El renacer de los deluyrei (03)

Óscar va aprendiendo a usar sus dones, lo cual no le impide divertirse con Ciríe... y algún que otro humano.

*** Para la completa comprensión de la presente entrega, es imprescindible leer las anteriores


No bien estuvieron fuera del alcance de miradas indiscretas ( sin necesidad de hacerse invisibles ), Óscar repitió algunos de los ejercicios del día anterior, siempre bajo la atenta mirada de Ciríe, que en esta ocasión no le ayudó. Su vuelo había mejorado, atreviéndose a ir a una mayor altura, y su vibración también, siendo más precisa y potente ( el silencio que era capaz de generar también era significativamente más intenso, si bien aún distaba de ser total ), pero donde experimentó mayores avances fue en el terreno de la invisibilidad. No sólo fue capaz de ocultar el vehículo por completo, si no que además lo hizo por un buen rato ( de hecho, Ciríe tuvo que absorber parte del poder en él derramado, disipándolo inofensivamente en el aire, pues de lo contrario podría haber seguido invisible durante mucho rato ). Quizá una hora después, ella le dijo:

  • Es suficiente, Óscar. Llegó el momento de enseñarte algunas cosas más.

  • ¿ Qué tal lo estoy haciendo ?

  • Progresas muy satisfactoriamente, tesoro - le aseguró ella, añadiendo, ahora pensativa - Tu nivel aún está bastante por debajo del de un deluyrei adulto, pero no creo que haya habido nadie, en toda nuestra historia, que haya aprendido tan rápido.

  • ¿ Cuánto crees que tardaré en usar mis dones tan bien como tú ?

  • Ayer calculé que no menos de seis meses, pero no me queda más remedio que rehacer esa estimación: si sigues avanzando al ritmo de hoy, quizá en tan sólo uno.

  • Magnífico. ¿ Qué me vas a enseñar ahora ?

  • La teletransportación, pues he decidido empezar por lo más complejo - le dijo ella, sorbiendo, con los ojos entrecerrados y cara de sumo deleite, las últimas gotas de leche que quedaban en uno de los vasos.

De inmediato lo dejó encajado sobre los que ya había vaciado ( mientras observaba cómo se desenvolvía Óscar, se había acabado el vaso de orina que ya había empezado antes, el que tenía muy poca cantidad, así como uno de los vasos de semen: le fue imposible esperarse a que hubiera gente que le viese hacerlo, tal y como inicialmente había planeado, pues aquellos fluidos estaban demasiado apetitosos como para poder aguantarse ). Entonces, se quitó el jersey y la camisa, manifestando inicialmente tan sólo el par de alas implicadas, aunque se lo pensó mejor y extrajo también el par primario.

  • Ignoraba que se pudieran sacar por parejas.

  • No tiene ningún misterio. Intenta desvanecer tus tres parejas extra, ya verás qué sencillo es.

  • Tienes razón, es bastante fácil - reconoció Óscar, tras deshacerse de ellas por simple mediación de su voluntad. Puesto que de momento no iba a usarlas, retrajo también la pareja encargada de generar y manipular luz ( las alas de vuelo prefirió dejarlas fuera, al igual que Ciríe ).

  • Como ya has podido apreciar, el proceso es virtualmente instantáneo - comenzó ella, alzándose de modo que las caras de ambos quedaron a la misma altura, y teletransportándose a medio metro de él, aún en el aire.

  • Eso parece.

  • En tan infinitesimal lapso, nos es imposible corregir el punto de reentrada al espacio normal. Una vez partimos, aparecemos exactamente en el lugar previsto. ¿ Qué implica eso, a tu entender ?

  • No sé, supongo que ante todo habrá que estar muy seguro de a dónde se quiere ir - repuso él, tras pensárselo por unos segundos.

  • Exacto - le dijo ella, satisfecha - Y, ¿ por qué debería hacerse ?

  • Hacerse, ¿ el qué ?

  • Cerciorarse de saber a dónde se quiere ir.

  • ¿ Para no desperdiciar energía ? Si el nuevo emplazamiento no es el apropiado, quizá hubiese que volver a teletransportarse.

  • Bueno, ese sin duda es un motivo, pero no de especial relevancia. ¿ Se te ocurre alguna otra razón, una de extrema importancia, para no teletransportarse a lo loco ?

  • Como no sea por el riesgo de aparecer donde ya haya algo, cosa probablemente bastante mala para la salud...

  • Lo sería si apareciésemos sin más en el lugar elegido, pero lo que realmente hacemos es intercambiar por nosotros lo que quiera que en él haya ( comúnmente tan sólo aire, o agua ).

  • Por nosotros, y por lo que decidamos llevar con nosotros - observó él - De no poder trasladar más que nuestros cuerpos, te quedarías en bolas cada vez que te teletransportases, y eso no ocurre.

  • Correcto, podemos llevar materia extra, y no poca. En cuanto a lo del riesgo para la salud, en realidad tampoco ibas muy desencaminado, aunque no es la nuestra la que puede peligrar, si no la de todo aquel ser que se encuentre en el punto de llegada... resultándole, en el peor de los casos, fatal.

  • ¿ Y eso ?

  • A poco que lo pienses, darás con la respuesta. Piensa en la materia intercambiada, y en el volumen que ocupa.

  • ¿ Se trata de algo de índole mágica ?

  • No, es una simple cuestión de geometría. Tómate tu tiempo: si veo que no das con la solución, te lo explicaré yo.

  • Ya lo tengo - dijo Óscar, tras un largo minuto de meditación - Intersección volumétrica ( bueno, supongo que podría llamarse así ).

  • Explícate - le pidió ella.

  • Pongamos por ejemplo que donde voy a aparecer hay una persona, y está de pie, al igual que yo. Cuando voy para allá, tengo un brazo extendido, y ocurre que el sitio donde ha de aparecer está ocupado por el pecho del individuo en cuestión. Pues bien, donde antes yo estuviera aparecería un pedazo de su tronco, con la forma exacta de mi brazo, y yo me encontraría con un tío incrustado en éste, muriéndose casi en el acto a causa del destrozo sufrido: ¡ qué mal rollo !

  • Ese es un ejemplo muy extremo, pero ilustra perfectamente el fenómeno - le felicitó ella.

  • Joder, cualquiera se atreve a teletransportarse a ciegas. Antes hay que cerciorarse de que no haya nadie en el sitio donde vamos a aparecer, o podríamos desgraciarlo.

  • Cosa que siempre hacemos, y no sólo por deferencia hacia las personas, pues también nos preocupamos por los animales en general, y por supuesto también por las plantas: ¿ adivinas cómo ?

  • ¿ Mirando hacia el lugar elegido ?

  • Si está cerca, con eso podría valer, pero, ¿ y si está muy lejos ?

  • Ni idea. Quizá baste con elegir lugares donde es casi imposible que haya nadie, o al menos muy improbable, como por ejemplo a varias decenas de metros del suelo. Por cierto, ¿ cuán lejos podemos teletransportarnos ?

  • Treinta y seis kilómetros de un tirón ( en realidad algo más, pues el valor original está medido en nervaduras, de modo que lo he redondeado a la baja ). Ni que decir tiene, en tu caso ese valor asciende a trescientos sesenta.

  • Vaya, pues no está nada mal. De todos modos, y volviendo a lo de antes, hacerlo a tanta distancia debe dar bastante grima, pues quién sabe si no estás apuntando a un sitio indebido, poniendo a algún ser en peligro.

  • Así sería de no poder proyectar nuestro cuerpo astral a fin de comprobar previamente el lugar.

  • ¿ Podemos hacer tal cosa ? - se sorprendió él.

  • Es el mejor sistema de asegurarnos que el lugar es apto para teletransportarse a él... cosa para la que a menudo no basta con que sencillamente esté vacío.

  • ¿ Ah, no ?

  • Aparecer en una cacería, quizá justo en medio de la trayectoria de varias flechas, no sería especialmente recomendable, pese a nuestra gran resistencia frente a todo tipo de agresiones. Tampoco lo sería aparecer en medio de una batalla, o algunos metros por delante de una estampida de caballos.

  • ¿ Podría herírsenos con una vulgar flecha ?

  • Por lo común no, y menos seriamente, pero eso depende del arco con el que haya sido disparada ( bueno, y del filo que tenga ).

  • Hoy día ya no se usan flechas, o no en países desarrollados ( salvo como deporte, claro ). En la actualidad, más valdría preocuparse por no aparecer en medio de una carretera, con un camión dirigiéndose hacia ti... aunque todavía sería más preocupante trasladarse accidentalmente a una pista de aterrizaje, sobre todo si lo hacemos justo cuando un avión está tomando tierra.

  • Veo que lo has entendido - dijo ella, sonriéndose ante aquellos ejemplos tan extremos ( ya sabía lo que era un avión, a lo largo del entrenamiento Óscar se lo había explicado ) - Resumiendo, antes de teletransportarse conviene asegurarse de que se va a aparecer en un lugar seguro, que no simplemente vacío.

  • ¿ Es visible ? Me refiero al cuerpo astral.

  • Por lo común no, aunque podemos dotarlo de cierta opacidad, estado en el que aparentamos ser fantasmas. También podemos hacernos oír, de ser necesario, e incluso ejercer fuerzas ( aunque muy discretas, y no sin un gran esfuerzo ).

  • ¿ Podemos desdoblarnos a voluntad, sin necesidad de tener que teletransportarnos a donde sea que enviemos nuestro cuerpo astral ?

  • Claro que sí, y para ello no hace siquiera falta sacar las alas - le dijo ella, añadiendo, maliciosa - Es una forma perfecta de espiar a la gente, preferentemente cuando están haciendo cosas especialmenteinteresantes .

  • ¿ Podemos mover el cuerpo físico mientras sacamos al cuerpo astral de... mm, paseo ?

  • Sí, aunque por lo común no es nada sencillo, habiendo una importante excepción: hacer con ambos cuerpos lo mismo es pan comido, pues sólo hay que limitarse a sincronizar sus movimientos, concentrándose entonces en cualquiera de ellos - le dijo ella, posándose en el suelo - De todos modos, lo mejor es sentarse, e incluso tumbarse, aunque con la suficiente práctica podemos hacerlo de pie. Será mejor que observes cómo lo hago yo.

  • ¿ Vas a hacerte visible al, mm... salir de ti ?

  • No hace falta - le aseguró ella - ¿ Recuerdas la sensación de cuando ves algo invisible ?

  • Sí, si es que a eso se le puede llamar ver.

  • Pues bien, ver un cuerpo astral es muy similar, así como oírlo. Voy a desdoblarme, intenta percibirme.

Ciríe se quedó quieta, cerrando los ojos, y Óscar estuvo intentando imaginársele. Quizá veinte segundos después, aparecía ante sus ojos una difusa imagen de ella, al lado de su cuerpo físico.

  • Esto se parece mucho más a ver que lo otro - le dijo Óscar, que cada vez le veía con más nitidez - Por cierto, estás desnuda.

  • No pretenderás que mi cuerpo astral lleve ropa - le dijo ella, socarrona, siendo también oída, y sin problemas, por él.

  • Tu voz también es bastante... real. Sin embargo, estoy seguro de que no se ha dejado oír. ¿ Se trata de telepatía ?

  • En cierta forma - le dijo ella, acercándose a él e insertando una de sus manos en su cintura, con la que le atravesó.

  • Qué cosquilleo tan gracioso - dijo él, entre risitas.

  • Túmbate en el suelo, boca arriba, que te voy a sacar de paseo.

Óscar así lo hizo, y Ciríe volvió a hundir las manos en su cuerpo. Tras unos segundos de cuidadosa manipulación, logró asir su cuerpo astral, tirando de él.

  • ¡ Coño, estoy fuera de mí ! - exclamó Óscar, mirando desconcertado hacia abajo, donde estaba su cuerpo físico.

  • Cógeme si puedes - le dijo ella, juguetona, soltándole y partiendo veloz hacia el cielo.

La velocidad a la que se podían mover era pasmosa, quien sabe si no mayor que la de la luz. Aparentemente, ésta dependía tan sólo de su voluntad, que no del medio que atravesaran ( ni siquiera la corteza planetaria les frenaba ). El cuerpo astral de Ciríe no podía alejarse más de treinta y seis kilómetros de su cuerpo físico, pero el de Óscar sí, y eso hizo. Minutos después, volvió al área de influencia del de Ciríe, que le esperó allí con paciencia, y estuvo jugando un poco más con ella. La forma más sencilla y eficaz de teletransportarse era reclamar el cuerpo físico desde el lugar donde estuviese el astral, y eso hicieron ( las primeras veces, Óscar apareció sin ropa, pero enseguida aprendió a trasladarla consigo ).

Aquello se le estaba dando muy bien, para satisfacción de Ciríe, que le fue dando más detalles, todo ello sin dejar de teletransportarse ambos. Había tres límites: la distancia total entre saltos, la masa total involucrada ( que era la suma de lo que hubiese en el volumen donde se operase el intercambio ), y el volumen total en sí ( volumen de salida o volumen de llegada, pues, como ya se ha dicho, eran idénticos ). La distancia Óscar ya la sabía: la masa máxima era exactamente ciento veintiocho veces el peso corporal del deluyrei ( ya se había percatado de que a Afrodita, o como quiera que realmente se llamase su diosa, le fascinaban las potencias de dos ), y el volumen total implicado, el mismo que tendría una esfera de ocho metros de radio, aunque pudiendo adoptar ésta cualquier geometría ( una vez más, aquellos valores se multiplicaban por diez en las matriarcas ).

El esfuerzo no dependía excesivamente de la distancia, ni tampoco del volumen implicado ( o no demasiado ), si no, ante todo, de la energía que se manejase. Tanto la masa del deluyrei, junto a aquello que quisiera llevarse con él, como la de lo que haya en el volumen que ha de ser desalojado para recibirlas, tienen una energía potencial gravitatoria ( Ciríe usó aquel término con bastante naturalidad, de lo que Óscar dedujo que tenía algunas nociones de física ).

Si no se ha de añadir energía extra al sistema, el esfuerzo es casi nulo ( la mejor forma de asegurarse de que esto sea así es teletransportarse a un lugar que esté a la misma altura del que se acaba de abandonar ). Cuando la suma inicial de ambas energías potenciales es menor que la final, el deluyrei no tiene más remedio que aportar el resto, y es esto lo que más cansa. Por último, también puede ocurrir que la suma inicial de las respectivas energías potenciales sea mayor que la final, quedando la diferencia almacenada en su cuerpo.

  • Vamos, que nos alimenta - bromeó Óscar.

  • Podría decirse así, aunque grandes excesos de energía nos pueden llegar a empachar , sintiéndonos torpes y pesados por un rato, cosa que se soluciona descargando el exceso de alguna forma, ya sea gastándolo en una nueva teletransportación ( una que suponga gasto energético, claro ), o disipándola a través de algún ejercicio.

Óscar estuvo transportando unos pedruscos que Ciríe le trajo de quién sabe dónde, y, cuando se le dio bien teletransportar masas varias veces superior a la suya, Ciríe le dejó transportarle a ella, cosa que evidentemente no le supuso el menor esfuerzo. Pronto le llegó el turno al coche, que fue trasladado casi una veintena de veces a muy diversas distancias ( eso sí, nunca excediendo de los diez kilómetros, por recomendación de la deluyrei, y tornándolo previamente invisible ). Una vez volvieron al punto inicial, coche incluido, después de saltar por toda la zona, Ciríe comenzó a adiestrarle en el manejo del par de alas que les permitían generar y manipular luz, sorprendiéndose, una vez más, de la rapidez con la que Óscar aprendía a hacerlo.

  • Esto no es normal - se quejó ella, mientras observaba cómo Óscar hacía desfilar en torno a ambos, sin excesivos problemas, varias réplicas visuales suyas - Como ya te dije, fui incapaz de hacer eso hasta los veintitantos.

  • Yo tengo treinta y seis.

  • Como humano: como deluyrei, ni siquiera tienes dos días.

  • Quizá no sólo adquirí tus dones, si no también parte de tu habilidad.

  • No se me ocurre otra explicación. Las matriarcas aprendieron a manejar sus poderes bastante antes que cualquiera de sus hijas, o eso dice la tradición, pero contaron con la ayuda de nuestra diosa, que les guió en persona a lo largo de su desarrollo, y en cualquier caso no estuvieron por completo adiestradas hasta pasados cinco años, dicen algunas entendidas.

  • He estado pensando en una cosa - le dijo él, al cabo de unos segundos, tras desvanecer sus réplicas - Si podemos generar luz con tal precisión, ¿ no deberíamos poder generar, también, haces de luz coherente ?

  • ¿ Qué es eso de la luz coherente ?

  • Mm... luz del mismo color que no se dispersa apenas con la distancia.

  • Oh, imagino que te refieres a esto - le dijo ella, señalando con un dedo al suelo, que de pronto quedó unido con éste a través de un fino haz del más puro verde ( si lo vieron fue gracias tanto a su penetrante visión como a que estaba lloviznando ).

  • ¡ Exacto ! ¡ Joder, podemos disparar rayos láser !

  • ¿ Estáis familiarizados con esta cosa ? - se extrañó ella.

  • Sí, hace unas décadas que los inventaron.

  • Había oído que se podía hacer por medio de la tecnología, pero llegué a pensar que jamás lo lograríais en la Tierra.

  • ¿ Lo podemos usar tan sólo como punteros, o podemos achicharrar con ellos cosas ?

  • ¿ Punteros, dices ?

  • Sí, para señalar.

  • Oh, eso. Pues no, no sólo lo podemos usar de punteros, como tú dices, también podemos usarlos para cortar cosas por medio de precisas y limpias quemaduras.

  • Sublimación, más bien. ¿ Me muestras cómo se hace ?

  • Tenía previsto hacerlo cuando ya fuera adulta, pero, como veo que el concepto te es familiar, no tiene sentido esperar más - le confesó ella, intensificando la intensidad del haz, por medio del cual, gracias a un rápido movimiento, hizo una humeante, y fina, hendidura en el suelo.

  • Ahora, yo - se animó Óscar, apuntando no muy lejos de donde había incidido el láser de Ciríe, que ya había extinguido, con otro dedo. Como estaba más acostumbrado a verlos de color rojo ( daba la casualidad de que él tuvo un pequeño láser, de esos que se ponen de llavero ), ese fue el tono que eligió, y el suelo se hendió con facilidad a su paso ( se preguntó qué potencia tendría para lograr tal cosa ).

  • Hacer lo que acabas de hacer exige un nivel muy elevado. Yo no pude hacerlo hasta recién pasados los cuarenta.

  • Esto es la caña - dijo Óscar, cambiando la longitud de onda a placer mientras barría el suelo con el haz - Un láser de frecuencia variable, y de no poca potencia. Habría físicos que se morirían de envidia.

  • O dos, o tres, o los que hagan falta - le dijo ella, y de cada uno de sus dedos de su mano derecha salió un haz de un color distinto, haciendo nuevas marcas en el suelo, aunque menos profundas que las que hacía él.

  • Oye, tus alas lumínicas ( ignoro si es correcto llamarlas así ), tiemblan.

  • Es que estoy casi al límite de mis posibilidades - le confesó ella - Oh, y el nombre es correcto.

  • Lo de generar los haces a partir de las yemas de los dedos, ¿ es necesario ?

  • ¿ Tú qué crees ?

  • Supongo que no - dijo él, haciendo que un nuevo rayo surgiese de la nada, a casi un metro de distancia de su cuerpo, que por cierto dirigió hacia un tronco caído, seccionándolo rápidamente - Las imágenes las podemos generar a distancia, y no dejan de ser luz.

  • Dispara contra mí - le pidió de improviso ella, con naturalidad.

  • Me niego - se horrorizó él, desvaneciendo los dos haces.

  • Pues lo haré yo - le advirtió ella, y un rayo de color zafiro surgido de la nada atravesó el pecho de Óscar, aunque sin causarle el menor daño ( cosa no aplicable al suelo en el que incidió, quizá veinte metros tras él ).

  • ¡ Podrías haberme matado ! - se quejó él, examinándose con preocupación. No había ni rastro de quemadura.

  • Nuestro cuerpo se hace invisible no bien recibe este tipo de luz, manifestando un conducto transparente por donde dejarla circular, inofensiva - le explicó ella, disparando una vez más, esta vez señalándole con un dedo. Óscar alzó instintivamente una mano, pudiendo apreciar, gracias a ello, el conducto del que Ciríe le acababa de hablar ( tenía otro a la altura del corazón ). No bien la radiación cesó, volvió a tornarse visible.

  • Joder, explícame esas cosas antes.

  • ¿ Te imaginas qué habría pasado su fueras un simple humano ?

  • Ahora estaría muerto.

  • Eso es. Nunca olvides que esta faceta de nuestro poder luminoso es un arma letal en potencia. Si fueras un mal tipo, jamás podrías haberte transformado en un deluyrei, de eso estoy segura, pues nuestra diosa es una de las más bondadosas que existen, y nosotros, sus hijos, no podemos ser menos. Es por ello que no temo que te malees, pero sí que te dejes llevar en un momento de ira, haciendo daño a alguien.

  • Tranquila, me refrenaré de darse el caso - le aseguró, añadiendo, no sin cierta amargura - A fin de cuentas, siempre lo he hecho.

  • ¿ Te veías envuelto en altercados muy a menudo ? - se preocupó ella, pues el tono con el que Óscar dijo aquello le dio a entender que estaba acostumbrado a soportar abusos por parte de otros.

  • Qué va, pero hubo un curso en el que durante casi seis meses me llevé de media una paliza a la semana, hasta que por fin echaron al cabrón que me había cogido manía, un repetidor de mierda que me tenía una envidia terrible. Menudo tiparraco estaba hecho.

  • ¿ Y eso ?

  • Adivínalo: la chica que a él le gustaba, una tal Yolanda, estaba embobada por mí, aunque de eso no me enteré hasta pasados unos años, y si lo hice fue gracias a una amiga suya, pues ella se marchó del colegio ( me pregunto qué coño vería en mí, con lo maja que ella era: si no me molesté nunca en entrarle, pese a que de hecho fue mi primer amor platónico, habiéndole dedicado cientos de pajotes, fue porque, siendo tan guapa, le veía inaccesible. Bueno, por eso, y por las amenazas del tipo aquel ). Dicen las malas lenguas que se había quedado en estado, y para más señas precisamente de Martínez, el insociable ese, pero yo no me lo creo.

  • El que no acostumbremos a hacer daño a la gente no significa que nos quedemos de brazos cruzados frente a los maleantes. Cuando alguien es un mal bicho, más allá de toda duda, encontramos muy apropiado ajusticiarle.

  • ¿ Qué hacemos con ellos ?

  • De todo, medios no nos faltan. A veces nos conformamos con ponerles en ridículo: otras, les damos una buena paliza ( curándoles después las lesiones más severas, de habernos excedido ). En los casos más extremos, solemos decantarnos precisamente por lo mismo que tu suegra pretendía hacer contigo ( a un deluyrei le es sumamente sencillo esclavizar sexualmente a un humano, pues ninguno de ellos se puede resistir a nuestro poder de seducción, no sin ayuda de la magia... a la que, al menos en este mundo, no tienen acceso ). Todo depende de lo que hayan hecho.

  • Rufianes, temblad, que allá vamos - dijo jocosamente Óscar.

  • Quizá debas saber que antaño Afrodita nos prohibió ir haciendo por ahí de justicieros: tan sólo nos encargábamos de aquellos con los que nos íbamos cruzando, y sólo cuando sus crímenes eran graves, o cuando nos afectaban de forma muy directa. Sin embargo, poco antes de nuestro exterminio retiró aquella prohibición, de modo que ya nada nos limita.

  • ¡ Magnífico ! Siempre quise darle un buen escarmiento a ese animal, pero era mucho más fuerte que yo ( me sacaba cerca de tres años, y ya habría querido yo tener la misma constitución que él pasados cinco ) - dijo entusiasmando Óscar, añadiendo, ahora pensativo - Me pregunto hasta qué punto estaría bien castigarle por lo que me hizo ( a mí y a los otros, pues yo no era el único al que atizaba, aunque sí su principal blanco ).

  • Ya debería haber dejado atrás esa etapa de su vida, y no sería justo que pagara ahora por lo que hizo entonces, al menos no de haberse reformado. A fin de cuentas, por aquel entonces era un muchacho, ¿ no ? Lo más probable es que ya haya madurado. Lo mismo ni se acuerda ya de lo que te hacía o, si lo hace, es tan sólo con vergüenza.

  • Supongo que tienes razón. Pero basta ya de hablar de esas cosas, y sigamos con mi entrenamiento. ¿ Qué podríamos hacer ahora ?

  • ¿ Acaso quieres aprender más cosas hoy ? - se sorprendió ella.

  • Si no tienes inconveniente, sí. Tú misma has reconocido que estoy haciéndolo bastante bien.

  • Está bien. ¿ Qué me propones ?

  • Me gustaría saber cómo se controlan a los animales y a las plantas, o, cuánto menos, cómo se captan sus pensamientos...

  • Mucho pretendes avanzar hoy - rió ella.

  • Bueno, pues ayúdame a ponerme vaginas en los pechos, o a sacar una polla del ombligo...

  • ¡ Está bien, está bien, intentaremos lo del control mental ! - se apresuró a decirle ella - Además de eso, y puesto que estamos empapados por culpa de esta lluvia ( si es que a este calabobos se le puede llamar lluvia ), te introduciré en el manejo de otro de nuestros dones físicos.

  • ¿ Otro más ?

  • En realidad ya has visto algunos ejemplos de él, cariño.

  • Pues no caigo, nena.

  • Luego te daré alguna pista al respecto: primero, busquemos animales con los que practicar. Mientras nos dimos aquel garbeo astral, atravesamos casualmente un edificio en el que había gran variedad de animales, la mayoría de ellos heridos o enfermos. Comprueba que sigue vacío, anda.

  • Se trata de una clínica veterinaria, y la zona de los animales está vacía... inquilinos aparte, claro - le dijo él, tras enviar su cuerpo astral hacia allá, y sin lograr adivinar aún sus intenciones.

  • Magnífico. Vamos al coche y transportémonos, con él, al interior de la construcción.

  • No sé si cabrá, y además los animales se darían un susto tremendo. Podrían armar mucho revuelo, quizá el suficiente como para alertar a sus cuidadores.

  • Te olvidas de nuestro poder vibratorio. Acallaremos con facilidad cualquier alboroto que con nuestra irrupción pudiésemos organizar... y en cualquier caso calmarlos, gracias a mis dones telepáticos, me será muy sencillo.

  • Tienes razón, no había caído. De todos modos, quizá sea mejor hacer el vehículo invisible, nosotros incluidos, haciéndolo visible poco a poco: de ese modo, supongo, ninguno se asustará más de la cuenta.

  • Buena idea - le dijo ella, abriendo la puerta - Yo misma me encargaré de ello, haz tú la teletransportación.

  • Vamos a empapar la tapicería - se quejó Óscar al entrar en el coche ( su pantalón estaba muy mojado, pues aquella llovizna había logrado calarlo bastante, y lo mismo podía decirse de Ciríe ).

Tras proyectar nuevamente su cuerpo astral allí, cerciorándose de que no había ningún veterinario a la vista, Óscar localizó una esquina en la que el coche, además de caber, apenas molestaría. Gracias a las prácticas que había estado haciendo poco antes, logró trasladarlo con absoluta precisión.

Ciríe se tomó todo un minuto para hacer visible el coche, comenzando por las ruedas y subiendo paulatinamente hasta el techo ( casi parecía estar creciendo del suelo ). Ambos bajaron, y se acercaron al primer apartado, desde donde una vaca les miraba con apatía ( quizá entrase en cualquier momento alguien, de modo que volvieron a hacer invisible el vehículo ).

  • ¿ Puedes saber qué le pasa ? - le preguntó Óscar.

  • Le salió un quiste enorme en la vagina - dijo ella, tras concentrarse durante unos instantes - Ya se lo han quitado, pero aún le duele. Sácate la polla, métesela, y riégala con un chorro de tu mágica orina.

