El renacer de los deluyrei (05)

Óscar le explica a Alicia y a Laura, con ayuda de Ciríe, lo que les ha ocurrido. Entonces, ellas se sinceran completamente con él, cosa que tambien hacen el travestido y la mujer desfigurada que aparecieron en su sueño.

Para la completa comprensión de la presente entrega, es imprescindible leer las anteriores

Ciríe le sugirió a Óscar que por el momento no hiciese teletransportaciones a más de noventa kilómetros de distancia ( la cuarta parte del alcance máximo de su poder teletransportador ), y él siguió su consejo. Tras efectuar algunos saltos, ambos estaban ante la puerta de la finca, provisionalmente invisibles: no bien se perdió por una esquina el inoportuno todoterreno que en aquel momento pasaba, recuperaron la visibilidad ( a Óscar le molestaba un poco llevar sus alas teletransportadoras bajo la ropa, así que, como ya no las iba a utilizar, las desvaneció ). La puerta estaba abierta, por lo que se limitaron a empujarla, y Alicia, que estaba pendiente de su llegada, les abrió la del chalé. Se quedó bajo el umbral, mirándoles entre nerviosa y suspicaz ( esto último, claro, era principalmente a causa de Ciríe ).

  • Sí que os habéis dado prisa - les tanteó Alicia. Estaba insólitamente desarreglada, e incluso algo ojerosa.

  • Por nada nos habríamos perdido tu amable invitación - le dijo Óscar con sarcasmo.

  • ¿ Por qué no has metido el coche en la finca ?

  • No hemos venido en coche. ¿ Podemos pasar, o te vas a quedar en el umbral todo el día ?

  • Pasa, pasa. Y tú también, eh...

  • Me llamo Ciríe - le anunció ella, en un tono más bien seco, y estrechando con frialdad la mano que Alicia, tras pensárselo por unos instantes, le tendió.

En el salón les esperaba Laura, así como el travestí con que el que soñaron ( su condición sexual no se ponía de manifiesto, pues estaba vestido ). También estaba la mujer desfigurada, cuyo rostro les fue bastante difícil de distinguir a causa del denso velo con el que se la cubría ( de no contar con su penetrante visión deluyrei, les habría sido imposible ver nada a su través ). Todos estaban muy nerviosos, así que Ciríe decidió calmarles telepáticamente. Se sentaron en dos sofás libres ( en el amplio salón había asientos de sobra para los seis ), y Alicia les sirvió chocolate.

  • Qué curioso, hace años que no preparas chocolate - comentó finalmente él, a fin de romper el hielo. Tanto él como Ciríe rememoraron por unos instantes el sueño: no era una piscina, desde luego, y de momento no se habían bañado con él, pero allí estaba.

  • ¿ Quién es ella, papá ? - le preguntó Laura, señalando a Ciríe.

  • Es Ciríe, mi otra hija.

  • ¡ Ignoraba que tuvieses una hija por ahí ! - exclamó Alicia, asombrada - ¿ Quién es la madre ?

  • Yo mismo.

  • ¿ Qué tontería es esa ? - se molestó ella.

  • Hace tres días me ocurrió algo increíble, fabuloso. Os voy a poner una cinta en la que lo grabé.

Dicho esto, sacó la cinta de la bolsa de viaje, que dejó al pie del sofá, se levantó y la metió en el vídeo, poniendo el televisor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no la había rebobinado, descuido que se dispuso a remediar en aquel preciso instante. Mientras la cinta se rebobinaba, cogió uno de los mandos a distancia ( ninguno de ellos era el original, en casa todos preferían esos que se pueden programar a fin de usar varias cosas a la vez ), y se sentó.

  • ¿ Qué hay exactamente en esa cinta ? - quiso saber Laura.

  • Enseguida lo veréis - le dijo él, y justo en aquel momento la cinta quedó completamente rebobinada. Antes de darle al botón de reproducción, les recomendó que prestasen mucha atención.

Estaba a punto de hablar de Ciríe cuando Alicia paró el vídeo por medio de su propio mando a distancia ( se había apoderado del otro que solían tener en el salón ), y dijo, muy dolida del desprecio con el que Óscar se dirigió a ella y a Laura en la grabación:

  • No comprendo a dónde quieres llegar contando todo eso de nosotras.

  • La verdad es que podríamos haber prescindido de esa parte, pero quería que supieseis cómo me sentía cuando salí de la guarida de la bruja de tu madre - le explicó Óscar, poniendo de nuevo en marcha el vídeo - Lo verdaderamente interesante comienza ahora. Os vais a quedar a cuadros.

  • No tiene ninguna gracia - se quejó Alicia cuando su marido dio por terminado su breve discurso, colocando la cámara en la repisa y dirigiéndose a la cama donde supuestamente habría de morir a fin de resucitar a Ciríe.

  • Avanza rápido si quieres, que hasta dentro de un rato no comenzará a inflarse - le sugirió la deluyrei.

  • ¡ Esta payasada no conduce a ningún lado ! - insistió ella, irritada, bajando el sonido del televisor.

  • No seas obtusa y hazle caso - le ordenó Óscar.

  • Me niego a seguir con esta mamarrachada - les aseguró Alicia, y ahora sí que detuvo el vídeo.

  • ¿ Te he mentido alguna vez, mujer ? - le dijo con suma frialdad Óscar.

  • No, pero esto es absurdo - se quejó ella, descubriendo que le costaba mucho sostener su mirada.

  • A diferencia de ti, yo no soy un embustero - le recordó él.

  • Papá, tú mismo dices en la grabación que tras resucitar a Ciríe deberías haber muerto, y es evidente que no lo has hecho - argumentó Laura.

  • Algo no salió como era de esperar, y créeme, ambos nos alegramos mucho - le dijo Ciríe.

Óscar volvió a poner el vídeo, avanzando rápido de vez en cuando.

  • ¡ Para, para ! - exclamó al poco Alicia, alterada - ¡ Es verdad que te estás inflando !

  • Tiene razón - coincidió el travestí, siendo aquella la primera vez que habló.

Alicia subió otra vez el sonido del televisor y fue avanzando de vez en cuando, parando por unos segundos para poder apreciar el avance de la gestación. Todas se quedaron boquiabiertas cuando comenzó el parto.

  • ¿ Realmente esa eras tú ? - se extrañó Alicia, mirando temerosa a Ciríe.

  • Sí, aunque de entonces a ahora he tenido tiempo de crecer bastante.

  • ¡ Mueves el pelo ! - exclamó la mujer del velo.

En efecto: Ciríe, al poco de renacer, se hizo un moño sin necesidad de usar las manos, pues el largo pelo le molestaba ( se lo deshizo horas más tarde, antes de que Óscar despertase ). Cuando Óscar se vio la cinta, aquel detalle no le llamó especialmente la atención, pues ya sabía de aquella peculiaridad, como también sabía de los poderes curativos de la orina de los deluyrei, y de su capacidad para expandir la lengua... cosas de las que en breve serían testigos las cuatro humanas ( al travestí habían decidido considerarle en lo sucesivo como una mujer, pues percibieron que ella se veía como tal, y en cualquier caso era muy femenina ).

  • No tiene nada de especial - les dijo Ciríe, agitando y retorciendo el cabello, momento en el que sus anfitrionas asumieron por fin que todo aquello era cierto ( hasta aquel preciso instante, todas habían llegado a temer que el vídeo fuera otro montaje de Inmaculada, si bien no lograban imaginarse por qué Óscar habría accedido a colaborar con ella, mucho menos qué finalidad tenía ) - todos los deluyrei podemos hacerlo.

  • ¡ Y extiendes la lengua ! - exclamó Laura, pues precisamente en aquel momento Ciríe se había puesto a limpiar a Óscar, aún empapado, para lo cual alargó la lengua ( Óscar ya computaba en algunos aspectos como deluyrei, de modo que a Ciríe le fue imposible usar su poder de control de fluidos para asear todo aquello, y en cualquier caso vendría bien que bebiera algo, aunque fuera aquella insólita mezcla de sangre y líquido amniótico: de ese modo, le entrarían ganas de orinar antes ).

  • Sí, también podemos hacer eso - dijo la deluyrei, divertida, expandiendo varios palmos la lengua y meneándola con gracia.

  • ¿ Por qué se te mea encima ? - se extrañó el travestí, tras avanzar Óscar el vídeo otro poco.

  • Podemos conferir propiedades curativas a nuestra orina - les explicó él.

  • ¿ Por qué hablas en plural ? - le preguntó Alicia, descentrada.

  • Aún no lo habéis comprendido, ¿ verdad ? - les reprochó dulcemente Ciríe - Óscar se transformó en uno de los nuestros: ese es el maravilloso milagro del que hablé cuando me di cuenta de que sobreviviría. Ahora es el único macho deluyrei que existe.

  • ¿ Deluyrei ?

  • Así es como nos llamamos - le explicó ella.

  • Entonces, ¿ tú también puedes hacer eso con la lengua y el pelo, papá ? - le preguntó Laura.

  • Por el momento no sé mover el pelo, pero la lengua ya la manejo bastante bien - les dijo él, alargando más de un metro la lengua, con la que se cogió otra de las pastas que les habían servido.

  • ¡ Increíble ! - exclamó la mujer del velo.

  • Bah, no tiene nada de especial - le quitó importancia él, volviendo a replegar la lengua - Al menos, no de compararlo con muchos de nuestros restantes poderes.

  • ¿ Qué más cosas podéis hacer ? - se interesó Alicia.

  • Bastantes. El último don que he aprendido a usar, al menos hasta cierto punto, ha sido el de asumir otras apariencias.

  • ¡ No jorobes ! - saltó Laura - ¿ De verdad puedes metamorfosearte ?

  • Y tanto. Es más, ahora mismo lo estoy haciendo.

  • Pues yo no aprecio ninguna diferencia - observó el travestí.

  • Te aseguro que la hay - le dijo él, señalando al televisor y agregando - A poco que os fijéis, veréis que no sólo me estoy curando: también estoy asumiendo una apariencia más acorde con mi nueva naturaleza.

  • Es verdad, se te ve más alto y musculoso - reconoció la mujer del velo.

  • Pues eso no es nada: espera a ver cómo quedé al final...

La cura y transformación de Óscar fueron lentas, pero para algo existía el avance rápido, de modo que finalmente llegaron al punto en el que dejó de cambiar.

  • ¿ Ahora eres así ? - le preguntó Alicia, incrédula.

  • Eso es - le dijo él, desnudándose ante ellas, sin el menor pudor, y asumiendo su nuevo y mejorado aspecto.

  • ¡ Hostias, papá, estás buenísimo ! - exclamó Laura, sumamente excitada - ¡ Y qué cacho rabo tienes !

  • En realidad ahora lo tengo más bien pequeño - le dijo él, haciéndoles una breve demostración de lo que podía hacer con el miembro.

  • ¡ Qué gozada ! - se le escapó al travestí.

  • Tu voz ha cambiado mucho, Óscar, pero antes, cuando te llamé, me pareció la de siempre - cayó en la cuenta Alicia, deteniendo por fin el vídeo ( Ciríe estaba a punto de levantarse para apagar la luz, de modo que no se perdieron gran cosa ) - ¿ Estabas ya transformado ?

  • No aprendí a hacerlo hasta poco después, así que la simulé

  • le dijo él, con su antigua voz... y sin mover los labios.

  • ¡ Te has hecho ventrílocuo ! - exclamó ella.

  • Algo así - rió él, hablándoles de su poder vibratorio, del que les hizo unas cuantas demostraciones.

Además de imitar unas cuantas voces más, Óscar hizo vibrar algunos objetos, entre ellos la mesa donde habían servido el refrigerio, meneándola violentamente durante unos segundos aunque sin tirar nada al suelo.

  • Bien, creo que con eso ya os habéis hecho una idea - dijo entonces él.

  • ¿ Dónde te habías metido todos estos días ? - le preguntó Alicia.

  • He estado yendo de aquí para allá con Ciríe, aprendiendo a usar mis poderes. Antes, cuando me llamaste, estaba en Burgos, o al menos eso creo.

  • ¡ Imposible, habríais tardado mucho más en llegar !

  • Nos teletransportamos - le dijo él, desplegando las alas teletransportadoras, tras lo que les habló brevemente del poder en cuestión, efectuando algunas traslaciones para ellas ( Ciríe no pudo resistirse a la tentación de imitarle: era una excusa perfecta para empezar a desnudarse ella, aunque de momento sólo fuera de cintura para arriba, caldeando así un poco más el ambiente ).

Una vez dieron por finalizada la rápida demostración, y tras aclarar algunas de sus dudas con respecto a aquel poder, Laura le preguntó a su padre:

  • ¿ Podéis volar con ellas ?

  • No, no con éstas, pero podemos manifestar un par mucho mayor, y con ellas sí que podemos hacerlo - le dijo él, desplegando sus alas de vuelo y alzándose en el aire, haciendo algunas piruetas.

  • ¡ Qué bonitas son ! - exclamó, o más bien suspiró, la mujer del velo.

  • ¿ Cómo es que no las mueves ? - se extrañó el travestí.

  • Ya os lo explicaremos - le dijo Ciríe, elevándose también a fin de deleitar a las humanas con su vuelo ( para aquel entonces, o al menos a un profano se lo parecería, tan preciso como el de Óscar, así de rápido aprendía él ).

Estuvieron como un minuto revoloteando ( a lo largo del cual Ciríe se quitó la falda, comentando que le molestaba ), simulando perseguirse, y entonces se posaron, momento en el que Laura les preguntó:

  • ¿ Nos podríais dejar que os las tocásemos ?

  • Supongo que sí - dijo él, acercándose a donde estaban las humanas y poniéndose de espaldas a ellas.

  • Son preciosas - dijo Alicia al poco, tras examinárselas junto a las demás.

  • Y muy suaves... - observó Laura, pero entonces dio un grito, apartando bruscamente la mano.

  • ¿ Qué te ha pasado ? - se alarmó Alicia.

  • ¡ Me he cortado con el borde una de las más grandes ! - se quejó Laura, sujetándose temblorosa la mano derecha, por cuya palma, en efecto, sangraba.

  • Tranquila, detendré la hemorragia - le dijo Ciríe justo un instante antes de que la primera gota cayese al suelo.

  • ¡ Anda, ya no sangra ! - se sorprendió la joven - ¿ Cómo lo has hecho ?

  • Uno de nuestros poderes nos permite manipular a placer todo tipo de líquidos - le explicó ella: mientras, Óscar le orinó brevemente en la mano.

  • ¡ Escuece un poco, pero se me está cerrando ! - exclamó de inmediato la joven, asombrada.

  • Teniendo en cuenta su eficacia, no es de extrañar qué Ciríe te orinase tan a menudo encima - le dijo la mujer del velo a Óscar.

  • Sin mi orina también se habría restablecido, pues curamos a gran velocidad, pero le habría llevado más tiempo - le dijo Ciríe.

  • No me dijisteis que los bordes de nuestras alas pudieran cortar - les reprendió Óscar a las deluyrei, pasando la yema de los dedos, no sin cierta aprensión, por sus aristas ( él, claro, no se cortó ).

  • Si no te lo dijimos fue porque nos pareció obvio - se excusó Ciríe - Recuerda que somos muchísimo más resistentes que cualquier humano: nuestras alas, de no tenerlas relajadas ( y tú no las tenías ), son más cortantes que una cuchilla.

  • Pues para mí no tenía nada de evidente, nenas - se molestó él.

  • Para nosotras tampoco, papá, así que deja de hacer como si hubiese tenido que saber que me iba a cortar - se quejó Laura.

  • No estaba hablando con vosotras, hija, si no con Ciríe y las seis deluyrei que llevo en mi interior y que pronto resucitaré - les explicó él.

  • ¡ Anda ya ! - saltó la mujer del velo.

  • ¿ Para qué creéis que estaba en Burgos ? Precisamente era allí donde estaban presas sus almas, en uno de esos malditos monolitos.

  • ¡ Vas a reventar, Óscar ! - exclamó Alicia, preocupada.

  • Tranquila: por lo visto, ni siquiera me dolerá.

  • ¿ Por qué no les dejas a mis hermanas usar tu poder vibratorio ? - le sugirió Ciríe a Óscar - De ese modo, podrían comunicarse con las humanas, que no sólo con nosotros dos. Quizá eso tranquilice a nuestras anfitrionas.

  • ¡ Excelente idea ! Veamos qué tal usan ellas mi poder.

  • Probando, probando... - dijo de inmediato una hermosa voz de mujer ( era idéntica a la que solía tener Hedelia, cuando vivía ).

  • En un gusto poder hacerse oír después de estar tanto tiempo en silencio - dijo otra voz ( ésta era la de Sarigza ).

  • De todos modos, por ahora no tenemos mucho de lo que hablar con las humanas: ya habrá tiempo para irnos conociendo cuando renazcamos - dijo una tercera voz, tan linda como las otras ( era un calco de la voz que tenía Hepente en vida ).

  • Menudo lío debéis tener ahídentro

  • se sorprendió Alicia.

  • Bah, nos aclaramos perfectamente - le quitó importancia Hedelia.

  • Creo que ya va siendo hora de que nos expliquéis algunas cosas - les anunció a las humanas Óscar mientras se repantingaba en su sofá, no sin antes quitarse las alas, cosa que Ciríe ya había hecho ( las cuatro, y eso también iba por su hija, se le estaban comiendo con la mirada, y el hecho de saberse tan sumamente deseado por todas ellas le agradaba mucho ). Entonces, señaló casualmente a las dos desconocidas y dijo - Para empezar, ¿ quiénes son ellas ?

  • No me vengas con patrañas, sin duda debes saberlo - se quejó Alicia.

  • Lo que sé, lo sé a través de un sueño premonitorio que esta noche compartí con Ciríe - le explicó Óscar ( estuvo muy tentado de decirle que los deluyrei comparten algunas de sus vivencias oníricas con aquellos a los que aman, sobre todo de dormir junto a ellos, pero prefirió dejarlo pasar por el momento ). Acto seguido, y con la ayuda de Ciríe, lo narró.

  • ¿ Y bien ? - les animó Ciríe, presionando suavemente sobre sus mentes - ¿ Hasta qué punto hemos acertado ?

  • Somos sus hermanas - repuso la mujer del velo, levantándoselo con pulso tembloroso y exponiendo ante ellos una cara terriblemente desfigurada, la misma con la que soñaron.

  • Que yo sepa, Alicia sólo tiene cuatro hermanas, que ya está bien ( por no hablar de sus seis hermanastras ), y vosotras no sois ninguna de ellas - dijo Óscar, añadiendo en tono burlón - a menos, claro, que os hayáis caracterizado sorprendentemente bien, haciendo también algo para camuflar la voz.

  • Antes de que la malnacida de Inmaculada me obligase a hacerme pasar por una mujer, se me conocía como Julián - le dijo el travestido.

  • ¡ Pero él murió, me lo dijo Luis ! - se sorprendió Óscar ( su telepatía le había permitido captar bastantes cosas de las humanas, a él y a las demás deluyrei, pero aquello les cogió a todos por sorpresa ).

  • Y Esther también, o eso le hicieron creer a todo el mundo esas dos bastardas - le dijo Alicia.

  • ¿ De quiénes habláis ? - se extrañó Ciríe.

  • ¡ De mi madre y de Bernardo, o más bien dicho Remedios ! - exclamó Esther, que no era si no la mujer del velo.

  • ¿ Remedios ? - repitió confuso Óscar, intercambiando una rápida mirada con Ciríe ( se les había pasado por alto contarles que en el sueño Bernardo se les había aparecido como una mujer, pero todo parecía indicar que hasta en eso habían acertado ).

Se imponía una larga explicación, y la tendrían. Inmaculada se casó muy joven con Luis, al poco de cumplir los dieciocho ( para entonces él ya tenía cincuenta y cuatro, pero aparentaba cuarenta ). Tuvo siete hijos con él, todos muy de seguido, contándose entre ellos tan sólo un varón, Julián, el segundo más joven ( de la mayor, Raquel, a Alicia, que era la menor, apenas había siete años, de modo que no perdieron el tiempo ). Luis realmente quería a Inmaculada, pero ésta era un tanto remilgada, y él, que además de sentirse pese a su edad como un chaval estaba especialmente salido, terminó recurriendo a prostitutas con las que apaciguar su, en apariencia, inagotable libido.

Lo que no podía imaginar es que su esposa en el fondo era una zorra de cuidado, yéndole la marcha aunque siendo incapaz de reconocerlo. Quizá fue por aquella falta de sinceridad que terminaron distanciándose, y, diez años después, a Inmaculada le salió un amante... que le dio todo lo que su marido, de haberse abierto completamente a él, le habría dado. Pronto empezó a cambiar su personalidad, y terminó odiando a Luis por buscarse a otras con las que gozar, culpándole exclusivamente a él de lo sucedido. Bernardo, siempre tan comprensivo y colaboradorél , le ayudó a poner a todos sus hijos en contra de Luis. Por tanto, catorce años después de casarse se separaron ( se divorciarían como una década más tarde, al poco de haberse vuelto a instituir el divorcio en España, aunque para entonces ya hacía tiempo que Alicia y Óscar estaban casados ). Fue Inmaculada quien se quedó con la custodia de sus hijos... que ya habían empezado a introducir, con la ayuda de su pernicioso amante ( y, por supuesto, de sus maleadas hijas ), en el tenebroso mundo del sadomasoquismo y de la dominación.

Tuvieron un buen lugar donde hacerlo, pues, antes de la separación, Luis e Inmaculada vivían en una enorme y lujosa mansión, ni que decir tiene propiedad de él ( la dote de Inmaculada era poco menos que nula, y naturalmente ignoraba qué era trabajar, de hecho ni siquiera llegó a hacer jamás tareas domésticas gracias a las criadas que su marido le contrataba - que ella, pasado un tiempo, sustituyó por criados - ), pese a lo cual fue él quien se marchó de allí... lo que le supuso perderla cuando se divorciaron por fin ( el hecho de que el juez que dictó sentencia estuviera bajo el yugo de Bernardo también ayudó lo suyo ).

Por supuesto, no bien tuvieron vía libre, Bernardo y sus hijas se mudaron junto a Inmaculada ( no es que no tuvieran donde vivir, de hecho residían en otra imponente casona, pero la propiedad de Luis era aún mejor ), y pronto habilitaron el lugar, por supuesto sin que él se enterase, para mantener cautivos a sus cada vez más numerosos esclavos. Si Luis se hubiese enterado de todo aquello, sin duda habría hecho algo para recuperar la propiedad, pero se cuidaron mucho de ocultarle las obras que en ella hicieron.

Los aberrantes principios que tanto Bernardo como Inmaculada les inculcaron sus hijas podían resumirse en lo siguiente: las mujeres tenían que mandar, y los hombres debían someterse a ellas, viviendo tan sólo para complacerles y sufrir a sus manos. Julián recibiría un trato especial , al ser hijo de Inmaculada, ofreciéndosele la oportunidad de vivir con ciertas comodidades... siempre que aceptase morir como hombre, resurgiendo como mujer ( no le dejarían de humillar, claro, castigos físicos incluidos, pues afeminarse no le redimía por completo del gravísimopecado de haber venido al mundo como macho, pero lo harían significativamente menos que antes ). Así fue como nació Juliana.

Todas las hijas le cogieron el gusto a eso de jugar con los hombres ( incluso Juliana, y eso que a ella no se le dejaba practicar aquel sanodeporte tanto como a las otras ), y las barbaridades que incitadas por su madre y su padrastro hacían cada vez eran peores. Sin embargo, no todas se pervirtieron irremisiblemente: Esther, la quinta en nacer, tenía trece años y pico para cuando supo que había llegado al límite, negándose a maltratar a más gente.

Sus padres no podían tolerar que una mujer se pusiera de parte los hombres: como castigo por tan terrible traición al género supremo , le rebajaron al nivel de ellos, tratándole como a uno más. Semanas después Esther, en medio de un duro castigo ( tanto a Juliana como a ella les tenían de criadas, y aquel día se le quemó la comida ), le sugirió a Inmaculada que azotase en su lugar a Bernardo, pues él sí que era un hombre, y a un hombre, según ellos mismos decían, había que hacerles sufrir. Su odiosa madre, muy molesta, reunió a toda la familia, revelándoles por fin el sorprendente secreto de Bernardo ( a decir verdad, tenían previsto hacerlo tarde o temprano ).

Su padrastro en realidad era una sádica mujer, llamada Remedios, que se casó con un importante narcotraficante. Al principio simuló quererle, y tuvo un promedio de una hija por año ( siguió un tratamiento, inventado y suministrado por una amiga, que disminuía casi a cero las probabilidades de tener varones ). Cierto día, varios meses después de haber alumbrado por sexta y última vez, le drogó a lo largo de una cena romántica que ella misma preparó. Cuando despertó, atado y amordazado, le reveló que ninguna de las niñas era de él, pues se había tirado a sus seis subalternos más relevantes, quedando en estado de cada uno de ellos: no conforme con eso, le había esterilizado sin que él se enterase, y de forma irreversible, por medio de un preparado que también le facilitó aquella amiga ( estuvo semanas echándoselo a escondidas en el desayuno ).

Fue entonces cuando procedió a esclavizarle, por supuesto en contra de su consentimiento ( lo primero que hizo fue obligarle a probar su propia mercancía, volviéndole drogodependiente ). Tenían la misma altura y complexión, e incluso se parecían levemente, de modo que no le fue demasiado difícil hacerse pasar por él ( era toda una maestra del disfraz, y los ayudantes de Bernardo, que por descontado asesinó cuando dejaron de serle útiles, le fueron de gran ayuda ), despojándole así tanto de sus bienes como de su identidad, sin olvidarse de su lucrativo negocio ( durante los seis primeros años le estudió muy a fondo: debido a su profesión , no se relacionaba con demasiada gente, cualidad que naturalmente ella se aseguró de potenciar aún más, y aquello facilitó bastante su suplantación ).

Dado que no era sencillo hacerse pasar por dos personas a la vez, decidió simular que dejaba a Bernardo, que supuestamente se quedó a cargo de sus hijas: a partir de entonces, ya no tendría que preocuparse de aparecer ante nadie como Remedios, asumiendo definitivamente la identidad de su marido... al que estuvo martirizando durante muchos años, con la ayuda de su misteriosa amiga y de sus hijas ( cuando la menor de todas cumplió los catorce años, decidieron celebrarlo asesinando entre todas a Bernardo, que para aquel entonces ya era una piltrafa humana ).

Tras aquella asombrosa revelación, el cruel castigo prosiguió en presencia de todos, y Juliana no tuvo más remedio que interceder por su hermana, confesando el motivo por el que la comida se había quemado: Esther, les dijo, tuvo que cubrirle las espaldas mientras intentaba llamar por teléfono a Luis para ponerle al corriente de todas aquellas atrocidades ( entre las cuales figuraba, naturalmente, su forzada feminización, sin olvidar lo que se estaba haciendo en la casa, obras incluidas ). Inmaculada, que en realidad ya sabía de aquello ( nunca se le escapaba nada, ni a ella ni a Remedios, parecían poder leerles la mente ), les mostró a las demás lo que había que hacer con los que se oponían al reinado del feminismo ( así era como a veces ellas llamaban a su demente forma de ver las cosas ), castrando en persona a Julián y mutilando a su hermana, a la cual no sólo desfiguró, si no que también insensibilizó parcialmente, cauterizándole para ello el clítoris.

Una ver perpetró aquella barbaridad, decidieron simular la muerte de ambos. Remedios no tuvo más que hacerse con tres cadáveres y ponerlos en un coche, tras lo que lo accidentó de modo que se incendiase, carbonizándose junto a sus pasajeros : la autopsia, de haberse hecho como es debido, habría revelado que ni Julián ni Esther iban en el vehículo ( el que iba al volante, por supuesto, tampoco era uno de los escasos amigos de ellas ), pero el que se encargó de llevarla a cabo no tuvo más remedio que mentir, o de lo contrario se habría buscado problemas ( más le habría valido delatarles cuando aún estuvo a tiempo, pues enseguida se le quitaron de en medio a fin de que no quedasen cabos sueltos. No fue la primera vez que silenciaban a alguien, y tampoco sería la última ).

No mucho después, Luis tuvo aquella fuerte discusión con Inmaculada en la que le amenazó con dejar a sus hijas sin un céntimo. Ahora bien, a su ex mujer no había quien le parase cuando se le metía una idea en la cabeza, y seleccionó a Alicia, por ser la única soltera, para que simulase haber repudiado de ella, independizándose ( las demás ya se habían casado, por supuesto esclavizando a sus maridos, que pronto fueron castrados, y también a sus hijos varones... educando en el mismo maligno credo a sus hijas, que también les hacían mil y una perrerías: en cuanto a Esther, ya no contaba ). A fin de mantener la farsa, nada mejor que casarse, a ser posible con un tipo que a Luis pudiera caerle bien: de ese modo, éste probablemente no llegase a cumplir con su amenaza, saliéndose su madre con la suya.

Tanto Inmaculada como Remedios sabían que Alicia tenía en gran estima a Esther y a Juliana ( según decían, era tan pusilánime como ellas ), así que les usaron como incentivo: si se comprometía a cumplir aquella sencilla tarea, le dejarían que se les llevase con ella, aunque su marido, que ellas elegirían en persona, jamás tendría que saber de su existencia ( si alguien lograba averiguar quiénes eran, especialmente él, las tres lo pagarían muy caro ).

Alicia odiaba todo aquello: es cierto que había terminado encontrando el gusto a eso de someter a los machos, e incluso disfrutaba maltratándoles un poco, pero, a diferencia de las demás, se veía incapaz de torturar al que no le complacía ( menos aún a los que sí lo hacían ), no digamos ya mutilarles... o, en caso extremo, como habían hecho las otras, matarles ( habían construido una cripta donde arrojaban los cuerpos, debajo de uno de los jardines ). No, a ella le bastaba con volverles locos de deseo, induciéndoles a humillarse ante ella para obtener el privilegio de poder disfrutar de sus encantos.

De entrada, encontraba especialmente de su agrado tornarles bisexuales ( ella también lo era ), para lo cual les perforaba el trasero con robustos consoladores, pero siempre procurando lubricarles, pues sólo les hacía daño cuando estaba especialmente deprimida, o cuando habían sido excesivamente rebeldes ( una vez le cogían el gusto a ser sodomizados, ya no solían hacer demasiados ascos a las trancas de verdad ).

También solía esposarles y atarles, para a continuación arañarles, morderles y azotarles ( aunque sin propasarse con ellos ), y a menudo les cabalgaba hasta dejarles exhaustos ( en los dos sentidos de la expresión, pues a veces, no muchas, les usaba como caballos ). También les usaba de letrina, y otra de las cosas que le gustaba mucho era hacer que le lamiesen todo el cuerpo ( Óscar comprendió dónde encajaba la miel en su sueño, pues aquella era una de las sustancias que se echaba encima a fin de que le limpiasen ), e incluso hubo uno al que le obligó a practicar la zoofilia con diversos animales ( a veces grababa sus sesiones, con cámaras que cogía prestadas a cualquiera de sus madres ).

Sin embargo, a menudo procuraba no hacerles nada que ella no supiese ( o como mínimo intuyese ), que les gustaba: en los pocos casos que no era así, solía asegurarse de que al menos gozaran con ello, y casi siempre lo conseguía. Así pues, Ciríe enseguida se descubrió simpatizando con Alicia: aquello, si bien se le antojó un tanto excesivo, estaba dentro de lo permisible ( sobre todo, habiendo sido inducida a hacerlo ), no pudiéndose comparar, ni remotamente, con lo que hacían, y para colmo por su propio motivo, las demás.

Teniendo en cuenta lo anterior, no es de extrañar que Alicia aceptase la propuesta de su madre: no sólo podría escapar por fin de aquel nido de depravadas, si no también salvar a sus hermanas de las constantes humillaciones a las que se veían sometidas desde algunos meses antes de que murieran en aquel accidente ( además, algo le decía que, de negarse, acabaría como ellas ). Engañar a un tipo que de momento ni siquiera conocía durante tantos años como fuera menester le pareció un precio completamente irrisorio a pagar.

Para su disgusto, Inmaculada le puso una última condición: si quería liberar a sus hermanas, les debería torturar durante muchas horas, de manera exhaustiva y meticulosa - ella estaría presente, y también Remedios -, disfrutando intensamente con ello ( a tal fin, le entregarían un potente afrodisiaco, que ella debería ingerir por su propio motivo ). Para empeorar las cosas, sus hermanas no sabrían nada del trato, creyendo que les martirizaba por puro placer.

Jamás antes se había excedido tanto con nadie, y menos sin su consentimiento. Esther y Juliana, por aquel entonces, eran las únicas personas a las que quería ( aparte de su padre, al que las tres añoraban en secreto ), de modo que llegar a tales extremos con ellas fue como vivir una pesadilla. Y gozar torturándoles, como finalmente ocurrió, le hizo sentirse absolutamente despreciable ( el bebedizo que tomó resultó ser tan efectivo que no pudo dejar de masturbarse - ya fuera manualmente o con juguetes que Inmaculada, previsora, dejó a su alcance -, mientras les hacía todo tipo de perrerías, momentáneamente insensible a sus desgarradoras súplicas ). Una vez su madre se dio por satisfecha, le reveló que todo había sido grabado, a modo de salvaguarda. Si algún día se iban de la lengua, aquella grabación iría a parar a manos de Luis, idea que le horrorizó a más no poder.

Algunos siervos desataron a las martirizadas mujeres y atendieron con diligencia sus heridas más severas ( los pechos de Juliana, completamente intactos por orden de Inmaculada, contrastaban fuertemente con el resto de sus maltrechos cuerpos: habría sido una pena arruinar el magnífico trabajo que había hecho en ellos el cirujano plástico que le había operado tres meses atrás, poniéndole los implantes de silicona ). Entonces, les pusieron en posición fetal y les volvieron a inmovilizar, haciendo de sus cuerpos dos fardos ( las cadenas con las que rodearon sus maltrechas personas fueron afianzadas con trece candados, y no se podrían quitar hasta que se abriesen todos ). Tras esto, y ante la incrédula mirada de Alicia, les metieron en sendas maletas, lo que le hizo llegar a temer seriamente por sus vidas. Cada una de ellas se cerraba con dos llaves distintas, lo cual ya sumaban treinta: para consternación de Alicia, Inmaculada se las tendió a un enorme y desaseado tipo que se presentó ante ellas.

Aquel era uno de los cinco mozos que llevarían a cabo la mudanza, le explicó Remedios, y, aunque ya se les había pagado, estaban autorizados a exigirle una propina por cada una de las llaves. El afrodisiaco aún seguía haciendo de las suyas, pero aun así Alicia se estremeció, henchida de repugnancia, cuando notó sobre sí la libidinosa mirada de aquel desecho humano: era evidente que la propina que habría de darles era de índole sexual.

