

  • ¡ Es divertidísimo ! - exclamó Óscar - Veo dos imágenes a la vez, esto es más mareante que montar en la montaña rusa.

  • Si te mareas, cierra uno de los dos - le recomendó Hedelia, y él siguió su consejo ( el prepucio, al hacer también de párpado, se manejaba con bastante facilidad ).

  • ¿ No te molesta que te lo toquen ? - se preocupó Esther.

  • Si realmente son funcionales, más le valdría que no - razonó Juliana, haciendo de tripas corazón y sobando su ojo izquierdo. Mantuvo la respiración, tensa, hasta que Óscar le dijo:

  • No te dé tanta grima, tesoro, te aseguro que no me estás provocando la menor molestia. Es de lo más raro ver cómo un dedo se hace enorme, sintiendo finalmente su contacto sin que te haga daño.

  • ¿ No sientes ninguna alteración visual cuando te aprieto ?

  • le preguntó ella, al darse cuenta de que cedía casi tanto como un glande normal.

  • Sí, pero mi visión se compensa de inmediato.

Todas se animaron a tocárselos, y fue Alicia la primera que se llevó uno de ellos a la boca.

  • Como polla saben un poco raros, pero de todos modos me gustan.

  • Puedo ver cómo me lo estás comiendo, es de película - dijo Óscar, risueño.

  • ¿ No te los vas a chupar tú mismo ? - le preguntó Laura, acercándole el otro, tras darle un lametón, a la boca.

  • Marchando una automamadaocular

  • dijo él, catándoselo.

  • No seas egoísta, que nosotras también queremos - le reprendió Ciríe en nombre tanto suyo como de Esther y Juliana.

  • Tranquila, aquí tenéis vuestra ración de ojo al nabo - bromeó él, sacándoselo de la boca y tendiéndoselo.

  • Papá, tengo pupa aquí - le dijo al poco Laura, acariciándose el vientre - Creo que antes te pasaste con la lavativa...

  • A buenas horas me lo dices - le siguió el juego él.

  • Anda, sé bueno y echa un vistazo, que más vale prevenir que curar - le dijo ella, poniéndose de espaldas a él.

  • Pervertir, en este caso - bromeó Juliana.

  • Vamos a ver... - dijo Óscar, metiendo uno de sus ojos en el recto de Laura.

  • ¿ Qué tal se ve ?

  • ¡ Es precioso ! - exclamó él, asombrado - ¡ Oh, hija, me encanta verte por dentro ! ¡ Toma, el otro por el coño !

  • ¡ Así, papá, métemelo hasta el fondo ! - le animó ella, gozosa - ¡ Empuja hasta que se me vean los ovarios !

  • ¡ Joder, esto es alucinante ! - se regocijó Óscar, sin dejar de mover los ojos dentro de las entrañas de Laura ( iba alternando la visión entre uno y otro, a fin de no marearse, para lo cual cerraba alternativamente los párpados ) - ¡ Qué cráteres más fabulosos tienes, hija ! ¡ Menudas vistas tengo !

  • ¿ Cómo es que ves ahí dentro ? - se extrañó Juliana.

  • Los deluyrei tenemos una penetrante visión nocturna, y Óscar se está asegurando de que entre algo de luz - le explicó Ciríe.

  • Lo de penetrante salta a la vista - se choteó Esther.

  • Mm, papá, me encanta que sólo tengas ojos para mí - gimió Laura, provocando nuevas risas.

A Óscar no le habría importado seguir hasta que tanto él como su hija se hubiesen corrido, pero las demás también se ofrecieron desinteresadamente a tan íntima y concienzuda inspección, y no pudo negarse. Una vez extrajo los ojos del recto de Juliana y del de Ciríe, exclamó, levantándose convulsivamente de la cama:

  • ¡ Más ! ¡ Quiero más agujeros !

  • ¿ Se puede saber a dónde vas ? - le preguntó Alicia, intrigada.

  • ¡ Agujeros, lindos agujeros ! - suspiró él, dándose la vuelta... momento en el que descubrieron qué había estado haciendo mientras les daba la espalda.

Óscar simulaba hacer el amor, con ambos ojos, a una pareja de floreros que Alicia tenía de adorno en una de las repisas que había en la pared opuesta. Puso una cara de sátiro impenitente absolutamente desternillante, por lo que todas se troncharon de risa ( sacó la lengua casi un palmo, y dejó que por ella se deslizase un buen chorro de saliva que parecía gotear sin pausa, aunque en realidad la retornaba por la parte posterior de la lengua a su boca, pues de lo contrario se le habría secado la boca ).

  • ¡ No seas imprudente, que no se han tomado la píldora anticonceptiva ! - bromeó Juliana.

  • ¡ Óscar, déjalo ya, o cuánto menos ponte condones ! - se le unió Alicia - ¡ Lo último que quiero es tener la casa llena de floreros recién nacidos !

  • ¡ Papá, eres un pervertido ! - le dijo Laura - ¿ No te da vergüenza abusar de ellos, con lo chiquitines que son ? Te voy a denunciar a, a... ¡ ya lo tengo, a la sociedad protectora de entes inanimados !

  • Deja de hacer el ganso, Óscar, y ven aquí, que tu mujer parece tener irritada la garganta - le dijo Alicia, carraspeando aparatosamente ( y sin necesidad alguna, claro ).

  • ¿ Dónde estáis ? - les dijo él, avanzando a tientas ( podía verles perfectamente, aunque no con los ojos físicos, que aún tenía encajados dentro de los jarrones ) - ¿ Quien ha apagado la luz ? ¿ De qué color son las cosas que no huelen ?

  • ¿ Qué memez es esa ? - rió Juliana.

  • Calla, nena, que me desconcentras...

Se subió a la cama, palpándolo todo ( aprovechó para meterles mano a todas, y concienzudamente ).

  • ¿ Estás seguro de que no ves ? - rió Laura, con una de las manos de su padre casualmenteposada en el mechón de pelo que tenía en el pubis.

  • Disculpe, señor, no era mi intención tocarle la barba - bromeó él, metiéndole el dedo índice, con extraordinaria precisión, y pese a que ella se movió, en el coño.

  • Mm, creo que eso responde a mi pregunta - suspiró ella.

  • Basta ya de chorradas, Óscar - le amonestó Alicia, cogiendo los dos jarrones y tirando.

  • Creo que se han atascado, tendrás que tirar más fuerte - le dijo él, aumentando a propósito el diámetro de los globos oculares ( cosa que hasta aquel preciso instante ni se le había ocurrido hacer, y que no le supuso esfuerzo alguno ), a fin de retener los floreros. Sólo los dilató del orden de medio centímetro, lo justo para que pudiesen salir de hacerse la suficiente fuerza

  • Me da cosa, Óscar - dijo Alicia, titubeando.

  • Tranquila, no se los podrías arrancar ni aunque te colgases de ellos - le aseguró Ciríe, y Alicia, resuelta, apoyó los pies en el pecho y bajo vientre de su marido, haciendo fuerza hasta que los jarrones quedaron libres ( sonó como si hubiese descorchado un par de botellas ).

  • ¿ Me decías algo de la garganta, cariño ? - se interesó Óscar no bien Alicia dejó en la encimera los floreros.

  • Sí, míramela que me pica - le dijo ella, abriendo la boca como quien la expone al examen del médico.

No bien Óscar le introdujo en la boca uno de los ojos ( o falos, según se mire, y valga la gracia ), Alicia lo apresó ansiosa, comenzando a devorárselo. Las restantes humanas intercambiaron la mirada, lanzándose las tres a por el restante falo ocular, pero Ciríe, gracias a su telepatía, se les adelantó.

  • ¡ Abusona ! - le regañó Juliana.

  • Toma, cuñada, si quieres un pirulo aquí tienes uno aun más grande - le dijo Óscar, tendiéndole el miembro primario.

  • Veamos qué tal está esta cosita, hace mucho rato que no disfruto de ella - dijo ella, dándole unos cuantos lametones aunque optando finalmente por enchufárselo en el ojal.

  • ¿ Qué pasa con nosotras ? - se quejó Esther.

  • Si os esperáis un poco, aprenderé a ponerme los restantes accesorios de fornicar : así, tendréis donde elegir - les propuso él.

Óscar no precisó de ayuda para efectuar las restantes transmutaciones sexuales, saliéndole todo a la primera... todo, menos la conversión fálica de los dedos pulgares, que se quedó mirando con cierta inquietud, tal y como antes le pasara a Ciríe ( a fin de permitirle concentrarse, le habían dejado de mamar las pollas oculares, que finalmente desvaneció ).

  • ¿ Qué pasa, cielo ? - le preguntó Juliana, que aún no se había salido de él ( si bien había dejado de cabalgarle ).

  • No lo sé, por más que me concentro no logro transmutar mis pulgares.

  • Pues lo demás sí que lo has hecho - le dijo Laura, lamiéndole la vagina del transmutado pie izquierdo ( no se privó de hurgársela, pellizcando y mordisqueando el zup que de ella asomaba ).

  • Y sin esfuerzo, pero con los pulgares no hay manera - dijo entre risas él ( su hija le estaba haciendo cosquillas ).

  • Sí que es curioso - dijo Ciríe, volviendo a concentrarse por unos instantes, no sin cierta preocupación, en sus propios pulgares.

  • Intenta recordar cómo te haces surgir pollas de los pechos, por poner un ejemplo - le aconsejó Hedelia.

  • Ya lo hago, y no me sirve de nada.

  • Extiende una mano, que voy a proyectar sobre ella la imagen de un pene pulgar, para que te familiarices con ellos - le pidió Ciríe, manifestando las alas lumínicas y generando un logrado holograma sobre el dedo de Óscar, que pasó a verse como un falo.

No era demasiado grueso, y, aunque podía aumentar su diámetro ( Ciríe emuló algunas maniobras con él ), de hacerlo quedaba un tanto grotesco. Se lo quitó y se lo volvió a poner, a fin de permitirle apreciar los cambios. Conforme se iba alargando, la uña se retraía, y el glande se formaba a partir del rojizo hueco que dejaba al desaparecer. La piel se hacía más fina, y...

  • ¿ Tiene estructura ósea ? - se extrañó Óscar, tras captar aquel hecho de la mente de Ciríe.

  • Sí: mira, así es cómo se supone que son por dentro - le dijo ella, simulando un corte longitudinal y luego uno transversal.

  • No te molestes en contarlas, tiene veinticuatro vértebras - se le adelantó Hepente - Están rodeadas de cartílago, y pueden separarse o juntarse bastante, además de abatirse en casi cualquier dirección, lo cual le da bastante capacidad de maniobra ( no tanto como la de los restantes penes, claro, pero eso es lo que hay ).

  • ¿ Por qué no son como los demás ?

  • Se manifiestan, entre otras cosas, a partir de varios huesos: algún recuerdo de ellos tiene que quedar - le explicó Sarigza - Además, supongo que nuestra amada diosa no quiso ser demasiado repetitiva...

  • ¿ Son igual de sensibles que los demás ? - se interesó él.

  • Algo menos, pero la diferencia no es excesiva - le dijo Ciríe - ¿ Qué tal si haces un nuevo intento ?

Óscar se concentró en la imagen que estaba generando Ciríe, intentando materializarla en el pulgar de su otra mano. Fracasó de nuevo.

  • Cuesta creer que no te salga, después de lo bien que lo habías hecho hasta ahora - le dijo Hedelia.

  • ¿ Quieres que te ayudemos ? - se ofreció Sarigza.

  • No, dejadme intentarlo un poco más...

Algo después, Ciríe le dijo:

  • Será mejor que lo dejes ya. No tiene nada de vergonzoso no conseguirlo a la primera, y más teniendo en cuenta la de transmutaciones sexuales que ya has ejecutado sin ayuda.

  • Está bien, me rindo - suspiró él.

  • Déjanos a nosotras y verás cómo, en un periquete, tienes un buen par de... - comenzó Hedelia, callando abruptamente.

  • ¿ Qué pasa, hermana ? - se alarmó Ciríe.

  • ¡ No puedo !

  • Déjame a mí - se ofreció Hepente.

  • Todos tuyos... - le dijo Hedelia.

  • ¿ Algún problema ? - les preguntó unos segundos después Óscar, con los dedos aún sin alterar.

  • ¡ Y tanto ! - repuso Hepente - ¡ Es como si carecieses de ese poder !

  • Veamos si yo puedo - dijo Ciríe, mirándose a las manos con aire ausente. Ni que decir tiene, en aquella ocasión se esforzó al máximo, pero...

  • ¿ Y bien ? - le preguntó Sarigza.

  • No siento en ellos ese poder, y en los de los pies tampoco

  • repuso Ciríe - No lo entiendo: es como si, de algún modo, lo hubiésemos perdido.

  • Todo esto es un tanto preocupante, de modo que esta misma noche, ya resucitada, oraré a nuestra señora para que me ilumine con su saber - dijo Sarigza.

  • Será lo mejor.

  • En fin, salvo lo de los dedos, ya he aprendido a hacer todas las transmutaciones sexuales... - dijo Óscar, tras exhalar un suspiro.

  • En realidad te falta una, al menos teóricamente - le dijo Hedelia.

  • ¿ Cuál es ? - se interesó Laura.

  • Ponerme un coño entre las piernas - comprendió él, concentrándose.

Segundos después, su miembro había desaparecido, siendo sustituido por una hermosa raja que todas se apresuraron a examinar. No le costó ningún esfuerzo ( el cambio, por cierto, no sólo fue superficial, pues sintió cómo le aparecían ovarios, útero y demás, para lo cual les hizo sitio ).

  • Dan ganas de comértela - le dijo Alicia, comenzando a hurgársela.

  • ¿ Por qué te has puesto himen, papá ? - le reprendió Laura, a la que le habría gustado meterle los dedos, o incluso el puño, hasta el útero.

  • Te aseguro que no era mi intención, sencillamente me salió así.

  • Sí que es curioso: nosotras sólo tenemos himen en el coño primario, y nuestras vergas están listas para la acción desde la primera vez que las erigimos - dijo Sarigza - Si hemos de respetar la simetría entre macho y hembra, el coño de Óscar debería estar ya desvirgado.

  • Bah, me lo romperé ahora mismo - dijo Óscar, llevándose con decisión los dedos a la entrepierna.

  • ¡ No lo hagas ! - le suplicaron a coro las siete deluyrei.

  • Pero, hasta que no me lo desvirgue no podré disfrutar al cien por cien de él...

  • ¿ Acaso yo lo hago, cariño ? - le reprochó dulcemente Ciríe

  • Recuerda que me estoy reservando intacta para ti.

  • ¿ Te haría ilusión que yo hiciese lo mismo ?

  • ¡ Muchísima ! - exclamó ella.

  • Y a nosotras también, ¿ no te fastidia ? - dijo Hedelia, en nombre tanto suyo como de las restantes deluyrei.

  • Pues a mí tampoco me importaría desvirgarte, papá, y creo que a mamá y a las tías tampoco - se les sumó Laura.

  • El problema es que sólo puede hacérmelo uno.

  • No estés tan seguro, cariño - le dijo Hepente - Sé de un hechizo que podría ayudar bastante...

  • ¿ Seguimos jugando un ratito más, o cenamos ya ? - les preguntó Juliana cuando comprendió que no iba a hablarles por el momento de ello.

  • Cenemos ya, yo mañana tengo que madrugar para ir a colegio, y se nos han hecho las tantas - dijo Laura, incorporándose: al igual que las demás humanas, estaba empezando a sentirse bastante cansada, pues era mucho el ejercicio que habían hecho, y tampoco podía pasarse por alto el desgaste emocional que había supuesto para ellas sincerarse con Óscar ( independientemente del alivio que ello les había reportado ). Además, el asunto de los pulgares había desanimado un poco a las deluyrei, que les habían contagiado inadvertidamente, por medio de su telepatía, su repentina desidia.

  • ¿ Tienes mañana algún examen, hija ? - se interesó Óscar, al igual que los demás también en pie ya.

  • Qué va - le dijo ella, abriendo la marcha hacia el salón.

  • ¿ Alguna práctica ? ¿ Alguna clase de especial interés ? - insistió él.

  • No que recuerde.

  • En ese caso, no irás. Por un día que faltes no va a pasar nada, y además tus calificaciones siempre fueron buenas.

  • La verdad es que últimamente he empeorado bastante, pues tu ausencia me tiene muy descentrada, pero prometo enmendarme.

  • Sé que lo harás, cielo.

  • ¿ Qué me pondrás en el justificante ? No sabes lo pesados que se están volviendo últimamente con eso...