  • ¡ No digas memeces !

  • ¿ Acaso no te da pena, el pobre animal ?

  • ¿ Y si se molesta ?

  • Está bajo mi control - le aseguró ella, abriendo la enrejada puerta.

La vaca, en efecto, se dio sumisa la vuelta, y Óscar, sintiéndose un tanto estúpido, entró, bajándose la cremallera. Ni que decir tiene, la vaca no le excitaba en lo más mínimo, pero a él no le resultaba imprescindible estar excitado para alzar su miembro, y eso hizo. No sin bastantes reparos, le metió la punta, orinando brevemente dentro.

  • Se la estás metiendo muy poco - le advirtió Ciríe - la herida está mucho más dentro. Y no eches tanta cantidad, que con unas gotas bastará ( no olvides la intensidad de tu magia ).

  • ¿ Vale así ? - le dijo él, haciendo crecer su miembro ( que ya querría para sí un toro cuando con él tocó fondo ). El animal dio un breve mugido, quejándose nuevamente cuando la orina de Óscar, que por supuesto cargó de energía curativa antes de hacerla manar, alcanzó la zona lesionada. Sólo derramó unas gotas, tal y como le indicara Ciríe, pero era evidente que había bastado.

  • Prefecto, ya no le duele. ¿ No sientes su agradecimiento ?

  • No noto nada... - iba a decir extraño, pero calló súbitamente, apartándose, boquiabierto, cuando la profunda gratitud de la vaca penetró, como una caricia, en su mente.

  • Lo has percibido - comprendió ella.

  • Sí.

  • ¿ Cómo fue ?

  • Aún a riesgo de quedar como un imbécil sentimental, se me ha antojado muy hermoso - le dijo él, acariciando al animal en el lomo, e incluso dejándose lamer por ella cuando volvió la cabeza.

  • No quedas como un imbécil, eso te lo aseguro. Los animales suelen ser muy agradecidos ( a menudo, y por desgracia, bastante más que los humanos ).

  • ¿ Curamos a los demás ? - le dijo él, guardándose el pene por el momento.

  • Podría ser una excelente forma de afinar tu empatía.

El siguiente paciente fue un cerdo. Su dolencia, algunos mordiscos que le había dado un congénere. Eso, y...

  • ¿ No notas algo más, aparte de eso ? - se interesó Ciríe.

  • Es lo único que he captado.

  • Concéntrate más.

  • Está molesto. Algo en la tripa, y juraría que se le mueve. ¿ Parásitos intestinales, quizá ?

  • Exacto - le dijo ella, en un tono aprobador, bajándole la cremallera y sacándole el miembro, con el que apuntó a las heridas del costado - Con una pizca bastará.

  • Sí, y éste también me lo agradece - dijo Óscar, tras rociarle las heridas con su orina ( tan sólo unas gotas, que Ciríe extendió cuidadosamente con la yemas de los dedos ). Los puntos estallaron, y la deluyrei tiró con premura de ellos, extrayéndoselos. No había quedado ni rastro de los mordiscos.

  • Ahora, métesela en el culo.

  • ¡ Y un jamón !

  • De hecho dos, pues es un cerdo - bromeó ella, aproximando al trasero del gorrino ( que se puso en posición, por orden suya ), el miembro de Óscar.

  • ¡ Me niego ! - exclamó él, dándole un cachete a Cirie en la mano a fin de que soltase su falo.

  • Se la has metido a una vaca hace no mucho - le recordó ella, frotándose la mano ( era puro teatro, pues Óscar no le había hecho daño, y ambos lo sabían ).

  • ¡ Este es macho, y además tiene sorpresa dentro !

  • No bien vayas rozando los parásitos con el miembro, éstos morirán ( recuerda que nuestro contacto les es letal ). Un chorro de pis en su boca ( la del cerdo, claro ), rematará la faena, ayudándole a recuperarse por completo.

  • No quiero hacerlo.

  • Pues se lo haré yo misma, con la lengua - le dijo ella, decidida, alargándola y acercando la cara al trasero del gorrino.

  • Como hagas esa porquería, Ciríe, no te vuelvo a poner la mano encima en un mes, si no más - le advirtió Óscar.

  • Haberme avisado antes - se quejó ella, con la boca plantada ya en tan conflictivo lugar.

  • ¡ Cochina ! - le regañó Óscar, entre arcadas.

  • Querrás decir cochino, no olvides que es macho - bromeó ella.

  • ¡ No estaba refiriéndome a él, si no a ti ! - le regañó Óscar, descompuesto.

  • Tienes mala cara, mi amor - le dijo ella, simulando preocupación - ¿ Cuál es el problema ?

  • ¡ Los bichos asquerosos que lleva dentro, ese es el problema ! - estalló él, mirándole no poco severo mientras le preguntaba - ¿ Se supone que hacemos este tipo de aberraciones a menudo ?

  • ¿ De qué tipo de aberraciones hablas ? - le preguntó Ciríe, inocentemente, sin dejar de retorcer su lengua dentro de los intestinos del cerdo... o, al menos, eso parecía.

  • ¡ Lamer las entrañas de animales infestados de parásitos, máxime sabiendo que los tienen !

  • La verdad es que no - reconoció finalmente ella, girando su rostro cuarenta y cinco grados para que Óscar pudiese ver lo que estaba haciendo: aunque pudiera parecerlo, en ningún momento había internado la lengua en el ano del animal, pues la había ido encogiendo conforme aproximaba los labios al trasero ( los cuales tampoco entraron en contacto ).

  • ¡ No ha tenido ninguna gracia ! - le amonestó él - Ha sido asqueroso.

  • No te pongas así, sólo ha sido una broma - se excusó ella.

  • De muy mal gusto.

  • Está bien, reconozco que me he excedido: este tipo de cosas nos dan bastante asco, pese a no podernos perjudicar en forma alguna. Siempre desparasitamos previamente a los animales con los que jugamos , de percibir en ellos algún tipo de infestación.

  • ¿ Y pretendías que yo se la metiese sin acabar antes con las lombrices, o lo que sea que tenga dentro ?

  • Bueno, de ir tan lejos, la zoofilia convencional ya no te parecería tan asquerosa, dando un gran paso hacia la omnisexualidad - bromeó nuevamente ella, pero, al reparar en la severa expresión de Óscar se apresuró a añadir, muy seria - Te juro que no tenía en mente hacerte llegar tan lejos, cariño.

  • ¿ Le habrías metido la lengua de verdad, de haberle hecho yo invisible a fin de comprobar si realmente lo hacías ?

  • Probablemente no, pues sé que te habría dado mucho asco.

  • Pero, ¿ lo habrías disfrutado, a nivel personal ?

  • En absoluto. Es repulsivo, ya te lo he dicho. No sé qué puede tener de interesante hacer algo así.

  • Pues métesela - le espetó él, tras un breve silencio.

  • ¿ Cómo ?

  • Que se la metas, he dicho.

  • Estás bromeando, claro.

  • ¿ Te parece que tenga cara de estar de guasa ? Me siento muy herido, Ciríe. Si quieres mi perdón, métele ahora mismo la lengua a ese cerdo en el culo.

  • ¡ No me volverías a besar en semanas, por mucho que me lavase la boca ! - le dijo ella, al borde del llanto.

  • Probablemente meses - reconoció Óscar.

  • Si se la meto, te juro que me la amputaré, con los dientes si es necesario, antes de retraerla - le aseguró ella, limpiándose las lágrimas, y alargando de nuevo la lengua - No voy a permitir que en lo sucesivo me tengas asco. Además, en unos días me habría vuelto a crecer ( quizá horas, de usar mi orina ).

  • Espera, no será necesario llegar tan lejos.

  • Entonces, ¿ no estabas hablando en serio ? - se sorprendió ella.

  • ¡ Claro que no, tonta ! Eso, para que no bromees con cierto tipo de cosas.

  • Supongo que me lo merezco - reconoció ella, incapaz de creerse aún que Óscar le hubiese conseguido engañar, pero sin sentirse ofendida por ello - ¿ Me perdonas por lo de antes, mi vida ?

  • Sí, cielo. Aquí no ha pasado nada, ¿ de acuerdo ?

  • De acuerdo - le dijo ella, dándole un cariñoso beso en el miembro y metiéndoselo dentro del pantalón - Por cierto, quizá debas saber que te habría seguido amando aunque me hubieras exigido tan dura prueba. Y, naturalmente, habría cumplido mi juramento de seccionarme la lengua.

  • Eso me halaga, nena... creo. Y ahora, ¿ seguimos con la ronda ?

  • No, antes nos encargaremos de los parásitos del cerdo ( y esta vez en serio, nada de pitorreos ) - le dijo ella, desapareciendo de su vista. Cuando se teletransportó de vuelta, traía el único vaso que Óscar había llenado al completo con su orina, horas atrás, así como la bolsa de las pajitas.

  • ¿ Qué vas a hacer con eso ?

  • Se lo voy a administrar vía rectal. No olvides lo que le hacen nuestros fluidos a los organismos dañinos.

  • No sé me ocurre cómo.

  • Así mismo - le dijo ella, dando un buen sorbo y empalmando dos pajitas, llevándose el extremo libre de una de ellas a la boca e introduciendo el extremo libre de la otra en el recto del cerdo, que enseguida empezó a recibir tan insólita medicación.

  • Espero que el líquido no retorne.

  • Tranquilo, sé lo que me estoy haciendo.

Pese a los temores de Óscar, el líquido no se escapó del recto del animal ni siquiera cuando ella dejaba de expelerlo, a fin de meterse en la boca nuevos sorbos ( las pajitas eran casi transparentes, de modo que se habría podido apreciar sin el menor problema ), y enseguida le había suministrado cerca de la cuarta parte del contenido del vaso.

  • ¿ Será suficiente con eso ?

  • Sin duda. ¿ No notas cómo sus molestias van disminuyendo ?

  • Vaya, pues sí - se sorprendió él - Deben estar muriéndose todos.

  • Quizá aún le queden algunos, pero morirán también, una vez la orina se difunda lo suficiente.

  • ¿ Qué habría pasado de haberla cargado con energía curativa, cosa que no hice ?

  • ¿ Tú qué crees ?

  • Habría habido dos magias en juego: la que erradica a todo mal bicho que entra en contacto con nuestros fluidos y la que cura a todos los seres vivos que son alcanzados por nuestra orina, de estar ésta impregnada con energía curativa. Si te pregunto qué pasaría es porque no me veo capaz de averiguar cuál de las dos predominaría.

  • Verás, cariño, cuando dos o más de los poderes de un deluyrei entran en conflicto, no luchan hasta el final, extinguiéndose mutuamente ( menudo desperdicio sería ), si no que se atienen a los deseos del que emanaron, que a fin de cuentas es quien debe decidir cuál debería predominar. Así, y a fin de dejar actuar al que éste elija, el poder restante ( o los restantes, en el caso de que sean varios ), queda anulado.

  • Vamos, que podríamos sanar incluso a parásitos, de desearlo.

  • Sí, aunque no se me ocurre en qué circunstancias podríamos querer hacer tal cosa.

  • ¿ Echamos un vistazo a los demás animales ? - le propuso Óscar, tras unos instantes de silencio.

  • Por supuesto, mi amor.

  • ¿ No tiras las pajitas ?

  • Mejor me las quedo, no sea que haya que repetir la operación. Tranquilo, no me equivocaré de extremo.

  • Difícilmente podrías hacerlo - rió él - Ha quedado visiblemente señalizado de, mm... marrón.

Por algún motivo, Ciríe dejó para el final al único caballo que había. Óscar había descubierto que ya era capaz de sugerir algunas acciones a los animales, pudiendo también controlarlos. Cuando estuvieron frente al penco, ella le dijo:

  • Y este, ¿ qué tiene, según tú ?

  • No se siente en absoluto mal, así que para mí que ya está curado de lo que fuera que tuviese.

  • Sí, soy de la misma opinión, pero, ¿ qué crees que tuvo ?

  • Lo ignoro. Para saberlo no basta con captar sus sensaciones actuales, deberíamos poder acceder a sus recuerdos.

  • Y podemos, así que inténtalo.

  • ¿ Una intoxicación, o acaso una infección ? - aventuró él, tras cerca de dos minutos de concentrado silencio - Creo que tenía fiebre y espasmos, es más, casi me atrevería a afirmar que también sufrió algunos cólicos.

  • Ese es también mi parecer - repuso ella, mirando pensativa a la tranca del penco.

  • ¿ Se puede saber qué miras con tanto interés ? - le regañó en broma él, aunque la respuesta era evidente.

  • Su miembro, por supuesto. Hace mucho que no juego con uno de esos.

  • ¿ Te lo has hecho también con caballos ?

  • Naturalmente, y por todos los lugares susceptible de recibirlos, pechos incluidos.

  • El chisme ese es casi tan largo como mi antebrazo, mano excluida, y de grosor tampoco se queda corto.

  • Está bien, reconozco que es un buen cacharro. No obstante, si se me antojase podría encajarlo ahora mismo, al menos por el culo, no teniendo para ello necesidad alguna de crecer siquiera una pizca más.

  • Lo dudo. Cuando antes te reventé el culo la reduje a una talla menor que la suya, al menos en lo que respecta a su longitud, y aquello parecía ser lo máximo que podías encajar por el momento.

  • Nuestro aparato digestivo difiere notablemente del de los humanos ( o, ya puestos, del de cualquier ser ). Verás, el tramo final de nuestro intestino grueso está conectado a nuestro estómago por medio de un esfínter especial... cosa que también pasa con nuestro útero. Ambos esfínteres están por lo común sellados, pues poco después de ser usados se cierran, formándose a ambos lados de ellos una fina membrana ( la primera vez no son ni mucho menos tan finas, y desgarrarlas cuesta un poco, sangrando por ellas ).

  • Pero, ¿ qué pasa con el intestino delgado ?

  • Sale por el lado derecho del estómago, como creo que también ocurre en los humanos, de modo que no interfiere. Como podrás imaginar, esos esfínteres sólo sirven para dar cabida a trancas aún mayores, permitiéndonos ser literalmente empalados con ellas. Cuando cualquiera de ellos se abre, el estómago se sensibiliza momentáneamente, lubricándose a fin de permitir el sexo en él.

  • ¿ Podemos ser atravesados de parte a parte ?

  • Pues sí, aunque no lo hacemos muy a menudo, pues nos resulta menos placentero que la penetración común... y además no es fácil encontrar rabos de ese calibre, salvo entre nosotros. Si no te he pedido que me empales aún es porque tenemos costumbre de entregar los tres virgos a la vez.

  • ¿ Quieres que sea yo quien perfore por vez primera esas membranas ?

  • Sí, y te digo lo mismo que antes: si quieres hacerlo ahora mismo, adelante.

  • No, dejaremos todo ello para cuando hayas madurado por completo ( tampoco queda tanto ).

  • ¿ Quieres ver cómo masturbo al caballo ? - le dijo de sopetón ella, tras un breve silencio - Tranquilo, luego me limpiaré a fondo, y recuerda que éste está sano, a diferencia del cerdo.

  • No creo que se preste a ello.

  • Como si tuviese elección - rió ella, teletransportándose dentro del apartado, con las manos en posición de asirle el miembro ( que por cierto estaba listo para la acción ), aunque sin hacerlo, pues era evidente que estaba esperando a que Óscar le diese permiso.

  • Si te hace ilusión, adelante, pero luego te tendrás que lavar bien las manos - le advirtió él, sin saber si quedarse a ver cómo lo hacía o irse de allí. Se decantó por lo último, pero estaba dándose la vuelta cuando ella le dijo:

  • ¿ Se puede saber qué haces ?

  • Dejarte a solas con tu nuevo, mm... amante .

  • Si no ves cómo lo hago, no será lo mismo. Vamos, no seas tonto y entra aquí, conmigo.

  • ¿ Satisfecha ? - le dijo él, apareciendo junto a ella.

  • Sí, querido. Mira lo puta que soy...

Ciríe empezó a acariciar con ambas manos el miembro del caballo, que se mantuvo antinaturalmente tranquilo durante toda la operación ( era evidente que estaba bajo el control mental de su experta masajista ), mirando a menudo a Óscar, que se fue excitando con rapidez ( muy a su pesar, o al menos al principio, pues pronto no le importó ).

  • Algo me dice que empieza a gustarte el espectáculo - rió ella, sin dejar de jugar con la contundente tranca del animal.

  • Quieta ahí, que ahora vuelvo - le dio él, teletransportándose al coche. Segundos después, volvía con la cámara de vídeo, cuyas baterías estaban por completo cargadas ( las cargaba mientras estuviera conectada a la red, y la última vez había estado enchufada durante muchas horas ), así como con una cinta virgen, cuyo envoltorio se apresuró a pelar.

  • Vaya, así que vas a inmortalizar el momento... - se halagó ella.

  • Puedes jurarlo - le dijo él, sacando la otra cinta ( aquella en la que quedó registrada su milagrosa transformación ), y guardándola en la caja de la que acababa de estrenar, que pronto estuvo en la cámara.

  • Yo también voy a ir por una cosa - le avisó ella, desapareciendo por un fugaz instante. Cuando retornó, lo hizo con una banqueta que había visto mientras hacían la ronda, tendiéndosela a Óscar y diciéndole - Toma, así estarás más cómodo mientras me enfocas con el chisme ese.

Ciríe siguió a lo suyo, sin parar de mirar con cara de vicio a la cámara, y Óscar se sacó la minga con la mano libre, empezando cascársela... para satisfacción de la deluyrei, que no tardó en preguntarle, melosa:

  • ¿ Me dejas que se la chupe ?

  • Bueno, pero luego tendrás que lavarte la boca a fondo.

  • Eso haré - le prometió ella, empezando a repasar aquel imponente falo con la lengua, testículos incluidos.

  • Tenía entendido que los caballos se corrían enseguida - observó al poco Óscar.

  • Y así sería, si yo quisiera, pero he de decirte que te has confundido, pues los caballos son bastante complacientes en ese aspecto. Quizá estuvieses pensando en los toros, que no duran una mierda, aunque siempre se les puede obligar a que se comporten como es debido ante una señorita, sobre todo a través de nuestros dones mentales - le dijo ella, sin dejar de estimular al animal con su acostumbrada habilidad... y lascivia.

  • Habría quienes pagarían toda una pasta por la cinta que estamos grabando - le dijo Óscar, medio minuto después.

  • Y aún podríamos valorizarla más - le aseguró ella, cogiéndole dulcemente de la mano con la que se estaba masturbando y acercándosela al miembro del caballo.

  • Por si no te has dado cuenta, tengo esa mano muy ocupada - se excusó él, zafándose de su presa.

  • Te trabajaré con un pie, y así no tendrás excusa para no sentir esta cálida verga palpitar en tu mano - le dijo ella, alzando el pie izquierdo y quitándose el zapato, que dejó en el suelo, depositando dentro del mismo, inmediatamente después, el calcetín. Entonces, empezó a masturbarle con el pie, como sólo ella sabía hacerlo, y volvió a agarrar la mano de Óscar, llevándola de nuevo hacia el miembro del caballo.

  • Tú ganas - cedió él, acariciando aquella enorme y oscura tranca.

  • Diría que no te está disgustando - aventuró al poco Ciríe, sin dejar de trabajarse las dos mingas que tenía a su disposición.

  • ¿ Lo que me estás haciendo con el pie, o tocársela al caballo ?

  • No seas tonto, ya sé que lo que te estoy haciendo con el pie te gusta. Lo que me interesa ahora es lo otro.

  • Es... inquietante. Divertido, imagino que también. Incluso diría que...

  • Excitante.

  • Sí. Además, no sé si será mi imaginación, pero creo que al penco tampoco le está desagradando, precisamente.

  • No te equivocas, le estamos haciendo pasar un muy buen rato, aunque el pobre se siente bastante confuso, con eso de no poderse mover... ni tampoco eyacular, pese al gustirrinín que tiene ahí abajo.

  • Es rara - comentó Óscar no mucho después - Su glande parece... no sé, contrahecho.

  • No querrás que sea como la de un humano. ¿ Qué te parece su olor ?

  • Demasiado fuerte para mi gusto, aunque pese a ello no del todo ofensivo.

  • Huele a jabón, ¿ lo notas ? Me refiero a todo él, que no sólo a su tranca.

  • Sí, ya me había dado cuenta. Le tienen que haber aseado hace poco.

  • Ante nosotros se yergue la polla de un caballo limpio y sano, ¿ estamos de acuerdo en eso ?

  • Supongo que sí, nena, pues sigo sin detectar ninguna dolencia en él. En verdad tiene que estar curado de lo que quiera que tuviese.

  • Fíjate en su tamaño. No está nada mal, ¿ verdad ?

  • Tampoco es nada del otro mundo. Yo mismo me la he puesto más grande, y algo me dice que ni siquiera la he llevado a su límite.

  • Claro que no lo has hecho. En cuanto a esta preciosidad... ¿ te imaginas el gusto que te daría recibirla en tu culo ?

  • Me haría daño.

  • No digas bobadas. La encajarías sin el menor esfuerzo, y te haría sentirte realmente lleno.

  • ¿ Estás segura ?

  • Claro, mi amor. ¿ Quieres probar ?

  • Quizá en otra ocasión.

  • Como desees. Por cierto, ¿ te gustaría chupársela ?

  • No estoy seguro de que me vaya a gustar.

  • Eso sólo lo sabrás probándolo, ¿ no crees ?

Óscar sacó la lengua y rozó con la punta uno de los testículos. No le entusiasmó ( o no de momento ), pero, como tampoco le disgustó, dio otro breve lametón, y tras este otro, y otro. Las lamidas cada vez eran más prolongadas, y fue subiendo por el tronco de aquel miembro, terminando en el glande, que saboreó intrigado. Seguía sin repugnarle, de hecho le estaba empezando a gustar, de modo que se lo metió entero la boca, tragándose sin pudor los jugos que estaba secretando. A partir de aquel momento, devoró con creciente ansia el miembro del caballo, ayudado por Cirie. Sus lenguas a menudo se encontraban, momento en el que solían aprovechar para besarse.

  • ¿ Significa esto que ya no tendré que lavarme la boca ? - le preguntó ella, después de un beso realmente intenso.

  • Supongo que no, nena. Uf, qué rica está esta tranca: comparada con la mía o la tuya no es gran cosa, pero pese a ello le he terminado encontrando el gusto.

  • ¿ Quieres recibir su esperma directamente en la garganta ?

  • Sospecho que no me disgustaría, pero prefiero que seas tú la primera en hacerme el amor por boca, faringe y esófago. De hecho, me haría mucha ilusión.

  • Vaya, gracias - se halagó ella - ¿ Dónde le corremos ? El pobre animal empieza a necesitarlo de veras.

  • ¿ Podría ser en mi culo ?

  • ¿ No dijiste que no querías ?

  • He cambiado de opinión. Rectificar es de sabios, decía no sé quién.

  • De salidos, en este caso - bromeó ella, mientras se ponía el zapato ( el calcetín se lo metió en un bolsillo, a fin de abreviar ) Entonces le dijo - Te aconsejo que manifiestes las alas de vuelo, para equilibrar las arremetidas. Venga, dame la cámara.

  • ¿ Me vas a filmar ?

  • A menos que no quieras, cielo.

  • Está bien, grábame - le dijo él, explicándole brevemente el manejo del aparato y tendiéndoselo. Entonces, se bajó los pantalones y los calzoncillos, poniéndose de espaldas al caballo y manifestando las alas primarias ( por medio de las fuerzas que con ellas podía ejercer se afianzó al suelo, de modo que ni un tractor podría ahora arrancarle del sitio. Ni que decir tiene, se puso de puntillas, inclinando el tronco hacia delante ).

  • Ya verás qué cosa más deliciosa - le prometió ella, guiando la tranca del caballo hacia el trasero de Óscar con la mano libre, que recibió sin problemas el glande - ¿ lo quieres suave, o prefieres que se... desboque ?

  • Mientras que dure lo suficiente como para que me corra, me da igual.

  • Atento, que te la va a clavar.

  • Venga, no te hagas más de rogar - se quejó él, momento en el que Ciríe azuzó mentalmente al animal, aunque refrenando de momento, como ya había venido haciendo hasta entonces, su eyaculación. Cuando Óscar sintió el primer empujón, exclamó - ¡ Uf, qué cosa más gorda !

  • No me digas que te duele, mi amor.

  • ¡ Claro que no ! - se ofendió, para su sorpresa, él - ¡ Es magnífica, y la siento bien dentro ! ¡ Venga, haz que se desboque, quiero que bombee en mi recto como la bestia que es !

  • Como desees, mi amor - le dijo ella, cambiando de ángulo constantemente para registrar el evento de la forma más amena posible, y achuchando telepáticamente al caballo, que empezó a montar a Óscar como si se tratase de una yegua... obviando, claro, algún que otro detalle ( entre ellos, que aquel no era el orificio correcto , ni su pareja del género o siquiera la especie adecuados ) - por cierto, ¿ qué tal si te la cascas ?

  • ¡ Ya habrá tiempo para eso ! - gimió él - Además, no quiero inundar el local...

Apenas cinco minutos después, Óscar tenía un intenso orgasmo rectal, a lo largo del cual el caballo derramó su carga dentro de él ( se le antojó ridícula, aunque sin duda era mayor que la de un humano ). Ciríe se puso en cuclillas ante su culo, y degustó el esperma del caballo, que no dudó en compartir con Óscar.

  • ¿ Te gustó ?

  • ¡ Mucho ! - le aseguró el, mientras replegaba sus alas y se subía la ropa - Y su esperma tampoco estaba del todo mal, aunque sabía distinto que el nuestro ( no sé, a mí se me antojó como más aguado, y mucho menos sabroso ).

Salieron de la caballeriza, dejando la banqueta en su sitio y guardando la cámara en el coche, junto a las cintas y el improvisado instrumental para hacer lavativas. Entonces Ciríe se quitó las bragas ( que se reunieron con el calcetín ), y, subiéndose la falda, le dijo a Óscar:

  • Va siendo hora de que te muestre el poder del que te hablé.

  • Aún no me has enseñado a comunicarme con las plantas.

  • Luego lo haremos, cuando salgamos de nuevo al exterior, momento en el que aprovecharemos para experimentar con animales salvajes - le prometió ella, manifestando sus alas de vuelo y alzándose en el aire frente a Óscar, con el sexo a la altura de su cara.

  • ¿ Y esto ? - le preguntó él.

  • Tengo entendido que por ahí lo llaman coño - rió ella, cogiéndole de la cabeza a fin de estampárselo en la cara.

  • No me digas que ya puedes hacerte crecer un rabo - aventuró él, incapaz de resistirse a la tentación de aspirar el delicioso aroma a hembra en celo que de aquel infantil sexo emanaba ( en realidad ya no era tan infantil como lo recordaba, pues Ciríe estaba algo más desarrollada ).

  • Pues probablemente sí, pero si me espero unas cuantas horas me durará mucho más. Entretanto, ¿ te apetece comerme la rajita ?

  • ¿ No podríamos dejar eso para más tarde, cuando estemos cómodamente hospedados en la habitación de un hotel ?

  • Cualquiera diría que no te gusta comerme el coño - le dijo ella, haciendo un puchero y simulando haberse dolido.

  • No digas sandeces - se molestó él, dándole un tierno beso en el sexo - Tu coño me encanta, pero creí que ibas a mostrarme otro de nuestros dones.

  • Todo a su tiempo, mi amor. Por cierto, creo me estoy orinando - justo cuando dijo aquello, hizo salir un breve chorro que dio contra los labios de Óscar.

  • Está claro que tu rajita quiere marcha, y eso es precisamente lo que tendrá - le dijo él, agarrándole con fuerza de las caderas y empezando a devorarle el sexo sin piedad, tragando gozoso los breves chorros de pis que ella le iba escanciando ( bastante ocasionalmente, pudo apreciar, lo que le hizo llegar a la acertada conclusión de que Ciríe estaba reservando la mayor parte de su dorado elixir para alguna otra cosa ).

