El relato hecho carne
Una experiencia sexual que empieza en estas paginas y se traslada a la realidad. Polvos leidos y luego materializados.
Gracias a la publicación de los relatos en los que contábamos lo ocurrido en los últimos meses, habíamos mantenido contacto por mail con una pareja de Madrid, Julia y Alberto. Tenían más o menos nuestra edad, ella 29 y él 27, y de vez en cuando habíamos sopesado la posibilidad de conocernos personalmente.
Un día al abrir el correo, teníamos uno suyo en el que nos proponían conocernos ese fin de semana, quedar a cenar, unas copas, etc., charlar sobre nosotros y conocernos mejor. Ana y yo hablamos sobre el tema y les contestamos: quedamos con ellos en una terraza del Balcón de Rosales.
Llegamos antes de la hora para poder verlos con antelación, sugerencia de Ana que no entendí del todo, pero así lo hicimos y puntuales llegaron nuestros "e-amigos". Alberto es alto, cercano al 1,90, castaño y muy corto el pelo, estilo militar pero con gusto, bien cortado, ancha espalda, brazos que se intuían fuertes y bastante agraciado en el rostro. Estaba fuerte, definido, pero no de gimnasio, se notaba el cuidado personal sin obsesión por los músculos. Julia era ostensiblemente más bajita, rondaría el metro sesenta y cinco, guapa, muy guapa, con una cara de esas que tardas en olvidar, pelo moreno, teñido de algún modo que le hacia parecer negro según con que iluminación se le mirase, delgada, pecho normal, seguramente una 90, no más, vientre perfectamente plano, sin atisbos de "barriguita", y un culo precioso, alto, redondo y duro (como pudimos comprobar más tarde). Observé, o eso me pareció, un intercambio de miradas entre Ana y Alberto, y lejos de enfadarme, aumentó mi curiosidad por saber como acabaría la noche.
Tras las presentaciones, unos comentarios sobre el clima para romper el hielo y una breve consulta sobre donde cenar, decidimos acercarnos a un local cercano, de comida mejicana. De camino, las chicas iban delante hablando entre ellas y yo conversaba con Alberto sobre los diferentes locales donde tomar unas copas tras la cena. Aproveché, al igual que él a mirar y comparar los traseros de las chicas, ambas muy bien dotadas y a cuál más apetecible.
Unos tacos, unos nachos y algunos platos típicos más compusieron la cena, regada con abundante cerveza, entretenida y divertida conversación salpicada de comentarios sobre relatos que se nos venían a la mente, seguramente pensando en como acabaría la noche y a cual de las historias se parecería.
Como no nos habíamos puesto de acuerdo en que zona elegir para las copas, pedimos más cerveza mientras lo decidíamos. Ana propuso ir a un pub cercano a tomar algo, a todos nos pareció bien y salimos para allá. Tres rondas de cubatas y una de chupitos de vodka elevaron la temperatura más rápido de lo que Ana y yo habíamos calculado, y sin darnos cuenta estábamos hablando de sexo abiertamente. A lo largo de toda la cena yo no había vuelto a ver nada raro entre Ana y Alberto, pero al calor del alcohol, las cosas cambiaron. Más miradas, sonrisas, y una vez que le tocó a Ana pedir en la barra, Alberto se ofreció para ayudarla. Esperando al camarero observé claramente como el se pegaba a ella todo lo que podía, miró descaradamente el escote de Ana y ella protestó con un gesto más lleno de intenciones que de protesta. Mi excitación aumentaba y me puse a mirar sin reparos a Julia, ésta se incomodó un poco y desistí. Entre todos decidimos ir a nuestra casa para continuar la fiesta, y salimos del local. En cinco minutos estábamos en un taxi, atravesando la ciudad. El asiento trasero fue ocupado por Alberto detrás del conductor, Julia en medio y Ana detrás de mí. Los novios se besaban no exentos de pasión y Ana se puso a acariciar las