  • Vaya, así que de vez en cuando has hecho novillos - leyó de su mente él, y Laura, que en aquel momento estaba bajando por las escaleras, se estremeció al imaginarse en su nuca la reprobadora mirada de su padre.

  • Muy ocasionalmente, y sólo cuando toca inglés - se defendió ella.

  • Sabía que la ética nunca te gustó, pero jamás habría imaginado que odiases el inglés, y más sacando las notas que sacas - dijo él.

  • Reconozco que hasta hace no mucho me gustaba, y bastante, severa disfunción mental de la que por fortuna me he curado recientemente. Además, el que ahora lo aborrezca no me ha de impedir dominarlo. Manejo con soltura el castellano, que es infinitamente superior: ladrar, que es lo que en realidad hacen ellos, no debería suponerme esfuerzo alguno.

  • Vaya, veo que no les tienes en mucha estima - rió él, entrando en el salón ( se preguntaba qué le había hecho odiar de pronto tanto aquel idioma, pero algo le decía que enseguida lo averiguaría ) - En cuanto a las pellas...

  • No se lo tengas en cuenta, cariño - intervino Alicia, sacando seis platos y seis vasos del mismo mueble de donde antes habían sacado la jarra - ¿ Quién no ha hecho alguna vez novillos, copiado en los exámenes o, como mínimo, masturbado a un compañero en plena clase ?

  • ¿ Les pajeabas a tus compañeros ? - se sorprendió Óscar, tomando asiento ( Alicia rehusó su ayuda con un gesto: aunque el pedido incluía refrescos, Ciríe prefirió no beber de ellos, así que se teletransportó a la cocina - que ya se conocía, al igual que el resto de la casa, pues había hecho una exploración astral al poco de llegar -, trayendo un par de botellas de agua del frigorífico ).

  • Toma, claro - repuso ella, mientras colocaba las cosas en la mesa ( Ciríe hizo lo propio con las botellas, quitándose las alas de teletransportación y acomodándose en uno de los sofás ) - Echo mucho de menos aquellos juegos: tanto, que a veces envidio a nuestra hija...

  • ¡ No me digas que Laura también lo hace !

  • Por supuesto - le aseguró ésta - Sin ir más lejos, el último viernes me trabajé a dos de mis compañeros en medio de una clase de inglés especialmente soporífera.

  • Con las manos, supongo - aventuró él.

  • Pues no: me apetecía algo especialmente guarro, y eso ya lo he hecho un montón de veces ( con los pies y las pantorrillas, antes de que me lo preguntes, también ).

  • Entonces, ¿ cómo les ordeñaste ?

  • Con la boca, aunque reconozco que de vez en cuando también les repasaba con las tetas ( eso sí, a través de la ropa ).

  • ¡ El profesor podría haberte visto !

  • Naturalmente que lo hizo, de hecho me aseguré de ello - rió ella - Me divertí un montón: el cabrón no daba pie con bola. Cuando me subí la falda y me bajé las bragas, asegurándome de que tuviera una buena vista de mi entrepierna ( de la que asomaban dos consoladores ), creí que le daba un infarto. Me alegré de haberle puesto tan caliente, cuando todos se fueron me hizo pasar un muy buen rato.

  • Alto ahí - se alarmó Óscar - ¿ Te tiras a uno de tus profesores ?

  • No sólo me le tiro, hago de él lo que me sale de la mismísima raja. Ese cerdo es mi esclavo, le trato a patadas... ¡ y lo disfruto un montón !

  • No me gusta como suena eso, Laura.

  • El tipo se lo merece con creces, papá - le aseguró ella, comenzando a explicarse... para lo cual debería hablarle previamente de otro de sus maestros.

Benito, el profesor que le daba a Laura historia y conocimiento del medio, era un viudo de sesenta y cinco años ( tenía previsto jubilarse no bien finalizase el curso actual: se rumoreaba que su mujer murió atropellada, hará ya quince años, por un turismo que se dio a la fuga, sufriendo la misma suerte el perro que aquel entonces tenían ). Pese a que no tenía nada de especial, Laura a menudo entreveía en él el atractivo joven que debió ser. Aquel hombre aderezaba sus clases con fábulas y anécdotas que conseguían hacerlas realmente llevaderas ( mucha gente pensaba que se inventaba la mayor parte, si no todo, pero no por ello se cansaban de escucharle ), teniendo siempre una palabra amable para con sus alumnos ( a los que invariablemente trataba de usted ), y Laura había terminado queriéndole como a ningún otro profesor en su vida.

El año anterior tuvo ocasión de conocerle más a fondo. Le tuvieron como tutor, y, dado que no se presentó ningún candidato para el puesto de delegado, le nombró a ella por ser la persona más popular de la clase. Inicialmente aquella decisión no le hizo la menor gracia, pues Laura jamás quiso saber nada de política, pero, cuando comprendió que de ese modo podía verse más a menudo con él, no tardó en cambiar de idea.

A finales de enero, Benito sufrió un esguince que le mantuvo dos semanas apartado del trabajo, y ella, con la excusa de ponerle al corriente de ciertas quejas de sus compañeros ( con respecto a otro profesor, casualmente el de inglés, que era un cretino ), se presentó en su casa.

Todo estaba muy limpio, si bien no tan exquisitamente ordenado como siempre se imaginó, y Benito, tras tomar nota de las protestas de sus alumnos con respecto a aquel individuo, le enseñó, no sin orgullo, algunos de sus más preciados tesoros ( coleccionaba antigüedades, e incluso restos arqueológicos ). Laura llegó de inmediato a tres interesantes conclusiones.

Para empezar, Benito había sido todo un aventurero cuando era joven ( y Laura había acertado, en sus tiempos mozos estuvo para comérsele ), no habiéndoles mentido nunca acerca de sus experiencias... ni tampoco de las anécdotas de índole histórica, pues tenía documentos que las avalaban ( casi siempre fotocopias, diapositivas o fotos, hechas por él mismo del original o, en el peor de los casos, de una copia fiable ).

En segundo lugar, le entusiasmaba todo lo que oliese a ocultismo o a magia, pero era extremadamente crítico con ambos, descartando todo lo que se le antojase fraudulento ( también le gustaba la ciencia ficción, y, si bien creía en la existencia de extraterrestres, estaba convencido de que hacía mucho tiempo que no visitaban la Tierra ).

Pero, sin duda, lo que más le fascinó de él fue su insólita erudiciónpornográfica : entre sus piezas más destacadas figuraban consoladores ( de piedra, de hueso y de arcilla ), ilustraciones de gente haciendo el amor ( hechas sobre cerámica, lienzo, pergamino e incluso papel, éstas últimas relativamente recientes ), sin faltarle tampoco pequeñas figuras, confeccionadas en diversos materiales, que representaban a gente amándose. Tenía en su poder libros eróticos rescatados de la hoguera a la que se había arrojado el resto de su tirada antes siquiera de ponerse en venta, así como traducciones ( muchas de ellas al español, aunque también al alemán, italiano y francés, idiomas que dominaba con soltura ), virtualmente imposibles de hallar incluso en el país de origen.

Tampoco faltaban ejemplos del arte más moderno, teniendo juguetes que incluso Laura desconocía, así como revistas, y vídeos, que lograron sacarle los colores ( ¡ todo un mérito ! ). Benito sabía que enseñándole todo aquello se exponía a que Laura le denunciase por corrupción de menores, pero le trajo sin cuidado, pues él no había sido quien insistió en desarrollar el tema ( fue Laura quien condujo la conversación, una y otra vez, al sexo ), y en cualquier caso no estaba corrompiendo, le daba igual lo que pensase la gente, si no educando. Laura se terminó poniendo cachonda, ofreciéndose a su profesor, pero él le dijo que aprovecharse de una inocente joven como ella sería un crimen que jamás se perdonaría, deseándole mucha suerte en su recién descubierta sexualidad. Al oír aquello, no supo si mearse de risa o llorar de emoción: aquel hombre, que reconoció sentirse poderosamente atraído por ella, se negó a tocarle un pelo por pura ética profesional ( por eso, y por su minoría de edad ).

Desde entonces se vieron más veces, y él nunca quiso aprovecharse de ella mientras le aclaraba algunas de sus dudas ( todas falsas, claro ). Laura estaba impresionada, Benito sencillamente era incorruptible... ¡ e increíblemente interesante ! Algún día, se prometió, cuando él ya no fuera su profesor y ella fuera ya mayor de edad, le recompensaría por su rectitud. Le importaba un comino que por la edad pudiese ser su abuelo, o que para entonces llevase pañales: había pasado a formar parte de su exigua lista de personas realmente queridas... y a la aún menor de hombres que trataría, gozosa, de igual a igual.

Tras aquel inciso, Laura se centró en el otro maestro, el de inglés. Se había incorporado al inicio del curso actual. Nativo de EEUU, aunque con raíces portorriqueñas por parte paterna, supuestamente venía a España a perfeccionar su español ( bastante limitado, y con un acento simplemente espeluznante ). Joven ( treinta y tres ), apuesto ( o eso decían todas, aunque a Laura no le hacía tilín ), y muy simpático... cuando le interesaba.

No llevarían ni un mes de clase cuando Laura vio a Peter y a Benito charlando. Era a lo largo de un recreo: el aula de profesores estaba temporalmente cerrada ( la estaban reformando ), por lo que éstos se veían obligados a esperar en la cafetería... o en alguno de los bancos que había frente al pequeño jardín, tal y como habían hecho ellos. Laura se puso los auriculares ( solía llevarse un walkman al colegio, aunque la verdad es que casi nunca lo usaba ), pero sin conectar el aparato, y se sentó al pie de un árbol cercano, fingiendo que repasaba una lección mientras se agitaba al son de una música ficticia. Sólo así pudo seguir la conversación, y se alegró de hacerlo.

Peter estaba hablando de la perfección de su lengua materna, el inglés, y Benito le decía que no era para tanto: había idiomas mucho más sofisticados, entre ellos el castellano. El estadounidense se fue calentando, pero cada vez que argumentaba algo, Benito le demostraba que se equivocaba. Al final, Peter empezó a llamarle inculto, y a reírse de los países subdesarrollados ( según él, España lo era ), burlándose de todas las culturas europeas a excepción de la inglesa.

El engreimiento de aquel tipo era asombroso: dijo que el español era un idioma inferior, pobremente estructurado y malsonante. Extendió aquella descripción al alemán, italiano y francés ( para fastidiar a Benito, de eso no cabía duda ). Según él, el inglés tiene cuánto menos diez veces más términos que el español ( cuando es exactamente al revés, da igual lo mucho que se emperren ellos ), y la conversación fue subiendo de tono ( aunque Benito, sabedor de que la razón estaba de su parte, se moderó bastante ). Del idioma pasaron a la historia, terreno en el Peter tampoco parecía estar demasiado versado ( tenía un concepto realmente equivocado de las cosas, llegando a decir burradas que a Laura le dieron vergüenza ajena ), y Benito no dejaba de echar por tierra todos y cada uno de sus disparatados argumentos a favor de la superioridad de su país.

Un tema condujo a otro, y poco a poco Peter fue revelando su auténtica naturaleza: racista, intolerante, arrogante, inculto y maleducado. En definitiva, basura de la peor calaña ( para más señas, era republicano acérrimo... de los de allí, claro ). A su entender, su país debería haber usado armas atómicas mucho más a menudo, que no tan sólo contra Japón: si dependiera de él, los atentados del once de septiembre habrían sido respondidos con un ataque nuclear a gran escala, no dejando vivo en todo oriente medio ni uno de esos andrajosos barbudos cuyo pasatiempo favorito es violar a sus camellos ( la imagen que Peter tenía de los musulmanes era tan grotesca e infantil que Benito llegó a pensar que estaba bromeando, pero lamentablemente no era el caso ). Puestos a lanzar unos cuantos pepinostermonucleares , continuó Peter ( lo dijo en inglés, pero tanto Laura como Benito lo entendieron ), podrían seguir por los países vecinos: Palestina, Egipto, India, Corea del Norte, Marruecos... ( estaba claro que la geografía tampoco era su fuerte ).

El profesor de inglés finalmente decidió que no merecía la pena hablar de tan transcendentales temas con alguien dementetanestrecha , y le confesó el verdadero motivo por el que había venido a un lugar tan apartado de la auténticacivilización como España: era de familia muy acomodada ( y no como él, un simple muerto de hambre ), y su padre le había amenazado con desheredarle si no se quitaba de en medio durante un par de años, cosa que hizo tras su último encontronazo con la ley.

Peter le contó a Benito, sin el menor remordimiento ( e incluso con cierto orgullo ), que había dado una soberana paliza a un joven inmigrante de origen asiático que le miró de reojo, enviándole a urgencias: su padre insistía que aquel y no otro era el motivo de su enfado, pero él estaba seguro de que mentía, pues, ¿ a quien le importa si de vez en cuando uno de esos cerdos amarillos sufre algún contratiempo ?

Tras darle algunas vueltas, Peter había llegado a la sagaz conclusión de que su padre estaba resentido con él por la facilidad con la que ligaba, importándole una mierda el tío aquel. Si le había enviado a la vieja Europa, por consiguiente, era para mantenerle alejado de su joven madrastra, que sólo le sacaba dos años. A él le daba igual, pues a aquella fulana ya le había catado, aburriéndose de ella enseguida. Además, su padre en realidad le había hecho un favor, pues en España tendría incluso más éxito que en Norteamérica: él era un regalo del cielo, y allí, rodeado de tanta escoria humana, destacaría más que un diamante entre la mierda.

Benito le empezó a advertir que se estaba excediendo, pero Peter continuó, sugiriéndole que se suicidase para dejar de estropear el paisaje y preguntándose en voz alta si su mujer no habría muerto de puro asco hacia él, o acaso reventada a polvos por el perro, que sin duda le daba mucho más gusto que él. Aquello fue el colmo: Benito se levantó, dispuesto a abofetear a aquel cretino, pero Peter fue más rápido, tirándole al césped de un despectivo empujón y largándose de allí sin mirar atrás. Laura ayudó a Benito a levantarse, haciendo como que no se había dado cuenta de lo ocurrido para que no se sintiese humillado, y él pareció tragárselo.

Laura estaba muy sensible en aquel momento: su abuelo había muerto, y acababan de traicionar a Óscar por orden de Inmaculada. Contra aquello nada podía hacer, pero a Benito, su profesor preferido, nadie le iba a avasallar, y menos aquella patética y repelente caricatura de ser humano.

Siempre fue la chica más atractiva de todo el colegio ( y con diferencia ), estando además especialmente desarrollada, por lo que no era de extrañar que casi todos sus profesores pareciesen tener cierto interés en ella, comiéndosele con la mirada cuando creían que nadie les veía ( la verdad es que buena parte de los alumnos también suspiraban por ella, tanto chicos como chicas, pero eso no viene a cuento ahora ). Peter también parecía sentirse bastante atraído por Laura, y eso iba a ser su perdición.

Cierto viernes, se presentó a un examen de inglés con unas bolas chinas clavadas en el culo y un imponente consolador en el coño ( era de esos que tienen mando, llevando en él las baterías ). Justo cuando quedaban dos minutos para recoger los exámenes ( para entonces, casi todos sus compañeros habían acabado, saliendo del aula ), Laura comenzó a hurgarse con disimulo los pechos, entre los que había escondido el mando. Ni que decir tiene, Peter se dio cuenta, suponiendo que estaba copiando, por lo que se le acercó y le tendió la mano, ordenándole que le entregase la chuleta ( algo de español sí que estaba aprendiendo, aunque tan sólo fuera jerga estudiantil ). Laura le aseguró que no sabía de qué le estaba hablando, y justo cuando él le arrebató el examen, disponiéndose a romperlo, selecayeron un par de pilas de una de las mangas de la camisa.

Él quiso saber qué estaba haciendo con unas pilas, y ella le dijo que se metiese en sus asuntos, exigiendo que le devolviese el examen a fin de poder finalizarlo. Sólo quedaban dos personas más en el aula, y Peter, al comprender que se estaban haciendo los remolones para ver en qué terminaba todo aquello ( ya habían entregado sus respectivos exámenes, y estaban recogiendo sus cosas con deliberada lentitud ), les echó de mala manera, quedándose a solas con Laura y exigiéndole una aclaración inmediata.

