El renacer de la incestuosa Marta
Todo en la vida va y viene. El amor también...
Allí estaba Marta, rodeada de sus familiares y de los amigos de Ramón que habían venido a darle su último adiós. Desde que se declararon su amor habían estado follando intentando tener un hijo, pero por la edad de él no lo consiguieron. Hacía algo más de veinticuatro horas que estaban juntos, ahora el iba a ser enterrado para pasar al olvido del tiempo. Su corazón no aguantó. Un infarto acabó con su vida en menos de una hora. Había disfrutado de su amor durante cinco meses y nunca lo olvidaría. "¡Hasta siempre cariño!" Dijo en su pensamiento cuando sellaron con la lápida la última morada de aquel hombre.
Varios meses pasó Marta en medio de una depresión por la perdida de su amante. No soportaba a su marido. María y Pili la llamaban muchas veces para hablar con ella y distraerla, pero aquello no servía para nada. Sus hijos estaban siempre dispuestos por si necesitaba sus servicios sexuales o cualquier otra cosa. Nada, no quería nada.
Una mañana de primavera se levantó de la cama. Se preparo y salió hacia su trabajo. Aquel luminoso día y las flores que podía ver por el camino levantaron su ánimo. El mundo tenía otro color y su terrible mal se consumió por fin. En el trabajo se sintió cómoda y querida por los compañeros. Al llegar a casa encontró a sus hijos solos, habían vuelto de las clases. Le dio un beso en la boca a cada uno. De nuevo se sentía viva y con ganas de vivir. Aquella misma tarde llamó a su hermana y salieron a pasear.
Si bien volvía a sentir el cariño de los familiares que la amaban, no se encontraba aún con ganas de participar en orgías ni demás actividades de incesto a las que todos solían acudir. En aquel tiempo habían cambiado las cosas por su familia. El marido de María se había marchado para siempre al conocer la relación de su mujer y su hijo, ahora eran libres de practicar todo el incesto que querían. Pili y Chari empezaron a vivir juntas, para compartir gastos en principio, y acabaron compartiendo cama, amantes y a sus sobrinos. Enrique, el marido de Marta, continuaba con sus actividades nocturnas de prostitución.
"¡Hoy es el primer día de mi nueva vida!" Pensaba Marta en la cocina cuando sonó el teléfono. Corrió a cogerlo y tuvo la grata sorpresa de escuchar a su amiga de la infancia Luisa.
¡Hola Luisa! - Su tono era jovial. - ¿Cómo estáis por tu pueblo? ¿Todos bien?
¡Sí cariño! ¡Todos bien! - Le saludó Luisa con la misma alegría. - Te llamaba para decirte que nos hemos mudado cerca de ti.
Lisa era una mujer de la misma edad que ella. Durante la juventud habían compartido muchas aventuras conquistando apuestos jóvenes y esquivando pesados maduros. Hacia varios años que no la veía y la recordaba como la mujer bajita, regordeta y no demasiado atractiva. Siendo adolescentes todos los hombres que se acercaban a su amiga eran atraídos por las enormes tetas que poseía. Más de una vez la vio desnuda y la verdad es que eran impresionantes. Su imagen se dibujó en su mente mientras hablaba con ella.
Y los niños, - siguió preguntando - ¿están bien?
Todo bien. Samuel se ha convertido en todo un hombre de veinte años, Yolanda es una preciosa mujer de dieciocho años. - Hablaba con orgullo de sus hijos. - Y Enrique y Jesús, tienen que estar ya muy grandes.
¡Sí que lo están! - Todos los momentos de incesto que tuvo con ellos llenaron su mente y sintió vergüenza. - ¿Juan sigue con su trabajo?
Hace un año que nos divorciamos. - Dijo Luisa y cambió el tono. - ¿Tú continuas con Enrique?
¡Bueno, digamos que continuamos juntos! - Ya tendrían tiempo de hablar de sus maridos.
Estuvieron más de una hora hablando de sus vidas y familias. Al final quedaron en verse en casa de Marta el siguiente fin de semana. Cuando llegaron sus hijos, les comentó la próxima visita de sus amigos. Los dos se alegraron mucho pues hacía tiempo que no se veían. Un poco más tarde llegó Pili. Como todas las semanas, esa noche la pasaría allí para ayudar a su hermana al día siguiente en las labores de la casa, pero ella tenía otros planes para aquella noche. Había pasado el periodo y llevaba casi una semana sin meterse nada, esa noche aprovecharía el cambio de humor de Marta y la presencia de los dos muchachos para quedar plenamente satisfecha.
Marta. - Comenzó a hablar Pili tímidamente mientras comía, no estaba segura de que su hermana se hubiera recuperado del todo. - ¿Te importaría si esta noche me acuesto con tus hijos?
Pili, hemos compartido muchos momentos de desenfrenado sexo en grupo. ¡Ahí tienes a los dos en el salón! ¡Disfruta con ellos!
Gracias Marta. ¿Aún no te encuentras con ganas de unirte a nosotros? - Preguntó Pili y Marta quedó unos instantes pensativa.