Mientras los cinco tipos, a cual más impresentable, cargaban la mayor parte de los muebles de su enorme y lujosa habitación, así como las maletas que horas antes Inmaculada había preparado por Alicia ( lo hizo de cualquier forma, olvidándose de muchas prendas que sabía le gustaban, y naturalmente también de sus escasos efectos personales... entre ellos, una foto de Luis que ella guardaba como un tesoro ), Alicia se cambió de ropa, poniéndose algo más normal ( no podía ir vestida de cuero y látex por la calle, que era como su madre le había hecho vestirse antes de torturar a sus hermanas ).

Como despedida, Inmaculada y Remedios le exigieron una buena comida de coño, y Alicia no tuvo más remedio que complacerles ( se masturbó mientras lo hacía, incapaz de refrenarse aún a sabiendas de que los hombres de la mudanza, que no dejaban de pasar a su lado, podían verle... como sus obscenos comentarios, que sus madres reían escandalosamente, dejaban bien claro ). Una vez satisfizo a su madre ( comenzó por Remedios ), ésta le tendió una libreta de ahorros con diez millones de pesetas, a su nombre, y una carpeta con información referente a su víctima ( o sea, Óscar ).

A un gesto de Inmaculada, un criado trajo una tarta, empaquetándola en su presencia, y ambas le felicitaron sarcásticamente su recién alcanzada mayoría de edad ( el día había sido tan terrible que Alicia se había olvidado de que acababa de cumplir los dieciocho ). Remedios se abrazó con impudicia a Inmaculada ( aquella prolongada y fraternal sesión de tortura les había puesto muy calientes ), y, tras lanzarle un burlón beso con la mano, se dirigieron a su alcoba, con la evidente intención de darse un revolcón, recomendándole que se esmerase con las propinas si quería volver a ver vivas a sus hermanas.

El viaje hacia Madrid, en un cochambroso camión que parecía ir a pedales, tan lento era, se le hizo a Alicia interminable. No tuvo ni un momento de descanso, pues los mozos se iban turnando para conducir ( ella fue atrás, con el equipaje, y la mayor parte del tiempo estuvo acompañada por tres tipos, a veces cuatro ). Jamás se había sentido tan guarra, y para empeorar las cosas le trataron como a una puta, haciéndole de vez en cuando algunas fotos, aunque sin sacar de momento su cara ( por fortuna no le maltrataron físicamente, o no en exceso ).

Además de ser feos y groseros, aquellos tipos tenían un olor corporal realmente nauseabundo, algo a medio camino entre rancio, podrido y mohoso. Sus asimétricos y torcidos dientes estaban llenos de sarro, sus enrojecidos ojos, legañosos, y sus estropajosos cabellos, plagados de caspa. Tenían ojeras, su aliento apestaba a alcohol, y sus labios estaban resecos. Sarpullidos, verrugas y forúnculos varios adornaban sus cuerpos. Sus uñas, largas y melladas, eran todo un filón de mugre, y de sus pobladas narices asomaban repugnantes costras: todo parecía indicar que ignoraban lo que era un pañuelo. Era preciso hablarles en voz muy alta, pues sus oídos estaban taponados con cerumen... cosa que ellos también hacían, siendo sus voces roncas y desagradables. Sus pieles eran ásperas; sus miembros enormes, pero inestéticos y contrahechos, mostrando además ulceraciones de lo más sospechosas. Sus peludos traseros estaban sutilmente adornados con desagradables pelotillas producto de una higiene íntima realmente deficiente.

Su abundante esperma parecía yoghurt caducado, besarles era como llenarse la boca de estiércol, su orina parecía haberse fermentado, y por sus culos, que por supuesto tuvo que comer, no cesaban de salir hediondas y sonoras ventosidades... algunas de ellas, con guarnición .

Pese a todo lo anterior, y aún a sabiendas de que sus hermanas estaban en dos de aquellos bultos, quizá asfixiándose en aquel preciso instante, Alicia no dejaba de correrse por culpa de aquel maldito afrodisiaco ( el efecto le duró hasta poco después de la medianoche ), lo cual le degradó aún más. Los cinco parecían insaciables, cualidad que en cualquier otro habría agradecido, pero que en ellos no le hizo la menor gracia. Para cuando llegaron, Alicia ya había conseguido todas las llaves, pero, en contra de lo previsto, su humillación aún no había acabado: nadie les había dicho que la pensión a donde tenían que llevar todo aquello ( Inmaculada había alquilado un cuarto en nombre de Alicia por dos meses ), que estaba en un tercer piso, careciera de montacargas. El lugar estaba muy concurrido, y no muy lejos había una comisaría: sacar a sus hermanas de las maletas en la calle, por tanto, era una locura. Si quería que le subieran las cosas, tendría que volver a ofrecerse a ellos.

Una vez subieron todos los bultos, cosa que no les supuso demasiado esfuerzo teniendo en cuenta lo fuertes que estaban todos, tuvo que darles una nueva propina. Tal y como pactaron, Alicia se echó en el suelo y le orinaron encima, orinándose ella también. Entonces, le untaron la tarta por todo el cuerpo y se rebozaron los seis como bestias, fornicando sin parar mientras se daban un atracón ( no le hicieron ningún asco a sus propios orines, así de cerdos eran, y por supuesto tampoco a su esperma ). Al principio creyó enloquecer de aprensión, pero pronto, y muy a su pesar, comenzó a gozar como una perra, corriéndose una y otra vez: se emputeció tanto que le trajo sin cuidado que le volviesen a hacer fotos, y en esta ocasión sacando su cara... que no por estar embadurnada dejaba de ser perfectamente identificable.

No bien aquellos desalmados se fueron, Alicia sacó a sus hermanas de las maletas, negándose a darse una ducha, pese a lo mucho que lo necesitaba, hasta haberles atendido: ambas presentaban un aspecto lamentable. Precisaron de tres semanas para su completo restablecimiento, aunque al menos no les quedaron marcas... exceptuando, claro, las iniciales que Alicia se había visto obligada a grabarles en la nalga izquierda con un hierro candente, a fin de señalarles como de su propiedad. Al principio se negaron a hablar con ella, y no era de extrañar, pero finalmente asumieron lo ocurrido. Para cuando estuvieron bien, no sólo le habían perdonado, si no que se lo agradecían en el alma.

No podían seguir viviendo las tres en aquella miserable e infecta pensión ( que además estaba atiborrada, pues apenas cabían los enseres de Alicia ), de modo que ésta hizo uso del dinero que le dio su madre, comprándose un piso de segunda mano que le salió por algo más de seis millones. Era hora de centrarse en Óscar ( Inmaculada no tardó en recordárselo, enviándole algunas fotos de su fiestadecumpleaños , tanto de lo que les hizo a sus hermanas como de lo que hizo con los mozos de la mudanza ), pero, ¿ cómo podría ocultarle la existencia de Esther y Juliana ?

Todo habría sido mucho más sencillo si hubiesen podido emanciparse de Alicia, pero para ello habrían tenido que asumir una nueva identidad, y además no tenían la menor garantía de que Inmaculada y Remedios, al enterarse de que habían comenzado a rehacer sus vidas ( y lo harían, de eso no había duda ), no se sintieran amenazadas y les eliminasen... en el mejor de los casos. Sólo cuando esas arpías muriesen se sentirían realmente libres: hasta entonces, sus destinos estaban ligados, viéndose obligadas a permanecer juntas ( al menos, así lo vieron ellas ).

Luis a menudo le había dicho a Óscar, entristecido por la pérdida de su único hijo, que Julián habría llegado muy lejos, pues era, con diferencia, el más inteligente y habilidoso de sus retoños ( y eso que sus hijas no eran precisamente tontas, ni tampoco torpes ). Sin duda aquella fue una de las razones por la que Inmaculada le odiaba tanto ( aparte de por ser hombre, claro ): pues bien, gracias a aquellas cualidades no tardó en dar con la forma de esconderse en el apartamento de Alicia, junto a su hermana, sin que ninguna de las visitas ( especialmente Óscar, que pronto pasaría por allí muy a menudo ), supiese de su presencia.

Él en persona ( no, digamos mejor ella, pues por aquel entonces su masculinidad había sido aplastada, aceptando finalmente, e incluso de buen grado, su impuesta condición de mujer ), construyó en unos días, sin levantar sospechas, un altillo en el que las dos se escondían cuando era menester, por supuesto con el beneplácito y ayuda de Alicia ( ella se limitó fundamentalmente a traerle las herramientas y los materiales, deshaciéndose también de los escombros - que no fueron muchos -, alternando aquellas actividades con sus flirteos con Óscar ).

Ni que decir tiene, aquella era sólo una solución provisional, pues Alicia no estaba dispuesta a que sus hermanas vivieran indefinidamente de aquella manera, de modo que reunió el valor necesario para pedir un préstamo a su odiada madre ( su excusa fue que quería vivir a lo grande, construyéndose, o como mínimo comprándose, un chalé: por aquel entonces, sólo le quedaban dos millones escasos ).

Inmaculada sorprendentemente accedió, ofreciéndole nada menos que cien millones de pesetas ( toda una fortuna por aquel entonces, de hecho cerca del cuádruple de lo que Alicia tenía pensado pedirle ). Eso sí, le impuso tres condiciones: en primer lugar, el préstamo estaría sujeto a un interés del cinco por ciento anual ( en el fondo nada de lo que preocuparse, pues un banco le habría cobrado más ). Además, tendría que gastárselos al completo ( de lo contrario, le dijo, le sería demasiado fácil devolvérselos ). Alicia, asustada, le aseguró que no necesitaba tanto dinero, pero Inmaculada no transigió: o tomaba los cien millones, y se los pulía, o se podía ir olvidando del asunto. Cuando le preguntó de dónde sacaría aquel dineral, su madre le habló de la tercera condición: desde el momento en el que le hiciese la transferencia, y hasta que le hubiese devuelto el último duro, tenía terminantemente prohibido trabajar. El dinero lo debería obtener únicamente sometiendo a hombres, a los que cobraría por el privilegio de aceptarles, y usarles, como sus esclavos. Aquella idea no le hizo demasiada gracia a Alicia, o al menos no de entrada, pero cuanto más pensaba en ello más morbo le daba, de modo que terminó aceptando.

La finca, que eligió con la ayuda de Esther y Juliana, estaba en una zona por el momento no demasiado urbanizada ubicada en las afueras de un pueblo de la sierra de Madrid ( aunque el lugar enseguida se revalorizaría, pues poco después se construyeron a su lado un montón de pisos ), lo cual era crucial para sus planes. En muy pocos meses, el edificio estaba terminado y listo para vivir en él, contando a simple vista con dos plantas ( incluyendo la baja ), ático y sótano. Nada más lejos de la realidad, pues, debajo del sótano, había otras dos plantas, aunque secretas, en las sus hermanas podrían vivir con bastantes comodidades hasta que Inmaculada se olvidase de ellas. Naturalmente, también las usarían para encerrar, de ser preciso, a los sumisos de Alicia ( entre ellos, aquellos que, a la postre, habrían de pagar el chalé ).

Juliana fue el auténtico cerebro de la operación, y sólo gracias a su cuidadosa planificación fue posible mantener todo aquello en secreto. Contrataron varios grupos de operarios, y el primero de ellos creyó estar construyendo un refugio antinuclear para algún excéntrico especialmente adinerado, aunque ignoraron en todo momento dónde, pues les llevaron a la finca con los ojos vendados, habiéndoles contratado para colmo en otra provincia.

Aquella fue la parte más crítica del plan, y se llevó a cabo durante una semana de agosto ( que resultó ser especialmente calurosa ). Les mantuvieron encerrados en la finca, durmiendo en tiendas de campaña y por completo incomunicados, pero les pagaron lo suficientemente bien como para que ninguno de ellos se quejara ( salvo por el calor, que les supuso una gratificación extra ). Una vez el siguiente grupo de peones llegó, la obra continuó desde lo que ellos creyeron el techo de un único sótano ( ya se alzaba parte de la estructura ).

En cuanto al arquitecto que habría de revisar los planos que hizo Juliana ( que resultaron a grandes rasgos viables, precisando de muy pocas correcciones ), poniendo de paso en marcha el meticuloso plan que ésta había urdido ( sería él quien pagase los sobornos, seleccionando al personal ), Alicia sedujo a uno, convirtiéndole en un complaciente pelele ( fue el primer macho al que domesticó por sus propios medios - sus madres le habían ayudado con algunos, para enseñarle a hacerlo, pero aquellos no contaban -, aunque no le resultó nada difícil, pues la verdad es que el tipo se las traía ).

Vicente, así se llamaba, tenía una enfermedad degenerativa incurable, cosa que muy poca gente sabía ( Alicia lo descubrió al poco de esclavizarle, para lo cual sólo necesitó un mes ), de modo que murió apenas tres años después, sin soltar prenda... y cobrándose en especies su servicio, al menos hasta que estuvo demasiado mal para disfrutar adorando a su ama ( ya muy al final ), que atendió con especial cariño todas sus necesidades

Aunque era levemente masoquista, no le gustaban los excesos, y tenía diversos fetichismos, cosa de la que ella sacó mucho provecho, pues cada dos por tres le estaba regalando lencería, así como zapatos, botas, guantes, ropa de baño, abrigos... y, naturalmente, juguetes sexuales, que él siempre limpiaba amorosamente con la lengua después de cada uso, ignorante de que no sólo su diosa se los clavaba, pues Juliana - cuyo trasero, a fuerza de tanto uso, se había vuelto especialmente sensible -, también los utilizaba a menudo, encontrando ambas muy divertida aquella jugarreta.

De él Alicia jamás aceptó dinero: le habría parecido un abuso, después de los regalos que le hacía, y sin olvidar en ningún momento la inestimable ayuda que les prestó a la hora de erigir su morada. Ella, a fin de cuentas, no era como las otras, siempre dispuestas a estrujar a un hombre como si de un vulgar tubo de pasta dentífrica se tratase, sangrándoles hasta que no les quedase nada.

De hecho, le visitó cuando estaba en el hospital, en el que estuvo ingresado sus últimas cuatro semanas de vida, llegando incluso a hacerle algún que otro mimo: la última vez que se lo tiró, casualmente horas antes de que falleciese, le propuso hacérselo como amiga, que no como ama, y él, muy emocionado, accedió. Al entierro también acudió, para desconcierto de sus escasos familiares, que no le conocían de nada, y colocó un ramo de flores sobre su lápida cuando éstos se fueron ( detalles como aquellos no hacían más que confirmarle a Óscar lo que ya sabía: su mujer no era en absoluto una mala bestia, pese a sus atípicos hábitos sexuales ).

El segundo sumiso de Alicia resultó ser el dueño de un supermercado ( empezó a trabajárselo poco antes de que el chalé estuviese terminado, y educarle no le llevó ni dos meses ). Además de disfrutar de él, le obligó a aceptar a su futuro esposo como empleado, cosa de la que él jamás sospechó.

Óscar acababa de terminar la selectividad, y sus excelentes calificaciones le habrían permitido elegir la carrera que se le antojase ( bueno, o casi ), pero Alicia tenía prisa, de ahí el procurarle un trabajo lo suficientemente remunerado como para que pareciese que era él quien aportaba la mayor parte de los ingresos familiares ( Luis no se conformaría con menos ), y lo suficientemente absorbente como para tener tiempo de sobra para jugar con sus siervos. En cuanto al chalé, Alicia dijo que lo había comprado y reformado con un sustancioso premio que obtuvo jugando a la lotería, embuste que tanto Luis como Óscar se tragaron.

Se casaron enseguida, pero algo no fue bien, pues, en contra de todo pronóstico, Alicia se enamoró perdidamente de Óscar, que también cautivó, tal y como estaba previsto, a su padre ( en realidad, Juliana y Esther también quedaron prontamente prendadas de su cuñado: no olvidemos que, si salieron de aquel infierno, fue en cierta forma gracias a él ). Inmaculada le prohibió quedarse en estado de él, pero Alicia le desobedeció, aportándole falsas pruebas a Inmaculada de la supuesta bastardía de Laura.

Cierto tiempo después, el dueño del supermercado la palmó de un infarto ( no estaba especialmente entrado en años, pero hasta que su ama le ordenó que lo dejase había fumado mucho ), y, dado que había admitido a Óscar como socio ( evidentemente por orden de Alicia, aunque en realidad él ya había sopesado la posibilidad de hacerlo, pues su impuesto trabajador había demostrado ser especialmente eficaz y diligente ), el negocio pasó a ser suyo.

Entretanto, las hermanas de Alicia vivían en el chalé, o más bien bajo él, haciéndose con sus propios siervos y saliendo a la calle sólo en muy contadas ocasiones ( Alicia le había dicho a Inmaculada que se habían marchado fuera de España, estableciéndose en Argentina, y ésta parecía habérselo creído, pero más valía prevenir ).

Por supuesto, Alicia tenía que mandarle cintas a su madre con las cosas que hacía, pues Inmaculada quería asegurarse de que seguía dominando asiduamente a machos, tal y como le habían enseñado: es más, últimamente había empezado a demandar pruebas de que Laura hacía lo mismo... síntoma, a su entender, de que había sido correctamente educada ( hacía ya tres años largos que no le mandaba una sola cinta, enviándole las grabaciones en formato digital a través del correo electrónico ). Sin embargo, antes siquiera de conocer a Óscar le prohibieron tajantemente someterle, cosa de la que se extrañó mucho pero que enseguida agradecería ( es más, le ordenaron hacerle muy feliz, intrigante mandato que, si bien al principio le costó bastante acatar, pronto cumpliría con sumo placer ).

Siguió pasando el tiempo, y finalmente Inmaculada se cansó de esperar, decidiendo asesinar a Luis ( Alicia no comprendía por qué se habían complicado tanto la vida, y más teniendo tantos matones a su servicio, pero al menos así le cabía el consuelo de saber que su fogoso padre tuvo una muerte relativamente grata ). De inmediato empezarían a maquinar maldades contra Óscar.

Una semana después de que Luis hubiera sido enterrado ( por aquel entonces, Alicia aún pensaba que su muerte había sido másomenos natural, de hecho esas arpías no le habían explicado lo ocurrido hasta hacía unos días ), Inmaculada quedó con Alicia y Laura en un discreto restaurante de la capital cuyo dueño era un sumiso de Raquel, la cual también hizo acto de presencia. Allí, les dijo que tenía un pequeño proyecto en mente y que ellas deberían colaborar, siguiendo las instrucciones de Raquel, en la que había decidido delegar el mando. No les dio ninguna pista, pero les dejó bien claro que no podían negarse, pues de lo contrario ordenaría a algunos de sus matones que le dieran a Laura tal paliza que acabara en el hospital.

Al día siguiente, Raquel se presentó en el chalé de Alicia, con una cámara de vídeo, y realizó algunas tomas de él, diciéndole que eran precisas para llevar a buen término el proyecto. Alicia no tuvo el valor de negarse, y sin duda el montaje lo hicieron con la ayuda de aquella grabación ( también grabó a Laura, desnuda y en diversas posiciones, tras lo que le ordenó que le enseñase algunas fotos recientes de Óscar, cogiéndole prestadas algunas en las que salía bastante ligero de ropa ).

Pasaron unos cuantos días, y Raquel le ordenó a Alicia que fuera a su casa, acompañada por Laura. Allí, les exigió que sedasen a Óscar esa misma noche, poniéndole unos auriculares que ella misma les facilitó, en los que debía sonar durante no menos de un par de horas cierta cinta que también les dio. Les dijo que contenía un mensaje subliminal, negándose a añadir nada más ( a fin de asegurarse de que lo hacían, les ordenó grabarlo en vídeo ).

Dos días después, Alicia y Laura volvieron a ir a casa de Raquel, que comprobó ante ellas la grabación, satisfecha. Entonces le ordenó a Alicia, en nombre del misterioso proyecto de Inmaculada, que convenciese a Óscar para que organizase una fiesta a la que invitase a su familia y mejores amigos... así como a ella, sin olvidarse de las gemelas.

Ella así lo hizo, y, horas antes de la fiesta, Raquel volvió a quedar con ambas, esta vez en el bar ( mientras les esperaban, tanto ella como las gemelas se entretuvieron martirizando al dueño y a su único hijo ), donde las tres les pusieron al corriente del montaje, mostrándoles algunas de las fotos y parte de los vídeos ( aprovecharon para devolverles las fotos que les habían cogido prestadas ). Entonces, les explicaron lo que se pretendía de ellas: Alicia debería sorprenderse , tras lo que se enfurecería con Óscar, mientras que Laura correría llorosa a su habitación, avergonzada de que hubiesen salido a la luz, y más en un momento como aquel, las atrocidades que su padre lehabíahecho , tanto a ella como a sus primas ( ellas, claro, también buscarían refugio en algún cuarto ).

Por Óscar no tendrían que preocuparse, pues, gracias a la cinta que le pusieron, habría soñado con todo aquello, lo que le haría plantearse muy seriamente, llegado el momento, su inocencia ( antes de ponérsela a Óscar, tanto Alicia como sus hermanas la escucharon, incapaces de hallar en ella más que ruido de fondo: de haberse imaginado el efecto que iba a tener sobre él, la habrían borrado previamente ).

Si no se ceñían religiosamente al papel, Laura pasaría una buena temporada en el hospital, después de haber sido brutalmente apaleada y violada... cosa que los matones, todos los cuales padecían de enfermedades venéreas, harían sin preservativo, y por todos sus orificios. A pesar de tan terrible amenaza, ambas estuvieron a punto de negarse, pero el miedo pudo más: además, Raquel les dijo que aquello era sólo para tener a Óscar bien cogido de los huevos, prometiéndole pruebas de que todo era un montaje si renunciaba a favor de ella lo que quiera que Luis decidiera legarle, bienes que ella, a su vez, traspasaría a su madre ( una vez más, la obsesión de Inmaculada por hacerse con todo lo que hubiera pertenecido a su ex marido, una vez éste muriese, le anonadó a Óscar: Alicia le aseguró que en cierta ocasión su madre había gritado, en un acceso de furia, que habría de quedarse hasta con la roña que hubiera en los calzones que llevase puestos al morir ).

Sin embargo, cuando Raquel encontró aquellas pruebas del infamedelito de Óscar durante la fiesta, madre e hija lamentaron en el alma haberles hecho caso, pues se les hizo muy duro ver cómo Óscar se desmoronaba ante aquella avalancha de insultos. Llegados a aquel punto de la explicación, Laura se puso a llorar, y Óscar, que a lo largo de la misma había estado muy serio, finalmente se enterneció, viéndose obligado a decirle:

  • Cariño, no tiene sentido que te atormentes así. La malnacida de tu abuela se habría terminado saliendo de un modo u otro con la suya, así que hicisteis bien en colaborar. De lo contrario habrías acabado en el hospital, y todo para nada.

  • Lo que te hicimos no tiene nombre, Óscar - le aseguró Alicia, al borde del llanto - Ahora, un montón de gente a la que aprecias piensa que eres un degenerado, y todo por nuestra culpa...

  • Vosotras no tenéis la culpa, olvidadlo de una vez. Ya lo solucionaremos de algún modo.

  • Soy una cobarde, Óscar - siguió reprochándose ella - Debería haberme enfrentado a esas malditas brujas antes, pero el miedo pudo conmigo. No merezco que me vuelvas a dirigir la palabra.

  • Tan sólo eres prudente, Alicia - le aseguró él, con ternura

  • Enfrentarte a esas arpías tú sola es una locura, y me alegro de que no lo hayas hecho: con la de recursos que las muy zorras tienen, te habrían aplastado como a un insecto.

  • Estuvimos a punto de... - comenzó Esther.

  • Eso no os habría servido de nada - le cortó Óscar - La práctica adquirida durante la breve sesión de tiro a la que os invitó el contrabandista que os facilitó esas armas de bien poco os valdría frente a la pericia de los matones de esas dos fulanas. Habría sido suicida, como también lo habría sido presentarse en su guarida con un coche repleto de explosivos. Menos mal que no encontraseis el suficiente valor para hacerlo, o ahora estarías muertas las cuatro... si no algo peor.

  • ¿ Cómo puedes saber todo eso ? - se asombró Alicia - ¡ No se lo hemos dicho a nadie !

  • Pero lo habéis pensado, y resulta que somos telépatas - le dijo con aire casual Óscar.

  • ¿ Nos... leéis la mente ? - les preguntó Laura, aprensiva.

  • En efecto - repuso Ciríe.

  • ¿ Por qué no nos lo habéis dicho antes ? - se molestó Alicia, repentinamente incómoda.

  • Porque queríamos comprobar hasta qué punto estabais dispuestas a ser sinceras - le dijo Óscar - He captado de tu mente el firme propósito de no volverme jamás a mentir, sincerándote completamente conmigo, y hasta ahora has sido fiel a la verdad, lo que dice bastante a tu favor.

  • Nos da mucha cosa... - musitó Juliana.

  • No debería, guapa - le dijo Ciríe, dedicándole una amigable sonrisa.

  • ¿ Por qué de pronto os sentís tan desvalidas, nenas ? - les increpó con dulzura él - ¿ No me ibais a abrir por completo vuestros corazones ? ¿ No estabais dispuestas a acabar para siempre con vuestros engaños ?

  • Bueno, sí... - dijo titubeante Alicia.

  • ¿ Hasta qué punto leéis nuestra mente, papá ? - le preguntó Laura, rebullendo inquieta en el sofá.

  • Vuestros pensamientos son como las frases de una conversación que alguien mantiene a cierta distancia de nosotros: algunas de ellas nos las trae el viento, pudiéndolas oír con total nitidez. Otras, la mayor parte, sólo son para nosotros como un débil murmullo del que apenas logramos entresacar algunas palabras - le explicó Ciríe, no creyendo necesario añadir que, si esto era así, es por que no habían creído necesario sondear activamente sus psiques: de hacerlo, bien poco sería lo que no lograsen captar. Por descontado, aquella descripción les tranquilizó a todas bastante.

  • Alicia, de no ser por nuestra telepatía, ¿ qué posibilidades crees que tendrías de convencernos ? - le dijo Óscar a su esposa - Piénsalo, eres muy afortunada de que te pueda leer la mente, pues sólo gracias a ello sé cuánto me amas. En cuanto a esa duda que te está desgarrando por dentro, a ti y a las otras...

  • ¿ Nos odias, papá ? - le preguntó, Laura, temblándole la voz.

  • No, cielo, no os odio - les aseguró él, y todas se relajaron, profundamente aliviadas.

  • Pero sin duda lo has hecho... - le dijo con un hilo de voz Alicia, haciéndose a la idea de la telepatía de Óscar, e incluso agradeciéndola ( a las demás humanas les pasó lo mismo ).

  • Sí, pero no por tanto tiempo como supones, cariño. Hasta que tu madre me llamó, prometiendo explicarme todo, nunca sospeché de vosotras. Es más, llegué a creerme culpable de todo lo que salió en ese maldito montaje, de modo que incluso fui a un psiquiatra, temiendo padecer de algún tipo de alteración de la personalidad.

  • Llegué a temer algo así - reconoció Alicia, afligida.

  • Pues agárrate las bragas, que el tipo aquel me diagnosticó de todo: según él, estoy como un cencerro. Más aún, me recetó un buen montón de pastillas ( que yo, por fortuna, pasé de tomar ).

  • ¿ Te dio por loco ? - se enojó Juliana - ¡ Dinos quién es ese farsante, que le vamos a dar lo que se merece !

  • Tranquila, que ya lo haré yo.

  • ¿ Cómo fue ? - le preguntó Esther - Me refiero a...

  • La visita a Inmaculada - se le adelantó él, pensándoselo brevemente antes de responder - Me llamó hará ya cinco días, diciéndome que sabía de lo ocurrido en la fiesta y que tenía pruebas fehacientes de que todo era un montaje. Fue muy amable, realmente parecía tener intención de ayudarme, y pensé que no perdía nada por aceptar su invitación.

  • ¿ Te hicieron mucho daño, papá ? - se preocupó Laura.

  • No, y eso es lo más raro - les dijo él - No bien entré, varios tipos aparecieron de la nada y me esposaron, llevándome ante esas dos. Lo pasé fatal mientras me enseñaban lo que le hacían a esa pobre gente, y quise morirme cuando vi los videos donde Alicia me la pegaba con otros ( cuando me explicaron lo que me tenían reservado, casi me da un telele ), pero no hubo agresiones de índole física.

  • Sí que es extraño - coincidió Juliana.

  • Entonces me quitaron las esposas, y los matones me desnudaron, me bañaron e incluso me dieron un masaje, tras lo cual cené - continuó él.

  • ¿ No te resististe ? - le preguntó Esther.

  • Claro que sí, no bien quedé libre, pero entonces uno de ellos se puso de rodillas a una orden de Bernardo ( bueno, mejor dicho Remedios ), que le empezó a flagelar con brutalidad.

  • ¿ Por qué a él ? - se extrañó Laura.

  • No querían tocarme un pelo hasta que comenzase el juego. Esa noche era su invitado, y les pareció de lo más divertido tratar a cuerpo de rey al que pronto sería un vulgar esclavo. Pero sabían que no podría soportar cómo le destrozaban la espalda al tipo aquel, y así fue.

  • Malditas sean, cuánto les odio - dijo Alicia, con amargura ( a ella también le habían castigado obligándole a ver cómo otra persona sufría en su lugar, y tampoco podía soportarlo ).

  • Típico de esas guarras - refunfuñó Juliana, a la que aquello tampoco le resultaba desconocido.

  • En cuanto a los videos... - comenzó Alicia, titubeante.

  • ¿ Sí ? - le ayudó él.

  • Cuando te faltaba al respeto... - dijo ella, angustiada, y costándole horrores sostener su mirada.

  • Lo sé, lo sé: fingías. De todos modos, los orgasmos eran reales, ¿ no es eso ?

  • Lo eran, hasta el último de ellos - musitó, ella, alzando algo la voz cuando añadió - Siempre he estado muy salida, Óscar, más de lo que te imaginabas: ahora, por fin, sabes hasta qué punto. Pero, como sin duda has leído de mi mente...

  • Ya me lo dijiste antes, cuando me llamaste. Aquello sólo era sexo, no amor.

  • Me pregunto si algún día podrás...

  • Si aún fuese humano, lo más probable es que no quisiera volver a acostarme contigo, y eso, de haberte creído ( lo cual, careciendo de telepatía, bien difícil habría sido ) - se le adelantó él - No sólo me habrías dado asco, quizá de por vida: una vez visto lo que hacías con todos esos tipos, me habría sido imposible aceptar que me amabas.

  • Ese ha sido siempre uno de mis mayores temores - reconoció, un tanto angustiada, ella.

  • Estáte tranquila, nena, pues Óscar ya no es humano, y su sexualidad ha experimentado profundos cambios - dijo Ciríe.

  • No hace falta de lo jures - dijo Esther, al igual que las otras bastante más desinhibida ya - Sólo hace falta ver lo que ahora puede hacer con la polla.

  • Si eso te ha llamado la atención, espera a ver el resto - rió Ciríe.

  • ¿ De qué hablas ? - se interesó Juliana.

  • Los deluyrei podemos hacer algunas otras cosillas bastante interesantes, pero ya hablaremos de eso más tarde - les dijo él - Además, Ciríe no estaba refiriéndose a los cambios de índole física, si no a los de índole mental.

  • Ahora tu marido está extraordinariamente salido, Alicia, tal y como ha de ser en un deluyrei - respondió Ciríe a la pregunta no formulada de la humana - Algo me dice que el cambio os entusiasmará a las cuatro.

  • ¿ Cómo cuánto de salido ? - quiso saber Laura.

  • Lo suficiente como para que el hecho de imaginarme a tu madre fornicando como una puerca desquiciada con algunos de sus sumisos, lejos de darme celos, me ponga cachondo.

  • ¿ Bromeas ? - se asombró Alicia, emocionada ( y con la entrepierna cada vez más mojada ).

  • No, nena, de hecho tengo muchas ganas de verte en acción, y a nuestra hija también.

  • ¿ Te gustaría ver cómo me lo monto con algún tipo ? - se asombró Laura, que estuvo a punto de atragantarse a causa de la excitación.

  • Casi mejor con varios, cariño: no veo la hora de deleitarme comprobando cuán zorra es mi niña - le dijo meloso él, dedicándole un lascivo guiño cargado de complicidad. Entonces se volvió a Alicia, preguntándole - ¿ Cuántos sumisos tienes en la actualidad, nena ?

  • Más de setenta, pero la mayor parte de ellos son, digámoslo así, a tiempo parcial: tan sólo doce de ellos están a mi completo servicio, siete hombres y cinco mujeres. Vuestro sueño fue de lo más preciso.

  • ¿ Qué nos puedes decir del joven sin máscara, ese con el que jugó Laura ? - se interesó Ciríe.

  • Lo más probable es que sea uno de los que estoy entrenando para mí - dijo ella - Sospecho que se trata de...

  • ¡ Pues claro, ya sé de qué le conocía ! - exclamó Óscar, al captar sus pensamientos - Es el hijo de Teresa... ¡ que es una de esas cinco mujeres !

  • Eso es - le dijo Alicia - Lo estamos adiestrando con el consentimiento de su madre ( ha salido a ella ).

Teresa se había divorciado diecisiete años atrás por orden de Alicia ( no le costó mucho convencerle, pues el marido era un cretino, además de alcohólico ), y fue contratada por Pedro, el dueño del supermercado ( si no hubiese llevado puesta la máscara en el sueño, Óscar sin duda le habría reconocido ). Al igual que su antiguo jefe, tenía instrucciones de vigilarle, llamando a Alicia si salía antes e informándole de cualquier novedad.

Estaba de muy buen ver, aunque no tanto como su ama, y ésta le exigió, años atrás, insinuarse ocasionalmente a su marido: él siempre le rechazó, recordándole que estaba casado, con lo cual le demostró a Alicia, sin saberlo, su inquebrantable fidelidad. Ni que decir tiene, Óscar enseguida se hartó de aquel acoso, pero no podía hacer gran cosa, pues por aquel entonces Pedro no era su socio, si no su jefe, y tenía ordenado no despedir a Teresa. Cuando le comentó a Alicia que estaba pensando buscarse otro trabajo, pues no se llevaba nada bien con una de sus compañeras, ésta le sugirió a Teresa que relajase su acoso, disculpándose por sus jueguecitos ( para cuando Pedro murió, Óscar ya le había perdonado a Teresa sus travesuras , de modo que, en vez de despedirle, tal y como habría hecho años atrás, le ascendió: en la actualidad, ostentaba el segundo cargo más relevante, precedida de él, y se llevaban bastante bien ).

Volviendo nuevamente al sueño, el motivo por el que las dos hermanas de Alicia salían de un agujero del suelo era obvio: el hoyo representaba al enorme sótano oculto que tenía su chalé... en el que muy a menudo Alicia había encerrado durante días enteros a sus sumisos, tanto a los setenta y tantos que tenía en la actualidad como a los que había ido teniendo ( generalmente, aprovechando fines de semana o vacaciones - de ellos, que no suyas - ).