Ella se acercó a su mesa y le cogió las llaves de aula ( Peter las había dejado encima del pupitre, tal y como acostumbraba ), cerrando la puerta y diciéndole que ahora mismo iba a comprobar para qué necesitaba las pilas. Ni corta ni perezosa se desnudó delante de él, sacándose del coño el vibrador y del recto las bolas. Entonces le dijo que le gustaba tanto que, a fin de no tocarse como una perra en celo cuando estaba ante él, se veía obligada a conformarse con meterse un consolador: no era tan obvio, y además daba incluso más gusto. Con sus absurdas sospechas, no sólo le había hecho quedar en evidencia delante de sus compañeros, si no que le había privado del estupendo orgasmo que estaba a punto de obtener cuando cambió las pilas por otras menos gastadas. ¡ Qué falta de ética !

Peter estaba que echaba humo, y Laura le puso aun más caliente cuando le confesó que su mayor fantasía era ser dominada por alguien como él ( la famosa disciplina inglesa y todo eso, argumentó ), convirtiéndose en su esclava sexual, en una zorra complaciente dispuesta a acatar cualquiera de sus exigencias. Pero aquel que quisiese ser su amo tenía que demostrarle que era digno de serlo, saliendo airoso de una prueba que los seis anteriores candidatos, cuya identidad le revelaría únicamente en caso de dar la talla, habían suspendido.

Él le preguntó en qué consistía la prueba, y Laura se hizo la interesante mientras se volvía a vestir, dejando sus juguetes eróticos en la cartera, de la que sacó un paquete de preservativos y un par de esos guantes que usan los médicos. Debía violarle, le explicó cuando estuvo de nuevo vestida, pero con condón y guantes: más aún, se abstendría de usar su boca, de modo que nada de besos, mordiscos o lametones. Ella se iba a resistir, por lo que debería ser contundente, aunque en la justa medida. Lloraría, suplicaría, patalearía e incluso se defendería, pero él debía mostrarse inflexible, sometiéndole aunque sin ocasionarle daños mensurables. No tenía que preocuparse si le rasgaba la ropa, aquel día había tenido gimnasia: en caso de necesidad, se pondría la ropa de deporte para salir del colegio. Ni que decir tiene, debería eyacular dentro del condón, y sólo cuando le hubiese proporcionado cinco orgasmos. Por último, establecerían una palabra clave con la que Laura le daría a entender que se estaba excediendo: si se veía obligada a usarla tres veces, Peter habría fracasado.

El profesor aceptó su reto y se lanzó a por ella tras ponerse los guantes y sacarse la polla, que cubrió ansioso con el preservativo ( pese a su presunción, desde que estaba en España no se había comido ni una rosca, por lo que estaba realmente necesitado ). Fue una suerte que el examen tuviera lugar a lo largo de la última hora lectiva, pues Laura no se dio por satisfecha hasta pasado un buen rato Lo que Peter no podía imaginarse es que su fogosa y multiorgásmica alumna había escondido una videocámara en un armario, grabándolo todo. El muy idiota debería haberse preguntado por qué Laura insistió tanto en jugar a fingir que le estaba violando, y también debería haberle escamado que se asegurase de que todo ocurriese en una parte muy concreta del aula, o que sólo le sonriese cuando estaba de espaldas a uno de los armarios con los que contaba la sala.

Cuando acabaron, Laura le miró arrobada, diciéndole que había pasado la prueba y rogándole que le llevase a su casa, donde tomaría plena posesión de ella, pudiendo usarle todo el fin de semana ya que había previsto una excusa para sus padres, que además estaban de viaje. Él, que no tenía planes, aceptó con mucho gusto, y Laura le rogó que saliese a comprobar que todo estaba despejado mientras se ponía la ropa de deporte ( el muy bruto había hecho trizas la de calle ). Fue entonces cuando recuperó la cámara, metiéndola en su cartera, aprovechando para clavarse de nuevo el consolador, detalle que le hizo notar cuando volvió, bajándose los pantalones de deporte para que comprobase lo guarra que era su esclava .

Laura le fue calentando a lo largo del corto viaje, hablándole de las cosas a las que le gustaría jugar. Él no tardó en interesarse por la identidad de sus fallidos predecesores ( sospechaba de algunos de sus compañeros ), pero ella le dijo que si quería saberlo debería interrogarle, sacándole sus nombres a correazos: su profesor se excitó tanto al oír aquello que casi se metieron un leñazo. Peter iba tan caliente y descentrado que no se dio cuenta de que les seguía un coche a cuyo volante iba Alicia, acompañada por Arturo

  • ¿ Quién es ese ? - se interesó Óscar - Habéis pensado en más de una ocasión en él...

  • Luego te hablamos de Arturo, papá, deja que termine de contarte cómo sometí al cerdo ese.

  • Está bien, sigue.

No es que no supiesen donde vivía el profesor ( alquilado, claro, pues le parecía una tontería comprarse un piso para dos años que iba a estar en España ), pero no podían arriesgarse a que le diese por llevar a Laura a un hotel, o incluso a un descampado. No bien entraron en su piso, Arturo llamó desde su teléfono móvil a la casa de Peter, que no tuvo ocasión ni de quitarse los zapatos. Se hizo pasar por el padre de uno de sus alumnos, interesándose por los progresos de su hijo: aquella distracción fue todo lo que Laura necesitó para echarle en toda la jeta, con total impunidad, el aerosol narcotizante que su madre había obtenido del mismo contrabandista que les suministró las armas que, por fortuna, jamás hallaron el valor de usar.

Peter no dio mucha guerra, cayendo enseguida inconsciente. Laura abrió la puerta a sus compinches, y entre todos le metieron en una enorme maleta con ruedas que Arturo transportó sin problemas al coche. Apenas una hora después, Peter despertó, deseando no hacerlo. Estaba atado a una mesa, las piernas y los brazos en cruz, y la que supuestamente iba a ser su esclava comenzó a domarle, alternado sensuales caricias con golpes, pellizcos y arañazos.

Alicia y Arturo también ayudaron, grabándolo todo. Cuando les amenazó con denunciarles, le mostraron el vídeo donde violaba ( o eso parecía ), a Laura. Él les dijo que se les iba a caer el pelo, pues todo el mundo comprendería que aquello era una trampa, pero Laura, que ya había previsto esa posibilidad, le dijo que argumentaría que si había puesto la cámara era únicamente para confirmar sus sospechas acerca de cierta compañera que iba de chica buena y estudiosa. Si realmente no copiaba en los exámenes, tal y como le decía a todo el mundo, dejaría de meterse con ella: si lo hacía, le pondría en evidencia ante los demás. ¿ Cómo podría haber imaginado que su profesor, en apariencia tan educado, fuera a violarle tras el examen ?

El maestro se asustó, pues aquella excusa era bastante plausible, pero no quiso darse por vencido, recordándole que tenía como mínimo dos testigos que afirmarían que se estuvo tocando los pechos para provocarle. Para su desgracia, Laura también había pensado en ello, quejándose a varias compañeras, horas antes, de lo mucho que le picaba un sujetador que había estrenado ese mismo día. Más aún: aprovechando que horas antes tenían gimnasia, montó un numerito en el vestuario que ninguna olvidaría ( antes de ponerse la ropa de deporte, y a fin de hacer como que se rascaba los senos, se lo quitó durante unos segundos ).

  • No es la primera vez que te exhibes ante ellas, ¿ verdad ?
  • le dijo Óscar.

  • Claro que no, y no veas la envidia que me tienen ( casi todas son muy monas, de hecho hay dos que están realmente buenas, pero ni esas son rivales para mí ).

  • Volviendo a tu profesor, ¿ qué le hicisteis ?

  • De todo un poco, aunque evitando excesos - repuso Alicia - Si quieres seguir el proceso de doma paso a paso, te pondremos los vídeos donde lo grabamos.

  • En otra ocasión - declinó la oferta él - ¿ Cuando le soltasteis ?

  • El domingo por la tarde - le dijo Laura, reanudando la explicación.

Antes de llevarle a su casa, de nuevo dentro de la maleta, le enseñaron un resumen de los mejores momentos de su doma: sus amos eran muy hábiles ( exceptuando quizá a Arturo, pues aún estaba aprendiendo ), y no les supuso demasiado esfuerzo inducirle a aceptar, en apariencia voluntariamente, no pocas indignidades ( la verdad es que de vez en cuando le premiaban con un estupendo orgasmo, aunque jamás le permitieron correrse dentro de ellas: casi siempre lo hacía en condones que luego debía lamer... cosa que, apenas tres semanas después, cuando Arturo comenzó a sodomizarle, también tuvo que hacer con los que usaba él ).

El aprendizdeamo era programador ( por cierto muy bueno ), y le dijo que en aquel preciso momento quizá ya hubiera gente bajándose, de un raudo y fiable servidor FTP, un montaje virtualmente idéntico al que acababa de ver ( le proporcionó la IP, junto al resto de los datos necesarios para acceder, a fin de que comprobase que aquello iba completamente en serio ). La única diferencia entre los dos vídeos era que, en aquel, su voz fue enmascarada, habiendo sido su cara difuminada. Nadie le reconocería nunca... a menos que les diese por colgar una pequeña aplicación, hecha por él mismo, que suprimiría la censura de aquel vídeo... así como la de los que, en lo sucesivo, irían sumándosele.

La aplicación era muy pequeña, cabía en un simple disquete ( le dieron una copia para que disfrutase de él ). Cualquiera que tuviese ADSL, por poner un ejemplo, se la bajaría en un minuto escaso. Miles de personas podrían tener en su poder, durante décadas, los vídeos censurados que iban a ser distribuidos por toda la red ( muchos no los borrarían, pues se iban asegurar de que fuesen lo suficientemente interesantes pese a la censura: quién sabe, lo mismo hasta le hacían famoso ). Si era obediente, nunca le reconocerían: de lo contrario, el programa en cuestión sería difundido por toda la red, y todo el mundo podría ver sus vídeos en rigurosa versión original ( se le veía bastante angustiado, así que le recomendaron que no hiciera ninguna locura: si hablaba de aquello a alguien, si hacía algo para desquitarse, si huía o incluso si se suicidaba, los primeros en recibir el programa, junto a la información necesaria para acceder al servidor, serían sus padres... cuya dirección Arturo extrajo de su ordenador, anotándola delante suya ).

El martes, Laura se le acercó a lo largo del recreo y le preguntó si ya se había bajado el episodio piloto de la larga serie a la que daría lugar su sumisión, probando con él el programa que quitaba la censura. Él le dijo que sí, suplicándole, al borde del llanto, que acabasen con todo aquello. Laura se rió, ordenándole que le siguiese al servicio de chicas. Una vez dentro, le orinó en la boca, restregando el coño contra su cara mientras él se bebía todo. Mucho no le tuvo que disgustar, pues se le puso tiesa, y Laura le extrajo el miembro, sentándose en su cara y exigiéndole un beso negro mientras ella le masturbaba con un pie ( se quitó el zapato, pero no el calcetín ).

Para cuando Peter se corrió, ella ya lo había hecho dos veces, y le ordenó presentarse en su casa a las seis, mientras se hacía lamer el calcetín ( aprovechó para sacarle unas fotos más ). Esa misma tarde, tras jugar con él un buen rato, le pusieron por vez primera el cinturón de castidad. Desde entonces, sólo le dejan disfrutar cuando ha hecho gozar como es debido a sus amas ( e incluso a Arturo ).

En el colegio, a menudo Laura le ordena que se baje los pantalones para vez si lo tiene puesto, comprobando de paso si el dilatador anal también está en su sitio ( al principio le pusieron uno muy pequeño, pero dos veces a la semana cambiaban a uno levemente mayor, por lo que, tras cerca de dos meses de uso intensivo, su ano estaba casi tan entrenado como el de sus amas, habiendo empezado a disfrutar de veras cada vez que se lo penetran ).

  • ¿ Le has obligado a que te suba las notas ? - le preguntó Óscar.

  • ¿ Para qué ? Casi nunca bajo de notable.

  • El viernes le tuviste que calentar como nunca.

  • Ya lo creo que lo hice. Cuando se fueron todos, él cerró la puerta con llave a un gesto mío y yo salí de debajo de los pupitres, con la cara y la boca aún llena de lefa ( me aseguré de que los dos sementales de turno se corriesen justo antes de sonar el timbre, para no tener que esperar demasiado ). Se me lanzó sin titubeos, lamiéndome la cara tal y como le ordené en una nota donde le explicaba el menú ( se la di justo antes de comenzar la clase ). Se lo tragó todo, y con lo que le guardé en la boca hizo lo mismo ( no le dejé besarme, claro, se lo pasé por medio de escupitajos ), ganándose así el premio que le prometí...

Una vez se desnudó, Laura le esposó, ordenándole que le adorase un buen rato las botas que llevaba puestas. Entonces, le hizo escribir en la pizarra frases realmente humillantes, sujetando la tiza con la boca y azotándole cuando la caligrafía no era de su agrado ( o sea, siempre ). Tras esto, comenzó a hurgarle el culo con un vibrador, liberando su torturada polla y ordeñándole ( le hizo eyacular en la pizarra, restregando su rabo contra ella a fin de demostrarle cómo se ponía esclavo... cosa que hizo con su propio esperma ). Entonces, sin quitarle el vibrador del culo, afianzó el borrador a su trasero por medio de cinta aislante. Peter tuvo que menearse contra la pizarra, de espaldas, a fin de borrar lo que había escrito, y de tanto frotar y restregar, teniendo aquel trasto en el ojal mientras veía, con impotencia, cómo Laura se masturbaba ante él, se corrió de nuevo. Fue entonces cuando ella le ordenó que orinase en un vaso, usando una enorme jeringa para metérselo por el culo.

Poniéndole una mordaza, le agarró del pelo y se masturbó con su rostro. Estuvo así más de media hora, y él finalmente no se pudo aguantar más, echándolo todo. Una vez evacuó, le tumbó sobre su propia mierda, boca arriba, y se sentó en su abdomen: mientras restregaba el culo contra su falo, ella se seguía masturbando, echándole un chorro de pis de vez en cuando. Esta vez Peter apenas eyaculó, cosa que hizo entre sollozos y gimoteos. Aquella tarde ya no le ordeñaría más veces, por lo que le quitó las esposas y le sugirió que limpiase todo aquel desastre, y ahora aplicándose de verdad, antes de irse.

  • ¿ Lo grabaste ?

  • Naturalmente, tanto eso como lo que hice con mis dos compañeros - repuso Laura - No bien cerró la puerta saqué la cámara de su escondite: él me rogó que no le volviese a filmar, pero me reí de él, colocándola de modo que se nos viese bien a ambos ( eso, cuando no la sujetaba yo misma, a fin de enfocarle ).

  • Creo que te estás pasando con él.

  • Bah, no es mi intención estar martirizándole toda la vida. El viernes de la semana que viene le explicaré el motivo por el que le he hecho todas esas cosas, ofreciéndole la oportunidad de acabar con todo, y para siempre, si se disculpa con Benito.

  • ¿ Por qué precisamente ese día ?

  • Por que es la víspera de mi cumpleaños, fecha que se le grabará en la mente como el día en el que le liberé. Tengo la firme convicción de que todo esto le está viniendo bien, de hecho se le ve mucho menos arrogante ( últimamente tiene un aire triste y distraído, a veces incluso me da pena, pero ya no se mete con la gente ).

  • ¿ Te gustaría verte con tu papá los dos vídeos ? - le dijo él, abriendo por fin las cajas y comenzando a partir las pizzas ( no había querido interrumpir la narración, siendo por ello que se esperó ).

  • Claro que sí - le aseguró ella, tendiéndole uno de los platos.

Óscar no tardó en recordarles que aún debían hablarle de Arturo, y esta vez fue Alicia quien tomó la palabra. Cierto día regresaba del pediatra con Laura ( principal motivo por el que aquella semana se quedaron todos en el piso de la capital ), y antes de llegar a casa decidió hacer un poco de compra ( no tenía la menor necesidad, Óscar casi siempre se la hacía, a menudo del mismo supermercado en el que trabajaba, pero quiso tener un detalle con él ). Laura ya andaba ( acababa de cumplir los dos años ), y no parecía apetecerle ir en carro, así que, a fin de detener sus inoportunos lloros, le tuvo que bajar cuando sólo quedaban un par de manzanas para llegar a casa. Su hija correteó feliz en torno a ella, que tuvo mucho cuidado de no dejar que se acercase a la calzada.

