El renacer de los deluyrei (02)

Óscar se va adaptando a su nueva condición, explorando sus dones sobrenaturales con la ayuda de Ciríe.

Poco después de que Ciríe abandonase la habitación, Óscar cerró la ventana. ¿ Quizá se sentía algo celoso ? Comprendió que no, aunque aquella broma, pues finalmente llegó a la conclusión de que eso era lo que había sido, llegó a preocuparle un poco. Le dio algo de grima ver salir a Ciríe con la camisa abierta, pero de algún modo tenía que extraer las alas, si quería usarlas: ya las ocultaría cuando se posase, arreglándose todo aquello y poniéndose el abrigo, que de momento llevaba atado en la cintura ( en realidad, hacía el suficiente fresco como para llevar también jersey, pero ella le aseguró que no tenía frío ).

Empezó a experimentar con el mimetismo, mientras recogía todo ( su ropa ya no le valía, pero de todos modos la metió en la mochila que había comprado el día anterior, junto al neceser y las demás cosas ). Para su sorpresa, adoptar tonos homogéneos le resultó especialmente sencillo, sobre todo si se ponía en contacto con algo del color elegido, formándosele de inmediato, por acción de su voluntad, una especie de pequeño lunar que luego agrandaba sin excesivos problemas. Enseguida tuvo la suficiente habilidad como para poder prescindir de aquella treta ( la primera vez que se puso sobre la piel algo del color a asumir, lo hizo sin pensárselo, suponiendo que se había tratado de un acto instintivo ). Ante el espejo, alteró el color de sus ojos ( córneas incluidas, aunque las pupilas, evidentemente, seguían siendo negras ), y también el de su cabello... el cual, por cierto, de momento le resultaba muy difícil de mover, no yendo mucho más allá de agitarlo. Debería tomárselo con calma.

Cogió las sábanas, manchadas de sangre ( de cuando Ciríe nació ), entre otros muchos fluidos corporales, y las metió en el lavabo, poniendo el tapón y llenándolo con agua caliente. No quería dar demasiado la nota por donde quiera que fuera pasando ( parecía que hubiesen decapitado sobre ellas a un pollo, habiendo organizado después una orgía encima ), así que procuró disimular un poco todo aquello. Tras frotarla con la pastilla de jabón que había en el cuarto de baño, observó los resultados: seguían estando bastante sucias, pero habían experimentado una mejora muy importante. Así valdría, se dijo, escurriéndolas y repasándolas brevemente con el secador de pelo ( el cuarto incluía uno ).

Cuando acabó con ello, retornó la mesa del televisor a su posición habitual, quitando antes la toalla de debajo. Levantarla no le supuso ningún esfuerzo, aunque enseguida descubrió que su enorme fuerza no le proporcionaba una mayor estabilidad, pues su centro de gravedad se veía alterado por lo que quiera que cogiese con la misma facilidad que cuando era humano, de modo que tendría que tener mucho cuidado con lo que levantaba, asegurándose de no perder el equilibrio.

Enchufó el aparato, y, como tenía una entrada de vídeo compatible con su cámara, aprovechó para verse lo que había grabado, aunque avanzando rápido la mayor parte del tiempo ( ya había guardado la videocámara, en la mochila que compró para Ciríe, así que la volvió a sacar ). Estaba seguro de que habría quienes pagasen una fortuna por tan exótico documento... y eso, aún creyendo que se tratara de un montaje.

Se alegró mucho de haber hecho aquella grabación: a su través podría, en su apropiado momento, explicarles a sus más allegados lo sucedido. Sin tan contundente prueba, quizá nunca le creyesen. Para cuando Ciríe se levantó a fin de apagar la luz, posiblemente para que no le molestase, su cuerpo ya había experimentado la mayor parte de sus cambios... excluyendo la enorme cicatriz de su improvisada cesárea , que aún no se había cerrado por completo, aunque poco le faltaba ya ( la grabación prosiguió hasta que la cinta se acabó, para lo cual aún quedaban más de dos horas y media, pero desde entonces sólo captó oscuridad, así que Óscar detuvo la reproducción y guardó de nuevo la cámara ).

Había pasado de estar completamente desamparado, y desesperado, a contar con extensos recursos, habiendo ganado, además, una amiga que jamás le defraudaría ( de aquello estaba plenamente convencido ). No sólo ya no tendría por qué huir de su suegra, pues sus matones no le identificarían cuando creyesen haber dado con él, si no que quizá pudiera hacer algo para vengarse de todo lo que le habían hecho... sin olvidarse, por supuesto, del asesinato de Luis ( no por ser exótico y retorcido dejaba de ser eso, un asesinato ). Ni que decir tiene, también tenía que pensar en la mejor forma de ayudar a Ciríe a liberar a las demás deluyrei, y no porque se fuesen a convertir en sus amantes cuando renaciesen, pues con una ya le bastaba, si no por simple compasión ( le parecía muy cruel lo que les habían hecho ).

Echó un vistazo al reloj. Eran las once y veinte, y Ciríe seguía sin aparecer. Tras titubear un poco, se puso de rodillas sobre la otra cama, sin bajar la colcha ( las sábanas de aquella en la que durmió - entre otras cosas, todas ellas mucho más interesantes - aún estaban algo mojadas, pues en realidad no se empleó a fondo con el secador ), y alargó su miembro una vez más. Retorciéndolo, se lo metió en el culo.

De nuevo su hija tenía razón: aquello era extraordinariamente grato. Unos cuantos meneos bien dados, y se corrió. Después se agachó, engulliendo su tranca, que a tal fin encogió ( podría habérsela metido en la boca sin agacharse, de alargarla aún más, pero tal cosa habría carecido, a su entender, de mérito ), sin olvidarse de sus testículos, que se amasó con cariño. Era muy placentero, aunque saltaba a la vista que le faltaba práctica: sus manejos, comparados con los de Ciríe, eran tan torpes que hasta llegó a avergonzarse de sí mismo ( se propuso entrenarse en secreto, a fin de darle a su exigente amante una sorpresa ).

Sin llegar a eyacular, se replegó un poco más y puso la cara frente a su culo, que aún olía a esperma ( que no era si no el que se acababa tan placenteramente de administrar a sí mismo ). Se le antojó muy bonito, a su modo tanto como el de ella, y comenzó a comérselo, al principio con cierta reticencia pero enseguida con gula. También era bastante grato, aunque una vez más echó en falta la experiencia de Ciríe. Dándose por satisfecho con aquella breve prueba ( no llegó hasta el clímax, ni falta que hacía, pues tan sólo quería comprobar la viabilidad de la postura en cuestión ), miró de nuevo al reloj, constatando que ya eran las doce menos veinticinco. Decidió experimentar con la invisibilidad, aunque de momento no la propagaría fuera de su cuerpo ( no quería correr el riesgo de hacer invisibles las paredes, techo o suelo, y que alguien pudiera ver lo que estaba haciendo ).

Necesitó casi diez minutos para hacerse invisible, cosa que fue ocurriendo paulatinamente, y se dio un buen trompazo contra el suelo cuando intentó andar. Tras aquel sobresalto tuvo más cuidado, logrando además acortar el tiempo que le llevaba concentrarse sensiblemente. En caso de que Ciríe tuviese algún problema con sus compras, quizá pudiese escabullirse sin su ayuda.

Eran menos cinco cuando ella regresó, dando unos discretos toques en la ventana. Óscar se apresuró a abrirle, y ella se hizo visible de nuevo. Llevaba varias bolsas en las manos, y vació una de ellas sobre la cama, en silencio pero con una elocuente expresión de niña mala.

  • ¿ Qué es todo esto ?

  • Vístete, luego te lo explico.

  • Pero, con lo que te di, es imposible que pudieses comprar tantas cosas...

  • Le hice un pequeño servicio al dueño de la tienda, a su mujer, a sus dos hijos, y a cuatro de sus clientes - le confesó ella, echándole juguetona el aliento en la cara... ¡ que apestaba a semen ! - la verdad es que no sólo no me he gastado ni un céntimo, si no que además me han dado una buena propina.

  • Pero mira que eres puta - le dijo él, poniéndose con premura la ropa que Ciríe le había conseguido ( se le había dado muy bien calcular la talla, pues todo le iba a la perfección ).

  • Gracias, papá - rió ella, en absoluto ofendida ( de hecho, se le veía visiblemente halagada ) - en cuanto a lo de limpiarme el culo, tal y como habíamos quedado antes...

  • ¿ Sí ?

  • Quizá debas saber que me hice penetrar por todos ellos, de modo que tu esperma está ahora mezclado con el de seis hombres más... ah, y el de un perro, que usé como gancho.

  • ¿ Te tiraste a un perro ?

  • Sí: tras ver lo que hacía con él, todos quisieron probar.

  • Esto es demasiado - se quejó Óscar, ya vestido ( no era ropa de marca conocida, pero sí razonablemente buena, y cómoda, cosa que también iba por los zapatos, que tenían cierto aire deportivo ).

  • Vayámonos de aquí - le apremió ella, tendiéndole las bolsas con el resto de su abundante compra , así como la mochila ( en la que le había cabido todo su equipaje, y con margen, así como la restante ropa de Ciríe ). Él las sujetó, y ella le cogió a él en sus brazos, haciéndose invisible ambos y saliendo por la ventana.

  • Debo pesar más del doble que tú, con el equipaje quizá el triple, y me alzas como si fuera un niño - cuchicheó él, mientras iban camino del callejón más cercano.

  • De ser necesario, podría alzar tu coche... y eso ahora, pues, cuando crezca, podré con dos como él, quizá incluso con tres. Tú mismo seguro que puedes con tres a la vez: otra cosa, desde luego, es tener de donde alzarlos.

Del callejón fueron hacia el vehículo, aunque Ciríe no se hizo aún visible, pues decidió dejar la llave del hotel en recepción. Óscar se hizo un poco el remolón, y, para cuando llegó al coche, ella ya estaba ante la puerta del conductor ( para hacerse notar, le dio un discreto tirón de la pernera del pantalón ), escabulléndose por ella no bien éste la abrió, a fin de acomodarse en el asiento del acompañante. Pronto estaban en las lindes del pueblo.

  • ¿ Me vas a contar qué hiciste en la tienda, o no ? - no pudo resistirse más él.

  • Claro que sí, mi amor - le dijo ella, haciéndose de nuevo visible aprovechando que por la calle no venía nadie, pese a lo cual se agachó ( de ese modo, evitaba ser vista por quienquiera que pudiese estar mirándoles desde las ventanas de los achaparrados edificios que había a ambos lados de la estrecha avenida por la que circulaban ).

  • Pues ya estás desembuchando. Para empezar, ¿ a qué tienda fuiste ?

  • A la más lejana, pues quería lo mejor para ti, y, según lo que apuntaste en aquel papel, esa era la más surtida. Cuando llegué, había empezado a lloviznar, de modo que la calle estaba bastante vacía. Una vez me arreglé la ropa, me hice visible detrás de un vehículo especialmente grande ( creo que los llamáis camiones ), y entré. En aquel momento estaban los dueños ( una pareja de cuarentones con dos hijos de doce y dieciséis ), así como tres clientes, dos hombres y una mujer. También había un enorme perro muy lanudo, blanco y con manchas grises, que tenía aspecto de aburrirse terriblemente.

  • ¿ De quién era ?

  • De los dueños de la tienda. Se había acomodado en uno de los probadores, uno que hacía esquina, y dormitaba al pie de la banqueta.

  • ¿ Cómo te lo montaste para cepillártelo ?

  • Tras seleccionar algo de ropa para ti, y pedir que me la apartasen, hice como que me probaba un vestido, quedándome en bragas y calcetines ( elegí para ello el reservado que había pegado a aquel donde estaba el perro ). Entonces, contacté mentalmente con el chucho y le induje a lanzarse sobre mí, desgarrándome la escasa ropa que llevaba puesta mientras simulaba una violación...

  • Alto ahí - le cortó él - ¿ Es que también podemos influir sobre las mentes de los perros ?

  • Nuestra telepatía afecta a todos los animales, que no sólo a los canes, y por supuesto también podemos comunicarnos con las plantas. Más aún: además de percibir lo que perciben, pudiendo hacerles llegar muchos de nuestros pensamientos, también podemos tomar el control de sus cuerpos, obligarles, si es menester, a hacer cosas en contra de su voluntad: en el caso de las plantas, sin ir más lejos, somos capaces de hacer incluso que se muevan.

  • ¿ Moverse, una planta ?

  • Bajo el influjo de nuestra magia, sí.

  • Imagino que tendremos algunas limitaciones...

  • Por supuesto. Nuestro control mental no puede exceder de determinado valor producto de la masa de los seres a manipular y la complejidad de sus mentes ( el que sean similares entre sí suele ayudar bastante: una gran diversidad de mentes menoscaba esa constante... cuyo valor va creciendo con la edad, estabilizándose cuando nos hacemos adultos ).

  • ¿ Podemos controlar a humanos ?

  • Eso depende de su masa corporal, pero ante todo de la complejidad de su mente, aunque por lo común sí. De todos modos, sólo lo hacemos en caso de extrema necesidad, pues no nos gusta manipular a la gente. Siempre que irrumpimos en una mente ( ya sea ésta racional, simplemente animal, o tan sólo vegetal ), procuramos hacerlo sin perjudicar realmente al ser del que emane, aunque evidentemente hay una salvedad: cuando se trata de un ente dañino, no tenemos reparos en hacer con él lo que se nos antoje, a modo de castigo.

  • No sé qué mente puede tener una planta.

  • No te equivoques, ellas también sienten, e incluso piensan, aunque reconozco que su proceso mental es tan vago y primario que casi nunca logramos captarlo.

  • Yo no he captado aún ningún pensamiento de nadie.

  • Ya te enseñaré a hacerlo, pero ahora déjame seguir con mi relato.

  • Está bien, continúa.

  • A fin de que todo el mundo se percatase de lo que ocurría, le sugerí silenciosamente al perro que ladrase antes de irrumpir en mi probador, e incluso huí, convincentemente atemorizada, de él. Una vez estuve en el centro de la tienda, perfectamente visible para todos, tropecé , y el animal se tiró sobre mí, desgarrándome lo poco que en aquel momento llevaba puesto, especialmente las bragas. Nadie pudo reaccionar a tiempo, y di un sobrecogedor grito cuando me la clavó... que transformé en un suspiro de alivio, tranquilizándome enseguida.

  • ¿ Y eso, a qué vino ?

  • Eso fue precisamente lo que debieron preguntar ellos, apresurándome yo a aclararles el motivo de mi visible alivio: en vez de habérmela metido por la rajita, me la estaba clavando por el culito... placentera actividad que practico muy a menudo, les confesé, encontrándola maravillosa. Si me había puesto tan nerviosa era tan sólo por que llegué a temer por mi virgo, cuya pérdida me habría ocasionado un disgusto tan terrible que quizá no hubiese querido ni seguir viviendo.

  • Joder, menuda actriz tienes que estar hecha.

  • Pues eso fue sólo el principio. Como yo ya había previsto, no bien reaccionaron, hicieron ademán de espantar al perro, pero yo les supliqué que le dejasen dentro de mí, pues temía que nos hiciesen daño al intentar separarnos ( mentía, naturalmente ). Además, argumenté que el pobre parecía estar muy necesitado, sintiéndome en la obligación de hacer de perrita para él, de lo cual no sólo el can se beneficiaría, pues estaba empezando a pasármelo realmente bien. Deberías haber visto las caras de todos cuando empecé a gemir, presa de mi primer orgasmo... que, naturalmente, no tuve la menor necesidad de fingir. Me retorcí ( eso sí, en todo momento procuré no mostrarme especialmente más elástica de lo que es habitual en un humano ), poniéndome sobre el perro ( cuyo lomo aplastó contra el suelo, siguiendo mis sugerencias, algunas de ellas verbales aunque la mayor parte telepáticas ), y yo misma me penetré, empezando a decir todo tipo de barbaridades acerca de lo mucho que me gustaba recibir trancas en el culo.

  • ¿ Y se quedaron allí, mirándote sin hacer nada ?

  • Pues sí. Pronto entró un nuevo cliente, que por fortuna conocían ( se quedó tan pasmado como los demás ), y, al darse cuenta de su presencia, el dueño de la tienda puso precipitadamente el cartel de cerrado, bajando las persianas... y regresando a su puesto. Todos me miraban anonadados, y gracias a mis penetrantes sentidos pude apreciar que les había puesto bastante cachondos a todos, cosa que también iba por la dueña y la única clienta. El perro enseguida se corrió, y yo le di un fugaz beso en el hocico, desenganchándome de él sin ningún problema ( ya has visto con qué facilidad dilato el ojete ), y, tras incorporarme, me quité las destrozadas bragas, examinando los daños que habían sufrido mientras me hurgaba distraídamente el ano con los dedos, todo ello procurando que parte del esperma fluyera por mis muslos a fin de que a nadie le cupiese duda de que el perro, en efecto, me había cubierto ( a sus jugos se sumaron los tuyos, por cierto muchísimo más abundantes, pero de eso ellos nada sabían, al menos por el momento ).

  • ¿ Qué pasó con el perro ?

  • Ya había cumplido con su cometido, así que le sumí, por medio de mi telepatía, en un profundo sopor. La dueña me preguntó si me encontraba bien, pues parecía dolerme el trasero, pero yo le aseguré que si me lo tocaba no era para aliviar ningún dolor, si no más bien para sofocar el intenso prurito del deseo, pues por desgracia me había quedado a medias.

  • Me gustaría haber visto cómo reaccionaron cuando les soltaste aquello - se regodeó Óscar.

  • Sus expresiones de asombro eran cómicas, y la cosa iría a más enseguida, pues uno de los clientes me dijo que le pareció verme llegar al orgasmo, de modo que tampoco tenía demasiados motivos de queja, y yo me hice la ofendida, asegurándole que, pese a haber tenido en realidad dos, aquello apenas me servía de entremés: ¡ necesitaba más, mucho más, y enseguida ! Cogí compulsivamente un artefacto que había colgado de uno de esos expositores que son rotatorios y me lo metí en el trasero, pues su forma era bastante apropiada para tales menesteres ( más tarde me explicaron que se trataba de un paraguas, uno de esos que se pueden acortar, además de plegar ).

  • ¿ Qué hicieron ?

  • La única clienta me preguntó, embobada, si realmente me gustaba aquello, y yo me subí al mostrador, apoyándome en una papelera metálica que había al lado, a fin de mostrarles en qué estado tenía los bajos... todo ello, sin dejar de darme duro con el chisme. Camino del tercer orgasmo, me tumbé boca abajo ( hasta entonces había estado de rodillas ), simulando que me costaba alcanzar el mango del paraguas, y suplicando, al poco, que alguien me penetrase con él.

  • ¿ Hubo algún voluntario ?

  • ¡ Y tanto que los hubo ! No me molesté mucho en fijarme en quien me lo metía, pues al poco alguien se bajo la bragueta, en la parte externa del mostrador, y me acercó el miembro a la cara. Di un gritito de alegría ( no tuve necesidad de fingirlo, me salió del alma ), y empecé a mamárselo con ansia.

  • ¿ Quién fue el agraciado ?

  • El hijo mayor de los dueños ( la primera que jugó con el paraguas fue su madre ). Cuando vieron la cantidad de esperma que salía de mi culo con cada arremetida, uno de los clientes elogió al perro, pero yo me apresuré a corregirle, asegurándole que buena parte de todo ello ya lo tenía dentro, pues no hacía mucho rato había practicado la sodomía con un buen semental ( de esos que van a dos patas, o quizá más bien a tres , les dije ), y varias veces seguidas.

  • Vaya, gracias por lo de semental de tres patas - rió Óscar

  • ¿ Tardaron mucho en animarse a perforártelo con algo más apetecible que el paraguas ?

  • Qué va: no bien dije aquello, se pudo oír el ruido de otra bragueta al bajarse, y enseguida tuve dentro de mí a otro de los clientes. Como las dos mujeres estaban también bastante excitadas, les sugerí que participaran. El hijo pequeño me preguntó, incrédulo, si también me iban las tías, y yo le aseguré que no le hacía ascos a nada. Al oír aquello, la clienta me preguntó que cómo podía ser tan puta a mi edad... que era justo lo que estaba esperando oír.

  • ¿ Y eso ?

  • Me dio la excusa perfecta para empezar a cobrarles por mis servicios.

  • ¿ Cómo se lo sugeriste ?

  • Lo hice como si se tratara de un juego ( y en el fondo, al menos hasta cierto punto, así era ). Riéndome ante su ocurrencia , le dije que era tan puta que, por cinco euros, chuparía con deleite, durante otros tantos minutos, la parte de su cuerpo que ella escogiese, fuese cual fuera, y sin importarme lo limpia que pudiera tenerla: a partir de entonces, la tarifa ascendería a tres euros por minuto. Ella se bajó la ropa y me puso el culo en la boca, idea que implanté disimuladamente en su psique ( no me costó mucho, y en cualquier caso no le forcé a hacerlo, tan sólo se lo sugerí ). La muy ingenua pensó que estaba bromeando, creyendo estar dándome una lección, pero yo, naturalmente, se lo empecé a comer sin hacerle ascos. Tuve que agarrarle con bastante fuerza de la cintura a fin de que no se me zafase, pues, al ver que aquello iba completamente en serio, por un momento pareció arrepentirse ( por si te interesa, su culo era bastante peludo para ser de mujer, y estaba algo sucio, pero sobre todo sudado: me supo a gloria, aunque por descontado no se podía comparar, ni siquiera remotamente, con el tuyo ).

  • Imagino que enseguida se centró, dejando que se lo trabajases a fin de amortizar su inversión.

  • Estuve un cuarto de hora largo con ella, lo que por sí solo me reportó cerca de cuarenta euros ( le di varias veces la vuelta, y me aseguré de provocarle dos magníficos orgasmos, los únicos que en su vida le había reportado otra mujer ). Mientras estaba en ello, le puse también precio a mi culo, siempre con aire más lúdico que lucrativo, e incluso ofrecí un apetitoso descuento: por una doble sodomía ( con eyaculación por ambas partes asegurada, no importa lo que éstas se demorasen, aunque moviéndome únicamente yo ), pedí catorce euros, siete a cada uno de los participantes. Las ofertas no se hicieron de esperar, aunque esperé a que mi primera cliente estuviese saciada para cambiar de postura, facilitando la especialidad en cuestión.

  • ¿ Qué otros servicios ofreciste ? - se interesó Óscar, parando en el arcén y acariciándose a través del pantalón, sin el menor disimulo, el falo.

  • Por estimularles con los pies o con las manos, cobraba a dos euros el minuto, más un extra de cinco si se me corrían encima. Ofrecí ser azotada en las nalgas, y en la espalda, cobrando un euro por cada media docena de trallazos ( quizá te interese saber que el cinturón que llevas puesto fue uno con los que me arrearon ). Por recrearme tragando el semen recién extraído, de modo que lo vieran, cobraba dos euros más. Por dejarme mear encima, cobraba otros dos ( cuatro, si lo recibía en lugares especialmente críticos, y cinco, si me lo tenía que tragar ). Por meterles el dedo en el culo y limpiármelo con la lengua, después de dejarlo bien pringado, cobraba tres euros más. Oh, y por recibir el esperma directamente en cualquiera de los ojos, diez euros.

  • ¿ Se te corrieron en los ojos ?

- Sólo tres de ellos quisieron probar, el hijo mayor y dos de los clientes ( entre ellos, la mujer, que me aplicó en ambos sus abundantes flujos vaginales, a modo de sensual colirio ).