Por su parte, el que tanto Alicia como Laura le limpiasen a Óscar la mierda con la que le cubrieron aquellos pájaros, sin duda simbolizaba su deseo de restablecer la imagen que antaño tenía ante los suyos, tarea que no sería precisamente fácil ( ni grata, al menos para ellas, máxime teniendo en cuenta su participación en el complot con el que empañaron su reputación ).

La mujer que sólo Óscar logró ver ( aquella que supuestamente era una personificación del Mal ), bien podría ser la misteriosa amiga de Remedios, que casualmente no tardó en entablar amistad con Inmaculada. Alicia le había visto alguna que otra vez, aunque ya hacía bastante de ello, y lo único que recordaba de ella es que tenía un cuerpo de impresión, siendo preciosa de cara ( a Esther y a Juliana les pasaba exactamente lo mismo, cosa que a las deluyrei les escamó un poco ).

En cuanto a lo que Laura hizo con aquel muchacho, bien podía ser un atisbo de lo que estaba por venir: de hecho, les confesó que aquella era una de sus mayores y más recientes fantasías, mando a distancia incluido... con el que manejaría un consolador activado a control remoto que el joven llevaría clavado en el culo mientras se comía su pastel.

  • Eres deliciosamente guarra, hija - le dijo Óscar a Laura, sonriéndole con lujurioso afecto.

  • Gracias, papá - repuso ella, enrojeciendo de satisfacción.

  • Confío en que me avises cuando vayas a hacerlo, cariño, no quisiera perdérmelo por nada.

  • ¡ Claro que te avisaré, papá ! - jadeó Laura, no poco cachonda.

  • ¿ Desde cuando te van ese tipo de cosas, Óscar ? - le preguntó Alicia, realmente intrigada... y tan caliente como su hija ( lo cual también era aplicable a sus hermanas ).

  • Desde que renací como deluyrei - repuso él - Ya os hemos dicho que ahora ando bastante salido. Eso sí, si deseo asistir al espectáculo no es tan sólo para disfrutar de él ( que lo haré, eso tenedlo por seguro ): voy a asegurarme de que todo se hace como es debido, y para ello nada mejor que darle a Laura uno de mis tomates mágicos.

  • ¿ De qué hablas ? - quiso saber Esther.

  • Luego os lo explicaremos - le prometió Ciríe.

  • Vaya, ya sé por que me tendías collares de perro para cada uno de tus sumisos en el sueño: desde hace mucho fantaseas con compartirlos conmigo, ¿ no es eso ? - le dijo Óscar a su mujer, tras captar aquel hecho de su mente.

  • Pues sí...

  • Muy bien. Ahora, ya que tanto lo deseas, podrás hacerlo.

  • ¿ De verdad ?

  • Anda, pues claro. De hecho, creo que gozaré de tus esclavas muy a menudo, preferiblemente delante vuestra... cosa que, o mucho me equivoco, u os pondría a mil.

  • Ya lo estamos, papá - se le escapó a Laura.

  • Lo sabemos, cariño - le aseguró Ciríe, metiéndose una mano bajo las bragas, con la que empezó a masturbarse sin el menor disimulo.

  • ¿ Desde cuándo forma Laura parte de todo esto ? - le preguntó Óscar a Alicia, dispuesto a enterarse de todo ( hasta el momento, o mucho le fallaba su telepatía, o no les habían mentido ni una sola vez ).

  • Desde siempre, pues sus tías hicieron en más de una ocasión de niñera, aunque como a los dos años decidimos dejar de bajarle a las plantas inferiores, ya que temíamos que se fuera de la lengua - repuso ella.

  • No estoy hablando de eso, lo que quiero saber es cuándo comenzaste con su atípica educación sexual.

  • A los diez le introduje en el lesbianismo ( y en el incesto, pues fue conmigo con quien lo aprendió todo ), y a los doce le confié nuestro gran secreto, comenzando a dejarle disfrutar de mis sumisos, a menudo junto a sus tías... de las que se hizo, al igual que yo, amante.

  • Y, mientras, yo, negándome a echar una cana al aire - se molestó levemente Óscar - ¿ Sabías que Teresa no fue la única que se me ofreció ?

  • Sí estás hablando de Susana, sí, lo sé: ella es otra de mis sumisas, y también le he ordenado que se te insinúe de vez en cuando.

  • ¿ La asistenta, esclava tuya ? ¡ Joder, Alicia ! ¿ Acaso no te das cuenta del mal rato que pasaba cada vez que una de esas guarras me calentaba ?

  • Te juro que lo siento, nunca pensé que te molestase tanto, de hecho supuse que en cierta forma te gustaba...

  • Ahora sí que me gustaría, pero antes, cuando era humano, te puedo asegurar que no - le dijo él - ¿ Cómo pudiste pensar lo contrario ?

  • Bueno, cualquier otro hombre se habría sentido muy deseable al ser objeto de tantos flirteos - razonó Alicia - Además, cada vez que una de las dos me contaba sus peripecias contigo, me ponía muy caliente.

  • ¿ Qué habría pasado si hubiese cedido ? ¿ Te habría gustado que me lo hiciese con alguna de ellas ?

  • Pues claro que sí, aunque les habría castigado severamente, pues no les di permiso para llegar tan lejos. En realidad tan sólo quería comprobar tu fidelidad...

  • ¿ Otra vez con eso ? ¡ Hay que ver qué cara más dura tienes ! ¿ Qué derecho tenías a probarme, y más tantas veces, cuando tú misma me eras infiel sin cesar ?

  • Saber que no me engañarías jamás me hacía sentirme la mujer más especial del mundo - le aseguró ella - Y, además...

  • Si por casualidad te la pegaba, pondrías en marcha un meticuloso plan que habías trazado hace mucho tiempo. De momento no logro averiguar de qué se trata: ¿ podrías contármelo ?

  • Cómo no, Óscar... - le dijo ella, comenzando a explicarse.

Cuando Alicia se aseguraba de que alguna mujer intentase seducir a Óscar, siempre se las arreglaba para que ésta estuviera en condiciones de facilitarle alguna evidencia del adulterio... en el caso harto improbable de que éste tuviese lugar, claro. Una vez tuviera en sus manos la prueba del delito, Alicia se la mostraría a Óscar, convincentemente afligida, y, tras discutir con él, le revelaría sus tendencias lésbicas, proponiéndole una deliciosa penitencia: ya que él había mantenido relaciones con una mujer, ella haría lo mismo ( a ser posible, con la misma con la que él se la hubiera pegado ), y delante suya ( no le cabía duda de que Óscar aceptaría, sabía que estaría dispuesto a hacer lo que fuera por obtener su perdón ). Aquel sería el primer paso para introducirle al sexo en grupo. Más tarde le mostraría los placeres de la dominación, sometiendo entre ambos a algunas de sus amantes. Poco a poco, Óscar terminaría cogiéndole el gusto a un montón de cosas que ella, de otro modo, jamás se habría atrevido a sugerirle... para gozo de los dos.

  • De haberme revolcado con alguna de ellas, tu plan seguramente habría funcionado - reconoció Óscar - De todos modos, ¿ por qué te complicaste tanto la vida ? Podrías haberme dicho que eras bisexual, y asunto resuelto.

  • Ignoraba cómo te lo habrías tomado.

  • Supongo que no muy bien, pero con el tiempo me habría hecho a la idea. Si, llegado el momento, me hubieses propuesto hacer un trío, posiblemente habría aceptado.

  • No creas que no pensé en ello, pero no me atreví a hacerlo, pues siempre tuve un miedo atroz a perderte. La otra opción me parecía mucho más razonable: con una prueba de tu infidelidad en mis manos, tendría bastante poder sobre ti, y sacaría buen partido de ello sin excesivos riesgos.

  • Entiendo. Por cierto, ¿ cómo habrías justificado que aquello estuviera en tu poder ?

  • Te habría dicho que me lo había entregado en mano la fulana de turno, regodeándose ante mí de haber seducido a mi hombre ( eso me podría haber servido de excusa, en su debido momento, para sugerirte que le castigásemos entre los dos, sometiéndole ).

  • Sí, podría haber colado - dijo pensativo él - Y, ahora, si no es mucha molestia, ¿ podrías explicarme en qué consiste esa apuesta que hiciste este verano con las mujeres de nuestros vecinos de apartamento ? Las ideas que he logrado captar al respecto no me aclaran gran cosa...

  • Por supuesto - le dijo ella, y nuevamente le tocó explicarse.

Alicia de vez en cuando chateaba, y los grupos a los que se unía no eran precisamente convencionales. Entabló cierta amistad con otras siete mujeres, supuestamente tan salidas como ella, que se vanagloriaban de poder levantarle el marido a cualquier otra, pese a que el suyo ( todas estaban casadas ), les era especialmente fiel ( a lo sumo habían cometido una o dos travesuras , pero en el fondo nada serio ). Se picaron entre ellas, y quedaron cierto día para compartir opiniones... y para hacer algún tipo de apuesta al respecto ( dos eran de Madrid, con Alicia tres, una de Segovia, dos de Guadalajara y otra de Toledo: la octava nunca quiso decir de dónde era, aunque su acento le delataba claramente como andaluza ).

Tras mucho debatir, quedaron en lo siguiente: todas convencerían a sus maridos para pasar tres semanas de vacaciones en la playa, hospedándose en un pequeño bloque de apartamentos, frecuentado por una de ellas ( la segoviana ), que estaba situado en un pueblo costero de Valencia ( aún no habían dejado atrás el invierno, de modo que hacer las reservas no sería problema ).

Simularían no conocerse de nada, haciéndose rápidamente amigas, y se dedicarían a seducir a los maridos de las demás, estando prohibido ponerse trabas. Si algún marido le daba a su mujer una excusa tonta para tener un rato libre durante el cual entregarse a otra, ésta debería hacer como que se lo tragaba: si les veía metiéndose mano, haría como que no se daba cuenta ( como seducir a un hombre con ganas de marcha no tiene demasiado mérito, o al menos eso pensaban ellas, cada una podría practicar el sexo con su marido una vez al día, a fin de dejarle relativamente satisfecho, aunque sólo tenían derecho a dedicarles quince minutos ).

Según lo que hicieran con sus amantes, obtendrían cierto número de puntos, redactando a tal fin una extensa lista con todos los supuestos que se les ocurrieron. Alicia le puso a Óscar algunos ejemplos: una paja con la mano valía doscientos puntos, el sexo oral cuatrocientos, el coito común seiscientos y el sexo anal ochocientos. Las cosas especialmente exóticas, como por ejemplo la lluvia dorada, puntuaban aún más.

Para demostrar sus proezas , debían aportar pruebas de ellas, ya fuera en forma de fotos o en una grabación, tanto de audio como, y preferentemente, de vídeo ( no era problema, pues todas tenían cámara fotográfica, grabadora y videocámara ). Quedaba terminantemente prohibido coaccionar a sus amantes: si alguien amenazaba a uno de ellos con contarle a su mujer lo que había hecho con él, o algo de ese estilo, a fin de tenerle bajo control tras el primer polvo, todos los puntos que de él obtuviese, a partir de ese momento, se habrían de restar a los ya obtenidos, sufriendo una penalización extra de cinco mil.

Con el fin de incentivar las orgías, cualquier cosa que alguna de ellas hiciera con uno de los maridos puntuaría un cincuenta por ciento más por cada marido extra que estuviera presente ( exceptuando al suyo, por supuesto ). Dichos incrementos en vez de sumarse se multiplicarían, de modo que si una lograse montárselo con siete a la vez ( cosa que todas, exceptuando Alicia, consideraron inviable, tomándoselo a broma ), obtendría 11,39 veces más puntos por lo que hiciera con cada uno de ellos.

Además, para asegurarse de que todas iban a por todos, si por casualidad algún marido permanecía fiel a su esposa, la puntuación de ésta se vería multiplicada por tres ( el juego acababa a mediodía de la víspera del regreso a sus hogares: podrían haberlo prolongado hasta la medianoche, pero todas coincidieron en que la última noche querían pasarla junto a sus maridos ).

Dado que obtener puntos sin más no parecía tener demasiado aliciente, consideraron conveniente que, en determinadas circunstancias, pudieran canjearlos por algo. Tras algunas deliberaciones decidieron que, en el caso de que la puntuación de la vencedora cuadriplicase la de cualquiera de las otras, ésta tendría dos opciones: o pagarle tantos euros como puntos hubiese obtenido de su marido, o ser su esclava sexual por tantos minutos como el resultado de dividir los euros que debía pagarle por cinco ( todas eran bisexuales, así que no les importó, y en cualquier caso ninguna pensó que pudieran aventajarle por tanto margen: qué poco conocían a Alicia ).

A fin de cubrirse las espaldas, limitaron el número de puntos por los que cada una podía verse obligada a responder a cincuenta mil cuatrocientos: como luego se vería, estuvieron de lo más acertadas al hacerlo ( eligieron aquella cifra por que equivalía a una semana exacta de esclavitud, periodo que a todas se les antojó bastante prudente... de ser otra quien tuviera que sufrirlo, claro ). Ni que decir tiene, también dejaron bien claro los límites a los que podía llegar la ganadora como ama, de haberse merecido el pago de cualquiera de ellas y decidir ésta pagarle no con dinero, si no con su sumisión.

Por descontado, los maridos no podían estar al tanto de la competición: si alguno se enteraba, la traidora sufriría una importante penalización, dividiéndose por diez su puntuación. Si alguno de los maridos se enteraba de alguna de las infidelidades de su esposa, la puntuación final de ésta también se vería dividida por diez, así que habría que andarse con ojo ( para evitar chivatazos, cualquiera que se fuera de la lengua sufriría la misma penalización ).

Antes de comenzar la competición, todas las mujeres deberían aportar un certificado médico reciente donde se demostrase que ni ellas ni sus maridos tenían ninguna enfermedad de posible contagio sexual ( cómo obtendrían la de él, era su problema ). Lo harían el primer día, mientras simulaban estar conociéndose. De ese modo, el sexo sería completamente seguro. Obviamente, si alguna se quedaba en estado perdería automáticamente todos sus puntos ( tres de ellas se habían hecho una ligadura de trompas, hartas de tener que tomar medidas cada vez que engañaban a sus maridos, y otra de ellas era estéril de nacimiento: las demás, como es de suponer, tenían una gran experiencia en el campo de la contracepción, así que tampoco les preocupó en exceso aquella norma ).

Como último detalle, si el marido de alguna permanecía fiel, aparte de multiplicarse por tres la puntuación de su esposa, las demás tendrían que postrarse ante una foto u otro símbolo de él, alabando su integridad mientras se masturbaban en su honor, ceremonia que se prolongaría durante diez minutos. Entonces, tras haber dado placer moral a su afortunada esposa con la lengua, la usarían por espacio de otros diez minutos para darle placer carnal, lamiéndole meticulosamente todo lo que ella les indicase.

Para que quedara constancia de su pacto, se alternaron para hablar de las reglas del juego, grabándolo todo con una cámara digital: se hicieron ocho copias, que almacenaron en discos compactos, quedándose cada una de ellas con uno. Conforme pasaban los meses, hubo algún momento en el que una u otra pareció echarse atrás, pero al final todas acudieron a la cita con sus maridos, dispuestas a divertirse al máximo ( decidieron hacerlo en Julio, pues en Agosto habría demasiada gente por allí ).

Alicia ya se había tirado a todos al cuarto día, y cada vez les sacaba más ventaja a las demás: al séptimo día se montó su primer trío, y al noveno, su primer cuarteto. Quedaban sólo cinco días para acabar la competición cuando logró tirarse a todos a la vez, cosa que hizo en dos ocasiones más. Sólo tres de las parejas tenían hijos, con ellos cuatro, y se los habían llevado ( sus edades oscilaban entre catorce y diecinueve años ). Contando a Laura sumaban en total siete, cuatro chicas y tres chicos. Pues bien, tanto las unas como los otros también cayeron en sus redes, a veces incluso ante sus padres ( la única a la que no le puso la mano encima fue a Laura, pues no quería correr el riesgo de que alguien descubriese lo que había entre ellas... lo cual no significa que su hija no se divirtiera, pues sedujo a cuatro jóvenes de su edad, lugareños, con los que estuvo revolcándose día y noche ).

El recuento de los puntos, tal y como habían quedado, se hizo no bien la competición finalizó. Cuando se reunieron, aportando cada una sus pruebas ( que, en el caso de Alicia, gracias a su costumbre de grabar en secreto ese tipo de cosas, eran realmente sólidas ), todas se quedaron pasmadas. Alicia había llegado a obtener doscientos cuatro mil puntos de uno de los maridos, siendo su peor marca de ciento treinta mil ( el que Óscar le fuese absolutamente fiel ayudó lo suyo, claro, y el que hubiese organizado tantas orgías también ), mientras que Irene, en el segundo puesto, obtuvo una puntuación máxima de tres mil doscientos ( era la de Segovia, y estaba claro que conocer el lugar le fue de bastante ayuda, pese a lo cual hubo dos maridos a los que no se logró camelar, entre ellos Óscar ).

  • Hay que ver lo guarra que eres - le dijo Óscar, no demasiado resentido por lo sucedido - No me extraña que te saliese aquel sarpullido, tenías que tener el coño destrozado, y no digamos ya el ojal.

  • No me salió ningún sarpullido, tengo esos dos agujeritos acostumbrados a hacer horas extra - le aseguró ella, entre coqueta y lasciva.

  • Mamá decidió dejarte con las ganas durante unos días para que su victoria fuera aún más absoluta, y fue por ello que se inventó esa excusa

  • le explicó Laura.

  • Ahí sí que te propasaste - le regañó Óscar a Alicia - Entre el acoso constante de esas guarras y tu negativa a hacer el amor conmigo, tenía un calentón horrible.

  • Lo sé, te la machacabas como mínimo una vez al día - reconoció ella - Perdóname, cariño, sé que tus huevos pasaron por una muy mala racha, pero tenía poderosos motivos para hacerte esa guarrada...

  • Si, pese a todos tus empeños, no caía en la tentación, tu victoria sería mucho más humillante para ellas: si lo hacía, dispondrías de pruebas de mi infidelidad, pudiendo valerte de ellas para llevarme a tu terreno. Pasara lo que pasara, salías ganando.

  • Eso es. Por si te sirve de consuelo, yo también eché de menos tu contacto ( tanto, que en más de una ocasión cogí de la papelera alguno de los pañuelos desechables con los que te limpiabas tras pajearte, oliéndolo e incluso lamiéndolo ).

  • ¿ Cómo simulaste el enrojecimiento en tus partes ?

  • Era maquillaje, papá, yo misma se lo ponía.

  • ¿ Y los granos, las costras ?

  • Son adhesivos, se trata de uno de los inventos de esas zorras - le explicó Alicia - Remedios se lo dio a la cerda de mi madre a fin de que simulase estar indispuesta, pudiendo así librarse de cumplir con sus obligaciones conyugales para con papá. ¿ Te acuerdas de aquel paquete que me dio mamá en nuestra boda ?

  • No, ahora no caigo... espera, sí, creo que te dio algo envuelto en papel de estraza.

  • Exacto. Pues bien, dentro había un juego completo de pupas íntimas de pega, como ella las llamaba... entre otras muchas cosas. Luego, si quieres, hablaremos de ello.

  • Me parece bien.

  • ¿ Me perdonas por haber tomado parte en todo aquello, papá ? - le pregunto Laura.

  • Sí, nena, os perdono a las dos: a mi entender, el magnífico revolcón que Alicia se dio conmigo esa misma tarde os redime de toda culpa.

  • Tras tan apabullante victoria me sentí exultante, cielo, necesitaba descargar toda esa energía de algún modo. Mi cuerpo me pedía a gritos una buena sesión de sexo con mi macho, y, por si fuera poco...

  • Varias de ellas me acusaron de impotente y de homosexual, cosa que tú no podías tolerar.

  • Eso es. Les reté a mirar por la persiana mientras hacíamos el amor ( que a tal fin dejé entreabierta ), y todas aceptaron.

  • Claro, bastó con que se escondieran en la terraza, pero, ¿ no corrían el riesgo de que alguien les viese desde fuera ?

  • No, pues colgamos de las barandillas unas cuantas toallas, y estábamos en el tercer piso ( nosotros tampoco les vimos, pues se había nublado bastante y además encendí la luz, habiendo mucha más claridad dentro que fuera ). Oh, y les impuse una condición.

  • ¿ Cuál ?

  • No podrían masturbarse hasta que acabásemos: para asegurarme de que cumplían, les puse unas bragas de castidad.

  • ¿ Bragas de castidad ? - repitió él.

  • Es otro de los inventos de esas brujas: recuerda que no sólo martirizan a los hombres, si no también a las mujeres que se ponen de su parte. Luego te enseñaré algunas.

  • ¿ Te llevaste muchas ?

  • No, sólo cinco, así que a dos de ellas me limité a esposarles las manos a la espalda ( sí, también llevé esposas, cuatro pares, así como consoladores y algún que otro juguete sexual, todo ello oculto en un doble fondo que tenía una de mis dos maletas ).

  • ¿ Les excitó el espectáculo ?

  • Muchísimo, las siete chorreaban que daba gusto.

  • Es evidente que no te entró dolor de cabeza, y tampoco tenías el menor interés en consultar la programación de la próxima semana - dedujo él apenas un instante antes de leerlo de su mente.

  • Claro que no: la revista sólo la hojeé, y los analgésicos que me trajiste acabaron en mi bolso, intactos.

  • ¿ No te dio apuro, mandarme a la farmacia y al quiosco con la tormenta que se estaba preparando y el palizón que me acababa de dar contigo ?

  • Pues sí, y mucho, pero, ¿ qué otra cosa podía hacer ?

  • Mientras yo caminaba bajo la lluvia, molido ( menos mal que cogí un paraguas ), tú te lo pasabas bomba.

  • Disfruté inmensamente cuando todas se postraron ante uno de tus calzoncillos sucios, en los que apoyé una foto tuya, alabándote mientras se pajeaban ( las muy guarras lo necesitaban de veras, todas se corrieron como mínimo una vez ). Cuando me lamieron por todo el cuerpo, sudada como estaba, y empapada de tu esencia, me puse tan cachonda que me corrí tres veces.

  • ¿ Han saldado ya su deuda contigo ?

  • Pues no. Ninguna puede permitirse pagarme cincuenta mil cuatrocientos euros, así que todas habrán de ser por una semana mis esclavas. Había empezado a planificarlo todo, pero entonces murió papá, y el asunto se quedó en el aire.

  • ¿ Guardas tus pruebas ?

  • Naturalmente, y también guardo el vídeo donde se postran ante tus calzones, alabándote como a un dios mientras se masturban como locas ( les filmé sin que se diesen cuenta ). ¿ Te gustaría verlo ?

  • Sí, y mucho. Y no nos olvidemos de la segunda parte: ver cómo te lamen las siete debe ser espectacular. Sólo de imaginármelo me pongo bruto: siete lenguas repasando a fondo el lujurioso cuerpo de la puta de mi esposa...

  • Es una escena preciosa, Óscar, ninguna de nosotras se cansa de verla - le dijo Juliana, orgullosa de su hermana.

  • Me pregunto si te gustaría compartir conmigo el fruto de mi victoria... - le dijo Alicia a Óscar.

  • Sin mi ayuda también habrías ganado, aunque naturalmente no por tantísimo margen.

  • Lo sé, pero aún así me gustaría someter a esas engreídas con tu ayuda.

  • Así será, nena, y espero que Laura también se apunte - cedió él ( tampoco tuvo que pensárselo mucho ).

  • ¡ Claro que sí, papá ! Además, tres de ellas se van a enterar, pues hicieron trampas.

  • Vaya, así que pusieron al corriente a sus maridos... ¡ que en el caso de dos de ellas, ni siquiera eran tales ! - la telepatía de Óscar no dejaba de aportarle nuevos datos, cosa que a ninguna de las humanas le importaba ya ( o no significativamente ), tal era la confianza que tenían en él.

  • Una se presentó con su hermano, por cierto homosexual, y la otra con un amigo que estaba loco por ella desde hacía mucho tiempo, y al que ella siempre le daba largas - le explicó Alicia.

  • ¿ Cómo les convencieron ?

  • La del amigo le prometió un cuarto de hora diario de sexo intensivo si se avenía a colaborar: eso habría sido más que suficiente para que aceptase, pero además le dijo que, si le era fiel, una vez acabase todo pasaría tres noches enteras con él.

  • La que se trajo a su hermano, le prometió dejarle participar en algunas de sus veladas más salvajes ( solía hacérselo con varios hombres a la vez, casi todos bisexuales, por lo que pillaría cacho de seguro ) - le explicó Laura.

  • ¿ Y la que estaba casada ?

  • Ya hacía tiempo que su marido sabía que le era infiel, cosa que le excitaba mucho, y ella, que a menudo le relataba con todo detalle sus escarceos, le habló de la competición.

  • Supongo que con quien ganaste tansólo ciento treinta mil puntos fue con el homosexual...

  • Eso es. El condenado fue realmente duro de roer, pues no logré tirármele hasta el cuarto día ( los demás cayeron al segundo o al tercero, de hecho hubo dos que lo hicieron al primero ). Fui la única que sacó partido de él.

  • ¿ Cómo te le llevaste al huerto ?

  • Tiene gracia que lo digas, pues nuestra primera experiencia fue precisamente en un huerto ( llevaba la grabadora encima, o no había contado ). Paseábamos por allí, en bañador, y yo no dejaba de mirar disimuladamente a su paquete mientras hablábamos amigablemente de sexo. Cuando le hablé del coito anal, su rabo empezó a despertar, de momento con cautela, y entonces decidí apostar fuerte, asegurándole que una de mis mayores fantasías era jugar con el ojal de un desconocido, atravesándoselo con los dedos e incluso comiéndoselo. No bien me oyó decir eso, se le puso tan gordo que casi se le salió del bañador, y yo le pregunté si el bulto que le había salido allí abajo significaba que a él también le excitaba aquella idea. Asintió, turbado, y entonces la agarré de las nalgas, empezando a sobárselas y preguntándole si le apetecería sentir en aquel preciso momento alguno de mis dedos, o quizá la lengua, en su ano.

  • Y él, que era maricón, pero no gilipollas, dijo que sí - intervino jocosa Laura.

  • Se lo hurgué un poco, y entonces le hice un beso negro de fábula, no deteniéndome hasta que se corrió ( no me llevó mucho, al muy cerdo le volvía loco ), prometiéndole algo mucho más contundente a la hora de la siesta ( agradecí haberme llevado consoladores, pues saqué un buen partido de ellos ).

  • ¿ Cómo desenmascarasteis a esas tres tramposas ?

  • Sus compinches se presentaron de improviso en la habitación donde estábamos realizando el recuento, cuando ya casi habíamos acabado, y nos lo confesaron todo. A poco estuvo de liarse una buena, pero me las arreglé para poner orden.

  • ¿ Desnudándote ? - rió él.

  • No tuve más que quitarme el bañador, y eso, tal y como supuse, llamó la atención de todos. Entonces, me acerqué sensualmente a dos de los tipos ( ese al que le gustaba saberse cornudo, y el homosexual ), agarrándoles de los huevos y apretando con fuerza, aunque sin pasarme, y diciéndoles que habían sido muy malos mientras les lamía alternativamente el cuello y la cara. Si realmente querían obtener el perdón de todas aquellas a las que habían intentado estafar, les dije, entre ellas yo, deberían darnos un tierno y prolongado beso en el coño.

  • Y ellos aceptaron, claro.

  • Por supuesto, tanto esos dos como el restante. Oh, y cuando fue mi turno ( elegí ser la última ), me negué a aceptar sus besos, diciéndoles que me lo había pensado mejor: a mí, siendo la vencedora indiscutible de la competición, no iban a apaciguarme con algo tan nimio.

  • ¿ Qué les pediste ?

  • Una semana de esclavitud sexual durante la que deberían someterse a todos mis caprichos, pese a lo cual me aseguraría de que gozasen como nunca... dejándoles además vengarse, si eran lo suficientemente complacientes, de las que les indujeron a cometer el delito. Como no quería que las demás supiesen nada de aquello, arranqué una de las hojas del cuaderno donde estábamos anotando los resultados ( una en blanco, claro ), y apunté en ella la penitencia en cuestión.

  • ¿ Y... ?

  • Titubearon un poco, pero al final los tres asintieron en silencio, tal y como les indiqué, quemando la hoja para que nadie supiera de nuestro pacto: no veas qué cara de mala leche pusieron esas tramposas al no poderse enterar de cómo iban a ganarse sus cómplices mi perdón. Por cierto, Óscar, hablando de trampas...

  • Tus sospechas están bien fundadas: mientras tú te tirabas a todos sus maridos simultáneamente, ellas intentaron seducirme en bloque - se le adelantó él - La primera vez, lo hicieron en la playa, a altas horas de la madrugada, montando una escena lésbica para animarme.

  • Qué rastreras: habíamos quedado en que no se podía colaborar con ninguna de las competidoras para seducir conjuntamente a alguno de los maridos - dijo Alicia - ¿ Cómo te atrajeron hasta allí ?

  • Una de ellas se hizo la deprimida, asegurándome que se había peleado con su esposo, y yo, tonto de mí, le acompañé a dar un paseo para animarle. Me condujo a un sitio bastante poco concurrido, y nos encontramos casualmente con las demás. Estaban bañándose en bolas, bastante animadas , e insistieron en que nos uniésemos a ellas.

  • ¿ Cuántas veces más lo hicieron ?

  • Sólo otra, coincidiendo con tu segunda orgía con sus siete maridos. Estaba haciendo la compra cuando aparecieron en el ultramarinos y me condujeron a la trastienda, donde nos quedamos todos encerrados ( no me preguntes cómo lo hicieron, aunque algo me dice que sobornaron al dueño ). Fueron tres horas y media de acoso ininterrumpido: a falta de mí, al final organizaron un nuevo bollo. A dos de ellas tuve que meterles una hostia.

  • ¿ Les pegaste ? - se sorprendió Alicia, incapaz de imaginarse a su marido atizando a una mujer.

  • Sí, y les di tan fuerte que les partí los morros. Me sentí fatal, jamás me había puesto violento con una mujer, pero sólo así dejaron de incordiarme.

  • Se lo tenían bien merecido - sentenció Laura.

  • Supongo que sí. Ese día sí que acabé realmente mal de los huevos. Estuve a un tris de unirme a la juerga, y no me gustó nada que me acusaran de ser impotente.

  • ¿ A ti también te lo dijeron ? - se molestó Alicia - ¡ Malditas deslenguadas ! ¡ Pagarán por ello, te lo aseguro !

  • ¿ Cómo es que no lo intentaron una tercera vez, papá ? - le preguntó Laura.

  • Sí que lo intentaron, posiblemente mientras tu madre se tiraba por última vez a todos sus esposos, pero yo les vi venir y me escabullí. Las muy guarras intentaron narcotizarme, pero me negué a beber del granizado que me dieron.

  • ¡ Establecimos que no se podía drogar a nadie ! - exclamó Alicia - Pero, dime, ¿ cómo te enteraste de que habían echado algo dentro ? Esa acusación es muy seria, cariño, tengo que tener la certeza de que no te equivocas, caso en el que tomaría medidas...

  • Verás, me refugié unos minutos en el servicio del bar donde me sitiaron, y, tras sopesar mis opciones, decidí escapar por la ventana. Estaba enrejada, pero quité los tornillos, que afortunadamente estaban más bien flojos, con el cortauñas ( fue una suerte que lo llevara encima ). Antes de salir de allí, garabateé una disculpa en un trozo de papel higiénico, dejándolo en un lugar bien visible: también dejé tres billetes de diez euros, para compensarle al dueño por las molestias.

  • La leche, tuvo que ser de película - se asombró Esther .

  • Sí, a mí también me lo pareció - rió Óscar - Además, para hacerlo todo aún más emocionante, en aquel momento pasaba una pareja de adolescentes por la parte trasera del local ( iban muy acaramelados, y sólo gracias a ello pude pasar inadvertido ). Estuve tentado de irme de allí, pero noté que alguien estaba hurgando en la puerta y decidí quedarme, escondiéndome tras un cubo de basura. Hice bien, pues eran dos de ellas ( ignoro cómo abrieron la puerta, habiendo puesto yo el seguro ). No podían creerse que les hubiera dado plantón, y decidieron volver a colocar la reja. Mientras lo hacían ( se valieron de unas pinzas para depilar que una de ellas llevaba en el bolso ), intercambiaron algunas frases más, delatándose ( tiraron la nota por el retrete, claro, quedándose con el dinero para pagar la consumición ).

  • Menos mal que no hablaron de la competición.

  • Sí que lo hicieron, pero fui incapaz de averiguar a qué se referían - le dijo él, frunciendo el ceño y añadiendo - Hay algo que no me encaja: con el miedo que tenías a perderme, ¿ cómo se te ocurrió participar en algo así ? ¡ Si me hubiese enterado, te habría mandado a paseo !

  • Uno de los muchos potingues que me dio la puerca de mi madre borra los recuerdos del último periodo de vigilia. No tengo ni idea de qué está hecho, pero funciona a la perfección, y no parece tener efectos secundarios: de haber descubierto nuestro juego, me las habría ingeniado para hacerte beber un poco.

  • ¿ Cómo estás tan segura de que funciona ? - se interesó él.

  • Cuando estaba en casa de esas brujas fui testigo de su eficacia en más de una ocasión, y yo misma lo he usado con todo aquel que se ha enterado de algo que no debía - repuso Alicia, y era evidente que no se sentía orgullosa de ello, así que Óscar decidió cambiar el rumbo de la conversación, diciendo:

  • No veo la hora de tener a las siete a nuestra merced, nena. Les voy a enseñar a no calentar más de la cuenta a nadie.

  • Lamento que te acosasen tanto - se excusó Alicia, agradecida de que Óscar no hubiese insistido con lo de la poción.

  • Ellas no fueron las únicas, y no estoy hablando de Teresa y de Susana: una de nuestras proveedoras me estuvo rondando durante bastantes meses, y, cuando en el local de al lado pusieron una ferretería, la hija del dueño la tomó conmigo ( la verdad es que la muy zorra sigue insinuándoseme, y eso que ya se ha echado novio ) - le dijo él - Como ves, tuve oportunidades de pegártela sin que tú te enterases. Además, ¿ qué habrías hecho si me hubiese quejado de Susana delante de ambas ? ¿ Habrías prescindido de sus servicios ?

  • Le tenía dicho que, de darse el caso, armase una escena, suplicando el perdón de ambos arrastrándose si era preciso a nuestros pies - repuso ella - Sé que habría sido lo suficientemente convincente, por la cuenta que le traía.

  • Debías montarte unas orgías de cuidado cuando yo no estaba... que era buena parte del tiempo - le dijo Óscar tras una breve pausa.

  • Tengo aún más tiempo libre de lo que piensas, pues no es cierto que trabaje de comercial en una empresa de hardware, si bien soy ama de uno de los directivos de una, y él ha sido quien me ha estado encubriendo todos estos años - Alicia, al igual que las demás, había preferido sincerarse por completo, y cada vez que salía a cuento algo lo decía. Lo preferían a esperar a que él les leyese la mente.