Alguien se había dejado la puerta del portal abierta ( estaban haciendo una mudanza ), por lo que no tuvo que molestarse en abrir ( lo cual fue un alivio, pues se había excedido con la compra, yendo muy cargada ). Sólo le quitó la vista de encima a Laura lo que tardó en abrir el buzón a fin de recoger el correo, pero fue más que suficiente para que la niña la liase: había vuelto a dirigirse a la calle, cayéndose justo en medio del recorrido de la puerta... que en ese momento comenzó a cerrarse a causa de una inoportuna corriente de aire que la liberó de la improvisada cuña ( un pedazo de papel, probablemente propaganda extraída de la papelera que había a pie de los buzones, doblado varias veces ), con la que los mozos ( ninguno de los cuales estaba presente en aquel preciso instante ), la habían mantenido abierta. En circunstancias normales, aquello no habría sido motivo de especial alarma, pero la puerta originaria del portal, a fin de disuadir a unos persistentes cacos que habían estado limpiando apartamentos en todo el barrio no mucho tiempo atrás, se había cambiado por una masiva mole de cristal y acero que, al contar con cierto desnivel, se cerraba con suma contundencia. Ya había roto la pata al perro de una vecina, y ahora se dirigía hacia su hija ( más concretamente a su cabeza, según sus cálculos ), con asesina determinación.

Alicia se lanzó a detenerla, pero tuvo tan mala fortuna que resbaló con una naranja que se le había salido de una de las bolsas, cayéndose por el breve tramo de escalones ( sólo cuatro, por suerte ), que le separaban del vestíbulo. Apenas sintió el tremendo golpe que se dio, pues sólo tenía ojos para Laura, a la que dio por muerta ( o, cuánto menos, y eso con suerte, malherida ).

Por fortuna, justo antes de que la puerta triturase las piernas de su hija ( asustada por el grito de su madre, que presagiaba unos cuantos azotes, había avanzado un poco, de modo que ya no era su cabeza lo que estaba en juego ), Alicia entrevió un borrón a su través.

Se trataba de Arturo, comprobó cuando se abrió del todo. Era un vecino nuevo ( le había visto por vez primera en la última reunión de propietarios, donde se le presentó ), y, cogiendo a Laura en uno de sus brazos ( curiosamente, y pese al susto que tenía, dejó de berrear al instante, llegando incluso a sonreírle con timidez ), ayudó a Alicia a levantarse con el otro. Ni que decir tiene, ella se deshizo en halagos, llorando de alivio, y él, al percatarse de sus lesiones, le tendió a Laura, cogiéndole en brazos no bien Alicia cogió a su hija ( aquello debió divertirle bastante, pues comenzó a dar palmas ).

No mucho después, Alicia estaba acomodada en la cama de su vecino, atendida por él mientras Laura les observaba disfrutando de una chocolatina que su salvador le dio para mantenerle relativamente distraída. Arturo le aseguró que aquello no tenía importancia, diciéndole que ya había hecho en más de una ocasión de enfermero con sus tres hermanas, a las que había sacado adelante tras la muerte de sus padres ( para cuando murieron, víctimas de una intoxicación de la que sus hijos se libraron gracias a haber comido ese día en la casa de unos amigos, él ya era mayor de edad: una de las primeras cosas que hizo fue mudarse de piso y cambiar a sus hermanas de colegio ).

Arturo le sacaba cinco años, y era extraordinariamente apuesto, además de alto y fornido: por si eso no fuera suficiente, derrochaba simpatía. Era informático, pero su sedentario trabajo no le había hecho ganar ni un gramo de grasa, aunque el que saliese a correr cinco veces a la semana, descansando sábados y domingos ( precisamente acababa de hacerlo, y, pese a que había sudado bastante, a Alicia su olor no se le antojó en absoluto ofensivo ), sin duda colaboraba lo suyo. Alicia no pudo evitar fijarse en su entrepierna, donde se insinuaba un paquete realmente importante, pero sin duda alguna en reposo... estado en el que permaneció cuando examinó sus pechos, amoratados por culpa de la caída. Una de dos: o Arturo era homosexual, o casi vergonzosamente decente. Le manoseó con una dulzura que Alicia sólo conocía en un hombre, y ese era Óscar.

Una vez le curó ( y realmente se le daba bien, de lo que se deducía que sus hermanas fueron especialmente díscolas ), le ayudó a subir a su casa, a la que también subió la compra ( aprovechó para decirles unas cuantas palabras a los encargados de la mudanza, con los que se cruzaron, mostrándose educado pero contundente ). Ya dentro, ambos descubrieron que Laura se había hecho de vientre, y él se ofreció a cambiarle los pañales ( conjeturó con la posibilidad de que se lo hubiese hecho encima del susto, broma que a Alicia logró arrancarle más de una sonrisa ).

Más aún: dado que su vecina no estaba en condiciones de manejarse por la casa, le ayudó a guardar la compra, e incluso le llevó al servicio... siendo entonces cuando ella descartó definitivamente la posibilidad de que fuese homosexual. Ocurrió de la forma más inocente: se había dejado un consolador sobre el lavabo, pues se había pajeado un poco antes de llevar a Laura al médico, no creyendo necesario guardarlo porque llegaría mucho antes que su marido.

Cuando él lo vio, Alicia le sonrió con fingida timidez, confesándole que de vez en cuando, a fin de mantener el fuego de su pasión encendido para cuando llegase su marido, se azuzaba con uno de esos juguetitos. No bien oyó aquello, el ceñido pantalón de deportes que llevaba ( era corto, dejando ver sus potentes y musculosas piernas ), se tensó de una forma alarmante ( tuvo que estar a punto de reventarlo ).

Alicia le suplicó que no le contase lo ocurrido a nadie, pues se moriría de vergüenza si su marido se enterase del descuido que había tenido con su hija, y él le prometió que no se iría de la lengua, manteniendo también en secreto lo del consolador. Desde entonces, cada vez que se veían ( cosa que no ocurría muy a menudo, pues Alicia cada vez frecuentaba menos el apartamento ), intercambiaban algunas frases ( él jamás dejó de regalarle con su sonrisa ).

Grande fue su sorpresa cuando, años después, una vecina especialmente cotilla ( precisamente, aquella que se estaba mudando a su bloque cuando ocurrió todo ), le contó que su mujer le había puesto una denuncia por malos tratos y le había dejado sin casa ( sus respectivos abogados llegaron a un acuerdo económico que sólo pudo satisfacer vendiendo el piso y añadiendo, al dinero por él obtenido, buena parte de sus ahorros ). Alicia sencillamente no se lo podía creer, pero no tuvo ocasión de hablar con él, pues no dejó dicho a dónde fue.

  • ¿ Qué fue de él ? - les preguntó Óscar.

  • Acabó realmente mal, como enseguida verás - le adelantó Laura, siendo ella la que retomó la explicación.

Una vez cumplió los doce años, Laura ( a la que Alicia jamás contó lo que Arturo hizo por ella ), comenzó a organizar fiestas en el apartamento de la capital, por supuesto de índole sexual ( invitaba a algunas amigas y amigos ): para ello, nada mejor que decirle a su padre que tenía un examen y que en el chalé no se podía centrar, pues sus amistades le tentaban constantemente con salir a dar una vuelta... cosa que en Madrid, al conocer a menos gente, no ocurría ( Alicia, naturalmente, estaba al tanto de ello, aprobándolo aunque exigiéndole moderación ).

Su hija siempre fue razonablemente comedida ( no era plan de que conociesen hasta qué punto estaba de salida, y mucho menos que se enterasen de que contaba con el total beneplácito de su madre ), pero en cierta ocasión, un par de meses después de cumplir los trece años, decidió jugar a algo más fuerte ( para entonces ya había hecho casi de todo, pero siempre con la supervisión de su madre, y quería saber qué se sentía cuando se estaba por completo al mando ).

Quedó únicamente con dos amigas ( eran primas ), y salieron a la calle en busca de un hombre al que esclavizar durante un rato. Laura aún no había comprendido que no a todo el mundo le gustaba aquello: tras ver lo que su madre hacía con sus sumisos, decidió imitarle sin pararse a pensar que lo más probable es que su víctima no agradeciese sus atenciones . Salieron a la calle, vestidas de niñas buenas, y no tardaron en encontrar una posible víctima.

Aquel enorme mendigo que yacía en un banco, con un cartón de vino barato en la mano, parecía bastante inocuo pese a su imponente estampa, y, aprovechando un momento de lucidez, se le acercaron, diciéndole que estaban haciendo un trabajo para el colegio y que necesitaban su ayuda.

Él les dijo que se fueran a molestar a cualquier otro, pero ellas insistieron, prometiéndole comida caliente, una buena ducha, cama limpia ( aquella noche dormiría bajo techo, en la casa de una de ellas ), y, si les era de utilidad, doscientos euros que habían reunido entre las tres ( la moneda única se acababa de implantar, pero el indigente ya la manejaba con la suficiente soltura como para comprender que con aquello tendría para arreglarse durante un par de semanas, puede que más, permitiéndose incluso algún que otro lujo ).

Al final les preguntó qué tenía que hacer por ellas, y le explicaron que estaban haciendo un trabajo que les había propuesto el profesor de conocimiento del medio ( mentían, claro ), y que influiría mucho sobre la nota final. A grandes rasgos, tenían que investigar a una persona que estuviera sin hogar, averiguando cómo había llegado a aquel estado: saber de las desgracias de otra persona quizá les enseñase a sortear las que les pudiesen acechar a ellas.

Quiso saber si sus padres estaban de acuerdo, y ellas le aseguraron que sí, por lo que finalmente accedió. Si hubiese ido un poco más despejado sin duda habría reconocido aquel portal, aunque el que lo hubiesen reformado recientemente tuvo que influir también lo suyo. Estaba hambriento, de modo que, no bien llegó, le dieron de comer... drogándole de paso. Les costó un montón moverle ( se durmió en un sillón, mientras simulaban prepararle el baño para hacer tiempo ), pero finalmente le lograron subir a la cama de los padres de Laura ( era muy grande, aunque ni de lejos tanto como la del chalé ), sobre la que le inmovilizaron ( no sin antes desnudarle ). El tipo olía muy mal ( bañarse era un lujo que no se podía permitir tan a menudo como quisiera ), así que le asearon mientras aún dormía ( pusieron un plástico sobre la cama, a fin de no mancharla ).

Cuando despertó no parecía demasiado contento, y los golpes que le dieron, para sorpresa de Laura, no lograron empalmarle de nuevo ( cuando le estuvieron desnudando, y posteriormente lavado, experimentó una magnífica erección, pero la perdió no bien se despabiló y se vio a merced de sus sádicas encuestadoras... o quizá debiera decirse secuestradoras ). Se puso muy violento, y logró liberar un brazo ( en vez de esposarle, le habían atado, y no muy bien que digamos ): que se soltase del todo era cuestión de segundos ( de hecho, ya se había quitado la mordaza, insultándoles con rabia ), y Laura, haciendo de tripas corazón, le golpeó con una banqueta en la cabeza ( era el objeto contundente que tenía más a mano ).

Perdió el sentido, pero sangraba mucho ( o eso les pareció a ellas, aunque la verdad es que no era para tanto ), y Laura, comprendiendo que aquello se le había ido de las manos, llamó a su madre. Sus cómplices, al saber que venía Alicia, quisieron irse, pero Laura les retuvo, amenazándoles con abrirles también la cabeza si no le ayudaban a atender al herido ( a eso, y a atarle de nuevo ). Para cuando llegó Alicia, el mendigo aún no había dado indicios de recuperarse... cosa que hizo mientras su antigua vecina le terminaba de atender, aún sin identificarle debido a las barbas. Él sí que le reconoció: cuando Arturo le llamó por su nombre, exigiéndole una explicación ( a todo esto, las tres chicas estaban en un rincón, observando con congoja la escena ), Alicia finalmente supo quien era, queriendo que se le tragase la tierra. Finalizó su tarea como una autómata y se dejó caer al sillón más cercano, mirándole con cara de espanto. Arturo también le miraba, pero con odio.

Laura comprendió que ambos se conocían, y reunió el valor para preguntarle a su madre quién era, pero fue él quien le contó a la muchacha lo del incidente con la puerta del portal. Alicia les ordenó a las tres muchachas que permaneciesen allí mientras iba a por unos trapos con los que limpiar la sangre del parqué ( no mucha, apenas unas gotas que se podrían haber quitado con un pañuelo humedecido levemente con saliva ): regresó con trapos, sí, pero impregnados con éter, que en un descuido estampó en las caras de las amigas de Laura, dejándoles inconscientes.

Entre ella y Laura les hicieron ingerir un trago del bebedizo que suprimía los recuerdos recientes, y les llevaron a uno de los dos cuartos de invitados con los que contaba el apartamento, sobre cuya cama les acomodaron a ambas. De momento no deberían preocuparse por ellas, pues tardarían horas en despertar ( aquel mejunje, además de borrar los recuerdos, fomentaba el sueño ). Cuando regresaron junto a Arturo, éste quiso saber qué habían hecho con sus cómplices. Ellas se lo explicaron, pero él se resistía a creerles, pensando que les habían envenenado, o algo así... y que él era el siguiente.

A Alicia le dolía mucho que pensase tan mal de ellas, pero se lo tenían merecido, y decidió explicarle a Arturo sus gustos por la dominación, poniéndole unos vídeos que sacó del cuarto secreto ( allí era también donde tenía guardada la poción - sólo un quinto de sus provisiones, estando el resto en el chalé -, así como el éter ).

Se guardó para sí muchos detalles ( no le dijo nada de su familia ), pero le aseguró que ella no había desarrollado espontáneamente esas tendencias, que le fueron inculcadas cuando era una cría ( lo que sí le dejó bien claro es que Luis, su padre, no tuvo nada que ver con ello ). Es más, por motivos que jamás le podría confesar, se había visto obligada a hacer exactamente lo mismo con su hija. Sin embargo, había una diferencia fundamental entre aquellas que de joven le moldearon y ella: mientras que sus maestras disfrutaban martirizando a la gente, especialmente a los hombres, importándoles una mierda sus sentimientos, ella sólo dominaba a tipos a los que les iba aquello, asegurándose de que ellos también lo disfrutasen. Se había propuesto que su hija se rigiese también por aquel principio, pero era evidente que había hecho algo mal.

Alicia podría haberle dormido con el éter, borrándole los recuerdos. Cuando despertase, le habría dicho que le había encontrado en la calle, reconociéndole y decidiendo llevarle a casa para curarle de la paliza que parecían haberle dado ( con la de maleantes que últimamente hay en las calles, sería creíble ). Habría quedado bien con él, pero jamás podría haberle vuelto a mirar a la cara sin sentirse sucia y despreciable. Además, se fiaba de él, y, dado que su enfado había cedido bastante, optó por soltarle.

Lo primero que hizo él fue interesarse por las primas: era evidente que aún no confiaba en su antigua vecina, y era comprensible. Cuando comprobó que dormían apaciblemente, les dijo que lo mínimo que podían hacer por él, después del mal rato que le habían hecho pasar, es dejar que fuese al baño ( se estaba orinando ). Alicia le sugirió que aprovechase para darse una ducha, pues Laura y las otras dos, pese a lo mucho que se habían aplicado al limpiarle, no habían conseguido quitarle más que una fracción de la roña que llevaba encima ( se disculpó por ser tan sincera, pero él se hizo cargo ). Una cosa condujo a otra, y un buen rato después Arturo salía del cuarto de baño aseado, afeitado, con un buen corte de pelo ( se lo hizo Alicia ), la boca impecable ( siempre viene bien tener cepillos dentales sin estrenar ), y una improvisada, pero más que aceptable, manicura ( y pedicura ). Parecía otra persona ( su indigencia le había menoscabado un poco, estaba un tanto delgado, pero aún seguía relativamente fuerte... y deseable ).

Él le preguntó si no podría lavarle la ropa, pero Alicia se negó a que volviese a ponerse aquellos andrajos, y llamó a algunos de sus sumisos de más confianza, esperando que alguno de ellos no estuviese ocupado: Antonio, su jefe , se podía tomar el resto del día libre, así que fue él quien se acercó a comprar ropa para Arturo ( aquel curioso encargo le extrañó bastante, pero Alicia no quiso darle demasiadas explicaciones por teléfono ). Le llevaría su tiempo, de modo que aprovechó para preguntarle a Arturo qué le había ocurrido. Él necesitada desahogarse, así que no le importó hablarle de su vida...

Su hermana mediana, una tal Yolanda, se había quedado embarazada poco antes de cumplir los dieciséis, pero no de su novio, un chico que le sacaba tres años y que iba a su mismo colegio ( de hecho, eran compañeros ), si no de un desconocido que, tras atracarle y comprobar que no tenía dinero, le había violado ( al menos, eso fue lo que le dijo en su momento ). Aquello amenazó con arruinar su vida, pero José María, el novio, le prometió a Arturo que se casaría con ella no bien cumpliese los dieciocho ( en cualquier caso, le dijo con aflicción, ya tenían previsto hacerlo: lo único que lamentaba es que su hermana no pudiese llegar intacta a la noche de bodas, tal y como pretendía hacer él ).