  • ¡ Con lo que escuece eso !

  • Error, cariño: a nosotros no nos escuece, ni eso ni el pis.

  • ¿ Ni siquiera un poco ?

  • Sólo si están muy fuertes: en el resto de las ocasiones, las únicas molestias que eso nos produce son las derivadas de la merma de agudeza visual ( el semen, sobre todo, enturbia la vista que ni te imaginas ), cosa que se soluciona por ejemplo llorando un poco... lo cual, por cierto, nos es muy sencillo hacer.

  • ¿ Lloramos a voluntad ?

  • Y en grandes cantidades. Es más, nuestras lágrimas tienes propiedades anestésicas, pero ya hablaremos de eso.

  • Espero que así sea, pues suena interesante. Y bien, ¿ alguna otra cosa digna de mención ?

  • Al hijo pequeño le hice un servicio completo gratis, y uno de los clientes quiso desvirgarme, ofreciéndome ochocientos euros ( incluso hizo ademán de salir a la calle, para acercarse a un banco cercano ), pero yo le mandé cortésmente a la mierda, asegurándole que mi virgo permanecería intacto para aquel al que amo. Se le puso la cara muy larga, así que le sugerí que se tumbase boca arriba en el suelo, pues, para compensarle por la desilusión sufrida, le iba a dejar lamerme el coño, tras lo que le deleitaría con otra sodomía... todo ello, y sin que sirviese de precedente, por sólo diez céntimos.

  • ¿ Por qué sólo diez céntimos ?

  • Porque las monedas de menos me parecen muy feas, y había decidido cobrarle algo, aunque fuera simbólico, para ser fiel a mi papel de puta. Cuando le monté se le olvidaron todas las penas, y eso que mi culo ya lo había probado antes.

  • ¿Te pusieron alguna pega, a la hora de remunerarte ?

  • No demasiadas, aunque los dueños de la tienda optaron por pagarme con ropa, y los demás les imitaron, comprándola a tal fin para a continuación dármela. Oh, y, antes de irme, les hice un regalito.

  • ¿ El qué ?

  • No podía tolerar que pensasen que aquello lo había hecho tan sólo para obtener la ropa, así que, a fin de demostrarles una vez más lo salida que estoy, me metí en el culo una zapatilla deportiva ( me regalaron dos parejas ), no sin antes envolverla en una bolsa de plástico ( maravilloso material, por cierto ), para no ensuciarla ( con esperma, claro, pues no olvidemos que nuestras heces no manchan ). Dejé uno de los extremos de su cordón fuera, y les sugerí que me sellasen la entrepierna con cinta de embalaje ( el hijo mayor estaba haciendo inventario cuando entré, siendo entonces cuando la vi por vez primera ).

  • ¿ La llevas aún... precintada ?

  • Sí, y me llevará un buen rato quitarme todo eso. Será divertido.

  • Espero que no se te corte la circulación.

  • La mayor parte de las vueltas me las dieron sobre las bragas que el perro destrozó, pues no por caérseme dejaban de taparme ( aunque ya no tanto como al principio, por supuesto ). Además, la zapatilla me produce una grata sensación de lleno... aunque nada que ver con tu poderosa y viril herramienta. Tengo la entrepierna envuelta como para regalo, papá Óscar, y tú eres su destinatario. ¿ Quieres abrirlo ahora mismo ?

  • No pretenderás que hagamos el amor después de haberte revolcado con tanta gente, y para colmo también con un perro. No pienso ponerte la mano encima hasta que te asees a fondo.

  • Mira que eres tiquismiquis - se quejó ella, aunque respetando su decisión... pese a lo cual hizo un último intento, llevando la mano a su entrepierna y acariciando el imponente bulto que en ella se marcaba, al par que le preguntaba, con ternura - ¿ Ni siquiera una mamada ?

  • Más tarde, cuando comamos.

  • Yo sí que te la comeré. A todo esto, ¿ a dónde nos dirigíamos, antes de que parases ?

  • Vamos hacia el sur, concretamente a Madrid, que es donde vivo.

  • ¿ Queda mucho ?

  • Sí, aún está muy lejos, pues todavía no hemos salido de Orense.

  • ¿ No podrías ir hacia el este, y un poco al norte ?

  • ¿ Para qué ?

  • Por lo que sé, las almas de dos de mis hermanas fueron apresadas aproximadamente en esa dirección.

  • En ese caso, vayamos para allá...

Óscar cambió de carretera no bien tuvo ocasión, y, tras llegar a un sitio muy poco transitado, abandonaron la vía y pararon el coche: era hora de recibir su primera clase de vuelo, de invisibilidad y de vibración. Empezarían con esto último, pues, hasta que Óscar no supiera controlar aquel poder, sería un peligro público ( si se le activase sin querer en un momento inoportuno, y de una forma inapropiada, podría fácilmente herir, e incluso matar, a alguien... daños materiales aparte ).

Ciríe empezó a generar vibraciones de distintas frecuencias en torno a él, diciéndole que se esforzara en captarlas: una vez Óscar estuvo lo suficientemente concentrado, sus poderes vibratorios se entremezclaron con los de ella, que manejó los de ambos. Aquella resultó ser una manera rapidísima de aprender, pues no bien ella hacía algo, él ya sabía cómo repetirlo ( aunque sólo a grandes rasgos ). Apenas media hora después, Óscar tenía el suficiente control como para no poder poner involuntariamente en peligro a nadie. Además de producir sonidos de muy diversas amplitudes y frecuencias, desgarraron piedras ( una de ellas tan grande como el coche, y con no demasiado esfuerzo ), astillaron ramas ( preferiblemente muertas ), hicieron hervir algunos charcos, e incluso reventaron una enorme boñiga de vaca ( estaban en un prado en el que sin duda pastaban de vez en cuando algunas ).

No era tan fácil como a simple vista parecía, pues, dada su escasa resistencia, las heces tendían a desparramarse sin reventar, pero el preciso control de Ciríe obró el portento ( por algún misterioso motivo, aquel apoteósico estallido de mierda se le antojó a Óscar bastante hermoso, casi artístico, y lamentó de veras no haberlo filmado ).

El poder vibratorio no sólo generaba oscilaciones, también las amortiguaba ( bastaba con invertir la fase ), y desde luego permitía percibirlas ( lo cual, unido a sus ya de por sí sensibles oídos, les otorgaba una sensibilidad acústica impresionante: de momento, Óscar no oía significativamente mejor que antes de su transformación en deluyrei, pero aquello cambiaría enseguida, cuando su cerebro aprendiese a procesar el ampliado ancho de banda ).

Generar en una determinada zona el silencio total no era nada sencillo ( necesitaría bastante práctica ), pero a Óscar no le resultó demasiado complicado disminuir en bastantes decibelios el ruido ambiente. El problema, desde luego, no era falta de poder ( Ciríe sí que podía hacerlo, siendo el suyo por el momento muy inferior ), si no de habilidad.

Hablar, que a simple vista parecía especialmente complejo, en realidad no lo era: sólo había que concentrarse en la voz a generar, y ésta enseguida aparecía ( en cualquier caso, si Ciríe no lo hubiese hecho a través de él, mientras sus poderes vibratorios estaban entrelazados, le habría costado semanas lograrlo ). La primera voz que fue capaz de imitar fue la de sí mismo, aunque antes de la transformación ( se la conocía al dedillo, no en vano la oía a todas horas ). Ni que decir tiene, inicialmente la generó tal y como antaño la captaba él, pero, con la guía de Ciríe, pronto obtuvo la que los demás oían. Aprendió a emitirla sin esfuerzo: así, al menos, podría hablar por teléfono con la gente que conocía, no teniendo para ello que revelar nada de lo ocurrido.

Después le enseñó a manejar el poder de invisibilidad, valiéndose de la misma argucia que antes: entrelazaron sus poderes, manejando ella los de los dos. Para aquello, Óscar no tuvo más que hacerse invisible, momento en el que ella dirigió su poder hacia su cuerpo. Una vez ambos poderes confluyeron en un punto, quedaron momentáneamente sincronizados, y la lección empezó. Extender la invisibilidad a la ropa que llevaba puesta fue el primer paso, y algunos de los árboles cercanos también parecieron desvanecerse momentáneamente, así como el coche ( todo ello enseguida retornó a la normalidad ).

Cuando los poderes de los dos se escindieron de nuevo, Óscar descubrió que no había aprendido tanto como quisiera, pese a lo cual ya no necesitaba ni siquiera dos segundos de concentración para hacerse invisible, afectando también, y con razonable soltura, a la ropa que llevara puesta. No logró tornar invisible el coche por completo, desapareciendo ante él por partes ( lo visible y lo invisible se entremezclaron como el humo y el aire, de modo que el coche, mientras se estuvo concentrando en él, parecía haberse vuelto casi fantasmal ).

Aquel poder aún tenía una faceta más por explorar: con la suficiente concentración, podía verse lo invisible, o más bien percibirse. Era como ver los contornos de las cosas, pero representadas en blanco y negro, o más bien en distintas tonalidades de un color que sólo estaba en tu mente ( él, al menos, lo sintió así ). Gracias a ello, no se corría riesgo de accidentes mientras se era invisible, ya fuera tanto al no saberse situar uno en el entorno inmediato ( le vino a la mente aquel tropezón que se dio ), como al no ver los objetos que se habían ocultado.

La invisibilidad se mantenía por sí misma durante cierto tiempo, dependiendo de la intensidad con la que se hubiera derramado sobre un objeto en concreto. El límite rondaba en torno a la hora y media. Óscar logró ocultar un pedrusco del tamaño del tronco de Ciríe durante ocho casi minutos, tras volcar en él todo el poder que fue capaz de enfocar ( tan sólo una ínfima parte del que tenía a disposición, le aseguró ella ).

Ya llevaban más de una hora y cuarto desde que salieron del coche para cuando Ciríe decidió enseñarle a usar sus alas, quitándose el abrigo y la camisa, cosa que él también hizo ( debían estar como a diez grados, si no algo menos, pero a decir verdad no tenían frío: era cierto, pues, que soportaban sin problemas condiciones climáticas adversas, tal y como le aseguró ella cuando su alma aún estaba atrapada en la piedra ).

Cuando Óscar por fin las logró extender, tras fijarse en cómo ella las manifestaba y las desvanecía varias veces, se giró a fin de verlas: las dos más grandes debían rondar los tres metros y medio de longitud cada una, y quizá uno veinte de anchura máxima ( les calculó sesenta centímetros de anchura media ).

Eran tan bonitas como las de ella, y moverlas no le costó ningún esfuerzo, pese al aire que desplazaban. Pero no era así como había que utilizarlas, así que dejó de agitarlas y se sometió al atento escrutinio de Ciríe... la cual, se percató de pronto, le miraba a la espalda con suspicacia.

  • Agáchate - le pidió ella, y su voz temblaba, o eso se le antojó a Óscar.

  • ¿ Acaso algo no es como debiera ? - se alarmó él.

  • Enseguida lo veremos - repuso ella, nerviosa, empezando a manipularle las alas con no demasiado tino ( Óscar notó que le temblaban las manos ), a fin de extraer las dos parejas restantes ( él no se había molestado aún ni en moverlas, y, cuando le aparecieron, lo hicieron apoyadas directamente sobre su piel, parcialmente ocultas por las más grandes ).

  • No me dejes en ascuas - se quejó él, aunque enseguida comprendió el motivo por el que Ciríe estaba tan interesada en sus alas: ¡ tenía tres parejas de más ! Las tres eran algo más pequeñas que las dos parejas secundarias normales , no mucho, y su aspecto general parecía ser algo distinto, si bien no logró identificar a qué se debía. Sus miradas se cruzaron, y la expresión de Ciríe rezumaba reverente asombro, por lo que le preguntó - ¿ Es normal tener pares supernumerarios ?

  • En absoluto, de hecho se supone que es imposible. Sólo las ocho matriarcas tienen seis pares de alas.

  • ¿ Quienes ?

  • Las ocho deluyrei que nuestra diosa creó en persona, aquellas que dieron origen a toda nuestra raza. Estoy perpleja. Que te hayas transformado en uno de nosotros ya es extraño, de hecho milagroso ( que yo sepa, no hay precedentes, y el que seas macho lo hace todo aún más inverosímil ), pero esto otro me deja absolutamente anonadada. Perdóname, pero necesito sentarme.

Ciríe plegó sus alas, en lugar de desvanecerlas, y se sentó en el capó del coche, visiblemente aturdida. Óscar se sentó al lado de ella, pasando un brazo bajo su cintura, y ella aceptó su caricia con una tímida sonrisa, volviendo a perderse su mirada en el vacío. Quién sabe en qué pensaba. Se le veía confundida, incrédula.

  • ¿ Podría tener algo que ver con el hecho de que yo sea el único macho deluyrei ? - le preguntó Óscar, al poco - Eso implica que soy también el primero de todos.

  • Esa podría ser la clave - coincidió ella, animándose bastante. Tras dar un sentido suspiro, exclamó - ¡ Un patriarca deluyrei ! Qué intrigante concepto...

  • ¿ Me convierte eso en alguien especialmente importante, entre los nuestros ?

  • Imagino que estás bromeando - se ofendió, o casi, ella - Sólo nuestra diosa está por encima de las ocho matriarcas, que son reverenciadas incluso por nuestras reinas.

  • Uf, espero que eso no me obligue a asumir demasiadas obligaciones.

  • No pienses en eso ahora, mi amor, y prosigamos con tu entrenamiento - le dijo ella, saltando del coche y posándose del suelo... desde el que se alzó cerca de un par de metros. Óscar intuyó que estaba haciendo un gran esfuerzo por continuar con la lección como si nada hubiese pasado, pero hizo como si no se diese cuenta.

Según le explicó Ciríe, el poder de vuelo de los deluyrei en realidad no era si no una especie de telequinesis, aunque hasta cierto punto venida a menos, pues, si bien ejercía fuerzas a distancia con la misma precisión y versatilidad ( bueno, o casi ), no era tan potente como la de los que gozaban del don original, y para colmo precisaba de un órgano adicional para utilizarla ( las alas ), bastándoles a ellos con el cerebro. Otra desventaja era la incapacidad de desvincular la acción de la reacción.

Un ser dotado de poderes psíquicos puros podía ejercer todo tipo de fuerzas, sin tenerse que apoyar en nada. Si quería elevarse, por ejemplo, se elevaba: si quería mover algo, lo movía. Los deluyrei, si querían volar, debían repeler el suelo de sus cuerpos, y viceversa: si querían mover algún otro cuerpo, tenían que separarlo de algo, o atraerlo hacia ello. La distancia a la que actuaba aquel poder era de entre mil y dos mil nervaduras , aunque a partir de las cien el control disminuía bastante, siendo incapaces de actuar sobre cuerpos individuales, a menos que fueran muy grandes.

  • ¿ Qué es una nervadura ? - le interrumpió él.

  • Es la medida de la que nos valemos nosotros - le dijo ella, poniéndose de espaldas y señalándose una de las alas primarias - ¿ Ves esta línea ?

Se refería al nervio principal del ala, uno que partía de la base y que moría poco antes de llegar al extremo. En la base se ramificaba, y hacia el final también, pero había un amplio tramo en el que era completamente liso. De hecho, ellas puso los índices de cada mano en aquellos puntos, tras doblarla un poco, a fin de llegar.

  • Este tramo de aquí, el que no presenta ramificación alguna, es la nervadura.

  • ¿ No os habría sido más cómodo tomar como referencia el brazo, el codo, o alguna otra parte del cuerpo ?

  • La longitud de todas esas partes varía con el tamaño del cuerpo, pero la nervadura primaria de las alas principales es siempre igual de larga en todos nosotros ( eso sí, su anchura varía ).

  • ¿ Incluso cuando sois pequeños ?

  • Siendo muy jóvenes no podemos manifestar las alas, pero, cuando lo hacemos, su longitud excede ya de una nervadura, permitiendo las ramificaciones anteriores y posteriores.

  • ¿ Es muy preciso ?

  • Es uno de los patrones biométricos más exactos que existen. La variación máxima es de treinta partes por millón, exceder de ese valor se considera a menudo patológico, ocurriendo sólo en mestizos. Además, a poco que te fijes...

  • ¡ Está graduado ! - exclamó él, al notar las diminutas marcas, más oscuras, que se distribuían, en apariencia uniformemente, por toda su longitud.

  • Eso es. Y, ahora, ¿ adivinas cuántas marcas hay ?

  • ¿ En torno a cien ? - aventuró él.

  • Noventa y nueve, que hacen cien segmentos idénticos.

  • Oye, no te rías, pero juraría que la nervadura equivale a un metro - le dijo él, tras examinarle una vez más el ala - Si no exacto, pues eso habría que comprobarlo, sí muy aproximado.

  • Eso sí que sería gracioso - dijo ella, dejando que Óscar comparase sus nervaduras primarias con las de ella, tras encontrarlas en sus alas principales. El que las alas se transparentasen ayudó bastante.

  • Idénticas - convino él, asombrado - ¡ Llevamos incorporadas un par de reglas en las alas !

  • No veo la hora de compararlas con esa otra medida vuestra, el metro. Pero, ahora, sigamos con la lección...

Una vez más, Ciríe recurrió a la sutil estrategia de entrelazar los poderes de ambos ( en este caso, los que emanaban de sus alas principales ). A tal fin, los dos se pusieron de espaldas, y se intentaron atraer: una vez los poderes se interfirieron, Ciríe pudo manejar tanto los suyos como los de Óscar. No era recomendable que nadie les viese, así que se hicieron invisibles. Tras veinte minutos de vuelo conjunto, dirigido por ella, le dejó probar por sí mismo. Subir o bajar era muy sencillo, pero moverse en los dos ejes restantes requería cierta práctica.

Había tres sistemas básicos para conseguir el desplazamiento horizontal. Si se inclinaban adecuadamente las alas, el aire que en ellas daba, al subir o al bajar, impulsaba el cuerpo en la dirección pertinente: la principal desventaja era que había que estar oscilando arriba y abajo, corrigiendo además, y constantemente, la posición de éstas ( tanto, que casi parecían estar siendo utilizadas como las de los pájaros: ¡ qué vulgaridad ! ).

El segundo sistema consistía en jugar con dos o más vectores fijos: en su expresión más simple, te atraías hacia el suelo, ejerciendo la fuerza sobre un punto que se encontrase en la dirección en la que deseabas avanzar, mientras te repelías del punto que estaba justo debajo de ti. Se conseguían vuelos muy estables, aunque si el terreno era excesivamente abrupto se terminaba haciendo más complejo que el anterior. Por otra parte, para conseguir velocidades razonables, o incluso para sencillamente mantenerse en el aire, era preciso reducir la altura máxima a la mitad, pues el ángulo óptimo para efectuar aquella suma de vectores era en torno a los sesenta grados ( y el coseno de sesenta es un medio ). Aquello no parecía tener una base física, si no más bien mágica, así que Óscar lo aceptó tal cual.

El tercer sistema consistía en ejercer las fuerzas pertinentes sobre el mismo aire... lo cual, evidentemente, permitía alturas mucho mayores, al no tener necesidad de usar el suelo como apoyo. Era lo más sencillo de hacer, aunque para el despegue Ciríe le recomendó usar cualquiera de los otros dos procedimientos, cambiando de modalidad al alcanzar una altura razonable ( no menos de cien nervaduras ).

  • ¿ Y eso ? - le preguntó él, manteniéndose levitando frente a ella.

  • Actuar sobre gases cuesta mucho más que actuar sobre líquidos o cuerpos sólidos, debido, principalmente, a su menor densidad. La fuerza se ejerce, por necesidad, de una forma más, mm... difusa. Por tanto, si empujas el aire que hay debajo de ti, lo más seguro es que también empujes el propio suelo, de tenerlo demasiado cerca.

  • Mejor aún, ¿ no ?

  • Ese es el problema. Si te dispones a empujar sobre el aire lo justo para elevarte suavemente, y resulta que el empuje en realidad lo ejerces contra en suelo, saldrás disparado hacia arriba a tal velocidad que podrías hasta llegar a perder el sentido, o cuanto menos marearte... cosas nada recomendables cuando se vuela, sobre todo la primera.

Óscar estuvo volando por espacio de algunos minutos más, siempre relativamente cerca del suelo ( las alturas de daban algo de aprensión, quizá por la escasa práctica que tenía ). Posándose limpiamente en el suelo frente a ella, le preguntó:

  • ¿ Qué tal lo hago ?

  • Bastante bien, sobre todo teniendo en cuenta lo poco que has practicado. Aprendes rápido, aunque a fin de cuentas ya eres adulto. En unos meses, supongo, tu nivel será muy similar al mío. Por cierto, hay algo que debes saber.

  • ¿ Sí ? - le animó él, al ver que no continuaba.

  • Los poderes de las matriarcas son por lo común diez veces más intensos que los de un deluyrei común, en cada una de sus distintas facetas

  • le dijo finalmente ella.

  • No entiendo muy bien a qué te refieres con eso.

  • Pongamos por ejemplo el poder de vuelo. Si en verdad eres completamente equivalente a una de ellas, las fuerzas que ejerces con las alas primarias deberían dejarse sentir a distancias de veinte mil nervaduras, pero además éstas serían diez veces más potentes, y deberías poder modularlas diez veces más rápido.

  • ¿ Y así con todos mis poderes ?

  • En teoría, sí.

  • Pero, en ese caso... ¡ debo ser trescientas veces más fuerte que un humano de mi misma constitución !

  • Trescientas veinte veces, para ser precisos - le corrigió ella, iluminándosele de pronto la cara y añadiendo, muy excitada - ¡ Y sin duda debes poder bucear a profundidades diez veces mayores que un deluyrei común !

  • ¿ Lo suficiente como para llegar al monolito ?

  • Podría ser. Somos capaces de hundirnos, sin el menor problema, a profundidades de algo más de cuatrocientas nervaduras: si seguimos descendiendo, la presión nos empieza a provocar molestias. A las seiscientas nervaduras, o así, las molestias se convierten en auténtico dolor, y empezamos a sufrir lesiones de cierta importancia. Por debajo de las ochocientas, las lesiones son tan serias que la muerte sobreviene enseguida. No conviene bajar de las setecientas, aún para periodos breves ( si la inmersión ha de ser prolongada, lo más recomendable es no pasar de las quinientas ).

  • Si yo me puedo hundir diez veces más que tú, debería poder bucear a cuatro mil nervaduras de profundidad sin molestias, y a seis mil sin excesivos riesgos para mi salud - se asombró Óscar - ¿ Qué hay de la descompresión ?

  • ¿ El qué ?

  • La sangre hierve si se sube muy rápido ( o, más concretamente, los gases que en ella se disuelven ).

  • Oh, eso. A nosotros no nos afecta, o no de modo significativo.

  • ¿ Hay oxígeno, a esa profundidad ?

  • No lo sé. Yo he llegado a bajar a unas setecientas nervaduras, y me costaba bastante respirar, pero ignoro si era por falta de oxígeno o por los estragos que la presión empezaba a ocasionar en todo mi organismo. Si no lo hay, imagino que tu magia encontrará una forma de permitirte prescindir de él.

  • ¿ A qué profundidad está el monolito ? - se interesó él.

  • Lo ignoro, pero con toda seguridad a más de mil, donde a cualquier deluyrei normal le sería imposible llegar... al menos, vivo. Esos bastardos sabían lo que se hacían... bueno, o eso creían, pues a su vez fueron traicionados, siendo hundido el barco donde llevaban el maléfico artefacto a fin de no dejar huellas de sus actos.

  • ¿ Cómo te enteraste de ello ?