  • Mm, cómo estás mejorando, amor mío - gimió ella, crispándose ante el inminente orgasmo - En verdad estás aprendiendo a usar tu lengua.

  • Calla, nena, y disfruta - le aleccionó él, sin dejar de lamerle, con la lengua algo expandida... y ensanchada.

Óscar estaba dispuesto a seguir, pero ella se conformó con un solo orgasmo, y entonces le dijo, empezando a alejarse juguetona de él por uno de los pasillos, manteniéndose todavía en el aire:

  • Voy a hacer puntería. Abre la boca, sin moverte, y ve bebiéndote mi pipí. Atento, que ahí va.

El primer chorro, muy breve, se lo disparó desde una distancia de poco menos de dos metros, y entró limpiamente en la boca de Óscar, que se apresuró a tragarlo. El segundo, Ciríe se lo disparó a unos tres metros y medio de distancia, y de nuevo le entró limpiamente. Ni una sola gota le salpicó. El tercer chorro se lo lanzó desde más de seis metros, con idéntico resultado, y Óscar empezó a sospechar qué era lo que estaba pasando. Cuando el cuarto chorro acabó también dentro de su boca, y esta vez proyectándose hacia ella en línea recta desde la nada despreciable distancia de diez metros, si no once ( cosa imposible, pues debería haber seguido una trayectoria parabólica ), Óscar dijo:

  • Así que controlamos nuestros fluidos, o al menos la orina. Ya me extrañaba a mí que meases con tantísima precisión.

  • No sólo nuestros fluidos, si no cualquier sustancia en estado líquido, siempre que esté a menos de veinticuatro metros de nosotros.

  • ¿ Doscientos cuarenta, en mi caso ?

  • Efectivamente. Y, ahora, voy a mear sin dirigir mi chorro: encárgate de manipularlo tú, o mi rico y dorado néctar se desperdiciará en el sucio suelo - fue dicho y hecho, de modo que parte de la orina de Ciríe cayó efectivamente al suelo, en forma de una dispersa lluvia, pero Óscar se concentró en el que aún estaba en camino, quedándose levitando.

Ciríe, manteniéndose a la misma altura, siguió dejando manar discretos chorros, que Óscar cada vez apresaba con mayor fluidez. Cuando comprendió que a ella no le quedaba más, empezó a jugar con él, maniobrando con las innumerables gotas ( de vez en cuando, alguna se le despistaba, cayéndose al suelo, pero cada vez menos a menudo ), que acercó poco a poco hacia él, reuniéndolas en una temblorosa forma semi esférica.

Ciríe se teletransportó sin previo aviso frente a él, justo delante del líquido, y eso le hizo perder por un instante la concentración, pero logró hacerse de nuevo con el control del mismo cuando estaba a apenas un palmo del suelo. Aquel cúmulo de orina, que oscilaba casi como una ameba ( con pseudópodos y todo ), le recordó a algunos experimentos en gravedad cero que habían mostrado a lo largo de un documental televisado algunos años atrás en un canal extranjero ( lo que no era capaz de recordar era si lo vio en el apartamento, que tenía antena parabólica comunitaria desde hacía más de tres lustros, o en el chalet, que también tenía parabólica, aunque desde hacía algo menos ). Siguiendo un repentino impulso, hizo que el líquido se metiera raudo en su boca, momento en el que se lanzó a por Ciríe y le besó con ansia, dándole a probar su propia orina.

  • ¿ Te gusta tu propio pipí, puta ? - le dijo vibratoriamente él ( con la boca le era imposible, pues la tenía muy ocupada besando a Ciríe, que le correspondía con ardor ).

  • Sí, papá - le dijo ella, también vibratoriamente.

En ese momento, ambos oyeron pasos acercándose, decidiendo en silencio que ya era hora de irse de allí. Una vez dentro del coche, se teletransportaron junto a él al lugar en donde lo habían estacionado horas antes ( una vez se cercioraron de que por allí seguía sin haber nadie, lo hicieron de nuevo visible ). Ciríe le enseñó a Óscar cómo manejar los fluidos dispersos, de modo que pronto aprendió a secar la ropa ( no le faltó con qué practicar ).

  • ¿ Por qué no me hablaste antes de este poder ?

  • Porque es muy peligroso.

  • ¿ Qué puede tener de peligroso ?

  • Dime, ¿ qué es la sangre, principalmente ?

  • Un líquido - comprendió él, estremeciéndose - Podríamos matar a alguien haciendo que le reventasen todas las venas.

  • O sencillamente desangrándole por una herida minúscula, o incluso bloqueando durante un rato su circulación.

  • Se me acaba de ocurrir una cosa. Si somos inmunes a la faceta más letal de nuestro poder luminoso, el láser, ¿ no debería ocurrir lo mismo con este otro poder ?

  • Y ese es el caso. No podemos controlar los fluidos corporales de cualquier otro deluyrei, o al menos no sin su completo consentimiento ( antes de que me lo preguntes, sí, antes te autoricé a hacerlo ).

  • Ahora entiendo por qué te valiste de las pajitas para meterle al cerdo mi orina: sólo habrías podido prescindir de ellas de dejarte yo manipularla, y en ese caso me habrías tenido que explicar el poder, arruinando por tanto la sorpresa.

  • Eso es.

  • Imagino que ayer, cuando me hablaste de cierta forma de hacer los enemas que tenemos los deluyrei, te referías precisamente a esto...

  • Naturalmente.

  • Ya veo. Por cierto, volviendo a lo de antes, ¿ qué pasa con la teletransportación ?

  • Otro tanto de lo mismo. No podemos involucrar el cuerpo de otro deluyrei en un intercambio de volúmenes, y menos de forma fraccionada.

  • Pues yo lo he hecho contigo.

  • Sí, pero con mi consentimiento, y naturalmente no me has troceado .

  • Y, ¿ qué me dices de nuestro don vibratorio ?

  • Nos es imposible inducir vibraciones dentro del cuerpo de otro deluyrei, a menos que éstas sean inocuas, e incluso en tal caso es preferible contar con su permiso. ¿ Te gustaría jugar a una cosa muy divertida ?

  • Claro, nena.

  • Excelente. Autorízame a ejercer mi don vibratorio sobre ti, y sabrás lo que es bueno.

  • De acuerdo, tienes mi permiso - cedió él, sospechando qué le iba a hacer.

No se equivocaba: de inmediato sus zonas erógenas empezaron a agitarse placenteramente. Sentía vibraciones por todos los lados, Ciríe no se había olvidado ni de su nariz, por la cual empezó a escurrirse un discreto pero sensual chorro de mucosidad, que ella le lamió con premura, sin dejar de acosarle vibratoriamente.

  • Basta... - gimió un minuto después él, al borde de un orgasmo generalizado.

  • No querrás que te deje así, mi amor - rió ella, pero su expresión se tornó seria cuando Óscar rechazó su poder vibratorio, momento en el que le dijo - ¿ Por qué lo has hecho ? ¡ Estabas a punto de correrte !

  • Me sentía demasiado indefenso. Estabas haciendo de mí lo que te daba la gana.

  • ¿ Qué hay de malo en ello ?

  • Nada, pero no me pareció ni el momento ni el lugar apropiado para desmayarme de gusto.

  • ¡ Adulador ! - le reprendió cariñosamente ella, lamiéndole una vez más la nariz, en una de cuyas narinas intentó meter la lengua.

  • Qué cosquillas... - rió él, intentando zafarse.

  • Dilata ese agujerito - le recomendó ella, insistiendo.

  • No sé muy bien cómo, nena.

  • Tranquilo, ya lo intentaremos luego - cedió Ciríe.

  • Oye, ahora que caigo, ¿ qué pasa con nuestra telepatía ? - le preguntó él, una vez ella replegó su lengua - ¿ La podemos usar para manipular a otro deluyrei ?

  • Claro que no, a menos que se deje... cosa a la que a veces jugamos. Una matriarca, sin embargo, supuestamente sí que puede hacerlo ( no lo intentes conmigo, o me enfadaré ).

  • ¡ No se me ocurriría !

  • Lo sé, tonto... - le dijo mimosa ella.

  • ¿ Salimos fuera ? Por aquí hay mucha vegetación, y además por el momento ha dejado de llover.

  • Venga, pero antes vistámonos - le dijo ella, poniéndose las bragas y el calcetín, tras lo que se alisó la falda y cogió la camiseta. Óscar le imitó, y pronto estaban completamente vestidos.

Siguieron la misma estrategia que con los animales, buscando plantas que tuvieran alguna dolencia. Cuando Óscar las curaba con su orina ( también funcionaba con vegetales, y de qué manera ), ambos se esforzaban en sentir su bienestar, y buscaban otra planta dañada. Moverlas le resultó muy impactante, pero no tardó en acostumbrarse ( cuando habían acabado de practicar con cualquiera de ellas, siempre las dejaban en una postura que les resultase cómoda ). Por el momento no logró captar pensamientos de ellas, más allá de vagas sensaciones, aunque descubrió que a menudo les gustaba ser acariciadas, o incluso que se les hablase, y eso hicieron.

  • Y yo que pensaba que los que les hacen mimos a las plantas están majaras...

  • Pues ya ves que no, aunque para mí que muchos lo hacen por mera superstición, no creyendo realmente que ellas puedan sentir nada.

  • Oh, mira a esa pobrecilla qué le han hecho - le dijo Óscar, señalando a un árbol en el que había grabado, sin duda a navajazos, y rodeadas por un corazón estilizado, dos iniciales ( J y F ).

  • ¡ Odio que hagan eso ! - se molestó ella - Cuando se necesita leña, o madera para construir, por desgracia no queda más remedio que hacer daño a los árboles, pero esto es pura maldad... burdamente disfrazada de amor, lo cual lo empeora aún más.

No sólo se entretuvieron practicando la empatía con plantas, pues localizaron algunos animales que Óscar sondeó, y a menudo también controló ( ratones de campo, un erizo, un par de liebres, una serpiente de agua, y alguna que otra lombriz: en las copas de algunos árboles había pájaros, pero decidieron no hacerles salir de la comodidad de sus nidos, aunque Óscar no pudo resistirse a la tentación de hacer canturrear a algunos de ellos unas cuantas canciones famosas ( captó sorpresa de sus pequeñas mentes al oírse trinar de una forma tan extraña, pero no pareció molestarles aquella manipulación: de hecho, juraría que se habían aprendido el estribillo ). Estaban entrando en el coche, dispuestos a buscar un lugar donde pasar la noche ( pero ante todo donde fornicar con comodidad, lo primero es lo primero ), cuando sonó el móvil de Óscar. Se apresuró a cogerlo, echando un vistazo al número desde el que le estaban llamando aunque sin lograr recordar, por el momento, de qué le sonaba tanto.

  • ¿ Dónde demonios te has metido, mequetrefe enclenque y rabicorto ?

  • Oh, eres tú, Alicia - dijo vibratoriamente él, empleando la voz que tenía antes de transformarse en deluyrei.

  • Mamá ya me ha contado sus planes contigo, y la verdad es que me parece muy bien que haya tomado esa decisión, pues estaba empezando a hartarme de mantener esta farsa. Lástima que a mí no me haya invitado, me habría gustado ver tu cara cuando te mostró cómo trata a sus perritos .

  • Supongo que puedes imaginártela - le dijo fríamente él.

  • Ya lo creo - le dijo ella, y a Óscar le dio la sensación de que su voz, en apariencia jovial, temblaba ligeramente - Por cierto, ¿ te gustó ver cómo me divertía con toda esa gente ? Mamá me dijo que te puso alguna de las cintas que le he ido mandando a lo largo de todos estos años.

  • Eres una maldita adúltera, además de una psicópata.

  • Y tú un gilipollas de cuidado - Le dijo ella, riendo a continuación, aunque a Óscar le pareció que aquella risa era forzada. Una vez se calmó, añadió, ya seria - No te va a servir de nada esconderte de nosotras, mi cornudo y futuro esclavo. Quiero que te entregues directamente a mí, a fin de abreviar.

  • ¿ No se supone que el juego se haría más interesante con el tiempo ?

  • Hemos cambiado de opinión. Entrégate, y cuanto antes: de lo contrario, deberás atenerte a las consecuencias.

  • No entiendo a qué vienen tantas prisas. Además, estoy seguro de que tu madre desea prolongar al máximo todo esto. Cuando se le mete algo en la mollera, no hay forma de hacerle cambiar de opinión, y recuerdo que comentó que le gustaría tenerme huyendo de vosotras durante como mínimo todo un mes.

  • Está bien, me has pillado: el cumpleaños de mi querida hija ( que no la tuya, iluso ), está a la vuelta de la esquina. Pues bien, ¿ adivinas qué me ha pedido ?

  • ¿ A mí ? - aventuró Óscar, incrédulo.

  • ¡ Exacto ! Laura quiere su propio perrito, y yo no puedo negarle ese capricho, sobre todo considerando que me ha prometido compartirte conmigo. Ella será quien se encargue de amaestrarte para ambas, ¿ a que es encantadora ?

  • No me encontrarás jamás.

  • Sí que lo haré. Ahora mismo, sin ir más lejos, estás en León, ¿ no es eso ?

  • ¿ Acaso me has puesto un rastreador en el coche, o algo así ?

  • Ni mucho menos - rió ella - Tan sólo he usado a mi sumiso del banco para que rastree tus cuentas y transacciones: ya que ha sido un buen sabueso, en recompensa le dejaré olfatearme y lamerme los pies durante un buen rato, de hecho creo que hasta le dejare que se la machaque mientras lo hace, sin que sirva de precedente. Incluso puede que le obligue a hacer de retrete a Laura, pues la nena le ha cogido el gusto a ese tipo de juegos, de modo que le tendré que prestar algunas de mis letrinas humanas hasta que adiestre en esa faceta a algunos de sus sumisos, confió que entre ellos tú. Por cierto, puedes olvidarte de tu otra tarjeta, esa que has estado usando hasta ahora, pues gracias a él la acaban de bloquear. ¿ No es delicioso ?

  • Si me quedo sin gasolina, no podré entregarme.

  • De darse el caso, tan sólo llámame, a fin de darme tu posición exacta. Unos amigos míos ( que tendrán mi permiso para obligarte a ser muy cariñoso con ellos, como pago por sus servicios ), se encargarán de recogerte y traerte a mí... más o menos de una pieza, por eso no te preocupes, pues yo seré la primera que reviente tu culo, con un consolador gigante, antes de entregarte a Laura... que, según me ha dicho, lo hará a diario.

  • Bien pensado, lo de la tarjeta no me afecta demasiado, pues puedo arreglármelas sin dinero - le dijo de improviso Óscar - Lo creas o no, estoy fuera de tu alcance.

  • No sé si es que el miedo te ha vuelto loco o si es que tan sólo quieres calentarme, pero te lo advierto: como tardes más de tres días en ponerte a mi disposición, alguien que te importe podría sufrir un accidente.

  • ¿ Estás amenazándome con poner en peligro a mis familiares y amigos ? Se supone que no les meteríais en todo esto si no hacía nada por defenderme de vosotras...

  • Lo sé, me lo ha dicho mamá, pero he decidido cambiar las reglas del juego. Oh, y si se te ocurre hablar de esto a mi madre, no sólo lo negaré categóricamente, siendo tu palabra contra la mía, si no que me aseguraré de que te arrepientas de haberte ido de la lengua durante toda tu puta vida. Lo mismo hasta le pido a mamá que me deje cortarte los huevos, para hacérmelos a la plancha ( o incluso la lengua, para que no vuelvas a mentir ), así que mucho ojo con lo que le dices.

  • Me cuidaré mucho de decirle nada acerca de todo esto, pero, ¿ se puede saber por qué tenéis tanto interés en esclavizarme vosotras ?

  • Te hemos aguantado durante demasiados años como para que ahora sea mamá quien te dome: que se busque a otro, nosotras te queremos a ti. Además, deberías sentirte afortunado, pues diría que ambas te hemos cogido algo de cariño, de modo que te trataremos relativamente bien... comparado con como lo haría mamá, claro. De hecho, sé que pronto nos darás las gracias, pues con nosotras disfrutarás de placeres que desconoces ( no todo van a ser malos tratos y humillaciones: si eres un buen esclavo nos veremos en la obligaciónmoral de hacerte feliz ).

  • Tendrás noticias mías antes de que pasen tres días, te lo prometo, y tu madre permanecerá completamente al margen de tu propuesta - le aseguró él, haciendo un gran esfuerzo por contener su ira - Pronto tu hija tendrá su regalo.

  • Así me gusta. Recuerda: como intentes algo raro, o si sencillamente consumes al completo las setenta y dos horas que en mi magnificencia te he dado de margen, quien tendrá noticias mías serás tú, pero a través de alguien al que tengas en cierta estima, no sé si sabes a qué me refiero. Ah, y ayudaría mucho que te presentases ante mí con un presente, algo bonito. Si lo haces, quizá te exima de algunos de los suplicios por los que habrás de pasar.

  • Lo tendré muy en cuenta. Intentaré que sea de tu agrado, aunque te adelanto que no podré gastarme mucho dinero.

  • Lo sé, y tanto peor para ti será. Eso es todo, rabicorto - le dijo ella, estallando en carcajadas y colgando sin más el teléfono ( Óscar no precisó de su mejorado sentido del oído para captar otra risa, no tan cerca del auricular, que identificó como la de Laura, pero sólo gracias a su superior agudeza auditiva fue capaz de detectar nuevamente un timbre anómalo en ambas, llegando a pensar, una vez más, que eran fingidas ).

Apagó desganado el móvil y lo dejó de cualquier forma en la guantera, con la mirada perdida.

  • Lo he oído todo - le dijo Ciríe cuando sus miradas se cruzaron, sacándose precipitadamente las manos de la entrepierna: sólo entonces reparó Óscar en lo que había estado haciendo.

  • ¿ Por qué coño te has estado pajeando ? - se molestó él - ¿ Mis desgracias te ponen cachonda ?

  • Ni remotamente - le aseguró con vehemencia ella ( la conversación, de hecho, le había hecho enrojecer de pura indignación ), cogiéndole una de las manos y llevándosela al sexo - Toca, mira que seco lo tengo.

  • Es cierto - se extrañó él - Nunca te lo había notado tan poco lubricado. No lo entiendo, te tiene que haber hasta dolido.

  • Poco ha faltado. Luego te explicaré por qué me he estado tocando pese a no tener ganas. En cuanto a la degenerada de tu esposa, opino que hay que ponerla en su sitio.

  • Lo haremos, de eso no te quepa duda.

  • De todos modos... - comenzó ella, ahora más pensativa que enojada.

  • ¿ Sí, cariño ? - le animó él.

  • Nuestro oído es muy sensible, ya lo sabes, y yo lo tengo mucho más entrenado que tú. Pues bien, pese a la de matices que ese trasto suprime, juraría que tu mujer estaba mintiendo. También creí captar angustia en su voz. No sé, es casi cómo si estuviera preocupada por ti.

  • Y claro que lo está: para ella soy un trofeo, y no quiere que caiga en manos de su madre.

  • Quizá sea eso - concedió Ciríe, en el fondo nada convencida.

Y es que la deluyrei tenía dos motivos de peso para sospechar que nada era como aparentaba ser ( siendo el forzado timbre de Alicia tan sólo uno de ellos ), pero no quería dar a Óscar falsas esperanzas, pues demasiado había sufrido ya el pobre: hasta que no lograse encajar por sí misma las piezas del inquietante rompecabezas, decidió callar.

  • ¿ Estamos muy lejos de donde se encuentran encerradas las almas de tus hermanas ?

  • Un poco, aunque dentro del radio de acción de tu poder teletransportador.

  • Hoy ya se nos ha hecho bastante tarde, de modo que postergaremos su rescate para mañana - le propuso Óscar, visiblemente más tranquilo - ¿ Te parece bien ?

  • Sí, pero quizá sea mejor ocuparse antes de tu mujer.

  • Bah, esa desgraciada no me preocupa. Le secuestraré cuando se me antoje, operación que en su momento repetiré con su hija, si es que no lo hago con ambas a la vez. Tan sólo tengo que asegurarme de entrar en acción antes de que pasen los tres días.

  • Para ello antes deberías localizarle.

  • Ya está localizada. En este preciso momento se encuentra en su chalet, y no creo que salga de allí hasta tenerme en sus manos, posiblemente ni siquiera para dar una vuelta ( esa malnacida no tiene ni idea de lo que le espera ).

  • ¿ Cómo lo sabes ? Que yo sepa, no has hecho ningún desdoblamiento astral para comprobarlo, y ella no ha dicho donde se encontraba a lo largo de la conversación.

  • En el móvil salió el número del chalet, aunque no me di cuenta de ello hasta que le tuve rebuznando al oído.

  • ¿ Cómo funcionan esos chismes ? - se interesó ella, y Óscar le impartió algunas nociones de telefonía.

  • Qué cosa más curiosa - observó Ciríe una vez él dio por concluida la explicación, manoseando intrigada el móvil.

  • Debe parecerte cosa de magia.

  • Muchas cosas me lo parecen, desde que desperté a esta era, y eso que de niña oí hablar de los milagros de la tecnología ( de hecho, he sido testigo de algunos de ellos ).

  • No me digas que las teorías de que antaño ya hubo en la Tierra una o más civilizaciones tecnológicamente avanzadas son ciertas, que me da un telele.

  • Tranquilo, que en tu mundo no hubo gran cosa, y lo poco que hubo en su mayor parte vino de fuera, concentrándose principalmente en una isla que en su momento desapareció, o al menos eso tengo entendido.

  • Coño, la Atlántida.

  • El nombre ese no me suena de nada. Por cierto, ¿ qué tal soporta la humedad el trasto este ?

  • Muy mal, supongo. ¿ Por qué lo preguntas ?

  • Mi hermana Hedelia siempre me decía que las artilugios eléctricos y el agua no se llevan bien, y esto, según tú, es eléctrico.

  • ¿ Acaso tienes una hermana que sabe de esas cosas ?

  • Pues sí. A Hedelia siempre le fascinó todo tipo de maquinaria, de hecho tenía una colección de artefactos realmente impresionante. Cuando mañana le resucitemos ( o pasado, según se nos dé ), se va a correr de gusto, al verse rodeada de tantos aparatos.

  • ¿ Es una de las dos que vamos a rescatar en primer lugar ?

  • Eso es. Oh, y lo de que este trasto no se pueda poner en un lugar húmedo es una pena.

  • ¿ Y eso ?

  • Podría llevarse gratamente clavado en el coño o en el culo, como hace la gente realmente civilizada con las cosas más o menos duras y alargadas.

Cuando las risas de ambos cesaron, Óscar arrancó el coche y se puso de camino. Dirigiéndose más o menos hacia el este, paró en la primera población por la que pasaron, comprobando en un cajero automático si la amenaza de su mujer era cierta. Lo era, de modo que se metió en el coche, enojado, y salieron de allí. Mientras esperaba en un semáforo jugueteó con la inutilizada tarjeta de crédito, muy tentado de romperla en pedacitos, cosa que si al final no hizo fue por que tenía previsto obligar a Alicia a hacer que todas sus cuentas fuesen desbloqueadas.

Una vez de nuevo en camino, dejaron pasar algunos pueblos, parando finalmente cuando llegaron a uno que les satisfizo como lugar de descanso. Casi eran las siete de la tarde. Antes de salir del coche, ya estacionado éste frente al hotel que había elegido para pasar la noche, Óscar hizo recuento del dinero que tenían, alegrándose de que el imbécil ese del banco no hubiese logrado bloquear su tarjeta hasta después de que la usase para pagar en la gasolinera.

Gracias a que Ciríe no se había gastado nada en ropa, sin olvidarse de las propinas que obtuvo en la tienda por sus servicios , contaban con doscientos ochenta y siete euros. No era una fortuna, pero podrían arreglárselas perfectamente durante algunos días ( sobre todo, si no comían en sitios especialmente lujosos ni se hospedaban en hoteles de excesiva categoría, como de todos modos tenían previsto hacer ). Además, en caso extremo siempre podría robar en algún sitio, valiéndose de la invisibilidad: ya les devolvería el dinero, más una propina por las molestias, cuando se hubiese encargado de Alicia, recuperando su solvencia.

  • Se me ha ocurrido que podríamos reservar una habitación simple, para ahorrar algo - le dijo Óscar, añadiendo, socarrón - Eso, claro, siempre que no te moleste compartir cama conmigo...

  • Lo que me molestaría sería dormir separada de ti, tonto - le dijo ella, melosa.

  • El problema es que no te dejarán entrar: se supone que una habitación individual es para una sola persona, como su nombre bien indica.

  • Pues vaya problema - bufó despectivamente ella - Me haré invisible, y asunto resuelto. Así, no me verán ni entrar ni salir. Y tampoco nos oirán dentro, pese a la birria de paredes que suelen tener vuestras edificaciones, pues para algo disponemos de nuestro don vibratorio. Vamos, ve y haz la reserva, que yo te espero en el coche...

Una vez Óscar estuvo de vuelta, con la reserva hecha y veintisiete euros menos en la cartera, buscaron un lugar donde comer algo. No tardaron en hacerlo, entrando en un antro de comida rápida ( léase hamburguesería ).

  • Te advierto que a lo que se sirve aquí lo llaman en muchos lugares comida basura - le dijo vibratoriamente, y directamente en los oídos, Óscar.

  • Comida es, aunque empiezo a comprender el apodo - le dijo ella, mientras se zampaba la primera hamburguesa - No es ninguna maravilla culinaria, pero reconozco que los ingredientes podrían ser peores. Con todo, incluso a un humano podría servirle... siempre que no comiese demasiado a menudo aquí, pues de lo contrario a la larga su salud se resentiría.

  • ¿ Qué me dices de nosotros ?

  • Bah, nosotros podemos comer cualquier cosa, incluso forraje, sin perjuicio para la salud. Ni siquiera precisamos de una dieta variada, a diferencia de ellos.

  • Pero, ¿ y las vitaminas, o los minerales ?

  • No sé de qué me hablas. Piedras, que yo sepa, no podemos comer... aparte del carbón, claro, así como los diamantes y algunos tipos de arcilla, todo ello sin excesivo rendimiento, especialmente lo último.

  • Anda ya.

  • No estoy de guasa. De hecho, en realidad no nos es absolutamente imprescindible comer, o siquiera beber, aunque si lo hacemos nos sentimos mejor, como más llenos de vida.

  • No te ofendas, pero no me lo creo. Seríamos la única especie de todo el reino animal que no necesita alimentarse.

  • ¿ De dónde crees que sacamos la materia extra cuando nos hacemos crecer el pene, los testículos, los pechos, la lengua, o las mil y una maravillas sexuales con las que nuestra querida diosa nos dotó ? ¿ De dónde crees que sale nuestro abundante esperma, nuestra leche, nuestros frutos ? ¿ Cómo crees que damos lugar a la frondosa vegetación que de entre nuestro cuero cabelludo podemos hacer crecer, o nuestras alas ? Ah, y, ¿ de dónde salió la materia que me dio lugar a mí, o la responsable del considerable aumento de talla que experimentaste al renacer como deluyrei ?

  • No había pensado en ello - se sorprendió Óscar, y se le hizo tan extraño no haberse hecho antes aquellas preguntas tan obvias que casi se le cae el paquete de las patatas al suelo.

  • Creamos materia corporal a partir de nuestra inmensa ( algunos dicen que ilimitada ), energía tántrica - le explicó Ciríe, una vez notó que se había repuesto de su sorpresa - Así pues el sexo, cariño, nos alimenta como el más nutritivo de los manjares.

  • Pero, entonces, ¿ para qué comer... de verdad ?

  • Ya te lo he dicho, cuando lo hacemos nos sentimos más plenos.

  • Sí, pero, ¿ por qué ?