  • Pero, ¿ y tu sueldo ?

  • Antes de conocerme, Antonio se gastaba un dineral en prostitutas capacitadas para cubrir sus especiales necesidades, así que le convencí de que a partir de entonces me pagara únicamente a mí, simulando que eran los honorarios de mi puesto ficticio. Juego con él como una vez a la semana ( a veces, no muchas, hasta dos ). Nunca se ha arrepentido del arreglo: no sólo le salgo proporcionalmente más barata, si no que le hago gozar como un marrano ( y bien que lo disfruto, pues realmente se esmera en complacer a su ama, o sea, yo ).

  • Imagino que lo hacías por la mañana, cuando yo no estaba.

  • Preferentemente sí, lo cual me daba muchas horas de margen, aunque a veces le he hecho pasar toda una noche en las plantas inferiores.

  • Pensé que solamente vosotras conocíais su existencia.

  • Y así es: antes de bajarle, siempre le ato, vendándole por completo los ojos y durmiéndole con un sedante, o como mínimo atontándole. Sólo ha visto un cuarto allá abajo, que por cierto es idéntico al cuarto donde tenemos instalado el gimnasio.

  • De ese modo, piensa que le metes allí - comprendió Óscar - Me gusta la idea: ¿ de quién fue ?

  • Mía - le dijo Juliana - Cuando bajamos a nuestros sumisos a las plantas inferiores, muy pocas veces les dejamos ver otra cosa que no sea ese cuarto, manteniéndoles con los ojos cerrados buena parte del tiempo. De ese modo, no sospechan nada. Además, no olvides el mejunje que borra los recuerdos: cuando alguno deduce dónde se encuentra, cosa que sólo ha ocurrido en dos ocasiones, se lo damos.

  • ¿ Sabe la mujer de Antonio lo que haces con él ? - le preguntó Óscar a su esposa.

  • No, y no seré yo quien se lo diga: él le quiere mucho, pese a la tortuosa relación que mantiene conmigo, y la verdad es que no me veo capaz de hacerle una marranada tan gorda ( mis hermanas, de estar en la misma situación, no lo habrían dudado ni un instante, asegurándose de que la mujer también fuera su ama, a fin de mantenerle entrenado para ellas ).

  • ¡ Le masturbaste con un pie aquella vez que cenamos los cuatro en su casa ! - exclamó Óscar, divertido.

  • Oh, eso: se la sacó a un gesto mío, y estuve restregándosela con el pie durante toda la cena. Me lo pasé muy bien.

  • Ya me extrañaba que llevases sandalias con el día tan malo que hacía. Os arriesgasteis mucho, tanto María como yo podríamos habernos dado cuenta.

  • No con la ropa que llevaba él: recuerda que se sacó la camisa para estar más cómodo. De ese modo, su minga quedó oculta bajo ella... pero perfectamente accesible a un pie lo suficientemente osado ( y los míos lo son, ya has tenido ocasión de comprobarlo ).

  • Ya lo creo, nena... - rió él, exclamando, sorprendido - ¡ Alto ahí ! ¿ Le ordenaste que no se corriera ?

  • Por supuesto, en eso consistió el juego: como cumplió, le dejé adorarme el coño un ratito.

  • ¡ No se dejó en su despacho el DVD que iban a ponernos tras la cena !

  • Claro que no, lo llevaba yo en el bolso. Sólo tuvo que hacer como que salía, escondiéndose en el servicio hasta que yo decidí acudir a hacer del vientre.

  • Con razón te tiraste tanto rato en el servicio. Menuda faena me hicisteis: mientras vosotros os divertíais allí dentro, yo tuve que aguantar a la pesada de su esposa, que no dejó de darme la lata con ese maldito álbum de fotos suyo...

  • Contábamos con ello, María se lo muestra a todas las visitas.

  • Ahora que caigo, ¿ no tenías aquel día la regla ?

  • Sí, de hecho elegimos el día con varias semanas de antelación ( ya sabes lo regular que es mi ciclo ). Me lo comió con tampón y todo mientras yo, sentada en la taza, y con los pies cómodamente plantados en sus cojones, echaba un buen chorizo ( si no me falla la memoria me corrí tres veces, en gran parte debido al morbo que me daba aquella situación ). Luego, me puse una pizca de gel lubricante en el ano, sin limpiarme ni nada, y le ordené que me la clavase por detrás, cosa que ambos disfrutamos mucho. Oh, y una vez nos corrimos, le tiré al suelo y me senté en su cara, exigiéndole que me comiese el culo a fin de limpiarme su esperma... y, de paso, mi caca ( yo hice lo propio con su pene, aunque valiéndome de papel higiénico, pues me niego a catar mi propia mierda del rabo de un sumiso, y tenía previsto hacerle una mamada más tarde ). Fue delicioso: me corrí una vez más, y a él se le puso tan dura que tuve serios problemas para ponerle el dispositivo de castidad...

  • ¿ A él también le pusiste una de esas bragas de tu madre ?

  • No, son sólo para chicas, a él le puse un artefacto hecho a base de anillos y varillas que impide, y de un modo un tanto doloroso, la erección ( ya te enseñaré alguno, están de lo más logrados ). Ah, y en el culo le dejé clavado un vibrador bien gordo: estuvo un buen rato así.

  • ¿ No crees que te pasaste un poco con él ?

  • Qué va, le encantó. Aguantó sin chistar durante toda la película, y eso que tenía permiso para ir al baño a quitarse todo aquello...

  • Pero, de hacerlo, se habría quedado sin su premio - terminó Óscar por ella.

  • Eso es. Le hice una mamada de campeonato, aunque el semen no me lo tragué, escupiéndolo en su copa... que él, naturalmente, apuró mirándome a los ojos.

  • Hace falta valor, provocar un cortocircuito para que saltasen los automáticos y tener así unos minutos de oscuridad. No me extraña que estuvieses tan callada durante el apagón, tenías la boca de lo más ocupada...

  • La idea fue mía, y para ser precisos no se trató exactamente de un cortocircuito - intervino Juliana - Antonio sólo tuvo que conectar un programador horario a un enchufe, derivando una de sus fases a masa a través de una resistencia relativamente baja: cuando llegó la hora, el diferencial hizo el resto.

  • Por eso volvían a saltar cada vez que María los rearmaba. Fuisteis un poco imprudentes, podrías haber ocasionado un incendio.

  • Bah, eché unos números y no había riesgo, ten en cuenta que la resistencia limitaba la corriente - le quitó importancia Juliana.

  • Y, claro, si no encontraba nadie mecheros, ni linternas, era porque los habíais escondido...

  • Por supuesto - le dijo Alicia.

  • ¿ Te excitó comerle la polla conmigo delante, mi promiscua esposa ?

  • Sabes que sí, cariño. Soy una golfa, y me gusta serlo; llámame guarra si quieres, estás en tu perfecto derecho, pero eso es lo que hay.

  • Vaya, así que te masturbaste mientras se la mamabas...

  • Anda, claro, de lo contrario me habría dado algo. Por si te interesa saberlo, me imaginé que tú podías vernos, y que, lejos de mosquearte, te unías a la juerga, empalándome sin miramientos.

  • Teniendo en cuenta la facilidad con la que manejas a Antonio, me extraña que no le cobres más - comentó él, tras exhalar un breve suspiro - Sospecho que no se habría opuesto a un aumento de sueldo .

  • Podría haberlo hecho, pero no me pareció justo. Me gusta mucho como sumiso, ya te he dicho que es especialmente complaciente, y además de mi sueldo a menudo me hace regalos.

  • Por lo que capto de tu mente, no es el único.

  • No, no lo es, todos los que se lo pueden permitir lo hacen: a los demás se lo tengo terminantemente prohibido, pues me niego a arruinarles. Una cosa es dominarles y otra muy distinta joder sus vidas, cosa que esas arpías siempre hacen con todos los incautos que caen en sus redes, arrebatándoles su dinero, sus propiedades, su voluntad, su dignidad, su virilidad - castrándoles a tal fin, o con suerte tan sólo afeminándoles -, y, finalmente, sus vidas.

  • ¿ Te estás dando cuenta de que eres una puta ?

  • Yo no lo veo así: ellos son mis esclavos, y me demuestran su gratitud por aceptarles como tal pagándome - se ofendió momentáneamente Alicia, aunque enseguida suavizó su expresión, pues Óscar no decía más que la verdad, por mucho que lo otro fuera igualmente cierto.

  • Papá, recuerda que la abuela le obligó a hacerlo - salió en su apoyo Laura.

  • ¿ Cuánto le debes aún ? - quiso saber Óscar.

  • Nada, saldé mi deuda con ella en seis años.

  • ¿ Ganaste cien millones de pelas en seis años ? - se sorprendió Óscar.

  • Algo más de ciento cincuenta, en realidad ( no olvides los intereses, que fueron en torno a veinte ).

  • ¡ Joder ! ¿ Con cuánta gente te lo hacías ?

  • Oh, no con tanta como seguramente piensas: les hacía pagar toda una pasta por cada encuentro. He llegado a cobrar cuatrocientas mil pesetas por una sola sesión ( eso sí, fueron dieciséis horas de acción casi ininterrumpida, y con todos los extras ), aunque por lo común cobraba del orden de cincuenta.

  • Es increíble que haya gente dispuesta a pagar tanto para que les hagan perrerías.

  • Oye, que también me los tiraba, y te puedo asegurar que lo disfrutaban tanto como yo. Les dejo secos, y no veas cómo me divierto haciéndolo.

  • ¿ También te prestabas a ello con mujeres ?

  • Naturalmente.

  • Una vez pagaste a tu madre, espero que lo dejaras, centrándote sólo en Antonio.

  • La verdad es que no, aunque empecé a hacerlo menos a menudo. Antes de que lo preguntes, desde entonces he ganado casi un millón y medio de euros, que tengo repartidos en varias cuentas.

  • Yo misma tengo casi medio millón, y las ganancias de Esther ya pasan de los doscientos mil euros - le dijo Juliana.

  • No me lo puedo creer. He estado viviendo en un prostíbulo sin enterarme, y en uno de los caros. Al menos espero que Laura no...

  • No, yo no he cobrado aún a nadie, pero a menudo he participado en los juegos de las tres, lo cual me ha acarreado jugosas propinas

  • se le adelantó ella.

  • Nuestra hija tiene una cuenta con cerca de veinte mil euros, todo ello obtenido únicamente en concepto de propinas.

  • ¡ Coño ! ¡ Mira que sois guarras las cuatro !

  • Somos unas zorras de cuidado, papá, y además nos gusta dominar a la gente: ¿ qué hay de malo en que algunos de nuestros sumisos, si así lo desean, nos paguen por el privilegio de adorarnos ? - razonó Laura, cada vez más tentada de imitar a Ciríe ( la deluyrei, claro, seguía dale que te pego ), aunque por el momento se logró refrenar.

  • No me extraña que prefirieseis vivir en el chalé: aquí es donde teníais la sede de vuestro próspero negocio.

  • Vamos, Óscar, no seas así: si realmente puedes leernos la mente, sabrás que el dinero, una vez logré pagar a mamá, era lo de menos. Lo principal era gozar de las atenciones de unos cuantos esclavos...

  • Entonces, es lo que me temía: yo no bastaba para satisfacerte.

  • Contigo disfrutaba mucho, cariño, de hecho bastante más de lo que tú imaginas... - comenzó Alicia.

  • ¡ Me ocultabas buena parte de tus orgasmos ! - se sorprendió él.

  • Pues sí: me daba miedo que descubrieses que soy ninfomaníaca perdida.

  • Pero, entonces, ¿ cuántas veces te corrías, cada vez que nos dábamos un buen repaso ?

  • Por lo común no menos de diez o quince, aunque te hacía pensar que sólo lo hacía cinco o seis veces. Eres un amante excepcional, Óscar: quizá no fueras un cachas, ni tuvieras una polla de esas que te hacen sentir llena a reventar, ni fueras irresistiblemente atractivo, pero... ¡ joder, que requetebién me lo pasé siempre contigo ! Además, ¿ qué hombre es capaz, a los treinta y seis años, y sin usar algún tipo de estimulante, de correrse cuatro veces en una noche ? ¡ Muy pocos, te lo aseguro ! Y tú, para colmo, repetías la proeza a lo sumo cada tres días, por lo común sólo dos.

  • ¿ Tan extraño se te antoja ? - se sorprendió Óscar - Vaya, pues yo pensaba que era de lo más normal.

  • Y un huevo normal, papá - le regañó Laura, incapaz de comprender cómo su padre jamás se había dado cuenta de lo mucho que valía - A menudo ni los adolescentes pueden hacerlo, y se supone que ellos están llenos a rebosar de energía. Créeme, sé muy bien lo que me digo.

  • Pero, si realmente era tan buen amante, ¿ por qué me la pegabas con tanta gente, Alicia ? - se extrañó él.

  • Porque el sexo convencional no me basta. Incluso aunque mamá no me hubiese prohibido tajantemente dominarte, sospecho que jamás habría reunido el valor necesario para practicar contigo alguno de esos juegos que tanto me fascinan. Esas cosas a lo sumo se pueden hacer con conocidos, pero no con gente a la que amas de verdad, o al menos así lo veo yo. Es por ello que me desfogaba con todos esos sumisos... y sumisas.

  • Todo el día encerrada en casa, haciendo con otros lo que conmigo no te atrevías a hacer - dijo Óscar, sin saber muy bien si sentirse rechazado, por no haber sido incluido en aquellos juegos, o halagado, por el apego que su esposa parecía tenerle al excluirle - Definitivamente, ahora comprendo por qué preferías el chalé al piso. Por cierto, ¿ qué pasó con el altillo que Juliana hizo en el piso antiguo, cuando lo vendiste ?

  • Estuvimos tentadas de tapiarlo sin más, pero no queríamos correr el riesgo de que años después lo descubriesen, comprendiendo que lo habíamos ocultado y yéndose de la lengua, así que les dijimos que lo habíamos usado de almacén, hartas de tener que bajar al trastero para guardar las cosas. Oh, y el piso que nos compramos con lo que nos dieron por él ( sin olvidarse de los cuatro kilos que tú pusiste ), también tiene... sorpresa.

  • ¡ No fastidies !

  • Juliana construyó un pequeño cuarto secreto, naturalmente insonorizado, pero no daba mucho juego. Se accede a él desde el armario que hay en el cuarto de baño, ese donde colocamos las toallas, las batas y demás.

  • Ya me parecía a mí que esas vigas y esa bajante de aguas se comían demasiado espacio. ¿ De cuántos metros cuadrados es el cuarto ?

  • Siete con veinte, insonorización incluida - dijo Juliana, orgullosa.

  • ¡ Yo alucino ! ¡ Deberías haberte metido a arquitecto !

  • No creas que no me comí el tarro a fondo para conseguir todo ese espacio sin que se notase demasiado.

  • Me lo imagino - dijo él, pensativo, tras lo que añadió, mirando a Alicia - Y yo que te hacía yendo de aquí para allá, como cualquier comercial que se precie de serlo...

  • Me movía más de lo que piensas, en busca tanto de nuevos esclavos como de amantes, aunque éstos últimos jamás me duraban más de una semana, pues el sexo de igual a igual enseguida me aburría... salvo contigo, claro. Si no se amoldaban a mis exigencias en ese plazo, les mandaba a freír espárragos.

  • Vaya, gracias - le dijo irónicamente Óscar - Imagino que lo de vivir en el chalé, pese a tener el piso a diez minutos escasos del super, también te sirvió para obligarme a levantarme antes para ir a trabajar, llegando más tarde: de ese modo, tenías más tiempo para divertirte con tus devotos.

  • Pues sí. Oh, y si te hice creer que entraba a trabajar dos horas y media más tarde que tú fue para no tenerme siquiera que molestar en simular que comenzaba a vestirme cuando tú te ibas.

  • Y ya sé el motivo por el que siempre evitabas ciertos lugares cuando íbamos juntos: eran tus cotos de caza, los sitios donde obtenías tus raciones extra de carne , ¿ no es eso ?

  • Los suyos, y los míos - le dijo Laura, haciendo ademán de levantarse.

  • Quieta ahí - le ordenó Óscar.

  • Es que me estoy orinando...

  • No mientas - le reprendió él - Esta reunión es muy importante para todos, no voy a tolerar que te escabullas para hacerte un pajote. De aquí no se levanta nadie hasta que yo lo diga, así que tienes dos alternativas: o te aguantas las ganas, o te pajeas aquí mismo.

  • ¡ No me puedo creer lo que estoy oyendo ! - exclamó Esther.

  • ¿ Estás hablando en serio, Óscar ? - le preguntó Alicia.

  • Naturalmente, de hecho creo que yo también me pajearé - le dijo Óscar, agarrándose el miembro y empezando a masturbarse, aunque de momento con suma lentitud.

  • Papá, ¿ me dejas al menos que vaya a por un consolador ? - le preguntó Laura, melosa - Vuelvo enseguida, te lo prometo...

  • Ya habrá tiempo para eso, golosa, apáñate de momento con las manos. Por cierto, ¿ tienes muchos ?

  • A porrillo, y mamá y las tías también.

  • Bueno, lo de mamá no me sorprende, yo mismo le he regalado alguno...

  • No te ofendas, pero los que tú me has comprado no son más que la avanzadilla de un copioso ejército de orondos e incansables rabos artificiales, amén de otros adminículos de lo más versátiles - le dijo Alicia.

  • Mira que eres viciosa. Confío en que me los enseñéis.

  • ¿ Te gustaría ver nuestros juguetitos ? - le preguntó Juliana, temblando de excitación.

  • Claro que sí, quiero ver con qué cosas se distraen mis chicas. Es más, sería de lo más instructivo ver cómo los usáis...

  • ¡ A la mierda las bragas ! - exclamó Ciríe, quitándoselas - Esta conversación me ha calentado demasiado, ya estoy harta de remilgos.

  • ¿ Por qué no usas el consolador mágico de Hepente ? - le sugirió Óscar.

  • Excelente idea - le dijo Ciríe, hurgando en la falda a fin de cogerlo ( cuando se la quitó, mientras revoloteaba por todo el cuarto, la había dejado caer sobre su sillón, de modo que ahora estaba sentada sobre ella ).

  • ¡ Aumenta de tamaño ! - exclamó Esther cuando Ciríe lo expandió.

  • Anda, claro - dijo Hepente ( llevaba bastante rato sin hablar , al igual que las restantes hermanas de Ciríe, por lo que su intervención sobresaltó levemente a las humanas ) - Y no veas los meneos que da...

  • ¿ Se lo mete por el culo ? - se horrorizó, o poco menos, Alicia.

  • Ya ves que sí - le dijo ella, alzando las caderas a fin de que todas las humanas pudieran apreciarlo con todo lujo de detalles.

  • Te vas a reventar... - se asustó Juliana.

  • Bah, Ciríe puede encajar eso y más - les aseguró Óscar - Le he llegado a meter el puño dentro.

  • ¡ Trolero ! - exclamó Laura.

  • ¿ Te atreves a poner en duda mi palabra ? - le increpó él, y las cuatro humanas no tuvieron más remedio que callarse.

  • Toma, cariño, ahí va eso - le dijo a Óscar inesperadamente Ciríe, lanzándole sus bragas y siguiendo a lo suyo.

Él las cogió al vuelo y las olfateó con deleite, tras lo que se envolvió el miembro con ellas, continuando como si nada con el lento vaivén. Entonces, le preguntó a Alicia:

  • ¿ Habéis seducido entre las dos a alguien, llevándole conjuntamente a la cama ?

  • Varias veces, sí - reconoció Alicia - Tanto a hombres como a mujeres.

  • ¿ Les decís que sois madre e hija ?

  • Sí, y eso les suele poner como motos - rió ella - Sin embargo, a veces les decimos que somos hermanas.

  • Con lo bien que te conservas, pedazo cerda, seguro que cuela.

  • Ya lo creo - dijo ella, halagada.

  • ¿ Habéis montado una escena lésbica en una discoteca ? - se sorprendió Óscar, al captar aquel pensamiento de ambas.

  • Anda, claro, y en más de una ocasión - rió Laura - Mamá sólo me acompaña cuando no tengo plan, pero cuando lo hace arrasamos.

  • Nos encanta bailar pegadas, frotándonos y metiéndonos mano con absoluto descaro - le explicó Alicia, añadiendo con orgullo - Calentamos tanto al personal que hay quienes se la han pelado mirándonos.

  • ¿ Cómo es eso ?

  • Los muy cerdos se sientan en una mesa, a fin de taparse, y se la machacan en nuestro honor - le dijo Laura - Es maravilloso saberse tan deseadas, papá, nos hace sentirnos auténticas diosas. En cierta ocasión un tío se excitó tanto, al ver cómo nos comíamos la boca, que se corrió sin tocarse ni nada.

  • Fue la leche, y valga la gracia - rió Alicia - No sabía qué hacer para tapar la enorme mancha que le salió en el pantalón.

  • Veo que sois el terror de las discotecas...

  • Supongo que sí, pero también nos hemos provisto de amantes y esclavos, de ambos sexos, vía internet - le dijo Laura, comenzando a manosearse descaradamente la entrepierna, aunque de momento a través de la ropa

  • A los amantes pocas veces les traíamos aquí ( preferíamos domarles previamente en hoteles, o incluso en sus propias casas ), pero a los que comienzan directamente como esclavos sí, aunque las primeras veces con los ojos tapados ( de hecho, a veces no les dejamos ver nuestras caras hasta que ya están a nuestra merced: hasta la fecha, ninguno se ha sentido desilusionado ).

  • Los tenéis una sola noche, supongo.

  • No solemos dejarles marchar tan pronto ( a menos, claro, que les veamos realmente arrepentidos de emprender tan peligrosa aventura, pues siempre nos hemos negado a forzar excesivamente a nadie: de lo contrario, bien poco nos distinguiríamos de todas esas víboras ) - le explicó Esther - De hecho, no pocas veces les exigimos que se encuentren con nosotras tras haber pedido unas breves vacaciones... que se les hacen, tal y como les aseguramos, inolvidables.

  • No quisiera parecer grosero, pero no logro comprender cómo has ganado tanto dinero teniendo en cuenta cómo te dejó la cara la malnacida de tu madre - le dijo él, dejando de pajearse por unos instantes.

  • Siempre uso máscaras que sólo les dejan ver lo poco que tengo intacto ( ojos, orejas, nariz y labios ). En el resto del cuerpo también tengo alguna que otra cicatriz, pero no son tan evidentes, y de algún modo u otro siempre me las he ingeniado para ocultarlas.

  • Cuesta creer que no me enterase de las juergas que os corríais ahí abajo - cambió de tema él, pues hablar de aquello a Esther le resultaba muy duro.

  • Modestia aparte, el sótano está muy bien insonorizado - le aseguró Juliana - Incluso de noche, con todo en silencio, es imposible oír aquí arriba nada.

  • Más de una vez hemos organizado una orgía espectacular abajo, mientras tú dormías como un angelito - le dijo Alicia.

  • Supongo que te pondría a tono saber que, a sólo unos cuantos metros por encima de ti, a tu marido le crecían sin pausa los cuernos...

  • aventuró él, comenzando de nuevo a pelársela, al igual que antes sin prisas.

  • Ojalá algún día me perdones, pero sí, eso me ponía muy cachonda - reconoció ella, llevándose la mano a la entrepierna, que se empezó a acariciar a través de la ropa - No puedes ni imaginar la de veces que he fantaseado con que nos pillabas, uniéndose a la fiesta.

  • Es más, cuando me dabas a comer la rajita, la mayoría de las veces sin duda estaba bien sazonada con el esperma de ni se sabe cuánta gente.

  • Lo hacía tan a menudo como me era posible, al menos hasta que descubrí que te amaba - le dijo ella, desviando por un instante la mirada, aunque sin dejar de manosearse - Una vez acepté que me había enamorado de ti, cada vez lo hice con menos frecuencia, y ya hace casi quince años que me lavo cuidadosamente antes de mantener relaciones contigo.

  • Mira que no darme cuenta de que aquello olía a zumo de rabo...

  • Difícilmente podrías haberlo hecho, pues me untaba un potingue que la bruja de mi madre me dio capaz de enmascarar el olor y sabor a semen ( a saber con qué lo preparan, pero al menos tóxico no es, o irritaría las mucosas ). Precisamente es uno de los preparados que venían en aquel paquete que me entregó en nuestra boda.

  • Imagino que a ellos les harías lo mismo con mi esperma.

  • Muy al principio sí, y desde luego sin molestarse en camuflarlo, pero enseguida decidió que no se merecían tal privilegio, compartiéndolo exclusivamente con nosotras - intervino Laura.

  • ¿ Le comías el coño a tu madre tras hacerle hecho yo el amor ?

  • Siempre que me era posible, y con gran placer, pues yo...

  • ¿ Sí ? - le ayudó afectuosamente él.

  • También te deseo, padre - reconoció ella, sonrojándose - Me he hecho ni se sabe de pajas pensando en ti, y eso que por aquel entonces tú no estabas, ni de lejos, tan, tan...

  • Magnífica e increíblemente macizo - dijo impulsivamente Juliana, enrojeciendo en el acto también.

  • ¿ Tú también apurabas mi esperma del coño de tu hermana ?

  • Sí, Óscar, las tres lo hacíamos no bien teníamos ocasión - repuso ella - Me vuelves loca, y las escasas ocasiones que usabais preservativos Alicia me los daba, y yo los lamía hasta dejarlos completamente limpios... primero por fuera y luego por dentro. Joder, pero si hasta olfatear tu ropa sucia, que mi hermana me daba, sobre todo los calzoncillos, me ponía histérica...

  • No te la pondrías, espero.

  • Pues sí, aunque me excitaba aún más vestirme con la ropa usada de Alicia, aprovechando que tenemos aproximadamente la misma talla, antes de lavarla ( por lo común soy yo quien hago la colada en esta casa, al menos en ausencia de Susana ). Cuando lo hacía, me imaginaba estar en su lugar, recibiendo tus atenciones, y enseguida no me quedaba más remedio que meterme en el ojete uno de mis oscarcitos .

  • ¿ Oscarcitos ? - repitió Ciríe, divertida.

  • Así es como llama a sus consoladores - les explicó Esther.

  • Oh, entiendo...

  • Nenas, eso de que le comáis la rajita a Alicia tras haberme corrido yo dentro de ella tengo que verlo algún día - les dejó caer Óscar, tras unos instantes de silencio general.

  • ¡ Cuando quieras, papá ! - exclamó alborozada Laura.

  • ¿ Y si donde me corriese fuera en su otro agujerito, el de atrás ? - se interesó él - ¿ Estaríais dispuestas a lamérselo también, delante mía ?

  • Anda, pues claro - dijo Juliana - Pues no lo habremos hecho veces ni nada, tenga o no tu leche dentro...

  • Eso también tengo que verlo.

  • Dalo por hecho, cielo - le dijo Alicia, acariciándose los pechos con la mano libre ( que, claro, en aquel preciso instante dejó de estarlo ).

  • Disculpad, pero esto me molesta - se excusó entonces Laura, quitándose rauda los pantalones que llevaba, unos ajados vaqueros bastante ceñidos que le quedaban de vicio, a fin de frotarse con más eficacia la entrepierna, cosa que ahora hacía a través de las empapadas bragas.

  • La verdad es que a mí también me molestaba - le confesó Óscar, mirándole con interés.

  • ¿ Te molestan también mis bragas, papá ? - le preguntó sensualmente ella, sosteniendo su mirada mientras se acariciaba a su través.

  • Pues sí, preciosa. Quiero ver tu rajita, y las muy impertinentes me lo impiden.

  • ¿ Quieres ver la mía también ? - le preguntó Alicia, acarameladamente.

  • No seas tonta, cacho golfa, claro que sí.

  • En ese caso, supongo que no te importará que imite a nuestra hija, poniéndome un poco más cómoda... - le dijo ella, quitándose la falda que llevaba, así como la blusa.

  • ¿ Qué pasa con la ropa interior ? - le preguntó Óscar.

  • Bueno, se me había ocurrido que podrías quitármela tú - le dijo Alicia con fingido candor.

  • Pues a mí se me ha ocurrido otra cosa: ¿ te gustaría saber qué ?

  • Dime, Óscar...

  • Podría quitártela Laura, es más, luego podrías quitársela tú a ella, aprovechando que aún no se ha bajado las bragas.

  • ¿ De verdad quieres que hagamos eso ? - le preguntó Laura, sacándose de un tirón el polo que llevaba.

  • Sí, nenas.

Ambas se pusieron en pie, acercándose, y, sin apartar la mirada de Óscar, se desvistieron mútuamente. Las dos llevaban zapatillas de andar por casa, que también se quitaron: Laura no llevaba medias, pero Alicia sí, y plantó alternativamente sus pies en los suculentos pechos de su hija, una vez ésta se puso de rodillas. Se las quitó con deliciosa parsimonia, cubriéndole las piernas, y luego los pies ( cuyas uñas, a diferencia de las de los de Laura, estaban cuidadosamente pintadas ), de tiernos besos.

  • ¿ Se te había ocurrido algo más, papá, o ya podemos sentarnos de nuevo ? - le preguntó Laura a Óscar, con coquetería, una vez se incorporó.

  • De momento, creo que me deleitaré un poco contemplado vuestros magníficos cuerpos desnudos.

  • ¿ Te gusta lo que ves, papá ? - le preguntó con afección ella, entrelazando los antebrazos en la nuca y sacando pecho, mientras movía sensualmente las caderas ( Alicia, claro, le imitó ).

  • Las dos estáis realmente potentes, cielo. A ver, mostradme ese fabuloso culo que tenéis.

  • Mira qué par de culos más ricos, Óscar - le dijo Alicia, girándose y palmeándoselo, todo ello sin dejar de menearse, insinuante ( ésta vez fue Laura quien le imitó, pues su madre se le había adelantado ).

  • Preciosos, nenas. ¿ Qué os parece si os tocáis un poco la rajita, delante mía ?

  • ¿ Quieres que nos acerquemos ? - le dijo Laura, girándose al par que su madre.

  • No, de momento quedaos las dos ahí. Venga, quiero ver esos dedos placenteramente clavados en vuestros coños....

  • Me encanta que nos mires así, papá, parece que te nos vayas a comer en cualquier momento - le aseguró ella, hurgándose a conciencia el humedecido sexo.

  • Ahora que vuestros dedos han cogido sabor a chocho, nenas, ¿ qué os parece si os los lleváis a la boca y los laméis, catando así vuestros propios jugos ? - les sugirió Óscar al poco.

  • Buena idea, cariño - le dijo traviesa Alicia, mientras chupaba todos y cada uno de sus dedos con nada fingido deleite... cosa que también hizo Laura, disfrutándolo también.

  • Vaya, parece que os gusta el sabor de vuestro propio coño - rió él.

  • Por supuesto, papi. ¿ Qué más cochinadas te gustaría que hiciésemos ?

  • ¿ Por qué no nos obsequiáis a todos con una tórrida y fraternal escena lésbica ?

  • ¿ Realmente es eso lo que desees, cariño ? - le preguntó Alicia, sonriendo de oreja a oreja ante la expectativa.

  • Por supuesto, guarra. Vosotras tan sólo imaginad que estáis en una discoteca, con ganas de calentar el ambiente, y que la música que en este momento ponen es especialmente lenta - dicho esto añadió, con malicia - A menos, claro, que todo eso que me habéis contado antes no sea más que una de vuestras típicas trolas...

  • De trola nada, papá: mira con qué gusto nos damos el lote - le dijo Laura, abrazándose a su madre y empezando a besarle con ardor, mirando por el rabillo del ojo a Óscar ( cosa que también hizo Alicia ).

Mientras se besaban, comenzaron a restregar sus cuerpos, agitándose al son de una música ficticia. Laura, a punto de cumplir los dieciséis, ya era casi tan alta como su madre, que rondaba el metro ochenta, y quizá algo más que su padre... antes de la transformación, claro. Su pelo era de un rubio trigueño, al igual que el de su madre ( quizá algo más oscuro ), y relativamente rizado, aunque tal cosa no se ponía de manifiesto en aquel momento, pues tenía por costumbre alisárselo. Le llegaba aproximadamente hasta la mitad de la espalda, llevándolo por tanto algo más largo que ella, la cual, teniéndolo menos rizado, no se molestaba en alisarlo. Físicamente, en incluso en la cara, se parecía mucho a su madre: ambas tenían unas caderas bastantes pronunciadas, y unos pechos fabulosos ( como ya se ha dicho, Alicia tenía ciento veinte de busto: Laura, pese a su edad, ya rondaba los ciento diez ), y muy bien formados. Parecían de actriz pornográfica, sólo que eran naturales al cien por cien.

Era evidente que usaban la máquina de rayos UVA con la que habían equipado el gimnasio que había en el ático ( en el que también había una sauna y una enorme bañera con hidromasaje ), pero el moreno que tenían, muy homogéneo, no era en modo alguno excesivo. No se privaban de nada ( de hecho, que Óscar recordase, jamás se habían puesto a dieta ), y, si bien usaban con cierta regularidad algunas de las máquinas del gimnasio, no lo hacían para adelgazar, si no para mantenerse en forma ( de ese modo, el peso de sus pechos se les hacía bastante soportable, y de paso eran capaces de joder durante más tiempo sin caer rendidas ).

El que estuviesen ágiles no les privaba de contar con unas nalgas generosas... en las que, al igual que el resto de sus cuerpos, no había rastro alguno de celulitis. Sus ojos eran de un marrón muy claro, más que el que antaño exhibieran los de Óscar. Sus dientes estaban relativamente bien alineados, aunque Laura tenía un colmillo inferior un poco desviado ( se había negado a ponerse aparato para arreglárselo, decía que le gustaba así ). Sus labios eran carnosos, aunque en su justa medida, sus narices eran más bien pequeñas, aunque sin desmerecer ni un ápice sus rostros, y sus cuellos, quizá por el tamaño de sus senos, parecían especialmente gráciles. Sus cuerpos estaban perfectamente depilados, y eso también iba por su entrepierna, aunque Alicia había decidido dejarse años atrás un lujurioso mechón de pelo en el pubis ( a Óscar le gustó tanto que desde entonces no se lo había quitado ), detalle que su hija había copiado. Laura tenía tatuada una pequeña rosa roja en la cadera derecha, luciendo en su ombligo un discreto anillo plateado: su padre nunca estuvo a favor de aquel tipo de cosas, y le molestó un poco que Laura no le hubiese consultado antes de dar aquel paso.

Tal y como Óscar dijo antes, Alicia se conservaba tan magníficamente bien que, en vez de parecer la madre de Laura, sacándole veinte años, parecía una hermana mayor que le aventajase tan sólo por seis o siete. Entre las dos hacían una pareja de impresión, pero, hasta su transformación en deluyrei, a Óscar jamás se le habría pasado por la cabeza beneficiarse a su hija... aunque al menos era plenamente consciente de lo maciza que estaba, sintiéndose orgulloso de ella ( a menudo temió que fuese blanco de algún hombre sin escrúpulos que se le camelase simulando amarle para llevársele a la cama: si hubiese sabido a qué tipo de cosas jugaba su adorado ángel, le habría podido dar una apoplejía de la impresión ).