  • Bueno, la muerte es un estado del ser bastante insólito... al menos, desde el punto de vista de los vivos. A veces te enteras de cosas que estando vivo no podrías haber averiguado.

  • Oh. Por cierto, quizá no tenga necesidad de bajar: si el alcance de la fuerza de mis alas ronda las veinte mil nervaduras, ¿ no podría izar la piedra desde la superficie ?

  • No creo que pudieras discriminarla del fondo oceánico, por culpa de la distancia, y así no habría forma de izarla. Pero no hablemos de eso ahora, pues ya habrá tiempo de planificar el rescate. Venga, vuela un poco más, esta vez a ras del suelo ( aunque antes tampoco es que te elevaras demasiado ).

  • Bueno, es que tengo vértigo - reconoció él, alzándose de nuevo.

  • ¿ Un deluyrei, con vértigo ? - rió ella - ¡ No dejas de sorprenderme ! Mas tranquilo, que enseguida lo superarás.

  • ¿ Para qué sirven los otros cinco pares de alas ? - le preguntó Óscar cuando se hartó del ejercicio ( unos diez minutos después ) - Me da la sensación de que el poder de vuelo sólo se irradia por las más grandes...

  • De los dos pares normales, las que surgen inmediatamente por encima de las primarias sirven para manipular el espacio: las de abajo, para manipular la luz.

  • ¿ Qué es eso de manipular el espacio ?

  • Esto - le dijo Ciríe, agitando muy sutilmente su par superior... y apareciendo súbitamente frente a Óscar, pese a que en aquel momento estaban a más de diez metros.

  • ¿ Teletransportación ? - aventuró él.

  • En efecto - le dijo ella, volviendo a teletransportarse... esta vez, veinte metros a la izquierda, y a varios de altura.

  • ¡ Enséñame a hacerlo !

  • Hoy no, mi amor. Tienes que asimilar todo lo que has aprendido antes de intentar cosas nuevas. Lo hago por tu bien.

  • Como quieras, pero dime: ¿ es muy difícil ?

  • Algo más que volar.

  • En cuanto a lo de manipular la luz, ¿ tiene algo que ver con la invisibilidad ?

  • No, son poderes distintos, aunque en cierta forma complementarios - le dijo ella, formándose a su alrededor una especie de minúscula aurora boreal, o más bien un fuego fatuo. Parecía emanar del par inferior. Fue modificando su intensidad, alterando también los colores de los que se componían. Entonces, sin previo aviso, aparecieron dos coches más, idénticos al suyo.

  • ¡ Son iguales !

  • Nosotras también - le dijeron diez copias de ella, distribuidas al azar en torno a él ( sus voces parecían surgir de sus respectivas bocas, gracias a los poderes vibratorios de Ciríe ).

  • ¿ Cuesta mucho hacerlo ?

  • El esfuerzo es proporcional a la luz total generada, aunque también lo es a la complejidad de las imágenes a formar. Hasta los veinticinco años no logré proyectar imágenes de mí misma en movimiento.

  • En ese caso, no creo que pase nada por posponer la primera lección - cedió él.

  • Eso haremos - le dijo ella, haciendo desaparecer tanto sus réplicas visuales como las del coche.

  • ¿ Que hay de mis otros tres pares de alas ?

  • Cada uno de ellos debería darte un poder extra, pero ignoro cuáles, pues son distintos en cada una de las ocho matriarcas, o al menos eso dice la tradición. Me temo que deberás averiguarlo por ti mismo, aunque también es posible que sientas para qué sirve cada par cuando necesites del poder que te permite generar, quizá en una situación extrema. Una de mis hermanas es sacerdotisa, quizá ella pueda preguntarle a nuestra diosa.

  • ¿ Es una de las dos que vamos a rescatar ahora ?

  • No: o mucho me equivoco, o es una de las que duermen en el fondo del mar.

  • Qué fastidio. En fin, salgamos ya de aquí, que tengo hambre.

Ambos se volvieron a vestir de cintura para arriba y se metieron en el coche. Estaban en camino cuando Ciríe volvió a ponerse mimosa con Óscar ( parecía que ya se había repuesto por completo de la fuerte impresión que le produjo saberse madre de un patriarca ). De nuevo él le rechazó, por supuesto únicamente a causa del asco que le daban los flujos que habían sido vertidos en ella, sobre todo los de procedencia canina.

  • No me digas que por culpa de ese pequeño incidente ya no vas a volver a comérmelo, o al menos perforármelo... - se alarmó ella.

  • Me repugna, y perdona que te sea tan sincero. No es que me disguste que hayas pasado un buen rato, pero no quisiera encontrarme dentro de ti con el esperma de otros.

  • El tuyo propio no te desagradó, y el mío tampoco.

  • Bueno, pero es que ambos son, mm... de confianza - se defendió, levemente azorado, él.

  • Con el tiempo, Óscar, beberás con deleite todo el esperma que para ti pueda haber recolectado en cualquiera de los orificios de mi cuerpo, y tú mismo cosecharás tanto como puedas para mí, de humanos e incluso de animales. Los flujos vaginales también recibirán el mismo trato, por supuesto.

  • No digas burradas - le amonestó él, y la idea le turbó lo suficiente como para perder por un fugaz instante el control del choche ( estuvo tentado de preguntarle cómo narices podrían recolectar flujos vaginales, pero optó por no hacerlo ).

  • Ignoro cuánto tardarás en aceptar plenamente tu condición omnisexual, pero, hasta que llegue ese feliz momento, me adaptaré a tus limitaciones con absoluta rigidez - le aseguró ella - Si no deseas que vuelva a tener sexo con cualquier otro que no seas tú, dímelo ahora, y mi abstinencia será total, reservándome exclusivamente para ti: ni que decir tiene, tú podrás gozar con quien se te antoje, no te lo reprocharé. Si te ofrezco gustosa tan tremendo sacrificio es tan sólo por que te amo con locura, Óscar.

  • Tampoco hace falta llegar a esos extremos. Supongo que me bastaría con que no hicieses cosas demasiado, por así decirlo, guarras. Eso, y que te aseases meticulosamente después de cada, mm... aventura.

  • ¿ Como cuánto de meticulosamente ?

  • Bueno, eso depende de lo que hayas hecho.

  • Óscar, por favor, dime que habría de hacer para conseguir que te encuentres conmigo tan a gusto como cuando hicimos el amor por vez primera - le suplicó ella - Necesito sentir tu completa aceptación.

  • Una abundante lavativa, y desde luego también una buena limpieza bucal, además de una prolongada ducha, frotándote a base de bien.

  • ¿ Sólo eso ? - se alegró ella.

  • Llegué a temer que te molestaras.

  • ¡ Tonterías ! Nada es demasiado si con ello logro volver a suscitar tu deseo. Además, me gusta mucho que me pongan enemas, de modo que a decir verdad será hasta divertido... para ambos.

  • ¿ Para ambos ? - repitió incrédulo él.

  • Preferiría que estuvieses presente a lo largo de todo el proceso de higiene, e incluso que me ayudases con algunos detalles, entre ellos ese. No pararé de limpiarme hasta que estás plenamente satisfecho.

  • ¿ No te molestaría eso un poco ?

  • ¿ Molestarme, que me veas desnuda aseándome a fondo únicamente para ti ? - rió ella, palpándole la entrepierna - en absoluto, y, por lo que veo, a ti tampoco. De hecho, lo más probable es que tenga varios orgasmos...

Los dos siguientes pueblos por lo que pasaron eran demasiado pequeños como para que mereciese la pena parar en ellos. El tercero, que ya estaba en la provincia de León ( en realidad, el penúltimo también lo estaba ), parecía apropiado, de modo que Óscar decidió pernoctar allí. Apenas habrían recorrido noventa kilómetros a lo largo del día, pero, debido al rato que se había extendido su primer entrenamiento, ya eran cerca de las seis. En cualquier caso, no tenían prisa. Buscó un hotel, y alquiló una habitación doble ( sólo usarían una de las dos camas, claro, pero eso no tenía por qué saberlo nadie, pues no quería tenérselas que ver con la ley, acusado de pedofilia... y esta vez no sin algo de razón, al menos desde el punto de vista biológico, ya que Ciríe, por el momento, aún tenía el cuerpo de una niña ), yendo entonces ambos de compras.

Compró un cepillo de dientes para Ciríe, pasta dentífrica ( el tubo que tenía en el neceser estaba en las últimas ), enjuague bucal ( de eso, ni siquiera tenía, pues nunca planeó estar varios días fuera de casa, y no le merecía la pena incluirlo, habida cuenta el espacio que ocupaba en su ya de por sí atestado neceser: no es que necesitaran, pues a ellos les era de todo punto imposible sufrir de caries, pero de eso sólo se dio cuenta cuando lo compró ), un par de esponjas de baño, también para Ciríe ( una muy suave y otra un poco áspera, a petición de ella ), gel de baño, champú ( andaba algo escaso de ambas cosas ), y colonia para niños ( por un instante temió que Ciríe se molestara, pero ella le dijo que no le importaba: cuando tuviera un cuerpo de mujer, usaría perfume para mujer ). Entonces, se pasó por una farmacia, pidiendo un par de enemas.

  • ¿ Se pueden rellenar ? - le preguntó Ciríe a la farmacéutica, cuando se los trajo ( eran de cuarto de litro ).

  • No, nena.

  • Y, ¿ no los tienen más grandes ?

  • Claro que sí: estos son de cuarto de litro, pero los hay de medio, e incluso de uno - le dijo ella, lanzando una mirada calculadora hacia Óscar, que se había desentendido del intercambio, examinando distraídamente algo en uno de los escaparates de un expositor, y añadiendo, bajando bastante la voz

  • ¿ Acaso son para tu papá, preciosa ?

  • No, son para ella - le dijo Óscar, dándose la vuelta ( su oído estaba empezando a afinarse por momentos ).

  • ¿ Para ella, y los quieren más grandes ? - les dijo la mujer, estupefacta.

  • Perdone que le sea tan sincera, pero es que esa cosa tan ínfima no me sirve para nada. En vez de dos, necesitaría treinta. Pónganos siete u ocho de las más grandes, que según usted son cuatro veces mayores, y ya veremos qué se puede hacer.

  • Aún queda un poco para el veintiocho de diciembre, ¿ no crees, cielo ? - le dijo ella, prorrumpiendo en carcajadas, nerviosa.

  • ¿ Qué pasa ese día ? - le preguntó ella disimuladamente a Óscar ( para lo cual no movió los labios, haciendo vibrar el aire justo dentro de los oídos de él )

  • Los santos inocentes. Se suelen gastar bromas - le apuntó él, valiéndose de la misma argucia, de modo que aquel intercambio se mantuvo en secreto - Haz como si lo fuera, no sea que vayamos a empeorar las cosas.

  • ¡ Casi se lo cree ! - exclamó teatralmente Ciríe, riendo.

  • No soy tonta, nena - le dijo ella - Y bien, ¿ era todo una broma, o de verdad quieren un enema ?

  • Lo queremos, pero desde luego no es para ella. Póngame dos de los grandes, y disculpe si nos hemos excedido, pero es que nos sentimos un poco juguetones. Hace mucho que mi hija y yo no salimos de viaje.

La mujer no se molestó por aquella supuesta travesura, y, cuando salieron de la farmacia, Ciríe dijo:

  • Sigo pensando que son una birria.

  • No entiendo mucho de estas cosas, pero a mí me parece una barbaridad para alguien de tu talla.

  • Si fuese humana no tendría más remedio que darte la razón, pero ese no es el caso. ¿ Podrías hacerte con un embudo bien grande y algunas botellas ? Yo te enseñaré cómo se pone un enema a un deluyrei, al menos al estilo humano ( el nuestro ya te lo enseñaré dentro de unos días, y no te molestes en intentar sonsacarme, que no te pienso decir nada ).

  • Pero, Ciríe, ¿ cuántos litros te piensas meter ? - se preocupó él, preguntándose, de paso, cómo se pondrían enemas los deluyrei.

  • ¿ Esto es un litro, no ? - le dijo ella, sacando uno de los dos enemas de la bolsa, aprovechando que por la calle no venía gente.

  • Eso es.

  • Estoy convencida de que puedo encajar, sin dolor, no menos de cinco veces esto... y quizá ocho antes de empezar a correr auténticos riesgos

  • le dijo ella, guardándolo otra vez.

  • ¡ Mira que eres bestia !

  • Anda, mi amor, hazme caso y consígueme un embudo - le dijo ella, cogiéndole del brazo - ya verás qué divertido va a ser verme con la tripa completamente hinchada.

  • Espero que sepas lo que estás haciendo...

  • Tres mil setecientos y pico años de experiencia me avalan - le recordó ella, y Óscar no volvió a poner ninguna pega.

En el mismo supermercado donde compraron el embudo, también se hicieron con una garrafa de agua mineral de cinco litros, además de con una cinta métrica. Mientras Óscar se puso en la cola, Ciríe deambuló un poco, y ya casi era su turno cuando echó en la cesta algunas cosas más. Él se dispuso a comprobar de qué se trataba, pero ella le dijo que se trataba de una sorpresa, asegurándose de que sólo él le oyese.

  • Cuando lo pague, y enseguida me tocará a mí, no podré evitar verlo - le dijo él, también por medio de su poder vibratorio ( era increíble lo útil que era a la hora de tener una conversación íntima, aún estado rodeados de gente ).

  • Deja que sea yo quien lo pague - le dijo ella, en esta ocasión oralmente - Ya soy mayor, papá, no puedes hacerlo siempre todo por mí.

  • Está bien, hija, aquí tienes - repuso él, dándole un billete de cincuenta euros, lo cual le valió la aprobadora mirada de las dos clientas más cercanas, y dejándole con la cesta en las manos. Logró resistirse a la tentación de mirar en su interior, y añadió - Te espero fuera. Si tienes algún problema, hazme un gesto.

Óscar recogió todo lo que habían comprado anteriormente de la hilera de ganchos que había a la entrada de la tienda ( allí no tenían cajetines con llave ), y salió de ella. Cuando Ciríe se reunió con él, le dio a Óscar el cambio, y, tras echarle un vistazo, también el resguardo de la compra, pues los conceptos estaban expresados de forma tan abreviada que era imposible saber a qué aludían. Salía con dos bolsas, una de las cuales estaba únicamente ocupada por la garrafa: fue la que le entregó a él, quedándose con la otra.

  • ¿ No me vas a dar una pista ? - se quejó al poco él, camino del coche, en donde dejaron todo ello provisionalmente.

  • Claro que sí, papá. Lo que he comprado nos servirá para jugar a varias cosas muy divertidas.

Ambos tenían hambre ( la única parada que habían hecho por el camino fue la destinada a comenzar el entrenamiento de Óscar, de modo que no habían desayunado ni comido ), así que se metieron en un restaurante bar y Óscar pidió un par de platos combinados, uno para cada uno... que no les llenaron del todo, así que pidió otros dos, y un buen pedazo de tarta de postre ( algunos de los comensales más cercanos miraron a Ciríe con estupefacción, pues sus tragaderas no parecían tener límite: qué poco desencaminados iban ). Eran ya las nueve menos cuarto para cuando regresaron al hotel, no sin antes pasarse por el coche, que estaba aparcado a dos manzanas del mismo, a fin de recoger la reciente compra ( Óscar ignoraba cuán segura era aquella población, de modo que el resto de las cosas ya se las habían subido a la habitación ).

No bien cerraron la puerta, Ciríe comenzó a desnudarse, quedándose tan sólo en bragas... y en cinta de embalar.

  • Llegué a pensar que lo de la cinta de embalaje era un cuento - reconoció él, al verle.

  • ¿ Y eso ?

  • No parecías especialmente incómoda - dijo Óscar, poniendo a cargar el teléfono móvil ( lo tenía sin batería desde la noche anterior, no habiéndose por aquel entonces molestado en enchufarlo, al estar convencido de que iba a morir ).

  • Si fuese una simple humana ahora estaría llena de dolorosas llagas, pero no es así, de modo que a lo sumo estaré algo irritada. ¿ Me ayudas a quitarme todo esto ?

Óscar sacó de su neceser unas tijeras ( las tenía allí por si necesitaba cortarse las uñas ), y le hizo ponerse de pie dentro la bañera, sentándose él en una banqueta. No mucho después, ella estaba desnuda. Su piel estaba irritada, ciertamente, pero no tenía heridas, ni siquiera justo allí donde la cinta se había arrugado. Quizá un indicio de rozadura, no más. Óscar le orinó encima, repasándole cuidadosamente, recuperando ella, en segundos, su magnífico y lozano aspecto habitual.

  • Espero que te quede aún pipí.

  • Sí, nena, pues apenas te he echado un chorrito. Hay qué ver lo guarro que se te ha quedado todo eso.

  • Pero, si aún no he abierto el esfínter...

  • No me refiero a eso . Tienes restos de adhesivo por todas partes.

  • Ya se me irán - le dijo ella, dándose la vuelta ( con lo que quedó de espaldas a él ), y balanceándose con gracia - Tira del cordón, anda.

Óscar tiró del cordón ( apenas sobresalía dos centímetros ), y el trasero de Ciríe se fue hinchando paulatinamente, hasta que dio paso, con brusquedad, a la zapatilla... junto a un buen chorro de esperma.

  • Mm, qué gustirrinín.

  • ¿ Dónde dejo esto ? - le preguntó él, sujetando la zapatilla, por fortuna aún envuelta en la bolsa donde fuera metida, con aprensión.

  • Trae que la saque - le dijo ella, y al poco la tuvo en sus manos, completamente limpia gracias a la bolsa ( aunque uno de los tramos de su cordón estaba bastante húmedo, precisamente aquel que sirvió de tirador, y no hacía falta ser un genio para saber con qué se había empapado ). Entonces, la dejó en el suelo, al pie de la bañera, echando la bolsa en una papelera que había bajo el lavabo ( entró limpiamente, sin rozar siquiera el borde, y eso que estaba en un ángulo bastante difícil ).

  • ¿ Te pongo los enemas de la farmacia, o mejor prescindimos de ellos, comenzando con el embudo directamente ?

  • No, amorticemos su adquisición. Pónmelos, los dos, y cuando me vacíe de ellos pasaremos a cosas más serias.

Óscar los trajo, y ella se apoyó en la pared, con la cabeza girada ciento ochenta grados a fin de ver cómo se los ponía. Por su ano, bastante dilatado, se deslizaban ocasionalmente grumos de esperma. Si hubiese sido tan sólo el suyo, Óscar habría puesto la cara contra su trasero en aquel preciso momento y se lo habría lamido a fondo ( aquel pensamiento, lejos de asquearle, le pareció absolutamente razonable, de hecho incluso lleno de sensatez ).

  • Ciérralo, o se te va a salir conforme te lo vaya poniendo.

  • ¿ Así mismo ? - le dijo ella, cerrando el ano. Nadie habría podido imaginarse, de no haberlo visto, que por él acababa de salir una zapatilla deportiva, aunque fuera de su modesta talla.

  • Perfecto. Allá vamos...

  • ¿ Te crees que soy humana ? - le regañó ella, segundos más tarde - ¡ Aprieta con ganas, déjate de delicadezas ! ¡ Ni que me fuera a doler !

Óscar, que hasta entonces había estado apretando con cuidado, estrujó el recipiente con fuerza, y ella gimió, no precisamente de dolor. El otro enema no se hizo de esperar, y su tripa, que con el primero apenas se había abultado, ahora sí que se le notó inflada. No se derramó ni una gota, y ella, mientras el líquido iba mezclándose con lo demás que tenía dentro, corrió las cortinas y comenzó a ducharse. Él al poco las hizo invisibles, a fin de observarle, y ella le sonrió, diciéndole:

  • Me pregunté cuánto tardarías en hacerlo. Estaba empezando a sentirme despreciada.

Se restregó cuidadosa y enérgicamente, aunque pronto se las ingenió para hacer, de su meticulosa limpieza, un espectáculo erótico de primera fila. Óscar se sacó el miembro, y se empezó a masturbar.

  • Espérate, cariño, te lo suplico, pues lo quiero en mi boca.

  • Está bien - le dijo él, curioseando en la bolsa donde ella había depositado los artículos que compró.

Había un sencillo mechero ( el típico de plástico, de esos supuestamente recargables que luego casi nadie se molesta en recargar ), un rollo de cuerda para tender ropa ( veinte metros ), un paquete de velas ( no precisamente pequeñas ), unos vasos de plástico ( de esos que se usan en fiestas, con tapas a su medida ), y un paquete de pajitas ( de las que se usan para sorber refrescos, muy a menudo en vasos como aquellos ). No le extrañaba que las vueltas hubiesen sido tan escasas.

  • Imagino que te estarás preguntando qué vamos a hacer con todo eso - le dijo Ciríe, sin dejar de frotarse.

  • Pues sí.

  • La cuerda es para que me ates. Me apetece que me des tanto por la boca como por el culo, y quiero estar completamente inmovilizada mientras me penetras a tu completo placer, preferentemente con rudeza.

  • Mira que eres bruta - se quejó él - ¿ Cómo quieres que te haga algo así ?

  • No juzgues antes de probarlo, mi amor.

  • Está bien, probaré. ¿ Para qué son las velas ?

  • Para que viertas en mí cera derretida, atención que te devolveré, si así lo deseas.

  • Debe quemar un montón.

  • No tanto como piensas, y en cualquier caso es delicioso. No olvides lo resistentes que somos a todo tipo de agresiones: ni en las peores condiciones posibles nos haríamos una ampolla ( en realidad, a menudo ni los humanos se las hacen. Todo depende, claro, del punto de fusión de la cera, de dónde les caiga, del estado de su piel... y de la cantidad máxima que se viertan de una sola vez ).

  • ¿ Y los vasos ?

  • Quiero que todo el mundo vea con qué placer me bebo tu esperma, o tu orina, mientras vamos por ahí ( que piensen que se trata de cualquier otra cosa si lo desean, allá ellos ). Y, para que me dure razonablemente, usaré esos finos tubos.

  • ¡ Estás loca !

  • Por ti, cielo. Oh, y los tubos esos probablemente también los use para acceder directamente al rico pipí de tu vejiga, tras meterte alguno de ellos por la uretra. Hay que ensanchártelo, mi amor, lo tienes aún demasiado estrecho para que te penetren por él, y no puedo permitir que te quedes sin probar algo tan estupendo. En cuanto a tus pezones...

  • ¿ Sí ?

  • Me temo que tendré que hacerte también bastante daño en ellos.

  • ¿ Con qué fin ?

  • Es una sorpresa. Ni que decir tiene, te dejaré que te vengues, torturándome los míos.

  • Imagino que no sabré el motivo que tienes para hacer algo así hasta que no me preste a ello - dijo él, resignado.

  • Lo disfrutaremos ambos, y mucho, aunque al principio rabiemos de dolor.

  • Muy bien, también jugaremos a eso. Como ves, me sigo fiando plenamente de tu criterio: no lo estropees induciéndome a probar algo que pueda no gustarme.

  • No lo haré, mi amor. Por cierto, creo que ya es momento de apretar: ¿ quieres ver cómo lo hago ?

  • No seas tonta, claro que sí.