Aquel tipo parecía de fiar, y tenía el futuro asegurado pese a lo joven que era ( sus padres eran ricos ), así que Arturo no tuvo inconveniente en que siguiese saliendo con Yolanda, que se empecinó en tener el hijo. José María tenía dos amigos, ambos de su edad, y éstos parecieron gustar a sus restantes hermanas, que cada vez les veían con más frecuencia. Federico estaba estudiando psiquiatría, y Ramón quería ser cirujano, a fin de trabajar en una clínica estética propiedad de su padre. Para cuando la menor, Rocío, cumplió los dieciocho, casándose con Ramón, la mayor, Paloma, se había casado ya con Federico ( Yolanda y Chema, claro, también se casaron ). Arturo, libre ya de sus responsabilidades para con sus hermanas, se permitió el lujo de salir más a menudo con una de sus amigas, Rosa... con la que terminó contrayendo matrimonio.

No les veía mucho, pues sus maridos eran muy absorbentes, pero parecían felices. Todas sin excepción pasaron por el quirófano ( querían estar radiantes para sus maridos ), y Ramón, que para entonces ya trabajaba en la clínica, decidió no cobrar a las mujeres de sus dos mejores amigos... y menos, siendo hermanas de la suya. A Arturo no le hizo ninguna gracia que sus hermanas se operasen tantas veces, y más sin la menor necesidad ( a su entender, las tres eran bastante agraciadas ), pero no le quedó más remedio que reconocer que habían quedado estupendas.

Once años atrás ( la menor sólo llevaba casada seis ), las tres se divorciaron, virtualmente a la vez: dado que se habían casado haciendo división de bienes, no habiendo dado palo al agua, se quedaron en la calle. Como no tenían donde ir, se presentaron en su casa. Parecían unas fulanas ( eso sí, seguían estando para comérseles ), y habían contraído un montón de vicios y manías que Arturo aborrecía, pero no se vio con ánimo de darles la espalda ( si se habían divorciado, le dijeron a su hermano, era porque ninguno de sus maridos dada la talla en la cama ).

Se hicieron muy amigas de Rosa, y pasaban en casa muchas horas las cuatro juntas. Siempre iban muy ligeras de ropa, cada vez más, y a Arturo a veces le daba la sensación de que estaban intentando seducirle... con el consentimiento, e incluso la ayuda, de su mujer. Salían las cuatro muy a menudo, y los vestidos que se ponían eran cada vez más provocativos. Ninguna había encontrado trabajo fijo, pero se sacaban un dinero haciendo de canguro ( si Arturo se hubiese molestado en echar unas cuentas, se habría dado cuenta de que le mentían ).

Rosa, que jamás había sido especialmente complaciente con él en lo que respecta al sexo, se fue haciendo paulatinamente más y más abierta, proponiéndole cosas que años atrás él mismo le había propuesto y de las que ella, entonces, no había querido ni hablar ( la única cosa a la que siguió negándose fue al sexo anal, argumentando que, con una polla tan enorme como la suya, le haría mucho daño ). El apartamento tenía cuatro habitaciones, habiendo para todos, pero le convencieron para convertir una de ellas en un gimnasio, de modo que Yolanda y Rocío decidieron compartir cuarto ( era el segundo más grande ).

La verdad es que se machacaban a fondo, y en más de una ocasión le convencieron para que hiciese ejercicio con ellas ( se ponía enfermo, pues les daba por quitarse ropa conforme iban sudando ). Sus hermanas al parecer ligaban mucho, aunque jamás se traían sus breves conquistas a casa, y no les daba el menor apuro hablar entre las tres de lo que habían hecho con ellos, compartiendo de paso impresiones con Rosa... estuviera o no él presente. Cuando no estaban demasiado seguras de ir bien conjuntadas a una cita ( cosa que ocurría con bastante frecuencia ), le pedían su opinión a los demás, incluyéndole, lo cual en más de una ocasión supuso el mostrarle la lencería que llevaban ( casi siempre extraordinariamente provocativa ).

Rosa pronto adquirió los vicios de sus hermanas, y un buen día se le metió en la cabeza que tenía muy poco pecho, diciéndole que envidiaba la delantera de sus cuñadas ( todas se habían puesto implantes, y bastante grandes ). Arturo se negó categóricamente a pagarle una operación de esa índole, y ella decidió hacerle la vida imposible hasta que cediese, negándose a mantener relaciones sexuales con él ( eso sí, de vez en cuando le daba un buen repaso, a modo de muestra de lo que se estaba perdiendo por obstinado: lamentó no haberse preguntado cómo había adquirido de pronto tanta experiencia ). Pero Arturo no sólo no cedió, si no que le advirtió que se estaba empezando a cansar de ella, asegurándole que lamentaría mucho tener que pedirle el divorcio.

Rosa se negaba a tener hijos, cosa que él jamás le había echado en cara pero que últimamente estaba molestándole cada vez más: aún le quería mucho, pero a veces, sobre todo después de una discusión, sopesaba la posibilidad de buscarse a otra mujer ( preferiblemente una que estuviese dispuesta a darle hijos, que no tuviera tantos vicios, que no fuese tan caprichosa - para entonces, casi la mitad de su sueldo, que por fortuna no era escaso, se lo gastaba en comprarle joyas y vestidos caros, entre otros regalos, a fin de quitarle de la cabeza, al menos durante unos días, la idea de operarse -, que no estuviera tan pendiente de su aspecto... y que le respetara un poco ).

Arturo jamás olvidaría su trigésimo tercer cumpleaños ( para entonces, ya hacía casi tres desde que sus hermanas se fueron a vivir con ellos ). Días antes, Rosa parecía por fin haber entrado en razón, jurándole que no volvería a darle la lata con lo del aumento de pechos y prometiéndole una fiesta de cumpleaños realmente especial. Cuando llegó del trabajo a casa ( era jueves, y pidió el viernes libre ), Rosa, que le abrió la puerta, le condujo al salón, cuyas luces, al igual que las del resto de la casa, estaban apagadas.

Cuando dio a la luz, no dio crédito a lo que estaba viendo: sus hermanas estaban desnudas, y se revolcaban en el suelo como cerdas, sobándose y lamiéndose. Se quedó helado, siendo incapaz de reaccionar, y eso le costó muy caro. Mientras intentaba asimilar lo que estaba viendo, alguien se le acercó por detrás y le pinchó en un brazo con una jeringa: se trataba de Ramón, y tras él estaban José María y Federico ( debían haberse escondido en alguno de los cuartos que había antes del salón, saliendo cuando su mujer dio la luz ). Mientras caía inconsciente no dejó de preguntarse qué significaba todo aquello.

El ruido de los latigazos le despertó, viéndose atado a su propia cama, y tuvo que ser testigo de cómo sus hermanas y su esposa eran flageladas, evidenciando gran placer, por los tres indeseables aquellos ( por la forma en la que reaccionó cuando despertó, a Laura le dio la impresión de que ya se había encontrado antes en una situación similar, y cuando Arturo llegó a aquella parte de la narración comprobó que no se había equivocado ).

Fornicaron un buen rato con las cuatro, que se prestaban con gusto a cualquier guarrada ( la cosa más repugnante que hicieron fue hurgarse unas a otras la boca con la escobilla del inodoro hasta provocarse el vómito, que echaron en una bandeja... de la que las cuatro bebieron, sonriendo como idiotas a esos tres indeseables que, como premio por ser tan obedientes, les dieron permiso para masturbarse mientras se tomaban la merienda ), y entonces José María, el que comenzó todo aquello, se puso a explicarle a Arturo cómo habían transformado a sus hermanas, y posteriormente a su mujer, en las repugnantes y sumisas zorras que ahora eran.

Yolanda estaba muy sensible a raíz de la muerte de sus padres, y José María aprovechó para liarse con ella ( la diferencia de edades, gracias a ser él repetidor, le dio una gran ventaja sobre su inocente compañera ). Al principio todo parecía ir bien, pero Chema no pensaba conformarse con besuqueos, magreos y demás bobadas, así que decidió chantajearle para acelerar las cosas. Cierto día, a lo largo del recreo, le dijo que no podían seguir así: o llegaban algo más lejos, o se iría con alguna otra que fuese más complaciente. Yolanda creyó que estaba bromeando, pero él se acercó a una de sus compañeras, delante suya, y le preguntó si quería ir al cine con él esa misma tarde. La muchacha, que estaba colada por él, aceptó. Al día siguiente, Chema le dijo a Yolanda que lamentaba haber perdido el tiempo con una cría como ella: Julia sí que estaba hecha una mujer, como dejó bien claro en el cine. Ella le preguntó, no sin recelo, qué habían hecho, y él le dijo que le había comido la polla, cosa que una mojigata inmadura como ella jamás haría.

Yolanda se resistía a creerle, y Chema le sugirió que se escondiese tras unos setos, llamando a Julia y preguntándole si le gustó el rico caramelo de fresa, relleno de crema, que le dio en el cine: ella se rió con coquetería, diciéndole que sí y besándole. Yolanda contuvo su llanto y se escabulló por la parte trasera del jardín, muy herida.

Chema dejó pasar unos días, y entonces le dijo a Yolanda que estaba dispuesto a darle una nueva oportunidad: Julia era una excelente mamadora, de eso no cabía duda, pero era demasiado presumida para su gusto, y estaba empezando a hartarse de costear sus caprichos ( era muy golosa, rozando casi la bulimia ). El único motivo por el que seguía con ella era lo bien que se le daba comer trancas: si accedía a hacerle una mamada, demostrándole que ni en eso le superaba, le mandaría a la mierda y volvería con ella.

Yolanda aceptó, y esa fue su perdición. Lo hicieron en casa de José María ( sus padres viajaban mucho, al menos por aquel entonces ), y él se aseguró de grabarlo todo ( ni que decir tiene, sin que su ingenua compañera se diese cuenta ). Cuando le mostró el vídeo ( en el que no se le podía identificar a él, pero sí a ella ), amenazándole con enseñárselo a todo el mundo, Yolanda cedió a todas sus demandas, dejándose hacer el amor por él... cosa que también grabó, de nuevo sin que ella se percatase. Para mortificarle aún más, al enseñarle el segundo vídeo le confesó que Julia jamás se la había mamado: a lo más que había llegado con ella era a compartir un caramelo ( en efecto, de fresa y relleno de crema ), por medio de tímidos besos.

Meses después, hacía de ella lo que le venía en gana, y lo peor de todo fue que Yolanda comenzó a encontrarle el gusto. Con su ayuda emputeció a Rocío, y entre los tres emputecieron a Paloma. Para entonces, Chema ya contaba con la ayuda de sus dos mejores amigos, que ya estaban en la universidad ( a diferencia de él, ellos siempre fueron muy buenos estudiantes ).

Jamás violaron a Yolanda: aprovechando otro de los viajes de sus padres, Chema organizó una fiesta en su casa a la que invitó a todos sus compañeros de clase ( pero no a sus compañeras, ni tampoco a un tipo que le caía muy mal, uno por el que su esclava favorita parecía sentir algo y al que se había visto obligado a atizar en más de una ocasión ).

Federico y Ramón también fueron, y entre todos hicieron lo que les vino en gana con tres atractivas y complacientes muchachas que pasabanporallí : como es de suponer, eran las hermanas de Arturo, pero nadie les reconoció porque llevaban máscaras. Aquella no sería la última vez que participaron en una orgía, aunque a partir de entonces se aseguraron de usar anticonceptivos.

Si se casaron con ellas fue para tenerles aún más controladas. Les usaron para pervertir a más mujeres, y desde el principio tenían previsto divorciarse de ellas pasado un tiempo, pues a todos les hacía ilusión formar una auténtica familia... cosa que con aquellas rameras, a las que habían esterilizado antes de que se casasen, ya no podrían.

Para ser precisos, a Yolanda no le esterilizaron. No les hizo falta, pues cogió una infección tras hacérselo con un sucio chucho callejero, por orden de sus amos, apenas un mes después de tener el hijo: se repuso de la misma, pero quedó estéril, y esos tres indeseables decidieron que Rocío y Paloma no podían ser menos, llevándoles a una clínica ilegal para dejarles a juego. En cuanto al hijo de Yolanda, supuestamente ahogado en la playa cuando se fue de luna de miel, en realidad lo habían vendido a una pareja de depravados que probablemente hubiesen abusado de él.

Chema le puso a Arturo vídeos en los que se veía a sus hermanas hacer todo tipo de aberraciones de índole sexual, a fin de demostrarle cuán bajo habían caído ( ¡ algunas con su propio hijo, su sobrino ! ), y también le deleitó con lo que desde hacía algún tiempo venía haciendo su esposa, a la que sus hermanas habían corrompido por orden suya: haciéndole aquello a su hermano, al que tanto le debían, le demostraban su absoluta sumisión.

Arturo quiso morirse cuando sus hermanas, por orden de sus amos, le empezaron a lamer todo el cuerpo, ensartándose por turnos con su miembro ( entretanto, Federico y Ramón le estaban haciendo a Rosa, que devoraba con ganas el rabo de Chema, una doble penetración anal, procurando que él no se perdiese detalle ). No quería empalmarse, pero le estimularon demasiado bien ( incluso le comieron el culo ), y terminó eyaculando dentro de Rocío, la pequeña.

Le hicieron el amor varias veces más, dejándole seco, y lo grabaron todo: si quería que aquello no saliese a la luz, más le valdría no intentar vengarse de ellos. Él les aseguró que les denunciaría, pero le dijeron que, de hacerlo, sus hermanas le acusarían de haber abusado de ellas tras morir sus padres ( y Arturo comprendió que lo harían ). Horas después de que todos se fuesen, Rosa, a la que habían dejado con un cinturón de castidad puesto ( tenía dos orificios por los que podía entrar una verga de calibre normal, como las de sus amos, pero no la de su marido, que era mucho mayor ), se hurgó ante él el coño y el culo, extrayendo el semen que Chema y los otros habían depositado en ella y restregándoselo por la cara, a fin de enojarle aún más. Entonces le desató, y pasó lo que tenía que pasar.

Arturo le dio una paliza brutal, a lo largo de la cual ella no dejaba de calentarle, diciéndole que era un cornudo fracasado y lindezas de ese estilo. También le violó, aunque por la boca, y le metió por el culo el mango de una escoba, clavándole por el coño el de una fregona. Pese al daño que le hizo, Rosa se corrió varias veces antes de desmayarse. Estaba fuera de sí, y razones no le faltaban, pero por suerte no pasó de allí, pues la policía ( que fue avisada por sus traicioneras hermanas, irrumpiendo en su casa sin necesidad siquiera de echar la puerta abajo ya que les dieron las llaves ), le detuvo ( a poco estuvieron de pegarle un tiro ). Apenas un mes después, ya divorciado ( Rosa pudo haberle mandado a la cárcel, pero en vez de eso prefirió desplumarle, retirando los cargos a cambio de una fuerte suma de dinero ), se había quedado sin piso y sin la mayor parte de sus ahorros, no quedándole más remedio que alquilarse un apartamento.

Pasaron tres años, y Arturo parecía haber rehecho su vida, decidiendo que ya era hora de hacer algo para vengarse de Chema y los demás ( e incluso de sus hermanas y de su ex mujer ). Contrató a un detective a fin de hallar trapos sucios con los que poder chantajearles: por desgracia, sus pesquisas no pasaron inadvertidas, y esos facinerosos decidieron volver a hundirle, pero ésta vez del todo.

Estaba finalizando un proyecto importantísimo que al cliente le corría mucha prisa, y por el momento todo iba sobre ruedas ( más aún, según sus cálculos lo tendría listo seis semanas antes de lo previsto, proeza que le iba a suponer una sustanciosa gratificación ).

Siempre fue muy previsor, por lo que, no contento con hacer copias de seguridad cada viernes, tenía una copia completa del proyecto en su ordenador portátil, y también en el de su casa. Pero todas esas medidas no le sirvieron de nada. Cierto día, mientras desayunaba en la cafetería que había cerca de su empresa, una linda joven comenzó a aporrear el portátil que llevaba: a juzgar por sus exabruptos, se le había vuelto a bloquear por culpa de un programa que no se dejaba desinstalar. Él se le acercó y le ofreció su ayuda, borrando la inoportuna aplicación ( en realidad no era tan difícil, es más, dudaba mucho que aquella fuera la causa del bloqueo ), y ella se lo agradeció mucho, confesándole que no tenía mucha idea de informática: lo único que era capaz de manejar con soltura era un procesador de textos... que era lo que estaba usando para hacer su trabajo de fin de curso. A decir verdad, quería instalarse una versión más actualizada, pero no llegaba a decidirse, pues la última vez que trasteó con el ordenador su hermano mayor necesitó toda una tarde para volvérselo a dejar a punto, y no quería molestarle de nuevo con algo así, pues estaba en época de exámenes.