  • Así lo dispuso nuestra amada diosa. Se dice que en gran parte fue para no molestar a las demás deidades, pues entre todos habían pactado que no crearían a seres absolutamente autosuficientes, pero algunas de nuestras teólogas, entre ellas una de mis hermanas ( la sacerdotisa cuya alma está encerrada en el monolito que yace en el fondo del mar ), aseguran que es para sentirnos más unidos a los demás seres, formando así parte activa del supremo milagro que es la vida, el único milagro que va más allá de los mismísimos dioses.

  • Es un concepto un tanto difícil de... digerir - bromeó Óscar, y Ciríe le dio una patada por debajo de la mesa al detectar el juego de palabras ( por supuesto, cariñosa ).

  • ¿ Qué me dices del apestoso e insoportable humo que se despide de esos inicuos cilindros que vosotros llamáis cigarros ? - contraatacó ella - Eso sí que es difícil de digerir, ¿ no te parece ?

  • Más que difícil, imposible - rió él.

  • Bastante antes de ser asesinada ya había visto a la gente inhalar el humo producto de la combustión de ciertas plantas, aunque he de reconocer que esa fea costumbre está muchísimo más extendida en la actualidad - dijo Ciríe, pensativa.

  • No te imaginas hasta qué punto.

  • Siempre me pareció grotesco, además de nocivo. Si los humanos realmente creen necesitar consumir sustancias estimulantes, ¿ por qué hacerlo de una forma tan dañina ? ¿ Acaso no se dan cuenta del daño que sufren sus frágiles organismos ? Además, así luego no hay quien les bese, la boca les apesta a humo y a cenizas.

  • Y la ropa también...

  • Oye, ¿ por qué no has pedido alguna de esas bebidas ? - se interesó ella al poco, señalando con discreción a una pareja cercana ( ambos habían elegido una cola como su única bebida ).

  • Créeme, lo mejor que en este tipo de establecimientos sirven es el agua, y aún nos queda un poco en la botella... por no hablar de los vasos.

  • ¿ Es muy caro ?

  • Qué va, en realidad a menudo lo ponen al mismo precio que el agua, cosa que siempre se me antojó absurda.

  • A mí, lo que me parece realmente absurdo es tener que pagar por el agua ( estuve a punto de decírtelo ayer, cuando compramos aquella garrafa, pero asumí que lo que se pagaba era el envase ).

  • No en todos los sitios hay agua potable.

  • En eso tienes razón. Anda, sé bueno y pide un poco de esa cosa.

  • Está bien, ¿ cuál quieres ? - transigió él.

  • La más habitual, esa que es como entre marrón y negra. Un sugerente color caca, si se me permite la comparación.

Apenas dos minutos después, Ciríe tenía ante sí un vaso ( aprovecharon para pedir algunas cosas más, como por ejemplo croquetas ), e hincó en su tapa la pajita ( no pudo resistirse a la tentación de recordarle, por medio de un travieso guiño, qué otras sustancias había consumido de la misma manera, horas antes ).

  • No, no, toda para ti - le dijo Óscar, cuando ella le ofreció.

Ciríe dio el primer sorbo y mantuvo en la boca por unos segundos el refresco, mientras lo saboreaba. De pronto, amagó una arcada, echando un buen chorro de cola por la nariz: el resto, lo devolvió disimuladamente al vaso, por medio de la pajita. Mirando a Óscar, le dijo:

  • Es increíblemente repugnante. Parece un vomitivo. ¿ En verdad esta cosa le gusta a la gente ?

  • Es una de las bebidas comerciales más bebidas del planeta, y la han copiado infinidad de veces ( de hecho, la que te has tomado no es la original, si no una de esas copias ).

  • No comprendo cómo es posible que el sentido del gusto de la especie humana se haya degradado tanto en estos últimos siglos. Si no fuera por que he devuelto al vaso buena parte de lo que me metí en la boca, me levantaba ahora mismo y lo canjeaba por una botella de agua. Es más, como no me atendiesen, le bajaba los pantalones al primer camarero que pillase y le metía el vaso por...

  • Olvídalo, y prueba estas croquetas - le dijo Óscar, apaciguador.

  • Estos tipos en verdad tienen que aprender a cocinar, y echan a sus comistrajos sustancias que ni siquiera yo soy capaz de identificar, pero la verdad es que he llegado a comer cosas mucho peores - manifestó ella mientras saboreaba una de las croquetas, que Óscar le acercó a la boca pinchada en su tenedor.

  • Ten en cuenta que hacen comida para mucha gente - le dijo él, usando el mismo tenedor para pinchar otra.

  • Eso no debería ser excusa para... - comenzó ella, cortándose de pronto.

  • ¿ Pasa algo ?

  • Los tipos de las mesas de al lado - le dijo ella, tomando un trago de agua de su cada vez más vacío vaso y rellenándolo de inmediato con lo que quedaba en la botella ( realmente le urgía quitarse cuanto antes aquel abominable sabor de la boca, y agradeció que Óscar, previsor, hubiese pedido otra botella ), apartando mientras lo hacía, con nada disimulado asco, el fatídico refresco - Mírales si quieres, pero sólo a través de tu cuerpo astral. Algo me dice que se han dado cuenta de que hay algo entre nosotros.

Óscar proyectó muy brevemente su cuerpo astral, echando un rápido vistazo al local. Era de forma rectangular, de quizá ocho por veinte metros, y la puerta de entrada estaba en uno de los extremos más estrechos. El amplio mostrador ocupaba la mitad de uno de los más largos, estando aproximadamente centrado, y los servicios se ubicaban en el fondo, no muy lejos de donde ellos estaban. La pared que había frente a la del mostrador estaba parcialmente acristalada, viéndose desde ella la calle, cosa también aplicable a aquella donde se encontraba la puerta. Sin embargo, en la primera los cristales sólo se prolongaban por espacio de unos seis metros, siendo el resto de ladrillo. Óscar se había colocado de espaldas al mostrador, y Ciríe de espaldas a la pared. Sólo dos mesas les separaban del baño, y en una de ellas se encontraba la anodina pareja en la que Ciríe se había fijado antes, la de los refrescos de cola: la otra mesa, por el momento, estaba vacía.

Justo en la otra dirección, había un nutrido grupo de extranjeros, habiendo unificado los camareros cuatro mesas para ellos a fin de darles cabida ( tenían forma cuadrada ). Eran nada menos que catorce, entre ellos tan sólo tres mujeres, y rondarían los veinticinco de media. Algunos de ellos les miraban suspicaces, aunque no ofendidos, y, creedores de que no se les entendía, hablaban libremente de pedofilia.

  • Ostras, si les entiendo - musitó incrédulo Óscar.

  • Toma, claro. Como que somos multilingues ( para ser más precisos, omnilingues ).

  • ¿ Así, por las buenas ? ¿ Sin necesidad de estudiar antes ningún idioma ?

  • Ya me dirás las ocasiones que tuve para aprender el tuyo, mientras estaba encerrada en la maldita piedra aquella.

  • Vaya, ni se me había pasado por la cabeza - reconoció él - Como sigas saliéndome con ese tipo de cosas, voy a tener que empezar a anotar nuestros poderes.

  • Ya será menos - le dijo ella, incapaz de resistirse a la tentación de acercarle una croqueta a la boca, en esta ocasión con la mano, lo que les valió nuevas miradas - A fin de cuentas, ya conoces la mayoría... excluyendo, claro, los que se originan en nuestros mágicos frutos.

  • Oye, aquí falla algo - observó entonces él - Les entiendo a la perfección, salvo quizá algunos términos muy rebuscados ( cuyo significado, en cualquier caso, siempre intuyo ), pero me veo incapaz de formular frases en su idioma. ¿ Cómo es eso ?

  • El don de entender cualquier idioma ( bueno, en realidad sólo aquellos que sean utilizados de forma habitual por cuánto menos mil personas, y de aparición natural ), se despierta en nosotros a muy tierna edad, pero no ocurre lo mismo con la capacidad de expresarnos en ellos, que ha de ser activada en nosotros por alguien de mayor categoría.

  • En ese caso, ¿ quién me la activará a mí ?

  • Me temo que sólo podría hacerlo nuestra querida señora, y le es imposible acceder en persona a este mundo. Deberás prescindir de esa faceta de tu don de lenguas, mi amor, y bien que lo siento.

  • Volviendo a lo de antes, ¿ por qué mil personas, y a qué te refieres con eso de la aparición natural ?

  • Afrodita impuso esa limitación a fin de que no pudiésemos manejar espontáneamente lenguajes secretos, los cuales comúnmente son empleados por muy poca gente, siendo además creados artificialmente, que no resultado de la lenta evolución de cualquier otro.

  • Déjame adivinar: en caso contrario, algún diosecillo del montón podría haberse ofendido, poniendo en un compromiso a Afrodita.

  • Eso es. Oye, ¿ qué te parece si nos divertimos un poco ?

  • ¿ Qué me propones ?

  • Calentar a esos extranjeros y prostituirme luego con todos ellos, mientras tú disfrutas del espectáculo - le dijo ella, plantado un pie en su miembro. Óscar, cuya visión periférica era notablemente superior a la que tenía cuando era humano, no tuvo necesidad de mover siquiera los ojos para ver la reacción de los de la mesa ( aunque de todos modos les habría oído ).

  • Correríamos un grave riesgo. ¿ Y si nos denuncian ?

  • ¿ Quién les iba a creer, o siquiera entender ? Quizá tú no hayas estado atento a lo que decían antes, pero yo sí ( si no mucho, sí lo suficiente como para averiguar que sólo dos de ellos hablan español, y terriblemente mal ).

  • Vale, por ellos quizá no hubiera problema, pero resulta que no son los únicos clientes que hay en este establecimiento.

  • Sólo me verán ellos, no olvides nuestros poderes lumínicos.

  • Si sacas las alas lumínicas, armarás un revuelo.

  • No si lo hago dentro de la camisa. De todos modos, quizá deba ocuparme antes de un pequeño detalle.

  • ¿ De cuál ?

  • ¿ No te sientes observado ?

  • Pues sí, por ellos.

  • ¿ Nos mira en este momento alguien más ? No mires, ni física ni astralmente.

  • ¿ Cómo quieres entonces que lo sepa ?

  • Somos omnisexuales, nunca se te olvide. Por consiguiente, una de nuestras muchas facetas es el exhibicionismo.

  • ¿ Y qué si lo es ?

  • Que sabemos cuándo se nos está mirando, o escuchando: eso lo hace todo mucho más interesante.

  • Joder, otro poder más, y nada que ver con las frutas. ¿ Quedan muchos de esos ?

  • Tan sólo dos, y mañana mismo sabrás de ellos.

  • ¿ No me vas a dar alguna pista ?

  • Uno de ellos está relacionado con nuestro cerumen ( el cual te recomiendo no dar a probar a nadie ), y del otro ya conoces muchos y muy relevantes indicios. No te diré más por el momento. Y, ahora, dejar fluir tu percepción exhibicionista, mientras te sigo acariciando con el pie ( cuando hacemos cosas de índole sexual, el sentido en cuestión se agudiza notablemente, y no es de extrañar, pues para eso precisamente nos dotó de él Afrodita ).

  • Nos está mirando la pareja de al lado, pero sin llegar a ver lo que me estás haciendo: tan sólo, se preguntan por qué nos miran tanto los turistas esos, e incluso han llegado a preguntarse si no será a ellos a quienes miran ( reconozco que esto último se lo he oído cuchichear a ella ).

  • Vas bien. ¿ Quién más ?

  • Noto la mirada intermitente de uno de los camareros.

  • Sí. ¿ Quién más ?

  • Alguien más nos está mirando, dos mesas más allá de los extranjeros, o al menos eso calculo. Mujer, bien entrada en los cuarenta, y quizá un poco necesitada de sexo - no bien dijo eso, se quedó mirando a Ciríe, que asintió sonriente, sin dejar de trabajarle.

  • Veo que por fin te has dado cuenta. No sólo notamos si nos están viendo u oyendo, si no que también captamos cierta información personal de quienes lo hacen.

  • ¡ Eh, ahora entiendo por qué te tocaste cuando llamó antes Alicia ! ¡ Querías recabar información de ella !

  • Exacto. Fue por ello que respiré tan escandalosamente mientras me acariciaba: si ella no captaba nada de mí, yo no habría podido captar nada de ella ( creo que estuvo a un tris de preguntarte si estabas con alguien ).

  • Y, ¿ sacaste algo en claro ?

  • Bueno, no estoy acostumbrada a usar como conducto de nuestra percepción exhibicionista uno de esos trastos, de modo que podría equivocarme, pero... - comenzó ella, incapaz de seguir.

  • No te andes con rodeos.

  • O mucho me equivoco, o tu mujer te ama: siempre lo hizo, al igual que tu hija - le soltó de pronto ella - Es más, diría que con ellas había otras dos personas que también te quieren mucho. Incluso juraría que, si estaban diciéndote todas aquellas pamplinas, era porque pensaban que alguien ( sospecho que tu suegra ), les estaba escuchando ( antes de que me lo preguntes, de esto último no estoy demasiado segura ).

  • Perdóname, Ciríe, pero, tras todo lo que me ha pasado, no puedo aceptar de buenas a primeras que esas dos desalmadas me quieran. Además, no sé a ti, pero a mí el adulterio no me parece precisamente una muestra de amor.

  • Lo entiendo...

  • En cuanto a nuestra percepción exhibicionista, ¿ tiene algo que ver con nuestra telepatía ? - le preguntó él, tras una pausa que a ambos se les hizo un tanto molesta.

  • Sí, pero opera de forma autónoma. Venga, olvidemos por el momento la llamada de tu mujer y sigamos entrenando la tuya: además de toda esa gente, ¿ notas sobre nosotros alguna mirada más ?

  • No.

  • Concéntrate más.

  • ¿ Qué he de buscar ?

  • Una mirada fija e incansable, fría como el hielo e indiferente como la brisa.

  • Tienes razón, alguien nos está mirando sin cesar desde algún lugar - reconoció enseguida él, relegando finalmente a un segundo plano lo que le había dicho Ciríe acerca de Alicia - ¿ Alguien con un solo ojo, quizá ?

  • Podría decirse que sí. ¿ Desde dónde nos mira ?

  • No sé, parece estar en dos lugares a la vez. Por un lado le noto en el techo, cosa absurda, y, por otro, en algún punto detrás de la pared que hay al lado del mostrador.

  • Mírale, pero como haciéndote el despistado - le invitó Ciríe.

  • ¡ Una maldita cámara de vídeo ! - se asombró Óscar, tras averiguar de dónde venía tan desapasionada, pero pese a ello inextinguible, mirada.

  • Eso es.

  • Con razón la detecté como tuerta, siendo incapaz de determinar el sexo, o incluso si era o no humana. Me pregunto qué habrá en el otro lugar donde estoy percibiendo su, mm... mirada.

  • Compruébalo astralmente - le invitó ella.

  • Claro, se trata del magnetoscopio donde está quedando registrado todo. Menos mal que no tiene el ángulo necesario para captar tus manejos, me refiero a la cámara de seguridad.

  • Voy a cegarla, usando mi poder de control de líquidos, con unas cuantas gotas de este pésimo simulacro de tomate frito - le dijo ella, señalando el frasco del ketchup.

  • Alguien podría darse cuenta.

  • No si las hago momentáneamente invisibles, devolviéndolas a su estado normal una vez hayan pringado su ojo.

  • Se llama objetivo.

  • Gracias ( como ves, nuestro control instintivo de los idiomas que nos son ajenos no es absoluto, escapándosenos ocasionalmente algunos términos, si bien pocos ).

  • Un curioso menos - dijo Óscar no bien la cámara quedó cegada, cosa que ambos percibieron claramente - ¿ Y ahora ?

  • Ahora, mi amor, hazte crecer el rabo, de modo que se te vea enorme pero sin llegar a lo grotesco ( siempre en términos meramente humanos ), pues te lo voy a comer - le dijo ella, metiéndose bajo la mesa y empezando a frotar con descaro sus carrillos contra el creciente bulto, todo ello mirando con impudicia a los ocupantes de la mesa contigua, que siguieron la operación incrédulos.

  • Aún no me has explicado cómo vas a arreglártelas para que nadie más te vea - le dijo vibratoriamente él.

  • A poco que te fijes, te darás cuenta de que sólo estoy a la vista de ellos.

  • Hay un breve tramo de pasillo desde el que también podría vérsete.

  • Estoy generando una imagen de la mesa y parte de la pared, de modo que no se me puede ver desde ese ángulo.

  • Cierto, noto actuar a nuestro alrededor tus poderes lumínicos. ¿ Te molestan las alas ?

  • No, me las he enrollado en torno al tórax conforme las extraía. Y ahora, mi amor, a gozar.

Óscar se alegró de estar mirando hacia la pared, pues de otro modo alguien podría haber notado algo raro en su expresión. Siguiendo las recomendaciones de Ciríe, llamó a uno de los camareros, pidiendo un par de perritos calientes. Los turistas no podían creerse que el camarero no estuviera viendo lo que ocurría, aunque en realidad así era, gracias a las imágenes que Ciríe estaba generando. La mamada fue brutal, pero Óscar logró que nadie se diera cuenta ( aparte de sus espectadores , por supuesto ), y Ciríe, que había reservado en su boca buena parte del esperma, se subió con naturalidad a la silla y dejó que rebosara de sus labios, condimentándose con él uno de los dos perritos ( a todo esto, Óscar seguía teniendo el miembro fuera, perfectamente visible para aquel anonadado grupo de extranjeros, ya que aún no habían colocado el mantel ). Descubrió que le gustaba muchísimo exhibirse de aquel modo, cosa que jamás habría hecho cuando era humano.

Ciríe saboreó con lascivia el perrito, sin privarse de dirigir miradas cargadas de lujuria a quienes ya sabemos, e incluso le dio un par de mordiscos a Óscar, que aceptó gustoso, mirando también hacia allá y permitiéndose guiñar un ojo a una de las jóvenes, la más sofocada de las tres ( como es de suponer, sólo algunos de los turistas podían ver con facilidad lo que estaba ocurriendo, y hacían de comentaristas a los demás, que a veces se atrevían a girarse para echar un vistazo, comprobando la veracidad de lo que se les decía ).

  • Dios, qué salchicha tiene ese cabrón - murmuraba una de las mujeres.

  • ¿ Cómo puede ser tan guarra esa cría ? - decía uno de los hombres, entre asombrado y cachondo.

Pronto pasaron al siguiente número de la función: Ciríe puso el pie derecho en el muslo izquierdo de Óscar, y éste le quitó el zapato, dejándolo sobre la mesa ( lo tapó con una de las servilletas de papel, tras extenderla convenientemente ). Óscar se preguntó si en lo sucesivo no debería comprarle calzado que resultara más fácil de quitar, habida cuenta la de veces que era preciso descalzar a Ciríe para tener acceso a sus preciosos y hábiles pies, aunque los segundos que luchó contra el pequeño e inoportuno zapato se le antojaron deliciosos.

Naturalmente, Óscar enseguida disfrutaba de un estupendo pajote. Cuando se derramó en su pie, Ciríe se aseguró de que no gotease, por medio de su poder de control de fluidos ( Óscar no tuvo ningún inconveniente en que manejase su esperma ), y se quitó el calcetín, escurriéndolo con disimulo sobre las croquetas que quedaban ( lo dejó seco, también a través de dicho poder ).

Sus espectadores, que para seguir allí sin levantar sospechas habían decidido prolongar su cena, pidiendo más cosas, estaban poniéndose enfermos de deseo ( incluso los que no veían gran cosa ), y Óscar, saludándoles casualmente, se llevó una de las croquetas a la boca, deglutiéndola con descaro. Entonces, señaló el bote de la mostaza y les sonrió, entregándoselo a Ciríe... que se volvió a escabullir debajo de la mesa, alzándose la falda y quitándose las bragas, que también entregó a Óscar ( él se las canjeó por su zapato, que no perdió tiempo en ponerse, cosa que ya había hecho con el calcetín ). Tras simular que el bote era un falo ( a base de lamerlo con gula ), la deluyrei les guiñó, dándose la vuelta y clavándoselo en el culo de forma que todos pudieran verlo ( lo hizo con parsimonia, casi como si le estuviera costando algún esfuerzo ).

Ya iba siendo hora de pasar a asuntos más serios, de modo que Ciríe indujo telepáticamente a uno de los turistas a levantarse hacia el servicio, a fin de masturbarse ( en realidad no tuvo que esforzarse mucho, pues, por lo que pudo captar de su mente, ya estaba considerando esa posibilidad desde hacía un rato ). Como es de suponer, Ciríe se levantó cuando estaba pasando a su lado, haciendo como que se dirigía al baño de mujeres... pero entrando en el de hombres ( a fin de que nadie se diese cuenta, Óscar usó su poder vibratorio, simulando con tanta pericia el frenazo de un coche en la calle que todos se volvieron a mirar: aún así, dos de los extranjeros consiguieron ver por el rabillo del ojo cómo Ciríe se colaba en el reservado para hombres, contándoselo de inmediato a los demás ).

Casi un cuarto de hora después, Ciríe salía del cuarto de baño, previa distracción que en esta ocasión se encargó de crear ella misma, por supuesto también vibratoriamente ( sonó como un cuerno de caza, proviniendo también de la calle - ésta quedaba dentro del modesto alcance de sus poderes vibratorios -, pero, una vez más, todos cayeron en el engaño ). Al poco salió el hombre... temblando, sudando, y con la ropa visiblemente desordenada. Óscar, que había seguido astralmente parte del servicio ( valga el juego de palabras ), felicitó a Ciríe por su habilidad.

  • ¿ Has localizado un lugar apto por aquí cerca, o me los cepillo a todos en este local ? - la preguntó ella mientras se sentaba, sin privarse de lanzarle un beso al abochornado pero en extremo satisfecho cliente, que fue acosado a preguntas no bien se reunió con el resto del grupo... haciendo, por sugestión telepática de la deluyrei, una excelente publicidad a su favor ( para lo cual sólo tuvo que decir la verdad ).

  • ¿ Cuánto le has sacado ?

  • Diez euros, pero ya le he avisado de que esa es la tarifa reducida, y sólo a modo de oferta.

  • ¿ Picará alguno ?

  • Como mínimo lo harán tres, pero el resto quiere mirar... de modo que sin duda también caerán. Y aún no has contestado a mi pregunta...

  • Perdona, nena, se me fue la cabeza. He encontrado algo, sí, pero me da no sé qué proponerlo como lugar en el que realizar una orgía, y menos aún considerando que...

  • ¿ Está vacío ? - le cortó ella.

  • A estas horas, sí. Se trata de un templo.

  • ¿ Cristiano ?

  • Pues sí.

  • ¡ Perfecto ! Iluminaremos el local de marras con la bendita y armoniosa luz del placer carnal, a fin de mitigar los impíos y sacrílegos efluvios con los que suele emponzoñar todo lo que toca esa secta pagana y dañina.

  • Joder, no sabía que les tuvieses tanta tirria a los curas.

  • ¿ Cómo no iba a tenérsela ? ¡ Fueron ellos quienes, a las órdenes de Khali, que se hizo pasar por el tal Jesús, acabaron con nuestra especie en este mundo ! Grandes han sido sus crímenes, y la ignorancia no siempre es eximente. Deberían haber comprendido que el inexistente dios al que adoran, siendo como ellos dicen puro amor, jamás habría exigido el exterminio indiscriminado de una especie que se caracteriza, entre otras cosas, por no hacer jamás daño al que es recto de corazón.

  • Pues a la iglesia todo el mundo, que vamos a exorcizarla con nuestro semen bendito - bromeó Óscar, pidiendo la cuenta.

  • O con mostaza - rió ella, cogiendo sus bragas y metiéndoselas en un bolsillo del vestido ( Óscar las había ocultado bajo la misma servilleta donde antes escondiera el zapato ).

  • ¿ Y eso ?

  • Le he regalado el bote que me había clavado en el culo al tipo ese, como recuerdo, y piensa llevárselo consigo, pues lo ha metido disimuladamente en el bolso de una de las mujeres, naturalmente con su consentimiento.

  • Sí, veo que ellos también están recogiéndose. ¿ Estás segura de que nos seguirán ?

  • Por supuesto.

Efectivamente, el grupo de turistas les siguió, manteniendo una distancia prudente, y, mientras se iban acercando a la iglesia, Ciríe no pudo resistirse a la tentación de alzarse la falda alguna que otra vez, cuando sólo los turistas podían verle, a fin de exhibir su desnudez. Al poco, Óscar le dijo a Ciríe:

  • Voy a irme, pues tengo un asunto que atender. Crea una imagen de mí.

  • Marchando otra vez un par de alas lumínicas - suspiró ella, en realidad nada molesta ( pero sí intrigada ) - ¿ Se puede saber de qué se trata ?

  • Es una sorpresa. Vamos a castigar a un maleante con el que me tropecé casualmente cuando buscaba el lugar apropiado, y de una forma muy especial. Ya le di un buen susto, presentándome astralmente ante él, pero ahora remataré la faena. Te gustará, de eso no me cabe la menor duda.

  • Dime antes cómo se va al edificio ese.

Él se lo explicó, desapareciendo acto seguido ( Ciríe superpuso la imagen que había creado de Óscar al propio Óscar, de modo que, cuando éste se teletransportó, nadie se dio cuenta ). Unos cuatro minutos después, y estando Ciríe ya a tan sólo una manzana de la iglesia, Óscar reapareció, dentro de su propia imagen, que ella desvaneció ( momento en el que replegó sus alas lumínicas ).

  • Sí que has tardado.

  • Va a ser delicioso, ya verás. Alguien nos va a filmar con mi cámara, y a tal fin le he vuelto invisible.

  • Probablemente se tropiece.

  • Ya he pensado en eso: he dejado visibles sus zapatos, de ese modo sabrá en todo momento dónde tiene los pies.

  • Excelente idea, pero podrían vérselos.

  • No si permanece detrás de los bancos. Tú tan sólo haz como si no te dieras cuenta de su presencia.

  • ¿ Has hecho invisible también la cámara ?

  • Sí, pero sólo en parte, pues ignoro si será capaz de captar imágenes cuando la luz le atraviesa limpiamente. Nosotros lo hacemos, pero es que nosotros somos muy especiales.

  • ¿ Qué has dejado visible ?

  • La parte de la óptica. Dado que son sólo lentes, y el sensor, un humano posiblemente no lo vea... sobre todo, teniendo en cuenta que el tipo se situará entre un grupo de bancos especialmente sombrío que hay - entonces, haciendo una mueca de disgusto, añadió - Maldición, acabo de caer en la cuenta de que está cerrado. ¿ Cómo hacemos para que entren ?

  • Fuerza la cerradura. No creo que haya puerta en este mundo que no seas capaz de echar abajo.

  • Tú no has visto las de las bóvedas de los bancos.

  • La cerradura parece muy sencilla - le dijo ella, cuando estuvieron a la altura de la puerta - La abriré con el pelo.

  • ¿ Con el pelo, has dicho ?

  • Que yo recuerde, ya te conté que lo podíamos mover - le dijo ella, introduciendo un mechón en el ojo de la cerradura, que giró de inmediato. No bastó para abrir la puerta, y un fugaz desdoblamiento astral les reveló que tenía un pasador por dentro, de modo que bastó con retorcer un poco más el cabello y tirar del mismo. La puerta crujía, y mucho, pero nadie oyó nada gracias a sus poderes vibratorios.

  • Estos no entran - observó Óscar, desanimado.

  • Incitaré telepáticamente a los que están más dispuestos, entre ellos mi anterior cliente. Oh, y esto está muy oscuro, al menos para ellos, de modo que dale a la luz.

  • Hablando de luz, me pregunto cómo habría reaccionado tu primer cliente si no te hubieses quitado las alas lumínicas antes de desnudarte por completo, a fin de que pudiera comprobar el magnífico género que tenía ante él.

  • Se le habrían salido los ojos de las órbitas - rió ella - Y, ya que salió el tema, ¿ qué te parece si me vuelvo a quedar completamente en pelotas ?