Ciríe se dio una vez más la vuelta, y por su ano salió un delgado chorro de líquido que pareció hacerse interminable ( era evidente que había decidido prolongar, para placer de Óscar, la evacuación del enema ). Tras esto, se terminó de duchar, y entonces hizo el pino en la bañera separando las piernas, que puso contra la pared ( aunque antes de eso las usó para descorrer las invisibles cortinas, a modo de invitación ). En aquella posición, a Óscar le fue muy sencillo verter en ella la garrafa de agua, valiéndose del embudo. Su barriga empezó a hincharse espectacularmente, bastante más que antes, y más que se hincharía, pues Ciríe le pidió que llenase la garrafa de nuevo, con agua del grifo, y continuase llenándole el depósitoposterior . Él al principio se negó, pero finalmente optó por hacerle caso, aunque sólo le echó la mitad del contenido. Entonces, ella se puso en postura vertical, empezando a bailar para él, con gestos bastante violentos a fin de agitar sus tripas.

  • Pareces embarazada.

  • Qué cosas más lindas me dices, eres un encanto - rió ella, sin dejar de convulsionarse lascivamente. Cinco minutos después, lo echó todo ( salía virtualmente transparente ), y repitieron la operación.

Tras efectuar la segunda descarga, ella se puso a cuatro patas y le dijo a Óscar:

  • ¿ Podrías volver a echarme ? Esta vez vierte sólo media garrafa, y echa antes en el embudo un chorro de gel.

  • ¿ Y ahora ? - le preguntó él, una vez siguió sus instrucciones.

  • Agarra mi esponja, la suave, y límpiame las entrañas por dentro, metiendo el brazo hasta donde te quepa.

  • Como quieras...

Una vez le frotó por espacio de unos minutos ( se corrió dos veces ), volvió a aclararle, echándole una garrafa entera... en esta ocasión, y a petición suya, de agua casi hirviendo. Si le dolió, debió ser más bien poco, pues no evidenció molestia alguna. Entonces se aclaró el resto del cuerpo, secándose, y se puso unas zapatillas de andar por casa que le habían regalado en la tienda ( éstas en los pies, que no en el culo ). Sólo quedaba la limpieza bucal, y se empezó a frotar con el cepillo de dientes que le compró Óscar, haciendo a menudo gárgaras con el enjuague bucal. Él aprovechó para ducharse, y en algún momento le dijo:

  • Creo que ya es suficiente, nena. Te vas a hacer sangre en las encías.

  • ¿ Quieres que use el hilo dental ?

  • ¿ Sabrás hacerlo ?

  • No parece difícil.

Cuando Óscar terminó, Ciríe le esperaba sentada en la banqueta. Ahora sería él quien se lavase la boca ( tras su transformación, era barbilampiño, de modo que ya no tendría que afeitarse ), y entonces le cogió en brazos, llevándole a la cama que habían elegido para dormir... después de todo lo demás. Tras dejarle con delicadeza sobre ella, la deluyrei le dijo, mimosa:

  • Saboréame a tu antojo, querido, comprueba lo limpia que estoy.

  • Quiero tu culo, y lo quiero ahora - le dijo él, tras besarle en la boca con ardor, tumbándose boca arriba.

Ella hizo ademán de sentarse en su palpitante miembro, mirándole en todo momento con lujuria, pero Óscar le agarró de las caderas y le dio media vuelta, alzándole en vilo y sentándole sobre su pecho, con sus nalgas ante su boca.

  • Ya habrá tiempo de eso, nena, lo que quiero ahora es comértelo - le explicó él... antes de asaltar, con glotonería, su ahora impoluto trasero.

  • Oh, sí, cómemelo, mi amor - sollozó ella.

  • ¿ Estás llorando ? - se alarmó él, deteniéndose por unos instantes ( había sentido cómo algunas de sus lágrimas daban contra su bajo vientre ).

  • De pura felicidad, Óscar - le aseguró Ciríe, restregándose contra él - Que me lo comas, y con tanta devoción, a mi entender es la prueba definitiva de que me vuelves a aceptar como tu amante.

  • Calla, y goza - le increpó él, reanudando su ansioso banquete anal.

  • Mm, me estás destrozando de placer - gimió ella, y su cuerpo se tensó cuando la lengua de Óscar se alargó dos palmos, repasando sus entrañas con ferocidad - ¡ Ah, qué gusto !

No le llevó ni diez minutos provocarle dos orgasmos, y se disponía a continuar cuando ella le dijo:

  • Espera, mi amor, deja que yo también te dé placer.

Óscar se sentó sobre ella, a sabiendas de que no le haría daño ni aún apoyándose con todo su peso ( lo cual, por cierto, hizo ), y ella le trabajó con la misma dedicación el culo, otorgándole tres orgasmos seguidos. Entonces le dijo que ya había llegado el momento de que le atase, y él cogió la cuerda, dispuesto a complacerle. Alzó sus muslos, pegándolos a su abdomen de modo que sus rodillas dieron contra su infantil pecho, y en esa postura los inmovilizó. En cuanto a los brazos, se los ató a la espalda, antebrazo contra antebrazo, todo ello sin necesidad de cortar la cuerda. Incluso hizo una especie de asa, para tener de donde cogerle.

  • ¿ Incómoda ? - se interesó entonces él, dispuesto a aflojar un poco los nudos si era menester.

  • Magníficamente incómoda, mi amor - le dijo ella, retrayendo los dientes y añadiendo - Ahora, Óscar, usa mi culo y mi boca para obtener placer, dame fuerte por ambos hasta que te hartes.

  • Eso haré, aunque antes dime cómo quieres de grande mi rabo.

  • Ponlo como esta mañana, cuando gozaste de mi culo, aunque hazlo una pizca más delgado si lo que quieres es usar mi boca.

  • ¿ Te vale así ? - le preguntó él, pero no esperó a que le respondiese, pues acababa de acordarse de la cinta métrica, yendo a por ella.

  • ¿ A dónde vas ? - se molestó ella.

  • Paciencia, querida hija, tan sólo quiero comprobar cuán grande es lo que te voy a meter...

Veintiséis y medio de largo por seis y medio de diámetro, comprobó al poco. Entonces, se acordó de lo de las nervaduras, sacando sus alas y contrastándolas con el metro. A fin de ponerlas rectas, se apoyó en la pared, aplastando contra ella la derecha y constatando que su nervadura medía un metro, dos centímetros, y del orden de cuatro milímetros. Replegó las alas, dejó la cinta métrica en la mesilla, y le dio un beso a Ciríe, que había observado toda la operación con paciencia.

  • Es un poco más corto, ¿ verdad ?

  • La nervadura es del orden del dos y medio por ciento mayor que el metro, un error bastante pequeño: a partir de ahora, ambos nos expresaremos en metros, ya que son casi iguales, ¿ te parece bien ?

  • Como desees, cariño - le dijo ella, abriendo exageradamente la boca y mirándole libidinosa.

  • Está bien, sé captar una indirecta - dijo él, metiendo su miembro, tras retorcerlo levemente hacia abajo, en el acogedor hueco que su amante tan gustosamente le acababa de ofrecer.

Enseguida le agarró del cuello, mientras su ritmo se incrementaba. Ambos mantuvieron la mayor parte del tiempo sus miradas. Cuando Óscar empezó a correrse, ella puso los ojos en blanco, siendo evidente, por las involuntarias convulsiones de su faringe y esófago, que también se estaba corriendo: fue por ello que hizo un esfuerzo por seguir, permitiéndose descansar sólo cuando intuyó que Ciríe ya se había saciado... de momento ( digamos durante cinco segundos ). Apenas unos instantes después, comenzaron con el segundo asalto. En aquella ocasión, sus orgasmos se sincronizaron perfectamente. A ella le empezaron a manar finos regueros de esperma por la nariz, formándosele burbujas al respirar, pero le seguía mirando con deseo, así que Óscar siguió, y siguió...

Tardaban en alcanzar el orgasmo un promedio de seis minutos ( quizá algo menos ), recuperándose ambos en no menos de quince segundos, de modo que, tres cuartos de hora después de que comenzasen, ya se habían corrido siete veces, probando distintas posturas, yendo camino de la octava.

  • Te recuerdo que mi culo también está a tu completa disposición - le dijo ella, usando su poder vibratorio.

  • Me has leído el pensamiento, pues tenía previsto usarlo a continuación. Eso sí, pienso aumentar el grosor de la tranca.

  • Ahora eres tú quien ha leído mi pensamiento - rió ella.

Una vez se corrieron, Óscar extrajo su miembro de la boca de Ciríe y le dijo:

  • Voy a engrosarlo. Cuando creas que ya tienes suficiente, dímelo.

  • ¡ Para, para ! - se apresuró a decirle ella, alarmada, pues Óscar lo había hecho crecer muy rápido.

  • ¿ Así te vale, pues ? - le dijo él, deteniendo la rápida expansión de su metamórfica virilidad.

  • Empequeñécelo un poco, o me provocarás desgarros. No es que no me guste, al menos de vez en cuando, pero sospecho que no quieres sentir correr mi sangre por tus muslos... ¿ o sí ?

Él se la encogió, dejándose un diámetro de casi nueve centímetros ( no pudo resistirse a la tentación de medírselo ), y le alzó del lazo que había hecho con la cuerda, poniendo su trasero a tiro. Iba a clavársela, cuando ella le dijo:

  • ¿ Por qué no me amordazas ?

  • ¿ Por qué debería de hacerlo ?

  • Cada vez que jadeo feliz, como una vulgar perra en celo, desperdicio parte del abundante esperma que en mí has derramado, dejando que se me escape por boca y nariz. Séllamelas, mi amor, para evitar tan absurdo despilfarro.

  • ¡ No podrías respirar ! - se alarmó él.

  • No prestas atención a lo que te digo - le regañó cariñosamente ella - ¿ Acaso no te hablé de nuestra eficaz respiración cutánea ?

  • Sí que te presto atención, pero me es muy difícil retener tantas cosas - se defendió él - ¿ Con qué quieres que te tape ?

  • Eso eres tú quien ha de decidirlo - le dijo ella, melosa, añadiendo, repentinamente desafiante - Veamos si logras sorprenderme.

  • Lo intentaré - le advirtió él, yendo hacia el baño.

Poco después, Óscar le metía a Ciríe en la boca una de las esponjas que le había comprado ( la más suave ), tras escurrirla en el lavabo. El esperma y la saliva seguramente terminarían rezumando, al impregnarla por completo, pero eso llevaría un rato. A continuación, le puso un buen pegote de crema hidratante en cada una de las narinas, taponándoselas, y empezó a rodear su cara, por debajo de los ojos, con una venda que tenía en el neceser, asegurándose de que sus labios quedasen bien prietos. Cuando terminó con ella, Ciríe no tenía forma de respirar, o no por boca y nariz, de eso estaba convencido.

  • No pensé que estuvieras dispuesto a llegar tan lejos - reconoció ella, evidentemente por medio de su poder vibratorio.

  • Hora de taladrarte el culo, mi viciosa momia - le dijo él, volteándole como si se tratase de un fardo y disponiéndose a ensartarle el miembro ( pese a la confianza que intentó mostrar, no se las tenía todas consigo: si ella mostraba síntomas evidentes de asfixia, le quitaría de inmediato el vendaje ). No fue capaz de metérselo, pues ella, juguetona, lo cerró con todas sus fuerzas.

  • ¿ Por qué te resistes ? - se quejó él, sin decidirse a apretar en serio.

  • Por que quiero que te abras paso dentro de él a la fuerza. Si realmente quieres disfrutar de mi culo, amor mío, antes tendrás que derrotarlo.

  • ¡ Pues toma, traga esto ! - exclamó él, penetrándole sin el menor miramiento.

Estaba seguro de que un humano se habría desgraciado de intentar batirse con tan poderoso adversario, pero él ya no lo era. Aquella hermosa boca desdentada le apretada infernalmente, parecía una prensa hidráulica, y él, a modo de venganza, dilató el miembro un par de centímetros ( creyó que se le iba a estrangular, aunque para ella sin duda fue aún peor ).

  • ¡ Basta, me rindo, has ganado ! - le dijo ella, retorciéndose de dolor... pese a lo cual también obtuvo algo de placer con aquello ( eso sí, ni de lejos tanto como acostumbraba ).

  • Pues relájalo, querida hija, en señal de derrota, o papá se enfadará, expandiendo aún más su ariete.

  • ¿ Te vale así ? - le preguntó Ciríe, y su culo volvió a ser el acogedor hueco de siempre: prieto, pero sólo en su justa medida, y deliciosamente suave.

  • Eso está mejor - le dijo él, empezando a bombear.

  • Por tu madre, Óscar, retórnalo al tamaño que convenimos antes, que me duele mucho - se quejó ella enseguida.

Él así lo hizo, dándole unas cuantas palmadas en las nalgas a fin de recordarle quién estaba al mando, y siguió a lo suyo. Los orgasmos empezaron a sucederse, por parte de ambos. Los dos estaban empapados en sudor, pero Óscar no le dio tregua a su trasero. La deluyrei estaba preciosa, retorciéndose de placer, así como por falta de aire ( estaba seguro de que a través de su piel no le llegaba todo el oxigeno que necesitaba, aunque sí el suficiente como para no pasarlo excesivamente mal, y menos aún asfixiarse ).

Su culo estaba anegado, pero él siguió, y chorros de semen empezaron a manar de él. El sonido que se producía con cada uno de sus embates les sonaba a ambos como la más dulce de las músicas. Le cambió de posición varias veces, sin dejar de manipularle como si fuera un cacho de carne. Era fantástico: no sólo sus orgasmos duraban mucho más que antes de la transformación, siendo increíblemente más intensos, si no que además seguía recuperándose en segundos. Ya llevaban una hora y diez así para cuando ella le dijo, recién corridos ambos ( por undécima vez desde que le amordazó, si no le fallaban las cuentas ):

  • Ay, mi amor, estaría así durante toda la noche, pero no es bueno centrarse únicamente en una sola actividad.

  • Enseguida te desato - le dijo él, saliéndose de ella y quitándole la venda.

  • Bésame, cariño - le rogó ella, una él vez le extrajo la empapada esponja ( la dejó sobre la mesilla, y de inmediato se formó en torno a ella un pequeño charco, pero al menos no goteó al suelo ).

  • Mm, cómo me haces disfrutar, hija - le dijo él, después de devorar su boca por espacio de casi un minuto ( se trabajaron mútuamente la faringe con la lengua, pero no siguieron hasta el final ).

  • ¿ Me quitas también la cuerda ?

  • Claro, nena.

  • Supongo que sabrás qué te toca hacer ahora - le dijo Ciríe, una vez estuvo desatada, lamiendo con cara de niña mala un par de dedos, visiblemente pringosos, con los que se acababa de tantear el culo ( la cuerda se le había marcado bastante, apreció Óscar, pero enseguida su castigada piel se alisó, cobrando su habitual tersura ).

  • La verdad es que no... - se hizo el despistado él.

  • Quizá esto te dé alguna pista - ronroneó ella, subiéndose sobre su pecho y dándose la vuela, acercando sensualmente sus nalgas a la cara de su amante.

  • No sé, no sé... - siguió jugando él, aunque estaba deseando beber de aquel ano, incitantemente entreabierto. Y jugosamente aderezado con su propio esperma, se obligó a recordar.

  • ¡ Cómemelo, papá, ahora ! - le ordenó ella, agarrándole del cuello y sentándose sobre su cara sin previo aviso, comenzando a patear, brutalmente, su miembro ( a él ni siquiera le molestó, encontrándolo muy grato ).

Óscar no se hizo de rogar, lamiéndole el ojete y tragando sin titubeos el abundante néctar viril que de él salía. Ahora era él quien apenas podía respirar, pero no le importaba. Complació a Ciríe, proporcionándole, con la lengua, un nuevo orgasmo rectal... mientras ella apresaba, quizá un poco dolorosamente, su hombría con los pies.

  • Está rica, tu leche de rabo, ¿ no es eso ? - rió ella, apretando de vez en cuando, como si estuviese intentando hacer del vientre... con lo que nuevos chorros caían sobre la boca y cara de Óscar ( a veces sonó como si se estuviese ventoseando, pues era evidente que le había entrado algo de aire, pero ni eso le restó encanto a la situación ).

  • Mucho, hija.

  • Más te vale que no te la hayas tragado toda, papá, o te tendré que castigar - le dijo de improviso ella, levantándose y acercado su boca a la de él, cogiéndole del pelo.

  • Aquí tienes un poco - le dijo vibratoriamente él, compartiendo el fruto de su último apretujón, que aún no había deglutido por completo, con ella.

  • ¡ Eso es una birria ! - se quejó ella, empezando a abofetearle con rudeza la cara.

  • Pero, hija, si apenas te cabe en la boca - se quejó él, señalándole a la comisura de sus labios, de donde había empezado a correr un hilillo de esperma.

  • ¡ Calla, egoísta ! - le increpó ella, relamiéndose apresuradamente el delicioso néctar, y arreándole unas cuantas bofetadas más, tras lo que ambos estallaron en carcajadas, besándose con ternura.

  • ¿ Otra comida de culo ? - le propuso Óscar.

  • No, cariño, que al final me lo vas a dejar seco, y me gustaría guardar en él una razonable provisión de tu exquisito esperma. Quizá luego libe de él. Oh, y, antes de jugar un poco con las velas, quiero hacer una cosita.

  • ¿ De qué se trata ?

  • Ponte tumbado boca arriba y alza las caderas. Las rodillas, tan altas como puedas, pero con las plantas de los pies aún en la cama: las piernas, un poco separadas.

Él así lo hizo, intrigado, y ella se sentó sobre sus rodillas.

  • ¿ Qué más ? - quiso saber Óscar.

  • Agranda tu rabo, y desde luego también tus testículos.

  • ¿ Cómo cuánto ?

  • Quiero que te llegue a la boca, pues te lo vas a chupar. Y pon las manos bajo la nuca.

  • Me va a ser un poco difícil hacerlo sin manos.

  • Yo te ayudaré - le dijo ella, posando los pies en la enorme tranca, agarrándola con ellos de modo que sus dedos gordos presionaban contra el frenillo... que empezó a restregar, haciendo gala de su acostumbrada habilidad.

  • Lo haces como nadie - gimió él.

  • Abre la boca, que te lo voy a meter - le ordenó al poco ella, sin dejar de acariciárselo.

  • Lo que quieras, pero no pares - suspiró él, abriendo la boca, que recibió la punta de su propio falo.

  • Tienes una porra fenomenal, cielo, ¿ a qué está rica ?

  • Sí - concedió él, sonrojándose.

  • Ay, nene, ya estamos otra vez con eso - le reprochó dulcemente ella, al reparar en su rubor - No hay nada de vergonzoso en comérsela a uno mismo, es absolutamente normal y recomendable, y más en un deluyrei ( ¿ para qué crees que los humanos inventasteis el yoga ? ). Vamos, mi amor, ayúdame a darte placer, quiero tu lengua trabajando en armonía con mis lindos pies.

  • ¿ Lo hago bien ? - le preguntó al poco él.

  • Eso eres tú quien ha de decidirlo. ¿ Te está dando gusto ?

  • Creo que sí.

  • Entonces, tan mal no lo estarás haciendo. Venga, Óscar, córrete en tu boca, llénatela con tu propio esperma. Quiero verlo. Piensa en esto como en un entrenamiento: considera que, no bien me pueda hacer crecer un buen rabo sin problemas, conforme vaya desarrollándome, te lo daré a probar muy a menudo.

  • La verdad es que ya había pensado en usar mi propio miembro para practicar, a fin de sabértelo hacer cuando llegue ese momento - reconoció él - De hecho, esta mañana, cuando me dejaste, me la chupé, pero lo hacía tan mal que desistí.

  • Yo te ayudaré - le dijo ella, emocionada - Entre ambos nos comeremos tu verga, y haré de ti todo un experto lamedor de pollas. Pero ahora, basta de charla, que tienes que centrarte en la mamada. Imagínate que esa fabulosa tranca en realidad es la mía...

Óscar cerró los ojos y le hizo caso, descubriendo que aún tenía más ganas de lamérsela. Ella al poco empezó a animarle, diciéndole:

  • Mm, qué bien me la chupas, mi amor, cómete toda mi porra, bébete su rico esperma. Sigue, papá, hazme el amor con la boca, exprime toda mi leche viril...

Dos minutos después, se corrió copiosamente en su propia boca, y la sensación le encantó: ¡ aquello tenía que repetirlo ! Tras besar con cariño los pies de Ciríe, sin cuya ayuda quizás no lo hubiese logrado, ésta se tumbó sobre él, a fin de saborear el fruto del esfuerzo conjunto.

  • Me siento muy halagada, tesoro - le confió ella - Deberías haber visto con qué ganas empezaste a hacértelo cuando te sugerí que pensaras que era la mía.

  • Es que no veo el momento de poder volver a degustarla.

  • Ni yo, el de poder ofrecértela. De todos modos, chupártela de por sí también te gustó, ¿ no es eso ?

  • Pues sí.

  • Se te nota, pues no ponías cara de asco, precisamente - le dijo ella, sonriente.

  • La verdad es que ahora me parece algo completamente natural: no sé por qué no lo he intentado nunca antes, cuando aún era humano.

  • ¿ Quizá por que no te llegaba ? - bromeó ella.

  • Supongo - repuso, divertido, él.

  • En fin, comencemos ya a hacer uso de las velas...

Ciríe sería la primera en recibir su esperma , como insistió en llamarlo, naturalmente por obra de Óscar, que le fue goteando cuidadosamente donde ella le sugería ( sólo encendieron una ). No se movió ni un ápice mientras derramaba la cera derretida sobre su pecho ( ¡ por el momento tan infantil ! ), sus muslos, sus costados, su espalda, sus nalgas... y, por supuesto, los bordes de su ojete, que abrió a tal fin. También lo quiso en el sexo, y Óscar pronto formó una pequeña estalagmita en torno a su inflamado clítoris.

De vez en cuando ella gemía, e incluso se estremecía, pero mantuvo el tipo incluso cuando las gotas le cayeron en los labios internos de la vagina y en el himen. También la quiso en la cara, y Óscar se la vertió, aunque poniendo mucho cuidado en no darle en los ojos, que ella se negó a cerrar ( le aseguró que ni eso le habría dañado, y él estaba dispuesto a creérselo, pero le daba demasiada grima como para decidirse a hacerlo ). No le cupo la menor duda de que se lo estaba pasando muy bien, y Óscar empezaba a cogerle también el gusto a aquello, cosa de la que ella pronto se percató.

  • Algo me dice que lo estás pasando casi tan bien como yo - le dijo, mimosa.

  • Es que es muy divertido - le dijo él, añadiendo, casi de inmediato - Y no poco excitante, qué narices. Enséñame la raja, que te voy a echar otro poquito de cera sobre ella.

  • Aquí tienes, querido - le dijo Ciríe, abriendo exageradamente las piernas y alzando las caderas - Por cierto, quizá antes debieras limpiármela: me gusta sentirla directamente sobre la piel, y ya la tengo muy cubierta.

  • Aclararé la esponja - le dijo él, tendiéndole la vela, que ella cogió, y haciéndose con la esponja ( pese a la de líquido que ya había soltado, aún seguía realmente empapada ).

  • Espera, no vayas al baño aún - se apresuró a decirle ella, justo antes de que se incorporase, agarrándole de una de las orejas con los dedos de un pie ( al menos, aquella postura sí era posible en un humano ), y sonriéndole incitante.

  • ¿ Qué se te ha ocurrido ?

  • Quiero ver cómo te la escurres en la boca, cariño. Llena tu boca con esa rica mezcla de mis babas y tu semen, pero aún no te lo tragues.

  • Mira que eres guarra, hija - rió él, acatando sin dudarlo sus instrucciones y preguntándole, por supuesto ahora vibratoriamente - ¿ Algo más ?