No lo sé... - desde que se fue Ramón no había sentido en su interior el fuego de la lujuria que le había provocado sus hijos - No te preocupes, disfruta y si me apetece, me uno.
Pili acabó de comer, se levantó y besó a su hermana en la mejilla. "¡Gracias!" Le dijo y Marta vio como entraba en el salón. "¿No le vais a dar cariño a tita Pili esta noche?" Escuchó la voz de su hermana. La verdad es que algo se revolvía en su interior. Sin ser consciente anduvo hasta llegar a la puerta y mirar lo que ocurría en aquella habitación.
Pili estaba de pie junto a uno de los sofás, en donde Jesús estaba recostado. En el otro estaba Enrique y ambos miraban a la madura tía que pedía sus servicios. A ambos les gustaba su voluptuosa tía. Se había operado los pechos y tenía un cuerpo impresionante, sus anchas caderas, su culo respingón, sus voluminosas, pero no demasiado tetas; en fin, que los dos estuvieron al momento dispuestos para dar placer a aquel insaciable, lujurioso y maduro cuerpo.
¡Me ducho en un momento y vuelvo! - Dijo Pili.
¡Con las ganas que tenía de cogerte, te vas a escapar! - Jesús se había sentado en el filo del sofá y la agarró por la cintura para que no escapara.
¡Pero estoy sucia! - Protestó ella.
¡No me importa, me gustan los mejillones en su salsa! - Jesús levantó la falda y comenzó a besar su coño por encima de las bragas.
El deseo que acumulaba Pili en su interior era demasiado grande y sus piernas se abrieron bajo la voluntad de la lujuria que la poseía. Su mente quería escapar para ducharse y sentirse limpia, pero su sexo ardía de deseos y estaba paralizada al sentir como sus labios vaginales eran mordisqueados por su joven amante, su coño empezó a mojarse y sus manos acariciaron la cabeza de su sobrino.
Marta miraba desde la puerta. Volvía a sentir que su coño estaba vivo. Aquella imagen de su hermana acariciada por su hijo, gimiendo dulcemente con las caricias de éste la empezaron a excitar. Miró a su otro hijo que se masturbaba viendo a los otros. Una de sus manos empezó a entrar por sus bragas y a acariciar su clítoris. ¡De nuevo sentía el placer del incesto de su familia!
Jesús hizo que su tía se sentara en el sofá, le quitó sus bragas y la abrió de piernas. Delante de él apareció la arrugada raja llena de pelos. "¡Está sucio!" Insistía Pili. Él no le hizo caso. Con dos dedos separó sus labios y ante su vista apareció la entrada de su húmeda vagina. Pili estaba tan caliente, tan deseosa de tener sexo que con el simple roce de los dedos de él en su entrada, provocaron que los flujos emanaran y cayeran sobre el sofá.
Él se inclinó y pudo sentir el intenso aroma que despedía aquel coño en celo. Le gustó y su lengua se hundió en aquella raja que era la entrada al placer más absoluto. La respiración de Pili era entrecortada por la excitación que le estaba provocando su sobrino y no pudo reprimir un gran gemido de placer al sentir su lengua que acariciaba su erecto clítoris.
- ¡Qué buen Jesús! - Gimió Pili. - ¡Sigue, dame placer!
Marta veía como su hermana se retorcía en el sofá con las caricias de su hijo. Empezó a sentir como sus dedos se mojaban dentro de las bragas. Aquello despertaba la lujuria dormida desde que se marchó su amado. Sus ojos se fijaron en Enrique que se levantaba de su asiento, se quitaba toda la ropa y se acercaba a su tía amenazándola con la gran erección que mostraba su joven polla.
Pili miró al lado al sentir como su asiento se movía por la acción de Enrique que de rodillas se acercaba a ella. Un turgente y oscuro glande apuntaba directamente a su boca, a escasos centímetros. Sabía lo que tenía que hacer. Abrió su boca y él metió su polla, la empezó a follar mientras ella chupaba para devolverle el placer que sus sobrinos le daban.
Allí estaban los tres, Marta los podía ver perfectamente. Su hijo Jesús de rodillas entre las piernas de su tía, comiendo desaforadamente el mojado y lujurioso sexo. Enrique le daba la espalda, pero los movimientos de su culo le indicaban que follaba la boca de su hermana que daba gemidos ahogados por la carne que tapaba su boca. Los gemidos de Enrique mostraban la maestría que había adquirido Pili en hacer felaciones. Jesús hacía sonar el coño de su tía al batir con la lengua los flujos que ella le regalaba. Marta volvía a sentir la llamada del sexo, del incesto.
Pili sacó la polla de su boca y gritaba de placer al sentir aquel deseado primer orgasmo con la lengua de Jesús. Enrique se levantó y la miró mientras su hermano acababa de darle todo el placer que podía. Le pidió a su hermano que se desnudara y se colocara en el sofá boca arriba con las piernas abiertas. Pili se levantó y le dejó el sitio a su sobrino. Enrique dirigió a Pili para que se pusiera a cuatro patas sobre el asiento, con la boca a la altura de la polla de su hermano. Pili sabía lo que tenía que hacer y su boca se llenó del sexo de Jesús por completo, de nuevo mamaba una polla. Enrique se subía de rodillas y se colocaba detrás de ella, levantaba su falda y aparecía el redondo culo de su tía que lo esperaba para que la embistiera.