  • Precisamente te lo iba a proponer, preciosa - le dijo él, acercándose a uno de los interruptores generales, que ya tenía localizados ( no en vano antes lo había accionado, a fin de elegir el lugar donde habría de esconderse su compinche ), y pulsándolo.

Justo en aquel momento, tres de sus potenciales clientes se dirigieron a la puerta, perdiéndose bajo ella, y los demás de inmediato les siguieron, reticentes pero intrigados. Óscar cerró la puerta tras ellos, sin mediar palabra ( de todos modos, no le habrían comprendido ), y echó el pasador. Ciríe, no muy lejos del altar, había empezado a desnudarse. El eco del templo imponía un poco, de modo que Óscar lo suprimió, evitando que el sonido se reflejase en las paredes ( así, de paso, evitaban ser oídos... salvo por el párroco, que, invisible por obra de Óscar, les estaba filmando desde que entraron ).

Todos observaron cómo la deluyrei se desnudaba, mientras Óscar se acomodaba en uno de los bancos de la primera fila, y entonces ella les empezó a hablar en su idioma ( alemán, comprendió de pronto él ). La conversación fue más o menos la siguiente:

  • Supongo que mi anterior cliente les ha puesto al tanto de la exquisitez de los servicios que ofrezco, así como de mis tarifas.

  • No me creo que una simple niña haga esas cosas, y menos con tal pericia - le dijo uno de los alemanes, un rubio algo obeso ( aunque no en exceso ), que era el segundo más alto del grupo.

  • No soy una niña, soy una puta, y en lo sucesivo se dirigirán a mí con ese lindo apelativo - les amonestó cariñosamente ella, y todos se dirigieron miradas de sorpresa, no pudiendo muchos de ellos evitar mirar de refilón a Óscar, que se tocaba el importante bulto que se marcaba en su pantalón sin pudor - Y ahora, voy a demostrarle lo bien que hago mi trabajo, para satisfacción de ambos. No tema, la primera comida será gratis...

Cinco minutos después, el rubio se corría en la boca de Ciríe, evidenciando un gran placer. Casi se cayó al suelo, pues insistió en permanecer de pie, pero ella se aferró a sus piernas y le mantuvo erecto ( a él, y a su miembro ).

  • No me lo puedo creer - dijo el tipo, con la respiración aún entrecortada - Esta mocosa me ha hecho la mejor mamada de mi vida, y con diferencia. Ni siquiera haciendo el amor me lo había pasado tan bien.

  • No soy una mocosa, soy una puta - le regañó Ciríe, en un incitante tono que les puso a todos los pelos de gallina - Y ahora, míreme a la boca, pues quiero que vea lo que hago con su rico esperma.

  • ¡ Pero si lo tiene aún dentro ! - se asombró una de las mujeres, aquella a la que Óscar guiñó un ojo.

  • Menuda corrida le has echado, está claro que te ha ordeñado a conciencia - le dijo al rubio, con aire confidencial, otro de los turistas, llegando incluso a darle un codazo cargado de complicidad.

  • ¿ Han visto todos con qué placer me la tragué ? - les dijo Ciríe, tras deglutir aparatosa y lascivamente, mostrándoles una vez más la boca, ahora vacía - Eso mismo haré con el semen de los demás, y naturalmente también con los flujos vaginales - esto último lo dijo mientras lanzaba una lujuriosa mirada a las tres mujeres.

  • ¿ También te lo haces con mujeres ? - se sorprendió otra de ellas.

  • Naturalmente. Como almejas como ninguna zorra, y por supuesto también culos.

  • Joder, eso hay que verlo - dijo otro de los turistas, dirigiéndose a la mujer que acabada de hablar y diciéndole - ¿ No se supone que eres bisexual ?

  • Pues sí, pero... ¡ es una niña !

  • ¡ Les he dicho que no me llamen eso ! - le reprendió Ciríe, acercándose con coquetería a ella y diciéndole - Bájese los pantalones, señorita, y quítese el cinturón.

  • ¿ Para qué quieres el cinturón ?

  • Voy a comerle el coño, gratis, y voy a hacer que se corra como jamás lo ha hecho. Si no lo consigo, habré de recibir veinte golpes con el cinturón, en nalgas y espalda. Además, cada minuto que transcurra, exijo dos golpes como castigo por mi tardanza.

  • ¡ Estás loca, niña !

  • Y usted, ¿ acaso es frígida, o tan sólo es una cobarde ?

  • ¡ Te vas a enterar, sabihonda ! - se molestó ella, aflojándose de inmediato el cinturón - ¡ Acepto, pero te advierto que no soy de orgasmo fácil !

  • Me gustan los retos, nena.

  • Joder, esto es demasiado... - se quejó alguien.

  • Pues no hemos hecho nada más que empezar - les advirtió Ciríe - Y los golpes, que sean fuertes, ¿ de acuerdo ? Mi maromo les irá diciendo cuando han de descargarlos, chasqueando los dedos, para que no tengan que molestarse siquiera en mirar al reloj.

  • ¿ Los quieres con la hebilla ? - le preguntó el que haría de verdugo, un tipo no muy alto pero sin duda el más fornido del grupo.

  • No, dejaremos eso para más tarde, si ha lugar. Estréneme con un buen par de zurriagazos, no sea tímido, antes de que empiece a comerme el coño de su amiga.

  • ¿ Tal que así ? - le dijo él, dándole un correazo de prueba ( hubo a quienes les dolió tan sólo el oírlo ).

  • Mm, no está del todo mal - dijo ella, para sorpresa de todos, exceptuando a Óscar ( era evidente que hubo quienes pensaron que tras aquel trallazo se pondría a llorar ) - De momento así mismo valdrán, mi apuesto verdugo. Por cierto, ¿ no se le está olvidando el otro ?

  • ¡ Toma ! - gruñió el tipo, dándole uno aún más potente.

  • Ay, ese sí que me ha dolido un poco - se quejó ella - No tan fuertes, si no le importa, que quiero tener mi culo en forma, por si alguien desea taladrármelo. Y ahora, comenzaré a comerme el fragante coño que esta señorita ha tenido a bien ofrecerme...

La mujer se corrió en apenas cinco minutos, entre grandes aspavientos, lo que le supuso a Ciríe diez latigazos, contando los del principio ( Óscar chascó los dedos con puntualidad, reloj en mano ). Cuando se serenó, le dijo:

  • Esto es increíble, creí morirme de placer. Jamás me lo habían comido tan fenomenalmente. En verdad eres una puta.

  • Por fin alguien lo asume - se halagó Ciríe - Como recompensa por decir tan bellas palabras, le voy a hacer una demostración gratuita de otra de mis especialidades.

  • ¿ De qué se trata ?

  • Ponga su trasero contra mi cara, y enseguida lo averiguará.

  • ¡ No fastidies ! - se extrañó alguien - ¿ Le vas a comer el culo ?

  • Naturalmente. Por si a alguien le interesa saberlo, cobro lo mismo por ello que por una mamada, concretamente quince euros, e incluyo estimulación genital manual, sea o no está precisa para alcanzar el orgasmo, cuyos flujos degluto en ambos casos, y con nada fingido deleite, por un extra de tres euros.

  • Mucho dinero es eso - se quejó alguien.

  • Que sea su amiga quien lo juzgue, después de probarlo - le dijo Ciríe, asaltando sin más demora el trasero de la mujer, que lo puso a su alcance no sin cierto recelo. Pronto empezó a gemir, incapaz de creerse que aquello fuera tan grato... y lamentándose de no haberlo probado jamás.

  • ¡ Ha sido fantástico ! - ronroneó ella, mientras se recuperaba del orgasmo, temblando aún como un flan.

  • Le recomiendo que se siente, pues después de tanta acción precisará de un descanso - le dijo Ciríe, llevándole dulcemente de una mano al banco más próximo y diciéndole al oído, aunque asegurándose de que todos le oyesen - Su ojete sabía vagamente a esperma, veo que recibe de vez en cuando trancas por él: lo he encontrado delicioso, créame.

  • Quiero otra mamada - le dijo su primer cliente cuando se volvió hacia donde estaba, junto a los demás.

  • ¿ Ya la tiene otra vez dura ? - se interesó ella, palpándole la entrepierna y asintiendo para sí, con aprobación.

  • Ya has visto que sí, puta.

  • ¿ Asume la tarifa de quince euros ?

  • Si me lo haces tan fenomenalmente como antes, sí - le dijo él, sacándose la billetera.

  • ¿ Qué hace ?

  • Pagarte.

  • No admito pagos por adelantado. Me pagarán cuando hayan disfrutado de mis servicios, no antes. Por cierto, mi culo también está a disposición del personal.

  • ¿ Es cierto que te metiste el bote de mostaza en él ? - le preguntó uno de los pocos que no había podido verlo.

  • Métame el puño, si lo desea, a fin de comprobar su elasticidad. No tema, es gratis, y puedo asegurarle que no me dolerá.

  • ¿ Os habéis fijado ? - dijo el individuo poco después - ¡ Le he metido el puño, y ni ha pestañeado !

  • Además, lo tiene muy limpio - apreció otro - ¿ Cuánto dices que cobras porque te jodan por él, puta ?

  • Cobro doce euros por que me jodan por él, y quince por joder con él.

  • ¿ Qué diferencia hay ?

  • Cuando me lo perforan, sin más, apenas colaboro, no más de lo justo para facilitar el orgasmo. Cuando hago el amor con él, soy yo la que hace todo el trabajo, asegurando un orgasmo de superior categoría. Y ahora, si me disculpan, tengo una tranca de la que encargarme.

  • Quiero que me hagas el amor con él - le dijo alguien, metiéndole sin más dilación el rabo.

  • Buena elección, caballero. Agárreme con fuerza de las caderas, pero procure no moverse demasiado, o no recibirá tanto placer como es debido, y no me quedará más remedio que cobrarle tan sólo doce euros, a fin de que no se sienta estafado.

El hombre hizo todo lo que pudo por no moverse, no más de lo imprescindible, y se alegró de hacerlo, pues cuando terminó reconoció, jadeante:

  • No me lo puedo creer. Este ha sido el mejor orgasmo de mi vida. Esta puta sabe como ninguna lo que se hace.

  • ¡ Yo también me corro ! - gimió el del servicio oral.

  • Como pueden apreciar, caballeros y señoritas, de nuevo estoy libre. ¿ Algún servicio más ? Les advierto que con mis manos y pies también hago excelentes trabajos, aunque naturalmente cobro bastante menos por ello, tan sólo seis euros y medio.

  • Ya fuimos testigos de ello - le dijo alguien, mirando a Óscar, que se acababa de sacar el miembro, manipulándoselo con parsimonia, hecho que suscitó el interés de algunos de los presentes.

  • ¿ Tu socio también hace algún tipo de servicios ? - le preguntó una de las mujeres, la que recibió el guiño de Óscar, sin poder evitar sonrojarse ( parecía algo tímida, pero saltaba a la vista que se estaba derritiendo de deseo, aunque no por Ciríe, claro, si no por su silencioso y apuesto colega ).

  • Mi socio es un amante fenomenal, con un cuerpo realmente escultural y apetitoso, pero lamento informarles que jamás se ha prostituido.

  • Cualquiera diría que te lo haces con él - comentó otra de las mujeres.

  • Así es, y a decir verdad él es el único macho que me satisface plenamente, pudiendo correrse decenas de veces seguidas sin que se le baje la tranca, o no significativamente. Un auténtico prodigio de la naturaleza, créanme.

  • ¡ Pamplinas ! - exclamó la anterior mujer - ¡ Nadie en el mundo puede correrse decenas de veces sin perder entremedias la erección !

  • Quizá debamos hacer una demostración - dijo ella, dirigiéndose a Óscar y diciéndole - ¿ Qué te parece, cariño ?

  • Nos llevaría un buen rato - le dijo él, evidentemente en castellano.

  • Cierto, pero no podemos permitir que esta incrédula dude de tu inextinguible virilidad - le dijo ella, en alemán - No sé tú, pero yo me siento muy herida. Además, llevo demasiado tiempo sin catar tu cosita, y mi voraz ojete empieza a añorarla terriblemente.

  • ¿ Te mete ese trasto por el culo ? - se interesó la mujer - ¡ Pero, si es enorme !

  • Le recuerdo que el bote de mostaza era más gordo, y lo encajé sin problemas.

  • ¡ Quizá fuera más grueso, pero su tranca es mucho más larga ! - insistió ella.

  • Aun así, me la mete entera.

  • Eso habría que verlo - dijo uno de los hombres que aún no había hablado, que tanto Óscar como Ciríe, pero sobre todo ella, gracias a su penetrante intuición deluyrei, habían detectado rato atrás como homosexual, y declarado.

  • Y tanto que lo van a ver - dijo Óscar, acercándose decidido al grupo.

  • ¿ Entiendes el alemán ? - se interesó en el citado idioma otro de los hombres ( uno de los dos, junto a la mujer que se había sentido especialmente atraída por Óscar, que chapurreaban el castellano ).

  • A la perfección, si bien me veo por completo incapaz de hablarlo - repuso él.

  • Eso sí que es raro - dijo la mujer, tras rumiar en silencio la frase y traducirla para sí.

  • Quizá, pero es lo que hay, señorita - repuso Óscar, a la altura ya de todos - Y ahora, con el permiso de todos los presentes, usted incluida, voy a penetrar rectalmente a mi socia y amante.

Sin más preámbulos, cogió a Ciríe de las caderas, alzándole como si se tratara de un muñeco, y le dejó caer sobre su tranca, que entró limpiamente. Le hizo el amor de pie, cambiando ocasionalmente de postura ( pero ella siempre en volandas ), y cuando Ciríe se corrió le puso a cuatro patas, con el ano bien abierto, y se valió de sus manos para terminar, apuntando al palpitante agujero, que regó abundantemente. Apenas diez segundos después, y como de costumbre sin perder la erección, volvió a metérsela, repitiendo la operación, esta vez con ella de rodillas.

  • Les recuerdo que tengo un orificio libre - dijo Ciríe no bien encajó la tranca, con una cara de vicio que hizo estremecerse a sus cachondos espectadores - ¿ Alguien desea usar mi boca ?

  • ¡ Quiero una comida de culo ! - dijo el tipo que le había atizado con el cinturón, bajándose los pantalones.

  • ¿ Ha probado esto antes, caballero ? - le preguntó Cirie con ternura.

  • ¡ No puta, tú serás la primera !

  • Excelente - dijo ella, recreándose con el trasero del nuevo cliente por unos instantes, antes de lanzarse a por él - Mm, lo tiene muy peludo, pero bastante limpio pese a ello. Ambos lo disfrutaremos.

  • ¡ Calla, puta, y haz tu trabajo ! - le espetó él, dando un respingo cuando ella empezó a lamerle, acariciando con eficacia su inflamado miembro.

Le duró menos que Óscar, y se apartó de ella tambaleante, diciendo:

  • ¡ Ha sido la hostia ! ¡ Qué gusto me ha dado esta zorra !

  • Es un placer saber que haces bien tu trabajo - apreció ella, corriéndose segundos después y diciéndole a Óscar - ¿ Te queda mucho, cariño ?

  • No, nena, enseguida me corro - repuso él, desenterrando el miembro y volviendo a acabar con la mano, echándolo todo una vez más dentro del recto de Ciríe - Y ahora, quiero tu boca.

  • Tuya es, tesoro. ¿ Te la chupo, o prefieres encargarte tú de todo ?

  • De momento encárgate tú, ya habrá tiempo para lo otro.

  • Muy bien - le dijo ella, dándose la vuela, aún de rodillas, y aproximándose a gatas a Óscar, que se había sentado en uno de los bancos delanteros ( el mismo donde, dos metros a la derecha, descansaba la primera, y de momento única, clienta ). Antes de asaltar el miembro de Óscar, se volvió a sus espectadores y les dijo - Huelga decir que mi trasero ha quedado libre. Pueden usarlo a discreción.

  • ¡ Me apunto ! - dijo uno de los tipos, quizá el más enclenque de todos ( su constitución era muy similar a la que tenía Óscar antes de su transformación, si bien su pelo estaba bastante largo ), mientras se sacaba ansioso el miembro.

  • ¿ Qué va a ser, señor ? - le preguntó melosa Ciríe, meneando las caderas y guiñándole con el ojete.

  • ¡ Hostias, mira lo que hace con el culo ! - exclamó alguien, tan incrédulo como los demás.

  • ¡ Con razón se sentía tan bien ! - exclamó el primer tipo que se había beneficiado de tan excelente orificio - Esta zorra tiene que tener un perfecto control de su esfínter.

  • No sólo de él, señor, también de la musculatura de mi recto. Quien entierra su miembro en mi insaciable ano, tiene el placer asegurado.

  • Iba a decantarme por el servicio de doce euros, pero, visto esto, casi mejor le dejo a ella encargarse de todo - dijo el tipo, clavando con ansiedad su tranca en el trasero de Ciríe.

  • ¿ Le hago el amor entonces, caballero ?

  • ¡ Sí, puta !

  • No se arrepentirá, se lo aseguro - le dijo ella, empezando a menearse mientras con su boca posterior le hacía maravillas... sin olvidarse de la tranca de Óscar, que de inmediato empezó, ahora sí, a trabajarse.

  • ¡ Dios, estoy en el paraíso ! - gimió el tipo no mucho después, derrumbándose sobre la espalda de Ciríe, que aún tenía la boca ocupada

  • ¡ Qué placer !

  • Como habrá podido comprobar, prolongo significativamente los orgasmos, haciéndolos de paso más intensos - le dijo ella, sacándose el miembro de Óscar de la boca y continuando el trabajo con la mano.

  • Señorita, acérquese, pues quiero que constate que me corro por tercera vez - le sugirió Óscar a la insensata que había osado poner en duda su inagotable libido.

  • Ya van tres veces, y ni se le ha arrugado - cuchicheó otro tipo que también era homosexual, palpándose disimuladamente la entrepierna ( su pareja, el de antes, le dio un pisotón, celoso... pese a lo cual él también se descubrió deseando intensamente a Óscar ).

  • Tóquemela, señorita - le sugirió Óscar a la mujer una vez se derramó, de forma que todos lo viesen, en la boca de Ciríe.

  • Está bien dura - manifestó ella, después de palpar tímidamente el miembro que se le ofrecía.

  • Y bien que la estoy disfrutando - le aseguró Ciríe, sentándose sobre Óscar y volviéndose a empalar con su tranca.

  • Esto es increíble - dijo alguien.

  • Mi boca está libre, damas y caballeros, cosa también aplicable a mis pies y mis manos - anunció Ciríe, dejando que fuera Óscar quien le moviese, para lo cual le agarró de la cintura.

  • ¿ Cuánto decías que cobrabas por hacer una paja ? - se interesó alguno de los presentes.

  • Seis euros y medio, pero voy a hacer una oferta: a los cuatro primeros, les cobraré sólo tres euros, es más, les descontaré otros tres del siguiente servicio, siempre que éste sea anal o bucal.

No mucho después, Ciríe tenía una tranca en cada pie, una en cada mano, la de Óscar en el culo, y el coño de su primera clienta en la boca. Ninguno de ellos le duró ni cinco minutos, y bien que lo disfrutaron ( Óscar volvió a correrse de modo que todo el mundo lo viera ).

  • Estoy alucinando - observó alguien, cuando se separaron de Ciríe - esta puta me lo ha hecho mejor, con un pie, que la más experta de mis amantes con el coño o la boca.

  • ¿ Cuánto cobrarías por un polvo convencional ? - se interesó alguien.

  • Lamento informarle, señor, que no hago ese tipo de servicio

  • le dijo ella, separándose los labios vaginales externos, y acto seguido los internos, a fin de que todos pudieran apreciar su virginidad - Como pueden observar, mi rajita no ha encajado desde que nací ni una sola verga: si eso es así, pese a lo salida que estoy, es porque he decidido reservar mi virgo a mi socio, que tomará cuando ambos así lo decidamos.

  • Nunca había visto un himen - dijo alguien - llegué a pensar que eran un mito, o incluso una especie de malformación. Se ve muy delicado, y... no sé, diría que es incluso bonito.

  • Muchas gracias, señor - le dijo ella, aumentando un poco más, por mera acción de su voluntad, la ya de por sí rotunda erección de su clítoris.

  • ¿ Os habéis fijado el garbanzo que se gasta, la muy zorra ?

  • dijo una de las mujeres, al percatarse de la operación ( era difícil no hacerlo ).

  • ¡ Pero si lo tiene más grande que el de mi novia ! - gimió uno de los hombres.

  • He podido apreciar que cuatro de ustedes no han querido aún disfrutar de mi cuerpo - observó entonces ella, dirigiéndose a la pareja homosexual y a las dos restantes mujeres.

  • No nos gustan las mujeres - le dijo la tímida, mirando a Óscar cada vez con más ansia.

  • Eso parece, y esos dos caballeros, si no me equivoco, son homosexuales - dijo Ciríe, con cierto aire alicaído.

  • Acertaste - le dijo con sequedad el que antes pisó al otro ( de los dos, parecía ser el más dominante ).

  • ¿ Me permite preguntarle algo un tanto personal ?

  • Está bien, hazlo.

  • ¿ Ha compartido en alguna ocasión un culo con su amante ?

  • Una vez hicimos un trío - dijo tímidamente el otro, encogiéndose ante la dura mirada de su novio.

  • Sí, puta - añadió innecesariamente este último, a fin de dar por sentado que él era el que mandaba.

  • Y, ¿ no es maravilloso sentir la verga de aquel al que más deseas en el mundo deslizarse gozosa contra la tuya, ambas dentro de un acogedor trasero ?

  • ¿ Te refieres a una doble penetración anal ? - se interesó el homosexual dominante.

  • Naturalmente.

  • ¡ Eso no lo hemos probado aún, y es una de nuestra principales fantasías ! - exclamó el otro.

  • Pero, ¡ si le acabáis de decir que sí lo habías hecho ! - intervino el rubio del principio.

  • Una vez nos cepillamos entre los dos a un lindo travestido, pero primero se la clavó uno y después el otro, que es a lo que creíamos que se refería ella - se explicó el más activo.

  • Estoy dispuesta a hacerlo gratis con ustedes, pero con una condición - les dijo ella.

  • ¿ Cuál ? - le preguntó él, repentinamente receloso.

  • Si consigo que les guste a rabiar, si logró hacer que se sientan plenamente realizados, deberán darme un prolongado beso en la boca, los dos a la vez.

  • ¿ Cuánto de prolongado ? - quiso saber el pasivo.

  • Dos minutos, cronometrados por mi socio en persona, que por cierto se correrá previamente en mi boca. Quiero que saboreen conmigo su delicioso esperma.

  • ¡ Mira que eres guarra ! - exclamó la mujer tímida.

  • Muchas gracias, querida - le dijo Ciríe, haciéndole una grácil reverencia. Entonces, fijó de nuevo la vista en la pareja homosexual, que se miraban indecisos ( a Óscar, evidentemente, también le lanzaron alguna que otra mirada, cargadas de inquietud, pero también de excitación ), y les dijo - Recuerden, caballeros: sólo están obligados a hacer lo que les he dicho si se sienten plenamente satisfechos con mi trabajo. Serán ustedes, que no yo, quienes decidan si me he esmerado lo suficiente.

  • Hagámoslo, qué diablos - dijo el más activo, empezando a desnudarse, siendo prontamente imitado por su pareja.

  • Túmbese usted en el suelo, debajo de la ropa de ambos pues está algo frío, que yo me sentaré en su verga, mirando hacia su cara - les aleccionó ella, dirigiéndose en primer lugar al menos dominante - En cuanto a usted, señor, clávemela por detrás.

Una vez estuvieron en posición, y antes de empezar a moverse, Ciríe les dijo:

  • A fin de hacerles esto más placentero, les sugiero que piensen en mí como en un vicioso chico cuyo único deseo es complacerles.

  • En realidad casi lo pareces - concedió el más dominante.

Ciríe comenzó a trabajárselos, y unos siete minutos después ambos se corrieron, gritando todo tipo de obscenidades, buena parte de las cuales Óscar no llegó a comprender del todo ( aunque sí se hizo una idea bastante aproximada ).

  • ¿ Qué tal estuve, señores ? - les dijo melosa ella, no bien se calmaron un poco.

  • Magistral. Ha sido apoteósico - gimió el dominante.

  • Ni en mis más locos sueños soñé con algo así - coincidió el pasivo - Dios, este ha sido el orgasmo más maravilloso de toda mi vida.

  • Entonces, ¿ me hecho merecedora de la recompensa de la que hablamos ?

Ambos se miraron, indecisos, y el pasivo asintió, momento en el que el otro dijo:

  • Sí, puta, te lo has merecido. Jamás un hombre nos hizo gozar tanto.

  • Me siento muy halagada, señor - le dijo Ciríe, desenganchándose de la pareja de arrugadas pero satisfechas vergas y haciéndose con la tranca de Óscar, que éste se había estado meneando durante toda la operación.

No tardó en hacer que se corriese, asegurándose de que todo el mundo viese como el abundante esperma salía disparado hacia su boca... y su cara, claro, para así darles pie a que se la limpiasen.

  • Comiencen - les ordenó Óscar, mirando a su reloj y chasqueando los dedos.

Si bien al principio le besaron con recelo, pronto los tres se estaban devorando con ansia. Les gustó tanto, que siguieron incluso cuando Óscar volvió a chascar los dedos. Sus miembros se alzaron de nuevo, titubeantes, y entre los dos manoseaban a Ciríe con cada vez más determinación, favor que ella les devolvía. Como era de esperar, le limpiaron meticulosamente la cara ( el exquisito esperma de Óscar cautivó sus paladares irremisiblemente ). De improvisó, Ciríe se separó de ellos, poniéndose en pie, y entonces se giró, agarrándoles del pelo y acercando sus caras a su trasero, momento en el que les dijo, ronroneando ( su voz pareció por un momento la de un adolescente ):

  • Ya se ha acabado el jugo que mi macho me echó en la boca. Ya saben dónde hay más, aunque mezclado con el de muchos otros ( entre ellos, el de ustedes ), así que ya están tardando, maricones.

Apenas tuvo que azuzarles mentalmente para que le obedeciesen, y pronto devoraban su culo con ansia, ambos de rodillas ante el mismo, exhibiendo unas erecciones nada despreciables. Tres minutos después, y tras haber disfrutado de un orgasmo, Ciríe se separó de ellos, y les dijo:

  • Como han conseguido que me corra, con la ayuda de mi socio les voy a hacer otro servicio gratis, a partir del cual les cobraré como a todo el mundo.

  • ¿ En qué consiste ? - se interesaron los dos a la vez.

  • Mientras mi socio me perfora el trasero, ante ustedes, les voy a masturbar con los pies... que luego, una vez hayan empapado con su esperma, deberán lamerme con esmero. Entretanto, maricones, quiero que chupen mis sudorosos sobacos.

Fue dicho y hecho: Óscar se le acercó por detrás, alzándole de la cintura y ensartándole con el falo, mientras ella, de frente a la pareja homosexual, sobre cuyos hombros posó los brazos ( de ese modo, no sólo se sujetaba a ellos, si no que ponía al alcance de sus bocas sus húmedas axilas, que ellos de inmediato asaltaron, aunque sin dejar de mirar, fascinados, cómo el enorme y poderoso miembro de Óscar se perdía en la entrepierna de Ciríe ), paseaba hábilmente los pies por sus rabos nuevamente endurecidos.

Una vez más, Óscar mostró a todo el mundo cómo se corría ( lo hizo en el abdomen de Ciríe, pero sin darle la vuelta, de modo que buena parte de ello les alcanzó a los homosexuales en cara y pecho, cosa que no pareció disgustarles ), y pronto las trancas de éstos explotaban también ( ninguno puso demasiados reparos en apurar sus propios jugos de los pies de Ciríe, y, no conformes con aquello, extendieron sus caricias bucales a las pantorrillas, y de allí a los muslos, acabando finalmente sus lenguas en el coño de Ciríe... lugares hacia donde, misteriosamente , se había escurrido buena parte del esperma que Óscar acababa de echar sobre ella.