  • Vas a ir al baño y la lavarás con algo de jabón - le dijo ella, mientras pasaba distraídamente los dedos de su mano libre sobre la llama, aunque sin llegar a quemarse - Date prisa, pues no quiero que te tragues ni una gota hasta que tengas la esponja bien limpia, momento en el que compartiremos el jugo que acabas de obtener al exprimir la esponja.

  • ¡ A sus órdenes, mi puta ! - bromeó él, saliendo corriendo hacia el baño.

Estaba en ello cuando notó a Ciríe detrás suyo ( supuso que se había teletransportado, o le habría notado acercarse ), y le dijo:

  • Enseguida está, nena, no te impacientes.

  • No vayas tan rápido, tómatelo con algo de calma - le dijo ella, agachándose y separándole las nalgas con una de sus manos.

  • ¿ Qué vas a hacer ? - se alarmó él, al descubrir que aún portaba la vela.

  • Te voy a comer el culo, mientras te presiono el escroto con una de las manos, estrangulándolo deliciosamente a fin de que cuelgue a mi antojo, pudiendo así recorrerlo con la llama de la vela.

  • ¡ No quiero que lo hagas ! - se quejó él, aunque no hizo ademán de apartarse cuando Ciríe apretujó sus genitales, empezando a lamerle el trasero.

  • No seas tonto, te gustará, y además no pienso hacerte daño

  • le dijo cariñosamente ella, poniéndose de inmediato manos a la obra - No pares de limpiar la esponja hasta que te corras rectalmente.

  • Me va a ser muy difícil no tragarme lo que tengo en la boca

  • se quejó él, sintiendo la primera llamarada, que efectivamente no le dolió.

  • Haz un esfuerzo, mi amor...

Óscar estuvo aclarando la esponja con parsimonia ( a fin de ahorrar agua, puso el tapón y echó un buen chorro en el lavabo, lo justo para cubrir sus manos, retorciéndola sin parar, aunque con delicadeza ). Los testículos se le encogían al contacto con la llama, y enseguida se le cubrieron de un abundante sudor, pero le terminó gustando aquello, pese a la aversión que le daba. Supuso que un humano, de estar en su situación, estaría gritando de dolor, pero él ya no lo era. Cuando se corrió ( lo que le estaba haciendo Ciríe en el escroto casi le provocó un orgasmo fálico, pero no llegó a ello ), a poco estuvo de atragantarse, pero logró mantener el líquido en su boca, y Ciríe le pidió que se agachase, compartiéndolo a través de un beso con él.

Ya que estaban en el baño, Óscar le restregó apresuradamente con la esponja, que volvió a aclarar, y entonces le llevó nuevamente en brazos a la cama, donde le tumbó y se encargó de separarle los labios vaginales a su antojo. Ella le tendió la vela, tras simular que la lamía por la base, como si de un falo se tratase, y Óscar decidió masturbarle mientras le goteaba encima, atención que ella encontró muy de su agrado. No tardó en correrse, y optó por darle la vuela, ordenándole que dilatase al máximo su esfínter. Esta vez no le gotearía en los contornos del ano, si no dentro del recto. Ella profería leves quejidos, acompañados a menudo por gemidos, pero se dejó hacer: es más, al poco le dijo, acariciándose el sexo:

  • Mm, qué gusto me estás dando.

  • Quítate las manos de ahí, que quiero ser yo quien juegue con tu rajita - le ordenó él, aplastando su miembro contra sus labios internos, todo lo más que podía sin desflorarle, y empezando a moverlo, asegurándose de rozarle el clítoris con el glande.

  • ¡ Oh, qué rico ! ¡ Realmente te estás asegurando de hacerme gozar !

  • Me alegra que te des cuenta. Y, ahora, haz lo de esta mañana.

  • ¿ Qué, de todo ello ?

  • Quiero ver cómo palpita tu ojete. Ahora.

  • Te gustó, ¿ a qué sí ? - rió ella, entre sentidos gemidos, haciendo lo que se le decía.

  • No me gusto, nena: me extasió.

  • Qué cosas más lindas me dices - gimió ella, feliz, abriendo y cerrando rítmicamente el esfínter, dando lugar a un sensual palpitar que a Óscar le estaba embelesando - Mm, no voy a tardar mucho en correrme como una loca.

  • Espero que lo hagas tanto por delante como por detrás.

  • Por delante seguro que sí, aunque por detrás me temo que necesitaría algo más... contundente - logró decirle ella, con la voz entrecortada - No es que no nos sea posible experimentar un orgasmo rectal con ese tipo de estimulación, pero lleva bastante tiempo.

  • ¿ Ayudará esto ? - le preguntó él, encargándose de abrir en persona su ano, usando para ello la mano libre ( con la otra, tenía que manejar la vela ), y restregándoselo mientras nuevas gotas caían en aquel fragante y palpitante hueco de lujuria sin fin.

  • Mm, sí, mi amor, con eso bastará.

  • Excelente. Creo que disfrutaré mucho viéndolo.

Ciríe enseguida experimentaba un excelente orgasmo doble, y cuando se repuso del mismo ( como de costumbre, no tardó demasiado ), le preguntó a Óscar si quería invertir papeles. Él no se animó a probar la cera sobre su cuerpo, pese a lo mucho que a ella parecía gustarle, aunque le prometió que lo harían la próxima noche, de modo que Ciríe apagó la vela, poniéndola sobre la mesilla.

  • Llegó el momento de hacerte algo de pupa en los pezones - le anunció ella, empujándole dulcemente contra la cama, tumbándole boca arriba, y sentándose sobre su abdomen, naturalmente mirando hacia su cara.

  • ¿ Realmente crees que me gustará ?

  • Al principio no mucho, eso seguro, pero conforme vaya pasando un rato empezarás a cambiar de opinión... o eso espero. Pararemos si en algún momento se te hace demasiado molesto, aunque preferiría seguir hasta el final.

  • No me digas que también podemos experimentar orgasmos con los pezones.

  • Pues sí, aunque no creo que lo logre contigo, o no la primera vez - le dijo ella, clavando sus uñas en sus pezones, al principio con delicadeza.

Alternó pellizcos con mordiscos, se los retorció, tiró de ellos, se los succionó, le dio golpes con los dedos, se los arañó. No es que fuera insoportable, pero sí muy molesto, y no pocas veces doloroso. De vez en cuando, ella le miraba a la cara, con infinita ternura, y Óscar de algún modo supo que aquello era mucho más que un simple juego con connotaciones sádicas ( si bien su auténtico objetivo se le escapaba ), así que le dejó seguir.

Cinco minutos después, Óscar los tenía increíblemente hinchados. Sin duda ya alcanzaban los tres centímetros de altura, y no menos de dos de diámetro. Las aureolas también se habían inflamado notablemente. Parecían los de una mujer en periodo de lactancia, de hecho en nada tenían que envidiar a los de toda una matrona. Le ardían, le escocían, pero de momento apenas estaba sintiendo ningún placer con todo aquello. Estaban muy oscurecidos. Se alarmó un poco cuando empezaron a sangrarle. Ella apuró la sangre que le salía con la boca, sin dejar de maltratárselos, por lo que pronto nuevos chorros corrieron por su pecho.

  • Es bastante desagradable - comentó él.

  • Lo sé, cariño, pero aún debo seguir un buen rato. ¿ No te empieza a gustar, aunque sea un poco ?

  • Creo que sí, pero de momento no lo suficiente como para compensar todas las molestias.

  • Paciencia, mi amor. Oh, y creo que será mejor que dejes de mirar lo que te estoy haciendo...

Óscar dejó de mirarse al pecho, alzando la vista hacia el techo, e incluso se tapó la cara con uno de sus antebrazos. Tras lo que le pareció una eternidad ( quizá otros cinco minutos ), el dolor fue mermando, siendo paulatinamente sustituido por una sensación difícil de describir, pero hasta cierto punto grata. Le recordó muy vagamente a las ganas de orinar, aunque localizada en cada uno de sus pezones. Quizá tuviera algo que ver con la sangre que se le estaba acumulando dentro. Tenía que ser eso, decidió al poco. En algún momento, descubrió que podía dejarla salir, y eso hizo. Le resultó placentero, aunque ni de lejos suficiente como para llevarle a un orgasmo. Ciríe paró por un momento de lamerle, suspirando entre aliviada y emocionada, o eso se le antojó a Óscar. Entonces le lamió el pecho, que él imaginaba embadurnado de sangre ( el flujo fue bastante más abundante que antes ), y le preguntó:

  • ¿ La has dejado salir, o se te ha salido por sí sola ?

  • La de dejado salir. Menuda hemorragia que debo tener. Me voy a tener que mear un poco encima...

  • ¿ Hemorragia ? - se extrañó ella - No digas tonterías y repítelo, por favor.

Él dejó salir otro par de chorros, que ella nuevamente apuró. Estaba empezando a notar un olor extraño, pero no supo identificarlo, así que lo ignoró.

  • Otra vez.

  • Me vas a dejar seco - se quejó él, pese a lo cual le hizo caso. Notó que la cantidad era aún mayor, lo cual le llegó a asustar un poco. El misterioso olor se estaba intensificando, y, si hubiese prestado algo más de atención, se habría percatado de que ya no olía a sangre ( su mejorado olfato le permitía detectarla con facilidad, y eso que aún le faltaba mucho para afinarse del todo, momento en el que sería tan penetrante como el del mejor sabueso... cosa que, por el momento, ignoraba ).

  • No te pongas tenso, todo va bien. Maravillosamente bien, a decir verdad - le susurró ella, volviendo a limpiarle con la lengua - Ya puedes mirar, de hecho te ruego que lo hagas, pues es hora de darte la sorpresa que te prometí.

Óscar se quitó el brazo de encima y se incorporó levemente, mirándose a los pezones. Apenas se habían hinchado desde la última vez que los vio.

  • Los tengo enormes - observó él, algo decepcionado - ¿ Es esa tu sorpresa ?

  • En realidad, la sorpresa te la darás tú mismo - le previno ella, relamiéndose con aire misterioso.

  • Y, ¿ qué se supone qué he de hacer ?

  • Déjala manar una vez más.

  • Terminaré haciéndome donante de sangre - se quejó él, pese a lo cual le hizo caso. En verdad se llevó una sorpresa, pues no era sangre lo que salía de sus pezones... ¡ si no leche !

  • Más bien de leche, mi amor - bromeó ella, estallando en carcajadas al ver la estupefacta expresión de Óscar.

  • Esto es absurdo - gimió él, mientras Ciríe, ya más calmada, apuraba con mucho cuidado el blanco fluido.

  • Todos los deluyrei podemos secretar leche a voluntad, estemos o no embarazadas. Una vez más, tú no podías ser la única excepción - le explicó ella, humedeciendo un dedo y acercándoselo a la boca - Pruébala, cielo.

Óscar se lo lamió, no sin cierta reticencia inicial, que pronto se desvaneció. Abriendo los ojos como platos, exclamó:

  • ¡ Es deliciosa !

  • Nuestra leche es una de las sustancias más apetecibles y nutritivas que existen. No existe ser, y menos si es racional, al que no le guste. Por descontado, la de nuestras matriarcas es aún mejor: tanto, que hay quienes están dispuestos a lo que sea por degustarla. Por si te sirve de algo, yo jamás había probado leche más rica.

  • Chúpame, quiero más - le dijo él, con la mirada perdida.

  • Aquí tienes, mi amado patriarca - le dijo ella, compartiendo un buen sorbo con él por medio de un beso.

  • ¿ Tiene alguna propiedad especial, aparte de ser más rica que la ambrosía de los dioses ? - se interesó él.

  • Como ya te he dicho, es muy nutritiva. Salvo la leche de nuestra mismísima diosa, no hay nada que alimente más en todo el universo, al menos no en relación a su peso. Una persona de constitución normal podría subsistir con una ración diaria de diez gotas, aunque hiciese mucho ejercicio físico ( agua aparte, claro, pues de lo contrario se deshidrataría ).

  • Yo diría que eso es bioquímicamente imposible.

  • No cuando la magia ( y es muy grande la magia de que ella emana ), entra en juego.

  • Si al tipo en cuestión se le administra vuestra leche, imagino que son necesarias cien gotas...

  • Eso es. Ah, y la leche de matriarca rejuvenece a los mortales, corrigiendo, de paso, muchos tipos de desajustes, tanto orgánicos como psíquicos. La de los deluyrei comunes evita el envejecimiento, siempre que se consuma una media de no menos de treinta gotas al día, pero por desgracia no rejuvenece. También arregla algunos desajustes, pero no de forma tan eficaz.

  • ¿ Algo más ?

  • Pues sí. ¿ Recuerdas que me preguntaste si no habría alguna manera de acelerar mi crecimiento, cuando te dije lo grandes que se me pondrían los pechos ?

  • Sí, lo recuerdo.

  • La leche de matriarca multiplica por tres la velocidad a la que madura todo deluyrei que beba con cierta asiduidad de ella.

  • ¡ Chupa, chupa ! - le ofreció él, pellizcándose ambos pezones al par que ordenaba al líquido salir, salpicando a Ciríe en la cara. Ella no se hizo de rogar, y, tras limpiarse la cara con la lengua, que a tal fin alargó momentáneamente, empezó a succionar el pezón izquierdo de Óscar.

  • Hay otra cosa que has de saber de nuestros pechos - le dijo ella, vibratoriamente ( tenía la boca muy ocupada en aquel preciso instante ).

  • Tú dirás, nena.

  • Somos capaces de alterar su talla a voluntad, tanto juntos como por separado.

  • ¿ Dentro de qué márgenes ?

  • Desde quedarnos tan lisas como un hombre hasta hacerles alcanzar varias veces el diámetro de nuestra propia cabeza.

  • ¡ Joder !

  • Acertaste, pues resulta que para joder también los podemos usar, pues somos capaces de manifestar vaginas en ellos.

  • Dime, nena, ¿ hay algo que no podamos hacer ? - le dijo él, cuando se repuso de la impresión.

  • Muchas cosas - le aseguró ella, alzando muy seria la mirada, aunque sin dejar de darse el gran banquete con la leche de Óscar - No podemos transformar el oro en plomo, ni mear por las orejas ajenas, ni cosechar boniatos de nuestros ombligos, ni determinar el sexo de los garbanzos escuchando cómo suenan al caer, ni hacer que llueva vinagre habiendo luna llena: ¿ te parecen pocas limitaciones ? ¡ A mí no, te lo aseguro !

  • ¿ Cómo es eso de las vaginas ? - se interesó él, una vez las risas de ambos decayeron.

  • Pues más o menos como lo de las bocas, los anos, o incluso los penes que en ellos podemos manifestar. Oh, y no nos olvidemos de los zups .

  • ¿ Qué es eso ?

  • Tentáculos sexuales diseñados expresamente por nuestra amada diosa para dar recibir placer. Son algo a medio camino entre los de un pulpo ( aunque con ventosas por lo común muy pequeñas ), una lengua, y una babosa. Por cierto, por el ano también podemos proyectar uno, y créeme si te digo que da mucho juego. No bien me sea posible hacerlo, te lo mostraré.

  • Por un momento me lo había creído - rió nuevamente él, pero su risa cesó al constatar que ella no le acompañaba.

  • Pronto lo volverás a hacer, mi amor. Tienes libre el otro pecho, así que ya puedes ir agrandándolo, para deleite de ambos.

  • Esto no se infla - se quejó al poco él, tras concentrarse por espacio de treinta segundos.

  • Esfuérzate. Intenta recordar cómo te sientes cuando lo haces con el pene y con la lengua, y traslada esa sensación a tu pecho. Ten fe, mi amor.

  • ¡ Lo estoy consiguiendo ! - exclamó al poco, mientras empezaba a formársele un seno, al principio tan sólo digno de una adolescente esmirriada, pero enseguida bastante voluminoso.

  • ¿ Cómo son los de tu mujer ? - se interesó ella.

  • Alicia tiene casi ciento veinte de busto, de modo que sus pechos son más o menos como este - repuso él, tras expandírselo aun más.

  • Vaya, tenías razón, en una humana no está nada, pero que nada mal... aunque, para nosotras, eso es casi infantil - le dijo ella, manoseándoselo con interés - Venga, sigue aumentándotelo.

  • ¿ No va a pararme de crecer nunca ? - se sorprendió él, cuando ya lo tenía más grande que una sandía.

  • Aún puedes hacerlo mucho mayor.

  • Espero que ahora no me vengas con que puedo hacerlos diez veces más grandes que los de las deluyrei comunes.

  • Pues muy posiblemente, aunque lo ignoro.

  • ¡ Sería mucho mayor que mi propio cuerpo !

  • Desde luego, de modo que será mejor que pares ya, o la cama se terminará partiendo bajo su peso. Redúcelo un poco, nene.

  • Esto es la pera - atinó a decir él, manoseándoselo ( acababa de descubrir que lo tenía muy sensible ).

  • La pera no, más bien una manzana, que son como más nos suelen gustar. Si quieres darle forma de pera, estréchalo poco antes de la aureola. También puedes darle forma tubular, o cónica, o aplastada ( como una torta ). Ni que decir tiene, su textura y dureza también es ajustable.

  • ¿ Te importa que expanda también el izquierdo ?

  • Estaba empezando a temer que no me lo propusieras - le dijo ella, sin dejar de amamantarse - Hazlo, nene.

  • Uf, ahora sí que me gusta que me lo chupes - gimió él - ¿ Es su sensibilidad proporcional al tamaño ?

  • Sólo en un tramo muy breve, estabilizándose por lo común en su máximo cuando alcanza las tres quintas partes del diámetro de nuestra propia cabeza. ¿ Por qué no juegas a modificar el aspecto del otro ? Y, de paso, también podrías moverlo un poco.

  • ¿ Podemos moverlos ?

  • Anda, claro. ¿ Acaso no puedes mover el pene, o la lengua ? A veces haces unas preguntas de lo más tontas...

Óscar se entretuvo alterando la morfología de su seno derecho, aunque respetando por el momento su tamaño. Le dio toda y cada una de las formas que le sugirió ella, y algunas de su propia invención, como cúbica, piramidal ( en ambos casos los vértices le quedaron redondeados, y las caras no estaban del todo lisas, pero pese a ello eran unas muy buenas aproximaciones ), e incluso espiral ( la espiral la formó sobre una forma en principio cónica: parecían habérselo retorcido ). Lo puso tan duro que parecía llevar dentro un implante de hormigón armado, y tan blando que parecía una bolsa llena de aceite. Tan elástico, que parecía hecho de goma. Tan rígido, que parecía un neumático con exceso de presión. En todos los casos, seguía siendo igual de sensible, y su movilidad era prodigiosa.

  • ¿ No quieres chupártelo ? - le dijo Ciríe, al poco, en esta ocasión oralmente, pues acababa de hacer una pausa.

  • Bueno... - le dijo él, sonrojándose, pero sólo levemente.

  • Eso está bien, ya no te sonrojas tanto cuando te propongo hacer algo realmente rico - le felicitó ella, relamiéndose los labios ( los tenía manchados de leche ).

  • Casi será mejor que le dé antes un aspecto más razonable.

  • Estoy de acuerdo. Los pechos en espiral no se estilan demasiado que digamos ( por cierto, muy original la idea ). Ponlo tan estupendo como el izquierdo, nene.

  • Uf, menudos melones que tengo - comentó él, mientras se aseguraba de que eran iguales.

  • Te has puesto como un burro - le dijo ella, sonriente, acariciando casualmente su miembro con las pantorrillas.

  • Bah, eso lo tengo igual de tieso desde que empezaste a ducharte.

  • Cuando empecé a estimularte los pezones se desinfló un poco, mi amor. ¿ O es que pensabas que todos aquellos roces eran casuales ? Quería saber en todo momento el estado de tu estupenda herramienta.

  • Debí imaginármelo. ¿ Te gustaría ayudarme a chuparlos ?

  • ¿ Quieres que nuestras bocas se unan en tus suculentos pechos ?

  • Nuestras bocas, y nuestras manos - le dijo él, temiendo, por un fugaz instante, haberle molestado ( una estupidez por su parte ).

  • Eso ni se pregunta - le amonestó ella, agarrándole como pudo de los senos y acercándoselos a la boca, aproximando de paso la suya.

Estuvieron por espacio de cinco minutos sobándolos y lamiéndolos, tras lo que Ciríe le dijo:

  • Cierra los ojos, mi amor, e imagina que son los míos.

Como antes ocurriera con su pene, Óscar se descubrió lamiéndolos con más ganas si cabe, y ella una vez más se sintió bastante halagada. Al poco, le dijo:

  • Mierda, me estoy poniendo frenético, pero algo me dice que no voy a alcanzar el orgasmo con ellos, por mucho que me los chupe o me los toque.

  • Tu mente aún tiene que adaptarse a tus nuevas zonas erógenas. Estoy convencida de que te correrías, de insistir lo suficiente, pero podría llevar horas. Preferiría invertir ese tiempo en otras actividades.

  • ¿ Hay alguna parte del cuerpo por donde no podamos gozar ?

  • Las uñas y los dientes - se apresuró a contestarle ella, tras lo que le confesó, con aire confidencial - Bueno, quizá haya alguna más, como por ejemplo el cabello, pero no lo vayas a ir diciendo por ahí. Podríamos quedar muy mal.

Óscar se dejó de magrear los pechos, momento en el que se sonrió, y ella quiso saber en qué había pensado.

  • Me imaginé teniendo orgasmos por la nariz.

  • ¿ Qué tendría eso de gracioso ? - se hizo la ofendida ella, aunque algo en su expresión pareció denotar, al menos durante un instante, cierta sorpresa - ¡ El sexo es algo muy serio !

  • Lo sé, pero no me podrás negar que la idea es divertida, por lo absurdo.

  • ¿ Absurdo, dices ? ¡ Pues, para que lo sepas, también podemos gozar por la nariz !

  • No veo cómo - le dijo él, incapaz de saber si Ciríe estaba bromeando.

  • Recibiendo trancas por ella.

  • Como no sean de niño, o las hayan afilado antes con un sacapuntas...

  • Está bien, reconozco que no podemos encajar gran cosa por ahí, pero mira - le dijo ella, dilatando las narinas con soltura... que adquirieron un diámetro de tres centímetros. Se metió tres dedos en cada una de ellas, hasta la última falange ( su perfecta nariz parecía ahora la de un cerdo deforme ).

  • Me va a dar un telele - gimió Óscar, mirándole atónito. Ella, al ver su expresión, volvió a estallar en risas, chupándose cuando se calmó, con cara de viciosa, los dedos de una de las manos ( su nariz ya había recuperado su aspecto normal ).

  • Estaban muy pringados - observó él - ¿ Mocos, quizá ?

  • Sí, cariño, pero ante todo flujo lubricante - le explicó ella, acercándole a la boca los tres dedos restantes, aplastándose contra sus pechos. Al ver que él no se decidía a probarlo, le forzó la boca con la otra mano ( es un decir, pues, si él no se hubiese dejado, no habría tenido nada que hacer ), y, tras separar sus mandíbulas, le dijo, asumiendo el mismo tono con el que se le ofrecería a un bebé una cucharada de puré - Toma, nene, sé bueno y prueba mis fluidos nasales, ya verás qué cosa más rica.

  • Me he comido tus mocos - se sorprendió segundos después él.

  • Y te han gustado - afirmó, más que inquirió, ella.

  • Sí. Sabían vagamente a sexo. La lubricación, supongo. Con todo, es tu fluido corporal que menos me gusta.

  • Estoy de acuerdo, es uno de los menos sabrosos. Asimismo, los orgasmos nasales son de los menos intensos. Muy a menudo, incluso los umbilicales les superan en intensidad.