En aquel momento Laura estaba abrazada a Alicia por detrás, frotando sus pechos contra su espalda y besuqueándole el cuello, tras apartar su cabello. Alicia, con las manos hacia atrás, amasaba las nalgas de Laura, y ésta paseaba las suyas por donde se le antojaba: el abdomen, las caderas, los senos... y, naturalmente, la entrepierna ( cada vez que hundía los dedos en su coño se los daba a probar, y Alicia apuraba de ellos sus propios jugos con indiscutible gozo, sosteniendo, con cara de vicio, la mirada de Óscar ).

Una vez intercambiaron posiciones, ambas se pusieron de espaldas, restregando los glúteos sensualmente, y acariciándose a sí mismas. Tras esto, se volvieron a poner de frente, y se lamieron mútuamente los pechos, mordisqueándoselos. Fue entonces cuando Óscar exclamó:

  • ¡ Joder, pero qué guarras sois las dos ! Si no me la estuviese machacando, os habría hasta aplaudido.

  • Gracias, Óscar - le dijo Alicia, a la que la evidente aprobación de su marido le hacía sentirse, al igual que a Laura, profundamente realizada. Hicieron un amago de seguir con el juego, pero él les dijo:

  • Esperad, nenas, ya habrá tiempo de jugar a eso: ahora, acercaos a mí.

  • Aquí estamos, papá - le dijo Laura, una vez ambas estuvieron al lado de Óscar.

  • Estás temblando, hija - notó él.

  • Es que estoy muy cachonda, papá - suspiró ella, sin saber cómo colocarse.

  • Todos lo estamos - le aseguró Óscar. Sin dejar de tocarse con una mano ( por el momento, aún a través de las bragas de Ciríe ), usó la otra para inspeccionar sensualmente el sexo de Alicia, a la que dijo - Mm, estás realmente mojada, puerca.

  • Es que me gusta mucho jugar con Laura, aunque el que nos miren también ayuda lo suyo...

  • Sobre todo, si es tu marido quien mira - rió él, sacando la mano del sexo de Alicia y repitiendo la operación con el de su hija... que no pudo reprimir un gritito.

  • Oh, dios, papá, me estás tocando el coño, llevo años soñando con este momento - gimió incrédula ella, y era tan feliz que, a despecho de la pasión que le abrasaba, derramó algunas lágrimas.

  • Vaya, nena, tú también estás chorreando - le dijo afectuosamente él, aproximando la cara a la entrepierna de Laura y agregando, sin dejar de hurgársela - Tienes una rajita muy linda, cariño, hasta en eso has salido a la puta de tu madre.

  • Gracias, papá... - suspiró Laura.

  • Me pregunto si también estará tan rica como la suya - continuó él - ¿ Me dejas probarla ?

  • ¿ Me... vas... a lamer... el coño, papá ? - balbució ella, sintiendo cómo se le iba la cabeza, tal era su excitación.

  • ¡ Naturalmente ! - se hizo el ofendido él - ¿ No lo hace tu madre ? ¡ Yo no puedo ser menos ! ¡ Ábrete de una puta vez la raja, zorra, que tu padre quiere probarla !

  • ¡ Sí, sí ! - gritó ella, histérica de deseo, separándose ansiosa los labios a fin de que Óscar tuviera fácil acceso.

  • ¡ Tienes una almeja exquisita, hija ! - exclamó Óscar, tras degustar el sexo de Laura por espacio de quizá veinte segundos.

  • Oh, papá, por lo que más quieras, no pares de chuparme, cómeme viva... - lloriqueó ella, a la que aquella breve incursión se le antojó maravillosa, si bien insufriblemente efímera.

  • Lo siento, cariño, pero ahora le toca a la puta de tu mamá. Compréndelo, hace mucho que no saboreo su rico coño...

Alicia se separó los labios mayores no bien Óscar dijo aquello, ansiosa, y su cuerpo se crispó cuando su marido degustó su sexo. Se demoró algo más que con Laura, y entonces dictaminó, relamiéndose con aire juguetón:

  • Mm, Alicia, tu raja nunca me supo tan buena...

  • No es de extrañar, recuerda que tus sentidos son ahora mucho más agudos - le dijo Hedelia.

  • Las dos tienen un coño delicioso, sobre todo para ser humanas - dijo Sarigza.

  • Por nosotras no te cortes, sigue libando de ellos, haz que se corran en tu boca... - le animó Hepente.

  • Más tarde - les aseguró él, clavando la mirada en Laura y diciéndole - Bien, hija, ponte de rodillas y cómele el coño a tu mamá un poquito, quiero verlo con mis propios ojos.

  • Como desees, papi - le dijo ella, postrándose ante su madre... cuyo sexo empezó a devorar, mirando con lujuria a su padre, aunque de reojo ( ambas se habían situado más o menos perpendiculares a él ).

  • ¿ Te gusta ver cómo nuestra hija me come la rajita ? - le preguntó Alicia a Óscar.

  • Sí, y mucho. Parece toda una experta..

  • Lo es, puedo asegurártelo, y mama pollas que da gusto ( en realidad se come todo lo que pilla, al igual que mis hermanas y yo).

  • Sí, ya veo que salió a ti - rió él.

  • ¿ Quieres ver cómo me lame el ojal ? - le preguntó con picardía Alicia.

  • Estaba a punto de sugerírtelo.

Alicia se dio media vuelta y se separó las nalgas, colocándose de modo que Óscar pudiera seguir con más detenimiento la operación: Laura asaltó con ganas su ano, intentando forzarlo con la lengua ( todo ello, sin dejar de mirar a su padre ).

  • Qué maravilloso espectáculo me estáis dando, nenas. ¿ Hacéis esto a menudo ?

  • Raro es el día que no nos comemos un ratito, papá.

  • Entonces, ¿ tu mamá también te hace este tipo de cositas, hija ?

  • Por descontado, recuerda que fui yo quien le enseñé - le dijo Alicia.

  • Me gustaría verlo.

  • Hija, ya has oído: ponte en pie, que tu papá quiere ver cómo te como...

Ahora era Laura quien recibía las atenciones de Alicia, ante la atenta mirada de Óscar. En primer lugar asaltó su vulva, y, no mucho después, se cebó en su culo.

  • Veo que no lo tiene demasiado limpio - comentó Óscar.

  • Bueno, me duché esta mañana, con mamá ( aprovechamos para jugar con unos cuantos consoladores, claro ), pero desde entonces he ido al servicio un par de veces, y no me he lavado aún en el bidé porque acostumbro a hacerlo antes de acostarme - reconoció Laura, repentinamente avergonzada.

  • No tienes de qué avergonzarte, hija: no era un reproche, si no tan sólo una observación. Además, tu madre está en la misma situación que tú, por lo que huelo...

  • ¿ Tanto apesto ? - se extrañó ella, cesando de lamer a Laura y pasándose la mano por la entrepierna, que olisqueó con cierta aprensión ( para su alivio, no encontró su olor especialmente ofensivo ).

  • Ten en cuenta que tenemos el olfato muy sensible. Pero no te apures, en realidad no hueles mal, y Laura tampoco, de hecho me gusta mucho vuestro embriagador aroma a hembra en celo.

  • ¡ Papá, no digas esas cosas, que no respondo de mis actos !

  • gimió, o poco menos, Laura.

  • Calla, maciza, y sepárate un poco más las nalgas.

  • ¿ Así, papá ? - le dijo ella, tras obedecerle.

  • Sí. Veo que tú también te depilas la rajita del culo.

  • Me lo hace mamá ( bueno, a veces también las tías ), y yo se lo hago a ellas. ¿ Te gusta ?

  • Tanto como el de tu madre, que no es poco - le aseguró él, pasando la yema del dedo índice por entre las nalgas, arriba y abajo, deteniéndose alguna que otra vez en su ano, sobre el que presionaba con gentileza.

  • Me gusta mucho que me toques, papá, pero preferiría algo más contundente - suspiró ella.

  • ¿ Qué te parecería un beso negro, hija ? - le dijo él, aproximando su cara aún más al trasero de Laura ( tanto, que ésta sentía su respiración ).

  • Sería genial, papi.

  • Pues vamos a ello... - le dijo él, comenzando a lamerle el ano ante la atenta mirada de Alicia.

  • ¡ No me lo puedo creer ! - exclamó ésta.

  • Tal y como antes dije, hija, lo tienes algo sucio, pero me ha encantado - anunció él, casi un minuto después.

  • Oh, padre, que feliz soy...

  • Joder, Óscar, a mí jamás me lo lamiste sin habérmelo lavado a fondo antes - musitó Alicia, quizá algo celosa ( pero pese a ello gratamente sorprendida ).

  • Algo me dice que te gusta el cambio - rió él.

  • Puedes jurarlo.

  • ¿ Podrías hurgarte el culo a discreción, Laura ? - le preguntó Óscar a su hija - Quiero ver cómo lo haces.

Laura se metió un par de dedos, tras chupárselos previamente. Los encajó sin problemas.

  • Mm, qué bien te han entrado. Veo que a ti también te va el sexo anal, preciosa.

  • A todas nos gusta mucho - le aseguró Juliana, a la que los tres le estaban poniendo de los nervios, y no era la única.

  • Bueno es saberlo - le dijo él, volviéndose a Laura y preguntándole - ¿ Qué tal recibes polla por ahí atrás, hija ?

  • No tan bien como por delante, pero no por mucha diferencia. Hasta la fecha son pocos los rabos que no he podido tragarme por el culito ( bien pensado, ahora mismo no recuerdo ninguno ).

  • Interesante, interesante... a ver, métete otro dedo más, guapa.

  • ¿ Me los lubricas antes, mamá ? - le dijo a Alicia, sacándose los dos que tenía ya dentro ( el índice y el corazón de la mano derecha ), y acercándoselos a la cara.

  • Cómo no, nena - le dijo ella, chupándoselos con ganas junto al anular y al meñique ( estaban levísimamente machados y ella se dio cuenta, pero le trajo sin cuidado, hecho que a Óscar le excitó mucho ).

  • Mira, papá, soy tan ansiosa que me meto dos más - le anunció enseguida Laura, una vez se clavó los cuatro.

  • Estás hecha una auténtica zorra, cariño, y eso me encanta - le dijo dulcemente Óscar, dándole una traviesa palmada en cada nalga.

  • Qué cosas más lindas me dices...

  • Chúpame éste, guarra - le ordenó Óscar, tendiéndole el índice de la mano izquierda - Ensalívalo bien, porque te lo voy a meter hasta el nudillo.

  • Ya está, papá - le dijo ella, tras babeárselo copiosamente.

  • Inclínate un poco hacia delante, y sácate los dedos.

Ella así lo hizo, y Óscar le metió el suyo, que ella recibió con un gemido de excitación. Empezó a retorcerlo con habilidad, metiéndolo y sacándolo, y le tendió el otro índice, que ella también ensalivó ( no le quedó más remedio que volver a dejar de pajearse ). Tras jugar un poco con ambos dedos, los usó para abrir el ano, y entonces le dijo a Alicia:

  • Como ya sabes, nena, lo tiene un poco guarro. Me pregunto si eres lo suficientemente puerca como para meterle la lengua a fondo...

  • Lo soy, cariño, de hecho no es la primera vez que le hinco la lengua en el ojal sin que se lo lave antes - le dijo ella, sonriéndole con lascivia - A Laura, y por supuesto también a mis hermanas, favor que las tres me han devuelto.

  • Pues híncale la lengua todo lo que puedas, haz que nuestra hija se vuelva loca de gusto mientras tú saboreas con deleite su quizá un poco sucio, pero sin duda alguna sabroso, agujero de hacer caca - le exhortó él, usando a propósito aquella expresión que a Alicia tanto parecía gustarle.

  • ¿ Puedo tocarme, papá ? - le preguntó Laura, llevándose las manos a la entrepierna.

  • No, y dame la mano con la que te has hurgado - le ordenó él.

  • Toma, papá...

  • Tienes los deditos algo sucios, tu padre te los va a limpiar - le anunció él, chupándole los dedos.

  • Mm, cómo me pones, papá...

  • Esto ya está. Ahora, cógete esas tetas tan fabulosas que tienes y amásatelas mientras las das algún que otro lametón.

Laura le obedeció, y Alicia, que se había estado esperando a que Óscar le viese hacerlo, internó la lengua en el recto de su hija, moviéndola con pericia ( Óscar no captó el menor asomo de asco en su mente, y sí una gran excitación, lo cual le satisfizo extraordinariamente ).

  • Puedes tocarle también por delante, cariño, hazle un pajote a nuestra hija - le dijo Óscar a Alicia, poco después.

Alicia no perdió tiempo en complacerle, cosa que hizo con la mano derecha, y al poco aproximó la izquierda al miembro de Óscar, que le asintió sonriente ( le quitó las bragas de Ciríe antes de ponerse a meneárselo, pues quería sentirlo directamente contra su mano ). Laura no tardó en correrse, y entonces Óscar le tendió ambos índices a Alicia, que no dudó en lamerlos pese a que estaban algo pringados. Tras esto, le dijo a su hija:

  • Tu mamá acaba de meterte la lengua en el culo, cariño, toda ella, mientras te pajeaba a placer delante de tu papá. Ha sido la monda, hay que repetirlo.

  • Cuando queráis - les aseguró ella.

  • Estupendo, te tomo la palabra. Y ahora, voy a besar a tu mamá a fin de saborear tu rico culo nuevamente, ahora a través de su boca - le dijo Óscar, besando con ganas a Alicia. A todo esto, la humana se había comenzado a masturbar, haciendo aún lo propio con su marido, que le dijo:

  • Anda, deja eso ya, que vamos a jugar a otra cosa.

  • ¿ El qué ? - se interesó ella, obedeciéndole.

  • Te voy a joder, Alicia, delante de todas, y te voy a llenar la matriz de esperma. Luego, todos beberemos de ello.

  • ¿ Todos ? - se sorprendió Esther - ¿ Tú también ?

  • Sí.

  • ¡ No sabía que te gustara el semen ! - exclamó Juliana.

  • Cuando era humano imagino que no, pero ahora sí... sobre todo, si es el mío.

  • Me dejas de piedra - le dijo Alicia.

  • Mejor ponte algo más blanda, o no podré perforarte como es debido - bromeó él, atrayéndole hacia sí.

  • Papá... - le dijo Laura, aún presente ( de hecho, se acababa de arrodillar, de modo que sus ojos estuvieran a la altura de los de sus padres ).

  • ¿ Todavía aquí ? - se hizo el molesto él.

  • Yo... quisiera... - insistió ella, aproximando su boca a la de Óscar, titubeante.

  • ¿ Dar un beso a tu papá, quizá ? - le dijo con afección él.

  • Sí...

Óscar le besó apasionadamente, para gozo de su hija, que se entregó plenamente a su padre. Cuando sus labios se separaron, repitió la operación con Alicia, tras lo que, a un gesto de él, se besaron ellas dos.

  • ¿ Por qué no nos comemos la boca los tres a la vez, nenas ?
  • les sugirió él, y de inmediato ellas estaban restregando sus lenguas contra la de Óscar, ansiosas.

  • Te amo, papá - le dijo Laura cuando por fin lo dejaron, casi un minuto después.

  • Lo sé, nena - le dijo él.

  • Hay algo de lo que deberíamos hablar, padre - le dijo ella, sosteniendo amorosa, pero ahora también seria, su mirada.

  • ¿ Ahora ?

  • Estoy de rodillas, papá, la postura más adecuada para pedirte perdón... si es que he de hacerlo, tal y como me temo.

  • Soy todo oídos, hija - le aseguró Óscar, que ya sabía de lo que quería hablarle Laura, pero decidiendo dejar que se explicase.

  • Yo también te he intentado seducir, padre, y no siempre con el consentimiento o la ayuda de mamá - le dijo ella, tras ordenar sus ideas - Por eso siempre iba tan ligera de ropa en casa, o con prendas tan trasparentes...

Laura no sólo había recurrido a aquella estrategia. Uno de sus trucos preferidos era olvidarse el teléfono móvil en un cuarto donde supiese que iba a estar su padre durante un buen rato ( por ejemplo en el salón, mientras se estaba viendo una película ), y entonces se hacía llamar al mismo por alguno de sus sumisos amigos. Con la excusa de que en ese momento se estaba cambiando, o incluso duchando, se presentaba ante su padre en bolas, o poco menos, cogiendo el móvil con aparente fastidio... que no le duraba mucho, pues casualmente siempre le llamaba alguien con el que tenía muchas ganas de hablar. La conversación pronto se le hacía tan interesante que jugueteaba con su cabello o con la escasa ropa que llevaba puesta sindarsecuenta ( más de una vez, sólo las bragas ), rascándose el coño o las tetas... cuyos pezones pellizcaba con aire casual.

En verano, más de una vez Laura había tomado el sol en la finca, argumentando que meterse dentro de la máquina de rayos UVA era un gasto de electricidad superfluo en aquella época del año. Lo hacía completamente desnuda, al igual que Alicia, y en más de una ocasión se dieron mútuamente protector solar delante de Óscar, para ponerle cachondo ( desde fuera no podía vérseles, ya que el muro que circundaba la parcela, que era de piedra, rondaba los dos metros veinte de altura, estando coronado con un enrejado que se alzaba otro medio metro, acabado en afiladas púas, que estaba cubierto en casi toda su extensión por frondosas enredaderas ).

Otra de sus estrategias era mancharse accidentalmente la ropa, teniendo así una excusa para quitársela delante de él. También le gustaba tropezarse con su padre, haciendo como que iba distraída. En cierta ocasión le cogió una maquinilla de afeitar, simulando que se la devolvía a escondidas... momento en el que, tal y como había planeado, su padre le sorprendió . Cuando Óscar le preguntó para qué se la había cogido, hizo como que se avergonzaba, dándole a entender, tras muchos rodeos, que se acababa de afeitar el sexo porque una amiga suya también lo hacía.

En otra ocasión, Óscar le sorprendió llorando, y evidentemente quiso saber qué le pasaba: Laura le confesó que tenía previsto ir a una fiesta que daban en la casa de un amigo esa misma tarde, en la que estrenaría un lindo vestido que se había comprado expresamente para la ocasión, pero que unas supuestas amigas se habían estropeado el plan. Óscar, claro, quiso saber el motivo, y ella le dijo entre sollozos, abrazada a él ( aprovechó para meterle mano a conciencia ), que esas creídas, que por cierto ya se depilaban, le habían dicho esa misma mañana que tenía en los brazos y las piernas más pelos que un chimpancé. Óscar le aseguró que a él no se lo parecía, pero pronto comprendió que Laura sólo se quedaría tranquila si le depilaban... cosa que su madre no podría hacer por ella, pues aquel día llegaría tarde a casa ( en realidad, estaba en las plantas inferiores, divirtiéndose con dos de sus sumisos más recientes ). Como era de esperar, Óscar decidió encargarse él mismo de todo ( aquello había ocurrido la primavera anterior, poco antes de que le diesen a Laura las vacaciones de verano, y para entonces ya sabía depilarse - en realidad aún no lo necesitaba, pero le gustaba cuidarse hasta el último detalle, cosa de la que Alicia estaba muy orgullosa -, de hecho se lo hacía a su madre y a sus tías ).

  • ¿ Qué tal te lo hice ? - se interesó Óscar.

  • Bastante bien papá, y eso que era tu primera vez ( de todos modos, no había gran cosa que quitar ).

  • Te gustó que te estuviese sobando todo ese rato, ¿ no es así, pilla ?

  • Fíjate cómo estaba de cachonda, que me tuve que hacer una paja entremedias.

  • Vaya, así que no te estabas haciendo del vientre...

  • Claro que no, lo que quería era aliviarme.

  • Menos mal que te fuiste un rato, la polla me estaba matando ( se me había empinado, pero en una postura de lo más forzada, y no era de recibo meterme la mano bajo el pantalón para corregir su posición, no en tus propias narices ).

  • Lo noté, padre, no dejaba de mirarte a los bajos.

  • Dejaste la puerta del baño entreabierta, ¿ verdad ?

  • Pues sí, y no me molesté en disimular mis gemidos, pero tú no te dignaste a mirar.

  • Siempre he respetado tu intimidad, hija.

  • Lo sé, y por lo común te lo agradecía... salvo en momentos como aquel - Laura parecía a punto de añadir algo más, pero Óscar se le adelantó:

  • Antes de que me lo preguntes, aquella no fue la única vez que se la has puesto gorda a tu padre, y, cuando ocurría, por fortuna sólo muy esporádicamente, me sentía fatal.

  • Me lo imaginaba, pero las ganas que te tenía podían más que mis remordimientos por hacerte pasar un mal rato. Lo siento mucho, papá.

  • ¿ Qué más cosas hacías para calentarme ?

  • Simulaba quedarme profundamente dormida en sofás e incluso en tumbonas, a sabiendas que tú no podrías hacerte a la idea de que pasase toda la noche allí, cogiéndome en brazos y llevándome a la cama... donde me desnudabas parcialmente a fin de que me encontrase más cómoda.

  • ¿ Te parece bonito abusar así de tu padre ? ¡ El último verano ya pesabas lo mismo que yo !

  • La verdad es que me daba cargo de conciencia, pero... ¡ lo disfrutaba muchísimo ! Cuando cerrabas la puerta sacaba uno o dos consoladores y me masturbaba como loca.

  • Te gustaba imaginar que no me podía resistir a la visión de tu cuerpo semidesnudo, decidiendo propasarme contigo aprovechando que dormías.

  • Eso es.

  • ¿ Qué más cosas hacías ?

  • Cada vez que me compraba ropa nueva, lencería incluida, y se la enseñaba a mamá, me aseguraba de que tú estuvieses casualmente delante.

  • En eso le ayudé yo, Óscar, y, cuando Laura creció lo suficiente como para ponerse algunas de mis cosas, no perdíamos ocasión de hacer el cambio delante tuya - intervino Alicia.

  • Oh, y jamás me plantó ningún novio: simulaba estar deprimida, sobre todo cuando mamá no estaba para consolarme , a fin de que fueras tú quien lo hiciese, abrazándome y acariciándome - retomó la explicación Laura.

  • Y bien que te aprovechabas, guarra, hay que ver cómo te restregabas - rió él.

  • ¿ Puedo preguntarte una cosa ?

  • Si lo que quieres es saber si me estaba dando cuenta de tu acoso, la respuesta es no: mi niña no podía estar intentando calentar a su padre, así que asumí que todos aquellos roces eran casuales... y que yo no era de piedra.

  • ¿ Recuerdas aquella vez que me dio un calambre en la piscina y no podía moverme ? - prosiguió Laura, tras hacer memoria por unos instantes.

  • ¿ Lo simulaste ? - se enojó Óscar.

  • Pues sí.

  • ¡ Mierda, lo pasé fatal, creí que te ibas a ahogar ! - exclamó él.

  • Lo siento, pero ese día estaba muy caliente y necesitaba que me sobases a conciencia, y esa era la única manera que se me ocurrió de obligarte a hacerlo. No creas que para mí fue fácil, entré tanto en el papel que acabé tragando agua.

  • Esa noche, ¿ cuántas pajas te hiciste, hija ? - se interesó él, más calmado.

  • Y yo qué sé, el día siguiente me escocía el coño tanto que mamá me tuvo que poner una crema. Por cierto, quizá debas saber que me corrí mientras me manoseabas. Mm, qué bien me lo pasé cuando me agarraste de las tetas...

  • ¡ Te pajeaste mientras te mantenía a flote hasta que se te pasó ! - captó de su mente Óscar, y le hizo tanta gracia el descaro de Laura que se le pasó del todo el enfado.

  • Toma, claro, y lo mejor de todo es que no tenía que disimular mis gemidos, que tú tomaste por quejidos.

  • ¿ Y si te hubiese visto ?

  • Podría haberte dicho que me estaba masajeando el músculo afectado.

  • Mira que eres puta, lo tenías todo perfectamente calculado...

  • Pues sí, aunque hubo algo que no salió del todo bien. Quería sentir tu polla erecta contra mi trasero, papá, pero tú no te empalmaste... casi.

  • Estaba demasiado preocupado como para ponerme bruto... completamente. Venga, dime más cosas, quiero saberlo todo.

  • Jamás fui a una academia de baile. Sólo fue una excusa para exhibirme ante ti.

  • Aún así, zorra, dabas el pego.

  • Me compré unos vídeos, y ensayaba con mamá. Oh, y, siempre que bailé ante ambos, lo hice con un vibrador clavado en cada agujero.

  • ¿ Te corrías ?

  • Por supuesto, y por lo común más de una vez. Era de lo más divertido, padre. ¿ Se me notaba ?

  • La verdad es que no; yo pensaba que tu acaloramiento y sonrojo se debían al esfuerzo físico - reconoció él.

  • Hablando de esfuerzo físico, el televisor que tenemos en el gimnasio no se desajusta solo, somos nosotras quienes lo desajustamos - le dijo Alicia.

  • ¿ Sabéis sintonizarlo ?

  • Naturalmente, pero fingimos que no sabemos: cada vez que subes a ponerlo a punto, aprovechamos para hacer ejercicio ante ti, naturalmente con algún que otro juguetito placenteramente enchufado en el coño - le dijo Laura.

  • ¿ Sólo en el coño ? - se extrañó Óscar.

  • Bueno, detrás también solemos meternos algo - concedió Alicia.

  • Menos mal, chicas, habíais empezado a preocuparme - bromeó él.

  • Otra de las cosas que he hecho a menudo, papá, es subirme a sillas para coger libros de las últimas estanterías... a ser posible en falda corta, y llevando bragas razonablemente sugerentes - le dijo Laura una vez las risotadas de todos cesaron - Ah, y las películas de suspense no me alteran tanto como siempre te di a entender.

  • Cuando te abrazabas a mí, no temblabas precisamente de miedo - comprendió Óscar.

  • Temblaba de gusto, padre, y te metía mano tanto como me era posible.

  • E imagino que no tendrías el menor problema para conciliar el sueño tras verte una especialmente terrorífica.

  • Claro que no, pero era una excusa perfecta para dormir con vosotros... y entonces sí que no podía dormir. No me cansaba de frotarme contra ti y contra mamá, y rara era la noche que no me masturbaba más de una vez ( eso sí, en completo silencio ).

  • ¿ Recuerdas aquella vez que nos pajeamos cuando Laura dormía, Óscar ? - le dijo Alicia.

  • Difícil olvidarlo. Me dijiste al oído que estabas muy cachonda, así que me propusiste masturbarnos disimuladamente y sin armar revuelo, aprovechando que nuestra hija no podía darse cuenta.

  • Pues estaba despierta, papá, y aproveché para hacerme un buen pajote - le dijo Laura - Mm, cuando sentí tu leche en el muslo creí que me moría de gusto...

  • ¡ Os asegurasteis de que me corriese sobre ti, no fue un accidente ! - exclamó Óscar.

  • Por supuesto que no, cariño, nuestra hija también tenía derecho a recibir un poco de tu esperma - le dijo Alicia.

  • Oh, y entre nosotras también nos hemos hecho algún que otro mimo, aunque por lo común esperábamos a que te durmieses - le dijo Laura.

  • Aquel día que te tomé por tu madre, lo habíais preparado todo, ¿ verdad ?

  • Sí, ambas nos levantamos en medio de la noche e intercambiamos el sitio ( que durmieses en el centro de la cama fue de mucha ayuda ), poniéndonos de espaldas a ti para que no nos vieses la cara - le explicó Alicia - Cuando noté que te despertabas, salí sigilosamente del cuarto, y tú pensaste que era Laura quien había salido, creyendo tener vía libre ( esa noche te calenté más de la cuenta a propósito, de modo que no tardaste en atacar ).

  • ¿ Te gustó que te metiese mano, hija ?

  • Fue la hostia, papá. Lástima que no me la clavases, aunque fuera por detrás ( me lubriqué el ano en previsión de que te diese por hincármela en él, aprovechando la postura ).

  • Estuve a punto de hacerlo, nena, y ese es precisamente el agujero que había elegido, pero entonces me di cuenta de que eras tú.

  • ¿ Qué me delató ? Esa tarde me había echado unas gotas del perfume que usaba mamá, para que no nos distinguieses por el olor, y estábamos casi completamente a oscuras.

  • El tacto de tu camisón era levemente distinto, y tus pechos aún no estaban tan desarrollados como lo están ahora.

  • Nunca antes estuve tan cerca de ser poseída por ti, papá: casi rompí a llorar, tal fue mi frustración. En fin, al menos me di el gusto de ponerte el rabo bien duro...

  • No me duró mucho la erección, hija. Cuando encendí la luz y te giré, ratificando mis sospechas, me quedé helado. Si no te hubieses hecho la dormida, no sé qué habría pasado. En fin, ¿ tienes algo más que decirme ?

  • Seguro que sí, pero ahora mismo no caigo. ¿ Me perdonas ?

  • Supongo que sí, Laura - le dijo él, posando suavemente las manos en sus hombros y obligándole a inclinarse de modo que su cara quedó a un palmo escaso de su miembro.

  • Algo me dice que te apetece que te chupe un poco la tranca, padre - le dijo melosa ella.

  • Verás, los deluyrei tenemos por costumbre lamer el sexo de aquel que te cure con su orina: tú eres humana, pero no estaría de más que te amoldases a algunos de nuestros hábitos - dijo casualmente él.

  • ¿ Significa eso que le comiste el chichi a Ciríe ? - se interesó Alicia, aunque intuía la respuesta.

  • Por supuesto, habría deplorado que me tomase por un maleducado, y además lo tiene muy rico. Deberías probarlo tú también, cariño...

  • Lo haré, descuida - le susurró ella, aún a sabiendas que sería oída por Ciríe, que no dijo nada, limitándose a sonreír a Alicia cuando sus miradas se cruzaron.

  • Tú antes también me curaste, papá, y no quisiera que creyeses que soy una grosera - razonó Laura no bien Óscar volvió a prestarle atención, empezando sin más a hacerle una fabulosa mamada.

  • Basta, cariño, no te vicies, un beso habría bastado por el momento, luego ya tendrás ocasión de comérmela bien a fondo - le dijo Óscar al poco.

  • Padre, tu polla es la más suculenta que he catado en toda mi vida, y eso que me he comido cientos de ellas - le aseguró Laura, algo sonrojada, mirándole con deseo. Aún agarraba con las dos manos el mástil de su padre, resistiéndose a soltarlo - Si el que te la chupase pretendía ser una especie de penitencia por haberte estado haciendo todas esas cosas, me temo que a partir de ahora voy a ser una chica muy mala, a fin de que me castigues a menudo.

  • Te has quedado con las ganas de saborear el semen de tu papá, ¿ verdad ? - rió él.

  • Ay, sí... - suspiró ella.

  • ¿ Qué me puedes decir de mis huevos, cariño ?

  • Son una preciosidad - le dijo ella, sopesándoselos con afecto ( y no poco interés ) - Leche, cómo pesan los condenados, y qué gordos los tienes. Mm, tienen que estar llenos a reventar de tu rico requesón.

  • ¿ Por qué asumes que está rico, hija, si aún no lo has probado ?

  • Sé que lo está, papá, tiene que estarlo. De la polla de un pedazo macho como tú sólo puede manar esperma de primera clase. Mm, tengo unas ganas locas de recibir tu lefa, papá, en la boca o en donde sea...

  • ¿ Te gustaría que me corriese en tus estupendas tetazas ? - se interesó él, pellizcándole con cariño los pezones y tirando de ellos, lo que le hizo dar a Laura un breve gemido ( y no precisamente de dolor ) - A tu mamá le vuelve loca.

  • Uf, sí, sí... - gimió ella, aproximándose al miembro de su padre, con cuyos senos lo rozó.

  • Luego jugaremos a eso - le dijo él, soltándole.

  • ¿ Jugaremos de paso a alguna otra cosa, papi ?

  • Por supuesto, pues hoy, tal y como tanto deseas desde hace tiempo, te haré finalmente mía.

  • Oh, por favor, dime que no estás bromeando... - le suplicó ella, sumamente emocionada.

  • Yo no bromearía con algo tan serio, hija. Y ahora, siéntate en el sofá, que tengo que tirarme a tu mamá...

Laura hizo ademán de levantarse ( le costó mucho soltar los testículos de su padre ), pero él le dijo:

  • No te levantes, ve a cuatro patas. Quiero ver tu culo menearse. Imagínate que eres una gatita en celo...

Una vez Laura se acomodó, tras deleitar a todos con el vaivén de su fantástico trasero, Óscar se centró en Alicia. Sólo precisaron de cuatro minutos para correrse los dos ( Óscar disminuyó el calibre de su tranca, pese a lo cual seguía siendo bastante maja cuando se la clavó, cosa que hizo en la postura del misionero, tendiéndose ella previamente sobre el suelo: estaba claro que Alicia disfrutaba de buenos rabos con más frecuencia de la que quiso reconocer ).

Entonces, Óscar le alzó en vilo, llevándole de asiento en asiento. Todas le lamieron la entrepierna, que habría goteado a lo largo del trayecto de no ser por el poder de control de fluidos de Óscar ( por su mediación, mantuvo a raya la abundante corrida hasta que fue vertida en la boca de las ansiosas comensales ). La primera en hacerlo fue Esther, la siguiente Juliana y la siguiente Laura, que, tras separar la cara del sexo de Alicia, dijo:

  • Papá...

  • ¿ Sí, nena ?

  • ¿ Te gustaría ver cómo me trago tu leche ?

  • Claro que sí, hija.

No bien Óscar le miró por encima de uno de los hombros de Alicia, Laura se relamió los labios, manchados con el esperma de su padre... y el abundante flujo de su madre. Parecía estar en éxtasis, y, cuando apuró todo ( a veces se valió de los dedos para llevárselo a la boca ), logró enfocar su mirada sobre su padre, diciéndole:

  • Te juro que jamás había probado zumo de polla más delicioso. Lo de antes te lo dije ante todo para calentarte, pues la verdad es que habría disfrutado de tu semen aunque fuera de lo más insípido, pero no sé qué coño tiene tu lefa que me enloquece.

  • A nosotras también nos ha gustado a rabiar - dijo Esther en su nombre y en el de Juliana.

Una vez Ciríe libó del sexo de Alicia ( fue la penúltima en hacerlo ), Óscar le alzó, poniéndosele sin el menor esfuerzo a caballito, pero con las piernas colgando no por su pecho, si no por su espalda: en tan propicia postura, devoró cómodamente el coño de su mujer, rescatando lo que quedaba de la reciente corrida. Ni que decir tiene, lo compartió con ella por medio de un beso, tras bajarle al suelo. Alicia no tuvo más remedio que ponerse de puntillas para llegar a su boca, agarrándose a su cuello: cuando por fin cató el mejorado esperma de su marido, su expresión denotó una gran sorpresa, deglutiéndolo con ansia.