Gracias a aquella estratagema, por supuesto llevada a cabo por medio de su poder de control de fluidos, los dos tipos no tuvieron más remedio que catar la rajita de Ciríe, pues por nada del mundo querrían desperdiciar una sola gota del fragante y sabroso esperma de Óscar: sin embargo, una vez lo apuraron al completo, descubrieron que el sabor a coño también les fascinaba. Por tanto, no se detuvieron hasta que ella se corrió, pasando a ser dos clientes más.

Un buen número de servicios después ( todos habían repetido como mínimo una vez, habiéndose abstenido tan sólo dos de las tres mujeres, y algunos pronto lo harían una tercera ), Óscar se corrió por decimoctava vez, sentado en el banco, y la tímida exclamó, lloriqueando:

  • ¡ Dime que tengo que hacer para que me metas esa maravilla, no me hagas más de sufrir !

  • En primer lugar, retráctese de lo que dijiste.

  • ¡ Está bien, reconozco que no existe macho más insaciable que tú !

  • Desnúdese, y siéntese en mi tranca.

  • ¿ A pelo ? - chapurreó, por primera vez en castellano, ella.

  • No es sencillo encontrar preservativos de este calibre - dijo él, y no mentía - Oh, y se la meteré únicamente con una condición.

  • Lo que quieras. ¿ Tengo que pagarte ? Sólo dime cuánto.

  • No quiero su dinero. Voy a hacérselo hasta que no pueda más, y usted, a cambio, le comerá el coño a mi socia.

  • ¡ Todo menos eso ! - se molestó ella, ya lista ( no se había desnudado del todo, pues seguía con las medias puestas, así como con el sujetador, pero a Óscar le bastaba ).

  • Hará lo que se le diga, y lo disfrutará - sentenció Óscar, poniéndose en pie, aproximándose a ella, y estampando su boca contra la suya, que fue incapaz de resistirse a su deseo, besándole con desespero.

Estaba tan caliente que en tan sólo diez minutos tuvo cinco orgasmos, mientras Óscar hacía con ella lo que se le antojaba ( él sólo se corrió dos veces ). Estaba llorando de placer. Aprovechando sus bajas defensas, Óscar le puso de rodillas, y comenzó de nuevo a perforarla, amasando sus pechos.

  • Otra vez no, ya no puedo más... - gimió ella.

  • Llegó la hora de comerle el coño a mi socia - le dijo él, cogiéndole del pelo y obligándole a que alzase la cara, sin dejar de bombear.

  • No, no...

  • No sea boba, le va a gustar - le dijo dulcemente Ciríe, acercándose a ella mientras otro de sus clientes le perforaba el culo.

  • No, déjame, dejadme los dos...

  • Dentro de un rato, me lo agradecerá - le aseguró Ciríe, sujetándole de las mejillas y estampando el sexo en su cara, momento en el que Óscar aprovechó para soltarle del pelo, volviendo a disponer de ambas manos para ocuparse de sus pechos ( no muy grandes, pero sí bien formados ). Ni que decir tiene, al principio le estimularon telepáticamente, pero enseguida estaba lamiendo a Ciríe por propia iniciativa, encontrándolo cada vez más de su agrado.

  • Mira, nena, parece que por fin le está empezando a coger el gusto a tu coño - dijo Óscar al poco.

  • ¿ Es eso cierto, señorita ? - le preguntó Ciríe, alzando su rostro con dulzura.

  • Mierda, sí - gruñió ella, al borde del siguiente orgasmo.

  • En ese caso, agárreme de las caderas, y sírvase usted misma

  • le dijo Ciríe, soltándole de las mejillas y apartándose un palmo.

La tímida ya no lo era tanto, y agarró a Ciríe con fuerza, devorándole el coño sin precisar para ello del menor incentivo telepático. La restante mujer, una pelirroja teñida con el pelo muy corto, y un poco rellena, no pudo aguantarse más, y se desnudó de cintura para abajo, acercando su sexo a la cara de Óscar y mirándole con cara de carnero degollado. Óscar le sonrió, empezando a comérselo, todo ello sin dejar de perforar a su pareja, que ya iba camino del siguiente orgasmo, y Ciríe le dijo, acariciándole las nalgas:

  • ¿ Le gustaría que le comiese el culo, mientras mi socio le come el coño ?

  • Oh, diablos, por qué no... - gimió ella, y desde entonces pasó a ser una clienta más.

Dos horas y tres cuartos después de que entrasen en la iglesia, los turistas ya no podían más, y Óscar ya iba por el vigésimo noveno orgasmo. Ciríe había incluido rato atrás dos nuevos servicios. Uno de ellos consistía en que le comiesen el coño, o el culo, mientras ella estimulaba como buenamente podía al afortunado ( o afortunada, pues todas las mujeres lo probaron ). El otro consistía en encajar sus vergas en las axilas, masturbándoles con ellas.

  • Estoy molido - suspiró alguien, mientras la tímida le comía el coño a la pelirroja ( ¡ y eso que ninguna de ellas era inicialmente bisexual ! ), a fin de ganarse el privilegio de que Óscar les tomase a la vez.

  • No sé cómo esas dos pueden aún seguir - se quejó otro de los turistas.

  • Recuerden que ellas se sumaron a la fiesta bastante más tarde que el resto de ustedes, y por tanto están más descansadas - les dijo Ciríe, ayudándoles a acomodarse, una tumbada sobre la otra y con las caras enfrentadas, mientras Óscar alojaba su miembro entre los presionados sexos de ambas.

  • No creo que pueda seguir, después de este - suspiró la tímida, justo cuando Óscar comenzó a bombear.

  • Ustedes dos, cómanme el culo - les dijo Ciríe, poniendo su entrepierna al alcance de las dos.

  • Nos vamos a quedar arruinadas - se quejó la pelirroja.

  • Este servicio es regalo de la casa - les aseguró ella, y ambas empezaron a lamerle la entrepierna con gula.

Tras esta última escena, a lo largo de la cual Óscar se corrió por trigésima vez, Ciríe se incorporó y les dijo:

  • ¿ Algún otro servicio ?

  • No podemos con el alma, nena, si no te ibas a enterar - le dijo el de los azotes.

  • Entonces, quizá sea hora de hablar de mis honorarios...

Enseguida descubrieron, consternados, que no llevaban encima tanto dinero, pues la cuenta conjunta ascendía a algo más de mil cuatrocientos euros, pero Ciríe les dijo:

  • ¿ Cuánto llevan en total ?

  • En realidad nos queda poco, pues entre todos sumamos cerca de mil trescientos.

  • No puedo consentir que vayan sin dinero por la calle, así que me conformaré con mil, que es un número redondo. Eso sí, sólo lo aceptaré si en verdad pueden permitírselo.

  • Tranquila, tenemos tarjetas de crédito - le aseguró su primer cliente ( el de la hamburguesería ).

  • Entonces, que sean mil.

  • Aquí tienes - le dijo el tipo que le pegó con en cinturón, tendiéndoselos.

  • Preferiría que se lo diese a mi socio.

  • ¿ No lo cuenta ? - le preguntó él, tras dárselo a Óscar.

  • No es preciso, me fío de usted - le dijo él, guardándose el dinero sin más, y la tímida se lo tradujo entre cuchicheos.

  • Una vez solventado ese trámite, les ruego que me permitan proponerles algo muy divertido como broche final a nuestra pequeña juerga - les dijo Ciríe, prosiguiendo, mientras se acariciaba el pecho y el abdomen, casi como si estuviera restregándose bajo la ducha - orínense todos encima mía.

  • ¡ Ostras, siempre he querido hacer eso ! - exclamó el tipo delgaducho, el del pelo largo - ¿ Estás segura, cielo ?

  • Completamente. Riéguenme, me vendrá bien una cálida ducha después de tanto ejercicio.

Él no se lo pensó más, y empezó a mear sobre ella, siendo prontamente imitado por todos. Era delicioso ver cómo se retorcía de gusto al recibir la profusa y múltiple ducha, y algunos tuvieron serios problemas para deshacerse de las últimas gotas, pues el espectáculo les levantó la moral. Las últimas en desahogarse sobre Ciríe fueron las tres mujeres, y, al igual que antes hiciera con los hombres, limpió sus sexos con la lengua, recibiendo en la boca buena parte del líquido.

  • Mm, qué bien se queda una después de una ducha - les dijo ella, incorporándose ( a lo largo de la multitudinaria meada se había tumbado en el suelo, por fortuna hasta aquel preciso instante muy limpio, revolcándose como una puerca ) - He de confesarles que he pasado una magnífica velada, y me llena de orgullo haber conseguido que al menos cuatro de ustedes hayan aprendido que con una mujer también es posible gozar.

Se alisó con coquetería el cabello, que resplandecía a causa de la humedad en él acumulada, y Óscar le tendió sus bragas, con las que se secó cuidadosamente las manos. Entonces, se acercó a la pareja homosexual, con porte regio, y, estrechando sus manos, les dijo:

  • Les deseo lo mejor de ambos mundos, caballeros.

  • Gracias - repusieron ambos, tras un breve titubeo ( les había gustado tanto hacer un trío con una mujer, que cada uno de ellos se había propuesto repetirlo, con o sin el consentimiento del otro ).

  • No dejen que la llama del lesbianismo, que tanto me ha costado encender en ustedes, se extinga - les dijo a la tímida y a la pelirroja, tras estrechar sus manos - Es un excelente alternativa a las relaciones heterosexuales, de las que espero también sigan disfrutando a menudo.

  • Eso intentaremos, preciosa - le aseguró la tímida, pasando la mano por detrás de la cintura de la pelirroja, que se dejó hacer.

  • Buenas noches - les dijo Ciríe, esta vez a todos en general, tras dar unos cuantos pasos hacia atrás - Confío en que descansen satisfactoriamente, y mi socio les desea una grata estancia en este país, el suyo.

  • ¿ Tú no eres de por aquí ? - se interesó el rubio.

  • Yo soy de todos los lugares, señor, y de ninguno. Para mí no existen países, tan sólo personas.

No mucho después, ambos se quedaban solos en la nave. O eso creyeron los turistas, que cerraron tras de sí la puerta. Cuando consideraron que se habían alejado lo suficiente, Óscar se teletransportó hacia la puerta y echó el pestillo. No le llevó ni un segundo, y entonces se teletransportó entre varios bancos, tendiendo la mano en apariencia hacia el aire... de donde recuperó la cámara, haciendo visible tanto a ésta como al párroco.

  • ¿ Qué van a hacer conmigo, profanadores de templos ? - les dijo él, en un tono chillón. Estaba aterrorizado, pero en su entrepierna se marcaba un bulto de lo más delator ( también lo era la mancha que oscurecía sus pantalones: se había corrido sin tocarse más de una vez, tal era su excitación ). Era un tipo flaco, de aspecto vulgar, que rondaría los cincuenta y tantos.

  • Déjame que te aclare algo, cacho de mierda - le dijo Óscar

  • No somos profanadores de nada, porque aquí no hay nada que profanar: tu religión es una farsa, como de pequeño siempre sospeché. Si pensásemos que hay algo de sagrado en este recinto, y tuviésemos auténticas ganas de mancillarlo, supongo que habríamos fornicado en el altar, o habríamos restregado el culo contra las imágenes, o habríamos sacado las hostias de donde quiera que las escondas y habríamos jugado al tiro al plato con ellas, no sin antes untarlas de requesón... y no precisamente del de vaca, no sé si me entiendes.

  • ¡ Blasfemo ! - osó decirle él, y Óscar le arreó un sopapo en la cara que le quitaron las ganas de dirigirle la palabra por un buen rato.

  • Sencillamente, a mi amada le apetecía prostituirse con ese grupo de turistas, y no encontramos en el pueblo un local más adecuado y discreto para hacerlo que este - se explicó Óscar, con frialdad - Si hay alguien aquí que es un sucio profanador, ese eres tú: ¿ o acaso has olvidado en qué circunstancias te hallé ?

  • ¿ Qué estaba haciendo ? - se interesó Ciríe.

  • Llámales, a los dos, y pregúntaselos a ellos.

  • Salid de ahí, nenes, y contadme qué pasó - dijo Ciríe, dirigiéndose a uno de los confesionarios... donde habían estado escondidos, durante la mayor parte de la función , dos jóvenes de trece años.

  • ¿ Desde cuándo sabíais que estábamos aquí ?

  • Desde que os escondisteis dentro de ese chisme - les confesó ella - Hicisteis mucho ruido, y vuestros corazones palpitaban desbocados por el miedo... pero, ante todo, por la excitación ( sí, también oí cómo os pajeabais, cosa que me excitó bastante ).

  • Pero, ¡ si ni siquiera nosotros mismos nos oíamos !

  • Bueno, eso es porque los humanos no tenéis demasiado agudizado el oído - dijo ella, dándose la vuelta y señalando hacia una de las paredes más cercanas - Para que te hagas una idea, puedo oír perfectamente cómo un ratón dormita bajo el suelo, justo en esa dirección.

Antes de que nadie dijese nada, Ciríe desplegó sus tres parejas de alas ( lo del ratón, si bien cierto, había sido tan sólo una excusa para ponerse de espaldas, haciendo más espectacular si cabe la aparición de sus alas ), y añadió:

  • En fin, dejemos esas cosas para más tarde, si ha lugar, y contadme lo que estaba haciendo el cura.

  • ¡ Eres un ángel ! - le dijo uno de los críos.

  • Los ángeles no tienen tantas alas, y además ésta no lleva plumas - le corrigió el otro - Seguro que es una mutante.

  • Ni lo uno ni lo otro - les dijo Óscar - No os calentéis vuestras seseras intentando comprender qué somos, y decidle a mi amiga lo que os estaba haciendo el cura.

  • El párroco nos estaba haciendo cosas... feas - declaró, turbado, el que había dicho lo del ángel.

  • ¿ Feas ? - se molestó el otro, sin duda mucho más espabilado - ¡ Ese cabrón estaba abusando sexualmente de nosotros, como de costumbre ! ¡ Tenemos el culo tan roto que se nos caen los pedos incluso durante la homilía !

A Ciríe el concepto de pedofilia se le escapaba un poco, pues un deluyrei no ve nada de malo en que un adulto practique el sexo con un niño, pero cuando comprendió que aquel individuo lo hacía sin asegurarse de que los jóvenes sacaran provecho alguno de ello ( gozando con él y, de paso, aprendiendo de él ), creándoles, para colmo, severos traumas, tanto físicos como psicológicos, se quedó de piedra.

  • ¡ Qué ser más repugnante ! - logró decir cuando se empezó a recuperar de la impresión, y estaba tan tensa que sus dientes rechinaron mientras sentenciaba - ¡ Ha de ser castigado !

  • Y ya se me ha ocurrido por dónde empezar - le dijo Óscar, dando unas cuantas palmadas a la cámara.

Le obligaron a desnudarse por completo, y también a posar brevemente para ellos, a fin de memorizar su apariencia ( el cuerpo del cura, al igual que su cara, era de lo más insípido ). Entonces, crearon una perfecta réplica visual de él por medio de sus poderes lumínicos, filmándola mientras hacía todo tipo de actos sacrílegos, a cual más brutal ( voz incluida, gracias a sus poderes vibratorios ).

El falso, pero absolutamente creíble facsímil, dijo todo tipo de blasfemias, flagelándose, masturbándose con cara de vicio, y por supuesto clavándose, en más de una ocasión, cirios por el culo. Pronto quedó como un perturbado fetichista, masoquista, sacrílego, blasfemo... e incluso practicante de la zoofilia, pues Ciríe teletransportó dentro de la nave a cuatro perros callejeros, que le cubrieron sin piedad bajo su control mental ( aquella fue la única escena real, mas no por ello desentonó con las otras, pues además de a los perros también le controlaron mentalmente a él, obligándole a simular que le gustaba - algo sí que le tuvo que gustar, pues se corrió mientras uno de ellos le lamía la entrepierna - ).

Antes de dejar marchar a los chuchos, les indujeron a mear y a defecar encima de él, buena parte de ello dentro de su boca, añadiendo un par de aficiones más a la creciente lista. Hicieron muchos cambios en el escenario, sutiles pero perfectamente apreciables, e incluso simularon en la réplica heridas que en otras tomas no salían, todo ello destinado a que pareciese que todo aquello había ocurrido a lo largo de varios meses, si no años, que no en una sola sesión ( ni que decir tiene, cuando los perros se fueron sanaron su culo, pues en caso contrario bien podría haber terminado desangrándose a causa de los desgarros rectales: también le orinaron en la boca, a fin de que no contrajese ninguna enfermedad de los animales... cosa que, naturalmente, no se molestaron en explicarle ).

Entre algunas de las lindezas que el aterrorizado párroco se vio hacer, podrían destacarse tres especialmente impactantes, siendo la primera de ellas su masturbación en pie sobre el altar, acompañada por numerosas blasfemias, que culminó cuando eyaculó en la copa sacramental ( por supuesto con vino ya dentro, y consagrado ), con la que naturalmente se bautizó a sí mismo en el nombre del milagroso pepino selenita, el matasuegras de oro, y la sagrada sota de churos ( aunque, claro, antes de ello se dio un buen lingotazo del rico licor que acababa de preparar en ella ).

La segunda consistió en la adoración fecal de la virgen, subiéndose para ello en una de sus imágenes y haciendo del vientre en su cara, plantando para ello el culo en ésta. Naturalmente, a continuación mojó unas cuantas hostias en el pastel, naturalmente también consagradas, catando así su propia mierda ( todo ello, a fin de agravar más aún si cabe el delito, lo hizo tarareando el baile de los pajaritos ).

La última de las atrocidades de patanegra , como las denominó Óscar, fue algo más complicada, pues exigió simular que la réplica visual del párroco se subía sobre el Cristo a fin de paliar sus sufrimientos con algo de cremafacial , no sin antes simular estar dándole por detrás para hacérsela manar. No contentos con ello, le hicieron imitar a un famoso humorista ( uno realmente malo, pese a la de imitadores que en su momento le salieron ), contándole al siempre invisible y silencioso cámara, mientras se subía en el Cristo a caballito, varios chistes pésimos, entre ellos algunos de corte racista, anticlerical, feminista o fascista ( Óscar no rió, pero hizo oscilar la cámara como si estuviese conteniendo la risa a duras penas ).

Tras dar por finalizada la realización de tan impactante documental, le obligaron a que les precediera a sus dependencias personales, confiscándole las cintas en las que había grabado cómo abusaba de los dos pobres monaguillos ( realizadas por medio de una videocámara que a tal fin le prestaba un feligrés, ignorante de lo que se hacía con ella ), y por supuesto también las fotos, junto a la cámara con las que las hacía, ésta suya ( se las revelaba él mismo, de modo que destrozaron su modesto laboratorio ).

  • Por favor, ya basta, haré lo que me pidan... - gimió él.

  • ¿ Os gustaría que este desgraciado os la chupase ? - les preguntó Ciríe a los jóvenes, que habían seguido el prolongado castigo con sumo interés.

  • ¡ Sí ! - exclamaron ambos, ansiosos de venganza.

Una vez satisfizo a ambos, Ciríe le ordenó al cura que bajase de nuevo a la nave, a fin de arreglar el desaguisado que habían organizado ( el suelo resbalaba en un buen tramo del templo a causa de los fluidos que había recibido, siendo el más abundante de todos ellos la orina, tanto la de los turistas como la de los perros, aunque también era necesario tener en cuenta las heces de los perros y el esperma de Óscar ), y él salió del cuarto sin rechistar, sumiso ( y profundamente humillado, pues, una vez más, le habían obligado a simular que le gustaban cosas que en realidad le repugnaban, grabándolo todo aunque asegurándose de que no se viese la cara de sus víctimas, ahora convertidas en verdugos: por sugerencia de Óscar, ambos remataron la faena con una buena meada en la boca, que él se vio obligado a tragar, en apariencia gustoso ).

  • Y ahora, chicos, os voy a hacer pasar un muy buen rato - les aseguró ella.

En primer lugar, les curó el trasero, por cierto recientemente profanado ( y más que lo habrían tenido si Óscar no les hubiese sorprendido en los preliminares - léase atados en la cama, con el culo bien abierto, y el cura metiéndoles a cada uno tres dedos en el mismo, a modo de calentamiento -, mientras se daba aquel garbeo astral ). Entonces, les hizo un trabajo bucal en ellos, haciéndoles gritar de placer. Tras esto, les ofreció su propio culo, que asaltaron ambos a la vez ( les había llamado mucho la atención lo que Ciríe hizo con la pareja homosexual ), sumándose enseguida su esperma al que en él ya había. A continuación, les hizo lamerle el coño, explicándoles cómo debía hacerse ( aquel maldito sacerdote no les había dejado hacer cositas con chicas, el muy degenerado ), y enseguida también el culo, mientras les masturbaba una vez más. Les tenía comiendo de la mano, y aprovechó para dar un último paso que bien podría liberarles del trauma sufrido. Como ya le era posible hacerse crecer un pene, se puso uno, procurando no sobresaltarles, y les dijo, cariñosa:

  • Dadme vuestros ojetes.

  • ¡ No, todo menos eso ! - se quejó el espabilado ( a esas alturas, nada de lo que hiciera Ciríe, u Óscar, les sorprendía en exceso, de modo que lo único que les alarmó, y mucho, fue lo que ella pretendía hacer con su pene, que no la simple aparición del mismo ).

  • Ya habéis visto el gran placer que soy capaz de dar - les dijo ella, acariciándoles de las mejillas - Ofrendadme vuestros culos, y no os arrepentiréis.

  • Nos da miedo.

  • Os gustará mucho. Además, recordad que os lo puedo curar. ¿ No os fiáis de mí, nenes ?

  • Claro que sí, pero es que tu polla es un poco más grande que la del cura, y él siempre nos hizo un daño terrible.

  • Él es un inepto. Apuesto a que ni siquiera se preocupaba de preparar vuestro culito como es debido.

  • Será mejor que lo dejes, cielo - intervino Óscar.

  • No puedo permitir que guarden durante toda su vida un mal recuerdo de algo tan maravilloso como la sodomía. Arrastrarían el estigma de lo que el tiparraco ese les ha hecho hasta el día de su muerte.

  • Para los humanos no es placentero.

  • El que no gocen ni mucho menos tanto como nosotros no significa que no puedan pasárselo muy bien. Hay incluso quienes lo terminan prefiriendo al sexo común: por algo será, ¿ no crees ? Además, creo que estás olvidando mi enorme experiencia.

  • ¿ Lo has hecho muy a menudo ? - le preguntó el otro joven - Me refiero a lo de metérsela a alguien en el culo.

  • Sí, y jamás nadie se ha arrepentido.

  • No lo entiendo - dijo el más listo - Con lo que duele...

  • Si se hace como es debido apenas duele, en comparación, y da un gustirrinín que compensa con creces todas las molestias. Antes me visteis en acción: ¿ os pareció que alguno de los tipos aquellos se quedase insatisfecho ?

  • No, pero a ellos no se la metiste por ahí.

  • Para ello antes habría tenido que ponérmela, y los adultos no suelen aceptar las cosas que se salen de lo corriente con tanta facilidad como los que son más jóvenes: habría lamentado espantarles a todos, con lo bien que me lo estaba pasando... y la de tela que me estaba ganando.

  • Entonces, ¿ eres una... puta ? - le preguntó el más avispado.

  • En circunstancias normales no cobro por joder, pero necesitaba algo de dinero, y esa es una manera muy fácil, además de satisfactoria ( al menos, para mí ), de conseguirlo. Y ahora, atiende: tan segura estoy de que te va a gustar, que si no lo consigo estoy dispuesta a recibir cincuenta correazos ( serían con hebilla, y me los darías por todo mi cuerpo, excluyendo por supuesto la cara, pues no sería de recibo que me sacases un ojo ).

  • ¡ No quiero pegarte !

  • Que sean cien, y además, ¿ ves eso de ahí ? - Ciríe señalaba a un cepillo con recias púas de acero que había casualmente sobre la mesilla ( a saber para qué lo usaría el cura ) - después de los cien latigazos, yo misma me clavaré eso en el culo, desgarrándomelo a fondo, y no me lo dejaré curar por Óscar hasta haber llenado con la sangre que derrame por él un vaso, pongamos por ejemplo ese de ahí - esto lo dijo señalando un escritorio que había en el cuarto, donde reposaba, amén de unos cuantos libros y algunos folios, una jarra y un vaso ( la capacidad de éste rondaría los doscientos mililitros ).

  • ¡ He dicho que no ! - se horrorizó él

  • ¿ He de incrementar aún más mi castigo para que te sientas seguro ?

  • ¡ No quiero que te hagas daño !

  • Entonces, date la vuelta, y deja que te haga el amor por detrás.

  • ¡ Está bien, pero luego no llores cuando te dé los cincuenta latigazos !

  • Cien, querido.

  • No te daría tantos por mucho que me doliese...

A petición de Ciríe, Óscar hizo una rapidísima escapada al hotel, trayendo, de su neceser, el pequeño frasco de aceite de almendras que allí tenía... casi de adorno, pues no lo usaba casi nunca ( si había cogido la costumbre de llevarlo era por que Alicia a veces le daba sensuales masajes con él ). Valiéndose del mismo, Ciríe le lubricó con cuidado, explicándole cómo debía hacerse para que no doliera, y fue preparando su ojete con los dedos, tomándoselo con calma ( su poder de control de fluidos le permitió distribuir el aceite con gran eficacia, y también controlar a placer el flujo sanguíneo de la zona, cosa que siempre ayudaba bastante ).

  • ¿ Te duele, cariño ?

  • Sólo un poco, pero me gusta - reconoció el joven, rojo como un tomate.

  • Tienes cuatro de mis dedos en el culito. Por cierto, lo tienes muy limpio: ¿ cómo es eso ?

  • Ese asqueroso nos ponía lavativas antes de forzarnos, pues decía que le daba asco nuestra caca - le dijo el otro crío.

  • Voy a seguir un poco más, cielo, y aún meteré un par de dedos más antes de clavarte mi cosita.

  • Mm, ojalá el cabrón ese nos lo hubiese hecho siempre así - dijo al poco él, tras dar un suspiro - qué hostias, hasta puede que yo mismo se lo hubiese pedido...

  • Ya has encajado seis de mis dedos, y tu ojete responde muy bien a mi tratamiento

  • le dijo ella, dándole un beso en el cuello, momento en el que sacó la mano de los dos dedos y comprobó el estado de su miembro, diciendo, a todas luces satisfecha - vaya, te está gustando de verdad, se te ha puesto bien gorda.

  • No te rías de mí, la tengo ridícula comparada con la tuya.

  • No seas tonto, quien la tengo grande soy yo, al menos de considerar la talla del resto de mi cuerpo: tú la tienes perfectamente normal, y tu compañero de suplicios también.

  • ¿ Me dejas tocármela ?

  • No soy quien para impedírtelo, pero te recomiendo que no lo hagas.

  • ¿ Por qué ?

  • Porque quiero encargarme yo de todo. Si te entregas por completo a lo que decida hacer de ti, experimentarás un placer que por tus propios medios jamás podrías obtener.

  • Está bien, no me la tocaré.

  • Ya verás qué rico. Y ahora, voy a empezar a clavártela. Te va a doler una pizca, pero nada que ver con lo que te hacía ese desalmado...

Apenas un minuto después, la tranca de Ciríe estaba perfectamente acomodada en el trasero del crío, que dijo, atónito:

  • No me puedo creer que haya encajado toda tu polla sin dolerme.

  • Lo que no te vas a creer es el gusto que te va a dar cuando me empiece a menear...

  • Pues empieza ya - le pidió él, sin saber dónde poner las manos, pero Ciríe vino en su ayuda, diciéndole:

  • Entrelaza las manos en tu espalda.

  • ¿ Cómo si estuviera rezando ? - el dijo él, poniéndoselas en la espalda y pasando los dedos de una por entre los de la otra, alternados.