  • ¿ Orgasmos umbilicales ? - repitió incrédulo él.

  • Por supuesto, ya que tenemos el ombligo muy sensible.

  • Sólo te faltaría decirme que lo podemos transmutar en un coño - bromeó él.

  • No es que nos sea imprescindible para alcanzar el orgasmo, pero reconozco que ayuda bastante ( de hecho, cuando lo hacemos gozamos sensiblemente más por él que por la nariz ) - le dijo ella, y Óscar, al comprender que no bromeaba, exclamo, boquiabierto:

  • ¡ Somos la polla !

  • Sí, también nos podemos hacer brotar de ahí una de esas, y por supuesto también un zup - le explicó Ciríe, visiblemente divertida - Pero no hay que discriminar, así que también lo podemos transformar en ano, en vagina y en boca ( una muy pequeña, claro, y con los dientes a escala ). Eso sí, a diferencia de las matriarcas, que lo pueden hacer cuándo les viene en gana, las deluyrei normales sólo lo podemos hacer en presencia de quien nos haya parido, como tributo a ella, y sólo tras haber alcanzado la madurez. Así lo dispuso nuestra amada diosa.

  • ¿ Es un impedimento real, o se trata tan sólo de una costumbre ? - se interesó él, ya repuesto de la sorpresa ( cada vez le costaba menos aceptar aquel tipo de cosas ), y hurgándose intrigado el ombligo... encontrándolo, en efecto, sumamente sensible.

  • Muy real, cariño. En cuanto a quienquiera que haya hecho de padre, ya pertenezca a nuestra especie o a otra, también podemos transformar nuestro ombligo en su presencia, pero sólo de hallarnos en un lugar que no esté consagrado a alguna deidad maligna ( en tu planeta eso significa prácticamente cualquier lugar, pues muy pocos son los auténticos dioses, ya sean malvados o benignos, que han logrado influir en él... de haberse molestado siquiera en hacerlo ). Por cierto, no es que quiera interrumpirte, pero, ¿ se puede saber por qué te estás lamiendo los codos ?

  • Previsor que es uno, nena.

  • No entiendo...

  • No me digas que no nos podemos correr por los codos. ¡ Qué vergüenza ! ¡ Es indignante ! ¡ Exijo una compensación inmediata !

  • ¡ Idiota ! - le regañó ella, entre risas.

  • Al menos podremos hablar por ellos, ¿ no ? - siguió bromeando él.

  • Anda, ponte a rebozar piojos.

  • ¿ Con semen, o con huevo ?

  • No seas tonto, es una expresión hecha en mi idioma natal.

  • Oh. Y, ¿ qué significa ?

  • Mm... viene a ser un reproche suave, algo así como sugerir que te dejen en paz un rato.

  • Ya veo. Aquí solemos mandar a la gente a freír morcillas, o espárragos. Es mucho más nutritivo.

  • Pero sobre todo ergonómico ( creo que se dice así ), pues ambos tienen forma fálica. ¿ No irá con segundas ?

Una vez las risas de ambos cesaron, Óscar le dijo:

  • Oye, he caído en la cuenta de que aún no sé cómo se llama vuestra diosa.

  • Nuestra diosa - le corrigió con severidad ella - Su nombre no debe ser mencionado en este mundo, cariño, pues eso llamaría la atención de su maléfica hermana, cuyo nombre tampoco nos podemos permitir pronunciar. En su debido momento te los haré saber, por ejemplo escribiéndotelos en un papel, pero eso sólo lo haré cuando hayas aprendido a utilizar todos tus poderes.

  • ¿ Cómo os referís a ellas, si no las podéis mentar ?

  • Por lo común nos valemos de los nombres de vuestras falsas deidades. A nuestra diosa últimamente le llamábamos Afrodita, aunque a veces también nos hemos referido a ella como Venus. A su abominable hermana, Khali.

  • ¿ Podrías hacerlo en mi presencia ? - indagó él, tras unos segundos de mutuo silencio - Me refiero a lo del ombligo. No soy exactamente tu madre, pero bien podría decirse que te parí.

  • Por supuesto, mi amor. Nuestro ombligo despierta no sólo ante nuestros progenitores originales, si no también ante todos aquellos de los que renazcamos.

  • Es ese caso, ¿ qué te parece si me muestras cómo se hace ?

  • No creas que no me gustaría, pero te recuerdo que sólo podré hacerlo cuando haya madurado por completo.

  • ¿ Intento transformarlo yo ?

  • Sí así lo deseas, inténtalo, pero yo no te lo recomendaría. Hoy ya has aprendido las suficientes cosas: seguir experimentado podría saturar tu mente.

  • ¿ Mañana, entonces ?

  • Sí, y como a esta hora. También experimentaremos con tus pechos, si te parece bien, y con tu nariz.

  • ¿ Hay alguna otra parte de nuestro cuerpo que pueda transmutarse en algún tipo de órgano sexual, o al menos usarse como tal ?

  • Por supuesto.

  • ¿ Cuáles ?

  • Las palmas de las manos, las plantas de los pies, los cuatro pulgares, las axilas... y los ojos.

  • ¿ Los ojos, dijiste ?

  • Podemos proyectarlos, transformándolos en un pene cuyo glande es el propio globo ocular. Los dedos pulgares también podemos convertirlos en penes: en las palmas de las manos, las plantas de los pies, y las axilas, podemos manifestar tanto una rajita como una boca, a elegir. Oh, y de cualquiera de ellas podemos extraer un zup, a modo de lengua, así como una auténtica lengua.

  • ¿ Lo podemos hacer todos ?

  • Lo de los dedos, sí. Lo demás, sólo se puede hacer a antojo siendo una matriarca, una sacerdotisa de alto rango, una reina, o una agente especial al servicio directo de nuestra señora ( el resto de los deluyrei también pueden hacerlo, pero únicamente en presencia de al menos una de las anteriores, y sólo de contar con su aprobación ).

  • ¿ También hace falta ser adulto ?

  • Qué va, pero no lo podemos hacer con soltura hasta después de haber alcanzado la pubertad. Si así lo deseas puedo intentarlo ahora mismo, pero te advierto que me supondría un esfuerzo tremendo.

  • En ese caso será mejor que esperemos. En cuanto a intentarlo yo, imagino que querrás que lo dejemos para mañana.

  • Quizá incluso hasta pasado mañana. Además, para entonces yo ya aparentaré doce años, siempre que me amamante de ti no menos de tres o cuatro veces al día, y manifestar una tranca me será bastante más sencillo, teniendo con qué perforar apropiadamente tus sexos alternativos.

  • ¿ Cuánto te llevará hacerte por completo adulta ?

  • Como ya te dije, alcanzamos la madurez llegados más o menos a los cincuenta años, momento en el que aparentamos veinte, desde el punto de vista humano. Eso significa que crecemos dos veces y media más lentamente que ellos. Sin embargo, si acabamos de renacer, nuestro crecimiento se acelera trescientas sesenta veces, viniendo a crecer un año por cada día que transcurre, pero de los nuestros. Por consiguiente, si hubiese nacido como un bebé, precisaría de cincuenta días para ser adulta. En vez de eso, aparento diez años humanos ( y, por tanto, veinticinco de los nuestros ), de modo que me harían falta veinticinco días... de no disponer de tu leche, claro. Pero afortunadamente ese no es el caso, de modo que habrá que dividir esos veinticinco días por tres.

  • Ocho días y poco, pues.

  • Eso es.

  • ¿ A qué velocidad nos curamos de una lesión dada, en relación con los humanos, de no hacer uso de la orina ?

  • ¿ Por qué me lo preguntas ?

  • Cuando estaba semi inconsciente, poco después de nacer tú de mí, tuve la sensación de que mi cuerpo se estaba curando mucho más rápido que de costumbre, aún prescindiendo de tu pis ( el cual, como ya sabes, no llegué a identificar ).

  • Tu intuición no te falla. Curamos trescientas sesenta veces más rápido ( perdona por no habértelo dicho antes, se me pasó por alto ).

  • Exactamente la misma relación.

  • No ha de extrañarte, pues ser joven, habiendo sido antaño adulto, computa como una especie de lesión... y como tal es tratada.

  • De morirme yo, y tener alguien en el que resucitar, ¿ me haría adulto en cinco días ?

  • En algo menos de cuatro, siempre que bebieras de tu propia leche, que podrías empezar a producir al tercer día. Eso, claro, de nacer siendo un bebé, cosa nada habitual. ¿ Alguna pregunta más, o podemos seguir fornicando ?

  • ¡ Forniquemos, forniquemos ! - se apresuró a pedirle él.

  • ¿ Te apetece algo en especial ?

  • Me da igual, decide tú.

  • ¿ Te atreves con la cera ?

  • Quedamos en hacerlo mañana, y mañana lo haremos - le recordó él - Oh, y eso me recuerda que quizá debieras darte otra ducha. No me gusta el olor de la cera sobre tu piel, ni tampoco su sabor. Es asquerosamente insípida, y el único sabor digno de mención que en ella se deja notar, a quemado, no me seduce lo más mínimo. Por no gustarme, no me gusta ni su textura...

  • Ven, quiero que veas cómo lo hago, mientras juegas a una cosa muy divertida que se me ha ocurrido - le sugirió ella, camino ya del cuarto de baño.

Él le siguió. Ahora sería ella quien volviese invisibles las cortinas, mientras Óscar, de pie frente a la bañera y con su propio rabo profunda y placenteramente clavado en su culo ( fue ella quien quiso metérselo, una vez él lo expandió a base de bien ), se sobaba y chupaba los pechos, todo ello por prescripción erótico lúdica de Ciríe ( esas fueron sus palabras exactas ).

  • Con más ganas, mi amor - le animaba ella - No me mires tanto a mí, mírate también al espejo. Vamos, saca la puta que llevas dentro de ti. Olvídate por un rato de que eres un hombre, que yo también pienso hacerlo: será divertido, te lo prometo. Imagínate, si me permites sugerírtelo, que eres tu propia mujer, Alicia.

  • ¿ Ella, precisamente ?

  • ¿ Por qué no ? A partir de ahora, eres esa zorra impía. La tranca que tienes en el culo es la de Óscar, tu marido, así que hazle disfrutar, usa la musculatura de tu agujero de hacer caca para darle placer, cumpliendo así con tu deber. Quiero que recibas su esperma en el culo antes de que acabe de ducharme, o me enfadaré mucho. Mira qué tetas tienes, cacho puerca: ¿ a que te gustan ? Con ellas, casi pareces una mujer de verdad. Y no estés callada, guarra: di algo.

  • ¿ Cómo qué ? - gimió él, no poco desconcertado ( verse así en el espejo le estaba gustando más de lo que jamás habría imaginado, y simular que era su mujer, mancillando de algún modo su honor - si es que esa fulana tenía la menor brizna de eso -, también ).

  • Hazme saber lo guarra que es Alicia.

  • Soy una puta, y me gusta que me den por el culo - dijo él, titubeante.

  • Sigue, mala puta.

  • Quiero que me llenen las entrañas de esperma.

  • ¿ Qué harás con él ?

  • Me... mm... me lo beberé - gimió él, más lanzado.

  • Y, ¿ cómo les agradecerás a tus viriles amantes tan valioso servicio ?

  • Les cubriré de besos.

  • ¿ Te comerás sus trancas ?

  • Sí, sí...

  • ¿ Lamerás sus sucios y arrugados ojales ?

  • Sí, y les meteré dentro la nariz, mientras engullo sus genitales con glotonería.

  • Y, ¿ qué les harás con los pechos ?

  • Les dejaré que se amamanten de ellos, y que me los cubran con su esperma... que limpiaré con la lengua. Oh, y les pediré que me azoten en ellos.

  • ¿ Te lo harías con dos a la vez ?

  • Sí, mm... y con veinte...

  • ¿ Y, qué me dices de tu marido ?

  • Le pediré que me esclavice, como castigo por mis felonías, y disfrutaré mucho con ello...

  • Sólo te lo harás con quien él te diga, pues eso de engañarle se te ha acabado.

  • Sí, sí: desde ahora, soy únicamente suya.

  • Acércate al espejo, zorra, y besa a tu propio reflejo.

Óscar así lo hizo, excitándose aún más ( antaño, se habría visto grotesco con aquellos pechos, o incluso con su monumental falo - y más, teniéndolo clavado en el culo -, pero ahora se encontraba muy deseable: estaba claro que se había vuelto algo narcisista, cosa de la que no se avergonzaba en absoluto ).

  • Mira que eres viciosa, hay que ver cómo le comes los morros a tu propia imagen...

Siguieron así hasta que Ciríe terminó de ducharse. Óscar se había corrido dos veces en su propio culo, y ella, tras saboreárselo un poco, le dijo:

  • ¿ Sabes quién soy yo ?

  • La amante de mi marido.

  • Exacto. Ahora, Óscar se ha tenido que marchar, pero me ha encargado que juegue un poco contigo, y eso vamos a hacer.

  • Gracias, ama.

  • Sígueme a la cama, perra - le ordenó Ciríe, cogiendo el frasco del champú ( era de sección aproximadamente redonda, y bastante grande, de los de tres cuartos de litro ).

Como era de esperar, no bien se acomodaron, se lo metió por el ojete, y entonces usó sus poderes para hacerlo vibrar, cosa que Óscar encontró muy de su agrado. Sin dejar de humillarle, Ciríe le ordenó que le comiese el coño y el culo, alternativamente, y él lo hizo. También tuvo que lamerle las axilas, los pies, y las palmas de las manos. En algún momento se empezó a masturbar, pero ella le abofeteó con violencia, diciéndole:

  • ¿ Se puede saber qué haces ? ¡ No te he dado permiso para que te toques esa cosa !

  • Lo siento ama, estoy muy excitada.

  • Te aguantas. Deberás conformarte con tu culo, y dame gracias por ello.

  • Sí, ama. Gracias, ama...

Pese a que sólo estuvieron así una hora y algo, Óscar perdió la cuenta de los orgasmos rectales que tuvo... y de las veces que le comió la raja o el culo a Ciríe. Su miembro babeaba, inflamado, pero la única atención que ella le prodigaba en él eran algunos disimulados ( o no tanto ), pisotones.

  • Ciríe, empiezo a cansarme de este juego - le dijo él, sin dejar de lamerle la entrepierna.

  • Un orgasmo más, puta, y te dejaré volver a ser Óscar.

  • Gracias, ama.

Una vez le hizo correrse, ambos abandonaron aquel juego, y ella le preguntó:

  • ¿ Te gustó ?

  • Sí, ha sido muy divertido, e incluso instructivo. Además, has despertado en mí un profundo deseo de esclavizar a Alicia. A fin de cuentas, ella se lo ha hecho a un montón de gente, ¿ no ? Justo es que lo sufra en sus carnes. Ella, mi hija ( o más bien la suya, pues a saber quién es el verdadero padre ), mis sobrinas, mis cuñadas, y, ante todo, la vieja: todas a mi servicio ( oh, y no olvidemos a Bernardo: creo que él será el primer hombre al que se la clave por detrás. A fin de cuentas, siempre me pareció muy afeminado ).

  • Te ayudaré a hacerlo, mi amor - le prometió ella, acariciándole el miembro y preguntándole - ¿ Qué tal está tu cosita ?

  • Muy necesitada, preciosa.

  • ¿ Qué quieres que hagamos al respecto ?

  • Quiero metértela por el culo.

  • Esta vez, si no te importa, seré yo quien me la meta - le dijo ella, sacándole el bote de champú del trasero, que por el momento ya había tenido bastante acción, y tumbándole boca arriba.

  • Perfecto. Dime cómo quieres que me la ponga de grande.

  • Espera, acabo de caer en la cuenta de que no te he entrenado el meato, tal y como te propuse. ¿ Lo dejamos para mañana, o comenzamos hoy con la primera sesión ?

  • Ya lo hicimos.

  • En absoluto, eso no fue más que un preliminar.

  • Oh. Y, ¿ cuánto nos llevará ?

  • Pongamos como un cuarto de hora.

  • En ese caso, hagámoslo.

  • En esta ocasión te va a doler un poco más que esta mañana, pues voy a ser algo más dura - le advirtió ella, tumbándose boca abajo sobre su pecho, mirando hacia sus pies.

  • ¿ Aprovecho para pellizcarte los pezones ? Es otra de las cosas que tenemos pendientes, recuerda que me dijiste que podría vengarme.

  • Excelente idea. Maltrátalos a fondo, no te cohibas. Yo también quiero poder darte a beber de mi leche, y ese tipo de atenciones acelerará su venida. Sangremos los dos, cariño.

  • ¿ Me vas a hacer sangre en el pene ?

  • Sí, y confío que tú también me la hagas en los pezones. Forma parte de ambos tratamientos.

  • Pues son un poco bestias, ¿ no crees ?

  • Pero muy efectivos - le dijo ella, haciéndose invisible... a falta de sus manos, que parecían levitar, amputadas, y de su cara ( se le veían todos los tejidos por detrás, pues parecía haberle sido seccionada, y desde luego los labios, así como los dientes, pero por la parte de dentro ).

  • ¿ Para qué te haces invisible, y más tan... mm..., asquerosamente ?

  • Quiero que veas lo que te hago en el rabo. No te dará cosa, ¿ verdad ?

  • Un poco. Parece que te hayan cortado la cara y las manos.

  • Ambos sabemos que no es así, mi amor. Ah, y reduce el grosor del pene: siendo tan enorme, mis dedos no harán gran cosa en él.

  • ¿ Cómo lo quieres ?

  • Reduce su diámetro a cinco centímetros, si no una pizca menos ( asumo que un centímetro es la centésima parte de un metro: más que otra cosa, por el prefijo ).

  • Pues creo que ya está - le dijo él, tras reducir el grosor de su miembro apropiadamente.

  • Muy bien, así mismo valdrá. ¿ Comenzamos ?

  • Venga.

Óscar empezó a pellizcarle los pezones, de momento con delicadeza, y ella empezó a presionar uno de sus meñiques contra el meato, donde se lo hundió poco a poco. La uña le estaba haciendo mucho daño, pero al poco se acostumbró. Ciríe empezó a retorcerlo, y finalmente lo logró encajar del todo. Tras dejarlo por unos segundos quieto, empezó a sacarlo, para a continuación volverlo a clavar, cada vez con mayor violencia. Óscar sintió que algo se le desgarraba, y comenzó a sangrar, pero ella no paró. A modo de venganza ( o quizá como recompensa ), empezó a tratarle con verdadera rudeza los pezones, no tardando en ver cómo la sangre manchaba sus dedos ( no bien abandonaba su cuerpo, se hacía visible ).

Ciríe fue cambiando de dedo, decantándose en primer lugar por el anular, después por el índice, más tarde por el corazón y finalmente por el pulgar. No lo hacía hasta que el dolor se tornaba razonablemente soportable. Entretanto, Óscar notaba cómo los sanguinolentos y resbaladizos pezones de ella crecían, haciéndose imponentes. Apenas habrían pasado diez minutos cuando ella le dijo:

  • Con esto, supongo que bastará por hoy.

  • No, espera, sigamos un poco más. Aún no han pasado los quince minutos que me dijiste.

  • ¿ Ya no te duele ? - se extrañó ella.

  • A rabiar, como bien vaticinaste en su momento. Es más, ni siquiera me está dando gusto, o no perceptiblemente. Pero tengo ganas de saber cómo es un orgasmo por ese lugar, y eso sólo lo conseguiré si me lo entrenas adecuadamente.

  • ¿ Te atreves con dos dedos ?

  • Sí. O tres. No sé, decídelo tú, llévame al límite. Si en su debido momento penetrarme por ahí me dará auténtico placer, tal y como me aseguraste, doy por bien empleado el dolor que ahora estoy sintiendo ( eso sí, espero no tardar demasiado en acostumbrarme ).

  • Si te pones por completo en mis manos, antes de que sea adulta estarás listo para gozar por tu agujero de hacer pipí. Es más, no nos supondrá ni veinte minutos diarios.

  • Confío en ti. Haz lo que debas hacer. Dame el curso acelerado, cariño.

  • Me siento muy honrada, Óscar - le dijo ella, volviendo su cabeza por vez primera desde que empezó el tratamiento, de modo que su cara ya no parecía estar cortada... lo que no quitaba que aparentase surgir de la nada - En cuanto a mis pezones...

  • Tranquila, que ya paré.

  • ¡ No, no ! Precisamente te iba a pedir que continuases. Quién sabe si no terminaré secretando mis primeras gotas de leche hoy mismo, de seguir así.

  • Está bien, seguiremos lo dos.

Ambos se esforzaron en hacerse el máximo daño posible, y no porque disfrutasen, ni produciéndolo ni sintiéndolo, si no por los beneficios que con el tiempo ( no demasiado, afortunadamente ), ello les acarrearía. Era una insólita forma de demostrarse su mutuo amor. Llegó un momento en el que a Óscar le dolió tanto que alguna lágrima corrió por sus mejillas, pero ni entonces le pidió a Ciríe que parase. Sin embargo ella, que podría haber soportado perfectamente mucho más dolor, pues estaba más que acostumbrada al trato duro, consideró que bien podía esperarse un par de días a que su leche manase, por lo que le pidió a Óscar que se detuviese, ofreciéndole una tregua... que él, amablemente, rechazó, liberando sus maltratados pezones. Tenía encajados tres dedos en la uretra, que sangraba sin cesar ( aunque no mucho ), y le pidió más. Ciríe no se atrevió a añadir un cuarto dedo, pero sí a retorcérselos con fuerza, notando cómo le hacía nuevos desgarros, que le arrancaron a Óscar algunos gemidos. La hemorragia se hizo más profusa, y ella exclamó alarmada, extrayendo los dedos:

  • ¡ Basta ! Por hoy hemos terminado.

  • Cielos, qué alivio - suspiró él, al notar el meato por fin libre.

  • Cúratelo, anda - le apremió ella.

Óscar hizo honor al nombre del conducto en cuestión, dejando circular por él un breve chorro de orina, no sin antes conferirle sus propiedades curativas. Parecía arder a su paso, pero en un instante dejó de dolerle. Su tranca estaba completamente recuperada de aquella sesión de tortura, de eso no le cabía duda.

  • ¿ Se me debería notar algo ya ? - se interesó él.

  • Mira, tesoro - le dijo ella, metiéndole el dedo corazón hasta el fondo. Pese a tener el meato igual de prieto que al principio, al menos a simple vista, éste se dilató con premura, dando paso al dedo con suma facilidad: no sólo no le dolió en absoluto, si no que incluso lo encontró placentero.

  • Oye, esto funciona. Casi me dan ganas de seguir un rato más: total, cuando quiera parar sólo he de echar un pis curativo, y se me acabaron todas las molestias.

  • Mañana continuaremos - le prometió ella, dándose media vuelta e incorporándose, de modo que quedó sentada sobre su abdomen - Por cierto, confío en que me devuelvas el favor.

  • Supuse que tú sí sabrías dilatar la uretra.

  • Y sé hacerlo, pero mi nuevo cuerpo aún no sabe. Esa es otra de las desventajas de morir: se pierden algunas de tus cualidades adquiridas.

  • En ese caso te ayudaré, ricura. Y, ahora, ¿ qué tal si te vuelves visible ?

  • Ahora mismo - le dijo ella, observándose, no bien le fue posible hacerlo, sus pezones. Estaban bastante inflamados, algo más ( al menos, en proporción ), de lo que los llegó a tener antes Óscar. Se los presionó, concentrada, momento en el que de ambos salió un fino chorro de sangre que se fue tornando transparente. No llegó a manar leche.

  • ¿ Qué fue esa cosa transparente ?