  • Pensé que Laura y mis hermanas estaban exagerando, pero tu semen está divino, cielo - le dijo cuando ya no quedó nada que tragar.

  • Lo sé, a mí también me gusta mucho.

  • Veo que no se te ha bajado ni una pizca - le dijo acarameladamente ella, restregando con el abdomen su miembro.

  • Eso sólo se baja cuando yo quiero... o cuando duermo.

  • ¿ Bromeas ? - se asombró ella.

  • En absoluto, nena, de hecho tu marido es ahora virtualmente insaciable - le aseguró Ciríe.

  • Bah, siempre lo fue - le quitó importancia ella.

  • Tonta, antes tansólo podía correrse cuatro veces al día, tu misma lo has dicho: ahora, puede hacerlo tantas como se le antoje - le reprendió cariñosamente la deluyrei.

  • ¿ Cómo puedes estar tan segura de eso ? - le preguntó Laura, aunque en el fondo sabía la respuesta.

  • Porque me le he tirado ni se sabe de veces ya - le confirmó él.

  • Por delante no, eso seguro, pues es virgen - dijo Juliana ( teniendo en cuenta cómo se había despatarrado Ciríe, aquel detalle no se le había pasado a nadie por alto ).

  • En efecto, no hemos practicado el coito vaginal: por lo demás, hemos hecho prácticamente de todo. Y no sólo entre nosotros, pues también hemos jugado con algunos humanos, e incluso con animales.

  • ¿ Con animales ? - rió Alicia.

  • Me dejé sodomizar por un caballo, y disfruté mucho con ello.

  • ¡ Guasón ! - le regañó Esther, acariciándose la entrepierna a través de la ropa.

  • No estoy bromeando, de hecho hemos grabado algunas de nuestras aventuras, entre ellas esa - les aseguró él - Luego disfrutaremos de ellas, pero ahora basta de charlas, pues llegó el momento de operar .

  • ¿ Operar ? - repitió Laura.

  • A tu tía Esther, nena - le aclaró él - Voy a suprimir sus cicatrices.

  • ¿ Podrías hacer eso ? - se asombró ella.

  • ¡ Pues claro, su orina seguro que las borra ! - exclamó Juliana.

  • En realidad no lo hace, pero las heridas que cura jamás dejan cicatriz - les explicó Hepente - Por tanto, para dejarle como nueva no tendría más que abrirle por donde tenga las cicatrices, destruyendo ( o como mínimo dañando ), los tejidos cicatrizados. Si tras hacerlo le curase, no le quedaría marca alguna.

  • Me dolería un montón...

  • Ni te enterarías, pues te daríamos a beber nuestras lágrimas ( bueno, para ser más exactos las de Óscar ) - le dijo Sarigza - Antes de que lo preguntes, podemos conferirles propiedades anestésicas.

  • Vamos, Esther, desnúdate - le animó Hedelia - Tu cuñado te va a operar ahora mismo.

  • Quizá sea mejor que me lo hagáis en varias sesiones, o de lo contrario me desangraré - les propuso Esther, comenzando a desvestirse ( no podía dejar pasar una ocasión así, y además se fiaba por completo de Óscar ).

  • Te olvidas de nuestro poder de control de fluidos - le dijo Sarigza - antes de trabajar en una zona interrumpiremos su flujo sanguíneo.

  • Podría gangrenarse - dijo Juliana.

  • Imposible, pues las intervenciones no nos llevarán ni cinco minutos - le dijo Hedelia - Además, nuestra orina puede paliar los efectos de la necrosis, reviviendo tejidos muertos ( sobre todo, si aún no se han corrompido ).

No mucho después, Esther estaba desnuda. La verdad es que tenía un cuerpo escultural, y las cicatrices que en él exhibía apenas mermaban su encanto ( ni siquiera el logotipo que Inmaculada había diseñado en persona para Alicia, una A y una P rodeadas con estilizados, pero en cierta forma artísticos, espinos ). Lo de la cara, claro, era otro asunto.

Comenzarían con una antigua herida que tenía en el antebrazo izquierdo. Hedelia le pidió permiso a Óscar para tomar el control de su cuerpo ( de todas ellas, era la más experta como médico ), y él accedió: pronto, un breve chorro de lágrimas cayó en la boca de Esther, que se las tragó sin apenas titubeos.

  • ¿ Tardan mucho en hacer efecto ? - se interesó Alicia ( todas las humanas se habían puesto en torno a Óscar y Esther, cosa también aplicable a Ciríe ).

  • Observa - le dijo Hedelia, expandiendo una de las uñas de Óscar y hendiendo la cicatriz elegida con ella.

  • ¡ Noto lo que me estás haciendo, pero no me duele ! - se sorprendió Esther.

  • Podemos decidir sobre qué tipo de percepciones ha de actuar, e incluso en qué medida - les explicó Hedelia - En tu caso, nos hemos limitado a bloquear tu capacidad para sentir dolor ( bueno, también hemos anulado todo picor y escozor, lo cual te hará la intervención aún más llevadera ).

  • ¿ Cuál es el siguiente paso ? - se interesó Juliana - ¿ Le vas a rajar la cicatriz con las uñas ?

  • No, se la voy a triturar por medio de los poderes vibratorios de Óscar. No va a quedar de ella más que pulpa.

Hedelia le hizo girar el antebrazo, de modo que la cicatriz quedase más o menos hacia arriba, y ésta de inmediato empezó a vibrar sutilmente, retorciéndose y agrietándose, quedando en breve reducida a una especie de papilla enrojecida ( no tanto como sería de esperar, claro, pues ya había anulado el flujo sanguíneo en esa zona ). Cuando se dio por satisfecha, hizo manar del pene de Óscar unas cuantas gotas de orina, no sin antes cargarlas de poder curativo, y las dirigió levitando al área dañada, en la que las vertió. Un minuto escaso después, no quedaba el menor rastro de la cicatriz, y, no bien reanudó el paso de la sangre, el color de la zona intervenida se hizo casi idéntico al del resto del miembro.

  • ¿ Por qué se me ha quedado algo más claro ? - les preguntó Esther, aunque no a título de reproche, pues estaba completamente conforme con el resultado, si no por simple curiosidad.

  • Le falta pigmento cutáneo. No bien te dé algo el sol, será imposible saber donde estaba la cicatriz.

  • ¡ Qué liso está ! - se asombró Juliana, palpándoselo.

  • La única diferencia, y sólo momentánea, está en el color - dijo la deluyrei - Pero prosigamos, que aquí hay mucho trabajo que hacer...

Estuvieron unos minutos en silencio, observando, emocionadas, cómo las cicatrices de Esther iban desapareciendo gracias al buen hacer de Hedelia ( y la intensa magia de Óscar, cuyo cuerpo la deluyrei seguía manejando ), y entonces Alicia quiso saber algo más de sus lágrimas.

  • Su efecto anestésico se desvanece cuando así lo deseamos, pudiendo prolongarse en caso contrario durante bastantes horas - les explicó Ciríe, sin molestarse en añadir que en el caso de Óscar eran días - Como ya os dijo mi hermana, podemos elegir qué tipo de percepciones anulará, y en qué medida: frío, calor, presión, desgarro, escozor, picor, dolor...

  • ¡ Sorprendente ! - exclamó Juliana.

  • Pues eso no es todo - prosiguió ella - De verterlas en la lengua, no sólo podemos insensibilizarla ante cualquiera de las anteriores percepciones, si no también bloquear la percepción de los sabores que se nos antojen: vertidas en los ojos, podemos cegar momentáneamente a alguien, o alterar su percepción cromática, anulando a voluntad su capacidad para captar determinadas tonalidades.

  • Naturalmente, si queremos que su efecto sea local hay que aplicarla directamente en la zona a afectar: de ingerirse, o penetrar en el flujo sanguíneo, afecta a todo el cuerpo - añadió Hepente.

  • ¿ Puede actuar sobre el olfato ? - les preguntó Laura.

  • Sí, de verterse en las fosas nasales, y lo mismo se puede decir del oído...

  • ¿ Cómo te hicieron esto de aquí ? - se interesó al poco Hedelia, tras borrar otra de las cicatrices, señalando con los dedos de Óscar su abdomen - Parece un corte muy profundo.

  • Mamá me hincó un cuchillo, el mismo con el que yo me negué a atravesar las manos de aquel pobre desgraciado, clavándoselas en su camastro a fin de inmovilizarle mientras le metían un electrodo por el culo, como justo castigo por haberse tocado sin previo permiso. Fue la última advertencia que me hicieron, asegurándome que si no me enmendaba , tratando a los hombres comoesdebido , tendrían que tomar medidas especialmente severas.

  • Y, para colmo, al tipo le castigaron de todos modos, de hecho con más saña de la que tenían prevista - dijo Alicia, estremeciéndose al recordar lo sucedido.

Una vez suprimieron todas las cicatrices del cuello para abajo, incluyendo la de la nalga izquierda ( Alicia suspiró aliviada cuando desapareció: la visión de aquella marca en el cuerpo de sus hermanas, que ella se vio obligada a hacerles, le hería tanto o más que a ellas ), comenzaron a hacerle la cirugíaestética en la cara. El hecho de que las marcas estuvieran tan agrupadas aceleró notablemente el proceso, y enseguida acabaron. Alicia le trajo a Esther un espejo ( era uno que tenían colgado en el recibidor, de aproximadamente setenta por noventa centímetros ), y ésta observó el resultado, asombrada.

Esther era tan alta y exuberante como Alicia, manteniéndose al igual que ella en forma. Se parecía bastante a su hermana, y por tanto también a Laura. Sus ojos, más oscuros, estaban algo más separados, su mandíbula era algo más prominente, y su frente estaba levemente más hundida. Se conservaba tan joven como Alicia, aparentando veinticinco años pese a tener treinta y ocho. No tenía ni una sola variz, y por supuesto tampoco celulitis, ni estrías. Estaba tan cuidadosamente depilada como Alicia y Laura, aunque, a diferencia de éstas, llevaba el pubis tan despejado con el de un bebé. Estaba más pálida que ellas, pero no era de extrañar, pues no usaba la máquina de rayos UVA.

  • ¡ Oh, Óscar, gracias, gracias ! - exclamó al poco, llorando de alegría.

  • No hay de qué, nena, aunque yo bien poco he hecho - le dijo él, dejándose abrazar por ella.

  • A ti también te lo agradezco mucho, Hedelia - se apresuró a añadir, mirando también a Óscar ( a dónde si no iba a hacerlo ).

  • Fue un placer. Por cierto, hablando de placer, creo que ya es hora de repararte el clítoris: un punto erógeno de esa relevancia no puede estar, mm... averiado .

Esther se sentó en un sofá, alzando las caderas, y Hedelia, de nuevo a través de Óscar, procedió a intervenirle el seco y marchito vestigio que le había quedado tras la brutal cauterización. Cuando los tejidos se recompusieron, Óscar le preguntó, con fingida inocencia:

  • ¿ Te importa si compruebo si está todo en orden, Esther ?

  • Claro que no, tonto...

  • Veamos qué tal responde a la estimulación bucal - dijo él, empezando a lamer el sexo de Esther, que se dejó gozosa hacer.

  • No seas egoísta, Óscar, yo también quiero hacerle algunas cosillas - le dijo mimosa Alicia.

  • Si te hace ilusión comerle el coño a tu hermana, no seré yo quien te lo impida.

  • Vamos a ver...

Alicia le dio unos cuantos lametones, y la siguiente fue Laura. Después quiso probar Juliana, y Ciríe tampoco quiso privarse de saborear el recién reparado sexo de Esther, la cual, después de tanto chupeteo, gruñó, con el remozado y lozano clítoris extraordinariamente erecto:

  • ¡ Mierda, dejad de jugar y dadme duro de una puta vez !

  • ¿ Bajo un consolador, o prefieres que tu cuñado te la clave, hermanita ? - le preguntó Alicia, asiendo el miembro de Óscar y aproximándolo a la entrepierna de Esther.

  • ¡ Mierda, ya sabes la respuesta !

  • ¿ Quieres que se la clave a tu hermana, cariño ?

  • Claro que sí, nene. Hace años que sueño con ver cómo te tiras a una mujer delante mía, y el que sea mi hermana me pone de lo más cachonda...

  • En ese caso, allá voy - dijo él, insertando su miembro en el anhelante orificio de Esther, que lo recibió con un gemido.

  • Leche, qué pedazo rabo tienes, cuñado, lo siento contra el útero - logró decir la humana, acomodándose como buenamente pudo en el sofá.

  • Si quieres, puedo encogerlo un poco - le sugirió él.

  • ¡ No, no, así está perfecto ! - se apresuró a decirle ella, llevándose las manos al sexo, cuyo clítoris empezó a estimular.

  • Déjate eso quieto - le dijo Ciríe, agarrándole de las manos

  • No necesitas tocártelo para que cumpla con su cometido.

  • Como quieras, pero comenzad ya - le suplicó ella.

  • Enseguida, tan sólo déjame antes proponerte algo - le dijo Óscar.

  • Dime, cuñado...

  • Laura y Alicia podrían comerte cada una de ellas un pecho, mientras que tú manoseas sus coños. Ciríe se pondría detrás del sofá, y de vez en cuando te besaría en la boca, desde atrás ( podría aprovechar para sobar el culo a las dos, favor que ellas le devolverían con su mano más cercana ).

  • ¿ Y yo ? - le preguntó Juliana, temiendo que Óscar no hubiese pensado en ella.

  • Podrías restregarte contra mi espalda, mientras Alicia y Laura usan su mano restante para tocarte el culo. Quiero sentir tus fabulosas tetas de silicona contra mi espalda, a través de tu ropa.

  • No se hable más - le dijo ella, poniéndose en posición ( las demás ya lo habían hecho ) - ¿ Qué quieres que haga con mis manos ? No me gustaría tenerlas ociosas, Óscar.

  • Abrázame. Sé de buena tinta que te mueres de ganas de sentir mi musculoso pecho bajo tus manos.

  • ¿ Podría tocarte los huevos ?

  • Claro que sí, pero usa sólo una mano, no quiero que dificultes mis arremetidas. A fin de cuentas, nuestro objetivo principal es dar placer a tu hermana.

  • Estás hecho un artista, papá - le dijo Laura, lamiendo intermitentemente el pecho que le había tocado ( todo ello, sin dejar de sobar el trasero de Juliana... así como el de Ciríe ).

  • Vamos, nenas, hagamos gozar a Esther - les animó Óscar, empezando a moverse.

Sólo él se permitió el lujo de acariciar ocasionalmente su clítoris, sin dejar de perforarle. Expandió la lengua, y la restregó a placer contra los pechos de Esther ( donde se unía con las de Laura y Alicia ), metiéndosela también en la boca ( donde se encontraba con la suya, sin olvidarse de la de Ciríe ).

  • ¿ Por qué no nos lames los pechos a las demás ? - le sugirió vibratoriamente la deluyrei.

  • Buena idea...

No sólo les lamió alternativamente los pechos, también internó la lengua en sus coños ( cuando se centró en el de Alicia y en el de Laura, aprovechó para lamer las manos de Esther, estímulo que ésta encontró muy de su agrado ). No tuvo problemas para alcanzar el sexo de Ciríe ( se acababa de percatar de que cada vez podía extender más la lengua ), sin olvidarse de su ojal: al saber de ello, todas quisieron recibir aunque fuera un par de centímetros dentro, y él accedió ( la última en disfrutar de aquella atención fue Esther, que se corrió con la lengua de Óscar levemente clavada en el ano: Juliana, al seguir vestida, se quedó con las ganas ).

  • Ha sido maravilloso, Óscar - le dijo Esther, en verdad satisfecha.

  • Lo sé, nena - le dijo él, volviéndose a Juliana ( que era la única que no se había corrido ), y preguntándole - ¿ A qué esperas para desnudarte ? El doctor aún tiene una paciente por operar, y esa eres tú.

  • ¿ Qué me vas a hacer ? - le preguntó ella, aún bastante agitada.

  • Te voy a suprimir la marca que Alicia te tuvo que hacer para liberarte, y de paso también te quitaré las cicatrices que tienes en la espalda, esas que te quedaron tras una tanda de latigazos mal curados.

Ella enseguida se desnudó ( estaba deseando hacerlo desde hacía un buen rato, pero no lograba decidirse, por lo que agradeció doblemente la propuesta de su cuñado ), y entonces él vertió unas lágrimas en su boca ( esta vez Hedelia no le guiaría, pues ya sabía hacerlo ), insensibilizándole frente al dolor ( también anuló momentáneamente su capacidad para sentir escozor y picor, como antes hiciera Hedelia con Esther ). Él mismo detuvo el flujo sanguíneo en las zonas a intervenir, licuando también los tejidos dañados que de inmediato, gracias a su orina ( sólo unas gotas, como de costumbre ), quedaron restablecidos. Ella también se miró en el espejo.

Juliana era levísimamente más alta que Alicia. Sus pechos, resultado tanto de un fuerte tratamiento hormonal como, y ante todo, de los masivos implantes de silicona que recibió poco antes de dejar la casa de su madre, eran tan grandes como los de Alicia y Esther ( bueno, quizá un ápice menos ), y no se apreciaban cicatrices en ellos. Tenían una forma extraordinariamente lograda, pero lamentablemente su tacto dejaba bastante que desear, notándose enseguida que eran artificiales ( al menos Óscar lo hizo, y eso que los tuvo contra su espalda, y con la camisa y el sujetador de por medio ). Sus caderas no estaban nada mal, sobre todo considerando que antaño fue un hombre: su madre le había inyectado quién sabe qué mejunjes en ellas, a fin de que se le expandieran más de lo que lo habrían hecho de contar únicamente con el tratamiento hormonal, y desde luego habían dado resultado. Con todo, eran menos pronunciadas que las de sus hermanas.

No tenía nuez: un día, Inmaculada le hizo tomarse un bebedizo que le dejó inconsciente, y al despertar tenía una venda en el cuello, habiéndose hecho más aguda su voz. Cuando se la quitaron, tres días después, no había ni rastro de la nuez, y la leve incisión que tenía no dejó marca al cicatrizar: supuso que se la habían extirpado, al menos parcialmente. Los lóbulos de sus orejas inicialmente eran muy chicos ( inequívoca herencia de Luis ), pero se los habían estirado a base de colgarle pesos de ellos y untarle ciertos potingues, de modo que ahora eran normales. Su barbilla estaba un poco hendida, y tenía un lunar debajo del ojo izquierdo, no muy lejos de la nariz ( ésta era algo afilada, pero en modo alguno fea: de hecho su cara, en conjunto, era realmente sugerente, casi tanto como la de sus hermanas o la de su sobrina ).

Su miembro era realmente ínfimo, pues en plena erección no llegaba ni a los cinco centímetros, siendo su diámetro de uno y medio. Antaño lo tenía normal, pero su odiosa madre comenzó a darle una infusión ( hecha, según ella, a partir de ciertas hierbas exóticas ), no bien le castró. Le dijo que reduciría su clítoris a una talla más apropiada, y el caso es que funcionaba, pues apenas dos semanas después se le había quedado así de ridícula ( perdió buena parte de su sensibilidad, aunque por fortuna aún podía experimentar orgasmos, de estimularse lo suficiente ).

Sus ojos, originariamente del mismo tono grisáceo que tenían los de Luis ( bastante inusual, todo sea dicho ), habían sido alterados: cierto día despertó con una venda en ellos, y, cuando por fin se la quitaron, muchas horas después, los tenía bastante escocidos... y azules. Se los habían dejado idénticos a los de Remedios, lo cual no le hizo la menor gracia. No quería ni pensar qué le hicieron en ellos, pero fuese lo que fuese no le sentó del todo bien, pues desarrolló una insólita miopía de carácter intermitente, e incluso algo de astigmatismo ( durante algunos años se vio obligada a llevar siempre unas gafas encima, pues nunca sabía cuándo se le iba a tornar borrosa la visión ).

En el fondo, Juliana agradecía la mayor parte de aquellos cambios, con dos importantes salvedades: jamás les perdonaría lo que le hicieron en los ojos ( le recordaban a su padre, cosa de la que siempre se sintió muy orgullosa, y aquellos episodios de miopía, hasta que por fin se fueron espaciando - ya fuera de la casa de su madre - eran un incordio ), ni tampoco lo que le habían hecho en la entrepierna.

Si tenía el mismo tipo escultural que sus hermanas y su sobrina, era sólo porque se ponía a dieta de vez en cuando, ya que, a diferencia de ellas, cogía peso con suma facilidad. Sus nalgas ( en las que había recibido otro de aquellos implantes sorpresa ), eran preciosas, y tenía unos muslos tan magníficos como los de ellas, siendo sus pantorrillas igual de apetitosas. Si algo menoscababa el conjunto, y desde luego no en exceso, eran sus rodillas, quizá un tanto toscas.

  • Muchas gracias, Óscar - le dijo ella, con su raquítico miembro completamente erecto, e incluso goteando líquido preseminal ( próstata seguía teniendo, y saltaba a la vista que le funcionaba perfectamente ).

  • Vaya, veo que te gusta posar en bolas ante un macho como Óscar - rió Ciríe, acariciándole el sexo con un dedo.

  • Sí, aunque tú también me pones bastante a tono - reconoció ella, dejándose hacer.

  • Que cosa más chica - dijo tristemente Óscar, señalando al pene de Juliana.

  • Antes la tenía más o menos normal ( o eso creo recordar, pues ya hace mucho de ello ), pero mi madre tuvo que joder la marrana, como de costumbre.

  • Te gustaría tenerla más grande, ¿ verdad ?

  • Anda, claro, y con un buen par de huevos, pero por desgracia esto es lo que hay.

  • ¿ No haría eso sentirte menos femenina ?

  • No sé por qué, mira qué coño más lindo tengo aquí atrás - le dijo con coquetería ella, dándose la vuelta y enseñándole el ano, tan exquisitamente cuidado como el de Alicia y su hija ( a Esther no habían tenido aún ocasión de vérselo como es debido: todo en su momento ).

  • Se ve realmente apetitoso, cuñada - le dijo él, y no lo hizo por cortesía, pues realmente le gustó el aspecto de aquel ojal... del que se propuso disfrutar a la mayor brevedad posible, cosa que también haría con los otros dos.

  • Creo que la pobre realmente necesita un pepino mágico, Óscar - opinó Hepente.

  • Estoy completamente de acuerdo - coincidió él.

  • ¿ De que habláis ? - se interesó Laura, pensando que su padre iba a sodomizar sin más dilación a Juliana, al igual que las restantes humanas ( su tía se separó más las nalgas, dispuesta a recibir a Óscar aunque fuera a palo seco, tanto le deseaba ).

  • No os emocionéis, que Óscar no le va a dar por el culo, o al menos no ahora - rió Ciríe.

  • Anda, nena, date la vuelta y fíjate atentamente en mi cabeza - le dijo a Juliana Óscar, dándole un afectuoso pellizco en el trasero que ésta recibió con alborozo.

  • ¡ Te está saliendo algo entre el pelo ! - exclamó Alicia, la primera en darse cuenta.

  • ¡ Parecen ramas ! - dijo Esther.

  • Y lo son - les aseguró él, que por el momento se estaba encargando de todo ( sabía cómo se hacía desde que Ciríe le hizo germinar las peras ).

  • ¿ Eso es todo ? - le preguntó Sarigza cuando varias ramas, repletas de yemas, pendían de su cabeza.

  • Por el momento, sí. No sé florecer los pepinos, de hecho lo único que sé florecer son las peras.

  • Si quieres, podríamos enseñarte a florecer todas tus frutas, y por supuesto también a madurarlas por completo - le propuso Hedelia.

  • Me sería de gran ayuda.

  • Pues relájate, que allá vamos...

Las enredaderas de Óscar se cuajaron de flores, tan abundantes como variadas. Las humanas observaban la hermosa escena en silencio, y Alicia fue la primera que se atrevió a tocar la frondosa vegetación.

  • Huelen muy bien - dijo al poco Laura, tras olfatear algunas de las flores.

  • ¿ Se comen ? - les preguntó Juliana - Me refiero a sus frutos.

  • Todos se pueden comer, aunque algunos de ellos no funcionan de administrarse por vía oral.

  • ¿ Qué hacen ?

  • Gran variedad de cosas, no en vano son todas mágicas.

  • ¡ Eh, mira, ese se parece a un tomate ! - exclamó Laura, señalando a uno de ellos - ¿ Era eso a lo que te referías antes, papá ?

  • Pues sí, a eso me refería.

  • ¿ Para qué sirve ?

  • Luego os lo explicaré, necesito concentrarme o no aprenderé gran cosa.

  • La cosecha va a ser espectacularmente abundante, Alicia, necesitaremos un recipiente donde poner todos los frutos de Óscar - dijo Hedelia al poco.

  • ¿ Te valdría esto ? - le dijo la humana, trayéndole una jarra de cristal que vendría a tener algo más de dos litros de capacidad ( la sacó de un armario del salón donde guardaba tanto vajilla como cubertería ).

  • Sí, y de sobra, pero sólo provisionalmente: si queremos conservar los frutos por mucho tiempo, más valdrá traspasarlos a un recipiente que pueda cerrarse herméticamente - le dijo Sarigza.

  • Bah, recuerda que Óscar es no es un deluyrei común: seguro que conservan sus propiedades durante décadas, incluso expuestos al medio ambiente - dijo Hepente.

  • Cierto, no había caído - reconoció la sacerdotisa.

Enseguida estaban recolectando los frutos ( Óscar se había hecho germinar unas cuantas peras por sus propios medios, pues planeaba administrar una a cada humana, iniciativa que todas las deluyrei aprobaron en silencio ), aunque el único pepino que las hermanas de Ciríe le habían hecho brotar de sus ramas ( las sobrinas también habían colaborado, pero no tanto ), se lo quedó él en la mano, estudiándolo abstraído. La jarra había quedado llena hasta aproximadamente un tercio de su capacidad. No tardó demasiado en aprender a desvanecer las ramas ( por sorprendente que pudiera parecer, replegarlas era más complejo que hacerlas brotar, aunque naturalmente seguía siendo preferible a arrancárselas ).

  • Entonces, cuñada, ¿ realmente quieres tener una polla larga, gorda y jugosa ? - le dijo Óscar a Juliana.

  • ¿ Acaso puedes hacer algo al respecto ?

  • Claro que sí, tesoro - le dijo Hepente - Tú tan sólo siéntate en un sofá, y déjanos hacer a nosotras...

Ella no perdió tiempo en acomodarse, y Óscar se puso en cuclillas ante ella, dejando que Hepente fuera ahora quien manejase su cuerpo. Estrujó aquel diminuto pepino con una mano, y Óscar temió por un instante que se le llenase de penes, pero su magia, dirigida por la hechicera, evitó aquella inoportuna floración fálica. La piel se disolvió una vez el fruto quedó triturado, habiendo dado lugar todo él a una papilla bastante aguada que Hepente untó, guiando sus manos, en el infantil miembro de Juliana... que de inmediato empezó a expandirse. Unas sutiles pinceladas en donde debería estar el escroto hizo que éste apareciese, dando lugar a unos testículos cada vez más grandes.

  • Será mejor que vayas decidiendo cómo la quieres de grande, nena - le dijo Hepente, con las manos de Óscar aún bastante embadurnadas de aquella sustancia ( no habrían usado ni la trigésima parte, y Juliana ya tenía un pene de unas dimensiones más o menos normales ).

  • ¿ Vosotras que opináis ? - les preguntó a sus hermanas y sobrina ( al igual que ella, ya se habían rehecho de la impresión ).

  • No está mal, pero a mí me gustaría más grande - le dijo Esther.

  • Soy de la misma opinión - dijo Laura.

  • Esperad, voy a por una regla - dijo Alicia, levantándose y corriendo a su habitación ( Óscar no pudo evitar volverse a ver cómo sus magníficos pechos saltaban a cada zancada, cosa que las demás también hicieron ).

Para cuando volvió, el miembro de Juliana estaba mucho más crecido, aunque era evidente que lo había hecho con más lentitud que al principio ( Hepente había decidido tomárselo con más calma ).

  • Vamos a ver cómo tienes eso - dijo Alicia, midiéndoselo ( el jugo del pepino mágico quedaba inerte una vez actuaba, así que no corría el menor riesgo de que le saliese algún dedo de más si tocaba el que aún manchaba aquel palpitante mástil ).

  • Diecinueve de longitud y casi seis de diámetro - anunció por ella Esther, que estuvo atenta a la operación.

  • ¿ Por qué no os lo calzáis las tres, a ver qué tal os viene ? - les propuso Óscar.

  • Buena idea, papá - le dijo Laura, sentándose sobre Juliana y encajando su verga sin excesivos problemas ( el que estuviera tan cachonda como estaba le fue de gran ayuda ).

  • ¿ Qué tal, sobrina ? - le dijo cariñosamente Juliana.

  • Mm, estupenda - gimió ella, tras dar unos meneos.

  • No seas avariciosa, hija, déjale a tu madre probarla también - le dijo Óscar, y Laura le cedió el puesto a Alicia, que se clavó el rabo de su hermana con glotonería, exhalando un suspiro de satisfacción.

  • Buena porra, sí señor.

  • A ver, deja que yo también la sienta... - le dijo Esther.

Todas fueron partícipes de una nueva expansión, sobre todo a lo largo, y no porque así no les bastase, si no porque sabían la ilusión que le haría a Juliana tener un pene realmente espectacular.

  • ¿ Cuánto has dicho que es de grande ahora ? - se interesó Laura, la última en calzárselo en esta ocasión.

  • Veintitrés de longitud por casi siete de diámetro - repuso Óscar, que había tomado las nuevas medidas en persona.

  • Yo no lo aumentaría ni un milímetro más - les dijo ella, levantándose - De lo contrario me haría daño, y sería una pena, pues eso me impediría disfrutar a tope con la tía.

  • ¿ A ti te parece bien así, Juliana ? - le preguntó Ciríe, de cuya mente Óscar captó cierta inquietud: la pasmosa facilidad con la que aquellas humanas encajaban rabo no parecía cuadrarle, ni a ella ni a sus hermanas.

  • Sí, es más que suficiente tal y como está - dijo ella, agarrándoselo con cariño - De hecho, me temo que voy a tener algunos problemas para encontrar coños a su medida, no digamos ya culos.

  • Tranquila, tus hermanitas te prestarán los suyos cuando quieras - le dijo Esther, dándole un rápido beso en la boca.

  • Cuenta también con los míos, tía - le dijo acarameladamente Laura.

  • ¿ Qué hacemos con esto ? - le preguntó Óscar a Hepente, agitando las embadurnadas manos - Ha sobrado un montón.

  • El jugo que tienes en las manos aún está activo, así que más vale que no entre en contacto con nadie más: nosotros podemos evitar que nos haga crecer pollas, de concentrarnos lo suficiente, pero un humano no - dijo Hepente - lo mejor será desactivarlo.

  • ¿ Cómo se hace ?

  • El alcohol extingue su magia, y también la luz muy intensa.

  • Pues lo iluminaré a base de bien, y asunto resuelto - decidió Óscar, manifestando las alas lumínicas y rodeando sus manos con un potente resplandor que anuló la magia del fluido ( aprovecharon para explicarles aquel poder ).

  • Me pregunto a qué sabe - dijo entonces él, mirándose las manos.

  • No está especialmente rico, de hecho acostumbra a tener un regusto amargo - le previno Hedelia, pero Óscar ya se había lamido las manos con la lengua, no encontrando muy de su agrado el jugo del pepino, pese a lo cual tampoco le pareció tan malo.

  • Menos mal que lo has desactivado antes, Óscar: imagínate que no logras mantener a raya su magia y te salen varias pollas en el esófago - le dijo Juliana, medio en broma medio en serio - Te habrías asfixiado.

  • Su jugo sólo actúa sobre la piel, que no sobre las mucosas, así que no corrió ningún riesgo - le dijo Sarigza.

  • Además, nuestra respiración cutánea es muy efectiva, lo suficiente como para poder prescindir de la pulmonar ( salvo cuando hacemos esfuerzos importantes, claro ) - se extendió Hepente - Óscar habría tenido tiempo más que de sobra para podarse de todo pene las tragaderas, de poder haberle crecido allí dentro.

  • ¿ No deberíamos comprobar si a la tía le funciona correctamente el pirulo ? - dijo Laura, tras reír con los demás el último comentario de la hechicera, acariciando los testículos de su tía.

  • Buena idea, hija, y se me acaba de ocurrir una forma deliciosa de hacerlo - le dijo Óscar.

  • ¿ Qué nos propones, nene ? - le preguntó Alicia, melosa.

Él seleccionó unos cuantos cojines y los puso en el suelo, tras lo que alzó en brazos a su mujer y le acomodó sobre ellos, boca arriba. Entonces, le dijo:

  • Separa las piernas, cariño.

  • ¿ Así, mi amor ? - le dijo ella, haciéndole caso, y empezando a sospechar cuáles eran las intenciones de Óscar.

  • Así mismo. Ahora, si a ti te parece bien, tu hermana te la clavará delante mía, echándote un polvo fenomenal. Quiero que te inunde la raja con su esperma, disfrutaré mucho viéndolo.

  • ¡ Y nosotras haciéndolo, cuñado ! - exclamó Juliana, tan alborozada como Alicia, disponiéndose a clavarle el pene.

  • No tan rápido, preciosas - les dijo él - Aún no he terminado.

  • ¿ Qué más quieres que hagamos, Óscar ? - le preguntó Alicia.

  • Antes de recibir la polla de tu hermana, esposa, me gustaría ver cómo se la chupas un poco.

  • Eso está hecho - le dijo ella, empezando a lamer el palpitante pene de Juliana no bien ésta se lo puso a su alcance.

  • Qué zorra eres, Alicia, le estás comiendo el rabo a tu hermanita delante de tu propio marido - le dijo meloso Óscar, acariciándole la coronilla.

  • Y lo estoy disfrutando muchísimo, mi amor - le aseguró ella, entre lametones - Mm, cómo me gusta que me mires mientras le hago cositas en la polla...

  • Te gustaría que se te corriese en la boca y la cara mientras yo miro, ¿ verdad ?

  • Sabes que sí. ¿ Y a ti ?

  • A mí también, pero concéntrate ahora en sus huevos, cielo - le sugirió Óscar - Pronto su semen se derramará en tus entrañas, deléitate pesando en ello.

  • Mm, qué cacho pelotas le pusisteis, me encantan - dijo ella, lamiendo y olfateando los testículos de Juliana, todo ello sin apartar la mirada de Óscar, que le sonrió complacido.

  • Bien, ya es suficiente - dijo al poco él - Clávale el falo a tu hermana, Juliana, pero de momento no bombees, pues Esther y Laura aún no se han puesto en posición.

  • ¿ Cómo quieres que nos coloquemos, Óscar ? - le preguntó Esther, dispuesta a lo que fuera.

  • Si no os importa, poneos cada una a un lado de Alicia, de rodillas. Quiero asegurarme de que gozáis de una buena vista. Usad un cojín, así estaréis más cómodas.