  • No sé si rezáis o no así, pero eso es justo a lo que me refería - le dijo ella, anudándolas con su pelo: ya se lo habían visto mover, pues en más de una ocasión lo usó para hacer una trenza con la que azotar al sacerdote ( mientras ideaban nuevas escenas que añadir al documental religioso , Ciríe le atizaba ocasionalmente, a fin de inspirarse ), de modo que no hubo preguntas, o al menos no referentes a su movilidad.

  • ¿ Por qué me atas ?

  • Para asegurarme de que no te tocas en un arrebato de pasión, echando a perder tu orgasmo - le dijo ella, cogiéndole con fuerza de las caderas y añadiendo - Estás por completo a mi merced, cielo. ¿ Tienes miedo ?

  • Un poco...

  • Pero eso no te va a impedir disfrutarlo, ¿ verdad ?

  • No...

  • Buen chico. Aunque, bien pensado, y puesto que te voy a mostrar tu lado femenino, quizá debiera tratarte como a una chica, ¿ no crees, bonita ?

  • Ay, déjate de tonterías y empieza ya - le dijo él, turbado... y cada vez más necesitado de algo de acción por allí detrás.

  • Claro que sí, preciosa

  • le dijo ella, empezando a mover armoniosamente las caderas, arrancándole de inmediato suspiros de satisfacción.

  • Oh, ah, sí... - tan sólo atinaba a decir él.

  • Mm, qué culito tan acogedor tienes, puta - le decía Ciríe.

  • Tócame un poco la polla, por lo que más quieras - gimió en respuesta él.

  • Las chicas no tienen de eso - rió ella, lamiéndole el cuello y las orejas.

  • Por favor... - lloriqueó él.

  • ¿ Confías en mí ?

  • Sí...

  • Entonces, deja que te lo haga sin rozar siquiera tu pene.

  • Pero entonces no me correré - se quejó él.

  • Te correrás, te lo garantizo, y como jamás lo has hecho. No te vas a poder creer el gusto que te va a dar, aún sin tocarte para nada la cosita esa...

  • Bueno, vale - gimió él.

  • Buena chica - le dijo ella - Como recompensa por tu entrega, y para que veas que no soy demasiado severa, te acariciaré el pene, pero sólo con el poder de mi mente.

  • ¿ A qué te refieres ?

  • A esto, nena - le dijo ella, enfocando su poder vibratorio, muy sutilmente, sobre el falo del muchacho ( cosa que ya estaba haciendo, aunque aún más disimuladamente si cabe, en su próstata y en su recto ).

  • Oh, ay, mm... gimió incoherentemente él.

Ciríe refrenó su orgasmo, y, cuando supo que el muchacho estaba a punto, le dijo:

  • Ya no te queda mucho: ¿ quieres que me corra dentro de ti ?

  • Sí, sí... - suspiró él.

  • Algo me dice que no me vas a dar con el cinto - rió ella.

  • Ni se me ocurriría, con lo bien que me lo estoy pasando. Ay, que ya me viene, córrete ya, quiero sentirlo...

  • Como quieras, preciosa - le dijo Ciríe, empezando a descargarse, mientras incrementaba la estimulación vibratoria que estaba ejerciendo sobre el muchacho.

  • ¡ Me corro, me corro ! - exclamó él, llenándose el abdomen de su propio esperma.

Estuvieron casi un minuto reposando, después de que el joven gozara de un increíblemente satisfactorio orgasmo, y entonces Ciríe se salió de él, con ternura. No parecía haber desgarros, o no perceptibles, pero, como con los humanos siempre los había, aunque fueran microscópicos, antes de ello orinó algunas gotas dentro de él ( la verdad es que vertió mucha menos cantidad de orina que de esperma, pero no hacía falta más ).

  • Uf, he disfrutado mucho, Ciríe - le dijo él, cariñoso.

  • Ya te lo dije, tonto - le reprochó dulcemente ella, lamiendo su corrida del abdomen y clavando su mirada en el otro crío, que le preguntó a su colega:

  • ¿ Tan bueno es, Miguel ?

  • No te puedes quedar sin probarlo, José.

  • Yo también quiero que me la metas, hada madrina - le dijo a Ciríe, con timidez, el otro joven.

  • No soy un hada.

  • Para mí lo eres - le aseguró él, dándose la vuelta, temblando como una hoja, y separándose las nalgas. Era evidente que tenía miedo, pero el deseo y la curiosidad pudieron con él.

Enseguida se disiparon todos sus temores, y no mucho después Ciríe había preparado como es debido su trasero, clavándole el miembro. De momento no le inmovilizó las manos, de modo que empezó a tocarse, pero al poco se las llevó él mismo a la espalda ( lo cual sin duda exigió un gran esfuerzo por su parte ), y le dijo a Ciríe:

  • ¿ Me atas con el pelo a mí también, Ciríe ?

  • Creí que no me lo ibas a proponer, nene - le dijo ella, inmovilizando sus manos y diciéndole - Ahora sí que vas a saber lo que es bueno.

  • ¿ No podrías... ? - le preguntó, cortándose antes de acabar la frase, evidentemente avergonzado.

  • ¿ Sí, José ? - le preguntó ella, aflojando mentalmente una inhibición que acababa de detectar en su psique, pese a que aún no había logrado identificar de qué se trataba.

  • Me gustaría... - comenzó él, titubeante, volviéndose a cortar.

  • ¿ Sí, cariño ? - le animó ella, y no sólo oralmente, si no también telepáticamente, barriendo aquella inoportuna inhibición justo antes de que comprender cuál era.

  • Me gustaría que me tratases como una chica, al menos mientras me lo estés haciendo - le dijo él, decidido.

  • Oh, así que era eso, nena - rió Ciríe - Claro que te trataré como a una chica, Pepa. ¿ O debería llamarte Pepita ?

  • Mejor Pepita - gimió él.

  • Muy bien, Pepita. ¿ Te gusta que te la meta por el culito, guapa ?

  • Sí, Ciríe, mucho.

  • Nada que ver con lo que te hacía ese bruto, ¿ a qué sí ?

  • Claro que no...

  • Qué tonto, debería darle vergüenza, a sus años y aún sin saber cómo se tiene que tratar a una dama, y más si es tan linda como tú, Pepita

  • los dos muchachos eran relativamente agraciados, quizá incluso guapos: el cura era un desgraciado, de eso no había duda, pero mal gusto no tenía, se dijo Ciríe.

  • ¿ Te parezco guapo ?

  • Guapa, nena - le corrigió Ciríe.

Intercambiaron unas cuantas frases más, y pronto él también se corría ( al igual que el otro muchacho, también sobre su propio abdomen, que Ciríe no dudo en limpiar cuando se salió de él ).

  • Ha sido genial - dijo el chico.

  • Y ahora, ¿ qué os parece si me chupáis la cosita, en agradecimiento por el buen rato que os he hecho pasar ? - les dijo ella, tras alternar algunos besos entre ambos.

  • Me da algo de apuro - dijo José - Acaba de estar en mi culo...

  • Pues a mí no - le aseguró Miguel, agachándose y empezando a lamer el miembro de Ciríe, levantando la mirada tan sólo para decirle - ya verás, te voy a dejar seca.

José no tardó en unirse a la fiesta, y al poco ambos lo disfrutaban tanto como Ciríe, como se ponía de manifiesto en sus entrepiernas ( a todo esto, Óscar no había dejado de grabarles, pajeándose a placer ). Cuando ella se corrió, les dijo, con picardía:

  • ¿ Queréis jugar a otra cosa muy divertida ?

  • Haremos lo que nos pidas, Ciríe - le dijo Miguel.

  • Me apetece entretenerme un rato con Óscar. ¿ Me ayudáis a darle placer ?

  • ¡ Alto ahí, me niego ! - se quejó él, aunque en realidad aquella idea no le desagradó por completo.

  • No seas tonto, te gustará - le prometió Ciríe - Además, ellos quieren hacerlo, ¿ no es verdad ?

  • Sí - dijeron ambos, con timidez ( la verdad es que Óscar les atraía físicamente ).

  • Son sólo unos críos.

  • Quizá, pero te la has machacado a fondo mientras jugaba con ellos, así que mucho no te pueden disgustar.

  • Me la machacaba pensando en ti.

  • Que aparento dos años menos que ellos.

  • ¿ Estáis seguros de querer hacer algo así ? - les dijo Óscar, habiéndose quedado sin argumentos en contra.

  • Sí, señor. Además, usted nos gusta mucho...

Óscar se dejó hacer, y entre los tres le fueron lamiendo todo el cuerpo. Gracias a la experta guía de Ciríe, pronto empezó a disfrutar de lo lindo, corriéndose espectacularmente.

  • Qué de leche echa - se asombró José, el menos espabilado.

  • ¿ No me vais a ayudar a limpiar todo esto ? - les reprochó con dulzura ella.

  • Sí, lo que tú pidas...

Ciríe pronto se retiró, pues quería grabar tan hermosa escena ( para ella, al menos lo era ), y los dos jóvenes se entregaron plenamente a Óscar, esforzándose de veras por hacerle gozar... y disfrutando horrores con ello.

  • La minga del mamón ese sabía a rayos, pero la tuya está muy rica, Óscar - le dijo Miguel, lamiéndole el miembro con deleite.

  • Tu culo es delicioso, Óscar - le dijo José, mientras lamía su ojete - Me gusta más que el de Ciríe, y eso, pese a lo rico que está el suyo.

  • Os estáis comportando como un par de vulgares maricones, ¿ os dais cuenta de ello ?

  • Nos importa una mierda - le dijo Miguel - Nos gustas, y nos gusta hacerlo. Haremos lo que nos pidas.

  • Besadme en la boca, los dos, ahora - les ordenó él, incapaz de creerse lo que estaba haciendo pero sin dar marcha atrás.

Tras un apasionado beso, Óscar les comió el culo a los dos, deleitándose con el esperma tan recientemente depositado por Ciríe ( la cual, por cierto, y ya que de momento no la necesitaba, desvaneció su viril herramienta ), y no paró hasta que se corrieron ( no tuvo necesidad de tocarles el miembro, aunque no se privó de azuzarles vibratoriamente ). Después les hizo una mamada, a ambos a la vez, mientras hurgaba sus traseros con un par de dedos. Tras esto, se hizo crecer los pechos, y ellos, tras reponerse de la sorpresa inicial, se los lamieron a fondo, excitándose tanto que se corrieron sobre su abdomen ( el que Óscar les hubiese vuelto a trabajar el culo con dos dedos a cada uno sin duda también ayudó ).

  • ¡ Joder, ya son casi las tres ! - exclamó entonces, al mirar su reloj - Tenemos que irnos, nenes.

  • ¡ No os vayáis aún ! - les imploraron ellos.

En ese momento, se abrió violentamente la puerta, y el párroco apareció con una escopeta de caza, apuntando con ella a la cabeza de Óscar. Le fue imposible apretar el gatillo, pues Ciríe, que le había oído aproximarse pese al cuidado con el que lo hizo ( al igual que Óscar ), echando incluso un vistazo por medio de su cuerpo astral, dejó sus brazos sin riego sanguíneo, paralizándoselos de paso.

  • ¿ Qué me has hecho, bruja ?

  • Nos llevaremos este trasto - le dijo Óscar, arrancándoselo de las manos y aprovechando para darle unas cuantas bofetadas. Ciríe le liberó, diciéndole:

  • Una tontería más, y llamo a los perros de antes y les obligo a arrancarte el pingajo a mordiscos.

  • ¡ Habéis arruinado mi vida ! - profirió él, entre patéticos sollozos.

  • No, imbécil - le dijo con severidad Óscar - Lo único que por el momento hemos hecho ha sido asegurarnos de que a partir de ahora seas una persona ejemplar. Te desvivirás por los demás, predicando a todas horas el bien y dando sin cesar ejemplo. Oh, y serás tolerante con los que gozan del sexo, aunque naturalmente nunca volverás a abusar de un crío. Es más, desde ahora, y aun cuando decidieras abandonar el sacerdocio, cosa que dejamos a tu elección, el único alivio carnal que conocerás hasta nueva orden ( que podría demorarse décadas, o incluso nunca llegar ), será la masturbación, y cada vez que la machaques te beberás tu propio esperma, a modo de penitencia por haber intentado matarme: si no lo haces, quizá no tengamos más remedio que caparte como a los pollos, o algo incluso peor. De incumplir tan sencillas normas, numerosas copias de todo lo que hemos grabado hoy, así como de lo que tú mismo ya habías grabado ( y eso también va por las fotos ), serán puestas en manos del clero, de la prensa, de tu familia, del alcalde del pueblo, de los reyes, del presidente del gobierno... y, naturalmente, también de los padres de los chicos de los que has abusado ( hasta el Papa tendrá sus copias, qué coño, si me hinchas demasiado las narices ). Tu vida se convertirá en un infierno, y morir, créeme, no te salvará.

  • ¿ Acaso tenéis poder más allá de la muerte ? - se horrorizó él.

  • Sí - le mintió convincentemente Ciríe, o eso al menos es lo que supuso Óscar - Invocar tu alma a fin de atormentarla, una y otra vez, no nos sería demasiado difícil. Jamás vuelvas a abusar de un crío, y más te vale obedecer a mi papá, siendo bueno, pues nunca sabrás cuándo estaremos vigilándote. Recuerda, podemos teletransportarnos, así como hacernos invisibles, entre otras muchas cosas que ni te imaginas.

Se despidieron de los chicos, se vistieron con premura, y se marcharon de allí. Ciríe se teletransportó directamente al hotel, donde se duchó en silencio total, pero Óscar prefirió ir andando, aprovechando que el hotel estaba cerca. Antes de salir hacia allá, decidió teletransportarse al vertedero más cercano, donde se deshizo del arma, no sin antes reducirla a chatarra por medio de una ráfaga concentrada de su poder vibratorio: ya de vuelta a la iglesia, y tras comprobar que el cura ya había arreglado la mayor parte del desaguisado ( de hecho, bajaba en aquel preciso instante con un cubo de agua caliente y algunos útiles de limpieza, a fin de seguir con su tarea ), salió por la puerta principal.

Llovía, pero el agua no le molestaba, y en cualquier caso podría quitársela de encima en un santiamén, de modo que anduvo sin prisas hasta el hotel. Tenía mucho en lo que pensar. Ya había asimilado su conversión en deluyrei, pero la jornada había estado cargada de nuevas sorpresas: algunas de índole sexual ( como su despertar a la zoofilia, a la pedofilia, e incluso a la bisexualidad ), y otras relacionadas con su nueva condición, como los nuevos poderes que había explorado, y además con tanto éxito. No podía olvidarse, tampoco, de los dones de los que Ciríe le había hablado, y esperaba con ansia el momento de experimentar con ellos ( ni que decir tiene, lo del cerumen le tenía muy intrigado, siendo por el momento incapaz de imaginar para qué podría servir, como tampoco era capaz de averiguar en qué consistía aquel nuevo poder del que supuestamente ya había visto algunos indicios ).

A nivel meramente orgásmico, el día también había sido especialmente productivo: la inexcusable sesión de sexo matutino con Ciríe, la de la clínica veterinaria, los juegos eróticos de la hamburguesería, la orgía con los turistas, y la terapia sexual que entre ambos aplicaron a los dos muchachos ( estaba seguro de que les había sido de gran ayuda, habiéndoles ayudado a superar el trauma que el cura les produjo: no era una simple suposición, lo había sentido en lo más hondo de sus mentes gracias a su emergente telepatía, y se sentía orgulloso de ello ).

Luego estaba la amenaza de su mujer, así como los planes que ésta, en su locura, le había hecho forjar: pronto empezaría a pagar por todos sus crímenes, junto a Laura ( seguía negándose a tener en consideración lo que le había dicho Ciríe en la hamburguesería acerca de ellas: para él, era tristemente evidente que la percepción exhibicionista de los deluyrei no funcionaba a través de un teléfono móvil ). Las demás arpías también caerían, claro, pero a su debido tiempo.

En último lugar, meditó acerca de la legitimidad de lo que le habían hecho al párroco. ¿ Habría servido de algo denunciarle ? Quizá, aunque para ello habría tenido que identificarse, y Óscar no quería tener que vérselas con la ley hasta que se asegurase de que su falsa ficha policial hubiese sido destruida.

Además, de haberle denunciado a lo sumo le habrían metido en la cárcel, y no por demasiado tiempo ( y eso, si no se limitaban a trasladarlo de parroquia, como por desgracia suele hacerse en este tipo de casos ). Incluso aunque nunca volviera a las andadas, no aportaría a la sociedad nada para compensar el daño que había hecho. En vez de ello, le habían obligado a ser una persona modelo, y así sí que podría ser de alguna utilidad. Dejo de intentar buscarle inconvenientes a lo que le habían hecho, pues finalmente llegó a la conclusión de que no los tenía.

Esperaba que el tipo no volviese a descarriarse, pues en caso contrario llevaría a cabo su amenaza, y era perfectamente consciente de que habría a quienes las filmaciones que hizo el propio párroco, o las fotos, bastarían para provocarles una gran consternación: lo que había grabado él, podría dejar a un auténtico creyente tan sobrecogido que quizá hasta llegase a precisar de tratamiento psiquiátrico ( en algunos casos extremos, de por vida ), y tampoco era su deseo perturbar hasta ese punto a la gente ( demasiado tenían los pobres ya con creer, a menudo con más ahínco del que debieran, en algo que no existía, y en cualquier caso gran parte de ellos, al menos a su entender, eran buenas personas, pareciéndole injusto embestir de un modo tan cruel contra sus creencias, por erróneas que fueran éstas ).

Cuando llegó al cuarto, Ciríe ( sentada en la única cama, y por completo desnuda ), estaba viendo algo en la televisión, en apariencia muy interesada ( no recordaba haberle enseñado a encenderla, y quiso saber cómo había aprendido: ella le confesó que había espiado astralmente a los que se hospedaban en las habitaciones contiguas, limitándose a imitar lo que hacían ). Se quitó la ropa y evacuó hasta la última gota de agua de ella, por medio de su poder de control de fluidos.

Tenía intención de apartarla hasta que pudiese lavarla, pues era mucho el ejercicio que había hecho con ella puesta ( principalmente en la iglesia, pues no se desnudó hasta pasado un buen rato ), pero descubrió que al desecarla se le había ido buena parte de la suciedad, que de algún modo debió arrastrar junto a la humedad: acababa de dar con una forma de limpiar la ropa que, sin llegar a ser tan eficaz como un buen lavado, iba mucho más allá de lo que se conseguía al orearla. Por tanto, y aunque aún tenía algunas mudas limpias ( de hecho, sin estrenar, todas ellas por cortesía de Ciríe ), decidió vestir lo mismo durante la jornada siguiente.

Se dio una ducha y se fue a la cama, momento en el que Ciríe apagaba el televisor, algo defraudada.

  • ¿ Mala programación ?

  • Estaba viendo una especie de obra de teatro en la que en muchas ocasiones algunos de los actores parecían estar a punto de hacer algo realmente interesante ( o sea, joder ), pero enseguida cambiaban de escena, dejándote con las ganas. Un poco frustrante, la verdad. Me parece una vergüenza suprimir los momentos más íntimos.

  • ¿ Y en los demás sitios ? - le preguntó él, mientras se acomodaba.

  • Gente haciendo tonterías muy diversas, y noticias, todas ellas tristes... o, en el mejor de los casos, irrelevantes. Oh, y en un sitio ponían ese juego del que me hablaste, el fútbol: ¡ menudo pestiño ! Por cierto, la gente que hay viéndolo...

  • ¿ Sí ?

  • ¿ Les pagan para animar a cada uno de los equipos ?

  • Qué va, los que pagan por estar allí son ellos, y no poco.

  • Lo que hay que oír. Los romanos no pagaban para ir al circo, y el espectáculo era mucho más variado.

  • ¿ Te resultaba divertido ver cómo los leones se zampaban a la gente ?

  • Eso rara vez lo hicieron, y los gladiadores, antes de que lo digas, tampoco peleaban a muerte ( en alguna ocasión jugué con todos ellos tras la actuación, completamente sudados: mm, qué tiempos aquellos ). Era todo puro teatro, al menos hasta que apareció esa secta de masoquistas histéricos, imagino que sabes de quiénes estoy hablando.

  • Pero, los historiadores...

  • Esos pueden decir lo que les plazca, mas no por ello será cierto: yo estuve allí, cariño, y lo que te digo es lo que hubo. Salvo muy al final, cuando empezó a degenerar, allí no se mataban ni a las ratas ( como ha de ser ).

  • Oye, siguiendo con los romanos, ¿ participaste en alguna de sus tan afamadas orgías ?

  • ¿ Bromeas ? ¡ Fuimos nosotras las que les enseñamos a fornicar como es debido !

  • Hablando de fornicar, espero que puedas volver a alzar la tranca - le dijo Óscar, acariciando su nuevamente lisa entrepierna.

  • Tranquilo, no la he hecho trabajar demasiado, así que aún podría sacarla durante un buen rato, si así lo deseas... y con una talla mucho más contundente que la de hace un rato.

  • Pues háztela crecer, y tanto como te sea posible, que quiero que me hagas el amor por la boca, nena.

  • ¿ Y por el culo no ? - le reprochó dulcemente ella, mientras se le subía encima - Además, recuerda que hoy te habías comprometido a dejar que te vertiese cera encima.

  • Cierto, y además tienes que educarme la uretra otro poco.

  • Y también amamantarme - le dijo ella, pellizcándole cariñosamente los pezones - Me pregunto si estarías dispuesto a jugar a una cosita que se me ha ocurrido...

  • ¿ Qué estás maquinando, ricura ?

  • Atarte, mi amor, y usarte para gozar mientras me encargo de todos esos pormenores.

  • De acuerdo - concedió él, tras pensárselo por unos instantes - Jugaremos a eso, si así lo deseas.

  • Te advierto que, si bien me he duchado, aseándome a conciencia, no me he lavado la boca, ni tampoco me he hecho una lavativa - le dijo Ciríe, frotándose sensualmente contra su pecho - Mis intestinos, sin llegar a estar completamente encharcados, pues mucho fue lo que dejé que se me fuera escurriendo ( para deleite visual de todos los presentes, cosa de la que sin duda te percataste ), aún tienen en su interior una buena cantidad de rico y jugoso esperma.

  • La mayor parte debe ser mío...

  • Nos ha jorobado, claro que la mayor parte es tuyo, te has corrido más veces en mi ojete que todos los demás juntos, y la más breve de tus eyaculaciones valía por diez de las suyas ( podría haber sido mucho más si te hubieras puesto un badajo aún mayor, o al menos los genitales, claro que no era nuestra intención acomplejarles, cosa que de todos modos, me temo, ambos hicimos ). Sin embargo, también guardo en mí parte del viril néctar que me administraron los once turistas, y no nos olvidemos del de los críos. ¿ Te gustaría libar de ello ?

  • No estoy muy seguro de querer hacerlo - le confesó él, pese a lo cual la idea cada vez le repugnaba menos: a fin de cuentas, no muchas horas atrás se había comido con suma gula la verga de un caballo, encajándola por detrás y saboreando, gustoso, los jugos con los que había regado sus entrañas. Además, ya había catado el esperma humano, concretamente el de los dos jóvenes, y no le había disgustado precisamente ( aunque seguía prefiriendo el suyo propio, por supuesto, y con diferencia ).

  • ¿ Cuál es el problema ? - se extrañó ella, absteniéndose de repetirle su propio razonamiento, que había captado telepáticamente.

  • Todo está pasando demasiado deprisa para mí. Creo que por hoy ya he experimentado suficientes cosas nuevas.

  • Entiendo. Me haré una lavativa, y no se hable más. Por cierto, ¿ qué me dices de mi boca ? Durante las últimas horas no he cesado de zampar rabos, culos y coños.

  • Ya lo creo, y ha sido delicioso verte en acción, nena - le aseguró él.

  • Huele mi aliento, cariño - le sugirió de improviso ella, echándoselo sensualmente encima.

  • ¡ Uf, nena, hueles como un urinario público en el que se haya hecho una orgía ! - se quejó él, en realidad no demasiado molesto... y sí muy excitado.

  • ¿ Significa eso que he de lavarme la boca, o que la prefieres tal y como está ? - le preguntó empalagosamente Ciríe, relamiéndose con aire casual.

  • Quizá sea mejor que te la laves - le dijo él, en realidad no demasiado convencido de querer dejar pasar la oportunidad de saboreársela tal cual.

  • Lástima - le dijo ella, eructándole prolongada y lascivamente en la cara, tras lo que se levantó con la evidente intención de ir al cuarto de baño.

  • Espera, te acompañaré, pues quiero ser yo quien te haga el enema.

  • Pensé que no ibas a proponérmelo - le dijo ella, sonriéndole.

Ciríe pronto quedó limpia, rápida pero concienzudamente, y le precedió hasta la cama. Enseguida le tenía atado, con la cuerda de tender ( aquello no era más que un excitante formalismo, pues si Óscar quisiese partirla sin duda podría hacerlo ). Puso sus brazos contra su espalda, uniéndolos por los antebrazos, y las piernas las puso contra sus costados, postura imposible para un humano ( suponía un giro de algo más de ciento ochenta grados, operación que las caderas sencillamente no le permitirían ), donde las enlazó con el no muy lejano cuello. En cuanto a los tobillos, se los puso tras la espalda, unidos entre sí por más nudos, mientras que las pantorrillas las afianzó a los brazos. Le dio tantas vueltas con la cuerda que cuando acabó sólo quedaba un tramo de un metro escaso, que quizá usara como asa ( le hizo una lazada ).

  • ¿ Incómodo ?

  • Por algún misterioso motivo sí, aunque por fortuna no en exceso - bromeó él.

  • Eso lo solucionaremos enseguida - le prometió ella - En primer lugar, ya te estás poniendo pechos ( que sean bien grandes, como a mi me gustan ), y haz crecer a juego tus testículos.

Una vez Óscar tuvo un par de suculentos pechos del tamaño de sandías ( Ciríe, previsora, le había atado de modo que la cuerda no impidiese su expansión ), y unos genitales igual de enormes, le ordenó ajustar el tamaño de su miembro, que él estableció en unos veintiocho centímetros de largo por quizá diez de diámetro. Entonces, ella le preguntó:

  • ¿ Te importa si me pongo algo bruta contigo ? Me apetece ser un poco mala...

  • Hazlo si quieres, pero no te pases.

  • Gracias, cariño, por tu confianza - le dijo ella, besándole con ternura y mirándole muy seria mientras añadía - te ruego que no olvides en ningún momento que esto es sólo un juego que puedes interrumpir cuando se te antoje. Un solo pensamiento tuyo, una palabra, un gesto, y dejaré de martirizarte.

  • De acuerdo.

  • Muy bien mi amor, comienza tu suplicio - le dijo ella, atizándole una bofetada en la boca que a un humano bien podría haberle hecho saltar algún diente, pero que a él sólo le dolió un poco, y sólo por unos instantes.

El problema es que fue la primera de una buena tanda, a cual más potente, tras lo que le arañó, mordió y golpeó por todo el cuerpo, zonas sensibles incluidas ( lo único que se libró de aquel castigo fueron sus ojos ). Una vez se amamantó, cosa que hizo sin dejar de patear sus genitales, arañándoselos junto al miembro con las uñas de los pies ( era sorprendente los afiladas que las tenía, para lo cortas que las llevaba ), se dio media vuelta, pisándole la cara mientras mordía con muy mala leche su miembro, y comenzando el entrenamiento de su uretra, por la que pronto estaba sangrando copiosamente ( en esta ocasión le llegó a meter ocho dedos, aprovechando su mayor diámetro, y tras ello le clavó un puño, viéndose obligada a intensificar momentáneamente la moderada amortiguación sonora que estaba efectuando en torno a ellos desde que comenzaron, a fin de que el aullido que Óscar dio no llegase a oídos de nadie ).