  • Algo muy similar al calostro, sólo que aún menos pigmentado, y desde luego no tan nutritivo. ¿ Quieres un poco ?

  • Sí, dame.

  • Abre la boca, que te lo echo.

  • Mm, sabe dulce, pero muy sutilmente - le dijo él una vez degustó los dos breves chorros que Ciríe le vertió hábilmente en la boca, no llegando a desperdiciarse ni una gota - Me recuerda vagamente a un laxante a base de fructosa ( o eso creo recordar ), uno que tomé cierta vez que se me formó un atascó de cuidado.

  • Nos suele salir como un año antes de la leche - le explicó ella - Eso quiere decir que seguramente mañana, a estas horas, podré darte mis primeras gotas de néctar de teta. Conforme vaya avanzando la noche irá cogiendo cuerpo, aunque seguirá estando bastante diluido hasta poco antes de dar paso definitivamente a la leche - entonces, mirándole con picardía, añadió - ¿ Me analizas ya ?

  • Sírvete tú misma.

Ciríe se sentó en su miembro, que entró con facilidad, y dio unos cuantos botes, tras lo que paró, mirando a Óscar con expectación.

  • Está bien, me la pongo más gorda. Tú tan sólo dime cuándo quieres que pare.

  • Me parece bien, pero hazlo más despacio que antes, mi amor

  • se apresuró a rogarle ella.

Una vez las dimensiones del miembro de Óscar fueron por completo del agrado de Ciríe, ésta empezó a trotar sobre él, sin prisas y mirándole a la cara.

  • Eres lo mejor que me ha ocurrido en toda mi vida - le dijo al poco él, ambos ya camino del orgasmo.

  • Tú también, mi amor - le aseguró ella, comiéndosele con la mirada.

Los pechos de Óscar interferían su mutua mirada, así que se los desvaneció, no sin antes amasarlos por espacio de unos segundos, ante la aprobadora mirada de Ciríe, que le ayudó con los pies. Ella se pellizcó brevemente sus infantiles pero inflamados pezones, obteniendo algo más de aquel fluido transparente ( que apuró con la lengua ), y Óscar bajó una mano hasta su entrepierna, dispuesto a estimularle el sexo, pero Ciríe le dijo:

  • No cariño, con tu maravillosa troncha en el culo me basta. Además, no sería justo que yo gozase por dos sitios, mientras que tú sólo lo haces por uno. Pon las manos con las palmas hacia arriba, que voy a posar mis pies en ellas.

  • ¿ Te vale así ? - le dijo él, tras hacer lo que se le indicaba.

  • Sí - le dijo ella, poniendo sus pies con cariño en ellas.

Óscar se descubrió apretándole los pies con fuerza, cosa que, de algún modo supo, ella agradeció.

  • Por cierto, para tu información no he orinado desde esta mañana, cuando me fui a comprarte la ropa - le soltó ella de improviso, poco después - Tenía pensado reservar mi pipí para un momento especial, y creo que éste lo es. ¿ Quieres que te orine encima ?

  • Sí, Ciríe, hazlo - Antes de su reciente transformación, a Óscar aquello le habría parecido una marranada, pero ahora lo encontraba perfectamente natural.

Ciríe empezó a mear, con lentitud. Sus gotas salían dispersas, pero Óscar se percató de que ninguna se desperdiciaba, yendo todas a dar en su abdomen, pecho y cara. Era una verdadera delicia ( Alicia se lo había propuesto alguna que otra vez, pero él siempre se negó: por una parte se arrepentía, pues se había perdido algo muy especial, pero por otra parte se alegraba, pues ella no era digna de que le concediese el honor de recibir su orina, mientras que Ciríe, a su entender, sí ). Ambos ya habían llegado casi al clímax cuando Ciríe le dijo, sin interrumpir aún su micción:

  • Oh, Óscar, cuánto te amo. Jamás creí que pudiera amar tanto a alguien en tan poco tiempo.

  • Yo también te amo, Ciríe.

  • Me hace muy feliz oírlo. Vamos, mi vida, córrete una vez más en mi culo, la última de esta jornada, pues ya es hora de descansar...

  • Toma pues mi semen, mi amante, mi hija...

Fue un orgasmo especialmente intenso. Medio minuto después, Ciríe se desenganchó del miembro de Óscar y se tumbó sobre su pecho, derramando en él sus últimas gotas de orina. Tras sostener mutuamente sus miradas, se dieron un beso lleno de ternura.

  • Podríamos seguir durante horas, al menos yo - reconoció él.

  • Yo también, pero de vez en cuando conviene dormir - le dijo ella, amodorrándose por momentos, mientras se tapaba con la sábana y la manta... y, con ella, también a Óscar ( habían echado toda la ropa de la cama a un lado, cuando se acomodaron en ella, así que no le fue difícil ) - Ven, mi amor, acompáñame al hermoso reino de los sueños...

Ciríe se durmió en segundos. Óscar cortó la luz ( había un interruptor de la luz principal sobre la mesilla ), y se durmió también, con la bella imagen de la deluyrei impresa en su memoria. No le molestó en absoluto tenerle sobre su pecho, de hecho jamás en su vida se había sentido tan cómodo en la cama. En cuanto a su abundante, fragante y cálida meada, lejos de importunarle, se le antojó el más relajante de los bálsamos.

Él fue el primero en despertar. Una vez más, la luz que se filtraba por la persiana fue más que suficiente para que viese con total claridad ( lo cual no tenía tanto mérito como el día anterior, pues la persiana de la ventana de aquella habitación encajaba peor, y su cortina era menos tupida ). Eran casi las siete de la mañana. Se entretuvo por espacio de unos minutos mirando a Ciríe, tumbada a su lado ( se tuvo que bajar de él a lo largo de la noche ), mientras pensaba en los últimos acontecimientos.

No tardó en venirle a la cabeza un intrigante sueño que había tenido aquella noche: volvía a estar junto a Alicia y Laura, como si nada hubiera ocurrido, y se les cepillaba placenteramente a ambas ante la aprobadora mirada de Ciríe, que enseguida se les unía. Era absurdo, se dijo, muy molesto consigo mismo. Tenía que desterrar de su mente a aquellas fulanas que tanto daño le habían hecho. Es más, relacionarles con Ciríe, aunque fuera en un sueño, le parecía un insulto para la deluyrei, hacia la que alargó una mano, acariciando con ella su cabello como pidiéndole silenciosamente disculpas por tan grave ofensa. Descubrió que aquello tenía un efecto sedante sobre él, y al poco logró olvidarse del inoportuno sueño. Para cuando ella se despertó ( no tardó mucho ), Óscar ya estaba más o menos en paz consigo mismo. Se estuvieron mirando durante unos instantes, sin hablar ( a lo largo de los cuales sonó la discreta señal horaria de su reloj de pulsera ), y entonces ella le preguntó:

  • ¿ Qué tal has descansado ?

  • Fabulosamente. ¿ Y tú ?

  • Tan bien como tú, mi amor - repuso ella, encaramándose sobre él ( estaba boca arriba ), y empezando a acariciarle el pecho, centrándose enseguida en los pezones.

  • Veo que ya quieres tu siguiente ración de leche - observó él.

  • ¿ Se me nota en algo ? - bromeó ella, mientras alternaba breves lametones entre ambos pezones.

  • ¿ Me hago crecer senos ?

  • Sí, papá, y póntelos bien gordos - le dijo ella, relamiéndose.

  • ¿ Qué tal así ? - le preguntó él, no bien los tuvo algo más grandes que su propia cabeza ( lo cual no significaba que se le desparramasen, pues se aseguró de que siguieran teniendo forma semi esférica, pareciendo dos enormes y apetitosos globos de tersa carne ).

  • ¡ Magníficos ! - exclamó ella, reclinándose y empezando a lamerlos con ansia. Pero, al ver que no manaba leche de ninguno de ellos, alzó la mirada hacia Óscar y le dijo, compungida - ¿ No vas a darme de desayunar ?

  • Sólo si me los comes sentada en mi cara, pues quiero lamerte el culo, en el que aún deben quedar restos de mi rico esperma.

  • ¡ Haberlo dicho antes ! - se molestó ella, que no perdió tiempo en cambiar de posición.

Llevaban unos cinco minutos desayunando ambos cuando Ciríe le dijo, agitando el trasero ( que a tal fin despegó por un instante de su cara ):

  • Será mejor que lo dejemos, mi amor.

  • ¿ Por qué ?

  • Porque me estoy haciendo caca.

Tras permanecer en silencio por unos instantes, él le preguntó:

  • ¿ Cuánto tardan en deshacerse las cápsulas esas ?

  • De estar en todo momento a no más de una nervadura del cuerpo de un deluyrei, ya sea del que las produjo como de cualquier otro, nunca menos de medio día.

  • Te dije que lo llamaras metro - le aleccionó él - Si alguien te oye medir las cosas en nervaduras, vas a quedar como un bicho raro.

  • Está bien, ha sido un lapsus - se defendió ella - intentaré que no vuelva a ocurrir.

  • Eso espero. En cuando a las pelotas esas, ¿ se ven afectadas por la saliva, o por los jugos digestivos ?

  • En absoluto.

  • En ese caso, ya sabes qué tienes que hacer - le dijo Óscar, agarrándole de las caderas con fuerza a fin de volver a estampar su culo en su cara, que de nuevo volvió a lamer, internando la lengua en él con más ganas que antes ( si es que eso era posible ).

  • ¿ Te las vas a tragar ? - se emocionó ella.

  • ¿ Ves algún inconveniente en ello ?

  • Ninguno, pues nuestra flora intestinal ( creo que ese es el término que usáis vosotros ), es por completo benigna. Además, para cuando las cápsulas se disolviesen, ya estarían en tus intestinos, mezclándose mi mierda con la tuya... y eso, con suerte, pues lo más normal es que, habida cuenta nuestro veloz proceso digestivo, las echases intactas.

  • ¿ Te haría ilusión que me las tragase ? - indagó él.

  • No te puedes ni imaginar cuánta - suspiró ella.

  • Pues eso haré, nena. Hasta la última.

  • Espera, no quisiera que te las comieses hasta que yo no me hubiese comido las tuyas, habiéndome además... aprovechado.

  • ¿ Qué provecho se puede sacar de eso ?

  • Es sólo una forma de hablar. De mezclarse nuestras heces en mi interior ( la mejor forma de asegurarse de que tal cosa ocurre es esperarse no menos de un día para hacer del vientre ), una de las cápsulas a las que daría lugar tan íntima mezcla se tornaría imperecedera ( de hecho, quedaría petrificada en todo su volumen, que no sólo por fuera ). Solemos guardarlas como recuerdo.

  • Muy curioso, pero no sé qué tiene que ver eso con lo de que prefieras esperar a que yo te haya dado a comer mis deposiciones para darme tú las tuyas...

  • Tenemos por costumbre no entregar nuestras heces a nadie cuya categoría sea superior a la nuestra, no hasta que éste nos haya dado a catar las suyas.

  • ¿ Qué pasa de tener ambos la misma categoría ?

  • En ese caso, las recibe en primer lugar el más joven.

  • Está bien, no me las tragaré - cedió Óscar - vete al servicio, y vuelve enseguida.

  • El que no pueda tolerar que te las tragues no significa que no pueda echártelas en la boca, para que juegues un poco con ellas... - le dijo ella, insinuante.

  • ¿ Qué pasa si me trago sin querer una ?

  • Me llevaría un disgusto terrible, a menos que me dejases que te la sacase, por ejemplo con la lengua, o acaso con la mano.

  • Claro que te dejaría sacarla, nena, pero procuraré no tragármelas, ¿ te parece bien ?

  • Sí. ¿ De verdad quieres hacerlo ?

  • Claro que sí, amor. Vamos, haz caca en mi boca.

Ciríe no se hizo de rogar, y, mientras seguía amamantándose, empezó a empujar. Óscar no dejaba de comerle el trasero, sintiendo, a través de su expandida lengua, cómo sus duras deposiciones iban bajando lentamente hacia su boca ( ella se lo tomó con calma, a fin de prolongar al máximo aquel delicioso juego )... donde dejó que se depositaran. Su semen, reposado durante toda la noche, había cogido un intenso sabor a culo, pero no de uno cualquiera, pues aquel era el fragante y fascinante sexo posterior de una deluyrei.

Estaba riquísimo, y lo que estaban haciendo le dio tanto morbo que deseó poder masturbarse, pero tenía las manos ocupadas, acariciando con ellas, y por descontado separando, las hermosas nalgas de Ciríe. Le proporcionó tres orgasmos rectales en poco más de diez minutos, y entonces ella, satisfecha ( tanto de la leche de Óscar como de hacer del vientre, pues ya lo había echado todo ), se levantó, poniendo las manos bajo la boca de él, que se incorporó, haciendo un improvisado cuenco con ellas.

  • Aquí tienes toda tu caca - le dijo él, tras echársela en las manos ( algunas deposiciones se les cayeron, pues no todas le cupieron ).

  • ¿ Me dejas explorar tu estómago, a fin de comprobar que no te tragaste nada que no debieras ? - le dijo ella, tras depositar aquel insólito presente en la mesilla ( cosa que también hizo con las heces que se le habían caído, recogiéndolas a tal fin ), y acercando su cara a la de él.

  • No hace falta, podrías hacerme invisible el torso.

  • No sería tan divertido.

  • Está bien, explórame el estómago - cedió él, abriendo la boca, por la que Ciríe internó su lengua, extendiéndola tres palmos, no sin antes unir sus labios a los de Óscar, dándole un apasionado beso.

  • Mm, qué rico está tu esperma - observó ella, cuando se separaron ambos.

  • Coincido contigo. Joder, estoy realmente cachondo.

  • Te ha gustado que me hiciera caca en tu boca, ¿ eh, pillín ? - le dijo ella, guiñándole con picardía.

  • Algo me dice que a ti también, preciosa.

  • No te fastidia, como que me he corrido tres veces. Pero ahora soy yo quien te dará placer a ti, mi amor. ¿ Qué te apetece ? Tú sólo dímelo, y lo tendrás.

  • De entrada, me vas a comer el culo, que tengo dentro algo para ti.

  • ¿ El qué ? - se extrañó, o al menos fingió hacerlo, ella ( tumbándose, eso sí, sin perder ni un instante ).

  • Mi caca, claro - le dijo Óscar, sentándose sobre su cara ( para ser más exactos, se puso de rodillas, pasando las piernas entre el tronco de ella y bajando el trasero ) - Claro, que, si no la quieres...

  • ¡ Sí, sí, la quiero ! - exclamó ella, empezando a lamer su culo con glotonería.

  • Mm, qué bien me lo comes - gimió Óscar, comenzando a amasarse sus pechos, que también lamió sin pudor.

  • Tú también te las comes muy bien - rió ella, sin dejar de trabajarle el ojete con boca y lengua - Me refiero a tus magníficas tetas, claro.

  • Es que están de vicio.

  • Deben ser las mejores que has visto en tu vida.

  • Y con gran diferencia.

  • Pronto tendrás también las mías a tu disposición.

  • Espero con ansiedad tan feliz momento.

  • Toma, y yo...

  • Bien, hija, ahí va el primer apretón... - le avisó al poco él.

  • Espera, antes quiero hacerte algunas cosillas en la tranca.

  • No veo cómo.

  • Con los pies, por supuesto - le dijo ella, retorciéndolos y agarrando con ellos el miembro de Óscar, en otra de aquellas posturas imposibles para un humano común.

  • Joder, cómo te retuerces.

  • Me retuerzo como una planta buscando la invisible, pero sin duda penetrante, luz de tu rabo: en cuanto a mi abono, lo constituyen las oscuras, valiosas y enormes pepitas de oro marrón con las que pronto me he de deleitar - bromeó ella.

  • Estás hecha toda una poeta, nena.

  • Habrás querido decir puta.

  • Bueno, eso también: eres la puerca más salida que ha pisado jamás este mundo.

  • Gracias por decirme cosas tan bellas - le dijo ella, guasona aunque indudablemente halagada, empezando a cascársela con los pies y añadiendo casi de inmediato, alborozada - ¡ Oh, ya noto tu primera hez ! ¡ Es sutilmente ovalada, como un huevo !

  • Zámpatela, hija mía, y no pares de remover tu lengua en mis entrañas, que estoy a punto de correrme.

  • Tanto por ahí como por tu rabo - observó ella, sin parar de estimularle ambos lugares - ¿ Quieres que dirija tu esperma hacia tus pechos ?

  • Sí, sí, hazlo, ponme perdido con él...

Segundos después, Óscar tuvo un fabuloso orgasmo doble, a lo largo del cual Ciríe se tragó la primera de las heces que le habían sido ofrecidas. Para cuando acabó de desahogarse, había tenido otros dos orgasmos, como antes ocurriera con ella. Ciríe se zafó con habilidad de entre sus piernas y le empujó hacia atrás, de modo que enseguida estuvo otra vez sobre él. Le ayudó a limpiar de sus pechos el abundante esperma que había derramado, aprovechando para dar algunos sorbos más de su leche. Una vez apuraron entre ambos las tres copiosas corridas, la deluyrei besó a Óscar, y éste internó con avidez su lengua en su estómago, donde dio con el tesoro que en ella había depositado.

  • Has sido una niña muy buena, te lo has comido todo.

  • Gracias, papá. Por cierto, quizá te guste saber que existe un sistema para hacer caca como el resto de los mortales, transformándola de paso en una rica y cremosa plasta a cuyo sabor pocos pueden resistirse.

  • ¿ Cómo es eso ?

Como única respuesta, ella le empezó a examinar el cuero cabelludo, iluminándosele enseguida la cara y diciéndole, mientras cogía una de sus manos y la guiaba hacia su cabeza:

  • Tócate aquí.

  • Anda, pero si me ha salido un grano. Qué raro, por algún motivo me había hecho a la idea de que nuestra piel estaba siempre libre de toda imperfección...

  • Y lo está. Eso, cielo, no es un grano, es una yema.

  • ¿ Una yema ?

  • Sí, eso que les sale a las plantas, y de donde brotan tanto ramas como hojas y flores - le explicó, entre paciente e irónica, ella.

  • No soy una planta, que yo sepa.

  • Claro que no, pero por la cabeza pronto podrás echar ramas a voluntad.

  • ¿ Se folla con ellas ? - le preguntó él, incapaz por el momento de imaginarse para qué podían servir si no era para eso.

  • ¡ Qué va ! - rió ella - Verás, son unas ramas muy finas y en apariencia delicadas ( digo en apariencia por que en realidad son extraordinariamente resistentes ). Son bastante similares a las de una enredadera, con hojas de muy diversos tipos y formas, aunque casi siempre muy pequeñas, y de ellas surgen infinidad de lindas flores.

  • Vamos, que no necesitamos usar colonia.

  • Bueno, algunas son muy fragantes, pero lo importante no son las flores, si no los diminutos, mágicos y variados frutos a los que dan lugar tras su rápida maduración.

  • ¿ Para qué sirven ?

  • Cada uno de ellos ( y créeme, hay muchos tipos ), tiene un poder especial. Explicarte sus diversas funciones me llevaría horas, y sería muy recomendable poder mostrarte cómo hacerlos germinar antes de intentarlo tú, cosa que no podré hacer hasta dentro de dos o tres días ( siempre que siga bebiendo de tu leche, claro, a fin de acelerar mi maduración ). Será mejor que lo dejemos hasta entonces, mi amor.

  • ¿ No podrías adelantarme algo al respecto ?

  • Una de las frutas tiene forma de tomate, solo que realmente diminuto, y de sabor dulce. Quien ingiera una de ellas ( y eso va también por nosotros ), ve convertidas sus heces, por espacio de tres días, en una deliciosa, jugosa y cálida crema ( no bien te hablé del bello y misterioso milagro de la transmutación de la mierda, caí en la cuenta de que aún no te había examinado la cabeza en busca de yemas, pese a que bien podrías tener ya alguna, como en efecto ha ocurrido, y me apresté a enmendar mi falta ).

  • ¿ Qué tiene de especial ? La mierda esa, digo.

  • Llámala crema, querido - le amonestó, aunque con cariño, ella - Es pegajosa, densa, fragante y viscosa, pero sólo en su justa medida. Su sabor acostumbra recordar vagamente a aquello a partir de lo que se formó, pero jamás tiene tropezones , ni restos de sangre, ni microorganismos nocivos, ni parásitos. Es perfecta para jugar con ella, ideal. Hasta el más débil y enfermizo de los humanos podría comerla sin el menor riesgo para la salud, aun proviniendo de su propio culo, no importa lo insalubre que antaño lo tuviera. Minúsculas cantidades de aditivos, cuya cantidad y composición exacta sólo nuestra diosa conoce, hacen de ella un manjar: nada que ver con nuestra leche, claro, pero aún así delicioso. Todo el mundo termina enseguida encontrándola de su agrado, cosa que ocurre aun cuando, ignorando la verdad, piensan que es vulgar mierda... que no la rica crema intestinal surgida sobrenaturalmente de ésta a través de la polifacética magia deluyrei.

  • No hace falta que lo jures. Me refiero a lo de polifacético, claro. ¿ Qué me puedes decir de los demás frutos ?

  • Me temo que no podemos ponernos ahora a hablar de ello, o se nos echará encima la hora de dejar el cuarto.

  • No te hagas la interesante, Ciríe - insistió él - Ponme aunque sea un par de ejemplos más...

  • Está bien, te podré no dos ejemplos, si no cuatro más - transigió ella - Pero eso será todo, pues no volveremos a hablar de ello hasta que sea el momento apropiado. Lo hago por tu bien, créeme.

  • Te creo.

  • Lo sé. Y ahora, puesto que hemos comenzado por un fruto cuya magia se deja sentir en el culito, te hablaré de otro cuyos efectos también se centran allí. Se trata de una diminuta baya marrón con forma de pera ( salpicada por lo común con pequeños puntos rojos y verdes ), que, de disolverse en el trasero de un ser racional ( exceptuándonos a nosotros, claro ), le otorga, también durante tres días, buena parte de nuestra sensibilidad característica ( más que suficiente para que disfruten de estupendos orgasmos rectales ), no poca de nuestra elasticidad y lubricación... e incluso algunas reminiscencias de nuestra higiene, aunque sin llegar a envolver las heces en cápsulas. Se disuelve al entrar en contacto con la saliva, así que ya puedes imaginar cómo se administra ( bueno, también se disuelve en contacto con las mucosas intestinales, pero tarda significativamente más, del orden de minutos, que no segundos, como ocurre cuando se disuelve en saliva ).

  • Habría quienes pagarían una fortuna por tan curioso supositorio. Por cierto, ¿ hay algún fruto que haga algo en la polla ?

  • Pues sí, de hecho hay un fruto que literalmente hace salir pollas.

  • ¿ A qué te refieres con eso ? - se extrañó Óscar.

  • Verás, te hablo de una fruta, como todas ellas muy pequeña, que parece un híbrido entre uva y pepino ( la textura de la primera y el aspecto del segundo ). Pues bien, si se derrama su jugo sobre la piel de un animal, en el punto donde cae de inmediato se forma una especie de arruga... que se infla con premura, para finalmente eclosionar en forma de un apetitoso miembro viril.

  • ¿ Puede hacer crecer muchos ?

  • Dos o tres. Depende de cómo distribuyas el líquido. Por lo común emerge una tranca bastante razonable, si bien no monstruosa, aunque su tamaño puede aumentarse estrujando en ella nuevas frutas.

  • ¿ Incluyen testículos ?

  • Indudablemente, y bien de semen que producen, aunque no es fértil.