piernas de Julia. Yo les miraba e intenté tocar la pierna de Ana metiendo la mano entre los asientos, el chofer me vio, miró por el retrovisor y vio a Ana tocando a Julia mientras Alberto la besaba. Un semáforo en rojo quitó la diversión al conductor, que procuró no perder ojo en todo el camino. Cuando llegamos al ascensor, Julia se comía a su novio, estaba a doscientos, lo manoseaba, se frotaba contra él, y Ana los miraba acariciando descaradamente el culo de la chica. Cuando entramos fuimos al salón y antes de darnos tiempo a nada, Julia se arrodilló, sacó la polla de Alberto y comenzó a chuparsela. El nos miraba mientras se terminaba de desnudar y nosotros también nos quitamos la ropa. Ana y yo nos sentamos en el sofá acariciando cada uno el sexo del otro y mirando a la otra pareja. También estaban desnudos, habían cambiado de posición, Alberto sentado en uno de los sillones, Julia sentada encima de cara a nosotros, con el nabo de Alberto enterrado en su coño y masturbándose mientras nos miraba. Ana se levantó a besar a Julia y a tocarle las tetas, así que las manos de la chica abandonaron el clítoris y se perdieron entre los senos de Ana. Mi chica les propuso que lo hiciesen analmente, para que ella se encargase del coño de Julia, pero nos confesaron que, primero no lo habían practicado nunca, y segundo, la primera experiencia lésbica de Julia acababa de ocurrir delante nuestra. El rostro de Ana se iluminó, noté como se excitaba, y se ofreció a enseñarles todo lo que quisieran. Julia se colocó a cuatro patas y mientras que Alberto procuraba no perder nada de erección prestaba toda la atención posible a los masajes que le aplicaban a su novia en el ano. Ligeras al principio y más fuertes después, Ana aplicaba presiones con el dedo pulgar empapado en saliva en el ano virgen, dilatándose poco a poco. Cuando estimó que era el momento, cogió la polla de Alberto, se la metió en la boca lo justo para empaparla de saliva, colocó la cabeza en la entrada del ano y ella misma fue apretando hasta que Alberto vio como entraba y siguió el solito. Julia gemía, al principio por el dolor que le producía la polla de su novio y más tarde de placer, un placer nuevo para ella que más tarde le daría nuevas perspectivas del sexo en grupo. Cuando tuvo la polla de su novio bien dentro, agradeció a Ana la enseñanza diciéndola: "Dios, como la siento, parece que me va a reventar. Dame cariño, dame más y follame el culo". Ana se colocó hábilmente debajo de Julia y comenzó a comerle el coño, lo que provocó el primer orgasmo de la chica mientras le decía: "Si, meteme bien los dedos, no me dejes ahora, sigue, sigue Ana". La escena era demasiado para Alberto, que sacó su polla de golpe y se corrió como un bestia sobre la espalda de su novia. Ana, complacida, salió de debajo de Julia, la besó en la boca y volvió a mi lado. La pareja se sentó en el sofá que había enfrente de nosotros abrazados y besándose, mientras nosotros les imitamos. Los cuatro, cara a cara, aprovechamos para observarnos con más detenimiento.
Julia tiene un cuerpo realmente bonito, muy proporcionado, sin exageradas curvas pero muy apetecible, sobre todo sus pechos, redondos, firmes y rematados por unos pezones preciosos, rodeados por unas aureolas de color rosa muy claro, casi blancas, me encantan esas tetas. Alberto por su lado tiene los músculos muy definidos pero no exagerados, el pecho totalmente depilado y un culo respingón, muy bonito y de los que dan ganas de morder, a juicio de Ana. También su pene estaba muy bien, de longitud similar a la del mío pero más grueso, con el borde inferior de la cabeza muy marcado, siendo esta parte de la polla la que más le gusta chupar a Ana, así que viendo esa tranca imaginé cuanto iba a disfrutar mi chica.