Como era de esperar, Arturo se ofreció a ayudarle, pero tendría que ser más tarde, pues tenía que volver a la oficina. Quedaron tras el trabajo, y Amelia, que inicialmente iba a invitarle a su casa, le dijo que no podía ser, pues su hermano pequeño estaba ensayando con sus amigos ( habían formado un grupo musical ), y corrían riesgo de quedar sordos. Arturo le invitó a su casa, y terminaron en la cama. Le dejó baldado ( más tarde supo que le había drogado ).

Al día siguiente, ella ya no estaba: se había pasado la noche destruyendo el contenido de su portátil, borrando también todo lo que tenía en el ordenador de sobremesa. Los discos del proyecto, del que le había hablado mientras le instalaba el programa, también estaban destruidos, y le había cogido la llave de su despacho. Temiendo lo peor, salió disparado al trabajo. Cuando llegó, se confirmaron sus temores: Amelia también había saboteado el ordenador sobre el que trabajaba, dejando encima de su mesa un paquete a su nombre que contenía un vídeo y una nota en la que le recomendaba vérselo antes de acudir a la policía. En el reverso de la hoja venía un número de teléfono al que por el momento se abstuvo de llamar.

Como comprobó al poco en su casa ( pidió el día libre, y aquello le trajo a la memoria lo que le pasó la última vez que lo hizo ), la joven había grabado su encuentro, habiendo camuflado una cámara en la mochila con la que entró en su casa. Llamó al número, indignado, y se quedó de piedra cuando reconoció al tipo que lo había cogido: se trataba de Chema. Amelia, que era menor de edad ( aunque a Arturo le dijo que tenía diecinueve ), era una de sus más recientes adquisiciones, seducida y entregada a él por Rocío y Rosa. Si intentaba tomar alguna medida legal contra ellos, le denunciarían por corrupción de menores, y en cualquier caso la policía no estaría demasiado dispuesta a creerle, no tras lo de su mujer. Así fue cómo Arturo se quedó sin trabajo, y ya no volvió a levantar cabeza, pues su compañía, que perdió un montón de dinero, predispuso en su contra a las demás empresas del ramo. Podría haber intentado trabajar en alguna otra cosa, pero ya no tenía ánimos para volver a empezar.

Alicia se compadeció de él, y le prometió todo su apoyo. Con su ayuda, no sólo saldría de nuevo a flote, y con más fuerza que nunca, si no que además se vengaría de toda esa chusma. En ese momento llegó Antonio con la ropa, y tuvieron que dejar la conversación para más tarde ( la mayor parte le vino bien ). Cuando el jefe de Alicia se fue ( su ama insistió tanto en pagar la compra que él no tuvo más remedio que darle el recibo ), comenzaron a planificar sus próximos movimientos.

En primer lugar, Arturo no podía seguir viviendo en la calle, así que le compraría un piso, o como mínimo le pagaría la entrada de uno. El trabajo no sería problema: si Alicia le proporcionaba un ordenador y un buen acceso a internet, trabajaría desde su casa ( muchos programadores lo hacen ). Iba a enseñarle a domar a la gente, pues cuando llegara el momento esclavizarían a esos asquerosos ( y, sí, completamente en contra de su voluntad, pues gentuza como ellos no le merecían el menor respeto ), sin olvidarse de sus hermanas y de su ex mujer. Arturo quiso saber cómo podría pagarle todo aquello, y Alicia le dijo que se daría por bien pagada si le consideraba su amiga y mentora... y si era discreto, pues su marido, al que ella amaba como a nada en el mundo, aunque a simple vista no lo pareciera, jamás debía saber de la doble vida que llevaba.

Hasta que arreglasen lo del piso, le alquilarían uno, cosa que harían el lunes. Entretanto, le pagarían un hotel... aunque no esa noche, pues dormiría con ellas. Mientras preparaban la merienda, le pusieron algunas cintas más, y él cada vez estaba más excitado. Les habló de sus gustos y de sus fantasías, confesándoles que su exagerado miembro le había dado más de un quebradero de cabeza. Su mujer, sin ir más lejos, apenas era capaz de encajar las dos terceras partes de su longitud, y eso no era todo: ninguna de sus amantes se había dejado sodomizar por él.

Alicia le preguntó si le gustaría estrenarse en ese aspecto con ella, diciéndole a Laura que fuese a por todo lo necesario para preparar su culo. Ésta enseguida regresó con un montón de chismes, y ambas se desnudaron, poniéndose Alicia a cuatro patas sobre un sillón y sugiriéndole a Arturo que observase cómo su hija le trabajaba el ojal.

Laura lamió con ternura el ano de su madre, hurgándoselo con un dedo. Su madre esa misma mañana se había puesto una lavativa, por lo que no consideró pertinente hacerse otra, de modo que Laura empezó a ponerle gel, dilatando con maestría su orificio. De vez en cuando se lo hurgaba con un consolador, sucesivamente más grandes, y finalmente se puso un cinturón con pene, comenzando a penetrar a su madre. Para entonces, Arturo se había sacado la polla y se estaba masturbando: Laura le rogó que se esperase un poco, diciéndole a su madre que ahora le tocaba a ella.

Entre Alicia y Arturo se trabajaron el ano de Laura, a la que sí pusieron una lavativa. Mientras le hacía efecto, entre ambas le mamaron la polla, para que así les durase más ( llevaba mucho tiempo sin hacerse una mísera paja, no digamos ya joder, así que eyaculó un montón ). Un rato después, Laura evacuaba en una palangana, delante suya, y siguieron dilatando su ojal: cuando ambas estuvieron listas, se pusieron a gatas, dejándole vía libre.

Arturo penetró en primer lugar a Alicia, pero al poco Laura le dijo que ella también quería catar su fabulosa polla: él, no sin cierto recelo, se la clavó. Fue cambiando de pareja a placer, derramándose finalmente dentro de Alicia... cuyo ano, por supuesto, lamió Laura ( verles hacer aquello le excitó tanto que, apenas cinco minutos después, estaba de nuevo listo para lo que fuera ). De ahí pasaron al sexo vaginal, y, cuando Alicia se empaló con su falo, metiéndoselo hasta los huevos, Arturo no cabía en sí de contento: ¡ por fin había encontrado una hembra capaz de recibir su miembro ! La siguiente fue Laura. Aún no estaba lo suficientemente desarrollada para ser capaz de encajar por completo aquel rabo, pero poco le faltaba: empujando un poco, y mordiéndose los labios, se lo tragó entero...

  • Ese día, aprovechando que Laura no estaba, tenía previsto algo muy especial para ti - le dijo Óscar a su mujer, interrumpiendo la narración.

  • Lo sé, estuviste toda la tarde cocinando para mí, mis hermanas te vieron a través de las cámaras - le dijo ella.

  • En fin, al menos tú sí que te lo pasaste bien... - dijo Óscar.

  • No te olvides de mí ni de Arturo, papa - le recordó Laura.

  • ¿ Nos guardas rencor ? - le preguntó Alicia.

  • Claro que no, nena - le aseguró Óscar, sirviéndose otra porción de pizza ( para entonces, sólo él seguía comiendo, pues las demás estaban hartas, Ciríe incluida, y eso que ella había comido el triple que cualquiera de las humanas ) - Y, no, no tengo celos de él. De hecho, me ha caído muy bien.

  • ¿ Te gustaría conocerle ?

  • Desde luego, y desde ahora también cuenta con mi apoyo. De todos modos, hay algo que me tiene bastante inquieto...

  • ¿ El qué ?

  • ¿ Sabes a qué colegio fueron Yolanda y sus hermanas, tras la muerte de sus padres ?

  • No, jamás se lo pregunté a Arturo.

  • Y supongo que tampoco sabrás los apellidos de ese tal Chema...

  • Pues no. ¿ Por qué quieres saberlo ?

  • Cuando tenía quince años, llegó una chica nueva a nuestra clase. Se llamaba Yolanda, y estaba realmente maciza ( me hice un montón de pajas a su salud ). Me tenía tan obsesionado que creí haberme enamorado de ella, pero jamás intenté ligármele, pues le imaginaba más allá de mis posibilidades.

  • No me lo habías dicho - se sorprendió Alicia.

  • No lo creí pertinente. Además, no bien te conocí dejé de pensar en cualquier otra mujer que no fueras tú, y eso también iba por ella ( estaría buena, pero, comparada contigo, no valía una mierda ). Hubo días, Alicia, que me hacía cuatro y hasta cinco pajas... todas y cada una de ellas en tu honor.

  • Me halagas, esposo - le dijo Alicia, muy emocionada - En cuanto a esa chica...

  • Yolanda no permaneció más que un curso y medio con nosotros, pues se quedó embarazada y tuvo que irse - se le adelantó él, prosiguiendo con la explicación - Hay quien decía que el padre era uno de nuestros compañeros, concretamente un repetidor que me tenía una manía terrible y que me dio más de una paliza porque, según él, le estaba intentando quitar a su chica. A Yolanda nunca le oí hablar de sus padres, y era su hermano quien firmaba el resguardo de las notas, cosa que en su momento me escamó bastante: para colmo, tenía dos hermanas, y la menor se llamaba Rocío, de eso no me cabe duda. Incluso las edades coinciden...

  • Pero, entonces, ¡ bien podrían ser ellas ! - se sorprendió Juliana.

  • Cabe la posibilidad.

  • Sin embargo, no pareces nada convencido de que Chema sea Martínez - le dijo Ciríe.

  • No recuerdo el nombre de Martínez, pues en el colegio todos le conocían por su primer apellido, pero tengo la sensación de que era compuesto

  • dijo Óscar, haciendo memoria - Era de familia acomodada, eso sí lo recuerdo, pero aquello no se dejaba notar en su forma de vestir. Iba siempre desaseado, y su ropa estaba llena de jirones y quemaduras de cigarrillos. Casi siempre calzaba botas de militar, y le encantaban las chupas de cuero, que infestaba de remaches y pegatinas. Incluso llevaba pendientes en las orejas ( algo casi impensable, en aquella época ). Fumaba, a veces en clase ( aunque escondía el cigarro antes de que entrase el profesor ), y ocasionalmente proporcionaba costo a algunos de nuestros compañeros. De su peinado mejor no os hablo. Traía revistas pornográficas, que a mí nunca me dejaba ver. Era grosero, antipático, violento... en resumen, una basura humana. Le echaron del colegio antes incluso que a Yolanda.

  • Tal y como nos lo describes, difícilmente podría ser Chema

  • dijo Alicia - Arturo jamás habría dejado a su hermana intimar con alguien así.

  • Soy de la misma opinión, así que creo que podemos descartar que esa Yolanda sea la hermana de Arturo - coincidió Laura.

  • Hablando de Arturo, quizá debamos ponerle al corriente de lo que te ha pasado... - le dijo Alicia a Óscar.

  • Eso mismo he pensado yo. Es más, si a ambos os apetece montaremos un trío: sería una excelente manera de celebrar su ingreso en, mm... la movidadeluyrei .

  • Que sea mejor un cuarteto, pues yo también quiero participar - dijo Laura.

  • Y nosotras también - dijeron sus tías.

  • No te olvides de nosotras - dijo Ciríe en nombre tanto suyo como de sus hermanas y sobrinas.

  • Esperemos que el hombre no se nos espante al ver tanta hembra - bromeó Óscar - ¿ Qué hay de su venganza ?

  • Arturo ha estado haciendo unas averiguaciones ( esta vez se ha asegurado de contratar un detective realmente discreto, y no como el anterior ), y ya hemos empezado a esbozar un plan de acción. Esos tres cabrones, pese a lo que están haciendo con todas esas chicas ( si incluimos a las hermanas de Arturo y a Rosa, ya van diecisiete las mujeres a las que han corrompido ), parecen querer de veras a sus mujeres actuales, que lo ignoran todo ( por cierto, todos han tenido hijos ).

  • Con sus familias biológicas también se llevan muy bien - prosiguió Laura - Un día de éstos, les revelaremos a todos lo que esos bastardos hacen. Han destruido a un montón de familias para hacerse con nuevas zorras, cuyas vidas también han arruinado: justo es que ellos pierdan para siempre las suyas, y eso es lo que pasará cuando les desenmascaremos.

  • Pero eso será tan sólo el principio, pues, una vez sus familias les hayan dado la espalda, pasaremos a la segunda fase, esclavizándoles junto a sus cómplices, a las que les quitaremos la tontería a la fuerza - añadió Alicia.

  • Todo eso me parece muy bien, pero aún podríamos llegar más lejos - dijo Óscar - ¿ Y tuviesen que ser testigos de cómo emputecemos a algunos de sus seres queridos, haciéndoles alcanzar cotas de degradación jamás antes vistas ?

  • ¡ No seas bestia, sus familias no tienen culpa de nada ! - le regañó Alicia ( la idea de martirizar a un inocente para castigar a un maleante se le antojó repulsiva, cosa aplicable al resto de los presentes... Óscar incluido ).

  • En efecto, y es por ello que no les haremos nada, pero eso no tienen por qué saberlo Chema y los otros dos - le dijo él.

  • No entiendo - se quejó Esther.

Óscar manifestó sus alas lumínicas y generó la imagen de cierto político, emulando su voz por medio de su poder vibratorio y deleitándoles con un breve mitin lúdico pornográfico ( mientras las sermoneaba acerca de la moral se desnudó, masturbándose por delante y por detrás ).

  • Serán testigos de cómo todos los suyos son humillados al máximo, conscientes en todo momento de que ellos, y sólo ellos, son responsables de las perrerías que padecerán - comprendió Juliana, rascándose nuevamente los pechos - Sin embargo, todo será una ilusión, cosa que ellos jamás sabrán.

  • Eso es - le felicitó Óscar - cogiéndose una nueva porción de pizza.

  • La única pega es que no podremos simular que les obligamos a fornicar con ellos, tal y como Chema hizo con las hermanas de Arturo - comentó Alicia.

  • No estás tan segura - le dijo Ciríe - Somos metamórficos, no lo olvides. Dentro de unos días, conforme vayamos alcanzando la madurez, podremos asumir la forma de cualquiera sin el menor esfuerzo. Cuando las escenas precisen de contacto físico, nos haremos pasar alternativamente por todos sus familiares. Esos cerdos van a querer morirse.

  • Sé de unas cuantas que se merecen un castigo aún peor, pues sus crímenes, por mucho que cueste creerlo, empequeñecen a los de esos tres - dijo Juliana, pensativa - Me pregunto qué deberíamos hacer con mamá, Remedios, nuestras hermanas, nuestras hermanastras, sus simpatizantes... sin olvidarse de la tipa esa que borró nuestros recuerdos, participando en mi feminización.

  • Ten fe, daremos con un castigo a su medida - le aseguró Sarigza - De ser necesario, Afrodita nos inspirará...

  • Oye, papá, ¿ no te cansas de zampar ? - le preguntó Laura a su padre no bien éste volvió a servirse.

  • Ten en cuenta, hija, que ahora tengo que comer por siete...

  • Como sigas así, te vas a acabar todo - le dijo Alicia.

  • Quizá lo haga.

  • ¿ Dónde coño lo metes ?

  • Mm... no sé, imagino que en algún lugar de la panza - bromeó él, observando con preocupación cómo Juliana se restregaba los ojos. Cogió su vaso ( en el que aún había algo del refresco que se echó, concretamente uno de esos simulacros de limonada con gas ), y lloró en él, tendiéndoselo.

  • ¿ Y eso ? - se extrañó ella.

  • Te pican todos los lugares donde has recibido implantes, pues tu cuerpo los está rechazando, y el picor se irá incrementando hasta que se deshaga de ellos, cosa para la que no creo que falten muchas horas - le explicó él - Esto suprimirá tu picor.

  • Podrías haberme dado antes - se quejó ella, bebiéndose de un trago el contenido del vaso.

  • Perdona, no se me ocurrió - se disculpó él - De todos modos, tú ya sabías que mis lágrimas podían anular el picor, de así desearlo yo: ¿ por qué no me pediste un nuevo trago ?

  • Tampoco se me ocurrió, y además hasta hace un ratito no me ha empezado a molestar de veras - repuso ella - Joder, qué alivio, me he quedado nueva.

  • Oye, acabo de caer en la cuenta de que aún no nos habéis dicho por qué no queríais que os lamiésemos los oídos - dijo Esther.

  • La cera es amarga, incluso la nuestra, como también lo es no poder gozar - les dijo, con aire de misterio, Ciríe.