Sin esperar a que se acostumbrase a eso, se hizo crecer el miembro, y, poniendo su pubis pegado a la cara de Óscar, se lo clavó en la boca ( logró una talla de veintitrés por seis, calculó él ). Fue entonces cuando empezó a mover el puño dentro de su uretra: para distraerle de aquel dolor, no se le ocurrió nada mejor que retorcer los pies, poniendo las uñas contra sus sienes, en las que se las clavó ( sólo entonces Óscar comprendió por qué le había podido herir con ellas: las había hecho crecer cerca de un centímetro, sin duda otro de sus poderes ). Enseguida repitió la operación con las mejillas, e incluso con el cuello. Cuando alguno de los cortes dejaba de sangrar, pronto volvía a abrírselo, todo ello sin dejar de perforar gratamente su garganta, en la que pronto se corrió por vez primera, o de torturar su miembro.

  • Cúrate el rabo - le ordenó al rato ella, y Óscar hizo manar unas gotas de orina con la que se lo dejó como nuevo... y mucho más dilatable que antes, pues ahora encajaba el puño sin apenas dolor.

Poco le duró el alivió, pues ella empezó a castigárselo de nuevo, esta vez moviendo el puño sin replegar del todo los dedos, con lo que las uñas le provocaban cortes por dentro ( estaba seguro de que se las había hecho crecer también ). Con todo, Óscar ya se había corrido dos veces ( vía faríngeo/bucal, que no fálica ), al igual que ella, e iba camino de la tercera.

Una vez se lo hizo curar de nuevo, Ciríe proyectó su lengua dentro del miembro de Óscar. El primer palmo no sólo entró con suavidad, si no que le resultó muy placentero, pero cuando la lengua de Ciríe llegó a un punto inexplorado de su uretra aquella intrusión se empezó a tornar dolorosa.

  • Méteme la lengua en el culo, inútil - le regañó ella, avanzando dos centímetros más por el conducto - No la necesito en tu boca para disfrutar con ella, y mi trasero está muy desatendido.

  • Como desees - le dijo vibratoriamente él, haciendo lo que se le ordenaba.

  • Eso es otra cosa, mi ansioso y complaciente devorador de trancas - le dijo ella, al notar los primeros embates de la lengua de Óscar en su anhelante trasero - Repásemelo bien a fondo: a causa de la lavativa que me hiciste, dentro tan sólo hallarás mis propios jugos, de modo que con eso tendrás que conformarte.

  • Lo hago, lo hago: mm, cómo me gusta el sabor de tus entrañas...

  • Lo sé, nene, pero no te he dado permiso para hablar, así que calla si no quieres que me enfade.

Él internó aún más la lengua: como recompensa , Ciríe hundió un par de centímetros más la lengua en su meato.

  • ¡ Ay ! - se quejó Óscar - ¿ Hasta dónde pretendes metérmela ?

  • Hasta la vejiga, naturalmente - le dijo ella, dándole otro achuchón - Y te recuerdo que puedes acabar con todo esto cuando se te antoje excesivo.

  • No creas que no hay momentos en los que estoy tentado de hacerlo - le dijo él, quejándose nuevamente cuando la lengua se internó otro poco más en su uretra - ¡ Uf, bruta !

Pronto estaba lamiéndole las paredes de la vejiga, sensación que encontró desconcertante, si bien no desagradable, y el dolor en el último tramo del conducto se fue amortiguando, hasta que finalmente se acostumbró a ello. Se volvió a curar, tras lo que fue capaz de encajar la lengua sintiendo tan sólo algunas molestias, que no auténtico dolor, y sólo en el último tramo del recorrido.

Era el momento de probar nuevamente con el puño, pero hundiéndolo más, y finalmente se lo metió en la vejiga. Tras curarse el destrozo, que sólo se produjo en la última mitad del conducto urinario ( el tramo inicial ya lo tenía acostumbrado ), Ciríe quiso probar con algo más fuerte, y extrajo su miembro de la boca de Óscar, sentándose sobre sus genitales. Estuvo por espacio de unos segundos sosteniendo su mirada, con expresión traviesa, mientras se masturbaba en silencio.

  • ¿ Por qué me la sacas de la garganta, con lo bien que me lo estaba pasando ? - se molestó él.

  • Que yo sepa, hemos quedado en que haría de ti lo que se me antojase - le dijo ella, botando de improviso, juguetona, sobre sus testículos ( aquello a Óscar no le dolió en absoluto, encontrándolo, de hecho, muy excitante ), sin dejar de tocarse el miembro, y añadiendo cuando por fin se detuvo, maliciosa - Por cierto, nene, se te sale mi jugo de rabo por la nariz...

En efecto, parte del viril néctar recién depositado por Ciríe en su boca y garganta se había extendido hasta las fosas nasales, derramándose por su nariz, aunque no por ello llegó a atragantarse.

  • Procede de otro deluyrei, tú, de modo que está fuera de la influencia de mi poder de control de fluidos... a menos, claro, que me dejes controlarlo.

  • Pues no te dejo - le dijo ella, poniendo cara de niña mimada y caprichosa, tras lo que posó en su glande los dedos del pie derecho, añadiendo - Y sórbelo, que se te va a terminar cayendo: no querrás que me enfade al ver cómo desprecias mis ricos jugos, ¿ verdad ?

  • No irás a hacer lo que creo que vas a hacer - se asustó Óscar, sorbiendo por la nariz y relamiéndosela

  • Sólo si me dejas, mi amor - le dijo ella, presionando contra su uretra con todos los dedos a la vez - Según mis cálculos, no te va a doler más que antes, o no significativamente ( ahora, tu uretra ya está muy entrenada ), y, cuando te cures, encajarás mi puño sin dolor alguno. A grandes rasgos, el adiestramiento de tu meato habría finalizado, por cierto mucho antes de lo previsto.

  • Está bien, hazlo - concedió él, tras exhalar un suspiro.

Óscar casi se arrepintió, pues no fueron pocas las lágrimas que Ciríe le hizo derramar ( aparte de la sangre ), pero tres minutos después Ciríe había acomodado parte del pie en su vejiga, sacándolo con bastante más cuidado del que tuvo al metérselo, y sugiriéndole que se curara, cosa que se apresuró a hacer. Cuando le metió uno de los dos puños, Óscar no sintió el menor dolor, pero sí un gustirrinín muy difícil de describir.

  • Ay, es como su tuviese un coño ahí - gimió él.

  • Y te lo voy a joder ahora mismo - le aseguró ella, tumbándose sobre Óscar e inclinando su propio miembro hacia abajo, que enseguida se colaba por el meato del de él. Aprovechando la posición, jugó nuevamente con sus pechos, amamantándose una vez más mientras le penetraba ( le clavó en ellos las uñas, que ahora le medían casi un centímetro, dolorosa caricia que a Óscar no le importunó en exceso ).

  • ¡ Qué gusto !

  • Pues te voy a hacer una cosa que aún te gustará más - le dijo ella, arqueando los pies y agarrándole el miembro con ellos, momento en el que se lo empezó a menear ( eso sí que era contorsionismo, y lo demás bobadas ). De ese modo, Óscar estaba sintiendo placer tanto por dentro como por fuera.

  • Mm, qué bien, me estás volviendo loco - dijo él, entre suspiros.

  • ¿ Te falta mucho ?

  • Uf, no...

  • ¿ Quieres que me corra dentro de tu polla, mientras tú también lo haces ?

  • Sí, sí...

  • Muy bien, pero me tendrás que dejar controlar tus fluidos, concretamente tu esperma.

  • Como quieras, pero hazlo ya, que no puedo aguantarme más.

  • En realidad yo tampoco, así que allá va eso - le anunció ella, incrementando sus movimientos.

Ambos lo disfrutaron mucho, especialmente Óscar, pese a que no pudo eyacular, pues el miembro de Ciríe taponaba el suyo. Sus masivos testículos palpitaban, quizá algo doloridos, mientras intentaban en vano evacuar su tremenda carga, que finalmente se quedó en ellos... junto a la de Ciríe ( naturalmente, aquello le habría sido imposible de no haberle dejado Óscar manipular su esperma, pues de lo contrario éste habría logrado salir por algún lugar ).

  • Tengo ardor de huevos ( bueno, o algo que podría pasar como tal ), pero qué gusto me dio - reconoció él.

  • Ahora, voy a ver qué se puede hacer con tu nariz - le anunció ella, sentándose en su cuello y empezando a meterle los dedos.

  • No me digas que vas a intentar metérmela por ahí - le dijo él, con tres dedos dentro ya de cada una de las narinas.

  • Anda, claro.

  • ¡ No quiero ! Con esa tranca, me atravesarás el cerebro.

  • Tranquilo, la reduciré, y en cualquier caso atravesar el cráneo de un deluyrei no es nada sencillo, aunque sea desde dentro de las fosas nasales: de intentarlo, me desgraciaría ( sólo por un rato, claro, pues enseguida me restablecería ).

No mucho después Ciríe estaba penetrándole nasalmente, aunque con un miembro mucho más adecuado para la ocasión ( de tres centímetros y algo de grosor por doce escasos de longitud ).

  • Ni siquiera así de chico debería entrarme - observó él, mientras ella cambiaba por tercera vez de narina, clavándosela ahora por la derecha.

  • ¿ Te gusta, cariño ?

  • No está del todo mal, pero me da la sensación de que no voy a tener un orgasmo, no por ahí.

  • Insistamos unos minutos más, y veamos qué pasa - le sugirió ella.

Al final Óscar sí experimentó el orgasmo nasal, aunque para ello Ciríe tuvo que estar dándole durante más de diez minutos, corriéndose ella dos veces.

  • Por fin, creí que tendríamos que dejarlo para otro día - suspiró ella, saliéndose de la nariz de Óscar, que pronto recuperó su aspecto normal - ¿ Qué tal ?

  • Me ha gustado casi tanto como antes de la transformación me gustaba el sexo fálico, lo cual lo convierte, con mucho, en el orgasmo menos intenso que he tenido desde que soy deluyrei - dijo él, sorbiendo insistentemente ( parecía estar resfriado, pero qué mocos más ricos le manaban ).

  • Ya te dije que eran una birria comparados con los demás, pero tenías que probarlo - le dijo ella, desvaneciendo su tranca.

  • ¿ Por qué te la quitas ?

  • Me estaba empezando a suponer cierto esfuerzo mantenerla. Y, ahora, jugaremos con la cera...

  • Me has dejado con las ganas de recibir tu pene en el culo - se quejó él.

  • No eres quién para reprocharme nada, nene - le reprendió ella, dándole otra brutal tanda de bofetadas, tras lo que abrió con las manos su boca y le dijo - saca tu lengua, pues he decidido mordértela, como castigo.

Él así lo hizo, poniéndola al alcance de Ciríe ( para facilitar la maniobra, la alargó medio palmo ), y ella le empezó a dar fuertes mordiscos en ella ( a un humano se la habría arrancado: a él, ni siquiera le logró hacer sangrar, o no apreciablemente, lo cual no significa que no le doliese ).

  • ¡ Basta, me duele ! - le dijo enseguida él, vibratoriamente.

  • Sin duda, pero bastante menos que cuando te torturé la minga - le dijo ella, aflojando en el acto su presa.

  • De acuerdo, pero esto no tiene ningún propósito, a diferencia de lo otro.

  • ¿ Quieres que te empiece a tratar con cariño, o tan sólo necesitabas parar un poco ? - le preguntó ella, mientras le acariciaba el cabello.

  • Ha sido divertido, de hecho lo he disfrutado ( bueno, hasta cierto punto ), pero empiezo a aburrirme de este juego. Además, estoy muy incómodo.

  • Entonces te desataré, mi amor. Eso sí, no olvides que aún nos queda un pequeño trámite que cumplimentar...

  • Dejaré que me eches la cera, por eso no te preocupes, pero desátame ya, te lo ruego. Estoy convencido de que podría romper la cuerda, pero no quiero hacerlo, pues la usaremos en otras ocasiones.

  • Ahora mismo, tesoro - le dijo ella, poniéndose manos a la obra: apenas veinte segundos después, y a despecho de los numerosos nudos que le había hecho, Óscar estaba libre, y Ciríe dejó la cuerda en la mesilla, hecha un ovillo. No le habría supuesto más que unos minutos curarse de todos los arañazos de Ciríe ( la mayor parte, de hecho, ya se habían desvanecido ), pero ella decidió acelerar la curación, distribuyendo por las heridas, a tal fin, algo de su orina.

Encendió dos de las velas que había en el paquete ( eran cinco, y entre ellas se contaba la que ya habían usado ), y empezó a derramar la cera sobre Óscar, que encontró aquello sumamente estimulante. La dejó caer en sus pechos, su abdomen, su sensible ombligo, su miembro, sus testículos, sus muslos, las plantas de sus pies, las palmas de su manos, sus nalgas, su espalda, su ano, su cara...

  • Es delicioso, nena, pero ya llevamos diez minutos dale que te pego, y empiezo a estar necesitado de algo más contundente.

  • Está bien, lo dejaremos ya - le dijo ella, apagando las velas - ¿ Qué te ha parecido ?

  • La sensación en sí es muy grata, parece que se te están corriendo encima, sólo que con un esperma inusitadamente cálido. No obstante, y espero que no te molestes, es algo que preferiría no repetir, o al menos no enseguida.

  • ¿ Y eso ? - se interesó ella, en absoluto ofendida.

  • El olor a quemado me es muy desagradable: nunca me gustó antes de la transformación, pero ahora, con mi potenciado olfato, lo encuentro excesivamente penetrante, casi ofensivo. Por otra parte, si bien me gusta recibir el chorro de cera, su permanencia, una vez frío, se va tornando incómoda. Creo que no me va a quedar más remedio que ducharme antes de seguir.

  • Como suponía, con este juego te pasa exactamente lo mismo que al resto de nosotros.

  • Si a ti también te molesta todo eso, ¿ cómo es que lo practicas ?

  • Bueno, verás, es que por lo común no usamos velas ordinarias. Como ya te dije, una de mis hermanas es hechicera: pues bien, uno de los encantamientos que conoce permite suprimir el olor a quemado de cualquier vela sobre el que se dirija, haciendo de paso que se vaya regenerando lentamente por la base. No levanta humo ni siquiera al apagarse, da más luz, y la cera se mantiene más rato derretida, ya que aumenta sustancialmente su calor específico. Por si todo eso fuera poco, la cera no se va acumulando en el cuerpo o donde quiera que caiga, pues unos cinco minutos después de que se haya desprendido de la vela se desvanece.

  • Menudo invento. Hacerlo con eso debe ser mucho más divertido, sobre todo si la cera se va por completo.

  • No queda ni rastro. Oh, y aún hay más: aun siendo impermeable, la cera, mientras permanece sobre nuestra piel, permite el paso de oxígeno, no bloqueando, por tanto, la respiración cutánea... principal motivo por el que nos resulta molesta tenerla encima, aparte de su tacto empalagoso.

  • ¿ Dura mucho su efecto ? Me refiero al hechizo.

  • Se desvanece si la vela sobre la que se ha ejecutado no recibe de vez en cuando un buen chorro de semen. Esperma para el esperma, como decía mi hermana, la muy cachonda.

  • ¿ Cada cuánto tiempo hay que echarle tan lujurioso... combustible ?

  • Como mínimo una vez cada treinta y tres días - le dijo ella entre risas, incorporándose y precediéndole al baño. Se metió junto a él en la bañera, a fin de frotarle.

Ambos no cabían cómodamente en la bañera, no teniendo Óscar aquellas cuatro sensuales moles colgando, de modo que se quitó los pechos, reduciendo a una talla más o menos humana el escroto. Tras una rápida pero efectiva ducha, volvieron a la cama, y Óscar le dijo a Ciríe:

  • Me he estado preguntando si habrías estado dispuesta a que Miguel te hubiese dado cien correazos, de no haberle gustado aquello.

  • Olvídate de eso, desde el primer momento supe que le iba a gustar. Si se lo dije fue para ganarme su confianza.

  • ¿ Y si te hubieses equivocado ?

  • Imposible. Sabía muy bien lo que me hacía: ¿ he de volverte a recordar mi dilatada experiencia ?

  • Aún así, imagina por un momento que te hubieses equivocado.

  • En ese caso me habría dejado atizar, por supuesto. No acostumbro a dar mi palabra en vano, y supongo que me habría sentido completamente merecedora del castigo, al haber fracasado en algo tan sencillo. De todos modos, cien correazos, dados por un joven de trece años, poca mella habrían hecho en mí, por muy fuerte que me los diese.

  • ¿ Y lo otro ?

  • ¿ Te refieres a lo de desgarrarme el trasero con el cepillo aquel ?

  • Eso es.

  • También lo habría hecho.

  • Habría sido un suplicio llenar el vaso. Te habría dejado de sangrar a los pocos segundos, de modo que te habrías tenido que estar frotando el ojal con el cepillo durante un buen rato, a fin de hacer nuevas heridas por las que sangrar una vez las anteriores se te cerrasen.

  • Podría haberlo hecho así, pero que yo recuerde nada dije de no usar mi don de control de fluidos: una vez me hubiese hecho la primera herida, habría forzado la hemorragia, sin dejar que se cerrase hasta haber reunido la cantidad necesaria. Pero basta ya de elucubraciones, cielo: empieza a ser un poco tarde, y mañana nos espera un día especialmente intenso. ¿ Me perforas una última vez, antes de dormir ?

  • Venga. ¿ Por dónde quieres mi rabo ?

  • No sé, probemos por este lindo agujerito de aquí - le dijo mimosa ella, poniéndose de rodillas y señalándose casualmente el ojete.

  • Buena elección, señorita - le dijo él, imitando el tono que ella había asumido al prostituirse con los turistas.

  • Guasón - le regañó cariñosamente ella mientras encajaba el miembro de Óscar, cuyas dimensiones había adaptado a sus necesidades actuales ( quizá de algo menos de veinte centímetros de longitud por cinco y pico de diámetro ). Al darse cuenta de aquello, le preguntó - ¿ Por qué te lo pones tan chico ?

  • Por algún motivo me dio la sensación de así era como te apetecía ahora. ¿ Lo agrando ?

  • No, mi amor, así está perfecto. Esa era justo la talla que te iba a solicitar. Veo que estás empezando a dejarte llevar por tu intuición.

  • Lo hice sin pensarlo ( es extraño, pues había llegado a la conclusión de que te gustaban enormes, cuanto más grandes mejor ).

  • Adaptamos nuestros orificios al tamaño de las vergas disponibles ( sería un poco discriminatorio poder modificar tan sólo el calibre de nuestros penes ), de modo que gozamos de lo lindo con cualquier cosa que haya a mano, siempre dentro de ciertos límites. Muy pequeña la tiene que tener un humano para no disfrutar con su minga, y a rabiar, cuando la clava en cualquiera de nuestros siempre dispuestos agujeros... aunque reconozco que nos da incluso más gusto cuando la tiene bien maja ( golosas que somos ).

  • Eso les pasa a todas las mujeres, humanas o no.

  • Pero mira que eres memo - le regañó cariñosamente Ciríe - ¿ Aún pensando en lo que dijo Alicia ?

  • Pues sí, aunque en realidad bien poco puede eso importarme ya.

  • En nosotras es plenamente justificable preferir los rabos realmente contundentes, pero en las humanas casi siempre se trata de algo meramente psicológico: esas ansiosas se derriten de deseo ante miembros que luego, las muy tontas, ni siquiera son capaces de encajar como es debido. Por otra parte, nosotras nunca despreciamos a nadie, o no en función de sus atributos ( además, no olvides que, en caso extremo, podemos aumentar la talla de sus instrumentos, usando a tal fin uno de nuestros frutos con forma de pepino ).

  • Entonces, ¿ te vale así ? - le dijo Óscar, señalándosela.

  • Claro que sí. Es más, quiero que te la pongas aún más pequeña.

  • ¿ Cómo cuánto ?

  • Más pequeña que cuando eras humano. Digamos de diez centímetros de longitud, si no algo menos. Eso sí, déjate los huevos como están, que no quiero prescindir de su abundante semen.

  • ¡ Si me la pongo tan canija, no te vas a enterar de nada !

  • Sí que lo haré. Vamos, no te hagas de rogar...

  • Si así la quieres, así la tendrás, querida - le dijo él, miniaturizando su pene y empezando a bombear en su maravilloso recto, acariciándole mientras lo hacía el pecho ( que ya había empezado a diferenciarse del de un muchacho, pues dos pequeñas y prometedoras protuberancias, que pronto se convertirían en apetitosos senos, habían empezado a insinuarse en él ).

Apenas llevaba un minuto, habiendo destinado parte de su magreo a pellizcarle los pezones ( esta vez, con exquisita ternura, pues de algún modo sabía que eso era lo que ella quería ), cuando Ciríe le dijo, muy excitada ( tanto, que olvidó amortiguar vibratoriamente su voz ):

  • ¡ Espera, vida mía, salte de mí !

  • ¿ Qué te pasa ? - se interesó él, haciendo, por ella, el silencio en torno a ambos.

  • Esto es lo que me pasa - le dijo Ciríe, ya vuelta, mientras se pellizcaba orgullosa los pezones... de los que manó un fino chorro de leche.

Ambos sostuvieron la mirada por unos instantes, y Óscar se inclinó sobre ella, sin mediar palabra, y empezó a beber de aquel manjar. Ella suspiraba, emocionada, y al poco compartía el primer trago con él, que se lo llevó gentilmente a la boca por medio de la suya propia.

  • Tienes un néctar riquísimo - le susurró él.

  • En realidad aún está muy soso, pero por algo hay que empezar. De todos modos, jamás será tan rico como el tuyo.

  • ¿ Quieres otro sorbo ?

  • No creo que pueda secretar mucho más, así que quizá sea mejor que lo dejemos ya.

  • Me ha sabido a muy poco - le reprochó dulcemente él.

  • Mañana produciré significativamente más, y será toda tuya, si así lo deseas. Oh, y ese no es el único néctar que en breve produciré, pues no creo que tarde más de un día en tener la primera menstruación... que será para ti.

  • ¿ Qué has querido decir con eso ?

  • Que te la daré a beber, claro.

  • Un poco asqueroso, ¿ no crees ?

  • Solemos ofrendar nuestra primera y única regla a nuestras progenitoras, aunque también la compartimos con otros familiares, siempre que estén a mano cuando se produce tan esperado evento y a nuestras mamás no les importe - le dijo ella, añadiendo, con tristeza - ¿ La rechazarías ?

  • Si es muy importante para ti que me la beba no, pero no estoy muy seguro de que me vaya a gustar.

  • Si no te apetece, no tienes por qué hacerlo.

  • ¿ A qué sabe ?

  • Bueno, sale de nuestro coño, así que tiene cierto regusto a sexo, pero... principalmente es sangre y mucosidad, así que eso es, ante todo, a lo que sabe.

  • Haré un esfuerzo, cariño - le prometió Óscar - Por cierto, ¿ qué has querido decir con eso de la primera y única menstruación ?

  • Pues eso mismo: tras ella, jamás volvemos a ovular ( creo que ese es el término ), o no espontáneamente.

  • Entonces, ¿ cómo coño os quedáis encintas ? No me digas que podéis ovular a voluntad.

  • Pues sí. Un deluyrei sólo tiene hijos cuando realmente desea hacerlo.

  • Excepto con seres de otra especie, supongo.

  • En absoluto.

  • Pero, entonces, ¿ qué ocurre si os cepilláis a una humana, y, estando ésta en su periodo fértil, le inundáis de semen ?

  • Pues exactamente lo mismo: nuestro esperma sólo es susceptible de dejar embarazada a una mujer, independientemente de su raza, cuando lo, mm... activamos . Mientras tanto, es por completo estéril, y más vale que así sea, habida cuenta la de veces que lo derramamos.

  • Y, ¿ cómo se activa ?

  • Es un simple acto de voluntad, aunque requiere mucha concentración. Cuando alguno de nosotros lo hace, sus gónadas resplandecen ( hay quien dice que de felicidad, por el servicio que le van a prestar ).

  • ¿ Se nos iluminan los testículos ?

  • Y también los ovarios, aunque no pienses mal: el brillo que despiden no es físico, si no astral. De hecho, nuestro esperma también refulge astralmente, así como el óvulo, u óvulos, que hayamos decidido madurar y liberar. Ya hablaremos de ello.

  • Antes de proseguir con la grata analítica que interrumpimos para deleitarnos con tu leche, dime: ¿ qué hiciste antes con las uñas ? Durante un rato las tuviste más largas.

  • ¿ Te refieres a esto ? - le dijo ella, haciendo crecer las uñas de su mano derecha medio palmo, para luego retornarlas a su aspecto habitual.

  • Así que, como supuse, podemos modificar el tamaño de nuestras uñas.

  • Y el del pelo, que por cierto podemos hacer brotar en la mayor parte de nuestro cuerpo, pese a que por lo común sólo tenemos en la cabeza. En realidad, todo ello, junto al mimetismo, forma parte de otro poder, uno de los dos que me había propuesto explicarte mañana.

  • ¿ El mimetismo es parte de un poder aún mayor ?

  • Sí. ¿ Adivinas cuál ? Te advierto que está enlazado con muchos otros que tú, hasta el momento, has tenido por independientes.

  • Somos metamórficos - comprendió de pronto él, para lo cual no tuvo más que recordar lo que podía hacer con su sexo, sus pechos, su lengua, su ombligo, sus ojos... y todo lo demás.

  • En efecto. Felicidades, lo has adivinado enseguida.

  • ¿ Dentro de qué márgenes podemos, mm... reestructurarnos ?

  • De todo eso hablaremos mañana, aunque te adelantaré algo: el principal límite reside tanto en el decremento como en el aumento de masa, ambos con respecto a nuestra forma primaria. Podemos reducir nuestra masa hasta la sexagésimo cuarta parte de la habitual, multiplicándola también, en casos extremos, por el mismo factor. Otra cosa, claro, es que podamos asumir variaciones tan significativas de masa durante mucho tiempo.

  • ¿ En mi caso ese factor se multiplica por diez ?

  • Para ese poder en concreto no, lo hace por dieciséis, pasando a ser de mil veinticuatro.

  • La leche, podría reducirme hasta la talla de un ratón, o hacerme tan grande como un dinosaurio.

  • ¿ Qué es eso ?

  • Es el nombre genérico de una gran variedad de reptiles, por lo común inmensos, que se extinguieron hace unos sesenta y cinco millones de años ( eso dicen los expertos ).

  • Oh, eso. Por un momento creí que te referías a un dragón... ser, naturalmente, en el que tú te podrías transformar.

  • No me digas que existen.

  • Naturalmente, aunque no esperes encontrar en este mundo, y menos en la actualidad - le dijo ella, añadiendo en un falso tono quejumbroso, mientras se ponía de nuevo boca abajo - ¿ No vas a seguir taladrando mi culito ? No me digas que ya te has cansado de clavármela por ahí...

  • Nunca podría cansarme de tu culo, mi amor - le dijo él, volviendo a insertar el empequeñecido miembro dentro del recto de Ciríe.

  • Adulador - le regaño amorosamente ella, dándole unos cariñosos apretones en el falo con la musculatura de su recto y alzando su cara a fin de poder mirarle a los ojos.

  • Dame tu boca - le dijo Óscar, arqueando la espalda a fin de poder besarle.

  • Es tuya, como el resto de mi ser - le dijo ella, rodeando parcialmente su cintura con los brazos, a fin de pegarse más aún si cabe a él, y aceptando su beso.

Cuando se corrieron, Óscar se salió del culo de Ciríe y, sin mediar palabra, procedió a orinarle encima ( como juego, había sido divertido mermar su tranca, puede que incluso instructivo, pero contar con un falo tan ínfimo se le estaba empezando a hacer un tanto extraño, así que lo devolvió a su talla normal... como deluyrei, claro ). Cuando acabó, ella le devolvió el favor, poniéndose para ello sobre él, aprovechando para hincarse un par de dedos en el trasero... que, una vez terminó de mear, llevó a sus labios, tumbándose sobre el y dándole a probar sus jugos. Se durmieron con sus bocas fundidas en un beso.

Continuará...

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