Ellos nos observaban también, descubriendo ahora lo que las ropas ocultaban. Ana les preguntó si habían tenido otras relaciones de intercambio o tríos y ellos dijeron que no, que fantaseaban con ello pero que no lo habían realizado nunca. A mi chica le gustó oír eso, se fue hacia Julia, se sentó a su lado, comenzó a besarla en la boca, y Alberto y yo tuvimos un espectáculo lésbico en vivo.
Ana, que es una experta en dar placer a una chica, comenzó a besarla por el cuello, bajando muy despacio hasta sus pechos, a los que dedicó una buena sesión de mordisquitos y masajes que hicieron gemir a Julia. Turbada aún por la experiencia anterior, sus manos recorrían torpes la espalda de Ana y de vez en cuando visitaban las tetas de su nueva amante. Ana estaba disfrutando de lo lindo y cuando acabó con las tetas de Julia bajó directamente a su sexo, abriéndola las piernas con suavidad y dejando el coño totalmente a la vista. Julia tiene el sexo muy bien arregladito, depilado casi en su totalidad, lo cual hizo que Ana se lanzase como una posesa a comérselo.
Cuando Julia sintió la lengua de Ana en su clítoris se abandonó al deseo y se dejó hacer. Ana chupaba y lamía con pasión ese coñito pelado, introdujo un dedo en la vagina y cuando nuestra amiga consiguió su primer orgasmo, se tumbaron en la alfombra y nos deleitaron con un fantástico sesentaynueve. Ana disfrutaba con la boca de Julia, inexperta pero con unas ganas de aprender que la hacían comportarse de una forma que sorprendió a su novio. Alberto, que estaba a doscientos y llevaba ya un rato manoseándose la polla, se arrodilló detrás de Ana que estaba a cuatro patas y sin mirarme siquiera puso su capullo en el ano de mí chica y lentamente, como ella le había enseñado, se la metió hasta los huevos. Ana gemía de placer, acelerando el ritmo de los dedos con los que masturbaba a Julia, dejó de comerla el coño y me pidió que se la metiese en la boca. Julia protestó y le pedía a Ana que no parase de comerla el coño, y Ana sacó un momento mi polla de su boca y le contestó: "Mira cariño, tu novio me está reventando el culo y el mío me va a meter la polla hasta la garganta así que no doy abasto preciosa, espera y ya te tocará a ti". Alberto estaba dispuesto a disfrutar al máximo de la ocasión así que aceleró el ritmo sobre el culo de Ana, ahora que la tenia donde el quería. Julia le suplicó a Ana que no parase, que estaba teniendo unos orgasmos maravillosos y Alberto se corrió en el culo de mi chica, cosa que a mi me encantó. Cuando la sacó, Ana se puso de rodillas y Julia también se incorporó, pedí mi turno y a dúo comenzaron a comerme el nabo. Alberto estaba alucinando, no solo había enculado a Ana y a su chica en poco tiempo, había visto a Julia disfrutar con una chica y ahora la veía haciendo un francés a dúo.
La verdad es que ambas tenían bastante maña con la boca, pero he de reconocer que Julia lo hace de una manera muy especial, con suavidad pero rudamente. Para no incomodarla, terminé en la boca de Ana mientras Julia miraba y acariciaba mis huevos.
Por turnos hicimos una visita a los dos baños, Ana se ofreció a acompañar a Alberto y yo lo hice con Julia. Entre la chica y yo no hubo más que miradas de curiosidad, mientras que Alberto pudo enjabonar el coño de Ana mientras ella hacia lo propio con su nabo, para ello utilizaron la ducha, Julia y yo no pasamos del bidet. Nos servimos una copa, y media hora después hicieron acto de presencia los primeros síntomas de sueño. Decidimos acostarnos, pero Ana tenía ganas de más, esperamos hasta que les creímos dormidos y comenzamos a follar de nuevo. Sentada sobre mi polla me preguntaba por nuestros nuevos amigos y me decía lo mucho que esa boca le había hecho disfrutar.