  • ¿ Qué pasaría si se echase su zumo en una tranca normal ?

  • Que la haría crecer, claro ( en ese caso, sus genitales sí que son funcionales: antes ya lo eran, y no es de recibo averiarlos ).

  • ¿ Cuánto dura ?

  • Es imperecedero, aunque si recibe una herida muy seria se marchita , desvaneciéndose sin dejar rastro por muchos meses, o incluso años, que lleve puesto ( hay otro sistema mucho menos drástico para desvanecerlo, pero ya hablaremos de eso en su apropiado momento ).

  • ¿ Se disfruta con ello ?

  • Sólo si eres especialmente masoquista - bromeó ella.

  • No me refiero a su amputación, me refiero a su, mm... funcionamiento normal.

  • Por supuesto, aunque la intensidad de los orgasmos que proporciona depende mucho de dónde se haya puesto. Si te lo pones en la punta de uno de los dedos del pie, no esperes disfrutar mucho con ello: si te lo pones donde por lo común suelenir ese tipo de lindezas, la cosa cambia mucho.

  • Sería toda una cabronada ponerle a alguien una polla en cada dedo del pie.

  • Y que lo digas: le sería imposible encontrar zapatos de su talla - rió Ciríe.

  • Encuentro todo esto realmente fascinante. Háblame de más frutas, anda.

  • Como desees. Ahí va el tercer ejemplo: otra de nuestras frutas, de aspecto anodino y tonos apagados, tiene el poder de multiplicar por ocho la fuerza de quien la ingiere.

  • ¡ Claro, ese era el sistema que me dijiste que había para aumentar todavía más la fuerza !

  • Exacto, pues sobre nosotros también actúa.

  • ¿ Cuánto duran sus efectos ?

  • Algo más de tres horas, no haciendo de nuevo efecto hasta transcurrido un día, por muchas que te tomases ( antes de que lo preguntes, tomarte varias de golpe no sólo no incrementa el tiempo que dura su efecto, si no tampoco la fuerza que proporciona ).

  • ¿ Las mías duran más ?

  • Sí, diez veces más, otorgando ochenta veces más fuerza a quienquiera que las consuma, aunque lamentablemente también se incrementa el tiempo de espera, que pasa a ser de diez días. Además, no creas que es sencillo hacerlas germinar...

  • Si me tomo una de las mías, ¡ sería veinticinco mil veces y pico más fuerte que un humano normal, y durante algo más de un día !

  • En efecto, pero consumir esa fruta tiene sobre nosotros un indeseable efecto secundario: una vez se agota su magia, nuestra fuerza física se ve reducida a la décima parte, curándonos de cualquier lesión sesenta veces más despacio que de costumbre. Peor aún, tan tremenda merma de ambas facultades se prolonga durante tanto tiempo como el que hubiésemos tenido que esperar para que nos hiciera efecto otra, dolencia que ni siquiera nuestra orina puede paliar. Es por ello que no solemos comer de tales frutos salvo en caso de necesidad extrema, y menos aún si provienen de una matriarca: diez días arrastrándose por la vida como un moribundo ( según nuestros baremos, claro ), no son como para tomárselos a broma.

  • No parece especialmente divertido, en eso coincido - dijo él, tras unos segundos de silencio - Oh, y te queda aún un fruto del que hablarme.

  • Lo sé, y ya he elegido cuál. Se tratan de unas bayas traslúcidas, de forma casi esférica, capaces de otorgar el poder de volar a los que no son deluyrei... y que en nosotros no surten más efecto que un molesto, pero momentáneo, prurito en la nariz.

  • Si se lo come un humano, ¿ le salen alas ?

  • Sí, aunque muchísimo más pequeñas que las nuestras ( no sólo actúa en humanos, también lo hace en otras especies racionales... siempre que no tengan de por sí alas, claro ).

  • Y, ¿ dónde salen ?

  • Pues en la nariz, desde luego.

  • ¿ Alas, en la nariz ? - se sorprendió Óscar.

  • Ese es el motivo por el que, de tomarlas nosotros, nos pica a rabiar ( bueno, al menos inicialmente ). Al ser redundantes no nos llegan a salir, pero no por ello dejan de intentarlo.

  • Deben verse casi cómicas.

  • Y sin el casi - rió Ciríe - Nuestra amada Afrodita es una cachonda de cuidado, y lo digo en los dos sentidos de la palabra.

  • ¿ Dura mucho su efecto ?

  • Lo mismo que las bayas de la fuerza, unas tres horas ( algo más de un día, en tu caso ). Ni que decir tiene, se trata de una versión muy simplificada de nuestro poder de vuelo. Y ahora, hablemos de cualquier otra cosa, pues ya cumplí con mi palabra, explicándote los poderes de cuatro de nuestros frutos.

  • En vez de hablar, ¿ qué tal si fornicamos ?

  • Propuesta aceptada - rió ella, abrazándose juguetona al torso de Óscar - ¿ Qué va a ser, papá ?

  • Elígelo tú misma, querida hija.

  • ¿ Estás seguro ?

  • Claro, nena.

  • En ese caso, levántate - le dijo ella.

  • ¿ Y ahora ? - le preguntó él, de pie sobre la cama ( Ciríe, tumbada boca arriba, había tomado el lugar de Óscar ).

  • Baila para mí.

  • Pero, nena, yo apenas sé bailar... - y era cierto, pues ni con Alicia solía querer hacerlo.

  • ¿ Recuerdas cómo lo hice ayer ?

  • Imposible olvidarlo, preciosa.

  • Pues bien, limítate a imitarme.

  • Está bien, lo intentaré... - transigió él, mermando los senos.

  • ¿ Qué haces ? - se apresuró a decirle ella.

  • Me quito las tetas, para moverme mejor.

  • Quiero ver tus pechos bambolearse, así que será mejor que los dejes como estaban - le dijo Ciríe, llevándose ambas manos al sexo y empezando a acariciárselo - Y ponte los testículos a juego.

  • ¿ Te vale la tranca así ? - le preguntó él, tras hacer lo que se le pedía.

  • No, la quiero tan gorda como tu puño y que te cuelgue debajo de la rodilla, pongamos por la mitad de la pantorrilla.

Óscar se empezó a mover, algo turbado al principio, pero enseguida se fue desinhibiendo. De simular estar masturbándose no tardó en pasar a masturbarse de verdad, comiéndose el monumental falo y el culo, ante la atenta, y orgullosa, mirada de Ciríe. Al poco se lo clavó en el trasero, tras retorcerlo apropiadamente, momento en el que ya había cogido la suficiente confianza como para estimular a la deluyrei con los pies, que no dudaba en lamérselos cuando se los aproximaba a la boca. Sin llegar a correrse, desenganchó su miembro de su trasero y se inclinó un poco, asegurándose de que rozaba sin cesar el cuerpo de Ciríe. Se fue agachando paulatinamente, sin dejar de moverse para ella, de modo que finalmente sus inhumanos testículos entraron también en contacto con ella, empezando a restregárselos por todo el cuerpo. Cuando ya no le cupo duda de que le estaba poniendo realmente cachonda, se animó aún más, decidiendo ir un poco más lejos: así, al igual que el día anterior ella hiciera, se subió en su cuerpo. Su amante gimió, pero eso fue todo, y él empezó a pasearse sobre ella, sin dejar de masturbarse.

En un arrebato de excitación, se metió el miembro en la boca ( aplastándolo, en el último tramo de su ascendente recorrido, contra sus fenomenales pechos ), y empezó a hacerse una mamada tan buena que no tardó en correrse ( al verle hacerlo, Ciríe también se corrió, pues no olvidemos que se había estado estimulando desde que empezó la función ).

Abrió la boca a fin de que buena parte de ello rebosará, cayendo sobre ella, aunque del resto dio cuenta de muy buena gana. Tras apartar las manos de Ciríe de su sexo por medio de un par de eficaces patadas, se hizo con el control del mismo, empezando a acariciárselo con los dedos de los pies.

  • No te ofendas, cariño, pero lo haces fatal con los pies - le dijo ella al poco, pese a lo cual era evidente que lo estaba disfrutando.

  • ¿ Quieres que lo deje ?

  • No, sigue: estoy tan cachonda que aún así no tardaré en correrme.

  • Seguiré, y tomo nota de que debo entrenar mis pies...

  • Yo te ayudaré a hacerlo, mi amor - le aseguró ella, gimiendo por vez primera desde que él había comenzado a masturbarle.

  • Eso espero, Ciríe.

  • ¿ Sabes qué me apetece ahora ? - le dijo ella, entre suspiros, no bien se corrió de nuevo ( en realidad le llevó muy poco, así que Óscar, pese a todo, no debía hacerlo tan mal ).

  • Dime, cielo.

  • Me haría mucha ilusión que me reventases un poco el culo, montándome a lo perro. Quiero que me duela.

  • No seas bestia.

  • Vamos, no te hagas el estrecho. Sabes que me gustará, pese al dolor, y un buen chorro de tu pipí, una vez hayas acabado, me lo dejará en el acto como nuevo ( de hecho, podría incluso prescindir de ello, pues en un par de horas sanaría por sus propios medios ).

Óscar se lo pensó un poco y asintió. Entonces, disminuyendo las dimensiones de su miembro ( que dejó en una modesta talla de veintiséis centímetros de largo por cerca de once de diámetro, aunque sus testículos seguían siendo tan grandes como sus pechos, todo ello de mayor calibre que propia cabeza ), le dijo:

  • De rodillas, puta. Te voy a joder el culo, y lo voy a hacer ahora mismo.

  • Muy grande tienes aún eso - le dijo Ciríe, sonriendo con expresión de viciosa ( Óscar había elegido exactamente las mismas dimensiones que ella deseaba para tan delicioso lance, demostrando así una gran intuición )

  • Algo me dice que me va a doler.

  • ¡ He dicho que te pongas en posición de recibir tranca por el culo ! - le regañó el, empujándole violentamente con un pie a fin de que se girase.

  • Aquí tienes mi culito - le dijo sumisa ella, de rodillas ya y de espaldas a Óscar, sin privarse de menear con lascivia las caderas y guiñarle con el ojete, añadiendo, en un tono deliberadamente infantil, más incluso que el habitual - Pero sigo pensando que lo tienes muy grande, esa es mucha tranca para una niña tan joven y delicada como yo...

  • ¡ Así te lo reventaré mejor, pedazo de zorra ! - exclamó él, cogiéndole con fuerza de las caderas y ensartándole con aquel monstruo de un solo golpe ( nadie fuera de aquel cuarto pudo oír el potente alarido de dolor que Ciríe soltó, pues Óscar lo amortiguó por medio de sus poderes vibratorios, cosa que ella, prudente, también hizo ).

  • ¡ Duele, duele ! - gimoteaba ella, intentando zafarse... sin el menor éxito.

  • Si quieres, paro - se burló él.

  • ¡ Ni se te ocurra ! - le repuso ella, sobreponiéndose con rapidez al dolor - ¡ Sigue, pedazo de cabrón, sigue destrozándome por detrás !

  • Como que te has creído que iba a parar - le dijo él, intentando ignorar el discreto reguero de sangre que corría por los muslos de Ciríe, cosa que le habría sido imposible hacer de no tener la convicción de que aquello era justo lo que ella quería.

  • ¡ Eres un bastardo, mira lo que le estás haciendo a tu hija ! - lloriqueó ella, feliz.

  • ¡ Silencio, guarra, o me salgo de tu culo ! - le amenazó él.

  • ¡ No te atreverías ! - le retó ella.

  • ¡ Tú te lo has buscado ! - exclamó Óscar, parando súbitamente y sacándole prácticamente todo el miembro, por cierto parcialmente embadurnado en sangre ( no tanta, por fortuna, como él temió ).

  • ¡ No, no me la saques ! - le suplicó ella, lanzándose hacia atrás a fin de volver a quedar bien empalada, con ansia, y empezando a moverse.

  • Si tanto te gusta, guarra, lo haremos como a mí me apetezca

  • le dijo él, agarrándole de pelo y poniéndose en pie, de modo que Ciríe quedó en vilo, sujeta tan sólo por su cabello... y su culo.

  • ¡ Ay ! - se quejó ella, en un tono cantarín que estaba más cerca de la risa que del llanto - ¡ Bruto !

  • Calla, puta, y agradéceme el magnífico trozo de carne que te estoy clavando dándome un beso - le ordenó él, alzándole en vilo y dándole media vuelta, todo ello cogiéndole únicamente del pelo, de modo que sus caras quedaron enfrentadas ( para facilitar la operación, se volvió a salir de su recto, cosa que a ella no pareció gustarle demasiado ). Ciríe estaba llorando de dolor, pero saltaba a la vista que pese a ello lo estaba disfrutando ( y mucho, además ), por lo que no bien le tuvo a tiro le besó con lujuria, cogiéndole ansiosa de la cara.

  • ¿ Quien te ha dicho que puedes tocarme con las manos, zorra ? - le dijo él, una vez sus labios se separaron, dándole una sonora bofetada.

  • Perdona, cariño... - se excusó ella, en absoluto molesta por aquel brutal sopapo, relamiéndose con lascivia la sangre que éste le hizo manar de los labios, ahora rotos ( no estarían así por mucho tiempo ).

  • ¡ Lo siento, cielo ! - exclamó él, alarmado, al darse cuenta de lo que le acababa de hacer.

  • No es nada - le aseguró ella - Además, me apetecía.

  • Pero a mí no.

  • Descuida, con el tiempo aprenderás a dosificar tu enorme fuerza incluso en momentos en los que la pasión te consuma. Y ahora, ¿ seguirás perforándome el culo ?

  • Voy a ello - le dijo Óscar, cogiéndole de las caderas con delicadeza.

  • Joder, no me vengas con insipideces ahora - le regañó ella

  • Lo vas a estropear. Con lo deliciosamente bestia que te habías puesto...

  • ¿ De veras quieres que siga haciéndotelo de esta forma ?

  • Claro, mi amor. Ya habrá tiempo de hacerlo con ternura: lo que realmente necesito ahora es un macho que me trate como si fuera un simple juguete con el que gozar. Oh, y dime de vez en cuando algunas cosas bonitas , no sé si sabes a qué me refiero...

  • Creo que sí, puerca. Venga, llévate las manos a esa birria de pechos que tienes, y tortúratelos. Yo ya te he dado mi leche, y tú aún no me has correspondido: ¿ te parece bonito, zorra egoísta ?

  • Me los voy a triturar - le aseguró ella, empezando a castigarse los pezones con dureza.

  • Así me gusta - le dijo él, volviéndole a agarrar del pelo y desvaneciendo sus pechos.

  • ¿ Por qué te los quitas ?

  • Porque no quiero que estorben, hija de mil padres.

  • No lo hacen - rió ella, secreta y profundamente halagada ante aquel supuesto insulto... que en realidad no era si no un lindo requiebro por medio del cual Óscar, evidentemente sin saberlo, acababa de honrar a sus dos queridas progenitoras, destacando tanto la enorme promiscuidad de su madre vaginal ( cualidad muy apreciada, y bien vista, entre los deluyrei ), como la generosidad de su madre fálica a la hora de compartir su pareja con cuantos amantes fuera menester ( síntoma, a su entender, de una cuidada y exquisita educación ).

  • No, pero enseguida lo harán - le aseguró él, bajándole hasta que la punta de su miembro rozó nuevamente su castigado ano, momento en el que le empujo de la cabeza, volviendo a enterrarlo en sus entrañas. Tras dejar que se acostumbrara de nuevo a aquel monstruo, le levantó de nuevo, ya siempre del pelo, y le volvió a dejar caer, esta vez sin necesidad de empujarle por la cabeza.

  • Has escogido una forma maravillosamente brutal de taladrarme el culo - gimió ella.

  • No te he dado permiso para hablar, cochina - le recordó él, alzándole más de lo habitual ( casi se salió de su recto ), a fin de volverle a abofetear, si bien esta vez con mucha más delicadeza ( de hecho, no le hizo daño ) - Y harías bien en lamerme todo lo que, en tu doloroso pero pese a ello placentero sube y baja, se vaya poniendo al alcance de tu insaciable boca. De lo contrario, llegaré a pensar que no me quieres...

  • Claro que te quiero. Por cierto, ¿ no podrías darme otra torta de verdad, y no como esa fraternal caricia que me acabas de prodigar ? Quisiera que me reventases de nuevo los morros.

  • De acuerdo, pero te advierto que será la última vez que te dé tan fuerte, pues me da mucha cosa.

  • Me parece bien, mi amor.

  • En ese caso, aquí tienes - le dijo él, atizándole con más ganas, incluso, que antes.

  • Gracias, cariño, ha sido delicioso - le aseguró ella, sangrando copiosamente por la boca, pese a lo cual le sonreía complacida.

  • Antes te di una orden: acátala de una vez, o llegaré a la conclusión de que lo que te estoy haciendo no es de tu agrado, caso en el que no me quedaría más remedio que dejarlo - le amenazó él, por supuesto en vano, pues sabía que Ciríe le obedecería.

En efecto, Ciríe no se hizo de rogar, lamiéndole el pecho y el cuello ( éste último se lo alcanzaba justo al final de su recorrido, y sólo alzando la cara ), por supuesto sin dejar de maltratarse los pezones. Al principio le dejó algunos regueros de su propia sangre, pero enseguida se los fue limpiando ( no tardó en dejar de sangrar ). Óscar se lo tomó con calma, tardando ambos en correrse algo más de diez minutos.

  • Uf, qué rico - suspiró ella, abrazándose a Óscar, que hizo un amago de sacarle el miembro, esta vez con delicadeza, pero se le adelantó, diciéndole - Espera, no lo saques o la abundante corrida que en mí has depositado se saldrá, al menos en parte, y dejaremos la cama hecha un asco.

  • ¿ Nos vamos al cuarto de baño ?

  • No, reduce la talla de tu rabo hasta que yo te diga.

Él se arrodilló, de modo que ella pudiera estar de pie, y fue reduciendo el diámetro de su miembro hasta que Ciríe le dio el visto bueno, sacándoselo ella misma.

  • Debería haberte echado un pis.

  • Enseguida, espera que ponga tu viril elixir a buen recaudo

  • le dijo ella, yendo a por el paquete de vasos de plástico y abriéndolo. Cada vaso era de cuarto de litro, y logró llenar dos hasta arriba, tapándolos con cuidado ( el esperma estaba pigmentado de rojo, pero sólo muy levemente, lo cual le sorprendió bastante ). Tras vaciarse del todo en el tercer vaso, que llenó hasta aproximadamente un tercio de su volumen, y taparlo, se acercó a Óscar de espaldas, mostrándole el culo, dentro del cual él se apresuró a orinar.

  • No me eches mucho, con un chorro breve bastará.

  • Quizá no llegué a todas las áreas dañadas.

  • Lo hará si me remuevo un poco, y así haré.

  • Está bien, aquí tienes...

Una vez estuvo curada, Óscar le dijo:

  • Y ahora abre la boca, nena, que tu papá también quiere curarte los labios.

  • Está bien, pero dame tan sólo unas gotas, pues no es preciso más - transigió ella, sorbiendo un poco de su orina y pasándosela de un carrillo a otro, tras lo que deglutió, abriendo la boca y enseñándosela: no había ni rastro de las recientes lesiones que Óscar le acababa de producir.

  • No me gustó en absoluto golpearte tan fuerte - le dijo él, suspirando aliviado cuando vio a Ciríe repuesta de sus bofetones - Ni eso, ni desgarrarte el ojete.

  • Lo sé, pero a mí sí que me apetecía.

  • Preferiría que no me volvieses a pedir que te maltrate de esa forma. Me siento fatal.

  • No seas tonto. Me gustó mucho, y lo sabes.

  • ¿ Se supone que los deluyrei practicamos a menudo el sadomasoquismo ? - se preocupó él.

  • Tranquilo, sólo jugamos a ese tipo de cosas de vez en cuando.

  • Si hemos de repetirlo, Ciríe, preferiría que fuera con menos rudeza.

  • Un poco sí que te gusta, ¿ no es eso ?

  • Está bien, reconozco que sí ( lo cual me sorprende bastante ), pero eso no impide que me sienta muy mal.

  • Perdóname por forzarte tanto, mi amor: yo sólo quiero lo mejor para ti. Considera que son estímulos muy intensos, cariño. Aderezan deliciosamente cualquier relación sexual.

  • Yo más bien diría que destruyen, y aparatosamente, cualquier organismo normal.

  • Curamos trescientas sesenta veces más rápido que un humano, nunca lo olvides - le dijo ella, logrando contener la risa ( Óscar parecía sentirse algo deprimido, y no le pareció una buena idea reírse de sus reproches ) - Nos restablecemos por completo en horas, aún prescindiendo de nuestra mágica orina, de palizas que a un humano le habrían dejado tullido, o incluso muerto. Una vez acaba el juego, en un humano el dolor sigue, y sigue ( si no el dolor, al menos sí las lesiones )... pero, en nosotros, las molestias acaban al poco de acabar el juego, tal y como ha de ser.

  • ¿ Significa eso que no apruebas el sadomasoquismo en humanos ?

  • Sólo si se practica con moderación... a menos, claro, que cuenten con algún deluyrei para curarles cuando sea menester. Cualquier otra cosa me parece sencillamente aberrante. Hay a quienes les gusta verse llenos de heridas y moretones, e incluso de cicatrices: de ese modo, sus propios cuerpos son un constante recordatorio de sus padecimientos, cosa que sencillamente no puedo comprender. Ya hablaremos de todo ello en otra ocasión, si te parece...

Ciríe evacuó la orina, y el semen que ésta arrastró, dentro del tercer vaso, que ahora casi estaba hasta la mitad. Entonces, trajo otro, y lo puso debajo del miembro de Óscar, el cual, captando la indirecta, orinó en su interior ( en esta ocasión, no cargó su orina con magia curativa ). Lo llenó del todo, y aún le quedaba más, de modo que ella le trajo un nuevo vaso, tapando cuidadosamente el anterior, y continuó con la meada.

  • Menuda birria - observó ella, y no era para menos, pues el nivel del líquido apenas se alzaba dos centímetros del fondo del vaso.

  • Quizá, pero en el otro ya no cabía.

  • Este será el primero que me beba, cariño.

Siguieron haciendo el amor hasta las diez, ahora con suma ternura, momento en el que ambos decidieron abandonar la habitación. Se dieron una ducha, ayudándose a frotarse ( aunque pueda parecer increíble, no hubo sexo ), y se vistieron. Ciríe le mostró a Óscar, orgullosa, lo estrecha que le quedaba ya la ropa.

  • Esta tarde me empezará a apretar de veras, y mañana ya no me valdrá.

  • Mejor. Por cierto, ¿ no te gustaría que me ordeñase un poco en uno de los vasos ? Así no sólo tendrías a mano mi esperma y mi orina, si no también mi leche.

A ella le pareció una gran idea, y una vez le llenó cuatro vasos ( lo cual le llevó tan sólo dos minutos ), terminaron de recoger sus cosas y se marcharon del hotel, siendo para entonces las once menos diez. Ciríe llevaría a mano todos los vasos, y por supuesto algunas pajitas, poniendo todo ello en una bolsa de plástico. A las once y media ya estaban saliendo del pueblo ( Óscar paró antes, a fin de echar gasolina, pues el piloto de reserva había empezado a parpadear al poco de arrancar, y fue en la gasolinera donde Ciríe estrenó su primer vaso, el de la orina, hincando la pajita en él ). Sería la una menos cuarto cuando encontraron un sitio razonablemente aislado en donde poder seguir con el entrenamiento de Óscar, sacando el coche de la carretera.