  • No es por ofender, pero te explicas peor que un libro cerrado - se quejó Laura.

  • Veréis, nuestro cerumen tiene la virtud de bloquear los orgasmos del que se lo trague - les explicó Hepente - Sólo aquel del que procede decide cuando puede correrse.

  • ¿ Acaso se quedan insensibles ? - les preguntó Alicia.

  • Qué va, su sensibilidad no se ve mermada en lo más mínimo, ni tampoco su libido - repuso Hedelia - Todo parece ir bien hasta el momento del orgasmo... que sólo llega con el permiso del que la secretó.

  • ¿ Durante cuánto tiempo ? - se interesó Esther.

  • En humanos, mil veinticuatro días como máximo, valor que en Óscar debe multiplicarse por treinta y dos ( asimismo, su cerumen es treinta y dos veces más poderoso que el nuestro ). El periodo de vinculación orgásmica es directamente proporcional a la cantidad ingerida, de modo que es preciso aportar una cantidad en verdad respetable para obtener el plazo máximo.

  • Uf, papá, recuérdame que nunca te chupe las orejas - le dijo Laura.

  • Tranquila, hija: a ti jamás te privaría de un solo orgasmo... a menos, claro, que quisieses jugar a quedarte con las ganas un ratito. Oh, y la vinculación orgásmica, que por cierto puede ser anulada a voluntad por aquel que la dio origen, también puede, previo consentimiento de éste, extenderse a terceros. ¿ Os sugiere eso algo ?

  • ¡ Ya lo creo que sí ! - exclamó Juliana, entusiasmada - ¡ Podrías atiborrar de cera a mamá y las demás, compartiendo con nosotros el control de sus orgasmos !

  • Eso es, cuñada - le felicitó Óscar, cogiéndose una nueva porción y decidiendo que aquella ya sería la última ( de todos modos, sólo quedaban dos más ) - Esas malnacidas han martirizado a un montón de gente poniéndoles cinturón de castidad, a fin de ser ellas quienes decidiesen cuándo y cómo podían correrse. Les mostraremos lo que se siente, multiplicándolo por mil... y con el agravante de que ellas, aun pudiéndose tocar, no lograrán nada sin nuestro permiso.

  • En realidad, si así lo deseamos no podrán correrse ni en sueños - dijo Sarigza.

  • ¿ La cera también inhibe las poluciones nocturnas ? - se sorprendió Esther.

  • Por supuesto - repuso Hedelia.

  • Uf, no veas lo que lo voy a disfrutar - dijo Juliana - Hubo meses en los que tan sólo me dejaron correrme cuatro veces, una por semana. Van a saber lo que es morirse de ganas...

Una vez Óscar dio por terminada la cena, volvieron a la habitación. Antes no habían apagado los magnetoscopios ( a fin de ahorrar cinta, así como para facilitar la supresión de escenas inútiles, Juliana había instalado sensores de presencia, de modo que ningún vídeo grababa nada si no había al menos una persona en la habitación de la que proviniese la señal que estaba recibiendo: por tanto, conforme abandonaron la alcoba, todas las grabaciones se interrumpieron, reanudándose no bien entraron ). Alicia quiso filmar en persona tan especial evento, y cogió la cámara del trípode, que era donde la habían dejado cuando volvieron del cuarto de baño de Laura. Él se tumbó en la cama, y dijo, dirigiéndose a las deluyrei que llevaba en su interior:

  • Podéis empezar, nenas.

  • Allá vamos, cielo - le dijo Sarigza.

  • Relájate - le sugirió Hepente - Será divertido.

  • ¿ Voy inflándome las tetas ? - les preguntó él - Os gestaré en ellas, pues, de hacer uso de mi coño primario, al salir rasgaríais el himen.

  • Eso mismo te íbamos a proponer - le dijo Hedelia - Venga, ponte unas tetas bien gordas, y no te olvides de manifestar en ellas una raja.

Óscar se hizo crecer dos pechos tan enormes que no tuvo más remedio que dejarles caer a ambos lados de su tronco ( de lo contrario, no vería nada de lo que ocurría en la habitación, al eclipsar por completo su visión ), dotándolos de coños, y dijo:

  • Listo, nenas.

  • Bien, pues allá vamos - dijo Sarigza.

  • Mm, parece que su cuerpo no está demasiado interesado en resucitarnos aquí - observó Hepente, poco después.

  • Cierto, está tirando de nuestras esencias hacia abajo - coincidió Hedelia - Sin embargo, no está intentando manifestar la vagina primaria. Es casi como si...

  • ¡ Los testículos ! - exclamó Hepente, atónita - ¡ Su cuerpo tiende a resucitarnos dentro de sus testículos !

  • ¿ Qué habéis dicho ? - se sorprendió Óscar.

  • Lo que oyes - dijo Sarigza, al detectar aquella tendencia por sus propios medios - Tu cuerpo nos está invitando a usar tus genitales como útero, prefiriéndolos a los que ahora hay en tus pechos... o al que en tu bajo vientre podría manifestarse. ¡ Por el sacrosanto y ardiente flujo vaginal de Afrodita, esto es inaudito !

  • ¿ Un embarazo testicular ? - rió Óscar - ¡ Esto es la monda ! ¿ Por dónde saldríais ?

  • Una de tres: o nos eyacularías fuera de ti, para lo cual tus bajos no tendrían más remedio que experimentar importantes alteraciones, o se te formarían en ellos rajas por las que salir... - enumeró Hepente.

  • ... o habría que hacer una cesárea - terminó por ella Hedelia.

  • ¿ Estáis seguras de que no os podéis desarrollar en sus pechos ? - se preocupó Alicia - No me gustaría que le reventaseis los huevos a mi marido. Os aseguro que les tengo un gran cariño.

  • Oh, si nos empeñásemos claro que podríamos renacer en ellos, pero su cuerpo insiste en que el lugar óptimo para renacer es ahí abajo - dijo Sarigza.

  • No sé, me da algo de cosa... ¿ estáis seguras de que no me dolerá ?

  • Nuestros partos son completamente indoloros por ambas partes, así lo dispuso nuestra amada señora - le explicó la sacerdotisa - Le parecía triste, de hecho intolerable, que el primer recuerdo que tenga un recién nacido del mundo terrenal esté empañado de dolor.

  • Pues cuando parí a Ciríe me dolió, aunque reconozco que no tanto como temí.

  • Para entonces aún no eras del todo un deluyrei - le recordó la aludida.

  • Está decidido, os podéis gestar en mis huevos - dijo Óscar, tras pensárselo un poco - A fin de cuentas, los huevos están precisamente para eso, ¿ no ?

  • Muy gracioso, papá - dijo Laura, a la que la idea, al igual que a las restantes humanas, no le terminaba de convencer.

Ya que no iba a hacer uso de ellos, Óscar desvaneció los pechos, mientras sus testículos empezaban a inflarse. Pronto los genitales de Óscar habían dejado de estar diferenciados, habiéndose convertido su escroto en una palpitante bolsa de más de dos metros de diámetro ( y de algo más de uno de altura, pues evidentemente estaba aplastada por su propio peso ). Su minga también había crecido, ensanchándose más que alargándose, de modo que su glande era ahora más grande que su propia cabeza. Ni que decir tiene, se vio obligado a separar las piernas más de ciento ochenta grados, o de lo contrario habrían quedado sepultadas bajo aquella mole.

  • ¿ Seguro que no te duele ? - se preocupó Juliana.

  • No, nena, ni siquiera un poco.

  • Óscar, ¿ podría pedirte un favor ? - le dijo Hepente, callada desde que comenzó el proceso, de lo que ya haría cerca de veinte minutos ( sus hermanas tampoco habían dicho nada, y tampoco sus hijas ).

  • Claro, cielo.

  • Verás, nuestro líquido amniótico está dotado de una gran magia...

  • Vamos, que se os ha olvidado hablarme de otro de nuestros poderes - le cortó él.

  • Qué va, la magia que en él hay no está dotada de ninguna estructura, al menos significativa, siendo energía sobrenatural virtualmente cruda... y bastante intensa. Pero yo, en calidad de hechicera, podría sacar un enorme partido de él.

  • ¿ Lo usarías para ejecutar hechizos ?

  • Eso es. En este mundo, hacer magia es realmente complicado, de modo que a menudo nos tenemos que apoyar en elementos físicos, preferentemente estando éstos cargados de energía sobrenatural... y nuestro líquido amniótico lo está.

  • Le dimos el nuestro, de cuando tuvimos a nuestras hijas ( está en algunos de los recipientes que rescatasteis de su laboratorio ), y ella también guardó el suyo, pero imagino que, tras tanto tiempo, su magia debe haberse extinguido - le explicó Sarigza.

  • Supongo que el mío será más poderoso que el vuestro.

  • Mucho más, y te puedo asegurar que no sólo diez veces. Y no olvides la gran cantidad que estás produciendo. Por otra parte, además de líquido amniótico será a la vez semen, y eso, sospecho, le conferirá aun más poder. Cabe la posibilidad, y que nuestras amadas matriarcas me perdonen si me equivoco, de que el tuyo esté tan saturado de energía que sólo el de Afrodita le supere.

  • Eso roza la blasfemia, hermana - le reprendió Sarigza, aunque sin enojarse.

  • Lo sé, pero, como hechicera que soy, no tengo más remedio que tener en cuenta esa posibilidad.

  • Si quieres los jugos liberados durante mi parto, los tendrás - le dijo Óscar.

  • Gracias, cariño. Te aseguro que los daré muy buen uso.

  • ¿ Cómo lo haremos ? - se interesó Ciríe.

  • De entrada, os autorizo a manipularlo como fluido. Así evitaremos derramarlo, desperdiciándolo.

  • Buena idea, pero, ¿ dónde lo pondremos ?

  • Abajo tenemos un par de camas de agua, y una de ellas está desinflada - dijo Juliana - podríamos llenarla con él.

  • Excelente idea - le felicitó Óscar - Pero, ¿ cabrá todo ?

  • No sabría decirte, pero el resto podríamos echarlo provisionalmente en la bañera de alguno de los cuartos de baño, hasta que encontremos recipientes más apropiados.

  • No hará falta, los recipientes los fabricaré yo misma - anunció Ciríe - Me haré con el cristal que haya en un contenedor para el reciclaje de vidrio, y con el vidrio haré botellas ( así fue cómo fabriqué los juguetes para las camareras ).

  • En ese caso, no merece la pena molestarse en traer la cama

  • dijo Esther - Eso sí, pondré el tapón en la bañera.

  • No te molestes - le dijo Alicia, tendiéndole la cámara a Juliana para que siguiera filmando a Óscar - Guiaré a Ciríe al contenedor más cercano: para cuando renazcan las demás, ya habrá botellas donde meterlo todo.

  • Dame la mano, nena - le dijo la deluyrei, manifestando sus alas teletransportadoras y haciéndose invisibles, tras lo que ambas se trasladaron a la calle, desde donde Alicia le fue guiando.

Quince minutos después, había un buen montón de recipientes de cristal al pie de la cama, con capacidades que iban desde los treinta litros hasta cinco, así como una voluminosa masa de cristal con la que hacer más de ser necesario.

  • ¡ He sentido una patada ! - exclamó Óscar, emocionado.

  • He sido yo - se disculpó una de las muchachas.

  • No pasa nada, no me dolió. ¿ Cómo va eso ?

  • Estamos casi a punto - le anunció Hedelia.

  • ¿ Cuánto os habéis desarrollado ?

  • Aparentaremos tener la misma edad que Ciríe.

  • ¡ No es justo, yo resucité antes ! - se quejó ella, aunque en broma.

  • Papá, al verte con ese pedazo de cojones acabo de caer en la cuenta de que a mí nadie me ha clavado un buen par de pelotas, ya sea en el coño o en el culo - le dijo Laura, melosa.

  • ¿ Quieres que remedie ese descuido ? - le preguntó Ciríe, restregándose contra ella.

  • Desde luego.

  • Esperad, que acabo de tener un antojo - les dijo Óscar.

  • ¿ De qué se trata ? - le preguntó Alicia.

  • Enseguida lo verás - le prometió él, haciendo un gesto a Ciríe, que se teletransportó a la cocina, regresando con un frasco de caramelo líquido y otro de nata en aerosol.

  • ¿ Para qué quieres eso ? - quiso saber Juliana.

  • Para endulzar los orificios de mi esposa.

  • Trae que me eche - le dijo Alicia a Ciríe, que le tendió los recipientes.

  • Antes de echarte, mastúrbate con ambos - le sugirió Óscar.

El frasco de nata era de sección circular, y la tapa más o menos redondeada, por lo que se prestaba perfectamente a ese tipo de juegos ( a Alicia al principio le molestó, pues estaba frío, pero aún así se lo clavó en ambos agujeros ). El de caramelo, no obstante, tenía sección ovalada, siendo de cuello fino y ensanchándose abruptamente hacia la mitad: pese a ello, también logró clavárselo, metiéndoselo por la base y asiéndolo del cuello. Una vez dilató sus orificios ( no le supuso gran esfuerzo, solía tenerlos siempre a punto ), se sirvió en ambos caramelo, y posteriormente la nata.

Óscar manifestó por enésima vez sus pechos, dotándolos de bocas, falos y zups. Alicia se sentó en ambos, con el sexo justo a la altura de la cara de su marido. Cada una de sus nalgas fue engullida por una de las bocas pectorales, que las mordisquearon con ternura, y las dos pollas se perdieron dentro de su ojal, junto a las lenguas y los zups.

  • Me vas a reventar... - gruñó ella, tan sólo levemente dolorida.

  • Sí, pero de placer - le dijo él, plantando la boca en su coño e insertando en éste la lengua.

  • ¡ Ah, dios, qué bien !

  • ¿ No hay nada para nosotras ? - se quejó Juliana, dejando la cámara en el trípode.

  • ¿ Te parece bien mi polla umbilical ? - le propuso Óscar, haciéndola salir.

  • Perfecto... - dijo ella, empalándose con ella ( lo hizo mirando hacia los pechos de Óscar: no pudo echar las piernas hacia atrás, pues sus testículos se lo impedían, pero logró acomodarse bastante bien ).

  • Pues yo me pido la tuya, guarra - le dijo Esther, acomodándose como pudo entre Alicia ( sin olvidarse de los pechos de Óscar ), y Juliana... con cuyo miembro se empaló.

  • Venga, Ciríe - le apremió Laura a la deluyrei, poniéndose a gatas - Esta vez, en vez de meterme la polla hasta los huevos, ¿ qué te parece si me metes los huevos hasta la polla ?

  • Eso haré - le dijo ella, encontrando muy gracioso aquel juego de palabras - Pero, antes, te los restregaré un poco contra la cara...

La deluyrei se puso de pie ante Laura y empezó a golpear su rostro con los genitales, cogiéndole ocasionalmente del pelo para simular que le forzaba a lamerlos. Entonces, le empujó la cabeza hacia abajo, pasando sobre ella. Mientras se dirigía al trasero de Laura, fue recorriendo con los testículos su cuello y su espalda.

  • Coño, déjate de juegos y clávamelos ya - le apremió Laura.

  • Antes, hermanita , ábrete bien esos agujeritos.

Laura se usó los dedos índice y corazón de cada mano para separarse los labios vaginales, mientras se abría el ojal con los meñiques y los anulares.

  • ¿ Te vale así ?

  • Sí, creo que sí.

  • Estás para que te hagan una foto, hija - le dijo Alicia, pendiente de la operación.

  • Para eso, y para que me metan el escroto - bromeó ella.

  • Marchando un huevo por el culo - le anunció Ciríe, que ya había reestructurado sus genitales a fin de facilitar la operación ( de momento seguía sobre Laura, sentada en su trasero, y mirando hacia sus pies, aunque sin ejercer apenas peso ).

  • ¿ El derecho, o el izquierdo ? - se interesó ella, encajándolo con gozo.

  • El derecho, pero te advierto que da igual, pues soy ambidiestra. Bien, aquí tienes el izquierdo...

  • Mm, qué rico - suspiró Laura al recibirlo en la vagina.

  • Aguántame un momento, que voy a inclinarme - le instruyó Ciríe, dejándose caer hacia delante con las manos extendidas, mientras ponía sus piernas sobre la espalda de Laura.

  • La postura no es especialmente cómoda, y menos para ti - objetó la humana.

  • No te preocupes por mí, y túmbate - le pidió ella.

Laura extendió las piernas, flexionando a la vez los brazos. Ciríe también lo hizo, por lo que pronto estaban las dos tumbadas boca abajo ( el tronco de Ciríe quedaba entre las piernas de Laura, y las piernas de la deluyrei seguían sobre la espalda de ésta ).