Yo reconocí por mi parte que la mamada que me brindó fue espectacular y ella elogió la enculada de Alberto, contundente, reconociendo la potencia de esa polla. Estábamos enfrascados en la jodienda y no nos percatamos de que Alberto se había acercado a nuestra puerta, esperó a que Ana se levantase para cambiar de postura y entonces llamó y pidió permiso para entrar. Se lo dimos, aunque me había cortado el polvo. Nos dijo que Julia dormía y que el tenia ganas de más sexo, y pensó en unirse a nosotros. Ana no puso objeción, pero yo quería acabar lo que empecé, así que él se tumbó en la cama, Ana a cuatro patas se ocupó oralmente de su nabo y yo tenia su culo y su coño para disfrutar. Elegí encular a mi chica, apreté fuerte, con ganas, aceleré y me corrí con mucho placer, quedándome unos segundos más en su interior después de correrme. Ana estaba ya enfrascada del todo en darle gusto a Alberto que magreaba los melones de su mamona mientras yo me relajaba viéndoles disfrutar. Unos minutos después Ana se sentó en esa tranca y comenzó a follarse a su gusto, sin mirar por nadie más que por ella. Yo estaba de nuevo en forma, le susurré si le apetecía un sándwich, aceptó y Alberto también, así que el sacó un poco su polla, metí la mía del todo en el culo de Ana y después volvió Alberto a colocarse bien. Ana gemía, bufaba, nos insultaba, hacia mucho tiempo que no la follaban así, desde el verano pasado en Almería. "Si queréis conservar vuestros rabos no paréis cabrones, me estáis reventando a base de bien pero no paréis por Dios, os juro que me estáis llevando al cielo, seguir, seguir", nos decía con la voz entrecortada por la excitación. Los orgasmos se le acumulaban, tres seguidos nos confesó, Alberto fue el siguiente, y Ana me pidió que terminase también en el coño. Húmedo y muy caliente encontré su chochito, empujé, la follé con ganas y según la oía gemir y notaba sus contracciones estallé en su interior, mezclándose mi leche con la de Alberto, empapando todo el coño por dentro y por fuera. Alberto volvió a su habitación y nosotros nos dormimos.
Al día siguiente, a la hora del desayuno, el ambiente continuaba cargado de sexualidad. Las chicas nos picaban comiéndose los croissants de una forma muy lasciva y corrían a lamernos los labios si algo quedaba pegado en ellos. Yo me calenté y le ofrecí a Julia terminar de desayunar sentada encima de mí, aceptó y Ana se sentó encima de Alberto imitándonos. Tremenda jodida le pegué a esa chica, espatarrada, con mi polla taladrándole el coño, se pellizcaba los pezones mientras yo me ocupaba de su clítoris. Julia, desatada ya en su deseo, le decía a su novio. "Vamos, follate a Ana delante de mi, quiero ver como la jodes mientras me taladran el coño, vamos cabrón follatela para mi". Ana dejó sus enormes tetas para Alberto y ella se ocupó de su chochito al tiempo que se la follaba Alberto. Ambas se removían inquietas, se apoyaban en la mesa para facilitarnos las embestidas y gemían casi al unísono. Alberto cogió a Ana, la tumbó de espaldas en el sofá, puso los pies de mi chica en sus hombros y comenzó a bombearla el coño con una velocidad alucinante, haciendo gritar a Ana como pocas veces lo hace. Yo, que no quería ser menos, le pedí a Julia que se girase, y una vez sentada de frente a mi, me levanté, la apoye contra la pared y me la follé de pie, abrazado por sus piernas.
Antes de corrernos, cambiamos de parejas y acabamos los polvos cada uno con su chica, Julia se sentó encima de Alberto, besándole con pasión y abrazados se corrieron casi al tiempo. Yo lo hice con Ana en la posición del misionero y cuando me corrí, la besé y nos quedamos abrazados en la alfombra.
Nos duchamos, nos vestimos y Julia y Alberto salieron para su casa. Quedamos en vernos pronto, y nos mantenemos en contacto. Ana y yo recordamos a menudo lo que hicimos con ellos y lo pasamos de miedo imaginando la siguiente quedada.