  • ¿ Qué más, papá ? - le preguntó Laura, ya de rodillas sobre el cojín que cogió, al igual que Esther.

  • La siguiente en colocarme seré yo - dijo Ciríe, tumbándose sensualmente sobre Alicia, boca abajo y con su entrepierna pegada a su cara.

  • Tienes un trasero precioso - apreció Alicia.

  • Si tan lindo te parece, ¿ por qué no me das un besito en el ojal, nena ? - le propuso ella, meneándolo a escasos centímetros de su boca - A tu marido le gustará verlo.

  • Mm, qué rico lo tienes, guarra - comentó Alicia, tras lamérselo por unos instantes ( saberse observada por Óscar le encantó ).

  • En eso estoy de acuerdo, nena, y ahora serás testigo de cómo se la clavo por él - le dijo Óscar, arrodillándose con sus muslos a ambos lados de la cara de Alicia.

  • ¡ La tienes enorme, le harás daño ! - se preocupó ella ( la verdad es que Óscar, en aquel momento, la tenía dos centímetros y pico más larga que la de Juliana, y algo más de uno más ancha ).

  • Tranquila, no me dolerá en absoluto - le aseguró Ciríe.

  • Es difícil de creer - dijo Laura.

  • Sin embargo, es un hecho - les dijo Óscar - Anda, Alicia, guía mi porra a su entrada posterior, sé que lo estás deseando...

  • Mm, sólo de ver la punta de tu poderoso cipote apoyada en su puerta de atrás me pongo cardiaca - dijo Alicia, tras encaminar el miembro de Óscar con ambas manos.

  • Mientras ves cómo le doy por el culo a Ciríe, Alicia, yo podré ver cómo Juliana te folla a ti. Por descontado, eres libre de jugar con mis cojones, que procuraré restregar contra tu cara, y el coño de Ciríe queda a tu entera disposición ( eso sí, no se te vaya a ocurrir romperle el himen, o me enfadaré, y mucho ).

  • ¿ Y eso ? - quiso saber Juliana.

  • Le prometí entregarle mi virgo cuando mi nuevo cuerpo hubiese alcanzado la madurez, y pienso cumplir con mi palabra - le explicó Ciríe ( no creyó pertinente recordarle que los deluyrei eran mucho más resistentes que los humanos, lo suficiente como para que Alicia, de intentar desgarrar su himen, se luxara un dedo: de ese modo, se andaría con ojo ).

  • Te juro que no te rasgaré el himen, preciosa. Sólo te pido que me dejes estar presente cuando Óscar te desvirgue...

  • Tienes mi palabra, Alicia - le dijo Óscar, empujando un poco más, lo justo para encajar su glande en el trasero de Ciríe, que recibió aquella intrusión con un gozoso quejido.

  • ¿ Que hay de nosotras, papa ?

  • Por la forma en la que os habéis situado, tanto mi culo como el de Juliana queda a vuestro alcance. ¿ Os sugiere eso algo ?

  • ¿ Estás insinuando que te toquemos el culo, papá ?

  • A mí y a tu tía Juliana. ¿ No te gusta la idea ?

  • ¡ No seas tonto, claro que sí ! - se apresuró a decirle ella, plantando su mano más cercana, la derecha, en el trasero de su padre, usando la izquierda para amasar el de Juliana. Por supuesto, Esther enseguida le imitaba ( lamentó ser diestra, pues el culo de Óscar quedaba a su izquierda ).

  • No es que no me guste tocarte el culo, Óscar, pero me temo que eso me impedirá disfrutar de la función tanto como quisiera - le dijo Esther.

  • Tranquila, que os pajearé - le prometió Ciríe, poniéndose manos a la obra - ¿ O es que pensabas que nos habíamos olvidado de vosotras ?

  • Papá, ¿ me dejas que te meta un dedo en el culo ? - le preguntó Laura, ensalivándose no uno, si no dos.

  • Claro que sí, y creo que a Juliana también le apetece...

  • ¿ Puedo hacerlo yo también ? - le preguntó Esther.

  • No, cuñada, no puedes - le dijo Óscar, y ella se llevó un buen chasco, pero entonces añadió, entre risas - No puedes, debes: ¡ clávamelo ya, tonta !

  • ¡ Mira que eres cabrito ! - rió ella, clavándole feliz un dedo ( ella también se lo ensalivó amorosamente, al igual que hizo con el que le clavó a su hermana ).

  • Alicia, quiero que rodees la cintura de Juliana con tus piernas, a fin de forzarle a que te la clave hasta los huevos - le dijo Óscar a su mujer.

  • Con mucho gusto, esposo - le aseguró ella, haciendo lo que se le decía.

  • ¿ Vas a hacer algo con la lengua, papá ? - se interesó Laura.

  • Sí, le lameré los pechos a tu madre - dijo él, extendiéndola y metiéndola entre ésta y Ciríe ( a ambas les hizo cosquillas ).

  • ¿ Y tú, Ciríe ? - le preguntó Esther.

  • Creo que jugaré con los ojales de Alicia y Juliana - repuso ella, alargándola e internándola entre las piernas de ambas.

  • Bien, chicas, es hora de gozar - les anunció Óscar, empezando a moverse.

Laura y Esther a veces se besaban entre ellas, procurando frotar sus pechos ( con los que a menudo aprisionaban un buen tramo de la lengua de Óscar ), y Alicia no pudo resistirse a la tentación de meterle un par de dedos a Óscar en el culo, que hicieron seis con los Laura y Esther: por lo demás, todo se hizo según lo planeado. Una vez todos se corrieron, Laura le lamió meticulosamente el ano a Ciríe, mientras que Esther hizo lo propio con el coño de Alicia. Retuvieron tanto como les fue posible en sus bocas, y lo fueron compartiendo entre todos.

  • Joder, papá, te has tragado la lefa de la tía sin rechistar
  • cayó en la cuenta Laura.

  • Y eso os excita a todas, ¿ verdad ?

  • Claro que sí - dijo Juliana.

  • ¿ Quieres que tu cuñado te dé un besito ? - le preguntó él, acercándose a ella.

  • Sí... - suspiró ella, entreabriendo los labios.

Óscar le besó, y cuando acabó con ella también besó a Esther.

  • ¿ No me va a besar nadie las manos ? - dijo quejumbrosa Ciríe, mostrándoles sus manos. Laura y Esther habían soltado tal cantidad de flujo, que aún las tenía húmedas.

Todos chuparon de ellas, y entonces Laura le dijo a la deluyrei:

  • Jamás antes me habían pajeado tan bien. Me has dado mucho más gusto con una mano que la mayoría de la gente con la polla... o la boca.

  • Es bueno saber que no he perdido práctica - le dijo ella, aproximando más y más la cara a la de Laura, sobre la que se encaramó parcialmente - ¿ Te gustó lamerme el culito ?

  • Sí, mucho, y también me gustó ver cómo papá te la clavaba.

Fue Laura quien tomó la iniciativa, besando a Ciríe. Cuando se separaron, jadeó:

  • Uf, besas de miedo. Creo que nos vamos a llevar muy bien.

  • Me alegra oír eso - intervino Óscar - Para celebrarlo, ¿ os gustaría que organizásemos una buena orgía entre todos, chicas ?

  • ¡ Sí ! - exclamaron entusiasmadas todas.

  • ¡ Qué casualidad, a mí también ! - bromeó él.

  • Aprovecharemos para enseñarte a usar tus poderes sexuales - le dijo Sarigza ( había disfrutado de aquello tanto como Óscar, no en vano sentía lo mismo que él, cosa también aplicable a sus hijas, sin olvidarse de Hepente y de Hedelia ).

  • ¿ Qué poderes ? - quiso saber Alicia.

  • Luego lo veréis - les dijo Óscar - Os va a encantar, vais a gozar como marranas, y nosotros también. De todos modos, antes de ponernos a fornicar a lo bestia, tengo un antojo... que más nos valdría satisfacer, no olvidemos que estoy embarazado .

  • ¿ De qué se trata, papá ? - se interesó Laura cuando cesaron las risas.

  • Como no habéis preparado cena, me gustaría pedir unas pizzas: así, nadie tendrá que perder tiempo cocinando.

  • A mí me parece bien - dijo Alicia, intercambiando una mirada de complicidad con Laura - Además, si te apetece, podríamos...

  • ¡ La virgen ! - exclamó Óscar, al captar los pensamientos de ambas - ¿ Os habéis tirado hasta a los repartidores ?

  • Nos gusta mucho calentar al repartidor de turno, sobre todo si está de buen ver - le explicó Alicia - No siempre logramos tirárnoslos, pero la mitad, o así, caen. Es más, todos los que han probado nuestra especial propina han repetido ( al menos una vez ).

  • ¿ Y cuando son mujeres ?

  • Casi nunca lo son, y las pocas que han venido parecían ser heterosexuales - le dijo Laura, haciendo un leve mohín de desprecio.

  • Pues ya estáis tardando en llamar, zorras - les ordenó él - Quiero ver con mis propios ojos cómo os cameláis a un repartidor.

  • Tenemos grabadas todas nuestras propinas, pero supongo que no hay nada como una sesión en directo - dijo Alicia, sumamente feliz de que aquello, lejos de molestar a su marido, hubiese despertado su interés.

Laura llamó a la pizzería a la que más a menudo recurrían. Apenas había comenzado a hablar cuando Óscar puso cara de sorpresa, arrebatándole el teléfono ( un supletorio inalámbrico que tenían en el salón ), y replicando a la perfección su voz con algo de ayuda por parte de las hermanas de Ciríe ( en realidad no mucha ). Tapando un momento el auricular, dijo:

  • ¡ Vamos, hacedme todas guarrerías, a ver si sois capaces de conseguir que me corra antes de colgar !

No tuvo que decirlo dos veces: las cuatro humanas, y por supuesto Ciríe, se abalanzaron sobre él, que seguía con el pedido como si nada, enrollándose a base de bien. Le lamieron todo el cuerpo, restregándose contra él y acariciándole sin cesar: cinco minutos después, se corría copiosamente, salpicándoles a todas. Casi de inmediato colgó, y entonces empezó a reírse con ganas.

  • Reconozco que ha sido muy divertido, papá, pero tampoco es como para troncharse de esa manera - se sorprendió Laura.

  • Quizá tú también te rieses de saber que Fernando, vuestro repartidor preferido, ya no trabaja en la pizzería desde hace casi siete meses.

  • Pero, ¡ si nos trajo un pedido hace apenas uno ! - exclamó Alicia.

Aquel era un buen momento para hablarles de su percepción exhibicionista: una vez asimilaron el concepto, a las humanas se les hizo evidente que si Óscar se había hecho masturbar por todas era para captar aún más información de quien hubiese al otro lado de la línea ( independientemente de lo mucho que parecía haberlo disfrutado ).

La joven que les había atendido era amiga de Fernando, un chico de dieciocho años que se había vuelto completamente adicto a las propinas sexuales que le daban Alicia y su hija, aceptando ser uno de sus sumisos a tiempo parcial. Tanto le gustaba disfrutar de las atenciones de ambas, que había convencido a las tres muchachas que se turnaban para atender los pedidos ( entre ellas, una de sus hermanas ), para que le avisasen cada vez que se pedía algo para el chalé donde vivían sus dulces amas. Más aún, cuando le despidieron ( no podía dejar de pensar en dos de sus clientas, y estaba tan ensimismado que no dejaba de meter la pata ), quedó con las tres jóvenes en llevarles a diario en coche al colegio si se ponían en contacto con él cada vez que llamasen desde aquella dirección. El uniforme, la moto e incluso la cartera, los había robado para mantener la farsa cuando se presentaba en el chalé.

  • ¡ Quién lo hubiera imaginado ! - exclamó Laura, a la que el hecho de que alguien se tomase tantísimas molestias para adorarle a ella y a su madre le satisfizo profundamente.

Alicia y su hija subieron a vestirse para la ocasión, aunque Óscar les hizo antes algunas sugerencias que ellas le prometieron tener en consideración ( tanto Esther como Juliana tenían sed, así que Óscar fue a por agua, aprovechando para beber él también, mientras estaba en la cocina ). Apenas diez minutos después, ambas regresaron, vistiendo ceñidos y atrevidos conjuntos de noche confeccionados en sola pieza. Eran de color negro, sensuales, y tenían un impresionante escote, tanto por delante ( los pezones casi estaban al descubierto ), como por detrás ( se les veía sin excesivos problemas el comienzo de las nalgas ). Los brazos quedaban al aire, así como buena parte de las piernas, y no llevaban ropa interior.

El vestido, en ambas idéntico ( lo único que variaba era el busto ), tenía unos botones camuflados que mantenían alzada la parte de atrás, cuya posición natural era tal que el trasero quedaba completamente al aire, que no sólo insinuándose ( fue un apaño que les hizo Juliana, de hecho ella misma se había arreglado algunos de sus vestidos de aquella ingeniosa manera, para cuando tenía con quién jugar ). Calzaban una especie de sandalias con tacón, de aire veraniego, que les dejaban al aire buena parte de los pies ( estaba claro que Laura tomó nota de lo que le dijo su padre, pues se había bajado esmalte de uñas, de hecho lo llevaba en la mano ). Por su parte, Alicia había traído una bolsa de viaje, dejándola en una mesa.

  • Trae, nena, que tu papá te va a pintar las uñas - se ofreció Óscar.

  • Te advierto que no es nada sencillo - le dijo ella, dándole el frasco a su padre, que se acomodó a su lado, y poniendo las piernas sobre sus muslos ( una vez las tuvo allí, las fue desplazando, juguetona, hasta que entraron en contacto con sus genitales ).

  • Eso son mis huevos, hija - le dijo él, sintiéndose orgulloso del descaro de Laura.

  • Y esto son mis piernas, papá - rió ella, restregándolas con más ganas aún - ¿ Te gusta sentirlas en los cojones ?

  • Claro que sí, guarra, pero se supone que te iba a pintar los uñas, que no a servir de reposapiés - le dijo él, distribuyendo el esmalte por medio de su don de control de fluidos sin necesidad de quitarle el calzado ( Laura se había decantado por el mismo tono con el que Alicia tenía pintadas las uñas de pies y manos, un rojo violáceo muy brillante, casi metalizado ), operación que le llevó apenas cinco segundos ( la capa que extendió era tan fina y homogénea que se secó casi en el acto ).

  • ¡ Hala, qué rápido ! - se sorprendió Alicia.

  • Me las has dejado perfectas, papá - le felicitó ella, dándole un último achuchón con las pantorrillas en los testículos antes de bajar las piernas.

  • Pues, ahora, las de las manos...

  • ¿ Deberíamos decirle que sabemos lo que está haciendo ? - le preguntó Alicia a Óscar no bien éste acabó de pintarle las uñas de las manos a su hija - Hablo del repartidor.

  • Ni se os ocurra, no sea que le espantéis - les previno él - Y procurad que no se os note que sabéis algo.

  • Tranquilo, no sospechará nada - le aseguró Laura.

  • ¿ Qué quieres que le hagamos, cariño ? - le preguntó Alicia.

  • Lo que tengáis acostumbrado, ni más ni menos. Ya os lo he dicho, quiero ver a mis hembras en acción. Eso sí, entradle al salón.

  • Bah, eso siempre lo hacemos - dijo Laura - De todos modos, hay un problema: si ve tanta gente, se cohibirá.

  • No nos verá, pues nos haremos invisibles - les dijo él, desapareciendo de su vista.

  • ¿ También podéis hacer eso ? - se sorprendió Juliana, preguntándose si habría algo que los deluyrei no pudiesen hacer.

  • Y sin el menor esfuerzo - les aseguró Ciríe, imitándole.

  • ¿ Qué pasa conmigo y con Esther ?

  • También os haremos invisibles.

  • ¿ Qué me dices de los sofás ? - insistió Juliana - Puedo ver cómo se deforman con vuestro peso, cosa que al repartidor podría inquietarle un poco.

  • Muy observadora, nena, pero eso no será problema, pues los haremos desaparecer junto a nosotros - le dijo Óscar, y su sofá, en efecto, pareció desvanecerse, aunque reapareció enseguida, al igual que Ciríe y él mismo.

  • ¿ No podría oíros ? - le preguntó Alicia.

  • En absoluto, no olvides nuestro don vibratorio - le dijo él

  • No sólo podemos generar sonidos, también podemos amortiguarlos hasta su completa extinción. Si no te lo crees, nena, grita con todas tus ganas.

  • ¿ Estás seguro ?

  • Sí.

  • ¿ Qué quieres que grite ?

  • Lo primero que se te ocurra. Venga, a la de tres: uno, dos... tres.

  • ¡ Mi marido es la hostia ! - gritó Alicia... sin que ninguna de las restantes humanas lograse oírle ( de hecho, ella misma apenas lo hizo ).

  • ¿ Por qué has hecho como que gritabas, mamá ? - se extrañó Laura.

  • ¡ He gritado, pero no se ha oído nada ! - exclamó ella, y ahora sí que le pudieron oír.

  • Pues eso no es todo: también podríamos hacer que os llegase nuestra voz, o más bien una simulación de ella, sin que nadie salvo vosotras se enterara - les dijo Ciríe, haciendo acto seguido una demostración.

  • No sólo el tipo no nos oirá: tanto Ciríe como sus hermanas, y por supuesto yo, os podremos sugerir cosas sin que él se entere - concluyó Óscar - Oh, y esta vez no usaréis condones.

  • ¿ Y si tiene alguna enfermedad de posible transmisión sexual ? - se preocupó Laura - Parece saludable, pese a las pintas que tiene, pero con esas cosas nunca se sabe...

  • Luego os curaríamos de ella, fuese cual fuere - les prometió Óscar.

  • Si no usamos condón, corremos el riesgo de quedarnos preñadas - tanteó entonces Alicia - Cualquier diría que no te importaría.

  • Claro que me importaría, pero no hay peligro, pues resulta que aún no estáis en vuestra etapa fértil.

  • No paras de leernos la mente - le reprochó dulcemente Laura.

  • En este caso no ha sido necesario: el sabor de vuestros coños os delató - le explicó Hedelia.

  • ¿ El sabor ? - repitieron todas las humanas a la vez, confusas.

  • Si nuestro gusto no nos falla ( bueno, en realidad el de Óscar ), a ambas os quedan de cuatro a cinco días para vuestra siguiente ovulación - les dijo Hepente - A Esther también, aunque no es de extrañar, pues el ciclo menstrual de las humanas que viven juntas tiende a sincronizarse.

  • ¡ Has acertado ! - se sorprendió Alicia.

  • Toma, claro...

  • ¿ Habéis orinado, u os habéis aguantado, tal y como os sugerí ? - se interesó entonces Óscar.

  • Nos hemos aguantado, papá, aunque eso no tenías por qué decírnoslo: últimamente siempre le hacemos una lluvia dorada a Fernando, orinándole en la boca ( salvo en la última ocasión, que pasamos de aguantarnos hasta que viniese ).

  • No le deis demasiado, quiero que reservéis la mayor parte.

  • ¿ Y eso ? - se extrañó Alicia.

  • Quiero que me hagáis una lluvia dorada, nenas, y por supuesto yo también os la haré. De hecho, vosotras también os la haréis.

  • ¡ Guau, papá, ahora sí que sabes cómo divertirte a tope !

  • Hablando de diversión, ¿ habéis bajado el gel lubricante ?

  • Por supuesto - le dijo Alicia, hurgando en la bolsa y tendiéndoselo.

  • Culos al aire, nenas, que vuestro macho os va a poner un poco ya sabéis donde - les ordenó él.

  • Aquí los tienes - le dijeron ellas, desabotonándose la parte posterior del vestido, con lo que sus traseros quedaron al aire.

  • ¿ No podrías meterme la lengua un poquito, como hiciste antes ? - le dijo Alicia, agitando las nalgas a escasos centímetros de la cara de Óscar.

  • Bueno, pero sólo un poco - transigió él, dejando el tubo de lubricante momentáneamente en el sofá y agarrando a Alicia de las caderas, tras lo que asaltó su culo con la lengua.

  • ¡ Oh, dios, siento tu lengua en el ano, qué bien ! - dijo ella, gozosa.

  • Y ahora, la sentirás dentro - rió Óscar, abriéndose paso sin ningún problema hacia el recto.

  • ¡ Qué bueno ! - gimió su esposa, temblando de excitación.

  • Eso no es nada, pues aún no la ha extendido - le dijo Hedelia.

  • Cuando la alargue, vas a creer que tienes una polla dentro

  • coincidió Sarigza.

  • ¡ Por lo que más quieras, Óscar, alárgala del todo, sácamela por la boca ! - le apremió Alicia, manoseándose con frenesí el sexo.

  • Más tarde, nena, aunque me temo que no te meteré más de un palmo, pues no quisiera lesionarte - le prometió Óscar, dejando de trabajarle el ano con la lengua y aplicándole el gel ( podría haberse limitado a administrarles una de las mágicas peras que no mucho antes se había hecho germinar, pero prefería dejarlo para luego. Además, así podría comprobar qué tal encajaban allí atrás por sus propios medios ).

  • Papá, ¿ me follas el culo con la lengua un poco a mí también ? - le dijo Laura, al tocarle a ella ( también meneó el trasero ante la cara de Óscar ).

  • Ya lo hice antes.

  • Sí, pero me quedé con ganas de más. Anda, no seas malo...

  • Te advierto que luego me lo tendrás que hacer a mí, hija.

  • Con mucho gusto te lo haré, papá, pero ahora házmelo tú a mí, por favor...

Óscar repitió la operación con Laura, para alborozo de ésta, y, una vez le aplicó el gel, empezó a hurgar su ojete con los dedos, cosa que también hizo con el de Alicia. Ambas recibieron cuatro dedos sin demasiados problemas, y eso que los suyos eran ahora significativamente más largos, y gruesos, que los de ellas.

  • Creo que vuestros traseros ya están listos - les dijo él, lamiéndose a continuación los dedos, mientras sostenía sus miradas, eliminando de ellos todo rastro de gel... y también de lo otro , que no por ser bastante más escaso dejaba de apreciarse. Aquel sucio pero libidinoso gesto les provocó a todas las humanas un escalofrío de excitación ( bueno, y a Ciríe también ).

  • ¿ A qué vino el pedirnos que no nos duchásemos ? - le preguntó Alicia, con el vestido de nuevo en su sitio, al igual que Laura ( las dos se subieron la parte de atrás entre un delicioso meneo de glúteos, abotonándose con coquetería ).

  • Porque quiero que os presentéis ante él lo más sudadas posibles.

  • Ya lo estamos, papá - le dijo Laura.

  • Veamos si es así - le dijo él, cogiéndole de una mano y atrayéndose hacia sí. Entonces, le alzó del mismo brazo y le lamió lenta y concienzudamente la axila ( maniobra que arrancó de Laura algún que otro suspiro ), dictaminando - No está mal, pero no es suficiente.

  • ¿ Cómo podríamos solucionarlo ? - le preguntó Alicia, mimosa.

  • Haciendo algo de ejercicio, claro está. Bailad de nuevo para mí, nenas, pero está vez con más ritmo.

  • ¿ Me dejas que ponga alguna cinta, papá ?

  • Venga, ve a por ella...

Mientras Laura volvía, Óscar, que se había sentado en un sofá de tres plazas que por el momento sólo él ocupaba, se levantó hacia donde estaba Esther y le dijo:

  • ¿ Te gustaría disfrutar del espectáculo sintiendo el cuerpo de tu cuñado contra el tuyo, nena ?

  • ¡ Claro que sí, machote ! - exclamó ella, levantándose como impulsada por una catapulta.

  • ¿ Y a ti, bonita ? - le preguntó a Juliana.

  • Por supuesto - le aseguró ella, incorporándose también.

Óscar se sentó en el centro, Juliana a su derecha y Esther a su izquierda.

  • ¿ No hay sitio para mí ? - les preguntó Ciríe, con expresión lastimera.

  • Sí, de hecho hay dos asientos especiales para ti - dijo Óscar, asiéndose el miembro con la mano izquierda mientras que con la derecha asía el de Juliana.

  • ¿ No te da vergüenza, tocarle la polla a un tío ? - le dijo ésta, radiante.

  • ¿ Dónde está ese tío del que me hablas, preciosa ? - rió él, agitando el nuevo y mejorado rabo de Juliana - Que yo sepa, esta linda y oronda polla de aquí pertenece a una mujer con todas las de la ley...

  • Mm, cómo me gusta que me digan esas cosas - suspiró ella, profundamente halagada.

  • Óscar, no seas malo, suéltale la tranca o no podré clavármela - le dijo Ciríe, melosa.

  • Está bien, toda tuya...

  • ¡ Leche, que culo más fabuloso tienes ! - exclamó Juliana cuando Ciríe se encajó su miembro en el recto.

Alicia les observaba en silencio, muy excitada, pero no tuvo ocasión de masturbarse, pues, justo cuando comenzaba a internar una de sus manos bajo el vestido, regresó Laura con una cinta que puso en el equipo de sonido del salón, subiendo el volumen ( aunque sin excederse ), y comenzando a contonearse con cierta violencia. Ni que decir tiene, fue prontamente imitada por su madre. No tardaron en empezar a hacer gestos obscenos, y poco después se estaban metiendo mano ( en la medida que el rápido ritmo se lo permitía, claro ). Sus espectadores no dejaban de sobarse, y Óscar propuso que nadie se masturbase a sí mismo, dando placer a los demás... idea que sus tres compañeras encontraron muy de su agrado.

  • ¿ Te ponemos a tono, cielo ? - le preguntó Alicia, viéndose obligada a alzar bastante la voz.

  • Ya lo creo, aunque me sé de tres que también están colaborando lo suyo - le dijo él.

  • Se te nota, papá - dijo Laura, sin dejar de menearse, y mirando con lujuriosa codicia el sexo de su padre, que en aquel momento sólo Esther asía.

  • No seas tonta, nena, el estado de mi rabo depende más de mi voluntad que de mi grado de excitación - le dijo él, mermando voluntariamente la erección de su miembro ( que no sus dimensiones ), hasta que quedó reducido a un triste y arrugado colgajo ( eso sí, enorme ).

  • No hagas eso, cielo, nos gusta vértelo bien tieso - se quejó Alicia.

  • Y a mi sentírselo, ¿ no te fastidia ? - dijo Esther.

  • Tranquilas, sólo estaba haciendo una demostración, ahora mismo me vuelvo a poner pinocho

  • le dijo él, recuperando en el acto la contundente erección de antes - Antes de que me lo preguntéis, así es como estaría de no poder manejarlo, pues estoy muy cachondo.

  • Te puedo asegurar que no eres el único, padre - le dijo Laura, subiéndose de un salto a la mesa y tendiéndole una mano a su madre, que se le unió sin titubeos ( menos mal que se trataba de un mueble relativamente robusto ).

Las dos humanas estaban notable y fragantemente sudadas para cuando sonó el telefonillo, pero enseguida recuperaron el aliento ( en verdad se encontraban en forma, cosa que dentro de un rato agradecerían, pues Óscar no iba a conformarse con menos de tres horas de sexo intensivo ). Laura salió corriendo a abrir la verja de la finca ( el conmutador que actuaba sobre el cierre estaba al lado de la alarma, a la derecha de la puerta conforme se entraba ), mientras que Alicia apagaba el equipo de sonido, perdiéndose enseguida también tras la puerta que daba al recibidor. No bien sonó el timbre, Óscar se hizo invisible, ocultándoles también a ellas y al sofá, y entonces les dijo:

  • Comienza el espectáculo, nenas. Todo el mundo a pajearse.

  • Oh, y no nos vayáis a chupar las orejas, nenas, mucho menos los oídos, ya sea en un arranque de pasión o en un descuido - les advirtió Ciríe.

  • ¿ Por qué ? - se extrañó Juliana.

  • Luego os lo explicaremos - les prometió Sarigza ( Óscar por fin supo el poder que tenía su cerumen, lo acababa de captar de la mente de las deluyrei, y estuvo de acuerdo con Ciríe en que no era muy buena idea que las humanas lo probasen, no sin saber a lo que se exponían ).

Fernando ( que enseguida entró, precedido por sus anfitrionas ), era un joven larguirucho ( rondaría el metro ochenta y cinco, y era bastante delgado ), con larga melena color castaño ( de la que emergían un par de coletas ), patillas enormes, pendientes en las orejas ( también llevaba de aquellos aditamentos metálicos en la nariz, e incluso uno centrado en la barbilla ), y un aspecto de niño simulando desesperadamente ser un hombre ( sin el menor éxito ), que no se tenía. Siguió a sus clientas sin rechistar, dejando el copioso encargo en una de las mesas del salón. Era obvio que ya había entrado antes allí, pues se extrañó de la ausencia de uno de los dos sofás de tres plazas.

  • Bien, ya te estás desnudando, nene - le dijo Laura a Fernando, y éste obedeció, quitándose la ropa con ansia mientras Alicia se aproximaba a la mesa donde había dejado la bolsa de viaje, abriéndola.

  • ¿ Hoy también me vais a esposar ? - se quejó él, siendo evidente que aquella bolsa también la tenía muy vista.

  • Si realmente quieres nuestra propina, nene, la aceptarás integra - le dijo Laura.

  • Espero que al menos hoy no me metáis un consolador en el culo... - dijo él, resignado.

  • Por supuesto que te lo meteremos, y el de hoy será más gordo, pues ya te has acostumbrado al anterior, como ocurriera con el primero - le aseguró Alicia, trayendo un par de esposas en una mano y un consolador doble, de los que se fijan a la entrepierna, en la otra.

  • ¿ Me vais a meter eso ? - se alarmó él ( pese a lo cual, su erección no hizo más que aumentar, si es que eso era posible, claro ).

  • Mira el guarro cómo se ha puesto al ver la cosita con la que vamos a profanar su ojete - rió Laura, frotando el palpitante miembro del tipo ( que por cierto se había sentado en el suelo, a un gesto suyo ), con uno de sus zapatos. Tuvo que apartarse el cabello, pues el sudor se lo había pegado parcialmente a la cara, cosa que hizo con sensualidad.

  • Es demasiado gordo - se molestó él, sin pasársele por alto aquel detalle.

  • Te lubricaremos con cariño, como siempre hacemos - le prometió Alicia, ya a su altura, plantando uno de sus zapatos en la entrepierna del repartidor, que nuevamente se dejó hacer, si bien enseguida no pudo resistirse a la tentación de llevarse las manos al pene, que empezó a acariciarse.

  • ¿ Ves por qué no podemos dejarte las manos libres ? - le reprochó con falsa dulzura Laura - Te tocas esa cosa, en vez de reservarla exclusivamente para nosotras, como es tu obligación. Las manos a la espalda, cerdo, que mi mamá va a poner remedio a tan fea costumbre.

El individuo se puso dócilmente las manos en las espalda, y Alicia se las esposó, tras lo que le preguntó:

  • ¿ Vas muy apurado de tiempo hoy, Fernando ?

  • No, he entregado todo antes de venir aquí, lo cual me ha obligado a dar un buen rodeo: es por eso que he tardado tanto.

  • Magnífico, así tendremos más tiempo - le dijo ella, siguiéndole el juego tal y como les recomendó Óscar - Supongo que recuerdas las normas, ¿ verdad ?

  • Puedo echarme atrás en cualquier momento.

  • Eso es, pero no olvides que ya lo has hecho dos veces, y desde el primer día te dejamos bien claro que, de interrumpir una tercera propina, ya no te volveríamos a ofrecer ninguna otra salvo que estuvieras dispuesto a cumplir algún tipo de penitencia por tu falta de cortesía.

  • Oye, ¿ os puedo preguntar un par de cosas ? - les dijo él, tras asentir.

  • Tú dirás, cielo.

  • ¿ Por qué habéis hecho hoy un pedido tan exagerado ? Con lo que he traído podrían cenar veinte personas.

  • Tenemos invitados, y por lo visto son muy comilones - repuso Laura por su madre.

  • ¿ Están aquí, ahora ? - se estremeció él, mirando nervioso a su alrededor.

  • Pues sí, están en el chalé, pero no temas: te garantizo que no les verás - le dijo Alicia - Y bien, ¿ cuál es tu otra duda, esclavo ?

  • Me preguntaba por qué estáis tan sudadas...

  • Hemos estado bailando un rato - le dijo Alicia - El cuerpo nos pedía marcha.

  • Fíjate la de marcha que nos pide, que hoy no te pondremos condón antes de montarnos en tu rabo, esclavo - le anunció de sopetón Laura - Por vez primera dejaremos que inundes con tu esperma nuestros orificios.

  • ¿ Y ese cambio ? - se extrañó él, naturalmente nada disgustado con la idea.

  • Ya eres siervo habitual, hay confianza - le dijo Alicia - Eso sí, así como antes tenías que limpiarnos donde quiera que te nos corrieses con la lengua, ahora deberás apurar tu propio esperma del agujerito en el que se nos antoje recibirlo.

  • Lo que tú digas.

  • Lo que diga, ¿ qué ?

  • Lo que digas, ama Alicia.

  • Eso está mejor - le dijo ella, pellizcándole los pezones y anunciándole - Voy a escupir en tu boca, esclavo. Ábrela.

Él se tragó sin rechistar un par de escupitajos, repitiendo la operación con Laura, que le dijo:

  • ¿ Qué se dice ?

  • Gracias, amas...

  • ¿ Por qué ?

  • Por escupirme en la boca.

  • Aún recuerdo cuando tragarte nuestra saliva parecía molestarte un poco, esclavo - le dijo Alicia, melosa - Sin embargo, ahora te tragas nuestras ricas babas con deleite, tanto las de la boca como las del coño. Estamos convirtiéndote en un siervo modelo, aunque aún te queda mucho que aprender.

  • No te olvides de nuestro pipí, mamá, el muy guarro también se lo bebe sin rechistar, como ha de ser - dijo Laura, volviéndose al repartidor y diciéndole, mientras jugueteaba nuevamente con su miembro, el cual volvió a repasar sensualmente con el zapato - Imagino que te estarás preguntando por qué no orinamos en tu puta boca el último día, como venía siendo costumbre.

  • Pues sí, la verdad es que me extrañó - reconoció él, sonrojándose.

  • Tardaste demasiado, así que decidimos privarte de ese don - le explicó Alicia - A partir de ahora, deberás suplicar que te lo demos. Cuando creas necesitarlo, humíllate ante nosotras, y ya veremos qué se puede hacer.

  • Y, ahora, túmbate boca arriba - le ordenó Laura - Queremos jugar un poco contigo.

Él obedeció, y ambas empezaron a acariciarle todo el cuerpo con los zapatos, centrándose principalmente en su sexo y en su cara. Un par de minutos después, Alicia plantó el pie derecho en su vientre, casi dolorosamente, y se desanudó el zapato, quitándoselo. Repitió la operación con el otro pie, y Laura le imitó, tras lo que volvieron a pasear sus pies, ahora descalzos, por el cuerpo de Fernando.

  • Mira cómo le gusta a nuestro esclavo estar a nuestros pies
  • rió Laura.