  • ¿ Cuando empiezas a hacerte vibrar los huevos ? - le preguntó Laura.

  • Espera, que aún no hemos terminado. Giremos las dos, para quedar mirando hacia arriba.

Así lo hicieron, y entonces Ciríe alzó un poco las piernas, de modo que servían de respaldo a Laura.

  • Anda que no hemos dado vueltas, pero la postura es bastante cómoda - dijo la humana - Al menos, para mí.

  • Tranquila, para mí también, no olvides que los deluyrei somos mucho más flexibles que cualquier humano... y por supuesto más fuertes - le dijo Ciríe.

  • ¿ Qué hacemos con esta cosita ? - le preguntó Laura, agarrándole el miembro.

  • ¿ Tú que me propones ?

  • Ordeñártela hasta que se te quede seca - le dio ella, comenzando a meneársela ( momento en el que la deluyrei comenzó a hacer vibrar sus genitales, para placer de la humana ).

  • Mm, qué rico...

  • Para tu información, tal y como estamos situadas podríamos jugar a una cosa muy, pero que muy especial - le anunció Ciríe.

  • ¿ Acaso esto no lo es ?

  • Claro que sí, pero aún puede mejorarse.

  • Difícil lo veo - dijo Laura - ¿ De qué se trata ?

  • ¿ Confías en mí ?

  • Por supuesto.

  • En ese caso, tesoro, déjalo todo en mis manos - le rogó ella, desplegando las alas de vuelo y sujetándole con fuerza, aunque sin hacerle daño, de los tobillos. Entonces, se repelió con suavidad del suelo, alzándose casi un metro sobre la cama ( a ella también le repelió del suelo ).

  • ¡ Estamos volando ! - se sorprendió Laura ( la postura no le era en absoluto incómoda, pues la mayor parte de su peso descansaba sobre las piernas de Ciríe, y sus piernas las sostenía ésta con las manos, a través de los tobillos: además, contaba con una magnífica asa , si bien algo resbaladiza, a la que aferrarse ).

  • ¡ Eh, eso tengo que probarlo yo también ! - exclamó Esther.

  • Todas lo probaréis - les prometió Óscar, sintiendo una repentina actividad en sus genitales que de momento no supo identificar.

  • ¡ Anda, un OVNO ! - exclamó Juliana, señalando a Laura y Ciríe.

  • ¿ OVNO ? - se extrañó Alicia.

- Objetovolante noorgasmado ... por ahora, claro - les explicó Juliana, entre risas.

  • ¿ Se puede saber qué estáis haciendo ? - les preguntó entonces Óscar a las seis deluyrei que estaba recreando en sus testículos.

  • Vaya pregunta más tonta - se quejó Sarigza - Nos estamos masturbando, por supuesto. Nosotras también tenemos derecho a divertirnos.

  • ¿ No podrías esperar a renacer ?

  • No - le dijo Hedelia - ¿ Acaso tú abandonarías una tienda en la que has comprado una mercancía de gran valor sin comprobar antes que todo está en orden ? Pues esto viene a ser lo mismo.

  • Hay que ver lo salidas que estáis, mira que pajearse antes de nacer... - dijo Esther.

  • Oye, que no somos las únicas: vosotros, los humanos, también lo hacéis - le aseguró Hepente.

  • ¡ Anda ya !

  • No bromeo, de hecho nunca nos hartamos de ver cómo lo hacen, es realmente enternecedor - le dijo la hechicera.

  • Vamos, que echáisunojo a todas las tías embarazadas con las que os cruzáis - rió Laura - Supongo que les diréis: disculpe, soy ginecóloga y algo me dice que necesita una breve inspección. No tema, me he lavado esta misma mañana los ojos, con lejía...

  • No nos es necesario, nos basta con hacerles parcialmente invisibles: recuerda lo que hice con tu madre antes - le explicó Ciríe, entre risas - Además, también podemos verlo con nuestros sentidos astrales.

  • Eso de que los hijos se pajeen estando en el vientre de sus madres me suena haberlo leído en algún sitio, pero nunca llegué a creérmelo del todo - comentó Óscar.

  • Pues puedes creértelo. Los niños de la mayor parte de las especies racionales nacen completamente libres de pecado: puros, inocentes... y con ganas de sexo. Lamentablemente, por lo común sus padres enseguida les pervierten, diciéndoles que tocarse es malo y ese tipo de sandeces. Lo peor de todo es que creen estarles haciendo un bien reprimiendo tan saludable y enriquecedor impulso.

  • Terrible error que yo no pienso cometer, hijas - les aseguró Óscar - Venga, nenas, a gozar todas dentro de los cojones de vuestro papá. Y no se os ocurra jugar tan sólo con vuestro coño, quiero que también os aseguréis de que el ojal os funciona como es debido.

  • ¿ Qué nos dices de la boca, papi ? - le preguntó una de las sobrinas de Ciríe ( en su idioma natal, claro ).

  • ¿ Qué os parece si metéis uno de los pies en la boca de vuestra mamá vaginal, mientras ella os folla la vuestra con uno de los suyos ?

  • ¡ Buena idea, papi ! - exclamaron las otras dos.

  • ¿ Qué han dicho ? - le preguntó Juliana.

  • Que les parece bien - tradujo Óscar - Y, ahora... todo el mundo a gozar.

Óscar, que no había sacado la lengua del sexo de Alicia ( había hablado por medio de su don vibratorio ), comenzó a saborearlo, haciendo lo propio con su ojal... mientras bombeaba, dentro de él, sus dos falos pectorales. Le resultó de lo más estimulante sentir cómo las paredes vaginales de su mujer cedían ante cada una de sus embestidas. Lamerle el ojal mientras se lo penetraba era también muy divertido, y de vez en cuando extraía los zups a fin de explorar con ellos el sexo de su esposa, que estaba enloqueciendo de gusto. Decidió ponerse bocas en las palmas de las manos, plantándolas en los pechos de Alicia y devorándoselos con ganas mientras los amasaba. ¡ Cómo le gustaba hacer gozar a su mujer !

  • Cabrón, me vas a matar... - gimió ella.

  • Sí, pero sólo un poco - se burló él.

El orgasmo de Alicia fue brutal ( y múltiple ), Óscar se aseguró de ello, y de algún modo, entre Ciríe y él, se las arreglaron para que todos, incluidos ellos, se corriesen a la vez ( las restantes deluyrei no quisieron ser menos ).

  • Creo que estoy rompiendo aguas - les sobresaltó Óscar ( para entonces, las humanas apenas se habían repuesto ), momento en el que de su hipertrofiado glande se escurrió un chorro de líquido ( parecía semen algo aguado ).

  • Pues a embotellar zumo de parto - dijo jovialmente Ciríe, dirigiendo el chorro, que enseguida se hizo más grande, al primero de los recipientes que había fabricado ( no sabían qué habían contenido antes las botellas, ni con qué porquerías habían entrado en contacto - no era cuestión de olfatearlas una a una, aunque en el contenedor, sin ir más lejos, olía a rata -, pero Ciríe hizo fluir el cristal de modo que toda impureza, o al menos las de índole orgánica, quedó atrapada en un pequeño bloque al que dio forma de lingote del que, naturalmente, se desharían ).

La primera en salir sería Sarigza, que asomó los dedos por el glande de Óscar.

  • Oh, qué gusto - suspiró él.

  • Todos los conductos se le deben haber rehecho, o de lo contrario eso no sería posible - dijo Juliana.

  • Exacto - dijo Hepente - Cuando el parto haya finalizado, todo volverá a su ser.

  • ¡ Espera, espera ! - le dijo Óscar a la clérigo, que ya había sacado una mano.

  • ¿ Te duele, papá ? - se alarmó Laura.

  • Todo lo contrario, me da gusto, y me preguntaba si no podría...

  • ¿ Quieres que me restriegue mientras salgo ? - se interesó Sarigza.

  • Si no es mucha molestia, sí - dijo Óscar.

  • ¡ Claro que no es molestia, tonto ! - le dijo ella, metiendo la mano y sacando la cabeza ( el glande de Óscar se dilató sin problemas ).

  • ¡ Uf, qué bien, cómo me aprieta ! - suspiró Óscar, agitando la mano para saludar a Sarigza, que le lanzó un beso. No pudo distinguirla muy bien, tanto por la posición como, sobre todo, porque estaba muy cubierta de esperma.

  • Hola, hermana - le saludó Ciríe, dándole un beso en la boca, que ella naturalmente aceptó.

  • Empieza a moverte, nena, que yo también quiero salir - le apremió Hedelia a Sarigza - Aquí dentro se está estupendamente, pero no veo la hora de reunirme con mi hermana... no sin antes dar placer a nuestro salvador.

  • ¿ Cómo es que tú también estás manchada de semen, Ciríe ? - se extrañó Óscar.

  • No tengo ni pizca de semen encima - le dijo ella, intrigada.

  • ¡ Coño, se me está nublando la vista ! - comprendió súbitamente él - ¿ Es eso malo ?

  • A veces nos pasa, durante el parto, pero no es frecuente - le dijo Hepente.

  • Oh, bueno, entonces da igual.

  • ¿ Comienzo a... parirme ? - le preguntó Sarigza, cada vez más difusa a sus ojos.

  • Sí, nena, menéate dentro de mi rabo.

  • ¿ Tal que así ? - le dijo sensualmente ella, empezando a meter y sacar la cabeza.

  • ¡ Oh, sí ! - gimió Óscar.

  • ¡ Esa es mi boca ! - se quejó Hedelia.

  • Perdona, en algún sitio me tendré que apoyar... - se disculpó Sarigza, sin dejar de moverse.

  • ¡ Cuidado, mamá, que me arrancas el cordón umbilical ! - le previno una de las muchachas.

  • Vaya, creo que esto va a ser más difícil de lo que pensaba

  • dijo la clérigo, poniendo los pies en otro punto al azar.

  • ¡ Ahí, déjalos ahí ! - exclamó Óscar - ¡ Apóyate en el forro de mis cojones para salir !

  • ¿ No te duele, aunque sea un poco ? - se interesó Sarigza, meneándose de nuevo.

  • ¡ Qué va, es delicioso ! Oh, nena, hazme el amor con todo tu cuerpo...

El parto duró siete minutos y medio, siendo Sarigza expulsada por Óscar cuando éste empezó a eyacular. Ella gritó, y Alicia pensó que las violentas contracciones de su marido le estaban haciendo daño, pero cuando Ciríe le ayudó a partir y a atar el cordón umbilical ( que se encogió y desapareció en un par de minutos ), Sarigza dijo, gratamente sorprendida:

  • Coño, qué gusto me ha dado.

  • Sí, ya lo he notado.

  • Me he corrido por toda mi piel, a la vez que Óscar. Ha sido realmente especial, y de lo más curioso.

  • Yo también me lo he pasado muy bien, cariño. Anda, quita de ahí, que he de dar a luz cinco veces más.

  • Gracias por todo, Óscar - le dijo ella, apoyándose contra su pecho.

  • No hay de qué - le aseguró él, sintiendo los labios de la sacerdotisa contra los suyos, aceptando de inmediato su beso.

  • Llegué a temer que no quisieras besarme - le dijo mimosa ella.

  • No veo ni torta ( ni siquiera a nivel astral ), y no capté tus intenciones, pues lo que están haciendo ahí abajo me ha distraído - se disculpó él.

  • ¡ He ganado ! - exclamó alegre Hepente - Yo soy la siguiente...

  • Ganado, ¿ qué ? - se interesó Juliana.

  • Para determinar quién debía salir antes, han jugado a pares o nones ( a fin de ocultarse mutuamente los dedos que habían elegido sacar, cerraron por unos instantes sus mentes a la telepatía ).

  • Hora de darme a luz - dijo Hepente, poniéndose en posición.

Tardó cerca de siete minutos, y cuando sacó la cabeza Ciríe le dio la bienvenida. Mientras agradecía a Óscar lo que había hecho por ellas por medio de un prolongado y ardiente beso, Hedelia comenzó a agitarse. Las muchachas también establecieron el turno para salir a suertes, repitiendo la operación no bien les tocaba salir. Ciríe se abrazaba feliz a sus hermanas y sobrinas ( feliz y lasciva, pues enseguida se estaban metiendo mano ), si bien no por ello desperdició una sola gota de líquido amniótico, con el que ya había llenado varias botellas.

  • Uf, estoy destrozado ( de cansancio, no os vayáis a asustar ), pero me lo he pasado estupendamente - dijo Óscar una vez aceptó el beso de la última de las tres muchachas, llevándose las manos a la entrepierna, de la que aún colgaba un bulto enorme - Espero que esto vuelva enseguida a su estado normal...

  • No creo que te lleve más de una hora - le tranquilizó Hedelia, añadiendo, mientras le acariciaba la frente - Noto que sigues con la mirada borrosa.

  • Y un sueño terrible, cariño. Sé que os gustaría jugar conmigo un rato, pero creo que no va a poder ser. Lo siento mucho.

  • Tranquilo, nos hacemos una idea, pero cuando descanses confío en que nos des un buen repaso a todas - le dijo Ciríe.

  • Claro, mi amor.

  • Oye, Óscar, ¿ te importaría que te extrajese también la placenta ? - le preguntó Hepente - De lo contrario, tu cuerpo la reabsorberá no bien retorne tu escroto a la normalidad, y la noté bastante cargada de magia también.

  • Que yo sepa, a las mujeres es preciso ayudarles a que la expulsen, pues dejarla dentro pondría en peligro su salud, si no su vida - dijo Óscar - Vamos, que de reabsorberla, ni hablar.

  • Los deluyrei no tenemos ese tipo de limitaciones.

  • Ya veo. En fin, si tanto la quieres sácamela, pero date prisa.

  • Allá voy - le dijo ella, metiendo los brazos dentro del miembro de Óscar hasta la altura del hombro y tanteando un poco, tras lo que comenzó a tirar con decisión.

  • Quizá sea mejor que te dejemos descansar - aventuró Alicia, una vez Hepente extrajo aquella enorme bolsa.

  • Sí, aunque, antes, quisiera hacer una cosa - dijo él, amodorrado, lo cual no le impidió hacerse crecer pechos... a cada uno de los cuales dotó de seis pezones.

  • ¡ Tienes varios pezones ! - se sorprendió Laura.

  • Pues sí, claro - repuso él - Seis hijas, seis pezones por pecho.

  • ¿ Cómo has sabido que nos ocurre eso ? - se extrañó Ciríe, cayendo en la cuenta de que no se lo había dicho.

  • Lo ignoro. Sí que es curioso, yo también estoy convencido de que no me lo dijiste. Intuición, quizá, aunque también puede que lo haya captado de vuestras mentes a nivel subconsciente.

  • ¿ De qué habláis ? - le preguntó Alicia.

  • Cuando los deluyrei tenemos un embarazo múltiple, pasamos a poder manifestar en cada pecho tantos pezones como hijos vayamos a tener ( es muy útil para amamantarles, y que haya dos por cada uno de ellos siempre viene bien ) - le explicó Hepente.

  • ¿ Por qué te los has puesto, papá ?

  • Me haría ilusión que bebieseis todas de mi leche, de hecho me siento impelido a ofrecerla. Ni siquiera me lo he planteado, lo he hecho. Me pregunto por qué.

  • Instinto maternal, Óscar ( bueno, en tu caso, paternal ) - le dijo Hepente, eligiendo uno de los pezones y empezando a beber.

  • Puede ser. Me hace sentir bien saber que os estoy alimentando.

  • ¿ Nosotras dos también podemos servirnos, Óscar ? - le preguntó Esther, adelantándose por muy poco margen a Juliana ( las demás ya estaban amamantándose ).

  • Barra libre, señoritas - logró decir él.

  • Te estás quedando frito - apreció Alicia, al ver la dificultad con la que hablaba.

  • Pues sí, pero no os privéis de mamar a placer.

Cinco minutos después, todas se dieron por satisfechas ( era increíble la cantidad de leche que le salía a Óscar, y sin apenas sorber ), y él, que de algún modo se mantuvo despierto, se hizo desaparecer los senos, se puso boca abajo, con la cabeza ladeada, y les dijo:

  • Ahora sí que no aguanto más. Hasta mañana, nenas, buenas noches a todas.

Se despidieron de él, aunque ya no les oyó, y no pudieron resistirse a la tentación de darle un beso en el escroto ( en esta ocasión, más afectuoso que libidinoso ), cuyas dimensiones comenzaban a ser casi humanas ( se había quedado despatarrado, siéndoles, por tanto, perfectamente accesible ).

Continuará...

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