Pili sintió como su vagina se dilataba al entrar Enrique en su interior. Tan mojada estaba que no tardó en llegar a lo más profundo de ella. Las embestidas sonaban, sus cachetes trepidaban por la juvenil fuerza que la follaba. Estaba en la gloria sintiéndose llena de "amor" en su boca y en su coño. Estaba empezando a sentirse demasiado embriagada por el sexo que le daban sus amantes y ahora quería más. Se movió y Enrique salió de ella, se subió sobre Jesús y se clavó enfurecida la polla hasta el fondo. Puso su culo en pompa y separó sus cachetes con ambas manos para que su ano quedara expuesto a la vista de Enrique.
- ¡Párteme el culo! - Dijo mirando los ojos de Enrique. - ¡Follad a la caliente de vuestra tía!
Enrique se sintió más excitado por la invitación de su tía y su polla se puso al máximo de dureza. Sin ningún tipo de tratamiento ni miramiento, llevó su glande al redondo ano de su tía y empujó con tal fuerza que metió media polla dentro de un golpe. El alarido de Pili fue tremendo. Sentía su culo ardiendo por el dolor que le había causado su inexperto sobrino que nunca había follado un culo. Su mano se colocó contra él para que no empujara más. Aguantó la respiración esperando que el dolor cesara, mientras Jesús se movía bajo ella y clavaba su polla en el coño.
Enrique no entendió lo que le pasaba a su tía, pero verla con el rostro distorsionado por el dolor, gritando y parando su cuerpo para que no siguiera le produjo una excitación que nunca había sentido. Sin pensarlo apartó de un manotazo el freno que su tía puso para que él parara y la continuó follando el culo con fuerza y despiadadamente.
- ¡Para cabrón! - Gritaba a su sobrino que se enloquecía con las cosas que ella le decía. - ¡Me estás partiendo el culo cabronazo!
Pili se asustó al mirar hacia atrás a su sobrino y ver que su cara mostraba una enloquecida lujuria provocada por el daño que le inflingía a ella. No pudo decir nada más. Sentía como si Enrique estuviera violando su culo. Ella deseaba que parara, pero él seguía enloquecido, clavando su polla con fuertes embestidas. El dolor del culo disminuyó poco a poco pero no desapareció. Pili se había rendido a la locura de su sobrino y Jesús follaba su coño. Fue perdiendo fuerzas hasta que en un momento dado su coño le ofrecía un orgasmo. El placer fue subiendo de intensidad hasta que fue mayor que el dolor de su ano.
Marta desde la puerta veía el redondo culo de su hermana, con la polla de Jesús entrando por abajo y la de Enrique desde arriba. Las dos se clavaban rápida y fuertemente en ella. Nunca antes había escuchado gritar a su hermana de esa manera. Parecía como si le estuvieran clavando hierros ardientes en sus entrañas. Gemía, gritaba, se retorcía. Era una imagen que la llevó a tener su orgasmo. Agarrada al quicio de la puerta sintió como su coño se vaciaba y su cuerpo se estremecía al sentir de nuevo aquella deliciosa sensación. Se retiró a descansar tras el orgasmo.
Pili estaba al borde del colapso. Las embestidas de los dos habían provocado el más salvaje de los orgasmos que nunca tuvo. Sentía que las fuerzas le iban a abandonar cuando de repente la polla de Enrique se clavó por completo. Jesús también hizo lo mismo. Pili sintió como si un río de semen la inundara por dentro. El semen de Enrique salió en fuertes chorros cayendo en el interior de su recto, sentía su calor quemarle. Jesús se desbordó en su vagina y su semen le provocó más placer aún a Pili que sin fuerzas, se dejó caer en medio de aquellos jóvenes que la habían satisfecho.
Enrique sacó su polla del culo y se sentó en el sofá mientras veía como la de su hermano menguaba dentro del coño de Pili. El esperma de Enrique salía del dilatado ano y bajaba hasta llegar a la raja de su tía. Su hermano sacó la polla y ahora en aquella carnosa raja empezaron a mezclarse los dos líquidos blancos de los jóvenes.
Los tres estaban recostados en el sofá recuperando las fuerzas, ellos con sus pollas ya fláccidas, ella con su raja totalmente mojada de semen.
¡Esta noche dormiremos los tres juntos! - Dijo Pili.
¡Haremos lo que tú digas! - Contestó Enrique.
Allí quedaron los tres mientras Marta se duchaba tras el orgasmo que había obtenido al ver a sus hijos y a su hermana follar como animales. De nuevo volvía a sentir la llamada del sexo dormido durante meses por la pena y que esa noche soltaría para lanzarse a la caza de semen joven.