  • Apuesto a que estaría horas adorándolos - dijo Alicia, acercando un pie a su cara, que él de inmediato comenzó a lamer - ¿ No es así, esclavo ?

  • Sí, ama, así es.

  • Estás en el paraíso, ¿ verdad ? - le preguntó Laura, dándole una suave patada en los genitales ( se aseguró de no hacerle más que una pizca de daño ).

  • ¡ Ay ! Sí, ama...

  • Fíjate qué cara de gusto pone cuando le aplastamos el rabo

  • rió Alicia, pisando su miembro ( ella tampoco le hizo daño, el gemido que Fernando profirió fue de pura excitación ).

  • Bien, basta de juegos - dijo Laura enseguida, quitándose el vestido - Mi coño está que arde, y este esclavo me lo va a comer ahora mismo.

  • Pues yo me pido su tranca - dijo Alicia, desnudándose también.

Alicia se clavó el miembro del repartidor sin dilación ( después de gozar del de su marido, o del de Juliana, le supo a muy poco, pero no estaba del todo mal, de modo que enseguida se hizo a él ), mientras que Laura se arrodillaba poniendo ambas piernas en torno a su cuello, asegurándose de que su sexo quedara pegado a su cara: el joven no se hizo de rogar, empezando a comérselo con gula. Ninguno de los tres tardó en correrse, y Fernando se puso de rodillas para limpiar el sexo de Alicia de su propio esperma, mientras Laura se ponía el consolador doble, clavándose uno de los dos lados en el coño, y afianzándose el artefacto por medio de sus correajes.

  • Por favor, ama Laura, ten cuidado... - le dijo Fernando, con aprensión, cuando ella comenzó a lubricarle con el mismo tubo de gel con el que su padre les había lubricado poco antes a ambas.

  • Sólo te dolerá un poco, nena

  • le aseguró ella, comprobando si ya estaba a punto con tres dedos.

  • Uf... - gimió él.

  • Tu ojete ya está listo, así que allá voy - le anunció ella, clavándoselo con razonable delicadeza, pero también con determinación.

  • ¡ Ay, que me partes !

  • No seas quejica, yo encajo por detrás este trasto desde que tenía trece años, y ya hace casi uno que no lo uso, pues se me ha quedado muy pequeño. Y, ahora, dame las gracias por usar tu ojete para gozar.

  • Gracias por... ¡ joder !... por meterme... ¡ ay !... ese chisme.

  • Sigue comiéndome el chichi, culo abierto - rió Alicia, agarrándole del pelo y estampando su cara contra su sexo.

Ambas se corrieron al poco, y entonces intercambiaron papeles. A Fernando era evidente que le estaba doliendo, pero no en exceso, y en cualquier caso lucía una erección nada despreciable, y eso sólo podía significar dos cosas: o lo estaba disfrutando de veras, o sus adorables torturadoras habían forzado accidentalmente su erección estimulándole la próstata ( en realidad las dos cosas, les apuntó Óscar a ambas vibratoriamente ). Cuando acabaron, Laura le dijo, en claro tono de reproche:

  • Tu culo es más delicado que el de un bebé.

  • Hablando de culos, hija, creo que es ya hora de que este sumiso nos adore un buen rato el ojete.

Él les comió el culo alternativamente: mientras una plantaba el trasero en su cara, la otra le penetraba de nuevo, aunque ahora con un consolador significativamente más pequeño, atención que él agradeció... tanto, que estuvo a punto de correrse. Tras esto, les suplicó que le dieran a beber su pipí, pero ellas se hicieron las interesantes.

  • Así que ahora resulta que quieres nuestro pis, esclavo - le dijo Laura, con severidad.

  • Pues las primeras veces solías poner mala cara cuando te lo dábamos, de hecho en una ocasión suspendiste la propina porque, según tú, te daba asco - dijo Alicia - Si quieres convencernos de que te orinemos en la boca, restriégate contra nuestras piernas, como un gato hambriento que quiere su leche.

Él se estuvo restregando contra ellas durante tres minutos, mientras ellas hacían como que le ignoraban, dándose el lote en sus propias narices ( él tuvo que seguir de rodillas, y no perdía ocasión para frotar su miembro contra sus piernas y sus pies, mientras les lamía donde podía, generalmente los muslos y las nalgas ). Entonces, Alicia dijo:

  • Este cacho puerco insiste demasiado como para estar fingiendo, ¿ no crees, hija ?

  • Quizá sea cierto que quiere nuestro meado - opinó Laura, dirigiéndose a Fernando y diciéndole - ¿ Realmente quieres que te orinemos en la puta boca, guarro ?

  • ¡ Sí, ama !

  • Muy bien: quieto ahí, esclavo, que tengo una cosita para ti

  • le dijo Alicia, yendo a la mesa y trayendo de la bolsa una mordaza de esas que abren de par en par la boca. Tras agitarla frente a su cara, añadió - ¿ Quieres que te ponga esto ?

  • ¿ No podría ser a pelo ? - se quejó él, pero, al ver la desaprobadora expresión de ambas, se apresuró a añadir - Por favor, no me lo tengáis en cuenta, sólo bromeaba.

  • Tus bromas podrían costarte muy caras, nene: imagino que no querrás quedarte sin nuestro pis hoy también, ¿ o quizá sí ? - le amenazó sutilmente Laura.

  • ¡ No, ama !

  • Entonces, querrás que te ponga esta cosita, ¿ no es eso ? - le dijo Alicia.

  • ¡ Sí, ama !

  • Sí, ¿ qué ?

  • Sí, quiero que me pongas la mordaza, ama.

Alicia se la puso y le escupió abundantemente en la ahora totalmente abierta boca, metiéndole con cierta brusquedad los dedos y diciendo:

  • Mira, hija, ahora su boca parece un vulgar coño dentado dispuesto a encajar lo que sea.

  • Un día de estos le diremos a alguno de nuestros sumisos que se lo trinque por ahí.

  • Por ahí, y por el culo, que ya lo tiene razonablemente entrenado.

  • Será divertido ver cómo se convierte poco a poco en una puta ansiosa de rabo.

Fernando ya había oído antes aquel tipo de comentarios, de modo que no les dio la menor importancia, incapaz de imaginarse que hablaban completamente en serio ( de hecho, habían planeado hacerlo pronto, muy pronto, posiblemente en su siguiente sesión ). Haciendo que se tumbase boca arriba una vez más, Alicia se clavó su miembro en el ojete, mientras Laura volvía a poner su trasero en su cara, orinándole brevemente en la boca: sin dejar que se corriese, ellas sí que lo hicieron, y entonces se turnaron. En esta ocasión sí que le dejaron eyacular, y entonces Alicia le dijo, tras aceptar unos lametones con los que apuró hasta la última gota de su orina recién escanciada:

  • ¿ Te ha gustado correrte en el culo de mi hija ?

  • Sí, ama Alicia. He gozado como nunca.

  • Pues límpiamelo - le ordenó ella.

  • Gracias...

Laura estuvo muy tentada de apretar, a fin de obsequiarle con un jugoso chorizo, pero Óscar le aconsejó vibratoriamente no hacerlo ( a Fernando aquello le habría asqueado y humillado tanto que posiblemente le habrían perdido como sumiso ), y, una vez se corrió ( a base de pajearse mientras él le lamía ), tanto ella como su madre se tumbaron sobre Fernando, comenzando a restregarse contra él, y dándole a probar sus pechos, con los que le masturbaron.

  • Oh, me corro de nuevo... - gimió al poco.

  • Tres veces en apenas media hora, nene - rió Alicia mientras ambas le daban sus pechos para que los lamiese, limpiando así de ellos su escasa eyaculación ( las dos se habían vuelto a correr, pues no por estimular a Fernando, haciéndole aquella estupenda paja con los senos, se habían dejado de masturbar entre ellas ) - Vas mejorando, aunque aún te queda mucho por aprender si quieres lograr satisfacer por completo a dos hembras como nosotras.

  • Quizá debiera entrenarse con niñas de cinco años, que están más o menos a su nivel - insinuó maliciosamente Laura, haciéndose de nuevo con el control de su fláccido miembro, que empezó a agitar, inquisitiva.

  • Por dios, dejadme descansar, ya no puedo más - gimió él, apresurándose a agregar - Es sólo una humilde súplica, amas: si la propina ha de continuar, así sea.

  • Tranquilo, por hoy ya estamos satisfechas - le dijo Alicia al comprender que aquello no se levantaría de nuevo en un buen rato, quitándole las esposas y ayudándole a levantarse.

  • ¿ Puedo entrar al servicio, antes de irme ? - les preguntó él, con la respiración aún entrecortada, y vistiéndose ya.

  • Claro, pero tarda poco - le dijo Laura, guiándole hacia uno que había cerca del recibidor.

Una vez salió ( tan sólo tenía que orinar, de modo que no se demoró mucho ), ambas le esperaban en la puerta, ya vestidas.

  • ¿ Qué te ha parecido la propina de hoy, Fernando ? - le preguntó Laura.

  • Estupenda, aunque no sé si esta noche podré dormir, me duele mucho el culo.

  • ¿ Conservas aún esa crema que te dimos ? - se interesó Alicia.

  • Sí, aunque ya casi no me queda.

  • Si no se te calma, antes de acostarse date un poco, te hará bien. La próxima vez, te daremos otro tubo.

  • Hacía mucho que no pedíais nada - tanteó él.

  • Mañana volveremos a pedir algo, digamos a las siete menos cuarto de la tarde, así que procura estar listo - le advirtió Laura - Oh, y asegúrate de estar bien descansado, pues de ningún modo nos conformaremos con tres miserables corridas. Mañana te haremos enloquecer de deseo y de placer, esclavo, va a ser un día que jamás olvidarás.

  • Joder, ahora sí que no voy a poder dormir - se quejó él.

  • Pues te tomas una tila - le sugirió Alicia, volviéndose a Laura y preguntándole - ¿ Cómo te apetece que se despida hoy de nosotras, cariño ?

  • Que se ponga de rodillas, con las manos contra el suelo y las palmas hacia arriba - sugirió ella, tras pensárselo por unos instantes.

  • ¿ Qué más, ama ? - le preguntó él, tras haberse colocado en la posición requerida.

  • Bésame el coño a través del vestido - le ordenó Laura, avanzando hacia él y pisándole una de sus manos ( presionó lo justo como para que no pudiese levantarla, pero sin descargar el suficiente peso como para hacerle auténtico daño ).

Ni que decir tiene, Alicia le imitó, por lo que la mano libre de Fernando quedó apresada bajo uno de sus pies. Cuando repartió una docena de besos, le liberaron y se incorporó, momento en el que Alicia palpó su miembro, diciendo:

  • Esto vuelve a estar bastante duro, hija. ¿ Deberíamos hacer algo al respecto ?

  • No, ya me he cansado de él por hoy. Que se vaya caliente a casa, mañana podrá aliviar su calentura.

  • Hasta otra, cielo - le dijo dulcemente Alicia, besándole en la mejilla izquierda mientras Laura lo hacía en la derecha. El juego ya había acabado: en aquel momento ya no eran sus amas, si no tan sólo un par de mujeres que se despedían cortésmente de una visita que les había sido grata ( incluso le dejaron que les devolviese el beso, por supuesto también en la mejilla ).

Una vez el repartidor salió de la finca ( tambaleándose visiblemente ), cerrando tras de sí la puerta, ambas regresaron al salón.

  • Qué bárbaro, Fernando jamás se había corrido antes más de dos veces, ni siquiera una vez que le retuvimos hora y pico - comentó Alicia, comenzando a desnudarse ( si tanto ella como Laura se habían vuelto a vestir, era para poder despedirse de Fernando con cierta corrección ) - ¿ Tenéis algo que ver con ello ?

  • Por supuesto, le hemos azuzado telepáticamente - repuso Ciríe.

  • ¿ Qué te ha parecido el espectáculo, papá ? - le preguntó Laura a Óscar, mientras se desvestía ella también.

  • Simplemente fabuloso.

  • No me extraña que me sugirieses que le dijera que mañana haríamos otro pedido.

  • Si lo he hecho, preciosa, no ha sido únicamente para volver a ver cómo jugáis con él: verás, hemos captado unos pensamientos de lo más intrigantes de su mente.

  • ¿ Como cuáles ? - se interesó Alicia.

  • Fernando se lo pasa muy bien con vosotras, pero ese no es el único motivo por el que acude aquí siempre que le es posible - les explicó él

  • Resulta que se le ha ocurrido la feliz idea de traerse una grabadora a fin de obtener pruebas de lo que ocurre, camuflándola en la ropa ( ya ha grabado cinco sesiones, y con la de hoy habrían sido seis... de no haberme dado por envolver la grabadora en una burbuja de silencio: menudo chasco se va a llevar cuando la revise ).

  • ¿ Para qué lo hace ? - se alarmó Esther.

  • No es que verse sometido por sus amas le disguste, de hecho intuye que está llegando a un punto en el que acataría prácticamente cualquiera de sus mandatos, pero antes de eso quiere probar qué se siente estando al mando, dando la vuelta a la tortilla y haciendo de ellas sus complacientes esclavas. Cuando crea tener las suficientes pruebas, les amenazará con ir a la prensa si no acceden a sus demandas ( también tiene previsto exigir una compensación económica ).

  • ¡ Menudo cabrón ! - se molestó Alicia - ¡ Mañana se va a enterar !

  • No se lo tengas demasiado en cuenta, hasta cierto punto está en su derecho de intentar sacar partido de la situación - le dijo Óscar - De todos modos, si me he asegurado de que mañana venga aquí no es para castigarle ( que le castigaremos, y bien que lo disfrutará ), si no para dilucidar por qué últimamente le está rondando una pareja de detectives, habiéndole propuesto entrar aquí con una cámara oculta a cambio de pedirle a un amigo que tienen en la policía que retire unas cuantas multas de tráfico que pesan sobre él ( la mayor parte de ellas se las han puesto por la mañana, cuando lleva al colegio a sus tres cómplices: prefiere superar con creces el límite de velocidad a levantarse diez minutos antes, así que va lanzado ).

  • ¡ No jorobes ! - exclamó Laura, descompuesta.

  • Están siguiendo la pista de una organización secreta que prostituye, esclaviza en contra de su voluntad, tortura, mutila, vende e incluso asesina hombres... o eso al menos le explicaron cuando él les puso las cintas ( que por el momento le han dejado conservar ), y, según ellos, todos los indicios apuntan a tu madre - continuó él.

  • ¡ Aquí no hemos hecho jamás nada de eso ! - se estremeció Alicia.

  • Lo sé. Para mí que están siguiendo la pista a Inmaculada, Remedios y las otras, y sencillamente han decidido comenzar a presionar por el eslabón más débil, ignorando que tú no formas parte de tan maléfico entramado. Mañana, cuando vengan esos dos tipos ( le propusieron a Fernando quedarse de apoyo en la calle, por si surgía algún imprevisto: si no han venido hoy es por que no ha podido ponerse en contacto con ellos a tiempo ), les interrogaré en persona.

  • Podría ser peligroso - dijo Juliana.

  • Para ellos, no para mí. Además, quizá puedan ayudarnos a hundir a todas esas malnacidas en la miseria.

  • Eso sería estupendo, pero no te olvides de nuestras hermanas, hermanastras, sobrinas, y demás escoria ( oh, y tampoco de sus amigas, que no son pocas ).

  • Ellas también caerán, dalo por hecho - les aseguró Óscar - Les voy a hacer que paguen por todo lo que le han hecho a esa pobre gente, por lo que os hicieron a vosotras, por lo que me han hecho a mí... y por la muerte de Luis, que me era muy querido. Les esclavizaré a todas, como ellas han hecho con tantos hombres ( y alguna que otra mujer ), y tened por seguro que no les trataré precisamente con suavidad, y menos si se niegan a entrar en vereda. Limpiaré mi imagen, tanto ante mi familia y amigos como ante la ley. Asimismo, me las ingeniaré con hacerme con todos sus bienes, clausurando el negocio de trata de esclavos, todos los cuales liberaré, ayudándoles en la medida de lo posible a rehacer sus vidas. Los maridos de vuestras hermanas, así como los de las sobrinas que ya se os han casado, o los de sus corruptas amigas, y por supuesto los hijos de todas ellas, también serán liberados. En definitiva, haré justicia... disfrutando de paso con ello.

  • ¿ Nos dejarás participar ? - le preguntó Alicia.

  • Claro que sí, esposa, como también os dejaré formar parte del renacer de las deluyrei, si a ellas no les importa: tengo previsto resucitarles a todas, ayudándoles a encontrar su lugar en nuestra era.

  • No nos importa, cariño - le aseguró Ciríe, emocionada.

  • Una vez aclaradas todas esas dudas, creo que llegó el momento de fornicar como locos - dijo Óscar, haciéndose con la jarra donde habían puesto sus frutos.

  • ¿ Para qué coges eso ? - le preguntó Alicia.

  • Muy pronto lo veréis - les prometió él, cogiendo también el tubo de gel lubricante ( antes de usar las peras, se daría el gusto de untarles un poco a las hermanas de Alicia, aunque fuera tan sólo para divertirse manoseando sus ojales ).

  • ¿ No deberíamos cenar antes ? - sugirió Laura, señalando el montón de cajas que les había traído Fernando, aún sin abrir - No es que tenga demasiada hambre, pese a la de ejercicio que he hecho, pero las pizzas pierden buena parte de su encanto cuando se enfrían.

  • La verdad es que ya han tenido ocasión de hacerlo, pero de momento no es nada que un minuto en el microondas no solucione - puntualizó Esther.

  • En mi espacio de almacenaje acostumbro a llevar un artefacto que devuelve a su estado ideal cualquier alimento que se deposite encima - dijo Hepente - Si se ha de servir frío, y está caliente, se enfría: si se ha de servir caliente, y está frío, se calienta, siempre en su justa medida ( y no sólo superficialmente, si no en todo su volumen ). Más aún, es capaz de restaurar alimentos rancios, enmohecidos e incluso agusanados, impidiendo nuevos deterioros mientras permanezcan en contacto con él. Es de lo más útil, por eso procuro tenerlo siempre a mano...

  • ¿ Qué es eso de un espacio de almacenaje ? - le preguntó Juliana, y la hechicera se lo explicó sucintamente.

  • ¿ Estás diciendo que el consolador que se clavó antes Ciríe es una especie de almacén extradimensional ? - se asombró Esther.

  • Eso es.

  • Leche, menuda rayada - atinó a decir Laura.

  • ¿ Cómo es el chisme en cuestión ? - se interesó Óscar.

  • Se trata de una bandeja que se puede expandir a fin de acomodar en ella tantas viandas como sea menester ( dentro de ciertos límites, claro está ) - le dijo Ciríe, señalando con el consolador mágico a la mesa sobre la que habían bailado Alicia y Laura ( que era la misma donde les habían servido la merienda ), en la que apareció, procedente del sobrenatural hiperespacio que éste generaba, una enorme bandeja que sobresalía por sus bordes.

  • ¡ Está expandida, y un montón ! - exclamó Hepente, consternada.

  • ¿ Qué tiene eso de malo ? - quiso saber Alicia.

  • Dilatada, su magia se consume levemente más rápido que cuando está encogida, siendo ese último su estado primario, y es por ello que siempre la dejo reducida a su mínima expresión - le explicó la hechicera - Por tanto, ¡ alguien ha tenido que utilizarla !

  • Y, para ello, no le habrá quedado más remedio que manejar previamente tu dispositivo de almacenaje - abundó Hedelia, preocupada.

  • A ver si se os colado dentro un ladrón - bromeó Óscar, adelantándose a su hija, que se le había ocurrido lo mismo.

  • No seas bobo, Óscar, nadie osaría meterse en un espacio de almacenaje - le regañó cariñosamente Hepente - Por lo común apenas retienen aire, así que no tardaría demasiado en asfixiarse, y para colmo acostumbra a hacer bastante frío dentro, por no hablar de lo sombríos que suelen ser.

  • ¿ Tienes cosas especialmente importantes en ese lugar ? - le preguntó Esther.

  • Sí, aunque no me extrañaría que me hubiesen robado algo. Me pregunto cómo habrá aprendido a utilizarlo un humano sin la menor instrucción. ¿ Os importa si voy sacando su contenido, para comprobar si está todo en orden ?

  • Como saques el coche aquí dentro, vas a estropear el suelo

  • le previno Óscar.

  • ¿ Metiste el coche en esa polla ? - rió Laura.

  • Pues sí, y no sólo el coche, también metimos un buen montón de cachivaches que rescatamos del hogar de las hermanas y sobrinas de Ciríe - le dijo él.

  • No tiene ningún sentido comprobar lo que hace un rato hemos metido: nadie salvo nosotros ha tenido ocasión de sacarlo - razonó Hepente - Tan sólo comprobaré lo que ya tenía dentro cuando me lo arrebataron una vez muerta, y en comparación no es gran cosa. Dale el artefacto a Óscar, Ciríe, para que yo pueda manejarlo a su través.

Óscar no tuvo ningún inconveniente en cederle nuevamente el control de su cuerpo a Hepente, a fin de que hiciese la inspección. La maga tenía un armario repleto de componentes de uso general con lo que podía ejecutar los hechizos más comunes ( bueno, y bastantes otros que no lo eran tanto ), algo de instrumental alquímico ( probetas, redomas, alambiques, balanzas, cucharillas, morteros y demás, sin olvidarse de un buen surtido de sustancias y reactivos, así como un enorme bloque de cristal con el que improvisar, por medio de su poder de control de fluidos, más recipientes y herramientas ), libros, algún que otro artefacto mágico, y un cofre repleto de piedras preciosas y valiosas monedas con las que comprar cosas a los humanos. Aparte de eso, también tenía algunos efectos personales, no muchos, algo de ropa, y algún que otro mueble ( dos camas, una gran mesa, y varias sillas ).

Hepente también solía llevar un frasco lleno de su orina, naturalmente cargada con energía curativa ( el recipiente en cuestión contaba con un hechizo para evitar que su poder se disipase con el paso del tiempo, claro ). Cuando un deluyrei está especialmente agotado, le supone un gran esfuerzo conferir cualidades curativas a su orina, de modo que aquella precaución no estaba de más. Pues bien, el frasco estaba vacío.

En el armario faltaban algunos componentes, y el instrumental estaba sucio, pero no deteriorado ( curiosamente, parecía recién usado ). Muchos de los libros parecían haber sido consultados, aunque por fortuna no faltaba ni un solo artefacto ( aunque éstos estaban bastante revueltos, siendo evidente que los habían inspeccionado, dejándolos de cualquier modo ). Los efectos personales no habían sido tocados ( a excepción de la ropa de abrigo, que por algún misterioso motivo estaba bastante revuelta ), y el pequeño tesoro que guardaba en aquel cofre ( una miseria, de compararse con lo que antaño tuvieran en su hogar, pero suficiente para comprar toda una cuidad de las de entonces, terrenos y habitantes incluidos ), estaba intacto ( ni siquiera parecía haber sido inspeccionado ).

  • Sólo me queda por comprobar dos cosas - dijo Hepente, por boca de Óscar ( cuyo cuerpo aún seguía controlando ).

  • ¿ De qué se trata ? - le preguntó Laura.

  • He dejado lo más importante para el final, quizá por temor a no encontrarlo, pero de nada sirve demorarlo más - le dijo Hepente, extrayendo acto seguido su tomo maestro del espacio de almacenaje. Tenía medio palmo de grosor, y cada una de sus hojas era algo más grande que un folio, sobre todo a lo ancho. Sus tapas, grises con motivos púrpuras, eran muy gruesas ( cada una de ellas rondaba el medio centímetro de grosor, cosa también aplicable a su canto ).

  • Qué alivio, está intacto - dijo ella, hojeándolo por medio de las manos de Óscar - Este es, de todos, mi libro más preciado, y... ¡ eh, también lo han consultado !

  • ¿ Es de papel ? - se extrañó Óscar, al sentir su tacto.

  • Naturalmente - repuso Ciríe.

  • Qué extraño, creía que el papel no se introdujo en Europa hasta hace unos novecientos años, y se supone que lleváis muertas más de mil cien.

  • Que viviésemos en esta región no significa que no hiciésemos turismo por el resto de la Tierra, y, para cuando fuimos asesinadas, ya hacía mucho tiempo que habíais inventado el papel - le explicó Sarigza.

  • Además, nosotras ya sabíamos fabricarlo mucho antes de mudarnos a la Tierra - añadió Hedelia - De no habernos prohibido Afrodita influir sobre este mundo, habríamos extendido el uso del papel por todo él ( mataban rebaños enteros de gacelas, corderos o lo que se estilase en cada momento y región, a fin de fabricar pergaminos con los que hacer, con suerte, un único y mísero libro: qué cruel desperdicio ).

  • ¿ Qué son todos esos folios ? - le preguntó Juliana a Hepente, que ya había extraído, por medio de Óscar, más de veinte hojas de su libro.

  • De vez en cuando tomaba algún apunte, dejándolos dentro - le quitó importancia ella.

  • O mucho me equivoco, o ésta no es tu letra - le dijo Ciríe, señalando una de las hojas.

  • No, es la de Darlane, la ángel que envió nuestra señora. Mientras yo me intentaba hacer con el manejo del artefacto que nos trajo de parte de Afrodita, ella me pidió permiso para hojear mi tomo maestro, copiándose los hechizos que le llamasen especialmente la atención. Cuando sonó la alarma de intrusión, debió meter todos sus apuntes dentro, uniéndose con los que yo tenía ya. Sin embargo...

  • Ésta no es su letra, ni tampoco la tuya - terminó Ciríe por ella, agitando un único folio ante Óscar.

  • Exacto. Quien quiera que tuvo acceso a mi espacio de almacenaje ( y, por ende, a su contenido ), debió tomar sus propias notas.

  • ¿ En qué consisten los hechizos que copió ? - se interesó Óscar.

  • Aquí hay uno para regenerar el aire en un espacio cerrado, aquí hay otro para alterar el paso del tiempo, también en un espacio cerrado...

  • Eh, mira esto - le interrumpió él, recuperando por un instante el control de su cuerpo y leyendo un breve párrafo que había a pie de página ( lo tradujo automáticamente al castellano, en beneficio de las humanas, no sin preguntarse qué idioma sería aquel ) - " Creo que he conseguido un factor de compresión temporal de un millón, de modo que el más breve de mis suspiros equivaldrá a muchos días en el exterior. Ya no tengo esperanzas de que nos rescaten, pues han transcurrido varias horas, que fuera de aquí serán siglos. Sólo espero que alguien, algún día, y a ser posible antes del fin de los tiempos, dé con nosotros. He gastado mucha magia, sobre todo en ese hechizo, y perdí mucha sangre hasta que cerré mis heridas gracias a aquel frasco con orina deluyrei: así pues, no me queda más remedio que descansar. Temo que los demás me maten mientras duermo, pero a estas alturas eso poco puede importarme ya ".

  • Eso explica bastantes cosas - dijo Hedelia.

  • Desde luego, pero hay algo que no logro entender: el hechizo que empleó para alterar el fluir del tiempo requiere una gran cantidad de magia - dijo Hepente - Pues bien, por menos de la décima parte del poder sobrenatural que invirtió en ejecutarlo, podría haber hecho uno que le habría permitido teletransportarse fuera de allí, o acaso uno que le hubiera permitido horadar la roca, excavando un túnel por el que salir de nuestro hogar.

  • Estaba herido, quizá no lograse pensar con claridad - aventuró Ciríe.

  • No se me ocurre otra explicación - concedió Hepente - Una cosa está clara: el tipo ese no era de por aquí, pues en la Tierra no hay magos. Sin duda provenía de alguno de los mundos de la magia, y eso significa que Khali reclutó a más de un hechicero.

  • Y ya entiendo por qué usó tu bandeja restauradora de alimentos: quiso asegurarse de que le duraban lo máximo posible las provisiones que llevara encima - dijo Sarigza.

  • Me pregunto dónde ejecutaría el hechizo ese - dijo Óscar - En el pasillo donde encontramos su cuerpo no, eso seguro, o nos habríamos dado cuenta.

  • ¿ Por qué deberíamos haberlo hecho ? - se extrañó Ciríe.

  • Habría tardado meses en salir de él, si no años, al menos desde vuestro punto de vista, y recuerda que anduve por él varias veces.

  • Muy bien pensado, Óscar - le felicitó Hepente - Una de dos: o el hechizo dejó de operar una vez el mago murió, o éste lo ejecutó en un cuarto en el que no entraste.

  • Es un papel de gran calidad - dijo Juliana, manoseando asombrada uno de los folios que Hepente había sacado del libro, repleto de indescifrables ideogramas ( incluso a ella le resultó evidente que habían sido usados para tomar apuntes, pues la mayor parte de ellos estaban repletos de anotaciones y diagramas ) - Mil cien años, y parece recién fabricado.

  • No había caído en la cuenta - se sorprendió Hepente, examinando los folios con suspicacia - Qué raro, deberían haberse trasformado en polvo, pero están intactos.

  • ¿ Acaso el libro no ? - se extrañó Alicia.

  • Pues no, ya que está protegido frente al envejecimiento por medio de un hechizo: los papeles esos, sin embargo, no lo están - repuso ella - Quizá la magia del libro los haya protegido, al estar dentro de él, aunque también podría ser que se hubiesen beneficiado del hechizo de dilatación del tiempo. Quien sabe si el mago no murió hace tan sólo un par de décadas, guardando antes de ello todas sus notas, junto a mi libro, en el espacio de almacenaje.

  • Su esqueleto parecía tan reseco como los demás, pero reconozco que mi opinión como forense no vale gran cosa - dijo Óscar.

  • ¿ Qué era lo otro que ibas a sacar, eso tan importante ? - le preguntó Ciríe a Hepente - ¿ Acaso se trata del artefacto que trajo la ángel ?

  • No, la hechicera que nos atacó a mí y a Darlane nos lo arrebató ( es más, algo me dice que el objetivo principal del ataque era precisamente robárnoslo ). Mató a la ángel, pero no creo que fuera muy lejos, pues ella, antes de morir, le hirió de muerte. Le habría seguido, pero no me habría servido de nada: yo también estaba muy malherida, y la maga se reunió con el grupo más nutrido de atacantes, esos que habían tomado el oratorio y la biblioteca. De haberme presentado ante ellos, tan débil como estaba, no lo habría contado.

  • ¿ Era humana ? - quiso saber Ciríe.

  • No, de eso estoy segura, pero fui incapaz de determinar a qué especie pertenecía, pues llevaba una armadura de cuerpo completo que no sólo nos ocultó su aspecto, si no también su aura.

  • ¿ Cómo es eso ?

  • Era mágica.

  • Oh, entiendo. Espero que la ángel no sufriera mucho...

  • La invasora redujo su brazo izquierdo a pulpa con un rayo sobrenatural, pero incluso así se las arregló para devolverle el ataque, mientras yo le mantenía ocupada ( reconozco que a duras penas, pues era muy poderosa ).

  • ¿ Qué hiciste con ella ? - le preguntó Ciríe.

  • No había tiempo que perder, pues los humanos se estaban extendiendo como una plaga por el complejo, así que metí su cuerpo en mi espacio de almacenaje, junto a mi libro maestro.

  • Entonces, lo que querías sacar son sus restos...

  • Exacto - dijo ella, apuntando a la bandeja con el mágico cipo de bronce... sobre la que no apareció nada.

  • ¡ Maldición, se deshizo de su cuerpo !

  • Quien sabe si no se lo comió... - aventuró Óscar.

  • No seas bruto, papá.

  • Quizá suene brutal, pero el caso es que tu padre bien podría tener razón - dijo Sarigza, apenada - comerse el cuerpo de una ángel al servicio de nuestra amada diosa, qué crimen más horrendo.

  • ¿ Qué se supone que hacía ? - se interesó Ciríe - Me refiero al artilugio que trajo la ángel.

  • Podía abrir portales teletransportadores entre este mundo y cualquiera de los reinos de la magia: como ves, Afrodita iba en serio cuando nos autorizó a influir en el destino de este planeta.

  • ¡ Increíble ! Lástima que esa tipa os lo quitase. Por cierto, ¿ cómo estás tan segura de que era una mujer ?

  • Muy sencillo: olía a coño recalentado ( debía ser de esas que se ponen cachondas cuando matan y mutilan a la gente, cosa nada infrecuente entre las siervas de Khali ), y la armadura apenas podía contener sus pechos.

  • Qué curioso, no puedo leer los párrafos hechos a base de ideogramas - dijo Óscar.

  • Perdona, se me olvidó decirte que nuestro don de lenguas no nos permite leer el idioma de la magia: para hacerlo, hemos de aprenderlo, como todo el mundo - se excusó Ciríe.

  • ¿ Qué más cosas anotó la enviada de nuestra diosa en esa hoja ? - le preguntó Óscar a Hepente, que en aquel momento retornó su libro de magia al lugar de donde lo había sacado, una vez extrajo de él todos los folios.

  • Veamos... hay otro hechizo que sirve para llamar la atención sobre aquello que lo reciba, aunque a nivel subconsciente - dijo ella, repasando la hoja de antes - También hay uno para inculcar conocimientos en sueños, y otro para crear una esfera ígnea.

  • ¿ Una bola de fuego ? - le preguntó Laura - ¿ De esas que explotan y achicharran a la peña, como en los libros ?

  • Esa no explota, y el calor que desprende es muy moderado - le dijo Hepente, preguntándose qué tipo de libros leería la joven humana - Se suele usar para dar luz y calor, sustituyendo a una hoguera convencional donde en sitios donde, o no hay combustible, o no conviene hacer humo.

  • Me da la sensación de que se nos está pasando algo por alto

  • dijo Óscar, pensativo.

  • Fornicar, eso es lo que se nos está pasando por alto - bromeó Ciríe - Pongamos la cena en la bandeja, que para algo la hemos sacado, y hagamos algo de ejercicio para ir abriendo el apetito.

  • Espera, me acabo de dar cuenta de que antes, cuando me enseñasteis a metamorfosearme, me dejé el móvil dentro de la ropa - dijo Óscar, de nuevo al control de su cuerpo.

Mientras las humanas ponían la cena sobre la bandeja, que Ciríe previamente comprimió ( la había utilizado más de una vez ), Óscar sacó el móvil, que dejó de cualquier forma en uno de los sofás. También sacó la ropa que Ciríe le consiguió, así como la que él le compró a ella, apilándola sobre otro de ellos.

Si Óscar se hubiese fijado en el teléfono, se habría percatado de que tenía la hora mal: más aún, si se hubiese molestado en hacer algunos cálculos, se habría dado cuenta de que su reloj no había avanzado apreciablemente desde que lo metió en el espacio de almacenaje... detalle, como más tarde se verá, de especial relevancia.

  • ¿ Dónde quieres que nos lo montemos, papá ? - le preguntó Laura, incapaz de ocultar su nerviosismo.

  • ¿ Dónde te apetecería a ti ?

  • En vuestra habitación, claro.

  • Pues vayamos todos para allá.

Continuará...

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